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5 Milagros de San Antonio de Padua

1. La mula de rodillas

El hereje, llamado Bonvillo, lanza el desafío al fraile afirmando: si tú, Antonio,


lograras probar con un milagro que en la Comunión de los creyentes está, velado,
el verdadero cuerpo de Cristo, yo renunciaré a cada herejía y abrazaré sin demora
la fe católica. Antonio acepta el desafío convencido de conseguirlo todo de Dios,
por la conversión del hereje.

Entonces san Antonio ordenó al animal: “En virtud y en nombre del Creador, que
yo, por indigno que sea, tengo de verdad entre mis manos, te digo, oh animal, y
te ordeno que te acerques rápidamente con humildad y le presentes la debida
veneración, para que los malvados herejes comprendan de este gesto claramente
que todas las criaturas están sujetas a su Creador, tenido entre las manos por la
dignidad sacerdotal en el altar”.

El santo ni siquiera había acabado estas palabras cuando el animal, dejando a un


lado el heno, inclinándose y bajando la cabeza, se acercó arrodillándose delante
de la Eucaristía. Una gran alegría contagió a los fieles y el hereje renegó de su
doctrina en presencia de toda la gente y se convirtió a la fe católica.

2. La predicación a los peces

En una ocasión, cuando un grupo de personas impedían al pueblo acudir a sus


sermones, san Antonio se fue a la orilla del mar y empezó a gritar: “Oigan la
palabra de Dios, ustedes los peces del mar, ya que los pecadores de la tierra no la
quieren escuchar”.

Mientras hablaba, los peces empezaron a unirse y a acercarse a él, sacando sus
cabezas fuera del agua para escuchar atentos las palabras del fraile que los
invitaba a alabar a Dios, creador del agua en la que encontraban su alimento y
vivían en serenidad.

Maravillados, los pescadores corrieron a la ciudad a contar lo que apenas habían


visto a los habitantes de la aldea, y con ellos, también los herejes, se arrodillaron
escuchando las palabras de Antonio.

3. San Antonio y el Niño Jesús


Al santo lo vemos representado casi siempre con el Niño Jesús, y esto se debe a
que cuando era todavía un joven fraile estaba rezando solo en una habitación
donde fue hospedado para un periodo de descanso, y el dueño, espiando a
hurtadillas por una ventana, vio que el fraile tenía en sus brazos un hermoso niño
al que abrazaba y besaba con intensa contemplación.

El hombre, atónito y extasiado por la belleza de aquel niño, se preguntaba de


dónde había salido y el mismo Niño Jesús le reveló a Antonio que el huésped
estaba observándolo. Después de larga oración, desapareció la visión, el santo
llamó al hombre y le prohibió contar lo que había visto. Con este acto de ternura,
Jesús demostraba su amor a su siervo bueno y fiel.

4. El pecador arrepentido.

Un día fue a él a un gran pecador, decidido a cambiar vida y de reparar todos


los males cometidos. Se arrodilló a sus pies para hacer la confesión pero fue
tal su conmoción que no logro abrir boca, mientras que lágrimas de
arrepentimiento le mojaron el rostro.

Entonces el santo fraile lo aconsejó de apartarse y de escribir sobre de una


hoja sus pecados. El hombre obedeció y volvió con una larga lista. Fray
Antonio los leyó en voz alta, luego recobró la hoja del reacio que estaba de
rodillas. ¡Cuál fue la maravilla del pecador arrepentido, cuando vio la hoja
perfectamente limpia! Los pecados desaparecieron del alma del pecador e
incluso del papel.

5.El joven resucitado.

Fray Antonio logró salvar al padre, falsamente imputado. Mientras Antonio se


encontraba en Padua, en la ciudad de Lisboa un jóven mato por la noche un
enemigo suyo y lo enterró en el jardín del padre de Antonio. Encontrado el
cadáver, el dueño del jardín fue acusado. Ése trató de demostrar su inocencia,
pero no lo logró. El hijo, sabiendo esto, fue a Lisboa y se presentó al juez
declarando la inocencia del padre, pero este no quiso creerle.

Entonces el Santo hizo llevar en tribunal el cadáver del muerto y entre el susto
de los presentes, lo volvió a llamar en vida y le preguntó: ¿Ha sido mi padre a
matarte?". El resucitado, sentándose sobre su cama, contestó: "No, no ha sido
tu padre" y recayó supino, volviendo cadáver. Entonces el juez, convencido de
la inocencia de aquel hombre, lo dejó ir.

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