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El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, confirmó hace algunas horas el asesinato del
equipo periodístico del diario El Comercio, de Ecuador, compuesto por los reporteros
Javier Ortega y Paúl Rivas y del conductor Efraín Segarra, secuestrados el 26 de
marzo en Mataje, localidad situada en el límite noroccidental de la frontera con
Colombia.
Los periodistas realizaban su trabajo. Como hace la prensa libre, que es contar las
historias que no siempre agradan a los poderosos, violentos o criminales, ellos se
desplazaron hasta esa zona para reportar cómo se encuentran sus habitantes desde
que se iniciaron los ataques de un grupo disidente de las Fuerza Armadas
Revolucionarias Colombianas (FARC) desde enero pasado.
La terrible noticia ha caído como una bomba en dos eventos que se realizan en la
región en paralelo. En Lima se lleva a cabo la Cumbre de las Américas, donde 20
presidentes y 30 delegaciones debaten sobre corrupción y gobernabilidad. A pesar de
que el presidente Moreno debió retornar a Quito cuando el canal RCN de Colombia
recibió las fotos que indicaban que los periodistas fueron asesinados, el clima de la
Cumbre se resistía a tomar en cuenta esta tragedia. Esto puede entenderse
considerando que buena parte de los gobiernos de la región o son responsables de
actividades de acoso a la prensa o han sido permisivos con la ola de ataques a los
periodistas por parte de grupos violentos y narcotraficantes.
Haciendo las cuentas, como lo ha señalado Mohme, este crimen se perpetra para que
la sociedad no esté informada. Por esa razón, la SIP, al pronunciarse, considera que
este crimen es un ultraje al periodismo y acierta en su demanda a los gobiernos para
que actúen con la máxima celeridad y energía.