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1 INTRODUCCIÓN
Así, surgen tres conceptos básicos que definirán el marco de reflexión en torno a
la ética y la investigación. A saber, La autonomía, la beneficencia y la justicia. Como
apunta Abad (2016), el primero se refiere a la necesidad de que la persona investigada
sea consciente de su participación, y, por lo tanto, capaz de definir los términos de ésta.
El segundo, presupone la no discriminación por cuestiones de sexo, cultura, posición
social o etnia. Por último, la beneficencia implica que la investigación debe reportar
ciertos beneficios a la comunidad, o bien, no daños. Todos ellos referentes a la
investigación biomédica, pero, ¿qué ocurre con la investigación social y sus
implicaciones? ¿Podemos aplicar estos conceptos a pies juntillas?
Para dar respuesta a estos interrogantes, se pondrán sobre la mesa tres principios
(derivados de los originales) a tener en cuenta en las ciencias sociales: El consentimiento
informado, la confidencialidad de la información y el anonimato. (Abad, 2016:103)
En este sentido, y a simple vista, los principios citados, parecen ser razonables y
garantes de los derechos fundamentales de las personas implicadas en el proceso de
investigación, pero como veremos más tarde, no es un traje hecho a la medida del proceso
de investigación de carácter interpretativo, ya que éste, plantea diversos dilemas que estos
supuestos no son capaces de abordar.
Por esta misma razón, los procedimientos establecidos como normas universales
que no precisan de ser revisados durante el proceso conforman lo que Abad (2016) cita a
partir de Corrigan (2003) la ética vacía. En contraposición a estos planteamientos, creo
que el sentido común y la sinceridad pueden definir de una manera acertada el marco de
reflexión ética y la investigación social. Es decir, si bien es necesario partir de unos
supuestos que nos ofrezcan las guías de reflexión, atender al proceso y a las personas
junto con las que estamos construyendo la investigación en cuestión es indispensable.
Por lo tanto, junto a estos supuestos, nace con inquietud la idea de revisar nuestra
posición como investigadoras. Desde los planteamientos surgidos en la década de los 70
del movimiento feminista, nace la idea del conocimiento situado, que parte de la premisa
de que todas las personas ocupamos un lugar en el espacio de la estructura social, y que,
por lo tanto, nuestra condición ofrece unas lentes de visión para interpretar al mundo que
nada tienen que ver con las de la persona de al lado. El planteamiento es claro: Hagamos
una revisión crítica de nuestra posición y del rol que ejecutamos para así, poder paliar sus
efectos. Dicho de otra manera: la reflexión ética en la investigación no solo incumbe a las
personas investigadas, sino que en tanto que nos encontramos ante un proceso interactivo
de producción de conocimiento (González, 2002), nos señala a las personas
investigadoras, antes que nada.
A priori, no se hace ninguna distinción entre los diferentes tipos de investigación que
incluyen seres humanos, por lo que se puede vaticinar una vez más la implementación de
criterios genéricos que no se adecuen a las demandas de cada disciplina. Por otro lado,
llama la atención los miembros que forman el jurado, ya que todas aquellas personas
referentes al apartado que se ocupa de la evaluación ética de las investigaciones referentes
a seres humanos pertenecen a áreas de la ciencia biomédicas o experimentales. Perfiles
que, por tanto, se alejan de las perspectivas epistemológicas, metodológicas y
tecnológicas que nos atañen en este contexto.
Por lo tanto, a la hora de repensar lo mencionado anteriormente, una vez más, cabe
esperar que los requerimientos del paradigma interpretativo no casen con lo requerido por
el comité, si bien superar estas barreras acaba convirtiéndose en un ejercicio de picaresca,
no podemos olvidar la dimensión de irresponsabilidad que supone utilizar medios de
medición inadecuados y presentarlos como válidos.
Pero no todo es tan bonito. Cuando hablamos del momento de la recogida de datos,
las personas investigadoras desplegamos todo un arsenal de pequeñas tecnologías y
estrategias destinadas a la obtención del discurso que más tarde procesaremos. Esta
colección (a menudo muy ligada a nuestro propio carácter y personalidad), tiene como
último objetivo camuflar lo máximo posible la asimetría entre ambas partes de las que al
inicio del apartado hablábamos. Las explicaciones que damos a las personas entrevistadas
a la hora de concretar una cita, al explicar la técnica, nuestra actitud de cara a la entrevista
para así poder sacar más jugo, etc., son el ojo del huracán formado entre la dimensión
ética de nuestra labor investigadora y la práctica misma de la investigación. Lo mismo
ocurre en el momento del análisis, donde las personas investigadas pierden toda su
Máster universitario en modelos y áreas de investigación en ciencias sociales
Ejercicio de evaluación materias I y II
7 Alazne Sainz Gil de Paules
presencia y rara vez tienen la oportunidad de hacer replica a nuestro trabajo interpretativo
(Carrillo, 2009).
Pero, por abrir un poco más el debate, ¿Qué ocurriría si no fuese la verdad la fuente
de legitimidad de la que bebe la ciencia?
voluntad del sujeto por poseer y dominar el objeto” (2009:5). En este mismo camino, se
respetan características como la fragmentación, lo inacabado, o lo contradictorio de la
interpretación de discursos.
Para apoyarme en este argumento, rescato el pequeño recorrido que González Ávila
(2002) hace por la elaboración de criterios de calidad que solventen los problemas antes
citados.
Más tarde, en 1978, Glaser pondría sobre la mesa los criterios de adecuación,
funcionamiento, relevancia y modificabilidad, así como los antiguos criterios de
parsimonia y alcance, que conformaban la generalizabilidad.
Huelga decir que todos estos criterios se construyen como pautas de actuación
post hoc, por lo que la atención al proceso una vez más se diluye. Consciente de ello, Sale
propondrá lo que el llamará los criterios ruta frente a los criterios antes mencionados. Esto
supone de inicio, que la calidad de una investigación no puede o no debe ser medida
mediante reglas metodológicas preespecificadas. Sale defenderá el uso de 20 cuestiones
que actúen como marco de evaluación de la calidad de la investigación, durante el proceso
de ésta y sin perder la vista de las necesidades que cada momento de investigación
demande.
4 CONCLUSIONES
específicos de cada proyecto de investigación, ya que solo así será posible implantar un
verdadero control ético y de calidad en la investigación social.
5 BIBLIOGRAFÍA
Denzin, N. K., & Lincoln, Y. S. (2012). Manual de investigación cualitativa (Vol. 1).
Barcelona: Gedisa.