Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
1
Icy Pretty
Love
L.A Rose
2
Página
Disclaimer
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro, hecha por fans para fans, en
ningún momento y bajo ningún concepto recibimos una ganancia monetaria por ese
documento. Los personajes, las situaciones e información encontrada aquí son obra
intelectual del autor. Si tienen la oportunidad no olviden comprar el libro y apoyar el
trabajo del autor, y si les gusto no duden en hacer una reseña o recomendar el libro.
3
Página
Créditos
Moderadora:
Lu Black
Traductoras:
Mae Lovestory
Dayi Cullen Maria_0722
Solange Lu Black
Recopilación y Revisión:
Lu Black
Diseño:
Mae
4
Página
Contenido
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capitulo 11
Capítulo 12
Capitulo 13
Un año después
Sobre el autor
5
Página
Sinopsis
Una bella muñeca de cristal. Una tímida y apropiada sonrisa. Georgette
Montgomery es la perfecta novia de un multimillonario.
O lo sería, si existiera.
Un oscuro pasado. Una sonrisa que oculta todo. Con 19 años, Rae Grove
escapa del desastre que es su vida pretendiendo ser otras personas —específicamente,
lo que le paguen para ser.
Hasta que le ofrecen suficiente dinero para un boleto de ida a una vida mejor.
Todo lo que tiene que hacer es volar a París y fingir ser la novia del joven magnate
Cohen Ashworth durante un mes. Después de reunirse con Cohen por una hora, Rae
conoce tres cosas acerca de él:
1. Odia a todos y todo.
2. Tiene abundante ingenio y una afilada lengua.
3. Usa la 2 para hacer que todos sean conscientes de 1.
En poco tiempo, Rae está decidida a romper su irrompible caparazón. Cohen
está decidido a permanecer intacto.
Pero nadie escapa ileso cuando dos mundos opuestos chocan.
6
Página
Capítulo 1
Cada edificio en París se ve igual.
No, en serio. Hice un poco de investigación. Al parecer, existen restricciones
en lo que se puede y no se puede hacer con la arquitectura, así que cada complejo de
apartamentos y edificio de oficinas conserva un aire antiguo y un romántico toque
europeo. Es hermoso, no me malinterpreten. Simplemente pasa a ser un inconveniente
cuando estás tan perdida como un calcetín que se cuela entre la secadora y la pared.
—¡Oh mira! —Digo en voz alta—. Otro elegante y sofisticado edificio gris.
¿Qué es? ¿Podría ser una hermosa y antigua iglesia de piedra? ¿Es esa una nueva y
hermosa iglesia de piedra o simplemente la misma por la que he pasado ya tres veces?
Esta es la pregunta de oro, gente, y el ganador se lleva... por qué no... El ganador se
lleva una parte de los cientos de miles de dólares que me han prometido. Me siento
generosa hoy.
Recibo un par de miradas extrañas, pero nada de ayuda. Los parisinos son
muy parecidos a los edificios —todo el mundo parece adherirse al mismo y estricto
código de vestimenta. Negro es el nombre del juego. Funeral-chic. Bufandas por todas
partes, y botas con tacón de tres pulgadas como mínimo. Los franceses no pierden el
tiempo. Además no tengo ni idea de si me entienden o no.
Consulto la arrugada dirección. Rue 45 Lalourret. Pensé que estaba en el
camino correcto hasta que me di cuenta de que rue es sólo la palabra para calle en
francés, y que cada señalización que he pasado tiene rue en él. Es difícil ser un genio.
Bajo la dirección hay una impresión igualmente arrugada del último correo
electrónico del Sr. Bolsasdedinero Ashworth.
No debería tener problemas para encontrar el edificio de apartamentos. Confío en que
encuentre su alojamiento hospitalario. Si necesita ayuda, envié un mensaje a este número: 334-
827-3884.
Doy las gracias de nuevo por su ayuda, Srta. Grove. No creo que tenga que recordarle
que el más absoluto secreto es esencial. El mes que va a gastar como Georgette Montgomery debe
pasar por encima de toda sospecha.
¿Pero será el hombre que voy a encontrar tan hospitalario como mi
alojamiento?
No he hablado con Cohen Ashworth todavía. Es su padre quien hizo todos los
arreglos. Su padre, quien me llamó misteriosamente en medio de la noche con una
proposición que iba a cambiar mi vida. Su padre quien suministro el billete de avión,
las malditas instrucciones con la frase el más absoluto secreto, al parecer cumpliendo un
7
infantil deseo para protagonizar una película de espías. Traducción: Soy súper rico y la
Página
cortare por la mitad con una sierra recubierta en diamante si exhala una sola palabra de esto a
nadie.
Pero a pesar de todos sus dramáticos correos electrónicos a lo James Bond, no
hay insinuación de la personalidad del hombre con el cual fingiré estar comprometida
el próximo mes. Y con todas mis habilidades para googlear-menos-cómo-James-Bond-
más-como-estudiante-de-preparatoria-en-una-cita-a-ciegas, lo único que pude encontrar
fue un registro de arresto detallando las relaciones sexuales que tuvo con un koala que
robó del zoo.
Bueno, eso es una mentira, pero cuando estás contractualmente obligada a
pasar un mes con un hombre que nunca has visto, tiendes a imaginar lo peor.
Y cuando has pasado tres años en mi campo de trabajo, la peor tiende a ser desviación
sexual. Con o sin koalas.
Esa chispeante imaginación no me está ayudando a encontrar el edificio de
apartamentos más rápido. Tengo que enviarle un mensaje al número. Pero primero
tengo que decir adiós a alguien.
Me detengo frente a un bote de basura. No es un bote de basura de lujo, solo
una caneca regular en frente de una cafetería, llena de los desperdicios de turistas y
botellas de vino —malditos franceses— pero está a punto de convertirse en el
receptáculo metafórico de algo mucho más importante. Desengancho el collar de mi
garganta. Es el tipo de cosa que las chicas estúpidas se dan en la escuela primaria, un
collar de brillantes. Rae está decorado con falsos cristales oscurecidos, la mayoría de
ellos desaparecidos. Cuando lo conseguí por mis quince años, estaba tan emocionada
“Rae” no es el nombre más fácil de encontrar en el mundo de la joyería personalizada.
Aunque la gente con nombres de los personajes de Juego de Tronos probable lo tienen
peor.
Es un recordatorio de que yo era feliz. Que fui una chica normal. Una vez.
Pero esa chica se ha ido. ¿Y la chica que he sido durante los últimos tres años? Me voy
a deshacer de ella, también. Por el próximo mes voy a ser la hermosa y rica prometida
Georgette Montgomery, y después de eso…
Voy a ser quien yo quiera ser.
—¡Au revoir1, Rae Grove! —Grito y arrojo el collar al bote con tanta fuerza que
rompe una botella de vino, rebota, me pega en la cara, y rueda fuera de la acera en una
alcantarilla. Tanto en cuanto a intensidad.
—¡Mon dieu2!—murmura una mujer de negro cuando me pasa. No sé lo que
eso significa, pero supongo que es algo en el reino de ¡Buena suerte con tu nueva y
mejorada existencia, chica-que-una vez-fue-Rae-Grove!
—Merci3—le digo, y luego bajo la vista al número de nuevo. Gracias a mis
nervios en el avión doble y desdoble el papel, haciéndolo un poco difícil de leer. El
último número es o un cuatro o un siete. Me voy con cuatro. Siempre me gustó el
número cuatro.
8
Página
1
Adiós.
2
¡Mi dios!
3
Gracias
RG: ¡Hola! Lamento molestarle. Esperaba que me pudiera dar algunas
direcciones. Me parece que he perdido mi camino.
“Parece que he perdido mi camino”. Estoy bastante segura de que escuché a
alguien decir eso en Downton Abbey, una vez, el cual vi para la investigación.
Ya tengo el acto de chica rica al dedillo.
334-827-3884: No veo por qué es mi responsabilidad darle direcciones a un extraño.
RG: Oh, lo siento. Debería haberlo dicho. Habla con “Georgette
Montgomery”.
334-827-3884: Ni idea de quién es, y no tengo idea de qué tipo de crisis existencial está
sufriendo para que ponga su propio nombre entre comillas. De cualquier manera, no es mi
problema.
Ouch. Déjenme a mí enviarle accidentalmente un mensaje de texto a un
extraño cascarrabias en París. Ese último digito debe de haber sido un siete después de
todo. Pero cuando envió un mensaje a algunas diferentes posibilidades de lo que
podría ser ese número borroso, nadie contesta. Incluso cuando espero una hora.
Entonces dos.
—Discúlpeme, eh, ¿pardon moi? —Trato, tirando de la manga de un anciano
caballero en negro—. Sabe cómo llegar a-uh, uh…donde estás…lo siento, eso es
español, maldita sea…
Él me sacude y cruza la calle con un murmurado: —Mon dieu.
Tal vez eso no quiere decir lo que creo que significa.
Se hace tarde. El sol se hunde detrás de todos esos gloriosos edificios,
avanzando lentamente a la iglesia en la que permanezco. Se suponía que debía
encontrarme con Cohen Ashworth a las dos en punto. No tengo otra opción.
RG: Oye, lamento interrumpir tu clase de manejo de la ira, pero estoy súper
perdida y hablo exactamente cero francés, así que quien quiera que seas, ¿te
importaría buscar en Google Maps la Iglesia Moreau en dirección a Rue 45
Lalourret?
334-827-3884: ¿Rue 45 Lalourret?
RG: ¡Eso mismo!
334-827-3884: Hm.
RG: ¿Es que un “Voy a ayudarte” hm o un “Esta conversación ha
terminado” hm?
334-827-3884: Deja de sobre-analizar mi hm. No puedes inferir el tono en un mensaje
de texto.
RG: Eres bastante literal, ¿no es así?
Ninguna respuesta. Unos minutos más tarde, sin embargo, me sale una
captura de pantalla de un mapa. ¡Sí! ¡Estoy a sólo dos calles de distancia!
9
Página
RG: Eso es perfecto, ¡muchas gracias! Muy útil. Voy a dejar de molestarte
ahora.
Pulso enviar sin molestarme en corregir mi error tipográfico, corriendo por la
calle, y aprendiendo a través del chirrido de los frenos y (estoy suponiendo)
maldiciones francesas que la gente no cruza en rojo aquí. Pero sacudo la experiencia
cercana a la muerte. Algo mucho más angustiante es inminente. En cuestión de
minutos, me reuniré con el misterioso Cohen Ashworth. Si resulta ser un idiota...
Bueno, he tratado con idiotas, y por muchos dólares menos.
Sigo las indicaciones en la pantalla, y jadeo cuando encuentro el edificio
marcado como Rue 45 Lalourret. Es todo de mármol, con ventanas de alto alcance.
Intrincadas esculturas y estatuas que se incorporan en la arquitectura. Las puertas son
de vidrio y llenan de luz dorada el vestíbulo. Incluso para los estándares de París, es
un edificio de lujo. Tomo una respiración profunda.
Soy Georgette Montgomery.
Soy culta, delicada, y respetable.
Nunca he oído hablar del desastre andante conocido como Rae Grove.
Georgette Montgomery empuja su camino a través de las puertas de cristal y
en el vestíbulo, el cual parece como si un museo de arte hubiese vomitado por todas
partes. Alguien lanzó una gran cantidad de dinero a un suertudo diseñador de
interiores. Una fuente brilla en el centro del piso, un muy europeo bebé desnudo
chorreando agua hacia el techo. Los sofás son de cuero liso, la mesas de centro de
caoba. No soy historiadora de arte, pero estoy bastante segura de que la pintura en la
pared es un Monet.
El calvo portero de cincuenta y tantos me dice algo en francés. Todo su pelo
faltante parece haber emigrado a unas cejas de oruga, una de las cuales está elevada.
Incluso con el pelo teñido de rubio, el sofisticado corte, el inocente vestido pastel que
estoy usando, puede oler las calles de Los Ángeles en mí.
—Lo siento —le digo, haciendo mi voz ligera y elegante—. No hablo francés.
¿Me podría anunciar en el apartamento de arriba?
Antes de que pueda responder, las brillantes puertas del ascensor en el otro
lado del vestíbulo se abren. Apenas me doy cuenta, pero el portero lo hace. Se inclina
bajo en su dirección, doblándose por la cintura. Al parecer, un miembro de la familia
real reside aquí. Me volteo y…
Es impropio de una dama que su boca cuelgue abierta, pero no puedo evitarlo,
porque el hombre que acaba de salir del ascensor no es miembro de cualquier familia
real en la tierra. Él es un rey de otro plano de la realidad por completo. Es como si una
luz estroboscópica estuviera encendida, porque lo proceso en parpadeos.
Cabello oscuro, casi negro cayendo en ondas rebeldes.
Altura. Buen Dios, ese hombre podría alcanzar y palmear un avión del cielo.
Pero no lo necesitaría, porque la mirada en esos estrechos, ojos azul hielo podrían
derribar un avión.
10
inglés, enderezándose—. Esta joven mujer acaba de pedir ser anunciada en su suite en
el ático, y su aprobación, por supuesto, es primordial…
—No aprobada. Nunca la había visto antes —dice el hombre con brusquedad,
apenas dando una mirada en mi dirección. Su voz es miel oscura y roble. Estoy
pasando por encima un hecho muy importante. Su ático.
—¡Eres Cohen Ashworth! —Me ahogo en mi propia saliva. Muy elegante, sí,
muy elegante.
Suspira. La simple exhalación es la mejor expresión de frío desdén que el peor
insulto.
—Ese es mi nombre, sí.
Reúnelo, Rae-Georgette. Sólo dile quien eres. Agracio mi voz.
—Lo siento mucho. Debería haberlo dicho antes, por supuesto. Soy Georgette
Montgomery.
—¿Espera una medalla por eso? —Pregunta con frialdad. Para el portero: —
Renard, voy a salir. Dirija sus preguntas a mi correo de voz.
A juzgar por los últimos encuentros, al parecer todos en París son unos
imbéciles, incluso si Cohen Ashworth nació en américa como yo. ¿Olvidó por qué
estoy aquí?
—Quiero decir, he venido aquí para ser Georgette Montgomery —le digo de
manera significativa. No me gustaría contar todo frente a Calvito el Portero Pantalones
Sofisticados—. Para ti.
Me observa impasible. Aparto mis ojos y bato mis pestañas. Para mantener la
apariencia de una dama, sí, eso es todo. No, en absoluto, porque él me quema con su
mirada.
—Renard, esta mujer está loca. Escóltela fuera de las instalaciones —dice.
¿Qué demonios?
Calvito se dirige a mí. Le esquivo y agarro el brazo de Cohen. A la mierda la
delicadeza. A la mierda el secreto, porque esto es ridículo.
—Quiero decir que soy Rae Grove, la chica que contrató para venir aquí y
pretender ser su prometida durante un mes. Por cien mil dólares. ¿Ya toco la campana?
—Esa es la mentira más loca que he oído nunca —se burla.
No puede hablar en serio. ¿Cierto?
Le presento la única prueba que tengo, la arrugada impresión del correo
electrónico del Sr. Ashworth. Él la escanea rápidamente, y unas nubes de tormenta se
reúnen en esa perfecta frente, cuando su boca se abre ligeramente y sus nudillos se
vuelven blancos en el papel, me doy cuenta de una cosa.
He dejado mi casa, mi país, y he volado a través de medio mundo con nada
más que una maleta y un alias para pretender ser la novia de un hombre que no tenía
idea de que yo iba a venir.
11
Página
Capítulo 2
Nunca he estado en un lugar tan lujoso, tan claramente diseñado para la
perfecta pulcritud, y el hecho de que haya tanto reguero disperso por todas partes
posiblemente podría ser el inicio del fin.
Más que todo en forma de papel. Papeles apilados en lo alto de los cremosos
muebles italianos, papeles esparcidos en los pisos de madera oscura, debajo de la mesa
tallada a mano, incluso en la antigua chimenea. Papeles apiñados en un cuenco de
piedra que claramente es para la fruta, sobre toda la rica alfombra color ocre, atascados
debajo de la puerta de la habitación.
Normalmente estaría saltando por limpiarlo todo. Pero estoy demasiado
ocupada siendo intimidada por esta... presencia en el centro de la habitación.
No parece del todo correcto llamarlo humano.
—Tú te sientas allí —espeta, señalando la única silla que no está recubierta en
una no tan fina capa de papeleo—. No toques nada.
Me siento. Mi corazón martillea. Si solo hubiera sido capaz de averiguar algo
sobre él antes de venir aquí. Cualquier cosa. Cuando tu medio de vida gira en torno a
pasar noches con hombres extraños, te enteras de que la mejor manera de protegerte es
adentrándose en sus cabezas. Averiguar lo que quieren de ti y dárselo antes de que se
frustren lo suficiente para tomarlo.
Pero esto es diferente.
Él no me contrato. Su padre debe de haber orquestado todo esto sin respirar
una palabra a Cohen. No puedo darle lo que quiere, porque él no quiere nada de mí.
Debo irme. Salir por la puerta. Pero...
Cien mil dólares.
Mi única manera de salir de esta vida.
Por no hablar de que si me voy ahora, no tengo a donde ir y no hay suficiente
dinero para un boleto de avión.
Cohen se pasea. Sus ojos son fríos con furia, su cara tallada en mármol. Sería
devastadoramente atractivo si no pareciera tan peligroso.
—Oye... —Empiezo, sin saber si debería mantener la tímida voz de Georgette
o volver a la dura de Rae. Cohen parece que podría comerse a Georgette viva.
—No hables. No puedo pensar si hablas.
12
a ser visto con ella en público. Saldrás a cenar con ella y el señor LeCrae y su esposa.
Puedes citarla como tu inspiración para tu nueva vida. Dirás que estás planeando una
Página
***
único atuendo de Georgette que tengo, voy a tener que mendigar un poco de dinero
Página
4
Shangri-La: Es un lugar fictico en la novela de 1934 Horizontes Perdidos. Se le aplica a cualquier paraíso terrenal
5
GED: Certificado de constancia de estudios equivalentes de preparatoria.
en algún lugar para ir de compras— y le echo un vistazo a la sala de estar. Esta oscuro.
Cohen se ha ido.
Pero pronto pierdo interés en esto, porque he descubierto mi cama.
Si la bañera era Shangri-La, esta cama es la Meca. Es enorme, la colcha de un
rico color rojo profundo con cojines a juego sin fin, dispuestos de manera tan ingeniosa
que podrían estar exhibidos en un museo. Arruino la disposición al tirarme encima,
hundiéndome unas pulgadas en el exquisito colchón de plumas. De vuelta en LA,
dormía en una cama hinchable.
Desternillándome, entierro mi cara en una almohada perfumada y respiro
antes de rodar alrededor, pateando con las piernas en todas direcciones hasta que la
cama está lo suficiente arrugada para ser acogedora.
Un trozo de papel revolotea fuera de una almohada en el suelo. Arrebato la
nota. Hay una brillante tarjeta de crédito pegada en la parte de atrás.
Llame al servicio de habitación para la cena si lo desea. Utilice la tarjeta.
Cohen.
Tal vez no es tan malo después de todo. De cualquier manera, el hecho de que
estoy hambrienta me golpea como un tren de carga. Alcanzo el teléfono inalámbrico
en la mesita de noche y marco el número en el pequeño anuncio.
—Sí, me gustaría un poco de comida, por favor. No, no he visto el menú.
Uh... solo tráigame la cosa más cara que tenga. Dos de ellas. Y la segunda cosa más
cara que tenga. Y algunas papas fritas. Gracias.
A los veinte minutos, me entregan: dos langostas humeantes, algo amarillento-
marrón que se sirve con pan pita que el botones explica es foie gras6, y algunas
porciones de patatas en gruesas rodajas que no se parecen remotamente en nada a lo
que he comprado en McDonalds. Me provisiono, abriendo las piernas de langosta
mientras cambio canales en el gran televisor montado en mi habitación, la mayoría de
los cuales son trágicamente en francés. Después estoy tan llena con delicias, y
consecuentemente feliz, que sintonizo explosiva música pop francesa y bailo alrededor
del apartamento en nada más que una sábana, lo cual es una mala idea, ya que casi
vomito toda la delicia.
Después de un segundo baño para lavar el sudor del baile, es pasada la
medianoche y Cohen todavía no ha vuelto. Tal vez ha encontrado otro lugar
deshabitado por un “prostituta contestona” y planea dejarme aquí sola por un mes, lo
que estaría muy bien para mí. Si hay un límite en el número de langostas que puedo
comer, es muy alto.
Finalmente el jetlag me alcanza y me meto en la cama. Mi teléfono móvil está
en la mesita de noche. Extiendo la mano por reflejo, con ganas de llamar a mi vieja
compañera de cuarto, Nikki y contarle todo, antes de recordar que juré dejar todo
acerca de mi antigua vida atrás. Incluyendo amigos.
18
6
Foie gras: es un plato hecho del hígado de un pato cebado.
334-827-3884: * es
Respondo:
RG: Estas muy particular acerca de la gramática. un poco gracioso.
Responde a los cinco minutos.
334-827-3884: * eres * es
RG: Definitivamente podría aprender mucho de ti.
334-827-3884: Ya veo lo que estás haciendo.
RG: ¿En serio? Porque ahora mismo estoy haciendo dulce amor con una
almohada de plumas y nadie tiene que ver eso.
334-827-3884: Adiós.
Me quedo mirando la palabra en la pantalla, y de repente mi pecho es
aplastado por la soledad de estar en un nuevo país donde la única persona que sabe mi
nombre me odia. Si no tengo alguien con quien hablar, voy a explotar. Numero
Equivocado y Calvito son mis únicos candidatos, y por lo menos hay una posibilidad
de que Numero Equivocado tenga pelo.
RG: Espera. ¿Eres hombre o mujer?
334-827-3884: ¿Qué, estás haciendo una encuesta?
RG: No, sólo te imagino como un hombre y quería ver si estoy en lo cierto.
334-827-3884: Felicitaciones.
Algo sobre la fuerte acritud, o su tono muerto me hace dudar. Tal vez había
conseguido el número correcto después de todo.
RG: No eres Cohen, ¿verdad?
Unos latidos. Entonces:
334-827-3884: No tanta suerte con tu juego de adivinar al segundo intento. Ahora
déjame en paz.
RG: Por lo menos dime tu nombre.
RG: Si no me dices tu nombre me veré obligada a llamarte Elbert.
334-827-3884: No podría importarme menos como me llame porque voy a estar
haciendo caso omiso de sus mensajes a partir de ahora.
RG: Bueno, Elbert.
RG: Así que dime Elbert, ¿Qué hace la gente para divertirse en París?
RG: Elbert Elbert Elbert Elbert
RG: ELBERT ELBERT ELBERT ELBERT
334-827-3884: Jesús.
19
RG: ¡Así que de tu nombre es Jesús! Supongo que tus padres son religiosos.
Página
¡Hola, Jesús!
334-827-3884: Llámame Sam si sientes la necesidad de llamarme algo.
RG: Claro que sí, Sammy chico.
RG: Así que eres una persona bastante gruñona, ¿verdad?
Sam: Estoy teniendo un día un poco mierda. Hay una extraña que no deja de enviarme
mensajes de texto.
RG: Estoy segura de que esta hermosa y encantadora extraña te dejara en
paz, si le das un consejo, desde la perspectiva de una persona gruñona.
Sam: No entiendo por qué todavía estamos hablando.
RG: Digamos que vives solo y de repente alguien nuevo llega a vivir
contigo durante un mes, y no hay nada que puedas hacer al respecto.
Sam: Me traslado.
RG: Dije no podías trasladarte.
Sam: Me gustaría hacer que se trasladen.
RG: No está en la mesa.
Sam: Llamaría a la policía.
RG: ¡Sólo sigue el juego! ¿Cómo te gustaría que actúe esta nueva persona?
Ya sabes, para facilitar las cosas entre ustedes, ¿cómo una persona malhumorada y,
obviamente, antisocial que no está acostumbrada a este tipo de cosas?
Sam: ¿Más fácil?
RG: Sí, más fácil. Porque digamos que tal vez esta nueva persona se siente
un poco mal por interrumpir y cambiar tu vida inesperadamente. ¿Qué querías que
hiciera?
Sam: Dejarme en paz.
RG: ¿Es eso lo que le dirías a la persona o es lo que quieres que yo haga?
Sam: Ambos.
RG: ¿Sólo dejarte en paz? ¿Eso es todo?
Sam: Suena como que la persona de la que estás hablando está acostumbrada a estar
sola. Tal vez quiere que siga siendo así.
RG: Pero eso suena deprimente.
Sam: Tú, evidentemente, no sabes mucho acerca de ellos si le estás pidiendo consejo a un
desconocido, así que dudo que sea deprimente para ellos y que no.
RG: Así que lo que estás diciendo es que debería tratar de hacerlo salir de su
caparazón un poco, ¿así puedo llegar a conocerlo mejor y averiguar que es
deprimente para él y qué no lo es?
Sam: No.
20
Sam: Ugh.
Capítulo 3
Hay algo acerca de despertar en una cama que probablemente costaba más de
lo que gastabas en alquiler en el último año que te da una nueva oportunidad de vida.
O, al menos, una nueva oportunidad de Cohen Ashworth.
No importa de qué basural el universo sacó su personalidad, viviré con él
durante un mes. Así que empezamos con mal pie, ¿y qué? Este chico parece empezar
con el pie izquierdo con todos. Y si algo he aprendido en mi trabajo, es que las
primeras impresiones pueden ser engañosas.
Después de todo, este Sam también es un idiota gigante, pero sin él,
probablemente todavía estaría vagando por las calles de París. Tal vez Cohen tiene el
mismo tipo de compasión, toda envuelta en una puntiaguda bola de idiotez.
Así, a las cinco de la mañana, cuando el jetlag abre mis ojos como un
despertador desvaneciéndose, me pongo a trabajar.
Cohen todavía no está en casa, eso significa que puedo poner a todo volumen
más de ese pegajoso Pop francés mientras limpio todo el lugar. Esto implica
principalmente apilar papeles. Les doy un vistazo, pero tienen tanto sentido para mí
como los periódicos franceses esparcidos en el sofá. Cosas de empresas, números y
cuentas. Hago cuatro ordenadas pilas sobre la mesa de café.
Entonces busco la cocina. Sin comida. Nada. La nevera hace un pequeño
sonido desinflado cuando la abro, como si no hubiese sido tocada en el último siglo. O
Cohen ordena servicio a la habitación para cada comida o sobrevive de aire y la sangre
de sus enemigos. Nada sabe tan bueno como mi cocina casera, así que cuando parece
bastante tarde para que las tiendas de comestibles puedan estar abiertas, salgo con el
mismo vestido que llevaba ayer.
—¡Bonsoir7, Calvito! —Llamo al portero en mi salida.
—Eso es buenas tardes, señorita. Quiere decir bonjour —dice secamente. Hay
un montón de juicio en sus pequeños ojos aristócratas. Es el único que además de
Cohen y el señor Assworth quién sabe para lo que me han contratado. Me pregunto si
Cohen le da órdenes de asesinar, como un jefe de la mafia. Podía volver y encontrar
los pisos de mármol salpicados de sangre.
—¡Si vienen por ti, alegaré ignorancia! —grito detrás de mí mientras las
puertas se cierran.
El aire francés es fresco y húmedo, como entrar en una de esas cabinas niebla
que tienen en las ferias. A mi alrededor, la gente en negro trota hacia sus respectivos
21
7
Buenas tardes.
olores de panadería vienen de una pequeña tienda de la esquina, así que me detengo y
me como entero algo como una hamburguesa gigante con masa suave en vez de bollos,
crema de nube en lugar de una hamburguesa.
Voy a estar tan gorda, y será hermoso.
Armada con mi nueva tarjeta de crédito Assworth, entro al supermercado más
cercano. Huevos, champiñones, ajo, cebolletas, pimientos rojos frescos... cargo con
todo lo que soy capaz de llevar. A mi regreso, entro a la panadería de nuevo y recojo
dos baguettes frescos. Entonces paso a una tienda de queso, compro dos grandes y
caros quesos de cabra y leche de granja fresca. En el momento en que llego de nuevo al
edificio de apartamentos, estoy tambaleante. Calvito comienza a sudar cuando me ve.
—¿Necesita ayuda con eso, señorita?
—Oh, no, estoy bien, esto es sólo cómo hago mi ejercicio —Jadeo, pero luego
una bolsa cae de la parte superior. Calvito se lanza para atraparla.
Juntos logramos cargar mis grandes cantidades de alimentos en el ascensor y
luego en mi puerta. Por suerte, Cohen todavía no está en casa. ¿Lo secuestraron o algo
así? ¿Algún tipo malo planifico un rescate multimillonario? ¿Voy a tener que volverme
la detective intrépida para rescatarlo? Probablemente empezaría desatándolo y él
elevaría su nariz ante mi falta de habilidades con los nudos de Niñas Exploradoras.
Tan pronto como Calvito y yo tenemos toda la comida en la alfombra de la
sala, los dos nos tomamos un descanso jadeando. Es una experiencia de unión.
—Debe saber que no solemos permitir a los de su tipo en este establecimiento
—dice. Ezte eztabesimente . Esto en cuanto a la vinculación.
Me enfado.
—¿Mi tipo?
—Su tipo.
—¿Y qué tipo es ese? —Voy a hacer que lo diga. Forzar esa palabra fea a
través de sus labios fruncidos.
Pero él lo ignora.
—Como suele suceder, los Ashworths son particularmente valiosos clientes
nuestros y estamos dispuestos a permitir sus excentricidades.
Así que ahora soy sólo una de las excentricidades de Cohen, al igual que sus
papeles y su nevera vacía.
—Lo único que espero es que tenga en cuenta que se trata de una excepción.
Si viene aquí para visitar a otra persona, será despedida —termina.
—¿Sí? Bueno, no podrían pagarme para estar en su frívolo edificio de
apartamentos si tuviera una elección al respecto —gruño.
Sus cejas se disparan tan alto que casi espero que se eleven sobre su cuero
22
cabelludo calvo.
—¿Está siendo mantenida aquí por la fuerza?
Página
—No, no exactamente...
—Entonces me atrevería a decir que podrían, de hecho, pagarle para
permanecer aquí.
Nos miramos el uno al otro por minuto.
—Me tengo que ir. Tengo huevos —digo.
—Y uno esperaría que sea muy cuidadosa con ellos.
No es hasta que he cerrado la puerta que me doy cuenta de que me estaba
advirtiendo contra el embarazo. Para el momento en que abro y grito: —Casi tan
cuidadosa como usted debería haber sido con los folículos de su pelo! —Ya se ha ido.
Estúpido tipo calvo.
Cocino mi ira, al igual que siempre he hecho cuando he sido capaz de
permitirme los ingredientes. Corto fruta, frio pan, caliento el tocino, y hago la más
elaborada tortilla de queso y setas del mundo. Todo huele demasiado bueno para
seguir enojada.
Es raro que me molestara mucho. Estoy acostumbrada al juicio. Tal vez
ahora, con mi nueva vida tan cerca puedo olerlo en la brisa, el juicio quema un poco
más profundo.
Reviso el tiempo. Diez de la mañana y aun no llega Cohen. Tal vez realmente
escapó, en cuyo caso tendré que comerme toda esta comida sola. Qué vergüenza.
Aburrida, me lanzo sobre el sofá y envió un mensaje al único nombre que no
he borrado de mi teléfono.
RG: He hecho una cantidad absurda de desayuno y no tengo a nadie para
compartirlo. ¿Cuáles son tus opiniones sobre tortillas de setas?
Sam: Tu otra vez.
RG: Te sorprenderías de lo poco que eso me dice acerca de tus opiniones
sobre tortillas de setas.
Sam: ¿Estás cocinando?
RG: Sí, soy una adulta. Los adultos cocinan. ¿Por qué te sorprendes?
Sam: Supuse que tenías trece años como mucho.
RG: Elijo tomar eso como un cumplido, en el sentido de que la gente
asumirá que tengo treinta cuando tenga cuarenta.
Sam: ¿Realmente me invitas, un total desconocido, a ir y comer una tortilla contigo?
RG: Si me quedo sola, voy a comerme todo y no será bonito.
Sam: Podría ser un asesino desquiciado.
RG: Esta tortilla es la verdadera asesina desquiciada.
RG: Y nah. Estarías fingiendo ser agradable con el fin de atraerme.
Sam: Así que encuentras a la buena gente más sospechosa que a los idiotas.
23
RG: Cuando se trata de hombres, sí. Todos los hombres son idiotas y
Página
—Ha pasado un largo tiempo desde que alguien me cocinara algo —dice al
fin.
Página
estar segura, pero es diferente de Sam. Lo que ellos realmente tienen en común es la
Página
forma en que los exaspero. Lo cual no es, para ser justos, una afección rara.
Calvito está sentado detrás del mostrador de recepción, al teléfono con
alguien. Lo que sea que le estén diciendo no lo hace feliz. Su cuero cabelludo esta
fruncido y sus “sí, señor” son más recortados de lo habitual. Finalmente cuelga y seca
su frente con un pañuelo antes de venir hacia mí.
—Oye, no te enojes, no estoy aquí sentada para empañar la perfección del ezte
eztablishimento sin razón —le digo a la defensiva—. Estoy esperando a mi compañero
de compras. Er, chaperón.
Suspira, un suspiro tan profundo que debe haberse originado a más de tres
millas bajo tierra.
—Bueno, señorita, lo ha encontrado.
—¿Dónde? —Me asomo por encima de su hombro—. ¿Se está escondiendo?
¿Es un enano en tu bolsillo?
Esta vez su suspiro se estrella en el suelo.
—No, señorita. Yo voy a ser su escolta de hoy.
De repente entiendo el fantasma de una sonrisa en Cohen. Esta es su manera
de castigar a Calvito por molestarme. El hombre de hielo tiene sentido del humor
después de todo.
—¡Vamos a tener un gran día! —Lanzo mi brazo sobre los hombros de
Calvito, quien se estremece como si lo acaraba de bañar en queroseno—. Somos tú y
yo, Cavito-er, quiero decir Retard.
—Renard —dice entre dientes.
—¡Renard! Por supuesto, Renard. Probablemente crees que fue a propósito,
pero fue un error honesto. Todos mis errores son honestos. ¡Oye, después que hacer las
compras vamos a conseguir nuestro cabello hecho! Vaya, espera.
Él gira la cara hacia el cielo y murmura lo que suena sospechosamente como
una oración.
—Dios no te puede salvar ahora —le digo con alegría—. Vas a conducir,
¿verdad?
Mientras Calvito conduce al centro comercial más lujoso de París, por
petición mía, le ilumino con mi vida. Le cuento todo sobre el loro que tenía a los diez
años, mi fase con las películas de terror, la forma en que aprendí a hacer el ruido
Grudge, como escapé a través de mi ventana, y la vez que hice un nido en el árbol de
mi vecina, haciéndole pensar que estaba siendo perseguida. Le hable de la vez que fui a
la playa como una estudiante de cuarto grado y pensé que había encontrado un cráneo
humano, aunque resultó ser sólo una extraña forma de coral.
—Todas cautivadoras historias —dice con el aire de alguien que tiene un
deseo implacable de ahorcarse—. ¿Sucedió algo en su vida más allá de la pubertad que
debo preguntar?
27
—Oh sí —no puedo dejar de reír—. Único heredero a una bajillion de dólares.
Página
Cualquier cosa que siempre haya deseado, cada vez que ha querido. Tal vez su padre
no aprueba lo que hace en su tiempo libre, pero aun así él tiene una vida mejor que el
noventa y nueve por ciento de todas las personas que he conocido.
Frunce el ceño.
—No tenía la impresión de que lo conocía muy bien.
Me levanto.
—A Cohen le han servido un buffet la mejor parte de la vida desde que nació,
y yo y todos los que conozco, hemos tenido que hacer cosas horribles para los restos de
mierda. Así que no me pidas que sienta pena por Cohen Ashworth. Porque no lo haré.
—Algunos podrían llamar a eso sin corazón.
—Oh, tengo un corazón. Y la única razón por la que todavía tengo uno es
porque soy cuidadosa de no dejar que sangre hasta secarse. —Fuerzo una sonrisa. Este
es un camino por el que odio ir—. Oye, vamos a llamar una tregua, ¿no? No tienes que
gustarme, pero el odio activo no es realmente algo que estoy buscando de una de las
tres personas que conozco aquí. No voy a dejar el secreto de Cohen fuera de la bolsa, y
me dejas contarte como un aliado. ¿Trato?
Observa mi mano y la sacude secamente, aunque me doy cuenta de que se
frota desinfectante de manos después.
—¿Puedo sugerir, sin embargo, que busque al joven maestro como su aliado,
en primer lugar?
—Cohen no es mi aliado. No soy tan estúpida —Recuerdo una de las muchas
reglas que mi compañera de cuarto me enseñó, cuando yo era nueva en el negocio: Los
clientes son el enemigo. Recuerda eso. Estamos luchando una batalla todos los días: aunque
podamos conseguir todo de ellos debemos ceder lo menos posible. De esta manera consigues
mantener un poco de ti misma para ti. Lo que me di cuenta después de un tiempo es que
incluso aunque renuncies a un poco de ti misma con cada cliente, eso suma una gran
cantidad a tu alma.
Calvito guarda silencio por un momento.
—Trate de mirar más allá de lo que está en la superficie. Muy pocas personas
lo hacen. Eso es todo lo que pido.
—Hay una razón por la cual las personas no son demasiado amistosas con los
puercoespines, Calvito. —Limpio las migajas de mi boca—. Vamos. Tengo que
alistarme para una cena de lujo.
Él suspira de nuevo y se levanta, cargando las bolsas en un brazo a la vez.
—Hay una cosa más que debo pedirle.
—¿Qué es?
—Deje de llamarme Calvito.
32
Página
Capítulo 4
—Dime algo sobre ti, Georgette —Pregunto al espejo, girando de modo que el
encaje del vestido destelle ligeramente y muestre mis-recién afeitadas piernas
hidratadas—. ¿De dónde eres?
—San Francisco —contestó, con timidez—. Crecí en una preciosa finca. Mis
padres eran unas personas tan afortunadas.
—¡Apuesto que jodidamente lo eran! —Señalo al espejo—. ¿Cuáles son tus
cosas favoritas, como una caprichosa persona rica?
—Hmm. —Puse mi dedo en mi mentón fingiendo pensar—. Jugos
purificadores, yogur helado, café latte de calabaza de especias en el otoño... oh, la lista
sigue y sigue.
—¡Apuesto a que sí! —Exclamo—. Pareces una culta joven, bien educada.
Definitivamente no la escoria de una tierra ubicada en la axila del mundo.
Definitivamente no el tipo de persona que alguna vez ha hecho algo horrible por
dinero. Eres pura y perfecta, ¿verdad? Intocable.
Esa última palabra se desvanece en un vacío y me quedo mirando mis
estúpidos ojos. Esos ojos que me devuelven la mirada en cada espejo en el que me he
mirado, a pesar de todas las diferentes personas con las que he estado. Esos ojos
siempre han permanecido igual. Excepto, que en los últimos años se han puesto más
cansados.
Una vez que todo esto termine, voy a invertir en algunos lentes de contacto de
color. Ojos color azul cielo me darían un buen aspecto. El tipo de color azul muy claro
que oculte cualquier tiniebla. Un montón de cosas jodidas pueden ocultar unos ojos de
color marrón oscuro.
Respiro profundo, pongo una sonrisa en mi cara, y voy escaleras abajo.
Cohen me está esperando en el vestíbulo, luciendo altivo y elegante con un
traje negro ajustado. La comunidad gay de París debe haber arrojado un desfile el día
en que su padre decidió enviarlo aquí. A la vista de él, mi útero se siente tentado a
lanzar un desfile también. Tal vez sea su homosexualidad lo que me hace estar atraída
por él. Elimina el elemento de miedo.
La mayor parte, por lo menos. Los chicos gay todavía tienen puños.
Pero cuando me ve, parece que la idea de golpearme está a un millón de millas
de distancia de su cerebro. Si no fuera inteligente, yo diría que sus ojos se abrieron
minuciosamente. Pero soy lo suficientemente inteligente como para saber que lo que
33
ves con tus ojos no siempre es la verdad. Una sonrisa no siempre significa bondad.
Página
la vida real, o que había personas que podían llevar bandejas de plata cubiertas de
Página
copas de champán con una sola mano. No sabía que había restaurantes con techos tan
altos, o música en vivo tan hermosa. No sabía que la gente podía ser tan feliz. De
repente me dan ganas de llorar.
Basta, Rae. Detente. El hecho de que estés en la guarida del zorro con unas
orejas peludas, no significa que no sigas siendo una presa.
—Por aquí —Cohen guía mi codo suavemente y el resto de mi cuerpo le sigue.
Un camarero nos persigue abajo y dice algo en francés, probablemente, en la
línea de ¿Puedo ayudarle, señor?
—Estoy aquí con un grupo de dos —dice bruscamente, sin detener su paso en
el comedor. Camina como alguien que quiere acabar con esto lo más rápido posible.
El camarero cambia al inglés.
—Entonces me permitirá…
—Nunca puedo soportar la actitud que tienen los camareros, de que soy
demasiado estúpido para manejar mi propio negocio —espeta Cohen—. Sé con quién
me estoy reuniendo aquí y voy a encontrarlos yo mismo.
El camarero palidece. Parpadeo, la boca ligeramente abierta. Es la primera
interacción que he visto a Cohen tener con alguien que no sea yo, Renard, o su padre,
este último quien merecía el tono cortante. Estoy empezando a entender por qué
tuvieron que contratar a alguien como yo, alguien acostumbrado a malos tratos, para
jugar a su prometida.
Estoy a punto de exigirle que se disculpe cuando levanto la vista y veo la
delgada línea en la esquina de su boca. Él está preocupado de que esto no vaya a
funcionar.
—Relájate —le digo en voz baja—. Tengo esto bajo control.
Comienza, como sin estar seguro de cómo respondí correctamente a algo que
no dijo, pero antes de que pueda preguntar, estamos en la mesa.
—Ah, Cohen. —El hombre mayor que se levanta es la definición de abuelo —
cabello espolvoreado de gris cepillado limpiamente de la frente, piel como papel de
seda muy gastada, líneas de risa grabadas alrededor de boca y ojos—. Qué maravilloso
verte de nuevo.
Aunque su acento francés es fuerte, su inglés es impecable. Él agarra la mano
de Cohen como si lo conociera de siempre. Las otras dos personas en la mesa, un
chico de unos veinte años con una mordida que podría atrapar un banco de peces y
una impresionante mujer con unos pendientes de rubí— me observan de arriba abajo.
—Y esta —dice el hombre mayor con reverencia, liberando la mano de Cohen
y cogiendo la mía—, debe ser ella.
Hay un momento de silencio incómodo en el que Cohen falla en presentarme.
—Usted debe ser el señor LeCrue. —Digo parpadeando y ofreciendo una
36
firme pero delicada sacudida—. He oído hablar mucho de usted. Soy Georgette
Montgomery, y, bien —Bajo la mirada, convocando un rubor—. Debe haber oído las
Página
noticias.
—Oír lo hice, pero creer no, hasta ahora. —LeCrue niega con la cabeza y deja
escapar un silbido de aire. Cohen todavía no ha dicho ni una palabra. La impaciencia
y la irritación emanan de él en una nube de picazón. Bien podría estar gritando lo
estúpido que cree que todo esto es. Sólo espero que no explote.
El tipo de la mordida se levanta y palmea a Cohen en la espalda con el aire de
un nerd de secundaria tratando de actuar como uno de los deportistas geniales.
—Una de las buenas, Cohen —Mira lascivamente. Cohen le da una mirada y
él quita la mano de inmediato, dirigiéndose a mí en su lugar—. Eres demasiado
hermosa para tener que aguantar con el señor actitud. ¿Cuál es el problema?
Georgette se sonroja un poco más. Yo decido, con completa finalidad que no
me gusta este tipo.
—Señorita Montgomery, este es mi hijo, Claude —dice LeCrue con
reproche—. Y su esposa, Annabelle. Por favor, tomen asiento.
Con rigidez, Cohen saca una silla para mí junto a Annabelle. Tomo asiento.
Annabelle se inclina, guiñando, y susurrando:
—Una vez que están borrachos, vamos a tener la oportunidad de una pequeña
charla entre chicas.
Todo lo que puedo hacer por un momento es mirarla fijamente. Ella es una
verdadera Georgette Montgomery. Es como si estuviera llena de luz, y esta escapa
siempre que puede —a través de sus ojos, su sonrisa, el esmalte nacarado de sus uñas,
el plateado de su corto vestido. Su rico pelo oscuro está recogido en un nudo en la
parte posterior de su cabeza, sostenido con un alfiler mariposa. Sus ojos hablan de
secretos y promesas. Ella nunca se ha deslizado fuera de la habitación de un extraño a
las tres de la mañana, ocultando sus moretones con maquillaje y el flequillo...
Parpadeo, recordando sonreír tímidamente.
Observa a Cohen y asiente con la cabeza en señal de saludo. No echo de
menos la forma en que sus ojos se deleitan. Interesante.
—Ya he ordenado aperitivos y bebidas. Creo que encontrarán el Domaine
Pinot Noir que tienen aquí, satisfactorio. —LeCrue sonríe. Cohen todavía no ha dicho
nada. Es extraño. ¿Está nervioso? Pero a juzgar por la forma en que le habló al
camarero, supongo, es definitivamente posible que el silencio sea lo más cercano que
puede llegar a ser cortés.
—¿Es de 1984? —pregunto. La gente sofisticada del vino hace más vino cada
año. Saca uno de un sombrero y suenas como un experto.
—¡Has escogido a una joven que conoce su bebida, Cohen! Una chica detrás
de mi propio corazón. —LeCrue ríe como una tienda por departamentos de Santa—.
Es de 1979, de hecho. Pero creo que apreciarás las notas de cereza oscura.
Annabelle sigue sonriendo hacia mí como si estuviéramos compartiendo
nuestros pensamientos más íntimos. ¿Qué tipo de cara haría si ella supiera lo que
37
estaba pasando?
Página
Parece una nota suficiente buena para poner fin como cualquiera.
Página
—He tenido una noche maravillosa —Anuncio, de pie y dejando caer la
servilleta sobre la mesa—. Muchas gracias. Espero verlos a todos de nuevo tan pronto
como sea posible.
—Comparto ese deseo. —LeCrue besa mi mano—. Los milagros no ocurren
todos los días.
Cohen dice nada, todo el camino al exterior en esa noche helada. El coche ya
está esperando por nosotros en la acera.
Las puertas se cierran después de nosotros y estamos encerrados nuevamente
en nuestra pequeña habitación. Cohen deja escapar un suspiro, cierra los ojos, y se
masajea la frente con la punta de los dedos.
—Estoy bien, ¿verdad? —Reboto en mi asiento, radiante por el vino—. Si me
encuentro con LeCrue después de que este mes haya terminado, probablemente me
propondría matrimonio. Esa sería una interesante historia de cómo-nos-conocimos, ¿no?
—Tiene tres veces tu edad —gruñe Cohen.
—Oh, eso no es nada. Una vez tuve un cliente que era tan viejo, que la
dirección que me dio estaba en un hogar de ancianos.
Eso por lo general sacaba una risa de las chicas en casa, pero Cohen
simplemente cierra sus ojos brevemente de nuevo.
—Claro. Eso probablemente te asco. Lo siento —le digo a la ligera.
—La idea me da asco.
—Soy una chica bastante asquerosa.
—No. —Su tono es agudo—. Tú no eres asquerosa.
Soy yo quien tomó el dinero después, pero no digo eso. En su lugar digo: —
Así que este hombre viejo y su hijo tonto son la razón de que tu padre me contratará,
¿eh? Parece un tipo con unos muy-buenos-valores-de-familia. No me gusta su hijo, sin
embargo. Estaba esperando que lanzara la copa de vino en tu cabeza toda la noche.
—¿Podrías relajar tu habladuría por un momento, por favor? Necesito pensar.
—No —le digo de inmediato—. Dijiste que querías la verdadera yo a tu
alrededor. Bueno, esta soy yo. Hablo más que un agricultor que cultiva ñames. Así que
acostúmbrate a ello.
Apenas visible sorpresa y, no podría ser, ¿diversión? Llamea en sus ojos.
—Muy bien —dice, casi sin veneno—. Claude es un imbécil absoluto. La
compañía se quemaría en sus manos. LeCrue lo sabe. Él quiere vendérmela a mí antes
de morir y dejársela a Claude.
—Y Claude no está demasiado feliz por eso —conjeturo.
—Yo no entiendo por qué LeCrue está perdiendo el tiempo. —La mano de
Cohen se cierra en su regazo—. Yo podría tener a su compañía fuera de tierra en un
41
Basta, Rae. No te atrevas a sentir lástima por él. Tiene todo lo que siempre has
Página
querido, ¿recuerdas?
—Eso es mentira —le digo sin rodeos—. Puedes cambiar. Cualquier persona
puede cambiar. No importa cuánto tiempo han sido... malos. No importa como sea su
pasado.
Tengo que creer eso.
—Muéstrame.
—¿Qué?
Vuelve su mirada llena directamente sobre mí, y me pierdo por un breve
segundo en esos ojos de hielo.
—Muéstrame cómo ser otra persona. Lo haces con tanta facilidad. Te están
pagando lo suficiente, yo también podría conseguir algo de ti.
—¿Te refieres a... unas lecciones de amabilidad?
Él hace una mueca.
—Prefiero que no le llames así.
—Bueno... —dudó.
—Por favor —dice sin emoción. Y si tuviera que apostar por ello, me gustaría
decir que era la maldita primera vez que la palabra había pasado por esos labios
perfectos.
—Vas a tener que hacer lo que yo digo. Probablemente no es algo a lo que
estás acostumbrado.
—Está bien.
—Y eso no será suficiente. Tienes que odiar realmente a tu antiguo yo y
desear cambiar, más que nada en el mundo…
—Lo quiero —dice. No puedo discutir con el fuego en la forma en que lo dice.
—Bueno. Es un trato. —Extiendo mi mano. Después de un segundo, él la
sacude. Piel caliente. Piel humana. Es una persona real, después de todo. No es un
monstruo. No es un bloque de hielo.
—Cuando termine contigo, la Madre Theresa estará celosa —Anuncio—. Tu
novio me dará las gracias.
Parpadea lentamente.
—¿Mi qué?
Uh-oh.
—No voy a decirle a nadie, te lo prometo. Accidentalmente lo descubrí. Pero
nunca te juzgaría por ello, no soy ese tipo de persona… —le digo en un apuro.
—No tengo novio.
—Ah. Bueno, tus ligues, entonces. Sea cual sea tu estilo.
43
44
Página
Capitulo 5
RG: Entonces tengo una pregunta.
Sam: Oda a la alegría.
RG: Si fueras a enseñarle a alguien cómo ser una buena persona, ¿cómo
querrías que siguieran al respecto?
Sam: ¿Se trata de ese tipo de nuevo?
RG: Tal vezzzzzzzzzzzzzz.
Sam: Un mensaje de texto con el número equivocado y de repente soy tu autoridad
personal sobre un tipo que nunca he conocido.
RG: Probablemente lo conoces mejor que nadie.
Sam: Reitero. Nunca lo he conocido.
RG: Exactamente.
Sam: No se le puede enseñar a alguien cómo ser una buena persona como se le puede
enseñar a un perro a atrapar cosas. Una vez que las personas se convierten en algo, no cambian.
Nunca.
RG: Yo no creo eso. : <
Sam: ¿Qué tiene esa puntuación que ver con esto?
RG: Es una cara ceñuda. Estoy ceñuda frente a tu pesimismo.
Sam: Parece un pájaro desquiciado con un pico inverso.
RG: Bien, soy un desquiciado-pájaro-con-un-pico-inverso ante tu
pesimismo.
Sam: No tengo que responder estos textos.
RG: ¡Sí tienes! O te enviare mil pájaros desquiciados hasta que tengas que
cambiar de número. E incluso entonces los pájaros te seguirán. Los pájaros siempre
saben.
Sam: Bien. Voy a darte consejos sobre tu amigo gilipollas. Odio a los pájaros.
Sam: Y gilipollas novio, accidentalmente.
RG: Él no es mi novio.
45
RG: No. No hay ninguna buena razón para ser un imbécil a nadie.
Página
silencio sea muy fuerte cuando quiero. Con el tiempo, él se sienta en la mesa conmigo,
Página
amabilidad.
Página
—Oh, sí, ellos. Lo bueno es que yo nunca haría nada de eso. Nuh uh. —Lo
apunto—. Yo estaba pensando más... situaciones tipo-cosas.
Página
—Las multitudes. Los niños. La gente comportándose como idiotas. Ruidos
fuertes. Turistas. Los feriados…
—¿Los días de fiesta? —Estoy boquiabierta—. ¿Navidad? Nadie odia la
Navidad.
—Odio la Navidad.
—Cambié de opinión. No puedo trabajar con el Grinch. Todo el mundo sabe
que su corazón es tres veces demasiado pequeño y no soy un médico coronario. —Lo
señalo—. ¿Cómo puedes odiar la Navidad? Es todo sobre el amor, y dar cosas a las
personas que te importan, y la familia, y…
—Un día de fiesta, supuestamente sobre la abnegación, conservado en su
totalidad por la codicia. Supongo que puedo apreciar la ironía, si no otra cosa.
—¿Nunca has decorado un árbol de Navidad con tu familia? ¿Has dejado
galletas de jengibre para Santa? ¿Has cantado villancicos y bebido ponche de huevo?
—No —dice brevemente.
Yo nunca hice esas cosas tampoco, pero la idea siempre me ha mantenido
ilusionada y despierta hasta altas horas de la noche de Navidad. Una familia
celebrando un día especial juntos... nadie con eso jamás podría ser infeliz.
—Cambiando de tema, entonces. De la manera en que lo veo, la única cosa
que hacer es ir a algún lugar con un montón de multitudes, ruidos fuertes, turistas y
personas que actúan como idiotas... ¡Lo sé! ¡La Torre Eiffel! Oh, pero ya has estado
allí.
—No, no nunca.
Mi mandíbula cae abierta.
—¿Has estado en París por cuánto tiempo hasta ahora?
—Un año.
—¿Un año, y todavía no has ido a la Torre Eiffel? ¿Eres un monstruo?
—Lo más probable —dice con frialdad.
Me levanto.
—Vamos. Nos vamos.
—¿Y a dónde vamos, exactamente?
—¿Dónde más? —Llamo mientras corro hacia la puerta—. ¡A la Torre Eiffel!
***
Veinte minutos más tarde, estamos siendo dejados delante de la torre antes
mencionada. Al verla en persona es extraño. Cuando ves un famoso punto de
referencia suficientes veces en Internet, tiendes a olvidar que es una cosa real en alguna
parte. Se convierte en uno de esos mitos que todo el mundo conoce, pero que en
51
realidad no existe, como las sirenas o los hombres lobo. Pero ahí está: una estructura
enorme, como una telaraña vertical, sumergida en metal fundido.
Página
—Los franceses en realidad no van a la Torre Eiffel. Por lo general, consideran
que es fea —dice Cohen, de pie en la acera y observando la gran cosa como si fuera un
insecto. Un insecto que pasa a ser aproximadamente un millón de veces más alto que
él.
Lo ignoro. Después de un tiempo, él me mira y palidece.
—Rae, ¿estás llorando...?
—No —resoplo—. Puede ser. Nunca pensé que la vería, ya sabes... —Me
limpio los ojos—. Cuando uno está convencido de que nunca tendrá la oportunidad de
viajar, tiende a pasar mucho tiempo en Google Imágenes.
—No veo por qué estás tan entusiasmada. Son solo feos andamios de metal.
Le pego. Es algo así como golpear un ladrillo. Jesús, entre hacer papeleo y ser
malo con todos, ¿cuándo demonios tiene tiempo para ir al gimnasio?
—Tercera lección de ser amable, no eches a perder el desfile de otra persona
cuando están teniendo un momento.
—Odio los desfiles.
Esta vez me estiro y lo pellizco en la mejilla. Le molesta mucho más que
cuando lo golpee. Se aleja, con una misma expresión -mezcla de conmoción y
asesinato que imagino un tigre tendría si alguien pellizca su mejilla.
—¿Qué demonios estás haciendo?
—Se llama aplicación negativa.
—Refuerzo negativo —corrige.
—Esa es una distinción de todos modos tan estúpida. Cuando hagas algo
malo, voy a pellizcarte la mejilla. Eso significa que comenzarás a asociar ser malo con
que tu mejilla sea pellizcada, ¡y pronto podrás ser amable con todo el mundo!
—¿Por qué sientes la necesidad de explicarme el refuerzo negativo, si fui yo
quien te dijo cuál era el verdadero nombre? Obviamente, sé que es.
Golpeo su pecho.
—Simplemente poniendo miedo en tu corazón.
Da un paso atrás. Obviamente, no está acostumbrado a ser tocado. Le
molesta del modo equivocado.
—Estás loca.
—Prefiero el término certificable —le digo—. Así cuando alguien me llame
certificable, puedo decir “¡certificadamente impresionante!”
Niega con la cabeza. Al parecer, eso justifica una respuesta más allá de las
palabras.
—Tengo una tarea para ti esta noche. —Toco el lado de mi cabeza—. Es una
52
de mis brillantes ideas. Quiero que empieces a llevar un diario cruel. Si anotas los
pensamientos odiosos que tienes acerca de la gente, tal vez entonces estarás menos
Página
—¡Oh, no! —Le detengo mientras se mueve para llegar a la rampa que
conduce al ascensor—. Vamos a tomar las escaleras.
Página
personal.
—Dije, sube en mi espalda. Estás tomando demasiado tiempo y quiero
terminar con esto.
Empiezo a reír.
—Estás bromeando, ¿verdad? No vas a cargarme a la cima de la torre Eiffel.
Vas a desplomarte.
—Hazlo o voy a arrojarte sobre mi hombro —espeta. Me estoy dando cuenta
que a Cohen no le gusta que le digan que no puede hacer algo.
Sopeso mis opciones. Morir de agotamiento por subir escaleras, o matar a
Cohen por el esfuerzo que necesitará para arrastrarme verticalmente durante media
hora y luego pasar por encima de su cadáver enfriándose. Bueno, la supervivencia del
más apto. O, en este caso, la supervivencia del menos ejercitado.
Subo una última escalera y salto tentativamente sobre su espalda. Es una
buena espalda, cálida y fuerte. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello. Él guía mis
muslos a la curva de sus codos y me pongo rígida.
—¿No eres fan de ser alzada? —Pregunta.
—No, en realidad —miento para cubrir el hecho de que cierta parte de mí es
muy fan de ser recogida.
—Te garantizo que yo soy menos fan de pasar un minuto más de lo necesario
en este infierno infestado de turistas. Agárrate.
Él empieza a subir. Inhalo y su olor me arresta: otoño fresco, madera, la luz
del sol deslizándose a través de los árboles. No sé a qué esperaba que oliera. Dinero,
tal vez. Sacrificios de cabra.
—¿Me estás olisqueando? —Pregunta.
—¡No! ¡Por supuesto que no! Estoy insultada de que supongas tal cosa.
—Acabas de olisquearme de nuevo.
—Tú eres el que gastó el dinero en colonia, amigo.
Después de diez minutos de escaleras, su respiración gradúa de calmada para
ligeramente laboriosa.
—¿Quieres que me baje?
Gruñe su negativa.
Puedo sentir su cuerpo trabajar debajo de mí, los músculos de su espalda y
costados desplazarse y tensarse con cada paso. Me deslizo un poco y él mueve sus
manos a mis muslos para mantenerme quieta, ahuecándolos. Sus dedos hacen ligeras
impresiones en mi piel. Su cuello es cálido y su áspero cabello ondulado cosquillea el
borde de mi oreja...
¡Abortar! ¡Abortar! ¡Piensa en —piensa en— peces muertos! ¡Y salamandras!
¡Odias las salamandras! Sin duda, no pienses como prácticamente puedes sentir la
55
mantener una tapa sobre mis emociones en torno a este tipo? La respuesta viene a mí:
él mantiene una tapa tan estricta sobre sus propias emociones que hace que las mías
piquen por escapar—. Es que... es que...
—¿Es que? —Su voz es aprensiva, pero pura y simple. Eso es algo.
—Toda la gente allí se ve tan pequeña. Pequeña gente de juguete con
pequeños problemas de juguete. Cuando estoy allí yo soy uno de ellos, y mis
problemas parecen tan grandes, pero cuando pienso en cómo debo mirarme desde aquí
arriba... —Extiendo mis brazos—. Mis problemas son siempre miniaturas desde el
punto de vista de otra persona.
Frunce el ceño.
—La única cosa que importa es que tan grande son tus problemas para ti.
—No, eso está mal. —Niego con la cabeza—. Hay que tratar de poner las
cosas en perspectiva a veces. Podrías pasar todo el tiempo pensando que tan alto es
algo y que nunca serás capaz de pasar por encima de él, en lugar de darte cuenta de
que simplemente puedes caminar alrededor de él.
Resopla.
—¿Qué?
—¿Te das cuenta de que haces eso? —Pregunta—. Simplemente dejas que
todo en tu cerebro escape por tu boca. Sin importar si te hace parecer estúpida o débil
o...
—¡Soy muy buena en mantener cosas para mí misma, como una cuestión de
hecho!
—Toda la evidencia de lo contrario.
Tiene razón, sin embargo. Con él, dejo que todas mis paredes cuidadosamente
construidas se derritan y caigan a mis pies. Y no sé porque. Me aclaro la garganta.
—Es bueno dejar algunas cosas a veces. No dejas los restos de pollo en la
nevera durante un mes, ¿verdad? Es lo mismo con las emociones. Después de un
tiempo empieza a estar mohoso y viscoso y hacer que toda la otra comida huela raro.
—Si ese es el caso, ¿por qué eres tan buena en mantener las cosas para ti
misma? —Replica.
—Es diferente cuando se dice algo en voz alta que podría hacer que alguien te
ataque… —me detengo.
Él se apoya en la malla de alambre que evita que los turistas caigan en picado
a su muerte, claramente fuera de su zona de confort.
—Yo... sé lo que se siente.
—No, no es cierto.
Frunce el ceño.
—Estoy tratando de ser amable.
57
sabes cómo se siente algo cuando no lo haces. —Presiono mi frente contra la malla y
digo sin rodeos: —No sabes lo que se siente cazar por lo correcto que hay que decir,
sabiendo que si tomas un paso en falso vas a ser golpeado en la cara o alguien va a
atraparte en una cama. Evitar que los hombres se enojen es un arte que todas las
mujeres tienen que aprender. Y es uno en el que soy mejor que la mayoría.
—Tienes razón —dice finalmente—. No sé lo que es eso.
—Gracias.
Se prepara.
—Y lo sien…
Levanto una mano.
—No quiero tu compasión.
—Está bien. —Se queda en silencio por un minuto—. Para alguien que se
supone es buena en evitar que los hombres se enojen, no parece importarte si me
enojas.
—Supongo que eso significa que estoy empezando a confiar en ti, ¿no?—Le
digo, sorprendiéndome.
Él ríe. Su risa establece pequeñas burbujas que estallan en mi piel. Podría
escucharlo reír por el resto de mi vida. Lástima que casi nunca lo hace.
—¿Qué? —Pregunto.
—Solo… —inicia y luego se detiene—. De todos los hombres en el mundo,
me escogiste a mí para confiar.
—Empecé a confiar —corrijo.
Se inclina hacia atrás contra la malla de nuevo y me mira de reojo.
—Te das cuenta de que soy un imbécil notoriamente despiadado que odia a
todos y no tiene reparo en ello.
—Para eso son las lecciones de amabilidad, ¿recuerdas? —Me río y luego
niego con la cabeza—. En realidad, no odias a todos, sin embargo. Puedo decirlo.
—Y sabes eso, ¿cómo? —Se cruza de brazos.
—Conozco el odio real. Lo he visto de cerca y en persona. —Reclino mi frente
hacia atrás, probablemente dejando un patrón cruzado—. A quien realmente odias, no
es a la gente.
—¿Te puedo dar un consejo?
Titubeo. Es la primera vez que deja escapar la tristeza en su rostro.
—Claro.
—No confíes en mí —dice—. Cosas malas pasaron a la última persona que lo
hizo.
58
Página
Capitulo 6
Diario de Cohen, Entrada # 1
La idiota ha exigido que escriba un “diario cruel.” Esta es la primera entrada. Lo que
ella no entiende por completo (además de todo lo demás) es que las cosas estúpidas que hacen los
demás, molestas como son en el momento, no se quedan conmigo. No son lo suficientemente
interesante como para hacer eso. Lo que alguien hace para irritarme durante el almuerzo, lo he
olvidado por completo en la cena.
Excepto ella. Las cosas que hace permanecen en mi cabeza como moscas. No puedo
deshacerme de ella. Incluso cuando estoy trabajando en mi escritorio, algo que dijo flotará en mi
cabeza y zumbará en círculos, negándose a salir.
“Supongo que eso significa que estoy empezando a confiar en ti.”
“En realidad, no odias a todos, sin embargo.”
Sólo confirma lo que ya sabía: es una idiota.
Maldito mi padre y maldito su idiota esquema.
Funciono, sin embargo: LeCrue prácticamente ha accedido a vender la empresa,
esperando que yo conserve esta farsa un poco más. Increíble lo que una novia y la perspectiva de
niños le hace a tu imagen. La idiota es buena, tengo que admitirlo. Si la venta se concreta, sus
honorarios habrán sido una fantástica inversión para los estándares de cualquiera.
Sigue siendo una idiota. Sólo una idiota se atrevería a retarme. Sólo una idiota me
hablaría sin ninguna pretensión, sin adulación, ni miedo. No estoy acostumbrado a ello. Me ha
cogido con la guardia baja y tengo que recordar lo que aprendí hace mucho tiempo: que otras
personas son escoria y es mejor conservar la distancia. Preferiblemente una distancia muy grande
que incluya varias capas de alambre de púas.
Sí, es hermosa de un aspecto decente. No, no me importa. Soy más que mis deseos.
Sucumbir a tales impulsos estúpidos está por debajo de mí, por no mencionar que es peligroso. He
visto lo que el amor le hace a la gente y quiero ninguna parte de ello.
Pregunte por sus “lecciones de amabilidad” en un momento de debilidad. Ella es tan
condenadamente ferviente. Escucharla predicar acerca de cómo cualquiera puede cambiar es casi
para creer. Yo sé mejor, por supuesto. No puedo cambiar. Soy una persona cruel, y empujo a la
gente lejos, y eso es lo mejor.
Voy a seguirle la corriente un poco más, sin embargo. Si sintiera cosas como culpa, me
sentiría culpable de que este obligada a pasar un mes conmigo antes de ser advertida sobre mi
59
disposición. Al menos esto parece divertirla. Es muy fácil de divertir, para alguien que ha visto
todos los peores lados de las personas.
Página
sexo gay? ¿Qué es tan importante que vale la pena el sueño perdido? ¿Está seguro?
Página
Envuelvo el hielo que gotea en una toalla, sosteniéndolo en mi hinchada frente y pego
Página
una sonrisa—. Siento mucho preocuparte, Annabelle. Pero esa es la verdad. Soy
terriblemente torpe, como una cuestión de hecho. Mi…er, querido Cohen nunca jamás
pondría una mano en mí.
Ella me observa fijamente un minuto antes de sonreír. Como alguien que pone
regularmente una sonrisa falsa, puedo decir cuando alguien más lo hace. La suya es
tan chirriante como un viejo balancín. Toma mi muñeca y me atrae de nuevo en la sala
de estar.
—Georgette, cariño. Si eres honesta conmigo, voy a ser honesta contigo. No
pase por causalidad esta noche. Mi visita tiene un propósito.
Bueno, pínchenme los ojos y denme una palmada con un atún.
—No estoy mintiendo —le digo con voz débil.
—Estoy muy contenta de haber decido pasar por aquí. Estaba bastante
dividida por ello, querida. Pero parece que mi advertencia viene un minuto demasiado
tarde. —Niega con la cabeza en lo que yo interpreto parece ser, posiblemente una no
muy gentil forma de satisfacción.
—¿Qué advertencia? —Todo lo que quiero hacer es tomar un Advil, o lo que
sea el equivalente francés, y colapsar en la cama.
—Oh, cariño. —Niega con la cabeza de nuevo, esta vez con lástima—.
Entiendo. Realmente lo hago. Todo ese dinero y poder pueden deslumbrar a una
chica, cuando se está sin una guía adecuada. Y él tiene estilo, también, nadie puede
negarlo. Una terrible combinación. Estoy segura de que te arrepientes de la situación
en la que te encuentras, por ahora, y un poco de reflexión sobre lo anterior podría
servir bien, pero ahora que has llegado a las realizaciones correctas, estoy aquí para
ofrecer una mano amiga.
Jesús. Los ricos pueden hablar en círculos por siempre. Trato y fallo durante
un minuto de encontrar sentido a ese perfumado montón de palabras.
—Lo siento, pero... ¿qué?
—Bueno, vas a romper el compromiso, obviamente —dice ella.
Nunca, nunca golpeare mi cabeza contra nada nunca más. Incluso algo
blando.
—Mira, Annabelle... eh, querida. Agradezco mucho tu preocupación, y me
alegro de haber encontrado una amiga aquí. Pero Cohen no me ha lastimado. Fue mi
torpeza sola. Él ha estado fuera durante la última hora, pregúntale al portero si no me
crees, y mira cómo de fresco es mi moretón. Ni siquiera se ha puesto morado. Me lo
hice justo antes de que entraras. ¿Ves?
Le doy un minuto para examinar la evidencia antes de devolver la bolsa de
hielo en mi frente.
El aliento le deja en un silbido.
—Ya veo. —Se sienta de nuevo. ¿Es eso decepción en los pliegues de su
62
frente?
Página
—Así que… —digo con cuidado—. ¿Voy a preparar un poco de té para ti,
entonces...?
Ella agarra mi mano. Y, para mi sorpresa, exprime una lágrima.
—¿Annabelle? —Cubro su mano con la mía, mi preocupación predominando
la sospecha. Sé lo que significa cuando una mujer va a llorar a otra en medio de la
noche.
—Es sólo que… —solloza—. Estoy tan aliviada, ya ves. Cuando te vi, mi
corazón casi se detuvo. Me sentí tan terrible de que él lo había hecho a otra persona,
después de que yo me había convencido de que no lo haría.
—¿Hecho qué? —Mi corazón se desploma como una piedra.
—No iba a decirte a menos de que fuera absolutamente necesario, pero no veo
ninguna manera de evitarlo ahora —olfatea—. La verdad es que... la verdad es que yo
solía estar con Cohen. Por un corto tiempo, antes de encontrar a mi querido Claude.
Estaba deslumbrada de la misma forma que tú, por supuesto. Para alguien que no
conoce su corazón, el resto de él puede ser... muy seductor.
No lo sabía. Pero incluso ese pensamiento es aplastado por la revelación de
Annabelle. Parece una locura pensarlo, sabiendo lo que sé de Cohen y su desprecio
absoluto por todos, que él alguna vez persiguiera a alguien como Annabelle...
—Luché con mi conciencia después de la cena, cuando nos conocimos. A la
pobre querida parece gustarle mucho, me dije, tal vez ha cambiado. Pero con el tiempo
mi blando corazón ganó y tenía que venir y decirte la verdad. Ya ves... Cohen solía
pegarme, también.
Ella cubre su cara con las dos manos.
El apartamento se rompe, dejándome brevemente suspendida en el espacio
negro antes de armarse de nuevo, pieza por pieza. Pero... hay algo que no está bien
aquí. Mis instintos están cantando. Los sollozos de Annabelle son calculados también,
su historia demasiado hueca. Un ser diminuto se desenrosca en mi pecho y susurra: ella
está mintiendo.
Deja caer las manos.
—Me crees, ¿no?
Y estoy de inmediato disgustada conmigo misma.
Sé casi nada acerca de Cohen. ¿Por qué estoy tan dispuesta a creer lo mejor de
él, y tan rápidamente? La única cosa que sé con certeza es que es un idiota, y esa no es
exactamente una gran defensa.
¿Qué razón tendría Annabelle para mentir?
¿Qué hay de malo en mí, que estoy tan dispuesta a tirar toda una vida de
lecciones duramente ganadas simplemente para esperar que Cohen pudiera ser
diferente?
—Por supuesto que te creo. —Froto su espalda, un anillo de acero entrando en
mi voz—. Las chicas necesitan creerse mutuamente. Lo siento mucho, Annabelle.
63
con ese terrible hombre. —Me echa un vistazo—. Cuando rompas el compromiso, si
no te importa mantener mi pequeña visita y confesión guardada...
—Sí, no voy a decir nada. —Uh-oh. Presiono mi mano en mi pecho, en la
forma en que espero una princesa rica lo haría después de enterarse de que su novio es
una persona terrible—. Esto es sólo... sorprendente. Necesitaré tiempo para procesar...
—¿Pero vas a romper el compromiso? —interrumpe Annabelle. Tiene el ceño
fruncido de alguien tan acostumbrado a conseguir lo que quiere que la mera sugerencia
de que tal vez no lo consiga, sea suficiente para arruinar su día. Y entonces me siento
muy mal por pensar eso, porque ella no está actuando de manera egoísta en absoluto.
Simplemente no quiere que me case con un hombre con ese tipo de maldad en su
corazón.
La clase de maldad que yo había estado tan aliviada de que Cohen no
albergaba.
A pesar de todo, sin embargo, soy una realista de corazón. No voy a tirar todo
ese dinero y mi nueva vida solo para escapar de un mes con el tipo de hombre con el
que voy a pasar toda la vida si tengo que volver a casa.
—Tiempo es todo lo que necesito, Annabelle, la verdad. Necesito tiempo para
pensar. Es sólo que... no puedo creer que estuviera tan equivocada sobre él. —Y
entonces, a pesar de que mi corazón está pesado y actuar es lo último que me apetece
hacer, obligo a salir una lágrima o dos.
Las lágrimas son mentiras, pero las palabras no lo son.
Pensé que tenía instintos en los que podía confiar. Buenos. Perfeccionados.
Y a pesar de su actitud, esos instintos me habían susurrado que Cohen era una
persona amable, en el fondo.
Supongo que no soy tan inteligente como pensaba.
—Pero, ¿no escuchaste lo que te dije? —Annabelle sacude el pelo hacia
atrás—. No puedes soportar ese tipo de cosas. Debes romper con él de inmediato…
—Tiempo —le digo con firmeza, enjugándome una lágrima. Convoco a la
mejor parte de mi corazón—. Gracias, Annabelle. No me puedo imaginar el valor que
debes haber tenido para venir a decirme esto. Y odio enviarte lejos, pero no voy a ser
capaz de pensar realmente acerca de esto hasta que este sola. Lo siento.
Ella me mira fijamente. Por un segundo, se ve casi enojada. Luego se suaviza
a sí misma y se pone de pie.
—Por supuesto cariño. Entiendo perfectamente. Puedes venir a mí con lo que
necesites, quiero que sepas eso.
—Gracias —le digo de nuevo. Esas palabras están empezando a arder en mi
lengua.
Finalmente, ella se va. Me quedo sola. El apartamento parece más grande y
más vacío que nunca antes. La puerta de la habitación de Cohen, todavía cerrada,
ahora parece el párpado cerrado de un monstruo. Un monstruo que no quiero
64
despertar.
Página
No puedo volver a la cama. En lugar de ello, me preparo un baño y me hundo
profundamente en las burbujas, el agua caliente aflojando el concreto que se había
endurecido sobre mis pensamientos. La ira se abre paso.
Ese hijo de puta, prometiendo que no me lastimaría como si la idea misma
fuera aborrecible para él.
Ese hijo de puta, con la mirada de piedad en sus ojos.
Bueno, he aprendido mi lección. No abriré mi corazón a él de nuevo. Fue una
estupidez dejarle ver mi verdadero yo en primer lugar. Voy a ser una capa de hielo
para él, Georgette Montgomery hasta la médula, y el resto de mí lo voy a seguir
encerrando hasta que este maldito mes termine.
No necesito que sea diferente. Él no me importa.
Lloro solamente un poco, agua tibia uniéndose a caliente. Porque a veces una
chica sólo necesita llorar, maldita sea.
65
Página
Capítulo 7
Diario de Cohen, Entrada # 2
Yo mismo he demostrado que tengo razón. Siempre tengo la razón. No sé por qué
esperaba estar equivocado esta vez.
No. No, no me esperaba estar equivocado. Esperaba esto todo el tiempo.
Rae me odia ahora. Ella duró una buena cantidad de tiempo, supongo que debería darle
una medalla. Felicitaciones: Duraste Dos Días Sin Odiar Cohen Ashworth, un Récord
Mundial. No estoy seguro de lo que hice, pero de nuevo, todo lo que hago es por lo general
suficiente.
Llegó a casa, se sentó a desayunar y apenas me habló. Cuando lo hizo, fue con la fresca
voz, educada de su alter ego. Sin charla tonta. Sin bromas desagradables. Sinceramente, me
siento aliviado. No voy a tener que aguantar más sus tonterías molestas.
Ella ha renunciado a las “lecciones de amabilidad.” Al preguntarte al respecto. Dijo:
“No, las tendremos nunca más. Me di cuenta de que tienes razón. La gente como tú no cambia.”
Siempre tengo la razón.
Esto es bueno. Ella me ayudará a conseguir la empresa, y luego se irá. No voy a verla
nunca más. No vamos a hablar y no voy a tener que lidiar con este extraño interés que tengo en
ella.
No más de estas entradas de diario.
Son demasiado deprimentes.
***
Golf.
Cortó para Abominable, Excesiva y Desagradable Diversión para una
persona. Apuesto que el golf ha sido el deporte de ricos de mierda desde el principio
del tiempo. El hombre de las cavernas con la mayoría de pieles de animales,
probablemente pasó sus días tratando de meter piñas en los agujeros de conejo con el
hueso de la pierna de un tigre.
Larga historia corta: el golf es lo peor.
Pero cuando hay cientos de miles de dólares en juego, podría hacer algo
mucho peor que golpear bolitas blancas con un palo. Así que por eso estoy aquí, en un
campo de golf de tres millas fuera de Paris —ni siquiera sabía que jugar golf era algo
66
que hacían en Francia— tratando de golpear una bola en un agujero mientras soy
Página
suelo, haciendo un escándalo tal que si hay gente muerta cerca, definitivamente se
revuelven en sus tumbas.
Página
Vuelvo a mi habitación justo a tiempo, porque justo cuando cierro la puerta,
oigo que abre la suya. Apago la luz rápidamente y miro su figura por la grieta. Cruza a
la cocina y coge la tetera. En la luz de la luna de la enorme ventana, lo veo echar un
vistazo a mi puerta, pero sólo durante un momento. Él pone la pava sobre la encimera
de la cocina. Luego se desploma en una silla y pone su cabeza entre las manos.
Me siento como si estuviera viendo algo íntimo, algo doloroso. Quiero volver
a la cama, pero no puedo. Finalmente se levanta y se va a su habitación, encendiendo
la luz. Minutos más tarde, sale completamente vestido y deja el apartamento, cerrando
la puerta suavemente detrás de él.
Cuando duerme, tiene pesadillas.
Así que, en vez de dormir, se va.
Pero, ¿adónde se va?
Bueno, no voy a averiguar eso esta noche. Cierro la puerta y llevo mi té a mi
cama. Mi celular está en la mesita de noche. No le he enviado un mensaje a Sam en un
par de días. Lo agarro para eso.
Ahora que no tengo a Cohen, él es la única persona con la que puedo ser yo
misma alrededor.
RG: HOLLAAAAAAAAA
Sam: Diablos-no.
RG: Guau reí tanto que me vertí el té caliente y morí de quemaduras de
tercer grado, felicidades por matarme.
Sam: Cómo puedo obtener una medalla
Sam: No, no respondas eso. La hazaña es la recompensa en sí misma.
RG: Ha-ha. La policía está viniendo por ti.
Sam: Para agradecerme, asumo.
RG: Estás un poco raro esta noche.
Sam: Lo siento. Día duro.
Sam: Espera, ¿por qué estoy disculpándome? Eres tú la maníaca que nunca he conocido
quien me manda mensajes de texto sin razón.
RG: No, yo tenía una razón muy específica para textearte.
Sam: ¿Para molestarme?
RG: ¡Para molestarte!
RG: Por Dios envié ese texto justo cuando llegó tu texto. Debes de ser
psíquico.
Sam: Mejor que no-muerto.
71
73
Página
Capítulo 8
A la siguiente mañana, me despierto con el sol derramándose a través de las
cortinas partidas. Por un segundo, cuando abro mis ojos, todo lo que veo es blanco.
Arde limpiamente. Tomo una decisión.
Voy y me siento a la mesa de la cocina, intentando actuar como alguien que
no está sufriendo un ataque nervioso. Me desplazo a través de mi teléfono. Sam nunca
contestó anoche a mis mensajes. Quizá su teléfono se murió.
Cohen no está en casa todavía, y me conformo con una larga espera, pero
apenas pasan cinco minutos antes de que la puerta se abra.
Me levanto de un salto.
―Cohen, necesito hablarte… ¡Jesús! ¿Qué le pasó a tu cara?
―Nada. ―Chasquea mientras cierra la puerta y se da vuelta, pero ya he visto
su ojo negro. Es como si una de sus ojeras se hubiese extendido, para desarrollarse en
un cardenal en la tierna piel entre su párpado y ceja. Hay una raspadura bajo su frente
también, pálida en la piel purpura.
―Eso necesita hielo. Siéntate, lo conseguiré. ―digo.
―Lo siento, no sabía que ahora estaba tomando órdenes de ti. ―Chispea. El
cardenal lo hace más intimidante al espectador medio, pero miro más allá de eso, al
agotamiento.
―Bien, ahora lo haces. ―digo con fría cortesía―. Siéntate. Voy a buscar tu
hielo, y entonces voy a hacerte una taza de té y algo de desayuno. Pareces estar a
punto de desmayarte encima de mí.
Su intensa mirada no se rebaja, pero finalmente toma asiento. Me apresuro en
la cocina, envuelvo un manojo de hielo en una toalla de papel, y pongo el agua a
calentar antes de regresar al comedor. Su labio se curva cuando alzo su pelo para
conseguir una mejor mirada al cardenal, pero él no me aleja.
―Se ve horrible. ―medito, mientras sostengo el hielo en él. Un pequeño siseo
escapa de entre sus dientes por el dolor, pero lo ignoro―. ¿Así que quién fue lo
bastante valiente y/o tonto para tomar un movimiento de ti después de tus
comentarios?
―Alguien que está casi definitivamente en el hospital esta mañana. ― dice.
Por un segundo, mi renovada fe en él se tambalea, pero entonces recuerdo lo
que Sam dijo. Tengo que mantener mi decisión de creer en él.
74
―Aparentemente.
Comemos en silencio durante pocos minutos. Me pregunto si esto es lo que se
sentiría si realmente estuviera comprometida. Tomar el desayuno juntos en un
confortable silencio… nunca lo sabré. La única cosa que uso es el escape matutino.
Si Georgette Montgomery fuese real, ella sería una muchacha afortunada.
Pero no lo es. Y tengo que recordar eso.
Termino de comer y me pongo de pie.
―Bien. Estamos retrasados en las lecciones de amabilidad y tenemos que
ponernos al día. Sólo estaré aquí por un mes y el reloj está corriendo.
―¿Qué planeas para hoy? ¿Alguien me quitara las uñas una por una y se
supone que debo felicitarla por su vestuario?
Pero su tono realmente no es demasiado áspero como de costumbre. Si no
fuera un idiota, diría que estaba escondiendo su alegría.
―Hoy, ―anuncio―, vamos a ir a las catacumbas. Sí, otra interesante cosa del
turismo parisiense que estoy segura que no has hecho todavía.
Se apoya atrás.
―Estoy empezando a sospechar que estas usando estas lecciones de
amabilidad como una excusa para cubrir todos los típicos lugares turísticos.
―Estoy ofendida. Profundamente, extremadamente ofendida. Intento
duramente mejorar tu actitud y me lo pagas siendo un idiota. ―sorbo por mi nariz―.
¿Puedo ayudarte si sucede que te molesta la gente ruidosa y lugares atestados y eso
justo pasa a ser una descripción de todos los lugares divertidos en París?
―¿Segura que quieres ir a las catacumbas, de todos los lugares? Comprendes
que es un túnel oscuro lleno de cráneos humanos.
Pestañeo.
―¿Eso es lo que es?
Resopla.
―¿Qué? Todo lo que se sobre ellas es que es una cosa que muchas personas
vienen a ver en París, por lo que solo supuse que sería divertido.
―Las cosas a las que las grandes muchedumbres de personas les gusta hacer
son raramente divertidas.
―Ahora nosotros definitivamente estamos haciéndolo, si sólo porque eres un
enorme aguafiestas. ―Agarro su plato―. Vístete. Nos vamos ahora.
―¿Ahora? Estaba planeando en lograr algún trabajo hecho.
―Si quisieras conseguir algún trabajo hecho hoy, no deberías de haber estado
fuera toda la noche. Vamos ir a mirar algunos cráneos te guste o no. Llama a tu
misterioso chófer.
77
8
Cadera-trasero, en realidad debería decir modernos-traseros, como estaba antes. Pero en la traducción se pierde el
chiste, ella se refiere a “hip-ass”, hip puede ser moderno o cadera.
delante de ellos tomar una respiración entre los gritos. Treinta segundos son hasta
ahora su registro. Su capacidad pulmonar es bastante impresionante. Él debe ir por
natación competitiva. Aunque, para ser justos, si yo tuviera siete años y mis padres
estuviesen arrastrándome a un túnel subterráneo lleno de esqueletos humanos, yo
probablemente tiraría también una rabieta.
Eventualmente nos ordenamos en un tour de paseo. El líder de nuestro grupo,
es una joven mujer con frenillos y una mueca entusiasta más de acuerdo con una
orientación para un campamento de verano que vamos-todos-a-caminar-dentro-en-
una-tumba-masiva, y nos guía. Anochece, nuestro camino encendido con lámparas,
mientras la muchacha del campamento-de-verano relata primero en francés y luego en
inglés acentuado la terrible historia del lugar.
―¿Piensas que hay fantasmas aquí? ―susurro a Cohen, quedándome un poco
más cerca de él de lo necesario.
―¿Eres una idiota? Claro que hay fantasmas aquí abajo. ―Levanta una ceja a
mí.
―¿Quieres detener a esa cosa de levantarse en los momentos inadecuados?
―chasqueo.
La mujer delante de nosotros echa una mirada asustada a la entrepierna de
Cohen. Él mira hacia abajo.
―No, ¡no eso! ―ruedo mis ojos―. Que los tipos tengan erecciones es
inevitable. Quise decir tu ceja.
La mujer detrás de nosotros sólo parece más escandalizada. La ceja de Cohen
se dispara arriba.
―Oh, venga, conoces la línea de trabajo en la que estoy. ―cruzo mis
brazos―. No puedes esperar que vaya todo rubor-rubor sobre una pequeña
insinuación.
―Cierto. ―dice―. Aunque no puedo evitar pero preguntarme que podría
hacer para hacerte ruborizar.
Y entonces lo averigua, porque me ruborizo.
Como una desequilibrada colegiala.
¿Qué infiernos?
¿Y qué fue eso? ¿Está viniendo por mí? ¿Yo quiero que él venga por mí? Sí,
grita cada parte debajo de mi cintura. No, grita mi cabeza. Tengo un cliente que no
está exigiendo esa parte de mí finalmente. Quién está interesado, Dios solo sabe por
qué, en mi cerebro. Debo de estar saltando de alegría. Definitivamente,
definitivamente no debería encenderme en un túnel literalmente hecho de cráneos.
―Como ustedes verán, señores, señoras, y señoritas, estamos llegando a la
parte dónde casi cada pared está compuesta de cráneos embutidos...
79
Página
Diez bajilliones9 de cráneos, y todos están juzgándome. Me muevo poco a
poco más cerca de Cohen y tropiezo con su muslo. Sorprendentemente, él no dice
cuidado o el espacio personal es importante, para tu información.
Solo me permite apoyarme en él.
―¿Poniéndote un poco asustada? ―susurra.
―¡No! ―disparo en respuesta―. ¿Yo? Asustada de... ¿qué? ¿Esqueletos? Hay
un esqueleto ahora mismo dentro de mí y no estoy asustada por eso. Quiero decir,
realmente estoy fascinada. Mira eso, ése fabuloso cráneo que justo está allí, ese es.... el
más lindo, emm…, agrietado por encima de su…
Cohen inclina su cabeza, confundido.
―Acaba de moverse para mirarte.
―No lo hizo.
―Lo hizo. No sé por qué piensas que mentiría sobre algo así.
Racionalmente, sé que el cráneo no se volvió a mirarme simplemente. Sé eso.
Y todavía luce como el tipo de cráneo que tiraría esa mierda exactamente. Una
sarcástica inclinación en los agujeros de los ojos, una mandíbula torcida. El fulano
probablemente era un maldito payaso cuando estuvo vivo. O un mal bufón de la corte.
La exactitud histórica es importante.
―¿Oh, viste eso? ―Cohen apunta a un cráneo aleatorio―. Juraría que ese
acaba de sonreír abiertamente a ti.
―¡Los cráneos no pueden sonreír abiertamente! ―gimo―. ¡No tienen labios!
Una señora mayor me calla, pero estoy muy y verdaderamente alterada. Hay
una razón por la que la única película de horror que he llegado a ver hasta el final es
Casper el fantasma amigable, y si me preguntan, no hay nada amistoso cuando se trata
de un no-muerto y luce como una sábana flotante con dos ojos que producen
escalofríos. Así como de niña, odié truco-o-trato debido a todas las telas de arañas de
arbusto en arbusto y las muñecas de brujas que hacían balancear en el aire del porche
del frente de mi vecino.
Cierro mis ojos.
―Vas a tropezar si haces eso. ―Me informa Cohen.
―Eso está bien. Es mejor que tener un concurso de miradas con un millón de
personas muertas. ¡Eww!
Tropiezo y tropiezo. Una mano calurosa agarra la mía y me salva.
―Dime que ésa es tu mano y no la de un zombi. ―digo.
―Sin promesas.
Espío para verificar. Lo es, es su mano.
80
Página
9
Bajillion, un número extremadamente grande (utilizado para dar énfasis).
―Podrías ser un zombi muy rápido que es muy bueno fingiendo, que cambio
a Cohen por un zombi vestido como Cohen mientras yo tenía mis ojos cerrados.
―digo.
―Estupendo. Deducción inteligente. El jefe supremo de los zombis no tiene
nada por ti.
―Deja ir mi mano y ¡regresa a The walking dead-ow!
―Si vas a caminar con tus ojos cerrados, vas a sostener mi mano. A menos
que quieras pasear cara a cara con un cráneo. Lo que casi hiciste.
―Urgh. ―gimo―. Bien, zombi secuaz. Puedes guiarme esta vez. Pero si
decides comer mi cerebro, serás despedido inmediatamente.
Su agarre se aprieta.
―¿Cómo me pagarás?
Es imposible decir por su tono si está coqueteando. Quiero abrir mis ojos y
verificarlo, pero sé que la sobria máscara no me ayudaría mucho. Aunque estoy
empezando a aprender las ligeras excentricidades en su expresión, además de la ceja.
La manera en que la esquina de su boca se vuelve cuando es presumido. La manera en
que su frente se frunce cuando está disgustado.
―Te pagaré continuando agraciándote con mi asombrosa presencia.
―Por lo que ya estoy pagando con frío, dinero en efectivo.
―Correcto.
Seguimos caminando, nuestras manos atadas juntas. Es una experiencia
interesante, estar de la mano con Cohen, aun cuando es por un propósito
completamente práctico. Es como si su mano fuese un cerco eléctrico y de vez en
cuando, una carga silba a través de mí. Cuando su dedo pulgar cepilla la parte de atrás
de mi mano. Cuando su dedo índice anida en mi nudillo.
―¿Por qué sigues saltando así? ―me pregunta―. ¿Esto no está haciéndolo
menos aterrador?
―Estoy de la mano con la cosa más atemorizante aquí.
―Ja ja. Eres tremendamente graciosa.
―Gracias. ―digo, con mis ojos todavía cerrados, poniéndome a punto con la
guía de turismo y enfocada en el tono de metal fundido de la voz de Cohen―. No. Es
solo raro, esto. Nunca lo he hecho antes.
―¿Tomarse de las manos? ―pregunta.
―Sí. Lo sé, probablemente parece raro. Pero no hay mucha llamada para esto
en mi profesión. Las manos generalmente no son lo que mis clientes quieren que esté
tocando.
Se estremece.
81
RG: Pero creo que estoy empezando a hacer un amigo. TAL VEZ.
Página
Sam: ¿Quién?
RG: El chico idiota.
Sam: ¿Lo consideras un amigo?
RG: Un tal vez-amigo.
RG: Solo... siento que puedo hablar con él sobre cosas.
RG: Es extraño.
Sam: Parece serlo.
RG: De todos modos, tengo que ir a hablar con esta mujer ahora. *Respira
profundo*
RG: Y no lo decía en serio cuando dije que eras un medio amigo. Eres todo
un amigo.
RG: Eso es todo. Adiós.
—¿Decidir por tu cuenta? —Se ríe—. ¿Qué hay que decidir? Lo conoces desde
hace algún tiempo, ya sabes cómo es. Todo el mundo sabe cómo es. Lo dije en serio
cuando te aconseje no deslumbrarte por el dinero y el aspecto, cariño. Estuve allí una
vez. Y llegué a la misma conclusión que tu deberías. Sólo pensé que un pequeño y
llamativo detalle podría impulsar la acción más rápido.
—¿Un pequeño y llamativo detalle? ¡Me dijiste que abusó de ti!
—Si él no ha llegado a golpear a nadie todavía, estoy segura de que lo hará. Es
una bomba de tiempo de destrucción, una que…
—¡Él no es así! —Grito.
—¿No lo es? ¿Qué tan bien realmente lo conoces? No estás casada todavía,
cariño.
Abro la boca y la cierro. A pesar de que no puede saberlo, ha golpeado un
buen punto. Sé muy poco de él.
—Eres tan leal —dice—, tan rápidamente.
—No soy leal, solo...
—¿Eso no es lealtad? ¿Salir en su defensa de esa manera? Te tiene envuelta
alrededor de su dedo y estoy muy interesada en la forma en que sucedió. Nadie más ha
sido capaz de tolerarlo antes.
Nadie más. Eso debería hacer que me disguste, más, supongo, pero lo único
que hace es que me preocupe. Debe haber estado solo todo ese tiempo.
Pero me sacudo esos pensamientos. Sus motivos son cada vez menos borrosos
por segundo. Recuerdo lo que me dijo Cohen.
—Quieres la empresa del Sr. LeCrue —digo lentamente.
—¡No, en absoluto! Más que nada, quiero tu felicidad y seguridad. Nosotras
las chicas debemos permanecer unidas. —Me guiña el ojo, y ese carisma, esa sensación
de que tenemos un secreto especial que el resto del mundo no conoce, me sobrepasa
por un segundo. Luego se inclina hacia atrás y tira del brazo sobre su cabeza sin
cuidado—. Cohen quemaría esa compañía hasta el suelo en medio segundo. Es una
ruina, cariño. Es sólo cuestión de tiempo hasta que se autodestruya y se lleve consigo
todo, y a todos cercanos a él en su caída. Lo ha hecho antes. Es notoriamente
inestable…
—Ni siquiera lo conoces —gruño.
¿Por qué estoy tan a la defensiva?
—Lo conozco desde hace mucho más tiempo, querida. Además, merezco el
control de la compañía más que él. ¿Qué ha hecho por ella? Me casé con esa pequeña
comadreja de hombre porque pensé que la heredaría en poco tiempo, y ahora el padre
está hablando de venderla. Es una tontería, puras fruslerías.
—¿Te refieres a Claude? —Supongo que eso explica cómo una mujer tan
hermosa terminó con un hombre con serias carencias en el departamento de la barbilla.
87
—Por supuesto que me refiero a Claude. ¿Estoy casada con otra pequeña
comadreja? Si lo estoy, házmelo saber y voy a llamar a un exterminador.
Página
Lo más extraño es que me estoy acostumbrando a esto. Los muebles caros, las
Página
ropas caras. Estoy asentándome a esto como a una cama nueva. Pero no debería
acostumbrarme demasiado a ello. Después de todo, en cuestión de semanas, voy a
estar pasando a algo nuevo. Una vida mejor que la antigua de Rae, pero no tan buena
como la de Georgette.
Y eso está bien. Toda una vida como la de Georgette no sería justo para mí.
No debería acostumbrarme a él, tampoco.
Incluso si comenzó a felicitar mi cocina, tímidamente al principio, como si no
estuviera acostumbrado a decir cosas buenas acerca de alguien, y luego con tanto
entusiasmo que me doy cuenta de lo mucho que lo ha disfrutado todo el tiempo. A
pesar de que mi corazón ha empezado a hacer un pequeño salto de felicidad cada vez
que entra en la mañana, tan agotado por sus últimas noches en vela que he decidido no
preguntar. Incluso si ayer cuando entré en la sala de estar lo atrape durmiendo en el
sofá, toda la dureza derretida de sus rasgos, por una vez, dejándolo tranquilo y
hermoso y...
Esto se está poniendo ridículo.
—Esto es ridículo —dice, sorprendiéndome de mí ensueño. Estamos
comiendo un almuerzo de café y salmón curado en sándwiches de baguette.
—¿Qué es? —Pregunto.
—Estas lecciones de amabilidad. —Señala el itinerario que he escrito para él—
. Hoy se supone que debemos ir al paseo que infortuna la tierra.
Busco en mi cerebro lo que tal vez he formulado. Oh sí.
—¿Te refieres a la noria?
Se queja.
—Bueno, mira lo que tú anotaste de cosas que te molestan. —Llego a través
de la mesa y paso la página del cuaderno—. Comercialismo, romance ñoño, clichés...
No puedo pensar en nada que encarne esas cosas más que tomar un paseo en la gran
rueda de la fortuna en el Día de San Valentín.
Parpadea. Es casi lindo.
—¿Hoy es Día de San Valentín?
Me río.
—Estamos en París el Día de San Valentín, ¿y no has notado todos los
corazones y las rosas que adornan cada posible superficie?
—Los hábitos de decoración de la gente por lo general me horrorizan. No
puedo molestarme en prestar atención cuando son un poco más estridentes de lo
normal. —Se encoge de hombros, y luego me observa de reojo. Hay algo aprensivo en
su expresión.
—¿Qué?
—No estás... esperando nada, ¿verdad? —pregunta.
90
Sonrío.
Página
—Bien. Porque la rueda de la fortuna no es todo lo que tengo planeado para
hoy. Vamos a un gran espectáculo del Día de San Valentín.
Comienza a gemir, pero no tiene tiempo para terminar, porque ya lo estoy
arrastrando hacia la puerta.
El coche está esperando en la acera. Instruyo a Geoff para ir a la sala de cine
más cercana. Hay una proyección de romance americano, con subtítulos en francés.
Cuando Cohen oye a donde vamos, se inclina hacia delante para interceptar al
conductor.
—Cancela eso. No vamos a ir a ver una estúpida película romántica a cuyos
escritores probablemente se les ocurrió la trama en un generador en línea.
—¡Sí vamos! Cancela su cancelación, Geoff.
Personalmente, estoy muy satisfecha cuando Geoff, de hecho, nos lleva a la
sala de cine.
Esperaba que ir a verla temprano en el día redujera la multitud, pero la
población aproximada de París, y, posiblemente, de Londres y Berlín también, está
lleno en el teatro. Cohen y yo tenemos que cortar nuestro camino a través de un
centenar de parejas besándose para asegurar los asientos en la parte trasera.
—¡Fuera del camino! —grita a dos personas que tienen las rodillas extendidas
en el pasillo. Ellos entienden lo suficiente de inglés para lucir ofendidos.
Me estiro y lo pellizco en la mejilla. Salta lejos. La chica de la pareja se ríe
nerviosamente.
—Incorrecto. Inténtalo de nuevo.
Él frunce el ceño tan intensamente que creo una bombilla sobrecargada acaba
de estallar.
—Por favor, disculpe.
Nos deslizamos e instalamos en nuestros asientos, entre un tipo de unas-
trescientas-libras —no ves muchos de esos en Francia— haciendo dulce amor a un
cubo de palomitas de maíz y una pareja universitaria cerca de dos pulgadas de
distancia de hacer dulce amor real.
—Deja de parecer como si estuvieras a punto de matar a alguien —le susurro a
Cohen—. ¡Esto es romántico!
—Esto es el infierno —corrige. Suspiro y lo ignoro.
La película comienza. En realidad es una muy buena idea. Es un romance de
verano, un Romeo y Julieta modernizado con un príncipe y un giro común, con una
chica quedándose en un lujoso lugar de veraneo y enamorándose del chico que limpia
en el restaurante local. Desde el principio, sabes que nunca va a durar. La chica va a
volver a la escuela preparatoria de lujo y caer por un chico de fraternidad con un fondo
fiduciario, y él va a quedarse donde está para siempre, levantando diferentes bolsas de
92
Es bastante difícil disfrutar, ya que Cohen está sentado a mi lado en una nube
de descontento, señalando cada agujero en la trama y cada error de los actores.
—Ese idiota es horrible en ocultar su acento inglés. ¿Notas cómo se convierte
en británico cada pocos minutos? Y la trama secundaria con la hermana pequeña es
absolutamente absurda, todo el mundo sabe que ella realmente puede hablar y sólo
está esperando el momento más conmovedor.
La pareja junto a nosotros se separa con un sonido como una sanguijuela al
ser despegada, y uno de ellos nos hace callar.
—Tal vez debería callar a alguien en otra ocasión, cuando no haya estado
intercambiando fluidos corporales a un volumen ensordecedor durante la última hora
—espeta Cohen.
Agarro la parte delantera de su camisa y lo vuelvo hacia mí.
—Si consigues que nos saquen de una película romántica el día de San
Valentín, en realidad voy a matarte.
Justo en ese momento, cuando la heroína está observando melancólicamente
el mar y tratando de convencerse a sí misma a través de un torpe diálogo interno—oh
Dios, Cohen está adhiriéndose a mí— que a ella en realidad no le gusta el héroe casi
nada, y que probablemente está mejor sin él, la adorable y pequeña hermana
interviene, diciendo el nombre del chico como su primera palabra.
Cohen me da una mirada para decir “te lo dije”. Ruedo los ojos tan lejos en
mi cabeza como es posible. Ese idiota.
El final es inesperadamente triste, sin embargo. La chica vuelve a su escuela,
sin ni siquiera darle al chico su número de teléfono, y el chico termina lanzando un
dibujo que hizo de ella en el océano. La última toma es del dibujo hundiéndose en el
agua. Entonces las luces se apagan y las personas que no estaban demasiado ocupadas
besándose para seguir la trama empiezan a refunfuñar. Me uno.
—¡Eso fue ridículo! —Me quejo a la salida del teatro—. Toda la película, te
hacen pensar que algo muy romántico va a pasar al final, así que van a quedar juntos.
Y luego resulta que realmente era sólo una aventura después de todo. ¡Qué estúpida
película de Día de San Valentín!
—Habría sido aún más estúpida si permanecieran juntos —señala Cohen,
enviando mensajes de texto a alguien mientras habla, presumiblemente Geoff—. Así es
como funciona la vida. La gente toma cualquier placer que puede conseguir del otro,
mientras que es conveniente, y tan pronto como deja de serlo, se acabó. A las personas
les gusta parlotear sobre el amor desinteresado, cuando en realidad el amor egoísta es
el único que existe. El amor es sólo gente chupando cosas del otro como vampiros.
No puedo evitarlo.
—Ese no es el único tipo de chupar involucrado.
Hay un momento de silencio. Espero que me lance una expresión de absoluta
repugnancia... no una mirada vagamente interesada. Y ahora mi mente está atrapada
en chupar y no sigue adelante. Me aclaro la garganta.
93
asquerosamente pesimista.
—¿Hay reglas para el día de San Valentín? —pregunta con sarcasmo.
—Sí. Liarse con gente. Y... cada chica recibe una rosa, al parecer. —Miro
alrededor para confirmarlo. He visto a un par de chicas con rosas, pero ahora que toco
el tema, parece que casi todas las chicas están agarrando una brillante flor roja
recortada y libre de espinas—. ¿Todos van a la misma fiesta o algo así?
—Es una cosa de París —explica Cohen a medida que dejamos el teatro y
volvemos a montar nuestro leal corcel… er, subir en el coche esperando por nosotros
en la acera—. Vas a ver un montón de oportunistas vendiendo flores en cada esquina.
Empiezo a reír.
—¿Qué? —pregunta cuando el coche arranca.
—Nada. Me estaba preguntando por qué todas esas chicas llevaban rosas, y
ahora lo sé. Es como una insignia de honor. Las chicas con rosas hoy son las
afortunadas. Todas se ven tan presumidas por ello. Parece bastante tonto.
—Estamos de acuerdo en algo por una vez —dice Cohen, volviéndose hacia la
ventana.
Nos detenemos para tomar el almuerzo en un café. Es febrero y frío, pero los
cafés en París tienen lámparas de calor que sobresalen, proyectando de modo que la
gente puede sentarse afuera incluso cuando es lluvioso y frío. Cohen y yo ordenamos
dos diminutos expresos que vienen equipados con dos pequeños corazones de espuma
en cada uno. Cohen sorbe el suyo de inmediato y lo destruye. Me gusta tanto la
ternura del corazón que, sin querer arruinarlo, espero demasiado tiempo para beberlo.
—¡Está frío! —grito.
—¿Qué suponías cuando esperaste quince minutos para empezar a beberlo? —
dice.
Golpeo su hombro ligeramente, entonces corro adentro y compro dos éclairs10.
Están corriendo un especial de día de San Valentín de dos éclairs-por-el-precio-de-uno.
Llevo la caja de regreso a la mesa y chillo cuando la abro. Cada éclair tiene la mitad de
un corazón.
—Me niego a comer algo tan sentimental —dice Cohen.
—Bebiste el corazón del café —señalo.
—Suficientemente justo.
Estudio los éclairs.
—Vamos a tener que hacer esto bien y comerlos al mismo tiempo. No quiero
que la mitad de un corazón quede solo. Eso es deprimente.
—Ahórratelo —dice Cohen, tratando de alcanzar uno de los éclairs y tomando
un gran bocado. Lloro y agarro el otro, metiéndolo en mi boca para mantener el ritmo
de Cohen, que come mucho más rápido que yo. Al final, él se ve perfectamente normal
y yo tengo mejillas de ardilla.
94
10
Éclairs: pastelito individual relleno de crema
—¡Ffffnnkkoo!
—¿Qué fue eso?
—Vete a la mierda —me las arreglo para decir, salpicando migajas sobre la
mesa.
Él ríe. Y luego, como siempre lo hace cuando esto sucede, el sol sale y brilla
un poco más brillante.
Qué idiota.
Pasamos el resto del día deambulando. O más bien, me paso el resto del día
deambulando y arrastrando a Cohen detrás de mí. París el Día de San Valentín es una
cosa muy guay. La mayoría de las tiendas tienen exposiciones especiales en las
ventanas, y tengo que detenerme para admirar cada uno.
—Sabes, si quieres algo de allí, todo lo que tienes que hacer es preguntar —
señala Cohen. Él está de pie detrás de mí con los brazos cruzados mientras yo me
maravillo de una falda de tul blanco con una pretina de encaje.
—¡No! —Disparo de regreso—. No necesito tu caridad.
—Ya técnicamente te compré un montón de ropa cuando te fuiste de compras
con Renard.
—Eso es diferente. Necesitaba eso para el trabajo para el que me contrataste.
Para ser Georgette. No quiero que compres cosas para mí sólo porque yo quiero. Eres
mi cliente, después de todo.
—Cliente —repite, como si hubiera olvidado por un momento lo que
significaba la palabra—. Claro.
Cliente. Cliente cliente cliente cliente cliente. Es una palabra importante, que
debería recordar.
Un mes. Sólo tres semanas quedan ahora. Más palabras importantes.
Después de una sólida cantidad de vagar alrededor, en la que Cohen se queja
verbalmente sobre el romance que viene de todos lados y yo noto que todas las chicas,
excepto yo siguen teniendo una rosa —un hecho que sin duda no me importa para
nada— mí estómago gruñe. Bajo la mirada.
—Mierda. ¿Dónde vamos a ir a cenar? Cada restaurante en París es
probablemente una escena de la mafia.
—No McDonald’s —dice Cohen.
Lo observo boquiabierta. Hay algo fundamentalmente malo en ir a
McDonald’s para cenar el día de San Valentín, incluso si no es una cita real.
—Me sorprende que te dignes a comer en McDonald’s.
—Fue una broma. —Me sonríe—. Hice reservas.
95
11
Ramen: Es la versión japonesa de la sopa de fideos chinos.
Cohen jala a un camarero a un lado y al parecer ordena vino en francés,
porque unos pocos minutos más tarde, él regresa con dos copas de cristal llenas de
líquido color rojo rubí y una botella.
—Bebe —ordena Cohen cuando el camarero pone una en frente de mí.
Lo levanto a mis labios.
—No, así no. Debes olerlo primero. Agita y observa la forma en que se reduce
en los lados. Toma un pequeño sorbo y deja que llene tu boca antes de tragar.
Hago lo que dice. Huele como moras y grosellas, y cuando tomo mi pequeño
sorbo, los sabores crecen en mi boca y se expanden como un bouquet floreciendo.
Cierro los ojos.
—Bueno, ¿no es así?
Abro los ojos. Cohen me está observando con atención, una pequeña sonrisa
inconsciente en los labios, como si estuviera disfrutando de la vista de mí placer y ni
siquiera se diera cuenta.
—Es delicioso.
—Me alegro. Vale cien euros la botella.
Estuve a punto de escupir mi segundo sorbo de vino por toda la mesa. Es una
buena cosa que no lo hago, ya que esa bocanada llena aparentemente vale un dineral.
—¿Por qué alguien pagaría tanto por una bebida? ¿Cómo alguien puede cobrar
tanto por una bebida?
—No hay razón para tener estúpidamente grandes cantidades de dinero a
menos que tengas cosas igualmente estúpidas para gastarlo. —Él bebe su vino, aunque
el disfrute en su cara parece decir que no cree que todo es tan estúpido—. Hay mundos
que atienden sólo a las personas absurdamente ricas. Negocios enteros. Divierte a
gente como mi padre lanzar cientos de miles de dólares el uno al otro por una
salpicadura de pintura sobre un lienzo o una piedra poco común, o una botella de
vino.
Dejo mi copa a un lado.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Pregunta —dice—. Me encantaría ser distraído de la nauseabunda
atmósfera aquí.
—Dejando de lado el hecho de que eres el-Grinch-del-día-de-San-Valentín...
está bien. Pareces estar muy enfermo de tu padre y bastante crítico de toda la gente-
con-mas-dinero-que-sentido-común. Sin embargo, hacer toneladas de dinero parece ser
tu principal objetivo de vida. ¿Porque es eso? Podrías deshacerte de esto. Olvidarte de
esa compañía de LeCrue. Ser un artista o un poeta o algo así. Escribe poemas sobre lo
mucho que odias a la gente.
Pone los ojos en blanco.
97
Página
—Bien. O pinta sobre lo mucho que odias a la gente. Estos extraños diseños
donde tienes que interpretar todo y una mancha azul simboliza algo sobre la infancia
del artista o lo que sea. Ni siquiera tienes que ser bueno pintando.
—Esa no es la forma en que las mujeres que conozco por lo general hablan del
arte moderno.
Le doy una sonrisa torcida.
—Hay un montón de cosas sobre mí que son diferentes de las otras mujeres
que conoces, me imagino.
—Créeme, me he dado cuenta.
La forma en que lo dice debe ser despectiva, pero de alguna manera no lo es.
Lo dice con un tipo de interés no intencional, como si estuviera fascinado por mí y
apenas ha conseguido ocultarlo tanto tiempo.
—Para responder a tu pregunta —dice—. No me importa el dinero.
—Pensé que todo el mundo se preocupaba por el dinero.
—Me parece una cosa bastante aburrida por la que preocuparse, en mi
opinión.
—Entonces, ¿qué te importa?
Quise decirlo sólo en el contexto de su trabajo, pero sale como si estuviera
pidiendo algo más amplio. Modifico a toda prisa.
—Trabajas mucho, quiero decir. Todos esos papeles. ¿Para qué se supone que
son? Y si dices algo desagradable y cliché como poder o control, voy a lanzar este vino
en tu cara.
—Ese vino es demasiado caro para lanzarlo en la cara de nadie.
—¿No se supone que es grosero hablar de lo caro que es algo que compraste
para alguien?
—Grosero para otras personas —dice—. Las reglas no se aplican a ti.
Me enfado.
—¿Qué, no soy lo suficientemente buena para tus presumidos modales de
persona-rica?
—No —dice—. Eres demasiado inteligente para ellos.
No estoy acostumbrada a ser llamada inteligente. No es una palabra que se
aplique típicamente a un desertor de la escuela secundaria. La palabra se ilumina y
chispea dentro de mí, y me deja momentáneamente sin aliento antes de conseguir un
agarre.
—No cambies el tema.
—¿Quieres saber por qué me molesto? —pregunta.
98
—Sí.
Página
—No lo sé.
—Esa es una excusa.
—Es una respuesta verdadera. —Levanta la vista a la centelleante araña por
encima de nosotros—. Supongo porque es lo que se espera de mí. Hay una razón para
que las personas nacidas en familias adineradas suelan permanecer de esa manera.
—Es curioso. Siempre pensé que eran fideicomisos y herencias.
Sonríe con ironía.
—Eso es una gran parte de ello. Pero una parte igual de grande es la forma en
que estamos entrenados. Aprendemos a esperar extravagancia, a conformarnos con
nada menos, a valorar el dinero por encima de todo. Supongo que eso es por qué la
mayoría de nosotros somos imbéciles.
Me río.
—Eres probablemente el hombre rico más gilipollas y consciente de sí mismo
que jamás he conocido.
—Oh, soy muy auto consciente —dice—. Sé exactamente qué clase de
persona soy.
Esto está alejándose demasiado de lo divertido y acercándose peligrosamente
a deprimente. Pero un tipo como él no puede tener una baja autoestima, ¿verdad?
Probablemente ha tenido gente adulándolo y diciéndole el rico y perfecto mocoso que
era toda su vida.
—Así que haces todo este trabajo con gente que odias para hacer dinero que
no te importa.
—Más o menos —dice.
—Eso suena como una manera de mierda para vivir.
—¿Qué propondrías tú?
—Yo... ugh, no puedo pensar en una manera de decir esto sin sonar como un
libro de auto-ayuda. Oh, bueno. Te propongo que encuentres lo que te apasiona y
hacerlo en su lugar.
—¿Te refieres a seguir mi secreto, el ardiente deseo de salpicar un poco de
pintura en un pedazo de tela y cobrar un millón de dólares por ello? —Sonríe—. Es
cierto que probablemente sería una manera más fácil de hacer dinero que lo que estoy
haciendo ahora.
—¡Lo digo en serio! ¡Y el punto entero de algo que te apasiona es que no se
trata del dinero! ¿Qué es lo que te importa, Cohen, en un sentido que no tiene que ver
con el trabajo? Vamos a empezar por ahí.
Se encoge de hombros.
—Eso no es útil. —Estoy empezando a molestarme. Esto siempre parece
suceder.
99
—Todo el mundo se interesa por algo. ¿Que hace que se eleva tu corazón?
Recoger flores, acariciar cachorros...
—Sí, Rae —dice él, con un tono cargado de sarcasmo—. Acariciar cachorros
hace que mi corazón se eleve.
Afortunadamente, el camarero elige ese momento para volver con platos de
camarones chamuscados y una ensalada de frambuesa. Aperitivos. Pongo un camarón
en mi boca y utilizo el tiempo que se necesita para masticar para aclarar mis
pensamientos.
—Lo formulé mal —le digo—. Vamos. Si no encuentras tu pasión, tu vida
solo será…
Empieza a reír, aunque tengo la sensación de que trató de suprimirlo.
—¿Qué? —Exijo.
—Una chica que se gana la vida en las calles de Los Ángeles me está dando
una conferencia sobre la búsqueda de mi pasión con la boca llena.
—Lo siento, nunca fui a una escuela snob de modales para ricos imbéciles. —
Trago saliva—. No te voy a dejar salir tan fácil. ¿Cuáles son tus aficiones?
—Dudo que mis aficiones se traducirían muy bien en una ocupación basada
en la pasión.
Se está guardando algo. Trato de pensar si lo he visto hacer algo que pueda ser
constituido como recreativo, pero las únicas veces que soy consciente de que no está
trabajando o discutiendo conmigo es cuando se escapa por la noche. Abro la boca para
preguntar y luego lo pienso mejor. Sus paseos nocturnos son algo que ninguno de
nosotros ha mencionado, como un raro agujero negro en nuestra relación. Él debe
saber que yo lo sé, pero he esperado tanto tiempo para tocar el tema que mencionarlo
ahora se siente como romper un código tácito.
—Como estaba diciendo antes de ser tan groseramente interrumpida —digo—
, si no encuentras tu pasión, tu vida va a ser sólo un gran montón de sandeces.
—Mi vida ya era un gran montón de sandeces. —Abre un camarón con el
tenedor.
—¿Era? —El uso del pasado es alentador, si confuso.
—Bien. —Come el camarón y toma una marcada cantidad de tiempo para
masticar y tragar antes de continuar—. Ha sido un poco más interesante desde que
llegaste a ella.
No tengo ni idea de qué decir a eso, así que cómo un poco de ensalada en su
lugar. ¿Desde que llegué a ella? Trato de desterrar el resplandor que siento con sus
palabras. Él sólo quiere decir todas las discusiones, las extrañas lecciones de
amabilidad. El hecho de que evito que se aburra, no significa que tenga algo que ver
con la búsqueda de su pasión. Definitivamente no quiere decir que soy su pasión.
Bueno, eso era tan obvio que no debería siquiera haber sentido la necesidad de
hablar de ello.
100
—Estoy muy feliz de que me encuentres entretenida, pero sólo estoy aquí por
tres semanas más —le recuerdo. ¿Es mi imaginación o eso oscurece su expresión?—.
Página
Me sentiría mejor si supiera que al irme no te hundirás inmediatamente de nuevo en
una gran pila asquerosa de sandeces.
—Esto es lo que siempre pensé de tu tipo —dice, y estoy inmediatamente
irritada cuando me doy cuenta de que quiere decir la gente pobre—. Te enseñaron de
manera diferente a nosotros. Te enseñaron a cuidar más de la vida, a hacer cosas como
“encontrar tu pasión”…
—Detente —interrumpo bruscamente.
Para mi sorpresa, se detiene.
Tomo una respiración profunda.
—No idealices como ha sido mi vida. Ser pobre es una mierda, ¿vale? Y no,
no nos enseñan diferente. Nos han enseñado a creer que el dinero importa, tanto como
tú. La única diferencia es que tú tienes y yo no. Y nos enseñan a creer que podemos
conseguirlo si nos esforzamos lo suficiente, si lo intentamos lo suficiente. Pero es una
gran mentira. Los ricos se quedan ricos y los pobres siguen siendo pobres, tienes razón.
Eso nunca cambia. La gente como nosotros no se mezcla.
—Estamos mezclándonos ahora —dice.
—No por mucho más tiempo.
Tal vez eso fue brusco. En cualquier caso, está en silencio por un momento.
—¿Estás esperando eso? —me pregunta.
—¿Esperando qué?
—Irte. Que te paguen y volar lejos. Partir a tu nueva vida.
La semana pasada le habría dicho que nunca había esperado nada más que
eso. Pero ahora, algo tira de mi corazón.
—Voy a extrañar París —digo finalmente.
—Lo suficientemente justo. —Su eslogan.
—Y he hecho mi misión convertirte en una persona mejor mientras estoy
aquí, así que voy a tener que hacer eso antes de irme —agrego.
—Ah.
—¿Sabes lo que dicen en la escuela primaria? Déjalo mejor de cómo lo
encontraste.
—Así que estoy la versión humana del cajón de artes-y-oficios de tu escuela
primaria.
—No te sientas demasiado mal por ello. Hay unos dulces dedos pintados allí.
—Tal vez tengas razón —dice, casi para sí mismo—. Quién sabe. Tal vez has
sido enviada aquí para hacerme una mejor persona. —se ríe—. No puedo creer que
acabe de decir algo tan estúpido.
101
—Yo tampoco. —Lo apuñalo con un dedo—. Vamos a dejar una cosa clara,
Página
¿sí? Yo no existo con el único propósito de hacerte mejor. Soy mi propia persona con
mi propia mierda pasando. Así que es mejor que pienses en mí como un ser humano y
no una enviada por las hadas para ayudarte. De lo contrario las lecciones de
amabilidad terminan, ¿entendido?
—Lo tengo. Eres un ser humano.
—Dilo otra vez.
—Eres un ser humano. —Levanta -oh, ni siquiera voy a molestarme, ya saben
lo que hace con sus cejas.
—Bueno —digo, satisfecha—. Es sólo que no estoy segura de que estés
acostumbrado a ver a otras personas como seres humanos.
—Voy a esforzarme más en eso, entonces.
Señalo a una mujer riendo un poco demasiado fuerte un par de mesas más
allá. Cohen ha estado fulminándola con la mirada intermitente durante toda la noche.
—¿Qué hay de ella?
—Un ser humano.
Señalo a un hombre mayor que sigue aclarándose la garganta.
—¿Y él?
—Un ser humano —murmura.
Señalo una dama muy vieja que llevaba tantas joyas y tanto maquillaje que
parece un payaso.
—¿Y ella?
—Un alien del espacio exterior.
—Cohen.
—¿Qué? —dice—. Vale la pena ser desconfiado.
No puedo evitarlo. Me echo a reír.
Entonces la comida llega, y pasamos la siguiente media hora perdidos en un
país de las maravillas de la exquisitez francesa.
—Nunca entendí cómo de buena podría ser la comida antes de venir aquí —
comente a mitad de camino a través de un plato de espárragos asados.
—¿Qué es lo que comías normalmente para cenar antes de mí? —dice, sólo un
matiz de suficiencia en su voz.
—El corazón aún latiente de mis enemigos.
—Y yo que pensaba que te había actualizado.
—Lo siento, nada mejor que el corazón todavía latiendo. Van muy bien con
un poco de queso pepperjack12. —Sonrío—. Es broma. De vuelta a casa, supongo que
por lo general tenía... oh, no lo sé. Un tazón de ramen, supongo. Una hamburguesa de
comida rápida. Una bolsa de papas fritas.
102
12
Queso Pepperjack: Es una mezcla de queso cremoso y de chiles jalapeños verdes y rojos.
—¿Cómo sigo tan delgada? —Pregunto por él—. A veces me saltaba la cena.
No podía pagar un gimnasio, no podía comprar comida de lujo, así que la única
manera de perder peso era ir sin comidas de vez en cuando. Los chicos que pagan por
las chicas gordas son los más espeluznantes, sin duda. No tengo nada en contra de las
chicas gordas o los gordos en general, pero los tipos que buscan eso son... horribles.
Supongo que asumen que las chicas gordas dejarían que se salgan con la suya.
—A pesar de toda tu insistencia en que las personas son seres humanos y por
lo tanto dignos de mi bondad, los seres humanos parecen ser generalmente terribles —
dice Cohen.
—No, eso no es verdad. La gente es buena, fundamentalmente.
Baja el tenedor.
—¿Cómo puedes creer eso, después de todo lo que has pasado?
Bajo la mirada a mi plato medio lleno.
—La gente no empieza malvada. En realidad no. En algún momento, alguien
fue malo con ellos. Eso crea tristeza e ira, ¿ves? Y esos sentimientos no pueden
permanecer en el interior de una persona, necesitan una salida. Algunas personas
encuentran buenos puntos de salida, como el arte o perforar bolsas, supongo. Pero eso
es muy difícil de hacer. Es mucho más fácil simplemente dejar que te inunde y al
objetivo más cercano disponible. Así es como se propaga la maldad. A veces sólo
tienes que tratar de romper el ciclo siendo amable con los demás, aunque nadie haya
sido amable contigo.
Él me observa con algo indescifrable en sus ojos.
—¿Cómo puede alguien aprender a ser amable, entonces, si nunca le han
enseñado eso?
—¡Por eso creo que la gente es fundamentalmente buena! Nunca me
enseñaron la bondad, eso es seguro, pero una vez que decidí darle una oportunidad,
llegó con facilidad para mí. Estaba en mi interior todo el tiempo. Cómo un pájaro que
simplemente sabe cómo volar, en su núcleo. Es de la misma forma con la gente y la
bondad. Todo lo que tienes que hacer es tomar ese paso en el aire.
No habla. Por un segundo, creo que he conseguido llegar a él.
—Realmente es imposible decir esas cosas sin sonar como un libro de auto-
ayuda, ¿no es así? —dice.
Suspiro.
Terminamos de comer y salir del restaurante. El sol ha desaparecido
totalmente ahora, propagando la noche como un terciopelo negro lleno de agujeros
asomando estrellas sobre nuestras cabezas. Aplaudo.
—¡Es de noche! ¿Sabes lo que eso significa?
103
Se queja.
—Tenía la esperanza de que olvidaras eso.
—Tengo la memoria de un elefante, amigo mío. Ahora llama a Geoff y vamos
a poner nuestros traseros en marcha.
El coche negro viene a recogernos sólo dos minutos más tarde. Prosigo con mi
nariz en la ventana mientras revoloteamos por París, las luces, la gente y las rosas son
borrosas. Esta ciudad es tan hermosa. Todavía me parece un sueño. El sueño de otra
persona en la que he tenido la suerte de entrar por un breve periodo de tiempo. Pero sé
que en poco tiempo, va a ser hora de despertar de nuevo. No voy a tener una elección.
Pero está bien, porque no quiero quedarme aquí. París no es mi juego final.
No es donde pertenezco. Él no es a quien yo pertenezco.
No vamos otra vez con esos estúpidos pensamientos saltando en mi cabeza sin
ser invitados. Por supuesto que él no es a quien yo pertenezco. Todo eso es un hecho.
Sólo espero poder ayudarlo a ser amable para que algún día, tenga a alguien a
quien pertenecer.
La rueda de la fortuna está justo cerca de una estructura muy alta que parece
más egipcia que francés. Más allá de ello, puedo ver una piscina larga, clara con una
bola de metal grande en el centro. Pero estoy demasiado distraída por lo hermoso de la
rueda de la fortuna. Geoff parquea y mientras salgo del coche, inclino la cabeza hacia
atrás para abarcar la noria y me tropiezo.
Cohen me atrapa. Su toque enciende mi piel.
—Cuidado.
Es mucho más grande que las ruedas de la fortuna que recuerdo haber visto en
las ferias de LA, cutres y pobladas en su mayoría por adolescentes borrachos y
personas sin hogar. Es brillante, una joya de color blanco situado en la noche. Las
parejas esperan en una larga fila, riendo, bromeando en francés, cada chica
sosteniendo una rosa. Cohen y yo compramos nuestros boletos en la taquilla y luego
nos colocamos al final de la línea, detrás de una pareja tan enamorada que ni siquiera
nos notan allí. La muchacha tiene una rosa de tallo delgado metida en su cola de
caballo.
Un hombre de piel oscura se destaca por el frente de la línea, un enorme
manojo de brillantes flores rojas ubicado en el rincón de su hombro. Las anuncia a
gritos en francés.
—Ajá, ese tipo es muy inteligente —le digo, un poco nerviosa, aunque no sé
por qué—. No es extraño que todas las chicas tengan una rosa.
—Excepto tu —señala Cohen, observándome.
—¿Excepto yo que?
—No tienes una rosa.
104
Me sacudo.
—¿Quién quiere una rosa? Yo no necesito una estúpida rosa. Alguna insignia
Página
de honor que soy amada en el día de San Valentín. Bueno, ¡me amo a mí misma, y no
tengo que comprarme una estúpida rosa para demostrarlo!
Guau, eso sonó increíblemente deprimente.
Me mira por un largo tiempo, sus cejas arrugadas juntas en una expresión que
no puedo leer. Después de un momento, se vuelve bruscamente lejos de mí y empieza
a caminar.
—¡Espera! ¡Cohen! ¡Vuelve aquí, no quiero perder nuestro lugar en la fila!
—Espera por mí, voy a estar de vuelta —Llama por encima de su hombro.
Camina hacia el frente de la línea, donde el hombre rosa está molestando a los que van
a entrar en la rueda de la fortuna a pesar de que las chicas ya están equipadas con
rosas, y golpea al hombre en el hombro.
Observo en aturdido silencio como Cohen Ashworth compra una rosa.
Mis niveles de estupefacción se vuelven asombro puro cuando él regresa y, sin
decir una palabra, mete la rosa suavemente detrás de mí oreja.
—Um… —digo—. Um. Eso fue realmente, um, roman…
—Si dices romántico, voy a esperar hasta que estemos en la parte superior de
la rueda de la fortuna y luego saltar. Y va a ser el peor día de San Valentín nunca. A
pesar de que cada día de San Valentín es el peor día de San Valentín. —Duda—.
Este... no es tan malo, sin embargo.
Sagrada mierda.
¿Era ese sonido de salpicadura que acabo de escuchar el primer goteo del agua
derritiéndose del iceberg?
Trago saliva. Parece que no puedo encontrar las palabras adecuadas.
—No necesitaba una rosa, sabes.
—Lo sé.
—Ni siquiera quiero una. Todo esto es tonto.
—Has estado mirando celosamente a cada chica que ha pasado por delante de
ti con una rosa durante todo el día —señala.
—Sería más romántico si solo dijeras “Lo sé” de nuevo y sonrieras con
complicidad.
—Eso es demasiado saber —dice—. Y no estamos usando la palabra R,
¿recuerdas?
Tomo la rosa de detrás de mí oreja y la miro. Es de un lleno y rico rojo, el
mismo color que nuestro vino. Cada pétalo está perfectamente formado.
—Todavía tiene las espinas.
Hace una mueca.
—No me di cuenta. ¿Te aruñe cuando la puse en el pelo?
105
—No. Sólo hay un par. —Descanso la yema del dedo con cautela contra
una—. Todavía me gusta. Y creo que es bueno que me consiguieras una. Es natural
Página
que Cohen Ashworth compre una rosa en el día de San Valentín para su novia
Georgette Montgomery, de todos modos.
—Yo no compré una rosa para Georgette Montgomery. —Levanta la vista
hacia la rueda de la fortuna—. La compré para Rae Grove.
Me gustaría que dejara de decir cosas que arruinan mi capacidad de hablar.
La línea se mueve a lo largo, y finalmente es nuestro turno. Por encima de
nosotros, la rueda se extiende enorme, como si todas las estrellas en el cielo
contaminado de luz hubiesen caído a la tierra y formaran un círculo para que nosotros
subamos. Nuestro vagón se mueve a un alto en la plataforma, con vagones a ambos
lados poblados por dos parejas, quienes se separan, ya que se dan cuenta que ahora son
visibles a la fila de espera. Reviso el asiento por fluidos antes de seguir al interior.
—¿Con qué frecuencia crees que desinfectan estas cosas? —Pregunto a Cohen.
Se encoge de hombros, se vuelve hacia el empleado y le pregunta algo en francés. El
chico suelta una carcajada.
—Creo que no es a menudo —dice Cohen, deslizándose junto a mí. Los
bancos están convenientemente dimensionados para dos, y él está tan cerca que el
calor de su cuerpo calienta mi cadera. El resto de mi sube un grado o dos también.
Miro por la ventana de plástico rayado y finjo que estoy sentada al lado de un
Telletubby.
—Cualquier persona que tenga relaciones sexuales en esta cosa probablemente
conseguirá como cinco enfermedades de transmisión sexual —digo. Sexo aquí no es
una opción. Sexo con Cohen en cualquier lugar no es una opción.
Asiente con la cabeza.
—Por no hablar de las condiciones de hacinamiento.
—Y los bancos duros.
—Y el potencial mareo y una persona vomitando todo sobre otra.
Un incómodo silencio desciende cuando nuestro carrito se levanta hacia el
cielo. Ahora mi cerebro está lleno de sexo. ¿Está su cerebro lleno de sexo también?
Probablemente no. Su cerebro parece generalmente reservado para los negocios y las
razones de por que odia a la gente. En realidad, no lo he visto expresar atracción hacia
nadie, sin contar los pequeños coqueteos impares que ha hecho conmigo. E incluso
aquello estaba probablemente todo en mi cabeza. Los espacios VIP’s en mi cerebro son
locuras y rarezas. Tienen reservas exclusivas.
Últimamente una abrumadora atracción hacia Cohen ha abierto su propio
espacio en el exclusivo club, creando una tienda en una mesa esquinera y ordenando
sofisticadas bebidas que llaman la atención. Es un invitado completamente
inoportuno.
A medida que nuestro carro sube, veo la Torre Eiffel en la distancia, una lanza
blanca brotando hacia arriba desde el suelo. Es tan hermosa que instintivamente me
subo en el regazo de Cohen para señalarlo.
106
observa.
Niego con la cabeza y salgo de su regazo antes de que mi cuerpo se ponga
demasiado consciente de lo que está por debajo de mí.
—Probablemente podrías ver una puesta de sol sobre los Alpes y criticar la
tonalidad del naranja.
—Error —dice—. Criticaría el que sea de color naranja en general. Odio el
naranja.
—Tú...
—Estaba bromeando. Eso fue una broma. —Señala su cara, que es tan
inescrutable como siempre—. ¿Ves? Mira lo divertido que soy.
—El punto de bromear es hacer que otras personas se diviertan, no divertirte
solo. Además, te ves exactamente igual.
—Todo el mundo es un crítico. —Su mano cae.
La rueda nos iza más alto en el cielo. Si me paro y me asomo por el borde del
asiento, apenas puedo ver el carro por debajo de nosotros. Dos atractivos parisinos van
en ello como si la rueda estuviera a un segundo de derrumbarse, y chupar la cara del
otro es la forma en que quieren pasar sus últimos dos segundos.
La rueda da una pequeña sacudida. Ya que estoy de pie, me caigo de lado al
regazo de Cohen por segunda vez en cinco minutos.
Gime.
—Tienes que dejar de hacer eso.
—Lo siento. —Me enderezo—. ¿Estoy aplastando tu delicada pelvis?
—No. Estás aplastando mi control.
¿Qué? Trago saliva.
—Uh, oye, ¿crees que la rueda está a punto de caer? ¿Puesto que se sacudió?
—Eso probablemente fue sólo un tirón en la maquinaria.
Mi ritmo cardíaco aumenta. Supongo que tengo miedo. O algo.
—¿Si estuvieras a punto de morir y tuvieras unos minutos, justo aquí, ¿cómo
querrías gastarlos?
Vaya, Rae. De todas las preguntas para distraer a tu entrepierna, tienes que
preguntar la que suena increíblemente coqueta.
La frente de Cohen se arruga.
—¿Cómo quieres que te responda eso?
—No. Quiero decir, no tienes que responder a eso. Era una pregunta estúpida.
—Bueno —dice—. Porque sólo tengo una respuesta estúpida.
—Ahora quiero saber tu respuesta estúpida —le digo, y quisiera poder meter
107
Suspira.
—Sería una cosa inútil decírtelo.
—Ugh. Ves, Odio cuando la gente hace esto. Dicen que tienen algo que decir
y luego se niegan a decirlo, y empiezan a hacer todos estos pequeños comentarios
misteriosos. Es tan obvio que en realidad sólo quieren que la otra persona les obligue a
decirlo. Así que eso es lo que voy a hacer. Escúpelo.
—Eres muy contundente conmigo. —Aparta la mirada y observa por la
ventana de plástico, los reflejos de la Ciudad de las Luces perfilando su rostro y
destacando sus pómulos, sus ojos—. Para alguien que tiene que ser muy buena en el
tacto y el engaño, normalmente.
—No soy naturalmente buena en… ¿cómo lo pusiste? “tacto y engaño”. —Me
encojo de hombros—. Esas cosas sólo las adopté para sobrevivir. Me gusta pensar que
la chica que habría sido, la chica que se graduó de la escuela secundaria y fue a la
universidad, era una de esas que dice exactamente lo que piensa. Siempre he admirado
eso de la gente.
Cohen está en silencio por un momento.
—Quiero saber más sobre esta chica. Tu yo alternativo.
Sonrío.
—Oh, tengo mucho que decir acerca de ella. Es en quien pienso antes de irme
a la cama. Es muy bonita, y muy exigente con los chicos, por lo que no ha tenido
muchas relaciones, probablemente. Sus amigos se burlan por su falta de experiencia.
Es tan inteligente y valiente, y divertida, y está estudiando para ser maestra, porque
ama los niños. Ella es... genial. Es gracioso, porque yo pretendo ser tanta gente
diferente, pero la única persona que realmente quisiera ser es ella.
Frunce el ceño.
—Parece que te estás describiendo de la forma en que eres ahora.
—¿Sí? —Me río—. ¿Así que tengo tan poca experiencia que me molestan por
ello? Esa soy yo, está bien.
—No es eso. La personalidad. —Todavía no me está mirando—. Inteligente.
Valiente. Divertida. Dice lo que piensa.
—Yo no soy así en absoluto. —De repente, me parece muy importante
obligarlo a entender—. Soy una cobarde. Me escondo, esquivo y cambio mi
personalidad como ropa que sea apropiada para otros. Soy... soy como viscosa, o
resbaladiza, o algo así. Insustancial.
—¿Te sientes así ahora mismo? —Se vuelve a mirarme—. ¿Cómo si estuvieras
cambiando o esquivando?
—Bueno, no. No recientemente. Pero…
Me detengo. Sigue mirándome. Es tan condenadamente difícil concentrarse
108
delante de aquellos ojos. Como tratar de memorizar Ley y Orden mientras estás de pie
en el centro de un huracán.
Página
esto.
Mil años después, una voz lejana dice algo bruscamente en francés y luego en
inglés.
—Está bien, está bien. Tenemos gente esperando.
Cohen y yo nos separamos. Estamos de vuelta en el punto de partida, en la
plataforma dos sonrientes adolescentes están a la espera de entrar. La muchacha le
echa un vistazo a Cohen, mira a su propio barroso novio y suspira profundamente. Eso
es lo que rompe el hechizo. De repente estoy sonrojada como una estudiante de octavo
grado que acaba de ser tocada por primera vez en el cine. La expresión de Cohen es
igualmente desconcertada, como si lo que pasó en el aire era un sueño y ahora los dos
estamos desorientados y despiertos.
Salgo primero, tambaleándome un poco en la plataforma como la persona
borracha que los operadores de la noria probablemente asumen que soy. A la salida, el
tipo de las entradas le da a Cohen una palmada de felicitación en la espalda, un gesto
que normalmente le ganaría una decapitación verbal, pero Cohen solo mira hacia
delante con los ojos un poco aturdidos.
Geoff está esperando en la acera. El bueno y viejo Geoff.
Nos metemos en el coche en silencio, dejando una amplia franja de tapicería
entre nosotros. Mi corazón late con fuerza ahora.
Cohen me besó.
Eso es de esperar. Es mi cliente. Francamente, es increíble que haya tomado
tanto tiempo. Es a lo que estoy acostumbrada. El mismo viejo juego. Pensé que Cohen
no estaba interesado, pero es un hombre, después de todo. Un hombre heterosexual,
específicamente. Era inevitable que eventualmente preguntara por el servicio que ya
estaba pagando.
Entonces, ¿por qué se siente como si mis costillas hubiesen sido sustituidas por
una cerca eléctrica?
¿Y qué pasa cuando lleguemos a casa?
Ese pensamiento es suficiente para enviar un rayo a un lugar en mi cuerpo al
que casi nunca llegan tormentas. Al mismo tiempo, mi corazón se aprieta. Estaba
empezando a verlo como un amigo. ¿Cambiará esto todo entre nosotros? Después de
esta noche, ¿sólo seré una chica fácil para él?
Y esa es la cosa. Siempre debí sólo haber sido una chica fácil para él. Pero
nunca me trató de la manera en que todos los demás lo hacían, como si yo fuera de
una secta inferior de la humanidad, digna de sólo el peor tipo de atención. Me ha
tratado exactamente igual que todos los demás desde el momento en que lo conocí.
No quiero arruinar eso.
Incluso Geoff parece consciente de la tensión, ya que pone alguna extraña
música en francés todo el camino a casa. Sigo esperando que Cohen baje el divisor y
110
exija que lo apague, pero no lo hace. Está tan silencioso como la muerte todo el
camino. Mi mente produce una serie de pensamientos agudos después de otro, ¿está
Página
enojado conmigo? ¡Pero él fue quien me dio un beso! ¿Se suponía que debía detenerlo?
¿Debería haber aprovechado la ocasión para darle más?
No decimos ni una sola palabra el uno al otro todo el camino de regreso.
Camino detrás de él a través del vestíbulo, haciendo caso omiso de una o dos
preguntas de sondeo de Renard, y sigo a Cohen en el ascensor. Me arriesgo a lanzarle
una mirada. Está extrañamente pálido, sus ojos centrados en nada, como si estuviera
pensando furiosamente -o tratando de evitar que algo en su interior se escape.
Llegamos al apartamento. Él abre la puerta y enciende las luces. Entonces los
dos estamos de pie, incómodos en la sala de estar.
—Bueno, debería ir a la cama —le digo, vacilante.
—Sí yo también. —Pero no apartaba los ojos de mí.
Me aclaro la garganta.
—Estoy bastante cansada. Ha sido un día largo.
—Sí.
—Entonces yo sólo...
No me muevo.
Él lo hace, sin embargo. Se mueve hacia adelante. Y entonces me está besando
con fuerza y mi cuerpo se enciende como un fuego artificial y cada palabra desaparece
de mi cabeza, excepto una:
Si si si.
Está muriendo de hambre por mí. Puedo sentirlo en cada pulgada de él. Me
levanta, sus manos ahuecando mis muslos, y envuelvo mis piernas alrededor de él.
Muerde mi labio inferior y jadeo. El ruido saca un gemido de él y rasga sus labios de
mí. Gimo, pero entonces está besando mi cuello salvajemente, cada mordisco
derritiendo una estrella. No puedo esperar a ver esas marcas mañana.
—Dormitorio —me las arreglo para decir—. Ahora.
No necesito decirle dos veces. Patea abierta su puerta, me lleva a la cama y me
deja caer en su colchón. Un arrebato corre a través de mí cuando se quita su camisa y
se sube encima de mí, sus ojos desorbitados por el deseo. Sé que los míos deben reflejar
los suyos.
Normalmente, soy quien tiene el control. Quien tiene la experiencia, quien ha
sido contratada para tomar las riendas. Pero Cohen... Cohen sabe lo que está
haciendo. Él no necesita que nadie le dirija. No creo que yo sería capaz de hacerlo si lo
intentara.
Me quita mi blusa, luego mi sujetador. Y luego su boca está incendiando mis
pechos, mordiendo y chupando. Arqueo mi espalda y gimo. Toma ventaja de la
oportunidad deslizando su brazo debajo de mi espalda, presionando mi pecho contra el
suyo con más fuerza.
—Jesús, Cohen…
111
años, en el momento en que desliza dos dedos dentro. Parece decidido a complacer,
como si nada pudiera distraerlo de ese objetivo. Su lengua pronto se une para terminar
la obra que sus dedos comenzaron.
Quiero hacerle saber que estoy limpia, que me hago la prueba cada mes y
siempre estoy atenta, pero no se ve interesado en saberlo y luego pierdo la capacidad
de hablar.
He olvidado lo bien que se siente tener a alguien haciéndote venir.
Eso será, entonces. Estará esperando el servicio ahora. Lo alcanzo, lista, pero
él toma mis muñecas y las atrapa por encima de mi cabeza.
—No he terminado contigo todavía —sonríe.
Y eso es todo. Soy oficialmente un sudoroso y excitado despojo.
Él desabrocha sus pantalones y desliza un condón. El movimiento es tan
suave y fluido que mi última pizca de curiosidad en cuanto a si es o no es virgen
desaparece. Luego entra en mí, y la última pizca de cordura desaparece también.
Toma alrededor de medio minuto para que mi segundo orgasmo llegue.
Pero Cohen no descansa hasta que consigue un tercero.
Y un cuarto.
112
Página
Capitulo 11
A la mañana siguiente, me despierto a grados. La luz del sol son dos dedos
calientes presionándose sobre mis párpados. Mi boca se siente hinchada y seca, como
si hubiera besado malditamente demasiado últimamente. Eh. Tuve el sueño más raro y
más sexy, un sueño sobre...
Me doy la vuelta y encuentro mi brazo arrojado sobre un plano vientre duro.
Adjunto a ese el estómago no está otro que un Cohen Ashworth dormido.
Me congelo. A juzgar por la sensación entre mis piernas, ese dolor con el que
estoy muy familiarizada, mi sueño no era un sueño en absoluto.
Esta vez, sin embargo, el dolor no es sólo dolor. Es casi... agradable. Me había
olvidado de cómo los músculos allí se sienten después de un orgasmo. Suaves,
cansados, flexibles. Cuanto más me quedo quieta, más el sentimiento se extiende a
través de todo mi cuerpo hasta que no quiero levantarme nunca más.
Me acosté con Cohen Ashworth.
Y fue jodidamente increíble.
Esto es lo que se siente, al estar con un hombre por elección. Despertar con él
después de todo sin tener que huir. Para solo... estar. Estoy abrumada con las ganas de
hacer algo increíblemente doméstico, como hacer huevos y tocino y permitirle abrir los
ojos con el olor. Trato de alejarme retorciéndome, pero estoy curvada en su lado de
manera tan precisa que cualquier movimiento empuja. Él deja escapar un pequeño
gemido. Aguanto la respiración, pero sus párpados no parpadean. Quiero que duerma
un poco. Siempre se ve como si estuviera en una desesperada necesidad de ello.
En poco tiempo, sin embargo, el problema real sale a la superficie.
Tengo que orinar. Yo realmente, realmente tengo que hacer pis.
¡Soy la dueña de mi propio cuerpo! ¡Me niego a dejar que mi vejiga controle
mi destino! Pero no importa cuántos mantras me grito a mí misma, la vejiga es la que
manda y la vejiga está perfectamente consciente de ese hecho. De cualquier manera
tengo que levantarme e ir al baño, o Cohen va a despertarse con un olor mucho menos
agradable que el de huevos y tocino. Me retuerzo hacia atrás, sin darme cuenta hasta
que es demasiado tarde de que nuestras piernas están enredadas. Moverme significa
que nuestras rodillas se tocan entre sí.
Él abre los ojos.
Por un segundo, nos miramos el uno al otro. Yo los ojos muy abiertos y
113
culpables, él con esa expresión que la gente tiene cuando sus cuerpos están despiertos,
pero sus mentes no están muy allí todavía. Vulnerable, ingenuo, confundido. Es
Página
adorable en él. Hasta que descubro que la confusión se debe a que no tiene idea de por
qué estoy en su cama.
Después de uno o dos segundos, lo recuerda. No sé lo que espero. Un “buenos
días” tal vez. Una sonrisa de complicidad, un comentario acerca de cuan genial fue
anoche. Lo que no me esperaba es que sus ojos se ensombrecieran, para apagarse tan
completamente como lo estaban cuando lo conocí. Él está un millón de millas detrás
de esas puertas cerradas y no tengo ni idea de lo que está sucediendo en su mundo.
—Hola —le digo tentativamente.
—Hola. — Su tono es cortante. Se sienta, arrugando la sabana en su regazo.
Incluso tan nerviosa como estoy, sigo siendo perfectamente capaz de comerme con los
ojos un gran conjunto de hombros.
—Entonces... —empiezo.
—Ayer por la noche no debería haber sucedido.
Es una declaración clara, dura. Frunzo el ceño. Él no me mira, sólo sale de la
cama y empieza a vestirse. Subo las sábanas hasta mi pecho, sintiéndome
repentinamente expuesta.
—No creo que haya sido tan malo —me atrevo a decir.
No dice nada. Mierda. Él piensa que fue muy malo. ¡Él pensó que yo era
terrible en la cama, y se arrepiente! Mi piel se calienta, y luego me detengo. ¿De qué
estoy hablando? Sé que soy jodidamente buena en la cama, y buena en follar en la
cama. Si hay algo sobre lo que este insatisfecho, puedes estar muy seguro de que no fue
mi rendimiento.
—¿Cuál es el problema? —Digo—. El acto de callar es tan de la secundaria.
Suspira y se pasa la mano por el pelo, levantándolo al final.
—Tengo que trabajar hoy. Te agradecería si me dejaras solo.
Estoy sin habla. Y completamente molesta. Me pongo de pie, anudando la
sabana en torno a mí como una toga por el bien de tener algo que hacer con mis
manos.
—Está bien, retrocede. Llámame loca, pero conectamos anoche. Sé que lo
hicimos. ¿Y ahora has vuelto a actuar como si yo solo fuera una abeja en tu cabeza?
¿Qué pasa?
Se detiene a mitad de abotonarse la camisa. El silencio se extiende,
largamente. Por último, dice: —¿No estás enojada conmigo?
—No, definitivamente estoy enojada contigo. Estas siendo un idiota.
—No, no se trata de eso —dice—. ¿No estás... no estás enojada porque me
acosté contigo? ¿Qué te tratara como todos los otros hombres lo hicieron?
¡Oh! La sorpresa me asienta en el suelo. Parpadeo un par de veces.
114
—No quería tener sexo contigo, Rae. —Sus manos caen, dejando su camisa
medio-desabrochada.
—¿Tú no? —Eso es un poco embarazoso.
—¡No, no así! Quiero decir, quería tener sexo contigo. He querido tener sexo
contigo desde la primera noche que te has alojado aquí, Rae, por supuesto que lo
hacía, eres malditamente hermosa… —Se pasa la mano por el pelo otra vez, sus
palabras se derraman libremente por única vez, y quiero atraparlas a todas en un cubo
y guardarlas para más tarde—. Pero me dije que no te haría eso. Cada otro imbécil
hombre con el que has estado, ha visto tu valor sólo en esos términos. Y yo… yo
aprecio lo que estás haciendo por mí. Cómo me estás ayudando. No quería
aprovecharme de ti.
He estado babeando por él lo suficiente para llenar un océano, ¿y está
preocupado de que podría haberse aprovechado de mí? El único hombre con el que
quise dormir... cubro mi boca para ahogar una risa.
Él continúa, desesperadamente.
—Porque... porque soy tu cliente, Rae. ¿Cómo podría estar seguro de que
realmente lo querías, y que no te sentías obligada? ¿Que no lo estabas haciendo por el
dinero involucrado? Me sentiría como una persona tan desagradable si ese fuera el
caso.
—Cohen —interrumpo.
—Perdí el control ayer por la noche, completamente, y por eso lo siento…
—¡Cohen! —Levanto mi voz—. Yo lo quería.
Se detiene en medio de otra disculpa medio-formada.
—¿Tu ...?
—Por supuesto que yo lo quería —me río—. ¿Estabas sufriendo algún tipo de
alucinación anoche donde estabas imaginando a otra persona? Porque si yo era la
única que viste, debería haber sido obvio lo mucho que lo quería. Cristo, Cohen, era
masilla en tus manos.
—¿Lo eras?
Es tan increíblemente lindo así, todavía con cara de sueño, todo contrito y con
sentimiento de culpa, con su cabello en picos desordenados. Quiero acariciarlo para
ponerlo de nuevo en su lugar para él.
—Sí —le digo con firmeza—. La masilla más cachonda en el mundo.
Esa palabra despierta algo en él. En la mitad inferior de él, específicamente. Y
a la vista de eso, algo se despierta en mí. Allí abajo, mi cuerpo retumba. Sí, por favor.
Voy a tomar una segunda porción.
Él se aleja de mí.
—Sin embargo, eso no puede volver a suceder.
Sofoco mi reacción instintiva, que es un gemido interminable digno-de-un-
115
segundo-grado.
Página
complicado sin sexo en la ecuación. Lo único curioso es que él piensa que esperaba
algo más que sexo. ¿Amor? ¿Una relación? Dibujo un corazón torcido en el vapor del
Página
espejo y rió. Como si alguien como él alguna vez podría amar a alguien como yo.
Tiro de mi sabana y estoy entrando en el agua caliente cuando se abre la
puerta del baño.
Cohen está de pie allí. Su mandíbula está apretada y miserable.
—Yo no podía... —Se le escapa.
—Ven aquí —le digo.
Lo hace.
***
Y así como así, Cohen y yo estábamos follando.
Deberíamos haber sabido que todas las tonterías acerca de cómo no hay que
tener sexo para no apegarse. Cosas como esas nunca funcionan.
Después del sexo de bañera, ambos aceptamos nuestro destino. Es sólo lo que
sucede cuando pegas a dos personas que están ridículamente atraídas mutuamente en
un solitario apartamento por un mes. Es pura matemática. Es el reino animal. ¿Qué se
supone que debíamos hacer?
Él tiene una regla: no molestarlo durante las horas de trabajo. Antes de mí, las
horas de trabajo eran aparentemente del amanecer hasta el anochecer. Ahora que lo
había obligado a hacer concesiones para lujos en su vida, como el desayuno y el
almuerzo, sus horas de trabajo son algo más manejables. Diez hasta el sexo.
Totalmente puedo dejarlo solo en su oficina por esa cantidad de tiempo. No hay
problema.
Terminamos teniendo mucho sexo en su escritorio en el horario de diez y seis.
Pues resulta, que no le importa conseguir sus papeles desorganizados si están
siendo empujados al suelo por mi espalda desnuda. Curiosamente, no me molesta
tampoco.
Nuestra tercera semana pasa en un borrón de desnudez. Pero nunca me dice a
dónde va en la noche.
Sucede en un viernes. Nos quedamos dormidos en su cama, y me despierto
con esa tranquila sensación de una persona a tu lado levantándose en la oscuridad. Por
alguna razón, no digo nada. Dejo que se mueva, mirándolo por el rabillo de un ojo
medio cerrado y cerrándolo de inmediato cuando comprueba si todavía estoy
durmiendo.
Por un momento, todo está en silencio y quieto. Puedo oír su respiración en el
pesado aire de la medianoche, y me aseguro de mantener mi propia respiración
incluso, de la forma en que sería si realmente estuviera durmiendo. En poco tiempo,
escucho los ruidos susurrantes de él vistiéndose. Hay un ligero golpe y una maldición
ahogada. Abro un ojo de nuevo. Está frotándose la espinilla y alejándose de la esquina
de la cómoda.
Enciende las luces, Cohen. Di un par de excusas. Mejor aún, dime la verdad.
117
La curiosidad es abrumadora.
Página
Pero lo único que hace es terminar de ponerse su camisa. Sale de la
habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de él. Es sólo por escuchar con cada
onza de mí ser que lo puedo oír haciendo lo mismo con la puerta del apartamento.
Es entonces cuando salto a la acción.
A veces sólo tienes que hacer lo que demanda tu corazón y preocuparte de las
consecuencias más tarde. En este momento, mi corazón está insistiendo en términos
inequívocos de averiguar a dónde carajos va Cohen por la noche. Así que me precipito
al otro lado del apartamento, poniéndome ropa y zapatos no coincidentes, y dándome
prisa hasta el vestíbulo, más allá de un dormido Renard en su silla, justo a tiempo para
ver a Cohen girar a la izquierda de la acera de enfrente del edificio y desaparecer.
Agradezco a los dioses de las decisiones de la ropa adecuada que pensé en
elegir una camiseta negra y pantalones. Entonces lo sigo.
Espero a que se meta en el coche de Geoff, y no tengo ni idea de que voy a
hacer si conduce lejos de mí, pero no lo hace. La noche parisina está llena de niebla
fría y sonidos de la ciudad, las figuras de jóvenes borrachos tropezando alrededor con
botellas de vino, pero Cohen no tropieza. Es fácil de identificar porque camina con tal
propósito. Deseando haber agarrado una chaqueta, me abrazo a mí misma y persigo su
silueta lejana. Gracias a los dioses del clima de acecho decente por la niebla.
Continuamos así durante aproximadamente media hora. Veinte y cinco
minutos, me estoy congelando y soy muy consciente de los monstruos que podrían
estar escondidos en cada callejón oscuro. No creo en cuentos de hadas, los únicos
monstruos a los que les tengo miedo son los que tienen forma humana. Estoy lo
suficientemente lejos detrás de Cohen que cualquiera podría pensar que estaba
caminando sola.
Pero estoy en París, no en LA. Presumiblemente, hay menos hombres con
armas aquí. Y si era atacada, Cohen estaría solamente a un grito de ayuda de
distancia. Aunque estoy segura de que entonces estaría inmensamente curioso en
cuanto a por qué lo estaba siguiendo en medio de la noche.
Después de un tiempo, la cantidad de borrachos jóvenes parisinos se espesa.
Estamos en un barrio de fiesta. Comienza con bar después de otro bar, chicos
hablando fuerte salen afuera con muchachas en sus brazos, y de vez en cuando es a la
inversa. Entonces las luces intermitentes se hacen más intensas y las filas se hacen más
largas. Clubes. Raro. Cohen nunca me pareció el tipo de clubes. Los ruidos fuertes,
grandes multitudes, borrachos idiotas, de hecho, estoy sorprendida de que los clubes
no encabecen la lista de las cosas que odia.
Pero eso no le impide desacelerar frente al club más llamativo de todos, con la
fila más larga y el gorila de aspecto menos humilde.
Me escondo detrás de una multitud de personas que rodean una pelea, y miro.
La fila es larguísima, y no estoy buscando esperar aquí con la escoria de la sociedad
hasta que pueda colarme de manera segura. Pero Cohen no pasa por la fila,
118
caminando hacia el frente. Él no le dice una sola cosa al gorila. El hombre le da una
mirada a Cohen y levanta la cuerda de terciopelo, y Cohen desaparece en el lío de
Página
auge lejano de la música. A nuestro alrededor, las personas están arrojando sus
chaquetas y guardándolas en el guardarropa—. Realmente me salvaste el culo.
Página
—Un culo como ese vale la pena salvar. —El tipo menea las cejas, y yo ruedo
mis ojos. Pero él se contiene—. Está bien. Nosotros los estadounidenses tenemos que
permanecer unidos. Me di cuenta por tu acento. Y demonios, una chica que abandona
su chaqueta en una noche como esta sólo para evitar ser chequeada no merece ser
rechazada en la puerta.
—Sí, eso es exactamente lo que hice —me río—. Voy a bailar. — Es decir:
encontrar a Cohen—. Gracias de nuevo.
—¡Espera! —Protesta—. Permíteme comprarte una copa.
Quiero mi buen juicio conmigo, sobre todo si no puedo encontrar a Cohen y
tengo que caminar sola de regreso a casa.
—No, gracias. Estoy, uh, ya borracha.
Su rostro decepcionado se desvanece en una mezcla de un centenar de otros
mientras me abro paso sobre la pista de baile.
He estado en los clubes en LA antes, por lo que la mezcla salvaje de luces y
bajo, el calor y los cuerpos, no es desconocido para mí. Es, sin embargo, un dolor en el
culo. Preferiría estar en casa, segura y caliente, en mi cama terriblemente costosa.
Estúpido Cohen y su misterioso hábito de ir a discotecas. Voy a darle un pedazo de mi
mente cuando lo encuentre.
Lo que es una idea estúpida, porque él es un adulto en su derecho a ir a
discotecas por la noche si lo desea. Yo estoy siendo una acosadora espeluznante.
Me detengo, la única que no se mueve en un mar de cabezas sacudiéndose y
cuerpos saltando. ¿Qué estoy haciendo aquí? Si encuentro a Cohen, ¿qué estoy
planeando decirle? No quiero destruir la tenue confianza que ha depositado en mí.
Pero ahora que he puesto tanto esfuerzo en llegar aquí, parece una pena irme.
Tal vez voy a quedarme alrededor por un minuto, a ver si lo veo, ver con
quién está bailando...
Oh. Ahí está. Gran trabajo, cerebro, ocultar mi verdadera intención todo este
tiempo. Le estoy acechando para averiguar si va a encontrarse con una chica aquí. Eso
es un nuevo nivel de estupidez y envidia fuera de lugar. ¿No había dicho que él no era
capaz de una relación?
Tal vez sólo lo dijo porque ya está en una, susurro una malvada voz en mi
oído.
Bueno, ¿y qué si lo está? Él no me debe la verdad. No me debe nada. Me voy
en una semana y luego nunca lo voy a volver a ver.
Me duele el corazón ante eso. Desearía que no lo hiciera.
—¡Ahí estás!
Es El-señor-pantalones-Borracho, de nuevo para la segunda ronda. Parece
120
estar personalmente orgulloso de sí mismo por entrar a una chica sin un ID en un club.
En cualquier caso, parece que espera reembolso.
Página
pero no lo suficiente para empujarlo por el borde. Un extraño podría mirarlo y creer
que está perfectamente en control de sus facultades. Pero yo sé mejor. Parece...
diferente. Ha sido despojado de la máscara que lleva habitualmente, y puedo ver las
Página
Sam: Eso es parte del curso. ¿Asumiendo que es un problema con ese tipo de nuevo?
Página
13
Juego de palabras (bugged: molestar/fastidiar) y bug (insecto/ chinches)
RG: Sí...
Sam: ¿Alguna vez has pensado que tal vez deberías renunciar a él como una causa
perdida?
Sam: La gente no puede ser arreglada como juguetes rotos.
Sam: Algunos de ellos sólo están intrínsecamente hechos un desastre e incluso
no saben por qué, y están mejor a su suerte para que las personas felices y normales
puedan conducir sus normales vidas felices sin ser arrastradas.
RG: ¡No hay tal cosa como gente normal y feliz!
RG: Eso es lo que he aprendido recientemente.
RG: Incluso él, quien pensé tenía la vida perfecta, tiene una razón para
estar triste.
RG: Todo el mundo lo hace. Es sólo que otras personas no siempre lo ven.
RG: Muchas veces he pretendido ser una chica a la que nada malo le ha
pasado nunca, y era perfectamente convincente.
RG: Todo el mundo hace eso, en cierto modo, creo. Juega a ser alguien que
no está herido.
RG: De todos modos. Estoy divagando.
RG: Básicamente el problema es que este chico ha estado tratando con su
tristeza de una manera que no es saludable, creo, y quiero ayudarle a cambiar.
RG: Pero no sé cómo.
RG: De vuelta a casa cuando mis amigos hacían ese tipo de cosas, los
dejaba ser. Me imaginé que todo el mundo merece un descanso de sí mismo, sin
importar cómo lo consigan.
RG: Pero soy una persona más inteligente ahora, o al menos me gusta
pensar que sí, y puedo decir que este tipo de comportamiento no es bueno para
Cohen.
RG: Vaya, ahora sabes su nombre. Oh bien.
RG: Es sólo, como... ¿qué derecho tengo para decirle qué hacer o qué no
hacer cuando ni siquiera creí que tuviera una razón para estar triste en primer lugar?
RG: Sólo he estado haciendo todas estas suposiciones acerca de él basado
en nada.
Sam: Parece que estás dejando que la culpa te haga dudar de ti misma.
RG: Tal vez.
Sam: También suena como si este tipo no respeta a nadie.
Sam: Pero creo que te respeta.
126
Sam: Tal vez lo que necesita es a alguien a quien respeta que le diga
Página
—Cohen... —Empiezo.
Levanta una mano.
—Espera. ¿Puedo decir algo?
—Claro. —Mi sermón puede esperar.
—Al principio, estaba bastante irritado de que me siguieras anoche. Pero es
natural que tuvieras curiosidad. —Suspira—. No me deberías haber visto de esa
manera.
—Está bien, he visto un montón de gente en sus puntos más bajos.
Se ríe irónicamente.
—Ese no era mi punto más bajo. Si me hubieras visto en mi punto más bajo,
estoy seguro de que no estarías hablándome en este momento.
Solo espero.
—He estado tratando de parar —dice después de un tiempo.
—Tratar no es lo suficientemente bueno. —He decidido adoptar una línea
dura con esto—. Tienes que detenerte. Ahora.
—No es así de fácil.
—Sé que no lo es. No hay nada fácil. Eso no significa que no valga la pena
intentarlo. —Descruzo los brazos—. Yo te ayudaré.
—¿Cómo?
—Sólo sientes la necesidad de hacer eso por la noche, ¿verdad? —Digo—. Así
que voy a dormir en tu cama todas las noches, a partir de ahora. Me despertaré si te
mueves.
—Rae...
—Y… —interrumpo—. Si tengo que, siempre puedo distraerte con algo que es
igual de divertido y mucho menos ilegal.
El fantasma de una sonrisa aparece en su rostro. Está bien, así que mi oferta
no es del todo caritativa. Pero ayudarlo con su problema es el punto principal, lo juro.
—Para ser honesto, no sé si sólo ocurre en la noche —dice lentamente—. Tal
vez tengo el impulso en este momento.
Ruedo los ojos.
—¿En serio estás utilizando tu problema de drogas para llevarme a la cama?
—Hay cosas peores para utilizarlo.
Es verdad. Da un paso hacia adelante, la sonrisa creciendo ligeramente.
—¿Y quién dice que te quiero en la cama?
—¿No me quieres en la cama? —Pretendo hacer pucheros.
128
primera vez que vea a Annabelle desde nuestra bizarra discusión. No he olvidado que
ella prometió ahondar en mi identidad, ni he dejado de estresarme por eso. Aunque el
Página
Sr. Ashworth juro que él había cubierto sus huellas, hay algo sobre Annabelle que me
hace pensar que puede olfatear un copo de nieve con cinco puntas en una ventisca de
copos de seis puntas. Voy a tener que estar en mi mejor jugada esta noche.
Una más semana y estaré en casa libre.
Aunque ese pensamiento no me da el mismo regocijo de antes. Ahora lo sigue
una pequeña maléfica voz en mi oreja:
Una semana más y nunca verás de nuevo a Cohen.
El pensamiento ata mi estómago en nudos. ¿Quién va a asegurarse de que se
quede en el camino? Tendré que hablar con Renard. Quizá el hombre este deseoso de
empezar a dormir en la cama de Cohen todas las noches, en mi lugar. Puedo imaginar
cuan amenazante ese brillante domo calvo debe verse a la luz de la luna.
Definitivamente un eficaz disuasivo de drogas.
Tengo cerca de media hora para preocuparme por eso antes de que lleguemos
a la mansión. Entiendo inmediatamente cuánto la compañía de LeCrue debe valer, y
por qué Cohen lo quiere tan mal. Sólo alguien que vendió su alma al diablo, o a los
dioses por cantidades absurdas de dinero, podría permitirse el lujo de una mansión así.
Parece seguir por millas, con un césped verde esmeralda sazonado con estatuas
desnudas y estanques de peces perfectamente circulares. En el extenso porche, puedo
ver gente pululando alrededor, hombres de traje y mujeres en vestidos, charlando en lo
que es, sin duda, un elegante francés que no voy a entender.
Cierro mis ojos, y cuando los abro de nuevo, soy Georgette Montgomery.
Envuelvo mi cartera bajo mi brazo y salgo del automóvil.
Si te ves como si pertenecieses, nadie lo discutirá. Yo podría estar colándome
en esta fiesta y nadie lo notaría, gracias a mis tacones de diseñador. Aunque fui
invitada, todavía se sentía como estuviera entrando a la fuerza. Supongo que es porque
Georgette Montgomery fue invitada. Rae Grove no.
Zigzagueo alrededor, intentando lucir compuesta mientras también busco a
Cohen. Sin señales de él todavía.
Un señor mayor de aspecto distinguido, con un bigote que podría poner a
Papá Noel celoso golpea ligeramente mi brazo para llamar mi atención y dice algo en
francés. Pongo mi mano delante de mi boca y finjo vergüenza.
―Lo siento mucho, señor, pero mi comprensión del francés es ciertamente
débil.
―Ningún problema, no es un problema en absoluto. ―dice él, mientras
cambia inmediatamente a inglés con un acento como la crema pesada―. Meramente
pregunté si la joven dama había probado alguna de las aceitunas rellenas esta tarde.
Están para morirse.
―No todavía, pero seguro que lo hare. ―le prometo.
Él me extiende una mano.
131
―Jean.
―Georgette Montgomery. ―digo, mientras agito su mano cautelosamente.
Página
Sus ojos crecen tan anchos que me angustia que puedan estallar fuera.
―¿Ciertamente no eres la misma Georgette Montgomery comprometida con
nuestro Cohen Ashworth?
Intento no reírme. No sabía que Cohen Ashworth era de alguien.
―¡Sí, la misma! ¿Usted conoce a mi prometido?
―¿Él no me ha mencionado? Crecí con su padre. Buenos amigos, buenos
amigos. He conocido al muchacho desde que era pequeño. A la familia entera. A su
madre también. ―Su cara cae―. Un asunto terrible. Terrible...
No estoy segura de cómo navegar estas aguas, así que tomo un predefinido
grave silencio. Después de un momento, él se reúne.
―¡Pero que encantador conocerla finalmente! Debo confesar, estimada, que
me he preguntado y me he preguntado por el tipo de persona que usted debe de ser.
Cohen es, después de todo, no conocido por su cordialidad. ―él revela una
retumbante risa.
Lo reflejo con un tintineo, muevo mis ojos, y miro hacia abajo.
―Él siempre ha sido muy cordial conmigo.
―Como debe ser. Usted parece del tipo que inspira bondad. ¡Ah, allí esta él
ahora! Cohen, yo estaba presentándome a tu querida prometida...
―¿Dónde estabas? ―pregunta secamente Cohen, apareciendo mágicamente a
mi lado. Él gira una copa de champán en una mano y da un manso apretón a mi
muñeca. Una tensión que no había conocido estaba allí sangrando fuera de mí. Su sola
presencia me alivia.
―Hola, querido. ―lo beso en la mejilla. Jean encuentra esto muy encantador.
―¡Despliegues públicos de afecto, nada menos! Cohen, te la has ingeniado
para encontrar a una bonita muchacha y no asustarla. Un milagro que nunca pensé del
que daría testimonio.
Un familiar pliegue de nubes de tormenta aparece en la frente de Cohen, pero
toco su brazo con el codo. Él aclara su garganta. El fantasma de una sonrisa aparece en
su cara.
―Supongo que usted tiene razón. Nunca pensé que pasaría.
Se vuelve a mí, como para integrarme en el chiste. Pero todo lo que siento
vagamente es intranquilidad. Él sabe que está pagándome por este acto. ¿Realmente
cree que ninguna muchacha lo soportaría?
Doblo mi brazo a través del suyo y digo serenamente: ―Cohen es una de las
personas más buenas que conozco.
―¡Usted no debe de conocer a muchas personas entonces! ―Jean se ríe. Pero
él da golpecitos al brazo de Cohen―. Solo estoy bromeando. Sabes que estoy contento
por ti. Dile a tu encantadora novia que vaya a probar los mejillones, están tan frescos
132
está de pie en un traje de media noche, perforando con una cuchara color plata contra
un vaso de cristal. Él dice algo en francés y entonces repite en inglés: ―Si pudiera
Página
bebé. Espero que sea imposible, pero estoy nerviosa por la facilidad con la que las
imágenes se acercan a mí.
Página
Las personas están sonriéndome ahora y yo intento convocar el amoroso
apropiado rubor. Pero es duro. Es duro porque todas estas personas están creyendo en
un cuento de hadas que nunca existió.
―Así que ―dice LeCrue, su voz crece más ruidosamente de nuevo―, yo he
decidido ponerte al mando de mi compañía, Cohen Ashworth, como una señal de mi
profunda confianza en ti.
Hay un puñado de aplausos que ahoga un delicado sonido en el fondo de la
sala. Miro por encima de mi hombro. Claude ha roto su vaso en la mano, y un
camarero se queja sobre él, pero está demasiado ocupado mirando a Cohen con puro
odio para prestarle el hombre alguna atención. Cohen camina hacia adelante y agita la
mano de LeCrue.
Hay un momento de silencio. Me encuentro mordiendo mi labio. Por favor no
le permitas decir algo malo o presumido, por favor por favor por favor...
Él levanta su mirada. Sus ojos encuentran los míos brevemente. Le asiento,
sonriendo un poco. Él sonríe en respuesta, tentativamente, antes de volver a LeCrue.
―Gracias. ―dice―. Pero voy a rechazarlo.
¿Rechazarlo? ¿Después de todo por lo que él ha tenido que pasar para ganar el
control de esa compañía? Al parecer no soy la única conocedora del deseo de larga
data de Cohen, porque un jadeo colectivo resuena alrededor del cuarto. Supongo que
todos aquí entienden inglés después de todo.
La sonrisa de LeCrue se marchita.
―¿Rechazarlo? ¿Qué quieres decir?
―Yo aprecio la confianza que usted ha puesto en mí. ―la mirada de Cohen
se zambulle de nuevo hacia la muchedumbre detrás de ellos. Él no es el tipo de
persona al que le gusta hablar cuando hay muchos pares de orejas que puedan
escuchar―. Pero no puedo aceptar su oferta. No debido a algo que usted ha hecho,
pero debido a mis propias acciones. Le he mentido a usted.
No. De ninguna manera. No hay absolutamente ninguna posibilidad en el
infierno de que él arruine esto ahora. Cohen Ashworth nunca podría ser tan... tan
noble.
―Georgette Montgomery no es mi novia. ―dice―. No hay ninguna
Georgette Montgomery de hecho.
Puedo sentirme subir el rosa a mis orejas. Las personas se giran para mirarme
de nuevo, aunque esta vez sus expresiones son considerablemente menos afectuosas.
Meneo mis dedos en un débil saludo.
―Su nombre es Rae. ―dice, despacio pero determinadamente―. Ella es una
mujer de EE.UU. que fue contratada para actuar como mi novia, con la esperanza de
que usted me viera lo bastante estable como para comprar su compañía. Fue una
137
pequeño chisme sobre dónde su padre me encontró en primer lugar. Que piensen que
soy una extravagante timadora. Oye, en realidad, ese no es tan mal pensamiento. Rae
Grove, agente secreto super-cool.
¿Espera, qué estoy pensando? Miro desesperadamente hacia el frente del
cuarto. ¿Cohen, qué estás haciendo?
―Así que, a todos ustedes quienes disfrutaban del pensamiento de que yo era
finalmente el tipo de persona a quien una mujer podría amar, siento defraudarlos. ―
dice. Unos pocos pies más allá, los ojos de Jean están anchos por la impresión―. Su
tiempo fue comprado, no dado. Y dudo que cualquier precio pudiera ser lo bastante
alto para soportar ese tiempo conmigo.
Su sonrisa irónica regresa, pero nadie está uniéndose a él. Mi corazón se hace
tiras, un poco. De acuerdo, sí, me ha pagado para estar aquí, pero es no como... no es
como si no disfrutara nada de él.
―Yo no soy claramente el hombre correcto para dirigir su compañía en una
nueva dirección. ― le dice Cohen a LeCrue―. Su hijo, sin embargo, he oído
recientemente que tiene algunas interesantes ideas. Usted debe hablar con él sobre eso.
Y entonces se vuelve. La multitud se parte delante de él en una ola de
sorprendido silencio. Salvo una persona. Annabelle está de pie en su camino, su pelo
un poco más salvaje de lo normal, una mancha de salsa de gamba sobre su labio
superior.
―Pero eso es imposible. ―dice en una voz tan baja que apenas puedo oírla―.
Todo lo que dijiste es imposible. Yo... yo investigué a Georgette. Ella tiene historia en
papel…
―¿No crees que yo habría emprendido tal mentira sin evidencias de que
nuestras huellas estén cubiertas? ― resopla Cohen, pero entonces él pestañea y agita
su cabeza―. Lo siento. Es decir, yo quiero decir, no es sorprendente que fueras
engañada.
La cabeza de Annabelle gira en mi dirección. Su cara es tan ancha, abierta en
sorpresa que casi quiero reírme. Ella nunca ni en un millón de años habría imaginado
que podría engañarla así.
―Tres hurras, por la honestidad. ―una voz sopla reacia. Es Claude, mientras
sostiene una nueva y no rota copa de champán y luciendo absolutamente encantado―.
Yo, por ejemplo, confío en la franqueza de Cohen. Propongo un brindis
Nadie se une. El Sr. LeCrue todavía está de pie, su cara se vuelve
gradualmente más roja. Cohen camina adelante, me toma por el brazo, y me lleva
hacia la puerta.
―¿Sabes lo que estás haciendo? ―susurro. El silencio es tan abrumador que
tengo que hacerlo muy calladamente.
―Eso espero. ―susurra de regreso.
138
141
Página
Capitulo 13
Más tarde, cuando nos tumbamos en la cama, menos la ropa, rodé y me
acomodé en el rincón entre su hombro y su brazo.
―¿Sabes que he notado? ―Murmuro contra su piel.
―¿Hmmm? ―El sonido es bajo y reconfortante.
―Tú no has tratado de salir otra vez desde que te atrape haciéndolo. Pensé
que sería despertada constantemente por tu astuto culo tratando de dejar el
apartamento a las cuatro de la mañana, pero mi sueño no fue interrumpido ni una sola
vez. Tú no has sido extremadamente cuidadoso al respecto. ¿Lo has sido?
―Como si pudiera pasar de ti. ―Plantó un beso en la cima de mi cabeza―.
No, no he tratado de irme. No puedo pretender que no he sentido el deseo, ahora y
entonces, pero es más una punzada silenciosa que la rugiente necesidad que solía ser.
De hecho, ha ido desapareciendo con el tiempo. Esa noche que me atrapaste fue más
mi intento de ver si realmente era algo que quería en mi vida después de todo. La
necesidad ha ido desvaneciéndose desde que…
―Desde ¿Qué? ―pregunte.
Besa una línea ardiente desde mi cuello hasta mi clavícula.
―Desde que encontré una nueva manera de volar.
―Entonces, ¿Eres adicto a mí?
―Completamente.
―Lo bueno es que estas practicando la abstinencia, entonces, porque en una
semana estarás… ―Me detuve. Lo que pretendía ser una broma resulto ser un fracaso
absoluto.
El silencio creció y creció hasta que Cohen habló: ―No hablemos acerca de
eso ahora mismo.
Quiero preguntar, ¿cómo puedes ser adicto a mi cuando tú eres quien insistió
en que una relación era algo inadmisible entre nosotros? Pero no lo hago.
―Tienes razón. Hablemos de otra cosa. Como ¿Qué estarás haciendo ahora
que no tienes que trabajar más en lo de la compañía de LeCrue?
―Ah. Correcto ―dice él―. ¿Quién sabe? Tal vez tomare algún descanso.
Clases de pintura. Descubrir mi pasión, como tú dijiste.
142
no es aburrida. Al principio casi me siento mal por ella, atrapada en medio de esta
gran multitud con toda esta gente mirando y tomándose selfies, con ella en el fondo,
Página
pero a ella parece no preocuparle. Su sonrisita parece decir que está por encima de
todo, y que ella está concentrada en sus propias cosas y que le gusta el hecho de que
ninguno de nosotros sabe cuáles son esas cosas.
Me estremezco y retrocedo.
―¿Qué pasa? ―Dice Cohen
―Nada. ―Sacudo mi cabeza―. Solo me da la impresión que… que me está
sonriendo a mí.
―No me digas que terminaste siendo espantada por la Mona Lisa, porque…
―¡No lo estoy! Es solo que…
Una mujer sonriéndole a otra, como si dijera, ¡Eh! Yo sé lo que es tu vida. Soy
una chica y he estado allí. Me pregunto si todos los hombres que están de pie a mi
alrededor incluso saben que es lo que está pasando.
Su manera de sonreír me recuerda a la de Annabelle aunque en realidad, ella
definitivamente no sabe cómo ha sido mi vida.
―¿Quieres una foto? ―Cohen me ofrece su teléfono―. Por ti estoy incluso
dispuesto a ser una de esas personas increíblemente desagradables que toman fotos de
ellos mismos frente a una pieza de arte, como si fueran la única cosa interesante de
mirar.
Levanto una mano.
―Uno, lo que acabas de decir fue una cosa súper molesta. No me importa que
tan asombrosa una pieza de arte es, un ser humano siempre es más importante. Dos…
Le echo un vistazo a la Mona Lisa.
―Dos, diablos, sí quiero una selfie con ella.
Agarro el teléfono de Cohen y lo sostengo, orientándolo por lo que parece que
estoy parada muy cerca de ella. Mona y yo, las mejores para siempre. Incluso capto
una pieza firmada antes de tomar la foto. Entonces envuelvo un brazo alrededor de la
cintura de Cohen y tomo una foto de nosotros dos, la cámara de espalda al pasillo.
―No capturaste a la Mona Lisa en la imagen ―me indica él.
―No la quise a ella en esto. Solamente quise una foto de nosotros dos. Y tú
no sonreías, entonces tenemos que tomarla otra vez.
Le pincho hasta que sonríe, y entonces tomo la foto.
Nos paseamos un rato más hasta que nos perdemos y terminamos de regreso
con las esculturas. Estoy admirando las tetas de una muestra de alabastro en particular
cuando alguien se oculta detrás de una de las estatuas en la distancia. Alguien familiar.
Parece… No. No puede ser.
Miro detrás de mí. Cohen esta absorto en la lectura de uno de los carteles en
la pared. Aprovecho la oportunidad para lanzarme hacia adelante y alrededor de la
146
―Oh, ―dice ella insegura―. ¿Entonces deberás dejar Paris muy pronto?
―Unos pocos días. ―Quiero decirlo con facilidad, pero se siente como si un
Página
―No, eso es… son esas lecciones de amabilidad que hemos estado
practicando, donde vamos a todos los lugares turísticos llenos de gente, que
Página
normalmente lo volverían loco y él tiene que ser amable con cada persona que ve...
Pero me detengo. Apenas he mencionado las lecciones de amabilidad hoy, y
en verdad, no estaba pensando en ellas en absoluto cuando propuse venir al Louvre.
Lo que realmente quería era pasar un poco de tiempo con Cohen. Y, aunque casi no lo
había notado, él ha sido agradable con todo el mundo hoy. Le agradeció a la señorita
de la boletería cuando compro nuestras entradas, ayudo a una mujer a encontrar el
estuche de sus lentes cuando por accidente se cayó de su bolso, e incluso me empujo a
un lado para que un hombre viejo muy pequeño pudiera conseguir una mejor vista de
las pinturas que estábamos mirando.
Supongo que he hecho mi trabajo, después de todo.
Lo único que necesitaba era una persona que le dijera como ser amable con
otros. Cosa que obviamente su padre, obsesionado con la avaricia y el éxito, nunca
hizo.
―Debería salir corriendo ―dice Annabelle, enderezándose―. Sería un poco
incómodo si él me ve aquí, ¿no crees? De todos modos, esto era lo que quería decirte.
Y quería darte esto.
Es un número de teléfono en un trozo de papel. Lo presiona en mi mano.
―Es mi línea personal, llámame en cualquier momento, ¿bien, querida? Si
decides dejar Paris, me gustaría mantenerme en contacto contigo y oír todo sobre tus
emocionantes hazañas.
Las emocionantes hazañas al hacer muchas tareas y trabajar de nueve-a-cinco
en Burger King, probablemente. Pero no puedo decirle eso.
―Bien. Gracias, Annabelle.
―Au revoir, querida. ―dice ella antes de volverse por el pasillo más cercano,
el que conduce a las pinturas del Renacimiento.
Meto el papel en mi bolsillo y me paro. Cohen me descubre inmediatamente.
―Allí estás. Me preocupaba que me hubieses abandonado. ―Él sonríe.
Suspiro profundamente. Annabelle es una idiota. El amor no entra en esto.
―Lo siento, me desmaye del hambre un ratito. Volemos a esa heladería y
compremos algo de comer ¿sí?
Dejamos el museo y paramos en una linda cafetería en el área. Él ordena un
filete tártaro y yo muerdo los pastelillos.
―Voy a extrañar los pastelillos. Desde luego que esa es la cosa principal.
―digo con la boca llena de migajas.
―¿De verdad? ¿Qué más extrañaras? ―Pregunta, tan agradable como puede
ser.
Le sigo el juego.
149
―El queso. Y el vino. Nunca he disfrutado vinos tan baratos y que sean tan
buenos. En casa, era más que nada PBR14.
Página
14
PBR: Una marca de cerveza.
―¿Qué es eso?
―Olvídalo.
Él asiente.
―Queso y vino, ¿Algo más?
―La comida en general. Los mercados. Los museos. Y eso es todo.
―Oh. ―Vuelve a su almuerzo, pero no puede ocultar su expresión alicaída.
Me pregunto si ha empeorado en ocultar sus emociones, o si yo simplemente estoy
mejorando en ver a través de la máscara.
Empujo su brazo.
―Y un tipo tonto llamado Cohen Ashworth…
―No sabía que habías conocido a alguien que se llama igual que yo. ―dice
con una cara muy seria. Esta vez, en lugar de empujarlo, golpeo su brazo ligeramente.
―Owww.
―Te lo mereces.
―Probablemente ―acepta él.
Limpio algo de crema de mi plato con un dedo y lo lamo, sin perderme la
forma en que Cohen está observándome.
―Entonces, ―digo, como si la pregunta no fuera tan importante―. ¿Cuánto
tiempo piensas permanecer en Paris?
―No estoy seguro. Hay algunas ventajas y desventajas.
―¿Y esas serian?
―Ventajas: Está muy lejos de mi padre. ―Sorbe su café―. Desventajas: Está
lleno de turistas.
―Estas mejorando mucho con lo de los turistas, sin embargo. De hecho, hoy
yo diría que fuiste francamente amable con ellos.
―No puedo decepcionar a mi maestra de “Amabilidad” ―comenta―. En
todo caso, realmente vine aquí en primer lugar para intentar convencer a LeCrue de
venderme su empresa. Ahora que eso ya no está bajo consideración, no hay nada
atándome a este lugar, ¿Entiendes?
Mi corazón salta, aunque hago un trabajo magistral en ocultarlo.
―Mmm, sí, entiendo.
Me mira en silencio durante un minuto.
―¿Quieres que yo deje Paris?
Tengo un ataque de tos y escupo medio bocado de pastel. Las migajas vuelan
150
Sam: Así que espero que aceptes cuando te digo, sin reservas, que no hay nada más
alejado de le verdad, que lo que tu dijiste.
Página
Sam: Todos hemos cometido errores, Rae. Todos estamos un poco sucios.
Sam: Pero no de la manera que tú crees. Tú estabas haciendo lo que tenías que hacer.
Sam: Quienes realmente están contaminados, son aquellos que han sido crueles, que han
sido fríos, quienes han herido gente.
Sam: Soy el contaminado, Rae. No tú.
Sam: Tú eres pura.
Sam: Y la razón por la que pienso que no podría estar contigo es porque me aterra
arruinar esa pureza.
Sam: Es lo que hemos hecho con nuestros cerebros y corazones lo que importa, Rae. No
lo que hemos hecho con nuestros cuerpos.
Sam: Esta oscureciendo. ¿Regresaras a casa?
Sam: Dime donde estas. Enviare a Geoff a recogerte.
más. Cocinamos el uno para el otro, nos damos masajes el uno al otro, nos damos
mutuamente todo.
Esta es la clase de semana que pensé que una chica como yo jamás tendría. La
clase de dicha que nunca supe que tendría el derecho de experimentar. Pero lo tomo
descaradamente, sin culpas o reservas. Esta es mi felicidad. Y yo merezco esto.
Al cabo de todo, él me lleva al aeropuerto.
Estoy retrasada. Nos tomamos una hora de más en la ducha juntos y ahora
estamos pagando por ello. Perderé el avión.
Quiero perder el avión.
Estoy parada en la escalera mecánica que conduce hasta el lugar donde solo la
gente que ha sido examinada por el personal de Seguridad puede ir. Esto bien podría
ser como un mundo diferente. El más allá. El guardia de seguridad al otro lado de la
escalera nos mira por el rabillo de su ojo.
―Estás seguro… ―Comienzo, queriendo terminar la frase, pero no puedo.
Su mano acuna mi mejilla. Sus palabras son lentas y decididas.
―Tú me has hecho andar en la senda que conduce a ser una mejor persona,
Rae. Pero tengo que ir el resto del camino por mi cuenta. Lo necesito. Y cuando pueda
confiar más en mí mismo, cuando sepa que soy la clase de hombre que tú mereces, te
buscare. Te lo prometo.
―O podrías olvidar todas esas cursilerías y solo venir ahora ―digo, tratando
de mantener mi tono ligero, pero es vacilante.
Él se inclina hacia adelante y apoya su frente contra la mía. Cierro mis ojos.
Cuando me besa una caliente exquisitez recorre mi cuerpo entero, como chocolate
derretido vertido dentro de una taza.
―Vamos ―dice en mi boca―. Antes de que pierda mi fuerza de voluntad.
Doy dos pasos. Lagrimas corriendo por mi cara.
El guardia de seguridad me detiene.
―Un beso más, para el chico ―insiste él.
Me giro y me arrojo a los brazos de Cohen. Nos besamos por lo que parece
una eternidad. Universos nacen y mueren durante ese beso.
Finalmente me veo forzada a separarme.
―Uno más… ―el guardia de seguridad comienza otra vez, pero yo sonrío y
lloró: ― ¡No puedo! ¡Perderé mi avión!
Y entonces estoy sobre la escalera mecánica, y esta me lleva arriba, arriba,
muy lejos.
Puedo verlo. Sus ojos están húmedos. Y estoy afectada por como de repentino
esto se siente. Como de abrupto. Era como si… esto estaba solamente comenzando,
nuestra historia. Tengo que rezar para que quisiera decirlo cuando dijo que lo nuestro
158
Roger sea un mal tipo. Él me dejó copiarme sus notas una vez que yo estaba enferma y
no podía llegar a clase. Y es bastante dulce, también.
Página
Él sólo no es...
Detengo ese pensamiento en sus caminos. Ha pasado un año, Rae. Si él iba a
venir, habría llegado a estas alturas.
Tengo que decirme esto al menos una vez al día. La esperanza es una cosa
divertida. Cuando estás distraído, cuando tu cabeza se voltea, se cuela de nuevo,
incluso si estás seguro de que lo has desterrado. Nada puede mantenerlo fuera por
mucho tiempo.
Finalmente Roger se va, con el número de Tabitha escrito en la parte inferior
de su taza vacía. Tabitha me empuja el codo para llamar mi atención.
—¿Puedo preguntarte algo, Rae? —Su voz es tan minúscula como ella, pero
he visto a la chica guardar cuatro pasteles en una fila sin pestañear.
—No hay problema.
—Ese es el cuarto cliente que he visto que te invita a salir. Lejos del más lindo,
ya sea, pero siempre dices que no. ¿No crees que deberías darle a alguien una
oportunidad, uno de estos días?
Me dirijo a la pileta y enjuago la cafetera.
—Simplemente no estoy buscando una relación en este momento. Eso es todo.
—Haz lo que quieras. —Se encoge de hombros—. Voy a abastecer algunos
filtros de café.
Ella desaparece. Las cosas siempre se calman a esta hora del día. Cuatro y
media. Demasiado temprano para la cena, demasiado tarde para la cafeína. Con
Tabitha en el cuarto de atrás, es como que soy la única persona en la cafetería. Sólo yo
y la nieve que cae suavemente fuera de la ventana.
Hoy, ha pasado un año desde que me fui.
Otra cosa que me prometí fue que no lo pensaría.
La puerta tintinea. Alguien entra. Seco la cafetera y me doy vuelta, diciendo:
—Ya mismo lo…
Mis palabras mueren en mi garganta.
La nieve se apila en lo alto de sus hombros. Su pelo está un poco más largo
que antes. Su rostro, un poco más suave. Pero es él. Sin lugar a dudas es él.
Entonces él sonríe. Esto rompe su cara entera como la luz del sol que rasga un
muro de hormigón.
—Dios, es tan bueno verte —dice en voz baja.
No puedo decir nada. El shock ha paralizado mi sistema. Es él. Vino. Vino
después de todo.
Su sonrisa se tambalea.
—No llegué demasiado tarde, ¿verdad?
160
cálida, tan cálida. Cohen me abraza de nuevo, duro, desesperadamente, hasta que nos
doblamos el uno al otro y nos sentimos como una persona. Hasta que me siento
completa.
—Pues bien —dice Tabitha, y puedo oírla girando y caminar hacia atrás al
cuarto de atrás.
Su aliento está en mi oído y estoy tan absolutamente, completamente feliz.
—No llegaste tarde —le susurro—. Nunca podrías llegar demasiado tarde.
161
Página
Sobre la autora
L.A. Rose recientemente salió viva de la universidad y con un licenciatura en
Inglés. Habitualmente pasea en la playa y es una adicta al romance ―sin salvación.
También se armó de valor para convertirse en autor indie, Adrian Lessons es su primer
libro, sin contar los que escribió antes de lograr algo publicable. (Ella prefiere que no)
162
Página
¡Visítanos!
163
Página