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DESCUBRIMIENTO DE LA INTIMIDAD

Es la intimidad la que puede identificar la esencia del hombre, la interioridad


planteada supone una evolución dentro de la dialéctica existencial. La
necesidad de individuación, vista ya en San Agustín, recae, ahora, en una
nueva palabra: el sujeto particular.

Hace falta ver la filosofía Soren Kierkegaraand enfocada desde un inicio hacia
la comunicación con Dios, esta es la pieza clave donde desemboca la
dialéctica; la reflexión, la auténtica v a interior que conduce al individuo, dentro
del cristianismo, al último paso de la evolución, y que culmina en la fe
inexpresable y en la inevitable paradoja. Que Kierkegaard se refugie en el
sentido particular muestra su reacción contra el sistema totalizador de Hegel,
se plantea que tiene que ser el individuo en esencia quien encuentre la
verdadera finalidad que es el cumplimiento de la voluntad divina; y esta
posibilidad se realiza en el estadio religioso, allí donde el hombre se posee a al
mismo en un movimiento sublime de subjetividad. Huir de lo general supone la
posibilidad de éxito en la proyección del individuo hacia la salvación. Sólo el
sujeto particular puede adherirse al absurdo, y sólo él puede soportar la crítica
de sus contemporáneos, por eso sus valores quedan representados por la
figura de Abraham, porque el sobrepasa el absurdo y acepta la paradoja en la
trágica elección planteada por la voluntad divina. Sólo el sujeto particular puede
llegar a la esfera de la comunicación divina y con temor y temblor hacer la
elección ante el cúmulo de posibilidades de servicio a Dios.

El absurdo es la premisa de la esfera religiosa, esfera que es la más alta dentro


de la caracterización de la esencia, caracterización representada por el
caballero de la fe, fiel al absurdo en la desesperación misma: “Pese a todo creo
que obtendré el objeto de mi amor gracias al absurdo, pues para Dios nada
hay imposible. El caballero de la fe tiene clara conciencia de la imposibilidad,
por lo tanto, sólo le puede salvar el absurdo, y lo aprehende por medio de la
fe.”

Que tenemos, entonces, una reacción de un hombre enmarcado dentro de una


sociedad adinerada y que quiere romper con la hipocresía de
una cristiandad corrupta, de todas formas la formulación del temor y temblor
afecta tanto al creyente que lo que pretende es imponer una nueva manera de
creer: la existencia y el hombre como ser existente en un mundo plagado de
posibilidades: la elección nos abruma y hay que prever el camino.

Kierkegaard parte del existente concreto, la subjetividad no puede mediar


sistemas porque ella sola es la verdad, hay que huir de lo general en un
movimiento teleológico que posibilite la salvación. El individuo se concreta,
pues, como subjetividad, la existencia no entra en el plan de la general sino
que es el particular el que se transforma en existente, y la existencia radica en
la pura libertad de elección: “Existir significa tomar una decisión con respecto a
la absoluta trascendencia divina” Su filosofía comienza así, con un movimiento
interior de afirmación de existencia, existencia que se situará por encima de la
supuesta esencia. Pero cuál es el sentido de la existencia del hombre.

En principio ninguno, el planteamiento no tiene sistema, no se pregunta de


dónde venimos sino donde vamos, o mejor dicho, a donde es posible ir. El
hombre en su posibilidad de elección ha de ir “al encuentro de ese futuro que
es el más próximo: la eternidad.”

El amor a Dios y el miedo que produce la carga de la decisión; la angustia que


se experimenta en el intento de servir a este bajo los caracteres del
luteranismo, es el hecho mismo de los caballeros de la fe, desenmascarando
la cristiandad y estableciendo una religión verdadera, ya que “sólo la religión
puede, con la ayuda de la eternidad, llevar la igualdad humana al límite: la
divina, la esencial, la no mundana, la verdadera, la única posible igualdad
humana. Y por tanto - sea dicho en su honor y su gloria - la religión es la
verdadera humanidad.”

La eternidad se establece como necesidad, sintiéndose el individuo más atado


a ella en toda su evolución. Kierkegaard no tiene sistema y rompe el hegeliano,
caracterizándose por la defensa de la subjetividad frente la objetividad, por la
defensa de la individualidad frente la universalidad, por la defensa del espíritu y
la existencia frente la razón.

La esencia queda reducida a posibilidad, y ésta puede tener caracteres


negativos. La decisión es el terrible actuar del hombre ya que la concepción de
lo particular lo es en tanto la verdad únicamente se transforma en verdad
cuando el existente se la apropia.

La dialéctica existencial queda continuamente reflejada en los textos, el filósofo


danés pasa a pensar que a partir de la perdida de inocencia el hombre queda
abocado a una dialéctica siendo el primer paso el estadio estático.

En este estadio la forma de existir está presente Dios es visto de manera


lírica: “Estoy convencido de que Dios es amor; este pensamiento tiene para mí
una validez esencialmente lírica”] ; el mundo es perfecto, es armonía, es
felicidad. El ejemplo por excelencia descansa en la figura de Don Juan pero
culmina en el aburrimiento.

El sujeto está impreso de generalidad, puede realizar sus actos en la


generalidad porque es lo que desea, huir de la angustia, de la soledad. Su
movimiento es despreocupación que busca placer contra dolor pero tal estadio
culmina con el aburrimiento, con el spleen baudelairiano. Puede vivir
inestablemente pero si se descubre como existente se inserta en otra categoría
de lo general, busca seguridad en lo general, es el estadio ético: el hombre se
compromete como elector de sí mismo.

El representante de este estadio, el héroe trágico. La angustia se soporta


estoicamente pero no se trata de una angustia paradójica, se puede sufrir con y
en la generalidad por una ciudad, por un amor pero aún no por la decisión
última, el héroe trágico no esté solo, se le podrá aplaudir o criticar pero su
actuación lo será dentro del ámbito de lo razonable, de lo ético. Pero si este
individuo es capaz, en una introspección total, de ver sus limitaciones como
existente caer, en la desesperación y luchar, para acceder al estadio religioso,
se siente culpable y miserable y por eso necesita de lo religioso. Pero este
paso no es sino un salto hacia la cualitativo, hacia lo irracional, en definitiva
hacia el absurdo, hacia la paradoja de la relación infinito-finito, y
desesperadamente hacia la angustia.

Es la elección absoluta, Dios es reconocido por el individuo y éste se ve solo y


pecador ; la libertad que lo conduce al estar siempre a prueba, la relación es el
instante y hace necesaria la pasión del salto para mantenerse en el privilegiado
y desesperado estadio religioso : es continua elección entre el sí y el no, la
libertad en la elección lo acercará o lo distanciará de Dios, la decisión entre lo
finito y lo infinito, entre la nada y la posibilidad del todo serán el motivo de la
angustia. En este estadio todo queda fuera de convenio, es el azar, la
inexistente ley del absurdo, el hombre sumido en la paradoja, como un
caballero de la fe, entre el ser abocado a la muerte o la providencia divina. No
hay sentido de la realidad y la posibilidad puede lanzar al existente al bien o al
mal.

La angustia está ligada a “lo que puede ser”, y esta categoría de “lo que aún no
es” puede conducir al individuo a la desintegración del yo. La paradoja de la
parte divina y animal queda en libre resolución para el hombre, la terribilidad se
centra en la necesidad de la gracia. El terror se explicita en que todos los
movimientos arrastran sólo la posibilidad de salvación y no la seguridad, es
movimiento por pasiones dadas por la necesidad de seguridad y la fe sólo
puede pretenderla, nunca estar segura : “La fe es necesaria porque el hombre
no tiene bastante consigo mismo, la revelación de Dios ha de darse al
instante.”

LINKOGRAFÍA:

http://www.filosofia.net/materiales/articulos/a_9_intimidad_haro.html

http://isegoria.revistas.csic.es/

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