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Existe, por tanto, la posibilidad de utilizar la música como signo teatral, pues las funciones
prácticas (crear el ambiente, denotar sentimientos colectivos, etc.) están en la música
unidas estrechamente a sus funciones simbólicas. En el concierto, sin embargo,
encontramos solamente las funciones simbólicas: una marcha fúnebre, por ejemplo, no es
lo mismo interpretada en un concierto que en un funeral, como no es lo mismo tampoco
si se interpreta en una representación teatral.
Los griegos crearon dos mitos acerca de la invención de la música por los dioses. En el
primero, Atenea inventó la música para expresar el dolor de la hermana de Medusa, es
decir, como expresión de sentimientos humanos. En el segundo, Hermes creó la lira a
partir del caparazón de una tortuga, como resonador del mundo, como el sonido
perceptible de la armonía universal. Este segundo mito ha sido el más apreciado por los
teóricos hasta el siglo XIX, en que se definió y comprendió la música casi exclusivamente
como expresión de sentimientos humanos. Es evidente que en el caso del primer mito se
habla de la música absoluta, como significado en sí mismo.
Una clasificación de los significados de la música tendría que diferenciar entre:
1. Los que aluden al espacio y al movimiento.
2. Los que indican objetos y sucesos en un lugar.
3. Los que aluden al carácter, al estado de ánimo, a las emociones.
4. Los que representan y se refieren a una idea.
La música en el teatro nunca se realiza como música absoluta, sino siempre con funciones
relativas al contexto de los demás signos; adopta funciones simbólicas limitadas al teatro.
En este sentido tiene dos posibilidades:
Música creada por el actor-como canto-como música instrumental
Música creada por una orquesta, en un foso, o fuera de escena por medios técnicos.
El canto del actor denota en el teatro hablado o dramático, el canto del personaje que
representa, y en el teatro musical una forma de habla especial del personaje. En la ópera,
por ejemplo, el canto sustituye los modos de expresión paralingüísticos (gestuales,
mímicos, de entonación, etc.) del personaje; ésta es la principal diferencia entre el teatro
dramático y la ópera.
Los signos musicales del canto crean significados que indican el carácter, el estado de
ánimo y los sentimientos del personaje, y se interpretan también como signos de su
posición en el espacio y de sus movimientos. La función esencial del canto se define como
expresión del sentimiento humano. Mientras que en la ópera el canto pertenece a la
definición del género y no es, por tanto, portador de significado, en el teatro dramático se
valora como tal, puesto que un personaje cante se interpreta como un estado momentáneo
de ánimo, o en relación a una situación social.
Los signos musicales producidos por una orquesta o por medios técnicos fuera del
escenario tienen distinto significado, relativo en primer lugar al espacio. Puede remitir a
movimientos de objetos y personas, por medio de motivos dominantes (leit motiv), de
onomatopeyas o de otros medios simbólicos.
Pueden caracterizar el lugar: música religiosa, música popular, de diferentes países, etc.
También es capaz la música de interpretar el tiempo: música barroca, medieval, pop,
electrónica, etc., para referirnos a tiempos pasados o al presente, e incluso a un futuro. Y
puede aplicarse a una situación o acción: remite a fenómenos naturales o procesos
sociales. Las funciones prácticas de la música se convierten en simbólicas. Los géneros
musicales como signos teatrales dan a entender secuencias y conjuntos de acciones y
remiten a situaciones sociales.
En todos los géneros teatrales se puede utilizar la música como signo, pero no es un
elemento constituyente esencial (excepto en los géneros musicales y en el ballet, donde
es parte esencial del código y su constituyente específico), pues el proceso teatral se puede
llevar a cabo sin signos musicales.
En todas las culturas antiguas el teatro nació unido a la música y en ellas era constituyente
esencial, pero en la cultura europea pos-clásica se desarrolló preferentemente como teatro
hablado, de modo que la música se convirtió en elemento no esencial; esto condujo a la
fundación de un género teatral musical específico, la ópera. En la ópera se constituye un
código teatral especial, que se refiere sobre todo a los signos mímicos, imposibles de
realizar mientras se canta; estos signos son sustituidos por la propia expresión musical,
los movimientos y gestos, e incluso por códigos visuales ajenos al actor.
En los códigos teatrales de las vanguardias primeras del siglo XX la música cobró una
posición muy relevante. Los primeros vanguardistas, que buscaban el llamado teatro
“teatral”, el teatro en esencia, más cercano a la presentación que a la representación, en
contra del realismo y del naturalismo, les pareció posible esta creación a través de la
música. Tanto Craig, como Appia o Meyerhold estaban convencidos de que la base de la
teatralidad estaba en el redescubrimiento de la música,