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TEMA: VARIEDADES DEL IDIOMA QUECHUA

VARIEDADES DIALECTALES DEL IDIOMA QUECHUA: Por Yoao Emerson Rojas Arias

PRESENTACIÓN

Estimado Docente del curso del idioma Quechua del


Instituto de Idiomas de la UNSAAC, tengo el agrado de
presentarle el trabajo denominado “VARIEDADES
DIALECTALES DEL IDIOMA QUECHUA”; que, como su
nombre indica, es un estudio en investigación sobre las
variedades a nivel geográfico y social que tiene la lengua
Quechua.
Así mismo, el presente trabajo aborda brevemente sobre la
discusión sobre la naturaleza lingüística del Quechua, y si
vendría a ser una lengua-idioma que posee dialectos, o una
familia lingüística que posee varias lenguas.
Habiendo sido sintético en la descripción y profundo en la
investigación, presente ante Ud. Este trabajo que costó
mucho esmero para su justa calificación, apelando a su
comprensión frente a los pequeños errores que pudiese
encontrar.
El estudiante

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VARIEDADES DIALECTALES DEL IDIOMA QUECHUA: Por Yoao Emerson Rojas Arias

VARIEDADES DIALECTALES DEL IDIOMA QUECHUA

Los términos mediante los cuales los hablantes del quechua se refieren a su
idioma varían de una región a otra. Uno de los más difundidos es runasimi,
«palabra» (simi) «de la gente» (runa), utilizado en las regiones peruanas de
Ayacucho y Cuzco, con su variante runashimi en las provincias ecuatorianas de
Imbabura y Cañar, y a lo largo del río Napo en la Amazonía. En algunas zonas de
Ecuador, como Otavalo, el quechua se conoce también como yankashimi,«lengua
vulgar». Inga o inga shimi, «lengua (del) inca», es la expresión de uso común en el
sur de Colombia, en las provincias ecuatorianas de Chimborazo y Cotopaxi y, en
el Oriente, a lo largo del río Pastaza. Llaqwash, que designa la savia de la Puya
Raimondi, es el nombre que la lengua lleva en el norte del departamento peruano
de Ancash y, bajo la forma llakwash, en la vertiente oriental de los Andes del norte
del Perú; kechwa ~ kichwa (< esp. quechua) lo es en muchos lugares del centro
del Perú y qhiswa ~ qhishwaen la región del lago Titicaca y en toda Bolivia. En las
regiones norperuanas de Cajamarca y Ferreñafe, el quechua es conocido
como lingwa (< esp. lengua) y lingwaras (< esp. lenguaraz), respectivamente
(véase mapa 1). Hasta donde he podido constatar, estos nombres se refieren al
quechua por oposición al castellano y no al dialecto propio con respecto a otras
variedades de la misma lengua o familia lingüística. En efecto, pese a que la
variación dialectal es un elemento importante de las identidades locales, en la
actualidad los dialectos quechuas no suelen ser objetivados y distinguidos unos de
otros por sus hablantes mediante denominaciones específicas.

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Mapa 1. — Los dialectos quechuas y sus denominaciones actuales

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Son pocos los estudios que tratan con base lingüística, filológica e histórica la
cuestión del origen de estas denominaciones. Rodolfo Cerrón-Palomino mostró
que runasimi ~ runashimi proviene de la transposición al quechua de una
expresión común en el castellano de la época colonial para referirse a la lengua
indígena, la de «lengua de los indios». El problema del origen del glotónimo
«quechua» ha sido abordado por Bruce Mannheim, Alfredo Torero y, más
detalladamente, por Rodolfo Cerrón-Palomino. Estos autores han establecido que
su étimo es /qiĉwa/ (en los dialectos centrales) o /qhičwa/ (en la variedad
cuzqueña) que designa los valles andinos de clima templado, por oposición a los
valles cálidos de la costa o de la vertiente oriental de los Andes (yunka) o a las
tierras frías situadas por encima de los 3500 o 3700 msnm (sallqa o puna). Para B.
Mannheim y A. Torero, la denominación de la lengua como «quechua» es de
origen indígena. Según A. Torero, «se habría aplicado a diversos idiomas
(aymara, mochica, quechua) que se hablaban en valles con similares
características climáticas». Solo posteriormente y en español se habría convertido
en el nombre propio de un idioma, «la lengua quichua». En su estudio sobre el
origen del nombre «quechua», R. Cerrón-Palomino propone otra interpretación: los
españoles habrían sido los primeros en atribuir a la lengua el nombre de
<quichua>, y más tarde <quechua>, en referencia al grupo étnico del cual, según
sus informantes, los incas habrían aprendido la lengua, es decir los «quichuas»
que ocupaban los valles templados situados al oeste del Cuzco. Los incas se
habrían referido a esta lengua común simplemente como a «la lengua» o a
«nuestra palabra». Esta interpretación parece gozar hoy de amplia aceptación.
Mostraré a continuación que, como lo planteó A. Torero, «quichua» o qhichwa fue
un elemento del sistema inca de denominación de las lenguas, el cual reflejaba un
aspecto esencial del reordenamiento lingüístico que el imperio cuzqueño suscitó
en la región andina: la promoción de un idioma de amplia comunicación, la
«lengua quichua» o qhichwa simi, y la postergación de las lenguas habladas en
las zonas altas donde, en la época anterior, había vivido la mayoría de la
población.

1. Origen indígena de la denominación qhichwa simi«lengua quichua»

La primera referencia a una «lengua quichua» parece ser la que se halla en


la Relación de la disposición y calidad de la provincia de Guamanga (1557) del
conquistador Damián de la Bandera, entonces corregidor de dicha provincia. La
segunda atestación sería la que figura en los encabezamientos del «Vocabulario
de la lengua general de los Indios del Perú, llamada Quichua» y del «arte de la
lengua general del Perú, llamada, Quichua» de Domingo de Santo Tomás (1560).
Puede considerarse, sin embargo, como anterior a 1555, fecha en que el dominico
dejó el Perú. El conquistador Pedro Pizarro, en la crónica que redactó al final de
su vida, en 1571, aporta un dato esencial para determinar el origen del nombre de
la lengua:

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La lengua «de los orejones» no era el quechua ni una variedad de esta lengua
sino el idioma propio que los incas conservaron hasta la segunda mitad del s. XVI.
No existe ambigüedad en la frase de Pedro Pizarro: quienes «llaman» la lengua
común <quechuasimi> son los indígenas y no los españoles, pues este sintagma
es quechua y no castellano. Los textos redactados en quechua en la época
colonial, donde <quechua simi>, <qquechua simi> o <qquechhua simi> es casi la
única denominación de la lengua, también abogan a favor del origen indígena de
esta denominación. Esto es lo que explica que <quichua> aparezca tan a menudo
en la documentación precedido de «llamada» o «que llaman». Se sobreentiende
«llamada por los indios» o «que los indios llaman».

El que <quechua simi> ~ <qquechua simi> ~ <qquechhua simi> refleje un uso


indígena antiguo encuentra otra confirmación en la persistencia de esta
denominación en quechua bajo la forma qhiswa simi en un área que se extiende
desde las llamadas Provincias Altas de la región del Cuzco hasta el centro-sur de
Bolivia. Allí, qhiswa simi «palabra quechua», qhiswa rimay«habla quechua» o,
simplemente, qhiswa es el término que los quechua hablantes emplean
comúnmente para referirse a su idioma. El hecho de que no haya transitado por el
español —pues habría producido la forma kechwautilizada en otras regiones— es
un argumento fundamental a favor de un origen no culto ni español sino tradicional
del nombre «quechua». Actualmente, el quechua se conoce asimismo
como qhichwa o qhichwa aru(«lengua quechua») en aimara. Esta denominación
ya existía en 1612, cuando Ludovico Bertonio registró en su Vocabulario de la
lengua aymara la forma <Quesua aro>, exactamente paralela a qhiswa simi.

2. Un sistema de clasificación «ambiental» de las lenguas

La denominación qhichwa simi, «lengua del valle», debe entenderse como parte
de un sistema inca de designación o de clasificación de los idiomas según el
ámbito geográfico en el que eran funcionales. Describiré ahora este sistema
altamente revelador de los estatus y roles que los incas reconocían a los idiomas
de su imperio.

Los habitantes de los Andes distinguen fundamentalmente tres tipos de


ecologías: yunka, qichwa y sallqa o puna. La yunka, término a menudo traducido
como «tierra caliente» en la documentación histórica, abarca los ambientes
situados debajo de 2500 msnm, en ambas vertientes de los Andes, y se
caracteriza por una vegetación espesa y el cultivo de la coca y el ají. /Qiĉwa/,
/qičwa/ o /qhičwa/, según los dialectos, designa el piso central del escalonamiento
ecológico andino, el de los valles templados y semiáridos donde se puede
practicar una agricultura de riego, aproximadamente entre 2200-2500 y 3300-3500
msnm. La sallqa (como se dice en el norte y el centro del Perú) o puna (según su
denominación meridional) es la región frígida donde los cultivos están expuestos a
las heladas y cuyos habitantes se dedican esencialmente a la producción de
tubérculos y al pastoreo.

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Esta tripartición ecológica ha dado lugar a un verdadero sistema clasificatorio de


los grupos humanos y los cultivos. En muchos lugares del Perú, es común
distinguir a los qichwa runa o qhiswa runa «gente de quebrada», que se dedican
casi exclusivamente a la agricultura en los valles templados, de los sallqa
runa o puna runa «gente de puna» que se dedican a la ganadería. En la región de
Huánuco, la expresión qichwa mikuy «alimento de la quebrada» designa asimismo
los cultivos propios de la qichwa (maíz, calabaza, etc.), mientras que los
tubérculos pertenecen en su mayoría a la categoría de hallqa mikuy «alimento de
la puna». También se distingue el qichwa hara o «maíz de quebrada», que abarca
las variedades que crecen cerca de los ríos, del hallqa hara o «maíz de la puna»,
que reúne las que trepan las faldas de los cerros. Las distintas variedades de papa
se agrupan de igual modo en qichwa papa y hallqa papa. Este sistema de
clasificación se asienta probablemente en otro, más fundamental, el que opone el
principio húmedo y caliente antiguamente representado por Wari / Wiraqucha, dios
de los agricultores de maíz de los valles, al principio seco y frío otrora
personalizado en Lliwyaq / Illapa, dios de los pastores y agricultores de secano de
la puna.

La denominación qhichwa simi debe entenderse en relación a este sistema como


«idioma de la tierra templada». Y de hecho tenía su contraparte en las otras dos
ecologías. En su Description del Reyno del Piru de 1597, Balthasar Ramírez
menciona «la lengua yunga» que «se trata en los llanos desde lima hasta
guayaquil aunq(ue) tambien en los valles ay lenguas particulares». Varios idiomas
costeños reciben el calificativo de «yunga» (< que. yunka) en las fuentes, en
particular el que hoy solemos llamar «mochica» antiguamente hablado en la costa
norte del Perú. Esta lengua fue designada de esta forma por su primer gramático,
Fernando de la Carrera, en su Arte de la lengua yunga de 1644 y así la calificó
también Jaime Martínez Compañón, obispo de Trujillo a fines del siglo XVIII, en su
léxico comparado de una serie de idiomas de su obispado, entre los cuales el de
la «Lengua Yunga de las Provincias de Trugillo y Saña». Sin embargo, bajo el
rótulo de «yunga» no parece que Ramírez se refiriera al mochica sino más bien al
quingnam o «lengua pescadora» —el idioma de los chimúes—, que también
aparece a veces en la documentación como «yunga» y cuya función vehicular en
la costa es atestiguada por varias fuentes independientes. Es probable que los
cronistas y los gramáticos de la colonia hayan retomado una manera inca de
referirse a las lenguas de la costa, designándolas en función de la ecología en la
que eran habladas de manera característica y no mediante su endónimo, es decir
de manera contextual y no unívoca.

A fines del siglo XVI, Luis de Monzón, corregidor de los repartimientos de los Soras
y los Lucanas, en la provincia de Huamanga, observó que los indígenas llamaban
«hahua simi», es decir hawa simi, las lenguas particulares de dichos
repartimientos, expresión que interpretó como «lengua fuera de la general». En
su Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua qquichua o
del Inca (1608), que describe la variante cuzqueña de la lengua general, el jesuita
Diego González Holguín registra la expresión hawa simi con un significado distinto
al que menciona Monzón: «Hahua simiruna. Hombre cortés saludador, que a

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todos habla y haze amigos, claro, desenfadado, que pide sin empacho, y se
combida, conuersable, no encogido, no corto». Aquí, «la persona de palabra
exterior» (hawa simi runa) es la que se expresa de buena gana y con facilidad, la
que suele exteriorizarse y no guarda su «palabra» dentro de ella. El lexicógrafo
jesuita no registra el significado atestiguado por las Relaciones geográficas, de
modo que podemos suponer que este era propio de la provincia de Huamanga.

En los dialectos meridionales actuales, es decir, los de Ayacucho (la antigua


provincia de Huamanga), Cuzco y el Collao, hawa también puede equivaler, según
el contexto, al castellano «arriba» o «alto». Este término es incluso uno de los que
más comúnmente se refieren a las alturas o punas. En el quechua
cuzqueño, hawa pata «borde superior», por ejemplo, designa una zona plana que
domina una quebrada desde la baja puna. Hawata risaq «voy arriba» o «voy a las
alturas» es la frase que se puede escuchar de boca de los habitantes de los valles
tropicales del Cuzco que están por viajar a las «provincias altas», es decir a las
punas de la región. La misma frase pronunciarán los habitantes del alto valle del
Vilcanota al momento de ir a las punas cercanas. Correlativamente, ukhutan
risaq «voy adentro» es lo que dice un habitante de las estribaciones orientales de
los Andes cuando sale a la selva baja, usando para referirse a ella el
término ukhu «interior», antónimo de hawa «exterior». ¿Hawa simi no significaría
entonces «lengua de las alturas» en vez de «lengua fuera de la general»?

Los sermones publicados en 1585 por el tercer concilio de Lima ofrecen un


elemento decisivo a favor de esta última interpretación. El sermón XXIII, que
predica «contra las borracheras», sostiene que el alcohol causa una alta
mortalidad entre los «indios hatun lunas» «porque no tienen comida». <Hatun
luna> es un término que el español peruano del siglo XVI tomó prestado del
quechua donde hatun runa «adulto» (lit. «gente grande») designaba a los
tributarios de los estados inca y colonial temprano. Los hatun runa se distinguían
de quienes estaban exentos de tributo: los yana o auxiliares, los kuraka o caciques
y los incas del Cuzco. En la frase quechua correspondiente, no aparece *<hatun
runa> como equivalente del español «indios hatun lunas», sino otros dos
sintagmas tratados como sinónimos: <huaccha runa> (wakcha runa «gente
pobre») y <hahua runa>. Asimismo, en el sermón XXIX, «yndio hatu(n) luna»
aparece traducido en quechua por <hatun runa, hahua runa>. No comentaré en
detalles el significado de wakcha «pobre», aunque debo señalar que designaba a
la población del común por oposición a los miembros de las élites inca y cacical
(generalmente calificados de apu«señores» o qhapaq «ricos»).

En estos contextos, donde aparece como parasinónimo de wakcha runa, hawa


runa no puede interpretarse como «gente del exterior», es decir «foráneos», sino
como «gente de las alturas», es decir aquellas personas que, por vivir en una zona
de condiciones climáticas precarias, «no tienen comida».

En efecto, a fines del siglo XVI, existían fundamentalmente dos categorías de


población rural india: por una parte, la población nativa de cada lugar, que residía
desde hacía varios siglos en pueblos situados en el límite entre los pisos

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ecológicos qhichwa y puna, en la cumbre de cerros redondeados o sobre


espolones rocosos, dedicándose esencialmente al pastoreo y la agricultura de
secano; por otra parte, los yana y los mitma (colonos) instalados por el Estado
inca en los valles previamente subexplotados por la población nativa (véase mapa
2). Después de la conquista española, muchos europeos se instalaron a su vez en
estos valles e implantaron en ellos cultivos mediterráneos. Numerosos indígenas
se les unieron en calidad de yana, pues al adquirir este estatus se liberaban del
tributo y del servicio de la mita. La mayoría de las reducciones también fueron
fundadas en zonas de valle y los «pueblos viejos» situados en las alturas fueron
desocupados. Sin embargo, pese a la presión de la autoridad colonial, gran parte
de la población nativa y tributaria siguió residiendo cerca de sus tierras de cultivo y
sus pastizales, alrededor del límite entre qhichwa y puna. En los dos sermones
arriba citados, la expresión hawa runa debe entenderse dentro de este contexto:
se refiere a los indios nativos de la provincia, es decir a los que residen «arriba»,
por oposición a los yana y los mitma que viven y trabajan en el fondo de los valles.
Hacia 1600, el manuscrito de Huarochirí registra también la expresión hawa
llaqta. Aunque Gerald Taylor, editor y traductor de este documento,
interpretó hawa llaqtakunapi como «en los pueblos de afuera», piensa ahora que
esta expresión designaba más bien los pueblos de las alturas (comunicación
personal). Hawa simi debe comprenderse en relación con hawa runa y hawa
llaqta: era la «lengua de las alturas», es decir, la de la población nativa de la
provincia, por oposición a la «lengua de los valles» practicada por los
advenedizos.

MAPA 2.— Yunka, qhichwa y puna en el centro y sur del Perú

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Es de observar, sin embargo, que si bien hawa simi puede traducirse por «lengua
de arriba» o «de las alturas», su significado literal no deja de ser el de «lengua de
afuera», pues, en quechua, «fuera» y «arriba» no constituyen dos acepciones
distintas de hawa sino que el significado «afuera» abarca lo que el castellano
distingue como «arriba». Podríamos decir que, en quechua, la ubicación superior
se incluye dentro de la ubicación exterior, pues el contexto raras veces deja lugar
a ambigüedades. Por esta razón, la zona que está «fuera» de los valles no es sino
las alturas. Como lo vamos a ver ahora, esta observación es esencial para
entender la peculiar ecología lingüística que subyace al sistema inca de
denominación de los idiomas.

En efecto, como se ha visto, qhichwa simi «lengua de los climas templados» se


insertaba en un paradigma tripartito, entre *yunka simi «lengua de los climas
calientes» (expresión solo indirectamente atestiguada por su correspondiente
castellano «lengua yunga») y hawa simi «lengua de las alturas». Pero existía una
disimetría en este sistema onomástico: mientras que las dos grandes lenguas
vehiculares, la yunga y la quichua, eran designadas mediante términos que se
referían a pisos ecológicos (yunka y qhichwa), las lenguas «maternas» —como
hubieran dicho los españoles—, lo eran mediante una denominación puramente
espacial («lengua(s) de arriba» [lit. «de afuera»]), cuando hubieran podido ser
llamadas por ejemplo *puna simi «lengua(s) de la puna». El sistema onomástico
*yunka simi / qhichwa simi / hawa simiconllevaba por lo tanto una oposición interna
entre las lenguas «de arriba» o «de afuera» y las otras dos, es decir, expresaba la
idea de que las lenguas vehiculares «yunga» y «quichua» se situaban al interior
del espacio comunicacional inca, mientras que las lenguas locales estaban
relegadas fuera de él. En efecto, la colonización de las quebradas y su crucial
importancia para la economía política inca había convertido en una parte superior
y periférica la franja intermedia entre qhichwa y puna que era anteriormente el
centro de la vida andina y el espacio en el que las lenguas no quechuas de la
sierra eran funcionales.

3. ¿Qué variedad del quechua era calificada de qhichwa simi?

Siguiendo el uso general español que señalábamos al inicio, Huaman Poma


(≈ 1615) relaciona «quichua» y «lengua general» fusionando varias veces ambas
expresiones en una sola, la «lengua general de quichiua». Bajo la pluma del
cronista indígena, esta expresión no designa a toda la familia lingüística. Huaman
Poma distingue, en efecto, de modo reiterado la «lengua general de quichiua» de
otras dos variedades de la misma familia, la lengua «ynga» y la lengua
«chinchaysuyo». Al observar que Domingo de Santo Tomás había compuesto
su Lexicón de 1560 en «la lengua del Cuzco chinchaysuyo quichiua todo
rrebuelto», diferencia tres tipos de quechua: «la lengua del Cuzco», la lengua
«chinchaysuyo» y la lengua «quichiua». A mi entender, la primera variedad es la
que él mismo llama en otras partes «lengua inga», es decir la variedad de
quechua propia de los incas. La categoría de «chinchaysuyo» abarcaba muy
probablemente las variedades de lo que hoy llamaríamos «quechua I»
actualmente habladas en el centro y centro-norte del Perú y productos de una
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expansión de la lengua muy anterior al imperio inca. «Quichiua» designa a mi


entender la forma de quechua que se hablaba en los valles qhichwa (como por
ejemplo los de Huamanga, del río Pampas, de Abancay o de la región de Cuzco)
poblados de mitma y de yana de diversas procedencias que habían aprendido la
«lengua del inga» transformándola e iniciando de esa manera la formación de las
variedades regionales que hoy llamamos «quechua II». Esta variedad es
precisamente la que los observadores españoles llamaron «la lengua general». La
Iglesia reunida en el tercer concilio de Lima (1582-83) optó por hacer de la
«lengua quichua», y no de la variedad elitista de los incas, la base de un estándar
de evangelización válido para todo el Perú. El sermo humilis elaborado de esta
manera por un equipo de quechuistas en gran parte jesuitas o afines a ellos no
dejó de suscitar resistencias en el clero secular criollo del Cuzco, que mantenía
estrechas relaciones con los incas.

En la época de Huaman Poma, el proceso de absorción de «la lengua (del) inga»


propiamente dicha por «la lengua quichua» debía estar muy avanzado, de modo
que estas denominaciones figuran a veces en las fuentes españolas como
equivalentes. Sin embargo, el quechua que practicaban los incas parece haber
mantenido todavía suficientes rasgos propios como para que el autor de la Nueva
coronica lo considerara como una lengua específica, al contrario del jesuita
González Holguín quien, en el título de su Vocabulario, afirma describir la «lengua
qquichua o del inca». A esta distinción entre dos lenguas quechuas, el «ynga» y el
«quichua» propiamente dicho, se refieren los quechuistas del tercer concilio de
Lima cuando observan la demasiada curiosidad, con que algunos del Cuzco, y su
comarca usan de vocablos, y modos de decir tan exquisitos, y obscuros, que salen
de los límites del lenguaje, que propiamente se llama Quichua, introduciendo
vocablos que por ventura se usaban antiguamente, y ahora no, o aprouechandose
de los que usaban los Ingas, y señores, o tomándolos de otras naciones con quien
tratan.

Y en efecto, Huaman Poma reconoció como «lengua quichiua» la variedad en que


estaban compuestos los textos conciliares: «cartella caticismo preparacion y libro
confecionario y dotrina en la lengua quichiua aymara proveyda en el santo
concilio».

Es probable que la tardía emergencia del término «quichua» en las fuentes (1557)
para designar la lengua común se explique por la evolución sociolingüística
entonces en curso. Fue en esa época que la «lengua del inca» o «lengua del
Cuzco» propiamente dicha perdió su vigencia como lengua vehicular, pues había
colapsado la estructura estatal que aseguraba su transmisión y estabilidad en el
seno del grupo «de los señores, y gente principal» según la expresión de Domingo
de Santo Tomás al referirse, en el prólogo de su Lexicón, a sus hablantes más
característicos. A partir de la década de 1550, el quechua de los colonos
instalados en las quebradas reemplazaría, en la conciencia lingüística de los
observadores españoles y de indígenas como Huamán Poma, a la lengua del inca
como referente de una «lengua general», es decir, de una variedad real o
potencialmente común del quechua. Por eso, Juan de Betanzos, que acabó su

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crónica antes de esa época, en 1551, se refiere todavía a la lengua vehicular


como a la «lengua general del Cuzco» y Cieza de León, que publicó la suya en
1553, igualmente como a la «lengua del Cuzco». Por eso también, Garcilaso, que
dejó el Perú para marcharse a España en 1560, tampoco usó el glotónimo
«quichua» en sus escritos sino solamente el de «lengua general».

Cuarenta años más tarde, cuando Huaman Poma estaba escribiendo su Nueva
Coronica, la «lengua quichua» ya tendía a ocupar lo esencial de las funciones de
comunicación dentro de una sociedad lingüísticamente menos heterogénea. El
colapso demográfico, la rearticulación de las economías regionales alrededor de
una red de ciudades y de pueblos nuevos, la mita y la evangelización parecen
haber empezado a fragilizar las lenguas particulares y su transmisión a las nuevas
generaciones. En la provincia de Huamanga, las Relaciones geográficas de
Indias muestran que la «lengua de las quebradas» se practicaba ya muy
ampliamente como segunda lengua entre las poblaciones de las alturas. Cuando
el quechua acabaría reemplazando las hawa simi en las zonas altas —en una
época que no podemos determinar con exactitud—, su nombre de «lengua de las
quebradas» perdería su pertinencia y sería sustituido por runasimi, calco del
español «lengua de los indios». Un proceso semejante parece haber ocurrido en
las provincias aledañas al Cuzco donde runasimi es en la actualidad el único
nombre bajo el cual se conoce la lengua. De modo revelador, este desplazamiento
onomástico no ocurrió en el quechua del Collao y Charcas donde, por razones que
no he podido dilucidar, se perdió el significado primigenio del
término qhiswa («tierra templada»). Desprovisto de una motivación semántica que
entrara en contradicción con la distribución ecológica real de la lengua, qhiswa
simi pudo permanecer allí como el nombre propio de la misma.

Es de notar que «quichua» siempre aparece en las fuentes como adjetivo («la
lengua quichua») y no como sustantivo independiente (*«el quichua»). A fines del
siglo XVI, en español y, tal vez también en quechua, «quichua» calificaba la lengua
común que era por excelencia «la lengua de los valles». Pero, como lo señala A.
Torero, otras lenguas también podían recibir el mismo calificativo. Todavía es
posible encontrar en la documentación española de fines del siglo XVI algunos
casos en los cuales el glotónimo «quichua» no tiene por referente la lengua común
sino otros dialectos de la misma familia lingüística. En 1586, el corregidor de los
Chumbivilcas, Francisco de Acuña, observa que «los indios desta comarca
[Condesuyo] hablan algunos dellos en su lengua quichua y la mayor parte en
lengua general del inga» y que «en este pueblo [de Alca] hay cantidad de
ochocientos indios de tasa y hablan algunos dellos la lengua quichua y otros la
general del inga». En estas frases, las expresiones «su lengua quichua» y «la
lengua quichua» se oponen a «la lengua general del inga» y designan dialectos
quechuas alejados de la lengua común. Percibimos claramente que «quichua»
mantiene aquí su sentido ecológico, pues el pueblo de Alca se encuentra en plena
zona quechua, a 2750 msnm. Acuña, muy probablemente, se hace eco de una
manera indígena de referirse a las lenguas de las quebradas como «quichuas»,
por oposición a la lengua aimara que se hablaba en las alturas. La pertinencia de
esta designación estribaba muy probablemente en el hecho, muy común en los

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Andes, de que los grupos que explotaban las quebradas desde una época anterior
al Tahuantinsuyo a menudo hablaban un idioma distinto al de las poblaciones de
las alturas. En el sur del Perú, estas lenguas de las quebradas pertenecían a
menudo a la familia quechua, mientras que muchos idiomas de las alturas
pertenecían a la familia aimara.

4. Origen histórico de la denominación qhichwa simi

Según una tradición recogida por Cieza de León de boca de algunos incas del
Cuzco, el origen de la «lengua general», es decir, de la «lengua quichua», fue la
provincia llamada «de los quichuas»

Esta provincia llevaba dicho nombre porque abarcaba un conjunto de quebradas


templadas y cálidas que confluían en el curso medio del río Apurímac, a pocas
decenas de kilómetros del Cuzco. Hacia 1581, una fuente independiente de Cieza,
la Instrucción para descubrir todas las guacas del Pirú, de Cristóbal de Albornoz,
se hizo eco de la misma tradición al titular la sección dedicada a dicha provincia:
«Provincia de Quichuas, de donde tomó el inga la lengua general». Más adelante,
mencionó «los quechuas de ciertas provincias de donde tomó el inga la lengua
general que mandó supiesen todos». Como lo señala R. Cerrón-Palomino, Luis
Capoche (1585) y Bernabé Cobo (1653) recogieron la misma memoria indígena
acerca del origen de la lengua general. R. Cerrón-Palomino considera, a mi
entender con razón, que estos cuatro testimonios independientes constituyen los
ecos de una memoria indígena de la historia del origen de la variedad de quechua
que servía de idioma vehicular en el imperio inca. Sin embargo, discrepo de la
interpretación que hace de los mismos. Según él, estas frases revelan que los
incas aprendieron el quechua de boca de los quichuas. Por mi parte, observo que
estos testimonios solo dicen que los incas tomaron de dicha provincia la «lengua
general» de su imperio. Si se acepta el deslinde que establecimos entre «lengua
quichua» (= «lengua general») y lengua «ynga» —como decía Huaman Poma—,
Cieza, Albornoz, Capoche y Cobo afirman que «la lengua quichua», es decir, la
lengua de los mitmas y los yanas, se originó en la provincia de los quichuas. Ni
ellos ni ningún otro testimonio que conozcamos dice nada del origen de la lengua
«ynga», es decir, de la procedencia de la variedad de quechua propia de los incas.

¿A qué proceso histórico-lingüístico se refirieron los cuatro cronistas


mencionados? Según las fuentes históricas, la provincia de los quichuas formó
parte del Estado regional cuzqueño antes de la expansión imperial inca, por lo que
sus habitantes eran considerados como incas o «quichiua ynga», «incas de
quebrada». No debemos ver en «quichua» un etnónimo, pues no parece que los
pobladores del valle medio del Apurímac formaran una comunidad cohesionada.
Quienes recibían la denominación general de «incas de quebrada» eran más
probablemente un conjunto de formaciones sociales diversas que eran, para los
cuzqueños, «gente de clima templado», pues los incas no pertenecían
propiamente a la qhichwa dado que el valle del Cuzco se ubica en la franja
superior de ese piso ecológico, a 3450 msnm, casi en el límite con la puna. La
toponimia de la zona de Abancay, en el corazón de la antigua provincia de los
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VARIEDADES DIALECTALES DEL IDIOMA QUECHUA: Por Yoao Emerson Rojas Arias

quichuas, sugiere que sus habitantes originales practicaban una variedad de


quechua alejada del cuzqueño que se habla actualmente en ella. Podemos
suponer que se hablaba en estos valles, como en otros valles del sur —por
ejemplo el de Alca o el de los Cabanas, como se ha visto—, un dialecto quechua
muy distinto al cuzqueño que se habla actualmente en ellos.

Bajo la dominación inca, el valle de Abancay y las quebradas aledañas fueron una
de las zonas del Tahuantinsuyo que acogieron el mayor número de colonos
forasteros, al mismo tiempo que gran parte de sus habitantes originarios fueron
dispersados en otras regiones. Muchos de estos colonos eran costeños
encargados de implantar allí el cultivo de la coca y de la saqapa—un arbusto
cuyos frutos servían de sonajas—. Otros venían de provincias serranas como
Yauyos o Aimaraes, o de Sañoc, en el valle del Cuzco. Los cambios muy
profundos que se produjeron, durante la época inca, en la composición étnica de
la provincia de los quichuas dieron muy probablemente su primer impulso al
reemplazo del quechua de sus habitantes originarios por una koiné que era de tipo
cuzqueño pero no se confundía con el quechua «inga». Cuando Cieza afirma que
la lengua general que se usó en el imperio inca fue la de los quichuas y cuando
Albornoz apunta que «el inga» tomó de esta provincia la «lengua general»,
quieren decir, a mi entender, que la lengua que se difundió en el imperio como
medio de comunicación entre los incas y los mitma y yana instalados en los valles
andinos fue la que se forjó en lo que fue tal vez la primera experiencia inca de
colonización masiva de quebradas de clima templado. No se refieren a la variedad
de quechua hablada por los «ingas quichuas» originarios de los valles del curso
medio del Apurímac. El valle de Abancay y las quebradas aledañas, tan cercanos
al Cuzco, debieron de ser para los incas el ejemplo más familiar y representativo
de los procesos de colonización multiétnica que suscitaron la formación y
propagación de una koiné quechua. Los testimonios de Capoche y de Cobo
también se pueden entender en el mismo sentido: los quichuas —es decir, los
habitantes advenedizos más que originarios de los valles del curso medio del
Apurímac— fueron el grupo epónimo de la «lengua general quichua».

Hasta ahora no he comentado una dimensión fundamental del semantismo de la


denominación qhichwa simi, dimensión que aboga a favor de su origen inca. Este
sintagma tiene por núcleo simi «boca», «palabra» y no rimay «hablar», «habla»,
que es el término que los hablantes de los dialectos que descienden de la lengua
general privilegian hoy para referirse a un idioma (por ej. kastilla
rimay «castellano» en las variedades de Ayacucho y Cuzco, o qhiswa
rimay«quechua» en el Collao). Contrariamente a rimay, que se refiere a cualquier
acto de habla, simi, cuyo significado primario es «boca», conlleva las nociones de
«instrucción», «consejo», «orden» o «autorización». Es la palabra hecha objeto
concreto y transmisible, la que una persona entrega a otra para que actúe de
acuerdo a ella. Podemos suponer que qhichwa simi se refería a la palabra
transmitida por los incas a los pobladores de las quebradas para que estos
produjeran las riquezas que eran estratégicas para el Estado. Para los incas y sus
súbditos, probablemente no existían sistemas u organismos lingüísticos de
contornos bien definidos, semejantes a lo que llamamos «lenguas». Es probable

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VARIEDADES DIALECTALES DEL IDIOMA QUECHUA: Por Yoao Emerson Rojas Arias

que la «lengua quichua» consistía, en la conciencia de sus hablantes, en un


repertorio de «palabras» o «instrucciones» (simi) utilizadas para la comunicación
política en las quebradas andinas. Según esta lógica, la
expresión hawasimi podría entenderse como las «palabras de las alturas», es
decir las traducciones en las lenguas locales que los señores étnicos hacían de las
«instrucciones» formuladas por los incas.

El Tahuantinsuyo fue una sociedad multiétnica y multilingüe integrada por un


Estado que desarrolló una verdadera política lingüística consistente en difundir un
idioma común, por lo menos en la sierra, más allá del reducido ámbito de las
élites. El sistema denominativo que he sacado a luz pertenecía al parecer a un
registro esencialmente administrativo, pues un medio geográfico era en última
instancia un tipo de actividades y de producción, y los incas seguramente debían
tomar en cuenta y nombrar el idioma que permitía la comunicación en cada zona
productiva, diferenciándolo de otros que se hablaban en otros ambientes. Aunque
estas denominaciones no fueron unívocas sino contextuales, sí permitían
individualizar y objetivar los idiomas a los que se referían. Debemos guardarnos
de las representaciones primitivistas difundidas por cierta antropología
americanista de la segunda mitad del siglo XX y de acuerdo a las cuales cada
grupo amerindio, víctima de una especie de etnocentrismo ingenuo y absoluto, se
habría considerado a sí mismo como «los humanos» hablantes de «la lengua».

El Estado colonial español sucedió al Estado inca y reutilizó «la lengua quichua»
para la comunicación con sus súbditos multilingües del Perú. Sin embargo, los
agentes de la administración civil y religiosa española se refirieron poco al
quechua como a la «lengua quichua» sino más bien como a la «lengua general
(de los indios / del Perú / de este reino)». Esta resistencia a adoptar el glotónimo
«quichua», fuera del círculo de los profesionales de la lengua —gramáticos,
lexicógrafos y autores de textos de catequesis—, se explica probablemente en
gran parte por el hecho de que «lengua quichua» no era una denominación
transparente para quienes ignoraban el idioma, es decir, para el sector superior de
la administración civil y eclesiástica colonial. En cambio, «lengua general»
presentaba la ventaja de expresar el valor instrumental que tenía este idioma para
dicha administración. En efecto, el binomio formado por las dos grandes lenguas
generales del Perú, el quechua y el aimara, definía un espacio político que, pese a
su fragmentación étnica y lingüística, era susceptible de ser gobernado mediante
instituciones comunes. Podemos decir que la «lengua general» o «quichua» fue,
junto con el curaca, la mita y los yanaconas, una de las instituciones cardinales de
gestión estatal creadas por los incas y reutilizadas por el régimen colonial.

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VARIEDADES DIALECTALES DEL IDIOMA QUECHUA: Por Yoao Emerson Rojas Arias

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