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María es la Madre de Jesús y por tanto es la Madre de Dios, porque Jesús es Dios, como ya veremos

más adelante. María es la Reina del Universo, porque Jesús es el Rey del Universo, y la madre de todo
rey es también reina. María intercede ante su hijo por nosotros, como lo hizo en las Bodas de Caná,
y como también demostraremos, lo pueden hacer las personas santas que ya viven en presencia de
Dios. María es modelo de los cristianos por sus virtudes. María es nuestra madre, pues como dice el
libro del Apocalipsis, son hijos de la Mujer (Ap 12), los que siguen los mandamientos de Dios. Si
nosotros nos consideramos realmente cristianos y cumplidores de los mandatos del Señor, tenemos
que aceptar que María es nuestra Madre, es la Madre de la Iglesia. Por otro lado, ya Jesús nos la dejó
como Madre en la persona de su apóstol Juan, mientras agonizaba en la cruz, y así como aquél la
recibió en su casa desde aquel día, nosotros también debemos recibirla en nuestras vidas si es que
realmente nos llamamos cristianos. Todo verdadero cristiano tiene que amar y venerar a María, pues
es la Madre de nuestro Salvador, la llena de gracia, la bienaventurada, llena del Espíritu Santo.

Ya desde el principio, Dios anuncia enemistad entre Satanás y entre la Mujer. María es la nueva Eva,
así como Jesucristo es el nuevo Adán. Es una nueva creación:

Gn 3.15 ‘Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará
la cabeza …’

María es la Madre de Dios, no porque se le haya ocurrido a la Iglesia Católica, como dicen muchos
hermanos protestantes, sino porque la misma Palabra de Dios, el Espíritu Santo a través de los labios
de Isabel, así lo proclama. Cuando la llama Madre de mi Señor, le está diciendo la Madre de mi Dios.
Recordemos que Isabel era esposa de Zacarías, sacerdote de Dios y por lo tanto, no era ignorante
sobre el sentido de sus palabras; además, lo dijo estando llena del Espíritu:

Lc 1.43,45 ‘¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? ¡Dichosa tú por haber creído
que se cumplirían las promesas del Señor!’.

Decir que María es solamente madre de la naturaleza humana de Jesús, como dicen los hermanos
separados, es una completa herejía, puesto que Jesús es Dios-Hombre, es una persona con dos
naturalezas indivisibles. Justamente en eso consiste el misterio de la Encarnación: en que Dios tomó
la naturaleza humana, se hizo hombre. Una madre lo es de la persona y no de la naturaleza. Para
aclarar el tema, veamos como ejemplo nuestra propia vida: nuestro espíritu no procede de nuestra
madre, sino de Dios. No por eso se nos ocurriría la barbaridad de decir que nuestra mamá es sólo
madre de nuestro cuerpo pero no de nuestro espíritu. Nuestra madre lo es de nuestra persona. Así
igual, la naturaleza divina de Cristo no procede de María, pues Jesús es Dios increado, eterno; pero
su humanidad si procede de ella, por eso es su hijo. Como el Hijo es Dios, su madre: María, es madre
de Dios.

A continuación, encontramos algunos textos que nos hablan de María, para que comprendamos mejor
lo que ella es para la Iglesia:

Cant 6.10 ¿Quién es esta que surge como la aurora, bella como la luna, brillante como el sol, temible
como un ejército?

Mt 1.22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: la
virgen concebirá y dará a luz un hijo.

Is 7.14 El Señor, pues, les dará esta señal: La joven está embarazada y da a luz un varón a quien le
pone el nombre de Emmanuel.

Mt 2.11 Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Le
ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.

Lc 1.28 Llegó el ángel hasta ella y le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’.

Lc 1.30 Pero el ángel le dijo: ‘No temas María, porque has encontrado el favor de Dios’.
Lc 1.38 Dijo María: ‘Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho’.

Lc 1.42 (Isabel) exclamó en alta voz: ‘¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre!’

Lc 1.47-48 ‘Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava’.

Lc 2.19 María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior.

Lc 2.34-35 ‘Será una señal impugnada en cuanto se manifieste, mientras que a ti misma una espada
te atravesará el alma’.

Lc 2.51 Posteriormente siguió obedeciéndoles (a María y José). Su madre, por su parte, guardaba
todas estas cosas en su corazón.

Jn 2.5 Jesús le respondió: ‘Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? …’ Pero su madre dijo a los
sirvientes: ‘Hagan lo que él les diga’.

Jn 19.26-27 Jesús, al ver a la Madre, … dijo a la Madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’.
Después dijo al discípulo: ‘Ahí tienes a tu madre’.

Hch 1.14 Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María,
la madre de Jesús, y de sus hermanos.

Ap 11.19 Entonces se abrió el Santuario de Dios en el Cielo y pudo verse el arca de la Alianza de Dios
dentro del Santuario.

Ap 12.1-2 Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus
pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Está embarazada y grita de dolor, porque le ha
llegado la hora de dar a luz.

Ap. 12.5 Y la mujer dio a luz un hijo varón, que ha de gobernar a todas las naciones con vara de
hierro.

Ap 12.17 El dragón se enfureció contra la mujer y se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, es
decir, a los que observan los mandamientos de Dios y guardan el mensaje de Jesús.

Para terminar, veamos que solamente los católicos proclamamos como bienaventurada a María. De
generación en generación, únicamente la Iglesia Católica le canta a María, la venera por ser Madre de
nuestro Señor, la proclama feliz. Los que no lo hacen, simplemente desobedecen la Palabra de Dios:

Lc 1.48-49 ‘Desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz. El Poderoso ha hecho grandes
cosas por mí’.

FP: http://es.catholic.net/op/articulos/26837/cat/12/quien-es-maria-para-la-iglesia.html
CATEQUISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

CAPÍTULO TERCERO
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO

ARTÍCULO 9
“CREO EN LA SANTA IGLESIA CATÓLICA”

Párrafo 6
MARÍA, MADRE DE CRISTO, MADRE DE LA IGLESIA

963 Después de haber hablado del papel de la Virgen María en el Misterio de Cristo y del Espíritu, conviene
considerar ahora su lugar en el Misterio de la Iglesia. «Se la reconoce y se la venera como verdadera Madre de Dios
y del Redentor [...] más aún, "es verdaderamente la Madre de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su
amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza" (LG 53; cf. San Agustín, De sancta
virginitate 6, 6)"». "María [...], Madre de Cristo, Madre de la Iglesia" (Pablo VI, Discurso a los padres conciliares al
concluir la tercera sesión del Concilio Ecuménico, 21 de noviembre de 1964).

I. La maternidad de María respecto de la Iglesia

Totalmente unida a su Hijo...

964 El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella.
"Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción
virginal de Cristo hasta su muerte" (LG 57). Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión:

«La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la
cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón
de madre que, llena de amor, daba amorosamente su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima que
Ella había engendrado. Finalmente, Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas
palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26-27)» (LG 58).

965 Después de la Ascensión de su Hijo, María "estuvo presente en los comienzos de la Iglesia con sus oraciones"
(LG 69). Reunida con los apóstoles y algunas mujeres, "María pedía con sus oraciones el don del Espíritu, que en la
Anunciación la había cubierto con su sombra" (LG 59).

... también en su Asunción ...

966 "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso
de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del
universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la
muerte" (LG 59; cf. Pío XII, Const. apo. Munificentissimus Deus, 1 noviembre 1950: DS 3903). La Asunción de la
Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la
resurrección de los demás cristianos:

«En el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Alcanzaste la
fuente de la Vida porque concebiste al Dios viviente, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas
(Tropario en el día de la Dormición de la Bienaventurada Virgen María).

... ella es nuestra Madre en el orden de la gracia

967 Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo,
la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es "miembro supereminente y del todo
singular de la Iglesia" (LG 53), incluso constituye "la figura" [typus] de la Iglesia (LG 63).

968 Pero su papel con relación a la Iglesia y a toda la humanidad va aún más lejos. "Colaboró de manera totalmente
singular a la obra del Salvador por su obediencia, su fe, esperanza y ardiente amor, para restablecer la vida
sobrenatural de los hombres. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia" (LG 61).

969 "Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio
fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de
todos los escogidos. En efecto, con su asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa
procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna [...] Por eso la Santísima Virgen es
invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (LG62).

970 "La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única
mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación
de los hombres [...] brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende
totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia" (LG 60). "Ninguna creatura puede ser puesta nunca en el mismo
orden con el Verbo encarnado y Redentor. Pero, así como en el sacerdocio de Cristo participan de diversas maneras
tanto los ministros como el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en las criaturas de
distintas maneras, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una
colaboración diversa que participa de la única fuente" (LG 62).

II. El culto a la Santísima Virgen

971 "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lc 1, 48): "La piedad de la Iglesia hacia la Santísima
Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano" (MC 56). La Santísima Virgen «es honrada con razón por la
Iglesia con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el
título de "Madre de Dios", bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades
[...] Este culto [...] aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo
encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente" (LG 66); encuentra su
expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (cf. SC 103) y en la oración mariana, como el Santo
Rosario, "síntesis de todo el Evangelio" (MC 42).

III. María icono escatológico de la Iglesia

972 Después de haber hablado de la Iglesia, de su origen, de su misión y de su destino, no se puede concluir mejor
que volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su misterio, en su "peregrinación de
la fe", y lo que será al final de su marcha, donde le espera, "para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad", "en
comunión con todos los santos" (LG 69), aquella a quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su
propia Madre:

«Entre tanto, la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia
que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el
Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo» (LG 68).

Resumen

973 Al pronunciar el Fiat de la Anunciación y al dar su consentimiento al misterio de la Encarnación, María colabora
ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es madre allí donde Él es Salvador y Cabeza del Cuerpo
místico.

974 La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del
cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los
miembros de su cuerpo.

975 "Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su
oficio materno con respecto a los miembros de Cristo (Credo del Pueblo de Dios, 15).

FP: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p123a9p6_sp.html

El Papa Pablo VI, dirigiéndose a los padres conciliares del Vaticano II, declaró que María Santísima
es Madre de la Iglesia.

La Virgen María es la Madre de todos los hombres y especialmente de los miembros del Cuerpo Místico
de Cristo, desde que es Madre de Jesús por la Encarnación. Jesús mismo lo confirmó desde la Cruz antes
de morir, dándonos a su Madre por madre nuestra en la persona de San Juan, y el discípulo la acogió
como Madre; nosotros hemos de tener la misma actitud que el Discípulo Amado. Por eso, la piedad de
la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano. Vamos cumpliendo así
la profecía de la Virgen, que dijo: "Me llamarán Bienaventurada todas las generaciones" (Lc 1,48).

¿Por qué María es Madre de la Iglesia?

María es Madre de la Iglesia porque, al ser Madre de Cristo, es también madre de los fieles y de los
pastores de la Iglesia, que forman con Cristo un solo Cuerpo Místico.

¿Por qué llamamos a María Mediadora y Cooperadora de la Redención?

Llamamos a María Mediadora y Cooperadora de la Redención porque, con su caridad maternal y su


colaboración en el Sacrificio de Cristo, participó en nuestra reconciliación, que aplica a los hermanos de
su Hijo todavía peregrinos con su constante y amorosa intercesión.

¿Qué culto tributa la Iglesia a la Santísima Virgen?

La Iglesia tributa a la Virgen un culto singular que empezó pronto en la Iglesia y que durará siempre,
según las palabras proféticas de María: "Me llamarán bienaventurada todas las generaciones". Ese amor
que los fieles tributan a María como Madre, procurando amarla como la ama el Señor Jesús, es lo que
conocemos como Piedad Filial.
FP: https://www.aciprensa.com/recursos/maria-madre-de-la-iglesia-3956

¿Por qué los católicos honran a la santa Virgen María?

Obispo Mark A. Pivarunas, CMRI

Natividad de la santísima Virgen María


8 de septiembre de 1994

Amados en Cristo:

Entre las varias características que prueban que la Iglesia católica es la única verdadera Iglesia de
Cristo (las cuatro marcas de la Iglesia: una, santa, católica y apostólica), también existe una en
particular que claramente se basa en la Sagrada Escritura y que es única al catolicismo: la honra y
devoción de la Iglesia católica a la santísima Virgen María, la Madre de Jesucristo. No hay ni un sólo
mes en el año que no tenga varias fiestas en su honor. Consideren los meses de agosto y
septiembre, por ejemplo, en los cuales hay siete fiestas del calendario eclesiástico dedicadas a ella.

Esta honra y devoción a María, la Madre de Jesucristo, es una de las muchas cosas rechazadas por
los protestantes. Los protestantes afirman que la devoción de la Iglesia católica no se basa en la
Sagrada Escritura, que es una ofensa a Cristo, que nadie debería orar a María porque “sólo hay un
Mediador con el Padre,” que María no siempre permaneció virgen, etc. Qué importante es para los
católicos conocer la Sagrada Escritura y responder a estos ataques a la Madre de Cristo Jesús,
especialmente en estos tiempos, cuando hay un gran aumento de sectas acatólicas que celosamente
hacen proselitismo con sus enseñansas heréticas.

Comencemos nuestra defensa de la Iglesia católica y su devoción a la santa Virgen María


considerando las similitudes entre la caída del hombre y su redención.

En el libro del Génesis, leemos cómo nuestros primeros padres, Adán y Eva, cayeron en el pecado
original. Satanás, en la forma de una serpiente, primero tentó a Eva. Cuando ella hubo comido del
fruto prohibido, lo ofreció luego a Adán, quien también participó. Adán, como cabeza de la raza
humana, ocasionó la caída de la humanidad; fue, sin embargo, a través de la cooperación de Eva.

Cuando Adán y Eva cayeron, Dios Todopoderoso no sólo los castigó a ellos y a su progenie por este
pecado original, sino que también les prometió enviar un Redentor.

“Dijo entonces el Señor Dios a la serpiente... Yo pondré enemistades entre ti y la


mujer, y entre tu raza y la descendencia suya: ella quebrantará tu cabeza, y tú
andarás asechando su calcañar” (Génesis 3:14-15).
¿Quién es la mujer en el texto de la Sagrada Escritura a quien el Omnipotente Dios puso en
enemistad contra Satanás? ¿Quién es su simiente? ¿Que se entiende por las palabras “ella
quebrantará tu cabeza”?

En el Antiguo Testamento, Adán ocasionó la caída del hombre con la cooperación de Eva. En el
Nuevo Testamento, Jesucristo, el Dios-Hombre, logró nuestra Redención con la cooperación de la
Virgen María. Eva, nuestra primera madre, fue tentada por un ángel caído de desobedecer el
mandamiento de Dios, y posteriormente llevó a Adán al pecado. En el Nuevo Testamento, otro
ángel, el ángel Gabriel, anunció la voluntad de Dios a la Virgen María, y ella, a diferencia de Eva, se
sometió humildemente.

En el Evangelio de san Lucas, leemos:

“Fue enviado por Dios el ángel Gabriel... a una virgen desposada con un varón llamado
José, de la Casa de David. El nombre de la virgen era María” (Lucas 1:27).
¿Cómo, entonces, se le dirigió el ángel Gabriel? El Evangelio de san Lucas continúa:

“¡Alégrate, llena de gracia. El Señor es contigo!”


“No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios y vas a concebir en tu
seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. [...] El Espíritu Santo
vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso lo que nacerá
santo será llamado Hijo de Dios.”
¿Quién puede negar la dignidad de la Virgen María, escogida para ser la Madre de Jesucristo? El
ángel Gabriel, que fue enviado por Dios Mismo, la honró y alabó.

Además, cuando la Virgen María visitó a su prima, santa Isabel

“fue llena del Espíritu Santo, y exclamó con gran voz y dijo: “Bendita tú entre las
mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde a mí que la madre de mi Señor
venga a mí?”
Una vez más se rinde honra y alabanza a la Virgen María; en esta ocasión fue santa Isabel, “quien
fue llena del Espíritu Santo.”

Luego, durante esta misma visitación, la Virgen María respondió a la alabanza de su prima con una
oración tan llena de humildad y alabanza a Dios:

“Magnifica mi alma al Señor... Porque ha mirado la pequeñez de su sierva, he aquí que


desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz: porque el Poderoso ha hecho en
mí cosas grandes.”
Como católicos, miembros de la única y verdadera Iglesia de Cristo, honramos a la Virgen María, la
Madre de Jesús. La llamamos la Madre de Dios, porque ella en verdad es la Madre de una de las
Personas Divinas, Jesucristo, quien posee tanto la naturaleza de Dios como la naturaleza de hombre.
Por este título de “la Madre de Dios,” simplemente nos referimos a ella como lo hizo santa Isabel
cuando, “llena del Espíritu Santo, exclamó... ¿Y de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a
mí?”

Los católicos no adoran, como los protestantes equivocadamente creen, a la santa Virgen María.
Honramos a quien tuvo una íntima relación con Jesucristo, el Hijo de Dios, la segunda Persona de la
Santísima Trinidad. Sí, solamente hay un Mediador con el Padre, y este es Jesucristo. Solamente el
Dios-Hombre Jesucristo pudo haber redimido a la humanidad. No obstante, oramos a María para que
pueda ella interceder por nosotros ante su Divino Hijo. Si a menudo pedimos las oraciones auxiliares
de nuestros prójimos, ¡cuanto más poderosas no son las oraciones y la intercesión de la santa
Virgen María! En el Antiguo Testamento, leemos cómo Moisés oró con los brazos extendidos e
intercedió con Dios para procurar la victoria de los israelitas sobre sus enemigos en una batalla
crucial. Mientras oraba, eran victoriosos. Cuando cesaba, los israelitas empezaban a perder. A causa
de esto, fue necesario que dos hombres sostuvieran los brazos de Moisés en oración hasta que la
batalla fuera ganada. También leemos en el Antiguo Testamento cómo Josué oró a Dios para
prolongar el día a fin de ganar otra batalla crucial. Si Moisés y Josué pudieron interceder ante Dios,
¡cuánto más poderosas no son las oraciones de la santa Virgen María!

El Evangelio de san Juan relata dos cosas significantes relacionadas con María: la fiesta de Caná y la
crucifixión. De la primera leemos:

“El tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea y asistía la madre de Jesús. Fue
también invitado Jesús con sus discípulos al banquete. Y como faltase el vino, dice a
Jesús su madre: “No tienen vino.” Y Jesús le responde: “¿Qué a mí y a ti, mujer?
Todavía no ha llegado mi hora.” Dice su madre a los sirvientes: “Haced cualquier cosa
que os dijere” (Juan 2:1-5).
Jesucristo procedió luego a obrar su primer milagro público a insistencia de su madre. Todo lo
relacionado en los Evangelios está inspirado por Dios, y hay razón para ello. ¿No manifiesta esta
narración de las bodas el poder intercesorio de María ante Jesucristo, su Hijo divino?

En el segundo relato, también tomado del Evangelio de san Juan, leemos:

“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre... Viendo, pues,


a la madre y a su lado, de pie, al discípulo a quien amaba, dijo Jesús a su
madre: Mujer, he ahí tu hijo.” (Juan 19:25-26).
Así como Eva cooperó con Adán en la caída de la humanidad, la santísima Virgen María cooperó con
Jesucristo en nuestra redención. Ella “estaba junto a la cruz de Jesús”. ¡Qué angustia, qué penas
experimentó la madre de Jesús al pie de la cruz mientras atestiguaba los sufrimientos y la muerte
de su divino Hijo!

En ambos relatos, Jesús se dirigió a María con el término mujer. En hebreo la palabra utilizada por
Jesús era un término para dirigirse a una reina o a una mujer de alto rango. Era un término de gran
respeto.

Pero ¿por qué se dirigió Cristo a su madre con el término mujer en estos dos momentos
significativos de su vida: en su primer milagro público y en su crucifixión?

Nuestro divino Señor quizo indicar claramente que su madre era la Mujer de que se hablaba en el
libro del Génesis:

“Yo pondré enemistades entre ti y la mujer, y entre tu raza y la descendencia suya:


ella quebrantará tu cabeza...”
Por último, los católicos creen firmemente que María, la madre de Jesucristo, fue “siempre virgen.”
Que María fue virgen antes y después del milagroso nacimiento de Jesús puede demostrarse a partir
del pasaje del profeta Isaías:

“Por lo tanto, el mismo Señor os dará la señal: Sabed que una Virgen concebirá y
parirá un Hijo, y su nombre será Emmanuel.”
Noten bien que la virgen es el sujeto de los verbos concebir y parir.

En cuanto al tiempo después del nacimiento de Jesús, los protestantes rechazan que María haya
permanecido una virgen por su errónea interpretación de la Sagrada Escritura. Resumiendo
brevemente sus argumentos, ellos dicen que en el Evangelio de san Mateo se lee:

“Y no la conocía (san José) hasta que dio a luz a su hijo primogénito” (Mateo 1:25).
Se arguye erradamente en dos puntos: “no la conocía hasta que” y “su hijo primogénito”. El uso
bíblico de hasta que expresa lo que ha ocurrido hasta cierto punto y deja a un lado el futuro. Así,
por ejemplo, Dios dice en el libro de Isaías: “Yo soy hasta que encanezcáis” (Is. 46:4). ¿Debemos
inferir a partir de esto que luego Dios cesaría de ser? ¡Claro que no! De nuevo, en el libro de
Salmos, Dios el Padre dijo a su divino Hijo: “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos
por escabel de tus pies” (Sal. 109). ¿Renunciará el Mesías su lugar de honor una vez que sus
enemigos sean vencidos? ¡Obviamente que no! Así que cuando san Mateo escribe: “No la conocía
hasta que dio a luz a su hijo primogénito,” su objetivo principal era contar a los lectores que el
nacimiento de Cristo fue milagroso y que san José no tuvo parte en la concepción del Hijo de María.
Y en cuanto a primogénito, este era un término legal y no insinuaba que María tuviera otros hijos. El
niño es llamado el primogénito por el hecho de abrir el vientre y no para distinguirlo de casos
posteriores.

Los protestantes también hacen referencia a varios pasajes en los Evangelios que aluden a “los
hermanos del Señor”, y, a partir de esto, infieren que María tuvo otros hijos. Una vez más, ellos
malinterpretan las Escrituras. Las palabras hebreas ahh, que en español equivalen a hermanos, se
aplican no solo a un hermano, en el sentido estricto, sino que también a sobrino (vean Génesis
14:16); a primo (vean Números 16:10); y esposo (vean Cánticos 4:9; Ester 16:12); a miembros de
la misma raza (vean Números 20:14); a un aliado (vean Amós 1:9); y a un amigo (vean Job
6:15). No hay referencias bíblicas de que María, la Madre de Jesús, haya tenido otros hijos. ¿Por qué
Jesús, entonces, cuando moría en la cruz, encargó a su apóstol san Juan el cuidado de su madre?
Esto no habría sido necesario si hubieron hermanos en el sentido estricto.

La constante tradición de la Iglesia de Cristo, desde los comienzos del cristianismo, siempre ha
sostenido esta prerrogativa de María. Esto se prueba ampliamente por los escritos de los primeros
papas, los primeros concilios de la Iglesia y los primeros Padres y Doctores de la Iglesia. En
conclusión, cumplamos, como miembros de la única y verdadera Iglesia de Cristo, la profecía hecha
por la santísima Virgen María durante su visita a santa Isabel: “he aquí que desde ahora todas las
generaciones me llamarán feliz.”

In Christo Jesu et Maria Immaculata,


Rvmo. Mark A. Pivarunas, CMRI

FP: http://www.cmri.org/span-94prog9.html

El título de “Madre de Dios” es ofensivo para algunos cristianos protestantes.


Porque creen que este título eleva a María a un nivel inapropiado, incluso idólatra.
Al nivel de Dios mismo.

I
M
A
G
E
N
También hay una verdadera confusión – incluyendo a los católicos – sobre cómo una criatura finita (María) podría
ser la “madre” de un ser eterno.
.
“¿María no habría tenido que existir antes que Dios con el fin de ser su madre?”, razonan.

La referencia a María como “Madre de Dios”, sin embargo, no implica que existió desde la eternidad
(como Dios) o que ella sea la fuente de la naturaleza divina de Jesús.
La maternidad divina es uno de los 4 dogmas marianos católicos.

LOS DOGMAS QUE ENSEÑA LA IGLESIA

LA INMACULADA CONCEPCIÓN

La Virgen fue preservada inmune de la mancha del pecado original desde el primer instante de su
Concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de
Jesucristo, Salvador del género humano.
Esta verdad fue proclamada como Dogma de Fe por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula
Ineffabilis Deus.

LA MATERNIDAD DIVINA

La Virgen María es verdadera Madre de Dios, por haber engendrado por obra del Espíritu Santo y
dado a la luz a Jesucristo, no en cuanto a su Naturaleza Divina, sino en cuanto a la Naturaleza humana
que había asumido.
La Iglesia afirma este Dogma desde siempre, y lo definió solemnemente en el Concilio de Efeso (siglo
V).

LA VIRGINIDAD PERPETUA

La Madre de Dios conservó plena y perdurablemente su Virginidad, fue Virgen antes del parto, en el
parto y después del parto.
La Iglesia afirma este Dogma desde el Credo de los Apóstoles.
LA ASUNCIÓN A LOS CIELOS

La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrena fue subida en
cuerpo y alma a la gloria celestial.
Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución
Munificentisimus Deus.

I
M
A
G
E
N

¿EN QUE SENTIDO MARÍA ES LA MADRE DE DIOS?


María ha sido y es un ser humano. Ella es la Madre de Dios porque dio a luz al Dios-Hombre, Jesús, “la
Palabra se hizo carne” (Juan 1).

Una mujer es la madre de un hombre, ya sea si ella lo llevó en su vientre o si ella fue la mujer que contribuyó con
la mitad de su material genético o ambas cosas.
.
María fue la madre de Jesús en ambos sentidos.

Porque ella no sólo lleva a Jesús en su seno, sino también suministró el material genético de su cuerpo
humano.
Ya que María es la madre de Jesús, hay que concluir que ella es también la Madre de Dios.
Si María es la madre de Jesús, y si Jesús es Dios, entonces María es la Madre de Dios.
Por tanto, a pesar de que María es la Madre de Dios, ella no es su madre en el sentido de que es más
antigua que Dios o la fuente de la divinidad de su Hijo.

Más bien, reiteramos, se dice que ella es la Madre de Dios en el sentido de que ella llevó en su vientre a una
persona divina, Jesucristo, Dios “en la carne” (2 Juan 7, cf. Juan 1:14).
.
Y en el sentido que aportó el material genético de la forma humana que Dios tomó en Jesucristo.
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LA HEREJÍA NESTORIANA
Pretender que María no es la Madre de Dios reinventa una herejía del siglo V conocida como
nestorianismo.

La afirmación nestoriana que María no dio a luz a la persona unificada de Jesucristo intenta separar la naturaleza
humana de Cristo de su naturaleza divina.

Pero sin embargo, tanto Martín Lutero como Juan Calvino insistieron en la maternidad divina de
María.
Y de hecho, parece incluso que el mismo Nestorio pudo no haber creído en la herejía que lleva su
nombre.
Además, la iglesia ‘nestoriana’ ahora ha firmado una declaración conjunta sobre cristología con la
Iglesia católica y reconoce la maternidad divina de María, al igual que la mayoría de los cristianos.
La realidad de la maternidad divina de María fue proclamada dogma de fe por el Concilio de Éfeso en el
431.
Esta enseñanza contiene dos afirmaciones importantes:

1 – María es verdaderamente Madre

Puesto que Jesús no tuvo un padre humano, María contribuyó con todo el material genético a la
formación de la naturaleza humana de Jesucristo.
Como dice el Papa Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris Mater, “[Jesús] es la carne y la sangre de
María”.

2 – María concibió y dio a luz a la segunda persona de la Trinidad

Como dijimos antes, algunos cristianos sostenían que María fue la madre de la naturaleza humana de
Jesús.
Pero una madre no da a luz a una naturaleza, da a luz a una persona.
Puesto que Jesús es una persona divina, es lógico que María lleve el nombre de “Madre de Dios” (en griego,
Theotokos), aunque este misterio tenga aspectos que excedan nuestra comprensión humana.

Como el Catecismo de la Iglesia Católica enseña


Llamada en los Evangelios “la Madre de Jesús”, María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como
“la madre de mi Señor” desde antes del nacimiento de su hijo.
En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho
verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de
la Santísima Trinidad.
La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios [Theotokos] [CIC 495].

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LA THEOTOKOS ENCIERRA UN DOGMA CRISTOLÓGICO


La palabra Theotokos también nos ayuda a comprender esta enseñanza un poco mejor.

La palabra literalmente significa “portadora de Dios”, no “generadora de Dios”.

“Generar” a Dios implicaría que es su origen, pero esto no puede ser verdad porque Dios existe desde
toda la eternidad.
El cristianismo histórico (es decir, las iglesias católica y ortodoxa) creen que María dio a luz a Dios en
realidad (a la persona de Jesucristo) en su vientre.
El término fue utilizado como parte de la piedad popular por la iglesia primitiva.
Se la utilizan a lo largo de la Liturgia de la Iglesia de Oriente, tanto ortodoxos como católicos.
Se encuentra en el corazón de la piedad mariana profunda del rito latino.
Un pronunciamiento del Concilio de la Iglesia primitiva, el Concilio de Éfeso insistió:

“Si alguno no confiesa que Dios es verdaderamente el Emmanuel, y que a causa de esto la Santa Virgen es la
‘Theotokos’ (la carne que dio luz a la palabra de Dios hecho carne por nacimiento), sea anatema”.

La insistencia del Concilio sobre el uso del título refleja un esfuerzo por conservar la enseñanza de la
Iglesia que Jesús era a la vez divino y humano.
Que las dos naturalezas se unieron en su única persona.

La maternidad divina de María es, pues, esencialmente, un dogma “cristológico” en la que se afirma la
personalidad divina de Jesús.

Para enfatizar la importancia profunda de esta enseñanza, la Iglesia ha restaurado la antigua fiesta de
María, Madre de Dios, el 1 de enero.
El rechazo de la verdad revelada en este hermoso título de María ha dado lugar a una disminución en la
comprensión del papel de María.
Lo que impide a algunos cristianos comprender una verdad más profunda sobre el significado de la
vida de María – su Fiat, su “sí” a la voluntad de Dios.
Es una privación que lleva a una comprensión reducida de la llamada a todos los cristianos a vivir
nuestras vidas en Dios como lo hizo María.
Y ha socavado nuestra misión de llevar al mundo el nuevo mundo, recreado en su Hijo, y en la Iglesia
que es su Cuerpo en la tierra y semilla del Reino que está por venir.
Este maravilloso título, María, la Madre de Dios, “Theotokos”, revela una profunda verdad no sólo de
María, sino también sobre cada uno de nosotros.
Al no interpretarlo de esa forma todo lo católico relacionado con María algunos lo conciben como
idolatría, como por ejemplo conciben la devoción mariana de San Luis de Montfort.

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LA DEVOCIÓN MARIANA DE SAN LUIS DE MONTFORT: ¿IDOLATRÍA MARIANA O CRISTOCÉNTRICA?


San Luis de Montfort (1673-1716) produjo una obra clásica del culto mariano: La verdadera devoción a
la Santísima Virgen.
De este tipo de obras devotas se apropian los críticos del catolicismo con el fin de citar cosas fuera de
contexto: por lo que parece que los católicos prácticamente han elevado a María al nivel de una
Divinidad.
Todas las cosas tienen que ser consideradas en su contexto; en el trabajo del que se han extraído, y en
el contexto general de la teología y la espiritualidad católicas.
Cuando examinamos el libro de San Luis en profundidad, podemos comprender adecuadamente el
contexto de las citas “polémicas”.
Muchos pasajes se centran en Jesús; un hecho que los críticos no parecen mencionar.
En el capítulo dos: “En Qué Consiste La devoción a María”, el santo esboza su posición con la que
comienza su tratamiento de la devoción mariana.
Cualquier crítica no puede proceder sin tener en cuenta estos supuestos.

El primer principio básico de la devoción a María para San Luis es que Cristo debe ser el fin último de todas las
devociones.

“61. Jesús, nuestro Salvador, verdadero Dios y verdadero hombre, debe ser el fin último de toda
devoción; de lo contrario, serían falsas y engañosas…
Porque sólo en Él habita toda la plenitud de la divinidad y la plenitud completa de la gracia, la virtud y la
perfección…
Él es el único médico que nos puede sanar; el único Pastor que nos pueden alimentar…”
“62. Si estamos estableciendo una verdadera devoción a la Santísima Virgen, es sólo con el fin de
establecer la devoción a Nuestro Señor más perfectamente, proporcionando una manera suave pero
segura de llegar a Jesucristo…
Esta devoción es necesaria simplemente y únicamente porque es una forma de llegar a la perfección de
Jesús, amándolo tiernamente, y sirviéndole fielmente”.
Un protestante no debería tener el más mínimo problema con lo que está escrito acerca de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo.
Pero los críticos de la Iglesia van a apoderarse de frases individuales o fragmentos de frases sobre
María (ignorando material como la anterior) y asumir erróneamente que Jesús está siendo denigrado o
degradado.
La perspectiva católica es según San Luis afirma:

“Cuanto más uno está consagrado a María, tanto más se unirá a Jesucristo” (sección 120).

El hecho de que Jesús sea el fin último de todas nuestras devociones y aspiraciones espirituales no
descarta la noción de mediación humana (empapada en la gracia de Dios y por esa sola gracia) con el
fin de ayudarnos a acercarnos a Jesús.
Está lejos de enseñar que ningún cristiano puede orar directamente a Jesús.
San Luis escribe muchas cosas acerca de María que suenan escandalosas para los oídos protestantes e
incluso para los oídos de algunos católicos que necesitan recibir más educación sobre la mariología
católica.
Pero ten en cuenta que el santo hace una distinción entre María y Cristo muy clara:
“74. Lo que digo en un sentido absoluto de Nuestro Señor, lo digo en un sentido relativo de Nuestra
Señora…”
“75. Nosotros podemos llamarnos, y convertirnos en esclavos de amor de la Santísima Virgen, con el fin
de convertirnos en esclavos más perfectos de Jesús.
María es el medio que Nuestro Señor escogió para venir a nosotros y ella es también el medio que
deberíamos elegir para ir a Él… La inclinación más fuerte de María es unirnos a Jesús, su Hijo…”
Por tanto, un problema común con las personas que se oponen a la doctrina católica mariana es que no
están familiarizados con los contornos básicos de la teología mariana histórica.
Aun leyendo a San Luis o a San Alfonso de Ligorio no van a entenderlos en un primer momento, si las
personas no han comprendido las premisas fundamentales sobre las que se basan.

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EL TEMA DE LOS MEDIADORES

San Luis enseña en su libro acerca de tener un mediador con el fin de llegar a Cristo, y que éste sea nuestro
abogado ante el Padre.
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¿Es esto una cosa herética o no bíblica? No, en absoluto.

De hecho, la oración misma es una mediación.


Rutinariamente vamos a otras personas y les pedimos que oren por nosotros.
Tenemos la tendencia a ir a personas a quienes consideramos espirituales o rectos, para hacerlo; y los
protestantes hacen lo mismo.
Clérigos y otros líderes de la iglesia sirven como intermediarios. La oración es una fuerza intermediaria.
Orar unos por otros conduce a la curación y el crecimiento espiritual.
El profeta Elías oró y fue más potente que las oraciones de los demás: se detuvo la lluvia durante más
de tres años, y la hizo comenzar de nuevo (Santiago 5: 16-18).
Las personas se ayudan a otras, traen de vuelta a los pecadores.
Eso es toda mediación.

Si una persona justa puede rezar de manera más eficaz, tiene mucho sentido ir a la criatura más justa que ha
vivido, la Inmaculada María.

Hebreos 12: 1 habla de la “nube de testigos” que nos observa desde el cielo, y vemos a sus almas bajar
al altar del cielo orando (Ap 6: 9-10).
Y “los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos” (Ap 5: 8) y los ángeles (Ap 8: 3-4) ofreciendo a
Dios, lo que está todo perfectamente de forma explícita bíblica como “las oraciones de los santos”.
Nos ayudamos unos a otros en el Cuerpo de Cristo, y esta es la mediación.

El fin de toda su devoción mariana de san Luis es llegar a ser semejantes, unidos y consagrados a
Jesús, algo que ningún protestante nunca podría objetar.
Tal vez a los protestantes no les gusten los medios, pero los extremos están más allá de toda discusión.

FP: http://forosdelavirgen.org/4424/la-virgen-maria-es-la-madre-de-dios/

FUENTES:

 http://www.catholic.com/tracts/mary-mother-of-god
 http://www.catholiceducation.org/en/religion-and-philosophy/apologetics/how-could-mary-be-
the-mother-of-god.html
 https://www.onfaith.co/discussion/10-things-i-wish-everyone-knew-about-mary-mother-of-jesus
 http://www.catholic.org/mary/theo.php
 http://www.ncregister.com/blog/darmstrong/st.-louis-de-montforts-marian-devotion-idolatry-or-
christocentric#When%3A2016-12-18+17%3A01%3A01

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