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Halperín.

1 La entrevista es la más publica de las conversaciones privadas. Funciona con las reglas del dialogo privado
(proximidad, intercambio, exposición discursiva con interrupciones, un tono marcado por la espontaneidad, presencia
de lo personal y atmosfera de intimidad), pero está construida para el ámbito de lo público. El sujeto entrevistado sabe
que se expone a la opinión de la gente. Es una conversación radial y en la que uno tiene el derecho de preguntar y el
otro de ser escuchado.

La relación entre el periodista y su personaje no es entre pares; es asimétrica. El sujeto fue elegido por ser un personaje
público o porque es un hombre clave en el tema del que se hablara. Por otro lado, su voz es naturalmente más
importante que la nuestra. Los lectores desean saber lo que piensa el S, no las ideas que pueda esbozar un P.

Un P tiene la libertad para penetrar en la vida de su S o en la intimidad de su obra. Está autorizado a cuestionarlo
públicamente en su presencia, a poner en duda sus declaraciones, a explorar sus dudas y contradicciones como si
alguien nos hubiera puesto a cargo de una autoridad representativa.

No somos amigos ni actuamos como personas que sostienen un encuentro. La EP es un intercambio entre dos personas
físicas y unas cuantas instituciones que condicionan subjetivamente la conversación. El entrevistado habla para el P
pensando en su ambiente, en sus colegas, como juzgaran sus declaraciones, en su vida y el público en general.

El P debe trabajar duro para atenuar esas tenciones, disminuir la comprensible paranoia de sus entrevistados y
convertirse para ellos en una persona confiable.

Es útil comparar la EP con el dialogo entre el psicoanalista y su paciente, y entre el confesor y su fiel.

● El psicoanalista escucha a su paciente con el propósito de transformarlo. Se establece un vínculo en el tiempo.


● El cura escucha a su fiel con el propósito de transformarlo. Está abierto a sus futuras demandas.
● El P escucha al entrevistado, trabaja para un tercero; no se propone transformarlo ni le provee revelaciones, no
tiene tiempo ni está abierto a futuras demandas del S, y las confesiones las usara para otros.

El P aporta al entrevistado un bien que el psicoanalista y el cura no están en condiciones de proveer a sus
interlocutores: aumentar o consolidar su presencia pública. Por eso se dejan interrogar públicamente. Es necesario que
el entrevistado consiga relajarse y dialogar sin presiones. De lo contrario, podríamos estar traicionando sus confesiones
privadas. Él debe saber que está hablando para un medio de circulación pública.

2 Podríamos distinguir los tipos de E según lo que busca el P.

ENTREVISTAS
● De personajes,
● De declaraciones,
● De divulgación,
● Informativas,
● Testimoniales,
● Encuestas.

Los diferentes tipos de E plantean problemas diversos y estrategias de trabajo específicas. La primera diferencia es el
elemento predominante en cada variante.

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En todos los tipos de E hay un juego de confrontación, mayormente es en las E de personajes y las de declaraciones. En
las primeras se un abordaje a la intimidad del S, a su manera de pensar, a sus razones ocultas, sus debilidades, sus
obsesiones y contradicciones. Pero tanto en ambos tipos de E el dialogo busca no solo la cooperación del S sino que
también debe avanzar en contra de él. Es decir, en aquello que el S no muestra voluntariamente o, incluso, desea
ocultar.

En general, el P y el S tienen intereses distintos y, a veces, muy poco convergentes. Por eso, la construcción del dialogo
se vuelve un trabajo elevadamente artesanal.

El primer paso del “antes” reside en la elección del S, que puede estar en manos del P o venir ya determinada por el
editor. El P debe actuar como si él lo hubiera elegido, y ser consciente de por que prefirió a ese S, y este es elegido
porque:

● Es un personaje famoso,
● Es un personaje curioso,
● Es muy representativo de algo,
● Es clave en una circunstancia,
● Está ligado a una noticia,
● Es portador de un saber muy valioso,
● Por el valor de sus ideas.
El P debe ser consciente de las razones por la que ha sido elegido su S y de lo que espera lograr con esa conversación.

● Conseguir que haga una revelación inédita,


● Llevarlo a formular una importante denuncia,
● Mostrar un ángulo desconocido del S,
● Lograr que el S profundice en algo que ha llamado la atención de la gente,
● Producir con él una exposición fascinante sobre un tema de interés público,
● Obtener un retrato completo de su personalidad,
● Exponerlo como un caso testigo.
Solo cuando el P tiene claros los motivos de la elección del S y lo que espera lograr de esa conversación puede dar un
rumbo inteligente a su cuestionario.

Contar con diez buenas preguntas, unos tres o cuatro temas diferentes y un firme conocimiento del S.

Una buena pregunta debe ser clara, que provoque información, que se haga cargo de una demanda colectiva o que
exprese las dudas de la gente, que sea abierta, que permita profundizar, que consiga explicaciones, que dé lugar a
oposiciones, que busque lo nuevo, que invite al S a usar imágenes y fantasías, que seleccione lo importante, que piense
en lo global y en los detalles, que atraiga anécdotas.

Hay que usar las 5w en toda conversación periodística se emplean un 80% estas preguntas clásicas.

Las preguntas son portadoras de conjeturas, hipótesis, inquietudes y perspectivas del mundo. Cuanto más ricas sean las
hipótesis que llevamos ante el personaje, más impresionados estaremos de descubrir cosas que no había expresado en
otras entrevistas.

Agruparse en bloques de temas. Los objetivos pueden girar alrededor de un asunto, pero suelen traer más de un tema.
Si en la charla el S está muy poco inspirado con algún tema que se le propone y, en consecuencia, se deba buscar otro
rumbo, el cuestionario que se ha armado antes de la E transite por tres o cuatro temas. Difícilmente a un S no lo inspire
ninguna de alternativas que se le propondrá.

Lo principal para realizar una buena entrevista es tener un generoso conocimiento del S, que se obtiene de un trabajo
riguroso de archivo.

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Hay entrevistas que no requieren investigar previamente al S, pero si al tema, para poder diseñar un buen cuestionario.
Hay entrevistas en las que no se cuenta con el archivo porque no hay información.

La dificultad más común de todas se plantea en innumerables notas en las que no nos dan tiempo para consultar
archivo ni construir buenas preguntas ni armar núcleos de temas. Aunque siempre habrá por lo menos un tiempo de
viaje o de espera del S en el cual se puede diseñar una mínima estrategia. Un buen background es como media nota ya
resuelta.

La dispersión garantiza un clima sereno y predispone al entrevistado a las confesiones. Cuando el P queda atrapado en
la anarquía del dialogo, luego se encuentra con que en los mejores pasajes de la charla nos hemos quedado sin
profundizar asuntos claves.

Existe una tensión cuando se incluye un poco de “sangre” (preguntas que molestan, presión máxima del interrogatorio,
juegos de evasión y captura, cuestionamientos al sujeto, puesta en evidencia de sus contradicciones, dialogo
comprometido).

La E no es una tarea para personas débiles que necesitan ser queridas por todo el mundo. Pero tampoco es un oficio de
insensibles.

Una buena E es el resultado de haber conseguido un equilibrio para acercarnos lo suficiente al S, guardando las
distancias. Como P debemos cuidarnos de quedar atrapados en la telaraña de su discurso seductor. Entregarnos a sus
palabras traería el riesgo de construir una nota empalagosa.

La EL es una sorda lucha por el control del micrófono. Lucha desigual porque la última palabra la tiene el P. Eso es lo que
alimenta la paranoia del S. Se trata de suavizar para el S la delicada circunstancia que está viviendo: que esta siendo
examinado públicamente y que lo que dice y lo que calla será expuesto al juicio de miles de personas. Ha concedido la E
porque es parte del precio que debe pagar por la celebridad o por el cargo que ejerce y porque desea la notoriedad.

El P necesita crear un clima de confianza para que la conversación fluya sin inhibiciones y lo hace con honestidad y la
estrategia necesaria para tranquilizar al personaje. Convertirse para él en una figura no peligrosa ante quien se puede
sincerar.

El P gráfico puede crear una extraordinaria intimidad con su personaje en tanto que el de radio y TV se encuentra en un
estudio frente a decenas de técnicos, locutores y asistentes, y, sobre todo, escucha la respiración del público, que ve y
oye al instante lo que dice el S, observa su rostro, percibe las inflexibles de su voz y espera que el P no sea complaciente
con él.

Por eso para obtener una conversación fluida y espontánea, el P debe desplegar una gran habilidad que haga olvidar
todos esos factores de control social.

El entrevistado célebre es el más consciente de la presencia de aquellos fantasmas. El entrevistado ignoto es menos
consciente de los fantasmas y suele contestar en forma ingenua. En el medio están los entrevistados con experiencia,
sujetos que no son demasiado ingenuos, pero tampoco calculan el efecto de cada respuesta.

Los tres grupos plantean dificultades: los primeros son los hiperentrevistados, ofrece menos márgenes al P cuando
menos sea conocido el P y menos influyente sea el medio al que representa. Es mas renuente a aceptar la E; si la acepta,
le concede menos tiempo, y es menos tolerante con determinadas preguntas.

En el otro extremo, los S sin experiencia con la prensa frecuentemente son ingenuos, balbuceantes al principio pero mas
tarde muy proclives a confundir la situación con una charla confidencial. Pierden la noción de que aquello que dicen
tiene la importancia de una declaración, y por eso pueden sorprenderse mucho de ciertas frases que ellos olvidan haber
formulado y que el P capturo como una mosca durante la conversación y puso en letras de molde. Tampoco calculan la

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gravedad que cobra un comentario cuando es publicado. Con este tipo de personajes inexpertos la situación para el P se
asemeja un poco a la de lidiar con un chico.

En cuanto a las confesiones delicadas del grupo mas numerosos de los entrevistados con considerable experiencia con
la prensa, nuestro compromiso alcanza al punto en que estemos seguros de que el personaje es consciente de que el P
usara ese material. Si se trata de un asunto delicado, y tenemos la impresión de que el S cree que lo acaba de decir no
va a ser divulgado, hay que advertirle que va a ser utilizado.

El fantasma mas importante es el lector. Siempre hay que pensar:

● Que desea saber,


● Que conoce, que ignora,
● Cuanto puede procesar de lo que dice el entrevistado,
● Cuanto le interesa,
● Desde que ángulo abordara el tema.
Una consigna de hierro: no dar por concluida la E sin estar seguros de que hemos obtenido toda aquella información
básica que no puede estar ausente en esa nota. Nos referimos a los datos escenciales acerca de quien es el S, aquellos
de su biografia que requiere la nota, los otros que informan sobre su autoridad política, intelectual, artística, etc. o
sobre las razones que lo vuelven importante en nuestra nota.

El alma de la E debe aparecer en

● Una personalidad muy definida o un fuerte rasgo de ella,


● Una gran denuncia,
● Una revelación conmovedora o curiosa sobre la realidad,
● Un mensaje muy claro,
● Una vigorosa idea central.

Rivera
LA ENTREVISTA CULTURAL. Una E es un encuentro concertado entre un P y una figura pública o privada con el objeto de
obtener información de esta última y comunicarla a través de un medio gráfico, radial, televisivo, etc. La técnica es una
vieja práctica del periodismo que también se emplea en la investigación social, la psicología, la medicina, etc. A
diferencia de la entrevista científica, la EP está dirigida a públicos de mayor masividad y sus reglas de juego,
procedimientos y objetivos son más elásticos.

El entrevistado es una figura cuyas opiniones o actividades poseen un valor inicial u orientativo, y de ahí la decisión de
difundirlas a través de un medio determinado.

La naturaleza del medio, del entrevistador y del entrevistado pueden determinar distintas líneas de oferta, que van
desde el discurso temático concentrado y excluyente hasta el dialogo abierto y abarcativo.

Una parte sustancias del interés de una E se apoya sobre la notoriedad o versación del S, o sobre el carácter polémico e
iniciativo de sus declaraciones habituales. También el “color” del personaje puede aportar centro de interés adicionales,
lo mismo que los rasgos exhibicionistas narcisista que suelen emerger en la situación de E.

La mayoría de los entrevistables del universo cultural construyen un sistema de defensa basado en la repetición de
estereotipos o en la actuación de papeles sociales codificados: tienden a repetir secuencias discursivas probadas o a
comportarse como se aguarda que se comporten.

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Cualquier entrevistador cultural puede aprender algunas cosas sobre el oficio releyendo precisamente las abundantes
entrevistas con Borges y Onetti.

Los textos de Gilio y Monegal sugieren una de las formulas tal vez perfecta: la E planteada como una simple
conversación entre conocedores del tema, de la que luego se dará una transcripción o una versión contextualizada. Pero
es necesario que el S “reconozca” al P un lugar privilegiado, lo que no siempre ocurre.

a) Cualidades del entrevistador. Un P debe tener un profundo conocimiento del tema, capacidad de audiencia,
habilidad para preguntar y repreguntar, saber percibir las ideas generales, etc. Otro procedimiento usual es la
preparación de un cuestionario que el S contesta por escrito, con lo cual se puede perder la espontaneidad y los
imprevistos de una autentica entrevista.
Debería poseer una cuota adicional de cualidades ya que las habituales poseen rasgos que no son los corrientes. El
conocimiento insuficiente o superficial puede desbaratar las mejores intenciones del P. la mayor cortesía es saber
de que se está hablando.
Debería evaluar la imparcialidad, objetividad, buena disposición, consistencia, confiabilidad y productividad de su S
y de los materiales que el suministra, y al propio tiempo proveerse de recaudos contra la injustificación, la
hipervaloración, el exhibicionismo y la inducción de la situación de E. No deberían faltar en el la paciencia y el tacto.
El P debe asumir el papel de intermediario y no competir con su interlocutor. De un entrevistador se espera que
formule preguntas pertinentes, solicite las aclaraciones necesarias y formalice la E en un texto fidedigno, claro y leal.

b) La búsqueda de atmosferas: el discurso no dicho. Pero una E también es una oportunidad para descubrir y señalar
facetas, matices y climas que difícilmente surjan de las palabras y de sus estrategias de enmascaramiento o
distracción. Un diario americano revalorizo en la entrevista el aporte del color, de la anotación de atmósferas y
gestos que definen mejor al S. revalorizo los rasgos reprimidos de la objetividad y la centralidad discursiva. No hay
que desbordarlo con apelaciones a la pura función referencial.
Una limitación del recurso reside en hallar la distancia correcta frente a sus materiales, y en ese sentido el
distanciamiento debería tener en cuenta una discriminación cuidadosa de lo que se entiende por información en
sentido periodístico, un buen límite entre subjetividad y objetividad y una buena capacidad de seleccionar los rasgos
significativos de un clima o entorno.

c) El camino hacia el grabador.

EL CAMPO DE LA ENCUESTA CULTURAL. La encuesta es un método recolector compartido por el periodismo y las
ciencias sociales. Las encuestas periodísticas prolongan el carácter técnico de averiguación, pesquisa o indagación que
se hace de una cosa para conocer la realidad de ella o sus circunstancias, y escoge un tema, una muestra colectiva
suficientemente representativa o autorizada y una pregunta o conjunto de preguntas que pueden ser cerradas, abiertas
o categorizadas.

Grijelmo
Entrevista objetiva. Llamamos entrevista objetiva a aquella en la que el P se milita a exponer su conversación con un S
mediante el sistema de pregunta y respuesta. Se excluyen los comentarios o las descripciones en torno al entrevistado.
Debe estar encabezada por una presentación donde se enmarca al S, se cita su edad, se expone su cargo o profesión, se
relata su trayectoria y se cuenta el motivo por el que es entrevistado. Las preguntas y las respuestas no deben ser

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intervenidas por el P más que su resumen de la conversación. El fin consiste en trasladar información. Resulta adecuada
para S conocidos y en los que no se buscan aspectos personales.

Preparativos. Hay que prepararse un cuestionario amplio. Debemos obtener documentación en torno al personaje,
revisar entrevistas anteriores, buscar contradicciones entre lo que dijo en otra época y lo que ha demostrado después.
No intentaremos que repita otra E, pero si podemos pedirle ampliación o explicación.

Escuchar. Una vez introducidos en la conversación, en P debe escuchar con atención los argumentos de su entrevistado,
para repreguntar cuantas veces le parezca necesario. El P no puede levantarse de su silla, ni permitir que lo haga su
interlocutor, si no ha dado aun con el título. Un buen entrevistador ha de saber escuchar, y hacerlo visiblemente para
dar confianza al personaje y que se explaye sin nerviosismos. Las preguntas serán formuladas con palabras amables.

Opiniones de contrabando. Clasificamos la EO en el género informativo, pero a veces, aunque no se debe, se deslizan
opiniones.

Neutral y sin lucimiento. En una E, el papel principal corresponde al entrevistado. El redactor no debe convertirla en una
plataforma de lucimiento personal, ni tampoco ha de enredar al personaje en polémicas inútiles donde importe más
una obsesión del periodista que el interés del lector. Al contrario, ofrecerá mejor resultado que se luzca la persona
entrevistada, puesto que al elegirla para nuestro trabajo ya dimos por hecho que agradaría a los lectores conocer sus
opiniones o sus vacilaciones. El redactor puede preparar la entrevista y elegir los temas. El S no conoce a ciencia cierta
que le preguntaran, y casi siempre se ve obligado a improvisar sus respuestas. El P hace las preguntas y elige luego que
respuestas recoge y en que medida. Puede omitir salidas brillantes del entrevistado. Todo esto hace que reconozcamos
a cualquier S el derecho de decidir si da una E o no: si confía en el P y en su medio o prefiere no arriesgarse a una
reproducción injusta. Para ganarse la confianza del S consiste en pactar con el que se le enviara el resumen de la
conversación que hayamos extraído de la cinta magnetofónica o de nuestras propias notas, antes de la fecha de
publicación.

Licencias. Al transcribir la E, no es necesario seguir el orden de preguntas y respuestas real, puede ser alterada, pero no
debe cambiar el sentido de las respuestas o las preguntas o que se saque de contexto parte del dialogo. Licencia de
concentrar lo esencial de las declaraciones. Si el S construye frases largas llenas de matices, no podremos reproducir
una conversación de frases breves, concisas y sentenciosas. Habrá de plasmar con fidelidad los momentos de duda del
personaje. Una cosa es la frase de recurso que se repite constantemente en una conversación y otra la que se utiliza
para ganar tiempo y pensar una buena salida ante los aprietos en que el P ha puesto a su S. Las respuestas no han de
perder la naturalidad con que seguramente fueron pronunciadas.

De usted. Las preguntas habrán de ser formuladas con brevedad y sencillez. Se debe tratar al S de usted para evitar la
imagen de familiaridad, complacencia o compinche que pudiera deducirse del acto de tutear.

Tomar notas. Muchos P recurren a la grabadora, pero no se debe fiar una misión importante a un objeto ya que pueden
suceder imprevistos que arruinen la E. se acaban las pilas, se estropea el aparato, se queda la pausa conectada cuando
el S nos pide que apaguemos la grabadora un momento porque va a hacer una confidencia que no desea que se
publique y luego se nos olvida de reanudarla. Conviene también tomar notas. Una vez de nuevo en la redacción, al
momento de transcribir la E, haremos bien en seguir, en primer lugar, los apuntes. A través de ellos podremos encontrar
en la grabación los mejores pasajes, los que nos van a servir para el titular o la entradilla; y siguiendo el camino trazado
en las anotaciones podremos prescindir de la reproducción de cuantos párrafos anodinos haya soltado nuestro S. Los
apuntes nos llevaran de un lado a otro de la grabación sin necesidad de soportarla en su totalidad.

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La conversación objetiva. Conversaran ante un magnetófono.

El informador debe lograr que los dos S acepten el juego y sus reglas, así como el lugar de la cita. Y después habrá de
coordinar la conversación aportando los temas de interés y enlazando a los dos interlocutores en los momentos en que
el dialogo flaquee.

En los primeros momentos de la conversación los dos interlocutores tendrán la tendencia a dirigirse al P, por lo que este
debe asistir en que los dos S se hablen directamente, sin pasar por el redactor. El P debe desaparecer de la escena. El
dialogo terminara adquiriendo más viveza.

La entrevista perfil. En esta entrevista se pueden agregar las interpretaciones y descripciones.

Mayor libertad formal. La EP consiste en una información-interpretación en la que trasladamos las ideas de un S
informativo tamizadas por la propia visión del P. en este caso no se emplea ya que el esquema pregunta-respuesta, sino
que las declaraciones del S se reproducen entre comillas. En la EO nos interesa el S ya que es experto en determinado
campo o tema; la EP nos interesa el personaje en si. La EP puede asemejarse a un simple perfil, pero se distingue de el
en que este caso lo principal de la información son las declaraciones del S.

Sin notas. En determinados momentos, el P no deberá tomar notas en presencia del entrevistado. Deberá ejercitar la
memoria, echar mano de un papel en cuanto se haya despedido de su interlocutor y luego trasladas al entrevistado el
resumen que se disponga a publicar para evitar malentendidos.

El reportaje interpretativo. El motivo de un RI suele radicar en algún acontecimiento cercano y único. El RI encuentra su
mejor acomodo en las publicaciones semanales, quincenales o mensuales. La principal diferencia entre un RI y una
crónica es el campo temporal ya que tiene más tiempo para redactar y el P escribe con una distinta presión de cierre.

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