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Leí por ahí una cita del novelista y dibujante Bef: “el peor enemigo de un niño que dibuja es un

profesor de primaria” y no estoy en desacuerdo, pero existe otro gran enemigo al que nos
enfrentamos los que fuimos/son niños garabateadores: ¡el jodido papel rayado! y el cuadriculado
también para el mismo caso. Desde que tengo memoria, y no es una oración retórica, siempre ha
sido una búsqueda, una quest, encontrar libretas, libros, cuadernos y demás parafernalia papeleril
que tenga hojas blancas. Hermosas. Prístinas. Inmaculadas. Impolutas. Como la luna, como la
espuma que tiene el mar. Una hoja en blanco es un universo abierto, miríadas de posibilidades,
todos, todos los trazos posibles, habidos y por haber están ahí, en la hoja en blanco, esperando a
ser descubiertos.

El proceso de darle en la ma- de imprimir papel rayado se debe al señor Ottaviano Petrucci
que en 1501 comenzó a imprimir las primeras hojas rayadas. El señor creo las primeras hojas de
pentagrama para música. Los músicos ya no tuvieron que perforar sus hojas para poder trazar las
líneas necesarias para las partituras. Gran invento. No fue sino hasta 1770 que un británico llamado
John Tetlow patenta una máquina que el gobierno británico llamó “machine for ruling paper for
music and other purposes” y ahí se fue todo al traste. Esta patente no sería explotada sino hasta
entrado el siglo XIX que otras imprentas de Europa y el continente Americano comenzaron a
imprimir.

Estas primeras hojas eran usadas exclusivamente por profesores de preescolar y primaria,
debido a la obvia facilidad que brindaban a los niños para aprender a escribir. Hasta antes de 1800
nadie aprendía a escribir con hojas rayadas y cuando lo hacían lo normal era sacar una regla y
rayarlas uno mismo. Sin embargo, eran épocas en que poca gente sabía leer y escribir, en que el
papel era muy caro y básicamente un lujo para los nobles o clases altas, que para el caso, eran los
únicos que tenían razones para escribir. Este apartado nos daría para otra reflexión donde nos
explotaría la cabeza al ver que mientras menos escribimos, menos ejercitamos nuestro
razonamiento, pero esa, es otra historia.

Mi argumento es el siguiente, y es a favor de que se reduzca el número de libretas,


cuadernos y demás derivados que tienen hojas rayadas. Porque es muy difícil encontrarlos con hojas
blancas, asimismo, cuando se encuentran no hay la diversidad de tamaños, formatos,
encuadernados y empastados. Como INRI, cuando los hay, son más caros. Claro, la razón es simple
demanda y oferta ¿cuántos de los que están leyendo esto necesitan un cuaderno con hojas blancas?
La respuesta debería ser: todos. Una vez que ya aprendiste a leer y sobre todo a escribir, ya no
necesitas las rayas.

Esa es mi tesis. No necesitamos los adultos alfabetizados las rayas. Son absoluta y
completamente inútiles ¿o usarías tu bicicleta con rueditas? ¿le pondrías rueditas a tu motocicleta?
Quieres por siempre usar vasito entrenador, menuda sociedad adulta usando sippy cups (aquí hay
otro rant, interminable, en contra de los popotes que además de infantiles contaminan
gravemente). Una vez que tu querida o querido profe de primer año de primaria te enseñó a escribir
y luego de ¡seis años! De estar escribiendo con rayitas ¿las vas a seguir necesitando? Díganme quién
necesita usar rueditas seis años para aprender a andar en bici.

Escribir, y aquí citaré también a Bef, es dibujar. Es un trazo de formas geométricas, líneas
rectas y curvas. No más. El control que se requiere sobre el espacio para poder mantener una línea
recta no es más complejo que el que se requiere para caminar en línea recta o señalar algo en un
cuarto. Los niños pueden arrojarse pelotas y cacharlas. El manejo del espacio en relación con el
campo visual se adquiere a temprana edad, y se consuma con la escritura. Si los adultos necesitan
las rayas es porque es más fácil usar las rayas que simplemente usar tu habilidad visual-espacial y
coordinar tu cerebro para una tarea tan sencilla como esa. Estás pensando ¡no es cierto! Y eso es
un delirio en el que nos han hecho caer las rayas. Piensa, si nunca te quitaran las rueditas de la bici
y un día te subes a una que no tiene, vas a pensar lo mismo ¡es bien pinche difícil! Ajá, pero sólo
porque siempre usaste las rueditas y, neta, no las necesitamos. Los profesores deberían ser como
antes, porque a mis padres y abuelos les tocó aprender caligrafía y aprendieron a escribir sin usar
las rayitas. Menuda generación avanzada.

Si nos deshiciéramos de un elemento tan pueril (en buen sentido, en el sentido párvulo, de
paideia, de aprendizaje) nivelaríamos la oferta-demanda que existe entre rayas, cuadros y blancas.
Equidad, igualdad ¡es lo que exijo! Que haya el mismo número de opciones y que no cueste tanto
trabajo encontrar material con hojas blancas tan caro y/o tan escaso. Mejoraríamos además mucho
la calidad de nuestra escritura. Cosa que es también debatible, ya que no son muchas las personas
que escriban a mano estos días. La industria de la libreta y el cuaderno está en manos de ese ejército
estudiantil que tampoco escribe porque ya le toma fotos a los pizarrones y

¡entonces por qué fregados siguen habiendo tantas pinches rayas!

D. Mendoza.

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