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¿Qué hace esa india Huichola que ésta por parir? Ella recuerda. Recuerda intensamente la
noche de amor de donde viene el niño que va a nacer. Piensa en eso con toda la fuerza de
su memoria y su alegría. Así el cuerpo se abre, feliz de la felicidad que tuvo, y entonces
nace el buen huichol, que será digno de aquel goce que lo hizo.
Un buen huichol cuida su alma, su alumbrosa fuerza de vida, pero bien se sabe que el alma
es más pequeña que una hormiga y más suave que un susurro, una cosa de nada, un
airecito, y en cualquier descuido se puede perder.
¿Qué busca ese viejo indio escarbando la sierra? Recorre el rastro por donde el enfermo
anduvo. Sube, muy en silencio, por entre las rocas filosas, explorando los ramajes, hoja por
hoja, y bajo las piedritas. ¿Dónde se cayó la vida? ¿Dónde quedó asustada? Marcha lento y
con los oídos muy abiertos, porque las almas perdidas lloran y a veces silban como brisa.
http://www.saudaderadio.com/2014/08/si-se-te-pierde-el-alma-en-un-descuido.html
EL INICIADO
Varias veces sus padres vinieron a decirme que este Juan había nacido con la tradición
aprendida, que sabía todo lo referente a nuestros antepasados y mucho comprendía las
leyes impuestas por los dioses.
Ramos, uno de los chamanes más sabios, me dijo que lo había encontrado en el río y
que, pegando la boca a la superficie de las aguas, pronunciaba oraciones y cantos que
nunca le había oído a nadie. Sobre eso charlamos largamente y Ramos sostuvo la
proposición de iniciarlo, no obstante su edad.
Por ser yo el sumo sacerdote dependía de mí tal decisión. Lo medité y juzgué prudente
conocerlo, al menos, y hacerle algunas pruebas. Lo mandé llamar y me disgustó su gesto
poco ceremonioso al presentarse. En su mirada no advertí ese fondo de piedra y aguas,
propio de los que estamos dotados para la religión.
Entramos al adoratorio y nos sentamos frente a frente. Así lo mantuve durante siete
horas de silencio. Los que experimentan esta prueba, al preguntarles en qué han pensado
durante esas horas, sueltan de inmediato la lengua tratando de mostrar sus más altos
pensamientos y uno puede medir entonces su conocimiento e inteligencia. Hice la
pregunta y me contestó que no había pensado en nada por haber estado alerta al ruido
que hacía mi seguridad de examinador. Con tal respuesta se me ocurrió hacerle una de las
más difíciles pruebas.
- Ve afuera - le dije - y tráeme al sol mordido por un tigre sobre un pedazo de tierra
domada por el fuego.
Salió y a los pocos minutos regresó con un plato que contenía un huevo estrellado
bañado con chile molido. Me sorprendió que entendiera que nuestros símbolos se deben
aplicar a todo lo cotidiano en la vida del hombre. Le sonreí y él me dijo:
En vano intentaría yo traerle al sol mordido por un tigre sobre un pedazo de tierra
domada por el fuego. Le di mi bastón de mando, y es así como un niño de nueve años
consiguió ser nuestro sumo sacerdote.
http://triunfo-arciniegas.blogspot.com.ar/2016/10/adela-fernandez-la-quemazon.html
Te Quiero a Las Diez de la Mañana -Poema de Jaime Sabines
Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con
toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la
tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o
en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente,
con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí,
que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de
ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo.
Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos
en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas,
en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los
hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante
mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos
miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se
superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y
luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes,
jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un
silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la
profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o
de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce,
y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea
muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento
temblar contra mí como una luna en el agua.
Taller de LVA de Textos Breves.
Extraídos de "En frasco chico" Antología de microrrelatos. L y C Leer y
Crear. COLIHUE. 2013.
El maltratado - Wimpi
Licinio Arboleya estaba de mensual en las casas del viejo Críspulo
Menchaca. Y tanto para un fregado como para un barrido. Diez pesos por mes y
mantenido.
Pero la manutención era, por semana, seis marlos y dos galletas. Los días de
fiesta patria le daban el choclo sin usar y medio chorizo.
Y tenía que acarrear agua, ordeñar, bañar ovejas, envenenar cueros, cortar leña,
matar comadrejas, hacer las camas, darles de comer a los chanchos, carnear y
otro mundo de cosas.
Un día Licinio se encontró con el callejón de los Lópeces con Estefanía
Arguña y se le quejo del maltrato que el viejo Críspulo le daba. Entonces,
Estefanía le dijo:
- ¿Y qué hacés que no lo plantas? Si te trata así, plantalo. Yo que vos, lo
plantaba…
Esa tarde, no bien estuvo de vuelta en las casas, Licinio- animado por el
consejo del amigo- agarró una pala, hizo un pozo, planto al viejo, le puso una
estaca al lado, lo ató para que quedara derecho y lo regó.
A la mañana siguiente, cuando fue a verlo, se lo habían comido las
hormigas
Cuentos literarios
La llave de Josefina - Iris Rivera del libro Sacá la lengua(Buenos Aires, Editorial El Ateneo,
1999; colección Cuenta conmigo).
y del tamaño de un ratón. Ésas son ideas del sapo, son ideas foráneas, contrarias al sentir
nacional.
-Y, sí -decía el ñandú-, mire lo que anda diciendo el oso hormiguero, que el elefante es un
bicho así
y del tamaño de un caballo. Ésas son ideas de la lechuza. Son ideas contrarias a nuestra
legítima tradición.
Y el coatí que decía esto de la iguana. Y el tatu que decía aquello del mono. Y el zorro que
decía lo de más allá de la tortuga.
Y nadie estaba contento.
Nadie. Y menos todavía la pulga, que había vivido en un circo y conocía un montón de
elefantes. Pero ya se sabe, a las pulgas nadie les hace caso.
-Bueno, bueno -dijo el jaguar-, que estaba convencido de que el elefante era del tamaño
de un ratón-, vamos a terminar con esta discusión.
El puma, que opinaba que el elefante era un bicho cogotudo y de patas largas dijo:
-Sí, sí, hay que poner un poco de orden. Hagamos unas elecciones y listo.
-Eso, eso -dijo el jaguar-. Y no perdamos más tiempo. Y cada cual se fue por su lado a
organizar las elecciones. Nombraron a sus representantes, formaron un colegio electoral,
dictaron las leyes de propaganda y arreglaron todos los problemas legales.
Claro que eso se parecía muy poco a unas elecciones, porque en esa época los que
mandaban eran el jaguar y el puma. A veces discutían entre ellos, y entonces los animales
tenían libertad para elegir: podían elegir lo que opinaba el jaguar o podían elegir lo que
opinaba el puma. Lo único que no podían era pensar otra cosa, porque, como decía la
vizcacha, ¿para qué querían pensar si es más cómodo obedecer?
Y muchos estaban de acuerdo. Les gustaba estar de acuerdo con el jaguar o con el puma.
Eso tenía sus ventajas.
Y se largó la campaña. Los carteles del jaguar decían: Los elefantes son así