Como se muestra a lo largo de este capítulo, la preeclampsia se describe
mejor como un síndrome específico del embarazo que puede afectar a todos los sistemas orgánicos. Más aún, aunque la preeclampsia es mucho más que una simple hipertensión gestacional con proteinuria, la aparición de esta última se mantiene como un criterio diagnóstico objetivo importante. La proteinuria se define como la proteína en orina de 24 h mayor de 300 mg/24 h, la existencia de un índice urinario proteína:creatinina $ 0.3, o una concentración persistente de 30 mg/dl (11 en pruebas con tira reactiva) de proteína en muestras aleatorias de orina (Lindheimer et al., 2008a). Ninguno de estos valores es definitivo. Las concentraciones urinarias varían mucho durante el día y también las lecturas con tira reactiva. Por consiguiente, es posible que la prueba muestre un valor de 11 a 21 en muestras de orina concentradas de mujeres que excretan , 300 mg al día. Como se explica en la página 719, es probable que el cálculo del índice orina aleatoria:creatinina sea un sustituto adecuado para la medición en orina de 24 h. Como se indica en el cuadro 34-1, cuanto más grave sea la hipertensión o la proteinuria, más seguro es el diagnóstico de preeclampsia, así como su evolución adversa. De modo similar, los datos de laboratorio anormales en pruebas de la función renal, hepática y hematológica aumentan la certidumbre de preeclampsia. Los síntomas prodrómicos persistentes de eclampsia, como cefalea y dolor epigástrico, también acentúan la certidumbre. Algunas mujeres tienen preeclampsia atípica, con todos los aspectos del síndrome, pero sin hipertensión, proteinuria o ambas (Sibai y Stella, 2009). Indicadores de gravedad de la preeclampsia Los marcadores listados en el cuadro 34-1 también se usan para clasificar la gravedad de la preeclampsia. Muchos emplean la dicotomía del American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG) de “leve” y “grave”. En consecuencia, en muchas clasificaciones se presentan criterios para el diagnóstico de preeclampsia “grave” y la clasificación alternativa está implícita o indicada de manera específica como “leve”, “menos grave” o “no grave” (Alexander et al., 2003; Lindheimer et al., 2008b). Se utilizan éstos porque no existen criterios aceptados por todos para la preeclampsia “moderada”, una tercera categoría elusiva. Los criterios listados en el cuadro 34-2 se clasifican como “graves” o “no graves”. Entre paréntesis, esta última incluye las formas “moderada” y “leve”, aunque no se definen de manera específica. Las cefaleas o trastornos visuales, como los escotomas, pueden ser síntomas premonitorios de eclampsia. El dolor epigástrico o en el cuadrante superior derecho acompaña con frecuencia a la necrosis hepatocelular, la isquemia y el edema que distienden la cápsula de Glisson. Este dolor característico suele acompañarse de concentraciones séricas elevadas de transaminasas hepáticas. La trombocitopenia también es característica de la preeclampsia progresiva. Tal vez se origina por activación y agregación de plaquetas, así como por hemólisis microangiopática inducida por vasoespasmo intenso. Otros factores indicativos de preeclampsia grave incluyen afectación renal o cardiaca, además de restricción obvia del crecimiento fetal, lo cual prueba su duración. Cuanto más intensos sean estos signos y síntomas, menos probable es que se les pueda asignar una duración y más probable que esté indicado el parto. La diferenciación de hipertensión gestacional grave o no grave de la preeclampsia puede ser confusa, porque una enfermedad al parecer leve puede progresar con rapidez hacia un padecimiento grave. ■ Eclampsia El inicio de convulsiones que no pueden atribuirse a otras causas en una mujer con preeclampsia se conoce como eclampsia. Las crisis convulsivas son generalizadas y pueden aparecer antes, durante o después del trabajo de parto. En estudios anteriores, hasta 10% de las mujeres eclámpticas, en especial nulíparas, no desarrollaba crisis convulsivas sino hasta 48 h después del parto (Sibai, 2005). Otros refieren que hasta una cuarta parte de las crisis convulsivas de origen eclámptico aparece más allá de las 48 h posparto (Chames et al., 2002). La experiencia de los autores en el Parkland Hospital señala que la eclampsia tardía posparto todavía ocurre en menos de 10% de los casos, como lo publicaron por primera vez hace más de 20 años (Alexander et al., 2006; Brown et al., 1987). Lo mismo se observó en 222 mujeres con eclampsia durante un periodo de dos años reciente en los Países Bajos (Zwart et al., 2008). ■ Preeclampsia superpuesta a hipertensión crónica Todos los trastornos hipertensivos crónicos, cualquiera que sea su causa, predisponen a la preeclampsia y la eclampsia superpuestas. Se diagnostica hipertensión subyacente crónica con base en los hallazgos que aparecen en el cuadro 34-1. Estos trastornos pueden crear problemas difíciles con el diagnóstico y el tratamiento que no se observan sino hasta después de la mitad del embarazo. Esto puede ser así porque la presión arterial de ordinario disminuye durante el segundo trimestre y al inicio del tercero en pacientes normotensas e hipertensas crónicas (cap. 45, pág. 984). Por lo tanto, una mujer con vasculopatía crónica no diagnosticada antes, que se atiende por vez primera a las 20 semanas, tiene a menudo presión arterial dentro del límite normal aceptado. Pese a ello, durante el tercer trimestre, al tiempo que la presión arterial vuelve a su cifra hipertensora original, podría ser difícil definir si la hipertensión es crónica o inducida por el embarazo. Incluso una búsqueda cuidadosa de signos de daño preexistente de órgano terminal puede ser inútil, ya que muchas de estas mujeres tienen enfermedad leve. Por consiguiente, es probable que no haya evidencia de hipertrofia ventricular, cambios vasculares retinianos crónicos ni disfunción renal leve. En algunas mujeres con hipertensión crónica, la presión arterial aumenta a cifras francamente anormales, por lo regular después de las 24 semanas. Si esto se acompaña de proteinuria, se diagnostica preeclampsia superpuesta. Esta última puede desarrollarse con frecuencia en etapas más tempranas del embarazo que la preeclampsia “pura”. La enfermedad superpuesta tiende a ser más grave y muchas veces se acompaña de restricción del crecimiento fetal. Los mismos criterios que se muestran en el cuadro 34-2 también se emplean para caracterizar con más detalle la preeclampsia superpuesta. INCIDENCIA Y FACTORES DE RIESGO La preeclampsia afecta a menudo a mujeres jóvenes y nulíparas, mientras que las pacientes mayores tienen mayor riesgo de hipertensión crónica con preeclampsia agregada. Además, la incidencia depende en buena medida de la raza y el grupo étnico y, por lo tanto, de la predisposición genética. Otros factores incluyen influencias ambientales, socioeconómicas e incluso estacionales (Lawlor et al., 2005; Palmer et al., 1999; Spencer et al., 2009). Con la consideración de estas vicisitudes, en varios estudios de todo el mundo revisados por Sibai y Cunningham (2009), la incidencia de preeclampsia en las nulíparas varía de 3 a 10%. La incidencia de preeclampsia en multíparas también es variable, pero es menor que en las nulíparas. Sin embargo, Ananth y Basso (2009) publicaron
que el riesgo de óbito (mortinato) era mayor en las multíparas hipertensas
que en las nulíparas. Otros factores de riesgo relacionados con preeclampsia comprenden obesidad, gestación con múltiples fetos, edad de la madre mayor de 35 años y grupo étnico afroestadounidense (Conde-Agudelo y Belizan, 2000; Sibai et al., 1997; Walker, 2000). La relación entre el peso de la madre y el riesgo de preeclampsia es progresiva. Aumenta desde 4.3% para mujeres con un índice de masa corporal (body mass index, BMI) , 20 kg/m2 hasta 13.3% en aquellas con BMI . 35 kg/m2. En pacientes con un embarazo gemelar, en comparación con aquellas con embarazo único, la incidencia de hipertensión gestacional (13 en contraposición con 6%), y la de preeclampsia (13 en comparación con 5%) está muy aumentada (Sibai et al., 2000). La incidencia no se relaciona con la cigosidad (Maxwell et al., 2001). Aunque el tabaquismo durante la gestación causa diversos resultados adversos del embarazo, no deja de ser irónico que el tabaquismo se ha relacionado de manera constante con un riesgo reducido de hipertensión durante el embarazo (Bainbridge et al., 2005; Zhang et al., 1999). También se ha informado que la placenta previa reduce el riesgo de trastornos hipertensivos durante el embarazo (Ananth et al., 1997). En la mujer normotensa durante el primer embarazo, la incidencia de preeclampsia en un embarazo ulterior es menor de lo indicado antes. En un análisis de cohorte retrospectivo poblacional, Getahun et al. (2007) estudiaron casi 137 000 segundos embarazos en estas pacientes. La incidencia de preeclampsia en las mujeres blancas fue de 1.8%, comparada con 3% entre las de raza negra. De nueva cuenta, la obesidad fue un factor de riesgo mayor. ■ Incidencia de eclampsia Dado que en cierta manera es prevenible con la atención prenatal adecuada, la incidencia de eclampsia ha disminuido con los años. En los países desarrollados es probable que la incidencia sea de 1 en 2 000 partos en promedio. En el National Vital Statistics Report, Ventura et al. (2000) calcularon que la incidencia de eclampsia en Estados Unidos en 1998 se aproximó a 1 en 3 250. Según el Royal College of Obstetricians and Gynaecologists (2006), en el Reino Unido se aproxima a 1 en 2 000. Akkawi et al. (2009) publicaron que era de 1 en 2 500 en Dublín; Andersgaard et al. (2006) informaron una incidencia de 1 por 2 000 en Escandinavia; y Zwart et al. (2008) de 1 en 1 600 en los Países Bajos. ETIOPATOGENIA Cualquier teoría satisfactoria respecto de la causa y la fisiopatología de la preeclampsia debe tomar en consideración la observación de que los trastornos hipertensivos de la gestación tienen más probabilidad de aparecer en mujeres que: • Están expuestas por vez primera a vellosidades coriónicas. • Están expuestas a superabundancia de vellosidades coriónicas, por ejemplo en presencia de embarazo gemelar o mola hidatiforme. • Tienen enfermedad renal o cardiovascular preexistente. • Presentan predisposición genética a la hipertensión que aparece durante el embarazo. Un feto no es un requisito para la aparición de preeclampsia. Y aunque las vellosidades coriónicas son esenciales, no es necesario que se localicen dentro del útero. Por ejemplo, Worley et al. (2008) publicaron una incidencia de 30% en las pacientes con un embarazo extrauterino mayor de 18 semanas. Al margen de la causa precipitante, la cascada de fenómenos que activa al síndrome de preeclampsia se caracteriza por muchísimas anormalidades que tienen como resultado daño del endotelio vascular y vasoespasmo subsiguiente, trasudación de plasma y secuelas isquémicas y trombóticas. ■ Preeclampsia como trastorno de dos etapas Las observaciones de que las interfaces anormales entre los tejidos maternos, paternos y fetales pueden causar preeclampsia condujeron a formular la hipótesis de que el síndrome es un trastorno de dos etapas. En tal caso, existe un espectro que incluye “preeclampsia materna y placentaria” (Ness y Roberts, 1966). De acuerdo con Redman et al. (2009), la etapa 1 se produce por remodelación trofoblástica endovascular defectuosa que en sitios más distales ocasiona la etapa 2 del síndrome clínico (fig. 34-1). Es verdad que existen indicios de que algunos casos de preeclampsia se ajustan a esta teoría. Un hecho importante es que la etapa 2 es susceptible a la modificación por trastornos maternos preexistentes, entre ellos enfermedad cardiaca o renal, diabetes, obesidad o influencias hereditarias. Esta división parece artificial y quizá se trate de un proceso continuo. Por lo tanto, aunque tal vez sea útil para clasificar el síndrome con fines de investigación, en la clínica es más realista considerar a la preeclampsia como un continuo de enfermedad en agravación. Además, cada vez hay más evidencia de que existen muchas “isoformas”, como se explica más adelante. ■ Etiología Se han encontrado escritos que datan del 2200 a.C. en los que se describe la eclampsia (Lindheimer et al., 2009) y se ha propuesto una impresionante cantidad de mecanismos para explicar las causas. En lugar de considerarla como “una enfermedad”, la preeclampsia parece ser la culminación de factores que probablemente incluyen diversos factores maternos, placentarios y fetales. Los que se consideran importantes en la actualidad son los siguientes: 1. Implantación placentaria con invasión trofoblástica anormal de vasos uterinos. 2. Tolerancia inmunitaria mal adaptada entre tejidos maternos, paternos (placentarios) y fetales. 3. Mala adaptación de la madre a los cambios cardiovasculares o inflamatorios del embarazo normal. 4. Factores genéticos, incluidos genes predisponentes heredados e influencias epigenéticas. Invasión trofoblástica anormal