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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Ciencias Sociales (fsoc)


Carrera de Ciencia Política
Asignatura Estado Abierto
Cátedra: Box | inboxceleste@gmail.com

Pautas trabajo final materia

1-Leer toda la nota para entender el framing de la cuestión. Tener en cuenta la


coyuntura: enero de 2017, elecciones de medio término, un año completo de la gestión
Macri/Vidal, etc.

2-Prestar atención a la última pregunta ('Y sin embargo, ¿no te parece que el núcleo de
la cuestión permanece latente? Porque, ¿hasta qué punto las conductas éticas, por más
inspiradas y legítimas que sean, pueden revertir ese paisaje?'). A partir de ella, pretendo
repliquen ese hecho a la economía de la transparencia1 en la Argentina.

3- Consigna: ¿Cómo hacer de la transparencia una demanda política (no-


coyuntural)? ¿Quién/quiénes tiene/n la iniciativa política para encontrar las zonas de
la esfera pública e interpelar a la sociedad (por fuera del uso electoral o de la
espectacularidad mediática2)? . Si bien es improcedente omitir la capa mediática del
fenómeno político, aquí les pediré que artificialmente la omitan para que obtengamos
un análisis puramente politológico: Incorporen actores, poder, pujas, ideología, cursos
de acción, construcción de coaliciones… todo lo que resultan insumos teóricos propios
de la disciplina.

4-Entrega sin prórroga: 8/7 (inclusive). NO aceptaré devoluciones sospechosamente


similares, ni frases contundentes pretendidamente efectivas: sólo argumentos sólidos -
no necesariamente extensos o elucubrados-, pero sí a la altura de (ya casi) profesionales.
Si es necesario reformular, precisamos unos días de luz.

5-Cualquier duda o aclaración, o hablamos en el teórico o bien por email (con ‘reply all’
para favorecer a quien podría tener la misma duda).

1
Por economía de la transparencia me refiero al esquema teórico básico de la cátedra: transparencia
como género sostenida en medidas preventivas que serán siempre especie: acceso, economía del
contralor, apertura con innovación, legislación nacional, etc; y medidas punitivas (irregularidades y
delitos).
2
En el reportaje establece una diferencia determinante: es preciso politizar este asunto para separarlo de
la espectacularidad mediática –en referencia a los bolsos de López-
Ideología y corrupción
Beatriz Sarlo es una interlocutora de lujo, por su método incisivo y sofisticado. En esta
conversación cataloga la corrupción kirchnerista como una variante menor de la
plutocracia rusa, se muestra escéptica sobre un eventual mani pulite, le saca la ficha al
patrimonialismo macrista, hace autocrítica, patea la mesa cuando cuestionamos al
socialismo santafesino, y persevera en el republicano sueño de una democracia donde
no ganen siempre los multimillonarios.
Por HERNÁN VANOLI, MARIO SANTUCHO, MARIANO CANAL | 11/I/17 | crisis #26
http://www.revistacrisis.com.ar/notas/ideologia-y-corrupcion

Cuando el gobierno de Cambiemos estaba recién despuntando, a comienzos de 2016,


un asado reunió a varios integrantes de crisis para debatir con Beatriz Sarlo sobre el
presente que nos tocaba en suerte. Ese día la escritora propuso un reto singular: “la
revista tiene que hablar sobre la corrupción del kirchnerismo”. La sugerencia de Sarlo
tuvo algo de anticlímax. Un reflejo elemental nos indicaba que si en la agenda de los
medios televisivos y los grandes diarios esta cuestión ocupaba el trending topic
absoluto, hasta convertirse en el principal argumento de impugnación de lo realizado
durante el largo ciclo de gobiernos populistas en América Latina, era preciso ir mas allá
y sospechar de la ola moralizadora. Sin embargo, en cierto momento el desafío se tornó
impostergable. La eficacia demoledora de la maquinaria oficialista para avanzar con sus
estrategias de desmonte y reorganización nacional, se debió en gran medida al declive
de quienes estaban llamados a ejercer el rol de principal oposición. Entre las causas del
desmembramiento y la pérdida de autoridad padecidas por el otrora omnipotente
movimiento kirchnerista, hay que apuntar la relación entre negocios y democracia,
dinero y política, el vil metal y la retórica progresista. Varios meses después de aquella
primera charla le propusimos a Sarlo una nueva cena para encarar juntos el entuerto.
Hay que señalar que es una intelectual de las que ya no quedan: maneja los hilos del
debate sin renunciar a una escucha interesada, lo que equivale a decir que le interesa
la conversación y no el monólogo; es a la vez híper rigurosa cuando se trata de descular
un problema, y lo suficientemente canchera como para ampliar el universo de
preocupaciones o admitir multiplicidad de perspectivas; conserva algunos rasgos de
cierto leninismo incisivo que encara la polémica sin concesiones, al tiempo que hace
gala de una rara fe en el sistema político derivada de su conversión al dogma
republicano. A pesar de la admiración que nos merece ese crisol de aptitudes, o
precisamente por ello, el intercambio no fue soplar y hacer botella. Promediando la
tertulia, hubo un instante en el que el tono de la discusión escaló y la velada casi se
interrumpe. Como debe ser, cuando se piensa con pasión y riesgo.
Por un lado, José López y sus famosos bolsos en el convento. Por el otro, los Panamá
Papers. ¿Podríamos hablar de dos tipos de relación con el dinero muy distintas?
—Había otra forma que teníamos a la vista, mucho más tradicional: me refiero a las
propiedades de las que todos ellos son dueños. Digo, antes de llegar a Panamá Papers,
al dinero que está en lugares virtuales o reales, todos sabíamos que ellos invertían en
ladrillos, Cristina y Néstor para empezar: veíamos los ladrillos. Es decir, que había una
forma de aparición de las coimas de la corrupción que tenía una materialidad
absolutamente tradicional. De alguna manera me parece que Báez, Néstor y Cristina
tenían algo de antiguo, en el sentido de asegurar propiedades en un lugar que era, como
decía Cristina, su lugar en el mundo, y de eso no cabe ninguna duda: lo poseía todo,
era su lugar en el mundo. O sea que la aparición de los billetes y los bolsos, porque
primero vimos contar billetes físicos, y no me escandaliza ver gente contando billetes en
un cuartucho de cuatro por cuatro, fue una imagen que casi todo el mundo relacionó con
el cine (hay quienes mencionan a Tarantino) pero que le quita entidad a lo otro.
Finalmente eran nueve millones de toda esa inmensidad que se cosechó en estos años.
Hay algo que [Hernán] Brienza expresó del modo más torpe: así hacen la política los
que no son ricos de origen; y también dijo que esto es una manera de democratizar.
Había ahí una verdad según la cual para hacer política se necesita ser multimillonario;
esa era la verdad de ellos. Es decir, no solamente que para hacer política hay que tener
dinero, sino además con el plus de que se precisa ser multimillonario. En Estados
Unidos, en general, esto es un hecho. Pero Bernie Sanders te demuestra que con
aportes de 27 dólares se puede hacer una campaña, más cuatro canciones de Simon &
Garfunkel que las escuchás y son una melancolía, y sin embargo se convirtieron en un
himno juvenil de transformación. Te demuestra que en el país donde más plata tienen
los que hacen política, donde al Senado lo llaman el “Club de los Millonarios”, ese tipo
hizo política de otro modo.
En tu libro La audacia y el cálculo cuestionaste muchos de los rasgos de la construcción
política del kirchnerismo pero la cuestión de la corrupción no aparecía como algo central.
—Me hago perfectamente cargo de esa autocrítica. La gente que viene de la izquierda,
en general, no sabe lidiar con este tema, tal vez sí los socialistas tradicionales, los del
partido socialista; pero a los que venimos de la izquierda revolucionaria (o como quieras
llamarlo) nunca nos pareció que era un problema, dado que el verdadero problema era
la burguesía, o el capitalismo, o el liberalismo. Siempre fue un tema ajeno a nosotros.
No tenemos preparación teórica, ni tuvimos tensión moral para ponerlo en el centro. Así
como yo en el libro lo paso de costado, me acuerdo que [Martín] Caparrós hablaba del
honestismo. A los que vienen de la izquierda o del peronismo revolucionario eso no les
competía, porque la cuestión era el imperialismo, la burguesía, es decir la corrupción en
un sentido sistémico. Por eso si se pudiera reescribir ese libro, cosa que no haría nunca,
nunca toco un libro que he escrito, abordaría ese asunto de otra forma porque ya era
claro en ese tiempo. El libro está escrito en las vísperas de la muerte de Néstor, o sea
que ya se sabía.
Con el menemismo la corrupción aparecía como un elemento estructural que cimentaba
la gobernabilidad. ¿Cómo pensás eso en relación con el kirchnerismo?
—Yo no sé si la corrupción era estructural para generar gobernabilidad, pero sí creo que
era estructural para el esquema que había inventado Néstor de que marido y mujer se
sucedieran en la presidencia en un loop infinito que solo truncó la muerte. Creo que el
movimiento de Derechos Humanos y los cambios en la Corte Suprema sí fueron
estructurales para generar una nueva legitimidad. La corrupción no. Porque en otros
lugares se ha demostrado que no es indispensable. Y considero que no se puede dividir
la corrupción para hacer política de la corrupción personal. Además, los protagonistas
de la corrupción no eran recién llegados al mundo kirchnerista. Kirchner estaba con
Lázaro, estaba con Zannini y estaba con Rudy Ulloa, desde la época de intendente de
Río Gallegos, y de ahí en más. No fueron unos recién llegados que vinieron a corromper
el espíritu puro, no, eso ya estaba y los periodistas de Río Gallegos ya te lo contaban.
Por tanto, yo personalmente me niego a separar la corrupción en términos personales
de la corrupción para hacer política. Por otra parte, creo que Menem tenía un estilo de
reparto de poder federal mucho más amplio. Al mismo tiempo que transformó la
Argentina en el peor sentido (el país en el cual hoy vivimos es la herencia del
menemismo), Menem repartía más poder al interior del Partido Justicialista. No
concentraba de la manera en que concentraban Néstor y Cristina. Menem repartía más
decisiones, aunque quizá se reservaba las fundamentales. Kirchner no. Me parece que
eran dos estilos peronistas muy distintos. Menem quería algo bastante más superficial,
ser un tipo rico y pasarla bien para siempre. Mientras que los Kirchner se querían
convertir ellos en sus propios empresarios, y hacer de eso un modus operandi de la
política.
¿No te parece que hay una relación entre corrupción y modelo económico? Es decir, un
tipo de corrupción más propia de un modelo neoliberal y otro característico del
populismo.
—¿Sabés a que lo veo muy parecido? A cómo hizo Putin su plata y la de sus amigos en
Rusia. Putin tenía la plata de la KGB, que debía ser cuantiosa, están las cifras en una
investigación. Ese dinero estaba en el exterior, naturalmente, porque era plata de la
KGB. La primera gran compra de sus amigos fue Gazprom. Quiero ser millonario, quiero
que mis amigos sean millonarios, y además quiero ser presidente de Rusia. El modelo
es bastante similar. Claro que la falta de desarrollo de la Argentina hace que vos no
puedas tener Gazprom, no sos el mayor proveedor de gas y petróleo de toda Europa.
Pero la transferencia es esa: grandes partidas de dinero del Estado que son transferidas
a sectores privados, y en primer lugar al sector privado del propio Néstor Kirchner.
Cuando vos ves la fortuna que se le atribuye a De Vido, ves que se convirtió en un
capitalista.
O sea, vos no percibís tanto una acumulación para la política, sino que en lo esencial
es una apropiación para sí mismo.
—Las dos cosas: voy a hacer política, siendo un multimillonario.
pesimismo de la razón
Sarlo es escéptica con un eventual manipulite en ciernes, que venga a poner en cuestión
los nexos profundos entre el dinero y la política. Por el pedigrí del elenco gobernante
entrante, y por la calaña de quienes deberían llevar a cabo la empresa jurídica de
purificación. “El kirchnerismo fue un sistema de militancia rentada, pero no fue quien la
inventó”, dice y recuerda al shuberoffismo que dominó la UBA, un terreno que conoce
bien, desde casi el inicio del retorno democrático. Por otra parte, subraya algunos
desacuerdos con el tono predominante en los medios que tiñe con su manto de
sospecha todo uso de los fondos públicos, en especial cuando se trata de avalar
recortes en el gasto estatal: “me refiero a los pequeños burgueses que viven de la
política, nunca hablé y nunca escribí una línea contra la ayuda social”.
Hay un sector de la justicia que opera de forma autónoma, es decir según sus propios
intereses, pero que registra el cambio de hegemonía y un poco sobreactúa.
—Ese sector de la justicia va a jugar según lo que le permita el gobierno. Para
mantenerse como jueces tienen hoy que investigar, así como cuando Cristina era
presidente para mantenerse como jueces no tenían que investigar. No hay un Sergio
Moro o un Di Pietro. La corrupción es algo que tenés que combatir de manera
permanente. Vos hacés un mani pulite que se lleva al Partido Demócrata Cristiano, que
se lleva al Partido Socialista, y cuyas consecuencias de destrucción del sistema de
partidos terminan pagando hasta los comunistas que no habían participado, y unos años
después el capitalismo italiano te produce su cara más lumpen, te produce a Berlusconi.
Así que la lección que podemos sacar nosotros es que no se liquida de un golpe, la
corrupción existe como una potencialidad de lo político.
Visto desde hoy parece raro que el tema corrupción no haya estado presente en la
campaña de Cambiemos como una cuestión central.
—Es que ideológicamente no puede ser nunca la bandera de Macri. Digo, hasta Macri
tiene ideología. Un hijo de la burguesía argentina, presidente de Boca que dejó a
Angelici como sucesor, la idea de que va a pasar a la historia por un manipulite no está
en su horizonte de posibilidades. ¿Por qué uno siente que Macri está tan por debajo de
las tareas presidenciales? Porque no tiene, y he sido muy criticada por decir esto, un
horizonte propio de posibilidades políticas. Esto que decíamos sobre Kirchner, sobre
cómo se propuso conseguir legitimidad a partir de capturar al movimiento de Derechos
Humanos; bueno, Macri no tiene ninguno de esos gestos que caracterizan un proyecto
grande.
Hay quienes dicen que el macrismo necesita generar un escenario de crisis de la
legitimidad anterior para poder desarrollar su proyecto, y que utiliza las denuncias de
corrupción en ese sentido.
—La estrategia de la herencia es prácticamente la única estrategia que han tenido. Pero
en esa estrategia entran los temas de la economía, la inflación, la deuda. Ellos tienen el
problema de que la corrupción no había sido un tema central en la campaña. Stolbizer,
claro que para un votante más minoritario, sí hizo campaña con ese tema. Pero lo que
preocupa es la inflación, porque ya sabemos que hay un treinta por ciento de la gente a
la que la situación no se le va a mejorar nunca, pero si no logran mejorar la situación de
las capas medias no sé si esos votantes van a decir “bueno, pero están luchando contra
la corrupción”. No lo sé. Esta sería mi hipótesis: al gobierno actual le pesa su origen de
clase, saben que si no pagaron ellos la coima la pagó el papá, y sino el primo. Se
conocen todos. Méndez [Héctor, ex presidente de la UIA] dijo “nosotros sabíamos lo de
las coimas”. Pero nadie levantó la mano. Saben bien que forman parte de una clase
extremadamente insatisfactoria desde el punto de vista moral. No sé cómo es Macri
personalmente, pero su clase, su sector sino se usa más decir clase, sus...
¿Compañeros de colegio?
—Sus compañeros de colegio son extremadamente insatisfactorios. Macri desde muy
joven trabajó con su padre, es decir que agarró algún año de la dictadura militar, muy
poco; después trató con el menemismo. ¿Por qué van a denunciar la corrupción? Esos
más bien son reflejos de político profesional. Sé que esto cae muy mal entre quienes
son macristas pero es así, tienen límites ideológicos que son sus familias, no en el
sentido de sus apellidos sino en el sentido social.
El gobierno pretende agilizar y flexibilizar los procedimientos de contrataciones públicas.
—Eso va a suceder inevitablemente porque tiene que ver con el carácter patrimonialista
de la burguesía argentina. Y está gobernando esa burguesía. El orden de las medidas
que va tomando Macri está en función de ese sector social: quita de retenciones al
campo, a la minería, a la industria. Y lo representa crudamente, no en el sentido en que
uno podría decir que la CDU (Unión Demócrata Cristiana) alemana representa a la
burguesía alemana. En nuestro caso lo representa sin mediaciones, porque además el
PRO casi no es un partido, es un conjunto de hombres salidos de ese nido, sin ninguna
experiencia política, es decir sin ninguna destreza en el mundo de las mediaciones. La
política implica que tus intereses deben ser presentados de manera más mediada por
la sociedad. Macri no puede presentar a sus propios intereses como intereses generales
por el orden que le da a sus prioridades. Eso es muy claro.
¿Y eso no es corrupción, cuando se disipa la autonomía de la política y lo público pasa
a ser un instrumento de ciertos sectores privados, casi sin mediaciones?
—Yo no lo llamaría corrupción en el mismo sentido que los robos de Lázaro Báez, José
López, etc. Es el modus operandi del capitalismo en el cual la política tiene una
autonomía muy baja. No me cabe la menor duda de que la política norteamericana
representa los grandes intereses del capitalismo norteamericano; pero depende de las
sociedades cuáles son las mediaciones que las clases burguesas ponen entre sus
intereses y la política. Tenés países completamente jugados a la defensa del capitalismo
pero que saben que hay una cierta esfera de autonomía de la política. Y hay otros países
en los que esas mediaciones no existen. Macri parece creer que casi no hay
mediaciones, que para la burguesía están los grandes contratos y para el resto del
mundo está la “felicidad”. Es un pensamiento mágico burgués: yo gano y el resto de las
personas son felices.
optimismo de la ilusión
Cuando decidimos proponerle esta entrevista a Beatriz (avanzada la noche el trato se
hizo más descontracturado), imaginamos tres temáticas que nos interesaba abordar de
manera escalonada: la corruptela kirchnerista, sin piedad pero sin ceder al
impresionismo mediático; el fenómeno de la corrupción en su dimensión regional y
global, en un intento por ampliar la perspectiva; y el esfuerzo por ir mas allá del discurso
moral que resuelve el dilema distinguiendo la paja del trigo, los funcionarios malos y los
políticos honestos. Las dos primeras cuestiones fueron resueltas de taquito y con
categoría por Sarlo. La última motivó una controversia de alto voltaje y sin resolución
fácil. “El interlocutor de esta discusión es Pagni, no yo”, dijo en el momento más álgido.
El disparador del diferendo fueron los gobiernos socialistas de Santa Fe, una
administración que ha sido penetrada por flujos dinerarios cuyos orígenes se pierden en
las nebulosas de la opacidad financiera, procedentes de la evasión sojera, la
especulación inmobiliaria y la plusvalía narco. ¿Se puede pensar una regulación efectiva
por parte del Estado y el sistema político respecto de este poder económico que perfora
la noción misma de soberanía? La reacción fue entonada: “Soy una ciudadana que
habla de lo que sabe. Todavía creo en la autonomía de la política para enfrentar estos
problemas. Si tengo que creer que toda la política la financia el narco, me voy al
convento de las monjitas de López”.
A esta altura las preguntas salían a borbotones: ¿Cuánto de sistémico hay en los
fenómenos que etiquetamos como “corrupción”? ¿Qué grado de complicidad e
interrelación existe entre las caras visibles de la república posmoderna y los poderes
semi-ocultos de la elite económica?
“Vuelvo a un punto en el que no quiero conceder”, insiste Sarlo. “Hay una tradición en
la izquierda que considera que todas las clases dominantes son corruptas, por la
extracción de la plusvalía, por la apropiación de la tierra, o por lo que fuere. Y eso ha
hecho que la izquierda no pueda tener un discurso racional y razonado sobre la
corrupción. Ese es un déficit. Otra cosa es la mala conciencia y la mala fe de los que
fueron kirchneristas, que no quieren hablar de esto porque no quieren llorar sobre la
tumba de su hermano. Pero así como yo empiezo por decir ‘la izquierda no supo’, creo
que ellos tienen que comenzar a decir ‘yo no supe’. ¿O es que sí sabían? ¿O leían la
misma prensa pero decían ‘esto lo escribe Magnetto’?”.
Lo que el kirchnerismo dice es que por debajo del discurso de la corrupción hay una
confrontación política que queda solapada.
—Conozco ese debate desde la época de la Unión Soviética, y la Unión Soviética fue
algo bastante más grande que esta banda. ¡Lo que tardaron algunos partidos
occidentales, menos el italiano, en criticar a la Unión Soviética! Hay que empezar con
aquello de lo que uno fue responsable. Porque la política tiene una ética. Empecé por
la deuda que tiene la izquierda porque siempre me pongo en la parrilla. Entonces, el
kirchnerismo tiene que hacer esa revisión o sino tiene que salir de la política. Estoy
hablando de todos los que apoyaron al kirchnerismo de buena fe, la juventud, los
intelectuales. Del mismo modo que los marxistas impugnamos a Stalin y los que fuimos
maoístas, con el corazón roto, reconocimos lo que hizo Mao, y nos hicimos cargo de
nuestro apoyo a López Rega y a Isabel. La autocrítica no le cabe solo a los otros salvo
que uno esté habitado por la mala conciencia, es decir que piense dos cosas al mismo
tiempo.
Y sin embargo, ¿no te parece que el núcleo de la cuestión permanece latente? Porque,
¿hasta qué punto las conductas éticas, por más inspiradas y legítimas que sean, pueden
revertir ese paisaje?
—Raúl Alfonsín podría haber tenido una respuesta. Porque cuando Alfonsín comienza
su campaña prometiendo el juicio a las juntas militares, los partidos políticos no estaban
sensibilizados sobre la cuestión de los derechos humanos. Los medios más o menos,
no tanto. Es el político el que tiene la iniciativa de buscar dónde están las zonas en la
esfera pública y en la voluntad colectiva que puede interpelar. Y una elección que al
principio parecía ganada por el peronismo, simplemente porque se aferró a esa bandera
que no tomaba ningún partido político la pudo ganar Alfonsín. Y la ganó con el rezo de
la Constitución y la promesa del juicio a las juntas. Es decir, ¿quién puede salir de este
brete, ¿quién puede convertir este tema en una cuestión política? Lo puede hacer un
político con la suficiente sensibilidad para politizar un dilema que los medios te
presentan como si fuera una película de Tarantino. Tiene que ser un político que tome
el tema en un sentido profundo, es decir que lo conviertan en un asunto crucial para la
Argentina. Como todavía pienso que es la política la que tiene la capacidad de acción,
no veo otra solución posible. Para eso es fundamental salir del análisis de los medios.
Salir de los bolsos, de Vicky Xipolitakis. Imágenes que funcionan como coartadas para
no decir lo que hay que decir. Cuando uno piensa en la corrupción tiene que pensar en
el hueso desnudo. Después si se parece a una película de Hugo del Carril o de Godard,
es otra cosa. Lo que los medios hacen es espectacularizar algo para que se pierda lo
fundamental. Y lo fundamental es que hay varios presidentes de la nación que
inventaron un mecanismo corrupto.

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