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Planteamien to
&~probl~rl!ª_cJ.~I~_unidacLstel g~nerll narrativo lo tonnul6
ya a nes -del siglo pasado-un novelísta tan lúcido como Mau­
passant: «El crítico que después de Manon Lescaut, Pablo y Vir­
ginia, Don Quijote, Las relaciones peligrosas, Werther, Las afinidades
electivas, Clarisa Harlowe, Emilio, Cándido, René, ÚlS tres Mos­
queteros, Mauprat, PaPá Goriot, La prima BeUe, Colomba, Rojo y
negro, La señorita de Maupín, Nuestra Señora de París, Salamb6, Madame
Bovary, Adolfo, Sajo, etcétera, se atreva a decir: "Ésta es una
novela y ésta no lo es", me parece dotado de una perspicacia
que se acerca mucho a la incompetencia,»
y añade luego: «Si Don Quijote es una novela, c'Rojo y negro
también lo es? Si Monle Cristo es una novela, ¿sucede lo mismo
con l' Assommoir? ¿Se puede establecer una comparación entre
Las afinidades elect1'vas, de Goethe, Los tres Mosqueteros,de Dumas,
Madame Bovary, de Flaubert, M, de Camor, de Feuíllet, y GermmaL,
de Zola? ¿Cuál de es~~ obras es una novela? ¿q~ále_~ son esas
~é)-_t.!!º.El~_.!:.c.:gl~ún las-cuales -u'ñ.¡ bístün<i' escrita debería
llevar otro nombre]? ¿De...dónde...vknen?,¿Qpién las ha esta­
blecido? ¿En virtud de qué principios, de qué--autoiídad y
de qué razonamientos?') '.
EI_2.ª-S_!Ldd..t!~!!l---RQ__I!2.__hª__ ~y'~~~do mucho a resolver el
P!o6felpa de la unídad deI.z.én~~!LnaJ'rÚí.yº.;,por"·er contrario,
pensemos que, a Ta--jjstá anterior, deben añadirse obras como
iRises, El proceso, James Bond contra Goldjinger, Eres una pecadora
o Rayuela. Evídentemente) la clara delimitación del género
resulta hoy mft:.s. 9ye .pro~Te~-¡(tlca-'---ya--ñing'úñ--úrtíco' 'cauto

1 Prólogo a Pierr~ ti Jean (181:17)'

9
..

se atreverá siquiera a mencionar las reglas de que hablaba novela como gé-nero imperialista, que incorpora constante­
Maupassant. En nuestro paia, muchos se han acogido a la mente a su comente nuevos ámbitos y perspectivas.
escéptica declaración de Camilo José Cela según la cual es Pero esto nos reenvia al problema del origen, por grande
novela el libro que así lo haga constar al comienzo. que sea la sencillez. y la falta de aparato erudito con que aquí
A la vez. que el de la unidad y muchas veces confusamente in­ queramos plantearlo. Como dice Michel Butor, <da novela
volucrado con él. se plantea hoy el problema de la crisis de la es una forma particular del relato. Éste es un fenómeno que
novela. En el ambiente literario español produjeron cierto rebasa considerablemente el' terreno de la literatura; es uno
efecto las declaraciones coincidentes de un novelista catalán de los elementos esenciales de nuestra aprehensión de la rea­
y un crítico madrileño supuestamente riguroso en el sentido lidad» s.
de que hada muchos años que nO leian novelas, pues, a partir Aceptemos tal punto de partida, por humilde que parezca,
de una determinada edad, (da novela ya no interesa». Claro gracias a su solidez y sensatez. En efecto, parece claro que la
es que no les interesa a ellos, que, con esta simple declaración novela surge en un terreno común con el cuento y que posee
quedan ya suficientemente caracterizados. El hecho que hemos puntos de contacto más o menos grandes con el folklore, la
mencionado, sin embargo, no es aislado. Se vuelve a insistir literatura de viajes, la epopeya y el mito. Algunos de estos
en la idea de fa novela como género despreciable, objeto de acordes pueden hoy seguir resonando junto a la refinada
consumo preferentemente femenino, escapismo de los autén­ melodía que es la actual narración. En efecto, si algunos cuentos
ticos problemas, etcétera. O se afirma que hoy ya no se es­ «apelan con tanta energia a ja imaginación de las gentes ad­
criben buenas novelas, sólidas ,y atrayentes, como en el siglo quiriendo perennidad tal, es porque su contenido apunta
pasado. Se proclama, am, que la novela está en crisis o, más de algún modo hada nexos de fascinante atracción para el
taxativamente, que ya ha muerto. ¿Cuándo sucedió esto? espíritu humano, y deben remitirse, por consiguiente, al campo
Algunos curiosos estudios franceses nos muestran que 10 mis­ de 10 mítico, donde la creaci6n poética radica» +. Sin esta
mo exactamente se decía en la segunda mitad del siglo XIX, presencia subterránea del mito no se podría eXT,licar, por
en la época de Flaubert, Maupassant~ Zola ... y no hace ejemplo, el deslumbramiento mundial ante Ciro aiio~ de soLedad,
falta ser muy erudito para hallar diatribas (por razones mo­ de García Márquez. Y tantas novelas mediocres se benefician
rales o literarias) contra la novela española en esa misma de la permanente fascinación que ejerce sobre el eS'l,íritu hu­
época. mano el tema del viaje.
Admitamos el término: crisis, sí, pero como sinónimo de Tenemos, pues, encuadrada a )a novela dentro del marco
expansión y enriquecimiento, no de decadencia o muerte. del relato. Tal como hoy la entendemos (históricamente. por
Un género líterario que intente refic;jar la realidad del mundo supuesto, no ha sido así) es una narración en prosa. Y se distingue
actual. ¿podrla no estar en crisis? Esta es la hipótesis de que del cuento por su carácter duralÍvo, consecuencia ínevita ble
partimos para nuestro trabajo y que sólo a lo largo del mismo de la diferencia de extensión.
adquirirá cierta dosis de verosimilitud. ya que no -eso seria Como todo chist'e o anécdota que narramos, la novela busca,
imposible- de matemática certeza. primariamente, interesar al oyente o lector y divertirle.
Creemos bAsícamente -y no sería dificil acumular tes­ Para conseguirlo se basa, ante todo, en la novedad de la
timonios de tipo sociológico a favor de ello- que la novela , historia narrada, «Novela» deriva de «novella» = las cosas
es el género predominante en nuestro siglo: expresa hoy, según " , nllevas, las nuevas historias. (Esta es la definición clásica de
Albérts, lo que en otro tiempo fue patrimonio de la "epopeya,
la crónica, el tratado moral, la DÚstica y, en parte, la poesia 2,
Es lo mismo que nos dice Vargas Llosa con su metáfora de la • Micl,eJ Butor, Sobrs (ilnatura, 1, Barcelona, Seí)( Barral (Bibliolrca
Breve), '~,. ed .. /967, pág. 7.
• Franci.co Ayala, La estr¡¡ctura nalTaliv(f. Madrid, TaUTU& (Cuadernos
l R. M. Albére~, HiSloírt du RDm(lJl Modlrnl. Paris, Albín Michd, /962 , pág 7· Taurus), 1970, pág. 66.

10 11
..

,
Goethe y el punto de partida para la reflexión de Ortega.) cuento, quien, como tal narrador, se incluye dentro de la es­
Desde este punto de vista resulta graciosa la denominación de tructura narrativa en una posición básica; tanto, que ese mismo
un movimiento francés actual: «nouveau romam>, esto es, cuento, contado por otro, será ya otro cuento».
nuevas novedades. Pero el tiempo desgasta las escuelas y las La historia puede tener una base real. Pero lo que importa,
denominaciones, igual que los tratamientos de cortesia '. Se en definitiva, es el libre navegar de la imaginaci6n del narrador,
ha hablado ya de un (<nouveau nouveau roman>t, y la repetición abriendo caminos por los que circularán luego las imaginaciones
puede continuar hasta el infinito. ' de sus lectores.
Este punto de partida elemental desaparece rapidisimamen te. Nuestra curiosidad se ve atra!.da, ante todo, por lo extraor­
Lo que despierta la curiosidad no es ya la historia en sí, sino dinario: el narrador presentará a nuestros ojos sucesos inespe­
la forma de narrarla, el modo má.s o menos hábil con que un rados, ambientes inaccesibles, mundos maravillosos, personajes
narrador (hombre especialmente dotado para ello) evoca fuera de lo común ...
los personajes, presenta los ambientes, refleja las situaciones El niño sueña con las aventuras del caballero medieval
y nos conduce a lo largo de las diversas peripecias hasta la con­ o el pirata malayo. En los adultos., la novela sirve muchas veces
clusi6n. de escape y compensación a una vida gris, mon6tona, a un
La tradici6n nos presenta a ese narrador como un hombre trabajo no elegido: la mecanógrafa descansa con el baile
de cierta edad, que ha vivido y meditado mucho: permanece de alta sociedad y los hoteles lujosos; el estudiante encerrado
habitualmente en silenCio, pero alguna vez enhebra el largo entre sus libros, con la vida azarosa del agente secreto que posee
collar de sus recuerdos en una historia que todos escuchan un atractivo fisico irresistible o con las aventuras del playboy
con admÍración. internacional. No otro es el secreto del éxito de tanta literatura
De modo más o menos consciente, el narrador utilizará popular '.
toda una serie de recursos o procedimientos para mantener La radical extrañeza, sin embargo, acaba produciendo
viva la atención de sus oyentes: esto es lo que Wayne C. Booth indiferencia. El lector debe sentir que existe alguna relación
denomina (da retórica de la ficci6n»6. 0, si se prefiere, el estílo, entre esa historia que le cuentan y su propia vida.
en el sentido más amplío del término; o, usando la palabra Corremos aqul. el riesgo ,de la identificaci6n puramente
redescubierta por los formalistas rusos, la «poética>} de la sentimental, infantil, del lector con el «héroe», que impide toda
narraci6n. reflexión critica. Es lo característico -pero no exc1usivo- de la
Se incluyen aqul el tono, la perspectiva, la estructura del líteratura popular, de consumo, 'y contra lo que reaccionó el
relato, la limitaci6n o no del narrador. Y, ante todo, la actitud teatro de Bertolt Brecht. Pero en el fondo -seamos realistas­
que éste adopta con respecto a su propia historia. Como dice responde a una tendencia inevitable del ser humano. El secreto,
Francisco Ayala, el narrador, muchas veces, «procurará in­ como siempre, estará en la medida.
cluso, si ello es posible, presentarse como protagonista o, cuando Ya Thomas Hardy supo expresar muy claramente que «el
menos, testigo presencial de la acdón, con el fin de animarla problema del escritor es el de la forma de equilíbrar la balanza
y reforzar en su cuento la ilusi6n de verdad: la mimesis. Sus entre lo que no es habitual y lo que es corriente, de manera
oyentes suelen at.:eptar esta convención, y mientras se complacen que, mientras que por un lado se despierte el ínterés, por el
en escucharlo, saben disociar en su mente al hombre concreto otro se exponga la realidad)&. ,
que habla, Fulano de Tal, que es tan ameno, y al narrador del La relación entre el lector y la historia narrada puede ser
lejana y profunda, a un mismo tiempo: los sentimientos del
• Vid. Rafel Lapesa, Hisltlna de la Imglla tSpflM[a, Madrid, Escelicer,4.Aed., , Vid. Andrés Arnorós, Sociologla de una ROllela rosa, Madrid, Taunu (Cua­
pág. ~51. dernos Taurus), 1968.
• Wayne C. Booth. Thc Rethan, 01 Fution, Chicago. The Univenity ofChi­ • Apud. Miriam Allol, LBS n~oeli!las .1 la ,¡¡lVlla. Barcelona, Seix Barral
cago Press, 8. a ed., 1968. (Biblioteca Breve). '966, pág. 76.

12 13

protagonista encuentran un eco en nuestro corazón. Hay algo de las leyendas heroicas. La necesidad de una distraccí6n de
que tiembla dentro de nosotros cuando sus fuerzas flaquean tipo sentimental para llen<.tr el obligado ocio femenino. Las
o la fortuna le vuelve la espalda. cartas. Las memorias... En definitiva, el deseo de /ler claro el
Otras veces. la relaciÓn es mucho más pr6xima: ¿cabe mundo que nos rodea y la necesidad que lodos sentimos de
mayor deleite que ver vivir a un hombre parecido a nosotros, consuelo.
que viste ropas como las nuestras, pasea por calles que cono­ Desde el punto de vista retórico, es un género muy dificil
cemos bien y hasta hace las mismas extravagancias que algún de clasificar. Fue considerado tradicionalmente como una
vecino nuestro? prosificación de la épica o de la epopeya heroico-cómica. La
Nos gustaría saber cómo vivieron los hombres hace cin­ calificaci6n del Q,uijote, por ejemplo, fue durante muchos años
cuenta años, tres siglos: la novela hist6rica nos lo dice, con todo un dificil problema. Todavla Jovellanos y Fie1ding. en el siglo
el color y dramatismo que deseamos. Tenemos curiosidad por xvm, ven e! Q¡tijotecomo un poema. Incluso Valcra lo mantendrá:
saber c6mo vivirán nuestros bisnietos, ad6nde va el mundo, «en una narración poética, que tal es cualquier novela, aunque
cómo sed. dentro de cien años: las utopias y las novelas de ciencia­ en prosa esté escrita ...) j¡. Claro que Valera supone una «ano­
ficción nos 10 hacen ver, sin alejarnos nunca demasiado de malía literaría») 10,
nuestro momento actual, el único que en realidad nos interesa. Esta dificil retórica constituy6 un obstáculo importante
Nada más dulce (y amargo, a la vez) que revivir nuestra para el nacimiento de la novela moderna en España, según
infancia, el tiempo perdido ya definitivamente. Por eso leer han demostrado los estudios deJosé F. Montesinos 11.
a Proust puede ser una auténtica experiencia vital. Todavía los manuales más utilizados 12 siguen fieles a esta
Nada puede interesarnos más que enderezar de modo tradición. Pero ¿tiene esto algo que vereon la novela delsigl0 xx?
conveniente nuestra vida furura. Se ha hecho famosa la decla­ Tratemos de averiguarlo.
ración de Maurice Nadeau de que la novela que deje tal cual
al escritor y al lector es una novela inútil. Y ya Unamuno
-luego 10 veremO$- pretendia que su lector, al acabar la
novela, no fuera el mismo que la empez6. Este es el poder y la
grandeza de ]a novela contemporánea.
Buscamos en la novela salir de nosotros mismos, vivir en
otros, escapar a nuestros limites, multiplicar nuestra experiencia
vitaL Pero, en el fondo, leemos las historias de unos personajes
ficticios para llegar a conocernos mejor, para aprender a vivir,
para ser, más y mejor, nosotros mismos.
Todo esto (y mucho má.s) puede hacer una novela. Unas
veces predomina en ella la imaginación i otras, la forma na­
rrativa. Oscila entre realismo y ensueño, entre compromiso y
evasión, entre historia y utopia, entre testimonio social y bio­ • Valenl, Pasarst d, listo, en Olmu compl.tas, 1, Madrid, Aguilar, !l." ed.,
grafia intima. pág. 506.
,. JOli~ F. Montesinos, Va/mi o laftcciiin film, Madl'íd, Castalia, 2." ed., 1970.
En el nacimiento de la novela confluyen, entre otros, estos " ~:~pedahllcllle estos dus: InlruduN:i6" a una hirtoria de /0 novela en España en
elementos: un material narrativo de origen oriental (indio el Jig(u XIX, Valencia, Castalia, 19);-" )' CQJlurubriwlo y novdu. lúuayo sobre
y árabe). El mito. El folklore. La epopeya. La literatura reli­ el drscubrimien/o de la realidad española, Valencia, Castalia, 1960.
u Wolfgang Kayser, Int.,prtl¡¡.ión y I1.ndlirir d,. (a obra filtran'u, Madrid,
giosa y de viajes. La literatura burlesca medieval, oculta mu­ Credos (Biblioteca Románica Hispfmica), 3." ed" 1961. René Wellek y Austin
chas veces bajo la «(ermosa cobertura~~ aristocrática. La pro­ Warrcn. Teoría l¡¡m.lría, M¡¡drid, C.-eo.lus (l!iblimec., llománica Hispáníca),
sificación, para una burguesía ciudadana amante dd realismo, 3.- e<l., 1!l62.

14 15

II

Evolución

Tanto dentro como fuera de Espafia, es habitual reconocer
la influencia decisiva que la novela picaresca y Cervantes
ejercen en la creaci6n de la novela moderna europea.
Frente al tipo de novela idealista habitual en el Rena·
cimiento (pastoril, de caballerías, morisca ... ) la picaresca
representa un importante paso hacia el realismo, tanto en la
ambientaci6n como en la motivación psicológica de los per­
sonajes o en el enfrentamiento de actitudes vitales que supone.
y es evidente que Bin esa cierta dosis de realismo nos resulta
hoy muy dificil atribuir a una obra literaria el calificativo de
novela. ''''
Claro es que ese realismo no puede interpretarse de un
modQ elemental, como simple copia de la realidad espafiola
<

de la época l. Pero también es evidente que la pícaresca resul·


taria totalmente incomprensible desligada de la realidad so­
cial española de la época: clase social de los «apicarados»
(Alberto del Monte), vivencia conHictiva de los cristianos
nuevos (Américo Castro), actitudes religiosas de iluminismo
erasmista (Márquez Villanueva) o descreimÍento general (GiI­
man) , critica de la «honra», reacción contra un cristianismo
oficial vinculado a la clase y casta dirigente, etcétera.
Situar como «héroe», con toda su complejidad humana y
vital, a una figura como Lázaro de Tormes supone una radical
originalidad: nada menos, según Salinas, que ~<la revolucio­
naria proclamaci6n de los derecho¡; de un hombre cualquiera

I Vid., por ejemplo, Juan Goytisolo, Pro61tmas dt la tlovela, Ban::elona, Seix


Barral (Biblioteca Breve), 1957.

17

a ser héroe literario) 2. Es decir, abrir el camino de Balzac, a toda la literatura española". Tocamos aqui, según Pedro
Dickens. GaldÓ6. Gorki, Faulkner. Steinbeck ... Salinas, la <(Dovela trascendental», la que se enfrenta con el
No olvidemos tampoco la trascendental importancia que problema de la condición humana y nos hace una invitación
tiene el elegir la forma autobiográfica, presentando todo el a la libertad 9 que nuestra época no puede considerar superflua.
material folkl6rico preexistente (María Rosa Lida) como Sin embargo, la linea de continuidad de esta admirable
experiencia vivida efectiva~ente por Lázaro (Francisco Ayala). novela española se quiebra en el siglo XVlI, ahogada quizá por
El Lazarillo, si, es realista. Pero no hay que interpretar esta el estilo barroco y la finalidad moralizante. Desaparece casi
afirmaci6n de un modo demasiado elemental. Para Dámaso por completo en el XVlll, ya que no es un género con antece­
Alonso. supone <da cima del realismo literario mundial», denles clásicos que lo hagan digno de consideración culta;
por lo intenso y. a la vez, delicado'. Y. en una de las escenas por eso, los principales ejemplos d~ la época representan un
cumbres de la novela, cuando Lázaro da su comida a su amo el género mixto: novela y crítica literaria (Pudre Isla), novela
escudero, ha visto una complicada estructura a base de un doble picaresca y autobiografía (Torres Villarroel), novela y peda­
engaño: por la honra y por la compasión. gogía (Monteng6n). Cuando la novela española reaparece,
En definitiva, con estas precisiones y otras infinitas que en el siglo XIX, lo hace sobre la base descriptiva y pintoresca
deberian hacerse, la picaresca puede ser considerada como del costumbrismo romántico, con todos los inconvenientes que
«el primer modelo de la novela de costumbres~)4. No hace esto supone para profundizar en el aná.lisis del personaje.
falta subrayar cómo la picaresca es hoy considerada como un En otras literaturas europeas (la francesa y la inglesa,
tema vivo. cuya comprensión se enriquece desde puntos de sobre todo) no se da esta quiebra, por lo cual su novela posee
vista tipicamente contemporáneos ll y que da lugar -no 01· la gran ventaja de continuar una tradición de progresivo
videmos el nombre de Cela- a una importante corriente de la enriquecimiento.
reciente novela española. No dcbemos olvidar que el género inglés de mediados del
¿Cómo resumir en unas Uneas la trascendencia del Qpijotl! siglo XVIII, la llamada <movela burguesa}) que abre el camino
dentro de la evolución del género narrativo? Digamos s610 a. la novela moderna, recoge la herencia española clásica:
que significa una etapa importante en el desarrollo de <da repre­ Smollct tradujo El Quij()te, lo imitó en Las aVfTlturas de Sir La.un­
sentaci6n de la realidad en la literatura occidental» 6. En él celot GTtaves y se inspiró en la novela picaresca para Las aventuras
se da ya esa ¡ronia y esa b6squeda del destino personal que, de Roderick Random. Fielding escribió su Joseph Andrews, según
según Lukács, caracterizan a la novela moderna'. En El Q,ui­ reza el título, a imitación de Cervantes, y creó un delicioso
jote hallamos también un admirable perspectivismo psicol6gico, personaje quijotesco en el cura párroco Abraham Adams 10.
la noción (tan existencial) de «la realidad oscilante>~ y el juego Por esta vía, la influencia cervantina se prolonga hasta esa
dialéctico entre la realidad y ensueño que caracteriza, quizá, cumbrc narrativa que supone Dickens 11.
Nos importa señalar que la novela europea alcanza en el
• Pedro Salinas, "El "héroe" literario y la novela picare~a española, (Se:-­ siglo XIX su época clásica. Es decir, la plenitud del desarrollo
m:tntica e historia literaria)>>, en ErlS4JOS ti, literolllro hispdnica. Del "CoJllar de
Mio Cid" a Garda Lorco, Madrid, Aguílar (Ensayistas HispánicOlS), l/." ed.,
1961 , pttg. 71. • Allll',i,o C.UlrC>. F.I pen.rami,,,lo de Cervo7lter, Madrid. Centro de Estudios
• Dámaso Alonso, "El realismo psicológico en el Lazarillo», en De los nglos
I1istóricús, 1925; Hacia CeruanltJ, Madrid, Taurus (Pe!".;les), 1960; CmJanlts.Y
OSnlrQt (A/ lid Orl1, Madrid, Gredas, 1953, págs. 1I116-lI34-.' .'
lós c(U'licismos tspañoJes. Madrid, Alfaguara, ¡yGG.
4 Menéndez Pidal, Anlologfa de prosistas espaíW{,s, Madrid, Espasa-Calpe
• Pedro Salinas, ",r,ra dtada, pág-', I ,,(j-I JI.
(Austral), 7." ed., 1956. pág. 6,. ,. G"orge Sampson. Tlle CURcis( Ctlm¿m{c< Hislury 01 English Literatuft, Cam­
, Aparte de 10$ ya mencionarlos, recu~rden8e los trabajos de Balaillon,
bridge University Press, 1959. págs. 5°';-5°9.
Fernando Lá:l:an~, Blanco Aguinaga y Francls<:o Rico. ti R. Pérez de Ayala. />riru:¡pias yjillIJ1,¡ de la noutla, Madrid. Taurus (Persi!es),
a E. Auerbach, MimeJir, Mbico, Fondo de Cultura Econ6mica, 19';0.
1958. Espcci;,lmentt- lo! capítulos "La lente quijotesca y la visiÓn del munuo en
, TMorit du Rllmall. Parls, Gonthier (Bibliotheque Médiiltiom). 1963.
Did",ns". "Cervantes eli Dickens" y "Rinconele y Cortadillo en Olivcr Twist».

18
19

dentro de una determinada tendencia. Cristalizan entonces


como los tipicos de la gran novela ciertos temas, cierta manera
de narrar, cierto tipo de personajes.
La novela del siglo XIX presenta, como es evidente, tenden­
cias muy diversas. Pero existen unas coincidencias básicas que
nos permiten hablar de eUa como unidad. Al decir «novela del
siglo XIX» pensamos naturalmente en las obras de Stendhal,i
Balzac, Dickens, ToJstoi, Pérez Galdós, Pereda ...
La novela del siglo xx, la que suele llamarse novela con­ III
temporánea, aprovecha en gran medida todo este caudal
narrativo anterior, pero se aparta esencialmente de él. Asis­
timos hoy a (mna transformación de. la noci6n misma de La novela del siglo XIX
novela, que evoluciona muy lentamente, pero de modo inevi­
table (todas las grandes obras novelescas del siglo xx están ahl A lo largo del siglo XIX espafiol se suceden, con bien orde­
para atestiguarlo) hacia una especie nueva de poes[a a la vez nad'a coherencia, la novela romántica, el costumbrismo, el,
épica y didáctica» u. realismo y el naturalismo. No hace falta decir que el realismo,
La novela del XIX lleg6 a tal perfección en un camino. que poderosamente influido por las repercusiones que en la vida
seguir por él supondría peligro inminente de repetici6n y nadonal produce la revoluci6n de 1668, representa la cumbre
amaneramiento. Nuestro siglo quiere otra cosa. Las novedades de esta evoluci6n narrativa y, por ello, será elevado a modelo
formales son enormes, llamativas. Pero más importante todavia ejemplar que hay que respetar (según los tradicionalistas)
es el cambio en la manera de ver el mundo. o del que hay que disentir (según los innovadores).
Vamos a intentar resumir ahora, con brevedad y sencillez, Pero conviene comenzar retrocediendo un poco más. Toda
los caracteres de la novela del siglo XIX. Para examinar luego novela, en todo tiempo y escuela, debe con3eguir un objetivo
qué es lo típico de la novela de nuestro siglo, en qué se aparta fundamenta): interesar I,al lector, divertirlo, incitarle a que
de lo anterior. continúe su lectura. Con su acostumbrada concentraci6n for­
El hablar así (<<novela del siglo xx» frente a (movela del mulaba Flaubert esta regla elemental paTa todo novelista:
XIX») supone, evidentemente, una generalización que ofrece «Il faut intéresser.» Lo mismo sigue opinando, en época más
bastantes puntos débiles, fáciles de criticar. Creemos, sin em~ reciente un narrador tan experto y, por ello, de tanto éxito
bargo, que no es totalmente arbitraria. Las diferencias entre como Somerset Maugham: «(Lo esencial en la novela es dirigir
los dos siglos (si no interpretamos. esto en su estricto sentido. adecuadamente el interés del lector por medio del argumento» '.
cronológico) me parecen indudables. La critica contemporánea sigue fiel a este punto de vista.
Con el carácter elemental, de puro «(common sense», tan
buscado a veces por los anglosajones, lo expone asi E. M. Forsler:
«y ahora la historia puede definirse. Es una narración de hechos
dispuestos en su adecuada sucesión temporal: la comída des­
pués del desayuno, el martes después del lunes, la corrupci6n
después de la muerte, etcétera. Como historia, s610 puede tener
un mérito: el de hacer que el público quiera saber lo que va

I Tllt SlIrnming Up, Londres, ed. Wifljarn Heinemann (Conected editíon of


" M. Butor, S!,bre literalllra, T, oo. citada. pág. 13. the works or. .. ), 1948.

20 21

a venir después. V, por contra, s610 puede tener un defecto: A cambio de ello, el costumbrismo perjudicó'la formación de
el de hacer que el público no quiera saber lo que va a venir la gran novela española por su afición a los tipos (el baturro,
después. Estas son las dos únicas criticas que pueden hacerse el gallt:go, el vendedor de botijos ...) y su limitaci6n a lo super·
de una hístoría que es una historia»):/;, ficia) y pintoresco. Para que surja la noveJa realista es preciso que
Este es, desde luego, un punto de vista sólido y coherente. el narrador no se fije en un baturro, con su faja colorada y su
Pero no es el único. Más certera parece la distinción de Wayne pañuelo a la cabeza, sino en un «hombre de traje griS), y trate
C. Booth: desde el punto de vista del lector, 10 esencial en una de profundizar en los rasgos que le hacen singular, único,
novela es interesarle. En cuanto expresión de un autor, lo insusti tuible.
esencial es la sinceridad o expresividad. En cuanto realización El novelista realista basa todo su trabajo en la capacidad
formal, lo esencial es la coherencia, complejidad, unidad de observaci6n. Multitud de anécdotas podrlnn confirmar
y armon[a 3. esta declaración. Recordemos que BaJzac, para distraerse
La novela clásica se basab¡;, ante toclo, en los valores ima­ después de su agotadora jornada de trabajo, salía a pasear
ginativos: una historia desconocida. (Para Goethe, la novela por París, e1egia a un desconocido y lo seguía, fijándose bien
es «(un acontecimiento peculiar y no oido todavía».) O una en todos los detalles, para tratar de adivinar su nombre, pro­
historia tradicional contada de una forma nueva. fesión, carácter, familia, gustos, domicilio... (La relación
La novela romántica sacaba al lector de su ámbito vital entre lo físico y lo psíquico será tema predilecto del novelista
(considerado vulgar, sin interés) y le llevaba por caminos realista y, luego, del naturalista.)
de fantasia. En gran medida, era novela" hist6rica (sin nínguna Algo muy semejante podría decirse de Gald6s: sabemos
exactitud arqueol6gica, por supuesto) y evasiva. Frente a la que era muy reservado y silencioso en las tertulias o reuniones
novela ro1lftmtica, basada en el predominio de la pura ima· de amigos. Su gran afición era pasear por Madrid y charlar
gínaci6n, la realista aporta, como contrapeso, la capacidad con las gentes humildes (porteros, vendedores ambulantes ... )
de observación. En este sentido, el costumhrismo significó una inquiriendo detalles, historias, modos de hablar. Sin este hábito
escuela muy útil: acostumbr6 a los prosistas a mirar a su alre­ y esta capacidad sería totalmente incomprensible la extraor­
dedor y tratar de reflejar por escrito loquevieron. Es decir, repre~ dinaria cantidad de información que Galdós nos proporciona
sentó un aprendizaje técníco que hubo que asimilar (y, posterior­ sobre tos más diversos seclores de la vida sodal española en la
mente, superar) para llegar a la gran novela realista j algo así segunda mitad del siglo XIX. El novelista -Proust nos lo dírá­
como el dibujo de academia para un gran pintor clásico. es como una esponja que debe empaparse de realidad.
El costumbrismo señala, a veces, la máxima cercania Cuando Maupassant, joven aprendiz de escritor, acude
posible de la literatura a lo fotográfico: realismo descriptivo a pedir .consejo a Flaubert como maestro consagrado, éste se
minucioso y limitación imparcial a lo externo. Este segundo limita a señalarle un armario Heno de cachivaches y a decirle
carácter es mucho más dificil de mantener de lo que a primera que lo describa. Todavía Azorin se forma con este criterio
vista pudiera parecer. La psicologia aparece desde el primer clásico: siendo niño, tomaba un cuaderno y se iba a sentar
momento como un eampo atractivo pum el narrador. El es­ sobre \lila piedra, en medio del campo, a describir lo que veía.
critor costumbrista abandona en seguida su papel de puro Unas veces, esta observación es superficial, atenta s610
cristal y hace resaltar la realidad adoptando una determinada a lo pintoresco, como en el costumbrismo. Otras veces, en
perspectiva +. Cjimbío, aspira a captar el secreto profundo de una cosa o un
ser, su individualidad. Maupas!!ant lo define con claridad:
i E. M. Foster, As"ttt.s¡ifth~){flve(, Nueva York, Harcourt, Braee and World, «En todas las cosas hay algo inexplorado, porque estamos
19117, cap. 11.
• Wayne C. Booth, obra citada. pág. 1117.
habituados a no servirnos de nuestros ojos más que a través
• Vid. M, Baquero Goyanes, Pmpet:tivismv.l contrarie, Madrid, Gredos del recuerdo de Jo que otros han pensado antes que nosotros
(Campo Abierto). 1963. sobre lo que contemplamos. Lo más pequeño tiene algo des­

22 23

oO
"J

conocido. Encontrémoslo. Para describir un fuego ardiendo


y un árbol en una llanura, quedémonos frente a este fuego
'"

"'le¡ ción estriba en representar cada escena de manera tan sen­


cilla y natural, en hacerla parecer tan vcrosimíl que nos engafte
y este árbol hasta que, para nosotros, no se parezcan ya a ningún (por lo menos mientras la leemos) y nos lleve a la creencia de
otro árbol y a ningún otro fuego. Es así como uno se hace ori­ que todo es reaL.» 7. .
ginal. Después de haber establecido la verdad de que no hay, Es decir. que la novela realísta (que se anticipa en Ingla­
en todo el mundo, dos granos de arena, dos moscas, dos manos terra ya al siglo XVII[) posee estas caracterlsticas:
o dos narices absolutamente iguales, me forzaba a definir, en!
unas pocas frases, un ser o un objeto, de manera que quedara a) Limita lo fantástico.

netamente particularizado, que se le distinguiera de todos b) Ambienta en época contemporánea y con realismo.

los demás seres o de todos los demás objetos de la misma raza e) Utiliza el lenguaje cotidiano.

o de la misma especie,) s. d) Busca lo veroslmi1, lo posíble.

Es ésta -me parece- una de las conquistas de la novela e) Pretende dar ilusíón de realidad.

realista que todavia no han pasado ni pasarán nunca. La Todo esto, que parece bastante claro, no deja de plantear
novela es el mundo de lo singular. El auttntico novelista, como graves problemas. Ante todo: ¿cuáles son los limites de los
la «(Tri8tana~>, de Buñuel, es el hombre que sabe que nunca verosimil? Fielding nos da una respuesta de tipo psicológico:
son exactamente iguales dos garbanzos o dos columnas; que, «Los hechos deben ser tales que no s610 puedan caer dentro
en esta vida, aunque parezcan repetirse, las cosas nunca son del ámbito de la actuación humana, y que se suponga pueden
exactamente iguales. 1
realizar probablemente seres humanos, sino que deben ser
, Pero volvamos al campo estricto de. la novela realista. verosimiles en los mismos actores y personajes que los eje­
Esta se mueve en el ámbito de lo verosímil. Insisto: no de lo cutan, ya que lo que puede ser maravilloso y sorprendente
históricamente verdadero (esto será motivo de grave confu­ en un hombre, puede convertirse en inverosimil e incluso
sión para muchos narradores y criticas), si de 10 verosimil imposible cuando se atríbuye a otrm»8.
o posible, dados unos antecedentes. Recordemos la sensata Apunta, como se ve, a lo que hoy IJamarlamos la cohe­
advertencia de Fielding: «Creo que puede exigirse, muy razo­ rencia psicol6gica del personaje. Pero ¿qué es lo verosimil,
nablemente, de todo escritor, que se mantenga dentro de los qué es 10 probable, qué es lo que «puede caer dentro del ámbito
limites de lo verosímil y que recuerde, además, que aquello de la acción humana», hasta qué limites funciona en la vida
que un hombre no puede realizar, difícilmente podrá un hom­ real la coherencia psicológica de las personas? Sobre todo:
bre creer que lo realizaría» 6. ¿no habrá que convenir en que todos estos no son conceptos
La novedad de la novela realista frente a la romántica abstractos, sino humanos y, por tanto, históricos, relatívos,
(que los ingleses siguen llamando (romance}}) consiste pre­ esencialmente variables? ¿No se quedada. estupefacto un
cisamente en eso; «El romance es una fábula heroica, que trata hombre de bace cien años si pudiera escuchar lo que hoy con~
de personas y de cosas fabulosas. La novela es una pintura sideramos posible y verosimil, tanto a nivel individual -des­
de la vida y de las costumbres, tomada de la realidad y de la pués de Freud, por ejemplo- como colectivo -después de la
época en que se escribe. El romance describe, en un lenguaje bomba atómica y tantas otras cosas-? Me parece ver aqui
excelso y elevado, lo que no ocurrió nunca ni es probable que un claro y rotundo argumento contra la codificad" oe las reglas
ocurra, La novela hace una relación corriente de las cosas novelescas, cualesquiera que sean, lo mismo las de ayer que
según pasan todos los días ante nuestros ojos, tal como le pueden las de hoyo mañana. En definitiva y como luego subrayaremos,
ocurrir a un amigo nuestro o a nosotros mismos, y su perfec­ las técnicas narrativas nos reenvian ~iempre a man~ras de
)
• Maupassanl. Prólogo a Pitrre ti ltlUt (1888). , Clara Reeve, TA. Progress o/ Rumo.n,," (1785). vol. J, noche VII.
• Hcnry Fielding. La historia di Tom Junes (1 749} , libro VlIr, cap. I. • Henry Fielding. obra citada en nota 6.

24 25
~wttfta "'''f'''6~. . . .... .........,..,

.m:l:l.LJ(Jrllrnl\. IiJlt~.
~ ~ . "'-.,.,....,.. ......... _,.",.

en decir que Antonio comía y dormía estando enamorado;


entender el mundo que, por definición, están en variación esto sería contra todas las reglas del arte» u, Hallamos aquí
perpetua. la ya citada confusi6n entre lo verosímil y lo verdadero. Pero,
Los novelistas realistas, sin embargo, creían poseer una vi­ además, cuando Valera dice aqui «Dovela)" hay que entender
sión del mundo sólida, inatacable por el diente temporal. Para «novela romántica». En definitiva, su ironía se vuelve un
Walter Scott, 10 que caracteriza al nuevo estilo narrativo es argumento a favor de la novela realista (que a él no le gustaba).
«el arte de copiar de la naturaleza, tal como se presenta en los Su actitud resulta ser semejante a la del gran realista Cervantes
caminos corrientes de la vida, y de presentar al lector, en lugar de cuando, haciendo la crítica de la idealizada novela pastoril,
las espléndidas escenas de un mundo imagínario, una represen­ dice, en el Coloquio de los perros, que a sus pastores <do más del
tación correcta e impresionante de 10 que diariamente tiene día se les pasaba espulgándose o remendando sus abarcas».
lugar a nuestro alrededorw 9 • Lo mismo opina Thackeray: En la misma obra, más adelante, nos dice Vatera: «Ya
«El arte de Novelar es representar la Naturaleza, transmitir escribiré yo, con el tiempo, una novela fingida en la cual he
con tanta fuerza como sea posíble el sentimiento de realidad) 10. de poner más lances y mb enredos que hay en Los t'TeS mos­
Copiar la naturaleza ... Hoy, esto, ya no nos parece tan queteros y en Los misterios· de Parir» I~. Es decir, que, en 1861,
simple. También nuestro concepto de la naturaleza es histó­ ésa era la idea de «novela,. que tenía una persona muy inte·
rico, cambiante, Y ¿qué decir del «copiar» o (reproducír,)? ligentc pero de gustos clásicos. Resulta tentador compararlo
Si interpreté.ramos esto de un modo mecánico, la novela que­ <.:Dn los que hoy abominan de las novedades técnicas de la
daría como algo anticuado frente al cine sonoro o la televisión novela reciente y piden la vuelta a la pura novela, como si
en color (igual que se planteó con la pintura en relación con ésta se hubiera fosilizado necesariamente para siempre en Jos
la fatografia). Pero está claro que el artl:: no puede ser nunca moldes del realismo decimonónico.
una pura reproducción mecá.nica, automiÍtica, de la realidad. El novelista realista es un observador y un testigo, pero
Uno de los pocos preceptos seguros para todo novelista es éste: también un historiador social, de las distintas «especies» que
hay que elegir. Y el artista lo hace siempre, consciente o incons­ pueblan nuestro mundo. Balzac utiliza la comparación con
cientemente. Debe elegir, entre otras cosas~ la porción de las ciencias naturales: «He visto que, desde ese punto de vista,
realidad que considera y la transformación artistica a que la Sociedad se parece a la Naturaleza. ¿Es que la sociedad
la somete. Por eso, «escribir un libro es siempre, hasta cierto no convierte al hombre, según los medios en que su acción
punto, rechazar otra! clases de líbros~> 11. Podemos llegar as! se desarrolla, en tantos hombres diferentes como especies
al extremo contrario, que nos da un realista como Flaubert; hay en zoología? Las diferencias entre un soldado, un obrero,
«En mi opinión, la realidad no debe ser mé.s que un tram­ un administrador, un abogado, un vago, un sabio, un político,
polín» n. un comerciante, un marino, un poeta, un pobre, un sacerdote,
A pesar de todos estos reparos y frente al idealismo de la son, aunque más difíciles de percibir, tan considerables como las
novela romántica o del folletín, la gran novela de la segunda que distinguen al lobo, el león, el asno, el cuervo, d tiburón, el
mitad del siglo XIX debe ser caracterizada, en general, como cordero, etc. Existen y existiré.n en toda época Especies Sociales
realista. En la práctica, su realismo se basa en la acumulación como Especies ZooI6gicas.), Con la diferencia a favor de las so­
de detalles significativos. ciales de que son más interesantes, por más variadas e hist6ricas.
Valera nos proporciona un buen testimonio: «Si escribiese De este modo, el novelista realista se convierte en un pintor
yo una novela y no una verdadera historia, haria ml!y mal de las costumbres de su época: «La. sociedad francesa iba a ser

• Apud Mir;am Allot, obrll citada, págs. 85-86.


" J. VaJera, Mariquita.l AntoniQ, en Obras &omplelaJ, ]. Madrid. Aguijar,
,. Ibidem, pltg. !lB.
5·"cd"'966,pág.977·
11 Wayne C. HOOlh. obra citada, pág. 136.
" J. Valera, Moriquiloy A,tlOI¡io, ed. citada, pág. gIlll.
.. Mirillm AUot, obra citada, pág. 91.

27
26
..

el historiador, yo no iba a ser más que el secretario. Haciendo Ya la novela realista habia insistido en la importancía de
el inventario de los vicios y las virtudes, reuniendo los prin~ lo psico-fIs.ico y de todas las circunstancias sociales para com~
cipales hechos pasionales, pintando los caracteres, escogiendo prender la conducta de los individuos. El naturalismo va más
los acontecimientos principales de )a sociedad, componiendo allá afirmando que tres factores (fisiología, herencia y medio
tipos mediante reunión de rasgos de muchos caracteres homo­ ambiente) detmnintm necesariamente esa conducta. De modo
géneos, quizá podrta llegar a escribir la historia olvidada por paralelo a la critica de arte de Taine. subraya Zola la impor~
tantos historiadores, la de las costumbres» 15. En efecto, el, tanda decisiva del medio am bien te: «pero estos fen6menos
que quiera conocer detalles sobre la vida cotidiana, saber' no aparecen aislados de lo que tienen a su alrededor, es decir,
cómo vivian realmente el parisiense o el madrileño en un deter­ en el vacío. El hombre no está s610, sino que existe dentro de
minado momento del siglo XlX, debe acudir a Balzac o' Gal­ la sociedad, dentro de un ambiente social, y en lo que a noso­
d6s más que a los historiadores. . tros, los novelístas, respecta, este ambiente está constantemente
Claro está que la descripción realista de costumbres no es -modificando los hechos. Nuestro gran estudio está aM, en el
garantía de objetividad imparcial, sino que sirve muchas trabaJo reciproco de la sociedad sobre el individuo y del indi­
veces de vehiculo para exponer una determinada ideologia: viduo sobre la sociedad».
I
el romanticismo antipositivista en las novelas de Femán Caba­ i Resulta curioso comprobar hoy, desde nuestra perspec­
llero; la idealización de la vida campesina y el paternalismo
social en las de Pereda. Recordemos que, en Espada, la novela
«realísta)~ suele ser frecuentemente novela «(de tesis», aunque
I
r
I
tiva temporal, cuáles son las tres características que Zola
considera fundamentales de la novela naturalista:
1) «la reproducción exacta de la vida, la ausencia de
ello perjudique, a nuestros ojos, a su auténtico realismo.
Con Zola, el realismo da un paso mlis y se convierte en lo
'1 todo elemento novelescm».
2) «la ausencia de héroes, de tipos extraordinarios».
que se ha llamado naturalismo. No se cumple aqui la ley usual 3) la objetividad: «el novelista naturalista finge desapa­
según la cual el nuevo estilo reacciona contra el inmediata­ recer por completo detrás de la acción que narra».
mente anterior. El naturalismo supone una intensificación
del realismo, subrayando los aspectos más bajos y vulgares La primera ha sido pretensión unánime de toda escuela
de la realidad. estética contemporánea. \ Todas'surgen con el propósito, que
Ante todo, el realismo pretende ahora hacerse explicativo declaran enfáticamente, de acercarse más exactamente a una
y científico. El novelista (a semejanza del método de Claude realidad que las anteriores tendencias hablan falseado. En
Bernard) no s610 observa sino que experimenta: «Efectivame'nte, cuanto a la segunda, vemos que se trata de una conquista ates­
toda la operación consiste en tomar hechos de la naturaleza, tíguable, por lo menos, desde el Lazarillo de Tormts. La tercera,
en estudiar después el mecanismo de estos hechos, actuando de la que más adelante nos ocuparemos, tendrá una impor­
sobre ellos por la modificación de circunstancias y ambientes, tancia decisiva en la evolución de las técnicas narrativas con­
sin apartarse de las leyes de la naturaleza. Finalmente, uno temporáneas.
tiene un conocimiento del hombre, un conocimiento cienti­ Hoy nos parece que en el naturalismo cabe distinguir (aunque
fico de él, tanto en sus relaciones individuales como sociales), 16. no separar por completo, naturalmente) una cosmovisión
La ingenuidad que hoy nos resulta imposible no percibir en y unos recursos técnicos concretos. Lo esencial, como siempre,
este cientifismo no debe ocultarnos la ambición del plan pro­ es la primera: el determinísmo fisiológico, ambiental y here­
puesto. ditario. Esto es lo que produce grandes dificultades para su
plena aceptación en España 11. En cambio, sí se aceptan sin
1$ Balzac, Prólogo a La ,,~merJilJ humaM. (,842).
l. Zola, Le rllmaQ e;¡:pirimmtal (1 B80) , Cito por Michd Raymond, Le r/)l'//all " Vid. W, Pattison. El rt4luralismo< español. Madrid, Gredos (Biblioteca
Jepuís la Rivolution, Parl., Armand Colín (col!. U), 1967, págs, 267-272, Románica Hispá.nica). 1965.

28 29

escrúpulos determinados elementos como la sólida documen­ y una minuciosidad que, muchas veces, se nos alragantan,
tación, el protagonista colectivo, el lenguaje mAs amplio, el nos resultan enojosos. Ello sucede especialmente cuando sen­
interés por vastos horizontes humanos, la localización espacio­ timos que los pormenores no son significativos o indispensables.
temporal, la elevaci6n a héroe de cualquier hombre, la novela . Es el caso de las descripciones de Pereda, o de la complacen•
como (<trozo de vida», etc. En esta uni6n de técnicas relativa­ cia de Valera por anotar detalles de pintoresquismo andaluz.
mente nuevas con esplritu cristiano defensor de la libertad Por ejemplo, llega un jinete a hablar con el bandido y
creen ver los españoles un enlace con la tradici6n del realismo «(el criado qued6 en el patio aguardando en silencio. Los ca·
nacional 18. bailas en que habian venido amo y criado estaban fuera de la
Citemos, por si fuera necesario aclaJ,"arlo, algunos ejemplos
de la Pardo Bazán, la autora española más preocupada por
los problemas teóricos y. prácticos de este movimiento. Pre­
. , caseria, atados de la brida a unas argollas que al efecto había
en la pared» u. Ya suponíamos que algo así habia sucedido
y que los caballos no estaban dentro de la casa ni se habían
senta, a la vez, los resultados fisico5 y los morales que le produce volatilizado. Lo único que consigue Valera es reforzar la vero­
a un personaje el tomar las aguas de Vichy: «A Miranda le similitud, a costa del cansancio del leclor actual, más aficionado
sentaban bien las aguas: desaparecían los tonos marchitos de a técnicas narrativas sintéticas a las que el cine y la novela
su piel, bajo la cual comenzaba a infiltrarse un poco de sangre actual le tienen acostumbrado.
y grasa, dándole su frescura trasnochada, gala de las cincuen­ Claro que Valern justifica la técnica minuciosa por la pre­
tonas obesas que están todavia de buen ver. Tal era para Mi­ sunta veracidad de lo que relata: ((Si yo estuviera aquí fan­
randa el resultado fisico; el moral era un anhelo de reposo taseando a mi antojo una historia fingida, tal vez podía acusarme
y bienestar egoista, esa regularidad del hábito, esa tirania de elleclor de que hasta ahora no ha sucedido nada, acostumbrado
la costumbre que se impone en la edad madura... » 19. como debe de estar a que sucedan en las novelas desde el co­
En otra obra, los hombres se aproximan a los animales: mienzo los lances más inauditos, pero yo me debo disculpar
(do que tomaba por otro perro no era sino un rapazuelo de
tres o cuatro años» ~o. '.
con que esto no es una novela más que en el título, diciendo
en el fondo verdadera historia, en la que quiero y debo ir con
Encontramos también explicaciones fisiol6gicas: ((Para Má­
ximo Juncal, inmoralidad era sinónimo de escrofulosis, y el
deber se parecía bastante a una perfecta oxidación de los
\

\
pausa y reposo, relatando hasta los ápices más diminutos,
importantes todos, a mi ver, a la perfecta inteligencia y cono~
cimiento de mis personajes y de los casos y peripecias que les
elementos asimilables. Disculpábase a si propio ciertos extra­ ocurran» ~~.
vios por tener un tanto obstruidas las vías hepáticas») 21, Ya hemos dicho que la pretensión de veracidad era entonces
Hay también en las novelas de Pardo Bazé.n cientifismo, 1 muy frlTlIcnte. Claro que en Valera es puramente ir6nica,
lecciones de cosas: ya sea la fé. brica de tabacos (La tribUrul) , el se trata de UII medio de defender lo que hoy nos parece (rela­
manantial de Vichy (Un viaje de novios) o los rayos equis (La tivamente) más moderno de su novela; el análisis psicológico
quimeTa). demorado, freno,! a la acción febril caracteristica de la novela
De todos modos, ya sea con estricto realismo o con natu­ romántica o folletinesca.
lismo de pretensiones cientificas y deterministas, la técnica De todos modos, ya los espíritus más sagaces de entonces
de la novela decimonónica nos parece hoy de un detallismo advertían la artificiosídad del realismo mÍnucioso. As!, el
propio Valera: (ahora está muy en moda este género de novelas,
lO Vid. C. Bravo VilllUlanle. Vida)l obra dI Emilia Pardo B.u;dll. Madrid, copia exacta de la realidad y no creación del espíritu poético» 11+.
Revilta de Occidente. 1962.
" Pardo Bazán. Un lliaje d, /IDilios. en Obras complflfJS. r. Madrid. AguilaJ.
4.· ed., 1964. pág. 135· •• Valera, Las illLSionls d.1 doclor FIJJIJlino, ed, citada. pág. 312.

• 0 Pardo Badn. ÚS jHJt:DS de UI/oa. ed. citada, pág. 17 1 • .. Valera, Ma,ü/lti¡a.Y AntoniQ. oo. citada, pág. 967 .

.. Jh(dnrz. pé.g. 229. ,. Valera, Dedicatoria de Juanila la Larga .

30 31

y la Pardo Bazán se burla de esos novelistas «que se precian palidece por partes y veo reaparecer islotes de un malva vaci­
de describir con pelos y señales}} 25. lante que se agrandan, se juntan y reconstruyen los tiradores.
El gran novelista Ernesto Sábato nos ofrece una compara­ El prímo Adolphe no tiene ojos; sus pfupados hinchados y
ción sumamente aleccionadora entre tres descripciones. La recogidos se abren apenas un poco sobre el blanco, etc.» Algo
primera es de Balzac y 'responde a un punto de vista objetivo, semejante hace en español, hoy, Juan Carlos Onetti. Y este
casi geográfico y geológico. (Pereda seria el equivalente es­ extremo subjetivismo -comenta S~bato- (dejos de ser falso,
pañol): «Aquel monasterio fue construido en la extremidad: es lo único verdadero, ya que todo lo otro es conjetura y pro­
de la isla y sobre el punto más alto de la roca que, por efecto blema. Para la novela, la realidad es a la vez objetiva y sub­
de una gran revolución del planeta, está cortada a pique sobre jetiva, esta dentro y fuera del sujeto, y de ese modo es una rea·
el mar y le presenta las duras aristas de 8US planos ligeramente lidad más integral que la científica. Aun en las ficciones más
roídas al nivel del agua, pero de cualquier modo infranquea­ subjetivas, el escritor no puede prescindir del mundo; y hasta
bles. Por lo demás, la roca está protegida de todo ataque por en la más pretendidamente objetiva el sujeto se manifiesta
escollos peligrosos que se prolongan a lo 1ejos y sobre los cuales a cada instante~> 26.
juegan las olas del Mediterráneo,}) Vemos todo perfectamente, Hablando de la literatura española, Dámaso Alonso ha
lo comprendemos lodo, pero no hay misterio, no hay auténtica distinguido certeramente el «realismo de cosas» y el «realismo
vivencia.
Virginia Woolf nos ofrece una descripción impresionista,
.i
I
de almas»). El primero parece hoy francamente desacreditado.
Como dice Roland Barthes, (<ningún modo de e!Cribir es más
subjetiva y lírica: «(Habla una mancha oscura en el centro de artificial que el que pretende describir la Naturaleza lo más
la bahia. Era un barco. Si, lo comprendió al cabo de un segundo. fielmente posible» ~7. De igual modo ha disminuído hoy, afor~

I
Pero ¿a quién pertenecería?.. La mañana estaba tan hermosa tunadamente, el número de los que comparan la manzana
que, excepto cuando se levantaba en algún sitio un soplo de del cuadro con la manzana que comén en su casa; o estudian
aire, el mar y el cielo parecian estar hechos de una misma anatómicamente los torsos de mártires, la carne amarillenta,
trama, como si las velas estuvieran clavadas en' lo alto del los músculos uno por uno> el pelito mfls pequeño y la minús~
cielo o las nubes se hubiesen caído en el agua;,) En- España, cula gotita de sangre en,los cuadros de Ribera o de cualquier
podríamos hallar algo pareddo en algún ejemplo de Azorln pintor actual que pretende seguir la huella de la «escuela
o de Benjamin Jamé!!. castiza española,>,
Por último, Jean~Paul Sartre nos da una descripci6n No creemos que se puedan dar -en este aspecto como
desde el punto de vista existencial y fenomenológico: «Está en tantos otros- reglas de validez' general. Lo único que nos
par,tS.e claro es que hoy admitimos .cualquier detalle o cual­
en mangas de camisa, con tirantes tr:Ialva. Se ha arremangado
hasta más arriba del codo. Los tirantes apenas se ven sobre .' quier recurso técnico siempre que posean un sentido o una
coherencia estructural dentro de la novela. Lo que DOS molesta
la camisa azul; están borrados, hundidos en el azul, pero es
una falsa humildad; en realidad no permiten el olvido, me son los fragmentos que aparecen como fácilmente separables,
irritan por su terquedad de carneros, como si dirigiéndose al sin que sufra por ello la unidad del cosmos narrativo. Eso
violeta se 1mbieran detenido a mitad del camino sin abandonar es lo que sucede, por ejemplo, con muchas descripciones cam~
sus pretensiones. Dan ganas de decirles: vamos, vuélvanse pesinas de Pereda o digresiones dentUicas de Julio Verne:
violetas y terminemos de una vez. Pero no, permanecen en es, justamente, lo que el lector medio salta en la lectura, con
suspenso, obstinados en Un esfuerzo inconcluso. 'A veces, el innegable buen sentido.
azul que los rodea se desliza sobre ellos y los cubre totalmente;
me estoy un instante sin verlos. Pero es una ola, pronto el azul le Ernesto S6balo, El escritor y SIIS janllJJ1PlflJ, Buenos Aires, AguiJar (Ensa­
\ \ "las Hisplmicol), 1903, pflg, '50.

.. Pardo Bazlm, La madre Plutura/et:4, ed. citada, pág. 300 . I " R. Barthe$, Le D'grl (.;ro de Ncriturl, Parla, du Seuil, 1953, pág. 96 .

32 ;1 :! 33

Wayne C. Booth resume claramente la cuestión: <da acu­ la oposición delo.-infiemo, la nostalgia de la naturalel.a ... !I.
mulación sin sentido de detalles el'!.actamente observados ya Y un novelista tan rigurosamente actual como Michel Butor
no puede satisfacernos; s6lo si los detalles sirven para decir afirma que los verdaderos herederos de Balzac en los últimos
algo, sólo sí están cargados de significación para las vidas que años son Prousl o Faulkner 32.
muestran, nos parecen to)erables» 28, No debe extrañarnos todo esto, pues es propio de la crítica
El «realismo de almas", en cambío, parece permanecer literaria inteligente encontrar en los autores de épocas pasadas
aceptado en lo esendaL Aunque no en la concreta forma de aquellos elementos que riman bien con la mentalidad contem­
análisis psicológico que predomina en la novela del XIX. Las poránea. Pero tampoco debe Índucirnos a error o confusión.
formas actuales del realismo sirven, frecuentemente, a una A pesar de la existencia de estos elementos en algunos grandes
intención de critica social Q poUtica más a menos evidente. autores, la tónica general de la novela en el siglo XIX es el rea­
No parece aventurado caUncar en general de realista, lismo.
en uno u otro grado, a la novela del siglo pasado. Recordemos, Por la misma razón oponemos la novela del XIX a la del xx.
sin embargo, la existencia de grandes autores que están inclui­ Aunque varíos novelistas del siglo pasado sean precursores
dos dentro de esa corriente, pero que parecen rebasarla por y claro -antecedentt de la novela contemporánea: Flaubert,
su profunda captación de lo humano. Son realistas auténticos, por ejemplo, con su búsqueda obsesiva de una novela que se
que van más allll y mfts al fondo de lo que postulan las escuelas mantenga por la pura forma: «(Lo que me gustaría hacer
decimonónicas. seria un libro que no tratara de nada. Un libro que no hiciera
Es tendencia crítica actual el descubrir en los principales referencia a nada que estuviera fuera de él mismo, que se sus­
autores del siglo XIX aquelloS rasgos por los que se apar­ tentara por sí mismo, por la fuerza interior de su estilo. Igual
tan del realismo normal en su época. Asl. para Montesinos, que la tÍl'rra se mantiene rn el espacio, sin apoyo alguno"u.
Valera aparece como un precedente de la novela intelec­ No en vano el «nouvcau roman» elegirá a Flaubert como
tual. Ricardo Gullón ha estudiado la importancia de lo ma­ patrón.
ravilloso en Galdós: sueños, misterios, visiones, llegando O Dostoievski, siempre presente en los novelistas contem­
a encontrar incluso en su obra un germen del monólogo in­ poráneos que tratan de penetrar en Jos oscuros misterios del
terior 29 • cunu:óJl humano.
As! también, en Francia, se ha subrayado la importancia Junto a ellos hay que citar también a un español, hasta
de elementos no reaJistas en Stendhal: culto a la energia, a la hace muy poco desdeñado por la crítica: Clarín, creador de
voluntad, mito napoleónico. Un gran critico, Albert Béguin, una novela (La regenta) que une inteligencia y lirismo a una
ha podido escribir un libro cuyo titulo es Bal(.(JC visionneur. crítica social desgarrada de la vida en una capital de provincia
Ya E. R. Curtius advirtió su «sustancia poética inagotable.> a liu!:s del siglo XIX. Claríll inaugura un camino de novela
y la atracción mágica que sobre él ejerce el misterio, en cual­ intelectual y critica todavia plcnamcnt..: válido, a pesar de que
quiera de sus formas ~o. Se basa Balzac, desde luego, en la ob­ han sido pocos los novelistas españoles que por él han tran­
servación del ambiente que le rodea; pero logra crear un mundo sitado.
novelesco propio, caracterizado por el esquematismo, la exa­ Galdós, nuestro gran novelista, nos puede dar la conclusíón
geración y la presencia ordenadora de grandes mitos: el oro, de este capitulo con su definición de la novela: «Imagen de la
,vida ('$ la Novela, y el arte de componerla estriba en reproducir
.. Wayne C. Booth, obra dtada, pág. r [4. s, Vid. Jean-Pierre Richard, <ollalzac, de la fuerza a la forma», en Re~i.rla
7. R. GuDón. Gald6s, n_filIa modmw, Madrid, Gredos, (Biblioteca Románica d, Occidmle, núm. BS, Madrid, julio 1970.
Hispánica), /966. Especialmente los caphulos V y VI Y la~ págs. 264--27~ .. .. Míchd BUlor, e<Balzac y la realidad», en Sobre r¡tt1"Q/urll: 1, ed. citada,
JO .. Reencuentro con Balzac.. , en Erua)os critico! unca de literatura luropta, pág. (~5.
Barcelona, Seix Barral (Biblíoleca Breve), 1959. ,. Apud Miriam Allol: obra citada, pág. ~99,

34 :le¡

los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande


y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y 10
flsico que nos constituye y nos rodea, y el lenguaje que es la
marca de ra.za, y las viviendas, que son el signo de familia,
y la vestidura, que diseña los últimos trazos externos de la
personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto
fiel de balanza entre la exactitud y la belleza de la reproduc­
dóm) 34. Esta es la ambición y estos son los límites de la novela
del siglo XIX. IV

Mundo estable

La técnica narrativa nos reenvja siempre a una concepción


del mundo. Si la novela del siglo XIX nos parece, en ciertf.
sentido, algo ya «pasado», no es porque el narrador sea omnis­
ciente o porque no emplee el monólogo interior, síno, con toda
sencillez, porque expresa y refleja un mundo que ya no es el
nuestro. Si pensamos en las muy hondas diferencias que separan
nuestro mundo del decimonónico comprenderemos el absurdo
que supone elevar a modelos inalterables las novelas de aquel
siglo. Y conste que, al decir esto, no estamos incurriendo en
ningún progresismo ingenuo, pero tampoco en ningún reac­
cionarismo nostálgico. Nos limitamos, simplemente, a reco·
nocer un hecho indudable:, nuestra visión del mundo no es
la misma que se tenia hace cien año!!. Precisamente ésa es una
de las causas del nuevo auge que, entre personas bastante
sofisticadas, puede tener la novela del siglo XIX, por la nostalgia
de un mundo sólido y estable ... , que ya hemos perdido para
siempre. Pero, al margen de esnobismos y sofisticaciones, no
cabe duda de que la novela expresa las creencias fundamen­
tales del hombre, en cada momento histórico.
La novela del siglo XIX refleja, por lo general, un mundo
estable, a la medida del hombre, poseído por él. El fondo
filosófico de esta manera de ver el mundo está bien claro:
racionalismo, positivismo, admiración por las ciencias fisicas,
psicologismo ...
El trasfondo estético es también evidente: tensión entre
romanticismo y realismo. La armonización de esos dos ele­
•• Menénda y Pe1ayo, Pcreaa y Pérez Galdót, Discursos leidos afll. la Real mentos produce obras maestras de la novela europea: Stendhal,
Academia Española en las r.clpciDN:$ Iníblícas del 7 Y :11 d, ¡.brero d. 1897. Madrid. Balzac. Quizá, en España, esa armonfa se logró de modo más
Viuda e Hijos de Tella, 1897. pAgs. I r·I~. imperfecto (antipositivismo ingenuo de Fernán Caballero o

36 37

técnica de folletín aplicada a la novela de tesis por Pedro An­ Todo esto se refleja en muchos aspectos de la novela. Con­
tonio de Alarc6n, por ejemplo), y fue normal una ruptura honda cretame!lt~. por ejemplo, en la elección dd escenario: una
entre el romanticismo poético desencarnado (Espronceda) realídad estable, a ht medida de la observación de cualquíer
y el prosaico realismo costumbrista (Mesonero). La genialidad hombre. El novelista se preocupa mucho de determinar el
individual de Larra constituye, desde luego, una brillante lugar y el tiempo en que se desarrolla la acción, de forma que
excepción: sus articulos de costumbres son el ejemplo de 10 que resulten «naturales», verosimiles. Predominan, evidentemente,
pudo haber sido una prosa española profundamente romántica, los escenarios aristocráticos o de clase media. La pobreza
insatisfecha y critica, nO superficialmente medieval o pinto­ comienza a aparecer vista bajo el prisma banal y regocijado
resca. Por debajo de las etiquetas comunes en la época y de del pintoresquismo.
los rótulos ,de naturalismo, quizá el auténtico romántico-rea­ La forma de comenZilr una novela es mucho más signi­
lista español sea Clarin, a la vez sarcástico y lleno de ternura. ficativa de lo que suele creerse. Camus se ha burlado aguda­
Este mundo estable es, politicamente, el mundo de un mente del comienzo normal en una Ilo\'da cláliica, que ejem­
liberalismo en constante lucha con ideas tradicionalistits y plifica con este pastiche: «Una hermosa maiíana del mes de
reaccionarias. (Es obvio señalar, incluso desde el punto de mayo, una elegante amazona recorria, montada en un soberbio
vista de sus repercusiones en 10 novelesco, la importancia caballo alazán, los floridos paseos del Bois de Boulognc ... }} 2.
y la persistencia de estas últimas en nuestro pais.) Pero ese Como reacción contra estos comienzos estereotipados,
mismo liberalismo, que nace con un signo revolucionario, Valéry dijo en broma (lo cuenta André Breton en su MarlÍ·
va adquiriendo progresivamente. un carácter más y más bur­ fiesta del surrealismo) que UIla novela actual ya no podia comenzar
gués. Recordemos -lo que significan, dentro de la literatura diciendo: «La marquise sortít a dnque heures.» Pero el juego
española, la «sabiduría» desengañada de Campoamor y la de la ironia ha hecho que Corlázar dé comienzo as!, precisa­
«alta comedia» que, puesta al día sólo en la técnica por Bena­ mente, a su novela Los premios.
vente, llega hasta ayer mismo. Obededendo a una serie de leyes no' escritas (la costumbre
Es un mundo profundamente individualista, a pesar de y la tolerancia del lector, en definitiva) la novela suele ocuparse
sus vertientes humanitarias. Explica las reacciones humanas únicamente, en los papeles de importancia, de personajes
con un criterio psicol6gico bastante elemental, mecanicista, de una determinada posición social. (No olvidemos lo ya
anterior al descubrimiento (previsto ya por Pascal) de muchos dicho sobre la ampliación que en esto supuso el naturalismo.)
abismos y muchos misterios en el interior del hombre. Sus caracteres, además, habrán de parecer coherentes. -En
Es, en definitiva, pese a tantas luchas y revoluciones, un general, persiguen una finalidad determinada. Buscan satis­
mundo relativamente tranquilo. Comprensíble racionalmente facer la pasión que predomina en su temperamento: codicia,
(y que confia en este modo de comprensión). Antropocén­ lujuria, vanidad, deseo de brmo social. .. Son" en ese sentido,
trico. Humanista (en el sentido de la palabra que hoy despierta más que verdaderas personas, resortes proyectados hacia un
tantas criticas). Ordenado jerárquicamente. Fundado en la objetivo concrellsimo. U na vez conocido cuál es éste, sus actos
transmisión de unas tradiciones y la perpetuación de unas resultan muy facHes de comprender y aún de adivinar, pues
costumbres que tiene su origen en la sabia experiencia. Una no hacen más que poner todos los medios que tienen a su al­
concepción del mundo que (nadie lo duda) sobrevivirá a los cance para lograrlo. El mecanismo psicológico de muchas
individuos que la poseen. «En literatura, como en metafísica, de estas novelas nos resulta hoy pueril e inaceptable.
el siglo XIX creia todavía en la posibilidad de alcanzar una En este sentido, la novela tradicional es, para el lector ha­
verdad absoluta, universal, válida para todos los hombres» l. bituado y perspicaz, algo relativamente previsible. Esto,
que parece evidentemente (y lo es, en definitiva) un defecto,
I Claude-Edmonde Magny, ¿'age du lIJm/ll! amtricaill, Parte, Du Seuil (Pierres

- vivel). 11." !'!d., 1968, pág. 111. • A. Camus, La peste, Paris, Gallimard, 194:7. pág. 121.

38 39

puede suscitar adhesiones fervorosas. La gran masa es siempre profunda humanidad de Gald6s le hace especialmente sen
reacia a la novedad, prefiere rccrJnocer en vez de adentrarse por si ble a esta vivencia. Dice' una vez: « ¡Qué misterio en los afec
terrenos peligrosamente desconocidos. Pensemos, sin ir más tos humanos! (n.) Sin misterio, el alma se encanija»'. Poco
lejos) en los aficionados a un determinado tipo de «westerm>, detalles tan entrañables como el que nos revela Marañ6n
a los éxitos deductivos del jefe Ironside o la felicidad er6tíco-sen­ «¡Cuánto misterio !», era su exclamaci6n favorita '. Y no haeo
timen tal de las protagonistas de Corin Tellado, como ejemplos falta mencionar a DostoíeV8ki que a estos efectos (y a eas
representativos del cine, los seriales de televisión o las novelas todos) es un novelista rigurosamente contemporáneo. Pero
populares dirigídas a las grandes masas. Pero la obra de arte en general, los ámbitos misteriosos han sido preferente y siste·
auténtica es otra cosa. Como dice Wayne C. Booth, toda gran máticamente explorados por la novela de nuestro siglo.
noveJa nos sorprende de alguna manera s. No queremos decir con esto que el novelista contemporáne(
El número y la clase de los objetivos que persiguen los deba ser un pasmado que interprete a la letra el precepb
personajes es también bastante limitado. No hacen, en general, filosófico de la admiración. Sencillamente, pensar hoy qUl
grandes locuras ni adoptan, salvo en lo cómico, actitudes la realidad es algo estable y sólido supondrla excesiva miopia
decididamente antisociales o revolucionarias. Aunque alguno y el novelista necesita la penetración suficiente para no limi·
de ellos o algún acontedmiento puedan parecer extraños, tarse a los niveles más superficiales de la realidad.
será siempre veroslmil y sensato el conjunto. No podemos olvidar un problema de calificaci6n ret6ricc
Con la excepción de algunos grandes autores, la expe­ que aqul se plantea: la novela que intente expresar el misterk
riencia humana que nos presentan estas novelas carece casi de nuestra existencia se acercará cada vez más a la filosofia
en absoluto de un elemento fundamental: el misterio, ventana a la poes!a y, en último término, a la música. La novela de
abierta a todo lo que en este mundo trasciende nuestros lí­ siglo XIX, en cambio, siendo en gran parte ajena al misterio
mites. mantiene mucho más la pureza narrativa, sin mezcla cor
Nuestro siglo, en cambio, desde Kafka a Robbe-Grillet, otros géneros literarios. S610 podemos responder a este argu·
ha llevado hasta el extremo lo que podrlamos llamar la «estética mento con una pregunta: ¿Significa esto, hoy, realmente
del misterim•. Oigamos algunas voces contemporáneas. Para algún mérito? \,
Valéry, «ce qui n'est pas inetfable n'a pas aucune importance.» El problema ya comenzaba a plantearse entonces. Ur
El gran narrador argentino Borges: «El misterio participa hombre inteligente como Valera se reia de la definici6n estricta
de lo sobrenatural y aun de lo divino» 4. Virginia Woolf: «Es del género: «Los esfuerzos de profundos críticos a fin de demos·
lo que más me atrae: el misterio que nos envuelve a todos en trar que el libro es malo, que no es novela, y que yo no soy ni
un atardecer atoftal>>>~. . puedo ser novelísta. Yo· no he de ir a demostrar lo contrario
Algunos grandes novelistas del siglo pasado se habían Es más, no me importa que se demuestre o no, con tal de qul.':
asomado ya a este mundo. Así, la Pardo Bazán de la segunda el libro se lea y se venda» t. La ¡ronia final no debe hacernm
época, superadora del naturalismo y que (incluso cronológi­ olvidar un hecho: et carácter problemático que la definición
camente) está rozando ya nuestro síglo, declara tajante: «(¿Es estricta del g~nero novelesco ha tenido siempre.
que no advierte usted hasta qué punto enraizan nuestros pies) ale­ En general, creo que tiene razÓn Wayne C. Booth: «cuando
tean nuestros pulmones y descansan nuestros ojos en el misterío? empiezo 10 que creo que es una novela, espero leer una novela
No hay sino él; en él nos movemos, vivimos y somos» 6, La

7 Péra Gald6s, RealidtUl, Madrid, Aguílar (Criso!) , 2.& ed., 1962.


, Wayne C. Booth, obra ciladljl., p~g, 1'17· • G. Marafl6n, EJogí0,Y lIoshllgia d. Toledo, MadrId, Espasa-Calpe, 2.-ed.,
• J. L. Borges, El al.ph, Buenos Aires, Emecé (Piragua), 3·- ed.. [962 , 1951 •. pág. r61.
s V. Woolf, TM voYacf out, Londres, Hogartb Pre:ss, 19 15. ' • Valera, Postd;¡la a la segunda edíti6n de Las illl.f'iJmu IÚI d~twr FtJ4Stino,
• Pardo Huin, La químrra, en Obf'f/S rompl.elf/S, ed. citada, pág. 72 11. ed. titada, pig. 360.

40 41

(tal como yo la concibo), aunque el autor puede trasformar testan con arreglo a una especie de manual universal de in~­
mi idea de lo que es una novela» 10. Habria que añadir que trucciones que tanto se aplica a una novela india como a UII
eso es precisamente lo que hacen casi todos Jos grandes nove­ b(;st~seller yanquh» (págilla 242).
listas del siglo xx: no s6lo escribir Uf/a gran novela, sino, con Podemos concluír con el testimonio reciente de un narra­
ella, poner en cuestión el concepto mismo de novela. Como dor hoy tan clásico como M¡tx Auh: «(La manera tradicional
dice Albéres, las novelas máximas de nuestro siglo son las que, de narrar es, tal vez, la más hllsa» 15.
al aparecer, dieron lugar al comentario: (Esto no es una no­ Se llega, pues, a decir que este tipo de narraciones no nos
vela.» da la realídad auténtica, sino un clisé falso que viene a sus­
La critica de nuestro siglo se ceba, l6gicamente, en la con­ tituirla para general comodidad. Quizá no sea esto del todo
cepción decimon6nica, estable, del mundo novelístico. Dice justo. Lo que si parece indudable es que la novela del siglo
Gide: «Lo que hace artificiales a los personajes literarios es XIX, vista en su conjunto, nos da una realidad fragmentaría,
su consistencia, el hecho de que obren síempre exactamente parcial, limitada a ciertos personajes, cierto tipo de asuntos,
como uno lo espera>, 11. No olvidemos que Gide, por el con· cierto mecanismo psicológico. Y una parcíalídad tan grande
trario, es el gran profeta de la versatilidad y el acto gratuito. corre siempre el peligro (que sólo los grandes creadores logran
y una de las principales novelistas del «nouveau romam), salvar al profundizar en la humanidad de sus personajes) de
Nathalie Sarraute: «Los personajes, tal como 108 concebía caer en la falsedad pura y simple.
la antigua novela (y todo el aparato que servía para darles La novela del siglo xx ha roto todas estas Iimitacíones,
valor). no logran ya contener léS realidad psicológica actual. una por una. Por eso sígnifica una desintegración de la novela
En Jugar. como antes, de revelarla, la escamotean» u. clásica. Y, sobre todo, el intento (indudablemente logrado)
Dentro de la misma escuela, Michel Butor afirma que, en de captar más perfectamente la realidad. Una realidad que,
la novela tradicional, (da aprehensi6n primitiva es sustituida de~de luego, ya no es estable) sólida ni tranquilizadora.
por otra incomparablemente menos rica, y se eliminan síste­
mfl.ticamente ciertos aspectos; recubre poco a poco la experien­
da real y se hace pasar por ésta, hasta llegar asi a convertÍrse
en una superchería generalizada» u.
Quizá una de las criticas más feroces es la que lleva a cabo
Cortbar. con su habitual brillantez, en Los premios 14. Se burla
del principio de causalidad y de la exigencia de verosimilitud
en las novelas: «Cuando los malos lectores de novelas insinúan
la conveniencia de la verosimilitud, asumen sin remedío la
actitud del idiota que, después de veinte dtas de viaje a bordo
de la motonave "Claude Bernard" pregunta, señalando la
proa: "C'est-par-la-qu'on-va-en-avant ?",) (página 53). Iro­
niza sobre las novelas que «llevan al lector de la punta de la
nariz» y censura a 10$ personajes que «(actúan y piensan y con­

" Wa'lne C. lIooth. cura citada. pág. IliJ.

JI Gíde, «Dianode Eduardo .. en Lu FIIIIJc-MIlIl"IJ)tIlrs, Part!, G ...llimard,19~5.

12 N. Sarraute, L'Er, d" SouPf{)", Pllrl.s, G¡¡lJimard, 1956, pág. 71.

u Michel Butor, Sob" LittTIJh¡ra. 1, ed. citada, p'g. 9.


" Max Aub, Campo de almeruIros, MéXICO, Joaquln Mortiz (Novdisraa Con­
Il Julio enttbar, LOJ ¡'mios, Buenos Aires, Sudamericana, 1960.
temporáneos). 196B, pág. 364­

42 43

v
Crisis de esta novela: Cronología

Esta novela esencialmente realista, fundada en una visión


del mundo estable, muy parcial, hace crisis en nuestro siglo.
No se trata aqu! de algo abstracto o de una opinión personal,
sino de un hecho hist6rico indudable, al que va unida una
serie de nombres: Proust, Gide, Thomas Mann, Unamuno,
D. H. Lawrence,joyce, Kafka, Huxley, Virginia Woolf, Musil,
Henry MilIer, Moravia, Faulkner, Hesse, Bernanos, Sartre,
Malraux...
Seria muy necesario, pero es realmente dificíl,. fijar con
exactitud la cronolog1a de este cambio. Haciendo un recuento
de las novelas europeas I que nos parecen (con criterio abso­
lutamente personal. por supuesto) fundamentales, de interés
universal y de signo revolucionarío; agrupándolas por décadas,
obtenemos 108 siguientes resultados:
En los añ08 19°0-1910 aparecen seis de estas novelas. Entre
1910 y 1920, ocho. De J920 a 1930, veintiocho. Y de 1930 a
1940, trece. Podrla dibujarse esto muy fácilmente como una
ola que nace débilmente, aumenta de importancia, alcanza su
cumbre y luego cae. Parece daro que la década más impor­
tante es la de 1920 a 1930. Al men08 en novelas de signo re­
novador, que signifiquen una reacción consciente y decisiva
contra la novela decimonónica. Es en estos años cuando se
publican obras de la categoría e importancia del Ulises, de

1 Hemoa decidido excluir, únicamente a estos efectos, lu americanu,


pUe3 plantean un problema muy dificil: no no.! íntera!!. tanto Su fecha de publi­
cacilln como el momento en que ¡nHuyen en cada uno d.e Joa pal.es europem.

45
.

Joyce; Mrs. Dalloway, de Virginia Woolf; Du cóti des Guer­ poderosa originalidad personal, los moldes clásicos decímonó­
mantesy Le temps retrouvé, de Proust; La montaña mágica, de Thomas nicos: nueva sensibilidad, novela esperpéntica y existenciaL
Mann; Los monederos falsos, de Gíde; Contrapunto, de Huxley; Esta dirección, que coexiste eDIl recaídas en el costumbrismo,
El hombre sin cualidades, de M usil; La alegria, de Bernanos; se continúa en el esteticísmo de Gabriel Mjró y la inteligencia
El proceso, de Kalka; El lobo eSlepario, de Hermann Hcsse; irónica de Pfre" de Ayala; este último es un ejemplo bien
El amante de lady Chatterley, de D. H. Lawrence¡ Los indiferentes, claro de c6mo el intelectualismo no disminuye necesariamente
de Moravia, etc. la capacidad de crítica social: Lu<: de domingo, Luna de miel,
y no se trata de obras que aparezcan por casualidad en luna de hiel, etc.
este periodo. Si pensamos en una generaci6n, aproximada­ Los intentos renovadores de la novela alcanzan su punto
mente, de 1925, cabria incluir en ella a Huxley, Joyce, Vir­ culminante en Espaí'la (igual que en el res lo de Europa) en la
ginia Woolf, E. M. Forster (novelista y crítico de la novela), década de 1920 a 1930. Florecen entonces 3 la novela intelec­
Gide, Proust, Pírandello, Musit, Kafka ... Claro que el problema tual, los ¡smos, el humor, la novela social, lírica o deshuma­
de las generaciones es discutible hasta el infinito~, peTO esta nizada, el ensayo novelado. Recordemos algunos nomures:
seríe de autores suelen ser considerados asi, no por la simple Ramón G6mez de la Serna, O'Ors, Madariaga, Benjamín
fecha de nacimiento, sino atendiendo más bien a la obra deci­ Jarllés, Antonio Espina, Rosa Chacel, Pedro Salinas, ..
siva, aquella en que alcanzan su plenitud artística. Sin embargo, por una serie de circunstancias histÓricas
No podemos silenciar el hecho de que muchos de estos }' sociales bastantes compl<:;jas, esta novela intelectual, reno­
nombres, incluso el conjunto 'de eJlo~ y su época, tienen hoy vadora, no alcanz6 su pleno desarrol1o. Y la línea de evolución
mala prensa. Son acusados, en general, de estetidsmo frio, de la novela española se quebró una vez más, teniendo después
cerebralismo, deshumanización. Habria que distinguir. dentro de la guerra que partir Olra vez casi dt~ cero.
de ellos, casos bastantes diferentes. Pero no es ése el problema
que aqui consideramos. No pretendemos tampoco que la
novela siga hoy exactamente igual que en los años en que se
public6 el Ulises. Pero no cabe duda de que, desde el punto de
vista de la evolución histórica, es este conjunto de escritores
el que realiza la ruptura con la concepción clisica de la novela.
Las experiencias que ellos efectúan son tan. interesantes,
que un novelista actual no puede desconocerlas. La novela
que persiga huy una finalidad social no debe mantener la téc­
nica de Zola, por ejemplo. Esto es especialmente aplicable
a nuestro pais, pues nuestro retraso es tan considerable que
bastantes de estas obras son apenas conocidas por minorias
reducidlsimas. Por eso ha podido decir Alberes que en España
no hay ruptura del naturalismo de 1880 al neorrealismo de 1950.
La frase es evidentemente injusta. pues desconoce la exis­
tencia de tendencias muy diversas en la novela española de
nuestro siglo. Las grandes figuras no estrictamente novelescas
del 98. (Azortn, Valle.lncl:ín, Unamuno) rompen, con su
, \'eá~e Eugenio de Nora, La "out/a española ,ontt1flporá~ta. 3 vols. (especial­
• Vd,1e el tratamiento reciente de Guillermo de Torce en Hístaría de la! rn/'Ilh::d segundo), Madrid, Gn:dos (Biblioteca Románic:. Hispánica), 1958•
li'tralllrtu dI II/ltrgwJrdia. Madrid. Guadarrama, 1965. págs. 4:9·6~. 19 62 .

4& 47

VI

La novela del siglo xx.

Mundo inquietante

El mundo estable, tranquilizador, a la medida del hombre,


es hoy sólo un (¿bello?, ¿nostálgico?) recuerdo. Ha cambiado
el mundo y ha cambiado la novela. Pocas imágnes me parecen
tan simbólicas de este cambio como la que nos ofrece el cuento
l:J perseguidor, deJulio Cortázar: para el músico de jazz, el mundo
aparece lleno de agujeros, colándose a sí mismo ...
¿Qué ha sucedido en estos setenta años para que nuestra
imagen del mundo sea esencialmente inquietante? Un cas­
tizo diría: «Casi ná... ) Recapit.ulemos, a efectos pedagógicos:
el maquinismo. Las computadoras y cerebros electrónicos.
La «rebelión de las masu». Unos americanos en la Luna.
Fidel Castro en Cuba. La bomba atómica. La persecución
de los judlos. Dos guerras mundiales. La China de Mao. Un
concilio y el «aggiornamento» de la Iglesia. Vietnam. El exis­
tenciaJismo. Los «beatnick.!m, los «híppies», etcétera. La for­
mación de los dos bloques. El tercer mundo. El «boom» demo­
gráfico y la pUdora «anti-baby». La «(primavera de Praga».
Hitler, Stalin, los Kennedy, Juan XXI1I, Che Guevara, De
Gaulle... Después de todo esto, ¿podria ser la novela actual
como la del siglo XIX?
Hechos menos espectaculares, pero igualmente impor­
tantes, son la sustitución de una comunidad reügiosa por el
ateismo masivo, de una comunidad social jerárquica por
la lucha de clases.
Han quebrado concepciones básicas; el racionaullmo es
sustituido por un vitaüsmo que, manifestándose en formas

49

diversas> es una de las claves esenciales de nuestro siglo: «La Ha muerto la tradición, han quebrado las creencias «a
razón pura no puede reemplazar a la vida» (Ortega). «No priori~. Se parte del hecho de que cada ser tiene en su vida
acepto la razón. Me rebelo contra ella. Todo lo vital es irracio­ su verdad individual, su única norma de conducta. La
nah> (Unamuno). «En cuanto a mí, yo sé que la vida, la vida frase de Gide constituy6 un verdadero lema revolucionario:
sola, es la clave del universo ... Todo lo demb es secundario), (cNatanael, tira ese lihro.» Es decir: busca tu propia verdad.
(D. H. Lawrence). Papini ha anunciado el crepúsculo de losfiló. El ideal humanístico de vída, esa visión optimista y autosu­
sojas, para acabar proclamando con suficiencia: «Licencio la ficiente de la cultura que solia ejemplificarse en las univer­
610s06a.» Y Cortázar. por medio de su portavoz Persio: «No sidades alemanas herederas del Goethe más sereno, ha comen­
cree Persio que lo que esté ocurriendo sea racionaüzable; no zado a ser arqueologia l. Los jóvenes rechazan en bloque los
lo cree asi.» valores culturales que los mayores pretenden transmitirles,
Frente a la tranquilidad burguesa, se impuso en muchos por medio de las instituciones educativas, y buscan «otro
escritores y mi norias intelectuales el gusto por la aventura: mundo» menos corrompido.
«Que! beau mor, I'aventure.,' (Oide). En sus diversas formas: El hombre se entrega ahora a la existencia inmediata,
politica (Malraux), geográfica (T. E. Lawrence), estética a la pura existencia: «(Hasta ahora, el hombre habia organizado
(Cuturismo, surrealismo, Cocteau), metafIsica (Psichari, Saínt­ su propio círculo bajo la influencia de un mundo invisible.
Exupéry). ¿Adónde lleva -nos preguntamos hoy- esa aven­ El reino de Dios o la razón universal gobernaban su existencia
tura? Su misma idea parece en cierto modo el sueño romántico y le indicaban un objetivo; es ahora cuando, por primera vez,
de un adolescente. , el hombre pertenece a la existencia inmediata» 2.
La ciencia ha amenazado con destmir a la religión. Lo Esa liberación, en un primer momento, pudo parecer
frecuente hoy no son los ateos angustiados, problemáticos, fuente de alegrías nuevas. En realidad, desemboca en una
sino agnósticos tranquilos y -hasta cierto punto- felices. visión trágica de la vida que Unamuno ha sabido expresar
Las ciencias particulares parecieron llegar muchas veces a (de ah! su vigencia universal) con fuerza impresionante. La
resultados opuestos. Se han hecho cada vet más especializadas: vida aparece en la novela de nuestro tiempo como algo esen­
hoy una sola persona no puede abarcarlas todas a la vez, ni una cialmente en tensión, contradictorio. Más aún: como decep.
de ellas en 8U totalidad. sino una parcela cada vez más reducida. ción y fracaso, como náusea como algo sin sentido: ~(L'espoír
El conocimiento ya no está a la medida humana. Desaparece rait mah> (Sartre). «El mundo es una serie continua de sufri­
asi un sueño de todas las épocas, el ideal del hombre sabio que mientos desconocidos» (Guido Piovene). Se pone en cuestión
puede guiar a los demás. Todos nevamos camino de conver­ la validez de todas las creencias tradicionales: «La verité,
tirnos en el obrero de Tiempos moderrws, de Chapün, ocupado c'est l'homme humi)ié, l'homme qui ne compte paso Fini le
siempre en repetir el movimiento por el que hace girar una temps des phrases. La verité, c'est la faim, la servÍmde, la peur,
tuerca. la merde), (G. Nyvernaud). «Los hombres mueren y no son
Se ha tomado (por fin) conciencia de la situación inhumana felices.> (Camus).
de mucbos hombres. Los escritores contemporáneos han bus­ Todo esto se refleja profundamente en la novela contem­
cado sin cesar, torturándose, una sinceridad absoluta que poránea. No s610 en el argumento o las ideas que expone, sino
parece escurrirse siempre entre las manos. Hesse acusa as!. ~n su misma estructura. El mundo aparece ya como algo esen­
a Goethe, en El lobo esteparilJ: «Sois demasiado poco sincero.
Eso es lo esenciab> Y la misma autenticidad personal, al margen
.. cialmente inquietante, inestable, en peligro. La novela na nOS
da una lección completa, sino un CIlígma. Hay en eUa desorden,
de cualquier código, parece ya ser un recuerdo histórico propio
de la época y el talante existencial, mientras que se difunden , Vid. J. L. Arllngurm, lmplicaciolld de la jilqsDfla e~ la vida <fmtmrporá1'lea,
hoy los valores del juego libre, del «carnaval», del derecho M.ul ..id. Taurul (CuadernQs Tauros). [9(13, pág. 24·
a la inconsecuencia. • Rudolf Eucken, Lo s.ns ti la w1lur dr la uit, Alean. '9 12 .

50 II 51

I

complejidad, caos; igual que lo hay en la conciencia de sus al lector no totalmente acabada y perfecta, sino como una
personajes. (Hay que amar sobre todo lo incongruente, porque suma de posibilidades de interpretaci6n. Y el lector de Cortá·
sólo en ello se revela la verdadera vida» (Lawrence Durrell). zar, por ejemplo, disfruta «completando» la novela tanto como
Una realidad oscura, contradictoria, exige ser expresada lo hacía el de nuestro Siglo de Oro reconociendo las alusiones
también de una forma oscura, desconcertante. De ah[ la dí­ clásicas en un poema de Garcilaso o G6ngora.
ficultad que muchas novelas contemporfmeas presentan para De esta inquietud úpica del arte (del hombre) del siglo xx
el lector medio. Éste no recibe ya un mensaje claramente nace la gran novela contemporánea. Por eso Ernesto Sábato
expresado, sino que es invitado a penetrar en un laberinto s niega que exista una «crisis de la novela» y propone, más bien,
sugestivo. Es incompleta la presentación del escenario y los hablar de una «novela de la crisis»: «y pienso sí no será siempre
,personajes. Éstos actúan muchas veces de forma inconexa asi, que el arte de nuestro tiempo, ese arte tenso y desgarrado, 1
o contradictoria. Como 'en la vida real. El lector cobra un nazca invariablemente de nuestro desajuste, de nuestra an- .
papel mucho más activo. Ha llegado realmente (es el título siedad y nuestro descontento. Una especie de intento de recon- I
de una obra de José Maria CasteUet) La hora dellector4. cíliación con el universo de esa raza de frágiles, inquietas y t
Pero a la vez es cierto, como dccia Hcnry James, que el anhelantes criaturas que son los seres humanos») 8.
verdadero novelista crea a su lector tanto como a sus perso­ Mundo inquietante el que nos ha tocado en suerte vivir...
najes. Si olvidamos esta perspectiva nos resultarán incom. Recordemos, para concluir este tema, que WiJliam Faulkner
prensibles muchos fenómenos de la «sociología del gustO», toma el titulo de una de sus más famosas novelas del verso de
Volvemos hoy, en cierta medida, a un ((trobar c1us», dificil, Shakespeare; la vida es «(a tale told by an idiot, full of sound
oscuro, y no se puede achacar esto exclusivamente a bizan­ and fury».
tinismo o esnobismo de los narradores. Como dice Butor, (a
realidades diferentes corresponden diferentes formas de relato.
Ahora bien: está claro que el mundo en el cual. vivimos se
transforma con gran rapidez. Las técnicas tradicionales del
relato son incapaces de incorporarse todas las nuevas apor­
taciones así originadas»~. ~,

No es esto totalmente nuevo, por otra parte. Si la sencillez


es fuente de deleite, la complejidad puede no serlo menos,
para cierto público. En la novela actual tiene gran importancia
el «placer de descifran)6 y el de colaborar con el autor. Ya
hablaba Henry James de un lector que, cuando las cosas marchan
.bien, «hace la mitad del trabajo~). Pero esto, hoy, se ha exten­
dido .enormemente; al menos como deseo. La obra narrativa
típicamente contemporánea es una «obra abierta», según
la consagrada expresión de Umberto Eco 7, que se propone

• Ese es el título de una novela de Alaín Robbe-Grillet, En tllll.lTinIQ.


• J. M. Castellet,lA hlffll de/leclor, Barcelona, Seix Barral (Bíblioteca Breve),
'956.
, M. Butor. Sobre literatura, 1, cd. dIada, pAgo JO.
, Wayne C. Bomb, obra citada, pAgo 30l •
, U mb~rto Eco, Obra IJbitrltl. FQrrM < iná.lerminaci6n e1l el arre ,rmtnrtJ>ordneo, • Ernesto SAbato. S&pre hhlltS y tumb4S, 5." oo., Buen<lS Aircs, Sudamericana,

OarceIc;ma, Sei)( Barral (Biblioteca Breve), 1965. 1966, pág. 468.

52 53

VII
Profundización de la psicología
Uno de los rasgos que caracterizan a nuestra novela es la
profundización de la psicologia tradicional. Narrador tan
clásico como Fran(jois Mauriac reconoce que las nuevas gene­
raciones han comprendido que «las pinturas de caracteres
según los modeJos de la novf'la clásica no tienen nada que ver
eón la vida» l. Aunque hoy nos suene a algo ya pasado, pen­
'o. semos en la revoluci6n que supuso Freud, el descubrimiento
y, lo que es más importante, la vulgari2:ación d('l psicoanálísis
en el ámbito narrativo 2.
El psicoanálisis ha proporcionado al narrador un nuevo
instrumento de trabajo de considerable ímportancía, a la hora
de construir sus personajes. A la vez, ha determinado el naci­
miento de un tipo de critica literaria que descubre nuevas
dimensiones en Jos personajes novelescos mediante el empleo
del método psicoanalítico. Los resultados son interesantes
cuando se aplican a las novelas que poseen amplias zonas de
oscuridad (Dostoievski, Kalkaj en nuestra literatura, Valera) 3
y muy espectaculares en el caso de personajes clásicos: Ulises,
Hamlet, Macbeth ... 4 • En nuestra opinión, sin embargo, los
estudios de ese tipo suelen ser bastante elementales, atienden
I jo'. l\fauriac, L, fOfflllJlcíer tr ses ~rsonflllK's, Parls, ~dici6n Buchel-Chastel,

1933. pllK· 117·


• Para las relaciones de Freud con la literatura, veá.se el estudio de Líonel
TrlUing incluido en lA imagil/Qtión tilitral, Buenos AirCll, Sudamericana, 1951.
Hay edici6n española posterior de Seix Burral. Un planteamiento general es
el de W.'llek-Warren, obra citada, UI. cap. 8: 4<Literatura y psicologia ...
• Mario Maurin, .. Valenl y la ficci6n encadenada», en Mundo N,.n¡D, Parls
núm. 14, agoslo 1!}67.
• U na cómoda inlroducción y muestrario de 1'$13 c1:lse de estudiot es la
antologia Ps.~,/lUanQ{jsis aná liluatare, editada por Hendrid. M. Ruitenbeck,
Nueva York, Dulton. 1964.

55

mucho a la normalidad patológica y demasiado poco a los El desprecio de lo racional abre también vias para que la
valores estrictamente literarios. Un paso más adelante ha sido novela del siglo xx explore mundos interiores: 10 inconsciente,
dado por el psicoanálisis existencial, tanto en las novelas (Sartre) el ensueño, el recuerdo (Proust), la impresión fugaz (Henry
como en la critica Q. P. Richard). James, Virginia Woolf), la atm6sfera de pesadilla (Kafka,
La profundizaci6n de la psicologia novelesca sigue ta~bién Beckett), la melancolia (Dnetti), la realizaci6n del amor por
otros caminos muy diversos: la elevaci6n (en posibilidades lo que parece más contrario (Musil),la nostalgia de otro mundo
concretas, no s610 en teórica dignidad) de la mujer abrió nuevas (Giraudoux) ...
vias a la novela. Virginia Woolf señaló' las dificultades insu­ Nuestro siglo marca, sobre todo entre los anglosajones,
perables con que hubiera tropezado un Shakespeare femenino la desaparición de muchas represiones convencionales, hijas
en la Inglaterra del síglo XVII, y mucho después ... del puritanismo. Y esto produce, evidentemente, una amplia­
En nuestro siglo, una gran cantidad de mujeres han sido ci6n y profundización del campo psicológico tratado por el
novelistas profesionales. Recordemos, por ejemplo, la impor­ novelista.
tanda del grupo inglés formado por la misma Virginia Woolf, La psicologia novelesca se beneficia de otra tendencia:
con Katherine Mansfield, Margaret Kennedy, Victoria Sac­ el análisis intelectual de las actitudes sociales convencionales
keville-West, Rosamond Lehman ... Y es precisamente apor­ para desenmascararlas y destruirlas. Huxley, por ejemplo,
tación suya a la literatura la finísima sensibilidad para los exhibe en Contrapunto un extraordinario conocimiento de los
matices y los detalles mínimos pero entrañables; la percepción motivos recónditos (y, en general, despreciables) que mueven
de mundos interiores (ilusión, desengaño ... ) detrás de los he­ muchas veces a los seres humanos. Es típica de la literatura
chos cotidianos más triviales. La mujer puede ya ser novelista contemporánea la obsesión por la autenticidad. Sobre todo
yeso constituye un indudable avance, aunque algunos ejem­ en Francia: Giraudoux, Anouílh,. Sartre continúan la tradi­
plos de la literatura española de la posguerra nos hagan a ci6n de los moralistas clásicos franceses (Montaigne, Pascal),
veces añorar tiempos menos feministas. Y el novelista, en todo desenmascarando los modos usuales de conducta que encubren
caso, puede conocer mejor a la mujer. ' una falsedad, deshaciendo la «comédie>} sodal.
De un modo menos preciso, la mayor actividad social de Es una actitud que recuerda, claramente a la de Quevedo,
la mujer inyecta en nuestro mundo cierto tipo de valores que nuestro gran moralista desengaftado. Y parece posible que,
le son propios. No cabe duda de que nuestro mundo está más como Quevedo, los autores actuales desemboquen en el ci­
empapado que el anterior de valores típicamente femeninos, nismo al comprobar el abismo que existe entre el ideal y la
y ello repercute en la novela. Pensemos, por ejemplo, en lo que realidad social lamentable.
debi6 suponer para la obra de Mareel Proust el frecuentar En cuanto a los personajes, un importante novelista y
intimamente ciertos círculos femeninos. crítico de la novela contemporánea, E. M. Forster, hizo la
Muchas veces hemos imaginado el cambio que hubiera distinción, hoy clásica, entre (cflat characters» (personajes
podido experimentar la literatura española del Siglo de Oro planos) y «round characters» (personajes redondos).
de haber sido la actividad social de la mujer más espontánea Los primeros son los construidos alrededor de una idea
y natural, menos sujeta a laJi rigurosas leyes del honor. Quizá 1) cualidad únicas. Pueden ser expresados en una sola frase.
la visión del amor en nuest'tos clbicos hubiera seguido entonces No conyjene desdeñados demasiado, porque son muy útiles
caminos de mayor complejidad psícol6gíca 6. para el autor como elementos constructivos de la novela:
actúan con fuerza y el lector los recuerda facilmente. Su sen­
, V. Woolr, Uf! cuarto prppio. traducción castellana de J. L. Borges, Bueno$ cillez, por supuesto, no excluye la profundidad humana. Un
Airet, Sur, 1956. Hay edición elpai'iola posterior de Seix Barra!. ejemplo tipieo es el Pere Goriot, de Balzac: su profundidad es
• Los e.tudios cliJlicos. magistrales, sobre ale tema SDn los de América
Castro. Para un planteamiento general de la cuestión, veáse Dt la edad eyjdente, impresionante; pero está construido en torno a una
tí~a, 1, 2." ed., Madrid. Taurus (Persila), 1963. pasión única: el amor por sus híjas.
S6 57

Los personajes «round», en cambio, tienen varias facetas,


Evidentemente, toda gran literatura profundiza en los
no se pueden resumir en una frase, nos sorprenden al actuar.
tipos recibidos de la tradición literaria. Lo mismo que hace
No cabe duda de que estos últimos son Jos tlpicos de la novela
Cervantes con las figuras del entremés 12, lo realiza Gald6s
del siglo xx.

con Torquemada, cuya clave es la humanizaci6n compleja


No sena dificil acumular testimonios de CÓmo los narra­
del tipo literario clásico del avaro: «pintáronle como un usu­
dores más sagaces del siglo pasado advirtieron ya lo atractivo
rero de sainete, como un ser grotesco y lúgubre, que bebía
(y lo real) de este nuevo campo. Recordemos unos pocos ejem­
sangre y oUa mal (... ) cuando (... lle vieron y le trataron muchos
plos españoles.
que le hablan despellejado de lo lindo, no le encontraban ni tan
Ya Valera, tan razonable, defendía cierta dosis de inde­ grotesco ní tan horrible como la leyenda le pintó. y esta opinión
terminación dentro de su personaje: (Bien sabe el autor o daba lugar a grandes polémicas sobre la autenticil!;.ld del tipon l ' .
narrador de esta historia que aqui, como en otros pasajes de Hay que tener en cuenta que la novela ofn:ce, en comparación
ella, han de incomodarse Jos lectores con el héroe principal, con el teatro, una mayor calma y reflexión en el lector, lo que
de quien exigen en novela· una fidelidad y una constancia permite al escritor otras sutilezas. Poniéndolo en boca de un
prodigiosaJ ...• pero tire contra él la primera piedra quien en pedante, proclama Gald6s: ((todos los caracteres son complejos
la vida real haya tenido menos variaciones y menos fundadas o polimorfos. Sólo en los idiotas se ve el monomorfismo, o sea,
variaciones en sus amores .. 7. Y. con imnia, defiende la com­ caracteres de una pieza, como suelen usarse en el arte dramá­
plejidad de su personaje: «Ella podrla ser, o era, más o menos tico, casi siempre convencional» u.
pecadora. Yo no he llegado a ponerlo bien en claro, de suerte Tambien fue consciente del problema la Pardo Bazán,
que al ir escribiendo esta historia lo probable es que lo deje desde un punto de vista más teórico: Balzac y Zola «crearon
turbio o nebuloso» *. E insiste en la misma novela: (Era doña personajes l6gicos, que obran conforme a los antecedentes
Inés... personaje de carácter tan enrevesado y complejo, que a .. sentados por el novelista, que van por donde les lleva la fata­
menudo me arrepiento de haberla sacado a relucir como una lidad de su complexi6n y la tiranía de las circunstancias. Los
de las dos heroinas de esta historia, porque hallo dificil des­ personajes de los Goncourt no son tan automáticos; parecen
cribirla bien y transmitir a mis lectores concepto igual al que más caprichosos, más inexplicables para el lector; proceden
tengo formado de ella, investigando y dilucidando con claridad con independencia relativa y, sin embargo, no se nos figuran
el móvil de sus pasiones y de sus actos»', En otra novela vuelve maniquíes ni seres fantásticos y soñados, sino personas de
a insistir sobre la complejidad del ser humano, usando un carne y hueso, semejantes a muchos individuos que a cada
viejo argumento filosófico: «(Pero la mayor parte de Jos seres paso encOntramos en la vida real, y cuya conducta no podemos
humanos, y Rafaela entra en esta cuenta, no son sólo de un predecir ¡;:on certeza, aún conociéndoles a fondo y sabiendo
modo, sino de varios; se dirla que no tienen un alma sola, de antemano los móviles que en ellos pueden influir. La con­
sino dos almas con opuestas propensiones ... » '0. y el personaje tradicci6n, irregularidad e inconsecuencia, el enigma que
lo corrobora: «Mi entendimiento vacila, cambia y duda mucho. existe en el hombre, lo manifiestan los Goncourt ... )} l~. N6tese
Suele mirar las cosas por diversos lados, y según el lado por donde que jUlOtifica esto no por pura técnica, sino por cercanía a la
las mira, las ve con aspecto distinto. Me inclino a creer que l"I'a!id:HI.
a todo el mundo le sucede lo mismo. La diferencia está en que
yo lo confieso, y son raras las personas que lo confiesan») 11.
\ ..1. Eugenia Ascnsio, ltintrario dtltftfrrmis, Madrid, Gredos (Biblioteca
RUHW,k.' IIIspl,ni<.:a), 19b5. cap. IV.
7 .Valera, Las íllUrimtl lI,t doctor Fau.rlino, ed. citada, pág. 337.
Il Pérez Gald6s, Tor'luetnllda en ,[ purgat(Jrio. en Otras (OmpldaJ, V, 4.& ed.,
• Vlllera, ]1I.11."ita la LQrga. ed. citada, pág. 578 •
Madrid, Aguilar, 1965. pág. 1054.
• Valera, ]uanita la Larga. ro. citada, pág. 61 3.
,. Ibiátm, pág. 1043 .
•• Valerll. G,nio.J figura, oo. citada, ptog. 643.

" Pardo Bazán. La (un/i6n palpitantt, edici6n de C. Bravo Villasanle, Sala­


11 Valera. Gnr.iQy figura, ro. citada, pág. 699.

manCll, Anaya, I')G6, pago 1 '3.

58
59

Pero todo esto, en definitiva, son ejemplos que hemos re­


buscado y que poseen cierto carácter de excepción. Lo normal
en la novela del siglo XIX es el personaje «plano~), unilateraJ,
sólidamente construido y que, por ello, se recuerda con gran
facilidad.
En la novela contemporánea son muy frecuentes los per­
sonajes dudosos, contradictorios, que emprenden rutas acer­
tadas y luego las abandonan, que saben elevarse a héroes en
un capitulo para volver a su mezquindad en el siguiente. De­
VIII
trás de ellos, en lo hondo, yace el misterio de su personalidad,
que no parece estar predeterminado por el novelista, sino ir Perspectivismo
haciéndose a lo largo de la obra; sin que nadie, ni el lector,
ni el novelista, ni el propio personaje, lo conozcan de antemano. Es tipica de nuestro tiempo la quiebra de muchos dog­
El mismo Forster lo ha expresado con una metáfora acertada: matismos, de verdades absolutas y universales, Parecen triun­
los personajes de la novela contemporánea son «seres enor­ far, en cambio, el relativismo metafísico y, desde luego, el
mes, indecisos, invisibles en sus tres cuartas partes, como los psicológico. Cada hombre tiene su propia verdad, su verdad
ícebergs». personal, y debe acomodar a ella su actuación para vivir con
Don Manuel Bueno, en la novela de Unamuno, es un buen autenticidad. Como tantas veces, Unamuno nos da la frase
ejemplo de este misterio sugestivo que se propone al lector que resume a la perfección esta tendencia de nuestro siglo:
(y a los otros personajes de la novela). El personaje de Vir­ «El hecho supremo, el gran hecho, el hecho fecundo, el hecho
ginia Woolf (Mrs. Dalloway, por ejemplo) es un conjunto de redentor sería que cada uno dijera su verdad.»
impresiones y sensaciones, de impulsos sueltos. Muy poco sa­ No existe ya la realidad como un bloque compacto, de
bemos, en definitiva, sobre los más típicos personajes de Musil. signo claro y evidente. Lo que existen son miles de pequei'ias
Brausen (en La uida breve, de Onetti) es una pluralidad de posi­ impresiones. Varían según el ~ujeto, según el momento, la
bilidades, un yo que busca o se inventa su identidad. luz, el ambiente, el talante afectivo. Para dar Ímpresión de
y todo esto -insisto una vez más- no es puro bizanti­ vida auténtica, lo mejor es adoptar el punto de vista de un
nismo técnico ni deseo de desorientar al lector ingenuo. Es testigo humano. {(Una novela es una impresión personal de
que, si profundizamos un mínimo por debajo de las relaciones la vida. Veo dramas dentro de los dramas, e innumerables
convencionales, cuasi-mecánicas, comprobaremos que los hom­ puntos de vista", dice Henry James l. Estas nociones crista­
bres (mis amigos, la mujer a la que amo, yo mismo) no somos lizan literariamente en un concepto esencial, el de perspec­
así, no tenemos la consistencia artificial, como de cartón piedra, tivism0 2 •
de los héroes novelescos del siglo XIX. Todos tratamos de rom­ Los novelistas de todas las épocas han sabido que cada
per las barreras que nos separan de los demás, pero todos personaje debe no s61p hablar de una manera especial (mani­
sabemos que esas barreras existen. Incluso -es lo más grave­
en nuestro interior. Todos, si no caemos en el absoluto cot}­ , Henry James, TIt.. Arl tifF¡chOll,Londre;¡, Hart-Dads, [94-8. p.1g. 79.
formismo, somos peregrinos de un viaje interior a la búsqueda 2 Vid. Norman Friedman, "Poin! of view in Fiction: the Development of
a Critica) Concept», en PMLA, diciembre 195). Seilalo algunos fundamentOl
de la unidad con nosotros mismos. en la filosofia y critica contempor(¡nea en mi tral;íajo "Perspectiva y novela»,
incluido en el volumen que recoge 10lI presentados al 1 Congreso de Estructura
e Historia de la. obra literaria. En Espaila, el principal divulgador de esta nociÓn
ha sido el profesor Baquero Goyane~. en varios articulos y en el libro --ya c;lado­
Pmptctiuismo.1 cOlltro..rú.

60 61

festación la más iumediala de su peculiaridad personal), sillo Se llega a veces, Jncluso, ti. una proclamación teórica rela­
darnos la visión del mundo que le es propia. Algunos grandes tivamente clara: «en la historia que voy narrando, el lector
novelistas profundizaron más en esta tendencia: e!l el caso no puede ver más que un aspecto de Jos sucesos; el que tenían
de Cervantes, por ejemplo, según los estudios, ya citados, para mí; y al través de mis ojos es como ha de contemplar el
de Américo Castro. alma de la mujer fuerte. Yo no juro, pues, que los hechos fuesen
No seria dificil encontrar casos daros de perspectivísmo cual voy a referirlos; s610 afirmo que así se me representaban» 6 •
en la novela española decimonónica. Ante todo, de la visión Pero todos estos no pasaban de ser intentos aislados y,
desde un punto de vista (flsico y sentimental) determinado. en general, poco conscientes. Hoy, en cambio, el perspecti­
Asi) la Pardo Bazá.n nos presenta una cacería de liebres desde vlsmo se ha hecho general. Es una de las grandes leyes de la
la perspectiva de un cazador, tendido en el suelo: «A la claridad narración contemporánea. Y ha sido formulado te6ricamente
lunar divisa, por fin. un monstruo de fantástico aspecto, pe­ con claridad absoluta. Para Percy Lubbock, «tod'l cuestión
gando brincos prodigiosos, apareciendo y desapareciendo como de método, en el terreno narrativo, debe ser presidida por la
una visión: la alternativa de. la oscuridad de los é.rooles y de cuestión del punto de vista, de la relación en que se coloca
los rayos espectrales y oblicuos de la luna hace parecer enorme el narrador ante su historia» 7.
a la indefensa liebre, agiganta sus orejas, presta a sus saltos Podriamos decir que, hoy, no es el tema el problema fun­
algo de funambulesco y temeroso, a sus rápidos movimientos damental que se plantea el novelista al empezar a trabajar.
una velocidad que deslumbra»'. El objetivo, situado muy a Ni la forma, entendida como puro estilo, lenguaje más o menos
ras del suelo, multiplica enormemente las dimen!liones de las culto o popular. Sí lo es la forma en sentido amplio. como
figuras. (Así sucedía, por ejemplo, en 'las grandes composicio­ rincipio configurador de toda la obra: tono y planteamiento
nes del Veronés y en algunos cuadros del Caravaggio.) y todo structural, de la arquitectura o composición. Pero, sobre
ello se pone al servicio de una visión poética de la realidad. ~.I~~ todo, elección de una perspectiva para narrar, de un punto de
Las cosas -todos lo sabemos- varían según el talante vista desde el cual se enfocará todo el relato.
de la persona que las contempla. Gald6s, siempr~ tan humano, El acierto en la solución de este problema es decisivo para
es maestro de este tipo de efectos. Asi, ~uando Angel Guerra, el éxito total de la novela. Porque al narrador se le ofrecen,
fuera de si) penetra en la catedral de Toledo. <das verjas pere­ en abanico, una serie de posibilidades. Y cada una de ellas
grinas le daban comúnmente idea de puertas celestiales, que, tiene sus venla.jas e inconvenientes.
cerradas para los pecadores, se abren para los escogidos. Aquel Maupassant se preocupó por la palabra justa, la única
dia se le antojaron frontispicios de jaulas magníficas para que puede expresar, con exactitud y belleza, un dl"lerminado
dementes atacados del delirio de arte y religión» 4. Encarna­ contenido afectivo: «(Sea lo que sea 10 que quiera decir, no hay
ción viva de esta variabilidad afectiva es el inefable don José más que una palabra para expresarlo, que un verbo para
Ido del Sagrario: «todo lo vela agrandado hiperbólicamente animarlo y que un adjetivo para calificarlo. Hay que buscar,
o empequeftecido, según los casos. Cuando estaba alegre, pues, lHlsta que se los descubra, esta palabra, este verbo y este
los objetos se revesdan a sus ojos de maravillosa hermosura; adjetivo, y no contentarse con el más o el menos, ní recurrir
todo le sonreía, según la expresi6n que le gustaba mucho usar. nunca a las supercherías, incluso las afortunadas, ni a paya­
En cambio, cuando estaba afligido, que era lo más frecuente, !ladas del idioma para evitar la dificultad» (prólogo a Pierre el
las cosas más bellas se afeaban, volviéndose negras, y se cubrían Jepn, 1888). Es la misma preocupaci6n que, entre nosotros,
de un velo .. " parecía propio decir de un sudario» ~. domina. a Azorin: «Hay en todo momento -cuando estamos
frente ;.¡ las cuartillas- una palabra, la palabra precisa, ésa
• Pardo Bazán, Los pw:.os dI Ullcl/1., ed. dtada, pig. 249
• Pérez Galdós, A'IIg,¡ Guerra. 00, ci~ada, pig 1414. • Pardo Bazán, La prueúa, ed. cilnda, pág. 638.

• P~rez Ga.ldÓll, Fl/f'lllllala y ](jrinta., ed. citada, pág. J07. , Perey Lubbock, Th, Crafl 01 Fictjan, Nueva York, The Viking Press, 1957·

62 63

y no otra» (El escritor). Pues bien, quizá uno de los problemas un profundo, radical perspectivismo. Es el caso de la admirable
fundamentales del novelista cQntempor~neo (si no el mayor) novela corta de Robert Musir Die Vollmdung der Liebe 10. Se
ya no sea el de la palabra exacta, pero si el de acertar con la trata, sencillamente, de la narraci6n del viaje en tren que hace
perspectiva justa, la única que puede hacer resaltar al máximo una mujer, Claudine, la cual, a través de la infidelidad, alcanza
los valores de una historia. Igual que el punto de vista del un grado superior del amor. Pues bien, a pesar de la tercera
fotógrafo o del operador' cinematográfico determina funda­ persona narrativa, la única perspectiva existente en la novela
mentalmente la belleza del paisaje u objeto que retratan~ es la de la protagonista, hasta el punto de que los otros perso­
«Toda escena en el cine, está fotografiada necesariamente najes son s610 sombras muy vagas, puros soportes para la ac­
desde un cierto punto de vista, y ese punto de vista forma tuación de ella. Como dice el autor del único libro castellano
parte de ella, es inseparable de su esencia, no se puede elimi­ que conocemos sobre Musíl, «las conversaciones, pensamientos
narlo para darnos una visi6n absoluta, la de un ser que care­ y relaciones son observados a través de Claudine, y todo lo
ciera por completo de punto de vista,> 8. La novela contempo­ que sucede, aun cuando aparezca otro personaje, se produce
ránea utiliza muchos recursos propios de la cámara cinemato-­ en Claudine misma, que se muestra como un laberinto~. 11.
gráfica: primeros planos, travcllings, fundido encadenado, Recordemos un ejemplo español, que ya debla ser clásico:
montaje, crossing up... Los ejemplos más claros de perspectivismo La novela de don Sandalio, jugador de ajedrez., de Unamuno. Se
nos vienen, quizá, del campo cinematográfico: en filmes como compone de las cartas de un lector a un tercero, «personaje
Rashomon o The outrage contemplamos las díferentes versiones visto desde fuera, cuya vida interior se nos escapa, que acaso
que de un mismo acontecimiento (generalmente, un delito) no la tiene) l2.
nos ofrecen cada uno de los actores o espectadores. En una brillante novela hispanoamericana, Tres trisles
En nuestro siglo se han hecho experimentos de novelas tigres, de Guillermo Cabrera Infante u, que fue Premio Biblio­
escritas por varios autores, cada uno desde su punto de vista. teca Breve de 1964, vemos la persístente vigencia artística
Así, The Whole Famig (lg08), de James y once colegas más. del perspectivismo más claro: una de I.as partes de la novela
No está lejos esto de la técnica que luego llamamos «pers~ lleva por titulo «La muerte de Trotsky.-:referida años después
pectivismo múltiple y sucesivo», desarrollada con gran bri­ por varios escritores cubanos o éUltes». Ante un mismo hecho,
llantez, por ejemplo, por Virginia Woolf en Las olas. Nos presenta
una serie de acontecimientos a través de seis personajes, tres
tenemos la reacción artisuca mur
diferente de escritores como
Marti, Nicolás Guillén, Carpen~!er, Lino Novás Calvo, etc.
chicos y tres chicas: Rhoda, Jinny, Suzanne, Louis, Neville y Una de las mejores novelas españolas de los últimos años
Bernard 9. Oímos los monólogos de cada uno, sin que se nos nos puede servir también de claro ejemplo. Me refiero a Cinco
diga expresamente quién habla. Cada uno nos da un retazo, horas con Mario, de Miguel Delibe!l t4, que aparentemente cae
una perspectiva diferente y complementaria de la vida de lejos de lo que aquí estamos examinando, pues está. contruída
ese grupo de amigos que va envejeciendo ... Todavia hay una sobre el esquema de una serie de mon6logos interiores de una
séptima perspectiva: la de Perceval, el amigo muerto, cuya mujer ante el cadáver de su marído. Pero, en el fondo, lo que
ausencia constituye el principal protagonista, el reactivo que
pone en marcha toda la novela.
La perspectiva es, en este caso, muy fácil de captar. Pero t. U80 la. traducci6n francesa: «Vaccompliuement de I'amour». fragmento
de }{O(;tS, inclllido en el volumen Trois ¡mzmlt, Parle, Du Seuil, 1963' (No se
existe también la posibilidad de una forma novelesca absolu­ incluye en la traducci6n apaflola de Seix Barral).
tamente tradicional (narraci6n en tercera persona) que oculta ., J05~ Emilio Os&es, Rablrt Musil en tres obr/U sin ',,-alidadl¡, Santiago de Chile,
UniverBidad (El espejo de papel), 1963, pág. 50.
1> Unamuno, Ptólog¡¡ a Sa~ Ma~lld Butllo,rmfrtir,y 1m hi.rt~rias mtÍ.J. ed. citada.
• Claude-&lmonde Magny, L'oge du romal'l americain, ed. cilada, pig, 99· tt G, Cabrera Infante, Tres tris/u tigres, Barcelona, Seíx Barral, 1967.
• Les vagues, Paris, Plon (Feux Groi5~). 1957. Hay traducciÓn espaliola .. M. Delibes, Cinco horas ,en Mario, .Barcelona, Destino (Áncora y Detnn),
posterior de ed. Lllmen. 1qt:,.

64 6~

Para que el vanguardismo, en su sentido más amplío, logre


se nos da es el contraste permanente de dos perspectivas, las
alguna resonancia social es precisu multiplicar la información
de los dos esposos, ante cada uno de los probk>mas cotidianos:
divulgadora.
el amor, el dinero, el coche, el Concilio ... Todavia podrlamos
La dificultad no debe desanimarnos ni inducimos a pereza.
ver, apurando un poco nuestra búsqueda, una tercera pers­
Como muy rotundamente declara Butor, «todo lo que es
pectiva, la del hijo, que resume y supera dialécticamente
a las otras dos. interesante presenta dificultades. Las cosas nuevas son for­
En principio (es una ley evidente) el punto de vista ele­ 2:osamente dificiles. El signo mismo de que son nuevas es que
se apartan de lo habitual y que, en consecuencia, nos hará
gido debe ser mantenido a lo largo de toda la obra. Ésta parece
falta aprender a descifrarlas. Delante de esas maneras diferentes
ser la única actitud honrada y congruente que puede adoptar
de ver y de decir, nos encontramos en la situación de aquel
el novelísta. La critica actual ataca duramente, con mucha
que todavia no sabe leem I~,
razón, a los novelistas del siglo pasado cuando alteran arbi­
En \a madurez de su último líbro de cllClllqs, explica Jorge
trariamente el punto de vista inicialmente adoptado y no dan
Luis Borges la razón de que no sean sellcillo,,: "No hay en la
explicación alguna de ello al lector, buscando sólo la mayor
facilidad y comodídad para llevar adelante su historia. tierra una sola página, una sola palabra, que 10 sea, ya que
todas postulan el universo, cuyo más notorio atributo es la
Este modo de actuar no parece hoy admisible en modo
complejjdad.~ 1&, Y cita a Kiplíng, que nos puede proporcionar
alguno. Pero cabe plantearse otro problema: si existe un único
punto de vista adecuado para una historia, agudizando más (con el titulo de una de sus obras) el mejor comentario a esta
afirmación: Precisamente aJÍ.
nuestra sensibilidad lIegaremps quizá a percibir que cada
episodio de esa historia requiere, para explotar al máximo
sus posiblidades expresivas, un punto de vista propio, y dife­
rente según los distintos episodios.
Por otra parte, la combinación de diversos puntos de vista
(tal como la han realizado, por ejemplo, Dos Passos y Carlos
Fuentes) puede producir efectos artísticos considerables. Ese
es el procedimiento relativamente equivalente al montaje
cinematográfico, esencial para dar sentido al material pre·
víamente filmado.
No pretendemos con esto que todo ~velista actual adopte
las técnicas menos comunes. sr parec~ necesario, en todo caso,
que el novelista de nuestro siglo se plantee con claridad estos
problemas, y los resuelva de un modo decidido y consciente.
Detrás de este perspectívismo existen. desde luego, hondas
cuestiones intelectuales. Pero, en la práctica, cristaliza en una
determinada técnica novelesca, como luego veremos.
Por otra parte, todo novelista renovador posee hoy una
lengua personal, un modo original de encararse con la realidad.
El lector que penetre por vez primera en un mundo 'hovelesco
debe hacerlo con la paciencia y apertura mental (y un poco
del ánimo esforzado y laborioso) del estudiante de idiomas. I! Varios: Tradllilln OIlJ innovar;on J/I Cvntrmparary Lilua/o,.. P. E. N, r01l1l({

Cuando las dificultades se multiplican, es muy conveniente' loMr, i:ludapest, Corvina Press. 1966, pág. 70.
IS J. L. BOrge5, El in/orm. d. Brodil. Buenos Aires, Emecé. 1970, págs. 7-8.
la ayuda de una persona ya familiarizada con esos problemas.

66 67

IX

La condición humana
La novela del siglo XIX tenia por tema, muchas veces,
problemas particulares, limitadlsimos. Recordemos, por ejem­
plo, la minuciosidad con que Pereda retrata campos o cos­
tumbres montañesas. Eugenio d'Ors ha hecho una brillante
crítica de esto: «Cuando me son explicadas en unas páginas
interminables las querellas familiares de la familia Vega y
Hernández, muy señores mios, o los secretos de alcoba de
madame Durand, que quiere tanto a monsieur Dupont, y buen
provecho le haga, yo siento en mi una especie de sensaci6n
humillante y vergonzosa, como si estuviese mirando a través
del ojo de la cerradur¡¡t en uQ.a cámara cerrada» l.
No se trata, apresurémonos a decirlo, del tema. La novela
actual puede perfectamente detenerse en los mismos temas
que la decimonónica; la perspectiva, sin embargo, suele ser
distinta
Baroja, por ejemplo, embarca a veces a sus personajes
(Camino de perfección, La dama nrante... ) en viajes aparentemente
sin sentido, sacándolos de su contexto dramático. Parecen
inútiles, desde el punto de vista del narrador, estos recorridos
por ciudades y pueblos castellanos, a travh de la sierra. Sin
embargo, el lector los recuerda como algo inolvidable, mucho
más convincente que aquellos momentos en que el autor de­
clara directamente sus ideas. La raz6n es muy sencilla: hay
en estos viajes profunda autenticidad humana, vital; sencillez
y frescura en la visi6n de las cosas, no.empaftada por prejuicios
retóricos y librescos.

I E. D'On, .N'lJ.eIJIJ Glosario, tomo nr, Madrid, Aguílar, 1949. pág. 1063.

69
...

II
I
Para hablar de una gran novela eXIgimos hoy que, por I
Las tendencias renovadoras del cine actual participan
debajo de la trama concreta, exista una hondura humana también de estc proceso: lo que hace realmente admirables
que le dé auténtica perspectiva de totalidad. Lo que Malraux las obras de Antonioni o Ingmar Bergman no es tanto la per­
nos cuenta en lA condid6n humaflll. no es una serie de episodíos feccíón estética de unos encuadres como el buceo en profundidad
de una revolución comunista en China, sino lo mismo que a partir del argumento relativamente trivial.
promete el titulo: una visi6n total de la condici6n humana, En nuestro mundo actual no se díscuten únicamente pro­
lo que el hombre puede y lo que no puede, cuáles son los peli­ blemas concretos, limitados. Es la condición humana en su
gros que le acechan y qué sentido tiene su esfuerzo. totalidad la que está en juego. Este es el gran tema, el único
Nuestro siglo es una época insegura de muchas cosas, asunto de la novela conlC'mporánea importante: el problema
hasta de las más fundamentales. Por eso, no podemos perder de] hombre, que encierra en sí todos los problemas. ¿Cómo
nuestro tiempo con pequeñeces. Salvo que estas pequeñeces es el hombre? ¿Cuáles son su destino y su libertad efectivas?
lo sean sólo en extensión, porque su profundidad humana ¿Tiene (todavia) posiblidades de salvación? ¿Qué se puc-de
les da un auténtico carácter universal. Por debajo de la reivin­ hacer para mejorar su condici6n? Unamuno, hlalrallx, Sartre,
dicación social concreta, la obra de Dos Passos, por ejemplo, Seroanos, Graham Greene, Cortázar... Todos nos dan su
también apunta al Hombre, más que al Capitalismo o a la personal respuesta a este problema. Intentan alcanzar un
Sociedad americana 2, humanismo nuevo, puesto al dla, que parte del dolor y el fra·
Gide nos aclara esto con el programa para su obra Los
caso, que no significa ya dominio del hombre sino piedad por
monederos falsf)J: «Mi novela I\~ tendrá un asunto, un tema.
el hombre; un humanismo no abstracto y teórico, sino arrai·
Los na.turalistas cogen un trozo de vida en el sentido temporal, gaclo en las condiciones de vida del hombre histórico, condi­
en longitud. ¿Por qué no en anchura o profundidad? Yo qui­ cionado profundamente por un «(aquí y ahora)~ muy concretos.
siera no cortar nada. yo quisiera que todo entrara en mi novela. Aunque rechace la idea de una naturaleza humana inmu­
Ningún tijere~azo que limite su sustancia, en tal punto mejor table a lo largo de los siglos, Sartre también se inscribe en esta
que en tal otro. Desde hace más de un. año que llevo traba­ tendencia -me parecc-- con sus novelas y al afirmar rotun~
jando en ella, todo lo que sé, todo lo que las vidas de los demás damente : (Todos somos escri tores metafísicos. Porque la
y la m{a me enseñan ... » Usando una técnica muy diferente, metalisica no es una discusión estéril sobre nociones abstractas
Virginia Woolf proclama repetidas veces el mismo prop6sito: que escapan a la experiencia, sino un esfuerzo vivo para abarcar
hay que meter todo en la novela. Incluso en un cuento breve. por dentro la condición humana en su totalidad» +,
La novela debe estar ((abierta,) a todo: ((¿Por qué la novela Por eso tiene tal importancia la novela contemporánea:
ha de tener un desarrollo como el de una obra de teatro? ¿Por porque rebasa el ámbito de lo puramente literario. Porque
qué no puede abrirse a su gusto?» (E. M. Fonter.) el hombre de nuestro tiempo ha hallado en ella respuestas
No se trata de complicar la historia. de ampliar el tema, valiosas a todos sus problemas. Leemos novelas hoy (podría·
de multiplicar los escenarios o los personajes. (Esto último mas decir) para ser fieles a Sócrates, para conocernos a nos­
lo hará cierta tendencia novelistica, muchas vece.s con un O( ros mismos; y, conociéndonos, salvarnos. Según André Rous­
signo social.) Un i:ema cualquiera debe ser tratado con tal scaux, ,da literatura de la felicidad cede hoy anle la lüeratura
intensídad humana que refleje 10 esencial de nuestra condi­ de la salvación»; enlendiclldo este término no en un sentido
ci6n. Podriamos hablar, por eso, de una auténtica perspectiva concreto y ligado a una religión determinada, sino en el más
metaflsica, de totalidad 9. amplio, unamuniano sentido de la palabra: necesidad abso­

• Claude.Edmonde Maglly, obra citada, pág. 78 • , JI'. Sartre, SilualiQlLf,lI, Parb. Gallimard, I!.HB.
IVid. Jean-Laurent Prévost, La /JúsqlUd4 d, lo d$pluto IR la rwwla fnsm:e$Q Traducción española: Q,ui es la litera/ura, 3," ed., Buenos Aire~, Losada, 1962,
clmlmlpo,dnlQ, Madríd, Razón y Fe, 196 7. pág. 191.

70 71

luta de que mi pobre yo no muera para siempre, de salvar


de alguna manera ese impulso misterioso del que brotan todos
mis actos; o, más sencillamente, necesidad de buscar algo que
unifique y dé sentido a la serie de actos inconexos que forman
una vida, una novela.
Ernesto Sábato es uno de los novelistas que más insisten
en esta vocación metafisica -por decirlo asi- de la novela:
contemporánea, en cuanto supone un descenso hasta el fondo
de la conciencia de los personajes: «Este descenso es un descenso
x
al misterio primordial de la condición humana; y, dadas las
características de esa condición, un descenso a su propio in­
Novela más rica e inquietante
fierno. Allí se plantean, inevitablemente, los grandes dilemas: La novela contemporánea, en resumen, es mucho más
¿Por qué estamos hoy y aqui? ¿Qué hacemos, qué sentido rica que la del siglo XIX. No es esto un juicio de valor, sino la
tiene nuestro existir limitado y absurdo, en un insignificante comprobación de una realidad indudable: ha derribado mu­
rincón del espacio y el tiempo, rodeados por el infinito y la chas de las barreras que limitaban a la novela clásica. El campo
muerte? Hundidos en el precario rincón del universo que nos que abarca parece no tener apenas límite.
ha tocado en suerte, intentamos comunicarnos con otros frag­ Han ascendido a protagonistas personajes de cualquier
mentos semejantes, pues la soledad de los espacios ilimitados condici6n social, cada uno con su ambiente, visión del mundo
nos aterra. A través de abismos insondables, tendemos tem­ y modo peculiar de expresarse. Recordemos la novedad y el
blorosos los puentes, nos transmitimos palabras sueltas y gritos escándalo que supuso, dentro de la literatura española de la
significativos, gestos de esperanza o de desesperación» 5. posguerra, La familia de Pascual Duarte, de Cela, precisamente
No nos ciegue el fervor del especialista: la nov,ela contem­ por ofrecernos, con apariencia de inmedíatez absoluta, el
poránea -como tantas otras cosas- no es un 6n en s1 misma, punto de vista de un,personaje muy alejado de todo triunfa­
sino un medio al servicio del hombre. Un medio para conocer lismo, corrección y respetabilidad. .
y transformar el mundo y a nosotros mismos. Junto a la curiosidad por los ambientes má.s bajos se ha
dado también el intento de reflejar al hombre medio, al «ave­
rage man>. o «everyman» inglés, que representa bien, con su
falta de rasgos singulares, a la sociedad de masas: es únicamente
(son titulos de novelas norteamericanas sín especial interés)
«una cara en medio de la multitud.>, un «hombre de traje
gris». Ya Huxley buscaba, en Contrapll.llllJ, «la sorpresa que
producen las cosas más vulgares». Y Los premios, de Cortázar,
tiene un lema de Dostoievski que puede resumirse así: cómo
hacer interesante a la gente vulgar.
La novela de nuestro siglo ha profundizado) por ejemplo,
en la comprensi6n de los mundos misteriosos de la niñez y
adolescencia. Para la niñez podemos citar el caso de una re­
ciente novela francesa, L'Opoponax, de Monique Wítíg 1, que
, M. Witig, L'Opupolla!t., Paro, La editiomde MiDl.lít, 1964- Hay traducc.i6n
elpatlola de Seix Barral.
~ E. Sábato, El tscri!ot.J su.rfllllltWnas, ed, citada, pág. '5·

73
72

pretende dar una visión del mundo lo más infantil que sea
posible, sin nigún comentario intelectual. La adolescencia Por todo esto nos part~ce la novela contemporánea mucho
ha dado lugar a obras ya clásicas como Re/rato del artista aJo­ más rica, compleja y variada que la novela clásica, sin que
ltlsctnttl, de Joyce, A. M. D. G., de Pérez de Ayala; EljOfIl/L Tor­ dejemos por ello de reconocer los grandes valores que ésta
less, de Musil, o, más recientemente, La ciudad y los perros, de posee en sus ejemplos máximos.
Vargas Llosa. La evolución en las formas de vida de los jóvenes La novela de nuestro siglo presenta también otro carácter
se refleja también en nuevos tipos de novela: desde hace veinti­ fundamental, a mi modo de ver; es una novela escrita para
cinco aflos, por ejemplo, ha alcanzado gran fama una novela Hace buena así la afirmación (muy discutible en
del norteamericano J. D. Salínger, Th~ Catcher in Me Rye, que su segunda parte) del pintor Draque: (cEI arte está hecho para
nos presenta con frescura y espontaneidad las inquietudes inquietar, la ciencia tranquiliza.t) Como dice Pratolini, «las
y vacilaciones de un joven estudiante 7. Salinger es extraor­ novelas no nos liberan de ninguna de nuestras angustias; al
dinariamente brillante, sobre todo, al reproducir el ambiente contrario, las exasperan,.. Así concebimos hoy el papel de
y el lenguaje (mezcla de vulgarismo y esnobismo) propios de una buena novela.
un cccollege» norteamericano. Sábato lo expresa con una metáfora brillante: ((Decía
Sea cual sea su protagonista, hoy la novela no se limita DonDe que nadie duerme en la carreta que lo conduce de la
a los grandes hechos, las decisiones fundamentales, las frases cárcel al patibulo, y que, sin embargo, todos dormimos desde la
espectaculares. Por el contrario, atiende sobre todo a esa trama matriz hasta la sepultura, o no estamos: enteramente despier­
gris aparentemente sin sentido, que constituye nuestra vida tos, Una de las misiones de la gran literatura: despertar al
cotidiana.. Los escenarios en qlle se desarrolla comprenden hombre que viaja hacia. el patíbulo»s.
todas las gamas de lo real, además de lo simbólico y fantástico. Aunque los hombres se resisten a ser despertados. Nos
La novela actual se ocupa de toda' clase de problemas: lo dice Cortázar, con su habitual ingenio: ((Para qué volver
morales {Gide, Coccioli}, sociales (Dos Passos, Pratolini). sobre el hecho sabido de que cuanto más se parece un libro
Ha descubierto nuevos mundos interiores (Proust, Kaika). a una pipa de opio más satisfecho queda el chino q~e lo fuma,
Ha refinado de modo extraordinario la seosiblidad para captar a lo sumo, a discutir la calidad del OpiO, pero no
matices y sensaciones (Hen'ry James, Virginia Woolf). Sabe sus efectos letárgicos)} 4.
ser portadora de contenidos rotundamente intelectuales (Huxw La novela contemporánea nos ofrece un mun,lo mqult;­
ley, Mann, Pérez de Ayala) o exaltar lo vilal (;omo única fuer­ tante, no acabado del todo. En Los premios, de Cortázar, por
za primaria (D. H. Lawrence). Ve el amor humano como ejemplo, todo es un caos y sólo nuestra larga costumbre de
algo espiritual, platónico, que nos encamina hacia Días (Char­ cerelllonias nos impide V¡;rlo 5. Contemplamos un mundo
les Morgan) o como un impulso elemental (Henry Miller). que tiene límites e imperft'cciones. El idealismo choca con
Ha multiplicado las perspectivas personales (Faulkner) y esta realidad. Asi, chocando con ella, rccilazándola o acep­
potenciado la carga poética (Giraudoux). Ha adoptado, por tándola, adaptándose a ella, vive el hombre. Nos ofrece esta
último, una. técnica mucho más compleja y refinada. novela, ante todo, el testimonio de esta realidad que se nos
Upllllf". Pero .sabe también darnos la nostalgia de una vida en
En conjunto, la novela actual parece ser muchas veces
una exaltación del vitalismo. Pero también, como todo el. plenitud, de esa «verdadera vida» que, scgún Rimbaud, está
arte contemporáneo, es mucho más int.electualista. Reflexiona ausente de nuestro mundo.
sobre sí misma (Unamuno: Niebla; Gide: Paludes; Corlbar: Ernesto Sábato confirma con su autoridad nuestro diag­
Rayuela), es más consciente, menos espontánea. nóstico: ((En suma, la novela del siglo xx no sólo da cuenta

Salinger, Tlrt Ca{cktr in {lit Ryt, Ba,ton, Lhde Brown Edilion, 1951. • E. SábalO, El <!eritor J jllJ Jan/asmas, ed. citada, p:\g. 90.
S610 en Estados Unidos ha alcanzado ya má$ de veinticinco ediciones. S610 • Julio Cortázar, La IIUtito a/ día ell or!ltllfa milI/do!, 4.' cd., Buellos Aires, Siglo
conozco una traducción argentina. XX.l, Igo/l, pág. 25.
1 Julio Conázar, Lor /lrtmillS, t:d. ciracJa, pág. 16.

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75

de una realidad más compleja y verdadera que la del siglo


pasado, sino que ha adquirido una dimensión metafisica que
no tenia. La soledad, el absurdo y la muerte, Ja esperanza y la
desesperación, son temas perennes de toda gran literatura.
Pero es evidente que se ha necesitado esta crisis general de la
civilización para que adquirieran su terrible y desnuda vigencia ...
La novela de hoy, por ser la novela del hombre en crisis, es la ~
novela de esos grandes temas pascalianos. Y, en consecuencia,
no sólo se ha lanzado a la exploración de territorios que aquellos XI
novelistas no sospechaban, sino que ha adquirido una grande
dignidad filosófica y cognoscitiva» 6. Asi es, me parece. Novedades técnicas
Va siendo ya necesario pasar a hablar de algunas novedades
técnicas que caracterizan a la novela de nuestro siglo.
Ante todo, el realismo objetivo se ha retirado ante la in­
vasi6n del subjetivismo.
Fijémonos, por ejemplo, en la descripción. Pereda nos
puede ofrecer un tipíco ejemplo decimonónico:
«Quién de los dos empujó primero, yo no lo sé. Quizá
fuera el mar, acaso fuera el río ... Lo indudable es que el empuje
fue estupendo, diérale quien le diera; es decir, el río para salir
al mar, o el mar para colocarse en la tierra. Mientras el punto
se aclara, supongamos que fue el mar, siquiera porque no se
conciben tan descomurlales fuerzas en un rio de quinta clase
que no tiene doce leguas de curso.
¡Labor de titanes! Primero el peñasco abrupto,. recio
y compacto de la costa. Alli, a golpe y más golpe, contando
por cúmulos de siglos la faena, se abrió al fin ancho boquete
irregular y á.spero, como franqueando a empellones y embes­
tidas. Al desquiciarse los peñascos de la ingente muralla, algo
cayó hacia fuera, que resultó islote mondo y escueto, y m!s
de otro tanto hacia dentro, en dos mitades casi iguales, que
vinieron a ser a modo de contrafuertes o esconzados de la
enorme brecha. La labor del Íntruso para continuar su avance
fue ya menos dificil: sólo se trataba de abrirse paso a través de
una sierra agazapada detrás de la barrera de la costa; y for­
cejeando allí un siglo y otro siglo, buscando a tientas al obs­
táculo las má.s blandas coyunturas de su armazón de granito,
quedó hecho el cauce, profundo y tortuoso, entre dos altos
taludes que el tiempo fue tapizando de césped y bordando
• E. Sábato, El m:rilor y sus jantasmas, ed. citada, pág. 69· de malezas.

7& 77

Atravesando la sierra, el cauce desembocó en un valle, Las raíces de este subjetivismo están bien claras: la filosofía
verde y angosto, encajonado entre ondulantes cerros y colínas, idealista y la profundización, sobre todo a partir de Freud,
que van escalonándose suavemente y credendo a medida que de la psicología. Ha quebrado as.! una visión objetiva y estable
se alejan hacia la erguida cordillera que recorta el horizonte del mundo. Para la novela contemporánea parece ser axioma
con su perfil de jorobas y picachos de Este a Oeste. La;¡ aguas, fundamental el de que «la verdad habita en el ¡ntedor del
detenidas un instante al asomar al valle, como para formar hombre». La novela, hoy, se propone fundamentalmente una
allí un remedo de golfo, corrieron hada la izquierda, lamiendo indagación del hombre, y, para lograrlo. el escritor debe re­
por aquel lado las faldas del montecillo que las separaba del currir a todos los instrumentos que se lo permitan, sin que le
mar; después retrocedieron súbitamente, describiendo rápida preocupen demasiado la coherencia y la unidad 3.
curva sobre la derecha; se deslizaron mansas, tranquilas y Desde el punto de vista de la evolución histórica, el puro
en línea recta ... , hasta dar con otro cerro de escarpada ladera, realismo objetivo da la impresión de haber sido algo así como
y arrimad itas a él continuaron corriendo y abriendo cauce una etapa de paso, un periodo de aprendizaje. Igual que el
tierra adentro hasta perderse en un laberinto inextricable aprendiz de pintor copia los modelos de yeso antes de lanzarse
cuyos misterios no habia penetrado todavía la luz del sol» l. a interpretar y crear la realidad en sus lienws. Es evidente el
Todo esto~ con sus exclamaciones, dramatismo, sedes de paralelismo en esta evoluci6n de la literatura con las artes
adjetivos y visión cerebral de las fuerzas gigantes en pugna, pláslÍ<:as contemporáneas.
nos resulta hoy puro cartón piedra, por mucho que fuera Claro que, al decir esto, no me refiero al realismo en el
estimado en su época. '" \ sentido profundo de la palabra, ideal siempre válido y plena~
Compárese con la descripción mucho más sencilla e im~ mente vigente en todas las épocas, sino a una concreta técnica
presionista que nos ofrece Baroja: narrativa que fue predominante en el siglo XIX. El uso de la
«Después, al caer la tarde, el aire y la tierra quedaban misma palabra para designar dos cosas tan diferentes es raíz
grises, polvorientos; a lo lejos, cortando el horizonte, ondulaba de innumerables confusiones. (Espero' que el lector de este
la línea del campo árido, una linea ingenua, formada por la libro sepa evitarlas.) Estoy aludiendo a que la capacidad de
enarcadura suave de las lomas; una línea como la de los pai­ retratar con viveza realidades fisicas, materiales, fue muy
sajes dibujados por los chicos, con sus casas aisladas y sus chi­ apreciada como novedad valiosa en el siglo pasado; hoy> en
meneas humeantes. Sólo algunas arboledas verdes manchaban cambio~ como la poseen hasta los escritores más comerciales +
a trechos la. llanura amarilla, tostada por el sol y bajo el cielo y como otras técnicas (cine, televisión) llevan ventaja incues­
palido, blanquecino, turbio por los vapores del calor; ni UI~ tionable en ese ({realismo», exigimos algo mús a la novela.
grito, ni un 1eve ruido hendía el aire. Por eso Jan Watt ha caracterizauu la evolución de la novela
Transparentábase, al anochecer, la niebla, y el horizonte como un paso de lo objetivo a lu subjetivo t~ individualista \
se alargaba hasta verse muy a 10 lejos vagas siluetas de mon­ Dos tendencias recientes significan una vuelta (relativa)
tañas no entrevistas de dia, sobre el fondo del crepúsculo» ~. al objetivismo. Por un lado, el neorrealismo, de signo decidi.
No se trata de que esto sea más bonito o más feo que 10 damente social, intenta dar testimonio fiel de una realidad
anterior, sino, sencillamente, que es más personal, más Vc:'r­ que debe ser modificada. Por otro, el (mouveau roman» francés,
dadero; y. por eso, más artistico, en el auténtico sentido de acaudillado por Robbe Grillet.
la palabra. Pero la novela contemporánea, en general, abandona
la técnica del realismo minucioso, objetivo. No hay que creer
, Pereda, Lo puchera. 'l:."
ed., Madrid, Victoriano Suárez, 1901> págs. 5-7.
Lo comc:ntaJosé: F. Montesinos, Pereda fila Nov.la idilio, Madrid, Castalia, 1969,
pág. z66. j E. Sáb"IO, El m:rilorl Jusfanto.l'ltIo,l. etl. ¡;it.." h. pág. 113.
t Baroja, La busto, en Obra; rOmpfel(l.f, 1, Madrid, Biblioteca Nueva, 1946, • ,V;¡yn.· C. Uooth, ohra "ilat!." pago 12il.
pág. 29). • lan Watt. íhe rire of ¡he noo,l, llerkeley, Calirornia, 19.>7.

78 79

que esto suponga necesariamente desembocar en el idealismo que llegaron a hacerme vomitar toda la cena ... » 8. Ya se ve
fantástico. Todo lo contrario. Lo que intenta la novela es hasta dónde puede llegar la «impasibilidad}} del artista.
reflejar con más exactitud la auténtica realidad, que no está Un propósíto semejante persigue Chejov; «El artista no
hecha s610 de cosas y acciones exteriores. debe ser el juez de sus personajes ni de sus conversaciones,
Otro cambio fudamental en la técnica es el paso de la sino un puro testigo imparcial. Lo que debe hacer es plantear
descripción a la narración y, sobre todo) de ésta a la «prese~· correctamente la cuestión, no resolverla>t '.
tacióm). Ortega supo verlo con gran sagacidad. Es una técnica El tema, pues, como todos los verdaderamente interesan­
vivaz y auténticamente realista: cada personaje se define por tes, dista mucho de estar claro. Porque la objetividad o neutra­
sus palabras y sus obras mucho más que por la caracterización lidad con respecto a los personajes no implica negadón de
previa que de él nos hace el autor. Supone sustituir la concep­ toda clase de valores, sino que suele esconder un fuerte com­
ción mecánica y racionalista de la novela por una concepci6n promiso del novelista en favor de ciertos valores. Muchas
vital. El autor desaparece, dentro de lo posihle (síempre hay veces, de hecho, la narración aparentemente impersonal puede
en esto algo de convención), tras los personajes, que quedan potenciar el subjetivismo que se supone intenta curar. El
C"n libertad para actuar conforme a los imperativos de su problema básico no consiste en que el autor no juzgue, sino
peculiar manera de ser. en que su juicio nos parezca admisible a la luz. de los hechos
El precursor de esto, en el siglo XIX, es Flaubert, con su relatados. En definitiva, la materia de que se forma la gran
teoría estética del ((détachement») 6: «El novelista puede co­ novela no es otra que las emociones y juicios de su autor 10.
municar su opinión sobre la vida, pero no me gusta que la Como ya apuntamos antes, Dámaso Alonso ha señalado
diga explícitamente. Imparcíalidád: así el arte adquiere la que ese definirse los personajes por sus propios. actos es carac­
majestad de la justicia'y la precisión de la ciencia ... El artista terístico de la mejor tradici6n de-la literatura española, con
debe estar en su obra como Dios en la creación; invisible y su (crealismo de almas». Es lo que la critica anglosajona deno­
todopoderoso. Se debe sentir su presencia en t,odas partes, mina (csbowing) (mostrar) frente a «(telling» (decir).
pero no debe ser visto en ninguna.) Aplica a la novela Flaubcrt Podrlamos pensar, tomando por base las constideraciones
algo parecido a la «paradoja del comediante», de Diderot 7: de Ortega 11, que algo \de esto se da también en los retratos
(Cuanto menos siente uno una cosa, es más problable que logre barrocos españoles de cierta calidad: no hay apenas conven­
expresarla como es realmente.>~ Tenía esto relación con el cionalismo académico. El pintor parece no existir. Yel modelo
deseo de aproximarse a la objetividad de las ciencias fisicas, da la impresi6n de estar continuamente «apareciéndose» desde
pero debe ser entendido «cum grano salis», porque el mismo un fondo gris, revelando su individualidad personal.
Flaubert nos informa claramente de que imparcialidad no El respeto del autor a sus personajes, lo mismo que el res­
quiere decir indiferencia: «Mis personajes imaginarios adoptan peto a la naturaleza del tema elegido, significan el acatamiento
mi forma, me persiguen, o, por mejor decirlo, soy yo quien por parte del artista de las leyes intrínsecas de la obra literaria,
está en ellos. Cuando escribí el envenenamiento de Emma . que existen y existirán siempre, a pesar de no estar formuladas
Bovary tuve en la boca el sabor de anéníco con tanta intensidad, me en los tratados de retórica. O, quizá, precisamente por eso.
sentí yo mismo tan auténticamente envenenado, que tuve Cuando el escritor aparece demasiado (por torpeza o
dos indigestiones, una tras otra; dos verdaderas indigestiones, vanidad) en su obra, ésta no logra la objetividad .artística

• Maria"ne Bouwit, G. Flauberl el le prineip, tf'impassibilíU, tJniv. de Cali­ • M. AIlQt, obra citada. pág. 200.
fornia, Berkelcy, '950. • ]bfd,m. pág. 129.

1 Que tanto ha influido también en Pérez de Ayala. Vid. León LivingBlone. lo Cfr. Wil.yne C. Booth, obra citada, págs. 6!)-85.

«The theme orlhe HParadoxe sur le com~ien" in the novels ofPérez de Ayala». 11 Ortega, Go)l4. Madrid. Reviua de Occidente (El Arquero). 1958, págs.

en HúpQJ!ic R,uí,w, Philaddphia, julio 1954. 1 °3- 1 °5.

HO 81

l deseable: le falta vigor para vivir independientemente. Aunque


este defecto puede compensarse en casos particulares (el de a sus personajes para discutir con ellos. Por ejemplo, «como en
Unamuno. por ejemplo) cuando la individualidad del escrítor f Juan las decisiones eran rápidas y apa.s.íonadas, al retirar
es extraordinariamente sugestiva. , su fe de los artistas la puso de lleno en los obreros». Pero el
Los novelistas y críticos contemporáneos reaccionan contra narrador replica: ((No veía que la falta de envidia del obrero,
las intervenciones del autor que tan frecuentes eran en la más que de bondad, dependia de indiferencia por su trabajo,
novela decimonónica. Recordemos algunos ejemplos espa­ al no sentir el aplauso del público, y tampoco notaba que si
ñoles: a los obreros les faltaba la envidia, les faltaba tambjén, en
La Pardo Bazán aprueba: «Las observaciones, demasiado general, el sentimiento de) valor, de la dignidad y de la grati.
exactas, de la compositora .. ,)) O censura: «Para no atizar un tud» 11. No hace falta decir que, desde el punto de vista técníco,
pescozón a aquel tonto de artista» n, esto nos parece de lo más anticuado que hay en Baroja.
Galdós intercala sus ideas en medio de la narración: «El En efecto, todas estas apariciones del autor, interrumpiendo
consuelo era dificil, sobre todo para Guerra, privado de aquel su relato, nos resultan hoy chocantes y hasta. desagradables.
recurso de la religión, bá.lsamo por la virtud esenclal de las No bastan, desde luego, para descalificar una novela, pero
creencias, bálsamo lambiln por el entretenimiento.Y ejercicio que si nos parecen un recurso envejecido, que es preciso compensar
proporcionan los actos de culto.» o. expresa sus sentimientos: «A con otros valores. Aunque tampoco es conveniente caer en el
semejante vida Jel yermo ya nos podíamos aboTUlr toJOS») Il. fetichismo del «showin~). que imperó durante algunos años
En Valera, el escritor tam~ién corta su narración para en la critica anglosajona. Una de las pocas cosas que hoy sa­
intervenir: «Lanzó, Dio$ se lo haya perd(mado, dos o tres blas­ bemos con absoJuta certeza en el campo narrativo es que no
femias espantosas.. , Confesemos que ellanee era para asustar a cual­ se pueden dar reglas absolutas sobre cómo debe ser una buena
quiera.> l •• y lJega a atribuir a la posibilidad de estas interven­ novela. Lo que si se puede hacer -es 10 que intentamos- es
ciones su gusto por la novela, dotándolas de un sentido moral describir una serie de usos novelescos y justificar, en general,
muy pintoresco y discutible: «Por esto escribo novelas y no el sentido que tiene su evolución.
dramas. En la novela caben todas las explicaciones: en pOli Otra caracteristica importante de la técnica narrativa
del veneno se administra la triaca. El autor puede tomar la contemporánea es la importancía de los experimentos con
palabra en medio de la narración y contradecir a sus perso­ el espacio y el tiempo. Hace años decía ya Azorin: «Desearía
najes mitigando o ahogando en seguida el mal efecto que yo escribir la novela de 10 indeterminado; una novela sin
las opiniones de cualquiera de ellos haya producido» 1lI, No espacio, sin tiempo y sin personajes.» En las narraciones de
olvidemos que Valera, hombre incrédulo, se preocupa mucho nuestro siglo es habitual que el espacio y el tiempo sean impre­
por la moral.ídad de sus novelas, probablemente para evitarse cisos, suponiendo a veces (en Kafka, por ejemplo), la aper­
problemas enojosos. Quizá lo más interesante de esta pintoresca tura a mundos de ensueíio o simbólicos,
declaración sea su intuición prebarojiana de la novela como La raz6n básica de esto no es otra, a mi modo de ver, que
ur'l género abierto, de gran libertad, en el que casi todo cabe. el suhjetivismo que antes hemos comentado. No nos interesan
Todavía a Baroja le gusta asomar su cabez.a en medio ya el tiempo o el espa.cio i1sicos, mensurables objetivamente,
de la narración: «Soy de los que tienen un respeto supersti­ sino el tiempo y el espacio vitales, efectivamente vívidos por los
cioso) un respeto de salvaje, por los relojes» 16. O interrumpe }?ersonajes de la narración. En nuestra vida cotidiana, una
hora no se parece en nada a otra hora ni un lugar a otro lugar,
" Pardo Bad.n, Lu quimera, oo. citada, páp. 764*76 5. porqlle t'st{m unidos íntimamente a nuestras vivencias, banales
lO P6re~ Gardós, Ángel GlI.ma, ed. chada, pág3. I zB4 y 1362. o inolvidables. El reloj o el metro no sirven para medir esos
•• Valera. LI/s ilusiones dtl doclor Farmino. ed. citada, pág. ~99.
" VareTa, Pasorrt dt lirki, ed. citada, pAgo 48 0.
lugares, esos momentos que se han hecho vida palpitante,
,. Baroja, El mayora<:go de Labra" ed. citada, pág. 106.

" Raroja, AUfllm roja, ed. dtada, 551.


R2
83

rlue recordamos siempre con temblor y emoclOn. Cada lugar escritores contemporáneos, Proust, Joyce, Dos Pass os,
cada momento, además, son el centro de una complicadisima Faulkner, Gíde, Virginia Woolf, han intentado mutilar el
madeja de relaciones sin las cuales carecerian de todo sentido tiempo»2+.
y que el novelista debe evocar. El narrador no puede limitarse En efecto, a partir de Proust, la novela significa un reen­
a darnos un reloj, un calendario, un mapa. Aunque un mapa cuentro con el tiempo pasado. Es tan intima la conexión entre
(asl, en La vida breve, de Onetti) pueda ser el resumeQ y el re~ los recuerdos y las vivencias actuales, que el novelista pasa
cuerdo de muchos momentos de vida. Como dice Cortázar; muchas veces de uno a otro plano sin anunciarlo claramente
«(hay un mundo, hay ochenta mundos por día ... » ID. Y asi al lector.
es, en la realidad. Es un recurso habitualisimo hoy en la novela el «flash­
Los experimentos del narrador pretenden (igual que los back» o vuelta atrás en el tiempo. Por ejemplo, en Nudo de
procedimientos que antes vimos) una comprensión más autén­ víbora, de Mauriac, o Las nieves de Kílimandjaro, de Heming­
tica y profunda de la realidad. Como dice Butor, «(el espacio way_ (N6tese, una vez más, el paralelismo entre las técnicas
vivido no es en modo alguno el espacio euclidiano ctiyas partes narrativas y cinematográficas.) Tanto es asi que, para Mary
se excluyen unas a otra!!. Todo lugar es el centro de un hori­ McCarthy, el «nash·back» constituye la técnica más carac­
zonte de otros lugares, el punto de origen de una serie de re­ tcristica de la novela americana moderna y se puede decir
corridos posibles que pasan por otras regiones más o menos que la novela es en si misma un gran «flash-basck» que incluye
determinadas» 19. El deseo de recoger en la novela esta com­ otros «flash-backs» internos.
plejidad de lo real producirá obras tan ricas e interesantes La técnica de Jos saltos en el tiempo (como casi todos los
(tan diflciles, también) como Degrés, del propio Butor, o 62, recursos técnicos que estudiamos) no es absolutamente nueva.
modelo para armar, de Cortázar, Ya decía Fielding: «Mi lector no se sorprenderá si, en el curso
Son especialmente frecuentes los experimentos' con el de esta obra, encuentra algunos capitulos muy cortos, y otros
tiempo ~o. La conciencia de la temporalidad hurqana es una muy largos; algunos contienen sólo el tiempo de un dia y otros
de las grandes vivencias de nuestro siglo: Ser y tiempo es el título comprenden ai'ios; en una palabra, si mi historia parece a veces
de la obra de Heidegger. No podia por menos de reflejarse pararse y a veces volar.) Y luego añade que da al lector (~la
esto en la literatura. Sobre todo en la novela, un género radi­ oportunidad de emplear esa sagacidad maravillosa, en la cual
calmente temporaL Para Jean Hytier, el tiempo es el único es maestro, de llenar estos espacios de tiempo vaclos con sus
elemento necesario para la definición de la novela 21. Yeso propias conjeturas» 2~. Porque en la vida no aprendemos las
es precisamente lo que la diferencia de la novela corta 22. cosas por orden cronológico, del comienzo al final, sino por
Pues bien, la novela contemporánea ha tomado conciencia fragmentos desordenados.
decididamente del elemento «tiempo~). Según Baquero Goyanes, También en la novela española del siglo XIX podemos
«el tiempo es muchas veces el único personaje de la no­ encontrar usos peculiares del factor «tiempo»). En La regenta,
vela moderna» u. Para Sartre, «la mayoría de los grandes por ejemplo, la primera mitad abarca tres días, y la segunda,
tres años. Ya, antes, Valera abandonaba alguna vez su tra­

l.'a Julio Conázar. La vuella al dCa en {)cf!mla mundos. c:d. dtada, pág. 10.
Michel BUlor, SObT! literatura, n, ed. citada. pág. 59 .
• 0 Los libros clásicos de este lema son los de George Poulet, La áir/ancl illtí­
dicional ritmo lento. En un solo capitulo de Las ilusiones del
doctar Faustino resume diecisiete años de la vida en Madrid
del protagonista y se disculpa por ello: «Toda esta parte de
r¡tllT y Elude SUr lt /empt huma¡n, :3 vols., París, Plon. 1949-1964- También eJI ím­
porlante el de Pouillon, TtmpJ el roman, París. Gallimard. 1946. la vida del doctor se refiere aqui en compedio y a escape, porque
.. Jean Hytier, LIS fommu d. ['indiv¡du, Parls, Le. Ans et le Livre, '928, no importa mucho a la acción o argumento principal de esta
pág. 4.
u Charles Plísnier, Roman, papim rl'Ul! romaneitr, Parls Grassel, 1954.
" Baquero Goyanes, Prowo de la novda actual, Madrid, Rialp (BibliOleca del ,. Sartre. Silll.alíons. r, París, Gallimard, 1948. pAgo 77­
Pensamienlo Actual). 1963­ t. Fielding, Tom JOfll!s. libro IlJ, cap. 1.

84 85

verdadera historia» 25. La novela del siglo xx no ha hecho más para el futuro, y lodo se da en un bloque indivisible y confuso.
que sacar las consecuencias de observaciones tan sensatas De ahí ciertos recursos técnicos que me sentí obligado a uti­
como ésta. lizar, que hacen el relato a vcces un poco confuso, pero que
La técnica del «flash-bach> fue defendida ardorosamente no podía no utilizar. Y hay otro hecho que con este contrapunto
por Conrad y Ford Maddox Ford. Dice aquél que para con­ queria manifestar: la contradicción y, a la vez, la síntesis que
seguir una impre~j61l viva de un personaje fuerte «no se puede en todo hombre hay entre lo hist6rico y lo atemporal. Pues
empezar por el comienzo y seguir su vida cronológicamente aunque el ser humano vive en su tiempo y es necesariamente
hasta el fin. Primero hay que cogerlo con una fuerte impresión un ser social e histórico, también subsiste en él el hecho bioló­
y después marchar hacia atrás y hacia delante por su vida» 27. gico de su mortalidad y el problema metafisico de la conciencia
Un ejemplo excepcional de vacilación entre el orden cro­ de esa mortalidad, su deseo de absoluto y de eternidad)29.
nológico y el «flash-back» nos lo proporcionan las dos ver­ y Max Aub declara rotundamente: «Para narrar una
siones de la gran novela de Scott Fitzgerald, Tender is the night: historia, nada más absurdo que intentar seguir exactamente
primero empleó la técnica del (dlash-back», luego restableci6 los sucesos según la hora en que acontecieron; no hay un solo
la cronologia. personaje -sin eso no seria una novela- que viva a la misma
Los novelistas han intentado también alcanzar, en este hora que otr05)29.
plano temporal, lo que podríamos llamar el «desorden con La rxperiencia más atrevida, quizá, en este sentido es la
sentido». El sencillo recurso de El tiempo y los Conway, la obra que suele llamar del «(tiempo circulan~: el orden en la lectura
teatral de J. B. PriestIey (el .tercer ~cto sucede en un tiempo es indiferente, se puede abrir la novela y dejarla por cualquier
intermedio entre el primero y el segundo), se multiplica enorme­ página. Han intentado realizar esto Joyce, en su obra Finne­
mente, por ejemplo, en Ciego en Gaza, de Huxley: cada capitulo gan's Wake 3D , y algunos autores franceses del (fiouveau roman».
lleva al frente una fecha. Pero estos capitulas no siguen el orden No hace falta subrayar las ,dificultades que este procedimiento
cronológico, sino otro aparentemente arbitrario. Parece obvio plantea al lector medio, que sigue buscando en la novela una
señalar que este procedimiento busca (y consigue) un efecto buena historia que le entretenga.
artístico concreto. No se trata ya, como en la obra de Priestley, La conclusión que hemos de sacar ahora es semejante a la
de mostrar CÓmO el tiempo destruye implacablemente tantas que ya vimos en un capítulo anterior. El novelista debe ser
ilusiones juveniles, sino que la biografia de un personaje ha consciente del problema (tiempo)). N o puede olvidar que,
sido pulverizada, se ha, reducido a una serie de momentos como dice Forster, «(en toda novela hay siempre un reloj».
discontinuos que s610 en la cabeza del lector encuentran orden El autor debe adoptar una postura decidida ante este problema
y armonia. En este tipo de procedimiento es hoy maestro, y ser hunesto con su lector. Puede (y quizá debe) jugar con
por ejemplo, Mario Vargas Llosa. el tiempo. Pero, si 10 hace, el lector debe ver con claridad que
¿Es preciso repetir que estos saltos en el tiempo no son puro el novelista está conscientemente jugando con el tiempo. Por
juego, atan de originalidad snob o deseo de desorientar al último, el repertorio de posiblidades que existen para resolver
lector? As! los justifica Sábato: «A esa visión del mundo que este problema es hoy mucho más amplio que en el siglo pasado.
tengo obedece la inclusi6n de ese contrapunto, como también No 1I0S, interesa hoy el tiempo cronológico, sino el tiempo
la superposici6n de los tres tiempos en d relato; ya que para mi humano, efectivamente vivido, relativo y problemático. Sí
la conciencia del hombre es atemporal, contiene el presente, la rilovela se hace asi más complicada es porque la vida (nuestra
pero es u~ presente lastrado de pasado y cargado de proyectos
" E. SábalO, ¡;;¡ escrilor y fUs/an/llm",r, cel, cil"da, p\~(, ...

Valen;'. Las iluJiune¡ d.t doctor Fau.rlino, ed. cilada, pág. 3~!.
lO
.. )l.lax Allb. El campo df o{meudM. ed. cil;,d". pág. ;;6+

" Ford Macldox Ford, Jostph Conraá: A pmorull rmllTllbraru:e. B06lOn, 192.\-, so Vid. Michel BUlor, «Esbozo de un umbral para }'inneg~ln ... en Sobre

pág. 130. Litrratura, l, ed. citada, pá.gs. 319-340,

86 87
..

humilde vida de todos los días, si logramos quitar la costra


de rutina con que la contemplamos) también 10 es.
La novela, por otra parte, se ha liberado de esa estricta
minuciosidad que era exigida por la aplkación rigurosa del
principio de verosimilitud. El novelista cuenta hoy unas cosas
y se calla otras, deja en Ja oscuridad mil acciones sin impor~
tanela, se ocupa s6lo de los hechos que, a su entender, encíerran
el sentido esencíal de su narración 31.
Lo que más admiraba Proust en La eáucaciém sentimental, XII

de Flaubert, era el período en blanco que comprende ¡quince


años en la vida de Fréderic, después de la muerte de Sénecal: Tipos de composición

«Viajó. Conoció la melancolía de los grandes barcos, el des­


pertarse con frío bajo la tienda, la acumulación de paisajes La novela clásica utiliza principalmente la composición
y de ruínas, la amargura de las simpatías interrumpidas.» lineal: desarrollo 16gico de un asunto, alternando climax y
Nuestra vida también está llena de esos «tiempos muertos.) anticlimax para prender mejor la atención del lector. Y tam­
en los que no pasa nada, en que se suceden los acontecimientos bién la que podríamos llamar composici6n individual: la
con regularidad casi mecánica mientras el yo dormita o se estructura de la novela se pliega para seguir las andanzas de
va deshaciendo lentamente ... La novela contemporánea salla su protagonista, ya sea Lazarino, Alonso Quijano o TomJones.
estos períodos o alude a ellos mediante una rápida elípsis, Estos dos tipos persisten, naturalmente, en la novela con·
como en el cine, pero no los relata con todo detalle. El análisis temporánea. Pero se han desarroUaqo, además, una serie de
psicol6gico o el monólogo interior, en estos casos, no serviría posibilidades extraordinariamente inte!"esantes.
probablemente para mucho. «La e\ipsis aparece as1 como Los franceses' hablan, a propósito de Proust, de «compo~
el único procedimiento retórico adecuado a la nada, el único sición en rosetón). (<<rosace>.): la arquitectura novelesca es
que sea capaz de expresarla literalmente)/ 32. Y la nada es mucho más complicada. El prin~ipio de unidad es profundo:
también uno de los componentes básicos de nuestra vida. hay siempre un Yo narrador tperspectivismo). Se repiten
también una serie de temas: amor, celos, olvido, sueño~, len­
guaje ... La novela se desarrolla por ondas concéntricas alre­
dedor de las sensaciones, los recuerdos que éstas despiertan
y los cambios que ha ocasionado el paso del tiempo. Dentro
de eso, la memoria intelectual coopera con la afectiva y sen­
sitiva para introducir un poco de coherencia cronológica en
la novela.
El escritor Ford Maddox Ford expresó hace años un deseo
que la novela contemporánea ha realizado por completo:
(~Sueño con una gran novela, en la que los personajes sean
masas de gente o intereses.» Muchas novelas se construyen
" Rúbbe~Gri!lel hace una proclamación te6rica bastante clara de este hoy teniendo como protagonista a un grupo de personas unidas
principio en la introducción a su gui6n cinematográfico El aoo pa.sado tll Marí~nbad por una circunstancia, generalmente local l. La novela popular
(Barcelona, Seix Barral [Biblioteca Breve]. '9611). Pero lo expone como si se
tralara de un halla~go perllOnat, sin aludir a los autores que lo apliclU'on ante.s , Vid. M. ButQr, «Individuo y grupo en la novela», en Sobr~ literatura, 11.
que él. ~. citad ... pigs. 93-113. J. F. Cirre, "El protagonista múltiple y su papel en
31 Claudc-Edmonde Magny, obra citada, pág. 73. la reciente novela espaliola". en Paptlts d, Son Armadans, mayo 1964.

88 {N

y el cine han divulgado este procedimiento. Ejemplos tlpicos, lleva implicito un deseo de testimonio o de reforma social.
entre tantos como existen, son los de Orient Express, Gran Hote/, ReL:ordcmos los ejemplos de La colmena y San Camilo 1936, de
Estación Victoria a las 4,30... Cela; MaMallan Transjer, de Dos Passos; La noria, de Luis
Esto puede coincidir o no con lo que se suele llamar «com­ Romero...
posición sinfónica», basada en el entrecruzamiento de diversas La agud1sima inteligencia de Huxley intentó, en su obra
historias. Un novelista tan clásico como FranfIois Mauriac máxima, realizar un tipo de. composición que, por el titulo
nos da su cIara justificación: <cIncluso los más grandes: Tolstoi, de dicha novela, se ha llamado «contrapunt[stical>. La fina­
Dostoievski, Proust. no han podido más que acercarse, sin lidad que perseguia Huxley nos la revela el diario de uno de
alcanzarlo verdaderamente, a ese tejido vivo en que se entre­ sus personajes; «Musicaljzar la novela. No a la manera sim­
cruzan millones de hilos que es un destino humano. El nove­ bolista, subordinando el sentido a los sonidos, sino en gran
lista que ha comprendido una vez que es eso lo que ~l debe escala, en la construcción. Meditar sobre Beethoven : los cambios,
restituir, o bien seguirá escribiendo sus pequeñas historias las transiciones abruptas ( ... ) Todo lo que se necesita son per­
según las fórmulas habituales, pero ya sin confianza ni ilusi6n, sonajes convincentes y argumentos paralelos en contrapunto.
o bien se sentirá atraído por las búsquedas de Joyce, de Vir­ Mientrasjones está asesinando a su esposa, Smüh está paseando
ginia Woolf; se esforzará en descubrir un procedimiento, por por el parque el cochecillo del niño. Los temas se alteran.
ejemplo el monólogo interior, para expresar ese inmenso mundo Aunque más interesantes, las modulaciones y variaciones
interrelacionado y siempre cambiante, jamás inmóvil, que son también mAs difidlcs. Un novelista modula reduplicando
es una sola. condencia humana, y se, agotará intentando dar las situaciones y los personajes, Muestra a gentes distintas
una visi6n simultánea. Pero hay más: ningún hombre existe enamorándose, o muriéndose, o rezando, de diferentes maneras...
aislado, todos estamos profundamente hundidos en la pasta Tipos no similares que resuelven el mismo problema. O vice­
humana. El individuo, tal como lo estudia el novelista, es una fic­ versa, gentes parecidas enfrentadas con diferentes problemas.
ci6n. Solamente por comodidad, porque es más fácil, pinta seres De esta forma se puede modular, a través de todos los aspectos
separados de todos los demás, como el bi6logo lleva una rana a de un tema se pueden escribir variaciones en un número cual­
su laboratorio. Si el novelista quiere alcanzar el objetivo de su quiera de diferentes tonos •• 3.
arte, que es pintar la vida, deberá esforzarse en dar esa sinfonia Ya Romain Rolland. en ]ean-Christophe, quería sustituir
humana de la que todos formamos parle, dentro de la cual la exposición de un conflicto por una vasta serie de episodios
lodos los destinos se prolongan en los otros y se compenetram> 2. que forman la crónica de una vida y por la' orquestación de
Con estos proced~mientos) la dificultad lógicamente se los diversos temas. Edouard, el novelista de Los monederos falsos,
multiplica para el autor y, a veces, también para el lector. declaraba: «Yo lo que quisiera hacer, compréndame, sería
Pero no cabe duda de que el efecto estético que puede lograrse algo que se pareciera al Arte de lafuga. Y no veo por qué lo que
es mucho más rico; y, sobre todo, el procedimiento parece fue posible en música tiene que ser imposible en literatura» 4.
adecuado para registrar la compleja multiplicidad de rela­ Y Gíde, en su Diario de los monederos falsos, dijo que queria ar­
ciones que se dan en toda vida humana. monizar un andante con un aUegro. Por eso novelistas tan
Avanzando un paso más por este camino, llegamos a las ah'jados como Jean Giradoux y Michel Butor han comparado
novelas cuyo protagonista es toda una masa sodal. El nove­ el arte del novelista al del músico.
lista realiza un corte en la estructura de la socícdad y nos pre­ . Vemos en seguida la vaguedad de estos propósitos, así
senta los perfiles de una de sus capas. Su labor se acerca bastanle, como la3 dificultades que l:IlÓcrrall. La obra qUé siga este
por tanto, a la del sociólogo. La presentací6n. en general, -_._­
, Huxlcy, Cunlraplmlo. ed. franc., Paris, }'lon (Livre de Poche), 19631 págs.
• F. Mauriac, Le romllJlcíer <1 ItS ptmmnagtJ, Parls, Buchet-Chastel , '933, 343 y 5S.
pág. ui. • André Cide, LIS Faux-Monnayam, parte lI, cap. 111.

90 91

camino adolecerá, sin duda, de cerebralismoj pero ofrecerá el preludio de un nuevo ~,romantic:ismo» que coloca otra vez
unas posibilidades antes inéditas de visión y combinación de los valores vitaJes y expresivos. por encima del juego abstracto
los diversos elementos. Así sucede hoy, por ejemplo, con las de las estructuras. Aunque en novela (como en arte moderno,
novelas de Juan Carlos Onettí (La vida breve), Carlos Fuentes en general) las conquistas son irreversibles y no hacen más que
(Cambio de Piel) o Julio Cortázar (6.2, modelo para armar). El ampliar el acervo de posibilidades de los futuros narradores.
éxito popular de estas obras desmiente muchos de los temores
que lógicamente se podían abrigar soore la eficacia expresiv.a
de estos procedimientos.
En resumen, la novela contemporánea ha abierto amplia­
mente el campo de las posibiüdades en lo que se refiere a es­
tructura de la novela. Pero hay más: se ha puesto incluso en
tela de juicio la necesidad (o conveniencia) de que la novela
tenga composición. Algunos artistas de estilo intimamente
romántico no lo creen ya necesario. "Es posible una novela
sin historia, sin arquitectura, sin composición», dijo Baroja ~,
Una postura semejante defiende un personaje de Chejov:
«Si..., c.ada vez estoy más cerca del convencimiento de que
el hombre, cuando escribe, no piensa en viejas o en nuevas
formas, sino que deja fluir libremente su alma»6.
La mayoría de los escritores, sin embargo, subrayan hoy
la importancia de los valores estructurales, de forma semejante
a lo que ocurre en las artes plásticas. Así, dice Butor: «No
puedo empelar a redactar una novela hasta después de haber
estado estudiando durante meses su disposición, hasta que ha
"
llegado el momento en que estoy en posesión de esquemas
cuya eficacia expresiva, en relación con esa región que desde
el principio apelaba a mi, me parece ser, por fin. suficiente.»
Precursor de la novela contemporánea en ese sentido
(yen otros muchos) fue Henry James: «Lo fundamental es
la forma, la arquitectura, la composición-.» Culmina esta
tendencia en el «nouveau roman», que, según parte de la crí­
tica, debe ser leído como algo abstracto, un conjunto de formas,
la resonancia interna de una serie de estructuras. En todo
caso, la moda actual (y arrolladora) del estructuralismo en
sus diversas manifestaciones conduce a una supervaloración
de los valores estrictamente compositivos, de la disposición
interna que organiza los distintos elementos del relato. Quizá
esto, según la ley de alternancia de los gustos, no haya sido sino

, Baroja, Prólugo a La nave de los tucos ([ 925),

s Chejov, La gaviota, en Teatro compltlo, Madrid, Aguilar, 1959. pág. 405.

92 93

XIII

Limitación del autor

Uno de los problemas técnicos fundamentales de la novela


contemporánea es el de la limitación del autor. La novela
clásica apenas se lo planteaba. Por el contrario, en una novela
inglesa del sígl~ XVIII (Tlle Hist()ry cif Charlotte Summers, ehe
FQrtll.nale París Cl'TI) se hace así la alabanza del narrador omni~
potente: «Somos dueños de una especie de arte mágico, pues
s610 t("n('mos que decir la palabra Y. presto, te ves transportado,
en la posición que tenias en aquel tiempo, al lugar justo donde
nos esperan,»
La novela clásica presentaba a un autor omnisciente,
cuasídivino (todavía en 193 Q afirmaJulien Green' «Es necesario
que el novelista sea como Dios Padre para sus personajes»),
que sabe lodo de sus personajes en (,lIalquier momento: dónde
cSlán, qué )¡;:¡CCl! ,e, incluso, lo que piensan, ..
Para demostrar que no arremetemos contra una fórmula
abstracta, creada por nosotros mismos, vamos a citar algunos
ejemplos. Dentro de la literatura española, Valera nos pro~
porciona un material excelente, incluso con declaraciones
tajantes: «(Es evidente que el comendador nO oyó lo que le
decían: pero el novelista todo lo sabe y lodo lo oye)) l. En otra
/
ocasión: «Adelantémonos nosotros, penetrando, invisibles, en
casa de nuestras heroinas y conociéndolas antes que el conde» 2.
En la misma novela: «La diferencia está en que nosotros sabre­
mos la causa en el capitulo siguiente y don Braulío se quedará

, El wmmdador MtndQza, ro. citada, r~g- 394­


, Valcra, Pllforse de listo, cd. <:ÍIiHla, r~g 1-66,

95

\.

a oscuras y ca vilanda» 3. Varias veces en Genio y figura: «Voy hombre recto y justo, temeroso de Dios y apartado del maL"
en adelante a prescindir del método histórico y a seguir el Sí) pero ese tipo de información no lo tenemos nunca en la
método novelesco, penetrando, con auxilio del numen que vida, ni siquiera sobre nuestros más íntimos amigos, Y, sin
inspira a los novelistas, si logro que también me inspire, así embargo, 10 hemos de aceptar si queremos seguir la historia.
en el alma de los personajes como en los más apartados sitios Si en la vida real un amigo nos dijera que su amigo era «recto
donde ellos viven, sin atenerme sólo a lo que el vizconde y yo y justO», matizaríamos la ínformación según nuestro cono.­
podíamos averiguar vulgar y humanamente.» No es difiqil cimiento del que habla y nuestra opini6n sobre la naturaleza
ver en estas palabras algo de ironia contra la convención nove­ humana. Aqui, sin embargo, hemos de confiar plenamente
lesca. Pero la verdad es que él también se aprovecha de ella, en el narrador. Y, más adelante, se nos dice: «En todo esto
aunque, para hacerla más verosímil, quiere darle una jus­ no pec6 Job ni juzgó a Dios neciamente" (r-22). Pero ¿quién
tificación lógica: «Voy a penetrar (... ) como novelista( ... ) en el puede dar una opinión autorizada sobre este tema sino el
centro más rec6ndito del alma de Rafaela; pero por ningún propio Dios? Se nos dan, después, las palabras de Dios a Sata­
estilo quiero fingir nada, y s610 penetraré en las profundidades nás. Pero nuestra c.onfianza en las palabras de Dios sigue de­
donde el novelista penetra cuando lo que yo muestre en dichas pendiendo del narrador, que nombra a Dios y nos asegura
profundidades sea tan l6gica consecuencia de la verdad hist6­ que la voz que oimos es verdaderamente la Suya '. Según eso,
ricamente demostrada que nO pueda menos de ser también el narrador no es sólo cuasidivino, sino que, incluso, garantiza
la verdad. y sobre aquello de que yo no esté seguro, no ima­ a Dios en cuanto aparece como personaje de su relato.
ginaré ni bordaré nada, dejándole en cierta penumbra y como Se acumulan, en el siglo xx, los juicios condenatorios sobre
este tipo de narrador. Se ha dicho, de un modo pintoresco,
entre nubes))·. que el novelista clttsico planea como un gran pájaro sobre
El narrador omnisciente incluye también en su relato 10
que piensan los personajes de sus interlocutores. Por ejemplo, sus personajes, cuy,o cerebro está oportunamente abierto para
en la Pardo Bazán: «Cuando llegaron a la verja del chalet, que él lo vea todo. Sin embargo, no aprovecha estas facilidades
cuyos mecheros de gas brillaban ya entre la sombra de los para percibir íntegramente la realidad. Se le escapa el mundo
árboles, Miranda dijo para sí: "Ésta es más entretenida que más o menos inconsciente e inconexo, as! como casi todo lo
mi mujer. Al menos dice algo, aunque sean tonterías, y está que supone referencia a hechos o situaciones poco agradables.
de buen humor, a pesar de que tiene medio pulmón Dios sabe No queremos hoy, en general, que el novelista sea un dios
cómo ... " "Esta chica es más sosa que el agua, que el agua ... ", omnisciente y todopoderoso, sino que, conforme a nuestra
pensó a su vez Perico al separarse de Lucía» '. experiencia de la realidad, sea un hombre esencialmente
No hace falta ser un feroz vanguardista para advertir 1imitado. Para ello, es indispensable que adopte una deter­
la falsedad y el convencionalismo básicos de estos procedi­ minada perspectiva. Esta elección será decisiva para el éxito
mientos. Wayne C. Booth, que ha estudiado largamente el de la novela. Asi lo afirma un crltico poco amigo de las novelas
tema 6, compara al novelista con el carnicero que, para ven­ más vanguardistas como es Montesinos: «Es increíble la im~
dernos su mercancía, nos dice lo que quiere; pero nosotros portancia que puede tener esto de que la novela se escriba
le creemos o no ... Y abre su libro ofreciéndonos algunos ejemplos en primera, segunda o tercera persona; en cada caso, la pers­
clásicos:, muy llamativos. Así, el comienzo del Libro de Job, pectiva diferente puede permitirnos aceptar como verosímiles
en la Biblia: «Habia en tierra de Hus un var6n llamado Job, cosas que podrían no serlo.} 8. E insiste en otra ocasión: (1amás
se exagerará la importancia que esto del "punto de enfoque"
puede tener en la armonla y en la economía de un libro. El que
• lbidflll, pág. 485.
• Valen., Gtnioyfigur4, oo. citada, pAgo 644·
, ¡bU.m, plgs. 3-4.
~ Pardo Ba;:.án, Un oiaj. d. novios. cd. citada, pág, /28.

• En su obra TIt. R.tJwrU: of Fíction, ed. citada, que tanto utiliz.amo•. • Jos~ F. Montesinos. GaldÓl, I.Madrid, Castalia, 1968, pág. 107.

97
9b
.

sea el novelista o su héroe el que relate cambia totalmente que va indisolublemente unido a cuestiones más radicales
la perspectiva de la novela))'. y básicas. Tenia razón, una vez más, Henry James cuando
Un novelista como Sábato nos dice lo mismo, desde la decía que lo esendal no es cómo liberarse del autor, sino algo
actitud complementaria: «Vacilé mucho en la elección del más posi tivo: cómo lograr una intensa ilusión de realidad, incluyendo
punto de vista de la narración. problema siempre decísivo las complejidades de la realidad mental y moral.
en el arte de la ficción, pues según la elección que se haga Desde el punto de vista descriptivo y simplificador (peda­
puede darse más intensidad y verdad al relato, o quitárselas gógico) que aqu! estamos siguiendo, no cabe duda, sin embargo,
hasta el punto de ma.lograrlo,) 10. Nada menos que eso. de que la novela de nuestro siglo ha tendido a prescindir del
La crítica anglosajona, en general, ha insistido mucho autor omnisciente y a plantearse el problema de su autolimi.
sobre este tema, proclamando la supremacía del novelista tación, para acercarlo más a nuestra experiencia cotidiana
limitado, que muestra simplemente, sobre el omnisciente, que sobre los relatos y los modos de adquirir información en la
dice. Conviene, sin embargo, no olvidar un prudente relati­ vida. Este cambio de perspectiva da origen a una serie de
vismo. Las soluciones no son nunca, en novela, universalmente procedimientos narrativos concretos.
válidas. Como le dijo R. L. Stevenson a Henry James, lo que El primero de ellos es la narración en primera persona,
produce el éxito de una obra seria en otra impertinente y que supone el perspectivismo absoluto. El autor se limita a ver
aburrido. Una determinada técnica puede. ser útil en un mo­ y comprender lo que caería verosímilmente dentro de las po­
mento dado de una obra concreta y con cierta finalidad, pero sibilidades de un personaje. Conoce muchas cosas exteriores
no en otro pasaje de la misma obra, "ni mucho menos en otra y toda la interioridad (siempre que no sea demasiado ilógica
obra, con finalidad distinta. ' o desa.gradable) de sí mismo. Se da esto ya en dértas novelas
Coincide esto' con la idea (viejísima, de sentido común, clásicas (la picaresca, por ejemplo) que tienen, gracias a eso,
pero renovada en nuestros dias por T. S. Eliot) de que la obra un aspecto bastante moderno. Se trata, evidentemente, de un
de arte debe ser una sucesión afortunada de dimax y anticlimax. recurso técnico que facilita mucho la narración, pues resuelve
Es decir, que seria artisticamente contraproducente mantener con sencillez el problema del punto de vista y hace que la
indefinidamente al lector en situaciones de máxÍma tensión noveJa aparezca de un modo convincente a los ojos del lector.
emocional. Por todo esto, se trata hoy, quizá, del procedimiento más
En la práctica, los modos de omnisciencia del narra·' aconsejable para un escrilor novel. Sin embargo, estas ventajas
dor pueden ser muy variados !l. Un episodio «dicho» a lo se pagan caro. Es muy dificil mantener a la figura protago­
mejor nos impreslona más que otro ((mostrado», por tanto, nísta en un humano término medio enlre el pedante orgulloso
«decin) puede ser productivo para la economia general de y el lipo vulgar cuya historia no nos interesa. No olvidemos
la obra; o alternar el «decín) con el «mostrar». De igual que una narración en primera persona también puede ser
modo} no se puede afirmar rotundamente que los comen­ implacablemente objetiva, contando sólo lo que un tercero
tarios del autor arruinen su relato, aunque hoy estén pasados podria saber. Así, en El extranjero, de Camus, o Cosecha roja,
de moda, porque nuestra simple experiencia de lectores nos de Hnmmett.
informa de que, en ocasiones, de ellos extraemos un peculiar El monólogo interior o corriente de conciencia (stream 01
placer. consciousness) abre un mundo nuevo para la novela. Lleva a sus
Quiero insistir en que todo esto -y todos los temas de que últimas (y l6gicas) consecuencias la. narración en primera
se trata en este libro- no es cuestión de pura técnica, sino persona. Significa el triunfo total de un subjetivismo sin límites 12.

• Joel: F. Montesinos, Peredllo la novelll idilio, Madrid, Castalia, 1969. pág. 136.
" PI)r eso lo censuraba' (en Principios J fina/u de /~ novela, ed. citada) un
'o E" Sabato, El nmtor y S//.$ faRlasmo..r, cd. citada, pág. 14.
autor de tendenda c1asícistil romo Pérez r1~ Ayala, defensor de la armónica
11 Wayne C. BOOlh, abra citada, pág. 16.
('omhinación de lo objelivo cun lo slIbjetlvu.

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..

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\.. " ­

Se suele admitir que el primero en utilizarlo fue Edouard 2) En cuanto a su espiritu, es un discurso anterior a toda
Dujardin, en una novela francesa aparecida en 1887: Les organización lógica, que reproduce este pensamiento en su
lauries sont coupis, que no tuvo en su tiempo ningún éxito, pero :, estado naciente.
sobre la que llamó después la. atención James Joyce. " S) En cuanto a su forma, se realiza en frases directas
Prescindamos de cuestiones históricas para fijar nuestra reducidas al mlnimo sintáctico, y asl responde esencialmente
atenci6n en el monólogo interior arquetipico, el del Ulises, a la concepción que nos hacemos hoy de la poesia), IS.
de Joyce: el autor desaparece por completo detrás de un peri­
sonaje. Seguimos con toda minuciosidad el universo complejo Son innegables la novedad y el interés de este procedimiento,
que se encierra en un solo dí.a de la vida ordinaria de un per­ que «permite una fusión más concentrada de la forma de
sonaje vulgar. Lo más interesante es que éste no nos entrega ( novela y la de confesi6n» l..
Pero su justificación profunda,
sus pensamientos y afecto en forma elaborada conforme a la como siempre, excede el campo de lo puramente técnico.
lógica, el decoro y la gramática, sino en su forma primitiva Así lo afirma Sábato: «Al volver el hombre del siglo xx la mirada
y auténtica de reacciones instintivas, inconexas. La corriente
hacia un mundo hasta ese momento casí desconocido, como es
de pensamiento de este personaje (de cualquiera) es, desde
el subconsciente, era inevitable y legitimo el empleo del mon6­
luego, algo muy poco racional, que se manifiesta discontinua­
logo interior,) I~. Y 10 confirma uno de los criticos más especia­
mente, por cortos fragmentos, y se repite muchas veces, con
lizados en el tema, Robert Humphrey: «El uso del monólogo
bastante monotonía. En 10 hondo de la conciencia, como es
interior supone, en resumen, fin esfuerzo para revelar la natura­
lógico, no hay «censura» ni barrera alguna, salvo las incons­
leza psíquica de los personajes, un intento de analizar la natu­
cientes: la realidad completa, incluyendo también la más
raleza humana, de presentar al personaje más exactamente
desagradable o la puramente fisiológica deja su huella (si no
y más realista mente}) 1&. Sólo 'desde este punto de vista, me
existe alguna represión inconsciente) en la candencia humana.
parece, se puede comprender atinadamente su significadón.
Se pretende, en cierto modo, instalar al lector en el in­
Son, en cierto modo, precedentes de esta técnica todos
terior mismo del personaje que monologa. En vez del relato
los procedimientos narrativos que, a lo largo de la historia,
habitual, asistimos con la máxima inmediatez que sea posible al
han intentado incorporar a la novela de un modo más com­
desarrollo de la corriente de candencia. El lector presencia el mo­
pleto la subjetividad humana. Por ejemplo, la novela construida
mento en que el pensamiento está naciendo y formándose, con­
mediante cartas y la novela totalmente dialogada 17. También
fuso todavía. Es esencial, por tanto, el método de asociación de
podría encontrarse algún antecedente (escaso y parcial, desde
ídeas, puente que lo enlaza con la investigación psicoanaJítica
luego) del monólogo interior en los «apartes») de nuestro teatro
y con la técnica surrealista de la «escritura automática».
clásico. Muchi.simos antecedentes del monólogo interior po­
Resulta curioso, después de tantas especulaciones críticas,
drían hallarse en las mejores novelas del siglo XIX. Citemos
volver a la definición ~(can6nica») que nos dio su creador, Du­
algunos ejemplos, limitándonos a España.
jardín: «El monólogo interior, como todo monólogo, es un

discurso del personaje de que se trate y tiene por objeto intro­


' 1) E. Dujardin, Le mOllo{ogue i7lUrieur. SOIl apparilion. Su origines. 54 Plac, do.ns
('0I:1l.'()f8 de Ja.m.11 JOJee, París, Messein, 1931, págs. 58 YSS.' Vid. lambién Melvin
ducirnos directamente en la vida interior de ese personaje
Friedman, l'/!!Jl!!'__cif"C;().nciou,rntIs,:" A slud;J ;11 IiltTary me/lwd, New Haven, 1955.
(
sin que el autor intervenga con sus explicaciones o comentarios;
"-NOrihrop Frye, Ana¡0"lJ' of&riliiíim; Newy(lrk;-Atnéñeum~g.
y, como todo monólogo, es un discurso sin auditor, un discurso
iO~,-~
no pronunciado, pero se diferencia del mon6logo tradicional
.. E. Sábato, El I$crilor;1 .fI(1 fantasmas, ed. citada, pág. 23.
•< Roberl Humpbrey, Strell11l of CorucioUSlf4ss ín t/¡, rlllJdern III}lI/Il, Berkeley,
en lo siguiente: California, 1954, págs. 6-7.
n Com'o es sabido, este tipo de novela totalmente dialogada IlÍrvi6 a GaldÓ.!
1) En cuanto a su materia, es la expresión más íntima de transición entre la novela y el teatro: Realidad es la primera de 5US novelas
del pensamiento, la más cercana al insconsdente. (1889) que luego fue convertida en obra teatral (18gili).

101
100

La Pardo Bazán ve muy claro el problema en su exposici6n ,¡quel momento le agitaba; pero aún es más arduo el empeño
teórica del naturalismo: Zola «(presenta las ideas en la misma de distinguir 10 que bullía en aquel caos y darlo a conocer por
forma irregular y sucesión desordenada, pero lógica, en que medio de la palabra escrita ... Lo que en su mente era simul­
afluyen al cerebro, sin arreglarlas en periodos oratorios ni táneo no podla menos de sucederse en el soliloquio; pero lo
encadenarlas en discretos razonamientos; y con este método que él interiormente se hablaba careda de conclusión y de
hábil y dificiUsimo a fuerza de ser sencillo, logra que nos haga­ principio y se manifestaba todo a la vez» 21.
mos la ilusión de ver pensar a sus héroes» 18. Estamos, como se De todo lo que hemos. dicho se deducen con claridad las
ve, en el camino justo, aunque hoy no opinemos que las ideas dificultades que este procedimiento (tan frecuente hoy) presenta
afluyen al cerebro en forma lógica. En una de sus novelas al lector sencillo, incluso en los casos más logrados artísticamente.
presenta a una mujer que escribe sin puntuación, traduciendo Es necesario, para disfrutar con este tipo de novela, carecer
asl inmediatamente su pensamiento: escribia «sin asomo de por completo de prejuicios racionalistas 22, poseer una inte­
puntuación ni división de periodos con párrafos aparte o ma­ ligencia e intuición muy vivas para componer con las piezas
yúsculas. Lo cual, aunque parezca raro, presta a este género de desordenadas de este gigantesco puu.le un conjunto coherente
cartas iracundas y femeniles cierta enérgica monotonia y y, en definitiva, admitir una parte importante de misterio,
rapidez que duplica su efecto» 111. no exigir la comprensión absoluta de todo.
Como ya hemos dicho, Ricardo Gu1l6n ha señalado nume­ La fidelidad estricta a este procedimiento parece hoy
rosos e interesantes precedentes del monólogo interior en haber pasado algo de moda. No es extrai'lo, si se desea ante
¡
Galdós. Recordemos nosotroS solamente lo que dice el novelista ¡ todo lograr la comunicaci6n con una masa relativamente

~I·\
del monólogo de un moribundo: (Era 'como si se hubiera roto amplia. Sin embargo, su influencia ha sido extensa e ím·
en míl pedazos el manuscrito de un sabio discuno, convirtién­ portante.
dolo en papeletas que, después de bien revueltas en un som brero, Virginia Woolf lo aprovechó en Mrs. Dalloway (otro de
se iban sacando, a semejanza de] juego de los estrechos» 20. los ejemplos que se suelen citar como clásicos) para un fin
¿No nos parece estar leyendo una descripci6n metafórica e estético bastante diferente al de Joyce. O'Neill lo llevó al tea­
imprecisa del monólogo interior? tro, en su Extraño interludio. Dos Passos lo ha combinado en
El mismo Valera, tan neoclásico y dieciochesco, llega Paralelo 42 con otros elementos: narra el autor episodios vividos
a un presentimiento vago de la nueva técnica: ((En todo discurso, por algunos personajes; con el titulo El ojo de la cámara, incluye
si se enuncia por el lenguaje humano, las im6.genes, las pasiones mon610gos interiores; y, bajo el rótulo Actualidades, incorpora
y los pensamíentos van tomando forma, sucedíéndose y mos­ a su novela una serie de titulares y recortes periodísticos, reflejo
trándose con cierto orden y gradación, unos en pos de otros. objetivo de acontecimientos básicos. Faulkner, en El ruido'y la
En Fray Miguel no era asi; en silencio exterior estaba él, sin furia, «se sirve de esa técnica para intentar un realismo abso­
voz y sin acento que pudiesen percibir los sentidos; pero allá luto (lejos de practicar el ¡rrealismo que suponen los entusiastas
en los abismos de su alma se levantaba tempestad espantosa. del naturalismo fotográfico), ya que s610 mediante esa técnica
Recuerdos, esperanzas, dudas y desengaños, todo acudía en puede describir aproximadamente la visión que tiene un
tumulto y asaltaba y atormentaba su mente. Arduo sería idiota dd mundo, de un ser para el cual el universo es un con­
penetrar en el espiritu de fray Miguel y descubrir cuanto en glomerado de olores, visiones fugitivas y sabores: un universo
: caótico y contingente.> 2'.

,. Pardo Badon, La rutstWIl plllpilantt, ed. C. Bravo VilIasante, Salamanca,


Anaya (Bíblioteca Anaya), 1966, pág. 168. ., V.alera, M~rsamDr, ed. citada, pág. 730.
n Pardo Badn, Ulla cristilUla, en O'r/U ~lmIpltlas, 1, (d. cifada, pág. 550. " Por ellO no le gultalia a Eugenio d'Ors, por ejemplo. Vid. su critica a
"1\1 I'~rez Ualdós, 'f~rlJlUmada '11 la (.'nu:, en Uby/U complet/U, V. ed. citada, Joyce en Arriba, Madrid, .') de mayo d(' 1946.
pág. 938. lO E. SAbato, El emilor y SUS/01tla.lI"Qs, ed. citada, pág. l60.

102 103
..

Dentro de la reciente novela española, Tiempo de sileflr;lI. citada) de la separación o détachemenl, la antítesis del subje­
de Luis Martin Santos", ha significado, entre otras cosas, tivismo absoluto que significa, en general, el monólogo interior.
una vuelta consciente a la escuela de Joyce, perceptible en Esta teona fue acogida con fervor, hace unos anos, por
ocasionales mon6logos interiores y, en general, en la libera­ un grupo de j6venes novelistas y criticos españoles 2~. La moda
ción de un talento verbal que llega a rozar, a veces, el exceso del objetivismo parece haber cedido hoy el puesto a un realismo
rebuscado. No cabe olvidar la brillantez con que usan el monó­ critico con pretensiones dialécticas y a una revalorización
logo interior algunos novelistas hispanoamericanos como Fuen.: de la fantasía.
tes, Vargas Llosa ... Tanto en aquél como en éstos, el mon6logo Es curioso comprobar que Maupassant tuvo ya una clara
interior no ha supuesto precisamente irrealísmo, pero si supera­ visión de la novela objetiva COmo opuesta a la psicológica,
ción en profundidad psicológica y critica del chato costum­ de análisis; incluso la defendía como más real y más sincera:
brismo loea!ista que: antes era habitual en la novela de lengua «Los partidarios de la obj etividad (¡q ué fea palabra!) pre­
española. tenden, 'por el contrario, darnos la representación exacta de
Hoy no se suele seguir de un modo estricto la técnÍca del lo que tiene lugar en la vida. evitar con cuidado toda expli­
mon61ogo interior. Pero también es cierto que esa técnica se caci6n complicada, toda disertación sobre los motivos, y se
ha incorporado, como un recurso más, al conjunto de posi­ limitan a hacer pasar ante nuestros ojos los personajes y los
bilidades de que dispone el narrador de nuestro siglo. Su huella acontecimientos. Para ellos, la psicologia debe estar escondida
es evidente en muchísimas novelas contemporáneas. Ha sido en el libro, como lo está en realidad bajo los hechos, en la exis­
asimilada plenamente, con naturalidad. El problema estético tencia. La novela concebida de este modo gana en jnterés,
que se plantea el autor actual es el de decidir cuándo debe movimiento, color y vida palpitante. Así, pues, en lugar de
utilizarlo. Parece claro que algunos personajes necesitan ser explicar largamente el estado. de esplritu de un personaje,
vistos «desde fuera». Otros, en cambio, ganan magnetismo los escritores objetivos buscan la accÍón o el gesto que este
contemplados «desde dentro». La labor del escritor sigue con­ estado de alma debe empujar a realizar a ese hombre en una
sistiendo fundamentalmente en una elección. ' situación determinada. Y le hacen conducirse de tal modo,
Otra posible técnica, derivada en parte de ésta, es un pers­ de un extremo a otro Idel. lib.ro, que todos sus actos, todos sus
pectivismo múltiple y sucesivo. Es decir, que el narrador se movimientos, sean el retlc;jo de su naturaleza intima, de todos
identifique sucesivamente con una serie de personajes. Este sus pensamientos, de toda su. voluntad o todas sus dudas. Es.
procedimiento es compatible con el empleo del mon6logo in­ conden, pues, la psícologia en lugar de desplegarla, hacen de
terior (Faulkner: Mientras agonizo), pero no lo exige necesa· ella el esqueleto invisible de la obra, que no -aparece en el
riamente (Dos Passos). retrato que nos hace un pintor. Me parece también que la
La pluralidad de perspectivas plantea algunas nuevas novela de este tipo gana en sinceridad y es más verosimil, pues
dificultades al lector. Pero responde más ajustadamente, sin la gente que vemos actuar ante nosotros no nos cuenta los
duda, a la complejidad de la vida. móviles a los que obedece.~) Pero defendia esta técnica sin
Cabe, por último, adoptar un punto de vista objetivo, exclusivismos. Comprendía que «en todo caso, el puro análisis
relacionado con la técnica cinematográfica y la psicología psicológico puede darnos obras de arte tan hermosas como
behaviourista o del comportamiento: considerar como real las obtenidas por otros métodos») 26,
s610 aquello que tiene existencia objetiva, 10 que percibe Un El objetívismo sigue, en general, a Sartre en su crítica de!
observador imparcial. Alcanzamos asi el punto máximo a que análisis psicológico como algo esencialmente burgués y en la
hasta hoy hemos llegado en la radicalización de la teorla (antes explicación fundamentalmente histórico-sociológica de la obra

'J Veánse los libros, ya citados, de JO$~ Maria Castellet y Juan Goytisolo.
" L. Martln Santos, Tiempo d, sil.ndo, Barcelona.. Sc:ix Barral, 196'2. ,. Prefacio a Pitm el Jtafl.

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.

de arte, Coinciden también con una serie de teorias de nuestro para oírle. Siempre -clam está-- que no se exceda en el uso
siglo que han propugnado un nuevo objetivismo en literatura: ue la palabra n.
as.i, T, S. Eliot y Brecht. (En España, por ejemplo, lo hizo Franc;:oís Mauriac nos ofrece un criterio muy rotundo:
José María Valverde). Supone todo esto una reacción contra «Detrá.s de la novela más objetiva, si se trata de una obra bella,
el empacho de psicologismo y simbolismo. de una gran obra, se disimula siempre ese drama vivido del
La opinión que merezca esta tendencia depende, ante novelista, esa lucha individual con sus demonios y con sus
todo, de que comulguemos o no con sus bases filosóficas. Per­ esfinges. Pero quizá el éxito del genio comiste precisamente
sonalmente seguimos creyendo que existe un abismo, dentro en que nada de ese drama personal se traicione al exterior ( ...) \
del hombre, entre la vi\lencia interior y su expresión externa. En la medida en que nuestra obra es imprrfecta, a través de sus
Existen (la vida nos lo demuestra continuamente) el fingimiento} fisuras se traiciona el alma atol'mentada de su miserable autom 2&.
el disimulo, 'la reserva, las vacilaciones interiores, las mflscaras Este ideal de la obra unitaria, como bloque sin fisuras, es muy
adoptadas voluntaria o forzosamente, la hipocresia, los «pa­ hermoso; pero, ¿t:s posible? Incluso: ¿es deseable? ¿No será rne- (
peles~) que la vida social o profesional nos obliga a desempeñar. jor una obra «demasiado humana», histórica, que refleje las
No querer ver más que lo exterior supone una actitud clara aspiraciones pero también las limitaciones de su creador?
y honesta. Pero nos parece también que es límitarse volun­ ¿Es posible la objetividad? Muchas veces, el narrador
tariamente, sin necesidad, el campo visual. El novelista (un se descubre a sí mismo escribiendo su obra. A :1 te él y ante los
hombre) no tiene por qué conocer las reacciones sentimentales demás. Todo critico especializado en algún novelista tiene la
de todos sus personajes, pero en .la vid~ de los hombres existe, experiencia de cret:r conocerlo mejor, más profundamente, que
de hecho, la interioridad. La obra de arte, por otro lado, ha sus familiares, los amigos con los que tomó café infinidad de veces
sido siempre considerada como una expresión personal, sub­ a lo largo de su vida. Y lo que nos atrae en algunas novelas -no
jetiva. No parece aconsejable reducir al autor a puro espejo nos engañemos- no son estrictas razones artísticas, sino coinci­
de una realidad sociológica., dencias temperamentales, de tipo personal. La novda resulta ser
Esta, en definitiva, es una opinión ,puramente personal, el ámbito en el cual coinciden (se comunican) un al tor que pone
muy discutible. Lo que parece más seguro es que esta técnica en la obra lo mejor de si mismo y un lector que s¡ be recrearla.
resulta casi imposible de mantener con exclusividad, sobre Muchas veces se ha dicho que el escritor log,a una obra
todo en varias obras. Los mismos autores españoles (Cela, supl'fior a si mismo. Lo cual, en cierto modo, es falso, porque
Ferná.ndez Santos ... ) que citaban como ejemplo los crlticos todu sale de él. Pero es cierto en cuanto que la obra puede
defensores de esta tendencia la han abandonado en sus obras rdlcjar -más que cualquier otro acto de su vida cotidiana­
posteriores. El caso de Robbe-GriHet es más curioso, pues lo mejor de sus posibilidades. Podriamos aplicar aquí la bella
se mantiene fiel al objetivismo cuando le conviene para aban­ imagen amorosa de Pedro Salinas diciendo que el autor se
donarlo a continuación. En nombre del objetivismo rechaza pone en la punta de los pies para llegar a sí mismo, a su obra.
toda búsqueda de un «sentido~~ detrás de sus novelas; pero, Cl1alquier critico posee la experiencia de que muchas veces
a la vez, se beneficia de todas las libertades que el subjetivismo _.. JI{) sil!mpre, por ~upuesto-- resulta más interesante leer las

mfls absoluto le concede. ubl'as de un novelista que conocerle personalmente, Y todo

El objetivismo, en resumen, aparece como una posibilidad esto no es exclusivo de la novela o de la poesía, sino que se da

m:ls que se abre al narrador contemporáneo. Un procedimiento también -confiemos- en la crítica, en cuanto rebase la pura

con aspectos muy interesantes, aunque sus bases te6ricas es­ erndición y sea auténtica creación, obra vivida, experiencia

trictas no nos convenzan. Practicado con exclusividad nos vital, expresi6n de una persona.

parece que presenta grandes flancos abiertos a la critica. De


hecho, la voz del narrador nunca está totalmente callada. n WaYlle·C. Booth, obra citada, pág. 60.

y una de las razones por las que leemos novelas es precisamente ,. F. Mauriac, L. romancier ti .es ptrJonnagu, ed. cilada, págs. '4~-l.t3·

106 107
.

XIV

Géneros: Novela Psicológica


Vamos a pasar ya a considerar algunos géneros novelescos
de nuestro siglo. No pretendemos en absoluto tratar de todos
los que existen. Elegimos tan s610 algunos que son típicos de
la novela de nuestro siglo y pueden' decirnos directamente
algo sobre ella.
Ante todo, la novela psicológica 1, que ha alcanzado desde
Proust una profundidad antes inimaginable. Hablando de la
novela contemporánea podemos sentir el deseo de callar y
dejar la palabra a algunos que han vivido como protagonistas
(no como testigos criticos) esta aventura literaria. Especialmente
indicado para ello es Proust."Muchos juicios erróneos sobre
la novela podrian evitarse teniendo en cuenta los párrafos
luminosos que Proust dedica al problema.
«Una obra de arte es el único medio de recuperar el tiempo
perdido... Mi vida había ido formando una reserva como el
albumen de una planta,,; El escritor ha ido llenando ¡ncons·
cientemente su cuaderno con apuntes de la vida. Todos los
personajes, los gestos, los modos, derivan de algo que él vio.»
Sobre el problema de la oscurid!;1d en literatura, que acecha
como peligro evidente a las nuevas técnicas: «Aquello que
se nos da ya claro no es realmente nuestro. S6lo lo es aquello
que hemos logrado descifrar. Y estas cosas son las que, expre­
sadas en novela, están rodeadas por una atmósfera de misterio
y poesía.»
Sobre la realidad: «Una hora no es solamente una hora,
sino un vaso lleno de perfumes, sonidos, proyectos, climas.

I Vid. Lwn Edel. Tht Psyrholvgicfll Hovd, Londra. 1955.

109

Lo que llamamos realidad es una relación entre esas sensacÍones lamos. Ese objeto depende del az.ar que demos con él antes
y recuerdos que simultáneamente nos envuelven, esa relación de morir o que nunca le encontremos.)}
única que el escritor debe descubrir para que pueda enlazar En el episodio más famoso de toda su obra, un narrador
dos planos diferentes de ser, juntos para siempre en tina frase. (en gran parte autobiogrMico) íntenla recordar su infanda,
La realidad empezarA s610 a surgir desde el momento en pasada en el pueblo de Combray. Desde sus dolores actuales,
que el escritor tome dos objetos diferentes, se plantee su re­ mtenta refugiarse en aquellos leja.nos días felices. Pero, al
laci6n y la encierre en el circulo de un bello estilo. Esta re­ principio, no 'lo consigue. Recuerda algunas cosas concretas,
lación puede tener poco interés, los objetos pueden ser lu­ detalles sueltos, pero no logra revivir otra vez su infancia. Hasta
gares comunes, el estilo malo, pero si no hay esta relación no que un día, sin darse cuenta, prueba una magdalena:
hay nada. U na literatura que se contenta 'con "describir cosas", «Hace ya muchos años que, de mi infancia en Combray,
con ofrecer un resumen de sus Uneas y superficies es, pese a su sólo exisda para mi la tragedia cotidiana de acostarme. V n
pretendido realísmo, lo más alejado de la realidad)~ 2. día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que tenía
Las citas son largas, pero 'creemos que vale la pena cono­ fria, me propuso' tomar, contra mi costumbre, un poco de té.
cerlas. Lo que Proust incorpora al análisis psicol6gico es una Dije que no, primero, pero luego, no sé por qué, cambié de
sensibilidad extraordinaria, intdigentisima, que capta matices opinión. Mand6 a comprar uno de esos bollos pequeños y
de una finura antes desconocida. Cualquier detalle de la rea­ rollizos que se llaman magdalenas, y que parecen haber sido
lidad, insignificante en apariencia, gana riqueza y profun­ moldeados en las valvas con ranuras de una concha de San­
didad mediante las relaciones cQnstantes entre objetos y tiem­ tiago. Pronto, maquinalmente, agobiado por el día triste y la
pos. Para Proust, la realidad culmina \ en algunos momentos perspectiva de otro igual, llevé a mis labios una cucharada
mágicos y radiantes que son, principalmente, de dos clases: de té en la que había dejado reblandecer un trozo de magda~
impresiones y reminiscencias 3. Proust nos ofrece un mundo lena. Pero, en el instante mismo que el trago de té y migajas
algo enrarecido, pero de una extraordinaria belleza. Su luci­ de bollo llegaban a. mi paladar, me estremecí, dándome cuenta
dez desemboca, por otra parte, en una total amargura y deso­ de que pasaba algo extraordinario. Me habia invadido un
lación. placer delicioso, aislado, sin saber por qué, que me volvía
Añade a todo esto una morosidad, un lempo lento que va indiferente a las vicisitudes de la vida, a sus desastres inofen­
a ser ley funda.mental de gran parte de la novela contemporánea. sivos, a su brevedad ilusoria, de la misma manera que opera
No podemos olvidar su importante análi!!is del tiempo: supone el amor, llenándome de una esencia preciosa; 0, más bien,
éste la díscontinuidad, la muerte. S610 la memoria nos puede esta esencia no estaba en mí, sino que era yo mismo. Ya no me
salvar. Pero no la memoria intelectual, voluntaria, que no sentía mediocre, limitado, mortal. ¿De dónde podia haberme
conserva nada vivo, sino el recuerdo involuntario, inexpli­ venido esta poderosa alegria? Me daba cuenta de que estaba
cable, que nos acomete de improviso, unido a una sensaci6n: unida al gusto del té y del bollo, pero lo sobrepasaba infinita­
«No vale la pena que intentemos evocar nuestro pasado, todos mente, no debía ser 'de la misma naturaleza. ¿De dónde ve·
los esfuerzos de nuestra inteligencia son ín6tiles. Está escondido nía? ¿Qu é significa ba? ¿C6mo apresarla?
fuera de su alcance en algún objeto material (en la sensaci6n Y, de repente, el n::cucrdo aparece. Ese gusto, es el del
que nos daría ese objeto material) sin que nosotros lo advir­ trucÍto eJe magdalt'na que el domingo por la mañana en Com­
oray (porque ese día yo no salía antes de la hora de la misa),
cuando iba a decirle buenos. días a su habitación, mi tía Leonie
, Proust, LlltmpS retrfllllJÍ, en A la ,.echtrc~ dll lemps Ptrdu., 3 vols., Parls, Galli­ me daba después de haberlo mojado en su infusión de té o de
mard (Bibliotheque de la Pleiade), '954. Existe traducci6n espa/lola en la.
colecci6n ..El libro de bolsillo» de Alianza Editorial. tila. La vista de la pequeña magdalena no me ha recordado
• M. Butar, «Los "momentos" de Mareel Proust", en S&bre lítetid~ra, 1, nada, antes de probarla j quizá porque, habi¿ndolas visto
ed. citada, págs. ~42-250' a menudo después, sin comerlas, sobre las mesas de los pas­

110 '11
..

I cleros, su imagen había dejado esos días de Combray para la unión de dolor y creación. Por debajo del esnobismo, Proust
unirse ~ otros más recientes; quizá porque, de esos recuerdos es el escritor que nos ha dejado comparaciones como ésta:
abandonados tanto tiempo fuera de la memoria, no quedaba «Casi cabe decir que las obras literarias, como los pozos arte­
nada, todo se habia pulverizado; las formas -por ejemplo, sianos, se elevan tanto más cuanto más profundamente ha
la de aquel bollito, tan sensual bajo SU apariencia austera y penetrado el sufrimiento en el coraz6n» 5.
devota- habían huido 0, adormecidas, habían perdido la El análisis psicológico que Proust ha hecho avanzar tanto,
fuerza de expansión que les hubiera permitido alcanzar la( alcanza, quizá, sus limites extremos en la obra del austríaco
conciencia, Pero, cuando de un pasado antiguo no queda Robert Musíl 6 : todo es aquí análisis extraordinariamente
nada, después de la muerte de los seres, después de la destruc­ intelígente, ironía, misterio; disolución de los personajes, de
ción de las cosas, solos, más frágiles, pero más vivos, más inma­ sus pensamientos, de los motivos que los impulsan a obrar.
teriales, más persistentes, más fieles, el olor y el sabor perma­ Musíl representa, a la vez, una cumbre, el final de toda una
necen todavía, mucho tiempo, como almas que nos recuerdan tradición narrativa, y el mejor testimonio de una época europea
y esperan, sobre la ruina de todo el resto, llevar sin flaquear, ya pasada.
sobre su cuerpo casi impalpable, el edificio inmemo del re­ Hoy el análisis psicológico está te6ricamente en quiebra.
cuerdo. Veáse lo que deda Claude-Edmonde Magny en el momento
y desde que reconocí el gusto del trocito de magdalena (1948) de máximo fervor objetivo, en lo narrativo y en lo
mojada en la tila que me daba mi tía (aunque todavía no cinematográfico: «No es sin duda un azar que las obras nove­
supiera y debiera dejar para más tarde el descubrir por qué lescas más interesantes de los últimos años, europeas o ame­
ese recuerdo me hacía feliz), en seguida la vieja casa gris, donde ricanas, sugieran una misma conclusión, que es también la
estaba su habitación, vino como un decorado teatral a aña­ del marxismo y del psicoanálisis: la inexistencia de lo psico­
dirse al pequeño pabellón que daba sobre el jardin." y con la lógico, la vanidad de la introspecci6n, su engaño profundo.
casa la ciudad, la plaza, las calles por donde corría desde la Para hablar un lenguaje plat6nico o cartesiano, el psicólogo
mañana hasta la noche, hiciese el tiempo que hiciese, y los aparece como un ser mixto, análogo a lo que seria, en la jerar­
caminos que recorría si el tiempo era bueno. Y como ese juego quia de los elementos, el, barro•. esa mezcla inmunda de tierra
en que los japoneses se divierten echando en una vasija dr y de agua, que no osa ser puramente sólida ni líquida. La
porcelana llena de agua pequeños trozos de papel que, apenas novela tradicional de introspección nos da ese barro, desecado
se han mojado, se estiran, adquieren forma, se colorean, se por el análisis, que se deshace en polvo ante nuestra mirada
diferencian, se convierten en flores o casas o personajes con­ (... ) Cuando se contempla, el hombre no puede evitar el dra­
sistentes o reconocibles, asi ahora todas las flores de nuestro matizar: si tiene genio, creará una fabulación interesante,
jardín y las del parque de monsíeur Swann, y las ninfeas de la como podría serlo la de un mitómano bien dotado, pero des­
Vivonne, y las buenas gentes del pueblo y sus casas y la iglesia provista del menor valor de verdad. La novela de anáHsís
y todo Combray y sus alrededores, todo lo que cobra forma tenderá automáticamente a darle una idea demasiado orgu­
y solidez, ha salido, ciudad y jardines, de mi taza de té»". llosa de si mismo, a enmascararle su incoherencia profunda,
Muchas más son las aportaciones de Proust a la novela a convencerle de su ilusoria dígnidad de caña pensante» 7.
contemporánea. Jean-Pierre Richard ha sefialado tres prin­ En la práctica, lo que ha sido superado es el modo tradi­
cipales: la novela como búsqueda, el subjetivismo absoluto cional de realizarlo, no el análisis en si. Sartre lo censura im­
y la historia de una vocación literaria cuyo resultado es el
mismo libro que leemos. Personalmente debemos subrayar • Carta citada por André Maurois. El! /¡lLlca de M_ Prllusl, Buenos Aires,
Espasa-Calpe (Austral), 1958, pág, ~9.
una más: la importancia del dolor en su mundo novelesco, 4 La principal es El h"mbrf sin cualidades, traducida recientemente por
Sdx Ba.rra!.
• na co/I che;; SWtlnn, ed, citada, págs, 65-68, T Claude-Edmonde Magny, obra citada. pág. 1B,

112 113

placablemente, pero se puede discutir si lo ha abandonado poder explicarlo todo. Sabe hacer referencia (en Huxley,
por completo en sus novelas, mucho más artisticamente (cons­ en Graham Greenr., en Cortázar, en Vargas-Llosa ... ) a motivos
truidas» de lo que pueda parecer. de tipo irracionaL Pero el análisis psicológico realizado con
Proust incurre. desde luego. en un análisis desmedido; la inteligencia y sensibilidad con que lo hicieron Proust o
está cerca de un bizantinismo amanerado. Usando los términos Musíl no puede ser condenado en bloque, aunque hoy ya no
de Eugenio d'Ors, podríamos decir que es un ((ejemplo» de se realice, claro está, exactamente del mismo modo que ellos
novelista extraordinario, pero no un «modelo» que deba lo hicieron.
ser imitado. Frente a los esnobismos de Robbe-Grillct, proclama rotun­
Es cierto que el análisis psicológico deriva del racionalismo mente Sábato: «Pero, ¿es que hay novelas que no sean psico­
de Descartes, con su regla de dividir las dificultades. Pero lógicas? No hay novelas de mesas, eucaliptos o caballos; porque
también )0 es que responde, a la vez, a una tendencia innata hasta cuando parecen ocuparse de un anima! Oack London),
en el hombre, Por eso me parece muy sensata y acertada la es una manera de hablar del hombre. Y como todo hombre
opinión de Antonio Vilanova: «De ah[ que, a pesar de los graves no puede no ser psíquico, la novelo. no puede no ser psicológica.
reproches que puedan oponerse al método analítico e intros.pec­ Es indiferente que el acento esté colocado en lo social, en el
tivo, resulte absolutamente imposible prescindir de él. Sean paisaje, en las costumbres o en lo metafísico: en ningún caso
cuales fueren los inconvenientes que presente y las dificultades. pueden dejar de ocuparse, de una manera o de otra, de la
que ofrezca, constituye un instrumento insustituible de índa­ psiquis. So pena de dejar de ser humanas» Y, Y entonces, a
gación y de búsqueda, que es, posible todavia perfeccionar pesar de todos los adelantos en la técníca narrativa, habrían
y adaptar al estudio de los nuevos sen'timientos y problemas, dejado de ser novelas.
para ahondar en ellos, no en extensión, sino en profundidad»8.
La realidad se nos aparece muchas veces como un bloque
compacto. Ante ella, el papel de la inteligencia será necesaria­
mente el análisis, el «distinguir para comprcm.ler» escolástico;
tomando esta regla, claro está, en su sentido más amplio, no
como sujeci6n a una técnica concreta. Aunque siempre corre­
remos el peligro de llegar a destruir esa misma realidad a fuerza
de análisis microscópico.
Hoy, el vitalismo impone nuevos puntos de vista: la ver­
dad profunda de las cosas es captada en bloque, al margen
de la razón, en un instante, por una evidencia intuitiva. Pero
el análisis sigue siendo válido para comprender muchos sec­
tores de la realidad. Entre otras cosas, porque el hombre medio
actúa muchas veces por motivos racionales (más o menos) que
si pueden ser analizados. Y este análisis nos servirá para com­
prender mejor su conducta.
Claro está que este análisis ha cambiado mucho con res­
pecto al de] siglo pasado. Conoce sus limitaciones, no cree

• Antonio V¡la!lo~a, "De la objetividad al suujelivismo en la novela e'pa·


i\ola aeluah., en Prora nout!escll Ildual, Madrid, Universidad lnlernadonal
Menéndez y Pelayo, 1968, pago 156. • E. SábalO, El e"rilor y SII.S fan/(UrmIS, ed. citada, p.á.gs. 1I ¡-112.

114 115
.

xv
Novela simbólica
La visi6n del mundo medieval es esencialmente religiosa.
Es decisivo, dice Guardini, el hecho de que «fuera y por encima
de todos los datos de la existencia c6smica haya un punto de
apoyo absoluto: la Revelaci6n~) l. La literatura de la época
utiliza como instrumento habitual el símbolo. Vedel, Huizinga
y Spitzer, entre otros, han señalado cómo, para el hombre
medieyal, toda la naturaleza es símbolo: (Tolgamos la cor­
teza, al meollo entremos», dice Berceo. Y Alfonso X (en sus
Libros del saber de astronomía): «Dios no hizo ninguna críatura
en que no haya muy gran virtud.» Pero el símbolo degenera
en alegoría exacta, que p,ermanece durante siglos.
Hoy lo alegórico está totalmente despres.tígiado. Y este
desprecio se extiende algo (indebidamente) a lo simbólico.
Prescindiendo de mayores profundidades, señalemos la dife­
recia básica: en la alegoría, cada término nombrado nos en­
vía con exactitud matemática a otro, expresado o no. La re­
lación es fija, constante. Las perlas quieren siempre decir
blancos dientes, en la metáfora fosilizada. El simbolo, en cam­
bío, es esencialmente plurívoco, está abierto a una serie de
posibles interpretacíones. Asi, por ejemplo, la «noche oscura
del alma»), de San Juan de la Cruz, o la «negra sombra», de
Rosalla de Castro.
Thibaudet, el gran crftico francés, expone con claridad
los términos del problema: «(El alcance simbólico de una obra
es tanto más puro cuanto más alejado de la simetria alegórica,

I R. Guardini, El /)(;aso d. lo Edad Moderna, Madrid, Guadarrama (Cristia­

nismo y Hombre Actual), 1958, pág. 31.

117

cuando contiene menos expresión clara y más sugestión. Es I'cllcjado en ellas, por debajo de la trama concreta, un aspecto
tanto más alto cuando la materia de la obra parece conlener de su limitada t:ondición.
menos posibílidadt'~ de simbolo» ~. Debemos evitar las interprt:tRciones demasiado claras y
Desde fines del siglo XIX se ha intCnlado restaurar el sim­ elementales. Es evidente, sin embargo, que en El castillo hay
bolismo en el arte, con teorías en general baslante ingenuas. una referencia a la vida humana como tensión, como búsqueda
Dice el pintor Gauguin, por ejemplo, uniéndolo al mito de lo de algo que nunca logramos alcanzar... En La metamorfosis
primitivo: «Hoy no tenemos otro remedio que el simbolismo podemos ver nuestro desamparo ante un poder absoluto que
en poesia y en literatura ... El arte primitivo procede del espí­ parece burlarse trágicamente de nosotros, la dependencia
ritu y usa como sirviente a la naturaleza." respecto de nuestro cuerpo y la ímpotencia para transformarlo.
En nuestro siglo, el elemento simbólico es fundamental En El proceso, por ú.ltimo, parece clara la alusi6n a la terrible
en muchas novelas importantes. Lo esencial es que, además de capacídad del hombre para crear un mundo sin sentido, inhu­
su tema concreto, la obra ofrezca resonancias unÍversales, mano, en el que el individuo es condenado por anónimas
oscuros anuncios de sÍtuaciones vitales básicas. fuerzas colectivas.
En Gauguin hallamos también un elemento fundamental Otras interpretaciones podrían hacerse de estas obras de
de todo simbolismo. Estas son las palabras finales de su obra, Kafka, desde luego. Y algo semejante cabría realizar con
escrita durante los años que pasó en Polinesia: (d·lemos agotado William Faulkner y su misterioso condado sureño de Yok­
10 que la palabra puede expresar y permanecemos en silencio. napathawa, en el que las pasiones elementales recuerdan el
Contemplo las flores inm6vilf<!! como nosotros. Escucho a los ambiente biblico o de la tragedia griega.
grandes pájaros suspendidos en el ~spacio y comprendo la Muy importante es también el simbolísmo en Joyce: Step­
gran verdad.» hen Dedalus, el protagonista del Retrato del artUta adolescente,
Esto e$ lo esencial, el presupuesto te6rico de casi todos lleva el nombre del que construyó un laberinto y se perdió
los simbolismos: existe una (gran verdad» oculta que significa en él. Ulises nos presenta con toda mínuciosidad la jornada de
la solución a todos nuestros problemas; que es, en suma, nuestra un hombre insignificante, Leopoldo Bloom, durante un día
salvación. Novela simbólica es la que intenta acercarse a esa completo, el 16 dejunio de 19°4: el hogar, las calles de Dublín,
gran verdad. un café, una compra sin importancia, un entierro, la sala de
La obra maestra no lo es sólo por !lU perfección técnica. redacción de un periódico, un restaurante, una discusión,
En la gran novela no cuenta únicamente la armonia fondo­ la biblioteca, un paseo, una aventura, algunos encuentros,
forma. Es necesario, para que sea artistlcamente grande, ]a vuelta a casa. Toda esta vulgaridad, a la vez, sigue de modo
que, ocupándose de un tema limitado, sea, sin embargo, asombroso el plan de la Odísea 1 •
universal por su perfección en expresar lo humano general. .Na~arirl, en la novela de Galdós, reproduce a la vez a don
Por eso toda gran novela es algo simbólica de la condición Quijote y a Jesucristo. Urbano y Simona (en Las novelas de Ur­
humana. balloy Simolla, de Pérez de Ayala), a Dafnis y Cloe. y el mismo
Pero hay, además, otro tipo de novelas que poseen una autor desmonta sarcásticamente el esquema en el caso trágico
doble proyección: la referencia inmediata a algo concreto y la dd que quiere ser Prumeteo. El hijo prodigio de Torquemada
resonancia oscura, misteriosa (pero real) que despiertan. (e~ la serie narrativa de Galdós) muere de meningitis; y el
Este es el tipo de novela simbólica que ha alcanzado en avaro, porque no digiere su riqueza muere de hambre. En­
nuestro siglo un desarrollo extraordinario. Pensemos, por
ejemplo, en las obras de Kafka. Su interpretación sigue siendo
discutible, pero no cabe duda de que el hombre actual ve • \" (,~se; Uighet. TII. ClossÍl:a( Tr¡¡diliurl. Gree4 411d RVIllí/1l lrlflutfl~'¡ O" WtS­
ti'" l.itera/ur<, Oxford, CJarendon PreS.!, 19'J.!). cap. 22. págs. :)01-519. Hay
traducci6n cspai'lola de Antonio AJatorre. LIl traditi611 cláúca, 2 vols., México­
t A. Thibaudet, Rifln:iulIs sur /, rOm¡¡lI, París, C ..llimard, 1938. Buenos ,\íres, Fondo de Cuhura Económica, 1954.

110 119
.

(';'jan también aqui los nombres significativos, a los que taH


aficionados eran, por ejemplo, Pérez Gald6s (Tristana, Tor­ cada vez más numerosas se interesen por la novela, y que no, \
quemada, Benigno Cordero, Felicísimo Carnicero... ) y Pérez parezca poco razonable la posición de Valéry, declarando
de Ayala (Urbano, Anselmo Novillo,Juan Guerra MadrigaL) que el arte del novelista le resulta "casi inconcebible"? En
Es muy frecuente en la novela actual que sólo el título dé este momento, la reflexión parece haber llegado a un callejón
valor general, simbólico, a la novela. Así, El retrata del artista adoles­ sin salida: la novela no tiene porvenir, porque no tiene siquiera
cente, deJoyce; The Sun AlsoRises, de Hemingway; Un mundofeli¡:., presente. Pero he aqui que surge una nueva esperanza. Para
de Aldous Huxley; El ruido y lajuria, de Faulkner. que el propósito del novelista deje de ser absurdo hace falta' \
Cercana a esta noción de simbolismo es la teoría de T. S. -y basta- que esa trama de acontecimientos parecidos
Eliot sobre el «correlato objetivo~), única manera -según él­ a los de la vida real que nos da no sea evocada por sí misma,
de expresar con éxito artístico las emociones. Se trata de un gratuitamente, sino a fin de transmitirnos una cierta signi­
conjunto de objetos, una situación, una cadena de aconteci­ ficaci6n, poética, metafisica o mistica, poco importa. El propó­
mientos que serán la fórmula de esa particular emoción, de sito novelesco deja así de ser absurdo)) ~.
manera que, cuando los hechos externos, que deben terminar En cierto sentido, por lo tanto, toda gran novela es simbólica.
en una experiencia sensible, estén dados, la emoción sea evo­ As! lo afirma Michel Butor: «Llamaré "simbolismo" de una
cada inmediatamente novela al conjunto de las relaciones entre lo que nos describe
Una variedad de esta novela simbólica seria la que Booth y la realidad en que vivimos (... ). A partir de cierto grado de
llama <movcla de búsqueda~) de la verdad 4, como El castillo, reflexión, realismo, formalismo y simbolismo en la novela
de Kalka, o Siddarlha y El lobo estepario, de Hesse. En realidad, aparecen como algo que constituye una inseparable unidad)~ e.
los límites de este grupo con los de lo que yo llamo novela in­ Un ejemplo final: en Las premios, de Cortázar, todos los
telectual no siempre están claros. personajes están embarcados en un crucero, todos luchan por
Pero no interesa mucho .ana)izar detenidamente algunos alcanzar cierta parte del barco que les está prohibida. El
casos concretos. Nos importa más averiguar cuál puede ser simbolismo se hace concreto, casi sólido, en una expresi6n
la causa honda que determina el auge contemporáneo de lo repetida: «Al borde: y esa palabra vuelve y vuelve, todo es
simbólico borde y cesará de serlo ert cualquier momento~~ 7. Y, al margen
El simbolismo significa lo contrario del racionalismo posi­ de la situaci6n concreta, de los pasajeros del buque y sus pro­
tivista. Es una visión del mundo pr"pía del hombre primitivo, blemas personales, el lector siente que todos estamos, siempre,
religioso o poeta. Para ellos, las CO~,b concretas son manifes­ «al borde» de tantas cosas que (por desgr!lcia o por suerte)
ta.ción de alguna fuerza oculta. Por l'SO el simbolismo es especial­ nunca llegaremos a alcanzar...
)
mente apropiado para el arte religioso. Supone, en definitiva,
lo contrario de la burguesa seguridad en nuestra situación,
de la burguesa confianza en nuestro saber. Es la afirmación í
de que en el misterio «nos movemos, obramos y somos~). Gracias I
i
a este simbolismo, la novela escapa a los reproches que se le
han hecho como reproductora imperfecta de una realidad
banal. Muy rotundamente lo expresa Claude-Edmonde Magny:
«¿Por qué extraño sadismo querer infligimos, durante tres­
cientas páginas, la reduplicación de la realidad? ¿Cómo expli­
car que, desde hace un siglo, tantas personas inteligentes y , Claude.Edmonde Magny, Historio Ju rornan franfair dopuu 19I8, Par[s,
du Seuil, 1950, pág. 2~7.
, \\'''yne C. BOOlh, obra dIada. p~g, 287_ • Michel Bulor, Sobrt littra/ura, I,ed. citada, págs. 12-13.

1 Julio Cortázar, Los prnnios, ed. citada, pflg 227.

120 121

XVI

Novela católica
Si mencionamos la novela católica hemos de aludir, ante
todo, al cambío radical que ha sufrido en nuestro siglo. Vivimos
inmersos en esta corriente y corremos el riesgo de no advertirlo.
Por eso es tarea útil la de detenernos un momento y recapi­
" tular l.
La novela cat6lica se ha alejado de la apologética para
abrirse en nuestros dias a temas bastante alejados de la litera­
tura religiosa tradicional: condena de una sociedad hipócrita.
Caridad. Angustia de la limitación y la finitud. Búsqueda
de algo que dé consistencia y sentido a nuestra vida. La sal­
vación del pecador, del que parece despreciable según criterios
humanos. La gracia sobrenatural. El compromiso del que
se cree cristiano con los problemas de sus semejantes. La nece­
sidad de reformar las estructuras injustas. La relatividad y el
convencionalismo de muchas leyes morales tradicionales. El
deseo de una vida libre y auténtica para todos los hombres.
El justo reparto de los bienes materiales y culturales. La de­
fensa de la dignidad y la libertad básicas del hombre frente
a toda clase de coacciones y totali(arismos.
B~rn¡lIIos, por ejemplo, !le plantea de modo directisimo
problellla~ religiosos y hasta teológicos (La alegria) que antes
no se hubieran creído en absoluto aptos para una novela.

, Nos limitamos aqu! a un fccucrrlo hrcví,¡rno y eTemenla!. Sobre este


lema d"bcn verse )Q& libros de Ch. Mo~lIcr, J.ilmslura dtl figlo XX y cristianismo,
Madrid, Gcedos (van publicado! cuatro lOmos a pan,r de 1955). y el deA. Blan­
chelo La lilllralurt el le xpin/uf/, 2 vols., Parb, Aubicr, 1959-1960; hay traduc­
ci6n española de Ra~6n y Fe.

123

Pero lo que importa más es que todo tema puede ser enfocado
religiosamente. Graham Greene nos proporciona excelentes
ejemplos: Elfin de la aventura, El revés de la trama. Lo esencial
es que se si en ta la presen ci a de Dios en ese'cOsmos que es Ia novela.
y muchas veces puede bastar con que se sienta su ausencia.
El auge contemporáneo y hasta el éxito popular de esta
novela nos demuestra claramente dos cosas: ante todo, la
crisis de una serie de ideas que han estado unidas durante mucho
tiempo al catolicismo. En seguida, que el hombre contempo­ XVII
ráneo sigue planteándose el problema religioso. Porque (<los
hombres mueren y no son felices», como supo expresar con
tanto acierto Camus, creador de una novela profundamente N ovela policíaca
ética, ya que no religiosa. El positivismo o la sociedad del
bienestar no satisfacen las aspiraciones de todos los hombres. El enorme desarrollo de la novela policiaca es un hecho
y la inexistencia de este tipo de novela religiosa en España no cultural de evidente importancia l. Vinculada originariamente
deja de plantear curiosos interrogantes sobre la indole de nuestra al temperamento anglosaj6n, ha adquirido hoy (gracias a la
religiosidad. novela de bolsillo, el cine y la televisi6n) consagraci6n uni·
Al margen de esta novela existe otra (El abogado del diablo, versal. En nuestro país no ha dado lugar a obras muy impor­
El cardenal. Historia de una monJa... , por no aludir al oportunismo tantes, pero si existen excelentes novelas policiacas escritas
reaccionario de Los nuevos curas) que responde, con mayor en español por autores hispanoamericanos 2.
o menor dignidad, a la curiosidad popular por ciertos temas. El esquema policiaco admite múltiples y muy diversas
Lo religioso es en ella la superficie, la anécdota, no el hondo variedades en su realizaci6n: la «serie negra~, ha alcanzado
punto de vista. una e:gtraordinana popularidad mezclándolo con erotismo
y algo de sadismo. A H~rdley 9hase le sirve para desarrollar
una técnica implacablemente objetiva. Chesterton y Graham
Greene lo elevan a metafisica, a s[mbolo de la condición humana
que íntenta sin cesar resolver su enigma. En Si menan tiene
tal importancia el elemento psicológico, que sus novelas po­
drían ser incluidas perfectamente ,en este otro apartado. Ten­
dencias actualmente triunfantes de la novela (Peter Cheyney)
o el cine (Hitchcock, Eddie Constantine) utilizan el humor
como elemento que humaniza la trama y deshace algunas
de las convenciones habituales.

, Veánse: Pedro Laln, «Ensayo sobre 121 novela po¡icíaca .., en Vestigios.
Ensayos ti, critica)' amistat!, Madrid, Epesa, 1948. A. del Monte, By<v. historia de
fa rwvelo I>oli~fa~a, Madrid, Tauros (Ser y Tiempo), 1962. Fereydoun Hoveyrla,
Hütoria de la noveln policll/((j, M a.drid , Alianza Editorial (El libro de bolsillo),
1967. R. 9ubern y otros, La novela criminal, Barcelona, Tusqucts (Cuadernos
tnfimos), 1970.
a Veáse El cum/o policio.l lalinoamericarw, antologb. de Donald A. Yates,
Mfltíco; De Andrea, 1964.

124 125

,,"U.~...,~;po. !IJJ~""-'.4If"''''''
.:,..."" ,'J':;"~CA. 6\1'l. h\,.,,~
_._ ......... ~ ~ ~ ... ,."_1,, ~.~.,

La novela policíaca tiene un carácter fuertemente cere­ los hechos. Más aún: busca una .verdad concreta, fácilmente
bral. Significa la resolución de un problema, casi de un cruci­ inteligible. Y evita todo elemento inútil o retardaría del ritmo
grama. Psicoanaliticamente, eSlfl ligada al tema del laberinto de la acción, que debe ser trepidante.
o de la búsqueda peligrosa, en el que algunos ven la expresión Como consecuencia de todo esto surge una técnica escueta,
literaria del complejo de Edipo. Por eso Wayne C. Booth directisíma, que responde muy bien a ciertas necesidades y
incluye este grupo dentro de las típicas novelas intelectuales. gustos del hombre actual. Por eso esta técnica ha podido .ser
Obedece a uno de los pocos prejuicios que son aceptados uni­ aplicada a otros tipos de novela.
versalmente: el malhechor es antisocial, debe ser hallado y Dashiel Hammett, por ejemplo, es considerado uno de
castigado. Ocasionalmente, el humor, el escepticismo ante los máximos maestros universales de la novela objetiva, que
las leyes sociales o la admiración por el ingenio del criminal aplica la técnica behaviourista 4. Se limita a colocar ante
destruyen este prejuicio, provocando -cada vez con más nosotros los hechos, sin ningún comentario, lo que produce
frecuencia- .nuestra simpatia por el criminal. Una serie de unos efectos de sorpresa (sin mengua de la verosimilitud)
excelentes pelkulas inglesas nos proporcionan el mejor ejemplo especialmente apropíados para el género policíaco. En La
de ello: Oro en barras, El quinteto de la muerte, La extraña prisí61l llave de cristal, Ned Beaumont, después de pelearse con su amigo
de Huntleigh ... Paul, va a ver a Shad o'Rory, el jefe de la banda rival, y le
Roger Caillois, en su importante estudio de la novela propone venderle a Paul y sus secretos. El lector cree ingenua­
policiaca J, ha subrayado el intelectualismo de este género. mente que, movido por la c6lera, Ned se ha convertido en un
Resumamos brevemente sus concIusíones: esta novela narra traidor. Pero Shad retiene a Ned y le maltrata, sin que éste
la qlÍsma historia que la de aven'turas, pero en sentido inverso; quiera decir nada más. La conducta de Ned resulta enig­
sigue el orden del descubrimiento, como una arquitectura mática, incomprensible, hasta que, muchas páginas después,
piramidal. Se inventa continuamente nuevas reglas. Tiende a) volver en si, en el hospital, dice: «Había ido allí para ten·
antes que nada a satisracer la inteligencia. Se aleja así de la derle una trampa y fue él el que me cogió en ella .••
novela para acercarse cada vez más a la matemática. Tiene Gracias a esta técnica, Hammett ha creado un nuevo tipo
por objeto demostrar, no mostrar. Llega a ser un juego de de héroe: el ((strong silent mam. \ hombre duro y silencioso
ingenio, un mecanismo intelectual que produce un placer que no dice nada ni piensa (nosotros, por lo menos, no lo sa­
abstracto. Pero es también novela salurada de humanidad bemos) : solamente aclúa.
sufriente: recurre para ello al honor, la crueldad, el sexo ... Está esto en intima coneK.iÓn con la evolución del tipo
Todo está en ella al servido del hecho úe que el lector ten­ del detective. En general, ha ido perdiendo toda su brillantez
ga posibilidades de averiguar el culpable; y, a la vez, que inicial para convertirse en un tipo medio, oscuro. grisáceo,
la solución final sea sorprendente. En el rondo, más que des­ no demasiado diferente de los bandidos contra los que lucha,
cubrir a un culpable interesa reducir lo inexplicable al expli­ humanizado por sus pequeñas manías. Recordemos el ejemplo
cable, lo imposible a posible, lo sobrenatural a natural. Presenta arquetipico de Maigret, tan bien encarnado fisicamente en
así la eterna lucha entre un elemento de turbulencia y un la pantalla por lean Gabin. Esto se contrapesa con la tendencia
elemento de orden. contraria, que convierte al policía en una máquina refinada
Es importante darse cuenta de que la novela policíaca y sofistícadisima. producto de la era de las computadoras.
no pierde tiempo con teorías de ninguna clase. Su meollo son
• Ob$crvemos el pintoresco 11tol0, que imita el de a1guno~ antiguos tratados:
L, romall Jmlicier Plt Crmll1lll"t l'inJ.lIiglnt, SI rétirt du: lI'Iond, 10llr se con.racrtr 11 su jewc • Jo:l lector espai'lol puede hallar hoy muy l:ácilinentt SU! tres principales
.1 foraraent la s()(;i.tl ¡,.troduit ses probUlI'I1S dans CnlX-C¡, 2.· ed, Buenos Airea, Eda. novelas, reeditadas por Alianza Editorial; Casec/¡Il rl!}a, La /lavo d. crisl(J{ y El
des Lettre3 Fcanc;alse$ (Sur), 1941. La traducci6n c.pai'lola fue incluida luego nalcón maltJs.
en el volumen S()(;i()l()gla d. la nO~lla. ~ CI,wde-Edmonde Magny, L'dg, du roma,. americain. /:'d. citada, pág. 53.

126 127
.

Hoy, la novela policíaca línda con la de espionaje y la de Las dos más famosas, quizá, son /984, de G. Orwell, y Un
ciencia-ficción. La primera, incluida tradicionalmente dentro mundo f,li:;., de Aldous Huxley.
de la novela de aventuras, alcanza a veces un carácter simbó­ El mito de James Bond, que ha triunfado universalmente,
lico. En los ejemplos «(clásicos•• nos sigue interesando el des­ participa del espionaje y de la ciencia-ficci6n: la técnica más
cubrir, por debajo de las apariencias contradictorias, a cuál refinada se ha puesto al servido de este (héroe», Lo más tipico
de los «dos bandos>, pertenece cada uno de los personajes de sus novelas es la combinación de erotislJt9. violsncia y hu[)}or.
sospechosos. Así sucede, por ejemplo, con una discreta novel~ Además de eso, existen otros elementos: sadismo, ideología
que ha alcanzado las cifras mundiales de venta más altas en fascísta, racismo, utilización sin ningún escnípuJo de los hombres
estos años: El esPía no vuelve, de John Le Carre. (y de las mujeres, por supuesto) como puros medios para al.
Otras veces, sin embargo, los espias y contraespias son canzar el fin que se persigue, etc.
tan numerosos que nos impiden la tranquilizadora separaci6n Por otra parte, las novelas de Ian Fleming estan relati­
en «buenos» y «malos». Llega un momento, incluso, en que vamente bien escritas y son totalmente «modernas», puestas
ellos mismos no saben cuáles son sus aliados o enemigos ni al dla en la técnica: capitulos cortos, ritmo dinámico, acción
a quién sirven, en definitiva; todo adquiere, así, un carácter continua, ausencia de digresiones retóricas o palabrería inútil.
fantasmal, de pesadilla kafkiana, que se balancea entre el En resumen, la novela policiaca es uno de los grandes
humor y el absurdo total. Ejemplo de esto son Nuestro hombre «divertimentos» de nuestra época. Testimonia la necesidad
en La Habana, de Graham Grcene, y la película francesa L()s de diversi6n de un hombre que trabaja muchas horas en empleos
espías> de H. G. Clouzot. que frecuentemente no responden a sus aficiones ni afectan
.La novela de ciencia-ficción alcanz.a hoy un éxito mundial apenas a los intereses que mueven su personalidad. ~da
creciente. El hombre medio, desbordado en su imaginación policiaca, ~!Ld~~nitiva, es una pura novela de imaginación,
por las realizaciones de la técnica actual, está dispuesto a ad­ escrita con la finalidad fundamental de divertir, aunque hoy
mitir casi todo 10 que le cuenten. Este tipo de novela suele llegue~-'énOciÍÍlioñes;--a· expresar- ia .ambiguooad y el misterio
servir al escamoteo de la realidad dolorosa, al escapismo cer­ de nuestra existencia. En general, enlaza con la l,lovela más
cano al de la «novela rosa». Sin embargo, no tiene por qué
suceder as! necesariamente. Patrick Moore distingue dos tipos
.
elemental, la que, bajo una
Siempre.
. u otra
, forma, pervive y pervivirá
de relatos 7: «Los que cientificamente son inexactos.) y «los
que se ajustan, en todo lo posible, a los conocimientos actuales
de la ciencia» 8. Estos últimos constituyen, en su opinión, el
único tipo legitimo oc
ciencia-ficción: poseen un fondo de
verosimilitud realista y ayudan a la divulgaci6n. Y esta litera­
tura no s6lo sirve para la critica implícita de las instituciones,
cuando otra cosa no es posible, sino que suele expresar los
temas obsesivos y las frustraciones de nuestra sociedad 9.
Al margen de todo esto hemos de citar las utopias que
envuelven un importante mensaje para el hombre de nuestro
tiempo, bajo la apariencia de una obra de ciencía~ficcí6n.

• John Le Carré, El espfa ~o mullle) 4." ed., Barcelona, Noguel", 1964.


• P. Maore, Ciencilly.fiuión, Madrid, Taurus (Ser y Tiempo), 1965.
• El subrayado el nuestro.
• Kíngsley Ami!, El universo d. la cienda$ccwlI. Madrid. "Ciencia Nueva",
1966.

128
129

XVIII
Novela poética
En 1923, Paul Valéry tralaba de definir la esencia del
género novelesco por oposición a la poesía. No podríamos
hoy decir 10 mismo. La ruptura de la lógica y del sentido común
ha hecho posibles los más fabulosos hallazgos en la novela
poética contemporánea. Su cercanja con la simbólica es evi­
dente.
Este tipo de novela presenta una serie de ventajas, de posi­
bilidades narrativas: además del valor poético que posea, nos
da una visiÓn fuertemente subjetiva. Suele ocuparse con fre·
cucneía de lo que hemos venido llamando el descubrimiento
de mundos interiores. Provoca en nosotros una sensación de
sorpresa constante, maravillada. Nos presenta un mundo
fresco, nuevo, no desgastado todayja por el uso constante,
la rutina ni los tÓpicos.
En efecto, cabe hallar lo poético en la búsqueda de un
más allá, de algo alejado de nuestra vida cotidiana en cual­
quier septido: desde el puramente geográfico ((Novela tár­
tara», de Ramón Gómez de la Serna, en sus Seis falsas novelas)
hasta el más profundo, metal1síco. Pero cabe también buscarlo
en la vida cotidiana, por debajo de la costra rutinaria que la
ha cubierto.
Arnold Bennet lo exprésa con gran exactitud: «Toda
escena, incluso la más común, es maravillosa sólo con que
uno se aparte de la rutina y la contemple como si fuera por
prinlt'f:l ve7-, El novelista debe cultivar esa facultad de ver
las cosas sencillamente, ingenuamente, como un niño o un
loco que vivan cada momento en el presente sin recuerdos.»
Este es el caso, por ejemplo, del norteamericano William
Saroyan. En él lo poético se une a una visiÓn hondamente

131
..

vitalista, que sabe apreciar todas las cualidades materiales materialista y mecanizado. Viene a demostrar esta novela
de las cosas, todos los auténticos «momentos de la vida~). No que el ensueí\o sigue siendo una real necesidad del hombre.
debe extrañarnos, después de la cita anterior, el hecho de que Usurpa asl, en cierta medida, el campo propio de la poesia.
los protagonistas de varias de sus obras (Mi nombre es Aram, Su mérito consiste en poner los valores poéticos al alcance de
Chiquillos, etc.) sean niños. una gran masa de lectores, utilizando la prosa como forma
En las novelas de Jean Giraudoux nos encontramos con más fácilmente accesible y dando esa visi6n total de un am­
un proceso semejante. La realidad cotidiana francesa (en Bella~ biente que es propia de la novela.
o alemana (en Siegfried et le Limousin) aparece potenciada por A la vez, la novela poética nos acerca a la realidad pro­
un deseo inagotable de pureza hasta alcanzar términos casi funda, nos enseña a ver el mundo. Igual que la buena pintura.
de locura poética. Resplandece aquí el deseo de la aurora, En esto, como en todo, debemos ser fieles a nuestro tiempo.
de la juventud, de un mundo recién creado en el que todo es Podemos admirar nosta.lgicamente la paz profunda de un
(todavía) limpio, inocente. La sombra de Platón se une asi interior de Vermeer o un paisaje de Hobbema, pero ése no es
al eterno sueño del hombre) la nostalgia del parais() perdido 1 • nuestro mundo. La novela que hoy nos corresponde es la equi­
No estamos aqui muy lejos del surrealismo, que ejerci6 valente a un paisaje nocturno de Van Gogh: astros que giran,
una auténtica labor benéfica para todo el arte contemporáneo cipreses como llamas, dolorosa inquietud. O el realismo mágico,
al liberarlo de los prejuicios burgueses del realismo y la vero­ ingenuo y sabio a la vez, de un Paul Klee.
simítitud; supo abrir los caminos del ensueño, de las relaciones La gran novela actual aspira a ser un arte casi total, cer­
inesperadas entre las cosas, de la gracia indefinible, como en cano a la música y también a la poesía. Como dice Butor,
la pintura deJoan Miró. El surrealismo dio origen) en Francia, «había tenido la impresi6n de que la novela, en sus formas
a una serie importante de novelas poéticas; una de ellas, quizá más elevadas, podia ser un medio de resolver, de superar estas
la más famosa, es Le rivoge des Syrtes, de Julien Gracq. Es evi­ diferencias, que era capaz de recoger todo el legado de la
dente que la huella del surrealismo permanece hoy viva en Cor­ auténtica poesía» 3. Nada tiene que ver esto, naturalmente,
tázar, por ejemplo, como ha mostrado Alessandra .Taglialatela. con el fácil «lirismo» de las descripcíones o conversaciones
Los inconvenientes de este género de novelas son claros: de la narración decimonónica.
el alejamiento de la realidad 2 supone a veces (no necesariamente) , "
una deshumanización que está en pugna con la raiz misma
del auténtico arte. La primada de los valores poéticos suele
traer consigo una peligrosa disminuci6n de los puramente
narrativos: aunque señalar, desde el punto de vista de la novela
de nuestro siglo, qué es lo puramente narrativo no resulta ya
nada fácil.
¿Qué razones tiene el éxito de este tipo de novelas? Por
supuesto) eLdeseo de evasión (en el más noble sentido), la nece­
sidad de poesia en un mundo demasiado gris, demasiado

, Andrés Amoroo, «Algunas notas sobre la idea de pureza en la "Electra"


de Giradoux», en Cuadernos Hirpanoamtricallos, Madrid, 1965, núm. 18j.
• No encajan por eso aqul, a pesar de BU titulo, las tres «novelas poem'ticilt
de la vida espafiola.. de P~rez de Ayata, fumetlo, L~ tú: dumingll, La caftla ti, los
limones (Madrid, Renacimiento, '924), que logran conjugar la viBi6n del mundo
desapasionada, casi mitol6gica, con la cercanla implacable a la realidad eII­
pañola. • Michel BUlor, Sobre literatllra, Il,ed. citada, pág. 7.

132
133
..

XIX

Novela intelectual
Un género típico de nuestro siglo es la novela intelectual,
portadora de toda clase de ideas. Pensemos en los grandes
tomos de Thomas Mann, por ejemplo: La mOlltaÍÜJ mágica;
DQctOT FaJlstus... Este tipo de novelas se ha desarrollado espe­
cialmente en el ambiente inglés muy intelectual de los llamados
(highbrows» o «cejialtos». Culmina en Aldous Huxley y sus
«(fiovelas*charlas». Este tipo de novelas puede ser visto, his­
tóricamente, como una continuación de la sátira menipea,
los diálogos de los muertos o los renacentistas l.
En España, lo encontramos en Pérez de Ayala, que al·
Cfmz.a la verdadera novela-ensayo, construida en torno a la
discusi6n de un tema intelectual: los inconvenientes de una
educación sexual basada en la ignorancia (en Las novelas de
Urbano y Simona) , la humanízaci6n del concepto clásico español
del honor matrimonial (en Tigre Juan y El curandero de .tt.l honra).
Otro elemento intelectual en las novelas de este autor son las
discusiones sobre libros que, siguiendo a !lU maestro Clarin,
une intimamente a la trama de sus novelas.
Suele coincidir con este grupo la llamada BildungJroman
o novela de desarrollo, que trata de la maduración intelectual,
moral, espiritual o arlh.lica del joven protagonista. Por ejemplo,
La pala de la raposa, de Pérez de Ayala; Eljoutm Torlm, de Musil;
. El cuart(} de Jacob, de Virginia Woolf...
La novela intelectual responde a un deseo cognoscilivo:
queremos saber cuáles son las verdaderas razones, motivos
y orígenes, o cuál es la verdad sobl"e la vida misma. Por ejemplo,

Northrop Frye, abra chada, pág. 310,

135
..

en Síddhartha, de Hermann Hesse, hoy leída con fervor por mayor calado que el ofrecido en la via racional de filosofía
los «hippies), lo esencial es su búsqueda de la verdad acerca y ciencia; y tal es !a raz6n de que filosofia y ciencia vayar
de cómo vivir un hombre. Son novelas en las que buscamos redescubriendo tardíamente verdades que ya desde mu)
una respuesta a esto: ¿qué significan nuestras vidas? Por su­ pronto la humarudad había recibido en revelaciones fulgu­
puesto que no nos interesarán si no nos preocupa ese tema o lo rantes a través de la imaginación poética. Esto y no otra cosa
que el novelista puede decirnos sobre él 2 • es lo que implica el clásico "enseñar deleitando", siempr€
La novela de tipo muy intelectual se dio sobre todo hacíai que no se interprete el enseiiar como pedestre didacticisme
los años veinte, pero sigue todavia bastante válida. Pensemos, ní se abarate el deleite en trivial entretenimiento»·.
por ejemplo, en la enorme difusión que han alcanzado las Dos peligros principales acechan a este tipo de novelas.
ideas filosóficas de Camus y Sartre gracias a sus novelas. Uno, evidente, el aburrimiento del lector. Otro, más profundo:
Hoy la novela es un instrumento universal para adquirir la deshumanizaci6n abstracta. Este riesgo existe, pero no eh
conocimientos sobre el hombre, sobre la vida, incluso sobre tan inevitable como vulgarmente se suele suponer. lntelec­
muchas cuestiones concretas que afectan a nuestra existencia. tualismo no supone necesariamente aburrimiento. Volvamos
La gran masa aprende en las novelas filosofia (Sartre), psico­ a citar los casos de Huxley y Pérez de Ayala, novelistas honda·
logia (Proust, Somerset Maugham), teologia (Thomas Mann, mente intelectuales que nos dan también una vida candente
Bernanos), critica literaria (Clar[n, Pérez de AyaIa), ética y saben tocar temas de palpitante interés.
(Camus), etc. Hoy la novela sigue, en general, otros caminos. Pero eso
Puede admitir la novela contempodlnea toda esa gran no es algo forzoso. Muy reciente, por ejemplo, está el éxito
variedad de contenidos porqué, como vio acertadamente de El gatopartlo, de Giuseppe Tomasi de Lampedusa S, una
Baraja, es un género esencialmente «permeable;): a la vida, admirable novela de este género.
a la política, a las demás formas literarias, a las ciencias ... No tengamos un concepto demasiado estrecho de 10 inte­
Ha de haber novelas para todos los niveles de lectores. lectual. Para que una novela lo sea no es esencial que discuta
y la intelectual se dirige, por supuesto, a un públieo que está problemas muy elevados. Lo fundamental es que la visión
cultural mente algo por encima del nivel medio. del mundo que nos dé sea amplia, inteligente, sabía, compleja;
Francisco AyaIa hace uno de los mejores tratamientos y, como consecuencia casi inevitable de todo ello, ir6nica ante
que conozco del tema ~el contenido intelectual de la obra muchas pequeñeces de nuestra vida.
literaria: «No podría existir sino a hase de un argumento, Esta ironia suele estar en el extremo opuesto de la frivolidad
pero sólo cuando el argumento está embebido por completo superficial: en la novela de nuestros dias conocemos muy
en su textura poética, es decir, cuando ha sido transferido sin pocas escenas tan patéticas, tan hondamente humanas, como
residuo al plano imaginario, merecerá un escrito la considera­ ese largo baile final de El gatopardtJ (admirable también en la
ción de obra de arte.~> Las ideas no se oponen a la vida: «El versión cinematográfica de Luchino Visconti), a lo largo del
pensamiento entra en la poesía como función de vida imagi­ cual, en la noche estrellada, el príncipe Fabrizio Salina va
naria, es decir, como un elemento de aquella vida humana sintiendo la llegada de la muerte, el «fin de todQ).
que se quiere representar o imitar en el sentido de la mimesis La realidad incluye también las ideas. Los novelistas inte­
aristotélica,> 3. lectuales asi lo han hecho constar repetidas veces frente a sus
Y, refiriéndose también a la novela, añade: «La poesía es, censores. Unamuno nos lo dice con su habitual fogosidad:
a su modo, un método de conocimiento, conocimiento por «No sea que alguien se figure que cuando he escrito novelas
via intuitiva, que sin duda posee mayor amplitud y quizá
• lbldml, pig 52,
, Wayne C. Booth, obn citada, pllg. 125, l G. T. Lampedu3a, El gtlwpardo, Barcelona, Nogucr (Galer/a literaria).
• Francisco Ayala, La estructura ,,,,rraliva, ed. citada, págs. 44-45· 1959·

136 137
..

ha sido para revestir disquisiciones psicológicas, filosóficas nalísmo; 0, como advierte Gaelan Picon, en La condición humauII
o metafísicas. Lo que después de todo no sería sino hacer lo que que en La princesa de Cleves. Los románticos y los existencialista~
han hecho todos los novelistas dignos de este nombre, a sabien­ ínsurgieron contra el conocimiento racional y científico, nu
das o no de ello. Todo relato tiene su sentido trascendente, contra el conocimiento en su sentido más amplio. El existen­
tiene su filosofía, y nadie cuenta nada sin otra finalidad que tialismo actual, la fenomenología y la literatura contemporánea
contar. Que contar nada, quiero decir. Porque no hay realidad constituyen, en bloque, la búsqueda de un nuevo conocimiento,
sin idealidad»'. más profundo y complejo, pues incluye el irracional misterio
Lo mismo hace un autor tan vitalista como D. H. Lawrence: de la existencia) 9. No hacen falta -me parece- más tes­
«Puesto que la novela es un microcosmos y puesto que el hombre, timonios.
al considerar el universo, debe considerarlo a la luz de una Con todos sus riesgos (frialdad, amaneramiento, deshuma­
teoría, toda novela debe tener, pues, el fondo o el esqueleto nización) la novela intelt:ctual me parece uno de los inventos
estructural de alguna teoda _del ser, de alguna metafísica. más ambiciosos e interesantes -más vital, también dI'. la
Pero la metafísica tiene que servir siempre la intenci6n artística narración en el siglo xx.
más allá del fin consciente del artista. De lo contrario, la novela
se convierte en un tratado>, 7.
Con su orgulloso sentido del humor, Aldous Hux]ey afirma:
«El principal defecto de la novela de ideas es que uno tiene
que escribir acerca de gente que tiene ideas que expresar,
a
lo cual excluye a lodo el mundo salvo un 0,[ por 100 de la
raza humana. De aquí que los verdaderos novelistas, los nove­
listas natos, no escriban esta clase de libros. Pero ésta es la
razón por la que yo nunca pretendí ser un novelista nato» B.
Y, fiel a su postura habitual, Ernesto. Sábato dice: «La
Jiteratura de nuestro tiempo ha renegado de la razón, pero
no significa que reniegue del pensamiento, que sus ficciones
sean una pura descripci6n de movimientos corporales y de
sentimientos y emociones. Esta literatura no sostiene la desca­
bellada teorla de que los personajes no piensan: sostiene que
los hombres, en la ficci6n como en la realidad, no obedecen
a las leyes de la lógica. Es el mismo pensamiento que nos ha
vuelto cautos, al revelamos sus propios .límites en esta quiebra
general de nuestra época. Pero, en otro sentido, nunca como
hoy la novela ha estado tan cargada de ideas, nunca como hoy
se ha mostrado tan interesada en el conocimíento del hombre.
Es que no se debe confundir conocimiento con raz6n. Hay
más ideas en Crimeny castigo que en cualquier novela del racio­

• Un¡ununo. Pr61ogo 4 Sall Malluel B"."", mártir,y Ires historias rruú, Madrid,
Espua-Calpc (Austral), 5." «l .• 1963. pág. 14.

7 M. AlIol, obra citada, pág. 135.

I A. Hu,..ley, Co"lTapunt~, «l. citada, cap. XXII.

• E. SábalO, El (,,,ilar y ru<fantasmas, ed. cilada, págs. 25·~6.

136 139

xx
Vitalismo norteamericano
En la novela se refleja de modo importante ese vitalismo
que constituye una de las explicaciones fundamentales de
nuestro tiempo. Nunca se habian dado anteriormente escri­
tores que desprecien tanto todo lo que signifique intelectua­
lismo. Dos ejemplos muy concretos nos ayudarán a verlo.
En La Nausée, el personaje estudioso, que pasa todos sus ratos
libres en una biblioteca, el que representa en la novela al «huma­
nista» ... , acaba resultando un pobre hombre anormal 1, En
La colmena, de Camilo José Cela, hay un personaje lamentable,
el más despreciable quizá de toda la gran masa sodal que
desfila por el libro: este caballero debe una importante cantidad
de dinero a su limpiabotas, a pesar de lo cual le trata con un
desprecio absoluto. Engaña continuamente a los desconocidos
que se sientan junto a su mesa para conseguir de balde un
cigarrillo... Pues bien: según Cela, este «don Leonardo es un
hombre culto, un hombre que denota saber muchas cosas»~.
Con un tono más trágico, de modo mucho más implacable,
Bertolt Brecht nos ha dicho: «De las bibliotecas I salen los
asesinos)~ J.
La principal corriente vitalista en la novela contempor¡lnea
procede de Norteamérica. Falta allí una tradición fuerte de
intelectualismo retórico contra el cual reaccionar. Su vitalismo,

I J. P. Sartre, La nauslt, Parls, Gallimam (Livre de Poche), 1963. págs.


229- 2 36.
C. J. Cela, La cqlmena, Buenos Aires, Emecé: (Grandes novelista$), 1951,
pág. 12,
• Bertolt Brecbt, Po.mas.J <l1l1Ci(¡/!"J, Madrid, Alianza (El Jibn> de bolsillo),
1968, pág. 111.

141
.

por eso, es natural y espontáneo, sin las complejidades un poco con disciplina, casi como un metódico funcionario. Respetaba
morbosas del intelectual europeo que se avergüenza de serlo. la tradición literaria, leía con avidez a clásicos y contemporá­
Disponen. por otra parte. de una tradición novelesca muy neos. Pensaba y discutía frecuentemente acerca de problemas
importante: Mark Twain, Mclvílle, Hawthorne, Henry James... técnicos de la novela. Ponia, en resumen, todas sus experiencias
Su in8uencia en Europa, como es sabido, se produce es­ cotidianas al servicio de su creación líteraria.
pecialmente al establecerse en Parls por los años veinte un Casi todos estos autores han trabajado o trabajan como
grupo importante de escritores norteamericanos 4. Forman periodistas. Traen a la novela, por eso, una prosa cortada,
la «generación perdida) (lost generatíon). Hoy, han obtenido sin retórica ni convencionalismos, procedimientos formales
la plena consagración universal Hemingway y Faulkner. Se nuevos, influidos muchas veces por el cinr, y una búsqueda
mantiene con altibajos la fama de Steínbeck. Ha caído en continúa de la mayor economía en el uso de los medios expre­
progresivo olvido (a causa, en gran parte, de su actitud ideo· sivos 1.
16gica) Dos Passos, antes tan inlluyente en la novela social La vida, para estos escritores (como antes para Stendhal),
del mundo entero por sus técnicas narrativas. Ha menguado es fundamentalmente una búsqueda de sensaciones intensas,
también la fama de Erskine Caldwell. Se redescubre hoy con que arrastren todo nuestro ser. En esta atracción por el fuego
pasión, como símbolo de unos años que vuelven a estar de acabaron quemándose dos de sus máximas figuras, Seott
moda, a Scott Fitzgerald y a Nathanael West. Fítzgerald y Hemingway. La huena de su vitalismo y de su
Su actitud es independiente, de revuel[a estética y social. técnica desenfadada es clara en casi toda la novela europea
Aborrecen toda retórica. Traen al mU1ldo de la novela europea posterior. El intelectual europeo se forj6 así una idea unitaria
una atenci6n preferente por lo material y concreto: la buena de la novela americana, hecha esencialmente de intenso vi­
comida, el sol, los placeres del amor, el agua fresca, un vaso talismo.
de buen vino, la frescura de un bosque en pleno verano. Amplían Esto, hoy, ya no es del todo cierto. Recordemos algunos
el' repertorio de personajes, mostrándonos a vagabundos, nombres de novelistas actuales: Saul Bcllow, Mary McCarthy,
huelguistas, borrachos empedernidos. analfabetos, negros, vÍC­ Salinger, Updike, Norman Mailer... En todos ellos sigue vivo
timas de la fatalidad económica y social. Pero todos, a la vez, el vilalismo, desde luego, pero hay lambién una ironía, una
profundamente humanos. «As[, nos devuelven, casi sin pro­ complejidad intelectual y una nueva actitud ante los problemas
ponérselo, una cierta idea del hombre, independiente de los sociales y politicos que denuncia claramente la evoluci6n en
accidentes de clase y condición» ~. la mentalidad de un país y ]a crisis de condencia de sus ele·
No debe aceptarse, sin embargo, la versión barata que mentos más lúcidos.
considera a estos escritores como unos bohemios dedicados
exclusivamente a la «vida alegre». La publicación de las me­
morias de juventud de Hemingway ji puede contribuir a rec­
tificar este t6pico. En este libro vemos cómo el escritor que
exalta el instante, dedicaba, en realidad, a la literatura todo
su tiempo, su interés y su energla. Trabajaba con orden y

• El libro clásico sobre este tema es el ya citado de CI.ulue-Edmondc Magny,


L'ag. du roman am,ricail'l. En español, el de F. J. HoJlmll.n. La ,l(i~da moderna tn
Norltamlri,a (19°0-195°), Barcelona, Seix Barral (Biblioteca Breve), '955.
• Claude·Edrnonde Magny, obra rilada, París ,~8, pág. 55.
• E. Hemingway, París Ira UM fiesta, Barcelona, Seix Barral (Biblioteca , Hemingway pasaba muchas jomadas ante los cuadros de Ctzanne, y
Breve), '964. Vid A. Amorós. "Los años de aprendiz de Erne.st Hemingway", procuró tiSCribir sus primeras novela! con un estilo algo semejante al de este
en Clladmzos Hirpanollmtrícanos, Madrid, 1966, núm. 194. pintor.

142 143
.,

XXI

Vitalismo sexual
La novela del siglo xx se ha distinguido también por la
franqueza en la elecci6n de temas tradicionalmente considera­
dos como escandalosos. Y por incorporar a su vocabulario
palabras de cierta crudeza. El erotismo es una realidad inne­
gable en el mundo actual, unido tanto a la crisís de cierto tipo
de valores como a razones puramente comerciales o al esno­
bismo que pone de moda a autores como Sade, Masoch, BataiJIe,
etcétera. El cine, por supuesto, sigue un camino claramente pa­
ralelo.
No debemos eludir totalmente este tema, a pesar de la
dificultad de tratarlo de una,manera equilibrada y compren­
siva, Vamos a referirnos a dos autores qu~ nos parecen repre­
sentantes tipícos de esta tendencia: D. H. Lawrence y Henry
MiUer.
Los dos son escritores, desde luego, de gran categoría,
La crudeza provocativa de algunas de sus obras responde
evidentemente a un fondo vitalista, al deseo de sensaciones
fuertes, de un mundo primitivo y sin corromper.
D. H. Lawrence representa, dentro de eso, la reacción
de un intelectual contra el puritanismo anglosajón. Subraya
la existencia y la importancia de las realidades corporales.
que alza frente a una tradición unilateralmente racionalista
para proclamar los derechos del cuerpo humano, su belleza,
su trascendencia vital: «La vida s610 es aceptable si el espiritu
y el cuerpo viven en buena armonfa y equilibrio~~ \.

I D. H. Lawrencc, El am(lnt~ dI Latl) Chalttrll)'. trad. francesa, Parb, Gil.·


IIimard, 1932.

145
..

Lawrence escribe sus obras más escandalosas con la con­ En sus famosos Tr6picos, Hcnry MilIcr llega en la exprt:~íúll
ciencia de estar cumpliendo un deber social. una especie de de lo sexual (han pasado algunos años emre lino y otro) a
cruzada contra los tabÍles convencionales; {(Quiero que los atrevimientos mucho mayores. Se trata, ante todo, de un
hombres y las mujeres puedan pensar las cosas sexuales ple­ gran artista de la palabra, que emplea con exuherancia casi
namente, honestamente, limpiamente» 2. Es algo muy seme­ mareante. Es mucho menos intelectual que Lawrence. Su
jante a lo que, refiriéndose a España, declara un personaje anti-intelt:l:lualismo teórico llega a extremos curiosos. Pocas
de Pérez de Ayala: «He ahí Jo absurdo. En parte, por mi carác­ veces se habrá dado un escritor que, en sus obras, desprecie
ter, y en parte mucho mayor, porque me han obligado a rubo­ más los libros y a quienes los escriben. Su contacto con el surrea­
rizarme desde pequeño, cuando se trata de estas cosas. He lismo francés le abrió las puertas para toda libertad ideológica
ahí lo absurdo ( ... ) Lo absurdo está en que no podamos hablar y expresiva. Su tono es, en general, vociferante y extremoso.
naturalmente de estas cosas naturales.>~. Por eso hoy, excep­ Han contribuido no poco a su fama sus diatribas contra
tuando lo chocante de algunas expresiones que buscan épater le Norteamérica, país que abandonó para vivir en Francía, hasta
bourgeois, notamos en Lawrence un tono casi demasiado didáctico, que encontró este. ambiente también demasiado burgués y
el de la persona que intenta ante todo demostrar una tesis. prosaico: «Pasión era algo que echaba de menos en Francia.
Aplacado ya el escándalo producido por sus referencias También espíritu de contradicción, confusión, caos, todas esas
sexuales, lo que permanece hoy más vivo en Lawrence es la genuinas cualidades humanas que ahora volvia a encontrar.»
pasión. Una pasión que no necesita expresarse de modo provo­ Un viaje a Grecia (que relata en El coloso de Marusi) le abrió
cativo para sobrecogernos por su. trágicfi grandeza. La pasión las puertas de un Mediterráneo mítico, poblado de dioses
que se apodera de sus jóvenes heroínas inglesas, finas, bien antiguos y de hombres con reacciones espontáneas, auténticas.
educadas, y les impulsa a lanzarse a los píes de un gúardabos­ Su testimonio contra una civilización deshumanizada (en el
ques, en El amante de Lady Chatterley, o a convertirse en la esposa Tr6pico de Capricornio, por ejemplo) es tan implacable como
de un misera,bie campesino italiano, después de haber aban~ el de Kafka.
donado todo·, Él mismo lo dice claramente, con expresión Junto a la expresión crudisima, existe en Miller también
que hoy nos resulta un poco ingenua: (cMi obra ha sido pro­ una extraordinaria capacidad lirica, que adopta a veces la
ducida por la pasión, como los besos.» forma de un panteismo oscuro y bastante elemental: «En
Es curioso comprobar que las pinturas de Lawrence (pu­ Grecia se tiene el deseo de bañarse en el firmamento. Desea
blicadas por primera vez:, en su totalidad, hace poco) nos uno quitarse la ropa, dar un salto y lanzarse al azul. Aquí
ofrecen un mundo imaginativo perfectamente paralelo al de su se esposan piedra y cielo... 6. La tarea del genio, y el hombre
literatura: besos apasionados, amantes unidos en estrecho abrazo no es olra cosa, es impedir que muera el milagro, vivir cons­
formando un solo cuerpo, figuras retorcidas como una llama tantemente en el milagro, hacer el milagro cada vez más mila­
por el vendaval de la pasión, .. Todo ello dentro de un estilo groso... Dios ha pensado todo de antemano. No nos queda
semejante al del expresionismo alemán y nórdico'. nada que resolver. No nos queda más que fundirnos, disolvernos.
Somos peces solubles y el mundo es un acuario» 7,
* lbítit1ll. Es curioso comprobar que Lawrence y Miller coinciden
~ R. Ptre;¡: de Ayala, LaJ nlJlHIlaJ dt UróQJl(!)' Simo".., prólogo de A. Amorós,
Madrid, Alianza (El Iíbro de bolsillo), 1969, pAgo 126. en aborrecer represiones de una civilización tan desarrollada
• D. H. Lawrence, La mujer perdida, 3,- cd., Madrid, Agllilar (Crisol), 1962. como la anglosajona. Adoran los dos, por el contrario, los va­
• El gran novelista e¡:paftol Ramón J. Sender 1I01ó orrccc ulla ('vocación
admirablemenle comprensiva de Lawrelll:e en (,Los invilados úel desierl(»I,
una de 1l1.li biatorias que componen sus NDII~¡IIS ~it1llfll(Jrts dt Cíóolo. Nueva York. • NÓI':sc la curio~a resonancia juanramoniana de estos términos: «azul...,
Las AmericlI.II Publiahing Ca" 1961, págs, 269-3,6. En re~lídad, esta narraci6n piedra y cielo».
constituye, en su conjunto, un buen homenaje a lo que D. H. Lawrcnce re­ 1 H. Miller, El coloso d. Marusi, I1arcdona, Seix Ba.rral (Biblioteca Breve),
presenta. 1957­

146 147

lores espontáneos de la vida naturaL Movidos por estos sen­


timientos, buscaron inspiración en paises cada vez más cercanos
a este ideal vitalista: Lawrence, en Italia y Méjico; MílIer,
en Francia y Greda. Nadie nos puede 'impedir suponer que
Miller hubiera percibido en España, de haber venido aquf,
valores muy semejantes a los que halló en Grecia.
Hemos señalado dos ejemplos, pero el fenómeno es, hoy;
mucho más general. Pasaron ya los años de escándalo ante
Les amants u otras películas de la «nouveUe vague» francesa. XXII
La superabundancia, muchas veces insuficientemente justi.
cada, de escenas eróticas en el cine contemporáneo suele con·
ducir a la banalizaci6n comercializada del erotismo. (No Novela de humor
ocurre as!, ciertamente, con las peliculas de Buñuel, Antonioni
o Bergman.) Hablar seriamente del humor tiene muchos riesgos, y no
Pero la presencia de la vida sexual en la novela contem­ es el menor el de caer en la ingenua pedanteria. Supone, adem:h,
poránea supone algo mucho más seno y profundo. Autor tan en curíosa paradoja, una empresa trágica, en cuanto vacada
poco escandaloso como Ernesto Sábato lo resume así: «El fatalmente al fracaso. ¿Quién podrá definir con exactitud
sexo, por primera vez en la historia de las letras, adquiere una y delimitar de modo preciso los campos que corresponden
dimensíón metaftsica; y asj, a diferencia de lo que ocurda en a la ¡ronia, el sarcasmo, la sátira, el humor trágico, la cario
la vieja novela, en que el amor era sentimental, mundano catura, lo grotesco? ¿Quién puede asegurar que el efecto
o pornográfico, ahora asume un carácter sagrado. Y si, como humorístico de un texto tiene su origen en la situación y no
dijo Una muna, mediante el amor sabemos cuánto de espi­ en los personajes, las frases elegidas, las resonancias sociales.
ritual tiene la carne, también por su mediación comprendemos o subjetivas que en nosotros despierta? No cabe duda de que
cuánto de camal tiene el espíritu. De tal modo que el siglo la ironía, por ejemplo, exige inevitablemente una cierta cola.
que vivimos es el tíempo en que el espiritu puro ha sido reem­ boración ~on el lector. Unos lectores son capaces de captar
plazado, en lo que a la problemática del hombre se refiere, cierto tipo de humor; otros, no. Y esa posibilidad de captación
por el espíritu encarnado» 8. Pensemos, !lín ir más lejos, en condiciona ineludiblemente el goce. A la inversa: el placer
los hermosos fragmentos eróticos de Cien años de soledad, de no nace sólo del sentido del humor, sino también del hecho de
Garda Márquez. reCOnocerse capaz de apreciarlo.
En la novela contemporánea -usando la bella expresión. Dejemos un tema tan arduo para pasar a puntos más con.
de Salinas Q-, <do erótico se hace agónico» y la vida sexual, cretas y útiles l. Ante todo, el de las diferencias nacionales.
además de que se 'reconozca su importancia intrínseca, sirve Parece claro, sín necesidad de entrar en polémicas minuciosas,
para plantear los grandes temas del hombre: la soledad, la que el inglés posee un talante propicio para el humor, mientras
angustia, las dificultades de una auténtica comunicación, el que el español carece de él en gran medida: lo usual en nuestro
deseo de romper nuestras barreras, la nostalgia de una vida
más feliz, el choque con la sociedád, el recuerdo, la distancia, I Veánse: H. Bergson, Lo risa. Enrayo .!'I'Ifm la rignificaci6n dolo tómi(o, 3." ed.,
la plenitud vital, la esperanza y la desesperanza ... Bueno$ Aires, Losada (Biblioteca Contempor!nea), 1953. R. Escarpit, L'HIJ.­
rrwur, Paris. P. U. F. (Q.ue-uis-je), 1960. Un recientelibro español fe.llume muchas
• E. Sábato, El escrilor y SIIS Janlasmas, ed. citada, pág. 188. Icorlas y CDnslituye una importante aportación a este lema': Celestino F. de la
• Pedro .Salinas, La poesía 1ft Ruhin Darlo. (EnsQ.Ji> sobre el tml(1' lDJ Itmas Vega, O Jegmlo do humor, Vigo, Galaxia, 1963. También se ocupa del tema, en
d.l poeta), Bueno! Aires, Losada, 1948; nueva edicí6n, Barcelona, Seix Barral, su primera parte,e1 estudio de Santiago Vilas, El humor.J la lIolJtla española contem­
1974· poránea, Madrid, Guadarrama (Punto Omega), 196B .

14B 149
.

pais es la oscilación e-ntre la austera severidad y el cruel sarcasmo, contemplar la sonrisa que ensanchaba sus amables facciones,
que no dejan lugar a la suave y matizada sonrisa irónica. radíantes bajo su gorro de dormir.»
(La dolorida humanidad sonriente de Cervantes es, desde­ Fijémonos en estas palabras: «de espíritu sano». Hoy ya
luego, un caso excepcional.) Recordemos, sin pretensiones no resulta fácil serlo, tal como lo concebia Dickens. Precisa­
de agotar el tema, algunos nombres. mente por eso es mayor nuestro encanto cuando dejamos por
En el conjunto de la novela inglesa del siglo XVIII destaca, un momento las preocupaciones y los dolores de nuestra vida
por la originalidad de su humor, Lawrence Sterne. Su obra y volvemos, con mlster Pickwick, a la sencilla alegría de los
principal, Vida y oPiniones del caballero Tristam Shan4J2 es un momentos más felices de nuestra níñez.
libro sorprendente, que se anticipa a muchas innovaciones Un humor tan bondadoso como el de Dickens ha sido
,contemporáneas. Como muestra evidente de esta singularidad cultivado en nuestro siglo por P. G. Wodehouse. No hay en su.
se suele señalar la escasa correspondencia entre el título de la obra el menor reflejo de guerras, hambres. angustias .. " Su
novela y SU contenido: la «vida» que se nos relata es la del tío visi6n es la de un ángel (por no decir de un arcángel) que sólo
del caballero, y las «opiniones» son en realidad las de su padre. halla en la vida optimismo, enredo, tipos pintorescos y situa­
Tristán protagoniza el título, pero durante gran parte de la ciones increibles: por ejemplo, el viejo lord que dedica todo
novela no ha nacido todavia y su papel, en todo caso, no es su afecto e interés a una cerda de concurso, llamada «Empe­
demasiado importante. ratriz de Blandings», o el novio que no puede acudir a la boda
Lo que más nos llama hoy la atención es el empleo de una porque le han robado todos los pantalones. Algunos pueden lla­
serie de recursos formales: .sintaxis,. muy personal, dibujos mar «alienaci6m> al efecto que produce este tipo de obras; noso­
intercalados, puntos suspensivos que reemplazan parte de una tros pensamos, más bien, al margen de lo estrictamente literario,
conversación, interrupciones, caligramas, capItulos de tres en el consuelo y la alegría ofrecidos a millones de personas.
lineas en medio de otros muchos más largos, etc. Todos estos Un humor de tanta pureza e ingenuidad se da también
caracteres preludian claramente la libertad del humorista en nuestro país: Mingote, además de gran dibujante, es un
contempor~neo.
novelista que sabe escribir frases tan logradas como ésta:
Mucho más alejada de nuestra sensibilidad resulta, a pesar «Al principio, la gente eran s6lo dos.»
de sus extraordinarios valores narrativos, la figura de Dickens, El ejemplo inglés nos ha dado un poco la pauta de lo que
en quien culmina el humor inglés del siglo XIX. Desde este es el humor clásico. Debemos ya centrarnos en algunos casos
punto de vista nos interesan especialmente sus Papeles póstumos españoles. El humor de tipo tradicional ha dado figuras tan
del Club Píckwitk. La bondad síngular de los personajes, la importantes como los gallegos FernÍlndez FI6rel. y Camba,
elementalidad de las situaciones (cenas navidei'ias, caldas del o el vasco Zunzunegui. Señalamos su pl'ocedencia regional
caballo, resbalones en el hielo... ) y la atm6sfera· regocijada porque muchos han afirmado que el humor suave e irónico,
componen un conjunto que ha," nos parece el prototipo del proscrito del centro de España, se ha refugiado en las zonas
humor clásico. bañadas por el mar.
Hay, naturalmente, rasgos de sátira social: «Parece que No cabe negar el valor de estas figuras, pero ahora nos
los habitantes de Eatanswill, como los de otras muchas pe­ interesan más aquellos tipos de humor que responden espc­
quei'las ciudades, se consideran de la mayor importancia....> cía,lmente a las características de nuestra época. En primer
Pero predomina el optimismo bonachón: «Echándose hacia lugar, el humor intelectual. En algunos novelistas, el humor
atrás en la silla de asíel\to de enea, el señor Pickwick se rió se adentra por los caminos de la más violenta fanrasia. Porque,
cordialmente de sí mismo, de modo tal, que a cualquier hombre como dice Sender, <da extravagancia es el alma misma de
de espíritu sano le hubiera resultado enteramente delicioso nuesLra era y puede contener las mayores verdades».
Al Ill>Vl'lista intelectual, que plantea en su obra graves
, No conocemOll traducción espai'lola de esra obra lan interesante. problemas, le gusta descansar de cuando en cuando con rasgos
150 151
.

de humor. Además, el intelectualismo supone siempre (salvo Es indudable que el humor negro responde perfectamente
en los fósiles) capacidad de autocrltica e ironía. Surgen así a los anhelos de una época que ha visto deshacerse, como
comparaciones absolutamente poco serias: «La virtud de Ana, pompas de jabón, muchos convencionalismos tradicionales.
como el Cid, ahuyentaba al enemigo después de m,uerta acaso), El peligro, como siempre, es el de convertir la sinceridad dolo­
(Clarín: La regenta). Situaciones insólitas: el romántico ena· rida en c6moda rutina, en «escuela» confortable: as[ ha suce~
morado que pasea la calle a su dama durante tres o cuatro dido en nuestro pais con algunos seguidores de Cela.
horas todos los días desde hace más de dos lustros (Pérez de En sus mejores momentos, el humor negro es la via por la
Ayala: Belarmino y Apolonio) o las dos amigas que se encuentran, que el artista espai'iol puede acceder COn naturalidad a una
después de muchos años, en un lavabo público de Nueva York dimensi6n un~sal (Buñuel), y a la novela metafisica o exis~
yen la situación menos (formah, que puede imaginarse (Fran­ tendal. Este es el caso de un extraordinario dibujante y ex­
cisco Ayala: Historias de mocacos). eritor gallego, Castelao, desgraciadamente muy poco conocido
Frecuentemente, el humor del novelista intelectual sirve en el resto de España·. Castelao nos da una de las notas mfls
a una intención de critica sociaL Esta finalidad puede anular estremecedoras de la literatura de nuestrO siglo poniendo como
el efecto cómico, desde luego, pero también enriquecerlo con titulo de un terrible grabado expresionista estas palabras:
una nueva dimensión. Recordemos el estribillo. que se les «Enterrador, amigo mio.»
hace cantar, en La regenta, a los niños acogidos a una institución Una tendencia típica del humorismo contemporáneo es
benéfica: «Los niños pobres no quieren I ir a la libre Hermandad; la denuncia del t6pico y la ret6rica vacia. El texto más completo
los niños pobres prefieren I la Cristiana caridad.» El mundo y más exclusivamente orientado a esta finalidad es un trata­
de alusíones que aquí está implícito da a estos versos UIJa reso­ dillo de Flaubert, el Dictionnaire des idies refutJ ~. En él están
nancía y una intenci6n perfectamente serias, sÍn disminuir reunidos, por orden alfab~tico, una considerable cantidad de
por ello el puro efecto cómico. tópicos usuales en la conversación y referentes a las más diversas
Se cita frecuentemente como característico .del tempera­ materias: religión, política, moralidad, higiene, literatura, etc.
mento español el «humor negro»). que tiene sus precedentes Ya Quevedo habla realizado una brillante sátira de los lugares
en la picaresca y Quevedo. Busca fundamentalmente la irri­ comunes propíos del lenguaje c.oloquial de su época tn sus
si6n de los convencionalismos propios de la vida social. Hay Premáticas y en los Sueños 1>.
humor muy negro en las novelas de Baroja y en los «esperpentos» El t6pico es la f6rmula lingüística que expresa un modo
de Valle-lnclan (Luces de Bohemia, Los cuernos de don Friolera ... ) de pensar socialmente aceptado. Unas veces, carece de todo
que ve el mundo a través de unos espejos deformadores 3. sentido; otras, responde a tendencias muy arraigadas en el
Volvemos a ver aquí la intenci6n social que predominaba en hombre. De todos modos, supone perez.a, calda en lo mecánico,
el primer Cela (La colmena). mantenimiento de 10 tradicional por el solo hecho de serlo.
No debemos suponer, sin embargo, que este humor sea La juventud posee una especial sensibílidad para estas formu­
exclusivo de nuestro pais. Recordemos el final perfecta­ las que se mantienen por pura inercia. En la renovación de
mente «negro» de una obra del novelista inglés Evelyn costumbres y hAbitos de pensar que necesita nuestro pais
Waugh, Black Mischiif: el protagonista inglés, invitado for­
zoso a una cena de canIbales, devora sin saberlo a su propia • Una buena introducci6n a su obra, variadlsima, es la antologla Esr:olma
novia, «a la que tanto querla». La historia de amor en­ /<1s;61" Vigo, Galaxia, 19fi4-.
cuentra así un desenlace francamente alejado de los habi­ , En OeuVrII 'l1mpm~s. Parls,Ou Seuil (L'lnttgrale), 1964. Vid. A. AmorÓ$:
tuales. «Un inventario de la estupidez humana», en R,~i.rIQ d, Lit,ralvra, Madrid,
XXXI, núm. 61-62 (1967), p:tgs, 75-95.
• Lo ha estudiado muy inteligentemente Loretta Rovatti, ..Struttura e
I Vid. P. SalinllS, «Las esperpenlos de Valle-Incl:tn". en Litera/lira tspañola. stile nei KSueftOS" di Quevedo.. , en Sllldi M,dÍ/¡{alini t Volgari. Univ. dí Pisa,
Síglo XX, nueva edición, Madrid. Alianza (El libro de bolsillo), 1970. vols. XV-XVI.(I968}. pAgs. 121-168.

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ocupará lugar importante la lucha conlra el tópico; para ellu Muchos años después, Camilo José Cda vuelve a evot:ar
puede ser arma importante el humorismo dcsmitíficador. A esta retórica todavía viva, pero ya en franca decadencia, me­
esta tarea .::ontribuy6, con su humor juvenil y revolucionario, diante la figura de un redicho niño de pueblo, que dice cosas
la primera época de La Codorniz '. como éstas: «¿Me permite usted que le acompañe unos hect6­
Normalmente, el novelista no denuncia de modo directo metros? ... No es usted muy velludo» 10. La burla se hace mucho
(larea propia del ensayista o pensador) esos tópicos, sino que más amarga, naturalmente, en el mundo sin esperanza de
demuestra su capacidad mimética poniéndolos en boca de La colmena. Alli es un personaje ridIculo el que dice: «Nosotros,
uno de los personajes de su novela. La intención social suele los Meléndez, añoso tronco emparentado con las más rancias
ser evidente; pero no estorba al efecto cómico de esas frases familias castellanas, hemos sido otrora dueños de vidas y ha·
que estamos hartos de oir. ciendas. Hoy, ya lo ve usted, ¡casi en medio de la rue !» lI_
Dos Passos utiliza este recurso, por ejemplo, para ridi­ La capacidad mimética, referida ahora al campo literario,
culizar el sentimentalismo I:!arato que domina en tanta ora­ encuentra LrílJantisima expresión en las Seis falsas novelas,
toria. política norteamericana: «Déjenme añadir que en todas de Ramón Gómez de la Serna, uno de nuestros más grandes
las pruebas y tribulaciones, sereno entre las negras aguas del humoristas.
desprecio o indiferente a los veloces rabiones de la estimación Hemos visto algunos aspectos del humor contemporáneo,
popular, entre las calladas y breves horas de la noche, y entre centrándonos, tras una breve introducción sobre Inglaterra,
el estruendo de los millones a mediodía, mi báculo, el pan de en la novela española. Existen, desde luego, muchos tipos de
mi vida, mí inspiración ha sido mi lealtad a mi mujer, a mi humor que no hemos considerado. En este campo no caben
madre y a mi bandera» 8. ' reglas fijas. Persiste hoy lo que podemos llamar «humor clásico»,
Gran maestro de este tipo de efectos es Julio Cortázar. que continúa al inglés del siglo XIX. Pero la revolución de la
Ya en su primera novela Los prmt.íos, realiza una acertada novela de nuestro siglo ha afectado también al humor. La crisis
caricatura de los tópicos sentimentales: (En el acongojado del naturalismo, con su exigencia de verosimilítud, permite
grupo del Pelusa se opinaba que las despedidas son siempre al escritor lanzarse por los más diversos caminos. El surrea­
dolorosas, porque unos se van, pero otros se quedan, pero que lismo -por no hablar de la patafisíca- ha descubierto nuevos
mientras hubiera salud, a lo que se hada observar que los y atractivos territorios para el humor contemporáneo. Recor­
viajes son siempre la misma cosa, la alegría de unos y la demos algunas frases típicas de este sector literario: «La mano
pena de los demás, porque están los que se van, pero hay para rascarse es un sustituto del cetro usado por los jefes magos
que pensar también en los que se quedan. El mundo está para hacer justicia y con el que se frotaban la espina dorsal
mal organizado, siempre es igual, para unos todo y para otros en los CilSos. dific:iles» (André BretÓn y Benjamin Perret). «Soñar
nada»'. con Ulla escalera siglliCica que una noche la luna se inclinará
Veamos algunos ejemplos españoles. Clarín, en su extraor­ sobre tu espalda susurrando que le ama» Uohn n. 1.. Gnodwín).
dinaria novela, se burla de las figuras ret6ricas propias de la {(Después de nuestra muerte, deberían meternos dentro de una
literatura decimon6nica: e-n los articulas del arqueólogo de boJa hecha de madera, de muchos colores, Para llevarnos al
Vetusta, ((descollaban las epanadiplosis más cadenciosas, ha­ cemenlerio la empujarían unos sepultureros con guantes trans­
blaban las murallas como libros y solían decir: "Tiemblan parentes, a fin de traer a los amantes el recuerdo de las caricias»
mis cimientos y mis almenas tiemblan"». (Francis Picabia). «Una máquina para escribir las cartas de
amom Uacques Prévert). ((Entre nuestros articulos de herra­
7 Vid. Pedro Lain, "El humor de Lo Codornil.», en La avenlllra d.lm·, Madrid,
Espasa-Calpe (Austral), 19;6. lO C. J. Cela, Viaj, a la Alcarria, Buenos Aires, Espasa-Calpe (Austral),

• Dos Pass06, Manllallan Traruf", Barcelona., Planeta, 1960, pág. 363. 1952, págs. 20-29.
• Julio Cothar, Los premi(1!, «1, citada, pág, 55. " Ed. dl"da, pág. 30.

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J

mientas: perezosas, recomendarnos un grifo que cesa de dar


agua cuando no se le escucha» (Marcel Duchamp). «(Tinta
incolora para analfabetos» (Chaval). «Contador para besos»
(Charles. Cros) l:t. La metáfora y el humor surrealista están,
como se ve} a un paso de la greguería.
Todo esto} que puede parecer un simple juego, sirve también
para hacernos volver a sentir la inagotable extrañeza de la
vida, incluso en sus aspectos más cotidianos, cuando logramos
despojarnos de la costra de la rutina con que solemos contem­ XXIII
plarla. Julio Cortázar nos ofrece un admirable ejemplo con sus
mt'ticulosas e implacablemente lógicas e<lnstruccÍones para
subír una escalera», 13. El humor sirv_e, asi, para revelarnos la
Novela de bolsillo
otra cara de la realidad y para, sometiéndola a crítica, redu­
cirla ¡¡ polvo. Es ~omo la sal que mantiene frescas las ideas, La novela no es sólo una creaci6n artística individual,
evitando que se pongan rancias. El humor, sobre todo, no sino también un objeto que se produce y se adquiere, como
reconoce limites, tiene vocaci6n de totalidad: «Al fin, sefiora, tantos otros. Conviene subrayar que esta consideración socioló­
el humor es all peruading o no es» '\ gica elemental no es independiente, sino que los sistemas de
Por otra parte, el intelectualismo descubre nuevos objetivos edición y distribución repercuten directamente sobre la novela
para la ironía. La capacidad mimética del escritor, por último, en cuanto a obra literaria. La aparición y el enorme éxito del
presenta (sin juzgar de modo explicito) modos de hablar que libro de bolsillo (pocket book, liure de poche) han supuesto una
encontramos graciosos por la referencia a una realidad social gran revolución editoríal; esta nueva perspectiva nQ debe ser
que no nos satisface. olvidada, creemos, al considerar la novela contemporánea en
El humor, de todas formas, acaba siempre' escapándose su conjunto.
de entre las manos si pretendemos entenderlo totalmente en Comencemos por unos datos, históricos: el libro de bolsillo
serio, como el conejo que sale de la chistera y se escapa, veloz, es una invención inglesa; los primeros «(Penguín Dooks~> apa­
y es preciso comprar otro para la próxima función. recieron en 1935. La fórmula inglesa fue imitada después con
gran éxito por los norteamericanos. La primera colección
francesa, el «Lívre de Poche», nace en 1953 l.
Debemos, ante todo, señalar algunos detalles de los carac·
teres que contribuyen a definir el libro de bolsillo: su formato
es relativamente pequeño y bastante sencillo. Tiene un precio
moderado. Es moderno, atractivo. Desborda el ámbito cerrado
de las líbrerías para venderse en quioscos, almacenes, cafe­
terias ...
Los cuatro caracteres son importantes, pero personalmente
nos inclinamos por considerar decisivo el tercero: el atractivo
de lo moderno, de lo juvenil, de lo puesto al día. Nos movemos
12 Cito por Cavelman, Calalogu. d'pbjets illlrou~a/;l,!, Par[s, André Balland, aquí en el terreno (impreciso, pero indudable) de lo que atrae
1969.
" Julio Corlázar, HistIJNaS d. m!Rt>pilu)' de fam/u, 5. 8 ed., BuenO! Aires,
I Para todo este capitulo nos hemos basado en los interesantes estudios
Mínotauro, [969, págs. 25-26,
lO Julio Cortázar, La vuelta al ¡Ira en "'Mnia mundos, ed. citada, pág. 34·
de la reviJta Les Temps Modmaes, 1965, abril, núm. 227.

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la atención yel interés de las masas. El dibujo o la fotografía de éxitos verdaderamente sorprendentes: de una novela tan da­
la portada, elegidos frecuentemente con gusto no exquisito, ramenu vanguardista como Nadja, de André Bretón, se han
parecen ser factores esenciales del éxito. vendido en menos. de un año sesenta mil ejemplares. Las obras
El libro de bolsillo ha suscitado ya reproches serios: se h'a del <mouveau roman~) se han beneficiado enormemente de este
hablado de la «cultura de bolsillo»~, se ha dicho que convierte nuevo sistema.
el libro en un puro «producto». Se ha pensado, sobre todo, En la tercera etapa, el libro de bolsillo se extiende al ensayo,
que sirve a la vulgaridad, creando una superficiaUsima cultura incluyendo titulos muy alejados de la divulgación vulgar.
de masas. Han alcanzado cifras de venta estimables (quince a veinte
Frente a estas opiniones, los elogios son también numerosos mil ejemplares en un año) ltU obras del pintor K1ee, del arqui­
y rotundos. Sin caer en ingenuidades utópicas, nuestra opinión tecto Le Corbusier, del músico Boulcz, del crítico literario
es claramente favorable: la fórmula «de bolsillo» es el único Lukács. De este modo, el libro de bolsillo es un medio de comu­
medio de que adquieran libros con cierta frecuencia sectores nicación entre las diversas ramas culturales, atenúa los incon­
sociales muy amplios, entre ellos el estudiantil. El libro de venientes de la inevitable especializaci6n y mantiene a Un
bolsillo sirve, de hecho, al acceso de las masas a la cultura l. público no minoritario en contacto con las tendencias vivas
Es un Ubro que se compra para leer, no para presumir o decorar. del pensamiento contemporáneo.
Hace viva la cultura, deshace muchos mitos, entre ellos el de El cuarto momento supone la publicaci6n en formato de
la cultura corno una extraña enfermedad decadente o un pri· bolsillo de textos inéditos, ya se trate de novela o ensayo. Esto
vilegío de exquisitos. , supone una revolución editoríal completa que no podemos
El futuro del libro de bolslllo es 'optimista: cada vez se pararnos a examinar.
mejora más su presentación y se extiende a toda clase de géneros Por último, el libro de bolsillo se extiende también a los
y autores. Su éxito hace surgir nuevas colecciones de tipo clásicos: Mon taigne, Racine, Pascal, se ponen al 'alcance del
intermedio entre lo tradicional y la nueva fórmula. Se puede gran público en ediciones recientes, con portadas atractivas
pensar que toda la producción editorial va en camino de divi. y prólogos de grandes escritores contemporáneos. Los Ensqyos
dirse en dos grandes grupos: el libro de' lujo y el de consumo o los Pensamientos atraen ahora nuestra atenci6n desde todos
(libros de bolsillo y similares). los quioscos callejeros o los supermercados.
Fijémonos en un ejemplo que tenemos cercano, el francés. Limitándonos a la novela, parece interesante averiguar
Podemos distinguir cinco etapas o niveles en la publicaci6n cuáles son las que más se venden: diecisiete autores han sobre­
de libros de bolsillo: en el primer momento aparecen con este pasado ya el millón de ejemplares vendidos en «Le livre de
formato las novelas ya consagradas por el éxito popular: Pag. Poche». S610 uno de ellos {Zola} pertenece a la novela clásica
nol, Bazin. Benoit ... del siglo XIX. Los dieciséis restantes los podemos dividir, casi
La segunda etapa comprende ya novelas más difidles: por partes igl.lales, en dos grupos: siete de ellos cultivan una
Sartre, Dino Buzatti... Conviene señalar que el «Livre de novela relativamente tradicional, más O menos inHuida por
poche}) ha publicado recientemente el UliseJ, de Joyce, y toda las tendencias contemporáneas: CoIette, Croujn, Benoit, Ba­
la serie de Proust. Estas inícíativas «peligrosas~. han producido zjn, Pearl S. Buck, Pagnol y Montherlant. Los otros nueve son
grandes maestros de la novela de nuestro siglo: Oide, Heming.
• Vid. el artrcu!o de Hubert DamUch en M",,,rt di Ftaru:" 29 de octubre way, Saint-Exupéry, Malraux, Bernanos, Cocteau, Camus,
de ¡g64· Sartre y Graham Greene. Atendiendo al número de obras de
, Algunas obras espal\olas relacionadas con ene tema; Francisco Ayala, cada uno, resulta que los autores más leídos son Camus> Saint­
El Inritvr ni la ¡ocitdlJli de masas, Buenos Aires, Sur, [958. Pedro Salinas, "Los Exupéry, Malraux y Sartre.
nuevo, analfabetos», en La "sp~lISabilitlad tltl rscriú¡,. Barcelona, Seix Barral
(Biblioteca BI'e'Ve),lg61. Guillermo de Torre, MirwrlasJ masas tilla cultura)' ti Pasemos ahora, por contraste. al libro de bolsillo español.
a71e ,~nt.mporá_¡, Barcelona-Buenos Airea, Edhasa (El Puente). 1962. La colecci6n Austral, de Espasa-Calpe, ha desempeñado un

158 159

'f¡

papel evidente en la cultura española. ¿Podemos calificarla de


<<libro de bolsillo»? Es sencílla y barata, no es moderna ni de t1asificar en tres grupos a los' autores que han conseguído una
mayor popularidad:
formato atractivo. Hemos repasado su oatálogo desde el punto
de vista de la novela contemporánea y no es demasiado lo que
hemos podido hallar. Hay, sí, por su doble localizaci6n edi· aJ Novelas muy sentimentales, amables, cercanas al gé.
torial, algo de novela hispanoamericana de nuestro siglo: nero «rOSa» o al foUeHn, que parecen especíalmente indicadas
Barrios, Gallegos, Larreta, Mallea, Novás Calvo ... En novela para el públíco femenino: Bromfield, Du Maurier, Waltari,
Cecil Roberts.
española se reduce a la del 98: Azorín, Baroja, Unamuno,
Valle-Iodan; por excepción, algo de Cela y Zunzuneguí. "J Novelas que incorporan ciertas novedades contem­
Si atendemos a la novela extranjera, apenas encontramos a poráneas (psicologia, libertad y soltura en la conducción del
algún precursor de lo contemporáneo (Dostoievski, Hawthor­ relato) a un esquema novelesco esencialmente tradicional:
ne) i las escasas obras de autores importantes de nuestro siglo Buck, Cronih, Maurois, Che8terton, S. Zweíg, Lajos Zilahy.
(Faulkner, Hesse), han sido tradicionalmente imposibles de e) Novelas aureoladas por el halo atractivo de ~n cierto
encontrar en España. escándalo, sea de la clase que sea: Maugham, Papjni, Van
der Meersch, F. Sagan.
Sea más o menos agradable la colección Austral, de hecho,
para muchos españoles (j6venes, sobre todo) ha sido la única
accesible durante muchos años. La ausencia en ella de nove­ En realidad, las barreras que separan estos tres grupos son
listas extranjeros contemporáneos explica muchas cosas. Des­ debil.!simas: el ideal popular sigue siendo algo tradicional en
pués de la guerra, eljoven interesado en leer las grandes novelas la forma, amable, exótico, con una pizca de cinismo e inmora­
de nuestro siglo necesitaba buscar (con dificultades) una lidacJ, pero que acabe bien, «como debe ser».
edici6n argentina de precio desmesurado. Ultimamente, el éxito del libro de bolsillo en España ha
La colección de novelas Plaza ha supuesto la verdadera sido realmente espectacular. La causa de esto (y el efecto) ha
introducción del libro de bolsillo en nuestro pais: novelas sido la aparición de Una serie de colecciones que responden
extranjera.s contemporáneas a precio muy bajo, en todos los a los requisitos que antes señalábamos. La más importante,
quioscos, con portadas atractivas ... Al cabo de unos años, en todos los sentidos, es la que llevª el titulo «El libro de Bolsillo>},
sin embargo, la falta de criterio definido y la búsqueda de lo de Alianza Editori~1. Si observamos su catálogo, nos daremos
comercial han impedido la apertura a terrenos menos seguros CUenta de la importancia que tiene para la formación de nuevos
lectores.
económicamente, pero mucho más interesantes.
Repasando el catálogo de esta colección (y las similares: Ante todo, El Libro de BolsilJo divulga las grandes novelas
Reno, Jirafa) aparecen claramente algunas conclusiones: ha del siglo XIX, tratando de hallar sus aspectos má.s actuales:
divulgado en nuestro pais con buen éxito a algunos de los Fernán Caballero, Gald6s, Stendhal, Pereda, Pardo BazAn.
principales novelistas contemporáneos: Mauriac, Heming­ El éxito extraordinario de La regenta sirve de modelo a otros
way, Huxley, Graham Greene, Bernanos, Julíen Green, Sara­ redescubrimientos, para la juventud española: Unamuno (San
yan ... S610 esporádicamente ha dado a conocer obras (con ' Manuel Bueno, 1TlÓ.rtirJ, Pérez de Ayala (La.r novelas de Urbano
frecuencia las menos importantes) de autores de tanto interés y Simona), Gabriel Miró o Baroja; a nivel más minoritario, se
como D. H. Lawrence, H. Hesse, Faulkner, Virginia Woolf... redescubre a autores como López Pinillos o Lucas Mallada.
Brillan totalmente por su ausencia Proust, Musíl, Henry Mi­ El Libro de Bolsillo ha divulgado suficientemente gran
Uer, Joyce, Sartre, Camus, Oide, Henry James, Malraux, parte de la que hoy consideramos más típica novela Contem.
Moravia, Pratolini, Pavese, etcétera. poránea: todo Proust, Kafka, Gjde, Graham Greene, Moravia,
El éxito en libros Plaza constituye un indice interesante Thomas Mann, H. Hesse, y vanos americanos: Hammett,
de la sensibílidad actual del lector medio español. Podemos Sherwood Anderson, CatdweIl, Scott Fitzgerald, NathanaeI
\Vest. .• No ha olvidado el dar a conocer en España autores
160 6
161

rigurosamente actuales como Natalia Guinzburg. Andrze­ Ca,talia, Textos Hispánic(,s Modernos úe Labor, ColeccÍón
jewski, Bulgakov, Lovecran., y antologí~ de cubanos, mexicanos Letras Hispánicas de Cátedra), allnque su concepto de lo clá­
o argentinos. Entre los españoles, Francisco Ayala, Sender, sico pueda ser suficientemente ficxible como para incluir, en
Delibes, Zunzuneguí. Aldecoa, Martín Gaíte, Benet ... ocasiones, novel~ españolas contemporáneas.
Como se ve, las listas son suficienLemente amplias y bien No quiero detenerme ahora -ya lo he hecho con ampli­
orientadas como para merecer un rotundo elogio, aunque tud en otras ocasiones-- en el mundo, de extraordinaria ·tras­
siempre quedan lagunas. No cabe olvidar, sin embargo, que, cendencia comercial, de la novela rosa 4 ni en la importancia
de acuerdo con el tipo de público a que va destinada, la colec­ creciente de ese género híbrido que es la fotonovela.lo.
ción parece prestar más atención al ensayismo ideológico o Al final de esta panorámica de la novela de bols,illo debemos
científico que a lo novelesco. Tal parece ser, en lineas gene­ sacar algunas conclusiones: la aparición tardía de novelas
rales, la orientaci6n de los estudiantes españoles, si salvamos ('ontemporáneas eXLranjeras en nuestras ediciones de bolsillo
los éxitos espectaculares de la novela hispanoamericana. explica en gran parte la situación espafiob: gran l-clraso del
Más o menos influidas por la anterior han proliferado en público lector y /¡dla de madurez en la asimilación de las Léc­
España (quizá rebasando los limites de la prudencia comer­ nicas innovadoras por parte de nuestros novelistas.
cial) muchlsimas colecciones de bolsillo. Desde el punlo de
vista que ahora nos interesa, recordemos que la de oo. Novelas
m lector español dispone hoy de ediciones baratas de al­
gunos maestros de la novela de nuestro siglo. Faltan muchos
y Cuentos no se dedica especialmente a la novela contemporánea, otros, sin embargo, a pesar del gran avance editorial que se ha
aunque sí ha introducido aisladamente a algunos autores de realizado en los últimos años. Las novelas que responden a la
gran interés: Henry James,' Updike, Cheever, narradores tendencia de este momento suelen ser caras y, en el caso de las
U. S. A. de la posguerra, Goldíng, Sholom Aleichem... La extranjeras, dificilcs de encontrar.
colección Punto Omega de ed. Guadarrama se ha limitado, La consideración de los gustos del lector medio limita,
en lo narrativo, a un grupo de escritores fuertemente vinculados pero no destruye, nuestro entusiasmo por las tendencias inno­
entre si y que aspiran -otro problema es si lo consiguen- a vadoras de 1(1 novela contemporánea. Parece ser que asistimos,
escribir novel~ con una altura inteleCtual poco frecuente en en cierta medida, a una vuelta a la novela tradicional ~\ con
nuestro pais: Vintila Haría, Carlos Rojas, Andr~s Bosch, personajes bien definidos y argumento interesante. Y esto no
Garda Viñó ... Inevitable resulta mencionar los libros RTV, es nlU'VO, sino que se ha hecho en todas épocas. Ya la Pardo
de tan arrollador éxito popular gracias al bajo precio y la Ba7,{¡O habla de un tipo de obra a la que la gente suele consi­
campaña de propaganda en Ja televisi6n oficial: a pesar de derar como la novela por antonomasia y que es antiliteraria:
algunos nombres interesantes (Cela, Delibes, Mir6, Onetti), «donde el arte importa un bledo y lo que interesa únicamente es
el conjunto da la impresión de una desorientación y mezcla saber en qué parará y cÓmo se las compondrá el autor para salvar
muy profundas. Por último, la Biblioteca Breve de Bolsillo <t tal personaje o matar a cuál otro» 7. Y pone como ejemplo de
se nutre, casi en su totalidad, de libros ya publicados por la esto a Dumas. Hoy, entrarían dentro de este campo la novela
la colección que hace el papel de su {(hermana mayon> y, por poplll;w, muchas películas y la mayor parte de los telefilmes.
tanto, pone al alcance c;1e1 público español el sector vanguar­ Sin embargo, no cabe en arte la reacdón total. Coexísten
dista de la novela contemporánea: Musil, Frisch, Bassani, hoy dos tipos de novela, que podemos denominar «tradicional»
Vargas-Llosa, Carpentier, Peter Weiss, Pavese, Svevo, el
«nouveau roman». A la editorial Seix y l>arral, en una etapa • :\Il<hf, Amtlrós, SIJt:iol",~í" dr una novela mm, Madrid, Taurus (Cuaderno,
ya concluida, debemos el cuuocimienlo en nuestro país de una T.• ".''''!' ,,/(,H,
gran cantidad de novedades y con un porcentaje de aciertos , AH.I.¿S AtIloró~. $f/¿lil<f<lIurlJ" Barcelona, Arid ¡'-clras e ideas), '974,
en la selección más que notable. A otra esfera pertenecen las • Ma.urice Nadeau, Lr TPmanfranfais depuiJ la glltrrl, Parh, N, R. F. (Idé~s),
1963.
ediciones anotadas de clásicos (Biblioteca Anaya, Clásicos , Pardo Badil, La clmli6n palpitantt, ed. citada, pág. 86.

162 163

;¿~

y (contemporánea». Sin embargo, las innovaciones de la


segunda se reflejan tambi~n (más de lo que pudiera suponerse)
en la primera. En lo hondo de la novela más tradicional que
hoy se escriba están, casi invisibles, las huellas de Dostoievski
de Proust, de Joyee, de Kafka ... Sus hallazgos han quedado
ya incorporados a la tradici6n literaria. Por otro lado, la bús­
queda de nuevos caminos para la novela no se detiene. '
XXIV

Novela y sociologia I
La base sociológica era primordial en la novela realista.
Recuérdese que Balzac se consideraba a si mismo como his­
toriador social. Muchas veces, una novela expone un caso
concreto que es simbolo o ejemplo de un proceso general de
la evolución social. Asi, Gald6s, en Torquemada en la hoguera,
generaliza sociol6gicamente el tema de su novela: «En los
tiempos que vienen, los aristócratas arruinados, desposeídos
de su propiedad por los 'usureros y traficantes de la clase media,
se sentirán impulsados a la venganza ... , querrán destruir esa
raza egoista, esos burgueses groseros y vid osos, que después
de absorber los bienes, de la .Iglesia, se han hecho dueños del
Estado, monopolizan el poder, la riqueza y quieren para sus
arcas todo el dinero de pobres y ricos, y para sus tálamos I~
mujeres de la aristocracia~>2. Pero no se olvide que el material
socio16gico estaba contrapesado' por una reflexión de tipo
moral, psicológico y artístico. Al novelista le preocupa «c6mo
está la sociedad en punto a moralidad y buenas costumbres» '.
Para la escuela naturalista, la novela es un trozo de vida.
Desacreditado hoy universalmente el naturalismo, el deseo
de dar un testimonio social de la realidad conduce muchas
veces, en la práctica, a una recaida en sus métodos. La novela
se convierte frecuentemente en un estudio C~¡ cientifico de

I Vid. Geofl"rey Wagner, .. Sociology and Fiction». en Twmlitl¡ Celllul)',


CLXVJI, febrero 1960.
2 Pére~ GaldÓI, Torqutmatla en la hll,ptra, en Ollros cumpletaJ. V, ed. citada,
pág. 1015.
• Pérez Gald68, Torquemada. IR el purgalorW l ed. citada, pág. 1032.

165
164

una realídad social determinada. En este sentido, se aproxima tigaciones sobre la vida diaria de los Sánchez, una familia
notablemente a la sociología. pobre qut' vive en la capital de México. El esquema utilizado
Hemos de tener en cuenta también que nuestro siglo, por para exponer sus declaraciones es el que podemos llamar de
muchas razones, supone una ~poca critica para la novela. la autobiografia múltiple. En capítulos independientes, cada
Hace años se planteaba ya Ortega el problema como una uno de los personajes (el padre y sus cuatro hijos: dos hijos
crisis de agotamiento. Podemos pensar, con más optimismo, y dos hijas) relata en primera persona sus experiencias perso­
que la crisis es de crecimiento, de madurez y de enriqueci­ nales. La obra consta de tres partes, correspondientes a tres
miento progresivo. Como dice Ernesto Sábato, más que de cortes cronológicos en la vida de cada miembro de la familia.
«crisis de la novela» convendria hablar de (.novela de la crisis». Frecuentemente, un mismo acontecimiento es relatado de
Es indudable que la novela actual no respeta los limites que modo distinto, según la perspectiva del narrador. Como se
tradicionalmente separaban los géneros literarios; no acepta ve, es la misma técnica de Mientras agonL:o, de William Faulk­
ninguna ley e intenta incorporar a su corriente vital los más ner, popularizada en el cine por la peücula japonesa Rashomon.
diversos materiales. Entre ellos, desde luego, el documento La obra de Lewis es un testimonio estremecedor de la
sociológico. vida de los pobres en una gran ciudad. Lo que nos interesa
Esta tendencia se ha desarrollado especialmente en México, ahora, sin embargo, son las posibilidades de ampliación del
sobre la base de estudios antropológicos o sociológicos. En el campo novelesco que esto supone. Ante esta realídad, que
año 1952 publica Ricardo Pozas su Juan Pire.. Jotote. Biografía sabemos auténtica, palidecen las crudezas de las novelas so.
de un totál~. Se subtitula «novda», pe:ro puede también con­ ciales. Precisamente (no nos engañemos) porque nunca podemos
siderarse como un documento antropológico. El autor nos olvidar que esto no es una novela, aunque, por su forma, pu­
presenta la vida diaria de un indio del grupo totzil, de la región diera parecerlo. Nuestra postura ante el problema mencionado
de Chamula (Estado de Chiapas). La obra está próxima, por más arriba es relativamente negativa: Los hiJos de Sánchez es
su tema, a la corriente de novela indigenista, pero es evidente un testimonio sociológico apasionante, pero no es una novela,
su honda verdad, su ausencia de «literalurización». porque el autor se limita a organizar y publicar una serie de
Otra obra relativamente semejante es El dío.sero, del antro­ entrevistas en cinta magnetofónica.
pólogo y escritor Rojas González~. Se trata ahora de una A la vez, tampoco es un puro documento sociológico de
serie de cuentos cuyos protagonistas son indigenas de diversas garantizada veracidad, porque el autor ha ({manipulado»
regiones mexicanas. El autor nos presenta, con sencillez y artísticamente los datos objetivos recogidos previamente. En
auténtico lirismo, sus reacciones ante una serie de hechos coti­ suma, por estar a mitad de camino entre dos géneros, la novela
dianos: el amor, la enfermedad, el comercio, la superstición ... reúne las ventajas (o los inconvenientes, según se estime) de
Estas dos obras, muy difundidas en América, mantienen los dos. Personalmente no puedo participar del entusiasmo con
un dificil equilibrio entre literatura de creación y documento que algunos han proclamado que este libro suponía algo asl
sociológico. La balanza se desnivela a favor de lo científico como la superación de la novela, igual que una autobiogra­
en el caso de un libro que ha alcanzado rápida fama universal: fía no supera a una buena novela psicológica. Su influencia,
Los hijos de Sánche~, de Osear Lewis 5. Este profesor norteame­ en cambio, puede ser beneficiosa en cuanto que se acerca
ricano, ya famoso por sus obras anteriores 7, expone sus ¡nves­ bastante a la fidelidad objetiva en el testimonio. No van des­
-'-:"Ir",co, fondo de Cullura t.conoffilca (LetrillJ Mexicanas), '95~. : caminados los que afirman que, después de esto, una novela no
, ¡hUm!. podrá basarse exclusivamente en su capacidad de testimonio,
• Publicada originariamente tambi~n por el Fondo de Cultura l~con6mica, sino que, para diferenciarse de la cinta magnetofónica o el
esla "'¡itoríal h. renunciado a sus derechos como consecurncia de un ruidoso
proceso. documelllal cinematográfico, necesitará prestar alenciÓn ine­
, Lo. vida en "n puehlo mexicano: Ttpo~tlan J Anlr"pologla de la pobreza. Cill&o ludible a los valores propiamente artísticos. Según esto, Los
!amiliaí. La serie se continúa con el volumen Lo. vida. hijus d( Sánc/tez podría representar algo asi como el papel de

166 167

una excelente fotografIa (un poco «arreglada», eso sí) con rela­ mucho más general. Se ha llegado a compararlos con los «(re·
ción a la pintura realista y abrirla el camino para una reflexi6n tratos-robots» de la policia, figuras construidas mediante la
más profunda sobre lo que constituye el auténtico testimonio. adición de rasgos concretos sobre un fondo indiferenciado.
La obra, desde luego, deja entrever las posibilidades de El rasgo fundamenta), ya lo sabemos, es ese deseo de ad·
acercamiento entre la sociología y la novela, aunque no las quirir cosas. Pero hay muchos más: Georges Perec logra aciertos
realice plenamente. Algo más adelante, en nuestra opinión, brillantes al describirnos la actitud de esos protagonistas­
ha ido la novela francesa que obtuvo el Prix Renaudot en 196 5: ¡ grupo social ante puntos concretos tan diversos como la revista
Les choser, de Georges Perec 8. Su autor es un joven sociólogo L'Express, las peliculas de la «(I'louveHe vague». De GaulIe, el
que utiliza estos conocimientos para su primera obra. No la problema de Argel, el «nouveau roman», etc. En estos pasajes,
subtitula (<novela,>, sino ((una historia de los años sesenta». la caracterización lIOcÍológica alcanza frecuentemente el nivel
Claro está que, para la amplitud de la novela actual, esto no de una deliciosa ironía.
supone dificultad importante, pero no debemos desdeñar la Georges Perec nos presenta en su novela una concepción
pretensi6n de objetividad ni la concreta determinaci6n tem­ de la vida que es hoy muy frecuente, un pecado del que nadic
poral. está enteramente libre. La filtración sociológica es aquf mucho
El argumento es original y plantea un problema muy menos evidente que en el caso de Los hijos de Sd,ru;ke;;. Por eso
interesante: un joven matrimonio francés, Silvie y Jéróme, mismo, deja abiertas posibilidades más interesantes.
conciben la felicidad como posesión de «cosas>~, y dedican El acercamiento a la sociologia es una \'fa renovadora más
todos sus esfuerzos a obtener el dinero necesario para conse­ de las que se abren ante la novela de nuestro tiempo. Mucho
guirlas. Su vida es un largo anhelo que nunca logra completa nos tememos, sin embargo, que esta «moda sociológica» pueda
satisfacción, un suplicio continuamente renovado. suponer en nuestro paIs, en la práctica, un motivo más para
En el fondo de este conflicto se reconoce fácilmente la tenden­ dar vacaciones a la imaginacíón y recaer en el puro descrip~
cia juveníl, que Aranguren ya señaló hace años 9, hacia lo concre­ tivismo naturalista. Un novelista norteamericano actual, Ralph
to y utilitario, lo positivo y funcional. A esto se añade I'a influencia Ellison, nos repite la lección tradicional y -creemos- perma­
de un mundo cosificado, de una «sociedad del bienestar» que nentemente válida: «(La novela es una obra de arte y no una
multiplica las necesidades artificiales. disfrazada muestra de sociologia.»
El carácter sociológico de la novela se hace especialmente
patente en sus personajes: los protagonistas, Silvíe y Jérome,
están muy lejos de ser dos figuras plenamente individualizadas,
tal como las queria la novela clásica decimonónica. (Para los
españoles, Galdós nos sirve siempre de excelente punto de
referencia.) La unión de los dos forma un solo personaje, la
pareja, que el autor nombra habitualmente con la tercera
persona del plural. Además, ellos están plenamente identifi­
cados con su grupo de amigos. Parece claro que los protago­
nistas no' son más que un ejemplo concreto de un fenómeno

• Paris, Jullíard (Les Lellr~s Nouv~lIe$). 1965. Hay traducción espaf¡ola


de Sei" Barra!.
• «La juventud eurDpea de hoy», en Rel1üla J. la Universidad de Madrid,
núm. 33, 19&>. Luego recogidD en La juv~ntud turojJla y alros ensayos, Barcelona,
Seix Bartal (Biblioteca Breve), 196 1.

168 169

xxv
N ovela y realidad
Las relaciones de la novela con la realídad constituyen
un problema bastante complejo. Comencemos diciendo, sen­
cillamente, que la novela refleja (en primer lugar) ambientes,
costumbres, modos de ser. Pero refieja también un paisaje
',,"
espiritual, un conjunto de creencias. Y, fundamentalmente,
una Dersonalidad creadora.
lando en general, parece claro que la novela aspira
a reflejar la vida lo más perfectamente posible. No, desde luego,
lo más exactamente posible. Porque, como resumió Henry James,
«la vida es confusión, de-rroche de valores; el ar:e selecciona
y ("('onomiza.). Pérez de Ayala nos da una fórmuJ l semejante:
(La novela es una mayor densidad o condensad6.\ de la vida
vivida."
La vida supone, para todo hombre, un repertorio más o
menOs limitado de posibilidades. Lo mismo le ocurre al nove­
lista con' su futura obra. En efecto, su tarea supone necesaria­
mente seleccionar, intensificar, subrayar, componer. Mau­
passant lo supo ver con gran claridad. Se trata de uno de esos
texto5 que hacen inútil toda aclaración del crítico: «(El nove­
lisla debe saber omitir de las pequef¡c-ccs de la vida díaria todo
lo que carece de: significación. El realista, si es artista, no bus­
can'l. darnos una trivial fOlografia de la vida, sino una visión
de dla más plena, aguda y convincente que la realidad misma.
La vida arregla todo precipitando las acciones o demorán­
dolas indefinidamente. El arte, por el contrario, consiste en
tomar precauciones, hacer preparativos y hábiles transiciones.
Ser verdadero consisle en dar la plenil ilmión de verdad. Así,
pues, los realistas de Inlrnto debieran ser llamados más bien

171
..

ilusionistas. Es pueril creer en la realidad cuando cada uno desrealizador como es el esperpento'5, Y yo mismo he preten­
de nosotros lleva su propia realidad. Los grandes artistas son dido demostrar cómo una técnica de exageración o caricatura
los que imponen su ilusión particular a la Humanidad» 1, puede servir de excelente via de acceso para aproximarse y
Si la novela aspira a reflejar la realidad lo más penectamente criticar una realidad típicamente española 6.
posible, es evidente que dependerá~ ante todo, del concepto que se Recordemos las palabras de la Pardo Bazán, descontando
tenga de la vida. Por eso, las teorías filosóficas no sólo se exponen ,toda la «literatura» finisecular que en ellas puede haber:
en algunas novelas, sino que dan lugar a nuevos tipos de novela. : «Hay cien realismos.» Asi parece ser, en efecto, pero esta declara­
No hace falta ser muy ídealista para sostener que la vida ción por otra parte, parece peligrosamente cercana de la escép­
humana no se reduce sólo a lo externo. Proyectan su influencia tica de Cfaude Simon según la cual «en sentido absoluto, no
sobre la vida del hombre concreto una serie de factores muy ha y arte realista» 7.
divet"Sos: ambientales, económicos, sociológicos, históricos, psi­ Varías veces hemos aludido ya a la distinción inglesa entre
cológicos, ideológicos, afectivos ... Una· novela que pretenda «showing» (mostrar) y «teUing» (decir), que suele implicar
ser complcta~ darnos una visión total de la vida de unos per­ una radical defensa de la primera actitud y una condena de
sonajes (pretensi6n~ por otra parte, desmedidamente am­ la segunda. Ahora bien: «mostrar» algo. dejando que la na­
biciosa) tendrá que atender, en mayor o menor grado, a todos rraci6n avance con apariencia de absoluta libertad, supone
ellos. siempre, también, (<decir» algo. Lo que narramos sirve también
Todo esto sin olvidar que la novela (la literatura) es tam­ para revelarnos; el narrador puede disfrazarse, pero nunca
bién un arte, que el novelista es el creador de una realidad llega a desaparecer del todo. Para unos, el realismo es un fin;
artística 2. para otros, un medio, ya sean didácticos o miméticos de la
Ya hemos hablado antes de la ambigüedad y extremada realidad B. Dentro de los primeros, unos dan importancia 'a
vaguedad del término «realismO) 3. Existen muchas clases la impresión de vida y otros a los detalles de técnica realista.
distintas de realismos, como ya supo ver claramente la Pardo De todos modos, Wayne C. Boath da )a regla general de que
Bazán: «-¿Y qué es para usted lo real? -preguntó el arcai­ las verdaderas novelas deben ser realistas. Asi es, desde luego,
zante-. ¿Llama usted real a lo material? ¿No es real el sen­ pero, si no queremos ',caer e.p dogmatismos estrechos, habrá
timiento que preside a la labor, por ejemplo, de un maselista que interpretarlo con la debida amplitud, como hace Mario
o de un mosaista? ¿Considera usted real únícamente lo popular Vargas Llosa al considerar igualmente realistas a todos los
z.afio? ¿Es usted un reausta de la carne, como Rubens; un grandes novelistas dignos de este, nombre, ya pertenezcan a la
realista del dibujo y del color, como VeIázquez; un realista de escuela de Hemingway o a la de Kafka y Musil 9 •
la luz, como Ribera; un realista de la caricatura y del color La defensa del auténtico realismo no debe servir hoy de
local, como Gaya? Porque hay cien realismos» ~. coartada para propugnar subrepticiamente un retorno a las
Recientemente, en efecto, Ricardo Gu1l6n ha postulado técnicas propias de la novela decimonónica. Como dice lan
la realidad básica de un procedimiento aparentemente tan Watt, <da transcripción exacta de la realidad no produce nece­
sariamente una obra de real verdad o de auténtico valor lite­
, Maupas.ant, op. cil.
• Un planteamierno cspailol del problema del ..eali$mo que difiere bastante
de nueMro punlo de vista es el de Alfonso Sastre: Anll/(lm(c del fllIlismo, Barcelona, • R. Gull6n, «Realidad del esperpento», ~n La inlJllooón tÚ~ 98) otros tllJ"VW.
Seix Barra! (Biblioteca Breve), 1965. No ha llegado a publicarse el anunciado Madrid, Gredos (Campo abierto), 1969, pAgs. 100-113.
volumen R.ealismo y realicflld m [a lileratllra ,onlemp¡mlnea. Madrid, tnsula (Tiempo • A. Amor6s, Prólogo a R. Pérez de Ayalll, Las TIf)(lfIQS de UrD(lrlo y Simona.
de Espaila). Madrid, Alianza (El libro de bolsillo), 1969.
, Insiste en ello R. Jakobson, «Du r6alisme artistique». en ThlorÍt! el, la li/­ f En ÚJ. Q¡¡jn~o:in, l..itltra¡re, Pans, núm. 41.
tira/ure. T~:dtJ des formaliJú¡ rllSse., .'rmis, prm:nlés 61 tradait! par Tzvrlan Todorilll, • Wllyne C. Booth, obra citada, pflg. :57.
Parls, Du Seuil (Te! Quel). 1965. pAgs. gS-log. • Vargas UOl'a se ha. ocupado repetídamente de este tema. Pued~ verse,
• Pardo Bazán, La quimer(l, en Obras &omplel(ls. 1, &l. citada, pág 601. por ejemplo, su folleto La nOlllla.

172 173
.

rario» 10. Entre otras cosas porque, en sentido estricto, es ¡m·


posible. Como ya vio Dostoievski (en Los hmnanos Karamazov), tiene siempre el apoyo y el recurso de la evidencia exterior,
«10 más importante tic todo, como he diclll) antes, es que no la novela debe bastar para suscitar aquello de que nos habla.
tengo literalmente tiempo ni espacio para mencionar todo 10 He aqu\ por qué es el terreno fenomenológico por excelencia,
que fue dicho y hecho». el lug:lr por excelencia para estudiar de qué manera la realidad
As! le sucede a todo novelista. Debe sslectÍonar. Para hacerlo, se: nos aparece o puede aparecérsenos» n .
buen criterio será el de Henry James: buscar la «intensidad Sí, la novela estudia la realidad, nos hace tomar conciencia
de ilusión», Para dar impresión de realismo, se han propuesto de ella. Pero, a la vez, la novela corrige ]a realidad (Albert
en nuestro siglo muchas técnicas peculiares. Por ejemplo, Camus), la revela, crea una realidad y puede llegar a modi­
suprimir (o aligerar) el nexo causal, para mostrar el papel del ficarla. Si nos limitamos al sentido más estrecho y superficial,
azar en la vida; ofrecer perspectivas contrapuestas sobre la podemos seguir afirmando que la novela da testimonio de la
misma historia, a fin de exponer la ambigüedad del mundo realidad: «Esas oscuras motivaciones que !levan a un hombre
y de la condiciÓn humana; no"dar finales «redondos» o tramas a escribir seria y hasta angustiosamente sobre seres y episodios
bien ordenadas, que no existen en la vida; aligerar la estruc­ que no pertenecen al mundo de la realidad; y que, por curioso
tura, pues la vida es un caos. Etcétera. mecanismo, sin embargo, parecen dar el auténtico lestimonio
Hasta en los sectores intelectuales más progresivos se acepta de la realidad contemporánea~) 12.
hoy el fracaso rotundo de la estética del llamado realismo No es un crítico aficionado a los vanguardismos narrativos,
socialista, tanto en novela comO,en pintura o cine. No parece sino un estudioso de la literatura clásica y de la novela deci­
coherente, en efecto, exponer un contenido revolucionario monónica, José F. Montesinos, el que nos ilumina brillante·
mediante una técnica neoclásica y aún retrógrada. Se viene mente otro aspecto del tema: «No puede haber gran novela
a caer así en una nueva forma de naturalismo que carece ya sin un replanteamiento del problema de la realidad)) 1'. Como
del sentido histórico que poseyó el naturalismo a fines del dijo Sartre, «una técníca novelesca nos reenvia siempre a la
siglo XIX. Por el contrario, el escritor con~ciente de su respon~ metafísica de su autor» H. Es una tesis en la que hemos insistido
sabilidad como artista creador tratará de aprehender y ex­ suficientemente me parece- a lo largo de este trabajo.
presar la realidad del modo más ajustado que sea posible a la Cortázar, como símbolo del narrador que explora nuevos
propia realidad, aunque ello suponga obras no comprensibles caminos, es buen ejemplo de la ambición y de los riesgos de
hoy para toda clase de lectores. Recordemos que la frase algo esta novela contemporánea en su enfrentamiento con el pro­
dnica, pero tan cierta, de Gide (<<con buenos sentimientos se blema tic la realidad: (,Creo que hay que marchar hacia un
hace mala literatura») puede aplicarse a los «buenos sen ti­ nuevo estilo, que sí queréis podemos seguir llamando literatura,
mientos~~ del cristianismo como a los dd marxismo. En lite­ aumlue sería mti.s justo cambiarle el nombre por cualquier
ratura, no cabe separar fondo y forma; o, dicho de otro modo, otro. Ese nuevo estilo sólo podría resultar de una nucva visión del mundo» I~.
el único criterio definitivo es )a calidad. Las simplificaciones
o visiones unilateralmente dogmáticas no conducen a ningún
sitio, artisticamente hablando, por muy respetables que puedan
ser las motivaciones personales que las inspiran,
La novela nos sirve hoy, -ha servida siempre- para es­
tudiar la realidad. Según Butor, es una forma más de los relatos
de que está nena nuestra vida, pero se distingue de otros re1a~ " Míchel Butor, Sobre {í¡"atufa, 1, ed. cit~da, po'lg. 9.
1> f.. Sáualo, El escrilf¡r.J ¡urJanlalmas, ed. citada, pá.g. 7.
tos porque no es comprobable: «Mientras el relato veddico .. .los~ F. MontesinOlJ, Go.ld6s, I,ed. dIada, pág. 15(,
,. l't)1" eao Céraro JO~f'ph Prince ha <:"srrito MitapnyJÍqul ti Itdrniqut dans
lO lan Watt, TIu Rise r!f the Novtl, Berkeley, California, 1957, pág. 32 . I'Otuvrf t"/IUlII,SgUI di J. p, Sarlrt. París, Dl'o~. J 9611.
" Julio Cotá:tar, LoS' premios, ed. citada, pllg. 241.
174
175

;­ XXVI

Compromiso y. evasión: Sartre


De un modo O de otro, la novela refleja una realidad. Desde
el punto de vista contrario, la novela ejerce una amplia in·
fluencia social: denuncia a veces hechos concretos (Dickens),
o modos de actuar comunitarios, vicios de la sociedad (Madame
Bovary, La regenta). Introduce nuevas creencías (La náusea).
Influye en todos los hábitos sociales, en la manera misma de
vivir.
Abre (esto es mucho más importante) ~aminos de imagi­
nación antes desconocidos. Recordemos algunos nombres clave
de la novela contemporánea: Kafka, Henry MilIer, Scott
Fitzgerald, Saint-Exup~, Camilo J. Cela... A partir de ellos,
todos nosotros contemplamos el mundo de un modo diferente,
con un nuevo punto de vista.
En resumen, la novela quiere siempre actuar sobre la
sociedad. El novelísta escribe para él mismo: busca dinero,
gloria, diversión, satisfacción, consuelo ... , busca tambitn en­
contrarse a si mismo escribiendo novelas, realizar plenamente
sus posibilidades personales, expresarse, lograr una comuni­
caci6n con los demás.
El novelista escribe a la vez (y fundamentalmente) para
los demás: para darles diversión. deleite, conciencia de unOs
problemas, ensuetlo, esperanza o desesperación; para infun­
dirles un poco su manera personal de ver el mundo. Escribir
novelas supone, también, tener esperanza en algo (por lo
menos, en la utilidad y posibilidad de escribir novelas.) Aunque
sólo sea con un resto de esa «esperanza desesperada~~ que
canta Georges Brassens. El novelista escribe (no nos asuste
la expresión) para cambiar el mundo. Para hacerlo mfts humano,

177

más habitable. Para acercarlo un poco. aunque sea infinita­ reses, conOCImientos, etc., se creyeran obligados a decir su
mente poco, a la idea ilusionada que todos hemos tenido dentro palabra sobre las cuestiones debatidas en su tiempo. Supon­
de nuestro pecho. dría eso, además, conceder al escritor un rango por encima de
Esto nos neva necesariamente a ocuparnos un poco de la los clcmá~ homl.ucs, atribuirle rumánticamente una. función
literatura comprometida y de su gran teórico, Sartre 1, de oráculo que no es la suya.
Defiende Sartre la idea del compromiso o responsa bilídad Conviene, quizá, remontarse un poco a las raz.ones filosó­
del escritor con sus contemporáneos, con todos los hombres. ficas que determinan esta opini6n de Sartre. Cree, en primer
No parece que esto pueda ser discutido. Si acaso, cabria dis­ lugar, que «el hacer es revelador del ser». De aquí se deriva
tinguir, con Maritain, la moralidad intrínseca de la obra y la la técnica novelesca objetiva, que antes comentamos. Nosotros
moralidad personal de su autor. Esta distinción no es tan nos vemos obligados a repetir objeciones de sentido comúll,
artificiosa como puede parecer, porque el artista, en cuanto casi de Pero Grullo: el ser no se reduce al hacer: existe una
artista, es moralmente irresponsable, debe obedecer única. distancia entre el ser interior y su expresión externa; caben
mente las exigencias objetivas y profundas de la obra de arte. el disimulo, el hermetismo, etc.
Es responsable moral y socialmente en cuanto persona 2. La Para Sartre «es engañoso hablar de una naturaleza inmu­
idea del compromiso corresponde al ámbito de la moralidad table dd hombre, con independencia de su pertcnrncia a una
individual del autor. y los efectos sociales no afectan demasiado U otra Ilación, época, clase sociah>. No cabe duda de que estos
a la intrinseca categoría artistica de la obra. factores son muy importantes, pero no los únicos. La literatura
El problema mayor se plantea cuaI'ldo Sartre afirma que de todos los tiempos se ha fundado en un principio relativamente
el creador literario debe escribir participando en los debates contrario: por debajo de las apariencias y de las formas, hay
sociales y poLlticos de su tiempo. Porque nadie puede negar aspectos de la naturaleza humana que permanecen esencial­
e! principio general de la responsabilidad del artista, pero mente inmutables. V la gran literatura parece confirmarlo:
esta aplícadón concreta parece má,s que discutible. El simple lo que nos sigue atrayendo hoy en las obras; maestras del pasado
'Sentido común siente deseos de preguntar: ¿por qué? Parece (Hamltl, Fedra, Don Quijote ... ) no es sólo la penección técnica
obvio que hay escritores cuyo temperamento individual les de su realiz.aci6n ni el equilibrio estilístico entre fondo y forma o la
impulsa a intervenir en esos debates sociales y políticos de su expresión de unas cuestiones histÓricas concretas, sino también
tiempo. Pero hay otros cuya manera de ser no les mueve a eso. k\ rderencia profunda a problemas permanentes del hombre.
Atribuir a los primeros la etiqueta de «buenos» y a los segundos 1." l'Dlu.:lllsí6n sanrimla es muy lógica: un sentimiento se
la de «malos•• parece notoriamente simplista. Además de que, reduce a ser «la expresión de un modo de vida y cierta con­
en el fondo, ItO es isa la misión esencial del eseritor, sino escribir cepción del mundo que son comunes a toda una clase o época.
lo mejor que pueda, dirigiéndose a los hombres (a todos: en La evolución de este sentimiento no es el efecto de no sabemos
primer lugar los de su tiempo y pafs, pero no sólo a ellos) y qué mecanismo interior, sino de esoS factores históricos y so­
tratar de mejorar su «situación», tomando esta palabra en un ciales».
sentido amplísimo. La literatura, tradiciullalm.::nte d~dicada a lo individual,
Cada uno debe obedecer con autenticidad los imperativos lo peculiar y exclusivo de una persona deberá, según esto,
de su personal temperamento. Seria) entre otras cosas, bastante ocuparse en describir la situación y las reacciones de grandes
inútil que todos los autores) sea cual sea su preparación, inte- ca~as sociales. No andan lejos de esto, en efecto. algunos sec­
tores de la novela social que se aproximan al puro documento.
Aunque Sartre sí que se ocupa, en Les Mols, del pequeño Jean­
I En su obra SitualúlIIs, 11, ya citada.
Paul, de su personalísima manera de vivir «(ceremoniosamente»),
t Marilain, La mpollSa/¡¡{idaá dI! artisla, trad. esp.: Buenos Aires, Emec~,
196 •. Vellse también Enrique MOI'e"no Báez, El arl~, lo /!Otila y la ,rltú:u desde el haciendo comedia, de la distancia entre sus verdaderas inten­
puniD 4t I>islll/ crirliil1lB, Madrid, Ateneo (O crece o muere), 1954. ciones y los hechos que realiza.

178 179

Sartre define a la clase burguesa por el uso del espírítu de el saltarse, por ejemplo, los diálogos innecesarios. (La coin­
análisis, que hoy se convierte en ((un arma defensiva contra cidencia temporal absoluta entre la narración artística y lo
el proletariado). Según Sartre, «el escritor habla a sus contem­ narrado se ha llevado a cabo en algún experimento, como
poráneos, a sus compatriotas, a sus hermanos de raza o cIase). el del filme inglés The Man Upstairs.)
Muy cierto. Y también (si posee real categoría artística) a los Pero Sartre no ha llevado demasiado a la práctica estas
hombres de otros paises, de otras razas y clases sociales, de técnicas revolucionarias en sus propias narracíones. De hacerlo,
todas las épocas. La lista de ejemplos concretos que podríamos escribirla unas novelas oscuras, complicadísimas, propias para
dar es tan numerosa que basta, creemos, con cítar unos pocos ser gustadas por minodas intelectuales, pero totalmente ale­
nombres: Shakespeare, Stendhal, San Juan de la Cruz, fray jadas de ese lector proletario por el que suspira.
Luis de Le6n, Tagore, Calderón, Cervantes (El Qpijote) , Hay algo peor. Sartre hace alarde de limitarse a hechos
G6ngora ... Todos, por unos motivos u otros, han sido compren· concretos, indudables. Pero sus opiniones sobre literatura
didos especialmente por hombres de otras épocas y países. (muy inteligentes} por supuesto) nos parecen pura teoría gra­
La serie de juicios concretos que emite Sartre" sobre lite­ tuita, aprioristica.
ratura, partiendo de estos principios, puede ser rebatida con Sartre pone (no es ésta tampoco objecci6n pequeña) la
facilidad e incluso se presta al encarnizamiento critico: marca literatura al servicio de otra cosa; un ideal de carácter ético
un abismo absoluto entre la prosa (literatura) y la poesía (arte). o social, muy noble probablemente, pero que cae fuera de la
Afirma que la literatura no tiene ya nada que hacer en la obra literaria en si.
sociedad contemporánea. No tiene para nada en cuenta la Su teoria, en definitiva, como tantas otras, es unilateral
evolución de la lengua, de los géneros, de la técnica literaria y exclusivista. S610 considera un tipo de literatura. No parece
concreta, Sostiene que el estilo debe pasar inadvertido, sin ser éste el camino para una comprensión justa.
admitir que esto conviene a cierto tipo de obras, no a otras; Volvemos al punto de partida: nadie puede negar el com­
siguiendo este criterio con rigidez, sus mismas obras (Les Mots, promiso general del escritor, su responsabilidad con la socie­
por ejemplo) podrían ser censuradas fácilmente. 'Declara ta­ dad en que vive y con todos los hombres. El problema dificil
jantemente que no hay novela buena que no quiera cambiar se plantea cuando se trata de ~ecidir hasta qué punto está
la sociedad de un modo revolucionario, sin acordarse de Pereda obligado a participar en los debates concretos (politicos y
ni de tantos otros que tienen ideas semejantes y han hecho sociales) de su tiempo. Aqui, en, nuestra opinión, no cabe ya
novelas de calidad indudable ... dar respuestas generales. La solúción pertenece al ámbito de
Dejemos estos detalles. Planteemos s610 algunos reparos de la moralidad individual. La única regla sigue siendo la auten­
tipo general. Sartre ha defendido te6ricamente todos los in­ ticidad personal, la obediencia a los imperativos profundos
tentos renovadores de la novela contemporánea. En polémica de nuestra condencia. Recordemos, por ejemplo, lo que dice
con Mauríac, por ejemplo, censuraba al novelista que quiere Butor, con toda sencillez, pero muy tajantemente: «He llegado a
aparecer como Dios y le exigía «dar la ilusi6n de que no existe». la novela por necesidad. No pude evitarlo ( ...) No escribo novelas
Según eso, el novelista debe ser el testigo o el cómplice de sus para venderlas, sino para obtener una unidad en mi vida~)3.
personajes, pero no los dos a la vez. {(Debe estar dentro o fuera.) Muy acertada nos parece la reflexión del profesor Baquero
Reclama un subjetivismo absoluto, equivalente al objetivismo Goyanes: «El pecado de literaturízaci6n, de insinceridad, se
absoluto. Quiere que la novela no parezca un producto del da en las filas del arte comprometido tanto o más que en las
hombre, sino algo natural, como una planta. En un mundo del evasivoH·.
donde se ha realizado el caos, s610 es posible una técnica que
parezca dejar a los personajes totalmente libres para enfren­ • Michd Butor, Sobre lilera/ura, 1, ro. citada, págs. 393-394.
tarse con ese caos; no habrá nada, pues, que revele ningún • Vid. Baquero Goyanes, ob dL, pAgs. 1°4-120. Guíllermo de Torre,
orden implícito. Por eso, hay que eliminar la selectividad, "La literatura comprometida», en La avmlJlra tsWica dt RlI.fstTa ,dad, Barcelona,

180 181

En tema tan vidrioso y dado a las polémicas de tono per­ ciclos no bastan; es necesario que del espacio blanco, de la
sonal, la serenidad pragmática de Wayne C. Booth nos pro­
multitud madre de inquietud y de perdición venga, por tenue
porciona una útil guía: la idea de compromiso suele llevar
que sea, ese consuelo y ese estímulo. Esta respuesta se traducirá
a hablar de la sinceridad o falta de siuceridad del escritor.
de toda suerte de maneras: por artículos de críticos, por con­
Pero éste es un tema más peliagudo de lo que parece, porque
versaciones, por cartas; es decír, por mediación de individuos
una gran obra asegura la «sinceridad» de su autor, que quizá
concretos que se destaran como portavoces o precursores;
s610 fue sincero mientras la escribia, aunque estuvíese en con­
pero mucho más sutil y fundamentalmente, por la lentísima
tradicción con el resto de su vida. Además, en definitiva, el
transformación que habrá de esbozarse en el interior del medio
problema básico no es el de si un escritor tiene o no compromiso,
nUsmo en que vive el novelista, de ese medio ambiente cuyas
sino el de si los fines que busca le permiten hacer algo valioso
tensiones y cuyas desdichas han dado nacimiento a la novela,
cOn ese compromiso~. Claro que una dl:daraci6n tan lógica,
a medida que la gente vaya poco a poco cambiando su modo
pero de apariencia tan escéptica, no puede resultar simpática
de verla y de verse y de verlo todo a su alrededor, y que las
a los temperamentos noblemente apasionados.
cosas, por consiguiente, adopten un nuevo equilíbrío provi­
Francisco Ayala plantea el problema desde su sencilla
sional que habrá. de servir de base a una nueva aventura»8.
radicalidad: la obra literaria es una comunicaci6n y presupone
Muchas veces hemos pensado, al comprobar cuántas promesas
un destinatario que puede presentar caracteres muy variables.
Iiterarías o intelectuales españolas se estancan, se quedan a
Un relato no dirigido a nadie carecería de sentido. Y «el lector
mitad de camino, si ello no se deberá a la férrea impenetra­
a quien una novela se dirige pertenece a su estructura básica,
bilidad y pobreza de nuestro ambiente cultural, que no logra
no menos que el autor que le habla, y está también incluido
suscitar la «respuesta). afirmativa o crítica que tanto nece­
dentro de su marco•• ',
sita el autor para tomar la debida distancia con respecto a su
El «para quién se escribe» determina básicamente qué tipo
obra y proseguirla o rectificarla.
concreto de novela se hace. Según esto, no se entiende nada de lo
Julio Cortázar, por último, nos proporciona el ejemplo
que hace un autor sin relacionarlo con s~ esfuerzo por hacerlo
de un novelista de creencias políticas muy definidas pero que
accesible a alguien, mediante la utilización de ciertos medios
no se entrega a la tentación del elemental popularismo, sino
de comunicación que constituyen <da retÓrica de la ficci6n» 7.
que procura construir una obra de arte rigurosa, aun a costa
No siempre escribe el novelista para sus contemporáneos,
de enajenarse a cierto tipo de lectores y de ser acusado de her­
los hombres de su pais, raza o clase. Pero siempre escribe para
mético o de esteticista. Pues bien: en la revista rnsa de laJ Amé­
alguien. Si no -obvíamente- se callaría. Fram;ois Maúnac
ricas declaraba Cortázar: <.jamás escribiré expr'esamente para
]0 declara tajantemente: «Un autor que asegure que escribe
nadie, minorías 'o mayorías, y la repercúsi6n que tengan mis
sólo para si y que no se preocupa de si le escuchan o no, es un
libros será siempre un fenómeno accesorio y ajeno a mi tarea;
mentiroso y está engai'iando al lector o engañándose a s.í mismo.»
y, sin embargo, sé que escribo para, que hay una intencionalidad
El novelista necesita un estímulo y una respuesta social
a esa esperanza de un lector en el que reside ya la
para proseguir con su obra literaria. As! nos lo explica Michel
del hombre futuro» 9. Sí otras interpretRciones más
Dutor: «Para que una voz pueda durar, le es absolutamente
estrictas dd compromiso político y social del novelista pueden
necesario que la sostenga su propio eco. Y los amigos y cono-
ser discutidas, no creo que nadie pueda negar que este ~<escribír
Seix Barral (Biblioteca Breve), 1962, pigs. 167-2°7. e Historia de (as ¡itmltllr4./

parJ» configura radicalmente las más importantes novelas


de vanguardia. Madrid, Guadarrama. 1965. pigs. 6.t,o-642 y 721-7~9.
contemp0r:lneas.
• Wayne C. BOOlh. oJ>, cil., pág!!. 70-75.
• Francisco Ayala, La esttwJllra narroJÍSltI, «l. citada, págs. 32-33.
I E5le e< el presupu"'lto b¡\sico de la obra citada de Wayne C. Booth. Pueden

• l\lichelllulOl", Sobre líteratllra, I,cr!. dIada, págs. 395-396.


verse espedalmente,lai p¡\gs. 396-397.
• Cito por N. Garda Canclini, Corlá(.u'r. Una anlrupologla poéti,a, Buenos
Aires, Nova, 1968, pág. ¡6.

182
183



, .'

XXVII

Algunas teorías: Ortega


Vamos a ver, por último, algunas teorias contemporáneas
sobre la novela. Hemos preferido no insistir en algunas de las
más habituales (varias han sido citadas a lo largo de este tra·
bajo) para fijarnos en otras que suponen la aportación original
de una personalidad independiente. Confrontando puntos de
vista muy distintos comprenderemos mejor la extraordinaria
variedad de la novela contemporánea. Junto a los crltícos y
ensayistas, hemos prestado especial atención a las opiniones
de algunos novelistas, que ofrecen un particular interés a 'pesar
de su carácter disperso y su falta de sistema.
Comencemos Con la ¡teoria ~e Ortega, en su libro Ideas
sobre la novela, del año 19251, Leyendo hoy este libro adver­
timos en seguida los cincuenta años que han transcurrido
desde su aparidón. Las afirmaciones teóricas que debieron
ser revolucionarias adoptan, en general, formas de gran timidez
expresiva. El temor que siente Ortega de que la novela se
consuma rápidamente por falta de nuevos argumentos no
puede por menos de hacernos sonreir. Sin embargo, casi todos
los teóricos espai'íoles que se ocupan de la novela contempo­
ránea parten de este librito. Veamos por qué.
Dos son sus afirmaciones fundamentales: la primera, que
la novela debe ser «hermética), es decir, debe apresar total­
mente en sus redes la atencí6~ del lector 2.

I Como ea labido. se ocupa tambif,n de cste tema en $US M,dilac¡o,,,s del

Q;¡ijote (1914): "Meditación primera; Breve tratado de la novela...


• Vid. Baquero Goyanes, «Discusi6n en 1911!) acerca de la novela: Ortega
y Baroja.., en op. dt., pág•. ~!)-63.

185

t

La observación es cierta. Alude al carácter que posee la Ortega acierta en varios detalles concretos. As[, al descri­
novela de ser una estructura total, un orbe completo formado bir la evolución: descrípci6n --narración-- presentación.
por partes que se sostienen mutuamente. Al afirmar filos6ficamente el perspectivismo. Y al sostener
Pero Ortega hace derivar esto de lo que él llama el «prin­ que es misión esencial de la novela el presentar una atmósfera.
cipio genérico del arte: la intrascendencia». Aunque apunta Sabe ver también que la novela es un género fundamental.
a un carácter real, no cabe duda de que ni la palabra ni el mente moroso, retardario.
concepto de (<intrascendencia» nos parecen hoy muy apro­ Su máximo acierto. quizá, es éste: «El novelista ha de' ser
piados para ello. Notamos aquí el ambiente intelectual de un como el pintor impresionista, que sitúa en el lienz.o los ingre­
momento: es la época de los intentos del «arte puro», de la dientes necesarios para que yo vea una m.lOzana.» Lección
creaci6n artística deshumanizada. La intrascendencia del arte clara, exacta, y, en lo csencÍ:-tl l ahsolutl1menle "úlida wdnvía.
pudo producir grandes obras concretas, pero, como principio Se ('(¡uivoca, en cambiu, al considerar la novedad ud
teórico, es hoy inadmisible. argumento como el elemento esencia] de la novel,\. Por l:SO
Si entendemos el «hermetismo,) como simple capacidad cree que el «género novelesco, si no está irremediablell\Cnte
de atracción, producida por la unidad estructural de la obra agotado, se halla de cierto en su periodo últimoll.
de arte, esta afilmación de Ortega sigue siendo plenamente En resumen, Ortega reacciona decididamente contra la
válida, incluso refiriéndola a las formas más extravagantes concepción novelesca del siglo XIX. Pero no puede evitar el
de la narrativa actual. encontrarse todavía demasiado cerca de ella. Sus ideas sobre
Baroja comprendió mal e.!lte~precepto y, reaccionando con­ la novela están muy unidas a teorías estéticas que ya han cadu­
tra él, afirmó que la novela debe ser «permeable»: abierta cado. Hoy nos sorprende el orgullo intelectual con que cree
a los demás géneros, a la vida, a la política, a las ciencias. (Con­ estar viviendo un momento clave en la historia de Occidente.
tra lo que Baroja reaccionaba era contra el efimero ideal de Nos resulta hoy pintoresca la seguridad con que señala siete
la «novela pura~> de Gíde.) En realidad, no se trata de términos tendencias generales que cubren todas las obras de arte esen­
opuestos, sino complementaríos: la novela puede incluir cialmente modernas. Se libra de los tradicionales prejuicios
dentro de si. toda clase de elementos ajenos siempre que no realililas, pero es unilateral y peca por intrascendencia y des­
parezcan postizamente añadidos, sino que se integren en humaní/.ari6n.
una unidad de ambiente y estructura que apasione al lector. Acierta Ortega al criticar al lcclor solamente atento a los
El mismo Ortega había reconocido que (da novela es el gé­ valort$ argumentales, al «qué va a pasar al fina!>;. Defiende
nero que puede contener mayor número de elementos ajenos las cualidades estéticas e intelectuales de la novela frente a las
al arte». puramente melodramáticas. En definitiva, como señala Booth,
La segunda afirmación importante de Ortega es el carncter esto no cae muy lejos del deseo de un cierto distanciamiento
decisivo de los valores formales. Flaubert introdujo en Francia del l~ctor (o espectador teatral) con respecto a la obra, como
esta teoría, que tardó bastante en ser aceptada. Subrayar la defienden Edward Bullough y Bertolt Brecnt. Claro que la
importancia de la forma parece inicialmente acertado (eso abril ¡ileraria actúa siempre sobre varias zonas de interés del
hace hoy la estilistica o cualquier formalismo, estructural lector: distanciarle resp('cto de una de tiJas supone envolverle
o no) si no se llega a caer en el exceso. Es cierto que la literatura más en las otras'. Y, en touo caso, pretender purificar el arte,
se hace con palabras, pero la técnica formal es sólo un instru­ t:litllímmdo progresivamente los dementas humanos y cons.­
mento al servicio de algo más profundo. El refinamiento formal truyeudu una «novela pura)) nos parece hoy (a pesar de lo que
eleva la novela contemporánea a la categoría de arte. Pero opinen algunos estTucturalistas o seguídores del «(nOUVeau
esta novela es verdaderamente grande porque, por encima roman») 1111 sin sentido ..
de eso, ha sabido abrirse a problemas profundos del hombre
de nuestro tiempo. , Waylle C. llOOlh, op. cit., p,igs. 122-I~S·

186 187

XXVIII

U namuno: La novela
como búsqueda
La valoración critica de las novelas de Unamuno sigue
constituyendo un problema amplíamente discutible l. La ma­
yoMa de los criticos censuran su esquematismo, su sequedad,
la ausencia de atmósfera. Julián Marias, en cambio, sostiene
que (<las novelas son lo más decisivo y má.s propio y hondo de
su obra toda, aquello en que forzosamente culmina». Los nove­
listas españoles actuales parecen haber olvidado por completo
su ejemplo; el público lector, en cambio, especialmente la
juventud, las sigue leyendo con interés que no decae.
La extraordinaria personalidad de Unamuno no debe
impulsarnos a hacer ahora un estudio puramente descriptivo.
Queremos, sí, considerar sus novelas en relación con las ideas
expuestas en este trabajo. Utilizaremos también su obra Cómo
se hace una novela, que trata temas muy alejados del que anuncia
su título, pero apunta algunas observaciones muy interesantes 2.
De este modo intentamos acercarnos a la «teoria de la novela»
que está latente bajo la obra de creación de Unamuno.

I Principales estudios sobre Unamuno como novelista: J. Marias, M. de U.,


cap'. IIl-V. Madrid, E¡palla-Carpe (Austral), 1950. J. de Entrambll$aguas,
«M. de U.» en Las mdorts fWlJtlas ,olJJt1njlor(¡neas, 1, Barcelona, Planeta, 1957.
págs. 1475-1596. E. de Nora, La novela espaila/a contemporánea, 1, Madrid. Gredo.s
(Biblioteca Románíca Hispánica). 1956. págs. 13-49. Ricardo Gullón, Aulo~ío.
grqffruqt Unamul'lo, Madrid, ed. Gredo.s (Biblioteca Románica Hispánica), 1964.
~ Obras completas, lomo X, Aguado-Vergara, I!'IS6. págs. 827-927. Ha sidQ
estudiado por Armando F. Zubizarrela, Ullamunu m Sil «l'Ii!l(l/a*, Madrid,
Tauru! (Persíle5), 1960. Su lectura se ha hecho mis fiícil desde la reedici6n en
la colecci6n «El libro de bolsillo» de Alianza Editorial.

169

Es evidente que las novdas de Ullamullo se parecen bas­ sino el! un rincón cekslíaJ donde ver su plleblo. Parece que,
tante poco al tipo normal de narraci6n dominante en España de algún modo, reduce el cielo a la tierra; ve en él lo que hay
en el momento en que se publicaron. Lo que, quizá, no ha sido de continuación, no lo que hay de transfiguración.
subrayado tanto es que sus peculiaridades vienen a coincidir Todas estas ideas nos llevan, evidentemente, bastante
con tendencias innovadoras propias de ]a novela contempo­ lejos de las pintorescas descripciones de montañas santande­
ránea. Veamos algunos rasgos técnicos concretos. rinas o pueblos andaluces que tanto se dan en nuestro siglo XIX.
Comencemos por lo más evidente, lo más frecuentemente Si buscamos un ejemplo semejante de relaci6n profunda entre
comentado: las novelas de Unamuno se caracterizan por la el hombre y eJ paisaje recordaremos en seguida la enorme
escasa importancia de las descripciones: «Fácil me hubiera influencia del ambiente mediterráneo sobre los héroes de
sido distribuir entre mis novelas las descripciones de tierras Camus.
y de vistas, de montañas, valles y poblados, que aqui recojo; Censura Unamuno, naturalmente, las ingtnuas limita­
pero no lo he hecho por dades ligereza y a la vez densidad. ciones del realismo superficial. En el prólogo a la novela que
El que lee una novela ( •.. ) se halla muy propenso a saltar las nos está ,!,j¡'viendo de ejemplo cita una Irase de Melo: «He
descripciones de paisajes por muy hermosos que en si sea m) 3. deseado mostrar ,;¡us ánimos, lIO los vestidos de seda. lana y
Casi no hace falta decir que esta condena de la descripción pieles ... » Coincide así U namuno con todos los novelistas
rima perfectamente con el gusto de nuestro siglo. Si pensamos contemporáneos que se han burlado de la novela decimo­
en la novela española debemos reconocer que las descripciones nónica por su deseo de presentar a cada personaje corree­
{tan alabadas tradicionalmentel de Pereda, e incluso las huma­ tisimamente vestido, hasta el último botón, según su categoría
nisimas de Galdós, son tipicas d·el.sigld XIX. La visión ciara de social.
Unamuno parece abrir en nuestra Patria el camino de la novela Afirma nuestro autor, como cualquier novelista de van­
contemporánea 4, guardia: «Para una verdadera novela (... ) tampoco importa
Las descripciones de Jos personajes no son nunca natura­ mucho lo que suele llamarse el argumento de ella.~~ y pone
listas, sinQ vitales s. Los rasgos llsicos concretos interesan menos Como ejemplo de esto su Novela de don Sanda!io,}ugador de ajedm:.,
que el misterio de la personalidad y su reflejo en los demás obrita interesantísima también por su absoluto perspectivismo:
hombres: «Era alto, erguido, llevaba la cabeza como nuestra la nov('la se compone de una serie de cartas que un lector
Peña del Buitre lleva su cresta, y había en sus ojos toda la hon­ dirige a un tercero. Sentimos la tentación de decir que «don
dura azul de nuestro lago. Se llevaba las mil'adas de todos, Sandalia» se anticipa al objt"tivismo más ff"cientc, porque
y tras ellas los corazones. y él, al mirarnos, pareda, traspasando «es un personaje visto desde fuera, cuya vida interior se nos
la carne como un cristal, mirarnos al corazón>. 6. escapa, que acaso no la tiene>.7,
En este mismo ejemplo vemos la pl'Ofunda y misteriosa DOIl Sandalio es un personaje opaco, impenetrable, que
compenetraci6n del hombre con la Naturalez.a, nunca redu­ no llegamos a conocer bien. También don Manuel Bueno es
cida a puro escenario inerte. El lago y la montaña juegan un complejo, ambiguo; ni él mismo se comprende plenamente.
papel deci~ivo, aunque no fácil de definir, en la vida de don Estamos aquí muy lejos del «tipo~} decimonónico, perfecta­
Manuel y de su aldea: son algo asi como su cielo inmanente, mente caracterizado eo Jo tísico y en 10 moral, que actúa casi
los signos de su radical enraizamiento. No piensa en eJ cielo, como un aut6mata, teniendo en cuenta los fines que busca
y los m(~dios que posee. En Unamuno hallamos ya esta com­
I Prólogo de Álldom::/lJ)' uisíones eJp/J.;¡ollJS. paracíón, lan frecuente en nUéstros dias. Ridiculiza esos per­
• Pa<. ro lo g/Jerrll, su primera. novela (1697), es la única excepción en este sonajes de novela que son «maniquícs vesddos, que se mueven
y en muchos Olroo a$pectoa. por cuerda y que llevan en el pecho un fonógrafo que repÍte
• Marias, .p, cit., pág. 124.
I San Manuel BUt1l9, mdrlir. Madrid, Espasa-Calpe (Austral), 5. A cd.,
1963. pllg. 2b. 1 PrÓlogo a San Manu,¡ Bueno, mártir,)' tr~s historia, más.

190 191

las frases que su maese Pedro recogió por canes y plazuelas»ll. La novela, en resumen, no tiene reglas fijas. Por ser reflejo
Los personajes de Unamuno, como los de gran parte de la de la vida, debe ser libre y variada como la vida misma. A esta
novela contemporánea, están hechos de confusión y misterio. preocupación responde, evidentemente, la creación del tér­
N o saben bien 10 que buscan (Una hístoria de amor) actúan 1 mino «nivola») u: supone, ante todo, un modo inteligente de
movidos por secretos complejos que poco a poco llegamos liberarse de las normas tradicionales.
a comprender (La tla Tula). Coincide también Unamuno con las tendencias contem­
Podemos señalar, incluso, un procedimiento narratÍ\;o poráneas al subrayar la importancia del lector en esta novela
ti pico de Unamuno: pone ante nosotros unos personajes tras­ sin reglas. Hace falta, afirma, un «lector actor, para quien
tornados por un proceso interior tan oscuro que ni ellos mismos leer es vivir lo que lee» 19. «A la vez que lee, el lector va ha­
lo comprenden bien. La tensión interna se manifiesta esti· ciendo, creando al personaje» Ji. Varios años después, J. M.
Iísticamcntc en la abundancia de exclamaciones, frases entre­ Castellet afirmará que ha sonado ya la hora del lector.
cortadas, puntos suspensivos. Parecen recipientes llenos de un Roza también Unamuno, en la obra que acabamos de
vapor que no puede ya mantenerse dentro de sus limites. La citar, un tema típico de nuestro siglo, la novela de la novela,
crisis sobreviene, ordinariamente, en un diálogo: al manifes­ en su doble aspecto; «Lo verdaderamente novelesco ea cómo
tarse a otra persona, se descubren a sí mismos. se hace una novela» u y (da novela de la lectura de una novela) .e.
El personaje de Unamuno es esencialmente un agonista La afición a 10 original y paradójico le han ayudado, quizá,
o luchador. Más que nuestro yo actual o nuestro reflejo en los a adoptar este punto de vista, característico de la novela contem­
demás le interesa aquel que queremos ser 9. Esta vida concebida poránea desde Gide (Los mon.ederos falsos) hasta el {(Oouveau
como proyecto acerca sus novelas a las existenciales de Sartre roman'~.

o Camus. Hemos visto basta ahora una serie de rasgos técnicos que
Cuando Unamuno piensa hacer una novela sobre sí mismo, emparentan a Unamuno con las tendencias renovadoras de
decide llamar a su protagonista U., es decir, )a inidal de su la narración en el siglo xx. Debemos pasar ya a preguntarnos
apellido 10. Si pensamos en la novela contemporánea, esto nos en qué consiste la novela para Unamuno.
recordará inmediatamente al enigmático K., que protagoniza El campo propio de ta novela es para él, ante todo, el mundo
algún relato de Franz Kafka. interior. Pero no hay que entender esto en el superficial sentido
Desmonta Unamuno otro convencionalismo de la novela intimista o psicológico, sino en la creaci6n de personajes con
clásica: el del desenlace que integra armónicamente todos los hondura existencial. La novela de Unamuno es, hasta la exa­
elementos y personajes de la obra. Afirma, por el contrario, geración, novela del interior del hombre. Dentro de eso, atiende
que la verdadera novela no tiene final: ((Todas las novelas normalmente a los sentimientos más fuertes, a las pasiones que
que se hacen y no que se contenta uno con contarlas, en rigor arrebatan: «No encuentro poesia, esto es, creación, o sea,
no acaban. Lo acabado, lo perfecto, es la muerte, y la vida acción, donde no hay pasión, donde no hay cuerpo y carne
no puede morirse. El lector que busca novelas acabadas no de dolor humano.~> No le interesan demasiado (ésta es una
merece ser mí lector; él está ya acabado antes de haberme buena cualidad para el novelista) las ideas abstractas, sino su
leído), ¡¡ . encarnacíl¡n concreta en hombres de carne y hueso.
Se plantea una y otra vez U namuno el problema de la
personalidad. Su novela se acerca así. al drama (de ahi los
• Prólogo a San Manutl Bueno, mcfrtir•.,lres hisloriaJ más. Vid. Ricardo Gullón,
«Don Sandalio o el juego de los espejos», en PQpeleJ de Son Al7lladans, septiembre .. Veáse Nitbla y el libro citado de Zubizarrcta.

1963. Incluido luego en el dtado Aulobiograflas dt UnamltM. u Cómo se hace una rloo,la. pág. 875.

.. ¡Mie"" pág. 907.

• Jb(dml.
,. Góm& se hace una lIfJuela, pág. 8 65.
" [bid,m, pitg. 1153.

lO Ihídem, pág. 893.

". l!.irlrm, pág. 870.

192 7 193
...

monólogos), pero más aún a la biografla, concebida de un La novela de Unamuno, en efecto, es hondamente auto­
modo existencial. biográfica: « ¿N o son acaso autobiografias todas las novelas
No hay que caer en el error de suponer que Unamuno que se eternizan y duran? (.,.) Toda expresión de un hombre
busca una novela intelectual o filos6fica. Podemos decir que híslórico vcrd aclero es a u tobiografla» 19. Está í n timamen te ligada
quiere ser realista, (Ya hemos visto, a lo largo de este trabajo, a la persona del autor, a sus ideas y creencias. Nos encontramos
la posibilidad de aplicar esta calificación a obras muy distin­ aquí en el polo opuesto de la impersonalidad objetiva de un
tas.) Pretende reflejar fielmente la realidad ... tal como la Flaubert, por ejemplo. (Aunque él también ded3: (cMadame
concibe Unamuno: ((La novela tiene que ser, como la vida Bovary soy yo.») La estimaci6n de las novelas de Unamuno
misma, organismo y no mecanismo (.,.) No es maquinaria depende absolutamente de la que otorguemos a su persona
lo que hay que mostrar, sino entrai'las palpitantes de vida, y al conjunto de su obra.
calientes de sangre» 17. La realidad íntima, entrai'lable. es la Para Unamuno (y esto es, quizá, lo más importante), la
verdadera realidad. novela es una búsqueda, un método de conocimiento, un
Jumo a la personalidad; 10 que queremos ser, juega aqui intcuto, entre otros muchos, de desvelar el misterio de nuestra
papel decisivo la imaginaci6n: habla de (mi novela» refirién­ existencia. Escribe novelas para descubrirse a sí mismo 20,
dose a la visión que los demás tienen de él. La condena del Desde un punto de vista estrictamente filosófico 21 la novela
dato documental y la defensa de la imaginaci6n alcanzan un fracasa en este empeño porque usa el lenguaje común y porque
grado extremo al final de lA novela de don Sandalio: «(Me basta carece de sistema. Es evidente, sin embargo, que la novela
con lo que yo me invento ( ... kNo me. interesa su historia, me puede ofrecer intuiciones muy profundas sobre la condición
basta con la novela. Y en cuanto a ésta, la cuestión es soñar]a.~> humana. Esta pretensión de totalidad, ya existente en las
La novela es un sueño de personajes tan ligados al autor novelas de Unamuno, constituye, en nuestra opinión, el mérito
que desemboca en el autodiálogo: «(Busca un caf~ de es­ máximo y el atractivo fundamental de la novela de nuestro
pejos, enfrentados y empañados, y ponte en medio de eUos siglo.
y échate a soñar. Y a dialogar contigo. mismo ... Y tú mismo La visión de Unamuno es fundamentalmente individua­
mientras asi le sueñes y con él díalogues te harás nove­ lista 22, pero la profundidad de su individualismo supone cierta
lista.» pl'fSpccliva comunitaria. El ensayo sobre Cómo se escribe una
Unamuno llega a establecer una asombrosa identidad nauda acaba proclamando ese ~(deseo de comunión» que es lino
entre la novela y la vida. Las dos consisten en soñar, pero el de los caracteres del gran novelista modcrno 23 • La comunidad
lector de novelas no se sueña a si mismo, sino al protagonista. radien, desde lut"go, en el doJor, en la inquietud, en el hambre
Hace un pintoresco paralelo entre la curiosidad por el final de ílllllOl'lalídad. Al final de su vida, la rigida tia Tula descubre
de la novela (el suspense, diriamos hoy) y la gran curiosidad q lIC (eno tenemos alas, no somos ángeles ... Es lo último que os
de nuestra vida: su final. La novela. como la vida, consiste digo, no tengáis miedo a ]a podredumbrel>. Esta «voz humana»
en hacerse problema de si mismo: «Mihi quaestio [actus sum» L8. cstfi predicando la única esperanza posible en nuestro siglo,
Unamuno usa frecuentemente la expresión (da novela de la la que cantarán Remanos y Graham Greene, la esperanza
vida», La razÓn de esto, según Zubizarreta, radica en que que nace de la humildad yel fracaso.
Unamuno ve a la novela como susceptible de expresar la tem­
poralidad y la autocreaci6n del hombre. Al fondo, una vez '" IbiJ,m, pág~. Ilri" Y 913.
más, está. el sentimiento trágico de la vida y la necesidad de no 'u lbfJtlm, pá.g. HtiG.
morir para siempre. " Vebe la obra dLada de Jldi,il'l l\hrias. edr. IV.
>7 V~'$e la introducci6n de Aranguren a la Antolog(a de Unamuno, Madrid,
Fondo de Cultura Econ6mica, 1965.
" /hItÚm. poig. 91 Q • u Ve fue Amado Alonso, «Lo español y lo universal en la obra de Gald6s»,
l. ¡~fdtm. ptlgs. 87.)·887 Y916. en M(/l~ria J forma en poesía. Madrid, Gredos, 1955, págs. 230-256.

194 195
• .,1,

Hemos considerado a Unamuno desde el punto de visla


concreto de su relaci6n con la novela contemporánea: las
peculiaridades técnicas de sus obras coinciden muchas vece'>
con tendencias innovadoras plenamente vigentes. Unamuno,
sobte todo, concede a la novela la importancia fllos6fica que ha
alcanzado en nuestro siglo.
Para un autor como Unamuno, nUe'>tras notas suponen,
sin duda, una visión demasiado fría y confusa. No nos parece
inútil, sin embargo, irnos acostumbrando a oír citar a Una­ XXIX
muno entre los renovadores de la novela contemporánea,
junto a Sartre o Camus, a Graham Grcene o Bcrnanos, a Gide
o Robbc-Grillct. Pérez de A yala :

La novela total

Pérez de Ayala hace consideraciones dé mucho interés


en su libro, ya citado, Principios y finales de la novela. Aqui nos
vamos a limitar s6lo a una: «Salvo excepciones, no es posible
escribir la gran novela antes de la madurez. El autor necesita
estar pertrecho en años de vida. observaci6n y experiencia.)\
La novela resulta ser as!, adaptando el título de Proust, un
descubrimiento del tiempo al parecer perdido y que, en realidad,
no lo fue.
Esto deriva de una concepción de la novela como mayor
condensaci6n de la vida vivirla. La única forma de revivir este
pasado será profundizando en él, seleccionando 10 intrascen­
dente en apariencia, pero que es, en realidad, sustancial. El
talento del artista consiste esencialmente en percibir los por­
menores externos que se relacionan nece'>ariamente con una
manera de ser o de obrar.
Pérez de Ayala lleva e'>ta teorla a sus últimas consecuen­
cias: «Quizá el soñarlo ideal de todo gran novelísta ha sido
escribir una sola novela universal, en el otoño de su exis­
tencia) con toda la sustancia de la vida que le ha quedado
atrás y todo lo del más allá que desde esta posición única está
columbrando ya. Pero se escribe antes porque uno no nace
con la vida garantizada, y el futuro reside en el regazo de los
diose'> .•)
Notamos aquí una actitud muy clásica: la literatura tiene
esencialmente una función social. es portadora de sabiduría
humana. La pizca de ironía no es obstáculo, sino que aumenla
este clasicismo vital, no erudito.

196 197

No podemos dejar de mencionar una paradoja personal:


Pérez de Ayala, pensando de este modo, escribió casi todas
sus novelas en la juventud. Y no escríbi6 ninguna en los últimos
años de su vida.
Lo más interesante es que Pérez de Ayala se refiere aqui
a un tipo de novela que podríamos llamar la «novela totah~,
esa novela que nos da en sin tesis la experiencía y sabiduría
humana adquiridas a lo largo de toda una vida. El Qy.ijote es
un ejemplo claro. Pero este tipo de novelas se ha dado también XXX
en nuestro siglo. Recordemos los nombres de Proust, Mano,
Huxley, Pa.pini, Pasternak, Lampedusa...
Lukács: La melancolía.

Hoy esto se da cada vez con menos frecuencia. Se tiende, El realismo crítico

por el contrario, a profundizar lo más posible en la compren­


si6n de- una realidad limitada. La novela es cada vez menos El filóso[o marxista Lukács ha influido de modo importante
testamento espiritual o madura sabiduria humana para con­ en la critica Iíteraria contemporánea, abriéndote nuevos ca­
vertirse en el trabajo honrado y minucioso de un artesano minos dialécticos. Es fundamental y revolucionaria, por ejem­
literarío. plo, su vis.ión de la novela histórica. Queremos ahora recordar
su idea de la novela en general, tal como la expone en su Thlo­
'" rie du Roman l.
Para Luká.cs, la novela debe tratar de la vida de un indi­
viduo problemático en un mundo contradictorio, contingente.
El núcleo de la novela moderna es la búsqueda de valores
en una sociedad que ]os ha perdido, realizada por un héroe
problemático. Pero esa búsqueda es también impura, degradada.
La clase de relación que existe entre el héroe novelesco
y la sociedad determina la distinci6n de los géneros literarios:
la lragedia y la poesía lírica se caracterizan por la ruptura
total enlr~ el yo y la socieuad (visión trágica). En la epopeya,
existe una comunidad entre la sociedad y el héroe que la ex­
presa. La novela es un género intermedio entre los dos.
Dentro de esto, distinguió Lukács tres clases de novelas:
l. Novela del idealismo abstracto: su héroe es activo,
pero tiene una visión demasiado estrecha del mundo. Ejemplos:
Don Quijote, J ulián Sore!.
2. Novela psicológica: su héroe es pasivo, posee una
amplitud excesiva de sueños y deseos con relación al mundo
en que vive. Ejemplo: los héroes de Flaubert.

• Este libro rue publicado por primera vez en 19~O. Durante mucho tiempo
negó LuU.c$ el permiso para la reedicián, que se ha producido, en francés,
en 19G3: lidie. Gonthier (Bibliotheque Mediatío!ls). Existe traducción española,

198
199

;.,~

3. Novela de aprendizaje, en 1a que el héroe logra limi­ Es preciso añadir a todo esto la rotunda defensa que hace
tarse a sí mismo sin abdicar de su búsqueda de '(alores. Es la Lukács del realismo, absolutamente determinada por sus
novela de la resignacíón viril, de la madurez: el Wilhelm Meíste r, convicciones politicas 3. Distingue en la literatura de nuestro
de Goethe, por ejemplo. siglo dos grandes tendencias, la vanguardista ~ y la realista.
Bastante cercana a la de Lukács es la teoría de Girard 2: Acumula sobre la primera (entendida muy ampliamente) toda
lo típico de la novela (frente a la actitud romántica) es buscar clase de censuras, mientras que colma de alabanzas a la segunda.
los valores de modo indirecto, a través de una realidad me­ En realidad, ésta es la única literatura contemporánea cuya
diadora. existencia le parece justificable.
El concepto de {(mediación» es la aportación fundamental La caracterización que realiza Luk:lcs del vanguardismo
de Girard a este tipo de estudios. La realidad mediadora puede rebosa inteligencia y originalidad. En realidad, más que carac­
encontrarse fuera del universo propio de la novela (los libros terización se trata de una crltica acerba, por todos los caminos
de caballería para Don Quijote) o en el· interior mismo de ese yen todos los sentidos. En contra de muchas nociones habitua­
universo (El eterno marido, de Dostoievski). les, esta teoría ve al vanguardismo como algo esencialmente
Girard admite, en todo caso, la posibilidad de una con­ reaccionario; ní siquiera concede que su protesta contra las
versión final, en la que el protagonista se libera de este esquema convenciones de nuestro mundo pueda constituir un factor
triangular, se convence de la inautentícídad de su búsqueda dinámico, sino un puro escapismo.
y reconoce el verdadero valor. Girard resulta as! más opti­ En realidad, Luká.cs no delimita de modo estricto la exten~
mista que Lukács, para quien la conversión final del prota­ sión de este vanguardismo. Los ejemplos de él que cita con más
gonista significa la toma de conciencia de la vanidad y el frecuencia son Kalka, Joyce, Musil y Proust. Pero también
carácter degradado, no s610 de la búsqueda anterior, sino de aparecen incluidos en esta categoria autores tan díversos como
toda búsqueda. Virginia Woolf, ·Gide, Montherlant y Beckett.
El punto de vista de Lukács, en definitiva, es el clásico y ¿Qué es lo que cilracteriza a esta actitud ((vanguardista)?
pesimista. La novela contemporánea parece heredar la tra­ Su intención ontológica: pretenden decirnos lo que es «el
dici6n de la tragedia clásica, mostrando la pequeñez de nuestro hombre», no el homDre de tal país y tal época. Consideran la
poder en comparación con la tarea que nos vemos impulsados soledad y la angustia como integrantes de la Ilcondición hu­
a intentar y las fuerzas que se noS oponen. La novela, as!, es un mana)) universal y necesaria, no como destino social peculiar
fruto de la virilidad madura. Con lo cual, por un camino muy de aigunas persOIIas. Emplean casi todo su esfuerzo en un
diferente, viene Lukács a coincidir de modo curioso con Pérez formalismo decadente. S610 de modo muy secundario expresan
de Ayala. el hic el nunc concreto. Su absoluto subjetivismo supone la
Ha subrayado Lukács la oposición entre hombre creador, disoluci6n de la personalidad y la ínexplícabilidad de la rea­
entre ideal y realidad. Ante ella, es claramente pesimista: lidad objetiva del mundo. Se limitan a un determinado tipo
«Dos grandes sentimientos matizan toda gran novela: ironía de asuntos, con predilecci6n especial por lo er6tico y patológico.
y melancolia ... Melancolía porque la lucha con el mundo Carecen de perspectiva, no seleccionan: de ahí su fundamental
está perdida de antemano.» tendencia naturalista. Emplean frecuen [rmente la alegorla
La novela adquiere de este modo caracteres trágicos, es
<da epopeya de un mundo sin dioses». Lukács pone de mani­ , En La ,sigr¡!/icacúlll actual del realismo critico, tra.d. esp¡ulola, México, Era,
fiesto el valor universal, humanamente ejemplar, que posee 1963. Obras anteriores sobre este mismo tema: Dit 8,,1, IIIf.(/ diL Furmrn (1911).
trad. itaL, Sugar Edit., 1963; Estudios sobre ti rtllli.mro, trad. esp., Buenos Aires,
la gran novela. No es de extrañar que, con estas ideas, El Qui­ Siglo Veinte. 1965.
jo/e le sirva de ejemplo importante. • Sobre el vanguardismo pueden vuse R. Poggioli; T••ria del arlt de VIl"­
guariíll, Madrid, Revista de Occidente, 1964. y la ya citada de G. de Torre,
, .\/cu,ulIge romanljq~ ~t vmtl Toman,."". Parb, Grasset, 196 1. Hülo,ia ie la.r liteTalllfl/S de ~angllardia.

200 201
.,

como un medio para crear un abismo entre el hombre y la el estatísmo con el dinamismo frenético, sin sentido? ¿Por qué
realidad. En resumen, ("onduye LuHcs, el vanguardismo liene Fbubert es un paradigma del realísmo y no un precursor del
una esenda profundamente antlartístíca y aparece histórica­ vanguardismo? ¿Cómo compaginar a Montherlant con Bec­
mente como un producto necesario de la sociedad capitalista. kett y Musil? Sobre todo, ¿quién es (salvo la máquina foto­
Frente a todo esto, el realismo contempla la auléntica gráfica) absolutamente realist~t? Dividir toda la novela contem­
realidad desde un punto de vista crítico. Considera al hombre poránea en dos grupos y atribuir a esta división un carácter
como un ser social e hist6rico. Presenta la posiblidad concreta moral (los buenos y los malos) supone excesivo Al
de un hombre concreto en un mundo que también lo es. Afirma llegar a cierta altura, las etiquetas rotundas comienzan a
que la causa de la angustia no es el caos del mundo, sino la perder brillo, y nosotros a preguntarnos si tienen sentido.
incapacidad para captar el sentido y las leyes de la evolución En nuestro país (y desde una perspectiva ideológica totalmente
social. Aspira, por supuesto, a mejorar el mundo. Existe, por opuesta), algo efe esto le pasó a d'Ors con su dualismo de lo
tanto, una alianza histórica entre el realismo critico y el rea­ clásico y lo barroco.
lismo socialista. El reciente desarrollo de la estilistica supone, muchas veces,
El esquematismo de este resumen no debe inducirnos a una atención eXCt:~iva a lo puramente formal. Lukács incurre,
error: como todo hombre inteligente, Lukács sabe suavizar sin duda, en el exceso opuesto: atiende cxcl'lsivamente a la
algunas de sus teorias más discutibles con afirmaciones inspiradas ideologia. la imagen del mundo, y afirma que s610 aquí reside
en el relativismo y el sentido común. Veamos estas dos frases la específica singularidad artística de la obra y del escritor
del final de su libro: ((Las raices-de la verdadera grandeza de considerados. En realidad, no basta con que esta cosmovisión
un escritor están en la profundidad y riq'ueza de sus relaciones sea rica y profunda para alcanzar resultados estimables. Es
con la realidad.» Dentro de eso, ((el escritor desarrolla su maesw necesario saber expresarla, lograr una forma que responda
tría mediante el hallazgo de la forma literaria especial y ade­ naturalmente al tema, al temperamento del autor, a la situa­
cuada a su propia personalidad». ción de la técnica narrativa en el momento del erminado.
Pocos críticos podrán discutir estas dos afirmacíones: el Nuestra opinión personal ha de acogerse, u la vez más,
ideal no es una máquina fotográfica, sino un escritor que tenga al modesto y vulgar término medio: la obra litera.-ia es fondo
relaciones «ricas y profundas» con la realidad. Con esto nos y forma. Nada más interesante que estudíar la evolución de
remitimos directamente al problema filosófico: qué es y cómo las ideas a lo largo de la novela contemporánea. Existe, sin
es la realidad. Lukács da por resuelto el problema, desde una embargo, otra perspectiva importante: el lento y progresivo
perspectiva marxista: esto priva a su leoría de una validez desarrollo df' la técnica novelesca. Existe esta técnica concreta
general. No se trata s610 de que no seamos marxistas, sino de como existe la dd pintor, el aUluero o el límoiabotas. Una
que nos parece inaceptable su dogmatismo. Cada novelista crítica global de la novela contemporánea, y
deberá reflejar en su obra su personal visión del mundo, de la sobre la novela, no puede desconocerla.
realidad humana. En definitiva, Lukács condena una tendencia que él ejem­
No creemos ser nihilistas decadentes por admÍlir la validez pliíica en Jos nombres de Proust. Gide, Kafka, Joyce, Musíl,
de diferentes y aun opuestas concepciones del mundo. Sí somos Virginia Woolf... A nuestro modo de ver, éstos son los princi­
francamente relativistas al afirmar que hay muchas clases de palc:s renovadores de la novela en el siglo xx.
novelas contemporáneas, y que una teoria de la novela debe
tener en cuenta muchas de ellas. La teoría de Lukács es un
ejercicio mental de gran brillantez. Sin embargo, su simpli­
ficación nos parece exagerada.
¿Por qué el vanguardismo tiende al caduco naturalismo y
no al loable realismo? ¿Cómo coexiste dentro del vanguardismo

202 203
..

XXXI
Sociología de la novela
La importancia creciente de la sociología en el mundo
contemporfmeo y, sobre todo, las cualídades que posee el
método sociológico han determinado su aplicación al campo
de la literatura. Creemos que la crítica literaria no debe Iimi~
tarse a los usos tradicipnales (biografia del autor, resumen del
contenido, influencias verificables de una obra sobre otra), sino
que debe enriquecerse con nuevos métodos tomados de las
ciencias humanas. Todo camino es bueno si nos permite apro~
ximamos algo a la obra literaria. Por desgracia, la crítica
española apenas ha utilizado el de la historia social!. Vamos
a recordar ahora algun~s de la,s interpretaciones sociol6gicas
de la novela.
Escarpit nos proporciona 2 el método más sencillo. La novela
es, desde luego, una creación indiyidual, pero está desunada
a una colectividad (público). y esto plantea importantes pro­
blemas históricos, polítícos, sociales, económicos. Cabe aplicar

'Una excepci6n el el libro dejo A. Maravall, El mUlldo $~i4{ lit «ÚJ Ctl,s­
tina», Madrid, Gredos (Biblioteca Romlinica Hísp{I[Uca), 1964
El manl,lal má$ utilizado en nuestro plÚll es el de Amold Hauser, Historia
social de la filtra/lira y ti arlt, Madrid, Guadarrama, 3.- ed .• 1964' No dedica
especial atención a la novela del siglo xx.
Una útil y amplia bibliografla es la de Laura Benzi y Mario Marchetti,
"Bibliografia dall$íficata di sociología della letleratufll.... en Q,uulerni di SocIl>logill,
[-2, vol. XVII, Torino, Taylor, enero-junio 1968.
El an~lisis sociol6gíco parece especia ¡mente apto para aproximarse al ml,lndo
de la literatl,lfa popular o sublíteratura. Vid., por ejemplo, mi S~wtogfa de 111111
QOlltlo rom, Madrid, T"uru~, (968.
• Sociofogil tlt ld titliralUrt, Parls, Presses Universitaires de France (Que
sais-je?), 1964.

205

a la novela los conceptos de producción, distribución, oferta, Supone una actitud de separación del individuo frente a la
demanda, política del libro, etcétera. Será preciso estudiar, sociedad; la novela le distrae de la verdadera realidad.
\ ante todo, las cifras de tirada, de venta y de exportación. Pero Históricamente, cree Caillois que la novela contribuye
esto es s6lo el comienzo, existen problemas mucho más im­ así a disolver la moral y la sociedad, con lo que fUlja su propia
portantes. muerte. Un movimiento de reacción hará que se refundan las
¿Cuáles son las razones concretas que impulsan a un lector formas de la vida colectiva, que apenas si dejará ocios al indi­
a elegír una novela determinada? ¿De qué clase social pro­ viduo. No habrá ya sitio para la novela, sino para la historia
ceden predominantemente los novelistas de éxito? ¿A qué edad o el canto épico. S610 una nueva dislocación de la sociedad
escriben sus obras más populares? ¿Qué variaciones se pro­ volverá de nuevo al hombre hacia su vida interior, y, por tanto,
ducen en estos datos a lo largo de la historia? ¿Cómo agrupar hada la novela.
a los escritores en generaciones? ¿Cuáles son las condiciones Todo esto se resume en una condena moral: la nov(·\a hace
econ6micas de vida de los novelistas de nuestro siglo? ¿Yen alltisocial al individuo. Acentúa y empozoña todo conflicto.
siglos anteriores? ¿Qué criterios se siguen en las editoriales Desmoraliza, pues muestra la pasividad de tudo esfuerzo.
para seleccionar las novelas? ¿Hasta qué punto estas editoriales Superpone al universo de la vicia real y wtidiana una fantas­
dirigen el proceso de la novela contemporánea, aceptando unas magoría seductora.
y rechazando otras? Estas son algunas de las cuestiones a que Hemos tratado de resumir con fidelidad las ideas de Caillois.
puede dar respuesta satisractoria una sociulogía de la novela, Debemos ahora plantear algunas objeciones:
si sabe eludir dos grandes riesgos. í l. La novela no es el único género literario que ha roto
En nuestra opinión, el estudio no debe limitarse a la obten­ con las reglas tradicionales. Estt" fen6meno se ha dado para­
ci6n de los datos positivos i éstos necesitan ser interpretados por lelamente en la poesía y en el h:alro.
una persona que, poseyendo amplios conocimientos literarios, 2. La novela goza hoy de un evidente éxito popular.
sepa integrarlos en el conjunto con la debida perspectiva. La Pero esto, aun unido al prejuicio del especialista, no basta para
aplicación del método sociológico, además, no debe olvidar ('oll¡;j,!e-rarla como el único género hoy viviente. Lo mismo
la radical unicidad propia de la creación literaria. podrían pretender, por ejemplo, el ensayo, el artículo perío­
Escarpit nos ofrece un amplio panorama de las posibili­ dístico, etc.
dades de la sociología aplicada a la novela, y a la literatura 3. Creemos que la novela no puede reducirse a contenido
en general. Un importante sociólogo francés, Roger Caíllois, puco. Es también forma artística creadora, y esta forma es
propone una interpretaci6n sociológica de la novela moderna 3 prcci!,amrnte la que ha sufrido grandes transformaciones en
que debemos considerar. nuc~tro siglo. Claro está que subsiste una novela popular que
Caillois concede gran importancia a la novela: cree que es se limita a narrar aventuras o historias de amor. Caillois parece
el únÍco género lleno de vida que hoy existe, precisamente haber atendido únicamente a este tipo de novelas. Parece
porque no admite reglas y aumenta cada vel. más sus dominios obvio, sin embargo, que el otro tipo también existe. Y esa novela
a costa de los demás géneros literarios y de otras ciencias. que concede importancia a la forma sí que proporciona al
Su valoraci6n de la novela desde el punto de vista estético lector un auténtico goce estético. No se trata ya de «identificarse»>
es mucho menor: cree que continúa al folletín, porque es con­ .infantilmente con un héroe o una heroína desgraciados, sino de
tenido puro que excluye toda preocupación formal. Según eso, «(\'('1' vivir» a unos personajes.
no pertenece al orden literario, no proporciona goce estético,
sino participación e identificación. Tiene éxito porque da a la 4. Como consecut!ncia de lo anterior, la novela no es
masa acceso a una vida diferente, más aventurera y apasionada. s610 distracci6n de la realidad, alienación, sino también vía
importante de acercamiento a la realidad humana. Se ha
• Suci%gfa d, la noo.la, Bueno. Aires, Sur, 1942 llegado a calificarla de «ciencia del hombre».

206 207

Hay novelas que nos separan de la sociedad, pero hil~ se podría hablar de una sola que se manifiesta en dos planos
otras que nos integran en ella. El individualismo y la <ddcn­ diferentes.
tificación1) no son exclusivos de la novela, se dan también En esta sociedad inauténtica, solamente algunos indivi­
(quizá más) en la Uriea. Tanto la poesía comó la novela (y 'el duos continúan orientados hacia los valores de uso (no de
cine, la radio, la televisión) llenan una necesidad de evasión cambiÓ): son jos creadores, en todos los dominios, que por eso
que no parece totalmente censurable. Tampoco creemos, mismo se sitúan al margen de la sociedad y se hacen individuos
justa, desde ningún punto de vista ideológico, la condena de; problemáticos. .
toda la novela como instrumento de alienación: hay novelas Señala incluso las tres etapas que pueden distinguirse en
sociales, novelas revolucionarias, novelas demócratas, novelas este proceso de reíficaci6n:
ex.istencialistas, novelas marxistas, etc.
En resumen, la condena «mOl·ab. de la novela nos suena 1. Al capitalismo decimonónico corresponde la novela
hoya algo un poco pasado, aunque se haga desde una perspec­ tradicional, biografia de un héroe en un medio social.
tiva social que apunta al futuro. Para los que as! lo desean, 2. En la época del «imperialismo» de trosts y monopolios
la novela (igual que la poesía) puede ser un instrumento para (19 12*1945, según Goldmann) se intenta reemplazar en la
cambiar el mundo. En definitiva, la novela actual es un mundo novela la biogralJa individual por los valores nacidos de dis­
muy variado, y toda interpretación sociol6gica deberá atender tintas ideologías, comienza la disolución del personaje en
a esta variedad so pena de caer en el prejuicio ideológico. J oyce, Kafka, Mu sil, etc.
Otra importante interpretación sociológica de la novela 3· A la época del (capitausmo de organización estatal»
es la del critico francés Luden Goldmann 4. Discípulo de corresponde un mundo social y novelesco plenamente reificado:
Lukács, se basa en las teorías ya comentadas de su maestro y de el «(nouveau roman» escribe la novela de la ausencia del sujeto
René Girard. Parte de su base común: la novela como búsqueda y de toda la búsqueda que progrese realmente. Y esto engendra
de los valores en un mundo en que esos valores hao sido de­ orientaciones paralelas en el teatro de la ausencia y en la pín­
gradados. tura no figurativa.
Intenta poner en relaci6n una estructura social y otra 1,

novelesca. Para realizar este paso, usa en general como nexo Además del interés que tiene este análisis, se plantea aquí
el concepto de cosmovisi6n, o realidad mental producida por otra cuestión de fondo: la sociología de la literatura se ocupa
la situaci6n social. (En el caso de Racine y Pascal, por ejemplo, tradicionalmente de relacionar el contenido de la obra literaria
se trata de una cosmovisión trágica.) Pero no halla una visión con la condencia colectiva. Los inconvenientes de este método
del mundo que corresponda a la novela, o no cree necesario son evidentes, y Goldmann propone otro distinto: relacionar
hallarla. Piensa que se da una homología estructural, inmediata, las estructura. del universo de la obra con las estructuras men­
entre la novela moderna y la sociedad capitalista. tales de ciertos grupos. Según esto, la obra maestra (a ella era
Caracteriza al capitalismo como un tipo de sociedad en especialmente inaplicable la sociologia del contenido) ya no
el cual las cosas han perdido su valor auténtico, de uso, que es un reflejo de la conciencia colectiva, sino de los elementos
es sustituido por el puro valor de cambio en el mercado. La que la constituyen. Goldmann lleva a la práctica este método
relación con las cosas y con los seres aparece as! radicalmente comprobando (como ya hemos visto) la homologia entre la
degradada, pues se vive bajo el dominio del dinero. Goldmann estructura de la sociedad capitalista y la de la. novela moderna.
llega a afirmar que las dos estructuras (de la sociedad capita­ Para sus teorlas, ha partido Goldmann de dos creencias
lista y de la novela moderna) son rigurosamente idénticas, básicas: por un lado, la tesis sociológica de que los sujetos de
la creaci6n cultural son los grupos sociales. Desde el punto de
• Pour una JociolDgie áu TOmar¡, Paris, N. R. F. (Bibliothtque des IMes), 1964. vista literario, no creemos se pueda disminuir tanto la impor­
Hay trad. esp.: Para una socivl¡¡gia de la "o~la, Madrid, Ciencia Nueva, 1967. tancia del individuo creador.

208 209

En el fondo se plantea aqui el prob~ema de raíz de la cri­ dicionalistas y progresistas; indianos enriquecidos), la clase
tica literaria: si constituye o no· una verdadera ciencia, si puede m~dia y el pueblo (plebeyus y obreros de las fábricas). Dentro
(o debe) llegar a serlo. Goldmann cree' que la crítica literaria, de cada una, señala el sistema de mOlivaciolles, las aspiraciones
usando los métodos recientemente descubiertos, comienza a más frecuclltes, los roces entre las sucesivas generaciones, etc.
ser una ciencia dd espíritu tan seria, t;igurosa y positiva como El estudio de Bécarud es clarísimo, ordenado, ejemplar.
las ciencias naturales. Esta opinión se resiente, a nuestro en­ Creemos que el mundo de la novela española del siglo XIX está
tender, de un optimismo totalmente inmotivado. Los métodos pidiendo a gritos estudios de este tipo, que aclaren el trasfondo
adelantan, pero la crítica literaria (y artística, en general) sociol6gico de nuestras grandes novelas b • No hace ralta su­
seguirá siendo siempre la visión esencialmente personal, sub­ brayar que un estudio de este tipo uniría al interés puramente
jetiva, de un critico. Una cuestión de buen gusto, no de reglas literario el de rozar problemas candentes dl' nuestra historia
seguras ni de ciencia exacta. con temporánea.
El paralelismo estructural que establece Goldmann entre También es necesaria, desde luego, la sociología de la novela
la sociedad capitalista y la novela moderna presenta demasiados española contemporánea. Este lema lo trató J. M. Castellet
puntos débiles: la caracterización que hace de la sociedad en su primer libro '. Ulla de las parte,; lié esta (Jura de 1~)I1o
capitalista es, incluso desde el punto de vista económico, de juvenil, inconformista, se litula así: «Notas de wciulog-ía lite·
una sencillez excesiva. raria.» El intento merece, desde luego, toclas IlLlCSlras simpatías,
La teoda de Goldmann nos parece demasiado unilateral aunque no se trate (tampoco pretende serlo) de una obra
y te6rica. Aunque sea paradójico lIegar a esto desde una pers­ plenamente lograda.
pectiva sociológica y con intención de' realizar algo tan estric­ Así, pues, con todas sus dificultades, sigue abierto el campo
tamente cientifico como las ciencias naturales. Basándose de la sociología de la novela contemporánea realizada por
exclusivamente en Lukács, alcanza formulaciones cada vez españoles. Ni los manuales de uso habitual ni tantos artículos
más alejadas de la realidad.novelesca; no atiende, en absoluto, de revista progresistas pueden llenar adecuadamente este
igual que su maestro, a la evolución de la técnica novelesca hueco. Es preciso estar al día, vivir al rilmo de la época actual,
concreta. pero también trabajar con seriedad y rigor. Nuestra crítica
Todos nuestros reparos no deben impedirnos reconocer literaria necesita urgentemente abrirse a estas nuevas perspec­
la importancia indudable de estos intentos de explicación tivas.
sociológica de la novela. Lanzarse a formular grandes teorlas
de conjunto supone riesgo, pero también valen tia para afron­
tarlo, además de una preparación considerable. Si volvemos
la vista al campo de la literatura española no encontramos
nada comparable. Incluso en el plano de los estudios concretos,
apenas se ha aplicado el punto de vista sociológico a la nq.vela
contemporánea. Merecen, por tanto, toda nuestra alabanza
los escasos ejemplos que existen. Citemos dos de ellos.
El investigador francés Jean Bécarud ha realizado un ex­
celente trabajo sobre la vida social provinciana que refleja
La regenta~. Estudia sucesivamente el pa,pel que desempeña • También serian rom'cni'"le; ",ludios soríoJógicos (muchas vece, desmi·
en esta obra el alto clero, la clase dirigente (aristócratas tfa­ lir.~adurc$) sobre las grandes ul>ras de nuestro Siglo de Oro. Vid., por rjemplu,
103 tr"ba)ü' soure la picaresca de F. Brun y C. V. Aubrun en el volumen 1. illlrntu rt
el SV(lelf. ProM,mes d. mlthodologie '" ,oánlog'" de la I¡I/lra/u", llruxellcs, U nivCTsíté
, «La regenta», de Clarín, y la R.slauracWn, Madríd, Taurus (Cuadernos LiL", (Editiom de "]nslítut de Sllci"lo¡.:ic), '967.
Taurus), 1964. , N.las s"b~. li/,ratura espaiwla (onlemporánra. Bal'cdolla, L"y~, '955.

210 211

ti,~;;.'

XXXII
Pavese: Construcción y personalidad
Abramos el diario intimo de Cesare Pavesc, el gran novelista
italiano l. Pocas veces podremos hallar una conciencia del
dolor tan clara, tan honda, tan poco gesticulante. Pavese
encarna, en muchos aspectos, la grandeza y la debilidad del
hombre de nuestro siglo. Muchas amarguras le han vacunado
contra la retórica y la autocomplacencia. Por eso escribe,
sencillamente, el 25 de abril de 1936: (Hoy, nada.»
En su diario hallamos también a un novelista muy inte~
ligente, extraordinariamente lúcido, haciéndose preguntas sobre
su obra: son párrafos muy breves, a veces frases sueltas, No
parece dificil, sin embargo, ordc[1ar un poco estas opiniones.
Podemos empezar por 10 más sencillo: «Mi antigua manla
de superar el naturalismo,» Esto puede parecernos obvio, por
coincidír con importantes tendencias de nuestro siglo. No 10
es tanto, por el contrario, si tenemos en cuenta la corriente
neorrealista que predomina en gran parte de la novela italiana
" contemporánea y la posición ideológica de Pavese.
Pensemos en el novelista desde una perspectiva absoluta­
mente empiríca y concreta, sin idealismos de ninguna clase.
No es Pavese precisamente el tipo de escritor burgués, plena.
mente «(acomodado» en el mundo, satisfecho con su vida y su
trabajo: «Entre los signos que me advierten que mi juventud
., ha terminado, el principal es el percatarme de que la literatura
ya no me interesa verdaderamente.), Lo que le interesa, desde
luego, es su vida y la vida de los demás, la vida humana en

I Jl "",¡riere dí ui~ere, trad. esp,: El r¡ficío de vivír. Diario (1935-J950). Buenos

Aire$, Edit. Raigal (El Hombre y sus Espejos), 1957.

213
.

general. Pero da la casualidad de que sus obras Ji terarias son Al iniciar el año 1940 considera con despego las obras
una de las expresiones esenciales de su persona. (El amor es escritas durante el anterior, pero se consuela porque «sé querer
otra.) En último término, la literatura es su trabajo, su ocupa­ un estilo y sostenerlo, yeso es suficiente». Descubre que es el
ción en esta vida: cualquier buen artesano se interesa por los ritmo, y no los personajes, lo específicamente narrativo. (Vir­
problemas de su oficio, desea practicarlo cada Xa con más gínia Woolf proclama el mismo principio en Las olas.) La
perfección. elección originaria y fundamental del narrador recae sobre
Pavese comprende que, en su labor creador , la incor~ ese tono fundamental que empapará todos los acontecimientos,
poraci6n de elementos naturales «en bruto» significa un fallo, los personajes y las situaciones de la novela. Con palabras de
un defecto. Pero sabe también que es.to es lo más fácil, que a Pavese: «Una vez escrita la primera linea de un relato, todo
ello tiende nuestro modo de ser perezoso y distraido: «A veces está elegido, tanto el estilo como el desanollo de los hechos.
basta, en 1a segunda línea, un trazo naturalista para provocar Dada la primera línea, el resto es cuestión de paciencia: todo
págínas y páginas de naturalismo implacable, documentales saldrá de ella.H
y ya no narradas, es decir, d"onde cada acontecimiento se coloca Afirma repetidas veces Pavese la importancia fundamental
en el plano de tal trazo, negándose a dejarse repensar.» de la perspectiva en la narración contemporánea: «Ahora
La labor del narrador supone, así pues, apropiarse plena­ todo se describe mirando con los ojos del personaje ... Nada
mente y expresar de modo personal la materia novelesca. «>5 más esencial, al comenzar una obra de arte, que garanti­
Es, podríamos decir, como el cocinero que asa un gran animal: zarnos la riqueza del punto de vista.)} Este es el instrumento
no debe dejar ninguna porción cruda. Por eso escribir relatos adecuado para superar un psicologismo que hoy se nos revela
es una labor dura, no sólo un entretenimiento para aristÓcratas insuficiente: «No se trata de descubrir una nueva realidad
aburridos. psicológica, sino de multíplicar los puntos de vuta que revelarán,
Para Pavese, que también coincide en esto con una impOl"­ en la realidad normal, una gran riqueza.>} Este perspectivismo
tante tendenda contemporánea, la labor del narrador es enlaza, en la práctica, con el tema de la narración en primera
esencialmente constructiva. Se opone así, a la vez, al documento persona, a la que presta gran atenciÓn Pavese.
naturalista y a la reproducción automática (surrealismo, Eslas opiniones son interesantes, pero no poseen una gran
monólogo interior ... ) de las vlvencías personales. originalidad. Llegamos ahora a un punto concreto que nos
Es éste, creemos, uno de sus rasgos más clásicos. Confiesa llama más la atención: Pavese subraya la importancia de la
estar aquejado de un «frenesi constructivo». Opone a la rea­ del narrador como factor que determÍna decisi­
lidad natural la fantasía inteligente, constructiva: hoy el vamCllle 1:.. calidad de su obra. Escribe el 14 de agosto de 1940:
escritor no debe escribir para desahogarse, sino para construir «Sólo logra realizar cierta obra quien vale más que esa obra.»
un mundo unítarío. Esta construcciÓn abstracta es lo que dará Comprueba cómo las cualidades humanas del individuo se
a la obra un valor expresivo. reflejan en su estilo: «Los escritores que agradan por su exis­
Estas afirmaciones son bastante lógicas y fácíles de aceptar. tencia -'PUI' la actitud tomaron en la existencia ... - son,
El problema se plantea a la hora de señala.r los medios concretos en gt'ueral, también el estilo «es la realidad de
que determinan esta estructuraciÓn. No cabe, naturalmente, quien cuenta, único personaje insustituible». Las novelas son
aferrarse hoya criterios neoclásicos. La exigencia de la unidad las, «historias de un contemplador» (el novelista). En el arte
novelesca se ha relajado hasta límites de amplitud casi indefi~ contemporáneo esto se refleja daramente en la ironia, a la que
ruda. Pavese adopta un criterio amplio que no podemos por Pavesc atribuye un pape! esencial.
menos de elogiar: lo que da unidad a la estructura es lo mismo Estas ideas riman perfectamente con la preocupación hu­
que slrve para superar el naturalismo; el estilo personal. Pero mana, é-tica, que predominu sobre la literariil en el diario de
éste no hay que entenderlo como forma más o menos sencilla, Pavese. Corren el doble riesgo de parecer obvias, evidentes, y de
sino, en la narraciÓn, como un tono o ritmo fundamental. ser coudenadas en bloque por la critica estrictamente literaria.
214 215

No piensa Pavese en términos de pequefia moral. Todos todo nuestro trabajo: «La novela busca una nueva ley en un
sabemos que con buenas intenciones y buenas ideas se hacen mundo que se va renovando, y no se contenta con moverse
muchas veces (aunque no necesariamente) novelas pésimas. en el nuevo mundo según la vieja dimensión.» La afirmación
En su diario, Pavese proclama una serie de valores éticos que optimista tiene má-s valor viniendo de una persona tan honda­
han pasado hoya primer plano: au tentiddad personal. Seriedad. mente pesimísta como Pavese.
Aceptaci6n del dolor. Antirretoricismo. Sentido de lo concreto.
Etcétera, :
Hoy no leemos novelas s610 para divertimos. Exigimos
en los novelistas cualidades literarias, pero también (o sobre
todo, según los casos) cualidades humanas, morales. Princi­
palmente una muy dificil de definir: la «decencia» u honradez
fundamental en la actitud ante los 'demás hombres 2. Esta
cualidad del novelísta (o su ausencia) la percib~' muy fácil­
mente el hombre actual. No es otra la razón, por ejemplo, del
éxito mundial de Camus. Dentro de la obra de Hemingway,
El viejo y el mar destaca por la perfección narrativa, pero tam­
bién y esencialmente por el canto a unos valores humanos
que resplandecen en medio del fracaso. Ya Ortega, en el año
1915, basaba el elogio de Baroja 3 en una serie de cualidades
morales que respiran (no predican, claro está) sus obras:
sinceridad, lealtad consigo mismo, protesta contra el modo de
pensar y sentir convencional... .
La honestidad del autor es uno de los valores que podemos
percibir en la novela. Solamente uno, no el único. Pavese ha
sabido subrayar la importancia de la personalidad del nove­
lista, y esto nos parece un acierto. De ah! se deduce una con­
clusión: todo escritor tiene una «imagen central, formalmente
inconfundible, a la cual su fantasia tiende siempre a volver ...
como a algo único, que simboliza toda su experiencia». Es lo
mismo que, en el flmbito de nuestra critica literaria, formuló
con tanta brillantez Pedro Salinas·,
Podemos cerrar ya nuestra consideraci6n de las ideas
sobre la novela de Pavese con una sencilla frase que resume

, Veáse la obra, ya citada, de Aranguren, La juventud europea y otras nuayos,


2.& ed., 1962. pág. 46.
, "Ideas sobre Baroja», en El esptCladar, 1. Obras <omp/elas, tomo JI, 2.- ed.,
Madrid, Revista de Occidente, '950, p(¡gs. 69""103.
• La poesta d. Rub/r¡ Dario (Erurga Jobre e/lema y los lema.! d.l pOlla), BuenO.!
Aire" Losada., 1948. Vehe tambitn]uan Marichal, "Pedro Salín as y lo¡ valore.!
humanos de la literatura hisplmica», pr61ogo al libI"O de Salinas Eruayos á. lile·
I

ra/ura Hispánica, 2." ed., Madrid, Aguilar, 196/, págs. 9.21.

216 217

XXXIII
«N ouveau roman»
En la década de 1950 nace en Francia el «nouveau romam> ,
rodeado de una aureola de escé.ndalo semejante a la que en
su momento despertaron los «ismos)~. No está. nada claro que
'~ sea una verdadera escuela o movimiento con caracteres rela­
tivamente urutarios. En realidad, se trata de un conjllnto de
novelistas cuya intenci6n artislica y valor absoluw son hete­
rogéneos. Los nombres que se suelen citar con más frecuencia
como representantes de esta tendencia son Alain Robbe-Grillet,
'~ Michel Butor, Nathalie Sarraute, Marguerite Duras, Claude
Simon, Claude OHier, Samue:l Beckett y Robert Pínget. Les
une el rechazo de las formas novelísticas tradicionales, el deseo
de hallar nuevos caminos... y casi nada más. Como se ve,
caracteres que informan a todas las tendencias renovadoras
de nuestro siglo.
El lector medio y el critico formado en criterios tradiciona­
lo
les se tropiezan con unas obras muy oscuras, díficiles de
entender, aburridas en general, pero que demuestran una
evidente brillantez formal. La reacción es evidente: « ¡Qué
lástima que unos novelistas tan bien dotados no sigan un
camino mt'jorl ... » (No conviene ridiculizar demasiado al pú­
blico medio. Quizá. nuestro juicio acabe siendo bastante pare­
cido a éste.)
El escándalo incipiente estalla cuando algunos de estos
novelistas publican escritos teóricos en los que defienden su
manera de escribir de un modo absolutamente provocativo.
El defensor principal de estas nuevas ideas es, indudablemente,
Alain Robbc-Gri!lct. Debemos comenzar por el examen de

219

.\

sus diversos artículos teóricos, reunidos en un libro I que pasa explicación debe ser sustituida por el simple presentar las cosas).
por ser el manifiesto del movimiento. El órgano más adecuado para ello, el más «inocente», es
Critica implacablemente Robbe-Grillet algunas «nociones la vista, que se limita a recorrer la superficie de las cosas,
periclitadas», propias de la novela tradicional: el personaje, su forma geométrica, sus límites, renunciando a toda pro­
el argumento ... Esta crítica nos parece evidentemente acertada fundidad engañosa. Las novelas de Robbe-Grillet están repletas
si la reducimos a sus justos límites. Es evidente que la necesidad de minuciosisimas descripciones de este tipo. De aqui deriva
de un personaje bien definido y de un argumento claro y verO­ el nombre que recibe también este movimiento: «Ecole du
símil se entienden hoy con mucha menos rigidez que en el regard~>.
siglo pasado. En algunos casos se prescinde del personaje y Todo esto se relaciona filosóficamente, de un modo bas­
del argumento (entendidos a la manera tradicional) sin que tante vago, con la crítica del «humanismo» y de la «tragedia»:
desaparezca por ello la novela. No parece tan claro, desde no hay por qué ver el mundo desde el punto de vista del hombre
luego, que esto sea una ley general ni que deba ser exigido a ni subrayar la distancia entre el yo y las cosas.
toda novela contemporánea. Para Robbe-Grillet, la realidad del arte reside en su forma.
Sc complace COIl frecuencia Robbe-Grillct en oponer su Lo más curioso es que, con una dialéctica implacable, pres­
mundo novelesco al de Balzac. Es evidente que las diferencias cindiendo de los problemas que no le interesan y reduciendo
son muy considerables. Lo que no suele comentar Robbe· al absurdo algunas posibles objeciones, lleva esta afirmación
Grillet es que entre Balzac y él hay una serie muy grande de a su extremo: el sentido y el único contenido del arte es la forma.
autores (Proust, Gide, Joyce, Virginia Woolf, Hmdey, Musit, La literatura, como la música, es una arquitectura necesaria,
Kafka, etc.) a los que se debe la evolución contemporánea pero necesaria para nada. La obra de arte no da testimonio
de la novela. Parece tener la obsesión (probablemente con de nada, es una realidad en si misma.
alguna base en la realidad, como casi todas) de que todos Desde este punto de vista, condena radicalmente el realismo
los que le atacan lo hacen por seguir aferrados a los modelos socialista y el compromiso. No deja de ser gracioso que todo
decimonónicos. ' ~ esto se afirme en un mundo como el nuestro, repleto de sociolo­
gías, testimonios e intenciones politicas. Aunque, en eL fondo,
Cita frecuentemente el ejemplo de personas que le hacen
reproches tan absolutamente «verlstas» y retrógrados como tiene bastante poca gracia.
éstos: «No hay ningún hotel como el de Marienbad», o «El La obra de arte, para Robbe-Gríllet, no tiene sentido, no
soldado perdido "en el laberinto" lleva sus distintivos mili­ hay por qué buscárselo, no expresa nada: es una forma, una
tares mal colocados». Claro está que rechazar estas críticas estructura arquitectónica. No cabe hablar aquí de «esteticismo»,
no supone hoy una revolución demasiado grande; más bien j
ya que por ningún lado se menciona la belleza; es, exclU5iva~
nos recuerda una antigua expresión española: «Dar lanzadas mente, un formalismo absoluto al borde siempre de lo ingenioso y
a moro muerto.') técnicamente hábil, de la pura trivialidad.
Entremos ya en las afirmaciones positivas de Robbe­ En las teonas de Robbe·GriHet hay contradicciones dema­
Grillet: preconiza la objetividad más aséptica. Lo impor­ siado evidentes: critica a los que conciben al creador como un
tante en una novela no es el autor, ni la historia, ni los per­ puro instrumento inconsciente pero no sabe nada de su obra.
sonajes, sino las cosas. Dentro de eso, «hay que evitar toda Se ampara en las brechas que ha abierto el subjetivismo en la
~ novela contemporánea para proclamar la necesidad del ob­
humanización del mundo, toda proyección subjetiva, toda
metáfora. Hay que reflejar la realidad de las cosas, que' no tiene jetivismo. Demuestra claramente que la realidad profunda
ningún "sentido", sino que es una pura "presencia". Toda no era captada por la novela del siglo XIX y predica la aséptica
limitación a lo superficial.
Lo peor del caso es que muchas de estas contradicciones
, Alain Robbe·Grillet. POllr!t1! nouueau romano Parls. 00,. Ga.!limard, N. R. F.
(ldées). 1965. Hay trad. e$p. en la col. Biblioteca Breve de 8eix Barral. dan la impresi6n de ser fáciles medios para evitar las objeciones

220 221

a sus teorlas: sus obras no quieren expresar nada; si lo quisieran, Según Nathalie Sarraute, lo que más nos interesa en una
elegiría el camino del ensayo. Los criticos no pueden saber novela contemporánea es la personal visión del mundo, el modo
nada) porque se ven obligados a juzgar las obras actuales particular que posee un hombre concreto de estar en éL Para
sirviéndose de criterios basados en obras anteriores. Él mismo evitar que el lector se distraiga con los personajes, el protago­
se limita a buscar y preguntar, no sabe nada de sus obras al nista suele ser «ym): procura despersonalizar a los héroes,
escribirlas ni después de haberlas concluido. Todo esto parece suprimir sus nombres, para manejarlos a gusto. El elemento
llevar al nihilismo; si no fuera porque conduce a algo peor: psicológico tiende a bastarse por .sÍ mismo. La novela llega a
la irresponsabilidad.. - :. ser, al contrario que en Robbe-Grillet. pura ex.presión, subje­
Muy diferente es otro libro te6rico escrito por una novelista tivídad absoluta.
de este grupo: L'Ere dI/. Soupfon, de Nathalie.Sarraute 2 • No hay También se opone a este autor en otro aspecto esencial:
aquí dogmatismos tan extremosos. referencias a nuevas es~ la realidad es profunda, no superficial. De aquí .se deduce una
cuelas ní pretensiones de manifiesto. Se trata, simplemente, interesante concepción del realismo: «El verdadero realismo
de unos inteligentes «estudios sobre la novela». es aquel que busca captar y expresar fielmente las capas pro­
Basándose especialmente en dos autores clave: Kafka y fundas, auténticas, de la realidad. Los dem~s son formalistas.»
Dostoievski, presenta la. decadencia progresiva de Jos ele· Parece innecesario subrayar el acierto de estas consideraciones,
mentos tradicionales de la novela del siglo XIX: ya que a lo largo de nuestro trabajo defendemos con frecuenóa
l. Los personajes «vivos», «tipos» peculiares, caracteres ideas muy semejantes.
firmes. El «carácter» de un pc:rsonaje es una etiqueta grosera Hemos visto. asi pues, las teorias sobre la novela de dos
y perezosa que no refleja en modo alguno la complejidad de autores del «nouveau roman» que son muy distintas y basta
lo real. Ni el novelista ni el lector creen ya en los personajes, opuestas. La misma variedad hallaremos en sus narraciones.
que suelen ser visiones, sueños, ilusiones., reflejos. Lo que hoy Vamos a señalar, muy rápidamente, algunos temas carn.c·
nos interesa son los portadores o soportes de estados que encon~ teristico$ de cada autor, así como ciertas innovaciones técnicas
tramos en nosotros mismos. originales s.
2. La intriga atrayente, sabiamente graduada, con m~
En las novelas de Robbe-Grillet destacan, ante todo, las des­
mentos privilegiados en los que se revela la intimidad más pro- . cripciones de objetos hechas con frialdad absoluta. La inicial
funda de 108 personajes. Hoy el cine puede llenar esta funci6n objetividad, sin embargo, va adquiriendo progresivamente el
de distraer. ­ carácter de una fascinación. El ambiente está hecho de silencio,
3. La motivación psicológica casi mecánica, la abstracta quietud, absurdo, recuerdos morbosos y obsesiones neuróticas.
exposición de motivos que se suele considerar como el limite El protagonista no sabe con frecuenóa qué hace, adónde
de los procedimientos de análisis. Por debajo de todo esto ha va, qué debe hacer; tiene mala memoria y no entiende cuando
hallado Natbalie Sarraute lo que constituye uno de los motiv08 le haulan. Hay aquí la lógica reacción contra el narrador
fundamentales de sus novelas: (Esos movimientos sutiles, decimonónico que lo sabía todo; pero no se ha quedado en
apenas perceptibles, fugitivos, contradictorios, evanescentes.:. un narrador que sepa sólo una parte, como (creemos) debía
Los débíles temblores, los esbozos de timidas llamadas y retro­ ser, sino qu~ el narrador sigue sabiéndolo todo pero nos oculta
cesos, las sombras ligeras que se deslizan, cuyo juego incesante algo: en El mirón, por ejemplo.
constituye la trama invisible de todas las relaciones humanas ; La técnica de Robbe·Grillet incluye consta.ntes repeticiones
y la sustancia misma de nuestras vidas.)) Estamos aqui, eviden­ y vueltas hacia atrás, que él maneja con gran perfección formal.
temente, rozando el absoluto impresionismo de Virginia WooH; .
l Vid. J. Bloch-Michel. La (mUt~a n~Ulla". Madrid, Guadarl'ama (Punlo
ft fU

• L'Er, du SOUPf(lIl. Euou sur 1I '_11, Paris, GaUimard, N. R. F., í956. Omega), 1967. Una brillante refutación de N. Sarrame y Robbc.Grillel puede
Hay trad. esp., Madrid, GUildarrama. ] ' . j !, verse en S1balo, El ucrilor)' ¡Uf !antafI7l0r. eu. citada, págs. I06-12~.

222 223
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La atmósfera de la narración es, a la vez, cotidiana e in­ etcétera 4. Se trata, evidentemente, de un intento de unir al
quietante, como en las obras de Kalka; pero el autor niega lector con el protagonista.
rotundamente que exista detrás de ella ningún sígnificado En Degrés intenta dar cuenta completa de una hora de clase
o slmbolo. Limitado asi al pur~ .enigma sin sentido, y pese a de un instituto. Esta hora es el punto en que confluyen múl­
la brillantez de la forma, el lector no anda lejos del aburri­ tiples factores: vida del profesor y de sus alumnos, relaciones
miento. Según el autor, esto no sucedería si fuera un hombre de cada uno de ellos con todos los demás, influencias familia­
de buena fe, una persona sencilla que no haya: leído a res, etc. Pocas obras ejemplifican mejor la vocaciÓn de totalidad
Balzac. ' de la novela contempor:mea.
Recordemos la estructura de su novela más famosa, En el Éstas son algunas de las obras que han hecho famoso al
laberinto: Se compone de un repertorio de escenas que se repi­ «nouveau romam,. Repitamos 10 dicho al comienzo de este
ten y se combinan, en sucesivas versiones, con pequeñas dife­ capítulo: se trata de autores muy diversos en sus intenciones
rencias: una habitación. Una calle con un niño. Una habitací6n estéticas y en su valor literario. Coinciden, quíz&, únicamente
con una mujer, luego un inválido y uit niño. Un soldado por en lo negativo: critica de los caracteres de la novela clásica.
la calle. El soldado sigue al niño. Un cuartel. En la habitación Siguen as! la más interesante tradición de nuestro siglo. En este
hay un grabado de un café. El niño conduce al soldado a ese sentido, no suponen ninguna revolución. Hacemos nuestra
café. Etcétera. El libro es, según Albérts, «una trampa delí­ una afirmación tajante de Albéres 5: «(En Europa, el "nou veau
ciosa para el espíritu»_ roman" existía ya hace treinta afios, en algunos grandes crea­
A Nathalie Sarraute le interesan los movimientos infinita­ dores... Ha conseguido llevar a la actualidad del periódico
mente pequeños o «tropismos» (ése es el titulo de su primera la ambición de la novela desde hace cincuenta años: ser una
obra, de 1936) que se dan en nosotros de modo inconsciente, obra de arte.» .
El «nouveau roman») se aparta, indudablemente, de las
antes de que lleguen a fijarse en palabras o en pensamientos.
Su gran tema es la tré.gica dificultad de las relaciones humanas. habituales vías del realismo y el compromiso social o político.
Continúa as! una tradici6n de novela psicológica, corriente Los problemas técnicos de la novela constituyen su preocupa­
de condencia e impresionismo: Proust, Joyce, Virginia Woolf. ción esencial. En algún ~aso (el de Robbe-GriUet, a nuestro
Es muy grande también la influencia de Dostoievski. Hace juicio) llega a caer en el puro formalismo, Ha dado origen,
desaparecer la anécdota; los personajes carecen de limites sin embargo, a obras muy valiosas que ensayan nuevas técnicas
precisos. Nos presenta el subsuelo que yace por debajo de 10 con el fin de lograr una comprensi6n mfl.s auténtica y.completa
psicológico, la conservación auténtica, sin palabra encubierta de la realidad actual.
por las frases triviales.
Michel Butor, la otra gran figura de este movímiento, se
parece muy poco a Robbe-Grillet. En El empleo del tiempo utiliza
la anécdota de un joven narrador que escribe su diario para
proseguir en profundidad la «búsqueda del tiempo perdido~>
de Proust; pero el pasado no es inmóvil, sino que cada nuevo
acontecimiento cambia su sentido.
En Passage de MUan presenta Butor la vida colectiva de una • Recordemos d ejemplo paralelo de Carlos Fuentes. Vid. Franci&co Yn­

casa de pisos, a lo largo de una jornada. La modification se ha dUl;ain, «La novda desde la segunda penana. AnálisÍlJ estructural.. , en Prosa

hecho famosa por un punto concreto de técnica narrativa: nouetu&/l: actutÚ, Univ. Internacional Menéndcz Pelayo, ¡g68, págs. 157- 183.

Michel BUlor, ",El UIIO de los pronombres per,onala en la novela», en So/m

no está escrita en la habitual tercera o primera persona, sino


liltrlltura, II, cod. cit., pltgs. 77-93·

en la segunda de cortesía; «Usted entra. Usted coge su maleta», • Hísloire tl" ro"",,, moátrTII, págs. ,4-17-4 18•

224 225

.aaLI0'1'JK!.L U)l'.,;/ ....\,


---. .... . . . . ... ~Iftb ••, ........

,
,1

XXXIV

Virginia Woolf: El impresionismo


La experiencia de esta escritora es especialmente intere­
sante para comprender la novela de nuestro siglo. Señala con
gran lucidez los caminos te6ricos I y expone los problemas
relativos a su propia creación~.
..... Virginia Woolf significa la plena realización de la novela
impresionista. Lleva :lo la práctica la definición dada por Henry
James: «Una novela eg una impresión personal de la vida.})
La realidad, ante todo, ya no es un bloque marmóreo que
se nos impone por su evídenda. Se ha fragmentado hasta el
infinito. S610 existen aspectos, momentos, impresiones, pers­
pectivas. Un paisaje, el interior de un hogar, mi propio yo,
no tienen caracteres definidos e inmutables. Varian según el
momento del di a, la luz que cae sobre ellos, el talante de quien
los contempla: ((La vida no es un objeto sólido, sino un flujo
y reflujo perpetuos.)
Es artificial aislar en nuestra mente a las personas, a los
objetos. En las novelas de Virginia Woolf, una flor amarilla
irradia belleza en un ambiente sombrlo; un vestido de mujer es
más verde y tiene más vida si destaca sobre una cortina de
terciopelo rojo; las notas de un piano pinchan mis dedos como
alfileres; el roce de una tela trae de nuevo hasta mí la arena
dorada de las playas de mi niñez ...
Ya l,10 hay barreras entre las cosas, todo se comunica: «(No
creo en' el valor de las existencias separadas.» El mundo de las
I En TI¡, Crnnmon R.ad" y Tire S,¡;l}nd C_on Rtoder, Nueva York, Harcollrt.

Brace and eo. (Harvest Bookl). 1925 y [932.


, En A Wríl"'s Díl1ry (1954). TraducciÓn francesa: ]QufTUll á'ltn Ecnvain,
MÓnaco, DI.! Rocher, 1958.

227

sensacÍones adquiere una riqueza y profundidad insospechadas. Ya no existen, desde luego, «materÍas nobles}~ para la
Pero, a la vez, se vuelve inquietante, intranquilizador. El sub­ novela: «No existe una materia especialmente propia de la
jetivismo lo tiñe todo. Sensaciones y sentimientos se enlazan novela: cualquier sentimiento, pensamiento, percepción, pue­
en Intima unión. Desde esta perspectiva, el realismo que se den serlo.»
limita a lo exterior parece una torpe mentira piadosa. Virginia Woolf se ocupa, ante todo, de la trama gris, de
Algunos de los párrafos anteriores nos han debido recordat las acciones cotidianas. Pero, con una sensiblidad y un arte
a Proust) y a algunas experiencias básicas de la pintura conterp­ de la sugerencia extraordinarios, nos muestra todo el misterio
poránea: los impresionistas, sobre todo, han descubierto que que se encierra detrás de lo intrascendente.
el mundo cambia según los momentos y la luz; que el color de No le interesan las personalidades muy definidas, los
un objeto influye y se refleja en los cercanos; que el contorno «héroes» o «tipos~) propios de la novela clásica. Sus personajes
de las cosas no es una gruesa línea negra, sino un halo difuso. son s610 puntos de referenda. Lo esencial es el asombro ante
En algunos pintores (Raoul Dufy, por ejemplo) las manchas la vida, ante el misterio: (l ¡Qué extraño es el vivir! No se sabe
de color coinciden sólo muy parcialmente con los contornos nunca hacia dónde se va, ni qué es lo que reaJmente se desea
dibujados: el oro de los trigos invade en parte el verde de los ( ... ) La novela es un buceo en todo lo infinitamente extraña
árboles, y el azul del cielo se extiende también por los campos que es la condición humana.»
en flor. Copiamos, por último, un texto de Virginia Woolf que,
El mundo novelesco que se nos ofrece gana aSl riqueza, como los de Proust antes citados, nos parece esencial para
profundídad, hermosura. Y cercania con la realidad auténtica. comprender la novela de nuestro siglo:
Pero también dificultad para el lector. La cualidad necesaria «El escritor parece obligado a imaginar un asunto y darle
(en éste y en el novelista) para acceder a ese mundo es la sen· un aire de probabilidad que embalsame todo el conjunto de
siblidad: «Cuando escribo no soy más que una sensibilidad.» modo tan impecable que si las figuras vinieran a la vida se
Pero llevada a limites extremos, que rozan la enfermedad ner­ encontraran vestidas hasta el último bot6n de su abrigo a la
viosa. moda apropiada... Pero a veces nos preguntamos: ¿Es asi la
Para esta concepción, la novela tiene un único tema po­ vida? ¿Deben ser asi las novelas?
sible: la vida, en su paso a través de una sensiblidad. Es decir, Miremos a lo hondo y 4escubriremos que la vida está
una impresión personal. Los temas concretos de las novelas muy lejos de ser "así". Examinemos por un momento una
son extraordinariamente poco importantes. En realidad, el mente ordinaria en un dia normal. Recibe miles de impre­
tema «no es más que una posiblidad que se ofrece a las condi­ siones: triviales, fantásticas, agudas, evanescentes ... De todos
ciones del novelista». lados cae sobre ella un torrente continuo de innumerables
Por eso, el trabajo básico del autor es acumular impresiones, átomos. Y el acento cae cada dia sobre cosas distintas. De
asimilar la vida, empaparse de ella: «Lleno mi espiritu de todo modo que, si un escritor fuera un hombre libre y no un
lo que contiene un cuarto o un departamento de tren, como se esclavo, sí pudiera escribir lo que él elija y no lo que deba,
llena una estilográfica mojándola en un tintero.» Y trabajar si pudiera basar su obra sobre sus propios sentimientos y
la forma con la devoción y constancia de un artesano, para no sobre convenciones, no habría en su novela argumento,
lograr que la expresión se acerque lo más posible en exactitud tragedia, comedía, historia de amor ni catástrofe en el
y belleza a la impresión anterior. sentido habitual, y quizá ni siquiera un botón bien colo­
Virginia Woolf advierte con agudeza que el lector no debe cado.
darse cuenta de este trabajo. El ideal inalcanzable es que la La vida no es una serie de lámparas simétricamente dis­
obra de arte acabada, muy elaborada, conserve todas las puestas, sino un halo luminoso, una envoltura semitrasparente
cualidades del esbozo. El autor debe desaparecer detrás de la que nos rodea desde el comienzo de nuestra consciencia hasta
obra, que ofrecerá un aspecto de frescura y libertad. el fin. La tarea del novelista es ofrecer este variado, desconocido,

22B 229

impreciso espíritu, con la menor mezcla posible de elementos


aj enos y externos) ~ .
Virginia Woolf culmina as! una tradídón de la novela in­
glesa, muy psicol6gica. hondamente intelectual. a la que añade
una sensibilidad exacerbada. Los experimentos narrativos que
realiza, partiendo del subjetivismo absoluto, son antecedente
directo del «nouveau roman». El objeto de su búsqueda coincide
con el de gran parte de la literatura contemporánea (poesía
y novela): el misterioso mundo de las relaciones humanas,
la dificultad de" una-auténtíCácomUriiéaci6n. xxxv
Charles Morgan: La imaginación
Recordemos, por último, la teoría de Charles Morgan 1,
que representa la fidelidad al valor clásico y esencial de la novela:
la imaginación. Morgan considera que es el instrumento
mediante el cual el hombre es capaz de llegar a un conocimiento
intuitivo de )0 universal, de las tres verdades trascendentales
"­ de la vida; que son (en su teorla y en sus novelas) el amor, la
poesía y la muerte.
La imaginación no es algo exclusivo del artista. Todos
podemos alcanzar, en ciertos momentos de nuestra vida, una
intuición profunda de estas verdades. Pero ... hablando en
general, estos momentos son relativamente escasos. Las ocu­
paciones nos distraen, en el descanso buscamos también salir
de nosotros mismos, «divertirnos»; como vio con tanta pro­
fundidad Pascal, al hombre de todas las épocas le es muy
dificil quedarse solo, en una habitación desnuda. Además, la
rutina nos vence, nos hace insensibles a la constante maravilla
del vivir. Son tan pocos esos auténticos «momentos de nuestra
vida» de que habla Sarayan ...
Para Margan, la novela cumple la importantísima función
social (humana) de contribuir a remediar este mal; «La ima­
ginación tiende a congelarse. La novela la descongela, derriba
las barreras de los tópicos. Es un medio de comunicaci6n entre
i elllombre y los universales. Nos revela la naturaleza de] hombre.»
Ésta es, desde luego, la razón más alta (existen también
otras muy inferiores) que explica el enorme éxito popular de
algunas novelas.
• «Modern Fiction". en Th, Comm"" Reader, págs. 153-[54. I .. Defensa del arte de narrar"" en el volumen E/escritor .J su mundq, Barce­

lona, Pla¡¡¡a y Janés, 1962.


230
231
..

Las consideraciones de Charles Morgan sobre la novela


culminan en una frase muy hermosa, que revela su intima asi­
milación del platonismo: «El fin primordial de la novela es
correr las cortinas, abrir las ventanas y admitir la luz» ~,

XXXVI
Conclusión
Al hablar en estas notas de «la novela del siglo xx» nm
hemos referido exclusivamente a la orientación más innova­
dora. Seria incompleto e injusto concluir sin citar otra tendencia:
pervive hoy también la novela tradicional, la que sigue 1m
módulos establecidos ya en el siglo Xix. Con fidelidad absoluta.
unas veceSj con pequeñas variantes y adaptaciones a 10 actual.
casi siempre.
Al comíenzo de nuestro trabajo recordá.bamos la duda
de Maupassant sobre la unidad del género narrativo. El pro­
blema, hoy, se ha multiplicado infinitamente. Sin embargo,
como ha señalado ,\certadamente Baquero Goyanes, (en le
sustancial, seguimos acercándonos a la novela con una dispo­
sición lectora que no es la misma que adoptamos frente al poema.
al libro cientUico o al ensayo filosófico»,
La generalización supone si-empre cierta dosis de inexac­
titud. Sin embargo, creemos sustancialmente válida nuestra
tesis: la novela del siglo xx significa una revolución profunda
(no total, claro está) con respecto a toda la novela anterior.
Creemos que <;xiste una concepción de la novela que alcanza
su plenitud clásica en el siglo XlX. Se basa en el predominio de
los valores imaginativos. Busca, ante todo, divertir al lector.
Nos presenta un mundo estable, dominado por el bum.1ln-_
Su técnica es esencialmente realista.
La novela contemporánea utiliza con provecho toda esta
\ ....
experiencia anterior, parte de ella. Pero sus caracteres básicos
son bastantes diferentes. Junto al elemento narrativo, de pura
imaginación, son esenciales ahora en la novela una serie de
• Una imagen parecida es ulilizada lamb¡~n por Charles Margan en la resonancias: psicológicas, sociales, estéticas, simbólicas, filos6­
escena clave de Spar/¡enbrQ/r." su novela más importante.
233
232

ficas ... La fórmula de Albéres nos parece muy acertada, bajo


su apariencia radical: «La novela es un ejercicio literario en el Stravinski: (¿Qué crédito puede merecer la opinión de per­
que nos servimos de una narración para expreaar otra cosa.» sonas que caen en éxtasis ante los grandes del pasado, cuando
La novela contemporánea ha profundizado en el realismo ante una obra contemporánea su actitud revela triste indi~
y la psicológia. Ha descubierto en el hombre mundos interiores ferencia o una marcada inclinaci6n hacia lo mediocre o el
apenas entrevistos antes. Se ha planteado con rigor los problemas lugar común ?»
del tiempo y de la perspectiva personal. Nos ha ofrecido una No olvidemos tampoco que cada novela es la obra de un
concepCIÓn del mundo inquietante, en la que juegan papeles individuo concreto, que recrea personalmente los temas y las
decisivos la limitación humana y el misterio. Ha adquirido técnicas. La calidad es independiente de! tipo de novela ele­
un carácter total, enfocando desde los má.s diversos puntos gido. Al margen de toda escuela, de todo procedimiento
de vista el problema de la condici6n humana. Hacemos nuestra narrativo, depende siempre, en definitiva, de las cualidades
la optimista afirmación de fe de Butor: «No existe. de momento, personaJes de su autor.
ninguna forma literaria cuyo poder sea tan grande como el de ¿Está hoy en crisis la novela? ¿No será, más bien, el mundo
la novela. Pueden vincularse a ella. de!una manera extrema­ entero el que está. en crisis -no sabemos si de destrucción o de
mente precisa, por sentimiento o por razÓn, los incidentes renacimíento- y la novela, la justa expresión de esa crisis?
aparentemente m~s íruignificantes de la vida cotidiana y los Hacemos nuestra la tajante declaración de Ernesto Sábato:
pensamientos, las intuiciones y los sueños aparentemente más «Por el contrario, picll30 que es la actividad más completa
alejados del lenguaje de todos los dias\ Es, por tanto, un medio del espiritu de hoy, la más integral y la más promisoria en ese
prodigioso de mantenerse en pie, de seguir viviendo inteli­ intento de indagar y ("xpresar e! tremendo drama que nos
gentemente en el interior de un mundo casi furioso que nos ha tocado en suerte vivir.»
asalta por todas partes.)} La novela contemporánea ha supuesto una tentativa para
Hay que evitar la tentación de unilateralidad. Ya Henry abrazar más fielmente la auténtica realidad. Para lograrlo,
James negaba que se pudiera decir c6mo dt'be ser una buena ha derribado Umites convel~cionales, ha ampliado de modo
novela. Y Wayne C. Booth insiste en que no hay que dar reglas extraordinario su horizonte. El novelista disfruta 'IOY de unas
abstractas sobre lo que deben hacer los novelistas, sino recordar posillilidades infinitamente mayores que cn el si ~Io pasado.
lo que han hecho los más importantes. En este sentido, la novela del siglo xx ha supue~to un real,
Coexisten hoy (y seguirá.n haciéndolo) la novela «c1~sica>, inmcnso avance.
y la novela «contemporánea)" la <(Vanguardista» y la «realista~~. Su trascendencia rebasa hoy el campo de lo puramente
En realidad, muchisimos tipos muy distintos de novela. Pero, literario. La novela contemporánea es, usando el término de
incluso si el novelista vuelve (como muchos han hecho) a téc­ Alb~('(\s, una de las grandes ((aventuras intelectuales de nuestra
nicas que podemos llamar tradicionales, él se ha enfrentado época». Está unida a las más íntimas aspiraciones y problemas
con problemas que los narradores anteriores a Henry James del hombre del siglo xx.
-por decir un nombre significaúvo- ignoraban. Al llegar al final de este recorrido recordamos de nuevo
No interesa tampoco demasiado la preferencia puramente algunas afirmaciones: (,No puede haber gran novela sin un
personal por uno de estos tipos de novela. Cada lector encuentra replanteamiento dd problema de la realidad» (Montesinos).
hoy el que necesita, el que anda buscando para que le ayude «Creo que hay que marchar hacia un nuevo estilo ... Ese nuevo
a vivir. Es necesario y conveniente que existan muchas especies estilo sólo podrá resultar de una nueva visión del mundo»
distintas de novela, como existen muchas clases de hombres (Cot'tázar). Y, no sé si pur cncájar bien aquÍ () por debilidad
y de problemas humanos. pel"sonal, las frases de Virginia Woolf: «( ¡Qllé extraño es el
Para un lector no puramente pasivo es lógico que la narra­ vivir! No se sabe nunca hacia dónde se va, ni qué es lo que
ción contemporlÍnea le atraiga de modo especial. Como dice realmente se desea ... La novela es un buceo en todo lo infini­
tamente extraña que es la condición humana .••
234
235

Hablar de la novela del siglo xx no es s610 hablar de novela,


sino del mundo contemporáneo, del hombre de nuestro siglo,
de nuestra propia vida. Para conocer mejor el mundo y a nos·
otros núsmos, para tomar conciencia de los problemas o des­
cansar con la imaginación, para multiplicar nuestra vida y
consolarnos de tantas tristezas, seguiremos leyendo novelas.

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cesario añadirle algunas Ilotas bibliográfica;; n:óentes. No se
Guadarrama, 1968. trata, por supuesto, del imposible de!;eo de st'r completo (cual­
RA 'i'MOND, Michel, Le r!>man dtpuis la Rllvolution, París, Armand Colin quier repertorio bibliográfico lo es mucho más) ni de la ingenua
(U), 1967. . vani(\¡¡d de «estar a la última», que tantos estrJ.gos suele hacer
RODRíGUEZ ALCALDE, Leopoldo, Hora actual de la n()vela en el mllndo, en nuestra realidad cultural. No voy a caer en la pedantería,
Madrid, Taurus (Persiles), 1959· cada vez más frecuente, de citar libros en checo o en finlandés,
SÁBATO, Ernesto, El escritor y sus fantasmas, \Bu eoos Aires, Aguilar, I 963. idíomas que, por desgracia, desconozco.
SARTRE, J. P., Siluations, n, Parla, Gallímard, 1948. Trad. esp.,
¿Por qué, entonces, este apéndice bibliográfico? Por una
Qué es la litera/UTa, 3.a. ed., Buenos Aires, L05ada, 196'2.
STANTQN, Robert, lntroducci6n a la narrativa, Buenos Aires, Ca.rlos
razón muy simple: desde su concepción, este libro pretendió
Pérez, 1969. ser útil a estudiantes y lectores españoles. Su primera versión
THIBAUDET, A., Reflexions sur le roman, Paris. Gallimard, 1936. fue cCllsurada en una editorial por ser «demasiado clara y
TORRE, Guillermo de, Historia de las literaturas de vanguardia, Madrid, peebgógku». (Es un recuenlo que, hoy, me divierte mucho).
Guad::lrrama. 1965. tI.: pudido compruoar cómo a muchas personas -estudiantes,
VARE!.A JÁCOME, Benito, Renovaci6n de la nvvela en el siglo XX, Bar­ sobre todo- les resultaba verdaderamente útil, informándoles y
celona, Destino, 1967. orientándoles en medio de una maraña de autores y tendcncia,
VARIOS, L'Anaiyse structurale du récit, en revista. C()mmunicalicms, núm. no ludIes de asimilar. Muchas veces he oído exponer, con
8, Paris, du Seuíl, 1966. aires de gran novedad, afirmaciones que, según muestra este
libro sencillo y pedagógico, son verdad admitida hace ya
varias décadas.
La novela contemporánea, tal como yo la concibo, la
novela de nuestro siglo, es un ciclo abierto, tanto en su desa­
rrollo como en su estimación critica. Sin caer en el fetichismo
de lo último, no cabe duda de que el presente, en su evolución
; continua, nos hace comprender mejor el sentido de un pasado
bastanle próximo, cuyo peso sigue gravitando claramente
sobre nosotros. A la vez, no cabe duda de que la investigación
sobre la prosa narrativa está hoy en pleno dcsilrrolIo y ha al­
canzadu en los últimos :Ii'íos té-rminos muy precisos.
Así pues, para que este libro siga manteniendo su utilidad,

239
23B
.

sohre todo para los jóvenes, me parece necesario añadir el escuela opina así, desde luego. No cabe negar los concretos
comentario de algunas obras y tendencias recientes. avances realizados por el formalismo en el conocimiento de
Quizá los avances más espectaculares, en los últimos tiempos, los resortes íntimos, de la ((literariedad~) de la obra literaria.
en la investigaci6n sobre la prosa hayan venido desde: las filas Sobre todo, en el terreno de la teoria de la prosa. Se han
del formalismo. Como es sabido, la escuela formalista rusa traducido ya al español los libros clásicos de Sklovski (Sobre
se desarrolla aproximadamente entre rgl6 y '930. Hacia la prosa literaria, ed. Planeta) y de Vladimir Propp (Mo rfolo­
'9'5 se funda el Círculo Lingüístico de Moscú; en '9,6, gCa del cuento y Las rafces históricas del cuento, los dos en ed. Fun­
un grupo de estudiantes crea el Opojaz, sociedad para el es~ damentos). Gracias al libro de Antonio Garda Berrio (Sig­
tudio del lenguaje poético. Los dos círculos estaban en estre~­ nificado actual del formalismo ruso, ed. Planeta). muy sólidamente
cha relación con los movimientos artísticos de vanguardia, documentado, el lector español puede adquirir una perspectiva
espccialmenlc el fulurisl110 y el cubismo. completa di: lo que este movimiento ha supuesto y de sus re­
Después de la revolución comunista, los formalistas rusos laciones con otras tendencias de la critica contemporánea.
continúan desarrollando e incrementando sus estudios, que Sigue siendo de consulta básica la antología realizada por
influy('n en los sectores universitarios. Hacia '92;), 5in embargo, Tzvetan Todorov: Théorie de la littirature. Textes de¡ formalistes
d marxismo oficial comienza a verlos con dcspcf!:o; son rri­ russes... (París, Seuil, '965). Todorov es, hoy, uno de los
ticados duramente por Trotsky, Bujarín o Lunacharskí. Los criticas más activos para intentar sacar las conclusiones de
lormahstas hallan crecientes dificultades para su labor y varías esta escuela y desarrollar así una nueva ((poética). En Es­
de ellos escriben rectificaciones de espontaneidad más que paña, se han traducido sus obras Literatura y significación (ed.
dudosa. La máquina del partido se había impuesto a este movi­ Planeta) y Gramática del Decamerón (Taller de Ediciones).
miento intelectual hacia '930. Además, deben verse el conjunto de textos titulados Poétique
Sin embargo, por medio de Roman Jakobson influyen de la prose (París, Seuil, col. Poétique, 197') Y el breve pero
sus ideas en el Círculo Lingüistico de Praga. De esta manera utilísimo volumen en el que intenta dar una visión de con­
se enlazan formalismo y estructuralismo. El ·movimiento junto de la nueva ciencia llamada (Poética)) (Q,u' est-ce que
influye también en algún sector del «new criticism)) americano. le estructuralisme? 2. PQétique, París, Seuil, col. Points, 1973).
Su redescubrimiento y triunfo en Occidente se ha producido Para las relaciones entre novéla y lingüística no cabe olvidar
en los últimos diez anos, al traducirse al francés e inglés al­ el lihro de Benveniste Probtemes de linguistique génirale (Paris,
gunos de sus textos fundamentales. Gallimard, 1968), el de J akobson Q.uestio7LJ de poétique (París,
No es fácil resumir en corto espacio las aportaciones de Seuil, col. Poétique, '973) y el de Sebeok Estila del lenguaje
esta escuela. Recordemos sólo cuatro puntos: (Madrid, Cátedra, 1974), que incorpora estudios de Stan­
,. Colocar la obra misma en el centro de la preocupación kiewicz, Saporta, Voegelin, Wells, Householder y Jakobson.
critica, a diferencia de los que se fijan sobre todo en sus con­ En España, un ejemplo del método formal es el de Narciso
textos históricos, sociales, psicológicos, etc. Pizarra (Análisis estructural de la novela, Madrid, Siglo XXI,
2. El arte como procedimiento: hay que describir su '970), que, después de reflexionar sobre la sociología de Gold­
fabricación en términos técnicos. mann, aplica su análisis a la novela Bonlteur rl'ocassion, de la
3. El método debe variar para acoplarsc al objeto es­ canadiense Gabrielle Roy.. Según nos informa su libro, el
tudiado. autor estudió ciencias, fisica matemática, ciencias de la edu­
4. Positivismo: en su trabajo no hay ninguna premisa cación y sociología. No es de extrañar, por tanto, que la pro­
teórica, filosófica o metodol6gica. liferación de abstractas fórmulas matemáticas desconcierte
Algunos formalistas rusos se desinteresan del contexto y aburra a los que no hemos disfrutado de tan amplia forma­
histórico de la obra literaría e incluso de la valoración esté­ ción científica y s610 hemos estudiado literatura o leído algunas
tica. No puedo estar de acuerdo con ellos. Pero no toda la novelas.

i 240 ~41

\

Se multiplican hoy, en los liuro~ sobre novela, los grúfims


y las fórmulas matemáticas. Como todo instrumento, esto ricncia vital y biográfica, con nuestra peculiar formación,
no es, en sí, ni bueno ni malo. Todo depende de la agudeza ilUSiones y desengaños. Por eso me parecen tan certeros titulos
con que sea utilizado y que sirva, efectivamente, para mos­ de obras críticas como «aproximaciones» (Charles du Bos)
tramos aspectos esenciales de una obra concreta. En manos o «Iectura~~. Cada crítico nos propone una lectura personal.
de un critico íllleligente, los esquemas y fórmulas nos per­ Dentro de eso, existen lecturas admirables, que iluminan
permitirán comprender mejor la obra. Muchos críticos medio· esplendorosamente los valores de la obra, y lecturas mediocres;
eres, en cambio, obligados a publicar para conservar o mejorar eso es todo, en definitiva.
su situación académica, los usarán sólo para acumular oscu~ Dejemos esto, que muchos considerán divagaciones idea­
ridad pretendenciosa en torno a afirmaciones que podrían ser listas, y volvamos a la inatacable objetividad de las fichas
expuestas con mayor claridad y belleza. bibliogr{¡ficas.
En el fondo de todo esto late la vieja cuestión de sí la cri­ Un joven profesor espai'i61, Cándido Pérez. Gállego, ha
tica literaria puede llegar o no a ser una cienda. Durante algunos publicado un ambicioso Jibro titulado MrJ1forLODl'!list¡'co. Hacia
años, la estiUstica se hizo la ilusión de lograrlo. Hoy parece una sociología del hecho novelístico (Madrid, Fundamentos, I973).
seguir sus huellas, en este sentido, el formalismo estructural El doble título nos informa ya de su propósito: realizar una
(¡con qué liberalidad e imprecisión se emplea este adjetivo!) investigación formal (recuérdese el título de la obra de Propp)
de base lingüística y formulación matemática. que no descuide la perspectiva socíológica, con un nivel de in­
Debo al lector -me pare~~- mi opinión sobre este punto, formación bibliográfica poco frecuente,
tan vidrioso; no con afán dogmático; sino para que sepa a qué 1.;.1 sahia asimilación de métodos formalistas y c!ltrucrurah:s,
atenerse y me pueda criticar mejor. Creo que la critica literaria sin descuidar la perspectiva histórica, puede conducir a estudios
no puede llegar nunca al grado de exactitud y certeza propio sobre nuestra novela cibica tan renovadores como el de Fer­
de las ciencias naturales o fisico-matemáticas. De ser cienda. nando Lázaro Carreter sobre el Lazarillo (<<Construrdón y
en todo caso, será -según la distinción ya clásica, pero que sentido dd "Lazarillo de Tormes"~~, en «Latan'Uo de TOmles,)
muchos olvidan- una ciencia cultural, histórica. De la his~ en la picaresca, Barcelona, Ariel, col. Letras e Ideas, 197 2 ).
tafia y la estética participa, a la vez, la literatura: eso le Idéntica orientación formal y ejemplar sagacidad critica
otorga su peculiaridad yeso es fuente de innumerables pro­ posee el estudio de la trilogía barojiana que hizo Emilio Alarcos
blemas. Como ha señalado Gaetan Picon, su estética se basa Llorach en su discurso de ingreso en la Real Academia Es­
en la experiencia cotidiana de alguien que viva en contacto pañola (Anatomía de «La lucha por la 1Jida~>, Madrid, 1973).
frecuente y profundo con las obras de arte literarias. Para una visión marxista de la novela son recomendables,
Todo eso no excluye, por supuesto, s;no que postula que últimamente, los trabajos de Roger Garaudy «<Le marxisme
al crítico deba exigírsele el máximo rigor en la utilización de et I'art», en 1\1/arxiJme du xx sicele, Paris-Geneve, La Pa­
sus instrumentos: base lingüística, crítica textual, investi­ latine, 1966) y Pierre Macherey (Pour une tMorie de la productión
gación hist6rica, con("xiones sociológicas ... Pero, en definitiva. liui/"o;re, Paris, Maspero, 1966).
sigo fiel a la idea de que la critica supont necesariamente un Desde el punto de vista psicoanalítico, es importante la
juicio de valor y éste no es demostrable matem~ticamente. teoría de Marthe Robert (Romall des origines el origines du Toman,
Por muchos paracaídas eruditos que el critico acumule~ llegará ; Paris, Grassct, 1972). Partiendo de unos textos de Freud,
un momento en que tendrá que dar el salto en el vado y expo­ 'di~tingue dos tipos de héroe novelesco: el Niño encontrado,
nerse al porrazo. La novela (la literatura) sigue siendo, entre que rehace el mundo a Sil gusto, y el Bastardo, que intenta
otras cosas, la expresión de un individuo, )' el critico nos dará imponer su voluntad al mundo. De aqui surgen dos tenden­
su visión personal de las novelas que, a su vez, será criticada cias contradictorias pero simultáneas, la «romántica» y la
por todos sus lectores. Leemos novelas con toda nuestra expe­ '<fcalisl<l», que pueden combinarse en distintas dosis. Para
el lector español, posee un especial interés el hecho de que
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sea Cervantes uno de los autores analizados como muestra hay traducción de Cuadernos para el Diálogo, 1974). En
de uno de los tipos fundamentales de novelista, junto a De Foe, la amplia bibliografía final sobre los diversos sectores de la
Balzac, Flaubert o Proust. sociología literaria, s610 se mencionan dos libros de autor
En medío de numerosas polémicas, la sociología de la español: El oficio de escribir, de Guillermo Draz-Plaja (Ma­
literatura sigue mostrándose como un método vivo y recundo. drid, Alianza Editorial, 1969), dentro de la (sociología del
Aparecen muchos trabajos insatisfactorios, por supuesto, pe¡;o escrito!')" y mi Sociología de una nove/a rasa (Madrid, Tauros,
eso no excluye de modo general la validez del método. Sigue )968), en el capitulo que estudia las corrientes y los géneros.
abierta la separación entre la escuela de Goldmann, más Creo haber sido, en efecto, uno de los inidadores españoles
filosófica, y la de Escarpít, de base más positiva. Repetidas tanto de estos métodos como del estudio a nivel acadtmico de
veces he dicho que, dado el nivel alcanzado por este tipo de una literatura tradicionalmente despreci~da, que seguiré tra­
estudios en nuestro país, me parece mucho más fecundo ir tando en mi libro Sublileraturas. (Sobre estos lemas, en Francía,
colmando lagunas con trabajadores concretos, de base sólida, en ha aparecido el volumen colectivo Entretiens sur la paralittl­
vez de lanzarse por las buenas a brillantes generalizaciones rature, Paris, ed. Plon, 1970). Pero no soyuo estricto y ortodoxo
en el aire. sociólogo de la literatura, sino un historiador literario que
En efecto, como ha mostrado José-Carlos Mainer, el intenta abrirse a perspectivas y métodos sociológicos.
cultivo de la sociología literaria no deja de plantear en nuestro Más estrictamente sociológico es el libro de José Maria
país muchos problemas «(Sociología de la literatura en España.>. Díez Borque Literatura y cultura de masas (Madrid, AI~Borak,
en Sistema. Revista de Ciencias Sociales, n.O 1, Madrid, enero 1973)· 1972). Un útil resumen de conjunto es el de Michel Zéraffa,
Ante todo, por la escasa acogida académica de este tipo de Roman el So&Ílti (Paris, Presses Universitaires de Franee, 1971).
estudios, pero también por los bruscos cambios que suelen Es necesario mencionar el creciente interés que hoy existe
darse en nuestra vida cultural; como señala certeramente por subrayar el papel del lector en la creaci6n literaria -del
Maincr, hemos pasado casi en un momento de Hurtado y receptor del mensaje lingüistico-, como han hecho Rícardo
Gonzálcz. Palencia a Northop Frye, como nombres simbó­ Senabre ((<El influjo del público en la es.tructura de la obra
licos, y cabe preguntarse si los estudiantes -y aún los autores literaria», en el volumen colectivo Historia y estructu.ra de la obra
de muchos libros y artÍCulos- han sabido 3.'limilar con natu­ literaria, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cien­
ralidad un viraje tan brusco. tíficas, 1971) Y Harald Weinrich (<<Para una historia literaria
La sociologia de la literatura es hoy una moda en España dellectonl, en el libro colectivo La actual ciencia literaria alemana,
-en el mundo-, pero quizá todavia no son muchos los Madrid, Anaya, 1971).
trabajos de auténtica importancia que ha producido en nuestro Se sigue hablando de «crisis de la novela». En realidad,
pais. Se han celebrado dos Congresos de Sociología Literaria, siempre se ha hablado de ello, incluso en las époc3.'l que hoy
el primero en Zaragoza y el segundo, hispano-francés, en consideramos de florecimiento clásico del género, comQ ha
Madrid. Las ponencias y coloquios de este último se han reu­ estudiado documentadamente Míchel Raimond en su libro
nido en el volumen colectivo Creación y público en la litcratura La crise du roman du lendemain du naturalisme alix années vingt (Paris,
española (Madrid, Castalia, 1974). En él, además de varios Corti, 1969).
estudios concretos, está incluido un magistral trabajo teórico La renovación de la critica sobre la novela ha venic\()
de Noel Salomon, «Algunos problemas de sociologia de las también de la escuela de la «nouvelIe crítique~) francesa. Anl.·
literaturas en lengua española»), que nos previene contra todo, por alguno de sus maestros como Maurice Blalldlol
muchas fáciles simplificaciones que se suelen cometer al estudiar (Le livrc ti venir, París, Gallimard, 1959). Después, por Iu;,
las relaciones entre la estructura social y la obra literaria. coloquios que dan lugar a libros colectivos como Los caminos
Del círculo de Escarpit ha surgido un librito colectivo de actuales de la critica (Barcelona, Planeta, 1969) o por balances
gran utilidad, Le littéraire el le social (Paris, Flammarion, 1970; de tanto interés como el de Serge Doubrovski, PQurquoi la rwu­

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Sobre un género concreto, que abarca la novela policiaca,


lidie mhque. Critique e/ objeclivité (Paris, Mercure de France, criminal, de misterio y espionaje, podemos consultar el librito
1966). A las cuestiones suscitadas por la «nueva novela» dedica de Carlos R. Jouiía Sto Cyr La nouela de intriga (Madrid, Anaba,
Jean Ricardou sus estudíos Problemes du nouveau roman (París, 1970). En el terreno de la ciencia-ficción, cabe recordar la
1967) y Pour un/! théorie du nouveau roman (Paris, 1971). intcrprrlilci6n de Jmlll Ignacio .Ferreras (La novela de ciencia­
Sin embargo, parece que la moda universal del «nouveau ficciófI, Madrid, Siglo XXI, 1972) Y el estudio de una de sus
roman.) ha pasado bastante y hoy se habla de un «nouveau principah$ figuras, nacido de la admiración y el entusiasmo,
nouveau romam>, cuyas lineas generales dibuja con su habi­ que ha hecho José Luis Garci (ROo.:1' Bradbury, human.ista del jitluro,
tual claridad R. M. Albéres en Littéralure horizon 2000 (París, Madrid, Helios, 1971).
Albin Michel, 1974). Unas palabras sobre la novela española coulemporánea.
Ha pasado también un poco el «boom» hispanoamericano, Ante todo, es ya un hecho consumado y reconocido la crisis
en cuanto mocla efímera y en alguna medida propagan­ del realismo social) la vuelta a la imaginación creadora y el
distíca. En cambio, permanece como movimiento de innegable lenguaje muy elaborado estéticamente. Se aprecian muy
importancia, que debe ser valorado adecuadamente en su va1iosos esfuerzos de renovación y apertura a nuevos mundos
perspectiva histórica. Entre los numerosos libros de conjunto narrativos de maestros como Cela (San Camilo, Oficio de Tinie­
a que ha dado lugar puedo citar, en España, mi /nlrodliCci6n blas) y Udíbes (Cinco horas con Mario, Parábola del náufrago).
a la novela hupanoamencana actual (Salamanca) Anaya, 1971) Gracias a una novela extraordinaria, que constituyó un autén­
Y el de Antonio Rodriguez. Almodóvar Lecciones de narrativa tico acontecimiento en nuestro mundo literario, f.o sagalfil,l;rI
hispanoamericana (Universidad de SéviUa, 1972). de J. B., se ha reconocido unánimemente la maestl'Ía singular
Son innumerables los libros que se publican, en el mundo y la irónica inteligencia llc Conzalo Torrente llallester. Los
entero, sobre la teoría e interpretaci6n de la novela. A riesgo que mili taron en el rea li~mo social intentan ahora abrirse
de ser muy parcial, quiere destacar últimamente los de Scholes a nuevas perspectivas. Como ejemplo muy claro de un cambio
y Kellogg (The Nature cif NOorrative, .Oxford U niversity Press, de rumbo podemos citar a Juan Goytisolo (Señas de identidad,
1966), Eugene Dorfman (TAe Narreme in Ihe Medieval Romance La reivíndicación del conde don ]ulián), muy celebrado ahora por
EpÚ:. An lntrodu.ctioTl lo NorrOoti:of] Struclures, Universidad de la crítica internacional. Ha sido reconocida también la gran
Toranto, 1969), Marina Forni Mizzau (Tedmiche narrative categoría de un narrador de sensibilidad fuera de 10 común,
e roman<:;o contemporaneo, Milano, Mursia, 1965), Michel Zéraffa Vicente Soto.
(Personne el Personnage. Le romanesque des années 1920 aux années En general, cilbría hablar de una vuelta al experimen­
/95°, París, Klincksieck, 1968) Y Georges J C'an (Le roman, talismo: aJoyce, a Faulkner, a Virginia Woolf, a Hesse, a MmiL
París, Seuil, 1971). Un planteamiento gC>llcml del person::lj~~, Vuelta que, en muchos casos, significa un descubrimiento'
desde Homero hasta hoy, puede verse en el grueso volumen por ejemplo, de Musíl, cuya gran novela (El hombre sin cuali­
de Salvatore Baltaglia MitograflOo del pemmaggio (Milano, dadt!.I) Ila ~ido editada hace pULO tn España por Seix Barral,
Riz,zoli, 1968). En todos estos casos, la selección entre listas lo mismo que Las olas, la obra maestra en que culmina la carrera
bibliográficas enormes supone una recomendación. de Virginia Woolf, ha sido traducida por Lumen. Se publican
Mucho más escasas, en cambio, son las obras teóricas libros como el colectivo La novela experimental, del italiano
sobre el relato que se publícan en nuestro país. Por eso es pre­ iGrupo 63 (Caracas, Monteavila, Ig63). A cierto nivel) se
ciso mencionar las de Emilío Sosa López (La novela y el hombre, convierten en mitos nombres como los de GiHo Dorfles,
Madrid, Gredo!!. 1968) y Rafael Azuar (El diálogo y los per­ Roland Barthes, Umbcrto Eco, Alberto Arbasino, Sade,
sonajes en la novela, Alicante, 1970). Nos ayudará a situar la Nietzsche, Batai1le... Participamos en el redescubrimiento
novela dentro del contexto general de una teorla literaria el «hippy» de Hermann Hesse, en la vuelta sofisticada y este­
muy útil manual de Vítor Manuel de Aguiar e Silva Teoría ticista a Virginia Woolf... Vivimos en pleno y absoluto roman­
de la literatura (Madrid, Gredas, 1972).
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ti cism o, proclamaba hace poco un

mientras que, en poesía, se vuelve al modernismo, surgen lo"


creto y polémico ha publicado José Luis S. Ponce de, León
«novisimos» y la «escuela veneciana».
su libro La novela española de la guerra civil (Madrid, Insula,
A los fenómenos de sígno internacional se unen, en España, 1971). Todavía se echan de menos estudios de conjunto sobre
algunos rasgos peculiares. Ante todo) la conciencia del fra­ la evolución del cuento español de la posguerra.
caso estético del realismo social de los años cincuenta. A la En un mundo como el actual, cientUico, tecnocrático,
vez, el desengai'ío de ver que la literatura se revela impotente positivo, ¿sigue teniendo algún sentido el escribir rdatos de
para cambiar a la sociedad española. Los críticos que antes hechos ficticios y el perder nuestro tiempo leyéndolos? Hace
predicaban el más ortodoxo compromiso defienden ahora justamente 150 años, un español ínquieto e inteligente, José
la irresponsabilidad, el juego, las máscaras sucr:sívas, la fri­ María Blanco White, escriMa estas palabras: «Mas, ¿no po­
volidad de buen tono ... dríamos pasar sin ficciones? Muy bien, si quisiéramos o pudié­
Ha surgido -creo- un nuevo tipo de narradores españoles, ramos convertirnos en una especie de seres de cal y canto,
disfrutan de condiciones mucho más favorables que las en quienes sólo hiciese mella o impresión un martillo. Pero
~us predecesores. Han podido conocer antes la literatura en vano se cansan los que a título de filósofos quieren extirpar
extranjera, han viajado, han visto muchas peHculas. Son de la mente humana la facultad que nos lleva a pintar mundos
jóvenes, imaginativos, brillantes. Escriben muy bien, tienen invisibles de que la misma mente corno que percibe ser parte.
sentido del humor, dominan las técnicas novedosas. Les di­ En estas creaciones de la imaginacíón consiste la parte más
vierte, a algunos, escandalizar a nuestra puritana y rígida sublime y peculiar de la poesía. Sin ellas no puede existír el
sociedad; una vez más, «épater le bourgeoisH. En el campo género novelesco ... »
del relato me parecen especialmente dotados Guelben7.U, ¿Crisis de la novela o novela de la crisis? Según se mire.
Julián Ríos, Vázquez Montalbán, Terenci Moix, Vaz de Soto ... Por su carácter abierto, sin reglas fijas, la novela me parece
A la vez, prosigue la recuperación de nuestros narradores el género más apropiado para expresar la complejidad del
d~l exilio: Max Aub, Francisco Ayala, Ramón Sender, Rosa mundo contemporáneo, el carácter problemático de nuestra
Chacel, Manuel Andújar... existencia, el misterio en el que cotidianamente nos debatimos.
En los concursos de cuentos y novelas suelen aparecer, (~La novela de la vida», deda Unamunoj la vida que hemos
junto ¡t las obras de realismo más tradicional y trasnochado, encontrado en la novela -afiadiria yo- desde que, de chicos,
otras absurdas, delirantes, violentamente escan­ nos tirábamos por el suelo, junto a una ventana, y penetrá­
dalosas, de estilo llamativo ... Me muy bien que salgamos bamos en el mundo mágico de cualquier relato. ¿No hacemos
de la rutina monótona y grís un «realismo» puramente hoy lo mismo?
superficial, pero me gustaría que nuestros jóvenes novelistas
trataran de decir algo sobre los problemas que arectan, aquí Madrid, 26 de mayo, de 1974.
y ahora, al hombre español.
A la vez, la novela española de la posguerra comienza a ser
ya terna académico, estudiado sobre bases cada vez más sólidas.
Se han multiplicado, en estos años, Jos estudios críticos. De
todos ellos, quiero destacar dos: el de G~nzalo Sobeja no,
,A'ovela española de nuestro tiempo (Madrid, Prensa Española,
1970), por la inteligencia de su ~rítica, y el deJosé María Mar­
tínez Cachero, La novela española entre 1939 y 1969 (Madrid,
por el histórico con que logra
tear, por primera vez, este tema. Sobre UII sector muy con­

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