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La vida espiritual es, ni más ni menos, todo el caminar con Cristo.

Antes de Él sólo había muerte, sequedad,


alienación.

Tener vida espiritual es el estatus de ser completos en Jesús, porque Él está en nosotros: «el misterio que había
estado oculto; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria» (Col. 1.26,27).Si los principios son
descuidados y si los recursos utilizados no son los dados por Dios sino otros, la vida espiritual será pobre, o
nula. La vida espiritual es la vida de nuestro ser nacido de nuevo. Antes vivíamos muertos espiritualmente,
según los deseos de la carne, del mundo o del enemigo. También antes teníamos vida, pero no espiritual sino
natural, carnal. Ahora que la tenemos, nuestra vida espiritual podrá ser abundante, regular o pobre, según la
preeminencia que le demos a ella en detrimento a la vida anterior. Y como todo recién nacido debemos
aprender a comer, a caminar, aprender a hablar y a relacionarnos. También todo nuevo ser debe aprender
aquello que formará y determinará su caracter, asimilando los principios éticos que regirán su vida. Ese
aprendizaje nos llevará toda la vida, pudiendo avanzar tanto como sea nuestra obediencia a la Palabra de Dios,
la disposición a ser formados y la búsqueda de agradar a Dios en todo lo que pensamos, hacemos y vivimos. El
nivel que alcancemos será el de nuestra madurez. Muchos creen que es en el palabrerío, el mucho canto y una
agenda llena de actividades en donde se manifiesta la madurez. Sin embargo, ella rinde examen con nuestras
actitudes, reacciones y decisiones cada vez que la adversidad o la crisis nos sobrevienen.
La vida espiritual es gloriosa, fascinante y eterna; como decíamos, es aquella que el Espíritu de Dios
pone en nosotros al regenerarnos; el milagro más grande que podríamos experimentar. Al nacer
espiritualmente ingresamos en la Familia de Dios, siendo hechos "participantes de la naturaleza divina" (2 Pe.
1.4), recibiendo el "apellido de Dios" y la participación por igual de su herencia con el resto de los hijos del
Altísimo. Porque "?a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos
hijos de Dios" (Jn. 1.12).
Entonces, Dios nos ha llamado a ser santos; apartados para Él, para su gloria, adoración y servicio. El guardar y
crecer en esa santidad es ejercitarnos en la fidelidad y correspondencia a ese amoroso Dios. Para ello la
Trinidad encomendó al Espíritu Santo la misión de acompañarnos en toda la peregrinación. A
través de su ministerio y de los recursos espirituales, el Santo Espíritu de Dios nos enseña la Palabra, nos ayuda
a discernirla, nos comunica en nuestras oraciones con el Padre, nos unge para el servicio cristiano y consuela
nuestro corazón cuando el temor y la angustia sobrevienen por vivir en este mundo corrupto. Él nos une como
Iglesia y confirma los frutos verdaderos.
No obstante todo el trabajo divino, completo y suficiente, el Señor delega mucho en nosotros. Podríamos
comparar nuestra vida espiritual con una empresa, donde el presidente de la compañía, junto con todo el
directorio, delega en el gerente general el administrar esa empresa. Esa administración debe ser en íntima
relación y dependencia con la fuente de autoridad, de acuerdo a los principios éticos establecidos y con el
valioso apoyo de los recursos que le han sido dados.
La vida espiritual victoriosa será el buen ejercicio de esa gerencia, no buscando satisfacer los deseos
que antes teníamos sino en dependencia con la autoridad máxima (la vida devocional permanente), guardando
esos principios éticos (la buena doctrina, la fe) y usando todos los genuinos recursos conferidos (la Palabra de
Dios, la oración, la Iglesia, la asistencia del Espíritu Santo, los dones y capacidades, etc.). Es administrar en
Cristo nuestra propia vida. En cambio, si la dependencia no se ejercita debidamente, si los principios son
descuidados y si los recursos utilizados no son los dados por Dios sino otros, pues la vida espiritual será pobre,
o nula.
«Mas entre vosotros no será así», dijo Jesús a sus discípulos en Mateo 20.25. Ellos analizaban cierto tema
desde la óptica mundana, carnal. Entonces Jesús les enseñó que el Reino de los Cielos tiene principios
opuestos a los naturales de nuestra humanidad caída. La vida espiritual también, por lo que debemos
"reaprender a vivir", según la Nueva Vida.
Podemos parafrasear al Señor y escucharlo al decirnos: "Ocúpense fielmente en vuestra salvación con temor y
temblor y yo les daré la corona de la vida". Por eso, disfrutemos en fidelidad la gloriosa aventura de
vivir la nueva vida, la espiritual, y Él nos colmará de gloria por los siglos de los siglos, por su buena
voluntad. «Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en
gloria» (Col. 3.4). ¡Amén!

© Apuntes Pastorales, 1993-2010. Los Temas de Apuntes Pastorales, volumen 2, número 3. Todos los
derechos reservados
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La Santidad es lo que nos identifica como Hijos de Dios, y como coherederos del reino con Cristo Jesús. La santidad es
lo que nos distingue de todo aquel que está en el mundo, y ama las cosas del mundo.
“Santifícalos en tu verdad, TU PALABRA ES VERDAD” Juan 17:17 Cuando nuestro amado Jesucristooró por
nosotros al Padre en Juan 17, pronunció estas palabras de Vida declarando que la santidadproviene de la Verdad y la
Palabra de Dios es verdad. Jesús se Santificó a sí mismo para que nosotros pudiéramos ser santificados en la verdad
(Juan 17:19).
La Santidad es lo que nos identifica como Hijos de Dios, y como coherederos del reino con Cristo Jesús. La santidad es
lo que nos distingue de todo aquel que está en el mundo, y ama las cosas del mundo. La santidad es lo único que puede
desencadenar la unidad de la Iglesia en el Espíritu Santo.“Mas no te ruego solamente por éstos, sino también por los que
han de creer en mí por medio de la palabra de ellos, PARA QUE TODOS SEAN UNO; Yo en ellos y tú en mí, para que
sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos como también a mí
me has amado.” Juan 17:20 y 23
¿Qué es la Santidad?
Algunos piensan que la santidad sólo puede caer sobre algunos privilegiados “santos” que vivieron en otras épocas y
que por gracia de Dios fueron llamados y elegidos para ser Santos. La Santificación es lo que nos lleva a ser santos.
Pero ¿Qué es santificar? Es acción y efecto de santificar o santificarse.
Cuando comprendemos que la santificación es un deseo de consagrarse uno mismo al Señor y Dios, y que es un deseo
que proviene de nosotros mismos, el deseo de agradar a Dios en todo, de Servirle con todo el corazón, de ofrecernos a
nosotros mismos como sacrificio vivo agradable a El, es entonces cuando Dios derrama su Gracia sobre nosotros y nos
ayuda a vivir en Santidad, por medio de su Espíritu Santo.

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