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CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA:

EL CASO DE BARCELONA, 1910-1918*
Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines

Temma Kaplan**

LA conciencia femenina.; reconocimiento de lo que una clase

particular, cultura y periodo histórico, espera de las mujeres, crea
un sentimiento de derechos y obligaciones que proporciona fuerza
motriz para acciones diferentes de las que la teoría marxista o
feminista tratan generalmente de explicar. La conciencia femenina
se centra en los derechos del género, en intereses sociales y en la
supervivencia. Quienes tienen conciencia femenina aceptan el
sistema de géneros de su sociedad; realmente esa conciencia emana
de la división del trabajo por sexos, que asigna a las mujeres la
responsabilidad de conservar la vida. Pero al aceptar esta t a re a , las
mujeres con conciencia femenina exigen los derechos que sus
obligaciones llevan consigo. El impulso colectivo para asegurar
aquellos derechos que resultan de la división del trabajo tiene a
veces consecuencias revolucionarias hasta el punto de que politiza
las redes de relaciones de la vida cotidiana.
Como parte del hecho de serlo, las mujeres apremien a criar a
los niños, tarea con efectos tanto sociales como psicológicos.1 Las

*
Temple Consciousness and Collective Action: The Case of Barcelona.
1910-1918." Sings. Journal of Women in Culture and Society, 7 (3) (1982), pp. 545-566.
**
Varias personas me han sugerido ideas que a lo mejor no comparten. Estoy
especialmente agradecida a Renate Bridenthal, Nancy Cott, Estelle Freedman, Linda
Gordon, Claudia Koonz. Charles Maier, David Montgomery. Rayna Rapp, Hilen
Ross, Gavin Smith, Meredith Tan, Gaye Tuchman, Daniel Walkowitz, Annette
Weiner y ]ohn Womack, Jr.
1
Nancy Chodorow explora las dimensiones psicológicas de que las mujeres se
ocupan del nutrimieno y los hombres no lo hagan en su libro The Reproduction of
Mathering Psychoanalysis an the Sociology of Gender (University of California Press,
Berkeley y Los Angeles, 1978). Si bien no recalca las exigencias sociales que para las
mujeres significa el nutrimiento, Dolores Hayden examina el trabajo de las mujeres y
describe los esfuerzos de un grupo, al que llama "feministas materialistas", por
transformar el espacio físico mediante la colectivización de lavanderías y cocinas,
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mujeres de las clases populares realizan trabajos asociados con la
obligación de conservar la vida; tales trabajos van desde hacer la
compra para atender las necesidades diarias a asegurarse la provi-
sión de combustible y a prevenir del peligro a vecinos, hijos y
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cónyuges. Las vidas de las mujeres de las clases bajas giran en
tomo a su trabajo como recolectoras y distribuidoras de los
recursos sociales de la comunidad, trabajen o no como asalariadas
fuera de sus casas, Las mujeres que tienen dinero simplemente
contratan a otras mujeres para que les hagan el trabajo de mantener
la vida que no quieren hacer por sí mismas. (Así, antes de que
hubiera refrigeradores y agua corriente, las mujeres de la ciudad
iban a la fuente y al mercado todos los días, mientras que quienes
podían permitirse tener criadas, las enviaban.) Pero todas las clases
de mujeres comprenden lo que la división sexual del trabajo de su
sociedad requiere de ellas: el fundamento de la conciencia de las.
mujeres es la necesidad de conservar la vida. Hoy día como en el
pasado, las mujeres se juzgan a sí mismas y entre sí por la forma en
que desempeñan el trabajo asociado con el hecho de ser mujer.
El reconocimiento de la existencia de la conciencia femenina
hace necesaria la reorientación de la teoría política: al colocar la
necesidad humana por encima de otras exigencias sociales y
políticas, y la vida humana por encima de la propiedad, los
beneficios e incluso los derechos individuales, la conciencia feme-
nina crea la visión de una sociedad que todavía no ha hecho su
aparición. La cohesión social se alza sobre los derechos individua-
les y la calidad de vida, por encima del acceso al poder institucio-
nal. De este modo, la conciencia femenina tiene implicaciones
políticas, como han mostrado las acciones colectivas de las muje-
res, aunque las propias mujeres, junto a los historiadores de sus
movimientos, hayan permanecido en la ignorancia acerca de las
motivaciones de la acción de masas femenina.
Las teorías de la conciencia intentan explicar la causalidad en
la historia. Las teorías modernas de la conciencia comenzaron con
la Philosophy of History, de G. W. F. Hegel, que analistas como Karl
Marx intentaron rescatar de la abstracción. Mientras que Hegel
consideraba la conciencia como el efecto de la razón trascendente
que operaba inexorablemente a través de la historia, Marx restauró
haciendo de este modo más eficiente el trabajo de las mujeres. Véase Hayden, The
Grand Domestic Revolution: A History of Feminist Designs for American Homes, Neighbor-
hoods, and Cities (MIT Press, Cambridge, Mass., 1981).
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 269
la conciencia humana y la acción intencional como objetos centra-
les de la indagación.2 La conciencia feminista, comprendida desde
esta perspectiva marxista, trata las relaciones de poder y el acceso a
las instituciones. El feminismo trata de conquistar plenos derechos
y poderes tanto en el contexto de clase como en el del sistema
político dominante. Puede haber diferencias entre feministas en
virtud de las prioridades que den a las diferentes formas de
opresión: las feministas radicales se oponen al sistema de géneros
consolidado por la división del trabajo por sexos; las feministas
socialistas se oponen al sistema de géneros y de clases y a todas las
relaciones de poder basadas en diferencias sexuales o en formas de
trabajo.3 Sin embargo, todas las feministas atacan la división del
trabajo por sexos porque los roles limitan la libertad y porque
señalar distinciones es implicar superioridad e inferioridad.
El estudio de los movimientos de masas femeninos atrae la
atención hacia la conciencia femenina. Es posible examinar toda
una gama de motivaciones en las vidas cotidianas de las mujeres
que pueden llevarlas a actuar colectivamente en prosecución, de
metas que no podrían alcanzar de forma individual. Los movimien-
tos de mujeres siguen pautas comunes: se concentran en temas de
consumo y de paz, y se oponen a los agresores exteriores. La
aceptación y el refuerzo de la división del trabajo por sexos, en
consecuencia, puede llevar a las mujeres a entrar en conflicto con
las autoridades. Las mujeres pueden incluso atacar a los gobernan-
tes cuando los precios de los alimentos suben demasiado por
razones sospechosas, cuando el hostigamiento sexual pone en
cuestión la dignidad de las mujeres o cuando la comunidad de
mujeres parece atacada.
Un sentido de comunidad que surge de las rutinas compartidas
une a unas mujeres con otras dentro de su clase y de su vecindario.
2
Incluso la obra capital de la primera parte del siglo XX sobre la conciencia,
George Lukacs, History and Class Consciousness (MIT Press, Cambridge, Mass., 1971),
se detiene más en las ideas que en las acciones.
3
La mayor parte de la atención reciente a las implicaciones de clase de la
división del trabajo puede encontrarse en la obra feminista sobre el empobrecimien-
to de los sistemas de bienestar bajo el capitalismo avanzado. Considera que el trabajo
que hacen las mujeres y una minoría de hombres en el sector público se asemeja al
trabajo que las mujeres hacen en sus casas y comunidades. Véase Laura Dalbo, "The
Servicing Work of Women and the Welfare State", mecanografiado (Universi-
dad de Milán, Departamento de Sociología, Milán, 1980); y Temma Kaplan, "A
Marxist Analysis of Women and Capitalism", en Women and Politics, Jane Jaquette
(cd.) (John Wiley & Sons, Nueva York, 1974), pp, 257-266.
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El grado en que las mujeres llevan a cabo su trabajo en el marco
de la comunidad que las pone en contacto entre sí, influye también
en lo que piensan y en cómo lo piensan. La proximidad física
-como la que tiene lugar en plazas, lavanderías, mercados, entradas
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de iglesias, salones de belleza y hasta cárceles de mujeres- contri-
buye al poder de la comunidad femenina. Usas redes laxas facilitan
los estrechos vínculos que muestran su fuerza en momentos de
acción colectiva.
La solidaridad femenina, manifestación de la conciencia, cam-
bia claramente en relación con la mejora de las condiciones del
trabajo doméstico de las mujeres. Así, las mujeres de la clase media
que perciben un sueldo por su trabajo y que pagan a otra mujer
para que realice sus faenas caseras no tienen que ir a las lavande-
rías públicas ni a los mercados. A diferencia de las clases popula-
res, las mujeres de la clase media t i e n e n más tiempo para otras
actividades; pero ven menos mujeres a diario. Disminuye el
sentimiento de trabajo compartido como mujeres que contribuyen
a la conciencia común femenina. El trabajo en común que hacen
las mujeres, influye en la forma en que piensan, en especial sobre
las obligaciones del gobierno para regular los recursos necesarios.
Los chismorreos intercambiados durante el trabajo compartido,
por ejemplo, proporcionan a las mujeres una oportunidad para
pensar en voz alta.4 Quizá sea éste el medio por el cual las mujeres
refuerzan entre sí la división sexual del trabajo, pero también es el
medio por el que exploran su obligación de mantener la vida en
medio de condiciones penosas. A través de los comadreos, las
mujeres expresan y encuentran un respaldo a sus pensamientos
que luego influye en lo que hacen.
Cuándo él desorden social estalla o pone en peligro las ruti-
nas diarias, a veces las mujeres de las clases populares actúan
para restablecerlas, incluso intentando hacerse con el poder. Pero
es imposible probar sus motivaciones, porque raras veces dejan
pruebas, con sus propias palabras, sobre las razones de sus
acciones. Esta carencia de pruebas ha provocado que muchos
que estudian el comportamiento de las masas presten-atención a los
hechos antes que a los pensamientos. Ha llevado también a otros a
4
Susan Harding estudia la relación entre el comadreo y la identidad del género
femenino en "Women and Words in a Spanish Village", en Toward an Anthropoloy of
Women, Rayra Reiter (cd.) (Informe) (Monthly Review Press, Nueva York, 1975),
pp. 283-308.
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 271
asociar la irracionalidad y la espontaneidad con la acción colectiva.
Un el caso de la acción colectiva femenina, la tesis de que las
mujeres de las clases populares luchan por mantener la división
sexual del trabajo induce al enfoque reduccionista según el cual lo
que las mujeres hacen determina lo que piensan. Pero las mujeres
reflexionan en torno a sus vidas, no actúan mecánicamente.5
Pero todavía hay otros puntos de vista sobre la conciencia, en
concreto aquellos que subrayan las huelgas y el desarrollo de los
sindicatos, que o bien dejan fuera a las mujeres, o bien se
concentran en la militancia obrera femenina sin considerar los
modos en que las mujeres de las clases populares apoyan o
rechazan tales esfuerzos.6 La ventaja de relacionar el ascenso de la
conciencia con la propensión a la sindicación es que tales análisis
recalcan la importancia de las organizaciones autogeneradas que
desarrolla la clase obrera. Pero esos análisis implican que sólo los
sindicatos son mediadores de la clase obrera e ignoran otras for-
mas de vida asociativa en la familia, la iglesia, los círculos de
trabajadores, cooperativas y grupos de mujeres, El apoyo de las
masas, en particular de las mujeres, viene precisamente de esas
organizaciones. La conservación de las redes de relaciones que
conectan sus asociaciones impulsa a las mujeres a la acción en
huelgas mineras o textiles cuando la supervivencia de la comunidad
está en juego.
El problema asociado con el enfoque de la conciencia femenina
desde la perspectiva de la participación de las mujeres en las
huelgas es que no explica por qué los hombres dominan incluso las
huelgas del textil y por qué las mujeres van a la huelga con menor
frecuencia que los hombres cuando las decisiones afectan más a las
5
No hay una explicación totalmente convincente para la relación entre
conciencia y acción. En The German Ideology, de 1844, Carlos Marx presentaba tres
nociones contradictorias de conciencia. La primera era que "expresan su vida como
individuos, luego son. En consecuencia, lo que son coincide con su producción y
todo ello con lo que producen y con cómo lo producen". Ampliaba este argumento
cuando decía que "la conciencia no puede ser otra cosa que la existencia consciente y
la existencia de los hombres es su proceso vital real". Sin embargo, también afirmaba
que los humanos desarrollan "reflejos y ecos ideológicos de este proceso vital".
Véase Karl Marx, The German Ideology (International Publishers, Nueva York, 1966),
pp. 7, 14.
6
Entre los mejores tratamientos de las huelgas se encuentran Michelle Perrot,
Les Ouvries en grève: France, 1871-1890, 2 vols. (Mouton, París, 1974); y Rolande
Trempé, Les Mineurs de Carmaux, 1898-1914, 2 vols. (Editions Ouvriers, París,
1971).
 272 TEMMA KAPLAN
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condiciones de trabajo que a la supervivencia comunal. Una
perspectiva como ésta no puede explicar por qué tantas huelgas en
las que se comprometen las mujeres se extienden hasta convertirse
en huelgas de masas, que absorben gentes de comunidades más
amplias. Incluso cuando la explotación del trabajo y los impulsos-
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para la sindicación precipitan las luchas en que las mujeres están
comprometidas, la participación femenina amplía las exigencias
para incluir reformas sociales.
Otro acercamiento considera que los partidos políticos son la
medula de la conciencia política y hace uso del número de mujeres
en cargos dirigentes como índice de la conciencia de las mujeres.
De acuerdo con este enfoque, la presencia de mujeres singulares en
partidos dominados por hombres, contribuiría al esfuerzo general y
en consecuencia demostraría la conciencia de clase. Los dirigentes
instilan conciencia en las clases populares y dirigen su lucha para
la consecución del poder del estado. Las mujeres que no participan
en esos partidos, pero actúan según la conciencia femenina,
persiguen a menudo los mismos fines que los partidos que actúan
en su nombre. Simplemente no siguen los dictados de los dirigen-
tes o un programa previamente establecido. La consideración
teleológica de que la conciencia sólo existe si conduce a la toma del
poder, sitúa al resto de formas de acción colectiva y de vida
asociativa en un único estadio "prepolítico", que no puede descu-
brir los cambios que se originan a partir de la conciencia desarro-
llada. La mayor parte de las mujeres aparecen como auxiliares
inconscientes que actúan sin pensar, aunque precipiten aconteci-
mientos tales como la revolución rusa de lebrero de 1917. 7
Al considerar la conciencia como creación de los dirigentes del
partido, que raras veces son mujeres con conciencia femenina, este
enfoque centrado en los partidos infravalora la organización de
masas y la lucha de clases autogenerada.8 Ignora las contribuciones
hechas por militantes y otros que no son miembros del partido
pero que, como las mujeres, luchan en una comunidad más amplia
7
Paolo Spriano acepta la "conciencia" como un cuasi-sinónimo de "formación
de partido". Véase Spriano, Socialismo e classe operaria a Torino dal 1892 al 1913
(Einaudi, Turín, 1958), y Storia del Partido Comunista Italiano, 4 vols. (Einaudi, Turín,
1967-1976),
8
Para un estudio preliminar del comunalismo y su expresión política, véase
Temma Kaplan, "Class Consciousness and Comunity in Nineteenth-Century Andalu-
sia", Political Power and Social Theory, 2 (1981), pp. 21.57.
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 273
por soluciones sociales para el suministro de alimentos, la salud y
el pacifismo. El enfoque centrado en los partidos etiqueta como
prepolítica toda organización política ajena a los mismos, como por
ejemplo, las asociaciones de vecinos. No puede explicar cómo se
desarrolla la conciencia de las mujeres en el curso de la lucha; la
conciencia se ve como un quantum de materia en lugar de un
proceso.
Hay aproximaciones, sin embargo, que consideran la concien-
cia como una palabra más para la cultura de las mujeres, que se
extiende a través de las cadenas de relaciones. Hasta ahora, la
mayor parte de los estudios de la cultura de las mujeres se han
concentrado en las mujeres de la clase media, porque han dejado
pruebas de su actividad en cartas y en contribuciones a la literatura
impresa.9 Pero las tradiciones culturales, con sus propias relacio-
nes e instituciones, también capacitan a las mujeres de las clases
populares para movilizarse contra los opresores y actuar a favor de
una sociedad alternativa, cuya concepción está bien articulada y
ampliamente compartida. La conciencia aparece como expresión de
las tradiciones comunes, alteradas en respuesta a los desarrollos
económicos y los conflictos políticos. La cultura, en este caso,
surge como solidaridad construida en torno a las redes de relacio-
nes, forma de solidaridad que lleva consigo la división del trabajo
por sexos. Los rituales comunales, las procesiones regularizadas,
las canciones y los relatos que se transmiten por tradición oral
constituyen el mundo cultural para las mujeres de las clases
populares. La conciencia emerge como un reflejo de las mujeres
sobre la cultura y el trabajo, dos aspectos de la división del trabajo.
Durante los períodos de movilización social, como en las
huelgas de masas que tuvieron lugar en todo el mundo desde 1880
a la década de 1920, las redes de relaciones de las mujeres en los
vecindarios cristalizaron en grupos de acción política. Las mujeres
participaban en las reuniones públicas y comenzaron a organizar
las suyas. Transformaron sus vecindarios físicos, en particular
las plazas públicas, en foros políticos. Se movieron más allá de sus
barriadas, donde desempeñaban sus trabajos femeninos, hasta los
asientos del poder en otras áreas de la ciudad. Llevaban un mensaje
9
Véase el debate general, "Politics and Culture in Women's History: A
Symposium", Feminist studies, 6, 1 (primavera, 1980), pp. 22-64, en el que Helen
Dubois, Mari Jo Buhle, Temma Kaplan, Gerda Lerner y Carroll Smith-Rosenberg,
clarifican conceptos en torno a la cultura de las mujeres.
 274 TEMMA KAPLAN
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que habían desarrollado esquemáticamente, mensaje que cada vez
tenía un significado más profundo a medida que continuaban
planteando sus exigencias. De este modo, un análisis de raíces
históricas que se mueva desde la acción al pensamiento debe
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funcionar inductivamente y examinar los muy diversos movimien-
tos en que participaron las mujeres. 10
El presente trabajo es un estudio de uno de esos movimientos.
Describe tres tipos de movilización femenina en Barcelona entre
1910 y 1918. Los acontecimientos que allí tuvieron lugar demues-
tran que la defensa por parte de las mujeres de los derechos a ellas
otorgados por la división sexual del trabajo, si bien fundamental-
mente conservadora, tuvo consecuencias revolucionarias. Cons-
cientes de que el gobierno no iba a ayudarlas a cumplir con su rol
en la crianza y educación de los hijos, las mujeres de Barcelona y
de otros lugares se enfrentaron al estado para exigirle sus derechos
como madres y madres potenciales.
Las huelgas de masas (realmente insurrecciones populares de
raíces locales) implicaron a decenas de millares de mujeres en
España y otras partes hasta los años veinte. Siguiendo la ola de
huelgas y revueltas que comenzó con la huelga general de Barcelo-
na de 1902, los grupos de mujeres de los barrios populares
adquirieron un carácter político. Esos grupos dedicados a conser-
var la vida facilitando alimentos, ropa y atención médica a las
familias, se convirtieron en instrumentos para la transformación de
la vida social. El examen de la acción femenina colectiva de 1910,
10
Charles Tilly utiliza la expresión "acción colectiva" para describir movimien-
tos sociales en estadios incipientes, mucho antes de que pudieran considerarse
revolucionarios. Véase Tilly, From Mobilization to Revolution (Addison-Wesley Pub-
lishing Co., Reading, Mass., 1978). La nueva historia social ha examinado entre-
otros temas, el comportamiento de grupos, la ideología radical, los compromisos
religiosos y la cultura popular. Sus cultivadores más destacados y sus obras clave
son: Natalio Z. Davis, Culture and Society in Early Modern France (Stanford University
Press, Stanford. Calif.. 1975); Eric J. Hosbawm, Primitive Rebels (W. W. Norton
Co., Nueva York. 1959) y Labouring Men: Studies in the History of Labour, 3º ed.
(Weidenfeld & Nicolson, Londres, 1966); y E. P. Thompson, The Making of tbe
English Working Class (Vintage Books, Nueva York, 1963). EI mejor argumento para
emplear el razonamiento inductivo figura en la obra del historiador cultural italiano
Garlo Guinzburg. Véase Ginzburg, The Cheese and tbe Worms: The Cosmos of a Sixteentb
Century Miller (Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1980), "Clues: Roots of a
Scientific Paradigm", Theory and Society, 7 (1979), pp. 273-288, y "Morelli, Freud, and
Sherlock Holmes: Clues and Scientific Methods", trad. por Anna Davin, History
Workshop, 9 (primavera. 1980). pp. 5-36. Esta rama de la historia social intenta
explicar los motivos y descubrir las causas de la acción colectiva.
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 275
que siguió a un caso de vejación de una niña; de la huelga textil de
la Constancia, en 1913, y de la guerra de las mujeres de Barcelona
de 1918, demuestra cómo la conciencia de las mujeres de proble-
mas políticos más amplios surgió en su defensa de los derechos que
les correspondían según la división del trabajo.
ACCIÓN COLECTIVA: BARCELONA 1910
La solidaridad comunitaria se forma en oposición a una clase
diligente cuyo poder se apoya en el ejército y la policía. El
antagonismo común, más todavía que los valores compartidos, une
íntimamente al pueblo, y la conciencia entre las mujeres de que
constituyen una comunidad aparece a menudo cuando se sienten
ultrajadas. Cuando perciben una violación de las normas que
defienden según la división sexual del trabajo, ganan conciencia de
sí mismas como comunidad.
Contra el fondo de una huelga metalúrgica y mecánica, un
escándalo absorbió la atención de la comunidad de mujeres de la
clase obrera de Barcelona, en octubre de 1910. Los obreros
estaban luchando por la jornada de nueve horas y contra los
despidos y el desempleo. Obviamente, estos temas interesaban a las
mujeres allegadas y a las pocas mujeres que compartían sus
ocupaciones asalariadas, pero parecía haber una división sexual de
la inquietud. Los trabajadores varones se preocupaban de la situa-
ción laboral. Las mujeres se sentían ultrajadas por la vejación a una
niña. ''
La viuda de un inspector de policía, madre de seis hijos, todos
ellos más o menos enfermos, había ingresado a las dos niñas
menores, de siete y cuatro años, en un convento para huérfanos.
El 10 de octubre de 1910, la viuda recibió una carta de la Madre
Superiora en la que le decía que la niña de siete años estaba
enferma y debería volver a casa. La niña sufría un dolor agudísimo
en el área genital, debido a lesiones internas y externas. Las monjas
dijeron que sufría una enfermedad contagiosa. Después de cierta
demora, los médicos de la clínica admitieron que tenía una
enfermedad venérea, resultado de la violación por un extraño que
se había ofrecido a bañarla.
11
Se encuentra información sobre este incidente en el periódico republicano de
Barcelona El Diluvio (18 de octubre de 1910), pp. 8-9 (ed. matutina).
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La comunidad femenina de Barcelona adoptó a la víctima
como propia, El 17 de octubre, fiesta local en la vigilia del día de
San Lucas, un gran número de mujeres humildes, descritas como
"mujeres del pueblo", * y de vendedoras de los mercados del Borne
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y la Barceloneta, de la parte antigua de la ciudad, se congregó
frente a la casa de la niña. No pasaron por la iglesia; pocas mujeres
se incorporaron a las manifestaciones anticlericales que habían
organizado los hombres. Lo que parecía estar en disputa para las
mujeres era la solidaridad con la madre y su hija enferma, antes que
el rencor contra la iglesia. En todos los mercados, las mujeres no
hablaban de otra cosa. Las vecinas se lamentaban con la madre, a
medida que caían en la cuenta de que la niña había sido agredida
sexualmente. Cuando la policía presionó a madre e hija, los vecinos
ejercieron vigilancia y actuaron como un conjunto. La policía trató
de persuadir a la madre de que su hija había participado en actos
inmorales fuera de la escuela del convento, pero las mujeres se,
sintieron tan ultrajadas como la madre, que proclamaba la inocenr
cia de su hija. A pesar de los múltiples rumores y de la vasta
publicidad, las mujeres no participaron en manifestaciones más allá
de los confines de la vecindad, encarnación física de su conciencia
comunal. No abandonaron su barriada para atacar el convento,
como hicieron los hombres. Consolidaron sus lazos como mujeres,
madres y vecinas a través de la charla, la ayuda y pequeñas
contribuciones financieras a la depauperada familia de la víctima.
Sólo cuando el caso fue a los tribunales para, una interrogación
oficial, salieron las mujeres con este motivo de la barriada y
actuaron políticamente. Promovieron manifestaciones en la Plaza
del Obispo Urquinaona (muy próxima a la Plaza de Cataluña,
centro de la ciudad) y en un gran parque en las proximidades de la
casa de la víctima. Cuando las mujeres pretendieron unirse como
tales, alarmaron a las autoridades y el gobernador prohibió la
concentración.12 La conciencia creciente de que serían los funcio-
narios, y no ellos, quienes decidirían cómo serían tratadas la vícti-
ma y su familia ofendió gravemente a las mujeres. La respuesta de
los funcionarios equivalía a una violación de los derechos de las
mujeres a proteger a los niños y a las demás mujeres. Porque al
margen de la propia violencia, el hostigamiento sexual desafía
* En castellano en el original (N. del T.).
12
Ibid. (30 de octubre de 1910), p. 15 (ed. matutina).
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 277
realmente la autoridad de las mujeres sobre las demás mujeres y
sobre su sexualidad colectiva, cuyas normas se imponen a través
de sus charlas. El uso de la fuerza contra una mujer saca a la luz
las contradicciones entre los derechos que las mujeres consideraban
propios, de acuerdo con la división del trabajo, y su incapacidad
para hacer respetar esos derechos contra los abusos del hombre.
ACCIÓN COLECTIVA: BARCELONA, 1913
La conciencia política surge a veces entre las mujeres de la
conciencia femenina, como sucedió en 1913 en Barcelona durante
la huelga textil de la Constancia. En esa acción, las mujeres de las
clases populares dirigieron sus quejas al gobernador en lugar de a
sus patronos. Los destinos de la industria textil y las condiciones
de trabajo en la misma, afectaban a casi todas las mujeres obreras
de Barcelona. En 1913, entre el 16 y el 18 por ciento de todas las
mujeres de más de catorce años de Barcelona y sus zonas limítrofes
trabajaban en factorías textiles e industrias relacionadas. Esas cifras
no incluyen a las mujeres que trabajaban en la confección, el
bordado y en el trabajo a domicilio. Las fábricas de hilados y
tejidos eran con frecuencia talleres, que generalmente empleaban
menos de cuarenta mujeres. Las mujeres hacían una jornada de
once o doce horas, mientras que los hombres solían trabajar sólo
diez. En 1913, el salario masculino medio en la industria textil)
estaba entre 3 y 3'75 pesetas diarias; el salario medio femenino
oscilaba entre 1 '75 y 2'50 pesetas, aunque eran pocas las mujeres
que ganaban más de 2 pesetas diarias. Una camisera que trabajara
en casa, ganaba alrededor de 2'50 pesetas por una docena de
camisas de hombre, lo que le llevaba unas doce horas de trabajo.
Para muchas de las mujeres anónimas que trabajaban en casa
confeccionando corsés, cajas de carbón, flores artificiales, zapatos y
vestidos, sólo una huelga a nivel de la comunidad les ofrecía la
oportunidad de atacar a sus opresores, los intermediarios que les
facilitaban el trabajo a destajo. Las mujeres se organizaban por,
vecindarios, no por oficios. En sus barriadas tenían experiencia del
poder de las redes de relaciones creadas a través de años de tareas
compartidas.13 Había poderosas razones para que las obreras de las
13
Un tratamiento provocativo del espacio urbano y de la conciencia figura en
Henri Lefevre, La Production de l’espace (Anthropos, París, 1974).
 278 TEMMA KAPLAN
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fábricas y las mujeres de la comunidad, la mayor parte de las cuales
se habían ganado el sustento en trabajos a destajo en algún
momento de su vida, se unieran como lo hicieron en 1913.14
Muchas de esas mujeres, que eran madres, veían morir a sus
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hijos a principios del siglo XX en Barcelona. Casi todos los días, en
el invierno y la primavera de 1913, se abandonaban fetos muertos
y expósitos próximos a la inanición, en las calles de los barrios
obreros. Durante ese año, una familia de cuatro personas que
hiciera tres comidas diarias, consumiendo café y pan por la
mañana, bacalao salado y arroz al mediodía, y patatas y cerdo
curado con sal por la noche, venía a gastar como media en
alimentación 1’54 pesetas diarias, de las cuales 76 céntimos eran
sólo para el pan. (El aumento del costo de la vida, debido a la
intensificación de la guerra de España contra las guerrillas marro-
quíes y las malas cosechas de cereales en todo el mundo entre 1904
y 1912, contribuyeron a los altos precios del pan.) La inmigración
de campesinos a la ciudad provocada por la filoxera de la vid, hizo
que se dispararan los alquileres en los distritos obreros más pobres
de Barcelona. El costo de un piso en esos distritos era de 50
céntimos diarios o 14 pesetas al mes. En 1910, la ropa, las mantas
y el jabón suponían 25 céntimos diarios y el combustible, otros 20
céntimos,15 Las mujeres se ayudaban entre sí para criar a los niños
14
La única descripción detallada de la huelga de la Constancia de 1913 y su
transfondo social figura en Albert Balcells, "La mujer obrera en la industria catalana
durante el primer cuarto del siglo XX", Trabajo industrial y organización obrera en la
cataluña contemporánea (1900- 1916) (Editorial Laia, Barcelona, 1974), pp. 9-121; José
Elias Molíns, La obrera en Cataluña, en la ciudad y en el campo. Orientaciones sociales
(Imprenta Barcelonesa, Barcelona, 1915) informa sobre la opresión de las mujeres
desde una perspectiva católica.
15
Molíns. p. 23; y "Sucesos", La publicidad (Barcelona) (28 al 30 de enero, 5 de
febrero y 21 de abril de 1913) ofrecen unos cuantos ejemplos de cuántos expósitos y
fetos muertos aparecían en las calles de los barrios obreros;. La situación laboral está
recogida en "Vida sindicalista". La Veré del pueblo (Tarrasa) (22. de febrero de 1913).
"La vida obrera en Barcelona", El socialista (19 de julio de 1913). A. López Baeza,
"Acción social: El trabajo en Barcelona", El socialista (25 de noviembre de 1913),
discute la escasa Habilidad estadística del Anuari d'estadistica social de Catalunya,
editado por el Museo Social de Barcelona. La mayor parte de las estadísticas
españolas deberían considerarse como aproximaciones. Los precios proceden del
informe de una costurera que testificó ante el obispo de Barcelona. Dolors
Moncerdà de Macià, dirigente feminista católica catalana, informó el 16 de marzo de
1910 sobre las condiciones en el comercio de la confección, en una alocución a un
grupo católico denominado Acción Social Popular, fue impreso como folleto, "Con-
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 279
y eso formaba lazos muy estrechos. Cuando el gobierno suscitó
esperanzas de que habría alojamientos baratos, las mujeres de la
clase obrera se manifestaron en apoyo de esos proyectos, pero
pocos fueron los pisos que se construyeron.
En España, como en todas partes, las amas de casa habían
organizado a veces secciones de los partidos políticos poderosos en
sus ciudades o distritos. Las anarquistas hicieron lo mismo en toda
España. I6 Los izquierdistas habían reconocido hacía tiempo que las
mujeres apoyaban a los hombres durante las huelgas —a través de la
organización en el vecindario de lavanderías, clínicas y cocinas.
Pero se había hecho poco para conseguir mejoras salariales para las
trabajadoras. En octubre de 1912, se formó el Sindicato de la
Constancia para organizar a los hombres y mujeres no especializa-
dos, y a los niños, que trabajaban en la industria textil. Los
organizadores convocaron una reunión general de la Constancia
para el 17 de febrero de 1913, reunión a la que asistieron unas dos
mil personas, en su mayor parte mujeres. Sólo habló una mujer,
obrera textil socialista, de Madrid, llamada María García. Quienes
compartieron la tribuna y presidieron la reunión eran en general
activistas sindicales. Algunos anarco-sindicalistas y socialistas de
diversos oficios intervinieron en el debate. Pocos eran mujeres.
Hablaron los oradores de la necesidad de acabar con las insoporta-
bles jornadas de trabajo que padecían las mujeres en las fábricas,
pero en ningún momento hablaron de la industria casera a destajo
o de la vida en los barrios; el Sindicato de la Constancia, que
organizó la huelga en nombre de las trabajadoras, tardó tanto como
los historiadores contemporáneos en reconocer los aspectos no-
económicos de la huelga. Los organizadores acordaron boicotear
las mayores compañías de los distritos de Sans, San Andrés, San
Martín, Pueblo Nuevo y el Clot, nuevos suburbios obreros inme-
diatamente contiguos a las fábricas y a la antigua ciudad.
No hay forma de documentar el modo en que las redes de
relaciones entre mujeres nacieron de la conciencia femenina y
ayudaron a intensificar esa conciencia en tanto la situación se
ferencia sobre l'Acció Católica Social femenina" (l'Acció Católica. Barcelona, 1910),
pp. 13-14.
16
Véase Temma Kaplan, "Spanish Anarchism and Women's Liberation", Journal
of Contemporary History, 7, 2 (1971), pp. 101-10, and "Women and Spanish
Anarchism", en Beacoming visible: Women in European History, Renate Bridenthal y
Claudia Koonz (eds.) (Houghton Miffin Co., Boston, 1977), pp. 400-421.
 280 TEMMA KAPLAN
son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.
deterioraba, durante la primavera de 1913, pero esas redes produje-
ron su efecto. Las mujeres llevaron a cabo su trabajo de apoyo y
establecieron cocinas para las huelguistas de la industria de la seda,
que luchaban contra los precios por pieza establecidos y contra las
Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines
multas. Las lecherías, donde las mujeres compraban la leche o
simplemente se reunían, servían como centros de información. Las
vecinas del Clot, San Andrés y San Martín, tenían como blanco la
compañía de Fábregas y Jordá, que, oportunamente tenía factorías
en los tres distritos. Organizaron manifestaciones en las plazas
principales de cada barrio para hacer públicas sus demandas.
Se acercaba el verano de 1913 y los precios seguían su
continuo crecimiento. Las mujeres, trabajaran o no fuera de casa,
encontraban difícil poner comida en la mesa. A pesar del amplio
desempleo en la región -se estima que ochenta mil personas
carecían de trabajo- las mujeres apremiaron para forzar la huelga
en la industria textil.17 Aparte de la exigencia de una jornada de
nueve horas y un turno nocturno de ocho, la Constancia requería
un 40 por ciento de aumento en los precios de las piezas y un 25
por ciento de subida inmediata en los salarios. Desde el principio,
el gobernador solicitó a un grupo de propietarios que negociara
con los obreros, pero no fue atendido. Los obreros dieron a los
patronos un mes para que se decidieran,
Al mismo tiempo, las mujeres activaron sus redes de relaciones
en la comunidad obrera. En una reunión general en San Martín,
bajo los auspicios de la Constancia, mujeres de todos los puntos de
la ciudad plantearon estrategias para difundir sus exigencias y
organizar la huelga que sabían que llegaría. Decidieron enviar
representantes a todos los mercados importantes de alimentos para
que hablaran con las mujeres que acudían allí a diario. Muchas de
las personas que asistieron a esta reunión no cabe duda de que
también lo hicieron a las manifestaciones contra la guerra de
Marruecos de mediados de junio de 1913, que había llevado a la
detención de dirigentes socialistas.
La noche del 27 de julio, gentes de todas las barriadas
populares de Barcelona y de las ciudades textiles de alrededor, se
reunieron en la Casa del Pueblo socialista, en la calle de Aragón, en
el distrito del Clot de Barcelona, para hablar de la negativa de los
17
"Las huelgas", El socialista (26 de julio de 1913); "De la vaga textil. El Seny".
La campana de Gracia (Barcelona, 9 de agosto de 1913).
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 281
patronos a tratar de sus demandas. Más de mil mujeres asistían a la
reunión. Según todos los cálculos fueron ellas quienes llevaron
adelante la declaración de la huelga. El 30 de julio, casi veinte mil
trabajadores de Barcelona, de los que trece mil eran mujeres y
niños, fueron a la huelga. Otros muchos, incluidos trabajadores de
la confección, parece que se les unieron en las manifestaciones
callejeras. Corno explicaba un periodista liberal: "El espíritu de las
mujeres ha hablado con suficiente elocuencia para arrastrar a toda
la población trabajadora y, como en otras campañas por la justicia
social, las mujeres animan a la exaltación. Será necesario negociar
con ellas, porque nunca aceptarán un recorte de sus metas".18 Las
metas habían surgido en el curso de la lucha; la acción promovía
nuevos niveles de conciencia entre las mujeres normales.
La actividad de masas se centró en el área de Sans, en el límite
sudoeste de la ciudad antigua, y en las de San Martín, San Andrés,
Clot y Pueblo Nuevo, a lo largo del cinturón industrializado del
norte. Las mujeres de esos barrios eran particularmente apropiadas
para dirigir la lucha. Sans, pueblo absorbido por Barcelona junto a
San Martín y San Andrés a finales del siglo XIX, tenía sus propias
plazas bien definidas y mercados diarios. Todos los distritos
"nuevos" estaban enlazados con el centro de la ciudad mediante
líneas de autobuses y tranvías. En la época en que se unieron
oficialmente a Barcelona se habían convertido en distritos popula-
res de la ciudad antigua. Pero las mujeres iban al menos una vez a
la semana a uno de los viejos mercados. Cuando el mercado
callejero de la Plaza de Padró, cerca de los primeros molinos de
algodón de la ciudad vieja, se trasladó en 1879 al mercado de San
Antonio, de cubierta metálica, las mujeres de Sans y del Distrito V
de la ciudad antigua, se encontraron allí diaria o semanalmente. La
Plaza de Padró era contigua a las calles en que se establecieron en
1835 las primeras fábricas que utilizaron el vapor. Muchas de las
factorías nuevas para hilar se edificaron a veinte manzanas de allí,
en Sans. Las jóvenes y los niños de la Barcelona vieja y de Sans
proporcionaron la fuerza de trabajo para esas factorías en el si-
glo XX. Esas primeras factorías se edificaron en los viejos dis-
tritos ocupados por la clase obrera, cuyas plazas se convirtie-
18
"Las huelgas de Barcelona", El Imparcial (Madrid, 30 de julio y 1 de agosto
de 1913); "El conflicto del Arte Fabril en Cataluña", El socialista (31 de julio de
1913); "Contra la violencia". El Imparcial (2 de agosto de 1913).
 282 TEMMA KAPLAN
son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.
ron en lugares de concentración durante las manifestaciones
ulteriores. 19
Las mujeres de las factorías de Sans comenzaron la huelga al
exigir la aplicación de una ley de 1900 sobre el trabajo nocturno.
Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines
Los patronos respondieron con el cierre de las empresas. Junto a
sus vecinas, las obreras comenzaron a frecuentar los centros
izquierdistas, pero preferían la Plaza de Cataluña, el centro cívico
de la ciudad. Cuatrocientas o quinientas mujeres formaban grupos
en la gran plaza. No todas las mujeres trabajaban en fábricas,
circunstancia que más tarde provocó fuerte controversia entre las
autoridades. El 5 de agosto, comenzaron lo que iba a ser un ritual
diario de la comunidad femenina. En lugar de reunirse en el
mercado de San José, junto a las Ramblas, paseo que lleva al mar,
marcharon desde la Plaza de Cataluña, Ramblas abajo, al otro lado
del Paseo de Colón, hasta el despacho del gobernador en la Plaza
del Palacio.20 Es significativo que la comunidad de mujeres se
dirigiera al gobernador, en vez de a sus patronos, para expresar sus
quejas y que no intentaran incrementar el poder del Sindicato de la
Constancia. Parecen haber sido más conscientes de las metas
comunales que de las sindicales.21
Durante cuatro días, las mujeres realizaron la misma procesión,
que duraba unos quince minutos. Comenzaba la marcha a las tres
de la tarde, precisamente cuando la gente habitual inundaba las
Ramblas después del descanso de la comida, era difícil distinguir
aquéllas de otras pobres mujeres que frecuentaban las Ramblas.
Habia un elemento cómico en la escena en cuanto que el número
de policías de paisano aumentaba: el gobierno se ponía cada vez
más nervioso por la agitación callejera. El 8 de agosto, cuando las
mujeres comenzaron su marcha diaria, la policía las detuvo y les
ordenó que se dispersaran. Para evitar violencias, las mujeres
hicieron que se marcharan los hombres que ocasionalmente las
19
Tomás Cabellé y Clos, Costumbres y usos de Barcelona. Narraciones populares
(Casa Editorial Seguí, Barcelona, 1947), p. 416; Jacques Valdour, La vie ouvrière.
L’ouvrière espagnole. Observations vécues par Jacques Valdour, vol I. Catalogue (Arthur
Rousseau. París, 1919), pp, 21-22,
20
"Huelga en el Arte Fabril", Diario de Barcelona (Barcelona, 5 de agosto (de
1913), pp. 10, 603 (edición vespertina).
21
"Gobierno Civil. Cuestiones obreras", La Publicidad (12 de abril de 1913);
"Las operarias en seda, En Barcelona. Las batallas del proletariado. Ecos de la
lucha", El socialista (10 de abril de 1913); y "Las obreras triunfan", ibid. (11 de abril
de 1913).
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 283
acompañaban. Trataron de confundir a la policía reagrupándose a
lo largo del camino convenido. Aproximadamente doscientas
mujeres alcanzaron el despacho del gobernador, pero la policía les
impidió entrar. El gobernador les envió recado de que ya había
entregado propuestas para acabar la huelga a los representantes del
sindicato. El comité tenía un día para considerar el plan.22
La Constancia convocó una asamblea para hablar de las
propuestas, fijando la reunión para las siete de la tarde siguiente,
10 de agosto, en un teatro del centro de la ciudad. Las mujeres, en
lugar de reunirse en la Plaza de Cataluña, lo hicieron en el teatro a
las tres de aquella tarde. La asamblea reunía mujeres de todas
partes de la ciudad y no sólo trabajadoras textiles. Permanecieron
allí hasta que comenzó la reunión nocturna. Luis Serra, que
actuaba como presidente, anunció que la reunión era más bien una
asamblea de la comunidad que una reunión sindical; todos eran
bienvenidos y podían hablar como iguales. Siguió el debate sobre
los acuerdos, pero la asamblea votó abrumadoramente en favor de
la huelga. Los trabajadores de ferrocarriles se encontraban entre
los asistentes y acordaron que tratarían de convocar una huelga de
solidaridad. Los obreros de la fundición de la ciudad estaban en
conflicto desde mediados de julio y continuaron su huelga. La
noche del día 10, la huelga general había comenzado.21
Mediante manifestaciones callejeras, las mujeres activaron la
conciencia femenina en el tema de las relaciones entre vida social y
reformas económicas. Algunos dirigentes varones de la Constancia
les rogaron que detuvieran su acción en la calle, pero las mujeres
respondieron con abucheos. La tarde del 11 de agosto, una ma-
nifestación masiva de unas mil quinientas mujeres y ochocientos
hombres se reunió en la Plaza de Cataluña y marchó por las
Ramblas y el Paseo de Colón hacia las dependencias del goberna-
dor. Cuando se aproximaban a la Plaza del Palacio, enviaron por
delante una comisión de dieciséis mujeres para que se entrevistaran
con el gobernador y le explicaran que no se reincorporarían al
22
"De la Vaga textil. El Seny", La Campana de Gracia (9 de agosto de 1913);
Diario de Barcelona (4 de agosto de 1913), pp. 10, 532-534; (7 de agosto de 1913),
pp. 10, 653; (8 de agosto de 1913), pp. 10, 712; (9 de agosto de 1913). pp. 10, 796.
23
T. Herros, "Feminismo en actividad", Almanaque de "Tierra y Libertad" para
1914 (Imprenta "Germinal", Barcelona, 1913), pp. 98-99; Diario de Barcelona (11 de
agosto de 1913). pp. 10, 837-838 (edición matutina); (12 de agosto de 1913). pp.
10, 873 (edición matutina).
 284
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trabajo. Volvieron sobre sus pasos por el Paseo de Colón. Cuando
alcanzaban la Puerta de la Paz, bajo la estatua de Colón, en la
desembocadura de las Ramblas, la policía cargó y trató de disper-
sarles. Algunos huelguistas se abrieron camino hacia la Rambla de
Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines
Santa Mónica y se reagruparon. Otros se enfrentaron a la policía.
Más tarde se reunieron todos en la Plaza de Cataluña.24
El 12 de agosto, las mujeres comenzaron la marcha desde la
Plaza de Cataluña a las dos, una hora antes de lo habitual. Pero la
policía tenía órdenes tajantes de cortarles el paso sin hacer uso
directo de la fuerza. Las mujeres se retiraron por las calles
adyacentes hacia Pelayo, la Plaza del Obispo Urquinaona y la Plaza
de la Universidad, con la intención de acceder a las Ramblas por
las calles traseras. Muchas de ellas se encaminaron a la Plaza Real,
de donde las expulsó la policía montada. La policía, con cierta
experiencia en el control de algaradas, bloqueó todas las calles que
desembocan en las Ramblas y las hizo retirarse hacia las calles
próximas. Mujeres y policías pasaron la tarde combatiendo por el
control de las Ramblas. Al mismo tiempo, los obreros de ferroca-
rriles, que se encontraban cerca, votaron en la proporción de tres a
uno en favor de incorporarse a la batalla y de extender la huelga
general.25
A lo largo del resto de la huelga —que no concluyó del todo
hasta el 15 de septiembre— las mujeres continuaron realizando
manifestaciones en las Ramblas. También mantuvieron encuentros
diarios en calles y mercados de la ciudad antigua, en especial en los
de Sans, San Andrés, San Martín, Pueblo Nuevo y el Clot. El
centro principal se trasladó a la Plaza de España, donde la ciudad
antigua linda con Sans. Las relaciones no eran cordiales entre las
mujeres y el nuevo comité de huelga elegido en la asamblea del 10
de agosto. Incluso los dirigentes combativos de los sindicatos
desaprobaban las manifestaciones salvajes de las mujeres. Se opo-
nían también a la táctica que las mujeres empleaban contra las
esquirolas, a quienes cortaban el pelo para marcarlas como traido-
ras. Las huelguistas advertían a las esquirolas que la próxima vez
pensaran en su belleza y no en sus estómagos. Sugerían que se
vendiera el cabello a los fabricantes de pelucas para recaudar
fondos para las cocinas de resistencia. La Constancia calificaba a
24
Diario de Barcelona (12 de agosto de 1911), pp. 10, 904 (edición vespertina).
25
Ibid, pp. 10, 905.
.
TEMMA KAPLAN CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 285
las mujeres de populacho y trataba de persuadirles de que cesaran
de manifestarse. Las mujeres se reunieron el 20 de agosto en la
Plaza de España e intentaron marchar desde allí por el Paralelo, la
principal calle que lleva desde la Plaza de España hasta el puerto,
donde estaban las dependencias del gobernador, para poner en
conocimiento de éste que no observarían los acuerdos tomados por
el comité de huelga. La policía les disuadió de la marcha. Se
dirigieron entonces a las oficinas del comité de huelga, en la calle
Vista Alegre, número 12, en el corazón del Distrito V. Insistie-
ron allí en que eran ellas, y no los dirigentes de la huelga, quienes
hablaban en nombre de la comunidad y que no estaban de acuerdo
en concluir la huelga.26
El gobernador publicó pronto el Real Decreto. Incluía la
semana de sesenta horas o un máximo de tres mil horas de trabajo
al año en la industria textil. Las mujeres podrían fijar su jornada,
con tal de que trabajaran sesenta horas a la semana. Se entendía
que la flexibilidad les permitiría trabajar los sábados una media
jornada de cinco horas, de modo que pudieran poner al día sus
labores domésticas.27 En definitiva, el Real Decreto no concedía
nada a los huelguistas. Los patronos rehusaron el cumplimiento
de una ley que atentaba contra su derecho de dirigir sus fábricas
con arreglo a sus propios criterios.
No obstante, la huelga tuvo importantes consecuencias positi-
vas para las mujeres de la ciudad. Las manifestaciones callejeras, en
especial las que transcurrían por las Ramblas hacia las dependen-
cias del gobernador, dieron prueba física de su conciencia política;
equivalían a una teoría política en movimiento. Como ha escrito el
crítico John Berger: "Una manifestación de masas puede interpre-
tarse como la toma simbólica de una ciudad... Los manifestantes
interrumpen la vida regular de las calles por las que desfilan o de
los espacios abiertos que ocupan. 'Aislan' esas zonas y, como no
tienen capacidad para ocuparlas de forma permanente, las transfor-
man en un escenario temporal sobre el que representan el poder
que todavía no tienen".28
Las huelgas de masas son algo más que luchas laborales sobre
salarios y condiciones de trabajo. Lo que les distingue de las otras
26
Ibid. (20 de agosto de 1913), pp. II, 238 (edición vespertina).
27
Ibid. (21 de agosto de 1913), pp. II. 245 (edición matutina).
28
John Berger, "The Nature of Mass Demonstrations", New Society (23 de mayo
de 1968), pp 754-755.
 286 TEMMA KAPLAN
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huelgas) es-que superponen la lucha a la actividad normal de la
sociedad Manifiestan el poder de quienes producen mercancías y
servicios sobre quienes gobiernan. Durante esas luchas, la vida
diaria se convierte en un problema que debe resolver toda la
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comunidad. La alimentación de las gentes pasa a ser algo más que
responsabilidad de las mujeres individuales. Facilitar atención
médica a los huelguistas heridos se convierte en un acto político.
Las huelgas generales cierran los cafés y los restaurantes donde los
trabajadores solteros se reúnen. La comunidad barcelonesa en
lucha en 1913 tuvo que crear lugares alternativos para ellos. Las
huelgas de masas afectan invariablemente a las condiciones de
vida, porque el "trabajo de las mujeres" privatizado, se convierte en
responsabilidad pública. Las mujeres se dan cuenta cada vez más de
los servicios esenciales, aunque invisibles, que realizan. Pero
aprenden también que el poder que supuestamente manejan en su
propia esfera requiere lucha si de verdad debe llegar a ser suyo en
la práctica.
ACCIÓN COLECTIVA: BARCELONA, 1918
El efecto de cuestiones de subsistencia sobre el desarrollo de la
conciencia femenina se hizo muy patente durante la Primera
Guerra Mundial, cuando España era un país no beligerante. La
inflación y la escasez provocada por la guerra afectó a la población
civil de Barcelona en 1917 y 1918 y exacerbó las dificultades
normales de las mujeres de la clase obrera, experimentadas en
suministrar alimentos, combustible y cobijo a sus comunidades. La
incapacidad de las autoridades españolas para regular las necesida-
des provocó que las mujeres hicieran uso de la acción directa para
situar las necesidades sociales por encima del orden político. Un
gobierno que fracasa en garantizar a las mujeres su derecho a
abastecer a sus comunidades de acuerdo con la división sexual del
trabajo, no puede reclamar su lealtad. La experiencia de la
reciprocidad y su eficacia en mantener la vida, insufla en las
mujeres un sentido de derecho colectivo a administrar la vida
cotidiana, incluso si para hacerlo deben enfrentarse con la auto-
ridad
En circunstancias normales, la red de relaciones de las mujeres
distribuye recursos que van desde productos diversos y combusti-
ble, hasta conciencia y cultura. En tiempos de guerra, los alimentos
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 287
y el combustible son apartados del control de las mujeres para
convertirse en materias de interés del Estado. En tanto que las
autoridades regulen los suministros, la vivienda y el combustible
cuando hay escasez o cuando los precios suben por encima de los
límites de los presupuestos normales, las mujeres aceptarán que las
provisiones sean reducidas y las regulaciones gubernamentales,
como hicieron en Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial.
En otras situaciones, se opondrán a la autoridad, como sucedió
entre 1917 y 1923, en Rusia, Italia y México.
El levantamiento de las mujeres en Barcelona comenzó a
principios de enero de 1918, durante uno de los inviernos más
fríos que se recuerdan. La falta de gas y de electricidad debidas a
la escasez de carbón había dejado fuera de las fábricas a más de diez
mil obreros. Los precios del pan habían ido subiendo poco a poco
desde octubre de 1917. A principios de enero circularon rumores
de que subiría otros cinco céntimos. La ciudad estableció una Junta
de precios para investigar los del combustible y los alimentos. Los
panaderos se quejaban de que necesitaban nuevas subidas de
precios para el pan y los vendedores de carbón de que no podían
mantener abiertos los negocios si vendían el carbón a los precios
que la Junta indicaba. La escasez y el alto precio del carbón
empleado para la calefacción doméstica disparó el movimiento en
Barcelona. El 9 de enero, más de quinientas mujeres comenzaron a
atacar los carruajes de reparto del carbón en los cinco distritos
principales de Barcelona. Alrededor de un millar de mujeres atacó
a un fuerte detallista del carbón en la calle del Parlamento, en el
centro de la ciudad, y todo el carbón fue adquirido al precio más
bajo estipulado.29
La segunda fase del creciente movimiento comenzó el 10 de
enero, cuando una multitud de unas doscientas amas de casa de los
viejos distritos obreros de la Barceloneta, atravesó la ciudad hacia
las fábricas textiles, donde la fuerza de trabajo era en su mayor
parte femenina. Llamaron fuera a las obreras. Llevaban pancartas
que decían: "Abajo el alto costo de la vida. Fuera los especuladores.
¡Mujeres a la calle para defendernos contra el hambre! ¡Acabar con
29
Tanto aquí corno en el tratamiento de la huelga de la Constancia de 1913, he
intentado incluir noticias procedentes de tantos periódicos como me ha sido posible,
con el fin de acumular pruebas detalladas sobre los acontecimientos. La Veu de
Catalunya (Barcelona, 2 al 12 de enero de 1918); Diario de Barcelona (10 de enero de
1918), p. 459 (edición vespertina).
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las injusticias! ¡En nombre de la humanidad, las mujeres toman las
calles!". ¿Tenían derecho las mujeres a hablar por la humanidad?
Aquellas mujeres creían tenerlo, en tanto que actuaban para
mantener la división del trabajo, para hacer lo que las mujeres
hacen, esto es, actuar como mujeres.
Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines
Reunidas sus fuerzas, las amas de casa y las obreras marcharon
hacia las dependencias del gobernador en la Plaza del Palacio.
Mientras el gentío gritaba "Viva esto", "abajo aquello", una delega-
ción de seis mujeres jóvenes, encabezada por Amalia Alegre y
Amparo Montolín, subieron las escaleras para presentar al gober-
nador las quejas de las mujeres. Pidieron que se regularan los
precios del carbón, junto con los del pan, aceite de oliva, carne y
patatas.30 En otras partes de la ciudad, las mujeres seguían
atacando las carbonerías y el alcalde hubo de encargar a la policía
que protegiera los transportes de carbón. En Gracia, donde había
una cultura política radical bien desarrollada, las mujeres marcha-
ron sobre el matadero y trataron de subastar carne. Cerca de la
Plaza de Tetuán, donde se alzaban nuevas fábricas metalúrgicas, las
mujeres instaron a los hombres a que se sumaran a la huelga.31
En un evidente esfuerzo por reducir el consumo de combusti-
ble, las mujeres de los distritos del puerto marcharon sobre los
"music-halls". El esplendor de aquellos palacios del ocio atraía la
atención de toda Europa; Barcelona había llegado a ser conocida
como "el París del Sur". De un lado a otro de las calles del "barrio
chino", desde la avenida del Marqués de Duero, popularmente
conocida como el Paralelo, las mujeres, armadas con palos, echa-
ron abajo puertas, destrozaron espejos, y a veces lograron persuadir
a las chicas de los bares y a las bailarinas de los cabarets de que se
unieran a ellas. Cuando fue necesario, como en el Edén Palace,
mujeres y propietarios se enzarzaron en auténticas luchas, porque
las mujeres había asumido el derecho de controlar el uso de la
electricidad en los "music-halls".
La conciencia de las mujeres se hizo manifiesta en las formas
de movilización que eligieron y en el modo en que definieron su
movimiento. Iban de carbonería en carbonería reuniendo partida-
rios. A lo largo de las seis semanas de movilización, las mujeres
30
Diario de Barcelona (11 de enero de 1918), pp. 467-468 (edición vespertina); El
Diluvio (11 de enero de 1918). p. 7 (edición matutina) y (11 de enero de 1918), p. 2
(edición vespertina); La Veu de Catalunya (12 de enero de 1918).
31
Diario de Barcelona (12 de enero de 1918), p. 505 (edición vespertina).
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 289
evidenciaron poseer una auténtica red de conexiones en toda la
ciudad. Se formaban las filas ante los distribuidores de carbón y se
trasladaban después a los mercados de San José, Santa Catalina,
San Antonio, Sans, Gracia y el Clot. Las procesiones y la
conciencia de comunidad estaban estrechamente asociadas en la
vida católica. Las redes seculares de mujeres adoptaron esta vieja
analogía, pero los mercados sustituyeron a capillas e iglesias en la
ruta de las procesiones.
Cuando se da nombre a las cosas, incluso uno mismo mejora el
conocimiento. El significado del término "vecindaria" se transfor-
mó en el curso del levantamiento. El masculino "vecino" significa-
ba al mismo tiempo "habitante", "calaza de familia" y "ciudadano".
pero el correlato femenino es "hembra", o simplemente "mujer".
"Vecindaria" es un término popular, que denota a un miembro de
una comunidad estrechamente unida. Está tan próximo a un
término de parentesco como el lenguaje contemporáneo podría
expresar para una relación cívica. Aproximadamente podría inter-
pretarse como "mujer camarada" o "hermana". El término no
trascendió al período del levantamiento, pero su empleo durante el
mismo indica el sentido de autoconciencia y solidaridad femenina
que creció a lo largo de los meses de enero y febrero de 1918. El
10 de enero, en el sector del puerto, una mujer fijaba un pasquín a
la pared que llamaba a la "vecindaria" a protestar por el incremen-
to del costo de la vida.
Las comisiones femeninas de vecinas se enviaban entre sí
delegadas informales. El 12 de enero, dos delegaciones separadas
de mujeres visitaban al exasperado gobernador. El grupo, que
parece que estaba dominado por las mujeres más jóvenes, manifes-
tó al gobernador que esperaban que "todo el trabajo que desarrolla-
ban las mujeres en Barcelona se detuviera hasta que las autoridades
no redujeran los precios de los artículos de primera necesidad".32
Las mujeres excluyeron a los hombres de sus actividades diarias,
incluidas las visitas al gobernador.
La delegación que le abordó el 14 de enero exigía que no se
dejara sacar de la provincia ni alimentos ni combustible. A las seis
de aquella tarde, otra delegación de mujeres requería que todos los
precios se redujeran a los niveles previos a la Primera Guerra
Mundial. Las mujeres moderadas vacilaban; visitaban el despacho
32
El Diluvio (13 de enero de 1918) (edición vespertina).
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del gobernador a medianoche y exponían que se darían por
satisfechas si había reducciones en los costos de los alimentos y del
combustible.33 El gobernador se quejaba de que con todas las
visitas de las delegaciones de las mujeres, no tenía tiempo de
trabajar. Una multitud de unas mil mujeres se había reunido en la
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Plaza de Cataluña y había desfilado hasta las dependencias del
gobernador, con la delegación habitual de mujeres al frente.
Cuando las mujeres oyeron el comentario exasperado del goberna-
dor se pusieron furiosas. Intentaron subir las escaleras, pero la
policía se lo impidió, cundió el pánico y hubo diecinueve mujeres
heridas.34
La conciencia femenina, que puede carecer de doctrina y
estructura predeterminadas, se desarrolla rápidamente cuando los
gobernantes recurren a la fuerza. El tiroteo de la escalera parece
haber marcado la decisión del gobernador de reprimir a las
delegaciones de mujeres en lugar de recibirlas. Cuando las mujeres
intentaron llevar a cabo una manifestación la tarde del 15 de enero
en la Plaza de Cataluña, la policía disolvió la concentración.
Dispararon al aire mientras las mujeres se agrupaban en las cerca-
nas Ramblas. Acordonaron la Plaza Real, otra área pública que se
había convertido en emplazamiento habitual para las mujeres
disidentes. Las mujeres, cada vez más airadas, comenzaron a silbar
y a burlarse. Un periodista resaltaba que "la acción represiva de la
policía exacerbó el espíritu rebelde de las mujeres",35
La conciencia femenina unió a las amas de casa de los distritos
obreros con las trabajadoras de las fábricas. Desde el 15 de enero
en adelante, la mayor parte de las obreras se mantuvo en huelga y
forzó a las tiendas a que cerraran, mientras que unos mil setecien-
tos obreros varones rehusó también ir al trabajo.36 Las mujeres de
las clases populares continuaron interrumpiendo la normalidad
cotidiana. Marchaban sobre "El Siglo", el primero de los grandes
almacenes de Barcelona, y allí invitaban a las vendedoras a
incorporarse a la manifestación. Al movilizarse en torno a la
33
Diario de Barcelona (14 de enero de 1918), p. 516 (edición vespertina) y p. 573
(edición vespertina).
34
Ibid. (14 de enero de 1918), pp. 573-574 (edición vespertina); (15 de enero de
1918), p. 586 (edición matutina), y pp. 621-622 (edición vespertina); El Diluvio (15
de enero de 1918), p. 7 (edición matutina); La Hormiga de oro: Ilustración católica
(Barcelona, 19 de enero de 1918), p. 31.
35
El Diluvio (16 de enero ríe 1918), pp. 7-8 (edición matutina).
36
Diario de Barcelona (18 de enero de 1918), p. 769 (edición matutina).
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 291
división sexual del trabajo y la obligación común de las mujeres de
distribuir los recursos a través de sus redes de relaciones, las
mujeres de las clases populares se unían, fueran o no asalariadas.
Las redes de mujeres habían asumido la dirección de una lucha
social que proseguían en nombre de toda la comunidad femenina.
Sus ataques a los almacenes de comestibles aumentaron en toda la
ciudad, como también los intentos periódicos de la policía por
reprimirlos mediante fuerzas armadas. Adoptaron una estructura
de comité, no muy diferente de los soviets desarrollados en Rusia
en 1917, para regular los ataques a los ultramarinos. En el proceso
de consolidación de sus redes, formularon nuevos programas de
acción. Estos, a su vez, llevaron a las mujeres a nuevos niveles de
conciencia política sobre su derecho a actuar de acuerdo con la
división del trabajo por sexos.
Pese a la oposición oficial, miles de mujeres de Barcelona se
reunieron en el Teatro del Globo para celebrar una reunión
pública. Presidía una tejedora. Las mujeres exigieron la reducción
de los precios de todos los productos básicos hasta los niveles
anteriores a la Primera Guerra Mundial. Pedían reducciones en los
alquileres y tarifas más económicas en los ferrocarriles, que
consideraban un elemento importante en el aumento del costo de
la vida y exigían también la readmisión de seis mil trabajadores
varones de los ferrocarriles. Fueron muchas las mujeres que
participaron en la discusión general.37
Los gobernantes de Madrid, si bien poco familiarizados con las
redes de mujeres, se mostraron siempre cautelosos frente a la
contienda social de Barcelona. Los suministros irregulares de
alimentos y la escasez de combustible, causas de la lucha, indujeron
al cierre patronal en aquellas fábricas que permanecían abiertas. El
gobernador trató de establecer el orden pidiendo a los obreros que
volvieran a sus puestos, pero le faltó la cooperación de los
patronos. Las mujeres quisieron de nuevo exponer sus quejas en el
despacho del gobernador, el día 21 de enero, pero fueron intercep-
tadas por la policía.
Por miedo a una guerra civil, las autoridades de Madrid
destituyeron al gobernador. Las mujeres continuaron atacando
propiedades comerciales en un esfuerzo por alcanzar el control de
la distribución de alimentos. El 25 de enero, el nuevo gobernador
37
El Diluvio (18 de enero de 1918), p. 9 (edición matutina),
 292 TEMMA KAPLAN
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militar declaró el estado de sitio y suspendió los derechos civiles.
No obstante, las huelgas de la industria textil continuaron hasta
febrero. Pese a la represión militar, las mujeres se negaban a
consentir la codicia de los especuladores y las irregularidades del
mercado. Todavía el 15 de febrero, el aumento en el precio del
Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines
bacalao salado en el mercado de Gracia provocó movilizaciones
políticas.38
CONCLUSIÓN
La guerra de las mujeres de 1918 revela los estrechos vínculos
existentes entre el bienestar social y la conciencia femenina. La
insurrección fue una revolución de democracia directa en que la
vida cotidiana se convirtió en un proceso político, y a través de ese
proceso creció la conciencia de las mujeres. Los desórdenes de la
guerra sacaron a la vista las redes de relaciones responsables de la
distribución diaria de recursos sociales. La ruptura de la rutina
planteó cuestiones acerca de la calidad de vida que las mujeres
habían conseguido mediante las redes de relaciones que habían
formado para llevar adelante la división del trabajo por sexos. Las
mujeres re-crearon esas redes de relaciones en recursos políticos
cuando comerciantes, gobernadores y estados impidieron sus es-
fuerzos por velar por su comunidad. La creciente familiaridad de
las mujeres con las oficinas del gobierno, donde iban a presentar
sus propuestas, las llevaron a espacios físicos de la ciudad donde las
mujeres de la clase obrera raras veces habían aparecido con ante-
rioridad. Su propio movimiento en el espacio ciudadano, desde las
barriadas populares donde trabajaban las amas de casa hasta los
edificios donde los hombres del poder gobernaban, representó un
vuelo en la conciencia que ponía de manifiesto cómo la división
sexual del trabajo se adecua a un cuadro político más amplio.
La capacidad de las redes de relaciones femeninas locales para
trascender los fines para los que se formaron originalmente, quedó
demostrada a medida que las mujeres se desplazaban cada vez más
lejos de sus propias barriadas e irrumpían en espacios ocupados por
el gobierno y los grupos comerciales. En 1910, las mujeres
38
El Sol (Madrid, 9 de enero al 2 de febrero de 1918); Almanaque del Diario de
Barcelona para el año 1919 (Imprenta del Diario de Barcelona, Barcelona, 1918),
pp, 24-25.
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 293
hicieron correrías fuera de sus vecindarios sólo con ocasión de la
encuesta judicial, para mostrar su repulsa en el asunto de la niña
violada. Por lo demás, permanecieron en sus barriadas. En 1913,
lo que parecía ser una lucha laboral se, convirtió en una batalla
ritualizada de política social entre la comunidad popular, dirigida
por mujeres, y las autoridades. La calle se convirtió en el escenario
de este conflicto, prueba de que la conciencia femenina empuja a
las mujeres a realizar acciones radicales en defensa de la división
del trabajo.
La lógica de la acción colectiva femenina en la Barcelona de
principios de siglo demuestra un lenguaje implícito de derechos
sociales que nace del compromiso de la división sexual del trabajo.
En defensa del concepto de derechos separados basado en trabajos
separados, las mujeres violaron el propio concepto. Primero supli-
caron y después se enfrentaron a los funcionarios del gobierno en
plazas urbanas y despachos que simbolizaban el poder político y
comercial que los hombres ejercen. Las ideas acerca de la forma
en que se ensambla la vida diaria y la estabilidad social movie-
ron a las mujeres a la acción colectiva para conservar sus há-
bitos. Rompieron lo que quedaba de la vida ordenada en sus ba-
rriadas, y en el curso del movimiento, sobresaltaron a la policía y a
las autoridades. La propia representación de su lugar en la sociedad
despertó la conciencia femenina tanto como los temores del
gobierno.
Al entrar en acción, las mujeres de las clases populares
impulsaron ideas más amplias. La sensibilidad compartida sobre
derechos y obligaciones tomó forma política en largas asambleas de
mujeres, procesiones y visitas al gobernador. Los fines comparti-
dos, apenas formulados antes de la experiencia de la acción
colectiva, crearon comprensión y supusieron la satisfacción de
ciertas necesidades sociales, a pesar de las exigencias de la guerra y
del gobierno. Las redes de relaciones quedaron definidas con
mayor nitidez cuando la solidaridad encontró expresión en palabras
como "vecindaria" y en el contacto físico, fuera de los centros
familiares de los barrios, en otros nuevos espacios físicos. La
conciencia de la conexión entre el poder y las necesidades sociales
empezó a ser adquirida por las activistas, porque reproducía en el
terreno político la división del trabajo que la conciencia femenina
regía en la comunidad. El bienestar y la inflación quebrantaron el
orden social, incluso en los países no beligerantes: preocupadas por
lograr un abastecimiento razonable para sí mismas y sus vecinos,
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las mujeres asumieron posturas revolucionarias para defender la
vida cotidiana y los derechos femeninos de que precisaban para
hacer frente a sus obligaciones.
Para comprender la conciencia femenina en las clases popula-
res debe entenderse el grado en que las mujeres de la clase obrera
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defienden la división sexual del trabajo, porque define lo que las
mujeres hacen y en consecuencia proporciona el sentido de quiénes
son en la sociedad y la cultura. Las mujeres incorporan expectati-
vas sociales en sus nociones particulares de feminidad. Sus intentos
por actuar de acuerdo con los conceptos que su clase mantiene en
un momento histórico, acerca de lo que las mujeres hacen, les lleva
en ocasiones a posturas reaccionarias, como en el caso de la
Vendée francesa y en el de Salvador Allende, en Chile. Pero actúen
en beneficio de la derecha o de la izquierda, el comportamiento
rompedor de las mujeres en la arena pública se muestra incompati-
ble con el estereotipo de las mujeres como víctimas dóciles. Su
peculiaridad social común es la defensa consistente de su derecho a
alimentar y proteger a sus comunidades, con o sin el apoyo del
gobierno. Su convicción crece a partir de su aceptación de la
división sexual del trabajo como medio de supervivencia.
En la medida en que ciertas teorías feministas subrayan la
necesidad de transformar la sociedad de forma que lo mismo
hombres que mujeres concedan un alto valor al nutrimiento, tales
teorías incorporan la conciencia femenina en el feminismo. El
grado en que las mujeres, dentro de los partidos políticos, tienden a
encauzarse hacia las áreas de la salud, la educación y el bienestar,
representa también un reconocimiento inconsciente de que las
mujeres tienen prerrogativas especiales y conocimientos socializa-
dos en esas áreas. Pero la comprensión deja conciencia femenina,
que sitúa la vida por encima de cualquier fin político, no ha
encontrado nunca expresión en un Estado importante, ni siquiera
en los partidos políticos. Considérense las implicaciones de todo
esto en los programas políticos, en especial del feminismo: poten-
cialmente la autoimagen más conservadora de las mujeres podría
convencerles de que exigieran que los estados situaran la vida por
encima de otros fines.
Aunque el contenido de la división del trabajo varía grande-
mente, el proceso que el señalar las diferencias lleva consigo tiene
implicaciones culturales, materiales y psicológicas. En el curso de
la lucha por hacer lo que la sociedad y la clase esperaban que las
mujeres hicieran, las barcelonesas se convirtieron en proscritas.
CONCIENCIA FEMENINA Y ACCIÓN COLECTIVA 295
Para cumplir con sus obligaciones como mujeres, se rebelaron
contra el Estado. Su doble deber como defensoras de los derechos
de la comunidad y como ciudadanas observantes de la ley, las
llevaron a una doble atadura, que rompieron violentamente con la
acción directa.
La conciencia femenina, si bien conservadora, fomenta una
visión social que incluye implicaciones políticas radicales que los
teóricos del feminismo raras veces reconocen. Para hacer el trabajo
que la sociedad les asigna, las mujeres han perseguido fines sociales
más que estrictamente políticos. Cuando parece que está en juego
la supervivencia de la comunidad, las mujeres activan sus redes de
relaciones para combatir a quien —derecha o izquierda, hombre o
mujer— creen que interfiere con su capacidad para conservar la vida
como saben.
La naturaleza de la división sexual del trabajo en que las
mujeres están socializadas, las predispone hacia argumentos políti-
cos en temas sociales. Los grupos políticos reaccionarios se han
dirigido a; menudo a las mujeres con esas razones. Las feministas,
que valoran el trabajo de las mujeres, raramente discuten que una
sociedad justa debería asignar sus principales recursos espirituales y
materiales a las tareas que todas las mujeres han aprendido a hacer.
Pesimistas frente a legislaciones como el Acta de Protección a la
Familia, que amenaza los derechos que las mujeres han ganado en
la última década, las feministas pueden abandonar la discusión de
la visión social del feminismo para concentrarse en una defensa
política más limitada de las conquistas pasadas, hoy comprometi-
das. Esto sería un error. La incorporación de la conciencia
femenina en los argumentos feministas sobre los programas de una
futura democracia económica y social, puede ser el único camino
para mantener el contenido y el espíritu de lo que hemos ganado y
podría facilitar un movimiento con una base social más amplia que
las hasta ahora logradas por el feminismo.