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“Si queremos construir una historia más humana, en el fondo debemos preocuparnos por cómo son
los individuos”
En entrevista, explicó que a principios del siglo XX prácticamente la única historia que se hacía era
política, sin tomar en cuenta la económica, cultural o social. “Era la historia de los grandes hechos,
batallas, hombres y tratados internacionales”.
No obstante, hubo reacciones al respecto en las décadas de 1920 y 1930, dirigidas por la Escuela de
los Annales, “un golpe fuerte” centrado en criticar que no se hacía historia de los problemas reales.
La historia política estaba “bastante tocada” en la década de 1950, pero entre 1980 y 1990 retomó
presencia y, según Jordi Canal, “ya no es lo que era, ya se ocupa del individuo; se ocupa no sólo de
las ideas sino de las prácticas políticas e introduce nuevos elementos que vienen de la historia
cultural y de la social”.
Se estudiaría la ideología, pero también interesaría saber cómo circulan esas ideas, porque
evidentemente no son fijas, sino aprendidas, discutidas, se van modificando al mismo tiempo que
circulan.
Finalmente, seguiríamos estudiando a los partidos políticos, pero de una manera más compleja y
completa. Ése es el gran cambio. Creo que hay tres elementos que podrían resumir en qué ha
cambiado la historia política que hacemos hoy.
El primero, que es más compleja y completa porque hay más objetos a estudiar, hay más cosas que
nos interesan, incluso las que antes nos parecían pequeñas; el segundo, que dialoga con los otros
sectores de la historia (la social, cultural, económica, la microhistoria), con el marxismo más
abierto, y al mismo tiempo con disciplinas afines como la sociología, la ciencia política, la
lingüística.
En el tercer elemento, yo diría que se trata de una historia política que se ocupa más de los
individuos, pues ya hemos pasado la época en que las personas eran reducidas a un número o
porcentaje. Además, damos valor a lo que el individuo piensa, siente, por qué actúa de una manera
y no de otra; ahí entraría el juego de las emociones, que era algo que la historia política y la historia
en general había olvidado totalmente.
Se pensaba que tratar sobre las emociones era demasiado literario y que de eso se ocupaba la novela
y no los historiadores; pero si queremos construir una historia más humana, en el fondo debemos
preocuparnos por cómo son los individuos, porque a veces los hombres y mujeres toman decisiones
que quizá no son racionalmente explicables.
De hecho, las grandes ventas de libros sobre temas de historia siempre las consiguen escritores,
periodistas, pero nunca historiadores, porque hemos confundido lo riguroso con la buena escritura,
y eso ha sido fatal. Significa que prácticamente no nos lee nadie en la actualidad.
También creo que los literatos pueden aprender de los historiadores, porque de la literatura no se
pueden sacar datos, pero sí maneras de entender la vida, sobre todo de la novela.
Pienso que para la época contemporánea la novela es el gran género de los individuos, donde vemos
por qué la gente hace cosas y se mueve. De ahí podemos aprender a imaginar cómo podían haber
sido esas personas del pasado, porque los historiadores no podemos inventar.
Con la novela de la Revolución Mexicana pienso en dos sentidos; por ejemplo, las cristeras de los
años cuarenta y cincuenta en algunos casos nos han enseñado muchas más cosas sobre el porqué
actuaban realmente los cristeros, mucho más que los libros de historia.
Si sabemos tratarlo con rigor, puede haber en la literatura muchas pistas para reconstruir la historia,
lo que no podemos decir nunca es que lo que ocurrió en una novela sucedió en la realidad.
Ahora eso empieza a ser menos tabú, porque los historiadores durante mucho tiempo se pensaron
como lo contrario a la literatura y no querían saber nada de ésta porque la veían como la invención,
la subjetividad, el individuo y no las estructuras, pero yo creo que las cosas afortunadamente están
cambiando.
Hay cosas bastantes interesantes en los últimos tiempos sobre guerra civil tanto en Europa como
aquí mismo, en México. Pienso en Tomás Pérez Vejo (y trabajos) sobre toda América Latina, son
muy interesantes.