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En España, la Ilustración del siglo XVIII compaginó razón con moral cristiana. Los
escritores ilustrados españoles se dieron cuenta de que el principal problema del país
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Durante el siglo XVIII se crean los primeros periódicos en España, testimonio del
interés suscitado por las ciencias útiles, en los que los escritores ilustrados exponen sus
ideas y opiniones. Otros hitos culturales importantes que tienen lugar en este siglo son
la creación de la Biblioteca Nacional (1712) y la Real Academia Española
(1713) ―cuya finalidad es velar por la pureza del idioma español bajo el lema “limpia,
fija y da esplendor”. Los principales representantes de la Ilustración literaria española
serán Gaspar Melchor de Jovellanos, Félix María de Samaniego, Tomás de Iriarte (en
prosa), Juan Meléndez Valdés (en poesía) y Leandro Fernández de Moratín (en teatro).
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
El siguiente fragmento del ensayo titulado Memoria para el arreglo de la policía de los
espectáculos y diversiones públicas y sobre su origen en España, de Gaspar Melchor de
Jovellanos, en el que propone reformas de los espectáculos públicos para su mejor
funcionamiento, ilustra el estilo vivo y colorista del autor para tratar un asunto
político aparentemente serio y árido:
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Para entrar en materia no subiré a épocas muy remotas. Las que precedieron a la dominación
romana son demasiado oscuras y distantes para que merezcan nuestra atención. Perteneciendo a lo
que podemos llamar nuestros tiempos heroicos, ¿qué nos presentarían sino fábulas y tinieblas? La
crítica puede seguir entre unas y otras las huellas de la historia nacional hasta columbrar sus
orígenes, pero la política debe buscar una luz más cierta y clara para observar nuestros usos y
costumbres con algún provecho.
Bajo los romanos gozó España de los juegos y espectáculos de aquella gran nación, pues que,
habiendo adoptado su religión, sus leyes y costumbres, mal rehusaría los usos y estilos que de
ordinario introduce la moda sin auxilio de la autoridad. Cuando faltasen otras pruebas de esta
aserción, las ruinas de circos y teatros, de anfiteatros y naumaquias, que existen en Toledo, en
Mérida, en Tarragona, en Coruña, en Santi-Ponce y en Murviedro, y las dedicaciones y
monumentos erigidos con ocasión de estos espectáculos, no me dejarían dudar que nuestros padres
conocieron las luchas de hombres y fieras, las carreras de carros y caballos, y las representaciones
escénicas de aquella edad.
Estos espectáculos debieron cesar de todo punto con la entrada de los septentrionales. Puestos ya
en descrédito, y aun prohibidos en gran parte por los emperadores y los concilios, como enlazados
con el culto y ceremonias gentílicas, faltaba poco para su total exterminio, y esto poco se halló por
una parte en el horror con que los miraba la ruda sencillez de los godos, y por otra en la religiosa
piedad de muchos de sus príncipes. Así que no se conserva memoria alguna, que yo sepa, de
semejantes juegos en el tiempo de su dominación, ni la historia los presenta en la paz dados a otra
diversión que la caza.
Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su origen
en España (1790)
15.4. Novela
Frente al auge del ensayo como principal género prosístico
durante el siglo XVIII, resulta significativa la decadencia de
la novela española. Los escritores ilustrados, obsesionados
por imbuir a sus obras de un espíritu didáctico y moralista
destinado a acabar con la decadencia del país, dejaron de
lado un género que había dominado la literatura española
durante los dos siglos anteriores. Entre los contados títulos
novelescos de cierta altura, destacan únicamente Vida,
José Francisco de Isla ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor don
Diego de Torres Villarroel (1743) ―biografía novelada del
sacerdote Diego de Torres Villarroel (1694-1770) con matices picarescos y
conceptistas― e Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias
Zotes (1758) ―obra satírica del jesuita José Francisco de Isla (1703-1781) en la que se
ridiculiza a los oradores de la época que utilizan un lenguaje tan altisonante como
vacío. Juan Pablo Forner (1756-1797) es otro destacado novelista del siglo XVIII,
aunque sus obras satíricas ―entre las que destacan Exequias de la lengua castellana
(1782) y Los gramáticos. Historia chinesca (1782)― no poseen un alcance social, sino
que son fruto de su polémica literaria con otros autores de la época (en particular el
fabulista Tomás de Iriarte).
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Al día siguiente descamparon todos los huéspedes, llevándose en todo caso fray Gerundio sus
doscientos reales en el bolsillo, y su Semana Santa entre pecho y espalda. Esto le acomodaba
infinito; y ya no dudaba que se sorbería todos los sermones famosos de veinte leguas al contorno,
ni más ni menos como si sorbiera un par de huevos pasados por agua, tan firme en este concepto
que ya repartía en su imaginación algunos de los que le sobraban entre fray Blas y otros amigos.
Fray Gerundio, fray Blas y Antón Zotes se fueron a comer a Fregenal del Palo, donde se dividía el
camino para Campazas y para el convento, con ánimo de descansar aquel día en casa del famoso
familiar.
Recibiolos éste con su agrado, sosiego, paz y socarronería natural. Luego que se apearon y los
saludó a todos cariñosamente, pero sin quitarse de la cabeza un monterón perdurable, dijo a fray
Gerundio:
―A fe, sobrino, que llegas al más mijor tiempo del mundo para que nos saques de una enfecultá,
porque yo bien conozco que eres gran letrado, y que has regolvido más libros que un vilboticario...
―¿Ya escomienzas, majadero? ―le replicó el familiar―. Si entiendes lo que quiero decir, ¿qué te
emporta a ti el modo con que lo digo? Al fin, vilboticario o bribioquitario, o sea lo que se juere, lo
que yo te digo es que tu tía y yo estábamos ahora en una contraversia. El punto tiene uñas; y, o me
parió mi madre al revés, o harto será que yo no tenga razón. Es el causo..., pero desalfórjense
primero ustedes, y entrémonos en la sala baja; porque no es nigocio de tratar unas materias tan
hondas en el corral.
Hiciéronlo todos así, entráronse en la salita, limpiáronse el sudor, aliviáronse de ropa, echaron un
trago; y estando ya sosegados, prosiguió el familiar de esta manera:
―Pues como iba diciendo de mi cuento, ¿no ves sobre aquella arca grande una arpillera liada?
Mas va que no adivinas lo que tiene.
―Pues yo te lo diré en prata ―dijo el familiar―. Tantas varas de una tela muy rica, que yo no sé
cómo se llama, sólo sé que me costó a sesenta rales la vara, porque dicen que viene allá de las
Indias, y no se sabe frabicar en nuestro incontinente, y es de color de pechuga de tordo zorrero o
de aquellos pájaros que se llaman..., válasme Dios, ¿cómo se llaman? Ello es así una cosa que
suena a maravedises.
―Sí, padre nuestro ―prosiguió el familiar―, malguises; que no parece sino mesmamente el color
del hábito de nuestro padre San Francisco. Amén de eso, hay en la tal arpillera otras tantas varas
de raso liso amarillo, como yema de huevo, para la enforradura. Allende de todo lo dicho, se
contienen en la susodicha otras milentas varas de listonajos y de fruecos con campanillas, o con
esquilones, o con cencerros, que dice mi mujer es cosa muy precisamente necesaria para hacer un
piso o un friso, o ¿qué sé yo cómo le llama?, con sus ondas escalfadas o escaroladas en el rodapié
de la basquiña. Íten, un cordoncito de hilo d'oro muy sotil para los cabos de la casaca. Íten, otro
cordón grande del mesmísimo hilo, con sus ñudos a trechos como los cordones de los flaires, pero
trabajado con mucha progilidá, delicadeza y sienmetría, que real y verdaderamente encalabrina la
vista. Ea pues, apostemos una azumbre de vino a que no sabes para qué es todo ese matalotaje.
Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas (Libro V, capítulo IX)
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15.5. Fábula
Dentro de la prosa moralista, la corriente ilustrada,
crítica y pedagógica del siglo XVIII recupera el interés
por la fábula, debido a la enseñanza moral que este
tipo de relato alegórico encierra. Los principales
fabulistas españoles de este periodo son Félix María de
Samaniego (1745-1801) y Tomás de Iriarte (1750-
1791), autores de relatos breves ―generalmente bajo
la forma de prosa poética o “verso prosístico”―
protagonizados por animales que, bajo el precepto
Fábula de la zorra y las uvas ilustrado de “instruir deleitando”, acaban con una
enseñanza moral. Ambos se inspiran en las fábulas del
griego Esopo, el latino Fedro y el francés La Fontaine para ofrecer una enseñanza
moral acorde con los preceptos de la Ilustración. La obra más importante de
Samaniego, Fábulas en verso castellano (1781), está formada por una colección de
relatos que ridiculizan los defectos humanos (como “La zorra y las uvas”), los hábitos
sociales (“La cigarra y la hormiga”) y las actitudes políticas de dudosa integridad (“El
perro y el cocodrilo”). Por su parte, Iriarte es autor de Fábulas literarias (1782), en las
que realiza alusiones o sátiras más o menos veladas a otros literatos de su época (como
el propio Samaniego, al que ningunea al afirmar que él es el primero en introducir el
género de la fábula en la literatura española, cuando claramente debió de conocer la
obra que su rival publicó el año anterior).
La siguiente fábula en verso prosístico de Samaniego, titulada “La zorra y las uvas”
(basada en el relato homónimo de Esopo), contiene una enseñanza que puede
resumirse mediante la moraleja “nunca eches la culpa a los demás de lo que no puedes
lograr”:
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
En Sevilla, un grupo de sacerdotes poetas (Manuel María de Arjona, Alberto Lista, José
María Blanco White, Abate Marchena, Félix José Reinoso) toman como modelo a los
renacentistas Fernando de Herrera y Francisco de Rojas para componer una poesía de
lenguaje brillante y retórico que señala el comienzo del Prerromanticismo en España.
Otras destacadas figuras de la etapa de transición al Romanticismo poético son Nicasio
Álvarez de Cienfuegos (1764-1809), Manuel José Quintana (1772-1857), Juan Nicasio
Gallego (1777-1853) y José Somoza (1781-1852).
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La producción dramática de la primera mitad del siglo XVIII experimenta una fase de
decadencia. La gran originalidad y creatividad del teatro del Siglo de Oro no
encuentra continuadores durante este periodo. En este contexto, se produce una
reacción crítica de la Ilustración que fomenta el cultivo de un teatro neoclásico
inspirado en el francés (Corneille, Racine, Molière), que diferencia claramente los dos
géneros teatrales mayores (comedia y tragedia) y respeta la “ley de las tres unidades”
(acción, lugar y tiempo), cuya intención es la de impulsar los intereses políticos y
morales de la época. En esta dirección, Ignacio de Luzán promueve el género teatral
de las tragedias ejemplarizantes que, sobre la base de la historia de España, divulgan
una ideología liberal —como en La virtud coronada (1742). Vicente García de la
Huerta (1734-1787) ayudó a consolidar este nuevo género de la tragedia neoclásica
española con Raquel (1778), que narra la leyenda popular de los amores del rey
Alfonso VIII con una judía de Toledo.
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Resumen
La literatura española del siglo XVIII aparece dominada por el espíritu de la
Ilustración. En contraposición a las pasiones desmedidas del Renacimiento y la
originalidad creativa del Siglo de Oro, esta nueva corriente artística tiene la razón, el
buen gusto, el equilibrio y la enseñanza moral como elementos que moldean las obras
literarias. Frente al racionalismo y el didactismo de la Ilustración, surge a mediados de
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El género literario en prosa más importante del siglo XVIII es el ensayo, terreno en el
que destaca especialmente Gaspar Melchor de Jovellanos. La prosa de carácter moral
encuentra su mejor vehículo de expresión en las fábulas animales de Félix María de
Samaniego y Tomás de Iriarte. La poesía neoclásica, con Juan Meléndez Valdés a la
cabeza, anuncia el Romanticismo del siglo XIX. En cuanto al teatro, destaca por
encima de todas la figura de Leandro Fernández de Moratín.
Apéndice bibliográfico
Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes (1758) [José
Francisco de Isla]
Novela satírica en la que el jesuita Isla se burla de los predicadores vulgares y pseudoeruditos. El joven Gerundico
es una especie de "repelente niño Vicente" que, gracias a la educación religiosa que recibe, se convierte en un joven
predicador erudito y redicho, que interpreta las enseñanzas bíblicas de una forma fantasiosa y parcial. El efecto
moralizante y crítico de la obra se difumina en gran parte por su excesiva farragosidad.
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Feroz sátira contra la sociedad del siglo XVIII; a través de fantásticos viajes por lejanas tierras, Swift hace una
alegoría de la humanidad toda, con sus contradicciones y sus repugnancias (a pesar de que haya pasado a la historia
como una obra infantil).
Como reacción frente al despotismo ilustrado del siglo XVIII, las clases medias
intelectuales españolas aspiran a conquistar el poder, aunque el absolutismo
monárquico, apoyado por la nobleza, el clero y el pueblo, acaba imponiéndose con la
restauración, en 1814, del absolutismo de Fernando VII. Únicamente tras la muerte
del monarca borbónico en 1833, y durante la regencia de su sobrina María Cristina, se
implantará de manera definitiva el Estado liberal en España. A partir de 1830 se
impone definitivamente en la literatura española el Romanticismo (el término
“romántico” había aparecido por vez primera en 1818), que será progresivamente
sustituido por el Costumbrismo y el Realismo durante el reinado de Isabel II (1833-
1868). En el último tercio del siglo XIX, la intensificación de este último movimiento
dará lugar al Naturalismo.
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Romanticismo tardío se extendió hasta el último tercio del siglo XIX, época dominada
por el Realismo y el Naturalismo).
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títulos como La paloma y los halcones (1865), de Antonio Trueba, y Amaya o los
vascos en el siglo VIII (1877-1879), de Francisco Navarro Villoslada.
Dentro del subgénero narrativo de la novela sentimental del siglo XIX, destacan los
nombres de dos mujeres: Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) ―escritora
cubana que se dio a conocer en España con Dos mujeres (1843), en la que critica los
matrimonios de conveniencia de la época― y Rosalía de Castro ―autora de la novela
de carácter folletinesco La hija del mar (1859), que anticipará el género de la novela
romántica en España.
El auge de la novela anticlerical en la primera mitad del siglo XIX vino motivada por
la introducción en España, durante el reinado de Isabel II (1833-1868), de los ideales
del socialismo utópico, gracias a la traducción de novelas francesas de ambiente social
escritas por Víctor Hugo, George Sand y Alejandro Dumas. La obra más representativa
de este subgénero narrativo es María, la hija de un jornalero (1845), de Wenceslao
Ayguals de Izco, que describe los sufrimientos de la hija de un obrero en paro, acosada
por un clérigo y un noble. Esta novela, iniciadora en España del folletín o publicación
por entregas en periódicos y revistas, postula ideales sociales como la igualdad de
oportunidades, la justicia para todos, la libertad de prensa y la separación entre Iglesia
y Estado.
La novela gótica (o de terror) no tuvo en la literatura española el auge del que gozó en
la anglosajona (con autores destacados como Ann Radcliffe, Mary Shelley y Edgar
Allan Poe). La mayoría de las obras pertenecientes a este subgénero publicadas
durante la primera mitad del siglo XIX son traducciones o adaptaciones de novelas
inglesas, como Cuentos de duendes y aparecidos (1825), de José de Urcullu, y Galería
fúnebre de espectros y sombras ensangrentadas (1831), de Agustín Pérez Zaragoza.
Las primeras novelas “realistas” se publicaron por entregas, a veces como folletín en
periódicos. Al principio, el término folletín era considerado como un neologismo tomado
del francés para referirse a los artículos periodísticos impresos en letra más pequeña en la
parte inferior de las páginas que versaban sobre asuntos sociales y literarios. Con el
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tiempo, el folletín pasó a ser definido por su contenido. Íntimamente ligada a esta
literatura folletinesca, la novela realista surgió en España entre 1830 y 1856, encaminada
también al retrato fiel de lo cotidiano. A mediados del siglo XIX, “realismo” era un
término derogatorio, que se asociaba con la reproducción del mundo obrero y marginado
y la acumulación de detalles groseros y de mal gusto. Frente a esta visión “real” de la
sociedad decimonónica, surge en paralelo una corriente literaria de novela costumbrista,
que recoge tradiciones y actitudes ya desaparecidas de la España pintoresca, no
contaminada por el espíritu burgués, el capitalismo y la industrialización, que sirven para
comprender a un país en el que coinciden un pasado anquilosado y un presente
esperanzador.
En el último tercio del siglo XIX surge un nuevo subgénero narrativo, la novela de tesis,
en la que la idea predomina sobre la acción: el escritor intenta persudir a sus lectores
de su ideología cívica y moral (tesis) y manipula caprichosamente a sus personajes
para llegar a los resultados preconcebidos. Los temas principales que aparecen
reflejados en este tipo de obras son conflictos o problemas de orden religioso, político,
social y psicológico. Los principales cultivadores de la novela de tesis fueron Benito
Pérez Galdós, Juan Valera, Luis Coloma y Pedro Antonio de Alarcón.
16.4. Costumbrismo
Entre 1828 y 1834, los artículos periodísticos de tres excelentes prosistas, Larra,
Mesonero Romanos y Estébanez Calderón, contribuyeron a configurar un nuevo género
literario, el Costumbrismo, que, partiendo de la observación de los usos y las tradiciones
locales, criticaba la reforma política y social del país, señalando los principales defectos
de la sociedad y los medios para mejorarla. Por su parte, Fernán Caballero contribuyó al
desarrollo de la novela costumbrista hacia mediados de siglo con sus retratos folclóricos y
pintorescos de personajes y lugares no contaminados por el progreso y la influencia
extranjera.
Mariano José de Larra (1809-1837), pese a ser uno de los más notables escritores
románticos de la primera mitad del siglo XIX, es conocido fundamentalmente por su
prosa costumbrista. En sus artículos periodísticos, publicados bajo diversos
pseudónimos (“Fígaro”, “Duende”, “Bachiller”, “El Pobrecito Hablador”), Larra
denuncia la negligencia, opresión y corrupción de las clases dirigentes, así como el
atraso e inmovilismo del país. Uno de sus artículos más celebrados, Vuelva usted
mañana (1833), ha quedado como símbolo de la desidia y lentitud de la burocracia
española.
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Dos de los más importantes novelistas españoles de la segunda mitad del siglo XIX,
Galdós y Clarín, ofrecen en sus obras un realismo crítico que busca únicamente reflejar
la sociedad del momento, sin mostrar un partidismo conservador o liberal.
En conjunto, los escritores realistas de la segunda mitad del siglo XIX se conocen como la
Generación del 68, debido a que empezaron a escribir sus obras a partir de la Revolución
de 1868 (conocida como la Gloriosa, por el entusiasta apoyo que encontró en la
burguesía y las clases trabajadoras), cuando la situación política de España permitió
relajar la presión de la censura durante el reinado de Isabel II. El término, acuñado por
Clarín, incluye a los anteriormente mencionados Alarcón, Pereda, Valera, Pardo Bazán,
Palacio Valdés, Galdós y el propio Clarín. Las características comunes de los escritores de
la Generación del 68 son la conciencia de la existencia de una clase burguesa y una
estética realista (influida igualmente por el Costumbrismo y el Naturalismo).
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Sus primeras obras, como Escenas montañesas (1864), ambientadas en su Cantabria natal,
son de carácter costumbrista. En ellas, Pereda sitúa su ideal ético y estético en contacto
con la naturaleza y las formas de vida tradicionales y sencillas (“el mayor bien humano es
el de la sencilla y honrada ignorancia”). Más tarde escribe novelas de tesis en las que
defiende su ideología conservadora: El buey suelto (1878), Don Gonzalo González de la
Gonzalera (1879), De tal palo, tal astilla (1880), Sotileza (1885) y su obra maestra, Peñas
arriba (1895), novela que refleja la vida de los montañeses cántabros bajo un prisma
bucólico. En La Puchera (1889), Pereda mezcla elementos regionalistas y naturalistas.
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El siguiente fragmento de Pepita Jiménez, correspondiente a una de las cartas que escribe
Luis de Vargas a su tío, ilustra la fascinación inicial que la belleza de la joven viuda
produce en el seminarista, sentimiento que con el desarrollo de la novela se irá
convirtiendo en profundo amor:
Pero no: ¿qué he pensado yo, qué he mirado, qué he celebrado en Pepita, por donde nadie pueda
colegir que propendo a sentir por ella algo que no sea amistad y aquella inocente y limpia
admiración que inspira una obra de arte, y más si la obra es del Artífice soberano y nada menos
que su templo?
Por otra parte, querido tío, yo tengo que vivir en el mundo, tengo que tratar a las gentes, tengo que
verlas, y no he de arrancarme los ojos. Usted me ha dicho mil veces que me quiere en la vida
activa, predicando la ley divina, difundiéndola por el mundo, y no entregado a la vida
contemplativa en la soledad y el aislamiento. Ahora bien, si esto es así, como lo es, ¿de qué suerte
me había yo de gobernar para no reparar en Pepita Jiménez? A no ponerme en ridículo, cerrando
en su presencia los ojos, fuerza es que yo vea y note la hermosura de los suyos, lo blanco,
sonrosado y limpio de su tez, la igualdad y el nacarado esmalte de los dientes que descubre a
menudo cuando sonríe, la fresca púrpura de sus labios, la serenidad y tersura de su frente, y otros
mil atractivos que Dios ha puesto en ella. Claro está que para el que lleva en su alma el germen de
los pensamientos livianos, la levadura del vicio, cada una de las impresiones que Pepita produce
puede ser como el golpe del eslabón que hiere el pedernal y que hace brotar la chispa que todo lo
incendia y devora; pero yendo prevenido contra este peligro, y reparándome y cubriéndome bien
con el escudo de la prudencia cristiana, no encuentro que tenga yo nada que recelar. Además que,
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No lo dude usted: yo veo en Pepita Jiménez una hermosa criatura de Dios, y por Dios la amo
como a hermana. Si alguna predilección siento por ella, es por las alabanzas que de ella oigo a mi
padre, al señor Vicario y a casi todos los de este lugar.
Pepita Jiménez (1874)
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Su hechura biliosa, y el comercio excesivo con personas y cosas devotas, que exaltaban sin fruto
ni objeto su imaginación, la habían envejecido prematuramente, y, siendo joven, no lo parecía.
Podría decirse de ella que con sus hábitos y su sistema de vida se había labrado una corteza, un
forro pétreo, insensible, encerrándose dentro como el caracol en su casa portátil. Doña Perfecta
salía pocas veces de su concha.
Sus costumbres intachables, y aquella bondad pública que hemos observado en ella desde el
momento de su aparición en nuestro relato, eran causa de su gran prestigio en Orbajosa. Sostenía
además relaciones con excelentes damas de Madrid, y por este medio consiguió la destitución de
su sobrino. Ahora, en el momento presente de nuestra historia, la hallamos sentada junto al pupitre,
que es el confidente único de sus planes y el depositario de sus cuentas numéricas con los aldeanos,
y de sus cuentas morales con Dios y la sociedad. Allí escribió las cartas que trimestralmente
recibía su hermano; allí redactaba las esquelitas para incitar al juez y al escribano a que
embrollaran los pleitos de Pepe Rey, allí armó el lazo en que éste perdiera la confianza del
Gobierno; allí conferenciaba largamente con Don Inocencio. Para conocer el escenario de otras
acciones cuyos efectos hemos visto, sería preciso seguirla al palacio episcopal y a varias casas de
familias amigas.
No sabemos cómo hubiera sido doña Perfecta amando. Aborreciendo tenía la inflamada
vehemencia de un ángel tutelar de la discordia entre los hombres. Tal es el resultado producido en
un carácter duro y sin bondad nativa por la exaltación religiosa, cuando ésta, en vez de nutrirse de
la conciencia y de la verdad revelada en principios tan sencillos como hermosos, busca su savia en
fórmulas estrechas que sólo obedecen a intereses eclesiásticos. Para que la mojigatería sea
inofensiva, es preciso que exista en corazones muy puros.
Doña Perfecta (1876)
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luchas entre absolutistas y liberales durante los primeros seis años de reinado de
Fernando VII (1814-1820), el Trienio Liberal (1820-1823) y la Década Ominosa (1823-
1833), está protagonizada por el combatiente liberal Salvador Monsalud, y comprende
otros diez episodios: El equipaje del rey José, Memorias de un cortesano de 1815, La
segunda casaca, El Grande Oriente, 7 de julio, Los cien mil hijos de San Luis, El terror de
1824, Un voluntario realista, Los Apostólicos y Un faccioso más y algunos frailes menos.
La tercera serie (1898-1900), que se extiende entre la Primera Guerra Carlista (1833-
1840) y la Regencia de María Cristina (1833-1843), gira en torno a las aventuras del
romántico Fernando Calpena, y está formada por otras diez novelas: Zumalacárregui,
Mendizábal, De Oñate a La Granja, Luchana, La campaña del Maestrazgo, La estafeta
romántica, Vergara, Montes de Oca, Los Ayacuchos y Bodas reales. La cuarta serie
(1902-1907), protagonizada por José García Fajardo, abarca el reinado de Isabel II desde
su mayoría de edad (1843-1868) ―periodo contemporáneo ya a la vida de Galdós― y
está formada por otros diez episodios: Las tormentas del 48, Narváez, Los duendes de la
camarilla, La Revolución de Julio, O‟Donnell, Aita Tettauen, Carlos VI en la Rápita, La
vuelta al mundo en la «Numancia», Prim y La de los tristes destinos. La quinta serie
(1907-1912), que describe hechos recientes vividos por el propio Galdós desde la
Revolución de 1868, quedó inacabada, con únicamente seis episodios completados
hasta la Restauración de Alfonso XII en 1874 (España sin rey, España trágica, Amadeo I,
La Primera República, De Cartago a Sagunto, Cánovas) y uno más en proyecto (Sagasta);
a diferencia de las anteriores series, Galdós no elige un personaje como hilo conductor
de la trama, sino un narrador en primera persona (Tito) que no es más que un trasunto
del propio autor.
Contestaba el otro a estas pullas inocentes con gracia y mesura, sin soltar prenda, ni clarearse más
de lo que le convenía. Desde la primera cena simpatizó Calpena con sus dos compañeros de casa,
y singularmente con el clérigo Hillo. El agrado que la conversación de éste le causaba aumentó tan
rápidamente que al segundo día eran amigos, y ambos creían que su trato databa de larga fecha.
Verdad que los dos eran clásicos en lo literario, templados o neutrales en lo político, de pacífico y
blando genio, amantes de la regularidad y del vivir manso, sin emociones; semejanza que un
atento observador habría podido apreciar, no obstante las diferencias que la edad marcaba en uno y
otro. Había, sin embargo, momentos en que Calpena se expresaba como un viejo, y don Pedro
como un muchacho.
El segundo día de hospedaje, desayunándose juntos, hablaron de política, que era en aquel tiempo
la usual, la obligada comidilla, lo mismo al almuerzo que a la cena. «¿Qué le parece a usted,
amigo don Fernando? ―dijo Hillo―. ¿Nos cumplirá ese Sr. Mendizábal todo lo que nos ha
prometido? Porque ya ve usted si ha venido con ínfulas. Que acabará la guerra carlista en seis
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meses, y que para entonces no veremos un faccioso ni buscándolo con candil. Que pondrá término
a la anarquía, cortando el revesino a todas las juntas. Que arreglará la Hacienda, y pronto
rebosarán las arcas del Tesoro. Que hará de la España una nación tan grande y poderosa como la
Inglaterra, y seremos todos felices y nos atracaremos de libertad y orden, de pan y trabajo, de
buenas leyes, justicia, religión, libertad de imprenta, luces, ciencia, y, en fin, de todo aquello que
ahora no comemos ni hemos comido nunca».
Mendizábal (1898) [Episodios Nacionales, 22]
Pese a ser conocido fundamentalmente por sus novelas realistas e históricas, Galdós
compusó en los últimos años de su vida diversas obras teatrales caracterizadas por la
sinceridad y el inconformismo, entre las que sobresalen Realidad (1891), La loca de la
casa (1893), La de San Quintín (1894), Electra (1901), El abuelo (1904) y Santa Juana
de Castilla (1918).
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Sin embargo, Juanito ha sabido que Fortunata está de vuelta en Madrid y vuelve a
encapricharse de ella. Fortunata, enamorada de su antiguo amante, abandona a su marido
y pasa a ser la mantenida de Juanito. Con el tiempo, éste se cansa de la incultura de
Fortunata y vuelve a abandonarla cuando Jacinta se entera de la existencia de su amante.
Fortunata conoce a don Evaristo Feijóo, un viejo coronel retirado, que se enamora de ella
y la convierte en su mantenida. Al sentir cercana la muerte, don Evaristo aconseja a
Fortunata que vuelva con su marido Maxi, y convence a la familia Rubín para que la
acepte de nuevo. Tras una etapa de felicidad, la salud de Maxi se deteriora y comienza a
sufrir ataques de locura en los que acusa a su mujer de engañarle y a su tía de querer
envenenarle. Fortunata y Jacinta coinciden casualmente en casa de una amiga común y
discuten acaloradamente por el amor de Juanito. Tras reanudar sus relaciones de forma
discreta, Fortunata busca quedarse embarazada de Juanito para legitimar su posición
como verdadera esposa, aunque cuando lo consigue es abandonada de nuevo. Tras
romper definitivamente con un enloquecido Maxi y la familia Rubín, Fortunata se
refugia en casa de una tía para dar a luz a su hijo, al que llamará Juan Evaristo. Al nacer
el pequeño, los Santa Cruz y los Rubín muestran interés por él.
Tras recobrar Maxi la salud y la razón, su familia le dice que Fortunata ha muerto. Sin
embargo, no les cree e intenta descubrir el paradero de su esposa. Tras averiguar que
Juanito tiene una relación con Aurora, hija de su patrón, Maxi va a visitar a Fortunata y
le informa del engaño de su amante. Fortunata, ciega de celos, va a la tienda donde
trabaja Aurora y monta un escándalo, lo que empeora su salud. La joven propone a su
marido volver con él a cambio de que éste mate a Aurora, y Maxi, loco de amor por
Fortunata, llega a comprar un revólver, pero su familia lo encierra antes de que pueda
cometer una locura. Sintiendo próxima su muerte, Fortunata hace un testamento en el
que entrega su hijo a Jacinta para que lo eduque. Su posterior muerte desencadena la
tragedia de los Rubín y los Santa Cruz: Maxi es encerrado en un manicomio y Juanito
debe confesar ante su madre y su mujer que el hijo de Fortunata es suyo.
En Fortunata y Jacinta, todos los personajes de la novela son manipulados de una u otra
manera por el sistema social, y los que no se dejan manejar son destruidos mediante el
manicomio (Maxi), la cárcel o, en última instancia, la muerte (Fortunata). El pequeño
Juan Evaristo será educado por los Santa Cruz, lo cual representa que el futuro de la
burguesía depende de la absorción de las clases bajas (“vampirización”), ya que no tiene
futuro propio (Jacinta es estéril): todo lo que la burguesía no es capaz de asimilar y
absorber será destruido. La moralina final de Galdós es la siguiente: la libertad es una
utopía inexistente, pero es algo necesario para el ser humano y por eso ha de soñar con
ella. Galdós es un escritor-historiador, y por lo tanto Fortunata y Jacinta no puede tener
otro final, ya que la burguesía es la clase dominante a finales del siglo XIX.
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Los dos grupos sociales que Galdós refleja en su novela son la clase baja madrileña o
“masa obrera” (no existía aún un proletariado propiamente dicho, ya que Madrid no se
convertiría en una ciudad industrial hasta comienzos del siglo XX) y la burguesía,
representados por Fortunata y Jacinta, respectivamente. El primero simboliza la
naturaleza y el segundo la tradición. El fruto del trabajo de las clases bajas (producción,
hijos) es aprovechado por la clase burguesa.
Casi todos los personajes de la novela defienden las leyes de la naturaleza frente a las
sociales: no es pecado nada que tenga que ver con el amor verdadero y natural; no existe
la fidelidad absoluta; la infidelidad es una ley natural contra el despotismo de la sociedad;
el amor es algo natural y fatal al mismo tiempo, ya que las personas no pueden escapar a
él; las leyes y códigos sociales han sido inventados por personas que desconocen lo que es
el amor; el amor es subversivo, ya que conduce a la destrucción.
«¡Vaya con lo que me ha dicho esta mañana Nicolás: que Feijoo es el primer caballero de Madrid
y que le ha prometido una canonjía! Si se la dan, ya no me queda nada que ver. Yo me alegraría,
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
para quitarme esa carga de encima […] Bueno está mi sobrino para meterse en lances, él que se
asusta de entrar en un cuarto sin luz. ¡Pobrecillo Maxi!, ¡tiene un corazón de oro, y ahora que está
tan dado a estudiar lo del otro mundo, se le ocurren unas cosas...! ¡Vaya con lo que me decía
anoche! 'Tía de mi alma, a fuerza de pensar y padecer, he llegado a desprenderme de todas las
pasiones, y a no sentir en mí ni odio ni venganza'. Dice que la perdona cristianamente, por esto y
lo otro y qué sé yo qué... pero en cuanto a hacer vida común, ni que se lo mande el Papa. Y a
renglón seguido me marea para que la vaya a ver. 'Tía, visítela usted, entérese... sondéela, a ver
cómo se presenta. Puede que sea verdad lo que dice don Evaristo...'. Todas las noches la misma
canción. Al fin, si se pone muy pesadito, no tendré más remedio que ir. Y no es flojo el paseo que
tengo que dar, de aquí a Puerta de Moros...».
La acción de Fortunata y Jacinta se desarrolla casi por entero en Madrid, ciudad que no
es simplemente un espacio escénico, sino un protagonista más de la novela. Aparecen
retratados diferentes aspectos y lugares de la ciudad (ministerios, tiendas, tabernas, casas)
y los nombres de las calles tienen igualmente una gran importancia simbólica. El lugar
alrededor del cual gira la mayor parte de la novela es la Plaza Mayor.
Se consideraba Fortunata en aquel caso como ciego mecanismo que recibe impulso de sobrenatural
mano. Lo que había hecho, hacíalo, a juicio suyo, por disposición de las misteriosas energías que
ordenan las cosas más grandes del universo, la salida del Sol y la caída de los cuerpos graves. Y ni
podía dejar de hacerlo, ni discutía lo inevitable, ni intentaba atenuar su responsabilidad, porque esta no
la veía muy clara, y aunque la viese, era persona tan firme en su dirección, que no se detenía ante
ninguna consecuencia, y se conformaba, tal era su idea, con ir al infierno.
«Esto de alquilar la casa próxima a la tuya—dijo Santa Cruz—, es una calaverada que no puede
disculparse sino por la demencia en que yo estaba, niña mía, y por mi furor de verte y hablarte.
Cuando supe que habías venido a Madrid, ¡me entró un delirio...! Yo tenía contigo una deuda del
corazón, y el cariño que te debía me pesaba en la conciencia. Me volví loco, te busqué como se busca
lo que más queremos en el mundo. No te encontré; a la vuelta de una esquina me acechaba una
pulmonía para darme el estacazo... caí».
—¡Pobrecito mío!... Lo supe, sí. También supe que me buscaste. ¡Dios te lo pague! Si lo hubiera
sabido antes, me habrías encontrado.
Esparció sus miradas por la sala; pero la relativa elegancia con que estaba puesta no la afectó. En
miserable bodegón, en un sótano lleno de telarañas, en cualquier lugar subterráneo y fétido habría
estado contenta con tal de tener al lado a quien entonces tenía. No se hartaba de mirarle.
«¡Qué guapo estás!».
—¿Pues y tú? ¡Estás preciosísima!... Estás ahora mucho mejor que antes.
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
—¡Ah!, no—repuso ella con cierta coquetería—. ¿Lo dices porque me he civilizado algo? ¡Quia!, no
lo creas: yo no me civilizo, ni quiero; soy siempre pueblo; quiero ser como antes, como cuando tú me
echaste el lazo y me cogiste.
—¡Pueblo!, eso es—observó Juan con un poquito de pedantería—; en otros términos: lo esencial de la
humanidad, la materia prima, porque cuando la civilización deja perder los grandes sentimientos, las
ideas matrices, hay que ir a buscarlos al bloque, a la cantera del pueblo.
Fortunata no entendía bien los conceptos; pero alguna idea vaga tenía de aquello.
«Me parece mentira—dijo él—, que te tengo aquí, cogida otra vez con lazo, fierecita mía, y que puedo
pedirte perdón por todo el mal que te he hecho...».
—Quita allá... ¡perdón!—exclamó la joven anegándose en su propia generosidad—. Si me quieres,
¿qué importa lo pasado?
En el mismo instante alzó la frente, y con satánica convicción, que tenía cierta hermosura por ser
convicción y por ser satánica, se dejó decir estas arrogantes palabras:
«Mi marido eres tú... todo lo demás... ¡papas!».
Elástica era la conciencia de Santa Cruz, mas no tanto que no sintiera cierto terror al oír expresión tan
atrevida. Por corresponder, iba él a decir mi mujer eres tú; pero envainó su mentira, como el hombre
prudente que reserva para los casos graves el uso de las armas.
Fortunata y Jacinta (Segunda parte, cap. VII)
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), escritor, periodista y político, fue un gran defensor
de la ideología republicana y antimonárquica de finales del siglo XIX y principios del XX.
En su primera etapa literaria, Blasco Ibáñez cultiva la novela naturalista de carácter
costumbrista, ambientada en el mar y la huerta de su Valencia natal. Dentro de este
género destacan La barraca (1898) y Cañas y barro (1902), obras que reflejan la fatalidad,
el ansia de venganza y las más desatadas pasiones humanas. Posteriormente, Blasco
Ibáñez retrata la España conflictiva de su tiempo en novelas como La catedral (1903) y
Sangre y arena (1908). De carácter antibelicista y ambientadas en la Primera Guerra
Mundial son Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1916) y Mare Nostrum (1918). Una de
sus últimas obras, La vuelta al mundo de un novelista (1925), es un relato de carácter
autobiográfico.
Juan Bautista Armada y Losada, marqués de Figueroa (1861-1932), mezcla en sus novelas
el costumbrismo regional y el naturalismo cristiano. En su obra más importante, Antonia
Fuertes (1885), ofrece una visión exhaustiva de la vida cotidiana en una aldea pesquera
gallega, donde la protagonista Antonia es devorada por una pasión erótica que la aboca a
la prostitución.
Eduardo López Bago (1855-1931) cultivó en sus novelas un naturalismo radical más
próximo al originario estilo de Zola (por oposición al naturalismo cristiano de la mayor
parte de sus coetáneos). En muchas de sus obras aborda el tema de la explotación sexual
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
16.11. La Regenta
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Pese a contar con numerosos personajes (más de cien) y una trama compleja, La Regenta
posee un argumento relativamente sencillo, que gira en torno al triángulo amoroso entre
un cura inmoral y ambicioso (Fermín de Pas), una joven burguesa sentimental y
soñadora (Ana Ozores) y un seductor mediocre (Álvaro Mesía): en una ciudad de
provincias llamada Vetusta (trasunto de Oviedo), que simboliza una sociedad inculta,
decadente y corrupta, vive Ana Ozores, hija de una familia noble venida a menos,
motivo por el cual tuvo que aceptar un matrimonio de conveniencia con don Víctor
Quintanar, antiguo Regente de la Audiencia de Vetusta (de ahí que en la ciudad se la
conozca como “la Regenta”). Ana, bastante más joven que su marido, siente hacia él
amistad y agradecimiento más que un verdadero amor conyugal, por lo que su vida
transcurre entre la soledad, el aburrimiento y la frustración que le produce el anhelo
de algo mejor. En esta situación, la religión se convierte para ella en la única válvula
de escape dentro de una sociedad anodina. Don Fermín de Pas, Magistral de la catedral
de Vetusta, se convierte en el confesor de Ana, que comienza a sentir una gran atracción
y admiración hacia él. Don Álvaro Mesía, con fama de seductor, se enamora de la
Regenta y se convierte en su amante, lo que provoca los celos del Magistral. Al
enterarse de las visitas secretas de don Álvaro a la casa de Ana, don Fermín urde un
plan para hacer que don Víctor sorprenda al amante de su mujer, cosa que en efecto
ocurre. El marido de Ana reta a duelo al seductor. Don Álvaro mata a don Víctor y
huye, y posteriormente escribe una carta a Ana para contarle lo sucedido. La noticia
de la muerte de su marido hace que la Regenta caiga enferma. Al recuperarse, se dirige
de nuevo a la catedral de Vetusta para buscar consuelo en la religión. Al darse cuenta
de que don Fermín la observa con mirada asesina, Ana siente miedo y cae desmayada.
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
«Pero no importaba; ella se moría de hastío. Tenía veintisiete años, la juventud huía; veintisiete
años de mujer eran la puerta de la vejez a que ya estaba llamando... y no había gozado una sola
vez esas delicias del amor de que hablan todos, que son el asunto de comedias, novelas y hasta de
la historia. El amor es lo único que vale la pena de vivir, había ella oído y leído muchas veces.
Pero ¿qué amor? ¿dónde estaba ese amor? Ella no lo conocía. Y recordaba entre avergonzada y
furiosa que su luna de miel había sido una excitación inútil, una alarma de los sentidos, un
sarcasmo en el fondo; sí, sí, ¿para qué ocultárselo a sí misma si a voces se lo estaba diciendo el
recuerdo?: la primer noche, al despertar en su lecho de esposa, sintió junto a sí la respiración de un
magistrado; le pareció un despropósito y una desfachatez que ya que estaba allí dentro el señor
Quintanar, no estuviera con su levita larga de tricot y su pantalón negro de castor; recordaba que
las delicias materiales, irremediables, la avergonzaban, y se reían de ella al mismo tiempo que la
aturdían: el gozar sin querer junto a aquel hombre le sonaba como la frase del miércoles de ceniza,
quia pulvis es! eres polvo, eres materia... pero al mismo tiempo se aclaraba el sentido de todo
aquello que había leído en sus mitologías, de lo que había oído a criados y pastores murmurar con
malicia... ¡Lo que aquello era y lo que podía haber sido!... Y en aquel presidio de castidad no le
quedaba ni el consuelo de ser tenida por mártir y heroína...
La Regenta (cap. X)
Resumen
Los profundos cambios sociales y políticos que se vivieron en la España del siglo XIX
tuvieron un fiel reflejo en el terreno literario. Las corrientes artísticas que dominan la
literatura española decimonónica son, de forma progresiva, el Romanticismo, el
Costumbrismo, el Realismo y el Naturalismo. El género narrativo autóctono
experimenta un gran vacío durante la primera mitad del siglo XIX, aunque las
traducciones de obras extranjeras impulsan el desarrollo de las novelas históricas,
sentimentales, anticlericales y góticas. A mediados de siglo, la creación del folletín o
novela por entregas en periódicos y revistas revitaliza el género novelístico español,
que se desarrolla plenamente con el tránsito del Romanticismo al Costumbrismo y
Realismo en la segunda mitad del siglo XIX. Dentro de esta última corriente literaria
destacan dos novelas pertenecientes al llamado “realismo crítico”: Fortunata y Jacinta
(de Benito Pérez Galdós) y La Regenta (de Leopoldo Alas “Clarín”). En el último tercio
de siglo, la exacerbación del Realismo dará paso al Naturalismo, con personajes no
solamente alienados en la sociedad, sino incapaces de escapar a su herencia genética y su
entorno.
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Apéndice bibliográfico
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Austen se muestra preocupada por la dependencia del matrimonio que experimenta la mujer para sentirse realizada
en la sociedad victoriana, en la que imperaban la noción de clase y el decoro.
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
representan a las fuerzas del bien, enfrentados a otra serie de personajes siniestros encabezados por su tío Ralph.
Bajo esta lucha dialéctica, Dickens revela los principales vicios que aquejan a su sociedad: avaricia, intereses
creados, miseria y falta de piedad. A diferencia de otros huérfanos dickensianos, Nicholas es un joven con un fuerte
temperamento.
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
“Bleak House” es una novela característica del período maduro de Dickens, marcado por el pesimismo ante la vida.
En esta ocasión, el dardo crítico del autor se dirige hacia la burocracia legal y sus fatídicas consecuencias para los
demandantes (fruto de su propia experiencia personal). La heroína de la obra, Esther Summerson, es de nuevo una
huérfana que finalmente resulta ser la hija ilegítima de una dama. El progresivo descubrimiento de este secreto es
lo que genera un argumento propio de tragedia, que da paso en última instancia a un final feliz. La gran novedad
estilística que Dickens desarrolla en “Bleak House” consiste en alternar la narración en tercera persona del autor
con la narración en primera persona de la protagonista.
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
los personajes de Dickens son los que imperaban en la sociedad victoriana de la época: los intereses económicos
frente a los sentimientos personales.
The Mystery of Edwin Drood (and other stories) (1870) [Charles Dickens]
En junio de este mismo año Dickens falleció, dejando inconclusa su última novela. A diferencia de otras obras
suyas, en ésta impera el misterio que produce la desaparición del protagonista, en un argumento que queda sin
desarrollar por la muerte del autor.
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
naturaleza. “La hija del mar” es un reflejo de la vida de la propia Rosalía, hija de padres desconocidos y poseída de
una gran tristeza durante su juventud.
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Esta novela (precedente directo de “Niebla”, de Unamuno) abandona el realismo decimonónico y avanza hacia el
modernismo. En ella, Galdós se plantea implícitamente la pregunta de para qué sirve un intelectual idealista en la
sociedad capitalista moderna, a lo que contesta con la respuesta ―también implícita― de que él ha de ser el
encargado de educar a la burguesía. Hay en la obra una crítica hacia la retórica imperante en la vida política de la
Restauración.
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
17.1. Romanticismo
A finales del siglo XVIII surge en Alemania e Inglaterra un movimiento cultural de
carácter revolucionario conocido como Romanticismo, que se opone al racionalismo
de la Ilustración y los estereotipos estéticos del Neoclasicismo y otorga prioridad a los
sentimientos y la libertad. Durante la primera mitad del siglo XIX, esta corriente
artística se extendió a otros países de Europa y América, en donde adoptó formas
distintas en función de la idiosincrasia cultural de cada uno. La poesía y el teatro
fueron los principales vehículos de expresión artística del Romanticismo, alrededor de
los cuales surgieron importantes figuras literarias en cada país: Alemania (Johann
Wolfgang von Goethe, Johann Friedrich von Schiller, Friedrich Hölderlin), Inglaterra
(Lord Byron, John Keats, William Wordsworth, Taylor Coleridge, Percy Shelly),
Francia (Víctor Hugo, Alphonse de Lamartine, Madame de Staël), Rusia (Aleksandr
Pushkin, Mikhail Lermontov), Italia (Giacomo Leopardi), Estados Unidos (Walt
Whitman). En Latinoamérica, el Romanticismo confluyó con el nacionalismo de
carácter independentista y encontró en la prosa narrativa (novelas y cuentos) el
principal medio de expresión artística; en esta faceta destacaron especialmente Jorge
Isaacs, Ricardo Palma, José Mármol, Domingo Faustino Sarmiento, José María Heredia,
José Martí, Esteban Echeverría (en prosa) y Andrés Bello (en poesía).
En España, el Romanticismo de la primera mitad del siglo XIX surge como una
reacción contra el carácter generalizador, abstracto y utilitario de la razón ilustrada
aplicada a la vida humana. Frente a estos valores racionales y científicos, la corriente
romántica ensalza el sentimiento, la pasión, la imaginación, la sensibilidad y el ideal
de libertad como valores máximos. El amor, considerado la principal emoción humana,
pasa a ocupar un primer plano en las aspiraciones espirituales del hombre. La vida es
sentida como tragedia, y el mundo, como una realidad frustrante, por lo que la
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
El poema más famoso de Espronceda, la “Canción del pirata” (1835), ilustra el estilo
apasionado y rebelde de su poesía; el protagonista, un pirata, simboliza al poeta
romántico que desprecia las convenciones sociales y los bienes materiales y busca ante
todo su libertad personal (como se refleja en el estribillo de la canción):
Con diez cañones por banda, «Allá muevan feroz guerra, ¡Sentenciado estoy a muerte!
viento en popa, a toda vela, ciegos reyes Yo me río;
no corta el mar, sino vuela, por un palmo más de tierra; no me abandone la suerte,
un velero bergantín. que yo aquí tengo por mío y al mismo que me condena,
Bajel pirata que llaman, cuanto abarca el mar bravío, colgaré de alguna entena,
por su bravura, El Temido, a quien nadie impuso leyes. quizá en su propio navío.
en todo mar conocido,
del uno al otro confín. Y no hay playa, Y si caigo,
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Las siguientes rimas de Bécquer, ampliamente conocidas, ilustran cada uno de los
grupos anteriormente comentados dentro de su obra lírica:
Yo voy por un camino; ella, por otro; Pero aquéllas que el vuelo refrenaban
pero al pensar en nuestro mutuo amor, tu hermosura y mi dicha a contemplar,
yo digo aún: ¿por qué callé aquel día?, aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
y ella dirá: ¿por qué no lloré yo? ésas... ¡no volverán!
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
LAS CAMPANAS I
Yo las amo, yo las oigo
cual oigo el rumor del viento, En los ecos del órgano o en el rumor del viento,
el murmurar de la fuente en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,
o el balido del cordero. te adivinaba en todo y en todo te buscaba,
sin encontrarte nunca.
Como los pájaros, ellas,
tan pronto asoma en los cielos Quizás después te ha hallado, te ha hallado y te ha perdido
el primer rayo del alba, otra vez, de la vida en la batalla ruda,
le saludan con sus ecos. ya que sigue buscándote y te adivina en todo,
sin encontrarte nunca.
Y en sus notas, que van repitiéndose
por los llanos y los cerros, Pero sabe que existes y no eres vano sueño,
hay algo de candoroso, hermosura sin nombre, pero perfecta y única;
de apacible y de halagüeño. por eso vive triste, porque te busca siempre
sin encontrarte nunca.
Si por siempre enmudecieran,
¡qué tristeza en el aire y el cielo!, II
¡qué silencio en las iglesias!,
¡qué extrañeza entre los muertos! Yo no sé lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo;
***************************** yo no sé lo que busco, pero es algo
que perdí no sé cuándo y que no encuentro,
—Te amo... ¿por qué me odias? aun cuando sueñe que invisible habita
—Te odio... ¿por qué me amas? en todo cuanto toco y cuanto veo.
Secreto es éste el más triste
y misterioso del alma. Felicidad, no he volver a hallarte
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Otros destacados poetas románticos del siglo XIX son Nicomedes Pastor Díaz (1811-
1863), Pablo Piferrer (1818-1848), Carolina Coronado (1820-1911) y Augusto Ferrán
(1835-1880).
Las principales características del teatro romántico decimonónico son las siguientes:
a) Los temas fundamentales son el amor y la libertad.
b) Mecla elementos trágicos y cómicos.
c) La prosa se combina con el verso (en su periodo de mayor madurez, el teatro
romántico acabará usando únicamente el verso).
d) Las obras oscilan entre tres y cinco actos.
e) Rompe con las unidades de tiempo y lugar.
f) La acción se sitúa en la Edad Media o en la España de los Austrias, y los escenarios
suelen ser lugares cerrados y sombríos (mazmorras, cementerios, panteones, riscos,
lugares solitarios y agrestes…).
g) La acción se centra en el héroe y la heroína románticos. Él aparece envuelto en un
halo de misterio; ella, modelo del ideal de belleza física y espiritual, es arrastrada junto
con el héroe al sufrimiento y a la muerte.
h) El lenguaje dramático está marcado por un profundo lirismo, que contribuye a
crear un tono exaltado e intenso.
i) La acción es dinámica, con sucesos inesperados y desconcertantes, y con escenas
conmovedoras, gestos dramáticos y un final desgraciado.
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Los principales dramaturgos románticos del siglo XIX son Francisco Martínez de la
Rosa, Mariano José de Larra, el duque de Rivas, Antonio García Gutiérrez, Juan
Eugenio de Hartzenbusch, Manuel Bretón de los Herreros y José Zorrilla.
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El conocido diálogo amoroso entre don Juan y doña Inés, en el que el protagonista
declara su amor a la joven novicia y ésta corresponde a sus sentimientos, ilustra el
estilo romántico y la excelente versificación que han hecho de Don Juan Tenorio todo
un clásico del teatro español:
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Las “doloras” de Campoamor son poemas de carácter pragmático y prosaico en los que
a menudo se filtra un humor irónico, como en la siguiente ―cuya estrofa final ha
pasado a formar parte del acervo cultural español―, que expresa de manera pesimista,
aunque bella, la idea de que no hay valores inmutables y todo en este mundo es
subjetivo:
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
José María Gabriel y Galán (1870-1905), uno de los últimos poetas del
Posromanticismo, tuvo una carrera muy corta (falleció a los 35 años de una pulmonía,
en su momento de mayor esplendor lírico). Su carácter solitario y melancólico, así
como su gran devoción religiosa, se refleja en obras costumbristas de tono romántico
como Castellanas (1902) y Campesinas (1904), que se apartan del Modernismo
imperante en la literatura española a principios del siglo XX.
Los principales autores que cultivaron la alta comedia en España ―cuyo periodo de
máximo esplendor se desarrolló entre 1850 y 1870― son Ventura de la Vega, Adelardo
López de Ayala, Manuel Tamayo y Baus y José Echegaray. A comienzos del siglo XX,
Jacinto Benavente revitalizó este subgénero teatral con su teatro costumbrista.
Buenaventura José María de la Vega y Cárdenas, más conocido como Ventura de la Vega
(1807-1865), fue un dramaturgo argentino que se consagró literariamente en España.
Compuso comedias de salón realistas y moralizadoras de carácter antirromántico, entre
las que destaca El hombre de mundo (1845), comedia frívola en la que ridiculiza a un
don Juan atormentado por los celos. Ventura de la Vega es autor también de dramas
históricos ―como La muerte de César (1865) y su continuación paródica La muerte de
Curro Cejas (1866)― y poesía ―Rimas americanas (1833), Obras poéticas (1866) y
Poesías líricas (1873).
Adelardo López de Ayala (1828-1879) fue uno de los principales representantes de la alta
comedia de la segunda mitad del siglo XIX. En sus comedias satíricas ―entre las que
destacan El tejado de vidrio (1856), El tanto por ciento (1861), El nuevo don
Juan (1863) y Consuelo (1878)― retrata el problema de la corrupción y el cinismo en la
vida pública, al tiempo que hace una defensa a ultranza del matrimonio y el amor
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
(aunque sin la exaltación pasional del Romanticismo). López de Ayala es también autor,
en su época juvenil, de dramas históricos, como Un hombre de Estado (1851).
A finales del siglo XIX, la alta comedia dará paso al drama social, un subgénero teatral
protagonizado por grupos oprimidos como el proletariado, en el que los temas candentes
de la llamada “cuestión social” (lucha de clases y reivindicaciones obreras) aparecen
tratados bajo un tono melodramático. Dos de las obras más importantes de este nuevo
drama social son Juan José (1895) y Aurora (1902), de Joaquín Dicenta, cuyos diálogos
reproducen el habla castiza del proletariado madrileño.
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
Resumen
La poesía y el teatro españoles de la primera mitad del siglo XIX aparecen dominados
por el Romanticismo, corriente literaria que tiene como principios creativos la
expresión apasionada de los sentimientos y el deseo de libertad. Dentro de la lírica
romántica destacan José de Espronceda, Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro,
mientras que en el teatro triunfan Francisco Martínez de la Rosa, Mariano José de
Larra, el duque de Rivas, Antonio García Gutiérrez, Juan Eugenio de Hartzenbusch,
Manuel Bretón de los Herreros y especialmente José Zorrilla. En la segunda mitad del
siglo XIX, el auge del Realismo en la literatura española hace que el movimiento
romántico pierda su pasión original y se racionalice en una actitud inconformista y de
crítica social. Dentro de la poesía posromántica de este periodo destaca la figura de
Ramón de Campoamor, mientras que en el teatro surge un tipo de drama realista de
intención moralizante conocido como “alta comedia”, en el que sobresalen Manuel
Tamayo y Baus, José Echegaray y Adelardo López de Ayala.
Apéndice bibliográfico
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
“El trovador” fue uno de los dramas románticos más celebrados por el público y la crítica de la época (su estreno
fue un éxito apoteósico y, por primera vez en el teatro español, el autor tuvo que salir a saludar al escenario). Las
desatadas pasiones propias del Romanticismo encuentran su marco en el contexto histórico del Aragón del siglo XV.
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― HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA ―
“Casa de muñecas” es la obra que convirtió a Ibsen en una de las figuras centrales del teatro europeo. La
protagonista, Nora, representa el nuevo ideal del feminismo, ya que da el paso decisivo para lograr su
independencia desde el momento en que descubre que para su marido y la sociedad no es más que una muñeca, un
objeto de diversión y entretenimiento.
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