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LA GALLINA DEGOLLADA (HORACIO QUIROGA)

DISCRIMINACION DEL HOMBRE

ELCY ESTELA RESTREPO SANCHEZ


GLORIA ELENA PINEDA DIEZ

SEMINARIO TEORIA LITERARIA


RUBEN DARIO MEJIA
6 DE NOVIEMBRE

UNIVERSIDAD DE MEDELLIN
FACULTAD DE EDUCACION
MEDELLIN
1999

LA GALLINA DEGOLLADA (HORACIO QUIROGA)


DISCRIMINACION DEL HOMBRE

“Mazzini y Bertha orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y


marido hacia un porvenir mucha más vital: un hijo”.

Ambos estaban unidos por un amor fecundo que no se agotaba entre ellos,
sino que estaba destinado a prolongarse suscitando nuevas vidas: la de unos
hijos que, sin duda, serían el don excelente de esa institución que habían
conformado: una familia modelo, idealizada a través de esos hijos, los cuales
sellarían ese amor, como donación fiel y constante del uno al otro, como
crecimiento y profundización, que por sí mismo buscaba ser eterno.
Pero lejos estaba la pareja de imaginar que todos aquellos pensamientos y
deseos ilusorios, que se habían formado a partir de una familia, se verían
desvanecidos ante la anormalidad de sus hijos llevándolos a una distorsión de
vida y mundo feliz, a destruir esa armónica relación de pareja a un
comportamiento cambiante que en un principio no les permitió ser sinceros
consigo mismos, ni con sus sentimientos, por que los llevó a buscar en el otro
la culpabilidad del origen del mal.

“Creo que nos vas a decir que yo tengo la culpa, no?


-¡Ah, no!-¡Pero yo tampoco, supongo!...!No faltaba más!
-Qué no faltaba más?
-Que si alguien tiene la culpa no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería
decir.”

La fatalidad acaecida en la idiotez de los hijos, formó una atmósfera de


reproches e insultos. Aquellos hijos que antes fueron el encanto de la pareja
y que simbolizaron con su normalidad la vitalidad de sus vidas, la perfección y
estabilidad del matrimonio, se convirtieron después en incesante tortura al
simbolizar con su anormalidad el antimodelo que les impedía el ideal de familia
anhelado. Y como el ave Fénix, que resurge de sus cenizas, así esa angustia
que los sumergía en un ciclo abismal de desesperación e inconformidad, se
veía desvanecer con la llegada de cada nuevo hijo, como un surgimiento de
esperanza y renovación que la final terminaba truncándose nuevamente.

En esta eslabón vivido de esperanzas y desilusiones, acontecen Mazzine y


Berta como padres que son la voz de una cultura que transmite modelos
perfectos y sublimizados. Padres cuya felicidad es idealizada y efímera son sus
reconciliaciones, son también la voz del rechazo y de la no aceptación a la
diferencia. Están también los hijos en su rol de idiotas, la voz de antimodelos
estereotipados de la cultura, son también la propuesta a la homogenización y
la perfección, donde el igual que los normales toman prototipos y lo repiten
como signo de la inconsciencia y del automatismo que forma la cultura. Más
esa hija con su “normalidad” es la representación de esa sociedad modelo
ideal, pero efímera como todo lo idealizado. Esa realidad humana en los hijos
anormales, rompió el esquema tradicional de lo perfecto, creando una nueva
realidad donde se excluye y se busca el culpable de la nueva situación o
estructura. Y así lo confirma el documento “Sociología de la literatura” cuando
postula que:

“Las realidades humanas se presentan como procesos de doble vertiente:


desestructuración de estructuraciones antiguas y estructuración de
totalidades nuevas…” (P. 222)
Todo lo acontecido en el cuento, denuncia la exclusión del hombre cuando no
se tiene como se quiere, es la discriminación del hombre por el hombre. La
sociedad tiene unos estereotipos culturalmente aceptados que han sido
construidos para los individuos y éstos deben representar el papel que la
sociedad les impone. Si el ser humano no se identifica con esos patrones es
rechazado o considerado desigual y se le cosifica, y es el hombre el único ser
que puede cometer tal transgresión: tratar a otro como una cosa,
excluyéndolo. Cuando se discrimina al individuo, se le niega espacios y
condiciones necesarias para su desarrollo, de ahí que la interacción con su
medio no sea facilitadora, sino bloqueadora. El hombre discriminado o
excluido está sometido a una sociedad que atenta contra su dignidad y lo
sumerge en la soledad del ensimismamiento, perdiendo el sentido de lo que
le rodea, el realismo de las cosas, personas y situaciones, viviendo al igual que
los cuatro idiotas como si no existieran; y es que el ser humano no esta hecho
para el ensimismamiento, sino para el encuentro con el otro.

En una sociedad como la nuestra donde históricamente hemos sido negados,


¿Cómo lograr reconocernos y aceptarnos? ¿Cómo no imitar a los cuatro idiotas
repitiendo, pero la negación del otro? ¿Es posible continuar con este estilo de
convivencia en donde consideramos que el otro por ser diferente no vale la
pena y, lo excluimos y negamos de muchas formas?

Podemos convivir en armonía si aceptamos al otro como válido, si nos


sensibilizamos para percibir y entender la diferencia y la desigualdad,
ofreciéndole al individuo no el rechazo ni la exclusión, sino la oportunidad de
realizar su potencial, de ser él mismo. Esta sería una convivencia hacia la
construcción que nos lleva a aceptar la responsabilidad de nuestros actos y a
dejar de justificar nuestra acción como generada sólo por los demás (el
culpable es él). Además, implica aceptar el amor como validación del otro,
sólo así podría construirse la sociedad, porque el fundamento de lo social es el
amor, pero no adornado con guirnaldas y puesto en un altar, sino en ese amor
cotidiano que ha hecho posible la historia de la humanidad surgiendo de la
aceptación por el otro como legítimo.
Los distingos de clases discriminaciones y desigualdades entre personas; es
decir la falta de equidad, influyen en la calidad de vida, condición y posición en
la sociedad. De allí que la eliminación de éstas iniquidades sea un reto que
todos debamos afrontar para lograr la construcción y desarrollo de una nueva
sociedad. Sea éste entonces el desafío de este fin de milenio que ha traído
grandes transformaciones a la humanidad, pero que nos deja pendiente la
tarea de aprender el reconocimiento y respeto por la singularidad de nuestros
congéneres. Una sociedad sin distingo de clases es también la aspiración de
todos los que dando fe de la desigualdad y distinciones de los tiempos
actuales, esperamos y deseamos la llegada de un orden más justo y en el que
las diferencias sólo se basarán en el mérito y en el talento.

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