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24 GUILLERMO SARAVÍ

Su obra en verso ha condenado a una permanente marginalidad a toda o casi toda su


labor en prosa (como en el caso de Darío o de Machado). El nombre Saraví evoca de modo
instantáneo a ese poeta que colmó toda una época de Paraná -y de toda la provincia-, y
refleja una arraigada convicción en la circunstancialidad y exigüidad numérica de su prosa.
Mucho de ese juicio se acerca desdichadamente a la verdad. Su obra más conocida, o más
nombrada (porque decir conocida es arriesgar o aventurar una posibilidad y no una certeza),
más nombrada, decíamos, es El Escudo de Entre Ríos, no nacida de la voluntad de Saraví
sino fruto eventual de un encargo que le fue hecho por el gobierno de la provincia.
Es verdad que no interesan los pormenores que anteceden a algunas obras (no todas,
desde luego, ya que en muchos casos esos pormenores que anteceden son la misma
maravillosa sustancia que la constituye); pero en este caso sí porque, específicamente,
Guillermo Saraví no fue un prosista. Y aunque su prosa nada le quita a su poesía, jamás
podrá suplantar el efusivo lirismo de Hierro, Seda y Cristal, de Carne de Sueño o las
nostálgicas líneas de Tarde Antigua.
Guillermo Saraví nació en Paraná, el 11 de agosto de 1899 y murió en la misma ciudad
el 31 de diciembre de 1965. Obtuvo el título de maestro en la Escuela Normal, ejerció en
forma pasajera el periodismo y desempeñó la dirección del Archivo Histórico de Entre
Ríos. Por su «Salmo del Hambre», le fue adjudicado el lauro mayor en los Juegos Florales
de Paraná en 1921.
Escribió y publicó, en prosa: El Escudo de Entre Ríos (Paraná, Imprenta de la Provincia,
edición oficial, 1941); Montiel. Crónica de matreros, Vagos y Mal Entretenidos (publicada
en el diario «La Capital» de Rosario y no recogida aún en libro. En verso: Hierro, Seda y
Cristal (escrito en 1916, publicado en 1925, con segunda edición, Buenos Aires, con un
prescindible prólogo de J. J. de Soiza Reilly. Recoge el «Salmo del Hambre»); Numen
Montaraz (Buenos Aires, 1928; segunda edición, Paraná, 1933); El Supremo Entrerriano
(poema histórico, 1929); Carne de Sueño (Buenos Aires, 1930; segunda edición, Paraná,
1933); Selva Sonora (Paraná, 1932); La Lágrima de Plata (Paraná, 1947) y Tarde Antigua
(publicado parcialmente).
Hubo toda una «edad Saraví» en Entre Ríos, y particularmente en Paraná, que resistió
incluso la ruptura de las estructuras formales y temáticas operadas por el ultraísmo y
persistió más o menos hasta los años 40’, en que el propio Saraví, marginando su opulento
lenguaje modernista derivó hacia una poesía nostálgica, intimista, de valores verbales
renovados (en lo que concierne a su propia poesía). Esta nueva actitud poética es la reunida
bajo el título de Tarde Antigua que, en este momento (1979) no ha sido publicada aún. Su
primer libro, Hierro, Seda y Cristal irrumpe en la un poco aislada Entre Ríos y cautiva de
inmediato a un público que esperaba, hacia 1926, un poeta representativo. Pensemos que para
entonces, Chabrillón sólo era conocido por algunos «iniciados», y su poema de mayor divulgación
era «Los Camalotes», que de ninguna manera constituye su mejor creación. Ortiz publicaría recién
en 1933; Mastronardi había dado su primer libro en 1926, obra que no tuvo resonancia provincial y
aun fue escasa en Buenos Aires. Amaro Villanueva estaba virgen en materia de libros. Rebaque
Thuiller gozaba de un anonimato total, casi como hoy mismo, parcialmente rescatado por Luis Sadí
Grosso en sus conferencias sobre «Poetas Olvidados». Panizza había hecho imprimir ya sus cuatro
libros, de tono menor y estilo campesino. Daniel Elías era otro inédito, conocido sólo en círculos de
amigos. En torno a estos nombres había varios poetas más; unos con una popularidad
exclusivamente departamental; otros condescendían sólo a los periódicos y no podían estar jamás al
nivel de Saraví, que entonces sólo contaba con veintisiete años y exhibía una típica estampa
romántica al estilo de Fernández Espiro: chambergo, corbata Lavalliera, capa, como su amigo
Mateo Dumón Quesada, también inédito entonces. De este modo, pues, Saraví estuvo
soberbiamente solo, aunque el elenco modernista entrerriano -hablo de los residentes en la
provincia- contaba con Luis María Grané, Luis Doello Jurado, Manuel Portela, Delio Panizza,
Ernesto Bourband y algunos otros. Recordamos que con un grupo de estudiantes del Colegio del
Uruguay, allá por los años 1938 al 1941, éramos devotos de Saraví, devoción que sólo la llegada de
Residencia en la Tierra, de Neruda, iba a hacer disminuir.
Es comprensible que Hierro, Seda y Cristal se constituyera en una biblia poética modernista si
decimos que pocos poetas del país tienen obras de tanta organicidad estilística y pareja calidad
como esa. Citamos a Lugones, a Enrique Banchs, a Leopoldo Días, a Ernesto Mario Barreda, a
Ricardo Rojas, a Rafael Alberto Arrieta, y en menor nivel, a Arturo Marasso, Evar Méndez, Carlos
Ortiz. De todos ellos, sólo Lugones y Banchs superan a Saraví. Hierro, Seda y Cristal, aparte de la
unidad que lo caracteriza, recoge piezas verdaderamente antológicas, como «Adiós a la Bohemia»,
«Keiwan», «Tramonto Bizantino» (cuatro sonetos decadentes), «El Buque Trágico» y «Tu
Sombra». No hay ningún poema prescindible, lo cual es mucho decir de un primer libro.

Mi alma es un buque trágico joyado de secretos,


corsario ya deshecho que se hunde en el confín
llevándose una carga de blancos esqueletos
entre los áureos cofres de un antiguo botín…
…………………………………………
Y es fama que en las noches más azules y bellas
han visto bajo el tenue fulgor de las estrellas
una espantosa imagen, de pie, junto al timón…

Si bien la temática y aún ciertas formas expresivas han envejecido parcialmente, el libro
permanece como la cúpula del modernismo en el interior del país. Es ya histórico, de
manera irreversible. Sólo en épocas de revolución literaria se recusa lo anterior. Pero una
vez que las aguas se aquietan y los últimos revolucionarios sufren a su vez la demolición de
los novísimos, los revolucionarios se hacen cásicos e ingresan -como Saraví- a la
posteridad. Recusar hoy a Saraví, y entre los escritores actuales de la provincia existe la
tendencia a restituirle el prestigio que, por otra parte, no perdió nunca, salvo, dijimos, por el
«parricidio literario» característico de la juventud, que es intolerante en materia estética, en
la defensa de «lo nuevo» y en la concesión de reconocimientos en tiempos de batalla.
Era inevitable que Saraví incluyera algunos temas decadentes y hasta ligeramente
«satánicos» en su primer libro. «Tu Sombra», poema espectral, modelo de literatura gótica,
se mezcla con poemas de contenidos románticos con lenguaje modernista. Los temas de las
escuelas parnasianistas, decadentes, simbolistas y modernistas figuran en mayor medida en
Hierro, Seda y Cristal. Una revisión de los nombres que incluye a «Adiós a la Bohemia»
nos retrotrae a los bardos gálicos, a la batalla literaria de Hernani, a los personajes de las
Escenas de la Vida Bohemia de Mürger, a Verlaine. Poe es aludido a través de un cuervo.
Los temas del chambergo y de la altivez de poeta son típicos de fin y principio de siglo,
cuando ser poeta era también una forma de lucha social:

Sobre la tristeza diaria


y el desdén de la fortuna,
mi chambergo es como una
canción revolucionaria.

Pálida lumbre estelaria


a su negrura se aúna
y a veces, blanco de luna,
tiene un alma imaginaria.

Bien me acompaña en mi marcha


por los vastos yermos de escarcha
callados y taciturnos…

Y lo mismo que su dueño,


bendice, mudo, el ensueño
y ama los perros nocturnos.

Cervantes y Rostand, con sus respectivos héroes Quijote y Cyrano, fueron muy del gusto
de los modernistas, como lo ejemplificó inicialmente Darío Mismo.
El «Salmo del Hambre» nos presenta a un joven Saraví preocupado por la problemática
social, un poco al estilo anarcosindicalista o mejorando al de Alberto Ghiraldo:

Hambre que divagas por los bulevares


soñando distantes limbos estelares,
llena de contagios y de castidad,
o que alucinada por dichas inciertas
duermes en el quicio de todas las puertas
con un gesto lleno de suma piedad…

En Carne de sueño Saraví atenúa la expresión modernista y deriva hacia un


posmodernismo, aunque cierta temática, la última Thule, etcétera) lo mantenga dentro de
dicha escuela. Finalmente, en la parte menos importante de su producción poética, el poeta
de Paraná accede al canto épico, nativo, provincial, de temática histórica, cuyo ápice lo
constituye «Cerro Corá» (La Última Revista), dedicado a los heroicos soldados del mariscal
López. Entre Ríos tuvo el honor de no asistir a la increíble masacre, pues el ejército
entrerriano fue sublevado bajo cuerda por el propio general Urquiza, en las instancias de la
partida hacia el Paraguay.

*(Tercera Parte: La poesía, «El Modernismo en Entre Ríos» en Historia de la Literatura


Entrerriana de Luis Alberto Ruiz, Tomo 1 – EL SIGLO XX)

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