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SEMINARIO MAYOR SAN JOSE-ZIPAQUIRA

SEMINARIO DE SÍNTESIS FILOSÓFICA


PROFESOR. JORGE ENRIQUE MALPICA B. PBRO.
ESTUDIANTE: DANIEL ORLANDO OROZCO ORTIZ
CURSO II DE FILOSOFÍA
TESIS N° 21: LA RELACIÓN ENTRE FE Y RAZÓN
FECHA 21 DE OCTUBRE DE 2015
_________________________________________________________________________
LA RELACIÓN ENTRE FE Y RAZÓN

1. INTRODUCCIÓN
El 14 de septiembre de 1998 el entonces Papa San Juan Pablo II canonizado el 27 de
abril de 2014, publicó la encíclica fides et ratio en la que presenta al hombre como quien
desea conocer la verdad, y para elevarse a su contemplación lo hace sostenido por dos alas,
que son la fe y la razón. En las primeras líneas de este documento el Sumo Pontífice habla
de un camino que el hombre ha recorrido desde la admiración de la realidad que lo rodea
hasta la comprensión de su sentido. Además presenta a la Iglesia como aquella que no es
ajena a este camino de búsqueda de la verdad y lo sintetiza en una expresión bastante clara:
“la diaconía de la verdad”, donde los fieles creyentes se unen al esfuerzo de toda la
humanidad por alcanzar la verdad y también que cada esfuerzo que se hace por anunciar la
verdad es solo un peldaño que se escala hacia la contemplación de aquella verdad total que
se manifestará en Dios.1
En este documento el Papa presenta a la filosofía como uno de los caminos que tiene
el hombre para conocer la verdad. Entonces del asombro del hombre por la creación se
derivan unos conocimientos fundamentales que se busca sean además universales para
comprenderse mejor y progresar en la realización de sí mismo.2
La Iglesia ve entonces en la filosofía “el camino para reconocer verdades
fundamentales relativas a la existencia del hombre”3 y en definitiva el Papa dirige su mirada
hacia la razón animado por el hecho de que la búsqueda de la verdad última parece a menudo
oscurecida, pues se han construido sistemas de pensamiento complejos con mucha validez,
pero estos resultados en primera instancia positivos no deben olvidar que la razón hace tender
al sujeto a una verdad que lo trasciende. Entonces uno de los problemas de esto, es el
pluralismo de posiciones que se ha vuelto indiferenciado y se basa en el convencimiento de
que todas las posiciones son igualmente válidas, con lo que todo se reduce a la opinión. Ante
esta realidad afirma el Papa que la Iglesia reafirma la necesidad de reflexionar sobre la verdad
y sobretodo su fundamento en relación a la fe.4

1
Cfr. JUAN PABLO II, Fides et ratio, Paulinas, Bogotá 2009. N. 1-2.
2
Ibídem N. 3-4
3
Ibídem N. 5
4
Ibídem N. 5-6

1
2. RELACIÓN ENTRE FE Y RAZÓN

El Concilio Vaticano I, afirmó que además del conocimiento de la razón humana,


capaz de conocer por su naturaleza, existe un conocimiento que es peculiar de la fe, en el que
Dios se revela como la Única Verdad5. Entonces la verdad que proviene de la reflexión
filosófica no se contradice ni se confunde con la que proviene de la Revelación. Este doble
orden de conocimiento es distinto por su principio y por su objeto; el primero indica que en
uno conocemos por razón natural y en el otro por fe; el segundo porque aparte de lo que la
razón nos invita a encontrar, se nos invita a profundizar en los Misterios escondidos en Dios6.

La fe y la razón se encuentran desde los inicios de la predicación evangélica. Los


apóstoles tuvieron que enfrenarse con las corrientes filosóficas de la época; en el libro de los
Hechos de los Apóstoles, se narra que San Pablo tuvo una discusión con filósofos epicúreos
y estoicos (Hch 17,18). Este episodio muestra que para los primeros cristianos no era
suficiente con referirse a Moisés y a los Profetas para evangelizar a los paganos, sino que
debían también apoyarse en el conocimiento natural de Dios y en la voz de la conciencia
moral de cada hombre. Un primer intento que se realizó para mostrar el vínculo entre razón
y religión fue hecho por los padres de la Iglesia que buscaron no quedarse en los mitos
antiguos, sino en un fundamento racional de su creencia en la divinidad; se buscaba entonces
una conciencia crítica de aquello en lo que se creía. Además al igual que San Pablo, San
Ireneo y Tertuliano se enfrentaron a una cultura que pretendía subordinar la verdad de la
Revelación a las interpretaciones filosóficas7.

Ante el principal objetivo de los primeros cristianos que era el anuncio de Jesucristo
Resucitado, el encuentro con la filosofía no fue algo tan fácil de lograr. Uno de los pioneros
en realizar dicho ideal fue San Justino quien afirmaba luego de su conversión que “en el
cristianismo había encontrado la única filosofía segura y provechosa”8. Luego Clemente de
Alejandría llamó al Evangelio la verdadera filosofía, además para este autor la filosofía
griega no tiene por cometido completar la verdad Cristiana, antes bien la defensa de la fe.

Orígenes al querer responder a Celso, asume la filosofía platónica para buscar


argumentos. Dentro de esta cristianización del pensamiento platónico aparece San Agustín
quien logró hacer la primera gran síntesis del pensamiento griego y latino. Esta síntesis sería
durante siglos la forma más elevada de especulación filosófica y teológica. Según San Juan
Pablo II los autores hasta ahora mencionados “fueron capaces de sacar a la luz plenamente
lo que todavía permanecía implícito y propedéutico en el pensamiento de los grandes

5
Cfr. Const. Dogm. Dei Filius, sobre la fe católica, III: DS 3008. Citado en Fides et Ratio, Op.cit. N. 8.
6
Cfr. JUAN PABLO II, Op.cit, N. 9
7
Ibídem N. 36-37
8
Diálogo con Trifón, 8, 1: PG 6, 492. Citado por Fides et Ratio. Op.cit. N. 38

2
filósofos antiguos”9, ya que mostraron que la razón saliendo de la calle de los mitos podía
abrirse de una forma más adecuada a la trascendencia.

San Anselmo en el intellectus fidei presenta a la razón no como aquella que juzga los
contenidos de la fe sino como la que descubre las razones que permitan a todos entender los
contenidos de la fe. Entonces la fe requiere que su objeto sea comprendido con la ayuda de
la razón; la razón, en el culmen de su búsqueda, admite como necesario lo que la fe le
presenta. 10
El Papa en este punto resalta el valor del pensamiento Tomista, quien argumentaba
que la luz de la razón y la luz de la fe proceden de Dios, por lo que no pueden contradecirse.
Según Santo Tomás la naturaleza (objeto propio de la razón) puede contribuir a la compresión
de la revelación divina; por ello la fe no teme a la razón, sino que la busca y confía en ella.
Presenta la fe entonces como el ejercicio del pensamiento, pues esta no queda vacía al aceptar
los contenidos de la fe, de hecho la fe supone libertad y conciencia, que son propias de la
capacidad racional del hombre.11

Todos los intentos de unidad entre fe y razón llegan a “una nefasta separación”; se
empezó a profesar una desconfianza general, escéptica y agnóstica para dar más espacio a la
fe o para desacreditar cualquier referencia racional posible a ella. En el punto más alto de
esta separación, ya en el periodo contemporáneo surge el idealismo, el humanismo ateo. En
el campo científico se ha ido imponiendo una mentalidad marcadamente positivista que
olvida toda relación con la visión metafísica y moral. Por otro lado la consecuencia de la
crisis del racionalismo dio surgimiento al nihilismo como filosofía de la nada, que ve en la
investigación como fin en sí misma, sin que ella pueda llegar a la verdad. Otras corrientes
según el Papa tienen como objetivo único lograr la certeza subjetiva o la utilidad práctica, y
con esto el entendimiento se cierra a conocer lo verdadero y lo absoluto.12

9
Cfr. JUAN PABLO II, Op.cit N. 41
10
Ibídem N. 42
11
Ibídem N. 43-44
12
Ibídem N. 45-48

3
3. CREO PARA ENTENDER Y ENTIENDO PARA CREER

a. Credo ut intellegam13

En la Biblia se atestigua sobre todo en los libros sapienciales el vínculo existente entre
el conocimiento de la fe y el de la razón. De manera especial en los libros sapienciales se
encuentra una referencia al hombre sabio como aquel “que ama y busca la verdad”. Ésta es
pues una característica que es común a todos los hombres. Mediante la razón comprendemos
el mundo y lo que en él sucede, pero al entrar en contacto con la fe, ella interviene para hacer
comprender al hombre que es Dios quien actúa en todos estos acontecimientos; en esta
mirada de fe se descubre la presencia operante de la providencia. Con estos elementos se
afirma que no existe motivo para que haya competitividad entre la razón y la fe puesto que
en Dios está origen de cada cosa, mientras que al hombre le corresponde con su razón
investigar la verdad de esta creación.14

En el libro de la Sabiduría se afirma que Dios se da a conocer por medio de la


naturaleza, y el hombre con su inteligencia está en capacidad de conocer, de filosofar sobre
esta realidad. Ante esto “de la grandeza y hermosura de las criaturas, se llega, por analogía,
a contemplar a su autor” (Sb 13,5); este constituye el primer paso de la revelación divina, al
que el hombre por medios racionales puede conocer a su creador. Apunta el Papa en este
aparte que si bien es válida la capacidad racional para apoyar el argumento anterior, la fe es
necesaria para afirmar la verdad de dichos postulados.

Para San Pablo, a través de la creación, los ojos de la mente pueden llegar a conocer
a Dios. Aquí la capacidad racional que va más allá de sus límites naturales, puede no solo
quedarse en el conocimiento sensorial, sino que mediante este puede hallar la realidad que
da lugar a todo lo sensible; se afirma con esto la capacidad metafísica del hombre. Finalmente
la relación del cristiano con la filosofía, según el Papa, requiere un discernimiento radical.
Los filósofos que ven la muerte de Cristo, no logran comprender cómo la muerte puede ser
fuente de vida y de amor; esta sabiduría de la cruz supera todo límite cultural y se abre a la
universalidad de la verdad; por tanto la filosofía con ayuda de la fe comprende el misterio de
la cruz, y los cristianos debemos discernir la verdad y leer a la luz de la fe y la razón, como
la fuente del creer para entender15.

13
Expresión latina que traduce <<Creo con el fin de entender>>. Se referencia a Isaías 8,9 “a menos que creas,
no entenderás”. San Agustín vincula la fe a la comprensión o al conocimiento. Además para este Santo “el
conocimiento implica siempre la creencia, pero la creencia no implica siempre el conocimiento”. Reafirma
diciendo que solo aquello en lo que se cree, es lo que se busca. Se refiere entonces a una fe de carácter
sobrenatural, y a un conocimiento de origen divina, ligado a la Iluminación. En San Anselmo, encontramos una
frase que dice “no te pido que entienda para creer, sino que crea para entender”. El credo et intelligam
anselmiano acentúa la necesidad de empezar con la fe, dentro de la cual, se da la comprensión lo que
previamente a la fe o fuera de ella resultaría ininteligible. Para consultar más, véase Cfr. “Credo et intelligam”,
en FERRATER, J. Diccionario de filosofía, Alianza, Madrid 1980.
14
Cfr. JUAN PABLO II, Op.cit N. 16-17
15
Ibídem N. 22-23

4
b. Intellego ut credam

En los viajes hechos por San Pablo a Atenas se encontró con una escultura dedicada
al “Dios desconocido”; aprovechando esta ocasión, habla de Dios como creador, como aquel
que trasciende todas las cosas y que ha dado la vida a todo. De lo que anuncia el Apóstol en
Atenas se resalta que en lo más profundo del corazón del hombre está el deseo y la nostalgia
de Dios; este deseo el hombre lo ha sabido expresar de distintas maneras a lo largo de la
historia, y la filosofía lo ha mostrado como un deseo universal del hombre. Resalta el Papa
que el hombre desea saber y que el objeto de ello es la verdad; éste además sabe que sabe.
También en el ámbito práctico la persona toma el camino de la felicidad y tiende a la
perfección. Estos valores que se buscan deben ser verdaderos, pues ayudan a realizar a la
persona.16

La verdad se presenta en primera instancia como un interrogante, ello sin olvidar que
lo más cierto y a la vez lo más verdadero es que existimos y que tendremos que morir. Se
afirma además que toda verdad, incluso parcial, si es realmente verdad, se presenta como
parcial. Además de esta universalidad el hombre busca un valor supremo. Como se enunciaba
al inicio, han surgido distintas corrientes de pensamiento que han intentado dar respuesta a
esta búsqueda, pero en cada una de estas permanece el deseo de alcanzar la certeza de la
verdad y de su valor absoluto.

La búsqueda de la verdad muchas veces no se presenta de una manera consecuente,


ya que el hombre en ocasiones la evita pues teme sus exigencias. Lo que motiva al hombre
en definitiva a buscar la verdad es la perspectiva de alcanzar una respuesta clara. Entonces la
sed de verdad está tan radicada en el corazón del hombre que prescindir de ella
comprometería la existencia. Por lo tanto el hombre que busca la verdad, es aquel que vive
de creencias, pues su perfección no está en la simple adquisición de conocimiento abstracto
de la verdad, sino que consiste en una relación viva de entrega y fidelidad hacia el otro; en el
otro se encuentra seguridad y certeza, por ello se confía en la verdad que el otro me
manifiesta. Este camino de búsqueda es humanamente interminable.17

4. PAPEL DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA EN CUESTIONES FILOSÓFICAS

La Iglesia no propone ni defiende ninguna filosofía que se considere como propia.


Además no compete al magisterio intervenir para llenar las lagunas de un razonamiento
filosófico incompleto; antes bien debe reaccionar ante aquellos presupuestos que atenten
contra el dato revelado. Según el Papa la autoridad la ejerce la Iglesia, pero desde la fe; por
ello es su deber indicar lo que en un sistema filosófico puede ser incompatible con la fe.
Dicho discernimiento no se hace de forma negativa, sino antes bien estimulando el
pensamiento filosófico, promoviendo la autocrítica y aclarando que ningún sistema filosófico
por bueno que parezca puede pretender abarcar toda la verdad.

16
Ibídem N. 24-25
17
Ibídem N. 26-35

5
Estas intervenciones del magisterio se han dado a lo largo de la historia, pero se resalta
lo hecho por ella hacia la mitad del siglo XIX cuando censuró el fideísmo y el tradicionalismo
radical, por su desconfianza en las capacidades naturales de la razón; pero también, el
racionalismo y el ontologismo por atribuir a la razón natural lo que es cognoscible solo la luz
de la fe.
La Iglesia no se ha centrado únicamente en mostrar los errores de los distintos
sistemas filosóficos, sino que también ha querido reafirmar los principios fundamentales para
una renovación del sistema filosófico. Se presenta entonces la renovación del pensamiento
tomista como un signo de restablecimiento del pensamiento filosófico en la cultura de
inspiración cristiana. Se encuentran dos momentos principales en que la Iglesia ha mostrado
gran interés por la filosofía; el primero refiere al Papa León XIII que en su encíclica Aeterni
Patris del 4 de agosto de 1879 exalta el trabajo de Santo Tomás de quien dice ha visto la
pasión por la verdad; su pensamiento al mantenerse siempre en el horizonte de la verdad
universal, objetiva y trascendente, alcanzó “cotas que la inteligencia humana jamás podría
haber pensado”.18 Por otro lado en el Concilio Vaticano II, hizo apuntes muy importantes en
relación al pensamiento filosófico. El primero es en relación al hombre, que es mostrado con
una dignidad y superioridad por encima de la demás creación, además se estima su capacidad
trascendente al razonar. El segundo implica la formación filosófica de los candidatos al
sacerdocio, que se pide sea una conocimiento fundado y coherente, pensando sobretodo que
sirvan de antesala a los estudios teológicos.

5. EN LA ENSEÑANZA CIENTÍFICA Y FILOSÓFICA, ¿CÓMO SE PODRÍA


ARTICULAR LOS SABERES HUMANOS CON LA VISIÓN METAFÍSICA Y
MORAL DE LA REALIDAD?

Para que la teología pueda articular el sentido universal del misterio de Dios Uno y
Trino necesita de expresiones conceptuales, formuladas de modo crítico y comunicables
universalmente; la filosofía es entonces la que aporta elementos para ilustrar contenidos
teológicos como Dios, su acción Trinitaria, la relación de Dios con el hombre, entre otras.
Además en el campo de la moral la filosofía aporta en conceptos como ley moral, conciencia,
libertad, responsabilidad personal, que los define la ética filosófica. Entonces el cristiano
debe ser capaz de emplear a fondo su conciencia y la fuerza de su razonamiento, y sobre todo
en el momento de un juicio moral deberá acudir a los principios generales de una decisión
ética. De todo lo anterior, tanto la teología dogmática especulativa como la moral presuponen
e implican una filosofía del hombre, del mundo, y sobre todo del ser, que este fundada sobre
la verdad.19

Ahora bien, conviene citar un aparte de la encíclica que encierra en buena parte lo
que se quiere decir: “es necesaria una filosofía de alcance auténticamente metafísico, capaz
de trascender los datos empíricos para llegar, en su búsqueda de la verdad, a algo absoluto,
único y fundamental”20. Esto es importante debido a que la realidad y la verdad trascienden
lo fáctico y lo empírico; entonces la metafísica hace parte de las capacidades del hombre de

18
Cfr. LEÓN XIII, Enc. Aeterni Patris: ASS 11 (1878-1879), 109. Citado en Fides et Ratio, Op.cit. N. 44.
19
Ibídem N. 66-68
20
Ibídem N. 83

6
conocer más allá de lo que es evidente a los sentidos. Además el hombre en su búsqueda de
Dios debe abrirse a la dimensión metafísica de la realidad; como dice el Papa, se debe pasar
del fenómeno al fundamento. Se cierra diciendo entonces que cualquier filosofía que rechace
cualquier apertura a la metafísica seria radicalmente contraria para desempeñar un papel de
mediación en la comprensión de la Revelación.

Por otro lado, se hace necesaria la recuperación de la filosofía para la recuperación de


la fe; esto debido a que la conciencia del hombre está cada vez más desorientada; fruto de
esto es que en el mundo actual se está viviendo una crisis en torno a la verdad; pues se ha
abandonado la idea de una verdad universal sobre el bien, y se ha caído en un relativismo de
la verdad, en el que “tu verdad o mi verdad”, son tan verdaderas como cualquier otra verdad.21

En el campo de las ciencias humanas, debemos aceptar que vivimos en una


civilización científica; pero esto no lleva a una mala relación entre la ciencia y la fe cristina.
Varias respuestas da San Juan Pablo II para aquellos que continúan defendiendo la idea de
tal separación. En primer lugar afirma que la autonomía científica es un punto central y de
vital importancia, por ello conviene alentar la investigación en su objeto y método propios22.
El papa defiende esta postura debido a que según él la investigación de la verdad es tarea
de la ciencia fundamental, por lo tanto esta es l razón de ser y el sentido de las ciencias23.
Entonces la ciencia tiene un doble compromiso; por un lado la ciencia sirve a la verdad y la
verdad al hombre; por otro la ciencia técnica que se orienta a la transformación del mundo
se justifica por su servicio al hombre.

Sobre lo anterior surge un grave problema y es el de la fragmentación de la cultura,


pues no se consigue una integración de los conocimientos proporcionados por la diversas
ciencias, esto conlleva perplejidades al formar una imagen científica de la realidad 24. Otro
peligro que se corre es el funcionalismo que niega la verdad objetiva, por este camino se llega
fácilmente al relativismo moral, que no admite la existencia de una moral objetiva y reduce
todas las normas morales a puntos de vistas subjetivos y particulares. Esto confirma lo que
se enuncio más arriba a cerca del relativismo en la verdad25.

No se puede negar que la ciencia sea un camino hacia la verdad, pues con ella se
desarrolla la razón dada por Dios, que está determinada por su propia naturaleza hacia la
verdad del conocimiento26. Sobre esto el Papa dice que si quien vive en la cultura científica
actual no pierde de vista los vínculos de la fe y las ciencias conseguirá la armonía de los
conocimientos que sirven de base a su vida. 27

21
Ibídem N. 98
22
Cfr. JUAN PABLO II, discurso a la European Physical Society. Citado por ARTIGAS, M. Ciencia, fe y
razón, Eunsa, Pamplona 2004. P. 144
23
Cfr. JUAN PABLO II, Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias. Citado por ARTIGAS, M. Op.cit P.
144.
24
Cfr. JUAN PABLO II, Discurso a universitarios en Colonia. Citado por ARTIGAS, M. Op.cit P. 148.
25
Cfr. ARTIGAS, M. Op.cit P. 148
26
Cfr. JUAN PABLO II, Discurso a universitarios en Colonia. Op.cit P. 150
27
Ibídem P. 150

7
En definitiva, se puede afirmar con Artigas que el progreso científico a contribuido
sobremanera a mejorar las condiciones de la vida humana. Entonces si en el plano teórico la
ciencia tiene sentido como la búsqueda de la verdad, en el plano práctico lo tiene como medio
al servicio del hombre. Pero para que el hombre busque un bien para sí en la naturaleza es
necesario recurrir a las normas morales, así lo ha dicho Juan Pablo II “si no existiese una
regla moral para el hombre, no tendría sentido siquiera hablar de un servicio al hombre”28

6. TAREAS DE LA FILOSOFÍA RESPECTO A LA CONDICIÓN ACTUAL DE


“CRISIS DE SENTIDO” Y DE FRAGMENTARIEDAD DEL SABER

El Papa plantea en el último capítulo de su encíclica que ante la pluralidad de teorías que
buscan dar respuesta a la cuestión del sentido o que dan diversos modos de ver y de interpretar
el mundo y la vida del hombre, se corre el riesgo de una crisis de sentido y de la
fragmentariedad del saber, que seguramente pueden desembocar en un estado de
escepticismo o de nihilismo. Ante esto el Papa plantea una serie de exigencias que buscan
que la filosofía esté en cierta manera en consonancia con la Palabra de Dios. La primera
exigencia es que la filosofía encuentre de nuevo su dimensión sapiencial de búsqueda del
sentido último y global de la vida. Esto se entiende a la luz de la invitación a que la filosofía
se esfuerce en buscar el fundamento de este sentido, que es la religiosidad constitutiva de
toda persona; por lo tanto esta dimensión solo puede ser desarrollada por una filosofía que
sea un saber auténtico y verdadero, es decir que busque aspectos no solo particulares sino la
verdad total y definitiva de lo real29.

Una segunda exigencia plantea que es necesario verificar la capacidad del hombre de llegar
al conocimiento de la verdad, pero que sea una verdad objetiva. En este punto una filosofía
radicalmente o relativista sería inadecuada para ayudar a profundizar en la riqueza de la
Palabra de Dios. Además se hace necesaria una filosofía que no renuncie a la posibilidad de
un conocimiento objetivamente verdadero, cuando la teología se dedica a comprender y
explicar algunos textos que hablan del ser de Cristo, pero también en los juicos de la
conciencia moral.30

Sobre la tercera exigencia ya se había planteado algo en el punto anterior, referente a la


necesidad de un conocimiento auténticamente metafísico Entonces la metafísica es una
mediación privilegiada en la búsqueda teológica; por lo que una teología sin un horizonte
metafísico no conseguiría ir más allá del análisis de la experiencia religiosa y no permitiría
al inllectus fidei expresar con coherencia el valor universal y trascendente de la verdad
revelada. 31

Por último cuando se insiste en la necesidad de una estrecha relación de continuidad entre la
reflexión filosófica contemporánea y la de la tradición cristina es para prevenir el riesgo que
esconden algunas corrientes de pensamiento, muy difundidas. Entre estas corrientes

28
Cfr. ARTIGAS, M. Op.cit P. 152-153
29
Cfr. JUAN PABLO II, Op.cit N. 81
30
Ibídem N. 82
31
Ibídem N. 83-84

8
encontramos el eclecticismo32, que designa a aquel que en la investigación suele adoptar
ideas derivadas de filosofías distintas, sin fijarse en su coherencia, ni contenidos; esto no
ayuda en definitiva a la búsqueda de la verdad, ni educa a la razón para argumentar será
seriamente. Otra corriente es el historicismo33 que intenta establecer la verdad de una
filosofía sobre la base de su adecuación a un determinado objetivo histórico, por lo tanto lo
que era verdad en una época, puede no serlo en otra. Ante esto se debe decir que aunque la
verdad se formule en estrecha relación con el tiempo, ella se puede reconocer y valorar sin
importar la distancia espaciotemporal.34

Otro peligro es el cientificismo, que no acepta como verdaderas otras formas de conocimiento
que no sean las propias de las ciencias positivas; en este campo se considera que lo relativo
al sentido de la vida es considerado como algo que pertenece al campo de lo irracional o de
lo imaginario. Otra corriente no menos peligrosa es el pragmatismo, que es la actitud de quien
formula sus opiniones excluyendo el recurso a reflexiones teoréticas o a valoraciones basadas
en principios éticos; con esta forma de pensar, la admisibilidad de un determinado
comportamiento se decide con el voto de la mayoría parlamentaria.35

Todas estas corrientes llevan a una más general, el nihilismo, que rechaza todo fundamento,
a la vez que niega toda verdad objetiva. Esta corriente niega además la humanidad del hombre
y su identidad; entonces la negación del ser conlleva a la perdida de contacto con la verdad
objetiva, y una vez que se ha quitado la verdad al hombre, se convierte en una ilusión su
libertad.36

Finalmente ante estas corrientes marcadamente contemporáneas se debe tener una actitud
clara de discernimiento, pues como lo ha referido el Papa en su encíclica, cada una de las
distintas posturas que buscan la verdad, tienen algo de verdaderas; el mejor criterio para hacer
un sano discernimiento considero es el bien que hacen al hombre, pero al hombre en su
integridad.

32
Es una tendencia a seleccionar lo que se estima <<lo mejor>> de cada doctrina. Diógenes Laercio habla de
un filósofo, llamado Potamón de Alejandría, que seleccionó lo mejor de las opiniones de cada escuela; y de una
traducción griega hecha por Laercio significa literalmente <<escuela seleccionadora>>. Así el eclecticismo es
un seleccionismo. Según Víctor Cousin definió el eclecticismo como posición filosófica debido a que consiste
en la adopción de un criterio en vista del cual se seleccionan las doctrinas del pasado. Para consultar más, véase
Cfr. “Eclecticismo”, en FERRATER, J. Diccionario de filosofía, Alianza, Madrid 1980.
33
Se denomina como el conjunto de doctrinas de muy diversa índole, y que coinciden por lo menos en subrayar
el importante papel desempeñado por el carácter histórico del hombre, y en ocasiones hasta de la naturaleza
entera. Entonces se afirma con Renan que “la historia es la forma necesaria de la ciencia de todo lo que llega a
ser”. Otras definiciones afirman que es la creencia de que se puede conseguir una adecuada comprensión de la
naturaleza de cualquier fenómeno y un juicio adecuado de su valor considerando tal fenómeno en términos del
lugar que ha ocupado y el papel que ha desempeñado dentro de un proceso de desarrollo. Para consultar más,
véase Cfr. “Historicismo”, en FERRATER, J. Diccionario de filosofía, Alianza, Madrid 1980.
34
Ibídem N. 86-87
35
Ibídem N. 88-89
36
Ibídem N. 90

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