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Comentario del Leviatán de Hobbes.

En este fragmento del Leviatán de Thomas Hobbes, el filósofo trata uno de los puntos
fundamentales de su teoría política, a saber, que el origen de la sociedad y el estado
con la pérdida de libertades individuales que esto supone (leyes, normas,
castigos…) sólo nace por necesidad ante el peligro que el ser humano supone
para sí mismo. En palabras del propio Hobbes: “La causa final, propósito o designio
que hace que los hombres […] se impongan a sí mismos esas restricciones de las que
vemos están rodeados cuando viven en Estados, es el procurar su propia
conservación”. De esta forma, lo que muestra Hobbes es su tesis de que la política tiene
una naturaleza funcional y, consecuentemente, que en modo alguno es una el hombre
tiende a la equidad, la justicia, el bien común y la generosidad, pues las leyes son “en
sí mismas y cuando no hay terror a algún poder que obligue a observarlas, contrarias a
nuestras pasiones naturales”.

Como se puede apreciar en el texto, Hobbes parte del supuesto antropológico de la


maldad inherente al ser humano en un supuesto estado de naturaleza. Dicho estado
de naturaleza es una suposición teórica que Hobbes y otros autores modernos como
Locke o Rousseau utilizan para analizar el origen, el objetivo y las delimitaciones de
la política. Este estado de naturaleza es un estado pre-político, hay igualdad entre los
seres humanos y no hay aparato político o social que regule las relaciones entre ellos.
El peligro que supone cada individuo para los demás hace que en el estado natural se
instaure un estado de guerra, es decir, una situación donde no hay garantía alguna
de conservar la propia vida o los bienes que uno tiene. En este estado reinaría el
miedo y por eso “lo que pretenden (los seres humanos) es salir de esa insufrible
situación de guerra que es el resultado de las pasiones naturales de los hombres”, es
decir, pasar a un estado civil en el que uno pierde su libertad natural. Es el miedo el
que mueve y condiciona la conducta del ser humano, el que le lleva a ir contra sí
mismo y a ponerse leyes, por esto mismo, el individuo que ostente el poder debe saber
generar esta emoción entre los ciudadanos, único medio que puede tener
como instrumento de control, de ahí que Hobbes hable del gobernante como un
monstruo (Leviatán) que atemoriza a los demás. En consecuencia, Hobbes defenderá
que sólo un gobierno absoluto y autoritario puede tener sentido en una comunidad
donde “el hombre es un lobo para el hombre”.

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Thomas Hobbes (1588 – 1679), nació, como él mismo afirmaría al mismo tiempo que el
miedo, en el momento en que la armada invencible española se acercaba a la bahía
inglesa, en aquella época, cuando Elizabeth consideraba el trono y al monarca como
algo superior a lo terrenal, y ella, la reina virgen, se auto divinizaba. ¿Quién pudiese
imaginar que un hombre temeroso y débil, como lo fue Hobbes, fuese quien
institucionalizara al Poder como algo humano y no como una manifestación de lo
divino?; Pero, este mismo hombre fue el que cimentó las bases del absolutismo.
Hobbes se desenvuelve en un contexto complejo: después del excelente gobierno de
los Tudor en el trono Ingles, llega al poder una nueva dinastía: Los Estuardo; de carácter
menos vivo que el de los Tudor. Uno de estos, Calos I se hace poseedor de la corona,
el cual es víctima de un levantamiento popular, y con su cabeza pagó su poca
determinación al gobernar. Al esto suceder se dio inicio a la República del
autoproclamado “Lord Protector” Oliver Cromwell, el cual, a pesar de aceptar la división
de poderes, puso fin al parlamento.
En paralelo con esto, en Inglaterra se vivió un periodo de guerras internas entre los
parlamentarios y los monárquicos, del mismo modo, la persecución contra los católicos
no se hizo esperar.
Contexto difícil de conllevar para una persona neutral como lo fue Hobbes.
La filosofía de Hobbes es poco conocida, manifestándose como una especie de
empirismo platónico (principalmente por la cuestión de el objeto en si, y de lo que se
logra percibir, esto es, la apariencia de objeto), dándole predominancia a su posición
empírica. Pero su tratado político, que dejándose llevar por los paradigmas filosóficos
imperantes en la época, basadas en las teorías del sistematizador de la filosofía
moderna, René Descartes, que buscaba imponer bases matemáticas a toda cuestión
filosófica, El Leviatán, se deja seducir por esta corriente y más que un tratado político,
podría parecer un tratado de geometría, ya que su objetivo era el de cimentar unas
bases solidas e irrefutables para dicha teoría política (la hobbesiana). El Leviatán ha
alcanzado una fama exorbitante gracias a que se convirtió en el pilar de los absolutistas,
y de que gracias a este texto, se estipula como origen del poder a las personas.
Las primeras páginas del Leviatán, pareciesen el fundamento de la filosofía de Hume o
de Locke, dándole una relevancia impresionante a los análisis sistémicos sobre la
apreciación valorativa de lo que es el hombre per se, basándose en un análisis
explicativo e historicista, meramente formal y objetivo.
El lenguaje que se logra apreciar en el Leviatán es un lenguaje frio y austero, digno de
un materialista consumado como lo fue su autor, en donde, sin ningún tipo de pasión se
limita a exponer sus análisis y conclusiones sobre el génesis y desarrollo de la sociedad
civil.
En un primer momento, Hobbes expone lo que él denomina El Hombre (Primer capítulo
del Leviatán), pero, ¿para qué realizar un análisis de lo que es el hombre, desde un
plano netamente materialista, previo a exponer lo que es El Estado (segundo capítulo)?
Esto lo hace por lo siguiente: al proponerse Hobbes a desarrollar su teoría política
basada en que el estado es un ente artificial, cuyo fin es el de proporcionar seguridad y
paz a los asociados, y estos asociados, deciden pactar entre ellos, dando inicio a una
sociedad civil para garantizar su seguridad y bienestar, y de esta forma salir del estado
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de naturaleza; al proponer esta teoría, Hobbes niega cualquier tipo de origen no
antropológico del poder, así que debe de explicar quiénes son estos seres, que al mejor
estilo de Demócrito, forman al hombre artificial, o, en otras palabras, se busca describir
la manera como el hombre artificial es formado gracias al conjunto de hombre naturales,
los cuales son algo más que simples autómatas, estos hombres, que deciden enajenar
sus libertades, abandonar la condición de autogobernarse y sus posibilidades de
desarrollarse plenamente sin ningún tipo de alienación, son seres que como diría Sartre,
responden a los estímulos del prójimo, de aquel ser ajeno, que observa; pero en el caso
de Hobbes, este “prójimo” sartreriano, no se limita a materializarse mediante la figura
humanoide, ya que puede ser cualquier cosa que altere la realidad propia.
El Leviatán, ese hombre artificial, creado por la necesidad de seguridad del hombre, es
creado a imagen y semejanza del hombre natural; a este monstruo bíblico, se le da
forma humana, se le corona como rey, se le respeta como a un dios y se le teme como
a un demonio.
Este es el fin del Estado según Hobbes, crear un ente coercitivo lo suficientemente
poderoso como para reprimir y sembrar temor, pero este temor no comprende ninguna
representación de odio, mediante el cual los ciudadanos se vean en la obligación de
obedecer las leyes y de aceptar sumisamente lo que el soberano disponga, cediendo
sus libertades individuales en pos del beneficio de la comunidad política.
Pero este Leviatán, es un ser caprichoso, soberbio y altivo, un ser que busca su
beneficio sobre todas las cosas, cuyo fin es su bienestar, esto es, el bienestar de la
comunidad; no le importa que para esto sea necesario la censura o la represión, es más,
el Leviatán solo permite que sea dicho, enseñado, promulgado y afirmado, lo que él
desea que sea dicho, enseñado, promulgado o afirmado.
De esto se logra inferir lo siguiente: Hobbes, en su afán de buscar un orden, de cimentar
el poder en las manos de los simples mortales y de fundamentar el absolutismo como
la única forma de mantener el orden, creó, más que un dios, a un “súper hombre
natural”, el Leviatán, más que un dios o un demonio, podría ser un ciclope, un ser sin
una mentalidad superior, cuyo único fin es la supervivencia. Pero, ¿acaso los dioses no
son también egoístas, vanidosos y soberbios? En un primer momento de la biblia, Dios
prohíbe a Adán y a Eva que consuma el fruto del árbol de la sabiduría. Entonces, este
Leviatán, ciclope o dios, es exactamente igual al hombre, egoísta por naturaleza, que
desea, que tiene pasiones y utiliza su razón para ser.
El Leviatán, denominado por algunos autores, como ese hombre grande, moreno y
peludo, es igual al hombre cuando se encuentra en estado de naturaleza, y por esto
mismo es que representa la única forma de que el hombre pueda abandonar este estado
de caos, de inseguridad, de auto conservación, de desconfianza y competencia
exagerada. Este monstruo, análogo al hombre en estado de naturaleza, es el único
capaz de volver dócil al hombre para que acepte enajenar su libertad, para poder, de
esta forma, entregarse a un soberano que le garantice la paz. De esta forma se logra
apreciar el meollo de una de las posibles cuestiones hobbesianas: La única solución
para salir del estado de naturaleza y dar inicio a la sociedad civil, es creando un ente
abstracto con las características del hombre en su estado natural pre político, así, el
humanoide natural, será ya hombre, y el dios, no es más que un animal con razón.
Se da una inversión en los papeles, una reinterpretación del ideario hobbesiano creará
a ese dios o demonio, como un hombre pre estatal; el Estado, esta cimentado bajo
preceptos pre estatales, ya que el hombre natural, solo se podrá entregar a un ser ya
conocido, a él mismo antes de ser comunidad, se entrega a su reflejo maximizado por

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la unión de la comunidad, no es simplemente su reflejo, es el reflejo de la sociedad; el
hombre artificial, no está conformado por millares de hombres civilizados, ya adeptos a
la sociedad y a las normas, este hombre está formado por hombres egoístas y ególatras,
y por esto posee estas características, el hombre cuando accede a pactar, es cuando
da inicio a la sociedad civil, se mueve por su razón, por su temor a la muerte, ya cuando
el Leviatán posee vida propia es el preciso instante de la génesis de la sociedad civil o
comunidad política, ya, este hombre civilizado es la materia del Leviatán, pero su
esencia es el hombre natural. Es por esto que el Leviatán posee todos los dotes del
hombre natural, con sus virtudes y defectos. Solo un ser así, puede generar el temor y
respeto necesario para que el hombre acepte cohabitar con sus semejantes bajo el
paradigma de la armonía.
Pero, ¿Qué pasará cuando el ciudadano ose probar un poco del fruto del árbol que les
fue prohibido en el Edén a Adán y a Eva? En ese momento podrán acontecer dos
posibilidades:
1. Que sea el fin del Estado, tal y como lo planteo Hobbes. Que el hombre descubra
que hay verdades más allá de lo que el soberano le impone, de lo que este ser supremo
le dictamina. Así que el hombre decidirá romper el pacto, sobrellevando sobre sus
hombros el peso de sus acciones, y dando inicio a un estado parecido al de naturaleza,
pero no igual a este, ya que el hombre ya ha conocido lo que es la sociedad civil, en la
cual podía ser libre siempre y cuando no violentase la ley, esto es siempre y cuando
obedeciese al soberano (libertad a medias), pero donde no podía llevar a ultimo termino
todos sus potenciales.
Así que podría ir a un estado pseudonatural, en cual fuese la confluencia del estado de
naturaleza con el estado civil.
2. Que este hombre sea neutralizado, o en su defecto, eliminado de la sociedad, para
que con sus ideas revolucionarias no altere el orden establecido por el soberano. Esta
posibilidad, podría ser más considerada por Hobbes que la anterior.
El soberano, poseedor de ciertos dotes particulares (indivisible, inalienable, absoluto,
supremo, intransferible) ha de ser ajeno al pacto; esto se da, para que el soberano
pueda obrar de forma libre, y que sus decisiones no sean refutadas por los simples
ciudadanos, los cuales, en relación con el Estado, no son más que simples siervos. Los
ciudadanos deben de aceptar los designios del soberano, el cual puede ser un hombre,
varios o muchos, pero Hobbes muestra su favoritismo hacia que la soberanía resida en
uno solo, ya que los intereses públicos y particulares se hallan interceptados, y al esto
suceder, se velará de forma más eficaz por el bienestar general. De igual manera, el
soberano no compartirá su poder, ya que según la teoría política de Hobbes, el poder
debe residir en una sola mano.
¿Pero es acaso justo que todos los hombres se sometan a la voluntad de uno solo? En
la actualidad, es un absurdo pensar en semejante precepto; que una sola persona
acapare todos los poderes, y que esta misma persona disponga los designios de toda
una comunidad (vale destacar que Hobbes recalca la diferencia entre Estado y
Comunidad política, afirmando que las dos se crean al momento de que el hombre
accede a pactar), este soberano es poseedor de un poder superior a las leyes y al pacto,
este soberano solamente tiene como obligación velar por el bienestar de todos sus
súbditos, los cuales son como esclavos del Estado, ellos cedieron sus derechos
naturales a cambio de un orden político y jurídico. Ellos aceptaron voluntariamente
ceder su libertar y su derecho de autogobernarse para poder vivir en comunidad, esto

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no se da por amor al prójimo, sino por el contrario, por amor a sí mismo, ya que el
hombre teme por su vida, así que se enajena al elegido por la mayoría.
El hombre pacta y se entrega, se entrega sumisamente, se entrega sin mayores
pretensiones, acepta ser el siervo, el esclavo, el ciudadano de ese gran demonio, el cual
dispondrá como mejor le convenga de este ciudadano, porque lo que es bueno para el
Estado, será bueno para toda la comunidad, este Leviatán sacrificará a los ciudadanos
que llegase a ser necesario sacrificar y exaltará a los que crea necesario exaltar y creará
las leyes que crea conveniente crear e impondrá castigos y juzgará de la forma que él
considere mejor y más justa en relación a sus ciudadanos. Y los ciudadanos no se
podrán negar a los divinos designios del Leviatán, ya que estos pactaron y aceptaron
entregarse totalmente a él, a cambio, claro está, de seguridad y bienestar, de esa
búsqueda constante de la tan añorada paz.
Se logra apreciar gracias a este razonamiento, al hombre como un animal conflictivo,
incapaz de relacionarse con otros de su misma especie, que solo busca su beneficio,
sin importarle que para llegar a sus fines, tenga que perjudicar a los que lo rodean; es
aquí cuando aparece el Leviatán, ese domador, que sí, y solo sí, el hombre lo acepta,
lo domesticará, lo volverá un ser capaz de vivir en comunidad, de obedecer órdenes, de
respetar leyes, de buscar ante todo el bienestar de la comunidad, de ser el zoom
politicón aristotélico. El hombre ya no es la bestia salvaje de el primer estadio, es ahora
un ser dócil, que acepta alegremente los designios de su amo, porque en esto es en lo
que se convierte el que anteriormente fuese su entrenador, en su amo, el único ser al
que este hombre está dispuesto a obedecer, a este dios materializado en normas
positivadas, a este ente abstracto y superior, que inspira el respeto digno de los antiguos
moradores del Olimpo.
En conclusión, en primer lugar, el hombre natural es un hombre tan egoísta, que accede
pactar y estar en comunidad, con el único fin de protegerse, la fuerza todopoderosa que
lo inspira a moverse, ese motor que se moverá hasta que algo le obligue a detenerse,
como lo afirma Hobbes, es el miedo, el miedo es la fuerza suprema que impulsa al
hombre a que pacte y se una a la comunidad, que entregue sus derechos
fundamentales, que se vuelva dócil y obediente, que aprenda a venerar a su nuevo dios,
el Leviatán, cuyo poder es superior al del Dios de Abraham.
En segundo lugar: el hombre, motivado por el miedo, posee una inclinación natural por
crear una sociedad, así que pese a lo que afirma Hobbes, el hombre sí es un ser social,
ya que vislumbra como única solución para vencer el temor que lo oprime en su estado
natural, ese temor a la muerte, a ser destruido, a ser mancillado y humillado; esa única
solución es la de entregar su libertad y su derecho a auto juzgarse es la de unirse en
sociedad. El hombre es un ser social, porque pese a sus primitivos instintos de auto
preservación por encima del prójimo y por su afán de gloria sin importarle el bienestar
de su prójimo, este hombre ve como única solución el hecho de crear una comunidad
política, en las cuales todos posean igualdad de derechos y deberes, y hasta llega al
punto de aceptar como soberano a alguien ajeno al pacto, para que se vivencie una
verdadera igualdad entre los pactantes. Un animal asocial jamás pensaría como un
posible semejante idea, muy por el contrario, consideraría, como una solución a este
problema (el del temor y la búsqueda de la paz) alguna solución más drástica, como
alejarse completamente de los demás, o destruirlos completamente. De esta forma se
logra apreciar, como el hombre natural de Hobbes es un hombre social, posiblemente,
se podría denominar como un hombre inconscientemente social, o ignorante de su
naturaleza social, pero, a fin de cuentas, un hombre políticamente social.

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Este hombre, movido por el miedo, tiene el afán de politizar todos los aspectos posibles
de la naturaleza, y es por esto que decide pactar, crear una sociedad, inventarse un
dios humanizado que le imponga las reglas necesarias para convivir en la sociedad que
el mismo creó. El leviatán es la máxima creación del hombre, es su orgullo, pero al
mismo tiempo su desgracia, es lo que exalta y a su vez declina su condición de hombre,
porque lo humilla y lo ultraja, el hombre deja de ser su propio amo, para ser esclavo del
estado. El hombre es ahora lo que el Leviatán quiera que sea. El hombre en su afán de
no ser esclavizado por otro hombre igual a él, prefiere entregarse a un hombre superior
a él. El deseo que mueve al hombre, tanto en el estado de naturaleza como en la
sociedad civil, es, como lo llamaría Kojève, un deseo negatriz, un deseo de cosificarlo
todo, para así poderlo poseer, pero no de cualquier forma, para poder poseer el objeto
deseado, se le debe destruir. Es por esto la necesidad de leyes, dictadas por un ente
que esté por encima de ellas, ya que si hiciese parte de este trato, se vería bajo la
tentación de realizarlas de tal forma que se vea beneficiado con dichas leyes.
Como una tercera conclusión, cabría resaltar, como pese a lo obsoleto que podría ser
considerada la teoría hobbesiana, esta debe ser analizada bajo un marco determinado,
el libro responde a un momento determinado en la historia, en un espacio geográfico
marcado, y puede ser considerado como una posible respuesta a un problema concreto.
Pese a que en su momento, no fue valorado, solo el paso del tiempo se encargó de
dictaminar la importancia histórica de Hobbes y sus obras. La obra de Hobbes
represento uno de los más grandes adelantos en teoría y praxis política: cimentar las
bases de un poder, el cual, pese a ser superior, sus cimientos no son divinos. El poder
como algo humano, fue una teoría revolucionaria en su momento. Pensar en esa fuerza
abstracta superior como algo ajeno a la voluntad divina, e instar a la destrucción del
pacto, en caso de que el monarca no cumpla con sus funciones y esto es,
principalmente, mantener la paz en la comunidad política. La sistematización del la
teoría hobbesiana, la creación de un dios terreno, cuyo cuerpo está compuesto por
millares de hombre, podría ser considerada una de las teorías más revolucionarias que
el hombre ha logrado plasmar en el papel.
El hombre, crea al estado, no Dios, vislumbrando así un eclipse a las ideas escolásticas
medievales, ya se vivencia una nueva etapa, el hombre como creador de su dios mortal,
el hombre como base del estado, el que lo crea, y le da sus preceptos, los cuales son,
el bienestar de todos, es el mismo hombre quien le da poderes supremos a su Leviatán.
Todo esto, en pos de su seguridad. El hombre, centro del universo, sale a relucirse en
su máximo esplendor, creando su propio dios, el que divinizará y respetará por su propia
voluntad.
Con esta visión anti teológica y mecanicista del origen del poder, el temeroso Hobbes
sacudió a todo un continente durante muchos años, y fue la inspiración de grandes
autores como Locke y Rousseau; al igual que fue la base para que muchos monarcas
adoptaran el absolutismo como la mejor forma de gobierno ante sus ojos, y los
consternados y sumisos ojos de sus ciudadanos.
Pero, el interrogante se mantiene, ¿Hasta qué punto es mejor la sociedad civil, en
relación con el estado de naturaleza del hombre?

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