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En elogio de la burocracia – Paul du Gay

Argumenta acerca del neoliberalismo que es una racionalidad ha sido una marcada antipatía hacia aquella
forma jerárquica de organización que hoy en día conocemos como burocracia. En el vocabulario neoliberal,
la burocracia connota “autoritarismo y arbitrariedad, la violencia impersonal y ciega de los monstruos fríos,
así como la ineficacia y el despilfarro de recursos. Las burocracias no son sólo inhumanas, sino que además
no son rentables.”
Las reformas del sector público acometidas en muchos contextos distintos a lo largo de los últimos años han
tenido en esencia un deseo de desterrar, superar o de alguna manera trascender la burocracia, realizándolo en
nombre de la economía, la eficiencia, la libertad, la creatividad, la innovación, entre otros valores asociados
a las racionalidades neoliberales de gobierno.

En elogio a la burocracia, se ofrece una versión positiva del papel de la burocracia en el terreno de la
administración pública y el gobierno.
Las prácticas burocráticas proporcionan muchos de los estándares de conservación apropiados para la
gestión política del Estado, incluida la gestión del cambio dentro del Estado.
Weber trata la impersonalidad, el conocimiento experto, los procedimientos y el carácter jerárquico de la
burocracia como un “ethos” concreto que tiene como fin organizar de una forma concreta una personalidad.
Entre éstas destacan en importancia las siguientes: primero que el acceso al cargo dependa de un largo
proceso de aprendizaje, habitualmente certificado a partir de exámenes públicos; segundo, que la función
pública sea en sí misma una vocación, un foco de deber y compromiso ético individual, autónomo y superior
a los lazos extraoficiales. Se piensa a la burocracia como una definición de la función pública como un orden
de la vida.
El elemento crucial en el honor de los burócratas no es el de permitir compromisos oficiales extraordinarios
o determinar la manera en la que se desarrollan las funciones encomendadas a su cargo. Por el contrario, su
orgullo ha de estar en la salvaguardad e la imparcialidad y, por tanto, en poder sobreponerse a sus personales
querencias y opiniones. Sin esta negación de si mismo y esta disciplina ética, en el más alto sentido de la
palabra, toda la máquina de la administración se hundiría.
Pero: ¿por qué los reformadores raramente, es que siquiera alguna vez, parecen tomar en consideración el
impacto tanto político como constitucional, de sus reformas organizacionales? Después de todo, las reformas
de la administración pública como institución de gobierno tienen implicancias para la conducta de la vida
política y la capacidad del Estado.
Para ellos, muchos de los problemas tratados por el Estado y para lo que éste había evolucionado, han sido
resueltos. Por lo tanto, cuantas menos jerarquías del viejo estilo y prácticas burocráticas haya, mejor. El
principal problema al que se enfrenta la gestión pública es, por lo tanto, el de cómo aplicar de forma
pragmática, objetos orientados al desempeño (resultados) en un mundo en red y cooperativo.
Para Hobbes, al igual que para Weber, los cantos de sirena de “la sociedad en la que nadie está a cargo”, con
su odio explícito a la jerarquía y al desafío asociado a la autoridad formal en el nombre de la libertad
personal y la autonomía, necesitaba ser resistida a toda costa. Para Hobbes, por lo tanto, el pluralismo y la
igualdad, más que ser condiciones que justifican liberarse de los gobiernos jerárquicos, de hecho son
condiciones que los reclaman. Si se desea que la sociedad perdure sin conflictos potencialmente desastrosos,
aquí surge la necesidad de un poder común que los mantenga a todos a raya.
Debe entonces establecerse y mantenerse, de una manera meticulosa, un mecanismo artificial – una razón de
Estado pacificador- pues la pluralidad de voces, si se deja a su propia dinámica, puede concluir en
discordias. Para Hobbes, la libertad en su verdadero sentido, existe sólo en relación a las cadenas artificiales
puestas en funcionamiento por las leyes civiles y poderes soberanos. Por lo tanto, argumenta que sería muy
absurdo que los hombres clamaran, como lo hacen, por la libertad de que tan evidentemente disfrutan, pues
ésta depende de la presencia y no de la ausencia de una autoridad jerárquica y soberana.
El punto que me gustaría subrayar aquí es que el Estado moderno y una sociedad civil dependen de la
existencia de una jerarquía burocrática, y por lo tanto de una administración pública neutral de cara a su
propio funcionamiento y reproducción.
La razón por la que tenemos una organización jerárquica del trabajo, no es únicamente de que las tareas
tienen distintos niveles de complejidad, sino también que existen bruscas discontinuidades en la complejidad
que divide las tareas en series de pasos o categorías. Las mismas discontinuidades tienen lugar en la relación
al trabajo mental, y la amplitud y duración de la responsabilidad. El tipo jerárquico de organización es la
única forma organizacional que puede permitir a una compañía emplear a un gran número de personas y
preservar una responsabilidad sin ambigüedades de trabajo que realizan.
Entonces es la importancia de la jerarquía burocrática para una administración responsable del gobierno y de
los negocios, o que enfatiza la relación existente entre ethos y el sostenimiento de la democracia
representativa.

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