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- deJulio Cortázar
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Para una deliciosa versión de la leyenda de Santa Marta, véase Lta leyenda
¿urea, de Jacobo de Vorágine.
ESTUDIOS 5
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Vio a Nino llorando, a su madre y a Inés con los guantes que aho-
ra eran gorros violeta que les giraban y giraban en la cabeza, a
Nino con ojos enormes y huecos -tal vez por haber llorado tan-
to- y previó que ahora vería a Rema y a Luis, deseaba verlos y
no al Nene, pero vio al Nene sin los anteojos, con la misma cara
contraída que tenía cuando empezó a pegarle a Nino y Nino se
iba echando atrás hasta quedar contra la pared y lo miraba como
esperando que eso concluyera, y el Nene volvía a cruzarle la cara
con un bofetón suelto y blando que sonaba a mojado, hasta que
Rema se puso delante y él se rió con la cara casi tQcando la de
Rema, y entonces se oyó volver a Luis y decir desde lejos que ya
podían ir al comedor de adentro. (p. 30).
12 Cf. "Creo que son otras las fuerzas que contuvieron a Artaud en la orilla
misma del gran salto; creo que esas fuerzas moraban en él, como en todo hom-
bre todavía realista a pesar de su voluntad de sobrerrealizarse; sospecho que su
locura -si, profesores, calma: estaba lo-co- es un testimonio de la lucha entre
el horno sapiens milenario (¿eh, Sóren Kierkegaard?) y ese otro que balbucea
más adentro, se agarra con uñas nocturnas desde abajo, trepa y se debate, bus-
cando con derecho coexistir y colindar hasta la fusión total. Artaud fue su propia
amarga batalla, su carniceria de medio siglo; su ir y venir del Je al Autre que
EsTU DIOS G01
Le pareció que dulcemente una de las dos lloraba. Debía ser ella
porque sintió mojadas las mejillas, y el pómulo mismo doliéndole
como si tuviera allí un golpe. También el cuello, y de pronto los
hombros, agobiados por fatigas incontables. Al abrir los ojos (tal
vez gritaba ya) vio que se habían separado. Ahora si gritó. De
frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos.
porque yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes lindísima en
su sastre gris, el pelo un poco suelto contra el viento, sin dar vuelta
la cara y yéndose. (p. 438).
No creo que sea muy distinto este "pasaje" del que se produce en
"Axolotl", donde la compasión del narrador lo lleva a participar real-
mente, dentro de un axolotí, del sufrimiento que intuye en estos animales.
"Sufrían -dice-, cada fibra de mi cuerpo alcanzaba ese sufrimiento
amordazado, esa tortura rígida en el fondo del agua. Espiaban algo, un
remoto señorio aniquilado, un tiempo de libertad en que el mundo había
sido de los axolotl. No era posible que una expresión tan terrible que
alcanzaba a vencer la inexpresividad forzada de sus rostros de piedra,
no portara un mensaje de dolor, la prueba de esa condena eterna, de ese
infierno liquido que padecian" (p. 426).20 En conclusión, la libertad
proporcionada al axolotl mediante su "transmigración", exige el corres-
pondiente sacrificio del hombre, que pasará al "infierno" de los axolotl.
Conviene retener esta idea presente en "Lejana" y "Axolotl" -sacrificio
en favor de otro, de su libertad o felicidad- pues se repetirá en sus
líneas generales en "Las babas del diablo", que analizaré un poco mas
adelante. "Una flor amarilla" utiliza la noción de que "somos inmortales"
21 El suIbrayado es ino.
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payaso
Este enharinado u hombre sin sangre es demasiado clownesco
de un lado y demasiado horrible del otro ("los' ojos metidos en lohondo
y los agujeros de la nariz negros y visibles.. .") como para que su "ex-
trañeza" no sea tenida en cuenta. Es significativo, sobre todo, su modo
de caminar [cautelosamente, como si el pavimento le lastimara los pies".
¿No tenemos aquí una concreción metafórica del mal absoluto, o, más
precisamente, una nueva versión de su paradigma, "el 'diablo en per-
sona"? En esta versión, por cierto, no falta un rasgo típico: el de las
patas de cabra, sugerido en el difícil andar (los zapatos le resultan
incómodos). Recuérdese, más que el ya convencional Mefistófeles de la
leyenda medieval (según la visión fijada por Marlowe y Goethe), en
la recreación de esta "entidad" por Thomas Mann en Doctor Faustus,
y más que en' la escena de la tentación de Adrián, en algunos personajes
que la anticipan, como el de Schleppfuss. Cosa de "arte diabólica" pa-
rece también la animación de la foto, donde se le revelará a Michel
la verdadera participación del payaso espectral en el asunto.' Claro que
22 Subrayados míos.
23 Subrayado mío.
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JULIO MATAS
University of Pittsburgh.
24 En "Cortázar cuentista", Mundo Nuevo, París a' 23, mayo de 1968, p. ,90.