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Espíritu y reforma en los inicios del modelo de la

hospitalidad en la España renacentista

Manuel Amezcua1,2
Profesor titular, Centro Universitario de Enfermería San Juan de Dios,
1

Universidad de Sevilla, España. 2Grupo de Estudios Documentales,


Fundación Index. Granada, España

Temperamentvm 2017; vol. 13

Cómo citar este documento


Amezcua, Manuel. Espíritu y reforma en los inicios del modelo de la hospitalidad en la España
renacentista. Temperamentvm 2017, vol. 13. Disponible en < http://www.index-
f.com/temperamentum/v13/e2504.php>

Juan de Dios, el de Granada, erigió su hospital en las medianerías del siglo XVI, instaurando
consciente o inconscientemente un modelo de asistencia al enfermo que introdujo innovaciones
sustanciales en el panorama hospitalario de la España Moderna.1 Tanto en su diseño
arquitectónico, como en la distribución de los enfermos, o en el enfoque del cuidado, el hospital
granadino estableció una ruptura con los hospitales de corte medieval. Inauguraba una manera
diferente de entender la asistencia, que luego sería concretada en el llamado voto de la
hospitalidad,2 el cuarto de los que profesaban aquellos primeros hermanos para ejercer como
enfermeros hospitalarios:

Todos los Religiosos tenemos obligación, en fuerza de nuestro cuarto Voto de la Hospitalidad, que profesamos, de
atender al cuidado, y asistencia de los Pobres con el mayor amor, y caridad... socorriendo todas sus necesidades,
consolándoles en sus aflicciones, curándoles sus dolencias, sufriéndoles sus impertinencias, y venerándoles con el
mayor respeto.3

Entre la retórica barroca emergen conceptos que van a tener una gran importancia en el desarrollo
del nuevo modelo hospitalario: necesidad, aflicción, curación o dolencia. Se ha superado la idea de
reclusión o confinamiento de sectores tradicionalmente excluidos (apestados, locos, leprosos,
bubosos, etc.). El nuevo estatus del enfermo (agudo o crónico, pobre o no) supone afrontar el
desafío de su restablecimiento y retornarle a su contexto familiar en el menor tiempo posible,
aunque para ello tenga que transitar primero por salas u hospitales de convalecencia. El hospital
de Granada constituyó una empresa muy exitosa y por tanto sería clonado en múltiples
emplazamientos, tanto dentro como fuera del país. Al siglo de su fundación, con 225 hospitales y
5400 camas, la de San Juan de Dios se convierte en la organización internacional más importante
destinada a la atención hospitalaria.4

De su fundador se han escrito ríos de tinta, pero aún subsiste un gran interrogante, ¿qué pasaba
por la cabeza de Juan de Dios para adoptar el enfoque que imprimió a su obra hospitalaria? El
problema es que no dejó nada escrito al respecto. Tan solo se conservan media docena de cartas
que no lo aclaran,5 no existe constancia de que escribiera nada más. Algunos autores se han
atrevido a formular su modelo hospitalario a partir de las acciones y los gestos que sus biógrafos
nos han transmitido, y que pone énfasis en el componente ético al afrontar la desigualdad.6

Recientemente he asistido a la defensa de una nueva propuesta explicativa sobre la compleja


mentalidad del fundador de la Orden Hospitalaria. Lo ha hecho Aarón Muñoz Devesa en su tesis
doctoral sobre las mutuas influencias entre Juan de Dios y su maestro espiritual Juan de Ávila.7 La
investigación plantea un problema de gran calado para la historia de la Enfermería: la ontología del
sufrimiento desde la perspectiva enfermera. Aunque lo cierto es que la perspectiva dominante es la
antropo-teológica, dejándose conducir por algunos de sus más señeros cultivadores, como
Francesc Torralba.8 No resulta extraño teniendo en cuenta la doble formación enfermera y
teológica del doctorando.

Muñoz Devesa se adentra en el análisis de la espiritualidad del que posiblemente sea el personaje
más influyente en la enfermería hispánica, en la creencia de que su impronta ha llegado a nuestros
días y que por tanto sería analizable desde esquemas de pensamiento enfermero
contemporáneos. De hecho, realiza un intento de comprensión del sufrimiento espiritual de Juan de
Dios a partir de las taxonomías enfermeras NANDA-NIC-NOC, sin duda un desafío a la
historiografía, pues supone establecer relaciones de dependencia entre dos racionalidades
distanciadas en la ideología y en el tiempo: la hispana tridentina del siglo XVI con la anglosajona
de nuestro tiempo, de claras evocaciones reformistas.

Resulta mucho más sugerente la aproximación que desde la historia de las Mentalidades realiza el
autor para extraer sentido a la diversidad de fuentes documentales que utiliza, siendo aquí donde
aparecen algunas otras rupturas presentes en la tesis. Quizá la más sugerente tiene que ver con el
abordaje de los procesos de transferencia. La Iglesia ha defendido de manera cuasi dogmática que
las virtudes heroicas de sus reformadores se deben a procesos de conversión espiritual. Siendo
así, Juan Ciudad Duarte, un soldado mercenario de origen portugués metido a vendedor de libros,
experimentaría su conversión tras asistir al sermón que Juan de Ávila pronunció el día de San
Sebastián en el granadino campo de los Mártires. En el apéndice documental se incluye el texto de
este panegírico, que muestra un curioso discurso en el que el apóstol de Andalucía intenta
provocar en sus escuchantes una transmutación mental, a través de metáforas y comparaciones la
desdicha se convierte en dicha, de manera que los más humildes y desheredados de la fortuna
tendrían mayores posibilidades de alcanzar el reino de los Cielos. Y Juan de Dios se encontraba
entre ellos.

Este no fue un acontecimiento aislado, a partir de aquí Juan de Ávila se convertiría en el guía
espiritual de Juan de Dios, y las grandes decisiones de su vida estarían condicionadas por la
opinión del doctor de la Iglesia. Por ello resulta especialmente valioso el profundo análisis que
Muñoz Devesa realiza de los itinerarios espirituales de ambos personajes desde el pensamiento
contrarreformista y las corrientes espirituales de la época, y de manera particular sus enlaces con
el humanismo. También es sugerente la forma en que el pensamiento místico de Juan de Ávila
recobra un sentido utilitarista en la conciencia transcendente de Juan de Dios, que le lleva a
reaccionar violentamente ante la injusticia y la desigualdad. El autor desgrana de manera
meticulosa el arsenal místico de Juan de Dios como un sistema espiritual que explica el modelo de
abordaje de la desdicha humana, reivindicando como máxima virtud la dignidad de la persona, por
encima de su encuadre social y de su comportamiento individual. Así lo hizo cuando en contra de
la opinión de las dignidades eclesiásticas albergaba en su hospital a moriscos, prostitutas y
proxenetas.9,10

Ya en su tiempo, el itinerario espiritual de Juan de Dios fue imitado por otros fundadores
hospitalarios, como Bernardino de Obregón, Bernardino Álvarez, Camilo de Lelis, Vicente de Paul,
Miguel Mañara, etc. En sus trayectorias vitales existen tantas coincidencias que podríamos hablar
de pautas culturales: la mayoría tuvieron en su juventud una vida poco edificante, dedicados al
oficio de las armas, hasta que un acontecimiento vital produjo su kénosis, dando paso a una nueva
vida de entrega al servicio de los más necesitados.11 En todos los casos se inició tras su muerte un
proceso de canonización que en algunos culminó en los altares, lo que les hizo alcanzar una gran
popularidad en su tiempo. De ello se hacen eco algunos de los más eminentes dramaturgos de la
época, como Calderón, Lope de Vega o Gaspar de Ávila.12,13

La cuestión a dilucidar es si la conversión espiritual de estas figuras tiene su origen en la


iluminación o en la ilustración, si se debe a una experiencia mística o a un proceso de transmisión
de saberes, o a una combinación de ambas. A diferencia de Juan de Dios, los fundadores que le
siguieron pertenecían por lo general a familias acomodadas, lo que les reportó una esmerada
educación en su infancia y juventud. Además, a poco que se expriman los datos biográficos,
terminan apareciendo conexiones entre ellos. Por tanto, siguiendo la propuesta de Muñoz Devesa
sobre el intercambio espiritual de Juan de Dios y el maestro Ávila, se hace necesaria una revisión
de los reformadores hospitalarios de la Europa tridentina, no tanto como suma de individualidades
de trayectorias coincidentes, sino más bien como individuos culturalmente conectados, lo que
explicaría la coherencia en un modelo hospitalario que de manera menguada ha logrado llegar a
nuestros días.

Necesitamos más historiografía sobre este periodo, que supone la inauguración de una época
aurea de la Enfermería en España (en contraposición al periodo oscuro de la Enfermería
anglosajona),14 que se extenderá hasta las desamortizaciones de los bienes eclesiásticos y la
supresión de las órdenes del voto de hospitalidad en el primer tercio del siglo XIX. Una época de
esplendor de la enfermería hospitalaria cuyo anclaje no hay que buscarlo en la escasa y tardía
renovación de la ciencia en España, sino en los debates humanistas sobre el Socorro de los
Pobres y el relativo fracaso del modelo erasmiano liderado por Juan Luis Vives.15 Mientras sus
seguidores Juan de Robles, Miguel Giginta o el médico Cristóbal Pérez de Herrera intentaron la
implantación de Albergues o Casas de Misericordia con una clara intención ocupacional, las tesis
del dominico Domingo de Soto sobre la caridad particularista favorecieron la emergencia de un
activismo místico que se concretó en el modelo de la Hospitalidad.16 Es en este marco de
afirmación del pragmatismo cristiano que da lugar al hospital moderno, de evocaciones claramente
contrarreformistas, donde se institucionaliza el nuevo canon enfermero.11

Si hubiese que buscar especulativamente un instante donde las ideologías confluyen y se cuecen
al amparo académico, sin duda habría que situarlo en la Universidad de Alcalá en los años 20 del
quinientos. Allí se encuentran Domingo de Soto como profesor, asistiendo a sus clases Juan de
Ávila y Pedro Guerrero, que según sus biógrafos trabaron una buena amistad. Con el tiempo, Ávila
se convertiría en guía espiritual de Juan de Dios y Pedro Guerrero en Arzobispo de Granada en los
tiempos que el portugués levantara su gran hospital. Los tres académicos participaron activamente
en el concilio de Trento, si bien Ávila lo hizo virtualmente, a través de los informes que entregara a
Guerrero. El marco de influencias parece claro.

Lo interesante de la tesis de Muñoz Devesa es la revelación que realiza de una nueva dimensión
en un personaje como Juan de Dios, que debido a la potente propaganda hagiográfica nos
habíamos imaginado de otro modo, más teatral que espiritual, un temperamento de gestos
exagerados, un hombre con más obra que pensamiento.17 A partir de esta investigación y del
modelo explicativo que nos propone, basado en la mística de la acción, nos hace más fácil la
comprensión del modelo de hospitalidad instaurado por Juan de Dios y que estuvo sustentado en
un cuidado de la persona sin restricciones.

Bibliografía

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textos. Temperamentvm 2013, 9(17). Disponible en: http://www.index-f.com/temperamentum/tn17/t1704.php [consultado:
21/07/2017].
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