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Víctor Vich

2015 “Un acontecimiento estético: las cantutas de Ricardo Wiesse”. En Poéticas del
duelo. Ensayos sobre arte, memoria y violencia política en el Perú. Lima:
Instituto de Estudios Peruanos. 61-77.

[...]
¿Cómo respondió la sociedad peruana ante tales hechos? ¿Cuál fue la posición de los
ciudadanos ante tal degradación política? ¿Cómo podía restaurarse el sentido de la vida en un
contexto marcado por la violencia y la pérdida de significados? Este ensayo comenta una
respuesta, quizá una de las más hermosas. Me refiero a la intervención que Ricardo Wiesse
realizó en los cerros de Cieneguilla días después de la aprobación de dicha ley que daba carta
blanca a la realización de más crímenes de ese tipo.
[...]
Así, el siniestro lugar de Cieneguilla fue impreso de color y de belleza: los dibujos de las
cantutas se inscribieron en la materialidad misma del paisaje, pero a la vez intentaron
transformarlo. El arte contemporáneo, ya lo sabemos, no refiere tanto a la ansiedad de
producir un objeto, como a la opción de ocupar un lugar. Las cantutas, en efecto, fueron
dispuestas en distintas posiciones (hacia arriba, hacia abajo, de costado), como si se quisiera
irradiarlas hacia todo paisaje. Con ello se buscó producir un efecto estético mayor: diez
tumbas, diez posiciones diferentes, diez flores iguales, pero individualizadas cada una por su
particular posición.
De esta manera, la acción del artista “reveló la dimensión sagrada de ese lugar. Las cantutas
se convirtieron en tumbas y con ellas se pretendió rendir homenaje a los muertos, hacer
visible algo que estaba escondido y recuperar la memoria en un país traumatizado por la
violencia y la impunidad. El objetivo fue sacar a la luz los cuerpos enterrados y construirles
una digna sepultura. Desde ese punto de vista, podría decirse que las cantutas fueron un cierre
simbólico: inscripción, escritura, dibujo, ellas quisieron saldar una deuda y fundar una utopía.
Estas cantutas reparan, neutralizan una profanación y sacralizan las vidas degradadas por el
poder.
Es decir, en Cieneguilla no se produjo solamente un “objeto”: se produjo un acto. Las fotos
dan cuenta de que el dibujo no fue lo único relevante; interesa, además, su escenificación
humana, su diálogo con la historia, el acto ético de hacer esa imagen en ese cerro y en ese
momento determinado. Estos dibujos fueron los agentes de una este´tica casi muda en la que
el silencio no era el signo de un vacío, sino una presencia que quiso perturbar con la
intensidad de sus preguntas: ¿por qué los mataron y los escondieron?, ¿qué estaba pasando en
el Perú?, ¿había más muertos?
[...]
¿Cuál fue el sentido de realizar una obra de arte con estas características? ¿Cuál fue el
impacto que ella tuvo en la sociedad peruana? ¿Nos encontramos ante una intervención
artística cuyos efectos políticos fueron nulos o intrascendentes por su carácter supuestamente
elitista? Pienso que el impacto de las cantutas de Wiesse no puede medirse en el pasado sino,
más bien, como un “acontecimiento” hacia el futuro. Dicho de otra manera: somos nosotros
-los críticos, los profesores, la sociedad en general- quienes debemos construir, hacia delante,
el verdadero impacto de las cantutas de Cieneguilla.
[...]

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