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1 Alazne Sainz Gil de Paules

La ética en el proceso de investigación


Una reflexión en torno a la construcción del Trabajo de
Fin de Master

Resumen: El presente artículo responde a los requerimientos establecido por el master


de Modelos y Áreas de Investigación en Ciencias Sociales, para superar las materias I y
II. De esta manera, se pondrán en conversación las cuestiones en torno a la ética y la
investigación social, así como mi labor como investigadora en el marco del Trabajo de
Fin de Master.

Laburpena: Honako artikulua, Ikerketa Ereduak eta Arloak Gizarte Zientzietan


masterrak ezarritako eskakizunei jarraiki 1. Eta 2. Arloak gainditzeko saiakera da. Hala,
harremanetan jarriko dira bai gizarte ikerketa eta honen dimentsio etikoa eta nik neuk
ikertzaile gisa burututako lanak Master Amaierako Lanaren markoan.

1 INTRODUCCIÓN

En el campo de la ciencia, como en cualquier otro, se presuponen ciertas normas y


maneras de hacer, que, si bien rara vez tienen a ser problematizadas, cada vez son más las
voces que se alzan como contraposición a las disposiciones hegemónicas definidas desde
el ámbito de las ciencias naturales y el paradigma positivista.

La tradición positivista, que lleva como bandera la universalización y la inferencia


carente de cualquier tipo de reflexión crítica, tiene en su ADN el ignorar la rareza, la
excepcionalidad. Esto supone que la investigación cualitativa quede relegada cuanto
menos, a la periferia, siendo definida en muchos aspectos por la misma vara de medir,
impuesta desde la tradición antes citada.

En cuanto a la ética, que es el tema que nos atañe, es imprescindible atender a la


trayectoria histórica de los comités de ética, que surgen como reacción a la corriente de

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experimentación libre de valores que estaba proliferando en Europa y EEUU. En este


caso, la necesidad surge desde las prácticas biomédicas, y no será hasta finales de la
década de los 70 y principios de los 80, cuando este debate salte a la esfera de la
investigación social (Abad, 2016).

En este contexto, la investigación social, y concretamente la investigación de carácter


no cuantitativo, se encuentra muchas veces, en la necesidad de enfundarse un traje que
no se ha cosido con las medidas adecuadas, creando roturas y holguras, que, de no ser
atendidas, supondrían una investigación carente de la dimensión ética que se exige.

2 LA ÉTICA Y LA INVESTIGACIÓN EN CIENCIAS SOCIALES

Cómo veníamos apuntando desde el principio del artículo, la institucionalización de


la dimensión ética en los procesos de investigación, son relativamente contemporáneos,
ya que surgen a raíz de las atrocidades cometidas en los campos de concentración nazis.

En este contexto, surgen iniciativas de regulación de las prácticas científicas para


así, ofrecer ciertas garantías de bienestar y seguridad a las personas investigadas. En esta
línea, podemos citar el Código Núremberg de 1947, la Declaración de Helsinki en 1964
o el Informe Belmont en 1979. Todos ellos, enfocados a paliar los efectos negativos de la
investigación biomédica en los sujetos investigados.

Así, surgen tres conceptos básicos que definirán el marco de reflexión en torno a
la ética y la investigación. A saber, La autonomía, la beneficencia y la justicia. Como
apunta Abad (2016), el primero se refiere a la necesidad de que la persona investigada
sea consciente de su participación, y, por lo tanto, capaz de definir los términos de ésta.
El segundo, presupone la no discriminación por cuestiones de sexo, cultura, posición
social o etnia. Por último, la beneficencia implica que la investigación debe reportar
ciertos beneficios a la comunidad, o bien, no daños. Todos ellos referentes a la
investigación biomédica, pero, ¿qué ocurre con la investigación social y sus
implicaciones? ¿Podemos aplicar estos conceptos a pies juntillas?

Para dar respuesta a estos interrogantes, se pondrán sobre la mesa tres principios
(derivados de los originales) a tener en cuenta en las ciencias sociales: El consentimiento
informado, la confidencialidad de la información y el anonimato. (Abad, 2016:103)

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En este sentido, y a simple vista, los principios citados, parecen ser razonables y
garantes de los derechos fundamentales de las personas implicadas en el proceso de
investigación, pero como veremos más tarde, no es un traje hecho a la medida del proceso
de investigación de carácter interpretativo, ya que éste, plantea diversos dilemas que estos
supuestos no son capaces de abordar.

Vayamos por partes. El consentimiento informado supone que las personas


participantes reciban información relativa a la investigación, tal como los objetivos, la
fuente de financiación, el respaldo institucional con el que cuenta la investigación, o el
uso que a posteriori se hará de los datos. En este caso, como apunta Begoña Abad (2016),
partimos del supuesto que dicho documento va a ser leído por una persona sin ningún tipo
de diversidad funcional o dependencia. Pero, ¿Qué pasa si la persona receptora de éste
documento no cumple con estas características?

En el proceso de aplicación de este principio, nos damos de bruces con la primera


rasgadura del traje. La conceptualización de sujeto racional y autónomo derivado de la
Ilustración, que no comprende a personas que por sexo, condición cultural, posición
social y diversidad funcional se encuentren en posición minorizada. Es decir, el
consentimiento informado no puede ser aplicado sin tener en cuenta las características de
las personas implicadas en el proceso de investigación, así como sin hacer una previa
reflexión de las dificultades a la que la persona en cuestión podrá enfrentarse a la hora de
firmar dicho documento. En este sentido, debemos ser conscientes de que, desde las
dificultades cognitivas, hasta la posición intimidatoria de la persona investigadora,
pasando por las diferencias lingüísticas o la coacción de la libertad del sujeto por un
agente externo, son factores determinantes a la hora de aplicar el principio ético que nos
atañe.

En cuanto a la confidencialidad y el anonimato, nos encontramos ante un muro


que por definición hacen incompatibles la concepción de estos principios en ciencias
sociales, y es que si bien en la investigación cuantitativa los sujetos investigados son más
o menos intercambiables, en la investigación cualitativa el hecho de tener que dar a
conocer los resultados supone la primera piedra en el camino para aplicar estos principios
que una vez más, han sido medidos con un patrón que poco o nada tiene que ver con las
necesidades y características de la investigación cualitativa.

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Por esta misma razón, los procedimientos establecidos como normas universales
que no precisan de ser revisados durante el proceso conforman lo que Abad (2016) cita a
partir de Corrigan (2003) la ética vacía. En contraposición a estos planteamientos, creo
que el sentido común y la sinceridad pueden definir de una manera acertada el marco de
reflexión ética y la investigación social. Es decir, si bien es necesario partir de unos
supuestos que nos ofrezcan las guías de reflexión, atender al proceso y a las personas
junto con las que estamos construyendo la investigación en cuestión es indispensable.

Por lo tanto, junto a estos supuestos, nace con inquietud la idea de revisar nuestra
posición como investigadoras. Desde los planteamientos surgidos en la década de los 70
del movimiento feminista, nace la idea del conocimiento situado, que parte de la premisa
de que todas las personas ocupamos un lugar en el espacio de la estructura social, y que,
por lo tanto, nuestra condición ofrece unas lentes de visión para interpretar al mundo que
nada tienen que ver con las de la persona de al lado. El planteamiento es claro: Hagamos
una revisión crítica de nuestra posición y del rol que ejecutamos para así, poder paliar sus
efectos. Dicho de otra manera: la reflexión ética en la investigación no solo incumbe a las
personas investigadas, sino que en tanto que nos encontramos ante un proceso interactivo
de producción de conocimiento (González, 2002), nos señala a las personas
investigadoras, antes que nada.

De esta manera, la ética no queda relegada a un momento concreto de la


investigación, sino que (y, por otro lado, encaja mucho mejor con las características
flexibles del paradigma interpretativo), es una cuestión a tener constantemente en mente,
que actúa como regulador de las decisiones tomadas en los diferentes momentos del
proceso de investigación. Esto no supone dejar en manos de cada persona investigadora
los parámetros éticos sobre los que actuar, pero si, al menos, siguiendo los apuntes de
González (2002), contraponer una ética Kantiana a una de carácter más utilitarista, o si
se prefiere, contraponer una ética basada en los principios a una basada en los fines. Como
resultado, se pretende ofrecer una manera de actuar ante los vacíos impuestos por los
principios antes presentados, una línea de actuación que adjuntar a nuestra labor
investigadora.

2.1 COMITÉS DE ÉTICA


Como hemos apuntado al inicio del apartado, la necesidad de ofrecer un marco ético
a la investigación con seres humanos aplica los mismos criterios a la investigación

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biomédica o a la social. A la distributiva o a la interpretativa. En este sentido, los comités


de ética aparecen como el brazo ejecutor de la restricción y la vigilancia.

Como acertadamente señalan Denzin y Lincoln (2012), el problema no radica tanto


en el hecho de tener que pasar por un filtro de adecuación, sino en la extrema vigilancia
que las instituciones universitarias han tomado por bandera, en el que prácticas
investigadoras que no suponen ningún riesgo, quedan condenadas por la aplicación de
criterios propios del conservadurismo metodológico que no hacen sino añadir presiones
a la investigación social, haciendo “una falsa ponderación de riesgos y beneficios”
(Denzin y Lincoln, 2012: 354).

En el caso de UPV/EHU, aunque la supervisión de la Comisión de Ética para la


investigación y la docencia no es obligatoria, este organismo aconseja que toda aquella
investigación en la que seres humanos o animales estén implicados pasen por los comités
de ética oportunos. Así, el procedimiento pasa por rellenar un formulario en el que se
especifican varios datos referentes al proyecto de investigación en cuestión, para así,
posteriormente, presentar la memoria que será finalmente evaluada.

A priori, no se hace ninguna distinción entre los diferentes tipos de investigación que
incluyen seres humanos, por lo que se puede vaticinar una vez más la implementación de
criterios genéricos que no se adecuen a las demandas de cada disciplina. Por otro lado,
llama la atención los miembros que forman el jurado, ya que todas aquellas personas
referentes al apartado que se ocupa de la evaluación ética de las investigaciones referentes
a seres humanos pertenecen a áreas de la ciencia biomédicas o experimentales. Perfiles
que, por tanto, se alejan de las perspectivas epistemológicas, metodológicas y
tecnológicas que nos atañen en este contexto.

Por lo tanto, a la hora de repensar lo mencionado anteriormente, una vez más, cabe
esperar que los requerimientos del paradigma interpretativo no casen con lo requerido por
el comité, si bien superar estas barreras acaba convirtiéndose en un ejercicio de picaresca,
no podemos olvidar la dimensión de irresponsabilidad que supone utilizar medios de
medición inadecuados y presentarlos como válidos.

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3 CUESTIONES A TENER EN CUENTA EN LA ELABORACIÓN DEL TRABAJO


DE FIN DE MÁSTER (TFM)

3.1 RECOGIDA DE DATOS


Desde mi corta experiencia en el ámbito de la investigación, he podido comprobar
que es en el instante de la recogida de datos cuando el objeto de investigación empieza a
desprenderse de todo aquello que lo aleja de mí, de todo aquello que lo convertía en
indiferente o cuanto menos, ajeno. Es entonces cuando, como señala Carrillo (2009), el
objeto deja de ser algo muerto para existir en toda su plenitud. Ni el objeto es tan objeto
ni el sujeto es tan sujeto tampoco. Con esto, pretendo poner sobre la mesa una vez más,
la problematización en torno al rol que cumplimos como personas investigadoras, y es
que, debemos reflexionar ante las posiciones de poder que reproducimos en éste y
posteriores momentos de la investigación. Más tarde volveremos a esto.

La investigación cualitativa, de carácter interpretativo, se apoya en los


procedimientos generadores de sentido y, por lo tanto, “es un proceso constante de
complejidad progresiva, que se desarrolla a través de la significación de diversas formas
de lo estudiado” (González, 2002:91). En este sentido, y con la mirada puesta en el
planteamiento metodológico de mi TFM, esto es algo a tener siempre presente, ya que
supone la piedra angular del tratamiento a otorgar a las personas a entrevistar. Y es que,
en definitiva, este planteamiento supone ver a la persona con su dignidad, comprensión,
protagonismo y cultura como eje de la acción investigadora (González, 2002:93). En
definitiva, esto nos permite hablar de semejantes (Carrillo, 2009).

Pero no todo es tan bonito. Cuando hablamos del momento de la recogida de datos,
las personas investigadoras desplegamos todo un arsenal de pequeñas tecnologías y
estrategias destinadas a la obtención del discurso que más tarde procesaremos. Esta
colección (a menudo muy ligada a nuestro propio carácter y personalidad), tiene como
último objetivo camuflar lo máximo posible la asimetría entre ambas partes de las que al
inicio del apartado hablábamos. Las explicaciones que damos a las personas entrevistadas
a la hora de concretar una cita, al explicar la técnica, nuestra actitud de cara a la entrevista
para así poder sacar más jugo, etc., son el ojo del huracán formado entre la dimensión
ética de nuestra labor investigadora y la práctica misma de la investigación. Lo mismo
ocurre en el momento del análisis, donde las personas investigadas pierden toda su
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presencia y rara vez tienen la oportunidad de hacer replica a nuestro trabajo interpretativo
(Carrillo, 2009).

Así mismo, ver mi propia persona en la realización de entrevistas anteriores, es


verme a mí misma cometiendo errores y reproduciendo la asimetría antes mencionada.
Por tanto, para la realización del TFM que se me plantea en estos momentos, creo que es
indispensable abordar los posibles obstáculos de obtención del discurso para así, ejecutar
estrategias más naturales y sutiles. Soy consciente, que una vez más, se trata de vestirnos
el disfraz de la falsa simetría, pero creo que cada postura en la situación creada
reproducirá y desplegará su propio arsenal. El problema no es tanto el disfraz, como las
consecuencias que éste puede tener. Dicho de otra manera, si bien es cierto que la
distinción entre el sujeto y objeto, la unidireccionalidad de la técnica o el tratamiento
ajeno de las personas investigadas por parte de la investigadora son más propias de un
planteamiento distributivo (afirmación que se precia a una profunda problematización),
la perspectiva estructural o cualitativa no puede sino desprenderse de estos supuestos
hasta cierto punto, ya que toda intromisión de la labor investigadora los lleva consigo. El
quid de la cuestión es más bien, como gestionarlos para poder crear espacios más libres
y horizontales de intercambio.

3.2 CALIDAD DE LA INVESTIGACIÓN


La ciencia, como sistema de la sociedad se rige bajo los parámetros de lo verdadero,
es decir, “la ciencia es la que, en nuestra sociedad (moderna), por “delegación funcional”
se encarga de determinar qué tipo de proposiciones presentadas por un actor como hechos
de experiencia han de ser aceptados por sus interlocutores como tales hechos de
experiencia, y en consecuencia pueden valer socialmente como verdades” (García
Blanco, 2016:2). Es este sentido, el origen del binomio Verdadero/Falso atribuido a la
actividad investigadora tiene como sustento la legitimación del conocimiento producido.
Y, como apunta González (2002), la ciencia precisa de la revisión crítica para construirse
a sí misma, para construirse en términos de verdad, y por lo tanto de credibilidad.

Pero, por abrir un poco más el debate, ¿Qué ocurriría si no fuese la verdad la fuente
de legitimidad de la que bebe la ciencia?

Siguiendo el planteamiento de Walter Benjamin rescatado por Carrillo (2009), el


conocimiento constituye la antítesis de la verdad, ya que esta última encierra en su ser “la

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voluntad del sujeto por poseer y dominar el objeto” (2009:5). En este mismo camino, se
respetan características como la fragmentación, lo inacabado, o lo contradictorio de la
interpretación de discursos.

Sin alejarnos de esta propuesta, en el caso de la investigación cualitativa, el


conocimiento científico no se legitima por la cantidad de sujetos estudiados, sino por la
cualidad y calidad de los discursos obtenidos, ya que como indica González (2002), la
significación del resultado entra en relación con las necesidades de la investigación, y es
en este cruce sonde se articula la cualidad y validez de ésta. Y es precisamente es este
instante en el que la ética más deontológica nos obligaría a parar en seco la actividad
investigadora, ya que, a riesgo de resultar repetitiva, es en la búsqueda de esta cualidad
donde se plantean los mayores dilemas éticos. Es por esto, que se muestra indispensable
la articulación de planteamientos éticos consecuencionalistas en los que la validez esté
constantemente relacionada con la mirada puesta en los fines y la constante revisión y no
la aplicación autómata de recetas vacías.

Pero, al margen de estos supuestos, Fernández Esquinas (2003) subraya la


importancia de pensar la investigación sociológica con cautela, ya que ésta convive con
varios problemas en cuanto a la validez y la fiabilidad, derivados de las técnicas de
medición y la alta potencialidad de sesgo a la que está expuesta la recogida de datos. Pero
esto no es algo nuevo, y no es la primera disciplina que se ha prestado a tener necesidad
de pasar por el aro de los criterios de calidad.

Para apoyarme en este argumento, rescato el pequeño recorrido que González Ávila
(2002) hace por la elaboración de criterios de calidad que solventen los problemas antes
citados.

Antes de nada, desde la Teoría Fundamentada Glaser y Strauss cayeron en la


cuenta de que los criterios de evaluación utilizados en las investigaciones de carácter
cuantitativo no eran aplicables de la misma manera en el paradigma interpretativo. Por lo
tanto, estos autores dieron el primer aviso de la necesidad de un método comparativo que
sirviera como marco de medición o evaluación de la calidad de estas investigaciones.

Más tarde, en 1978, Glaser pondría sobre la mesa los criterios de adecuación,
funcionamiento, relevancia y modificabilidad, así como los antiguos criterios de
parsimonia y alcance, que conformaban la generalizabilidad.

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En 1985, en criterio de confiabilidad se impondría a los de la validez interna,


externa, fiabilidad y objetividad que todos ellos conformaban los criterios más
convencionales en cuanto a la evaluación de los trabajos de investigación hasta la fecha.

Huelga decir que todos estos criterios se construyen como pautas de actuación
post hoc, por lo que la atención al proceso una vez más se diluye. Consciente de ello, Sale
propondrá lo que el llamará los criterios ruta frente a los criterios antes mencionados. Esto
supone de inicio, que la calidad de una investigación no puede o no debe ser medida
mediante reglas metodológicas preespecificadas. Sale defenderá el uso de 20 cuestiones
que actúen como marco de evaluación de la calidad de la investigación, durante el proceso
de ésta y sin perder la vista de las necesidades que cada momento de investigación
demande.

En esta misma senda, camina la propuesta de Morse, que, mediante el


planteamiento de cinco estrategias a adoptar durante el proceso de investigación, aumenta
la fiabilidad y la validez de la investigación.

En definitiva, todos estos planteamientos no son sino intentos por hacer de la


sociología una ciencia garante de la legitimidad y objetividad otorgada a las ciencias
naturales. Y, es por esto por lo que creo necesario que tanto los criterios éticos como los
de calidad deben entrar en conversación siempre en función de los requerimientos de cada
investigación y sus características. Una vez más abogo por los fines y no por el deber.

4 CONCLUSIONES

A modo de cierre, no quedo sino subrayar las restricciones que la investigación


cualitativa sufre a manos de las lógicas conservadoras que luchan por la deslegitimación
de los discursos contra hegemónicos derivados de los paradigmas de investigación más
cercanos a la experiencia. (Denzin y Lincoln, 2012).

En este contexto, los proyectos de investigación que pertenecen a estos nuevos


planteamientos epistemológicos, metodológicos y tecnológicos conforman una especie
de área gris que se desdibuja en manos de las instituciones que abogan por la
implementación de criterios vacíos de criterio y adecuación. Una vez más, cabe abogar
por la implementación de estrategias que se amolden tanto a los procesos como a los fines

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específicos de cada proyecto de investigación, ya que solo así será posible implantar un
verdadero control ético y de calidad en la investigación social.

De esta manera, de cara a la construcción del Trabajo de fin de Master, es


indispensable no perder de vista la actuación que como personas investigadoras
llevaremos a cabo, ya que lejos de las perspectivas más trabajadas a lo largo de los
estudios de Grado, investigar es construir, cambiar y modificar, y en nuestras manos está
que camino tomar.

5 BIBLIOGRAFÍA

Abad Miguélez, B. (2016). Investigación social cualitativa y dilemas éticos: de la ética


vacía a la ética situada. EMPIRIA. Revista de Metodología de las Ciencias Sociales, 34,
101-120.

Cerrillo Vidal, J. A. (2009). El intermediario imposible. Algunas reflexiones en torno a


epistemología y ética en la investigación cualitativa. Nómadas, 24, 187-201.

Denzin, N. K., & Lincoln, Y. S. (2012). Manual de investigación cualitativa (Vol. 1).
Barcelona: Gedisa.

Fernández Esquinas, M. (2003). Criterios de calidad en la investigación socia: la


producción de datos sociales. EMPIRIA. Revista de metodología de Ciencias Sociales, 6,
47-77.

García Blanco, J.M, (2016) Fundamentos y prestaciones de la investigación social


ponencia presentada en el XII congreso español de Sociología.

González Ávila, M. (2002). Aspectos éticos de la investigación cualitativa. Revista


Iberoamericana de educación, 29, 85-104.

S. Valles, M. (2004). El reto de la calidad en la investigación social cualitativa: de la


retórica a los planteamientos de fondo y las propuestas técnicas. Revista española de
Investigaciones Sociológicas, 110 (5), 91-114.

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