Sie sind auf Seite 1von 7

Literatura Universal

Edgar Allan Poe


Edgar Allan Poe
Época : Edad contemporánea
Movimiento literario : Romanticismo
Género literario : Narrativo (cuento), Lírico
Nacimiento : 19 de enero de 1809, Boston, Massachusetts, Estados Unidos
Fallecimiento : 7 de octubre de 1849, Baltimore, Maryland, Estados Unidos
Fue llamado Edgar, por sus padres, los actores, David Poe y Elizabeth Arnold. Su madre falleció
de tuberculosis, antes de que cumpliera la edad de tres años, y abandonado por su padre, fue
adoptado por John y Frances Allan, quienes lo bautizaron como Edgar Allan Poe.
Estudió en Inglaterra, en el Manor House School, entre 1815 y 1820, fecha en que regresó a
Estados Unidos, para comenzar su actividad literaria. Se incorporó a la academia militar de West
Point para luego desempeñarse como editor.
En 1824 escribió un poema de dos líneas, considerado su más temprana producción, que no fue
publicado hasta después de su muerte.
En 1827 se distanció de su padre adoptivo por causas económicas, ya que éste se negó a pagar
sus deudas, ocasionadas por una vida de juegos y alcohol, abandonando los estudios, y
publicando en Boston “Tamerlán y otros poemas”, bajo el seudónimo “El bostoniano”. En 1829,
publicó en Baltimore, su segundo libro “Al Araaf, Tamerlán y otros pequeños poemas”. En 1833,
es galardonado con el premio de la revista Saturday Visiter de Baltimore, por su cuento
“Manuscrito hallado en una botella”.
Contrajo enlace en 1836, con una niña de apenas trece años, prima suya, Virginia Clemm, con
quien se instaló en Filadelfia. Virginia fallece de tuberculosis en 1847, y el autor canalizó su
angustia en el alcohol lo que lo condujo a la locura.
Ya había escrito, en 1838, “Narración de Arthur Gordon Pym”, en 1840 “Cuentos de grotesco y
arabesco” y sus dos obras maestras: “El escarabajo de oro” en 1843, consagrado con el primer
premio en el concurso del Dollar Newspaper de Filadelfia, y “El cuervo” en 1845. Luego de la
muerte de su esposa, publica “Eureka, un poema en prosa, en 1848. Conocido como el primer
maestro del relato corto, y renovador de la novela gótica, como cuentista, se destacó por sus
relatos fantásticos como “La caída de la Casa Usher”, “El corazón delator”, “El gato negro” y
“William Wilson” y por sus temas de contenido detectivescos como “Los crímenes de la calle
Morgue”, “el misterio de Marie Roget” y “la carta robada”.
Murió en un hospital de Baltimore, el 7 de octubre de 1849, cuando había decidido volver a
casarse con el amor de su juventud, Sarah Elvira Shelton.
El barril de amontillado
Mientras no llegaron al agravio, soporté con estoicismo los desaires de Fortunato. Pero cuando llegó al insulto,
juré hacerlo objeto de mi venganza. Comprenderán, en seguida, quienes conozcan mi temperamento. Que no
proferí sobre esto, amenaza alguna. Me vengaría desde luego, pero precisamente porque me había decidido en
forma definitiva a ello, estaba dispuesto a evitar todo peligro en la ejecución de mi venganza. No sólo castigaría a
mi ofensor, si no que lo haría impunemente. Una ofensa queda sin reparación, cuando su justo castigo perjudica al
vengador. Tampoco, queda reparada cuando éste omite hacer quien le ofendió sepa quién se venga.
Debe comprenderse que nunca di a Fortunato motivos para desconfiar de mí. Seguí sonriendo como siempre. Y
él, claro está, no se dio cuenta de nada y que mi sonrisa era nacida de mi terrible designio, de que ahora, cuando
yo sonreía era porque pensaba en quitarle la vida. Aún cuando tenía fama de hombre íntegro, e inspiraba respeto,
aun temor, Fortunato tenía una flaqueza: el vino. Se ufanaba de ser el mejor catador, cosa que pocos italianos son
en realidad, pues generalmente prefieren el vino que tienen a mano y con cuya elasticidad en el dictamen

Mag. Bonifacio Vilca Flores 1


“Narraciones extraordinarias"
Literatura Universal
Edgar Allan Poe
engañan fácilmente a los millonarios austriacos y británicos. Fortunato no, charlatán como sus compatriotas en
sus cuadros y piedras preciosas, era, en lo que se refiere al vino, experimentando en verdad. También yo era gran
conocedor. Mis bodegas eran famosas, pues siempre que se prestaba la oportunidad adquiría gran cantidad de
vinos italianos.
Encontré a mi amigo al atardecer en un día de Carnaval, y como había bebido bastante hasta esa hora, me saludo
con exagerada amistad. Él iba disfrutando con un ceñido traje a rayas y llevaba puesto un bonete lleno de
cascabeles. Su encuentro me dio tanta satisfacción que creí que no terminaría nunca de estrecharle las manos.
– ¡Qué suerte, haberle encontrado, amigo Fortunato! –exclamé alegremente–. Resulta que he recibido hace poco
un barril de vino que me han dicho que es amontillado, porque para serle franco, tengo mis dudas...
– ¿Amontillado? –preguntó vivamente– ¡Un barril de amontillado en pleno Carnaval!
– Ya le digo que tengo mis dudas. Pero he cometido la tontería de pagarlo antes de estar seguro de su dictamen.
No lo encontraba por ninguna parte, y como temía perder la oportunidad...
–¡Amontillado!
– Abrigo dudas.
– Y desearía que me sacara de ellas.
– ¡Un barril de amontillado!
Pero como supuse que Ud. se hallaba muy atareado y que seguramente tendrá otros compromisos, voy a buscar
a Luchesi. Él me ayudará pues si hay un experto en vinos, ese es Luchesi.
–¿Luchesi? Luchesi no sabe distinguir la diferencia entre un jerez y un amontillado.
Pero muchos opinan que su paladar puede competir con el de Ud.
–Basta. Vamos.
– ¿A dónde?
– ¿Dónde ha de ser? A ver ese vino. A su bodega.
– De ningún modo, amigo
mío. Sería abusar de su bondad. Ud. debe tener que hacer. Voy a buscar a Luchesi...
– Se equivoca. No tengo nada que hacer. Así es que, en marcha.
– Insisto en rehusar, querido amigo. No se trata ya solamente de posibles compromisos. Ud, anda muy resfriado y
mis bodegas son muy húmedas. Están cubiertas de nitro.
– Eso no es nada, como tampoco lo es mi resfrío. En marcha, digo. ¡Amontillado!, ¡un barril de amontillado! Es
seguro que lo han hecho víctima de un engaño. Y por lo que respecta a Luchesi, vuelvo a asegurarle que no es
capaz de distinguir el amontillado del jerez.
Mientras hablaba así, Fortunato me tomó de un brazo. Sólo tuve que colocarme el antifaz de seda negra,
envolverme en mi capa y dejar que él, cada vez más impaciente, me arrastrara hacia mi casa. En el palacio no
encontramos a nadie. Los criados, a quienes había ordenado que no se movieran de su puesto hasta que yo
regresara al día siguiente, se apresuraron a marcharse tan pronto como les di la espalda y ahora estaban,
seguramente, participando en las fiestas del carnaval.
Di a Fortunato una de dos velas que tomé de un candelabro y lo precedí a través de varias dependencias hasta
llegar al pasillo que daba acceso a la bodega. Le recomendé, mientras que bajábamos por la larga y peligrosa
escalera, que tuviera cuidado. Por fin llegamos abajo y después de detenernos un momento, avanzamos por el
húmedo piso de las catacumbas de los Montesor. Mi amigo vacilaba bastante al caminar, y, a cada paso, los
cascabeles de su bonete dejaban oír extraños repiqueteos.
– ¿Dónde está el barril? –preguntó.
– Vamos hacia el –dije–. Más vea cómo resplandece en las catacumbas las telarañas esas.
Volvió el rostro hacia mí, y noté que las lágrimas de la embriaguez aturullaban su mirada. Después de un rato,
preguntó, por fin:
– ¿Es nitro?
– Es nitro –contesté.
Y luego:
– ¡Como tose usted! ¿Desde cuándo tiene esa tos? Un nuevo ataque de ella impidió que mi amigo me contestara
durante unos instantes.
– No es nada –dijo luego.

Mag. Bonifacio Vilca Flores 1


“Narraciones extraordinarias"
Literatura Universal
Edgar Allan Poe
– ¡Oh, si que es! –repuse yo y agregué en tono resuelto–, será mejor que nos volvamos. Su salud vale mucho,
pues usted es como yo fui hace mucho tiempo, un hombre rico, querido y admirado.
Desapareciendo, dejaría un gran vacío. No es por mí, que nada me interesa, sino por usted. Se enfermaría y yo
no quiero tener esa responsabilidad. Y por otra parte, con usted, sabe, Luchesi...
– ¡Acabemos! –contestó–. Deseche temores en cuanto mi salud. No he de morir por la tos, se lo aseguro.
– Lo creo, querido amigo –dije con mi mejor sonrisa–. En realidad, no es mi propósito alarmarlo injustamente. Solo
quería sugerirle que siempre es bueno tomar precauciones. Un trago de este Medor, por ejemplo, nos vendrá muy
bien para combatir la humedad.
Diciendo así escogió una botella dentro de un montón que había en el suelo y le dije que después de haberle roto
el gollete:
– Beba usted.
La acercó a los labios mientras me miraba de reojo. Enseguida, haciendo sonar los cascabeles de su bonete al
inclinar la cabeza en un movimiento de salud dijo:
– Brindo por los que nos rodean, por todos los muertos que descansan aquí.
– Pues yo, brindo por su vida, que sea más larga –respondí.
Me tomó otra vez del brazo y seguimos avanzando.
– Son amplias estas bodegas –comentó.
– Los miembros de la familia Montesor eran muchos –expliqué.
– No recuerdo sus armas.
– En campo azul un gran pie de oro pisando un reptil cuyos dientes se le clavan en el talón.
– ¿Y el lema?
– Nemo me impune lacessit.
– ¡Soberbio! –aprobó mi amigo.
La embriaguez hacía brillar más su mirada y los tintineos de sus cascabeles le seguían sonando extraño en el
silencio de las naves subterráneas. A lo largo de muros junto a los que se agrupaban en rara mezcla huesos y
toneles, habíamos llegado hasta el punto más lejano de las catacumbas. Haciendo un alto me atreví a tomar a
Fortunato por encima del codo.
– ¡Fíjese como aumenta el nitro! –exclamé–. Pende como musgo del techo y de las paredes. Estamos bajo el
lecho del río y la humedad se filtra entre los huesos. Antes de que sea demasiado tarde, volvámonos. Mire que su
tos...
– No se preocupe –dijo– adelante. Pero... déme otro trago de Medoc.
Le alcance una botella de vino de grave, que se bebió ansiosamente, en pocos instantes. Con la mirada
enrojecida, me miro un momento, rió, esgrimiendo el envase lo lanzó hacia atrás con ademán cuyo significado
llegue a comprender. Como mostrara extrañeza por su actitud, repitió el gesto y me preguntó:
– ¿Cómo? ¿No comprende?
Le dije que no.
– Pues entonces, –dedujo– no es usted miembro de la hermandad.
– ¿Eh?
– No es usted masón.
– Lo soy.
– No puede ser. ¡Imposible!
– Lo soy –repetí.
– Demuéstremelo. Déme una señal.
– Hela aquí –dije sacando de debajo de mi capa una paleta de albañil.
– ¡Se burla usted, amigo mío! –reprochó dando unos pasos vacilantes. Pero, ¿y el amontillado? Busquémoslo.
– Como usted guste –acepté y guardando la paleta le ofrecí mi brazo, sobre el que se afirmó pesadamente. En
nuestra marcha en pos del barril de amontillado, pasamos sobre varios arcos y descendimos continuamente hasta
que llegamos a una profunda cripta en el interior, en la cual el aire, pesado e impuro, hacía chisporrotear la llama
de nuestras velas.
En el extremo de aquel recinto se veía otro más reducido cuyos muros aparecían materialmente cubierto de restos
humanos que se alzaban hasta el techo, de forma abovedada, como en las tétricas catacumbas de París. La
macabra decoración adornaba tres de las paredes de la cripta. En la otra, los huesos habrían sido derivados y
Mag. Bonifacio Vilca Flores 1
“Narraciones extraordinarias"
Literatura Universal
Edgar Allan Poe
formaban en el piso una voluminosa y espantosa pila. A través de un hueco de una pared se podía ver otra cueva
de unos cuatro pies de largo, seis o siete de alto y tres o tres y medio de fondo. No era fácil adivinar para que
habría construido, esa última cripta.
Aparentemente constituía un simple espacio entre dos grades puntales del techo, porque al fondo, y del puro
granito, se veía unos de los muros divisorios.
Fortunato levantó sobre su cabeza la vela para llegar con la vista al fondo del recinto; fue inútil, porque el débil
resplandor no alcanzó a iluminar aquel.
– Continue avanzando Fortunato –le dije– el barril de amontillado está allí dentro.
– Por qué que se refiere a Luchesi...
– Luchesi es un lego en estas cuestiones –me interrumpió dando unos pasos hacia delante, bastante inseguros.
Lo seguí de cerca, y cuando mi amigo, ya en el fondo del nicho, vaciló un momento al verse detenido por el muro
del fondo, y permaneció indeciso, sin saber qué hacer. Me fue fácil encadenarlo al granito, porque colocadas
horizontalmente en la superficie a un par de pies de distancia había dos argollas, con un candado una y con una
cadena la otra. La operación de ceñir con ésta su cintura y cerrar sobre el último eslabón el candado no me quitó
tiempo, pues era tanto el asombro de mi victima que no intentó resistirse. Con la llave en el bolsillo abandoné la
cripta.
– Si pasa la mano por la pared, amigo mío, verá que húmedo está el nitro –le hablé desde la puerta– realmente creo que
la va a hacer mal y por última vez le sugiero que regrese. ¿No accede? Bueno, entonces tendré que regresar solo,
abandonándolo. Claro antes de dejarlo ahí estoy dispuesto a prestarle los servicios que queda... sin recobrarse aún de la
sorpresa, sin noción clara de lo que pasaba, mi amigo gritó:
– ¡El amontillado! ¡El barril de amontillado!
– Es cierto –contesté. El barril de amontillado...
Y di principio, mientras hablaba, a la tarea de revisar la pila de huesos que ya he mencionado. Hurgando entre ellos, no
tardé en encontrar una regular cantidad de argamasa y numerosas piedras. Con esos materiales y ayudado por mi paleta
de albañil, empecé a emparedar la puerta del nicho. Iba por la segunda hilera del incipiente muro, cuando comprendí que
estaba pasándose la embriaguez de Fortunato. El primer indicio fue un gemido que partió de pronto desde el fondo de la
cripta. No era aquel grito, al que siguió el silencio, el grito de un ebrio...
Alineé, fijándolas con la armagasa tres filas de piedras más y a medida que seguía en mi tarea sentía los furiosos tirones
que Fortunato le daba a la cadena. Para poder escuchar con mayor placer aquel estrépito, que duró varios minutos,
suspendí mi labor de albañilería y me senté sobre la pila de huesos. Cuando cesaron las sacudidas de la cadena, volvía
a manejar la plana y terminé sin interrumpirme la séptima fila, con lo que la pared de construcción me llegaba ya al
pecho. Entonces hice otra pausa y alzando la vela por el pequeño espacio que quedaba sin emparedar alumbré al
hombre allí encadenado.
Tal acción fue seguida por una terrible serie de gritos que, procedentes de la garganta del prisionero me obligaron a dar
unos pasos atrás. Estremecido vacilé durante un segundo. Luego desenvainé la espada y me puse a dar estocadas a
diestra y siniestra dentro del nicho. Más no tardó en venir a mí la calma y con la reflexión la tranquilidad. Palpando con
ambas manos la fuerte albañilería de las paredes terminé con sentirme a salvo de todo peligro. Y entonces, con esa
seguridad me aproximé de nuevo al espacio que quedaba sin cubrir en la cripta y emití, en respuesta a los gritos de
Fortunato, unos aullidos que sobrepasaban a los suyos en estridencia y honor. El encadenado pareció quedarse más
tranquilo. A medianoche terminé concienzudamente mi trabajo. Había colocado ya las tres última filas y solo me faltaba
ajustar y revocar con argamasa el último hueco. Me estaba esforzando en subir la última piedra que faltaba, pues era
bastante pesada, cuando de lo profundo del nicho me legó una risa ahogada que me erizo los cabellos y me hizo sentir
en la médula el trallazo del miedo.
Una voz extraña, una voz triste que apenas tenía algún punto de contacto con la de Fortunato. Pronunciaba palabras que
se mezclaban con la risa.
– ¡Ja, ja, ja! ¡Estupenda idea, esta broma, creo yo! ¡Cómo nos vamos a divertir contándolo en el palacio! ¡Cómo nos
vamos a divertir con el barril de amontillado!
– ¡El barril de amontillado! ¡El barril de amontillado! –le grité yo.
– ¡El barril de amontillado, si, ja, ja, ja! Pero, ¿no le parece que estamos tardando mucho? ¿No se alarmarán mi esposa y
todos los que esperan en el palacio? ¡Volvamos ya!
– ¡Oh, sí! –repliqué– ¡Volvamos ya!
– ¡VOLVAMOS POR AMOR DE DIOS, MONTRESOR!
– Sí, sí –le dije– ¡POR AMOR DE DIOS!
Luego de esto, esperé en vano nuevas palabras del emparedado.
Mag. Bonifacio Vilca Flores 1
“Narraciones extraordinarias"
Literatura Universal
Edgar Allan Poe
– ¡Fortunato! –llamé impaciente.
No me respondió y volví a gritar.
– ¡Fortunato!
El segundo llamamiento no obtuvo respuesta tampoco. Metí la vela por el hueco que quedaba y la empuje hacia dentro.
Oyóse únicamente el tintinear de los cascabeles sobre los que había golpeado en su caída. Una sensación súbita me
oprimía el corazón: eran los efectos de la humedad de aquellos antros. Resuelto a terminar pronto coloqué la última
piedra en su sitio y tapé y revoqué cuidadosamente con argamasa las hendiduras. Enseguida apile sobre la segunda
construcción los restos humanos que allí yacían amontonados.
– Nadie durante medio siglo, ha tocado ese lugar.
¡Resquiescat in pace! (Edgar Allan Poe)
Comprensión de Lectura
Apellidos y nombres: …………………………………………………………………
Grado: ……… Sección: ………. Fecha: .… / 07 / 2015

1. “El barril de amontillado”, pertenece al género literario:


a. Narrativo
b. Lírico
c. Dramático
d. Épico
e. Ensayo
2. Especie literaria de “El barril de amontillado”:
a. Cuento
b. Novela de caballería
c. Novela psicológica
d. Tragedia
e. Fábula
3. El autor de “El barril de amontillado” es:
a. Español
b. Alemán
c. Ruso
d. Norteamericano
e. Francés
4. A Fortunato de gustaba:
a. La cerveza.
b. El vino tinto.
c. El vino
d. Alcohol.
5. En las catacumbas de los Montresor, buscaban:
a. Un tesoro.
b. Unas momias.
c. Algunos amigos.
d. Un barril.
6. Las catacumbas estaban debajo del lecho:
a. De un rió.
b. De su casa.
c. De una mansión.
Mag. Bonifacio Vilca Flores 1
“Narraciones extraordinarias"
Literatura Universal
Edgar Allan Poe
d. De un lago.
7. A Fortunato en la cripta:
a. Lo golpearon.
b. Lo amarraron.
c. Lo encadenaron.
d. Lo emborracharon.
8. Una alternativa es correcta:
a. Con argamasa y con numerosas piedras apiló la pared.
b. Fortunato no gritaba ¡el amontillado!
c. A Fortunato no se le pasaba la embriaguez.
d. Ninguna es correcta.
9. Termina su trabajo de albañilería:
a. Al amanecer.
b. En la madrugada.
c. A media noche.
d. No se sabe a qué hora termina.
10. Fortunato pensaba que todo:
a. Era una venganza.
b. Era una broma.
c. Era cosa de ebrios.
d. Era un error.
11. Terminado de colocar la última piedra:
a. Se fue asustado.
b. Se quedó esperando que amaneciera.
c. Amontonó piedras.
d. Apiló los restos humanos que allí yacían amontonados.
12. Las palabras que a continuación se te presentan, subráyalas en el texto y
averigua su significado en la misma lectura (o contexto) en que se hallara o
con la ayuda de un diccionario.
a. Bonete: ……………………..........................................................................
b. Catacumba: ……………………....................................................................
c. Gollete: ……………………...........................................................................
d. Argamasa: ……………………......................................................................
e. Hendiduras: ……………………....................................................................
13. Los personajes del cuento son:
..............................................................................................................
..............................................................................................................
..............................................................................................................
..............................................................................................................
14. Tema central del cuento:
..............................................................................................................
..............................................................................................................
..............................................................................................................
15. Con qué excusa logró bajar a Fortunato a donde sería su tumba:
..............................................................................................................
..............................................................................................................
16. El amigo de Fortunato, ¿cómo logró capturarlo?:
..............................................................................................................
Mag. Bonifacio Vilca Flores 1
“Narraciones extraordinarias"
Literatura Universal
Edgar Allan Poe
..............................................................................................................
..............................................................................................................
17. ¿Qué características tenía las catacumbas de Montresor?
..............................................................................................................
..............................................................................................................
..............................................................................................................
18. Explica alguna enseñanza o mensaje que hayas encontrado en el cuento que
acabas de leer.
..............................................................................................................
..............................................................................................................
..............................................................................................................
..............................................................................................................

Mag. Bonifacio Vilca Flores 1


“Narraciones extraordinarias"

Das könnte Ihnen auch gefallen