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Introducción
Este PND se realiza en una situación crítica de la organización. En el último tiempo ciertos
debates se volvieron recurrentes y pusieron de manifiesto divergencias importantes a la hora
de pensar el proyecto de la izquierda popular en el nuevo contexto político. Esa situación fue
explicitada previamente al PND Extraordinario de este año. En ese momento definimos que
esa instancia se concentraría en resoluciones de orden táctico y que era necesario convocar a
un nuevo plenario para esclarecer el carácter de tales diferencias. El balance que se hizo del
PND Extraordinario fue positivo. Tanto por el nivel de debate como por el haber podido
construir una orientación política que expresó a la mayoría de la organización.
Sin embargo, las diferencias que surgieron a la hora de definir las alianzas electorales
aceleraron los tiempos de una crisis que podría haberse procesado de un modo más acordado
y en los marcos de las instancias previstas. Concretamente, la falta de acuerdo que existió
respecto de la participación en el frente Unidad Porteña y la distancia en los balances
posteriores pusieron al descubierto una serie de diferencias que demandaron medidas
excepcionales que fueron costosas para la organización en su conjunto (habilitar una política
que quedó en minoría en la Mesa Nacional, abrir un debate público al respecto, etc.) .
Esos desacuerdos pusieron de manifiesto divergencias más importantes, que a nuestro
entender pueden ordenarse en dos grandes ejes. En primer lugar, cómo caracterizar la ofensiva
de las clases dominantes y las correlaciones de fuerza resultantes; qué balance hacer de la
experiencia kirchnerista y cómo debemos relacionarnos con sus referentes, su base social y su
accionar político actual; y cuál debe ser la orientación de la izquierda popular para aportar en
la resistencia a la avanzada neoliberal y contribuir a gestar una alternativa.. En segundo lugar,
consideramos que existe un debate sobre cómo entender el papel de la acumulación
estrictamente político-institucional en un proceso de construcción de alternativa política.
Debate que se expresa fundamentalmente en una tendencia a enfatizar unilateralmente la
autonomización de “lo político” (en lugar de partir de la especificidad de la disputa política y
de la necesidad de construir las mediaciones específicas con los otros niveles de la lucha de
clases) y en subvalorar el papel, también político, que juegan las luchas sociales. Esto nos
lleva, a veces, a posturas voluntaristas que sobreestiman los efectos de las acciones
comunicacionales y relativizan las condiciones materiales concretas en las que se despliega
cualquier proyecto político que intenta convertirse en fuerza social.
Estos dos grandes nudos de debate constituyen, para nosotros, los temas centrales que hay que
discutir en este nuevo PND.
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I. Etapa y coyuntura política
1. Si definimos que es posible la apertura de una nueva etapa política en la región tenemos
que comenzar por definir las características de la anterior. Con el nuevo siglo, producto de un
ascenso de la movilización popular, se abre en América Latina una etapa en la cual los
sectores populares hemos recuperado posiciones, empantanado las políticas neoliberales, e
incluso en algunos países avanzando en procesos de cambio radical. El auge de los gobiernos
populares y progresistas en América Latina se asentó, además de en este ciclo de
movilizaciones de masas, en una inusual bonanza económica para la región, que implicó una
mejoría general de las condiciones de vida de las clases trabajadoras y campesinas. Los
precios de las materias primas y los commodities posibilitaron el superávit comercial y el
desahogo de las finanzas públicas. La influencia de EE.UU. en la región sufrió algunos
reveses y por momentos debió replegarse. La derrota del proyecto del ALCA en Mar del
Plata, la construcción del ALBA, Petrocaribe, la UNASUR y la CELAC, se combinó con el
estancamiento y posterior crisis de su propia economía y las dificultades que suscita su rol de
gendarme global (conflictos en Medio Oriente, crisis con Irán, etc.) El rol dinámico que
jugaron algunas potencias emergentes como China, India y Rusia completó el escenario.
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Esto es relevante para definir cuáles son las banderas y programas mas avanzados que nos
dejó el periodo, y por lo tanto cuales son los horizontes estratégicos que debe reivindicar
nuestra organización. No es casual que las experiencias que han sido la vanguardia del
proceso son las que están jugando hoy, aún en condiciones desfavorables, el papel de
retaguardia estratégica para los movimientos populares de todo el continente, resistiendo hasta
las últimas consecuencias los embates de las fuerzas reaccionarias locales asociadas al
imperialismo norteamericano.
3. A partir de 2009 (golpe en Honduras) y como una clara tendencia hacia el 2013, América
Latina empieza a transitar un momento regresivo en las correlaciones de fuerza, marcado por
una ofensiva del capital contra el trabajo y la necesaria apropiación de recursos naturales
estratégicos para aumentar las tasas de ganancias de empresas transnacionales. La caída del
precio de las materias primas, -con sus consecuencias sobre las economías latinoamericanas-,
y los efectos regionales de la crisis económica mundial, junto con el relativo estancamiento de
los procesos populares, preparó el terreno para una nueva ofensiva neoliberal. No adherimos a
las tesis del “fin de ciclo progresista”, y consideramos que el signo definitivo de la etapa está
aún en disputa, tanto en las calles como en próximos episodios electorales, pero es indudable
que en los últimos tres años la avanzada conservadora ha obtenido logros importantes. En
países claves la derecha ha recuperado el gobierno, ya sea empleando métodos probados en
otros contextos, como el golpe institucional en Brasil y Paraguay, o generando nuevas
formaciones políticas que tuvieron la capacidad de generar mayorías electorales, como en el
caso de Argentina. En tanto, en Ecuador, parece estar en desarrollo un giro a la derecha al
interior del propio proceso. En este contexto aumentó decisivamente el peso de la política
imperial estadounidense en la región.
4. Esta situación en América Latina no está acompañada, como en los noventa, por un ciclo de
crecimiento de la economía mundial y optimismo arrollador de la ideología neoliberal. El “fin
de la historia” ha quedado definitivamente atrás, y el mundo es hoy un lugar convulsivo e
inestable. En los países centrales, los sistemas políticos ganados por la doctrina neoliberal que
garantizaron en las últimas tres décadas una alternancia ordenada, están mostrando crecientes
incapacidades para resolver lo que amenaza ser una crisis de representatividad. Actores no
tradicionales, a la derecha y a la izquierda del espectro político, han emergido con mayor o
menor fuerza. Frente a una crisis civilizatoria cuya resolución oscila entre la esperanza y el
horror, la formulación de alternativas emancipatorias tiene más vigencia que nunca. Estamos
en un momento de recomposición de fuerzas con el desafío de retomar el re-ascenso del
movimiento masas a partir de pisos mejores que los que tuvimos en los noventa. Es necesaria
una izquierda renovada y con vocación hegemónica. Las batallas que tendremos en América
Latina deben ser puestas en este contexto.
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1. El kirchnerismo encabezó la salida de la crisis de 2001 reconstituyendo la autoridad estatal
y relegitimando un sistema político profundamente cuestionados. Por eso en una primera
etapa tuvo el respaldo del conjunto de las fracciones del gran empresariado. Su primer
gobierno encarnó la recomposición y relanzamiento del capitalismo local, en el marco de una
coyuntura económica internacional y una correlación de fuerzas que (devaluación mediante)
beneficiaba a los sectores productivos y en especial a los exportadores. Contribuyó a
consolidar un modelo de acumulación basado en un tipo de cambio bajo, que promovió el
incremento de las exportaciones y alentó el consumo interno a partir de una política de
redistribución del ingreso (subsidios, planes sociales, etc.) que logró recomponer parcialmente
las condiciones de vida brutalmente agredidas por una de las crisis más grande de la historia
nacional. Lo hizo canalizando una parte de las ideas fuerzas de las movilizaciones previas
contra el neoliberalismo, integrando actores sociales y políticos que las encabezaron,
reactualizando la identidad y productividad política peronista y asumiéndose como ruptura
política y económica con los gobiernos de la etapa anterior. Todo esto, sumado a la mejora
objetiva de las condiciones generales de vida que mencionamos, generó importantes
condiciones hegemónicas para su proyecto político.
2. Desde el Estado pasó de una política de endeudamiento y déficit crónico a otra que apuntó
a ampliar su capacidad de maniobra a partir del ahorro y el pago de los compromisos de la
deuda externa (pagó en efectivo a los organismos y reestructuró el resto de las obligaciones).
En un contexto internacional favorable, esas nuevas condiciones permitieron un periodo de
crecimiento económico que se tradujeron en una mejora de los niveles de empleo y reducción
de la pobreza. Tal proceso de crecimiento no implicó una modificación de la estructura
económica y legal que había dejado la década neoliberal. Si bien el crecimiento generó
mejoras en las condiciones de vida de las mayorías, también supuso un incremento de la
concentración y la extranjerización que se tradujo en un mayor poder de las grandes
corporaciones y una mayor capacidad de injerencia del capital extranjero, trazando líneas de
continuidad con el modelo productivo de la década pasada. Todo esto con la particularidad de
la expansión de un tipo de modelo productivo dependiente de las actividades extractivas,
sobre todo del agro. Sin embargo, existieron rupturas discursivas y políticas importantes,
respecto de los gobiernos previos. Se criticó el efecto de las reformas neoliberales, se
reivindicó el rol reparador y regulador del Estado, se reconocieron demandas y banderas
históricas del campo popular (juicios por los crímenes de la última dictadura, reconocimiento
a la labor de los organismos de DDHH, reivindicación de la militancia setentista), se apostó a
la articulación con los gobiernos de la región (cuestión que tuvo un hito en el rechazo al
ALCA), y se reinstalaron canales para el procesamiento de los conflictos que mejoraron la
capacidad de negociación del movimiento obrero (paritarias, mediaciones, etc.).
3. El 2008 y el conflicto con las patronales agrarias marcó un punto de inflexión. El trasfondo
del conflicto son las tensiones económicas que se venían profundizando, mostrando elementos
de agotamiento del ciclo virtuoso que describimos más arriba. Ya desde 2005 sectores del
establishment comenzaron a pedir un enfriamiento de la economía mediante la contención de
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los salarios, como forma de combatir las presiones inflacionarias. En un contexto de altísimos
precios de las materias primas, el kirchnerismo buscó salvar esta encrucijada mediante la
apropiación de una porción mayor de la renta agroexportadora. La respuesta de las patronales
agrarias fue radical, contó con el apoyo de los grandes medios de comunicación, la simpatía o
neutralidad de otras fracciones del capital, y logró movilizar a sectores medios urbanos en
“defensa del campo”. La derrota política del gobierno se produjo en la calle y luego en el
parlamento, y fue también un golpe para el conjunto de los trabajadores y trabajadoras. La
clase dominante había puesto un claro límite respecto de la proporción de sus ganancias que
estaba dispuesta a resignar a cambio de estabilidad política y paz social, rompiendo el
consenso en el gran empresariado sobre la política económica a desplegar por el Estado.
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Cristina. En ese contexto, a mediados de 2013 se suscribe el acuerdo entre YPF y Chevron y
en febrero de 2014 se le paga a Repsol; a comienzos de 2014 el gobierno convalida una
devaluación de la moneda de alrededor del 23% (entre enero y marzo); en junio de 2014 se
alcanza un acuerdo final con el Club del París por la deuda argentina. Se asume el objetivo
explícito de volver a endeudarse en los mercados financieros internacionales, pero se niega a
llevar adelante un ajuste fiscal ortodoxo reclamado por los sectores más extremos del
establishment. Este giro se expresó también en algunas decisiones políticas muy significativas
como la reforma de la ley anti-terrorista (finales de 2011), el nombramiento de Sergio Berni
en el Ministerio de Seguridad (marzo 2012), la defensa del jefe del ejército César Milani y
cierto cambio en el discurso oficial sobre la conflictividad social.
6. Finalmente, el “pacto de gobernabilidad” fue bloqueado por derecha. Los dos hitos
emblemáticos de este momento fueron el fallo de Griesa impidiendo la vuelta a los mercados
de capitales y el caso Nisman. Así, se reinstaló un clima de polarización como el que había
ocurrido en 2008-2009, pero corrido varios grados a la derecha y con el gobierno a la
defensiva. El kirchnerismo progresivamente se fue recostando sobre los logros del pasado y
apostó a reforzar la propia identidad, el vínculo con la estructura del PJ y la base social más
leal. La intransigencia ante ciertas demandas del movimiento obrero, como el impuesto a las
ganancias, expresó el distanciamiento y luego ruptura con parte de la CGT (Moyano).
La candidatura de Daniel Scioli fue muy expresiva de esta situación: por un lado CFK se
niega a una “rendición incondicional” frente a la ofensiva de la derecha, y avisa que dará
pelea hasta el final; por el otro, lo hace bendiciendo una candidatura hasta hace poco
vapuleada por el “kirchnerismo puro” (Scioli), que expresa una clara vocación de moderar el
proyecto desde adentro, de conciliar, de dar garantías a sectores empresarios frente al temor
de una “radicalización”. El desgaste, las limitaciones estratégicas y las decisiones políticas del
FPV, -que había construido una mayoría social justamente en su periodo de mayor audacia-,
también son importantes, entonces, para explicar el fortalecimiento y ascenso al gobierno de
proyecto del PRO.
c. El cambio de etapa en Argentina y el gobierno de Cambiemos.
1. Cambiemos es parte del mencionado giro continental y sus éxitos y fracasos son seguidos
con mucha atención por los poderosos del Norte. Su gobierno expresa de manera nítida los
intereses del gran capital local y transnacional, y la búsqueda de clausurar definitivamente un
clima de época abierto por el 2001 en donde los sectores populares recuperamos posiciones.
La primera tarea de Cambiemos fue llevar adelante un ajuste salarial y una importante
transferencia de ingresos hacia sectores exportadores (sobre todo del complejo agroindustrial)
y financieros. También intentó avanzar contra una serie de derechos, leyes o instituciones que
corporizan las conquistas del período anterior. Todavía no han encarado el ajuste fiscal
(reducción de gastos del Estado), y a pesar del deterioro en las condiciones de vida de nuestro
pueblo, es acertado sostener que en términos estrictamente económicos la receta ha tenido
dosis importantes de gradualismo. Sin embargo, un elemento que no debe ser subestimado es
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la virulenta determinación que ha mostrado Cambiemos para imponer niveles crecientes de
disciplinamiento político y social. Las crecientes respuestas represivas, entre las que destaca
la desaparición forzada de Santiago Maldonado, son un claro indicador de esto. El proyecto
de Cambiemos incluye objetivos estratégicos de las clases dominantes y transformaciones de
gran profundidad. Una nueva reforma laboral y el ataque a los convenios colectivos para bajar
el “costo laboral” y aumentar la productividad, la apuesta por reconvertir el sector industrial
dejando de apuntalar los sectores deficitarios, mayores niveles de desregulación del comercio
exterior y el mercado de capitales, una redefinición de las funciones del Estado y la
orientación de sus políticas públicas, son algunos de estos objetivos. Que los puedan plasmar,
o no, dependerá de que tengan éxito en quebrar la actual relación de fuerzas.
2. En estos casi dos años de gobierno, Cambiemos combinó una serie de orientaciones
económicas que tienen coherencia con sus objetivos estratégicos de liberalización y
desregulación, con un Estado que asume el rol de “preparar la cancha” para que los grandes
jugadores puedan hacer su juego. La idea del “supermercado del mundo” fue la consigna más
usada para entusiasmar a los sectores del agro y de la agroindustria, y la quita de controles al
movimiento de capital especulativo generó un salto en las ganancias del sector financiero. El
descomunal endeudamiento externo no sólo apunta a salvar problemas de coyuntura,
financiando el déficit fiscal y comercial, sino que es un vía mediante la que intentarán lubricar
el consenso social para reformas de fondo durante los próximos años. Un anticipo de esto es
el impulso a obra pública de servicios básicos y de infraestructura como un caballito de
batalla fuerte durante la campaña, pero fundamentalmente como forma de apuntalar el todavía
anémico repunte económico. El bajo nivel de endeudamiento con el que asumió Macri supone
una ventaja en ese terreno. Sin embargo, la inestabilidad económica mundial hace difícil que
nos dirijamos a un largo período de financiamiento a tasas bajas, y allí reside uno de los
potenciales cuello de botella de la economía argentina.
Cambiemos se muestra como una formación política que combina parte del recetario
tradicional de la derecha argentina, con elementos indiscutiblemente novedosos y la
colonización de estructuras históricas como el radicalismo y fragmentos minoritarios del
peronismo. Uno de los elementos más notables es su vocación de construir una hegemonía
política y cultural de largo alcance, es decir: están dispuestos a dar la batalla en todos los
terrenos, incluso en aquellos relativamente ajenos a la derecha, como la agenda de género y
feminista. Con una eficacia creciente, esa propuesta se apoya y promueve un conjunto de
valores acerca de la política y la sociedad, lo que nos pone ante una batalla estratégica y muy
probablemente de mediano/largo plazo. Promueven una resolución reaccionaria de la crisis
“de la política”, buscando alejarla de los sectores sociales organizados y desprestigiarla como
herramienta de transformación, para poner la resolución de los asuntos públicos en manos de
tecnócratas y “buenos” gestores. Eso se complementa con tópicos clásicos de la derecha
liberal, como el de “promover la igualdad de oportunidades” que se asocia a la acción
individual en su faceta meritocrática y emprendedora, versus la asistencia o el
intervencionismo estatal “desmesurado”.
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3. Seguimos caracterizando que las clases dominantes no han logrado aún revertir la relación
de fuerzas que dejó el periodo anterior. Sin embargo, es evidente que Cambiemos dio pasos
importantes hacia su consolidación. El gobierno se dió una línea de acción consistente en
postergar para 2018 algunos objetivos estratégicos (posibles reformas laborales, impositivas,
etc.) en pos de un esquema más gradualista que igualmente le permitió adoptar medidas
importantes (devaluación, apertura económica, endeudamiento), sin profundizar la situación
recesiva o generar incluso una crisis económica más profunda. El avance también incluyó una
política internacional de acercamiento a EE.UU., condena activa a la Revolución Bolivariana
y una confrontación con el imaginario vinculado a las políticas de Memoria, Verdad y
Justicia. El fortalecimiento de una matriz más represiva, que busca legitimarse socialmente,
no debe ser subestimado. El principal límite con el que Cambiemos ha tenido que lidiar es el
notable nivel de activación y organización de nuestro pueblo, que se han expresado en más de
una decena de grandes movilizaciones de masas (reivindicativas y políticas) desde que asumió
Macri. También la persistencia de una oposición política frontal encarnada principalmente en
la figura de Cristina Kirchner, y con presencia social e institucional, ayudó a reforzar estos
límites. Por otro lado, Cambiemos llegó a estas elecciones de medio término eligiendo realizar
pocas concesiones coyunturales (paritarias, política represiva, discurso público, etc). Fue en
ese marco que desde la movilización del primero de abril, el oficialismo se propuso reforzar la
polarización con el kirchnerismo como estrategia principal, apostando fuerte a la idea de que
“el cambio” no está consumado pero sí en marcha, y a la diferenciación con el kirchnerismo,
que a su vez siguió siendo presentado como el responsable de todos los obstáculos, e incluso
también de las medidas antipopulares que el gobierno había tenido que tomar.
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buenas chances de llegar con una oferta electoral muy competitiva al 2019, aspirando a un
nuevo mandato. Ha revalidado a figuras como Carrió o Vidal, esta última de manera indirecta,
alcanzando apoyos electorales superiores a los del 2015. Los tenues signos de rebote
económico se han trasladado en las últimas semanas en un aumento en la valoración positiva
de la gestión de gobierno en distintos estudios de opinión pública. Por lo tanto, es probable
que Cambiemos sostenga o avance posiciones el 22 de octubre, aunque habrá que esperar las
posibles repercusiones de las novedades del caso Maldonado.
Esto no significa que haya logrado un “cheque en blanco” para avanzar con las reformas
estructurales ya mencionadas. Esto se definirá no sólo en próximos episodios electorales, sino
también en la dinámica de la lucha de clases de los próximos dos años. Esto quiere decir que
la posibilidad de que esas reformas se implementen tendrá que ver, entre otros factores, con la
postura que asuman actores que no juegan directamente en la contienda electoral (sindicatos,
movimientos sociales, economía popular) y la marcha de la economía, que ampliará o
reducirá los márgenes de legitimidad del gobierno.
II. Situación del campo popular y caracterización del kirchnerismo y el peronismo.
El 2016 fue un año marcado por grandes movilizaciones de masas que de diversos modos
cuestionaron el rumbo asumido por el gobierno nacional, mostraron niveles de unidad en la
acción nada despreciables, más allá de las estrategias políticas que los diferentes sectores
delinearon ante el triunfo de Cambiemos. El protagonismo estuvo del lado del movimiento de
derechos humanos, el de mujeres, de la economía popular y del movimiento obrero. Una
dinámica similar se dio durante el primer cuatrimestre de este año. En ese proceso la alianza
entre CTEP, Barrios de Pié y la CCC fortaleció la capacidad de movilización de un sector que
hizo de la calle un eje central de su estrategia, y tuvo un logro importante con la sanción de la
Ley de Emergencia Social. El movimiento de mujeres ratificó su masividad y dinamismo,
colocando una agenda pública muy radical, y difícil de resolver con una respuesta parcial
desde el gobierno, como quedó evidenciado con el Paro Internacional de Mujeres, el primero
realizado contra el gobierno. Esa particularidad, junto con el acumulado histórico, explica en
gran medida el auge de una verdadera cuarta oleada feminista. El movimiento obrero, por su
parte, mostró las tendencias internas que lo atraviesan. El dato central que significó la
unificación de la CGT se desarrolló, como anticipamos, en una tensión constante entre la
demostración de fuerzas y la colaboración con el gobierno. Los actores más dispuestos a
presentar batalla al macrismo (la Corriente Federal o incluso el moyanismo) no son
hegemónicos, pero su acción se combinó con el descontento que se expresó en distintas
coyunturas y conflictos parciales, lo que llevó a la conducción cegetista a impulsar algunas
medidas de fuerza que terminaron abonando al clima de movilización que se dio
especialmente en el primer tramo de este año. Luego de la movilización del 7 de marzo y el
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paro general del 6 abril, el triunvirato ha funcionado más como freno que como canalizador
del descontento. Desde el lado de la CTA, hubo un impulso para concretar la unificación entre
los sectores que responden a Yasky y a Micheli, que generó mejores condiciones para
articular iniciativas que fueron importantes como las Marchas Federales. Desde ese espectro
sindical también se protagonizaron luchas sectoriales relevantes, como las de los estatales y
docentes.
2. Tanto Néstor y Cristina, como la mayoría de los cuadros políticos y de gestión durante doce
años de gobierno, provienen del Partido Justicialista. Sin embargo, colocados en
circunstancias excepcionales luego de la crisis del 2001, tuvieron importantes niveles de
autonomía respecto de la estructura tradicional del partido. A partir de allí se mantuvo
siempre una vínculo fundamental pero problemático, y que se fue redefiniendo frente a cada
coyuntura. La actitud del kirchnerismo se ha caracterizado, en general, por apostar a la tensión
y a la renovación del peronismo “desde adentro”, pero las necesidades de gobernabilidad, su
horizonte ideológico y su lógica de construcción política le demandaron un permanente
esquema de pactos. Desde 2003 esta articulación tuvo momentos en los que primó la tensión y
la renovación, otros en los que primó el pacto y la subordinación.
3. Los rasgos del kirchnerismo como proyecto histórico combina elementos del peronismo
clásico (la promesa de volver a un “capitalismo nacional”, el industrialismo, la recuperación
del rol regulador del Estado, el verticalismo en la conducción política y la tendencia a la
estatización de las organizaciones populares, etc.), con otros ligados a la radicalización del
nacionalismo popular de los años ´70 (la militancia juvenil y la perspectiva latinoamericanista
centralmente), y algunos aspectos ubicables en una tradición democrática progresista
(promoción de las libertades democráticas, derechos de las minorías, política de memoria,
verdad y justicia con los crímenes de la dictadura, así como una lectura complaciente sobre el
alfonsinismo).
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4. Más allá del desgaste de sus años de gobierno y de la derrota electoral del 2015, el
kirchnerismo mantiene vigencia como identidad política de numerosos sectores sociales. El
peso de la figura de Cristina, el caudal de votos que ha mantenido, y la capacidad para
representar a una parte importante de la militancia popular, ratifican que durante estos dos
años ha logrado retener parte importante de su capital político. Cristina Kirchner expresa, para
importantes sectores de la población, la alternativa electoral posible contra el macrismo. En el
terreno de la conflictividad social y la resistencia callejera el kirchnerismo no se constituyó en
el articulador principal, con la evidente excepción de la Marcha Federal y el conflicto
docente. Sin embargo, expresiones políticas organizadas y base social desorganizada del
kirchnerismo fueron parte importante de esta dinámica de resistencia. Las acciones de
oposición más relevantes del kirchnerismo pasaron por los espacios de representación
institucional, especialmente el Congreso, y la disputa comunicacional, a partir de la referencia
de CFK.
5. Durante estos dos años, al interior de lo que fue el Frente para la Victoria se desplegaron
orientaciones políticas distintas. Las diferencias se expresaron fundamentalmente respecto de
cómo pararse ante el nuevo gobierno, qué rol debía jugar CFK y cuál era la tarea del
peronismo en esta etapa. Entre los sectores más tradicionales del peronismo hubo quienes
apostaron a construir una oposición dialoguista sin el liderazgo de Cristina, y vislumbraron en
la unidad de todo el peronismo la vía para volver al gobierno. Estos sectores salieron
debilitados de las últimas PASO y fracasaron en su objetivo de marginalizar a CFK. Sin
embargo, siguen activos y buscan posicionarse como interlocutores privilegiados del
gobierno, como demuestra la persistente sobreactuación derechista de Pichetto. Otros no
cortaron puentes con la ex presidenta (sobre todo algunos gobernadores), aunque mantuvieron
posiciones más equidistantes. El kirchnerismo más duro o “cristinismo” (fundamentalmente
Cámpora, Nuevo Encuentro y, junto con una parte de los sectores del justicialismo (de zonas
del conurbano, de CABA, la Corriente de la Militancia de Agustín Rossi, etc.), sostuvieron
una postura de mayor sintonía con CFK, impulsándola como principal referencia de ese
espacio.
6. Los armados en la Provincia de Buenos Aires para las elecciones de medio término
exhibieron el estado actual del reacomodo al interior del peronismo. La figura de CFK fue
condición de unidad y pacto para sectores que garantizan poder territorial y caudal de votos,
aceptando estos, además de la conducción política de Cristina, el despliegue de un tipo de
campaña que la tenga como principal y casi excluyente referencia pública. Al mismo tiempo,
en este esquema fue posible la incorporación de figuras “externas” a los armados peronistas
tradicionales, y de sectores sindicales, sociales, del ámbito de la ciencia y la cultura que se
referencian en CFK y no necesariamente en la estructura del partido justicialista. Es decir: su
estrategia más general consistió en aceptar el desgaste de conducir públicamente un armado
en estas elecciones, a cambio de garantizar puestos en las listas para su núcleo, incorporando
al mismo tiempo a la mayoría de los sectores del justicialismo. Dicho pacto implicó,
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asimismo, inhabilitar en varias provincias listas paralelas con perfil más propio (La Pampa,
Río Negro, por ejemplo). El recurso de las internas (habilitado en CABA y Santa Fe) fue más
una excepción que la regla (al punto de relegar el sello del PJ en la PBA a manos del sector de
Randazzo), y la presentación de listas más identificadas con el kirchnerismo duro respondió a
coyunturas puntuales (como en Salta o Córdoba).
Ante este panorama el balance de los resultados electorales debe contemplar esta diversidad
de armados y los pesos específicos de los sectores del peronismo en cada caso. Nuestra
caracterización sobre el papel objetivo de la candidatura de Cristina en la Provincia de Bs As
en términos de oposición y obstáculo a la avanzada neoliberal –que nos llevó a llamarla a
votar– no es extensible a las listas del peronismo santafesino, rionegrino, sanjuanino o
pampeano, solo por nombrar algunos ejemplos.
c. Los debates de Patria Grande en relación al kirchnerismo
1. En nuestra corta historia, nos caracterizamos por asumir que resulta imposible hacer
política sin reconocer la polarización que atraviesa a la sociedad argentina a partir de 2008.
Eso no implicó ni una equidistancia ni la mimetización con el polo más progresivo. No se
trata de una cuestión ideológica, sino de la caracterización que hacemos sobre las fuerzas en
disputa, la resultante de la dinámica concreta de la polarización en una coyuntura específica, y
el papel que puede jugar Patria Grande como organización en cada contexto.
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en un sentido de acumulación popular las resultantes de la dinámica de polarización. Esa
orientación es la que, para poner algunos ejemplos, se expresa en nuestro retiro del Encuentro
Bancario y nuestro apoyo abierto a Palazzo y el oficialismo histórico de La Bancaria; la
integración a la Celeste-Violeta de SUTEBA en muchos distritos de la PBA y una orientación
similar hacia UTE en CABA y; lo que es más importante, un giro político y discursivo en el
cual han tendido a desaparecer los elementos de crítica o distinción respecto del kirchnerismo.
En el plano de la política electoral esto se expresó en la concreción de un acuerdo electoral
con el FPV-PJ en la Ciudad de Buenos Aires, del cual salimos con balances muy distantes.
Aún manteniendo independencia organizativa, el desarrollo de una política que nos ubica
sistemáticamente en el marco de referencia del kirchnerismo conduce, más allá de nuestras
intenciones, a una dilución o asimilación de nuestro proyecto político. Justamente por la
existencia de la polarización, es imposible ubicarse de manera decidida en uno de los dos
campos políticos sin, de hecho, pasar a formar parte de un bloque político que tiene
conducción clara: Cristina Kirchner. La política es correlación de fuerzas, no sólo convicción
o buenas intenciones. No existen posibilidades de que nuestro proyecto estratégico exista si
las posibles confluencias con sectores del kirchnerismo no se dan a partir de un
fortalecimiento de nuestras referencias, de construcciones de base, discurso y visibilidad
pública, y horizonte estratégico anticapitalista, antiimperialista y antipatriarcal. Ese es el
camino que pensamos debemos recorrer durante el 2018, entendiendo al kirchnerismo como
aliado, pero no como parte de nuestro espacio político.
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polarización? No. Estamos planteando que tenemos que atravesar un 2018 de acumulación
política y social que nos permita ganar relación de fuerza para eventualmente incidir con peso
en un frente antineoliberal. De lo contrario, solamente acompañaremos o avalaremos la
política definida por otros.
2. El espacio político proveniente del fenómeno que originó en los últimos quince años una
izquierda independiente ha tenido, como sabemos, distintos recorridos. Patria Grande es de
hecho el agrupamiento más importante que se conformó desde esa experiencia, pero en el
último período hubo organizaciones que fueron atraídas (a veces momentáneamente, otras
más permanentemente) por el FIT (FPDS, MPLD, La Brecha) y por el kirchnerismo (Seamos
Libres, Ex Camino de los Libres, MNCI, etc.). Obviamente que las políticas en juego
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mostraron divergencias en las caracterizaciones del escenario político, las estrategias de
construcción y puntualmente acerca del kirchnerismo.
A su vez, en estas organizaciones, la necesidad de darse nuevos objetivos ligados a la
proyección política y a la disputa electoral aparece como un debate saldado en la actualidad.
Aunque con marcadas diferencias en cómo encarar esa definición en la práctica y que
prioridades manejar al respecto. En este sentido, los niveles de acuerdo y desacuerdo respecto
de la política desplegada por PG han sido fluctuantes y probablemente lo seguirá siendo. Sin
embargo, no han sido pocos los momentos y las iniciativas de diversa índole en las que
confluimos (electorales, sectoriales, internacionales).
Está claro que comparado con los espacios de más peso en el campo popular todas estas
organizaciones representan un actor menor, sobre todo si lo que se contempla es un caudal
electoral y presencia institucional (exceptuando a Ciudad Futura). Si la comparación es con
nuestro propio acumulado y, más aún si se consideran ciertos movimientos de masas, el saldo
es diferente. Más allá de las diferencias –que de hecho tenemos con organizaciones de otros
espacios– es innegable la construcción territorial del Movimiento Popular La Dignidad o el
papel de La Emergente en el movimiento estudiantil secundario de la CABA. Lo mismo con
toda una serie de colectivas feministas que actúan a lo largo y ancho del país.
El primer dato a destacar es que es necesario tener una mirada lo menos estática posible ya
que se trata de un conglomerado de organizaciones medianas o pequeñas que está en
permanente tensión respecto de otros espacios con mayor peso. Es lógico pensar que el
cambio de etapa puede generar nuevos ordenamientos y que este espectro de organizaciones
puede ser un aliado importante en una línea que se proponga la resistencia en unidad al
macrismo y la construcción de una alternativa popular. En la medida en que PG pueda
ampliar su referencia hacia estas organizaciones, no sólo podremos contar con más aliados,
sino que podremos demostrar que nuestra política contacta con un movimiento de la realidad,
en este caso expresado en una parte de la militancia popular.
Como decíamos, Ciudad Futura es una de las experiencias más particulares y de mayor
desarrollo político-institucional de esta procedencia. Su trayectoria combinó diferentes
elementos que le permitieron aprovechar un contexto político de crisis del progresismo
rosarino y ampliar la militancia y el electorado de izquierda. Entre esos elementos vale
destacar la construcción social y la capacidad de ponerla en juego en un sentido más
propositivo que reivindicativo; un gran desarrollo de las nuevas herramientas de
comunicación digital; un discurso que combinó radicalidad, latinoamericanismo y épica de la
construcción cotidiana; altos niveles de centralización y verticalidad con un discurso y un
formato participativo y horizontal; muchísima audacia así como celosa defensa de su
independencia política, identitaria, organizativa y de su acumulado frente a otros espacios
políticos. A su vez logró combinar su perfil de izquierda de nuevo tipo, con definiciones
coyunturales en las que se posicionó sin integrarse en el marco de la polarización nacional.
Tiene el desafío de proyectar su acumulado en una construcción más amplia, que le permita
no retroceder en su emergencia como un actor de importancia en la política rosarina. Está por
verse si sus definiciones le permitirán hacerlo apostando por unidades más amplias o primarán
los elementos más sectarios, autorreferenciales, y de tensión con el movimiento social.
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III. Balance de la experiencia de Patria Grande, perspectiva estratégica de la izquierda
popular y orientación política para los próximos dos años.
3. Las diferencias que se han ampliado y consolidado en el último tiempo han debilitado
nuestra capacidad de elaborar líneas de acción que nos permitan articular a la fuerza a nivel
nacional, más allá de lo que se hace desde los sectores. Son pocas las iniciativas que pudimos
desplegar a ese nivel, ya sea la intervención en un evento puntual como en formato de
campaña. El modo de trabajar la campaña de “Macri Jamás” durante el ballotage de 2015, la
intervención con “Una sola marcha” o el “Chau Aranguren”, fueron más bien una excepción.
Asimismo, hemos balanceado negativamente las dificultades que tuvimos para llevar a cabo
orientaciones consideradas como prioritarias. Tal es el caso del impulso de plataformas de
16
participación ciudadana o la obtención de personerías electorales. Esta responsabilidad recae
fundamentalmente en las instancias de conducción nacional.
Durante este año realizamos una serie de experiencias electorales. En Santa Fe, Misiones,
Salta y 7 distritos de la provincia de Buenos Aires esas experiencias están aún en desarrollo al
momento de escribir este documento, por lo que entendemos apresurado intentar plasmar un
balance. Nos concentramos, por lo tanto, en CABA y la provincia de Buenos Aires.
1. El caso de CABA es el que generó más debate y desacuerdos. Nos parece imprescindible
evaluar la experiencia de Ahora Buenos Aires en Unidad Porteña (UP) teniendo en cuenta los
objetivos y fundamentos que se plantearon previamente. En primer lugar, hay que mencionar
la incapacidad para procesar un balance colectivo que diera cuenta de elementos centrales de
la realidad. Nos privamos así de la posibilidad de sacar conclusiones de una experiencia muy
relevante. En las instancias regionales y nacionales se plantearon una serie de objetivos y
fundamentaciones: a) el frente expresaría un frente amplio antineoliberal; b) integrarlo nos
dejaba en mejor condiciones para debatir e interpelar a las bases kirchneristas; c) obtener el
segundo puesto ponía al espacio en condiciones de disputar la ciudad; d) nos permitiría
aumentar el caudal electoral y lograr presencia institucional.
Unidad Porteña no logró instalarse como frente en el que confluyeran amplios sectores
antimacristas, en parte porque su actor principal (PJ y aliados) no se lo propuso como política.
ABA tampoco priorizó un discurso crítico o que propusiera elementos de diferenciación
respecto del kirchnerismo. Por otro lado, se partió de una caracterización que
sobredimensionó el peso de Lousteau en función de los resultados del balotaje de 2015 y
consecuentemente, se exageraron las fisuras en la hegemonía del PRO en el distrito. Entre los
elementos a destacar, fue más que positivo el despliegue de nuestra militancia, la creatividad
en las iniciativas y la estrategia comunicacional así como el crecimiento e instalación de las
referencias de Eli Gómez Alcorta y Vicki Freire.
Finalmente, los resultados (incluyendo lo obtenido por fuerzas de izquierda que fueron por
fuera de UP y del FIT) y los aspectos mencionados del escenario político, permiten pensar
que una presentación como ABA nos hubiese permitido pasar las PASO y dar pelea en
octubre por un lugar en la Legislatura.
2. En el caso de PBA, hay elementos cuantitativos que son significativos para evaluar la
experiencia de VAMOS. Por un lado, hubo un avance importante si comparamos los distritos
donde nos presentamos: 16 en el 2015, 47 en 2017. A su vez, hubo un crecimiento escaso en
cuanto a los resultados: de 0,36 a 0,41. Por otro lado, logramos pasar las primarias en 7
distritos cuando nos habíamos puesto un objetivo de 10, lo cual supone de todas formas un
crecimiento respecto de 2015. Estas comparaciones deben ser puestas en relación con el
contexto electoral 2017, -de fuerte polarización-, y la particularidad de no llevar candidatos/as
al Senado. En otro nivel, nuestro marco de alianzas también creció a partir de la experiencia
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de VAMOS, lo que nos permite contar con un piso más alto para seguir desarrollando esa
política de unidad en la provincia (esto ya se materializó en el posicionamiento de VAMOS
hacia el 22 de octubre).
Con respecto a los elementos cualitativos es evidente que nuestra capacidad de visibilizarnos
políticamente en este contexto fue muy limitada. La propia crisis de PG sumo dificultades
adicionales para desarrollar la orientación que nos habíamos dado. Aún así, logramos
expresar, aunque con limitaciones, un perfil vinculado a la participación ciudadana con un
contenido programático de izquierda. Con VAMOS ampliamos y mejoramos estas ideas
desde un perfil anti neoliberal apoyado en experiencias existentes, permitiendo la expresión
de protagonistas sectoriales en la construcción de una alternativa frente al neoliberalismo. En
este sentido es que consideramos que esta forma de hacer referencia a “lo nuevo” fue
adecuada como forma de diferenciación frente a las lógicas electorales tradicionales y frente a
la “renovación” de la política que busca proyectar el PRO. El trabajo sobre lo “nuevo”
además fue parte del desarrollo de una política acordada en el PND extraordinario como
orientación en la construcción de plataformas.
En segundo lugar, proponemos reafirmar los dos objetivos estratégicos que formulamos en
nuestro Manifiesto Fundacional, que entendemos mantienen absoluta vigencia en el contexto
actual de Argentina y América Latina:
- Asumimos como estrategia la lucha por un gobierno popular en la Argentina, basado en la
movilización de los trabajadores y trabajadoras y la construcción del poder popular.
Entendemos por gobierno popular a un gobierno del conjunto de los trabajadores y
trabajadoras, de los pobres, excluidos, desheredados y humillados de nuestro suelo (…) Un
gobierno basado en el poder popular que impulse la transición hacia un Estado radicalmente
democrático, donde el conjunto de las clases trabajadoras puedan toman en sus manos las
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decisiones centrales de la planificación económica, la distribución del excedente, y la política
exterior e interior.
- Para alcanzar el gobierno y abrir un proceso de transformaciones radicales es necesaria
la consolidación de un gran bloque popular y revolucionario. Nos referimos a una fuerza
político-social de masas, un amplio movimiento de las clases trabajadoras, que logre torcer
decisivamente la relación de fuerzas y abrir un camino de liberación nacional y cambio
social, trascendiendo todas las variantes de administración del capital (…) La izquierda
popular apuesta a la construcción de un amplio movimiento popular, integrado por
organizaciones políticas, sociales, sindicales, juveniles, feministas, ambientales, de derechos
humanos, vecinales o culturales; diversas en cuanto a identidades políticas e ideológicas;
independientes de las estructuras tradicionales y con una clara orientación popular y
emancipadora. Movimiento en cuyo seno hay que dar pelea por consolidar la hegemonía de
una perspectiva anticapitalista y un horizonte socialista (...) Las experiencias más potentes,
ricas y profundas han sido (...) sintetizar las mejores ideas del marxismo con movimientos
populares de base nacional en una perspectiva antiimperialista y anticapitalista, como de
manera evidente muestra Cuba.
En la vorágine de la práctica cotidiana todos y todas tenemos a veces dificultades para parar la
pelota y definir cuál es la articulación que hay entre objetivos de corto, mediano y largo plazo.
Nadie tiene la verdad revelada sobre cómo trabajar estas tensiones. ¿Cómo lograr mayorías,
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construir poder real, sin perder radicalidad en el planteo político? ¿Cómo evitar tanto la
asimilación como la testimonialidad? Este es un dilema histórico de las izquierdas y los
movimientos revolucionarios, y la respuesta claramente no está escrita. Lo que tenemos que
hacer es encararlo con responsabilidad, dando un debate democrático y colectivo, sabiendo
que las respuestas serán provisorias e imperfectas, y no subestimando a priori ninguno de los
dos “peligros”. Intentar despachar un debate con frases hechas, o citar de manera totalmente
descontextualizada una frase de Fidel que se refiera a la revolución, no ayudará a lograr un
mejor debate colectivo. Por el contrario lo impide, descalificando de antemano al interlocutor,
y copiando métodos de discusión que le hemos criticado a otras tradiciones políticas.
Nuestra hipótesis política, sobre la base de las caracterizaciones expuestas en las partes I y II
de este documento, es muy esquemáticamente la siguiente:
Nos encontramos en un momento político de transición entre dos etapas. En el marco de una
ofensiva neoliberal, que nos pone lógicamente a la defensiva, las relaciones de fuerzas
todavía no sufrieron quiebres decisivos. El signo general de la etapa no está definido ni en
Argentina ni en América Latina. La lucha se desarrolla en un terreno político integral, que
supone momentos de movilización y acumulación callejera, y momentos
político-institucionales y de disputa comunicacional. En Argentina, aún debilitado, el
proyecto político que estuvo en el gobierno 12 años, sigue siendo un actor muy importante,
sobre todo a partir de la figura de CFK. Este espacio no se ha asimilado al programa
neoliberal (como sí otros sectores del peronismo), y mantiene una oposición clara a
Cambiemos, al tiempo que sigue reivindicando su proyecto de “capitalismo nacional con
inclusión”. Desde allí puede jugar un papel importante, junto con otros actores políticos y
sociales, en la lucha contra el neoliberalismo. Sin embargo, en términos de proyecto político,
se trata de una perspectiva limitada, que no acompañamos y que debemos poner en discusión,
no por purismo ideológico, sino porque termina socavando las propias potencialidades de un
proyecto de transformación (ver caracterización de la última etapa del kirchnerismo y
candidatura de Scioli).
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Por eso planteamos superar la experiencia kirchnerista. Para eso es necesario el aporte de
buena parte de la militancia popular, de la base social, de los imaginarios y banderas del
kirchnerismo. Pero también es necesario apostar a la emergencia de nuevas fuerzas
políticas y sociales, de nuevos fenómenos de la realidad, para poder pensar en una superación
por izquierda de la experiencia anterior. Eso supone, además de entender al kirchnerismo
como un potencial aliado, buscar rearticular a otros sectores de la militancia popular y apostar
al protagonismo político de los sujetos populares emergentes. Ni la conducción de Cristina
per se, ni el programa político de UC, ni la estructura del peronismo, ni el contexto regional,
habilitan a imaginar una vuelta al gobierno del kirchnerismo más radicalizada en 2019 que lo
que fue en 2003 a la salida de una crisis orgánica. Para que eso sea una posibilidad es
necesario un ascenso de la movilización popular (lo cual obviamente no depende sólo de
nosotros), y la existencia de una fuerza política y social autónoma de la conducción
kirchnerista que plantee los contenidos programáticos, estratégicos y simbólicos de esa
superación, con la mejor correlación de fuerzas posible. Derrotar la ofensiva neoliberal y
construir la alternativa popular son tareas que no se agotan en el 2019. Las elecciones
presidenciales serán un momento en esa batalla, que siendo realistas, probablemente se
prolongue en los años posteriores. El kirchnerismo es un potencial aliado político-electoral
en 2019, pero es necesario llegar a esa eventual alianza con un acumulado propio mayor.
Los planteos que, en la práctica, nos colocan en un bloque de intervención política
permanente con el kirchnerismo diluyen esa posibilidad, ya que dada la capacidad de
atracción de Cristina, el peso de la tradición peronista y las asimetrías de recursos, nuestra
estrategia se invisibiliza o termina integrada en la política de otros. Lo que crezcamos desde
esa ubicación será crecientemente tributario de un espacio político ajeno, y por lo tanto una
base endeble para fortalecer nuestra disputa estratégica ¿Esto quiere decir que para aliarse al
kirchnerismo es necesario que nuestra organización conduzca? A toda luces, no. Pero sí es
necesario que existamos y que los planteos de la izquierda popular tengan lugar. El 2018 debe
ser para la izquierda popular un año de fuerte unidad de acción contra Cambiemos, lo cual
incluye momentos de articulación social y política con el kirchnerismo y otros espacios, pero
también de conformación de un polo de atracción propio lo más fuerte posible (referencias,
discurso, programa, conducción de sectores de masas) para encarar en las mejores
condiciones posibles eventuales alianzas político-electorales en 2019.
1- Organizar y fomentar la lucha popular en todos los terrenos.
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Esta debe ser la tarea número uno de la militancia de Patria Grande , buscando fortalecer la
resistencia al programa de ajuste neoliberal y defender los derechos conquistados mediante la
más amplia unidad. Esto incluye la lucha en defensa de los derechos democráticos y contra
renovados intentos represivos; el desarrollo de la organización de los trabajadores y
trabajadoras, tanto lxs agrupados en los sindicatos tradicionales como lxs organizados en la
CTEP; el impulso al potente movimiento feminista; el despliegue de las distintas formas de
lucha de la juventud estudiantil y de los barrios populares; entre algunas de las tareas
principales. Nuestra orientación política en este terreno tiene que combinar:
- Una política decidida de unidad con todos aquellos sectores dispuestos a enfrentar de
manera concreta las políticas anti-populares, impulsando en ese contexto medida de acción
directa y las formas de decisión y coordinación más democráticas posibles.
Consideramos que debemos prepararnos para un proceso que puede ser de mediano plazo, en
el cual debemos alimentar todas las iniciativas que permitan obstaculizar la aplicación de
medidas antipopulares y desgastar la legitimidad del gobierno y su proyecto político.
1.a) Relanzar la necesidad de un frente social y político contra el ajuste. Es un planteo que
ya hemos hecho y que podría cobrar vitalidad en un año no electoral. Se trata de plantear la
necesidad de que organizaciones sociales, políticas, sindicales, etc. constituyan un amplio
frente de resistencia alrededor de un programa básico de demandas. Planteos como los de la
CTA-T que hicieron posible la Marcha Federal, u otros que han realizado la CFT o la CTEP
pueden ser retomados en este sentido. Un planteo de estas características no debería quedar
restringido a las páginas de Cambio, sino ser llevado a las federaciones y centros de
estudiantes, movimientos, sindicatos y colectivos de diverso tipo en los que participamos.
1.b) Reforzar nuestra inserción e influencia en el movimiento popular. Esto es algo que
hemos definido ya en pasados plenarios, pero que hemos concretado de manera muy parcial y
desigual. Esto supone cuestiones de cantidad y de calidad. Cuando hablamos de cantidad nos
referimos a que es necesario reforzar numéricamente la cantidad de militantes destinados a la
construcción de base en sectores de nuestro pueblo que definamos como estratégicos. De
manera tentativa y totalmente abierta al debate, proponemos como prioridades en este plan:
Economía popular - MTE (discutiendo qué tipo de articulación se construye en los trabajos
barriales, donde sujetos y demandas suelen superponerse); Mala Junta; sectores específicos
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de la clase trabajadora sindicalizada, donde definamos que hay oportunidades
constructivas. Cuando hablamos de calidad nos referimos al aumento de nuestra influencia e
incluso capacidad de conducción en sectores de masas. Además del refuerzo militante esto se
puede lograr:
- Jerarquizando el debate sobre estas tareas en las instancias de conducción nacional y
regional, destinando referentes importantes de la organización a esta labor.
- Ayudando como corriente política a reforzar la referencia del MTE y la CTEP como
organización de lxs trabajadorxs de la economía popular.
- Lanzando corrientes gremiales o movimientos de base amplios. Donde estén dadas las
condiciones es necesario construir herramientas de intervención específicas, como lo son, con
sus particularidades, Mala Junta, la Evelia Murillo, la Irma Carrica, Estatales de Pie, la
Corriente 12 de Mayo, o como hemos hecho a lo largo de nuestra larga experiencia en el
movimiento estudiantil secundario, terciario y universitario.
Como ya hemos dicho muchas veces las tareas de resistencia y las de construcción de
alternativa deben articularse en un escenario político concreto. La forma en que resistamos
hoy gesta las condiciones de una posible alternativa popular en momentos de desgaste
del macrismo o de crisis hegemónica. Hay que luchar en unidad y al mismo tiempo
prefigurar y acumular para la alternativa popular que deseamos, de lo contrario ella no existirá
nunca. Las alternativas populares más radicales, aquellas que buscan la emancipación popular
plena, no surgen de la noche a la mañana, se gestan en el proceso previo a través de una
disputa de distintas estrategias políticas (ninguna de ellas “correctas” a priori). Con sus
peculiaridades, el socialismo comunitario del buen vivir en Bolivia y el socialismo del siglo
XXI en Venezuela son ejemplo de ello: son producto de un prolongado proceso de
acumulación que en momentos determinados irrumpe en la escena política. Para el periodo
que va desde inicios de 2018 a las elecciones de 2019 pensamos que esto se expresa en las
siguientes orientaciones:
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2.a) Un frente político antineoliberal. El ejemplo del Frente Brasil Popular. Debemos
plantear un frente político que trascienda las identidades de la izquierda popular. Agrupar a
organizaciones, colectivos y referencias políticas y sociales que quieran contraponer a la
política de Cambiemos un proyecto popular y transformador es una necesidad de la etapa. La
denominación de “frente antineoliberal” puede ser utilizada pero a condición de precisar qué
entendemos por antineoliberal. Qué es lo antineoliberal o no en determinado contexto
depende de muchos factores, pero desde el punto de vista de una fuerza política la definición
de un programa básico es una de las herramientas que ayuda. Un buen ejemplo en este sentido
puede ser el Frente Brasil Popular, que se constituyó a partir de distintos afluentes políticos y
sociales luego del golpe y hoy impulsa la candidatura de Lula para la presidencia. Este frente
se define por dos elementos centrales, que en nuestra opinión le dan las características de lo
que podríamos llamar un frente antineoliberal: a) está compuesto por decenas de
organizaciones políticas y sociales, que se condensan en tres espacios políticos distintos,
dentro de las cuales el PT es una de las vertientes importantes pero no la única y; b) se unifica
alrededor de un programa denominado “Manifesto ao povo Brasileiro”. Este programa no es
una reivindicación de los gobiernos petistas, sino que va mucho más allá, es decir, plantea su
superación.
Para el caso de Argentina una reforma impositiva integral y progresiva, que incluya la
eliminación del impuesto al salario; la eliminación de las tercerizadas y la lucha contra la
precarización laboral; el control estatal del comercio exterior; el derecho al aborto legal,
seguro y gratuito; la prohibición de la minería contaminante; la denuncia de los tratados del
CIADI; la exigencia de libertad a lxs presos políticxs; son solo algunos de los puntos que
podrían proponerse.
Las plataformas de participación ciudadana son herramienta que pueden ser potentes para
expresar en el terreno político-institucional estos espacios de unidad. Construir nuevas
herramientas de participación político- electoral novedosas y delimitadas de la política
tradicional es uno de los planteos políticos de PG, más allá de que las mismas puedan tener
menos protagonismo en un año no electoral. Por supuesto que, si estos frentes antineoliberales
no se concretan, el desarrollo de plataformas ciudadanas seguirá teniendo un lugar dentro de
nuestra política. Ensayar nuevas formas de construcción, unidad, disputa de hegemonía y
poder, desde lo local, que es desde donde mejores relaciones de fuerza tenemos para empezar
a caminar en este plano, debe seguir siendo uno de nuestros objetivos fundamentales.
De lo expuesto se deduce con claridad por qué no pensamos que Unidad Ciudadana o, mucho
menos, Unidad Porteña sean frentes antineoliberales. Seguramente no habrá una sola manera
de enfrentar al macrismo ni de “ser antineoliberal”. De hecho, en el marco de la polarización
existente hay una forma predominante que es la del kirchnerismo. La nuestra es una estrategia
que incluye la unidad con sectores antineoliberales, pero que se distingue de aquellas que
proponen como salida la unificación del peronismo, en tanto actor principal entre las fuerzas
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no macristas, o un ineficaz llamado a reconstruir la experiencia de los gobiernos kirchneristas.
En ese sentido esta propuesta supone unidad, pero también antagonismo con orientaciones del
kirchnerismo. Ningún actor político resigna las posibilidades de conducir o hegemonizar.
Pedírselo al kirchnerismo sería una zoncera. Un frente antineoliberal como el que planteamos
supone la imposición de una política que no es la que actualmente sostiene Cristina.
Imposición, claro está, no de Patria Grande ni de ninguna organización en particular, sino de
una dinámica de la realidad y la lucha política y social que avance en ese sentido. Los
acuerdos electorales con el kirchnerismo no deben ser descartados, sino que deben ser
evaluados en cada situación concreta, incluso aunque no sean en el marco de un frente
antineoliberal. Pero las cosas deben ser llamadas por su nombre.
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En el plano de las organizaciones políticas este polo de atracción puede ser nutrido al menos
por tres vectores hoy presentes en el campo popular. El primero es el de los grupos que hoy
se consideran a sí mismos parte de la izquierda popular, como son MPLD, Ciudad Futura,
Cienfuegos-La Emergente-DS, Surcos, Justicia y Libertad, o Seamos Libres, y
posiblemente algunas aún aglutinadas en la vieja “izquierda independiente”, y pequeños
colectivos sin referencialidad política pero con incidencia importante en luchas y
construcciones de base sectoriales. Un segundo vector lo constituyen las organizaciones
provenientes de la izquierda tradicional y que se han sumado kirchnerismo, como el PC,
PCCE, PSOL, y algunas variantes del socialismo (SPV y grupos locales), o aquellas que se
encuentran en crisis o dispersión, luego de haber apostado a la construcción del progresismo
no kirchnerista. El tercer vector, lo conforman los espacios vinculados al peronismo con
voluntad de articular con experiencias de izquierda. Se trata de un espacio muy amplio y
heterogéneo que incluye sobre todo organizaciones locales, con algunas de las cuales venimos
transitando experiencias interesantes, como el Partido Agrario y Social de Misiones, el
Peronismo Revolucionario en MDP, Movimiento Emancipador, MPE, La Colectiva,
Martín Fierro). Por supuesto este esquema es exploratorio y lo cierto es que el mismo
despliegue de la política va generando interlocutores nuevos, reposicionamientos de espacios
y mayor capacidad de tracción. Particularmente, habrá que seguir las orientaciones políticas
que desplieguen hacia adelante algunas organizaciones con las que compartimos la CTEP,
como La Poderosa y el MNCI.
3- Fortalecer la estructura y la formación política de Patria Grande.
Los puntos 1 y 2, con las distintas tareas y orientaciones que contienen, concentran cuáles
pensamos que son las vías para el crecimiento de PG durante los años por venir. Son
propuestas cuya concreción no depende exclusivamente de nosotros y nosotras, pero que
queremos compartir con nuestro pueblo. Por supuesto que el crecimiento de la organización
demanda también decisiones políticas que no siempre se expresan como orientaciones
políticas públicas, y que deben ser complementarias con estas. Por motivos de espacio nos
remitimos a las resoluciones del PND de 2016. Sólo vamos a proponer algunas resoluciones
que reafirman o profundizan aquellas orientaciones:
- Alcanzar durante el 2018 la personería electoral como partido nacional, condición
fundamental para abordar en mejores condiciones las tareas planteadas.
- Profundizar mediante el trabajo de formación pero también con nuevas decisiones concretas
el proceso de despatriarcalización de Patria Grande. Proponemos avanzar con la
implementación del criterio del piso de 50% de compañeras en todas las instancias de
conducción, y asumir transversalmente un proceso de discusión y empoderamiento en torno a
las disidencias sexuales.
- Fortalecer el trabajo de formación política en Patria Grande, elemento fundamental de
cualquier organización, en el que arrastramos un balance muy negativo.
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- Profundizar la profesionalización de las tareas de prensa y comunicación política, los
elementos de innovación estética y en el uso eficaz de las redes sociales.
- Fortalecer las tareas de seguridad y cuidado de nuestra militancia, tomando medidas
acordes con la nueva coyuntura política.
- Promover el federalismo real en nuestras instancias de conducción nacional. Las distancias
en pleno siglo XXI no pueden ser un impedimento para que nuestras instancias de dirección
sean expresivas de las distintas realidades sociales y políticas de nuestro país.
- Fortalecimiento de nuestro trabajo internacional, partiendo de los importantes acumulados,
referencias y posibilidades de proyección que hemos conquistado.
- Apuntalar el trabajo de finanzas nacionales, sobre todo en lo relativo a la diversificación de
nuestras fuentes de financiamiento.
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