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Estudios Educativos y Sindicales en México

¿DESARROLLAR HABILIDADES SOCIOEMOCIONALES EN LA ESCUELA? ¿CON


QUÉ RECURSOS?

Abril 20, 2017


En los últimos años, dentro del mundo educativo se ha ido gestando poco a
poco un fenómeno curioso: la focalización del tema emocional dentro del
debate educativo. La consideración de las emociones de los actores
involucrados dentro del aula ha pasado de tener un papel marginal e incluso
indeseable a uno central en los currículos educativos actuales.

Tradicionalmente el punto en torno al cual ha girado la escuela han sido las


habilidades cognitivas y sensorio-motoras del alumnado. Lo importante es
que el niño aprenda a leer, pronunciar bien las palabras, hacer cuentas,
memorizar, tomar bien el lápiz y escribir con una caligrafía decente. El cómo
se sienta el alumno o el docente no ha sido problema de la escuela, más bien
se ha considerado a esta área como algo que atañe a las familias o que se
circunscribe únicamente al ámbito personal e íntimo; de ahí la máxima
muchas veces expresada por los propios maestros y maestras: “los
problemas personales se quedan en la puerta de la escuela, aquí se viene a
trabajar”.

Y, no es que se haya negado la existencia de las emociones hasta ahora, sino


que, desde una perspectiva dicotómica, el ámbito emocional se ha
considerado ajeno al de la razón e, incluso, la más de las veces, un obstáculo
para el desarrollo y la precisión de este último.

No obstante desde que se cayó en cuenta de la virtual imposibilidad de


fragmentar tan arbitrariamente a un ser complejo e integral –biopsicosocial-
como lo es el ser humano, se ha ido forjando una nueva perspectiva holística
del proceso de aprendizaje donde los aspectos socioemocionales
constituyen componentes tan esenciales como los cognitivos, como lo
sustenta la creciente evidencia arrojada por la investigación educativa en los
últimos años (OCDE, 2016; Moncada-Cerón y Gómez Villanueva, 2016;
Palomera, Fernández-berrocal y Bracket, 2008).
Para la OCDE (2016), las habilidades emocionales se traducen en aquellas
capacidades que se expresan mediante patrones estables de
comportamiento y pensamiento, las cuales son imprescindibles para
alcanzar objetivos, trabajar con otros y regular las emociones. En función del
marco teórico, se incluyen más o menos habilidades, en el caso de la OCDE
se enfatizan la perseverancia, el autocontrol y la pasión por los objetivos;
también hace referencia a la sociabilidad, el respeto, la solicitud, la
autoestima, el optimismo y la confianza.

Se ha asociado por ejemplo que mayor perseverancia, capacidad de atención


y sensación de autoeficacia se traducen en mejores calificaciones (OCDE,
2016; Moncada-Cerón y Gómez Villanueva, 2016; Palomera, Fernández-
berrocal y Bracket, 2008). El establecer mejores relaciones interpersonales
basadas en el respeto y la cooperación influye positivamente sobre el trabajo
colaborativo.

Más destacable aún está el hecho de que, a diferencia de lo que se pensaba


tradicionalmente, actualmente se sabe que las habilidades
socioemocionales al igual que las cognitivas, pueden desarrollarse y
“moldearse” a través de procesos de aprendizaje tanto formal como
informal. El ámbito socioemocional no existe de facto, se construye a través
de las relaciones interpersonales y las experiencias a las que se enfrenta la
persona durante cada etapa del ciclo vital. En cada etapa las necesidades y
los aprendizajes emocionales son diferentes, sin embargo, van teniendo un
efecto acumulativo de tal manera que, al menos que se realicen importantes
intervenciones tanto formales como informales, muchas de las experiencias
vividas en etapas tempranas dirigen hasta cierto punto la manera de percibir
y comportarse de un adulto.

En los estadios más tempranos del ciclo vital los cuidadores primarios
(familia o tutores) constituyen la fuente primordial de la que se alimenta la
construcción de la esfera socioemocional del niño; sin embargo, conforme
crece, otros contextos y situaciones van teniendo mayor injerencia en el
asunto, entre ellos la escuela. Si esta esfera también es susceptible de ser
cultivada, es posible crear cambios ambientales y generar contextos que
incidan sobre dicha área y así fomentar ciertas habilidades o desalentar
otras.
Por lo tanto, cada vez más países miembros de la OCDE reconocen la
necesidad de incluir estas habilidades en los currículos educativos. En
México, la SEP (2017) ha tomado esa decisión al incorporar las habilidades
socioemocionales al currículo formal de todos los grados de educación
obligatoria en el marco del Nuevo Modelo Educativo 2017, en el cual las
habilidades sociales y emocionales se definen como aquellos
“comportamientos, actitudes y rasgos de personalidad que contribuyen al
desarrollo de una persona” (SEP, 2017) y puntualiza dentro de tal categoría:
el conocimiento y comprensión de sí mismo; el cultivo de la atención; el
sentido de autoeficacia y confianza en las capacidades personales; entender
y regular emociones; establecer y alcanzar metas positivas; el desarrollo de
la empatía; el establecimiento de relaciones interpersonales positivas y
armónicas; la toma de decisiones responsables; y, el desarrollo del sentido
de comunidad.

Hasta aquí todo se lee muy bonito, perfectamente sustentado y por lo


mismo totalmente razonable. De acuerdo a lo anterior el reconocimiento de
la importancia del ámbito socioemocional y su consecuente inclusión en la
esfera escolar eran necesarios; no obstante, aún quedan en el aire algunos
puntos que no estarían de más mencionar.

Por ejemplo, debido a que el trabajo docente está basado esencialmente en


el establecimiento de relaciones interpersonales (con alumnos, padres de
familia, y colegas) y que son precisamente los maestros los que ejecutan el
quehacer pedagógico, ellos mejor que nadie dan cuenta del peso de
contexto socioemocional en su trabajo, tanto en ellos mismos (docencia
como labor estresante, frustraciones del trabajo, tratar de auto controlarse
y no “salirse de sus casillas con algunos alumnos desafiantes”) como en el
alumnado (niños con problemas de atención, ira, tristeza, viviendo
situaciones de violencia, abandono, entorno socioeconómico totalmente
adverso o conflictos en el seno familiar o con sus compañeros). Muchos
maestros son conscientes de la importancia del desarrollo de habilidades
socioemocionales en el alumnado, el problema es que en realidad no se les
ha preparado para ello.

Entre que, si no queda claro, tanto en el discurso y práctica ambiguos a nivel


formal e informal, si educar consiste solo en informar (transmitir
información académica) o también en formar (inculcar valores y actitudes)
se desdibuja la línea de las funciones y el quehacer docente. Algunos
maestros no saben si tienen la obligación o el deber de transgredir la línea
de lo puramente académico; otros, tratan de velar por el bienestar de los
alumnos, con buena intención eso sí, pero sin saber cómo, puesto que “soy
su maestra y me preocupo por el niño, pero tampoco soy su mamá”.

A partir del Nuevo Modelo educativo del 2017 (SEP, 2017) queda establecido
que es obligación de los docentes el promover y monitorear el desarrollo
socioemocional de los alumnos junto a su desempeño académico. Es decir,
ahora no sólo pueden, sino que deben incidir sobre esta área del
estudiantado. Sin embargo, volvemos al punto ¿cómo van a hacerle los
maestros para lograr ese objetivo del currículo? Dicha pretensión implica por
una parte de una reforma a fondo en la formación inicial docente desde las
escuelas normales y establecer una línea de acción clara en los programas
de actualización de los maestros. Pero inclusive cumpliendo este
requerimiento básico nos preguntamos ¿quién los va a formar en esta área?
¿Cómo se les va formar? ¿Bajo qué modelo?

La propia OCDE (2016), aunque reconoce la mutua influencia entre las


habilidades socioemocionales y las cognitivas, deja claro que existe debate y
grandes diferencias entre expertos y sistemas educativos internacionales
sobre cual enfoque es el más eficaz para promover las habilidades
socioemocionales en la escuela, e incluso señala que se carece de estudios
suficientes que señalen las prácticas y métodos puntuales que funcionen
mejor en tal o cual contexto.

Aunado a esto, es un reclamo reiterado dentro del magisterio las penosas


condiciones en que se llevan a cabo los programas de formación y
actualización docente. Es común que los cursos de actualización sean
llevados a cabo por otros profesores que no están ni siquiera familiarizados
con el tópico a revisar, pero a quiénes las autoridades educativas instaron a
impartir dejando al maestro en cuestión en una situación embarazosa y a los
asistentes con una sensación de decepción. ¿Se podrán formar las
competencias magisteriales necesarias para enfrentar el desarrollo de
habilidades socioemocionales con cursos relámpago on-line?

¿Cómo asegurarnos que no habrá nuevas o mayores decepciones del


magisterio en la formación en habilidades socioemocionales? Como
psicóloga puedo asegurar que las habilidades emocionales no pueden ser
fomentadas a través de un mero curso-taller de unas cuantas horas basado
en diapositivas, fraseología vacía de autoayuda y ejercicios animados, ni
mucho menos proporcionado por alguien que no sea un experto en el tema.
Concebir así la formación de esta área sería desvirtuarla, simplificarla a un
grado absurdo e incluso insultante.

La construcción del mundo socioemocional es un proceso sumamente


complejo que dura toda la vida. Simplemente pretender conocerse,
comprenderse y regularse a sí mismo es todo un reto, al cual pocas personas
llegan y para lo cual se requiere un arduo trabajo interno y externo. Eso no
quiere decir que desarrollar habilidades socioemocionales en el contexto
escolar sea algo imposible, más bien que es un tópico que no se debe
minimizar, ni tomar a la ligera sólo para que se escuche bien en la nueva
retórica educativa.

Por otra parte, al plantear así la educación socioemocional en el documento


del Nuevo Modelo Educativo, da la impresión de que los maestros por el
hecho de ser adultos ya están capacitados para apoyar y a promover el
desarrollo de dichas habilidades en los alumnos. Como si fuera por arte de
magia, pero no se puede enseñar lo que no se tiene. Si no, cuántas veces nos
hemos descubierto nosotros mismos como adultos sin un adecuado manejo
de nuestras emociones, teniendo arranques de ira dignos de un niño
pequeño o repitiendo patrones destructivos que sólo nos boicotean, o nos
hemos encontrado en el aprieto de estar en una situación indeseable porque
nunca desarrollamos la autonomía suficiente para poder decir que NO. Esto
pasa porque el llegar a una edad adulta no se traduce necesariamente en ser
autónomo, maduro y regulado emocionalmente. Como bien se mencionó,
las habilidades socioemocionales se construyen, se desarrollan, se
aprenden, no surgen por generación espontánea; por lo tanto, como adultos
también es necesario inspeccionar nuestra propia historia y el estado de
nuestras propias habilidades socioemocionales para cuestionar, reafirmar,
transformar, deconstruir, reparar fracturas y/o cambiar hábitos, patrones y
rasgos.

En este contexto, aunque la profesión docente exige ciertas capacidades


para lidiar con el hecho de las relaciones interpersonales en el trabajo, eso
no los hace expertos en salud mental. Los maestros no son psicólogos ni
psiquiatras, ni neurocientíficos. Son profesionales de la educación, antes que
nada personas que de acuerdo a su historia y sus propias experiencias de
vida construyeron habilidades socioemocionales a través de las cuales es
probable que apliquen el currículo que les exigen las autoridades educativas
de acuerdo a lo que ellos entienden, por lo que será necesario intervenir
desde la formación del docente y generar debate en torno a esta temática,
para no dar por sentados muchos aspectos que simplifican o enredan un
tópico necesario, si, pero de enorme complejidad.

Diana Victoria Ayala Aguilar

Referencias

Instituto de la Estadística de la UNESCO (UIS) (2016). Habilidades para el


progreso social: El poder de las habilidades sociales y
emocionales. Traducción española de la original OECD (2015). Skills for
Social Progress: The Power of Social and Emotional Skills. Montreal:UIS.

Moncada-Cerón, JS. Y Gómez-Villanueva, B. (2016) Formación de


competencias socioemocionales para la resolución de conflictos y la
convivencia, estudio de caso en la secundaria sor Juana Inés de la Cruz
Hidalgo México. Revista Educación y Desarrollo Social. Vol 10 (1), p 112-133.

Palomera, R., Fernández-Berrocal, P, Brackett, M. (2008). La inteligencia


emocional como competencia básica en la formación inicial de los
docentes: algunas evidencias. Education & Psychology. Vol 6 (2), pp 437-
454.

SEP (2017). Modelo Educativo para la educación obligatoria: educar para la


libertad y la creatividad. México: SEP.

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