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Introducción
En consecuencia, existe una sola vocación, la del amor, a dejarse amar y a amar,
a anunciar el amor y a traducirlo, casi declinándolo, en gestos correspondientes, de
acogida, perdón, gratitud, gratuidad, benevolencia, servicio, sacrificio de sí, pasión, paz,
solidaridad, martirio...
Cualquiera sea la vocación específica de cada uno o el camino que luego será
llamado a recorrer, no cambia el destino final de su existencia: recibir el amor y dar amor.
Poniendo al servicio del amor todo lo que el ser humano ha recibido con la vida (y de
Dios, en última instancia): mente y corazón, sentidos externos e internos, sensibilidad e
inteligencia, cuerpo y alma, sexualidad y emotividad, recursos y proyectos, elecciones y
renuncias...
Creo que hay mucha sabiduría en aquel dicho popular según el cual «no se
consagra bien quien no se casaría bien, ni se casa bien quien no se consagraría bien».
He aquí por que es importante discernir con finura en el tiempo de la formación
inicial el nivel de consistencia y de libertad afectiva del llamado al presbiterado o a la vida
consagrada, o aquello que permite a la persona percibir la llamada como signo exquisito
de amor que suscita amor. Y, al mismo tiempo, al interior de esta atención, es
dispensable identificar, desde el inicio, los posibles signos de inmadurez y las eventuales
patologías del desarrollo afectivo-sexual. En el marco de un cuadro normativo que fija los
criterios, identificar desde el inicio los posibles signos de inmadurez y las eventuales
patologías del desarrollo afectivo-sexual. En el marco de un cuadro normativo que fija los
criterios del crecimiento de la madurez afectiva general, pero también, atento a las
exigencias propias del camino sacerdotal y religioso en tal sentido.
Y no por una cuestión o una finalidad única y exclusivamente de tipo selectiva (con
la garantía de una inexistente superioridad de la... especie), sino por una exigencia de
verdad y de caridad hacia la persona directamente interesada y su necesidad de ser
ayudada a conocerse, incluso en sus aspectos menos positivos en vistas de una elección
ponderada, sino también, para quien un mañana, en alguna forma, entrará en contacto
con su acción ministerial, y con aquel amor del cual ésta es signo y del cual cada viviente
tiene necesidad.
En síntesis, no sólo criterios como ítems, frente a los cuales se pone la alternativa
única en el momento del ingreso (para acoger o rechazar), sino itinerarios de formación, a
lo largo de los cuales se desarrolla, tanto la formación como el discernimiento, o -dicho de
otra forma- tanto la fase de conocimiento del sujeto como aquella de su formación
verdadera y propia. Y no limitada a la fase de la formación inicial, sino también a la de la
formación permanente.
Por el mismo motivo tales indicaciones tienen valor no sólo para los adolescentes y
los jóvenes, sino también para los adultos. Y si es verdad cuanto hemos recordado antes,
acerca de la vocación universal al amor, como expresión de la misma raíz de
proveniencia, entonces cuanto ahora estamos exponiendo podría ser aplicado, por lo me-
nos, en sus líneas generales, no sólo a los aspirantes al sacerdocio y consagrados/as,
sino a quienquiera permanecer fiel a aquella raíz, para que dé frutos buenos y sabrosos,
en cualquier contexto vocacional.
Por lo que a mi se refiere, en todas las fases que me han llevado al desarrollo de
este tema, desde la reflexión hasta la elaboración final, confieso que nunca he podido
prescindir de aquellas personas reales que el trabajo de estos años, tanto de formador
como de psicólogo clínico, me ha llevado a encontrar, y con las cuales, a menudo he
establecido una relación mucho más allá de lo puramente profesional, una relación
humana, en la cual el técnico de la psiquis habitualmente era sobrepasado por el
creyente que busca humildemente comprender y ayudar a entender para hacer una
elección precisa.
Haciendo tal trabajo se tocan con la mano los muchos límites de nuestros
conocimientos y se advierte todo el peso del discernimiento que se refiere a la vida y al
futuro de una persona, pero que también debe ser hecho y no puede ser cargado sobre
las espaldas del otro, especialmente en ciertos casos.
Si hoy puedo realizar esta fatiga y puedo proponer, sin ninguna pretensión, quede
claro, estos criterios para el discernimiento vocacional, lo debo también a ellos, a estas
personas que en diversos modos he seguido, a las cuales he tratado de indicar un posible
camino para recorrer y que he ayudado a elegir tal camino. Con algunas de estas
personas la relación todavía está en curso. Más o menos, de todas estas personas he
tenido y tengo la posibilidad de observar el resultado final de la elección hecha o el
recorrido realizado sucesivamente, alcanzando a verificar, también la bondad, más o
menos de los criterios adoptados, de la metodología seguida, de las indicaciones
ofrecidas.
El Autor