Sie sind auf Seite 1von 2

YAMIL ANTONIO MENDOZA FARFAN 1CAD

Los procesos económicos son en gran medida determinantes de los conflictos


bélicos.

La propia guerra es una actividad económica. Requiere grandes inversiones, mucha


fuerza de trabajo, industrias de vanguardia, financiación a largo plazo… La guerra
no se improvisa, sino que necesita una planificación que implica gestión económica
especializada y recursos materiales tan gigantescos como firme sea la voluntad de
victoria. Como decía Napoleón, la guerra es “dinero, dinero y dinero”.

La guerra es inflacionaria porque implica el fortalecimiento de industrias de


demanda asegurada que tienen capacidad para subir los precios de sus productos.
Al mismo tiempo, genera un aumento coyuntural de la actividad económica, pero, al
estar ligada a sectores de menor efecto multiplicador, realmente improductivos y
con menos capacidad de creación de riqueza efectiva, a la postre deprime la vida
económica. Lo que tiene que ver, a su vez, con la destrucción que siempre conlleva
y con la derivación de las inversiones hacia los activos más seguros pero
improductivos.

La guerra tiene costes explícitos que están vinculados a la destrucción, a la


obtención del armamento y de todo lo que es necesario para llevarla a cabo y
también derivados de las nuevas condiciones productivas que genera.

Pero además lleva consigo coste implícito que los economistas llamamos costes de
oportunidad y que son los que equivalen a la renuncia a conseguir otros objetivos
alternativos.

Tradicionalmente, cuando se hablaba de las relaciones entre la guerra y la


economía se trataba de computar estos diferentes costes y compararlos, si es que
los hubiera, con sus beneficios. Pero actualmente la naturaleza de la guerra ha
cambiado y, por tanto, también cambian las relaciones entre ella y la economía.

En primer lugar, la guerra de nuestros días no afecta sólo o principalmente a los


aparatos militares, sino que se desencadena y es sufrida por la sociedad civil, por
las personas normales y corrientes y por las infraestructuras que no están
directamente vinculadas a objetivos militares. Eso significa que sus costes se

1
YAMIL ANTONIO MENDOZA FARFAN 1CAD

multiplican cuantitativa y cualitativamente, aumentando de manera extraordinaria el


efecto económicamente destructor a medio y largo plazo. Además, la guerra actual
tiene las características de red de casi todos los fenómenos contemporáneos.
También la guerra se globaliza y sus daños y efectos de todo tipo se extienden en
mayor medida, de manera transversal y sin circunscribirse a espacios y dimensiones
sociales localizados.

Los conflictos armados, declarados o no, constituyen hoy la principal anotación de


la agenda internacional creando un permanente clima de inseguridad e
incertidumbre, de agresión, de destrucción y de muerte que afecta de una forma
nueva y mucho más dañina a las relaciones económicas.

Las relaciones económicas internacionales tienen una dimensión relacionada con


la guerra, son los países más pobres del planeta los que financian a los más ricos,
trasladando hacia estos últimos, como devolución de la deuda, en fugas de capital
o expatriación de beneficios, un flujo anual de recursos mucho mayor que el que
reciben no sólo en forma de ayuda.

Es por ello que, en los siguientes acápites, estudiaremos este fenómeno en relación
a la Argentina y las diferentes guerras de las que ha participado, poniendo acento
por supuesto en la Guerra de Malvinas.

Das könnte Ihnen auch gefallen