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MAITON, EL HOMBRE

DETRÁS DEL MITO

MANUEL TEJONERO
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INTRODUCCIÓN

Manuel Antonio Tejonero Quirós nació el 15 de


septiembre de 1976 en un bello municipio
gaditano, Vejer de la Frontera. Desde pequeño
empezó a destacar en la educación primaria por
su predisposición para hacer el tonto, más tarde,
de adolescente obtuvo una beca para estudiar en
la Complutense de Cantarranas sacando unas
notas excelentes y se pasó a la Universidad
Privada de la Cañada del Taraje destacando en la
interpretación ya que desde pequeño, en 3º de
E.G.B, interpretó al tercer cerdito bobo del cuento
“Los Tres Cerditos”;; al principio se negó a
interpretar ese papel por interpretar a un
personaje tan bobo pero su profesor le convenció
de que el papel le venía como anillo al dedo ya
que era grande de estatura y según su profe no
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muy listo. Después de esa interpretación lo bordó,


luego, con los años, interpretó la obra “Cuando el
tonto coge el carril, se acaba el carril y el tonto
sigue”.

Entre sus obras literarias está “El Niño Fumador”,


novela con la que obtuvo el Premio Planeta de
2012; luego le siguieron “La esencia del Odio”,
“¿Conoces a tus amigos?”, “Libertad para Morir”
secuela de “El Niño Fumador” con la que obtuvo el
codiciado Premio Nobel de Literatura en el año
2014; después le siguió “El Rey sin Corona”,
“Anormales en Marte” y “Maiton, el Hombre detrás
del Mito”.

Ha tenido momentos de gloria y de confusión


hasta que con la llegada de la crisis de los
cuarenta se compró un perro chihuahua para
sentirse acompañado en las solitarias noches
vejeriegas. Su perro se llama Pity y está muy
excitado, siempre tiene ganas de follar.
Aprovechando esta introducción… si alguien tiene
una hembra chihuahua que se ponga en contacto
con él en este número 4444443434 para pactar la
monta.
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PRÓLOGO

¿Quién en Vejer no conoce a Maiton? Pues creo


que todo el mundo lo conoce a su manera, pero
nadie sabe con exactitud cómo realmente es, y no
no quiero decir que tenga una doble vida ni nada
parecido, pero la gente que lo juzga no sabe ni
tiene idea del gran ser humano que se esconde
detrás de ese mote. Es un hombre fiel a sus
principios y convicciones, que es incapaz de hacer
daño de manera consciente a nadie y que a su
vez, por su incansable bondad y por querer
complacer a todo el mundo ha encontrado en su
haber el efecto contrario; personas que se han
aprovechado de él, gente sin escrúpulos en la que
él confió, sinvergüenzas que se atrevieron a jugar
con su amistad para luego dejarlo en el lodo,
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gente que nunca llegará a saber en primera


persona cuán importante son las palabras lealtad,
honradez y valentía, para mirar de frente a una
persona a los ojos y decirle y mostrarse como son
de frente, sin mentiras, sin tapujos y sin disfraces
de cordero.

Pero bueno, cambiando de tercio, no estoy aquí


para hablar de esos infames, solamente de
escribir un relato que acontece a nuestro héroe,
Maiton el hombre detrás del mito, de sus inicios al
mercado laboral, de sus aficiones juveniles como:
escalar árboles, saltar fachadas, subir edificios,
etc...Hago esto porque una vez me propuso que
escribiera algo de él y le dije: “Ya veré” para luego
de darle alguna que otra vuelta decidirme a
plasmar en un relato parte de su vida y trayectoria.
Espero que esta lectura sea de su agrado que ya
mismo voy a empezar.
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CAPÍTULO I

EL ORIGEN

Corría el año 1982 y en la Plaza de los Pescaitos


había un niño de siete años, delgado y ambiguo
que se subía en aquellas bastas palmeras para
coger nidos de gorriones. Por aquella época el
Naranjito era más conocido que la viagra ya que
era año de Mundial de Fútbol. Exhibiendo su
camiseta de Naranjito jugaba al fútbol con otros
coetáneos, gente como Ramón Ramito, Purito,
Ceró,Toto y un servidor; en aquel entonces le
conocíamos por su nombre de pila “Manolito
Rendón”. En el transcurso del tiempo sus motes
no tardaron en ser memorizados por sus
compañeros de juegos; motes como: Renduela,
Catichuela, Pechuguín Pechuga y finalmente
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Maiton.

El nombre de Maiton viene de unos dibujos


animados del año 89-90 con un enfoque bastante
prehistórico en el que un joven de nombre Thor
viaja con su compañero de aventuras, un joven
dinosaurio: Litle Rok. En un momento de la
narración de esa historia un anciano está a punto
de caer por el pico de una montaña y Thor y Litle
Rok se percatan de ello y acuden en su ayuda; el
anciano muy agradecido regala a Thor una estaca
que guarda ciertos poderes y que solo la debe
utilizar cuando se encuentre en peligro. El
funcionamiento de dicha estaca era el siguiente:
Thor levanta la estaca e invoca el poder de
Maitors gritando “¡Maitors!”, en ese momento es
dotado de una fuerza sobrehumana… incuso
puede volar. Y ese es el origen de su mote que
aunque debería ser correctamente pronunciado
como Maitors derivó simplemente en Maiton, lo
cual mucha gente joven no sabe el origen de
dicho mote, por eso me veo en la responsabilidad
de explicarlo.

Nos situamos en 1989: Maiton, yo y Manuel


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Crespo Gilabert estamos jugando al escondite y


nos metemos en el zaguán de una casa para así
ocultarnos, el Maiton empuja la segunda puerta de
entrada y para nuestro asombro la abre, tanto
Manuel Crespo y un servidor nos quedamos
perplejos al pensar que esa puerta debería de
estar cerrada y en lugar de marcharnos de allí la
curiosidad pudo más que el sentido común y
visitamos la casa completamente, de arriba a
abajo: la cocina, el baño… absolutamente todo.
No había duda que habíamos escogido el mejor
escondite aunque en ese momento, podéis estar
seguros que no nos importaba lo más mínimo ese
juego, de hecho se nos había olvidado por
completo. Seguimos y seguimos curioseando
tanto es así que parecía que era nuestra propia
morada nos encontrábamos tranquilos exentos de
preocupaciones sin pensar que de un momento a
otro sus propietarios podrían venir, de ahí que
nuestro sentido común brillaba en su más total
ausencia. Dicen que la ignorancia es atrevida y
nuestro ejemplo corroboraba totalmente esa
teoría.

Llegó el momento que nos fuimos de allí pero


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pensando que mañana teníamos que volver, y


vaya si volvimos, hasta ese día me levanté con
ganas de ir al colegio pensando en lo bien que
nos lo íbamos a pasar en nuestra nueva casa.

Llegó el segundo día y nos dimos lugar en ese


sitio, así que entramos. Como ya teníamos
memorizada la casa pues nos dedicamos a hacer
“reformas” quitando puertas y ventanas de sus
respectivas bisagras y hasta un inodoro y un
lavabo. Vimos una lata de pintura herméticamente
cerrada que costaba mucho esfuerzo abrir;
Manuel Crespo lo intentó y desistió luego le dije “a
ver… trae” y le metí un cuchillo en la abertura de
la tapa para hacer palanca y se abrió explotándole
de lleno a Manuel Crespo la lata de pintura en la
cara. ¡Hombre! Llenar nos llenamos todos pero
Manuel Crespo se llevó la peor parte, recuerdo
que la pintura era azul y que solo había que
ponerle un gorro blanco para qe pareciera un
pitufo. En ese momento nuestro buen rollo
desapareció dando paso a una intensa
preocupación; nos fuimos cagando leches dejando
lo que quedaba de la lata de pintura derramada
por la casa, las pertas y ventanas desmontadas y
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el váter y el lavabo.
Un vecino de dicha casa, de nombre Joaquín
Moreno fue testigo de nuestro ruido y estampidas
así que llamó a la policía, la policía a su vez llamó
al propietario de la casa; un tal Antonio Guerrero
que para más inri era hasta de mi familia; pero ya
he dicho que no sabía que ese individuo era el
propietario de ese inmueble y mucho menos que
fuera de mi familia. Por ese dato fue que el
hombre no quiso, interponer denuncia alguna; lo
cual, a día de hoy, le agradezco. Pero fue un
varapalo para el hombre que me consta que me
cogió una inquina y antipatía que desde luego
comprendo.
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CAPÍTULO II

PRIMERA BORRACHERA

Llegó el verano de 1990, concretamente la velada


de NTRA. PATRONA LA VIRGEN DE LA OLIVA en
el mes de agosto. Maiton, Jorge, Julián, Juan, etc.
hicieron una recolecta con las pagas de sus
progenitores y compraron ginebra y coca-cola
para hacer Cubatas. En el parque de los
Remedios, lindando con la pista de los coches de
choque el Maiton se excedió más de lo normal y
empezó a beber y beber tanto que alguno de sus
compañeros apenas probó sorbo.

Con el exceso de alcohol no tardaría en aparecer


los síntomas de embriaguez que en aquel
entonces eran nuevos para él. Empezó a gritar a
los transeúntes que se le antojaba, a subirse en
los coches e ir saltando de uno a otro. Algunos
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vecinos siendo testigos oculares de tal vandalismo


no dudaron en llamar a la policía la, se presentó
Utrera y el Perkin el cual llamó al Maiton para
pedirle el DNI a lo que el Maiton contestó con un
“vete al carajo”, esta falta de respeto hizo enfadar
mucho a este agente del orden que lo cogió por el
brazo y lo zarandeo mientras que el Maiton,
en lugar de achicarse, golpeó con un manotazo
en el rostro de dicho agente cayéndole al suelo la
gorra y las gafas. El agente en lugar de golpearlo
se contuvo porque Maiton era menor de edad y
además había numerosos testigos, con lo cual le
echarían una multa que pagaría su padre o tal vez
se la anularían; de hecho es un dato que
desconozco por eso no me atrevo a reafirmarlo.
Lo que sí que es cierto es que desde ese
momento Maiton se convirtió en una especie de
héroe local para chicos de carácter desinhibido.

Tras ese episodio se quedó varios días en casa


sin salir, supongo que por la vergüenza de todo el
revuelo causado, finalmente a los cinco días salió
de su casa y sus amigos no tardaron en darle la
“enhorabuena” por tal heroicidad a lo que él aludía
con un gesto de aparente venganza, el cual sus
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amigos no entendían, incluso un servidor tampoco


lo entendía en ese momento, pensábamos que
golpear a un policía local en aquel momento y en
esas circunstancias era motivo de orgullo pues los
demás colegas te daban un estatus de líder de la
“manada”. Con el tiempo comprendí que no, pero
claro hay que trasladarse a los trece años que yo
tenía entonces.
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CAPÍTULO III

LAS VARIEDADES

Pasaron cuatro años y con ello la incorporación al


mercado laboral. Su primer trabajo fue en un pub
donde era el encargado de recoger los vasos y los
botellines que la gente se bebía y llevarlos de
nuevo a la barra. Era un trabajo ingrato y además
mal pagado pero el pueblo hace más de veinte
años no ofrecía grandes oportunidades; así que
su trabajo se lo tomó más bien como un hobby al
que asistía de noche y salía al amanecer, por lo
tanto no tenía que madrugar . En ese momento
compaginaba su trabajo con su afición a escalar
ventanas y balcones, tejados, etc., pero solo por
placer. Recuerdo un día que se metió en la Casa
del Mayorazgo y empezó a orinarse en las
braguitas de Milagros Crespo, desde entonces por
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el padre de Manuel Crespo Gilabert y a su vez


padre de Milagros, Maiton y un servidor fuimos
declarados personas non gratas en la Casa del
Mayorazgo.
Un día fui con Maiton a Conil de la Frontera,
pueblo vecino del nuestro, por aquel entonces
Maiton no presentaba síntomas alopécicos,
resumiendo que se afeitaba la cabeza y se dejaba
unos pelos en el flequillo estilo bigote. Está claro
que con esa presencia llamaba la atención y aún
más en un pueblo que no era el suyo. Entramos
en un bar donde había una mesa de billar y nos
dispusimos a echar una partida en ese momento
vi como un chico algo menor que nosotros nos
miraba con cierta sorna y pensé que era por el
estrafalario pelado del Maiton, miré al Maiton y le
dije: “No le hagas caso a ese gilipollas, ten en
cuenta que no estamos en nuestra zona de
confort” a lo cual él me dijo. “¡Se acabó la partida!”
y cogió la bola blanca y se la tiró en la frente de
dicho gilipollas provocando en el agredido un
llanto ensordecedor del que se percataron más
gente de allí, y dije: “¿Qué hacemos ahora?” y él
me contestó: “No es momento de preguntar nada”
así que nos fuimos de allí antes de que pasara
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algo más desagradable. Creo que al final no hubo


intención de agredirnos, precisamente por la pinta
de cabeza rapada que tenía el Maiton así que, a
veces, una estética siniestra te puede salvar de
algún tropiezo.
Recuerdo un día que nos subimos a la Torre del
Mayorazgo escalando de azotea en azotea
llegamos al final de la calle Corredera
concretamente encima del bar Arriate; ya se que
era una extraña afición pero no hacíamos daño a
nadie aunque reconozco que no está bien hacerlo
porque aunque, no se tenga intención de robar, el
allanamiento de morada es un delito tipificado por
el código penal.

También otra anécdota referente a la Casa del


Mayorazgo era la siguiente: Un día buscamos a
Manuel Crespo para que saliera con nosotros, ese
día era sábado y se levantó más bien tarde, su
abuela Ana la Viloria fue a avisar que se levantara
que ya allí habían venido sus amigos, sin la
abuela percatarse de ello, su nieto ya se había
levantado y estaba ya en el cuarto de baño
aseándose un poco. En ese momento el Maiton
subió las escaleras de la casa donde estaba la
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habitación de Manuel y sin pensarlo se metió en la


cama de Manuel abrigándose con las mantas, la
abuela de Manuel vio el bulto en la cama y pensó
que era su nieto diciéndole: “Manolito levantate ya
que ahí están tus amigos” y al destapar las manta
Ana se dio cuenta que tal sujeto no era su nieto y
le espetó: “¡Tu no eres mi nieto, sinvergüenza! Y
Maiton dijo: “Usted tampoco es mi abuela”, esa
contestación la hizo enloquecer diciéndole:
“¿Dónde está mi nieto? ¡Sinvergüenza!”
intentándolo agredir y a eso que aparece el nieto
diciéndole: “Abuela, estoy aquí”. Anécdotas como
estas hay mil.

También recuerdo un vez que estuvimos los dos


en la discoteca El Molino y vi por un instante que
mi amigo Raúl Clavijo estaba metido en una
disputa, fui a ver que pasaba y un gilipollas al que
no voy a nombrar aquí se metió en dicha disputa
para avivar más el caldeo queriendo pegar a mi
amigo Raúl y echándome cojones a mi. Yo no
quería pelear pero estaba tranquilo intentando que
ese sujeto se calmara y me amenazó con
pegarme, en ese momento vi a una chica que, en
ese momento, sexualmente me ponía palote y
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para hacer gala de mi hombría le increpé con


desagradables improperios hasta cruzarle la cara
con tres o cuatro puñetazos de los cuales Maiton
fue testigo ocular. Al ver la acción Maiton se arrojó
hacia ese desdichado hombre lanzándose desde
una plataforma al suelo encima de él, algo
parecido a una película de acción. Tras el revuelo
alguien llamó a los porteros de la disco y para
nuestra suerte ya habíamos dejado de pegarle ero
el pobre hombre que había sido humillado y
torteado tenía bastante herido su orgullo y se fue
para intentar agredirnos cuando en ese momento
vinieron los porteros y preguntaron: “¿Quiénes
son los de la pelea?” a lo cual yo y el Maiton
dijimos: “¿Es él, no ve que quiere pegarnos?” El
portero redujo al hombre con una llave de brazo y
lo condujo hacia la salida. En cambio nosotros,
que también habíamos liado el cotarro, nos fuimos
de rositas.

En otra anécdota también recuerdo que nos


colamos en el almacén de Ramón el de Adela que
estaba ubicado en la calle Corredera, la puerta
estaba cerrada y con un hierro hicimos palanca en
el candado consiguiendo romperlo y por
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consiguiente abriéndose la puerta. Todavía


recuerdo esa sensación… había cajas y cajas de
tabaco de todas las marcas y cogimos tantos
cartones como quisimos. Algún cigarro también
fumé, cosa que era rara en mi que casi nunca he
fumado pero como había bastante material me di
mi personal homenaje, con el resto de la
mercancía la vendimos para obtener dinero para
comprar alguna que otra revista porno.
Ya que estoy hablando de los primeros años de la
década de los noventa y ya sabéis algunos de
nuestros coetáneos que en esa época no había
Internet y ningún chaval de nuestra edad tenía
ordenador ni móvil, etc...por eso no quiero que
nadie piense que eramos más pajilleros que los
demás, nos hacíamos las mismas pajas que
cualquier hijo de vecino ya que con trece o catorce
años la persona está en una edad muy pajillera.

Con el tiempo el Maiton empezó a reciclarse,


aprendió a pintar de la mano de su amigo Diego
Valdés y con ello el desempeño con gran maestría
de ese noble oficio. No tardaron en llamarlo gente
para que él les hiciera el trabajo de pintura y
decoración; luego trabajó en el mismo oficio pero
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con el hermano de su maestro, Manuel Valdés.


Maiton estaba bajo las ordenes dictatoriales de
Manuel cuando, por fin, lo dejó para trabajar por
su cuenta porque pensó que ya era hora de
ponerle las cartas boca arriba a tan patético
personaje.

Tras su independencia laboral Manuel fue


devorado por unos celos enfermizos ya que
Maiton cogía más trabajo y con un mayor
presupuesto. Así que Manuel,cuando lo veía, se
metía con el vejándolo y ridiculizándolo la prole.
Todas esas chiquilladas de Manuel hicieron un día
enfadar a Maiton que lo paró y abofeteó en la
calle, la reacción de tal disputa fue así: Manuel
baja por el Arco de la Villa, Maiton lo acecha como
un puma a un antílope y le recrimina:

MAITON: ¡Escúchame gilipollas! ¡Que sea la ´ltima


vez que te metes conmigo!

MANUEL: ¿A mí me vas a dar tú? ¡Quita de aquí


majareta que tú a mí no me conoces!

Y lo empujó, cuando de pronto empezó una


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cruenta y dura batalla en la que no se veía un


claro vencedor. Manuel agarro la cabeza de
Maiton para hacerle un guillotina y Maiton mordió
el dedo de Manuel y este salto gritando como una
soprano; al instante llegué y separé la trifulca
apartando a Maiton y a Manuel. El contacto físico
remitió pero los improperios vocales seguían y
seguían por parte de los dos: hijo de …, cabrón,
etc … Tras ese episodio tan tenso hubo un
entendimiento llegando al dialogo, limaron
asperezas para así redimirse ambos de la mal que
habían actuado.
Manuel reconoció que el origen de esa disputa fue
por su culpa por no poder ponerle freno a esos
celos, mientras que Maiton también se arrepintió
de caer en la provocación. Con todo eso los dos
hicieron examen de conciencia lo cual honra a los
dos como personas.

En otra ocasión, recuerdo que era verano, en la


Plaza de los Pescaitos Maiton estaba con algunas
copas de más mientras cantaba imitando a King
Africa:

MAITON: ¡¡¡BOOOOOMBA!!!! ¡Sensual! ¡Al que


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no le guste que no mire! En ese momento Pedro


Blanco Pardo llamó a los policías locales diciendo
que había un hombre molestando a la clientela del
Bar Trafalgar, ubicado en la Plaza de los
Pescaitos, acto seguido llegaron dichos agentes y
pidieron a Maiton que se identificase, el Maiton
dijo que antes iba a orinar. Esa contestación hizo
enfadar a los agentes cambiando el tono de voz,
entonces me personé ante ellos siendo testigo de
tal abuso y les dije: “¿Qué pasa, que este hombre
no puede estar en la calle?”. El agente me dijo a
mi que también me identificara a lo cual contesté:
“ ¡Pues la llevas tu clara! No sé ni cómo me llamo
ni dónde vivo ni me interesa! “. El policía no daba
crédito a lo que estaba oyendo y mucho menos a
lo que estaba pasando y dijo: “Este hombre está
molestando a la gente...” En a defensa del Maiton
dije que no estaba molestando, está cantando en
la calle y que yo sepa cantar no es un delito,
puede que no cante muy bien pero Enrique
Iglesias, hijo de Julio Iglesias canta mal y mira
donde está. Ante esta explicación los policías no
sabían que hacer y optaron por marcharse.

Recuerdo una vez que Maiton tuvo una aventura


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sentimental con una chica de Vejer, muy


acaudalada por cierto, el padre de esta chica tenia
una empresa de distribución de bebidas
refrescantes y cervezas; le llamaban de mote “El
Pollo de Carne”. Con el tiempo esa relación se fue
a la mierda porque el padre metió las manos
dentro infundado por las crítica de alcahuetes y
marías; el Maiton estuvo un tiempo muy deprimido
a consecuencia de esa ruptura, tanto es así que
estuvo varios meses sin salir de su casa hasta
que no tuvo más remedio y se levantó. Olvidando
este mundo en el que vivía y abrazando el mundo
en el que estaba, volviendo poco a poco a resurgir
de sus cenizas como el Ave Fénix. Tuvo alguna
caída depresiva temporal que trataba,
erróneamente, de olvidar con alcohol hasta que un
día su amigo Alfonso le dijo: “¿Pero qué demonios
haces?. ¿No te vas cuenta que tú mismo estás
arruinando tu vida?” Esas palabras, cargadas de
sinceridad hicieron recapacitar a Maiton, y por
consiguiente le llevó a cambiar de vida
refugiándose en la religión para redimir sus
errores y los miedos del pasado. Hoy día es un
hombre nuevo que camina por la vida y la gente lo
quiere tal como es; aunque, de vez en cuando,
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también se toma sus copitas pero de una manera


controlada.

En otra ocasión también recuerdo una noche


lejana de verano, cuando eramos adolescentes y
se me ocurrió llamar en una cabina telefónica a un
vecino para gastarle una broma, dicho vecino era
Paco el de la Ambulancia. A la cuarta llamada
Paco cogió el teléfono todavía con la voz
adormecida, en ese momento le pasé el teléfono a
Maiton y le dije: “Habla tú, dile algo, lo que sea” y
ni corto ni perezoso el Maiton soltó: “¡Me voy a
follar a tu hija!” y colgó rápidamente. Luego le dije:
“¡Hombre! Por qué has dicho eso, de saber que
ibas a decir eso no te paso el teléfono; a lo que él
me contestó: “Es lo primero que se me ha pasado
por la cabeza” y le dije: “Pues vaya hombre, con
todos los temas que hay para discutir y tú vas u le
dices eso”.

La siguiente anécdota fue en la empresa familiar


de mi padre que, como todos sabéis era una
funeraria. Una vez que mi padre se ausentó de
sus quehaceres para tomar unas “chiquitas” en el
Bar de Navarro aproveché para entrar con el
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Maiton y Manuel Calvo Chacón y jugar a los


vampiros. En esa ocasión a Manuel Calvo
Chacón, apodado Zoreja, le tocó interpretar a esa
tenebrosa criatura y se metió en uno de los
ataúdes de mi viejo Mientras yo, cogía un palo
roto de fregona para que sirviera de la famosa y
cinematográfica estaca de ese tipo de películas.
Pero, en ese justo momento Maiton improvisó un
papel de total carencia del guion cerrando el ataúd
con el Zoreja dentro. - ¡Sacadme de aquí! , gritó el
Zoreja –. Yo ni reaccionaba pues, como os podéis
imaginar, estaba flipando. Hasta que llegó mi
padre que, con esa llegada, liberó al Zoreja que
lloraba sin cesar por esa claustrofobia. Tan ruidoso
era el llanto del Zoreja que hasta su madre que
estaba haciendo la comida fue testigo auditivo de
tal drama y se personó ipso facto en el lugar para
proteger a su vástago. Tanto Maiton como yo
dijimos que se había metido en el ataúd y le había
dado miedo. En ese momento, la madre del
Zoreja, abre completamente la mano derecha y
esta impacta con sus cinco dedos en la cara de su
hijo dejándole marcados los cinco dígitos en su
cachete derecho, lo cual hozo que el Zoreja llorara
aún más llegando a insultarnos a los dos por
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nuestras mentiras que fueron el detonante de que


su madre le pegase el bofetón.

En otra anécdota, también recuerdo cuando vio a


la pareja de su ex novia y empezó a increparlo:
“¡Bajate del coche maricón! ¿Por qué me quitaste
a mi chica? ¡Te voy a matar!”; el novio de su ex no
le hizo caso y prosiguió su marcha. Es sabido por
todos que el actual novio de su ex ha disputado un
lamentable combate a puñetazos con su suegro,
por eso digo yo que a veces, cuando crees que lo
has visto todo, las cosas pueden ir todavía a peor.
En ese mismo tiempo, un servidor, intentó
fallidamente la reconciliación de los supuestos
tortolitos de la siguiente manera: inventé una
canción escrita para que el Maiton se la cantara,
la canción era así:

Aunque lo intento no te puedo olvidar


hemos creado un vinculo extrasensorial
cierro los ojos y no lo consigo,
te recuerdo aún más
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sintiendo la pasión solo puedo gritar:


¡Te quiero, vuelve conmigo!
Aunque tu padre te desherede siempre
estaremos los dos...

¡Hombre! La canción me la estuve currando medio


minuto, con lo cual tampoco está tan mal. Aunque
Maiton no pudo terminar de cantársela porque
intentó hacerlo por teléfono y al pobre no le dio
tiempo de terminar la primera estrofa.
Con el tiempo la olvidó definitivamente y luchó por
ponerse otra vez de pie; como le dijo su amigo
Antonio Casero Bernal: “Maiton, caer está
permitido, levantarse es obligatorio”. Tras esas
palabras de sabiduría experimentada de su amigo
Maiton quiso llevarlas a la práctica y predicar con
el ejemplo de un hombre bueno y leal a sus
principios.

Aunque de vez en cuando recuerdo alguna que


otra anécdota de cuando era joven y rebelde,
anécdotas como, por ejemplo, la siguiente:
Estábamos en el Colegio Comarcal Los Molinos
tirándole piedras a las ventanas cuando, de
pronto, Maiton rompe un cristal de una pedrada;
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acto seguido nos quitamos de en medio mientras


que otra persona (Kiko el Tumba) se pone en el
lugar en el que el Maiton tiró la piedra. Al instante
se oyó: “¡Sinvergüenza, te voy a denunciar! ¡Voy a
llamar a los municipales! Era Enrique Caravaza,
profesor de primaria, increpando a Kiko el Tumba.
Como dijo llamó a los municipales y estos llegaron
pronto, cosa totalmente inusual pero así fue, como
ya sabían a quién buscaban se fijaron en Kiko y le
dijeron que se detuviera pero este, asustado como
una rata bajo losa, huyó del lugar y los
municipales le persiguieron por las Hijuelas de
Lucas llegando hasta la Carretera de los Soldados
donde finalmente fue capturado y llevado a la
casilla en el coche municipal para tomarle
declaración y demás procedimientos que se
suelen hacer.

Llegado el tiempo actual Maiton se ha convertido


en un ciudadano ejemplar que no duda en
esbozar una sonrisa al recordar parte de su
rebelde pasado pero como él dice es un hombre
nuevo y lo demás forma parte de su pasado;
porque, como bien sabemos todos, no podemos
huir del pasado porque es el origen pero tampoco
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debemos vivir anclados en él porque te impide


vivir el presente y atemoriza pesar en el futuro.
Solamente con vivir el presente y aprender de los
errores pasados es como se puede construir el un
futuro más desahogado y de eso nuestro héroe
está bastante empollado.

Y para finalizar este breve relato quiero


despedirme como él en su mayor apogeo:

¡¡¡BOOOOOOMBA, SENSUAL!!!! Y AL QUE NO


LE GUSTE QUE NO MIRE.

THE END
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