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2
Staff
Moderadoras:
Elle Mar Winston
aa.tesares Melody Hamort
Perpi27 Mel Markham
Lunnanotte
Traductoras:
Mel Markham Apolineah17 SamJ3
Melody Hamort Perpi27 Aimetz14
aa.tesares CrisCras Julieyrr
Snowsmily
Valen Drtner
NnancyC
Mary Haynes
Val_17
Lunnanotte
3
betza18 EyeOc Gaz Waker
Nicole Vulturi Sofí Fullbuster Zafiro
Danny_Mcfly Katita ElyCasdel
Amy Ivashkov Jeyly Carstairs Sasu.Funes
Correctoras:
Melii Alaska
Daenerys Ely
Aimetz Daniela
Mel M SammyD
Tsuki PaulaFran!
AriGabbana Cami
Sofi MaryJane
Andreina Paltonika
NnancyC Val
Alessa Cristi
Meliizza Gabihhbelieber
Revisión Final:
Elle
Diseño:
Francatemartu
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8 4
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Epílogo
Agradecimientos
Sobre el Autor
Sinopsis
Mi nombre es Maggie Raynard. Después de dieciséis años de ser
simplemente yo, de pronto puedo matar gente cuando me enojo. Resulta
que soy un semidiós, descendiente de Afrodita. Suena genial en teoría,
pero cuando accidentalmente pongo a mi novio en coma, las cosas ruedan
cuesta abajo muy rápido.
Ahora este tipo, Mac Finnegan, ha hecho su misión en la vida el
molestarme. Estoy atrapada aprendiendo a utilizar mis nuevos poderes,
entretanto, lidiando con problemas de la vida diaria del instituto, y con
este —irritante y súper sexi— chico metido en mis asuntos, estoy a punto
de volverme loca.
Pero se pone peor. Acabo de enterarme de que existe este concejo 5
para semis que me quiere muerta. Piensan que soy mala hasta el tuétano,
y cuando de pronto mi ex muere, es como si todo el mundo hubiera
decidido acabar conmigo. Mac puede resultar ser mi única salvación, pero
tiene secretos propios, que pueden matarnos a ambos.
Kardia Chronicles #1
Este libro es para mis propios Binks: Mike, Joe, Mary, Marcy y Nic.
Alguna gente tiene suerte. Encuentran a un amigo cuando son
pequeños y ese amigo se queda por muuuuuucho tiempo.
Nadie tuvo tanta suerte como nosotros.
Ustedes, chicos, son la gente más hermosa, más mágica y más
nadadora, y no hay nadie en el mundo con quien prefiera atrapar
salamandras o jugar a patear la lata. Y, lo más importante, yo… ¡¡NO LO
SOY!!!
6
“Si te encuentras con un bosque de árboles antiguos
que han alzado sus copas por encima de la altura normal
y apagan la luz del cielo por la oscuridad de sus ramas
entrelazadas, sientes que hay un espíritu en el lugar, por
la nobleza de la madera, por lo solitario del lugar, tan
maravillosa la sombra espesa ininterrumpida.”
—Séneca.
7
1
Traducido por Melody Hamort & Mel Markham
Corregido por Daenerys♫
Querida Ella:
Mi novio está obsesionado con los videojuegos. O sea, eso es todo lo
que siempre quiere hacer. Incluso si hago que me lleve a una cita,
terminamos en Joe’s Crab Shack, y en el segundo en que terminamos de
comer, está arrastrándome a la sala de juegos en la habitación trasera para
hacerme jugar algún estúpido juego con él. ¿Qué puedo hacer para que
detenga esta mierda y me preste más atención? 8
Firmado,
Triste y Solitaria.
1 Pregunta.
2 Respuesta.
estaba oficialmente en la bolsa y camino hacia mis leales lectores. No está
mal para la segunda mitad de unos cuarenta y dos minutos de sala de
estudio en un jueves.
Me desconecté del ordenador y toméí mi bandolera justo cuando el
timbre sonaba. Próxima parada, laboratorio de química. No es
exactamente mi asignatura favorita, pero al menos mi BFF3, Libby, estaba
en esa clase conmigo.
—Señorita Reynard —llamó una voz severa.
El temor se acumuló en mi estómago mientras pegaba una sonrisa
falsa y giraba para enfrentar a Hortense Verbiglio, arpía del departamento
de ciencias informáticas. La señorita Verbiglio era incluso menos atractiva
—por dentro y por fuera— de lo que su nombre sugería, y que me
detuviera no podía significar nada bueno.
—Sí, Hort… esto… señorita Verbiglio. —Casi toda la escuela se
refería a ella en privado como ―Hortense‖, así que a veces era difícil hacer
el cambio, pero si notó mi error, no lo demostró.
—¿Qué hizo exactamente hoy? Vi un montón de tecleo, tecleo —
movió sus dedos regordetes como si estuviera escribiendo en un teclado—. 9
Pero no la vi imprimir su trabajo. ¿Le importaría decirme qué estuvo
haciendo todo el período? Esto es sala de estudio no tiempo de
holgazanería.
—Oh, lo sé. Es sólo que tenía un gran reporte que hacer y no quería
usar todo su papel —porque yo era realmente así de adorable y todo.
Cruzó sus fornidos brazos sobre el pecho y me miró por más tiempo
de lo que era cómodo. Finalmente, inclinó la cabeza en un corto
asentimiento.
—Vaya, entonces. Sin embargo, la próxima vez, estaré esperando ver
su trabajo.
La tensión en mis hombros se liberó, y le disparé dos alegres
pulgares arriba, luego corrí hacia la puerta antes de que cambiara de idea
y me mantuviera allí para más interrogatorio. La administración de la
escuela nos permitía lo que se sentía como treinta y siete segundos para ir
de una clase a otra, y ella acababa de gastar doce de los míos. Si llegaba
tarde a química, era honestamente por Hortense.
—¡Oye! Espera.
La voz musical de Libby me hizo patinar hasta detenerme en el
medio del pasillo lleno de gente, lo que me ganó algunas miradas sucias y
la mochila repleta de alguien golpeando mi hombro. Ouch.
5 En inglés dice ‗shite‘ que es lo mismo que ‗shit‘ (mierda) pero con acento irlandés.
¿Cómo había descubierto mi secreto? Sólo Bink y Libby sabían que
yo era la chica detrás de ―Eso Es Lo Que Ella Dijo‖, y hubiera apostado
todo lo que tenía a que ninguno de ellos me habría delatado.
De todos modos no importaba. De una forma u otra, él sabía.
Aún peor, eligió burlarse de ello. Amargada chica emo que
probablemente nunca ha tenido novio, ciertamente. Tuve un novio una vez,
y no terminó bien para ninguno de nosotros. No tenía ninguna prisa en
repetir la experiencia. Además, ¿qué le importaba a ese idiota irlandés?
La ira se apretó en mi pecho, y mi visión se volvió confusa. Podía
sentir el poder creciendo en mí, arañando para salir, rugiendo para ser
oído. El vello de mis brazos se erizó mientras intentaba respirar, para dejar
que la furia se disipara y saliera por mis poros en inofensivos silbidos de
energía, pero fue inútil.
Presioné una mano sobre mi casillero y abrí la más pequeña de las
válvulas de escape, el pico de una tetera, silbando una corriente de vapor.
El metal barato instantáneamente se calentó contra mi piel, la puerta
abollándose y deformándose en el punto justo bajo mis dedos.
—Uh, Mags… —susurró Libby urgentemente, pero una voz 12
masculina la interrumpió.
—¿Cómo va todo allí, Libby? Maggie.
Giré, todavía intentando contener mi respiración, y ahí estaba él,
paseando, una sonrisa arrogante dividiendo su rostro pecaminosamente
hermoso.
Mac Finnegan, quien decidió que ser el chico nuevo no era lo
suficientemente malo, así que tuvo que activamente salirse de su camino
para hacer enemigos. Mac Finnegan, quien quiso dar vuelta a mi mundo
en lugar de preocuparse por sus propios asuntos. Mac Finnegan, quien no
conocía el significado de vive y deja vivir.
Mac Finnegan, quien claramente no tenía idea de a quién estaba
jodiendo.
Estimada Desesperada:
Siento tu dolor.
Es difícil cuando alguien no respeta tus límites y se siente como si
tuvieran derecho a meterse en todo tus asuntos, incluso cuando es tu mamá.
Si yo fuera tú, lo discutiría con ella. Exponle tu opinión clara y explícale lo
mal que te está haciendo sentir. Tal vez así ella tendrá una pista de cuál es
la causa de la fricción entre las dos, y si no se mete en tus asuntos, estarías
más dispuesta a hablar con ella y pasar más tiempo juntas.
Por siempre Tuya,
Ella.
Querida Desesperada:
Estoy seguro de que Ella va a parlotear sobre establecer límites y
33
como deberías sentarte y hablar sobre eso.
7 Fundación sin fines de lucro que se encarga a través de campañas a ayudar a las
personas a limpiar y salvar el agua.
Libby parecía entusiasmada por cambiar el tema, y lo tomó como su
señal para cotillear sobre los males de la comida de la cafetería,
sosteniendo su sándwich en el aire como si los Diez Mandamientos
estuvieran grabados en el pan. Cuando llegamos a la línea, compró una
botella de agua para lavar sus hierbas, y yo escogí un pudín, un sobre de
sal con papas fritas avinagradas, y un té helado. Almuerzo de campeones.
—¿No escuchaste lo que dije? Esa cosa te asesinará, Mags. —
Sacudió la cabeza en desaprobación a medida que nos acercamos a la
señora en la caja registradora, quien parpadeó en mi dirección detrás de
unas gafas de fondo de botella.
—Dos dólares y diez centavos —dijo con voz de dos-paquetes-de-
cigarrillos-al-día y extendió una mano. Le entregué el efectivo y luego
sacudí la cabeza hacia Libby mientras salíamos de la línea—. A menos que
sea maldecida o me convierta en una criatura del bosque, jamás comeré
coles. O lechuga. O algo de esa mierda que te gusta comer.
Un chico con el que tenía clase de gimnasia se entrometió con una
sonrisa de suficiencia. —Oye, oye, tranquilízate. Tal vez deberías hablarlo.
Sentarte y resolver tus conflictos. —Levantó su teléfono, iluminado con
una copia de ―Eso es lo que Él dijo‖—. ¿Han leído esto, chicas? Este tipo es 35
graciosísimo. Creo que Ella podría querer colgarlo.
El enojo me picó como millones de pequeñas hormigas. Ahí estaba.
El primer golpe público. Demasiado para soportarlo.
—Lo vi, sí. Él luce como un idiota para mí, pero lo que sea. —Me
encogí como si no tuviera otra preocupación en el mundo—. Y si Libby y yo
estuviéramos en realidad peleando, la mediación habría sido una gran
idea, Cody. Ahora, ¿por qué no tomas tu pequeña leche de chocolate, te
sientas y comes los soldaditos de mermelada y mantequilla de maní que tu
mamá te preparó, uh?
Le di un empujón al pasarlo, a través del resto de los estudiantes
dando vueltas en la cocina, e hice mi camino hacia las mesas. ¿Todo el
mundo me miraba? Probablemente no. La mayoría de la gente ni siquiera
sabía que existía hasta el incidente, que afortunadamente empezaba a caer
en la categoría de ―noticia vieja‖. Pronto sería capaz de volver a los días
más felices cuando probablemente no serían capaz de señalarme entre la
multitud. Que me condenaran si dejaba que Mac lo arruinara con más
atención negativa arrastrándome a una especie de crisis psicótica.
—Hola, chicas.
Bink estaba de pie a nuestro lado, señalando hacia la bandeja
colocada junto a los libros que no había llevado de vuelta a su casillero.
Sonreí, decidida a poner una cara feliz en lugar de dejarle ver mi
miseria y arriesgarme a que le diera un puñetazo a Mac. No es que me
importara si magullara esa bonita cara irlandesa. Simplemente no quería
que Mac contraatacara exponiendo mi identidad. Esto tenía que ser
manejado con cuidado.
—¿Cómo te fue con el ensayo? —pregunté mientras nos sentamos
todos.
Elevó las cejas, extendiendo una mano en el signo universal de
―joder si lo sé‖. —No tendré la nota hasta la próxima semana, pero al
menos lo entregué a tiempo.
Libby desenvolvió el sándwich y luego le dio un mordisco, unos
brotes escaparon de su boca hasta que los metió con la punta de su
lengua.
—¿Realmente arrancaste eso de tu césped camino a la escuela? —
Bink miró boquiabierto, arrugando la nariz con disgusto.
Lo ignoró completamente mientras masticaba. Eso pasaba un
montón. Donde Bink decía algo y Libby lo ignoraba. Yo era una clase de
pegamento para el grupo, y ambos habían confesado sentirse un poco
incómodos cuando no me encontraba allí. En ocasiones me preguntaba si
eso era debido a que se agradaban demasiado el uno al otro o no lo
suficiente. 36
—¿Ocurrió algo con Finnegan? —preguntó Bink con una mirada
depredadora en sus ojos. Parte de mí se preguntaba si él esperaba que
algo hubiera sucedido así tendría una excusa para patear su culo.
—Algo así —respondió Libby antes de que pudiera restarle
importancia. Picoteó la corteza de su pan de cereales varios—. Al parecer
ahora está haciendo una columna en serio.
Él frunció el ceño y asintió antes de atascarse medio perro caliente
en la boca, masticando tal vez dos veces antes de tragar. —Escuché eso
más temprano. Ally me mostró su respuesta a esa chica quejándose de su
madre y su privacidad. —Cerró su puño de manera exagerada alrededor de
su medio litro de leche y me encaró—. No dejes que llegue a ti. Y no olvides
lo que dije. Estaría feliz de encargarme de eso por ti, si es lo que quieres.
—Estoy comenzando a preguntarme si tiene un enamoramiento y
esta es una su manera retrógrada de demostrarlo. —Libby rodó los ojos y
resopló—. Sabes cómo lo hacen los chiquillos en el jardín de infancia,
tirando de tus trenzas y robando tu merienda.
Dudoso. Recordé la mirada en sus ojos en el pasillo el día anterior.
¿Desaprobación? ¿Aversión? Nada bueno, eso era seguro. Y luego se había
transformado más como en la de un gato satisfecho jugando con un ratón
arrinconado. Nada bueno ahí tampoco.
Abrí mis papas pero el aroma grasoso se coló en mi nariz y se quedó
ahí. Por primera vez en la historia consideré el sándwich de Libby como
algo semejante a deseable. Mi estómago estaba en todas las versiones de
jodido hoy y tal vez no había tomado la mejor decisión para almorzar.
Coloqué la bolsa a un lado y me decidí por el té helado. A pesar de
mis esfuerzos para aparentar como que todo iba bien, mis amigos debieron
haber estado conscientes de mi humor porque cambiaron el tema y
pasaron el resto del período parloteando entre ellos. Fue un alivio cuando
la campana sonó y salté de mi asiento.
A medida que caminaba fuera del comedor, vi a Mac alejarse una
docena de metros delante de mí. Brevemente, fantaseé sobre arrojarle mi
pudín sin comer a la cabeza, pero me mantuve fuerte.
Como mi mamá siempre decía, el tiempo sana la mayoría de las
heridas, y pronto esta no sería nada más que un recuerdo. Todo el asunto
de la columna se esfumaría en cualquier momento. Era difícil
comprometerme a hacer alguna cosa semana tras semana, y la mayoría de
los chicos de la secundaria tenían el grado de atención de un mosquito.
Mac se aburriría lo suficientemente pronto. Solo tenía que esperar a que
sucediera antes de que lo asesinara.
Caminé hacia el salón de arte en el segundo piso y la tensión se
acumuló en mis músculos, haciendo que mi cráneo completo palpitara. No 37
era que fuera anti-arte o algo. Simplemente era anti-cretino, y esta era una
de las dos clases que compartía con Mac. Brevemente entretuve la fantasía
de saltármela, pero arte definitivamente no era mí punto fuerte, y esta
semana estábamos trabajando en decoupage, lo que incluso un mono,
entrenado o no, podía hacer. No iba perder una A fácil —la cual
encaminaría mi calificación a una sólida D+— por un chico que había
hecho más que suficiente para quebrantar mi vida.
Inhalé aire y lo dejé salir suave y lentamente, tratando de calmarme,
y a todas esas células molestas y necesitadas discutiendo, buscando una
vía de escape. Gracioso, había pensado que había sido malo cuando el
cambio se inició, pero últimamente se volvía insoportable, y las payasadas
recientes de Mac lo hacían incluso peor.
—Oye, Maggie, ¿irás al juego este fin de semana? —Summer Bochino
pasó junto a mí a travesando al puerta.
Um, sí, sobre el juego. Completamente desearía poder ir. Pero haré
algo menos horrible. Como raspar los carbunclos de los pies de mi tía Lucy.
—No lo creo. —¿Qué diría alguien normal, con una vida estándar y
típicas preocupaciones adolescentes?—. Tengo otros planes. Centro
comercial y cosas. Pero… um, ¡Vamos Patos! —Agité el puño en el aire
medio entusiasmada y sonreí.
Entornó los ojos en mi dirección y negó con la cabeza en confusión.
—¿Quieres decir Águilas?
Escuché una risita masculina baja detrás de mí, y mis hombros se
tensaron con enojo, incluso cuando un hormigueo de conocimiento se
apoderaba de mí. Genial. Tanto para mi pequeña esperanza de que,
después de nuestro pequeño enfrentamiento en el pasillo ayer, Mac
hubiera decidido que su A+ podía resistir el golpe de saltarse una clase
para darnos a ambos un poco de tiempo para calmarnos.
—Sí, ellos también —murmuré.
Summer era lo suficientemente agradable, solo que yo no tenía nada
en común con ella, y tratar de fingir que lo tenía tomaría una cantidad de
energía que no tenía a mi disposición en este momento.
Sin embargo, ella se encogió de hombros, y me regaló una sonrisa
deslumbrante antes de escoger su camino hacia una larga mesa técnica de
formica.
—¿Vamos Patos? —dijo Mac, en un tono más seco que los codos de
Hortense.
Tiré mi mochila en la mesa más cercana, me di la vuelta y lo miré,
enfurecida por la reacción de mi cuerpo hacia él, por sus palabras. —
Retrocede, Finnegan. No sé qué he hecho para merecer tanta atención de 38
ti, pero si pudieras hacérmelo saber, prometo que voy a dejar de hacerlo
inmediatamente.
Su mirada gris viajó desde la parte superior de mi cabeza hasta los
dedos de mis pies, y la piel de mis brazos se erizó. —No puedo evitarlo.
Sólo que ves tan bien en tus camisetas y zapatillas de deporte, que no
puedo evitarlo.
La burla hizo que mi estómago ardiera, pero no iba a dejarlo sacar lo
mejor de mí de nuevo. Levanté los brazos como diciendo ―mira tú‖ y sonreí,
pero la réplica ingeniosa en mis labios desapareció cuando su mirada se
disparó a la franja de mi abdomen que mi movimiento había dejado al
desnudo y permaneció allí.
En un instante, la burla se esfumó y la sonrisa arrogante que había
volcado en sus labios desapareció. Su mirada se disparó de nuevo arriba y
pasó una mano agitada por su pelo. Una emoción secreta me hizo
estremecer, y me miró, bajando los brazos. ¿A quién le importaba lo que
dijo? Debería estar feliz porque no le gustara mi ropa.
Así que pon la otra mejilla, estúpida y aléjate, la parte racional me
aconsejó sabiamente.
Y entonces, justo en sus talones. ¿La parte irracional? Deseo.
Presioné duramente para aplastar la energía que giraba en mí,
luchando por salir. Una brizna de poder escapó a pesar de mis mejores
esfuerzos, y el aire delante de mí crujió. Me miró, lo miré, y ladeó su
cabeza hacia un lado de manera inquisitiva.
Me congelé, esperando para ver si lo notaba. El crujido había sido
muy ligero, como el impacto cuando dos personas se tocan después de
frotar sus pies en la alfombra una y otra vez, pero estaba ahí. No tenía
explicación alguna para darle aparte de la verdad, y las probabilidades de
que eso sucediera eran tan buenas como Hortense invitándome a cenar
alguna vez.
Por suerte para mí, el Sr. Foster había entrado en el momento
oportuno, y llegó a toda marcha, con ojos desorbitados, chaleco marrón y
la perpetua mancha blanca de café en el borde de su camisa, luciendo
como si acabara de ser sacado de una reunión de súper villanos donde
discutían si implementar los nanobots o no.
Mac y yo lentamente nos alejamos el uno del otro, nunca rompiendo
el contacto visual, como boxeadores al final de una ronda. Mis rodillas
golpearon la parte posterior de mi silla y me senté con un golpe seco, mi
corazón tartamudeando cuando finalmente apartó la mirada.
—Buenas tardes, clase —dijo el Sr. Foster, ajuntando su gruesas
gafas redondas—. Vamos a pasar nuestro período, terminando el proyecto
de decoupage, así que por qué no se ponen directo a ello. Estaré en mi
escritorio calificando papeles. —Lo que todos conocíamos que era un 39
código para beber whiskey de un tarro de café, y comentar en blogs
comunistas. Se movió hasta la esquina que ocupaba la mesa a la cual
llamaba escritorio—. Así que siéntanse libres de venir a preguntar si tienen
un problema.
Me agradaba el Sr. Foster, simplemente pensaba que lo habría hecho
mejor si los setentas hubieran durado más. Estaba feliz de hacer lo que
indicó y ponerme a trabajar. Mientras más rápido me instalara y me
concentrara en tratar de hacer algo de arte, más rápido sería capaz de
ignorar a Mac.
No perdí tiempo, mirando sobre la encimera de nuevo llena de
proyectos a medio terminar, fácilmente vi mi caja de música de madera
parcialmente cubierta. Sorprendentemente, no fue la peor —aunque, para
ser honesta, en decoupage todo es bastante malo. Tomé el mío de la pila.
Cruzando la habitación, miré todas las mesas para ver dónde Mac había
colgado su mochila, y lo vi descansando cerca de Summer, así que hice
una línea recta para la mesa más alejada de la suya.
Una cosa que podía decir sobre el arte era que podría haber sido
mala en ello, pero era realmente muy calmante a veces. Terapéutico.
Los primeros treinta minutos de clase pasaron volando mientras
cortaba, aplastaba y alisaba. Trabajo mecánico, y mi cerebro necesitaba
tanto el descanso. Me trabajé en una especie de meditación, donde mis
dedos se movían por voluntad propia. El zumbido sordo de charla
tranquila, el olor a pegamento, barniz y papel de revista.
Busqué otro recorte y me di cuenta con un sobresalto que me había
quedado sin más. Iba a tener que caminar junto a Mac para conseguir
más. Consideré no hacerlo, pero con otros veinte minutos para el final del
período, no tuve otra opción.
Colocándome de pie, híper consciente de mi sosa camisa y mis
vaqueros de botones, fui por algunos recortes, agresivamente ignorando a
mi nuevo enemigo autoproclamado. P: ¿Cuándo me había vuelto
consciente sobre mi apariencia? R: Ayer. Antes de eso, había sido toda
sobre vestirme primero por comodidad, y segundo, por la mínima
insinuación aerodinámica, un estilo sin complicaciones. Vivía en vaqueros
combinados con camisetas de manga larga en invierno, y pantalones
cortos y camisetas en el verano, pero incluso aquellos me hacían sentir un
poco simple últimamente. Contrariamente a los comentarios sarcásticos de
Finnegan, se veían bien. Fin de la historia. Cómo que se traducía eso en
un comentario digno de armario, estaba más allá de mí.
Empujé mis nervios a un lado y me detuve, cruzando la habitación,
decidida a no ocultarme en la esquina porque me había hecho sentir
insegura. De hecho, a mitad de camino, agregué un pequeño giro a mi
paso solo en caso de que estuviera mirando, solo por joderlo.
40
Cuando llegué a la mesa con todos los recortes decorativos y las
revistas, noté que Summer se encontraba de pie junto a mí en el lavabo.
Se quitó su anillo y lo colocó junto al cuenco mientras hacía expresiones
―asqueadas‖ y trataba de restregar el pegamento de sus manos. Toda la
calma que había construido del Zen-decoupage se evaporó debajo del calor
de la necesidad mientras mi mirada se movía rápidamente sin ser invitada,
de vuelta hacia el pequeño montón de joyería situado a la esquina a su
lado. Hice un inventario rápidamente —una pequeña aguamarina rodeada
por pequeños diamantes, un anillo liso plateado con la silueta de martillos
cruzados en él, y un anillo clásico. Fue lo último lo que hizo que mi
corazón se acelerara y mis palmas hormiguearan de una forma demasiado
familiar.
Lo deseaba.
Cerré los ojos y me concentré en mi respiración, pero el atractivo era
tan fuerte, que mis rodillas casi flaquearon.
Lo deseaba.
Mis paárpados se abrieron rápidamente y la necesidad de luchar con
ello —la punzada de conciencia que siempre llegaba primero— se disipó.
Después de días de batallar internamente conmigo por control, todo se
volvió demasiado, y quería… necesitaba esto. Estaba en completo modo de
cazadora. Un depredador de pies a cabeza, y no había lugar para la culpa.
Por ahora.
Me sentiría enferma después, pero era mejor que lo que pasaría si no
satisfacía la necesidad. Mucho mejor.
El Sr. Foster habló, pero sus palabras no se registraron sobre el
zumbido eufórico en mi cabeza. Observé mientras Summer palmeaba sus
manos secas en las toallas de papel industrial marrón, había rasgado el
royo y hablaba con una amiga en la mesa detrás de ella.
Aléjate. Aléjate
El cántico, que comenzó como una súplica mental dirigido a
Summer, se transformó en un comando. Un comando del cerebro del peor
hipnotizador del mundo. El color me sorprendió cuando lo hizo. Summer
Bochino se alejó, charlando con sus compañeros de mesa, su pequeño
montón de tesoros olvidados. Me mojé los labios, repentinamente secos
como papel de lija, y traté de mantener la calma. Para pensar con claridad,
pero se perdió en la necesidad.
Hice de cuenta que rebuscaba en las revistas y fotos en frente de mí,
parando de vez en cuando como si hubiera encontrado algo que estaba
considerando, pero la encimera era un punto ciego. Esperaba mi
momento.
41
Era un gran riesgo. Podía darse cuenta de su error en cualquier
segundo y mi oportunidad se perdería. El pensamiento de eso casi me hizo
tirar a un lado la precaución y saltar hacia el lavabo como Sméagol8 tras
su preciosssoo, pero ningún bien saldría de eso y mis posibilidades de
conseguir lo que necesitaba desaparecerían. Otro minuto pasó y nadie más
se acercó al lavabo.
Ahora.
Con el corazón desbocado, puse los papeles a un lado, aferrando un
pequeño fajo en mi mano temblorosa. Me aclaré la garganta para aliviar la
sensación de asfixia y me deslicé de manera casual al lavabo. Una vez que
llegué allí, estaba casi mareada. Fuera de peligro, realmente. Porque esta
parte se me daba bien. Cuando uno toma las cosas que no son suyas
regularmente, se vuelve muy bueno en eso bastante rápido. Y después de
meses de lo que yo había llamado de manera tan creativa ―recolección‖,
creo que podría dar a Artful Dodger9 una carrera por su dinero.
Fue hecho en un instante. Un segundo, tres anillos de diamantes
reposaban en la formica. Al siguiente, solo dos.
8 Sméagol: Personaje de ―El Hobbit‖ y ―El Señor de los Anillos‖. Estaba obsesionado con el
anillo mágico en el que se centra la trama del segundo libro. Fue creado por J.R.R
Tolkien.
9 Aftul Dodger: personaje de la novela de Charles Dickens, Oliver Twist. Dodger es un
ratero, llamada así por su habilidad y astucia en este sentido. Él es el líder de la banda de
niños delincuentes, formados por ancianos Fagin
La euforia que sentí cuando lo agarré fue lo más parecido que había
sentido a la alegría desde que el cambio había comenzado. La banda de oro
quemaba contra mi cadera, un ser vivo en mi bolsillo, y el poder de eso me
sacudió. Cerré los ojos y dejé que me llenara hasta el borde. Voces
penetraron mi sentimiento de placer, y me di cuenta de que necesitaba
empezar a moverme. Me escabullí por donde había llegado y me senté en
mi asiento.
Yo todavía esperaba que mi pulso se tranquilizara cuando una
sombra cayó a través de la mesa.
—Entonces, ¿tienes todo lo que necesitas, Magpie?
No debería haberme preocupado por mi pulso latiendo demasiado
rápido, porque esas palabras —dichas en la cadencia musical de Irlanda—
hicieron que me detuviera por completo. Claro, él podría estar
comprobando por arriba mi proyecto, y si había conseguido suficientes
recortes para agregarle. Y, por supuesto, podría estar simplemente
rompiendo las pelotas para mierdas y risitas. Pero él me había llamado
Magpie. No Maggie, o incluso Mags o Raynard. ¿Pero Urraca10? ¿Qué
demonios? Un tipo de ave, pensé...
Me encogí de hombros sin comprometerme y me centré tanto en mi 42
proyecto que podía sentir un vena latiendo en mi frente. Se quedó allí
durante lo que pareció un minuto completo antes de que finalmente se
diera la vuelta y se alejara. En el segundo en que lo hizo, saqué mi teléfono
y miré debajo de la mesa. Golpeé las letras en Google y esperé mientras
cargaba. Por favor, por el amor de todo lo sagrado, no dejes que lo haya
visto…
La palabra apareció con una lista de definiciones, pero mis ojos
fueron inmediatamente atraídos por la única que importaba.
Urraca: S. Un pájaro blanco y negro de la familia de los cuervos. Hace
un nido grande y redondo de ramitas cementadas con barro y es conocido
por ser atraído por pequeños objetos brillantes.
La habitación giró, y resistí el impulso de agacharme y poner la
cabeza entre mis rodillas para hacer que se detuviera. Fue sólo la idea de
renunciar a mi nuevo premio lo que hizo que me levantara y me sentara
recta estirando el cuello para que pudiera mirar su perfil. Él fingía estar
absorto en su trabajo, y me di la vuelta.
Así que él sabía. Bien. Podía manejar esto. Una cosa más que añadir
a la creciente pila de cosas que tenía sobre mí. De cualquier manera, no
afrontaría esa mierda, y estoy segura de que no iba a devolver el anillo.
Hubiera sido más fácil cortarme un dedo y, muy posiblemente, mucho
menos destructivo. Si quería acusarme, tendría que venir directo y hacerlo.
10 Magpie: Urraca.
Si me expulsaban, o peor, arrestaban, saldría con un tirón de orejas. Esto
era sólo una razón más para hablar con mamá sobre educación en el
hogar. En casa y sola era probablemente donde pertenecía.
Esperé en un silencio nauseabundo mientras los minutos pasaban,
pero aun así no hubo otro asomo de Mac. Quería hundirme de alivio
incluso si era prematuro. Tal vez esquivé otra bala, pero en el medio de
esta guerra de mierda de la que no sabía el origen, eso no decía mucho.
Una cosa era segura: Mac no había terminado conmigo.
Solo deseaba saber cuál era su final. La teoría de Libby sobre los
niños pequeños tirando de las coletas era una pequeña posibilidad, pero a
pesar de mi odio hacia él, era lo menos terrible, incluso si complicara las
cosas. La otra alternativa —que este hombre hubiera venido a por mí y yo
estuviera justo en el medio de una mala película de venganza y no tenía
idea de cuáles eran mis líneas— significaba que las cosas iban a ponerse
de cabeza pronto, y eso no iba a ser bonito.
Él sabía que era Ella y ahora sabía que era una ladrona. Me
estremecí al pensar en qué otros secretos tendría que renunciar antes de
que detuviera su ataque. La idea era escalofriante.
43
¿Y todavía? ¿A pesar de todo? Mi premio quemaba. Hormigueaba.
Pulsando con una energía curiosa y adictiva que no podía ser atenuada
por mi casi falla.
—¡Oh dios mío, mi anillo!
Me estremecí por el grito consternado de Summer, y mi estómago se
volvió agrio. Esperaba que quizás pudiéramos salir de clase antes de que
ella se diera cuenta, pero últimamente mi suerte había sido casi tan buena
como una canción de Kim Kardashian.
—¿Problemas, Summer? —El Sr. Foster se quedó detrás de su
―escritorio‖ y frunció el ceño.
—Me quité mis anillos para lavarme las manos y olvidé ponérmelos
de vuelta, y ahora uno de ellos ha desaparecido. —Se agachó y empezó a
buscar en el suelo. El Sr. Foster rodeó la mesa y se unió a ella, varios
compañeros siguieron su ejemplo.
Mantuve los ojos en mi decoupage, e incluso puede que haya emitido
un murmullo de consternación, pero no me moví para ayudar. Era
demasiado hipócrita, incluso para mí. Pero eso no significaba que no me
sintiera mal. Me sentía muy mal. Como súper mal. Y una parte de mí,
aunque fuera la más débil, quiso ponerse de pie, sacar el anillo de mi
bolsillo, y dárselo. Pero simplemente no podía. En ese momento necesitaba
ese anillo como Katniss necesitaba un patrocinador.
—¿Crees que podría haber caído por el desagüe? —preguntó Mac,
cruzando los brazos y entrecerrando los ojos con fingida preocupación.
Mi mirada se disparó a su cara, pero su expresión estaba en blanco.
¿Tirar una pista falsa para mí? ¿A qué jugaba ahora?
—Tal vez. —Summer se encogió de hombros, y el perfecto arco de su
boca tembló un poco—. Pero ese era el anillo de graduación de Alex, que
me dejó usar cuando empezamos a salir.
Eso fue lo que le dio el poder, lo hizo especial, y, por defecto,
irresistible para mí. Era un símbolo de amor, probablemente la primera
vez fue de los padres de Alex para él, y luego de él para Summer. Mi
estómago se lanzó otra vez, pero se mantuvo firme. Lo que había hecho era
horrible. Repugnante. Verdaderamente terrible. ¿Y que podría hacer si
tuviera que devolverlo? Hacerlo se parecería a un día en la maldita playa.
Así que seguí con los labios comprimidos y esperando en silencio.
Cuando sonó la campana un minuto más tarde, me levanté de mi
asiento como si estuviera en llamas. Viernes. Un par de clases más que
atravesar y estaría fuera de aquí por dos benditos días. Eso era todo lo que
necesitaba, un poco de tiempo para recuperarme, reagruparme y volver a
evaluar. Podía manejar a Mac Finnegan tan pronto como lograra
recomponerme.
Metí la caja de música en el mostrador con el resto y salí casi 44
corriendo del salón de clases. Summer, el Sr. Foster, y un par de
estudiantes se quedaron atrás, todavía buscando el anillo, pero Mac no fue
uno de ellos.
—Tu y yo necesitamos hablar —murmuró mientras se acercaba,
haciendo coincidir su paso con el mío. Yo no me encontraba en
condiciones de discutir, al menos no tanto, así que me decidí por el
silencio.
—Pronto —presionó —. ¿Qué tal esta noche?
Negué con la cabeza. —No puedo. Voy al cine esta noche. —Ambos
sabíamos que él tenía todas las cartas, y si hubiera querido, podría
haberme dicho que mis planes ahora estaban cancelados, pero no lo hizo.
Me miró largo y duro, sus ojos planos.
—Bien. Entonces, mañana. ¿Alrededor de las tres?
Sabía que me estaba presionando, pero negué con la cabeza otra vez.
—Tengo una cita fija todos los sábados por la tarde. Tendrá que ser en otra
ocasión. —Mi última clase se hallaba doblando la próxima intersección de
pasillos diez metros adelante. La miré como una mujer que se ahoga se
queda mirando un bote salvavidas, deseando estar más cerca.
—Domingo, entonces. Al mediodía, en el parque cerca de nuestras
casas —dijo en un tono cortante—. No llegues tarde.
Había hecho eso conmigo, y esta vez no era una petición. Su
significado era claro. Tenía que estar allí o de lo contrario sufriría las
consecuencias, cualesquiera que fueran. Una parte de mí casi lo tocó
entonces, sólo para ver si podía obtener al menos una pizca de algo suyo.
Un recuerdo pequeño que pudiera darme una pista de lo que buscaba, y
por qué había elegido meterse conmigo. Entonces me acordé de que yo era
totalmente incapaz de hacer eso sin que una tormenta de mierda se
cerniera de golpe sobre mí, y había prometido que nunca volvería a
intentarlo. Una vez que la bestia saliera, no tenía la capacidad o el control
para detenerla. Todo eso había sido confirmado después del incidente con
Eric.
La culpa se clavó en mí con fuerza, y amplié la distancia entre Mac y
yo, desesperada por escapar. —Bien. —Llegamos a la intersección y me
desvié, apenas capaz de contenerme de empezar a correr. Él no me siguió,
gracias a Dios.
Agitada, me pasé la mano por la cara y traté de pensar. Mac
Finnegan ya había decidido que sentía un gran odio por mí, y fui y le di la
munición suficiente para hacer mi de vida una pesadilla, y todo porque no
pude mantener mis dedos pegajosos para mí misma. Jodidamente no
inteligente. Me tambaleé hasta detenerme frente a mi taquilla y me apoyé
en ella, golpeándome la cabeza suavemente una vez, dos veces.
45
Jesús, ¿qué iba a hacer ahora?
4
Traducido por ElyCasdel & Valen Drtner
Corregio por Tsuki
12 Reese‘s Peanut Butter Cups son dulces hechos de chocolate con cubierta de
mantequilla de maní comercializado por The Hershey Company.
13 JMV: jode mi vida, en el original FML: fuck my life.
—Dink, ¿verdad?
Bink tuvo lo gracia de agrandarse un poco más. —Uh, Bink, en
realidad. Con B. El nombre real es Aaron. Bink es solo un apodo.
Lo había conseguido cuando tenía cuatro años porque su madre no
había logrado aún sacarle el chupete de la boca. Una vez que él había
intentado esconderlo en jardín de infantes, sin embargo, la profesora le
había llamado travesura a eso, e hizo algo que su madre nunca había
tenido el corazón para hacer. Lo recuerdo como si fuera ayer. Ella lo sacó
de su boca y lo tiró a la basura.
Curiosamente, Bink estaba totalmente bien con eso. Lo miré por un
largo segundo, se encogió de hombros, y siguió con su camino feliz.
Comenzó a comer pasta, y cuando lo hicieron dejar de hacerlo, lo habían
llevado a llenarse la nariz con Tic Tacs14, así que supongo que es uno de
los mejores apodos que pudo haber conseguido. Todavía, en estos
momentos, me sentía un poco mal, porque lo único que lo había llevado a
embolsarse a Mac era por su lealtad hacia mí, ya que claramente él estaba
fuera de su liga.
—Bueno, fue un gusto verte. Tengo que ir a conseguirme un… —me
quedé en blanco y me volví hacia los estantes de vidrio—. Un pepinillo, 55
antes de que se agoten.
¿Un pepinillo? Como si alguna vez se quedaran sin ellos. Oh, vaya,
miren todas estas delicias de chocolate. Yo creo que me los saltaré e iré
directo a los compartimientos de pepinillos, dijo nunca nadie. Sabían como
a pis tibio, y las tres muestras flácidas que había allí eran probablemente
las mismas de hacía seis años desde que el lugar abrió.
Me sonrojé y Mac me dio la misma mirada que me habría dado mi
mejor amigo. Aparentemente Bink no era el único que estaba fuera de su
alcance. No podía estar alrededor de Mac por más de tres segundos sin él
siendo exasperante, confundiéndome, o estando encima de mí, y yo ya
estaba harta. Sin embargo, cuando llegó mi turno en el mostrador, pedí el
maldito pepinillo para guardar las apariencias, despidiéndose de tres
dólares perdidos, y haciendo caso omiso de los masivos ojos en blanco de
Bink. Salí corriendo fuera de la línea antes de que él consiguiera su
cambio de la caja descomunal de palomitas de maíz que había pedido, sólo
para estar lejos de la mirada penetrante de Mac.
Bink me atrapó incluso antes de salir de la fila, pero mantuvo su
boca cerrada hasta después de que estuvimos en nuestros asientos, luego
de que los avances habían terminado. —Entonces, ¿vas a decirme lo que
está pasando entre tú y el falso Gyllenhaal o no?
Querida Ella:
Engañé a mi novio de seis meses con otro chico en una fiesta. Me
arrepentí inmediatamente y no quiero que terminemos, pero la culpa me está
MATANDO. Si sé que NUNCA lo voy a volver a hacer, ¿crees que debería
59
decirle? No me gustaría perder a mi novio por un tonto error, un borracho
error que no pienso repetir, pero me siento mal al pensar en seguir adelante
con una gran mentira entre nosotros.
Firmado:
Rompecorazones con el corazón roto.
Querida Rompecorazones:
Dile. Los secretos, especialmente los malos, son como un cáncer que
van consumiendo la relación hasta que no queda nada. No importa cuál sea
el resultado, tienes que decirle y dejar que las fichas caigan donde sea que
tienen que hacerlo.
Siempre tuya:
Ella.
60
5
Traducido por betza18, Nicole Vulturi & Danny_McFly
Corregido por AriGabbana
Querida Rompecorazones:
Sé que Ella está del lado contrario de esta batalla, pero tengo una
pregunta: ¿cuál es tu motivación para decirle a tu novio de él? ¿Es para que
15 “My songs know what you did in the dark” es el nombre de una de las canciones
interpretadas por la banda, y pertenece al álbum “Save Rock and Roll” del año 2013.
pueda tomar la decisión de si quiere estar contigo o no? ¿De verdad crees
que te va a dejar si se lo dices? Mi preocupación es que, leyendo tu carta,
veo un montón de “yo, yo, yo” en ella. Si es feliz en este momento, y estás
segura de que nunca más lo harás de nuevo, ¿cómo es piadoso decirle o no?
Claro, te sentirías menos culpable por quitarte esa carga, pero, ¿cómo se
sentirá ÉL? Me imagino que igual que una mierda. Va a pensar en eso cada
noche antes de dormir, y pensará en ese bastardo con las manos en ti. Se
va a sentir miserable. Si piensas que va a estar contigo a pesar de tus
acciones, parece cruel hacerlo pasar por eso, ¿no crees?
¿Mi Concejo? Mantén tu boca cerrada. Algunas cosas son mejor no
decirlas.
Espero que te sea de ayuda.
Él
16Matlock: programa de televisión con temática legal. Se emitió desde 1986 hasta 1992.
17Riddler:El Acertijo o Enigma. Enemigo de Batman, obsesionado con descubrir la
verdadera identidad de este.
El viento rugía, y enrollé el abrigo más fuerte a mi alrededor. —Bien.
Genial. Pero estás aquí ahora, así que dilo.
—Te conozco. —Dio un paso más cerca, y yo me alejé un poco,
negándome a tener que estirar mi cuello en un ángulo ridículo que me
hiciese sentir como la próxima víctima de una mala película de vampiros.
No porque cada vez que se acercaba mi corazón latía tres veces más
rápido. O porque oliese como el pecado y la lluvia de verano. Y
definitivamente no era porque hacía que mis dedos picasen con la
necesidad de tocarle…
Y tomarle, me recordé firmemente. Nada de chicos para mí.
Especialmente este, quien de alguna manera parecía tan peligroso para mí
como lo era yo para él.
—Buena manera de seguir con el asunto de ―menos críptico‖ —dije,
esperando no sonar tan sin aliento como me sentía. Todos mis sentidos
estaban marcados hasta las once, y yo sabía que, de alguna manera,
cuando él finalment lo dijese, las cosas iban a cambiar. No sabía lo que
eso significaba para mí, y ni si quiera si sería bueno o malo.
Todo de lo que podía estar segura era de que las cosas iban a ser
diferentes. 70
Dos minutos más tarde, miraba por la empañada ventana del coche
de Mac, viendo los arboles congelados pasando en un borrón. Era triste
que con solo unas pocas palabras se las hubiese apañado para meterme
en este coche. Yo era como el sueño húmedo de un pedófilo. Todo el
asunto de ―Perdí mi perrito, ¿puedes meterte en mi furgoneta y ayudarme
a buscarlo?‖. Yo sería como Lady Gaga con un vestido de carne.
Me senté en el largo asiento afelpado, enfadada, preguntándome si
me las había arreglado para volverme a meter en otra situación ridícula,
algo que había estado perfeccionando últimamente. Mac había dicho que
de lo que quería hablarme era privado, y que me lo diría si iba con él. No
soy de las que suplican, así que en vez de suplicar por respuestas, me
resigné a un silencioso pero caliente paseo. Pero estábamos a medio
camino de mi casa, él seguía sin decir ni una palabra, y eso estaba
arañando mis nervios.
—Así que supongo que, después de todo, tu madre no está en el
hospital, ¿no? —pregunté en tono acusador.
No se molestó en responder, y eso fue suficiente como respuesta.
Había ido al hospital sólo porque yo estaba allí. Me pregunté de nuevo si
había tomado la decisión equivocada al entrar en el coche. Tal vez él
realmente era un psicoacosador. Quiero decir, le había llamado eso
multitud de veces en mi cabeza, pero en realidad no lo había pensado,
pensado hasta este momento. Estaba jugando con la idea de que quizás
me estaba preparando para hacer una canoa con mi piel cuando se detuvo
en mi camino de entrada y habló finalmente.
—Necesito saber qué pasó con Eric esa noche. —Sus ojos miraban al
frente, pero podía sentir la tensión saliendo de él.
Mi corazón tartamudeó en mi pecho, y desvié la mirada desde la
nada interesante ventana hacia su tenso perfil. Su esbelta mandíbula se
movía mientras esperaba a que respondiera.
—No.
No me molesté en explicar por qué, y me aseguré de usar mi más
fuerte tono de voz para que supiese que no había negociación.
—Sé lo que eres, Maggie. Y me temo que voy a tener que insistir en
que respondas a mi pregunta.
Apenas registré sus palabras, porque el tono amenazante tenía
prioridad. Puse mi mano en la puerta, empujando el lío de miedo que tenía
en mi interior.
—Y me temo que esta conversación ha terminado. —¿Había oído el
temblor de mi voz? Esperaba que no. Tiré de la manivela, pero antes de
que la puerta se abriese, su mano se cerró fuertemente sobre mi muñeca.
71
El miedo se evaporó ante el calor de la furia aproximándose.
El temblor se había ido. —El ultimo chico que me tocó está tumbado
ahora mismo en la cama de un hospital conectado a un catéter y cagando
en una bolsa. Si fuese tú, dejaría que me fuese.
Tenía que salir de allí, era literalmente vida o muerte, y a pesar de
que la dureza de las palabras hiciese mi estómago encogerse, no las retiré.
Y él no me dejó ir.
—No te lo pienses, Magpie. Golpéame con tu mejor tiro. —Él
entrecerró los ojos hacia mí y apretó mi muñeca más fuerte.
No sé lo que pasó después. Lo mismo que esa noche con Eric. Hace
un minuto era yo. Exhausta, pero en control hasta un patético punto. El
control suficiente como para no tratar y matar a alguien. Ahora, era como
un animal salvaje, enjaulado demasiado tiempo sin comida. Con un
gruñido, una pequeña parte de la cosa dentro de mí se desató y tomó.
Como tomar un respiro, eso sacó todo el amor de todo lo que me estaba
tocando. Sólo que, esta vez, era como intentar tomarlo de una pared de
ladrillos. Todavía podía sentir la energía de Mac pulsando seductoramente
bajo su piel, pero había un bloqueo muy real entre nosotros.
Me quedé sin aliento, apartando mi mano y mirándola como si fuese
una serpiente de cinco cabezas. La rabia se había ido como en una
carrera, me dejó débil, y agradecí a los dioses no haberle hecho daño.
Deseaba poder tomar el crédito por ello, pero si hubiera podido
herirle lo habría hecho, y eso era lo que más me asustaba. Él me miraba,
totalmente vivo, totalmente ileso. De hecho, parecía bastante satisfecho de
sí mismo e indiferente a todo el asunto.
De repente, todas las piezas exteriores del rompecabezas encajaron.
No lo conocía entero, pero los bordes estaban ahí. Mac Finnegan no era
simplemente un chico molesto. Él era algo… más.
¿Cómo yo?
—¿Qué eres? —susurré.
—Eso no es importante ahora. —Si era posible, su tono se había
vuelto incluso más frío, y me estremecí, aún conmocionada y temblando.
—Estamos aquí para hablar de ti.
Las advertencias de mi madre corrían por mi confundido cerebro.
No le digas a nadie lo que eres. No lo van a entender.
Y después, cuando admití habérselo dicho a Libby, prométeme que
no se lo dirás a nadie más. Nunca. Tu vida podría depender de ello.
¿Era el caso ahora? Eric no era lo que yo hubiera llamado el chico 72
más cariñoso del mundo, y cuando yo le…‖toqué‖, eso estaba ahí, en mis
dedos. Amor. Por su perro, por su madre, por el béisbol. ¿Cuándo toqué a
Mac? Nada. Nada18. ¿Estaba desprovisto de emociones? O peor. ¿Lleno de
pura maldad? Antes de que pudiera decidir si darle una patada a la puerta
o responder, él habló de nuevo.
—Te ahorraré trabajo y pondré mis cartas sobre la mesa. Eres un
semidiós y yo también. —Él podría haber sido un camarero en Applebee‘s
recitando la pasta especial por la emoción que desprendió ante aquel
anuncio. Eso no impidió que mi pulso latiese tan fuerte que pensé que mi
yugular iba a explotar—. Y he sido enviado para cuidar de esa carga para
ti. —La educada sonrisa estaba de vuelta, y casi quería sugerirle un
trabajo como comercial con mi mejor voz sarcástica.
Sonaba más cálido ahora, amable incluso, y eso me ponía al borde
más que otra cosa. ¿Cuidar de esa carga?
—¿De qué estás hablando? ¿Y enviado aquí por quién? —exigí.
Tardó tanto tiempo en contestar, que sabía que estaba escogiendo y
eligiendo que partes quería decirme y qué cosas debería guardarse. No era
algo que inspirase confianza.
—¿Has oído hablar del Concejo de Amaranth?
Joder. Había oído sobre ello, un poco por mi madre, más por mi
abuela en sus momentos menos lúcidos. Nada era bueno. Por lo que pude
Querida Ella: 85
Querida Ella:
Mi novia tiene un serio problema de celos. Ni siquiera quiere que tenga
chicas como amigas. Creo que es ridículo, pero si discuto con ella, insiste en
que es porque la estoy engañando. No estoy interesado en nadie más que
ella y no puedo encontrar la manera de convencerla de eso sin ahuyentar a
todos mis viejos amigos (que resultan ser chicas).
103
Sinceramente,
Atrapado Entre La Espada y la Pared.
Estimado Atrapado:
Esto ES difícil. Mira, algunas veces, los celos no son sobre lo que estás
haciendo o no. Podrías ser el mejor hombre del mundo, pero si el último chico
con el que salió la engañó o abusó de su confianza, entonces,
desafortunadamente, las consecuencias recaen en ti. Apesta a lo grande, lo
sé. Digo, si realmente la amas, mantenla. Las acciones hablan más que las
palabras. Sé paciente, trata de ser consciente de la forma en que actúas en
torno a otras chicas y asegúrate de que no darle razones para estar celosa.
Te garantizo, que al final volverá.
Siempre tuya,
Ella.
116
10
Traducido por perpi27
Corregido por Alessa Masllentyle
Estimado Atrapado.
No sé lo que hay en el agua hoy, pero en realidad en parte estoy de
acuerdo con Ella en esto. Lo único que puedes hacer es caminar por el
sangriento camino. Ser confiable y digno de confianza, y tranquilizarla
acerca de tus sentimientos. La parte en la que pienso un poco diferente es
que, si tu chica tiene problemas de otras relaciones, no es tu trabajo
arreglarla. Ella tiene que arreglarse. Lo único que puedes hacer es apoyarla
mientras lo hace. Precisamente por eso, distanciarte de tus amigos o incidir
117
en cualquier tipo de comportamiento establecerá un ciclo, y muy pronto ella
controlara cada movimiento que hagas. Eso no es bueno para ninguno de los
dos. Así que fija tus límites y mantente firme. Si ella vale la pena, y si
realmente la tratas tan bien como dices que lo haces, cambiará de opinión.
¿Si no lo hace? Que se joda.
Espero que te ayude,
Él.
126
11
Traducido por CrisCras & NnancyC
Corregido por Meliizza
Para cuando llegamos a Crestwood una hora más tarde, Mac había
cambiado su chaqueta habitual por una negra que tenía en su camioneta,
estábamos armados con una linterna, y eso era todo. Aparcamos su coche
a un lado de la carretera, se hallaba oscuro afuera y estábamos a punto de
irrumpir en la escuela.
Así que, ya sabes, la típica noche.
Toda la escuela se encontraba vacía. El Sr. Banto, el portero de 127
noche, no estaría hasta las ocho, y habíamos visto desde la seguridad del
auto de Mac, aparcado al otro lado de la calle, como el director Jordan, el
último del profesorado, se alejaba conduciendo quince minutos antes.
Ahora estábamos agachados al lado de la ventana del primer piso, el aula
de Hortense, y mi corazón golpeaba salvajemente. Si era honesta, lo estuvo
haciendo desde que llegamos a la escuela. Me preguntaba distraídamente
si alguien murió alguna vez por sobreexcitación. ¿No se suponía que tenía
que evitar la actividad de alta intensidad sensorial?
—Está bien, entonces, ¿estás lista? —susurró Mac.
—No —susurré en respuesta. No por mucho. Me temblaban las
manos, y no de frío. Esto era una locura. Ahora, en lugar de correr el
riesgo de la suspensión de Mac, ambos estábamos buscando acabar en la
cárcel. Abrí la boca para recordárselo por tercera vez en caso de que no me
hubiera oído las dos primeras, pero ya se encontraba de pie y extendiendo
una mano hacia la ventana.
—¡Espera! —siseé.
Se detuvo, bajando la vista hacia mí, donde yo todavía estaba
agachada en la nieve como un pájaro herido.
—¿Qué pasa si está conectada la alarma o algo así?
—En las puertas, seguro, pero las ventanas son solo del tipo de
ventanas antiguas normales, creo. Los niños las abren todo el tiempo
cuando está mal ventilado. Además, eso es por lo que te traje. Si es
necesario, tú puedes desactivar la alarma.
Extendió la mano otra vez, y me estrujé el cerebro buscando otra
táctica dilatoria hasta que sus palabras se hundieron.
Tiré de la pernera de su pantalón, y bajó la mirada otra vez con un
profundo suspiro y una mirada de “¿en serio?”
—¿Qué pasa ahora?
—¿Puedo desactivar alarmas?
Suspiró y asintió, la irritación de su rostro desvaneciéndose. —
Seguro, imagino que sí. ¿La cosa de tirar que haces? Simplemente ponlo
en marcha atrás y empuja hacia afuera. Debería freír los cables. Lo que no
puedes hacer es sacarnos de la cárcel sin dejar un rastro de cuerpos
detrás de nosotros, así que, ¿puedes dejarme trabajar aquí?
Supongo que tenía sentido que pudiera interferir con la alarma.
Destrocé algo de fruta en los pasados meses, y mi casillero todavía llevaba
las cicatrices de mi rabia, pero nunca se me ocurrió seriamente. Nunca fui
capaz de imaginarme ninguna aplicación práctica de mis poderes hasta
ese momento, y aunque este se prestaba más para el allanamiento de
morada que para salvar al mundo, no se hallaba nada mal, tampoco.
Empecé a repasar algunos posibles nombres de superhéroe, solo por 128
diversión, y tenía casi establecido ―Electro-Suck‖ cuando Mac dijo mi
nombre en voz baja.
Eché una rápida mirada alrededor de la oscuridad y me puse de pie
sobre mis piernas de gelatina. Había estado esperando tener un poco más
de tiempo para acostumbrarme a la idea de cometer allanamiento de
morada. Como tal vez un mes.
O siete.
—¿Qué?
—Parece haber un alambre incrustado en el vidrio. —Sacó una
pequeña linterna que había estado sujetando entre los dientes, y me atrajo
con la otra mano para señalar hacia la red de malla—. Podría ser solo para
evitar que se haga pedazos si se rompe, como una red, pero no voy a correr
ningún riesgo. —Su frente se arrugó pensativamente—. Así que aquí está,
Magpie. Lección número uno sobre controlar tus poderes. Desactiva la
alarma, si es que hay una, pero no rompas el cristal.
Seguro. Sí. Fácil para él decirlo. Miré fijamente la ventana durante
mucho tiempo y con fuerza, casi esperaba que se abriera por sí misma.
—No tenemos todo el tiempo del mundo. Pon tu mano sobre la
ventana y deja salir una corriente baja y lenta de energía.
Su voz era suave, pero firme, y me di cuenta de que probablemente
yo no era su primer trabajo. El pensamiento me molestó más de lo que me
reconfortó, y fruncí el ceño.
Le dio una palmadita a mi mano enguantada con la suya. —Céntrate
ahora y hablaremos más tarde. Vamos, Maggie.
Aparté mi curiosidad y mi inexplicable decepción porque hubiera
tenido otra… lo que sea, antes que yo. Luego hice lo que me pidió y me
centré.
—¿Cómo…? —Toqué el cristal, pero me tocó el brazo.
—Tendrás más control con la mano desnuda.
Levanté el guante hasta mi boca, tiré de él con los dientes, y lo metí
en mi bolsillo.
—Pon los dedos encima y espera.
Puse las yemas de los dedos sobre el cristal helado, las mariposas de
mi estómago emigrando a mi pecho. —¿Ahora qué? ¿Cómo sabré si
funciona o si siquiera hay una alarma?
—Ábrete para sentirlo. Habrá una corriente eléctrica. Deberías ser
capaz de sentirla. Como ese día en la clase de arte. La descarga de
energía…
¿Su voz se volvió ronca, o el hecho de que mi cerebro acababa de 129
explotar deterioró mi audición?
Me lo pregunté, pero ahora lo sabía. Él también lo sintió. El aire
entre nosotros crepitó otra vez, y el cristal bajo mis dedos hizo un bajo
gemido ominoso antes de que una fisura serpenteara por el centro.
—Mierda —murmuré, alejando mi mano de un tirón mientras mi
corazón se ponía a la velocidad de la luz.
Mac tiró más cerca de mí, apuntando con la linterna a la grieta.
Cuando habló, su cálido aliento me hizo cosquillas en la oreja, y pude
sentir el calor irradiando de su cuerpo incluso a través de mi pesado
abrigo.
—Está bien; apuesto a que nadie se dará cuenta. Al menos no
durante un tiempo. ¿Sentiste algo?
¿Aparte de tu deliciosa parte delantera presionada contra mi
espalda?, quise preguntarle, pero en cambio me aclaré la garganta y negué
con la cabeza. —Me encontraba… distraída. Déjame intentarlo otra vez.
Esta vez, cuando puse la mano sobre el cristal, Mac la cubrió con la
suya propia. Era cálida, grande y fuerte. Exactamente como debería ser la
mano de un hombre, y tuve que aclararme la garganta otra vez. Mis
sentidos aumentaban como un hijo de puta.
—¿Qué… qué estás haciendo?
—Ayudándote como pediste, dolor en el culo. Ahora cierra los ojos. Y
no lastimarás mis sentimientos si haces lo mismo con tu boca.
Su tono era de broma, así que lo dejé pasar, y dejé que mis párpados
se cerraran, esperando. Cuando no me dio más instrucciones, abrí la boca
para preguntarle, pero él le dio un apretón a mi mano.
—Shh.
Me callé. Y esperé. Y pronto, empecé a sentir algo. Un punto
palpable de energía latía bajo mi mano y otro sobre ella. Me puse en
sintonía con ello, bloqueando el olor de la nieve fresca y el cuerpo caliente,
bloqueando los sonidos de la noche y centrando cada respiración en esos
pulsos de energía. Uno muy fuerte. Vivo y vibrante. Un chisporrote me
atravesó, y el impulso de sintonizar con anzuelo, que era Mac, se alzó con
fuerza.
—No —dijo Mac suavemente, su respiración golpeando mi oreja y
haciéndome temblar—. Resiste esa sensación e intenta separarlo de ti
misma. Céntrate en el cristal. ¿Hay poder en la ventana?
Mis mejillas estaban casi entumecidas por ir del frío al calor. Tenía
esta cosa fea dentro de mí, más fea que cualquier cicatriz o verruga, y él lo
sabía. Se iluminaba como un neón enfrente de él, y sabía que parte de mí
lo anhelaba. A él. Su vitalidad y su vida. La vergüenza era casi paralizante.
Fui tonta al permitir olvidarme, incluso por un segundo, que nosotros no 130
éramos un chico y una chica normales haciendo algo estúpido porque
éramos jóvenes y salvajes. Esto era un asunto serio.
—Lo siento, yo…
—Céntrate. —Esta vez, fue completamente firme, nada suave, pero
creo que yo lo necesitaba en este momento. Me encontraba a un pelo de
darme por vencida, y no estábamos más cerca de notarlo de lo que lo
habíamos estado cuando llegamos aquí. Tal vez no debería haberme
preocupado tanto. Era mayormente su culpa que estuviéramos en esta
situación en primer lugar. Él era el que había impreso la columna y la
puso en mi casillero, pero aun así, me sentía culpable por no haber sido
más cuidadosa con ella cuando sabía que se encontraba en la lista negra
de Hortense. Y ahora iba a sacarnos de este desastre.
Cerré los ojos otra vez y me concentré con tanta fuerza que me dolía
la cabeza. Pero en menos de un minuto, todo estaba allí. Nada de un
caótico y caliente desordenado desastre de energía. No una orquesta de
ruidos viniendo hacia mí. Era claro. Podía distinguir el violín y la flauta, e
incluso las campanas. Existía una energía de bajo nivel en la ventana, y
pude arrancarla como la cuerda de una guitarra.
—Eso es —murmuró Mac contra mi oreja—. Lo tienes.
—¿Puedes sentirlo? —susurré en respuesta, sorprendida de que,
incluso mientras hablaba, todavía podía sentir la textura de la alarma en
mi conciencia.
—Solo a través de ti. No puedo sentirlo si lo toco, pero emites el
mismo poder que sientes o ingieres, así que puedo sentir lo que tú sientes.
Si estamos piel contra piel.
Eso me distrajo. Imágenes de nosotros dos, piel contra piel,
destellaron a través de mi cabeza y jadeé, esperando por los dioses que él
no pudiera sentir eso. Antes de que pudiera cerrarlos, se habían ido, y no
sentía la energía de Mac en absoluto. Había alzado el escudo. Lo que fuera
que hizo para mantenerme fuera se hallaba a toda potencia ahora, y
quería llorar la pérdida hasta que otro pensamiento se me ocurrió. ¿Esas
imágenes habían sido mías… o suyas? Hasta ahora, yo solo fui capaz de
ver los recuerdos de mis víctimas, y seguramente habría recordado eso.
—Tenemos veinte minutos, así que vas a tener que guardar todos
esos pequeños pensamientos sucios que estás teniendo sobre mí para más
tarde esta noche, Magpie. —La risa en su voz no escondió la tensión allí, y
se me puso piel de gallina en los brazos.
Consideré darle un codazo en la barriga, pero me conformé con una
breve risa que sonaba un poquiiiito entrecortada para mi gusto. —Parece
que va a ser una aburrida noche para mí, entonces.
El bufó, pero dejó que una se deslizara y palmeó mi mano. —Está 131
bien, tenemos que centrarnos ahora.
Tenía razón. Había mucho —toda mi vida, por lo que yo sabía— en
juego en esto. No fallaría mi primera misión de entrenamiento por darme
la vuelta, envolver las piernas alrededor de él, y besar su rostro para ver si
me deseaba como yo le deseaba a él.
El objetivo era hacerle ver que tenía la disciplina para luchar contra
mis impulsos. De algún modo sabía que él creía en mí; que Mac tuviera fe
en que yo podía hacer esto era la única manera de que pudiera tener éxito.
Le bloqueé lo mejor que podía y volví a centrar mis pensamientos.
Ahora que sabía cómo encontrar la energía en el cristal, fue más fácil
volver a la zona y reconectar con ella, a pesar de las visiones pervertidas
que se extendían ahora por mi cabeza. Cuanto más intentaba no pensar en
el aspecto de Mac desnudo o en cómo se sentiría él presionado contra mí
frente a frente, más pensaba en ello. Pero aun así, la energía se hallaba
presente y en representación. Ya me volvía mejor en esto.
—¿Qué hago? ¿Empujarla? ¿Absorberla?
Él hizo una pausa. —Esta parte es difícil de explicar porque yo no sé
cómo se siente una Kardia Afrodita. Solo sé cómo lo hago con mi poder. Si
quiero alterar algo, lo desplazo hacia afuera. Como si estuviera apretando
desde el fondo de un tubo de pasta de dientes.
—¿Puedes cambiar las cosas?
Soltó un suspiro exasperado. —Puedo.
Él no quería hacerlo, pero se abría a mí lentamente, y algo caliente
floreció en mi vientre. —Genial. ¿Cambiarlo a qué?
Silencio. Luego: —Quince minutos.
Mierda.
—Está bien. Voy a apretar la pasta de dientes. —Intenté hacerlo
como él dijo, y tomó un par de minutos, pero para mi sorpresa,
funcionaba. La ventana no se rompió más, y sentí mi poder viajar más allá
de los cables de la ventana hasta la fuente de la energía. Un segundo más
tarde, sentí un estallido interno y jadeé. Mac contuvo el aire y ambos nos
congelamos, esperando a que algo sucediera. El estruendo de una alarma,
alguien viniendo corriendo hacia nosotros agitando un arma. Pero nada lo
hizo, y el cristal debajo de mi mano se sentía… muerto.
—Brillante, Mags, creo que fundiste el fusible.
El elogio dicho en ese acento cantarín fue directo a mi corazón. Tal
vez no debería haber sido gran cosa, pero era la primera vez que hacía algo
incluso cuestionablemente positivo con mis poderes, y me dolió la garganta
con la necesidad de llorar por ello.
Estúpidas lágrimas de chica. 132
Le dio un apretón a mi mano antes de dejarla ir. —Estoy
impresionado. Lo hiciste bien.
Hasta ese momento no sabía lo hambrienta que me encontraba por
oír eso de alguien. De Mac.
Sin embargo, no tuve tiempo para pensar. Una vez que la alarma
estuvo desactivada, nos dimos cuenta de que la ventana ni siquiera se
encontraba cerrada. Mac la atravesó y me ayudó detrás de él. Desde allí
fue una rápida y silenciosa operación de dos hombres mientras alejábamos
a rastras el banco de los escritorios de la pared y encontrábamos la carta
exactamente donde la dejé caer.
Mac sacó nuestra pieza de papel de reemplazo de su bolsillo, la
estiró e hizo el intercambio.
—Excelente —susurré, un poco mareada ante el pensamiento de que
tal vez podríamos sacar esto adelante después de todo.
Sostuvo su dedo contra sus labios e hizo un gesto hacia el reloj.
Hora de irse. El conserje de noche estaría allí en cualquier minuto. Nos
escabullimos de nuevo hasta la ventana y miré a Mac con aprehensión.
Desde fuera había sido fácil. Estábamos en una colina y podía tocar
el alfeizar con mi pie plano, pero una vez que la habíamos atravesado, fue
una caída en la biblioteca. Para llegar a ella ahora, yo necesitaba una silla
o un impulso.
Una puerta se cerró en alguna parte por el pasillo, y el miedo me
llenó de nudos. Mac se encontró con mi mirada con urgencia, el blanco de
sus ojos brillando en la penumbra. Teníamos que salir, como, ahora.
Agarré el alfeizar de la ventana e intenté alzarme a mí misma, pero
no lo conseguía, malditos mis brazos de pollo. Eso era lo que conseguía
por mentirle a Libby en vez de intentar ponerme en forma de verdad.
—Te tengo. —Su susurro fue una cálida ráfaga de aliento en mi oído,
y a continuación envolvió los dedos alrededor de mi cintura. Mi corazón se
fue a toda marcha, y casi perdí el agarré mientras él usaba sus manos
para levantarme y su cuerpo para sostenerme. Sus dedos se clavaron en
mis caderas mientras su pecho marcaba a fuego mi trasero.
Y luego las luces del pasillo se encendieron y todo se detuvo.
—Mierda —murmuró Mac—. ¡Vete! Una vez que atraviesas la
ventana, corre. —Me empujó más alto en un intento de lanzarme a la
fuerza por la ventana, pero me agarré a la pared y empujé hacia atrás. Yo
fui la que fue atrapada con la nota en primer lugar. De ninguna forma iba
a dejarle enfrentar la música solo.
—Olvídate de ello —siseé en respuesta, retorciéndome hasta caer en 133
el suelo. Otra luz del pasillo se encendió, esta vez mucho más cerca para
nuestra comodidad.
Mac me frunció el ceño y cerró la ventana. Agarrando mi mano, me
arrastró hasta el armario de almacenamiento donde Hortense mantenía
sus suministros informáticos. El ruido rodante de un carro o un cubo de
basura hizo eco por el pasillo, y mi corazón casi salió disparado.
—Aquí dentro. —Mac abrió la puerta lentamente sin hacer ruido, y
ambos nos deslizamos dentro del armario, cerrando la puerta detrás de
nosotros. Fue justo a tiempo también, porque diez segundos después la
puerta del aula chirrió, y el sonido de ruedas sobre el linóleo le siguió de
cerca.
El frente de Mac se hallaba a solo centímetros de mi espalda, y podía
sentir el calor de su cuerpo. Era inquietante en más de un sentido. No solo
hacía que tuviera la tentación sin importancia de inclinarme hacia su
calor, sino que también era un espacio demasiado reducido para un
hobbit, y tenía que hacer un esfuerzo para no entrar en pánico.
Su proximidad solo me hacía más consciente de que la razón por la
que él se hallaba sobre mí era porque no existía otro lugar donde estar.
Era como un ataúd de pie allí, y mi pecho se sentía como si una anaconda
se estuviera aferrando a mí.
Traté de controlar mi respiración. Ya sonaba demasiado alta en el
pequeño espacio, y estaba segura de que Banto iba a abrir la puerta de un
tirón y a gritar ―¡Aha!‖ Cerré los ojos con fuerza e intenté fingir que me
encontraba en un prado. Un prado oscuro y jodidamente diminuto que
parecía estar cerrándose sobre mí con cada segundo que pasaba.
El sonido de una aspiradora vino a la vida con un zumbido y me
estremecí. Está bien, eso era bueno. Ruido de fondo. El Sr. Banto debía de
haberse puesto los auriculares después, porque empezó a cantar a todo
pulmón alguna sensiblera canción patriótica en un tono tembloroso sobre
un niño y unos zapatos.
Me di permiso a mí misma para respirar por la boca durante unos
pocos segundos con la esperanza de evitar lo que claramente era mi
muerte inminente por asfixia, cuando la cálida mano de Mac tocó la parte
baja de mi espalda. Salté.
―¿Estás bien?
Ni siquiera un poco. ―Seh. Estupendo ―susurré en respuesta,
usando el preciado oxígeno para hacer eso.
―Da la vuelta, Maggie. ―Su tono cálido y sonoro era tranquilizador,
pero no lo suficientemente tranquilizador para conseguir que me moviera.
Sacudí la cabeza pero no dije nada.
―Estoy tratando de ayudarte, pero necesito que des la vuelta. ―Su 134
voz se elevó a casi coloquial y jadeé, dándole un codazo en el estómago.
―¡Shh! ¿Estás tratando de que nos atrapen? ―susurré-grité.
―No puede escucharnos con la aspiradora y el sonido de su propia
voz. Ahora da la vuelta y enfréntame antes de que esté obligado a hacer
algo que no te gustará.
No tenía una pista de lo que eso podría ser, pero considerando que
era un semi como yo, las posibilidades eran infinitas. Abrí los ojos y poco a
poco giré para enfrentarlo, con cuidado de no rozar su cuerpo con el mío.
―¿Qué? ―exigí. Era demasiado malo que estuviéramos atascados
aquí para comportarme como una especie de debilucha. Era peor que él
estuviera aquí para presenciar mi debilidad.
EL espacio se hallaba a oscuras, con solo una esquirla de luz
entrando por la abertura debajo de la puerta, y no podía distinguir su
expresión. ¿Compasión? ¿Enfado? Puaj, ambos frentes.
—Serpentea para pasarme. Hay una pila de libros detrás de mí en
donde puedes sentarte, podemos hablar mientras esperamos. Podemos
también usar el tiempo que tenemos para repasar algunas cosas. —Sonó
autoritario, y no sabía si lo inventaba sobre la marcha o sólo trataba de
distraerme. De cualquier forma, funcionó para mí. Cualquier cosa para
sacar a mi mente del hecho que no podía extender los brazos sin golpear
una pared.
Lo rodee para pasar y esta vez no hubo que evitar el contacto.
Chocamos levemente con todo lo desagradable conocido por el hombre, y el
impulso de correr mi mano sobre su abdomen musculoso mientras avancé
fue casi irresistible.
Y… luego recordé que me hallaba en un armario.
Me senté encima del montón de libros, y se agachó en frente de mí.
—¿La claustrofobia es un rasgo hereditario? —preguntó, su voz
tierna.
—No. Sí. No sé. —Sabía que sólo trataba de ser agradable y sacar a
mi mente de las cosas, pero no funcionaba tan bien como esperaba. Me
sentía ansiosa y estresada, y si comenzaba a hablar, podría olvidar sobre
lo ansiosa y estresada y luego me preocuparía sobre eso hasta que
recordara. Era un círculo vicioso.
Y yo era una psicópata.
El Sr. Banto eligió ese momento para rockear un solo de guitarra con
interferencias por la boca, y Mac se rió por lo bajo. Era un poco lindo
escucharlo reír sin su humor siendo apuntado a mí, y eso rompió la
tensión. 135
Di vueltas sobre su pregunta de antes. —Supongo que a mi mamá
tampoco le gustan los espacios estrechos —dije, tocando el borde de un
libro encuadernado de cuero con la uña de mi pulgar—. Pero bueno, ella le
teme a un montón de cosas.
Mac estuvo en silencio por un ratito y luego cambió a una posición
sentado en el piso. —¿Cómo qué?
—A todo. El Concejo, sus poderes, cualquier cosa que tenga que ver
con semis. A veces no entiendo su problema en absoluto —admití,
sorprendiéndome con la admisión. Pensé en ello un montón, pero nunca
dije las palabras en voz alta.
—Parece muy fuerte para mí, lidiando con tu abuela y todo. —Hizo
una pausa y se movió en el piso antes de continuar—: Es mejor a veces,
sabes. Salirse de ese modo. Tener una vida normal. —Sonaba más viejo.
Cansado. Pero las palabras enviaron una espina de miedo en mi corazón.
—Créeme, estoy totalmente advertida de tu opinión en el asunto.
Pero teníamos un trato y…
—Y voy a cumplirlo. —Sonaba ofendido ante la sugerencia de que no
lo haría—. No estoy juzgándote. Sólo estoy diciendo que quizás no deberías
juzgarla por su elección tampoco. No sabes lo que pudo haber atravesado.
Nuestra historia está plagada de dolor, ignorancia y lucha de poderes. Las
cosas sucedieron, especialmente en su día, que volvería tu sangre fría. —
Lo dijo suavemente, como si lo estuviera leyendo de la parte posterior de
una caja de cereal, pero no me lo creía. Ese conocimiento era de primera
mano, y el impulso de hacer contacto, acariciar su cabello o tocar su
brazo, era casi irrefrenable—. Sé que cometió errores, hay un millón de
cosas que debería haberte dicho, pero cuando se llega a esto, creo que es
seguro decirte que realmente no tengo idea de lo que ella ha estado
pasando.
De acuerdo, quizás tenía razón. Yo volaba ciega cuando se trataba
de su pasado y, ¿quién sabía? Tal vez tenía excelentes razones para salir.
Prometí ser un poco más indulgente con ella. Y luego revisé mi promesa
para agregar que también la acosaría sobre lo que había pasado para
hacerle decidir sobre atarse, hasta que se rompiera a llorar y me contara.
Pero la importunaría con cuidado.
Pasos de bebé.
Aún así. —No creo que yo esté lista para darme por vencida todavía,
incluso si pudiera. Si no fuera capaz de controlar mis poderes, créeme, yo
sería la primera en la cubierta del tren una vez que llegara a la edad. Pero
ni siquiera sé lo que puedo realmente hacer. ¿Qué si algo asombroso
sucede, algo especial, que pudiera cambiar el mundo? —Me encogí de
hombros, las palabras para explicar cuán fuerte me sentía sobre ello
eludiéndome—. Tengo que al menos intentar. Es parte de mí. De quien 136
soy.
—El Concejo está vigilándote. —Me recordó con tacto—. Si no
puedes llegar a contener esto, no tendrás una oportunidad para sellar tus
poderes.
Porque ellos te los quitarían. Un escalofrío me atravesño, y envolví los
brazos a mí alrededor. —Seh, bueno, no voy a caer así.
Estuvo callado por un largo tiempo, y cuando finalmente habló, su
voz se encontraba llena con confusión genuina pero apenas un indicio de
juicio. —Explícalo para mí. Si eres todavía un peligro, pero no puedes si
quiera comenzar el proceso de unión por meses hasta tu cumpleaños,
entonces, ¿por qué estás bien con arriesgar a las personas? ¿Mantener tu
poder es más importante que las vidas humanas? No lo entiendo.
Por supuesto que no lo hacía. Él era Sr. Negro y Blanco. Sr.
Honorable. Sr. Juego según las reglas. Consideré terminar la conversación
justo ahí, pero algo dentro de mí se desesperaba por su entendimiento. Tal
vez incluso su aceptación.
Tomó un minuto escupir las palabras. Las palabras que odiaba decir
más que cualquier otra en el mundo. —Mi papá murió cuanto yo tenía seis
años.
El murmullo de la aspiradora era el único sonido mientras él
esperaba para que continuara.
—Fue lo más difícil que jamás he atravesado, y eso incluye este
pasado año. —Intenté mantener mi voz neutral, pero el temblor atravesó
de cualquier forma, y quería patearme a mí misma. Ya me hallaba a medio
camino, sin embargo, así que opté por ser valiente y fuerte, y terminarlo—.
Si dejo que el Concejo me quite mis poderes, será como si él nunca
hubiera existido. Como una escena borrada de una película, simplemente
tumbadas en el piso de montaje. —Mi garganta dolía con lágrimas sin
derramar, y cuando tragué, el sonido llenó la habitación—. Él es mi papá.
No puedo hacer eso, Mac. No haré eso.
No dijo nada por tanto tiempo, pensé que tal vez se durmió de algún
modo. Luego murmuró. —Perdí a mi papá, también. Cuando tenía nueve.
Sus palabras eran bastantes tristes, porque yo también conocía ese
dolor, pero su tono era tan desolado que me estremecí. Fue evidentemente
devastado por ello, y deseé saber qué decir para confortarlo. No las cosas
que las personas me habían dicho, eso era de seguro.
“Tu papá está en un mejor lugar, cariño”.
¿Qué mejor lugar existía que conmigo?
“Él no querría que estés tan triste, Maggie” 137
¿Cómo sabrías? Quería preguntar. La mayoría de las personas que
se presentaron para el funeral eran algunas que nunca antes vi, y que
nunca vi otra vez. Dejaron cazuelas, hicieron su tarea, y volvieron a sus
propias casas con sus papis vivos y agradecidos a Dios que no eran ellos.
—Apesta —murmuré en voz baja.
—Joder, sí, lo hace. —Se movió de nuevo, y su rodilla rozó contra mi
tobillo. No me aparté y tampoco él—. Él, a… acostumbraba llevarme a
pescar en el Bosque Sagrado. Había aquellos pescados frescos, como perca
americana, solo que de colores vivos. Atraparíamos tres de cuatro, y
cuando fuera hora de matarlos, siempre me pondría triste. Él diría: ―Tu
mamá está esperando para cenar, muchacho‖.
Podía oír la sonrisa en su voz, y rompió mi corazón en dos.
—Y luego se arrodillaría, así estaríamos cara a cara, y diría: ―Pero no
le diré si tú no le dices‖. —La ternura en su tono me dejó deshecha, y todo
lo que quería hacer era abrazarlo. Decirle que entendía. Que estuve allí—.
Luego los liberaríamos a todos e iríamos al mercado de pescados en la
ciudad y compraríamos la mitad del recipiente. —Hizo una pausa por un
largo tiempo, y presioné mi tobillo más fuerte contra su rodilla—. Ella
sabía, ¿sabes? —Se rió con una sonrisa agridulce—. ¿Cómo podría no
saber? El pescado se encontraba todo envuelto en el maldito papel. Pero
nunca dijo una palabra. Sólo nos palmearía en la espalda por atrapar
muchos grandes.
Las lágrimas escocían en mis ojos, y me mordí el labio para evitar
sorber, deseando saber qué decir para alejar un poco el dolor. Sabiendo
exactamente como se sintió, y sabiendo de seguro que no existía nada que
pudiera decir que importara. Así que no dije nada en absoluto.
Simplemente me agaché y pasé los dedos por su cabello. El lugar se
encontraba tan silencioso como una iglesia, y luego caí en la cuenta.
El sitio se hallaba tan silencioso como una iglesia.
Ambos nos habíamos quedado callados, pero también lo hizo el Sr.
Banto. Mierda.
—¿Alguien está allí?
La sangré se apresuró a mis oídos y la adrenalina se vertió en mi
torrente sanguíneo, dejando un sabor metálico cubriendo mi lengua.
Limpié las lágrimas de mi rostro cuando Mac se levantó en silencio y
agarró mi mano.
—¿Sra. Verbiglio, es usted? —La voz del portero se sentía más cerca
de lo que estuvo incluso un segundo antes, y me presioné en la puerta
para oír mejor.
Mac me atrajo más cerca hasta que su boca se hallaba a un soplo de 138
la mía. —Está caminando hacia nosotros ahora mismo. Puedo oír sus
zapatos en la alfombra —susurró, las palabras viniendo rápidas y
furiosas—. Tienes que agacharte detrás de esa pila de cajas y quedarte en
silencio. Voy a abrir la puerta y correr. Me seguirá. Tan pronto como lo
escuches dejar el armario, vete. Sal por la ventana.
Sus dedos tocaron los míos, y presionó sus llaves en mi palma.
Comencé a protestar —incluso si quería ir, no podía conducir— pero me
ganó de mano. —Arranca, enciende la calefacción, y llama a Libby o Bink
para lleguen a ti.
—¿Hola? —llamó el sr. Banto de nuevo, esta vez desde lo que se
sentía como menos de tres metros de distancia.
El sonido de un teléfono que sonó como un clavicémbalo24 congelé a
Mac en el lugar con una mano en el picaporte.
—¿Seh? —El portero estuvo en silencio por un segundo, luego sopló
un suspiro—. Detergente para lavandería y, ¿qué más? —Más silencio, y
mantuve mi mano en el brazo de Mac, impulsándolo a ver cómo esto se
desarrollaba—. Nena, no puedo oírte. Tengo una mierda de recepción en el
segundo piso. —Otro suspiro—. Está bien.
Pasos se arrastraron afuera en la dirección de salida, y mi cuerpo
comenzó a temblar incontrolablemente. Ninguno de nosotros habló por
24 Instrumento musical de cuerdas que se pellizcan con púas accionadas por un teclado.
unos buenos treinta segundos hasta que finalmente le dio un golpecito a
mi brazo.
—Se ha ido. Vamos a movernos.
Mis pies se sentían pegados al suelo cuando Mac giró el pomo y
espió a ambos lados antes de ondear con la mano hacia mí. No estaba
cerca de ser la perdición de esta completa operación, y me obligué a
moverme. Caminamos rápidamente pero en silencio hasta la ventana, y la
abrió de un tirón.
Sabía el procedimiento esta vez, y apenas siquiera jadeé cuando sus
manos abiertas se cerraron sobre mi cintura. Mis brazos ya se preparaban
para empujarme a mí misma a través de la ventana y esta vez estábamos
piel con piel. La sensación envió un destello de calor a través de mí, ardió
a lo largo de mi piel, y luego… no sé qué sucedió. Alguna forma rara de
combustión espontánea quizás, pero la usual crepitación entre nosotros se
volvió un chasquido, y la mierda golpeó el ventilador. La alarma de
incendios tronó tan fuerte, que casi grité.
—¡Vamos, vamos, vamos! —susurró frenéticamente, prácticamente
arrojándome por la ventana.
139
Esta vez no discutí y seguí, seguí, seguí, mi pulso yendo a toda
marcha como un tren de carga. Sólo logré poner mis pies en el césped
cuando vino arrastrándose detrás de mí. Cerró la ventana de golpe, y
salimos como petardos hacia el coche como si los perros del infierno
estuvieran en nuestros talones.
No me atreví a mirar atrás, pero para el momento en que corrimos
por los árboles y alcanzamos el coche, se volvió claro de que no nadie nos
perseguía, o si lo estaban, se hallaban muy detrás. Nos metimos
atropelladamente, ambos jadeando por respirar.
—De acuerdo, entonces. Todo está bien. —Se giró para enfrentarme,
su rostro iluminado con alivio—. ¿Estás bien?
—Eso supongo. Seh. —Pasé una mano sobre mi rostro y comencé a
reír—. Santa mierda, eso fue aterrador. Lo siento sobre la alarma de
incendios…
—¡Ja! Debido a que todo iba sin contratiempos hasta entonces. —
Una sonrisa tiró en sus labios mientras giró la llave en la ignición, luego
puso el coche en movimiento.
Quizás contratiempos no era la palabra, pero definitivamente lo
agregué a la urgencia de la situación. Mis mejillas llamearon, y aclaré mi
garganta. —Todavía lo siento. Usaba el revestimiento de la alarma como
un punto de apoyo y debería haber…
—Nop. Necesitas tirar una alarma de incendio para encenderla. Creo
que tu energía nerviosa debe haber jodido la electricidad. Funcionó, sin
embargo. Sin daño, no hay delito.
Era fácil para él decirlo. No era el que se puso tan caliente y
preocupado de un simple toque que casi hizo que nos atraparan.
Condujimos el resto del camino en silencio, lo que estaba bien
conmigo. Me sentía muy mortificada para hablar de todos modos. Odié no
conocer lo que sus poderes eran. Me hallaba en una gran desventaja,
porque si era alguna clase de telepatía o podría, no sé, ¿sentir cómo me
sentía por él? La idea era completamente humillante.
Estacionó en mi camino de entrada unos minutos después y bajó el
resplandor de la luz de mi porche, la intimidad de todo lo que habíamos
pasado en las últimas cuatro horas se volvió demasiado pesada para mí.
No podía esperar a salir de allí antes de ponerme más tensa.
—Aprecio que me ayudaras a salir —dijo, girando en su asiento para
enfrentarme.
Jugueteé con la manija de la puerta, esperando salir en estampida
antes que yo dijera algo estúpido. —No hay problema. 140
—Entonces mañana, ¿lo mismo? —Mi expresión debe haber sido
una de horror porque rompió a reír, lo que mató la tensión—. No, no
irrumpiendo y entrando. Quise decir entrenar.
—Sí, bueno —dije. Abrí la puerta de un empujón y salí del coche.
Estuve preocupada porque las cosas serían incómodas entre nosotros
después de la charla que habíamos tenido, y todos los momentos de
contacto cercano y pensamientos sucios, pero evidentemente era
totalmente unilateral, y él se encontraba relajado con todo. Genial, podría
ser relajada, también
No decepcionante para nada.
Era un alivio. De seguro. Al menos él no sabía cómo me sentía.
Podríamos sólo fingir como si nada hubiera sucedido y todo estaría bien.
Me hallaba justo a punto de cerrar la puerta del coche cuando me
gritó: —Y, ¿Mags?
Me detuve, doblándome para mirarlo con concentración, y sus labios
se extendieron en una sonrisa como-mierda.
—Dulces sueños.
12
Traducido por Mary Haynes
Corregido por Alaska Young
151
13
Traducido por EyeOc & Mel Markham
Corregido por ElyCasdel
Cuando la campana sonó al final del día, estaba ansiosa por salir de
ahí y hacia la casa para encontrarme con Mac. En parte porque quería
saber más sobre él, pero mayormente porque quería hablarle de su
comportamiento a la hora del almuerzo. Así que cuando llegué ahí y no
había llegado, estaba acalorada y un poco temblorosa. ¿Había cambiado de
opinión? A lo mejor se enojó conmigo por alguna razón que solo él
conocía... eso sería una verdadera patada en el trasero después de lo de
hoy. 152
Miré mi teléfono y gruñí en voz baja. No era agradable de su parte.
Estaba helando afuera y estaba diez minutos tar…
Una forma corpulenta destelló en mi vista periférica y algo sólido me
golpeó por la derecha. Mi corazón resonó. Una explosión pequeña de
energía se disparó de mí hacia la corpulenta figura que me tenía agarrada
mientras me concentraba para el impacto. Solo que, en vez de golpearme
contra el piso, me encontré tumbada sobre Mac, quien había girado hacia
el lado y tomado el golpe de la caída. Jadeé y negó con la cabeza
gravemente.
—¿Ves ahora? ¿Qué si tienes una sobrina? ¿O un sobrino? Y vienen
a ti por sorpresa. Alguien podría salir seriamente dañado por tu
inhabilidad de emplear ese poder.
Sus palabras eran frías, y su mandíbula estaba apretada
firmemente, pero sus ojos brillaban con calor. Su parte delantera era dura
donde la mía era suave, y un escalofrió me atravesó. Me moví, colocando
mis manos en su pecho para tratar de quitarme de encima de él. Maldijo
en voz baja, después tomó mis manos y las colocó a mis lados.
Deseo.
—Para de contonearte así. —Sonó como si hubiera estado
succionando gravilla, y entrecerré los ojos, deseando que una muestra de
enojo ocultara lo que estaba realmente sintiendo, lo cual era completa,
lujuria cachonda.
Poniendo mi peor ceño fruncido, jalé mi muñeca en un esfuerzo para
liberarme. —No sé porque estás tan enojado. Me atacaste.
Me contoneé un poco más y su respiración salió en un silbido, sus
pupilas parecían tragarse el gris en sus ojos, cambiándolos a noche.
Jesús, era hermoso. Dejé de moverme y miré, atrapada.
La energía se movió en forma de arco entre nosotros, y por un
segundo pensé que iba a besarme. Sin pensarlo, me incliné, ojos fijos en
sus labios. Tan cerca. Justo ahí… Y después, en un momento, la edición
estándar de su sonrisa arrogante estaba firmemente en su lugar.
—No sé exactamente qué estás pensando con ese brillo ahí en tu ojo,
Magpie, pero esto —flexionó sus caderas hacia a mí—, no está sucediendo.
La necesidad en mi estómago jaló como caramelo masticable y
flexioné de vuelta, moliendo mis caderas contra las suyas, pero no lo iba a
dejar que jugara conmigo. —El brillo es excitación. Me preguntaba a dónde
se fue mi banana, y ahora finalmente lo sé. —Ésta vez me incliné cerca de
su cara para susurrar—. Puedes quedártela.
Con el corazón palpitando, torcí mis brazos lo suficientemente fuerte
para salir de su agarre y levantarme para mirar hacia abajo. —¿Puedes 153
pararte o necesitas un minuto?
No sé cómo esperaba que reaccionara a mi monstruosa muestra de
atrevimiento, pero carcajearse no lo era.
—Creo que estoy bien. —Se levantó y se giró, sacudiéndose la nieve
de la ropa. A lo mejor no necesitaba el minuto que le ofrecí,, pero
ciertamente se tomó su tiempo antes de encararme otra vez.
Mi pulso estaba aún descentrado, pero me sentía malditamente bien.
Porque con todos los chistes y risas a un lado, ahora sabía algo de lo que
no era consciente antes. Estaba equivocada en la cafetería.
Sí me deseaba.
A la mejor no le gusto, y no quiere desearme, pero lo hace.
Alejé ese pensamiento para examinarlo posteriormente y estudiarlo.
—¿Quieres explicarme por qué solo me derribaste de la nada?
—Para ver cómo ibas a reaccionar. —La sonrisa de deslizó y sus
labios se torcieron—. Y no fue exactamente un éxito. Esto es el porqué de
lo que estamos haciendo es tan importante. —Su tono se volvió más severo
mientras siguió, y estaba deseando no haber preguntado. Era como una
invitación para un recordatorio idiota—. Y ese es el por qué necesito
recordarte no acercarte tanto a tipos como Rafe que quieren algo de ti. No
me gusta la manera en que te mira, pero no estoy seguro si merece morir
todavía. Acordamos que ni chicos ni citas.
Una avalancha de enojo pasó por mí, y mis mejillas se pusieron
calientes. La necesidad que había crecido en mí desapareció, y lo miré
como si fuera una persona loca. —Bien. Dije que lo entendía cuando me lo
dijiste la primera vez. Que conste que no iba a decir que sí. ¿Pero eso va a
ser un problema ahora? ¿Vas a saltar sobre mí al azar? Porque eso no
estaba en el contrato, y si es así, conseguiré algunos protectores de fútbol
americano de Bink.
Sus hombros se relajaron y dejó salir un suspiro. —¿Te herí? —Las
palabras aún eran ásperas, pero la ira ya no figuraba.
—No, solo me sorprendiste. Estoy bien. —Comería vidrio antes de
admitir que golpeé mi codo en alguna parte de él y aún estaba pulsando.
Asintió y se acercó para sacudir la nieve de mi brazo.
Forcé una sonrisa, ignorando el crepitar que vino con su toque. —Al
menos me despertó después de un largo y aburrido día en la escuela.
—Feliz de ser útil. —Parecía aliviado de dejar que la tensión se
disolviera y enfocarse en un cambio de tema—. No tuve oportunidad de
preguntarte en el almuerzo, ¿Te dijo algo Verbiglio?
—Ni una palabra. De hecho, no creo que siquiera me mirara en 154
clase. Fue algo agradable.
Nos quedamos ahí, incómodamente, por unos pocos segundos, la
tensión regresando en un instante mientras pensamientos de la noche
anterior llenaron el espacio entre nosotros. Podía casi sentirlo detrás de
mí. Tocando. Conectando. Como habíamos estado la noche anterior con
nuestras manos entrelazadas en la ventana.
Se aclaró la garganta e hizo señas a mis manos. —Mejor
comenzamos. Sigue adelante y quítate los guantes.
Fácil para él decirlo, pero me tragué mis quejas e hice lo que pidió.
El aire frío y seco se filtró entre los huesos de mis dedos casi al segundo en
que me quité los guantes, y dejé salir un sonido sordo: —Ugh —el cual
ignoró amablemente.
—Lo primero en lo que tienes que trabajar es en tu vida diaria.
Mentalizarte y acostumbrarte a vivir con el poder dentro de ti. Es fácil para
semidioses como yo, porque es un proceso más lento. Comenzamos como a
la edad de cinco años, y cada día tenemos un poco más de poder a nuestra
disposición. Con ustedes, es completamente diferente. Un día despiertas y
tienes esta energía tratando de salir por todas partes. —Me dio una larga
mirada asesina—. Supongo que ese es por qué muchos de ustedes lo
pierden.
Esas conversaciones siempre eran las menos cómodas para mí. De
hecho, casi lo insulté solo para llevarnos a un terreno más familiar. Cada
vez que me decía sobre cosas que ya debería saber, un rayo de ira hacia mi
madre explota a través de mí, y de cerca viene la irracional urgencia de
defenderla, aun cuando no la estaba atacando.
Algo que dijo captó mi atención, y los pensamientos de mi madre se
desvanecieron a ruidos de fondo. —¿Perderlo? ¿Qué quieres decir con eso?
Ladeó su cabeza y miró largo y tendido, como si no estuviera seguro
de qué tanto compartir. —Ya sabes, ¿los suicidios?
Asentí, pero mi lengua estaba pegada a mi paladar, y supongo que
mi rostro imperturbable apestó, porque sus cejas oscuras colapsaron en
un feroz ceño fruncido.
—¿Los suicidios? ¿No sabes sobre los suicidios? Maldición, Magpie,
no te dicen ni una mierda, ¿no?
Me encogí de hombros y esperé, mi piel tensándose con cada
segundo.
—Por un largo tiempo, tu tipo, los más jóvenes, al menos, tienen una
dificultad. —Dejó de hablar y se pasó una mano por el desgreñado
cabello—. Los índices de suicidio son realmente altos. Por decir que hay
diez adolescentes de tu linaje en los Estados Unidos en este momento…
Lo interrumpí, todos los pensamientos estropeados por ese
155
impresionante concepto. —¿Los hay?
—¿Hay qué?
—¿Hay diez como nosotros? ¿Adolescentes como yo?
Ladeó su cabeza hacia un lado y después hacia el otro como si
estuviera sopesando su respuesta. —Sí, más o menos. Y a lo mejor otras
dos docenas a nivel mundial.
—¿Solo chicas?
—Mayormente. No sé porque, pero tu linaje solo produce un hombre
cada cien años.
No me importaba. Chicos, chicas, lo que sea. Por alguna razón,
pensaba que la mayoría de los semidioses como yo en el mundo eran
ancianos, o, al menos, la edad de mamá. La alegría que bullía dentro de mí
se sintió un poco sucia, pero bullía de todas formas.
No estoy sola.
¿Por qué querría que hubiera más? No era un picnic, eso era seguro.
Pero la miseria ama la compañía, y aparentemente era una persona muy
miserable por sentirme casi delirantemente aliviada al saber de que había
otros como yo durmiendo bajo el mismo cielo de noche. El alivio fue
brevemente disfrutado.
—Casi la mitad cometerá suicidio antes de que cumplan dieciocho. Y
la otra mitad… —Su voz se fue apagando, su mandíbula apretándose—.
Esa es una plática para otro día. Pronto oscurecerá. Vamos. —Comenzó a
caminar, pero no lo seguí, y se giró para enfrentarme, sus cejas
arrugadas—. ¿Qué pasa?
Me aclaré la garganta y metí mis temblorosas manos en los bolsillos
de mi saco. —¿Por qué lo hacen?
Su mirada era pesada y escrutadora. —¿Realmente no lo sabes?
A lo mejor lo sabía, pero aun así quería que lo dijera en voz alta.
—No pueden manejarlo. Algunas veces, no importa cuán bien
preparados estén, sus cerebros humanos no pueden manejar el poder
estallando de repente, y los rompe.
Entendí eso. Traté de no pensar en el día que comencé a cambiar. La
mayoría era borrosa, pero las partes que no lo eran, es de lo que las
pesadillas estaban hechas.
—Puedo ver cuán abrumador sería, pero lo que no entendía es por
qué es tan difícil el controlar la urgencia. Es completamente erróneo tomar
el alma de alguien de esa manera. —Cualquier simpatía que haya
suavizado su tono se evaporó, y su cara era una máscara de hielo—. Y el
robo… ¿También es para alimentar la necesidad? —Se quedó en silencio, 156
su mirada taladrándome, juzgándome.
La vergüenza quemó mi garganta y me encogí de hombros, pero no
me dejó salirme con la mía.
—He contestado tus preguntas, de cualquier forma son las únicas
que puedo. Dime sobre la joyería, Magpie.
Por alguna razón, eso me ofendió. Y mi indignación me encendió lo
suficiente para hablar. —No es joyería —murmuré, enterrando mi barbilla
en el saco—. Quiero decir, no puede ser, pero también puede ser una
fotografía. O un recuerdo. No necesariamente colecciono cosas de valor.
Colecciono cosas que tienen poder. Un peso emocional. Entre más amor
tenga el objeto, más lo ansío. La cosa en sí puede ser inservible, en lo que
se refiere al dinero.
Su ceño fruncido se aligeró un poco, se movió de un pie a otro. —Eso
es nuevo para mí. Nunca había oído antes de alguien haciendo eso. La
mayoría de los semidioses como tú solo… —Miró a lo lejos, al sol que se
estaba escondiendo, y negó con la cabeza—. Aun así está mal. Lo sabes,
¿verdad?
Estaba muy consciente, sí. —¿Tu clase tiene hambre, Mac? ¿Algo
que necesites tener o te consume hasta que lo tengas?
Su mirada viajó hacia abajo, por mi cuerpo. Fue solo por un
instante, pero lo sentí como si fuera un toque. Aclaró su garganta y pasó
una mano por su cabello. Otra vez. —No como eso, no.
Ignoré el rastro de llamas que su mirada había dejado detrás, y en
vez de eso me enfoqué en su pinchazo sentencioso. —Bueno, bien por ti.
Mis opciones son muy limitadas, por lo que puedo decir. Puedo tomar
ocasionalmente el collar, la foto del bebé, o el recetario favorito de la
abuela, y alimentar las pequeña olas de amor que el inanimado objeto
sostiene hasta que está gastado. O puedo succionar el amor, y,
eventualmente, la vida de las personas hasta que son vegetales. Este es el
menos dañino de los dos males. ¿Honestamente? A pesar del precio que
viene con el otro, prefiero robar. Nadie llega a ser físicamente dañado, y los
objetos no sostienen diferentes memorias de la manera que la gente lo
hace.
—¿Qué quieres decir? ¿Puedes ver las memorias de las personas? —
Lucía asombrado, ¿así que tampoco eso era normal?
Asentí, ahora incómoda. Parecía como si no fuera una rara normal.
Era una rara peculiar. Fabuloso. —Sí. Quiero decir, a veces. Cuando lo
estoy tomando de una persona, me abro a mí misma, y a veces, junto con
el amor, las memorias se apresuran hacia a mí. Puedo ver, sentir,
momentos de sus vidas. No es algo que trato de hacer, Mac. Solo que no sé
cómo no hacerlo.
157
Su silencio lo decía todo. Estaba disgustado, y no lo culpaba.
—¿Crees que quiero hacerlo? ¿Mirar en las vidas de las personas o
tomar su amor?
—No olvides el robo —agregó inexpresivamente.
La culpa y la ira fueron a guerra, y la ira ganó. —Tengo dos
opciones. —Levanté mis dedos índice y medio y los agité en su cara—. Dos.
Y por los pasados dos meses me he dado cuenta de que puedo vivir con
una. —Sostuve su mirada y negué con la cabeza lentamente—. No puedo
con la otra.
El silencio se sentía pesado, y me pregunté si me creía o no. Pero no
preguntaría, y él no estaba demostrando nada con su expresión.
—Dime más sobre los diferentes semidioses. Los que no… hacen lo
que hago. —En ese momento necesitaba una distracción más que nada, y
solo un segundo de ligereza. Seguramente debía de haber un semidiós que
estaba obligado a ser un santo para hacerles cosquillas a los bebés en sus
sueños, o alimentar a la gente al otro día de que salieran los números de la
lotería, o ¿algo?
—Podemos hablar más sobre historia y cosas una vez que
trabajamos en la parte física. Ahí es donde está el peligro inminente.
Además, podemos hacer lo otro dentro —dijo enfáticamente, y me di
cuenta de que mis dientes estaban temblando. Como sea. Entrenar
funcionaría bien para mí. Mientras pudiéramos dejar de hablar sobre cuán
terribles mis colegas y yo éramos, estaba bien.
—¿Lista?
Asentí, y dio un paso más cerca hasta que se paró probablemente a
medio metro de distancia, lo cual era treinta centímetros más cerca de lo
que me sentía cómoda, y levantó sus manos. —Bien. Vamos a empezar con
las cosas que puedes hacer, las más sencillas. Lo que quiero que hagas es
que me ataques.
Abrí la boca, el argumento instintivo listo para salir, y me calló con
un ceño fruncido.
—Y no de la manera en que lo has estado haciendo. Esta vez de
verdad.
Mordí el interior de mi labio inferior, pensando cómo podría lograrlo
haciendo como si estuviera siguiendo órdenes, pero en realidad, aún
reteniendo todo el asunto de disparar-poder-letal-por-las-puntas-de-mis-
dedos, no debería haber desperdiciado mi tiempo.
—Necesito saber de lo que eres capaz de hacer, y si no me muestras
todo, nada de lo que haga te va a preparar para las cosas con las que vas a
tener que lidiar durante tu examen con el Concejo. ¿Entiendes lo que te
estoy diciendo, Mags? 158
Endurecí la barbilla, porque se sintió como si temblara un poco, y
asentí. Si lo quería, se lo daría. Pero el pensamiento de ver sus ojos
ponerse en blanco, y su cara volverse de ese color gris macabro, hacía que
mi interior se sintiera suave y húmedo, pero de una mala manera. —
¿Ahora? —pregunté, parada.
—Sí. Ahora. Vamos. —Tomó mis manos congeladas con las suyas,
las cuales eran mucho más cálidas que las mías, y las apretó. Su mirada
fría me detuvo en el lugar, y traté de mirar a otro lado, pero no me
dejaría—. Ahora o nunca. Podemos ir al Concejo en este momento y
terminar esto. No tengo tiempo que perder si no estás a bordo.
Y era todo. La idea de que, si pudiera pasar los exámenes en este
momento —lo cual no podía— cuando terminara, se iría, y sería dejada
para lidiar con este gran desastre de vida por mi propia cuenta sin alguien
con quien pudiera atacar eso, sin alguien que me enseñara. Supongo que
esa era más prueba de lo egoísta que era. Lo atrapada que estaba en mi
propio drama. Estaba dispuesta a arriesgar la vida de Mac si estaba
equivocado, y era más poderosa de lo que él podía manejar. Si solo no me
dejara sola por mi propia cuenta.
Así que lo ataqué. Debutando en lo salvaje, tomando la electricidad
arañando mi piel y enviándosela directamente. La bilis me quemó la
garganta cuando me di cuenta de que una pequeña parte de mi ser, una
parte codiciosa y mala, ansiaba el momento cuando la avalancha de
energía fluyera hacia Mac, lo golpeara, y resurgiera de vuelta con
toneladas de delicioso amor para prestar. No era el tipo de chica
drogadicta, pero imagino que los adictos se sienten de esa forma.
Esperando por la euforia.
La euforia nunca llegó.
Abrí los ojos, forzándome a enfocarme.
Mac estaba asintiendo alentadoramente, sus labios un poco torcidos,
pero viéndose saludable y vivo, justo como el resto de él. Empujé más
fuerte, esta vez no solo soltando, sino activamente tirando cada onza de lo
que tenía por las yemas de mis dedos. Su boca se torció en una sonrisa
irónica, y apretó mis manos más fuertes.
—Ahora, eso es algo, Maggie.
No Magpie, me di cuenta vagamente, un poco confusa por este nuevo
tipo de carga. No la agitación de tomar sino de absoluta libertad.
Dejándolo salir. Mi cuerpo completo se sintió débil y lánguido, como si
finalmente me pudiera relajar, y era hipnotizador. Creo que pude haberme
quedado ahí así para siempre y morir feliz, pero Mac había dado el más
ligero paso hacia atrás.
—¿Estás bien? —murmuré—. ¿Debería de parar? —No quería. Aún
no. Nunca me había gustado que la gente me tocara, ni siquiera cuando 159
niña, y el pensamiento de ir a un masajista hacía que mi piel temblara,
pero si esto es lo que se sentía para la gente normal, como dejando ir el
dolor de cabeza que ni siquiera sabías que tenías hasta que ya no estaba,
me hubiera anotado para una vida de esto.
Aun así, si la cara de Mac era alguna indicación, tan cómodo como
esto fuera para mí, era exactamente lo contario para él. Mi comodidad era
su malestar. Ahora estaba en el dentista, tenso, su cuerpo completo en
alerta.
—Aún no. Ésta es la parte importante. —Soltó su agarre en mí—.
Retírate. —Instantáneamente lo apagué, pero negó con la cabeza—. No. No
todo. Solo un poco. Como si estuvieras a nueve, los dejas a ocho. Toma el
borde ligero de eso.
Intenté seguir sus instrucciones, pero no tenía ni idea de donde
comenzar.
Cerré los ojos y dirigí la atención a mi energía. Traté de bajarla un
poco, pero no había punto medio. Un minuto era un cable vivo, y al
siguiente tan muerto como una tabla de madera. La capa golpeó de vuelta
en el lugar, y parpadeé cuando Mac murmuró una maldición.
—Lo siento. Ni siquiera sé que se supone que tengo que hacer, y…
—Está bien. No estoy enojado contigo. Creo que tu madre es, sin
embargo, una mierda.
Dejé caer sus manos y di un paso hacia atrás. —Púdrete. Apenas la
conoces.
Es curioso cómo pensé la misma cosa sobre ella un millón de veces
en los pasados seis meses, pero escuchándolo de alguien más me mandó
al modo protector.
—Sé que la amas, pero eso no la hace justa.
Puso una mano en mi hombro y algo crepitó entre nosotros. No el
chasquido que había estado presente desde el día que nos conocimos. Esto
era… más. Fuerte. Peor.
¿Esa iba a ser la cosa ahora? ¿Iba a haber una rara reacción
química porque compartíamos poder o algo? Iba a preguntar, pero su
mirada estaba atrapada en mi boca, y de repente ya no pude recordar mi
pregunta. Mojé mis labios y traté de pensar coherentemente. Pero la
manera en la que me estaba mirando, ojos grises yendo casi a negro otra
vez, había mandado a la razón de mi furia a segundo plano.
—¿E-esto pasa entre semidioses todo el tiempo?
—¿Qué pasa?
—Nada. —Tragué fuerte. Por lo que sé, lo sintió afuera del salón de
160
arte. Pero a lo mejor esta cosa nueva era unilateral. Lo sentí entonces, pero
él no. El pensamiento era depresivo, pero también como un alivio. Apenas
podía manejar mantener mis manos fuera de él tal como era. Si alguna
fuerza invisible estaba también arrastrándonos juntos, nunca saldría en
una sola pieza.
—Vamos a seguir —dijo, demasiado fuerte. Esta vez sentí su cuerpo
tensarse antes de que se precipitara y estuviera lista para él. Vino a mí con
sus manos en alto, como si fuera a golpearme, y a pesar de mi
preparación, el control se deslizó otra vez, y lo ataqué.
Bajé mis manos al instante y maldije. —Lo siento, yo…
Me detuvo. —No hay necesidad de disculparse. Si alguien va a
golpearte en la cara, no deberías automáticamente sofocar tu instinto.
Tienes lo necesario para defenderte. Todos lo tenemos. Solo tienes que
aprender como perfeccionarlo al punto en que nunca esté fuera de la raya.
—Estaba en el modo instructor ahora, y la ira que parecía estar ahí debajo
de la superficie la mayoría del tiempo se había ido.
En vez de eso, su cara estaba animada en una forma que me hizo
querer tocarlo otra vez.
—Cuando dices va, sale. Cuando dices alto, se detiene. Cuando dices
ve fuerte, va fuerte y cuando dices solo un poco, es solo un poco —
continuó—. No hay accidentes, no hay tropiezos. Eso viene con la práctica.
Y soy tu compañero de práctica hasta que decidamos lo contrario, así que
espero ser golpeado con tu poder. Mucho.
Mi compañero. Me gustaba demasiado el sonido de eso. —Así que,
¿es algo así como que soy un carro y tú eres el muñeco de prueba?
Su sonrisa engreída hizo que mi pulso se agitara un poco.
—No te pongas toda loca. Es más como que soy el maestro y tú la
aprendiza. Pero no tienes que llamarme maestro o nada. —Guiñó—. Señor
está bien.
Mis labios se torcieron e intenté no sonreír. —Estoy segura de que lo
es, pero no aguantaría la respiración si fuera tú. Aunque tengo otras
sugerencias. —Levanté la mano y empecé a señalar opciones con los
dedos—. Veamos, está imbécil, idi…
Agarró mi mano y la apretó. Su poder me golpeó, empujando para
entrar en mi mente, y me congelé. ¿Qué demonios hacías ahí? No dolía,
pero era inquietante como el infierno. Como si mi cerebro fuera una
computadora y alguien más hubiera tomado el mouse.
Era todo diversión y juegos hasta que te dabas cuenta de que solo
porque tus poderes súper raros no funcionan en una persona, no significa
que los suyos no funcionen en ti. Fue un momento aleccionador, y uno del
que parecía tomar demasiado placer. 161
—Guau, así que así es como es —dije, aclarando mi garganta y
alejándome—. Vas a ir empujándome por ahí. —Intenté sonar
despreocupada, pero ambos sabíamos qué me había sacudido.
—No te puede lastimar que sepas algunas técnicas de autodefensa
en el caso de que se te vayan las cosas de las manos. —Sostuvo mi
mirada.
Nunca habían sido pronunciadas palabras más falsas. Podía doler
mucho. Todo lo que tenía que hacer era preguntarle a Eric.
Si alguna vez se despierta.
Mac estiró su mano, y yo intenté no hacer una mueca o mostrar algo
en mi cara mientras relajaba el agarre mortal en mis poderes y lo ataqué
con ellos, fuertemente.
Tiró la cabeza hacia atrás y se rió fuerte. El sonido envió una ola de
alegría a través de mí.
—Intentemos mover objetos, entonces, ¿bien? —Dio un paso atrás y
puso un poco de espacio entre ambos.
Asentí, la euforia mareándome un poco. Lo había hecho. Canalicé
mis podes de una forma que tuviera sentido. Lo liberé y lo detuve
exactamente cuando quise. Era como magia. Si tan solo pudiera ser tan
sencillo siempre. Tal vez podíamos ser superhéroes después de todo.
—¿Lista? —gritó desde unos metros de distancia.
Habría dicho que sí, pero la oportunidad desapareció cuando una
bola de nieve vino con fuerza hacia mi cara. Levanté la mano, tan rápida
como un gato, y la golpeé. Solo que no la golpeé, la exploté. ¡Zas! Canalicé
el poder suficiente para volver la bola de nieve compacta en una lluvia de
cristales de hielo. No con mi mano. No con el contacto del objeto y mi piel.
Solo con mi poder.
—Interesante —murmuró Mac con los ojos entrecerrados hacia mí, y
tuve la repentina sensación de ser estudiada. Sin embargo, no sentí miedo.
Solo una híper consciencia mientras lo escudriñaba e intentaba
concentrarme.
Una rama crujió bajo sus pies. El crujido de la nieve a mi izquierda.
El aleteo de un pinzón. Un destello de movimiento, y de nuevo, una bola
que venía directamente hacia mí, esta vez más rápida que la anterior. Y
otra vez, mi mano salió disparada, esta vez con un solo dedo. El sonido de
los átomos separándose crujieron en la tarde tranquila, y el rocío blanco
hizo una corona a mi alrededor, de seis metros de alto y ancho.
—Muy. Interesante. —Mac empujó sus manos en los bolsillos y
continuó murmurando para sí mismo mientras caminaba sobre la nieve
hacia él. Para el momento en que llegué, la conversación con él mismo 162
había terminado, y me quedé de pie esperando a que me contara los
detalles.
No lo hizo. Solo me miró como si fuera un parásito en el microscopio.
—¿Qué? —demandé, resistiendo la urgencia de alisar mi cabello.
—Nada. Es solo…
Esperé, sabiendo que si lo fastidiaba demasiado no me diría nada.
Finalmente habló. —Nunca había visto eso antes.
—¿La cosa con la bola de nieve?
Asintió.
—Bueno, entonces, ¿por qué las lanzabas a mi cara? —pregunté,
levantando el mentón y mirándolo.
—No, no. Sabía que podías bloquearlas. Pero lo otro… —La
tranquilidad junto con su sonrisa perpleja desinflaron un poco mi
indignación—. Toda la cosa de las mini explosiones, no tengo idea de lo
que era. Es… interesante. Tu madre y tu abuela, ¿podían hacer eso
también? ¿Antes?
Ya había comentado más de una vez la falta de habilidades
parentales de mi madre, así que no iba a decirle que no tenía ni idea de lo
que podía o no podía hacer. Me decidí por lo vago. —Nunca las vi hacer eso
en particular, no.
Pareció digerir esta pequeña pepita de información por un momento,
y luego se encogió de hombros. —No es nada por lo que preocuparse,
especialmente hasta que llegues a la edad. Un montón de mierda
inesperada va a pasar mientras tu cuerpo cambia, y no sabrás con lo que
vas a terminar hasta que el cambio acabe. Esperaba alguna típica
combinación de cosas de tu tipo. Como la cosa absorbe-amor, y los
sentidos agudizados típicos de todo semi, pero eso es nuevo. Es probable
que tengas otra generación de semi mezclado, por lo que tienes algo más
ahí, lo cual es bastante común. ¿Algo más que deba saber?
Estaba atorada en el comentario sobre los ―sentidos agudizados‖ y
levanté la mano. —Espera. ¿Sentidos agudizado? O sea, ¿cómo el hombre
araña?
Por favor di que sí, por favor di que sí.
—No.
Mi decepción debe haber estado por toda mi cara porque se rió entre
dientes.
—Quiero decir, no exactamente.
Me animé, y él se rió más fuerte. 163
—Tu audición y visión serán más agudas que la de los humanos
normales, así es como supe que Banto se acercaba al armario la otra
noche. Y estarás más conectada con tu sexto sentido. Pero en serio, no
vayas corriendo a conseguirte una capa ni nada. —Sus ojos grises
brillaron—. ¿Algún otro talento oculto del que no me has contado?
Medité un momento. —Puedo pulverizar frutas y vegetales.
—Excelente. Si necesito un batido de frutas, sé a quién llamar. ¿Eso
es todo?
Asentí. —Hasta ahora.
—Bien, trabajemos en lo que sabemos primero y luego veremos si
podemos averiguar si tienes algún otro truco escondido bajo la manga del
que no sepas, ¿de acuerdo?
No me costó aceptar, feliz de cambiar de tema. Ser comparada con
una súcubo era bastante malo. Lo del hombre araña era genial, pero la
última cosa que necesitaba era saber que también me iban a brotar
serpientes en la cima de la cabeza.
—¿Y ahora qué?
—Combate mano a mano. Debe ser tu primera opción en cualquier
situación, desde alguien tratando de robar tu bolso hasta una cita que
quiere poner sus manos sobre ti cuando preferirías que no lo hiciera.
Esa pegó muy cerca de casa, pero me quedé tranquila. —No hay
necesidad en ese frente. Nunca voy a tener una relación. Listo. —Me había
dicho eso por tanto tiempo, que vino a mis labios al instante.
Mac levantó una molesta ceja.
—¿Una hija de Afrodita que no está al acecho? Lo dudo, Magpie.
Tomé su mano y lo golpeé con una explosión de energía luminosa.
Un pulso dirigido directo hacia afuera en lugar del que se arquea hacia
afuera y luego rebota hacia mí como una mano invisible sacando glaseado
invisible de una lata. Se tensó.
—¿Eso es lo que hiciste con la nieve?
Me encogí de hombros. —No lo sé, supongo. Realmente no pensé en
ello.
—Hazlo de nuevo.
Así lo hice.
—Es increíble. Ahora, del modo normal. Del tipo cuando tiras.
Por una vez, no estaba molesta o enojada con él, por lo que me tomó
un segundo liberar la energía. La solté y la envié hacia él, luego intenté
164
tirar de ella, junto con un poco de la suya. Como siempre con él, estaba
detrás de un muro de piedra.
—¿Y puedes ir adelante y atrás de esa manera?
Pensé sobre ello y di marcha atrás. Su mano se cerró sobre la mía, y
me estremecí cuando su dedo índice trazó mi muñeca. —Increíble.
Tragué saliva, tratando de no dejar que se mostrara la reacción de
mi cuerpo ante su toque. —¿Cuál es el problema?
—Me pregunto si puedes darle energía a una persona sin tomar
nada.
—¿Y qué si puedo? —Mi corazón galopando por las posibles
consecuencias de ese poder. Algo bueno podría salir de todo eso. Y
entonces… —. ¿Podría curar a Eric?
Mi entusiasmo no duró mucho mientras sacudía la cabeza
tristemente. —No. El intercambio de energía no es lo mismo que curar.
Nunca supe de una Kardia Afrodita que tuviera poderes curativos.
Era una decepción aplastante, e intenté alejar la mano, pero el
apretó su agarre.
Estiró su otra mano. —Vamos. Dame ambas y déjalo salir
completamente. Vamos a jugar al juego de la gallina.
Era bien entrada la noche para el momento en que terminamos.
Ambos yacíamos sobre la nieve, lado a lado, demasiado cansados para
movernos. Mis brazos y piernas se sentían como fideos, y toda la energía
acumulada que generalmente me ponía la piel de gallina estaba tranquila.
La luna sobre nosotros era llena y amarilla, y las estrellas brillaban tanto
que, cuando giré mi cabeza, podía distinguir las oscuras pestañas de Mac
contra su mejilla.
—¿Estás dormido? —susurré. Cómo podía quedarse dormido en este
tiempo iba más allá de mí. Mi nariz estaba tan fría, que era un milagro que
no se agrietara y cayera justo a mi lado, dejándome como una especie de
esfinge de hielo. Sin embargo, el resto de mi cuerpo zumbaba
agradablemente con la calidez de actividad intensa, y la nieve fría contra
mi espalda se sentía bien.
—Nop. Solo agotado, ¿sabes? —su voz profunda pero un poco
165
inestable.
Lo sabía. Una vez que comenzó a empujar poder hacia mí, nuestro
juego se volvió más serio y bastante agresivo. Sin embargo, me había
negado a ser la primera en sugerir que nos detuviéramos, así que
seguimos y seguimos, hasta que ambos temblábamos por el esfuerzo. Y a
pesar de ello, tumbada en la nieve, demasiado débil para moverme, mi
destino incierto, estaba feliz. Lo más feliz que estuve en un largo tiempo.
—¿Cuál es tu película favorita? —preguntó Mac en voz baja.
La pregunta fue tan inesperada… tan no-Mac, que le tuve que pedir
que la repitiera. Me puse de costado para enfrentarlo, y metí mi brazo
debajo de mi cabeza por apoyo.
—No te puedes reír si te lo digo.
Él medio sonrió pero no abrió los ojos. —Nop. No hay promesas.
—Dirty Dancing.
—Es esa película vieja donde no tienen permitido poner sus bebés en
la esquina, ¿no?
Solté un bufido y él se rió. No esa risa burlona a la que estaba
acostumbrada. Y no esa que aparecía rápidamente y se convertía en un
ceño fruncido antes de que pudiera procesar el hecho de que estuvo allí.
Una sonrisa real. Era demasiado hermoso para expresarlo en palabras,
pero me esforcé, y encontré algunas de todos modos.
—No bebés, idiota. Baby. Ese era su nombre. Baby. Y estaba
cansada de que la gente la tratara mal.
Entrecerró los ojos hacia el cielo por un largo momento y luego
asintió. —Bueno, ese es un nombre estúpido, ¿no?
Solté una carcajada y lo golpeé en el brazo.
—Es muy cursi, pero no me importa. Me encanta. Es el baile. Me
recuerda a mi mamá y a mi papá antes de que muriera. —Quizás dije más
de lo que debía. Mojé mis labios e intenté mantener la voz ligera—. ¿Qué
hay de ti? Película favorita.
Movió sus brazos y de repente rozaba mi hombro. Apenas podía
sentirlo a través de mi abrigo, pero sabía que estaba ahí, y eso era
reconfortante.
—La mía también es vergonzosa —admitió con una risa que sonó
forzada.
—Entonces, por supuesto, vamos a escucharla.
—Harry Potter y la Piedra Filosofal. La serie completa, en realidad.
Gracioso, nunca lo hubiera visto como un fan de Potter, y eso mismo 166
le dije.
—No es Harry. Son los Weasleys lo que me atrapó. —Sus párpados
se cerraron mientras hablaba—. No tienen dinero, y algunos magos los
miran desde arriba, pero no les importa porque se tienen los unos a los
otros, ¿no? Como, sin importar qué, Ron siempre sabe que puede volver a
casa, y la Sra. Weasley le preparará la cena, el Sr. Weasley se tropezará en
la casa, y Fred y George estarán haciendo jugarretas. Eso es brillante,
¿verdad?
Lo era. Yo tuve eso con mis padres antes. Si era honesta,
probablemente todavía lo tenía con mamá si lo quería. Arruinó un par de
cosas, pero cuanto más avanzara en este loco camino, más comenzaba a
darme cuenta de que todo lo que hizo fue porque pensó que era lo mejor
para mí. Estaba equivocada, pero la decisión que tomó fue por amor y un
equivocado intento de protegerme. El tono melancólico en la voz de Mac
hizo que me preguntara qué ocurrió con su madre después de que su
padre muriera. ¿Lo había marcado emocionalmente? ¿Desmoronado? Se
veía tan perdido y joven en este momento, que mi corazón dio un pequeño
apretón.
—Mac, yo…
Se aclaró la garganta y se sentó de golpe. —Mejor te llevo a tu casa.
Vamos. —Se puso de pie y estiró su mano hacia mí.
Tragué el nudo en mi garganta y la tomé. Bien, no quería hablar
sobre su familia. Desearía haber cerrado la boca, así nos podríamos
quedar ahí por siempre. Ya podía ver su rostro tenso mientras me excluía.
Me levantó, y por un segundo, fue peligroso. Mis piernas seguían tan
débiles, sentía que era una oveja en medio de una tormenta. Tomó mi
brazo, pero el toque era impersonal. Como un Club de Scouts ayudando a
una anciana a cruzar la calle. Mientras caminábamos, me partí el cerebro
pensando en algo que decir para volver al sentimiento de esos pocos
minutos que estuvimos tendidos en la nieve, pero no obtuve nada.
Ambos respirábamos pesadamente para el momento en que llegamos
a su auto, el esfuerzo de la pequeña caminata usando las últimas reservas
de nuestra energía.
—¿Cuánto tarda en volver? —pregunté, volteándome para ponerme
el cinturón.
—¿Tu poder o tu fuerza física?
Pensé sobre eso. —Ambos. Cualquiera.
—Serás capaz de correr una milla en unas horas.
A pesar de mi tristeza casi me eché a reír, porque no podía correr
167
una milla en mis mejores días, pero él no tenía por qué saberlo.
—Tus poderes volverán más lentamente. Deberías volver a la
normalidad por la mañana.
Eso era tanto un alivio como un fastidio, porque tan cansada como
estaba, amaba el sentimiento relajante de no tener nada rodando dentro
de mí.
El corto viaje fue uno silencioso, y cuando estacionamos en mi
entrada, me volví para enfrentarlo, la decepción dejando un sabor amargo
en mi boca pero completamente resignada al rápido ―nos vemos‖ que
obviamente quería él.
Sin embargo, antes de que pudiera abrir la puerta, me detuvo con
una mano en mi brazo. —Me olvidé. Yo… quería darte algo.
Rebuscó en su bolsillo delantero y esperé, diciéndome que no debía
emocionarme mucho. Por lo que sabía, podría ser un chicle o la próxima
edición de ―Eso es lo que Él dijo‖.
Pero no lo era.
Estiró su mano y yo la mía. En ella dejó caer un delicado círculo que
brillaba con la luz de la luna. Tan pronto como golpeó mi piel, cerré los
ojos y gemí.
—Jesús, ¿qué es eso? —Quería abrir mi mano para ver, pero las
suaves y jugosas olas de poder saliendo de él me lo hicieron imposible.
—Es un anillo. Significa mucho para mí, y espero que te ayude con
los robos mientras descubrimos si serás capaz de manejar esto.
Seguro como el infierno que lo haría. Era, por mucho, el mejor tesoro
que tenía, y ni siquiera tuve que robarlo. Eventualmente, el poder se
desvanecería hasta simplemente un destello, pero eso podría tomar
semanas, y hasta entonces, tenía una salida. Una asombrosa, libre de
culpa, increíble salida.
Me pregunté de donde lo obtuvo y por qué significaba tanto para él.
Tenía que ser importante o no se sentiría tan bien. De una ex novia, ¿tal
vez? La idea hizo que mi estómago se acalambrara. En su lugar, me
enfoqué en la parte buena, y esa parte era que se había decidido, al menos
temporalmente, a ayudarme.
Lágrimas picaban mis ojos, y murmuré un rápido gracias y empecé a
desabrochar mi cinturón de seguridad, desesperada por recuperarme
antes de comenzar a llorar.
—¿Estás bien?
—Genial —dije, manteniendo mi cabeza baja mientras intentaba
recordar cómo funciona un maldito cinturón de seguridad antes de 168
avergonzarme.
—¿Maggie?
El cinturón se rindió finalmente, y abrí la puerta.
—¡Te veo mañana! —dije, con el objetivo de parecer alegre y llena de
vida, pero no me volví a mirarlo para que no viera las lágrimas estúpidas
corriendo por mis mejillas.
—Mañana es sábado. Descansa. Empezaremos de nuevo el lunes.
Cuatro en punto. No llegues tarde.
Estaba de vuelta a los negocios, y eso me hizo llorar más. Corrí
dentro, y grité un rápido ―Estoy en casa‖ a mamá, y corrí escaleras arriba.
Me dejé caer sobre la cama y dejé salir todo. Probablemente chillé durante
veinte minutos seguidos, pensando en mi noche, en Mac, en su familia y la
mía. Y cuando terminé, me sentí bien. Limpia. Hacía mucho tiempo que no
me sentía así.
Tomé mi caja de tesoros y saqué el más nuevo del bolsillo delantero
donde lo guardé. Encendiendo la lámpara de al lado de mi cama, examiné
el anillo. Dos bandas delgadas de brillante plata entrelazadas juntas como
una cuerda. Era como mantequilla en mis dedos, tan suave, como si lo
apretara correctamente, podría doblarse. Consideré ponérmelo, pero una
vez que lo hiciera, sabía que nunca tendría la fuerza para quitarlo. Mamá
haría preguntas, Libby se daría cuenta, y si lo guardaba directamente
contra mi piel, el poder se desvanecería rápidamente. Pero si no me lo
ponía… no lo tendría puesto.
No quería que Mac se decepcionara porque despilfarré su regalo
usándolo antes de que pasáramos por el entrenamiento, así que lo coloqué
en la caja de los tesoros. Pero incluso entonces parecía que no podía quitar
mis dedos de él. Solo por una noche.
Porque no importaba cuánto intentaba fingir lo contrario, se
preocupaba por mí. Incluso si era como amigo, le importaba y quería que
tuviera éxito.
Me dormí con el anillo en mi mano, y soñé con bailar.
169
14
Traducido por Val_17
Corregido por Daniela Agrafojo
Los siguientes diez días pasaron en un borrón. Las cosas con Mac se
habían sentido poco naturales desde que me enteré de que él y Ella irían
juntos al baile. O tal vez desde que me pidió que no le dijera a Libby nada
de él. No podía decir qué lo empezó; todo lo que sabía era que toda la
charla sería en el armario, y toda la conversación que tuvimos mientras
yacíamos lado a lado, observando las estrellas, nunca se repitieron, y
aunque el raro arco de energía aún se encontraba entre nosotros, sentía
que había perdido a un amigo. Era extraño que alguien que había estado 178
por tan poco tiempo en mi vida pudiera conseguir ese tipo de impacto.
Desearía saber cómo recuperar nuestra amistad. O saber a dónde se había
ido en primer lugar.
Por el lado bueno, estaba mejorando con mi poder cada día. Mac
mantuvo su promesa, y el entrenamiento iba bien. No me confiaba en
ningún momento; especialmente después de leer sobre el estricto y a
menudo brutal comportamiento de los Amaranthus, por lo que estaba
tratando lo más duro posible, y en ese punto, era todo lo que podía hacer.
Aun así, me sentía harta de todo, por lo que decidir irme de la
escuela por ese día fue mi mejor apuesta. Aún estaba destrozada por el día
anterior, cuando vi a Ella y Mac caminando por el pasillo, su brazo
alrededor de ella mientras que la mano de Ella se encontraba en su bolsillo
trasero. Me las arreglé para convencerme a mí misma de que arrancar su
brazo y golpearla hasta matarla con él sería imprudente cuando Mac entró
en la clase de artes y tuvo el valor de burlase, llamándole a la jirafa de
papel maché de Rafe y mía un crimen contra el arte. Le enseñé el dedo
medio, aún demasiado furiosa por el apretón de trasero que había
presenciado para incluso responder.
Imbécil.
Si no hubiera estado tan cerca de las lágrimas, lo habría humillado
de la misma forma.
Miré hacia el techo, que lucía exactamente igual que hacía dos
horas, cuando comencé a mirarlo, y gemí. Estar aquí sola con mis
pensamientos era peor que estar en la escuela. Tiempo de una distracción.
Salté sobre mis pies y me incliné para examinar la pila de libros. Libby y
yo habíamos leído muchos de ellos, pero aún había una pila tan alta que
llegaba hasta mi rodilla que ni siquiera habíamos abierto aún. Cogí el que
estaba al principio del montón y me lancé de regreso a la cama con él. Tal
vez descubriría algo más sobre Mac y su clase, porque en este punto sólo
podía imaginar que su verdadero poder era joder las cabezas de las
personas.
Tracé la filigrana en la cubierta con el dedo índice. Era uno de los
renovados volúmenes titulado Semis a través del Tiempo. Le eché una
ojeada a las primeras cincuenta páginas, deteniéndome para leer sobre un
Kardia Apolo llamado Miles Davis, que había cambiado el mundo de la
música, y un Kardia Júpiter, que no era nada más y nada menos que Abe
Lincoln. Era divertido leer, y me las había arreglado para distraerme de mi
propia miseria cuando pasé un capítulo dedicado totalmente a Kardia
Afrodita.
Comencé a leer, mi piel hormigueando con anticipación. Tal vez
nuestra historia no era la más distinguida, pero no podía ser del todo
mala, y todo lo que podría darme más conocimiento sobre mi clase
ayudaba.
179
El libro era nuevo, tal vez con sesenta años de antigüedad, y la
última entrada era una que realmente me atrapó. La primera historia era
sobre una semi llamada Eva Braun. Era especial, ya que tenía un
inmediato y meticuloso control sobre su poder. Aparentemente, Eva, de
diecisiete años, amaba su recientemente descubierta habilidad al segundo
de haber pasado a través del cambio, por lo que decidió que cada día y
como semidiosa, tenía derecho a controlar el mundo.
Si secretamente esperaba probarme a mí misma que Mac estaba
equivocado sobre mi linaje, esa historia en particular no parecía un buen
comienzo. Consideré saltarme el resto, pero algo me empujó a seguir
leyendo, incluso aunque podía sentir el terror construyéndose en mi pecho
con cada palabra.
Aparentemente, el plan de Eva tomó más tiempo del esperado,
debido a que ser una mujer hizo que en aquel entonces la dominación del
mundo fuera una difícil proposición. Con el fin de llevar a cabo sus planes,
encontró a un hombre con un corazón malvado y las mismas aspiraciones,
y trabajaron juntos para crear un ejército. Cogieron a cientos de miles de
soldados y Eva sistemáticamente succionó el amor y la compasión de cada
uno, convirtiéndolos en zombis preparados para seguir sus órdenes.
Luego, esperó su tiempo, escondiéndose mientras los planes eran hechos y
las tropas estaban formadas.
Para el momento en que el Concejo finalmente hizo la conexión entre
ella y su amante, ya habían muerto millones bajo su reinado de terror. El
Concejo los capturó a ambos, eliminándolos y haciéndolo lucir como un
suicidio doble.
Y así fue como Adolf Hitler y su amante secreta, Eva Braun,
realmente murieron.
Las palabras se desdibujaron antes mis ojos y mi estómago se
tambaleó. Hitler. El jodido Hitler. Jesucristo, no me impresionaba que Mac
creyera que fuese un monstruo. Me cubrí el rostro con las manos y dejé
que la emoción de los pasados días saliera. Mocosos lloriqueos destrozaron
mi cuerpo y no los contuve. ¿Eso era con lo que había estado peleando
todo este tiempo? ¿Una oportunidad de conservar mis poderes, así cuando
tuviera diecisiete podría cometer horribles actos de maldad?
Tal vez Mac tenía razón. Tal vez hasta ahora no había habido una
Kardia Afrodita buena. Eso no significaba que ahora no hubiese una. Y
tomaría un tiempo, pero me conocía, conocía mi corazón, y mientras
supiera eso, mientras no fuese perfecta, no sería así. Como la terrible
mujer en ese libro y el resto de ellas. ¿Y si lo fuera? ¿Qué si me estaba
convirtiendo en una de ellas? Bueno, eso sólo me hizo sentir aún mejor
con mi decisión de ir al Concejo con Mac.
Una vez que regresé a la realidad, puse el libro a un lado y comencé 180
a leer los otros. Encontré que los semis eran un grupo interesante. Como
Mac había dicho, ninguno era parecido a otro, y los poderes cambiaban
dentro de cada familia con cada generación. Tal vez la mía estaba
destinada a ser la primera familia buena del linaje de Afrodita. Estaba
segura de ello.
Aun así, armada con el conocimiento sobre cuán malo se podría
poner, pasé el resto de la tarde recolectando imágenes perdidas de mi
padre y poniéndolas en un álbum con una detallada leyenda. Había
llenado tres cuadernos de recuerdos e historias que mi madre me había
contado sobre él. Sin negatividad. Preparándome. Si mis poderes
estuviesen desprotegidos y perdiera mis recuerdos de él, tendría estos para
recordármelo.
Una vez terminé, los deslicé debajo de la cama para guardarlo e hice
una nota mental para dejar pistas de dónde los había dejado antes de irme
al Concejo.
Había sido un día emotivo, pero los problemas de las otras personas
eran una buena distracción, así que me moví hasta la esquina de la cama
y cogí mi laptop.
Querida Ella:
Creo que estoy enamorada. Hay un chico en la escuela que hace que
mis palmas suden cada vez que lo veo. Es realmente divertido e inteligente,
y cuando me sonríe, me siento como si fuera a vomitar. Quiero decirle cómo
me siento, pero tengo miedo de que me rechace. No estoy segura de sí podría
soportarlo porque… bueno, es uno de mis mejores amigos. Si le digo y no se
siente de la misma forma, entonces arruinaría nuestra amistad para
siempre. ¿Hay alguna forma para descubrir si se siente como yo sin poner
nuestra amistad en peligro?
Firma,
Asustada del Rechazo.
Querida Asustada:
Primero, me reí del hecho de que este chico te haga querer vomitar
cada vez que lo ves. En mi libro, ese es un signo seguro de que estás muy
enamorada (Eso, o has estado calculando exactamente los roces
accidentales con él en la cafetería de Taco Day, maldición). Al principio, iba
a decirte que fueras por ello. Es lo común, ¿no? Si no te arriesgas no hay
recompensa. Pero como alguien que valora la amistad una tonelada,
comencé a pensar en lo que habría hecho yo. Probablemente estás entre los
catorce y los dieciocho. ¿Cuáles son las probabilidades de que si le dices 181
que lo amas, te diga que él también (cuando no ha tratado de liarse contigo
aún)? Ahora, incluye en las probabilidades que si te ama, ustedes chicos,
durarán de por vida, se casarán, etc. O incluso durarán un año. ¿Cuántos
de tus amigos han tenido relaciones que han sido capaces de durar con el
paso del tiempo? Ahora, pregúntate a ti misma lo mismo sobre una auténtica
y verdadera amistad. Para mí, no es un caso de “Si no te arriesgas no hay
recompensa”. Es preguntarte a ti misma si el riesgo vale la recompensa. Y
voy a jugármela aquí y apostar a que no lo vale. Ve si aún sigues sintiéndote
de la misma forma el próximo año y si es así, escríbeme de nuevo y
podemos repensarlo.
Siempre tuya,
Ella.
25 Para tu información.
Tres días más tarde, Mac todavía no había vuelto. Yo había ido a la
escuela el jueves y el viernes, pensando que los días serían más fáciles sin
él allí. En cambio, toda la anticipación de toparme con él se había ido,
dejando tras de sí una sensación de vacío que odiaba. Era como si hubiera
estado esperando una fiesta sorpresa sólo para darme cuenta de que todo
el mundo olvidó mi cumpleaños. Ahora era sábado, y peor aún, el día del
baile, y todavía no sabía nada de él. ¿Estaba de vuelta? ¿Todavía iría al
baile?
Mi teléfono sonó y salí disparada de mi cama, cogiéndolo con una
mano temblorosa.
Libby. Mi corazón se hundió.
Puedes venirrrrr?
Miré el reloj. Era después del mediodía el día del baile. Jesús, sin 183
duda no estaba enviando mensajes de texto para pedir mi ayuda, ¿verdad?
No vs a preparart pronto, haciéndote el pelo o algo?
Ven d prisa. Quiero nseñart algoooooo.
Suspiré y dejé el teléfono. La mamá de Eric siempre se iba los
sábados por la mañana, así que no era como si él no tuviera ninguna
compañía hoy si mañana me iba. Si Libby me necesitaba, aunque fuera
sólo para decirle que se veía hermosa, no iba a decepcionarla. Además, la
idea de quedarme y revolcarme todo el día era aún peor que la idea de ver
a Libby pasar cinco horas eligiendo un esmalte de uñas.
Después de todos los chicos que le habían pedido, finalmente optó
por ir con Bink ―como amigos‖ una vez que se dio cuenta de que no iban a
dejarme ir con ropa informal y zapatillas de deporte.
En el momento en que monté mi bicicleta por las heladas calles diez
minutos más tarde, ya estaba de pie fuera con la bata, esperándome. Su
sonrisa era tan brillante que me cegaba, y fue entonces cuando supe que
estaba en problemas.
—¡Vamos, entra a ver esto!
No me esperó, y en su lugar entró saltando por las escaleras a su
habitación antes de que yo pasara la jamba de la puerta. Se suponía que
debía seguirla, pero francamente, me sentí un poco como en una escena
de una película de terror. Como si me sentara en mi silla en la sala de
estar, viéndome en una película andando hacia el sótano oscuro. Mi
versión en la película independiente miró por la escalera, y mi interior
quería gritar: ¡No, idiota! ¡Date la vuelta, sal de ahí!
Pero una promesa es una promesa.
Se asomó por la esquina de la parte superior de la escalera y me hizo
señas con impaciencia.
—Dios, deja de arrastrar los pies y mueve el culo hasta aquí. No
tenemos todo el día.
Extraño, ya que en realidad lo teníamos. Porque al parecer,
prepararse para el baile tomaba más tiempo que el propio baile. Hice una
nota mental para añadir a la lista de los contras que ya había acumulado
para el evento.
Subí las escaleras, obstinada y literalmente arrastrando los pies,
hasta que llegué a la cima y luego me asomé a la izquierda hacia la
habitación de Libby. Su sensibilidad en el diseño siempre me hacía reír,
porque la habitación no se parecía en nada a ella. Era animada y divertida,
y sus ropas eran siempre coloridas, pero la habitación parecía algo fuera
de la era puritana. La cama era bastante grande, pero sin lujos. Estaba
cubierta con un edredón blanco, y no había ninguna de esas pequeñas 184
almohadas inútiles que a mi mamá le gustaba mucho esparcir por toda la
cama, lo que parecía encajar en la exigente habitación de Libby. Incluso
las paredes estaban pintadas de beige. Le había preguntado una vez, y se
había reído.
—Cuando estoy en mi habitación, sólo quiero sentarme y relajarme.
Tenía sentido, supongo, pero lo sentía como una prueba más de la
falta de interés de sus padres. Mi madre se habría preocupado más por la
habitación de Libby que ella. Eso era apestoso, por lo que renové mis votos
de tomarla con calma. Ella realmente no tenía a nadie más que a mí, y ser
una idiota porque estaba frustrada con mi propia vida no era la manera de
tratar a un amigo. Especialmente una que podría perder pronto. Con eso
resuelto, entré por la puerta.
Ella vino a mí tan rápido que casi le corté el camino por instinto
como Mac me enseñó. Me las arreglé para aguantarlo, así que era bueno,
pero más que eso, incluso en mi sorpresa y estando toda emocional, el
impulso de explotarla no llegó. Esa era la primera vez que había pasado
desde que había empezado a cambiar. De repente, me sentía mucho mejor
con respecto a lo que ella tenía que mostrarme. Estaba haciendo
progresos, y el resto de esta pequeña cosa era sólo ruido blanco.
Ella estaba prácticamente temblando de emoción, como uno de esos
perritos que se menean enteros en lugar de solo la cola. —Cierra los ojos
—exigió.
Primero los rodé con un esperado y sufrido suspiro por si acaso,
pero entonces hice lo que me pedía. —Está bien, están cerrados.
Algunos susurros, un bajo juramento en voz baja, y luego una risa
sin aliento. —Está bien, abre.
Dejé a mis párpados abrirse y miré a la parte posterior de la puerta
del armario de Libby. En ella colgaba una chaqueta corta de esmoquin
negro y una minifalda negra. Por debajo de la chaqueta, una camisola de
seda del más ligero tono dorado se asomaba. Era tan bonito, como algo
tejido por Pulgarcita utilizando melena unicornio o alguna mierda, que
quería llegar y acariciarlo.
Avergonzada por mi ramalazo femenino, traté de quitarle
importancia. —Eh, ¿qué es eso?
Aun así, no podía dejar de dar un paso adelante para tener una
mejor visión. Pisé algo y miré hacia abajo para ver unas zapatillas pintadas
de dorado. Vans, para ser exactos. Mis Vans. Tenía la garganta áspera, y
sacudí la cabeza.
—Eran mi par favorito —murmuré, frotando el material blando de
camisa antes de dejarla caer de mis dedos. Me volví hacia Libby y ella 185
resopló, cruzando los brazos sobre su amplio pecho.
—Oh, jódete. No trates de fingir que no te gustan, porque sé que sí.
—Ella no podía permanecer enfadada porque estaba demasiado
malditamente emocionada por el hecho de que se las había arreglado para
sacar una victoria sobre mí—. Estaba tan enojada cuando el comité
impidió toda mi campaña de ―Vamos a expresarnos‖, y estaba segura de
que estaba perdiendo la apuesta. Entonces, fui a recoger mi moño y vi la
parte superior del coche y todo me golpeó. Así que robé tus Vans y pasé
dos días cosiendo la falda y adaptando la chaqueta. —Dio un paso atrás,
admirando con orgullo su trabajo—. Ahora vamos, dame las gracias como
una buena chica y pruébatelo.
No era elegante, pero estaba muy lejos de ser casual. Ella y yo
sabíamos que había estirado las reglas hasta el punto de que estaban
chillando por misericordia. Podría haberlo llamado travesuras, y consideré
eso. Luchando contra ello. Luchando contra ella. Pero el entusiasmo era
contagioso. Y, en ese preciso momento, sin garantías de otro baile nunca,
no quería nada más que probar ese hermoso y loco traje y llevarlo. Para
caminar, cogidos del brazo, con un chico lindo —mi cerebro entró en modo
de bloqueo antes de toser una cara o un nombre— para mí y beber ponche
de frutas demasiado dulce con trozos de arco iris flotando en él y reírme de
los ridículos movimientos de baile de Bink.
Sólo por una noche.
Tal vez no habría ningún chico lindo, pero Libby estaría allí, y Bink,
y tal vez el ponche tendría la cantidad exacta de dulce. Sin duda, podría
ser una adolescente normal por sólo una noche, ¿no?
Podía vivir dos semanas más u otros ochenta años. Demonios, los
semis eran notoriamente abundantes. Tal vez incluso ciento ochenta si
jugaba bien mis cartas. Pero este baile era para los jóvenes, y sólo habría
una reina del baile. ¿Y qué si era una estupidez?
Me quité los zapatos y la camiseta. —Está bien. Pero tenemos que
hacer algo con mi pelo, también. ¿Crees que podrías ponerlo en un nudo o
algo así?
Se podría haber pensado que le había extendido una invitación a
Hogwarts por la expresión de su cara. —Por supuesto. Sólo tenemos seis
horas, por lo que vamos a tener que trabajar rápido. —Se acercó,
sonriendo y frotándose las manos, y por una fracción de segundo, tuve
cierto miedo.
186
16
Traducido por Sofí Fullbuster & Katita
Corregido por Pau!!
—¿Mags?
Me revolví ante la tranquila voz diciendo mi nombre a través de
algún tipo de filtro, pero dolía, así que dejé de moverme y me quedé
inmóvil. Y eso dolía, también.
—Mags, vamos. —La voz tranquila era malditamente alta, y mi
cabeza se dividía en dos.
—Jesús, deja de gritar. —Me atraganté a través de mi garganta seca-
210
como-arena. La cama crujió y se hundió, mi estómago con ella. El mundo
se volvió inestable y el dolor en mi cabeza se intensificó—. ¿Por qué me
haces esto? —le supliqué a la voz.
La manta sobre mi cabeza desapareció con un chasquido, y si
pudiera haber reunido la energía para gritar, lo habría hecho. El aire frío
atacó desde todos los lados, y me puse rígida.
—Vamos, nunca vas a sentirte mejor si no te rehidratas. Te traje un
poco de agua con vitaminas.
Ahora que sabía que mi huésped misterioso era Libby, pude dejar
mis repetidos intentos fallidos de abrir mis ojos en la cara del sol mirando
a través de mi ventana.
—Prefiero las sombras —murmuré. La cama se movió otra vez, y un
segundo más tarde la habitación estaba felizmente tenue. Otro segundo y
mi capullo estaba de vuelta en su lugar mientras sacudía las mantas sobre
mí y me cubría como a un niño.
—Tienes que sentarte y beber algo.
No podía discutir eso, ya que mi lengua se sentía como un calcetín,
pero te aseguro que no estaba bebiendo agua con vitaminas.
—¿Qué más tienes?
Otro suspiro, pero conocía a mi chica, y fui recompensada. No había
manera de que ella pensara que llegaría a beber esas cosas así que
definitivamente tenía copia de seguridad. —Nesquik de fresa. Pero en serio,
lo demás es mucho mejor para ti.
Saqué la mano de mi fortaleza y esperé.
—Está bien, es tu funeral.
Seguro que se sentía así. ¿Qué había sucedido la noche anterior?
Mis dedos se cerraron alrededor de la botella, y todo volvió a mí en un
apuro. La saliva se agrupó en mi boca y no en el buen sentido. Me hizo
reconsiderar el agua con vitaminas, pero cuando las náuseas pasaron un
minuto más tarde, también lo hizo la necesidad. Podía sentir los ojos de
Libby en mí, pero ni siquiera podía mirarla.
Me dolía la garganta por las lágrimas contenidas. ¿Qué iba a hacer
para arreglar este lío?
Me tomó unos minutos, pero me las arreglé para tomar la mitad de
la caja de cartón de leche y tomar cuatro Advil con la otra mitad. Libby se
sentó en silencio, haciendo suaves sonidos reconfortantes hasta que
finalmente saqué la cabeza.
—¿Mejor?
Fui a asentir con la cabeza, pero incluso el pensamiento dejó mi
211
cabeza palpitando de nuevo. —Sí, gracias.
—Bueno, entonces dime por qué saltaste fuera del coche ayer por la
noche como una psicópata y por qué no contestas el teléfono. Estaba muy
preocupada, pero no quería llamar a tu casa y despertar a tu mamá y
meterte en problemas. —Su voz tembló un poco, y me di cuenta de que
debería haber pensado en eso anoche. Sólo había sido un error tras otro,
hiriendo a las personas en una docena de maneras diferentes, una y otra
vez.
Abrí los ojos y me encontré con sus legañosos ojos avellanas.
Probablemente no había pegado ojo.
—Lo siento mucho, Lib. —Ya había decidido no contarle lo de Bink.
Al menos, no hasta que hablara con Mac para ver si podía arreglarlo—.
Llegué a la casa y me enfermé, entonces me desmayé.
—¿Y no podrías enviarme un mensaje rápido?
—Estaba totalmente perdida. Apenas recuerdo entrar en casa.
Dejó escapar un suspiro tembloroso y se enderezó el cabello. —Sin
embargo, parece que podrías pensar en llamar a tus mejores amigos para
hacerles saber que estabas bien.
—Lo sé, y lo siento mucho. Por favor, no te enfades. Si te ayuda,
nunca pienso en beber de nuevo.
—Prométemelo. —Su tono era tan grave como una nota de suicidio,
y eso me sorprendió. Me había visto hacer un montón de cosas estúpidas,
y últimamente había optado por dejar de verme hacer cosas estúpidas y
hacerse caso omiso, pero nunca había tratado de convencerme de algo
antes.
Con cautela me puse en una posición de casi sentada y tendí el
meñique. —Promesa.
Deslizó su dedo meñique en el mío y los sacudimos, que era tan
bueno como un juramento de sangre en mi opinión.
—¿Cómo estuvo Bink después de que me fui? ¿Bien?
Ella apartó la mirada y se encogió de hombros. —Parecía estar bien.
No como tú, eso seguro. Sin embargo, estaba un poco raro cuando lo dejé.
Pensé... —Su voz se desvaneció y empujó un puñado de rizos rubios de su
cara, y el corazón me dio un apretón—. No importa. —Ella se abrió paso en
la cama y se acostó a mi lado—. Así que habla conmigo. ¿Qué pasó contigo
y Mac?
Consideré fingir narcolepsia, porque ese tema no era mejor que el
anterior, pero el peso de la mirada de Libby era suficiente para hacer que 212
todo mi cuerpo doliera otra vez.
—Está enojado conmigo por salir con Rafe. Siente como si me
hubiera metido en problemas. No le gusta o no confía en él. —Todo esto
era cierto.
—¿Por qué no?
Ella parecía realmente interesada, y deseé no haberlo mencionado.
—No estoy segura. Pero tiene novia, de todos modos, y no tengo
ningún interés en Rafe, por lo que nada de eso importa.
—¿Y ahora qué?
No quería pensar en eso, o lo que iba a decirle cuando lo llamara. Si
alguna vez respondía a su teléfono. Pero estaba decidida. Por Libby. Por
Bink. Si no respondía, iría a su casa. No podía haber desaparecido aún.
Después de lo que había hecho ayer, seguramente no me dejaría sin
vigilancia.
Me hice una promesa a mí misma de que, no importaba lo asustada
que estuviera, no importaba el castigo, encontraría a Mac hoy y le contaría
lo que había sucedido. Sería desgarrador verlo de nuevo después de la
noche anterior, pero no se trataba de mí. Esto se trataba de arreglar lo que
había fastidiado.
Pero primero, tenía que ir a ver a Eric. Me había perdido el sábado
por la preparación del baile, de modo que había planeado ir hoy. No iba a
dejar que mi comportamiento imprudente de la noche anterior se pusiera
en el camino de mis responsabilidades. Sobre todo porque las
probabilidades de que me despojaran de mis poderes, y mis recuerdos
fueran borrados sólo habían subido mil veces después de lo que había
hecho la noche anterior.
—Si quieres que te lleve al hospital, prepárate —dijo mamá desde el
pie de la escalera.
Libby se levantó, y después de obtener una promesa de que la
llamaría más tarde, se fue. Me vestí, tomándome un segundo para meter el
anillo de Mac en mi bolsillo trasero por valor, y nos dirigimos hacia fuera.
Un par de veces mamá trató de iniciar una conversación sobre el baile,
pero se dio cuenta rápidamente de que no merecía la pena, por lo que se
detuvo y encendió la radio.
Cuando me dejó frente al hospital, todavía me sentía un poco
mareada y un poco apagada, pero mi mente estaba clara y mi resolución
era fuerte. Esta podría ser la última vez que le visitaría por un tiempo, o
nunca, y necesitaba hacerlo por amor a Eric.
Me detuve en el mostrador y le di un hola rápido a Claude, entonces
me dirigí por el largo pasillo, respirando por la boca todo el camino. El olor
astringente de agentes esterilizantes mezclado con una malvada resaca 213
casi me había agitado nuevamente.
Me detuve en el segundo piso para pasar por el cuarto de los niños,
tomando un minuto para mirar a los recién nacidos. Nunca había sido una
de esas chicas que había soñado con su boda o que soltaba cosas como,
siempre he querido ser mamá, pero había algo en esos bebés rechonchos y
sonrosados llorando ahí que me hacía sentir... esperanzada. O algo. Era
como que, a pesar de que estaba allí para ver a Eric, y su situación era
grave y casi paralizantemente deprimente, y todo en mi vida se había
hecho añicos, el ver a los recién nacidos me dio el ánimo que necesitaba
para caminar el resto del camino por el pasillo y hacer lo que tenía que
hacer.
Me di la vuelta a regañadientes, trazando un dedo en el cristal antes
de irme hasta el resto de la escalera en la UCI. La tensión aumentando
entre mis omóplatos a medida que me acercaba a la habitación 411, como
pasaba cada vez.
Me detuve por un segundo justo fuera de su puerta, y me pegué una
sonrisa por si la señora Nelson estaba allí. Le gustaba charlar, y siempre
era tan optimista, nunca quise que arrastrarla hacia abajo. Sin embargo,
cuando entré, mi sonrisa se derrumbó como un soldado.
Vacía. La habitación estaba vacía.
La esperanza y el terror disputaron mientras mi cerebro intentaba
calcular y calcular lo que estaba sucediendo. ¿Había sido movido? ¿Mejoró
lo suficiente como para conseguir una habitación privada en el ala de
rehabilitación? Mi mente se cerró. Salí de la habitación y enganché mi
bolsa más arriba en mi hombro. Seguramente habría sabido si…
—¿Puedo ayudarte , querida?
Me volví hacia la mujer de mediana edad en bata amarilla. Me tragué
el trozo de pánico alojado en mi tráquea y asentí.
—Um, sí.—Mi voz sonaba tan pequeña mientras me escuchaba casi
desapasionadamente hablar—. Estoy aquí para ver a un amigo. ¿Eric
Nelson? ¿Ha salido?
Por favor, di que sí. Por favor, di que sí. Pero aun cuando las
oraciones daban vueltas en mi cabeza, y las ofertas desesperadas sonaban
—si sólo está bien, voy a: ir a la iglesia todos los domingos, nunca maldecir
de nuevo, nunca tomar otra cosa que no me pertenezca—, antes de que
pudiera llegar a un acuerdo jugoso, la histeria comenzó a arraigarse.
¿Le habían dado el alta? ¿Es eso lo que le había preguntado a la
mujer? Claro, estúpida. Durante meses ha estado conectado a todas las
máquinas conocidas por la ciencia, con el cuerpo una cáscara demacrada
después de comer por un tubo todo el tiempo, y hoy ha salido de la cama y
lo dejaron pasear. Una risa burbujeó en mi garganta, y me tapé la boca 214
con la mano. No necesitaba preocuparme, porque lo que salió fue un
andrajoso sollozo roto.
—Oh, cariño, no llores. Acabo de empezar mi turno, así que no lo sé.
Voy a hablar con la jefa de enfermeras y tratar de obtener alguna
información para ti, ¿de acuerdo? Ya que no eres familia, no estoy segura
de si voy a ser capaz de darte algún detalle acerca de su condición, pero te
puedo decir sí ha sido movido. —Ella le dio a mi hombro un apretón
materno y me sonrió—. Siéntate en la sala de espera. Estaré de vuelta en
un santiamén.
Me dirigí a la sala de espera a unas puertas de distancia con pies de
plomo. Así que tal vez no era seguro que hubiera despertado, pero había
un millón de razones por las que podría haber cambiado de habitación.
Mamá se había quejado, todo el tiempo que el abuelo estuvo
enfermo, de que las compañías de seguros estaban constantemente dando
a la gente problemas sobre los costos de habitación y cosas por el estilo. O
tal vez el hospital necesitaba ese tipo de habitación específica para otro
paciente.
Fui a sentarme en una de las sillas de vinilo de color malva, pero era
imposible. Mis piernas se sentían como si estuvieran plagadas de
hormigas, y me quedé. Por suerte, no tuve que esperar mucho.
—¿Maggie?
La suave voz explotó mi corazón en pedazos. Era la enfermera
Ashley. Nos conocíamos bastante bien ahora, ya que tendía a visitar a Eric
durante su turno. Me gustaba mucho.
Había dos tipos de enfermeras, en mi limitada experiencia. Estaba el
tipo que hacía su trabajo, entraba, tomaba los signos vitales, cambiaba las
bolsas y tubos de colostomía, y se iba. Entonces estaba el tipo que dirigía
una mano ausente sobre la frente de Eric mientras hablaba con una voz
suave y baja. El tipo que era realmente suave cuando movía su cabecera y
se aseguraba de que sus calcetines estuvieran apretados, pero no muy
fuerte. Ashley era esa clase de enfermera.
No tuve que dar la vuelta para saber lo que iba a decir. Así que no lo
hice. Hice una bola con el puño y la metí en mi boca, esperando no
gemir... esperando, aún más, no explotar.
—Maggie, mírame. —Su voz era un poco más firme ahora, pero
todavía tranquila. Paciente. Sonaba arrepentida. Tan arrepentida...
Sacudí la cabeza con furia mientras las lágrimas dejaban borrosa mi
visión, haciendo que la habitación fuera como una pecera.
Sentí luego una mano en el hombro, la segunda vez hoy. —No puedo 215
dar ninguna información, pero creo que sería una buena idea si hablas
con la Sra. Nelson. Creo que podría necesitar tu ayuda en este momento.
La pequeña semilla de la última esperanza se marchitó bajo el
implacable calor ardiente de la desesperanza, y mi corazón se rompió en
dos.
—L-le… —Me callé y lo intenté de nuevo, con la necesidad de saber
la respuesta a la pregunta que me estaba comiendo viva—. ¿Le dolió? —
dije finalmente.
La enfermera respiró fuerte, y se acercó más para envolver su brazo
alrededor de mi hombro. —No creo que lo hiciera, dulzura. Creo que fue
una bendición. Y creo que necesitas mirarlo de esa manera también.
Asentí, sorprendida de que la respuesta no me diera ni una pizca de
alivio. Simplemente no hizo más fuerte la agonía.
—Agradezco que me digas —dije, enderezándome mientras me
limpiaba las lágrimas de las mejillas—. Será mejor que me vaya.
Ella me acarició una vez más y sostuvo mi mirada. —Va a estar bien.
El tiempo cura todas las heridas, y tu amigo está en un lugar mejor.
—Lo sé —mentí—. Voy a estar bien. Fue un shock, ¿sabes?
Salió de la habitación, y me desplomé.
Me tomó un minuto pasar por lo peor de todo, entonces me abrí
camino hacia la puerta, con la mirada clavada en el suelo de color avena
delante de mí. El poder tembló dentro de mí, y me sacudí con el esfuerzo
de mantenerlo contenida. Alguien deteniéndome ahora, ni siquiera para
preguntar qué estaba mal, podría ser la diferencia entre caminar de allí y
llevarse un puñetazo o algo peor.
Tragué saliva, pasando a través de la puerta de la escalera antes de
volver a respirar el aire menos empalagoso fuera de los pasillos del
hospital, una bienvenida, un pequeño alivio. Bajé las escaleras de dos en
dos, en menos de un minuto estaba en la acera de nuevo.
Mi respiración salí en pequeñas nubes, rápida como un caballo de
carreras después de una victoria muy reñida, y traté de mantener mi
corazón helado. Intentaba no pensar en ello mientras luchaba por llegar a
un nuevo plan.
Yo sabía lo que tenía que hacer. No había duda de ello en mi mente.
Lo que tenía que tener en cuenta era cómo iba a hacer que sucediera lo
antes posible. Miré a la izquierda y luego a la derecha, y a pesar de todos
mis intentos de apagar las válvulas, un dolor punzante en el medio de mi
pecho me hizo agacharme, desesperada por recuperar el aliento.
Eric estaba muerto.
Y era mi culpa. 216
Mi visión era borrosa y mis oídos zumbaban con un sonido de
boxeador a lo lejos, como de hélices en movimiento que venían hacia mí
desde todas direcciones. No hice caso de la nieve en el suelo y caí de
rodillas, incapaz de estar de pie. Había visto un episodio de Dr. Phil sobre
los ataques de pánico, y me había parecido un poco melodramático en ese
momento, pero si eso es lo que era esta cosa, estaba tan equivocada.
El aliento salía dentro y fuera de los pulmones tan rápido que
parecería que tendría un montón de oxígeno, pero no tenía ninguna duda
de que me ahogaba. Un pinchazo de luz contra la oscuridad en mi cabeza
me atrajo y me persiguió como una polilla.
Mac.
Mac me ayudaría. Pero entonces, ¿por qué habría de hacerlo?
Era una asesina.
33 ―Through the Looking Glass‖: Segunda parte de ―Alicia en el País de las Maravillas‖.
Un susurro de hojas llamó mi atención, y levanté cautelosamente la
cabeza en dirección al sonido. Tres mujeres vestidas con túnicas blancas,
atravesaron un espacio reducido en un bosquecillo de árboles hacia el
balcón en el centro del claro. La que lideraba el grupo tenía mil años de
edad si fuera un día, y apretaba un libro en sus manos arrugadas. Las
otras dos se veían más jóvenes, como de la edad de mi madre. Se abrieron
paso por lo que parecía ser una escalera oculta de seis metros de altura
que serpenteaba por los costados de la elevada zona de asientos. Adorable.
Ellas literalmente me mirarían, me juzgarían desde lo alto y, luego
emitirían mi sentencia. ¿Demasiado intimidante?
Deseaba la muerte por tijeras de podar para Rafe por no dejar que al
menos que me pusiera de pie. Me sentí como pato acompañado con salsa
de Pekín.
—Esta es Maggie Raynard —pronunció Rafe innecesariamente. Ellas,
obviamente, sabían quién era yo, pero él parecía ansioso porque lo
alabaran, como un estúpido perro esperando una palmadita al entregarle
el periódico a su amo. Imbécil.
Lo miré desde mi posición de rodillas, deseando poder darle una
jodida palmadita en la cabeza con una variedad de Kardia Afrodita, pero ya 234
que esa era la razón por la que estaba aquí, probablemente hubiera sido
malo.
—Maggie —dijo la líder desde el centro en voz baja mientras se
acomodaban en su sitio—. Hemos estado esperando por ti. Soy Bryony.
La más delgada de las dos más jóvenes me evaluó con una mirada
fría. —Floryn.
—Y yo soy Marigold. —Era la más bonita de las tres, con el pelo rojo
fuego y la piel marfil, y fue la única que ofreció una sonrisa, aunque fuera
una forzada.
Bryony se inclinó hacia delante, puso el libro a un lado, y cruzó las
manos sobre la larga mesa en frente de ella. —No voy a andar con rodeos.
Hemos discutido nuestras opciones, y basadas en tu reciente ataque a uno
de nuestros emisarios, además de la información que hemos recibido sobre
la condición y la posterior muerte de un tal Eric Nelson, hemos decidido
que no hay necesidad de una mayor investigación.
Cerré los ojos y dejé que sus palabras penetraran en mi cerebro
cansado. No es bueno.
—Sé que estás ansiosa, y este es un momento de tensión, por lo que
no voy a prolongar más este asunto. —Se movió en su asiento y apretó las
manos con más fuerza, pero su voz era tan firme como la losa de mármol
frente a ella—. Nuestras leyes son muy claras al respecto. —Acarició el
tomo de cuero con reverencia—. Y me temo que no tenemos otra opción.
Por la presente, estás sentenciada a muerte en la horca.
20
Traducido por Julieyrr
Corregido por Val_17
La horca.
Dejó caer esa bomba con la misma emoción que uno pondría detrás
de ordenar un emparedado de pavo en un restaurante. Por un segundo
pensé que había oído mal, pero ella apagó ese pensamiento para continuar
con los detalles.
—Haremos todo lo que podamos para que sea lo menos doloroso
posible, como es el caso de tu estancia aquí con nosotros. Serás 235
mantenida en el Bosque Sagrado hasta que tengas la mayoría de edad
dentro de tres meses y tu sentencia pueda ser impuesta.
En mi estado de debilidad apenas me estremecí. Estaba tan
desprevenida, tan abrumada y mentalmente perturbada, que era como si
estuviera escuchando una televisión en otra habitación. Ni siquiera podía
reunir la fuerza para discutir.
No es que importara. Ni siquiera habían pedido escuchar mi versión,
e incluso si lo hubieran hecho, no cambiaba el hecho de que no tenía
ninguna manera de probar mis afirmaciones sobre Rafe. Y, francamente, si
yo fuera el Concejo y una chica-camino-a-la-muerte comenzara a señalar
con el dedo y lanzar acusaciones salvajes después de escuchar su
sentencia, tampoco le creería.
Mac tenía razón. Debería haber huido.
Mac.
Él nunca sabría que Rafe había asesinado a Eric. Nunca sabría que
yo no era una asesina, y eso dolía más que nada. Doblé los dedos y los
metí en mi bolsillo trasero, esperando, con todo lo que tenía en mí, que
todavía estuviera allí. El anillo. Mac.
Tan pronto como lo toqué, mis dedos trazaron la suave plata
trenzada, y un leve zumbido de poder corrió por mí. Sentí su esencia a mí
alrededor, y aunque la energía que desprendía no era suficiente para
compensar el efecto completo del litio y mi cansancio, era suficiente para
ser capaz de pensar con claridad.
¿Cómo demonios las cosas se jodieron tanto? Sólo estaba condenada
a morir por los crímenes de un idiota que había asesinado a mi ex a sangre
fría. No importaba si me creían. Estaba completamente segura de que iba
a decir mi parte.
Tragué saliva, tratando de acumular la suficiente humedad en mi
boca para dejar salir más que un graznido cuando Bryony recogió su libro.
El Concejo se levantó como uno sin echarme otra mirada, y comenzaron a
salir en fila, pero mi voz los hizo parar en seco.
—Yo no… —Me interrumpí y me aclaré la garganta por el tono
áspero y lo intenté de nuevo—. Yo no lo maté.
Rafe se dio la vuelta para mirarme y frunció el ceño, sus ojos
oscuros volviéndose un poco salvajes. —Cállate. No se te permite hablar.
La sentencia ha terminado. Ya está hecho. —Levantó una bota y me pateó,
conectando con mi hueso de la cadera. Un ladrido de arriba detuvo su
segundo golpe de aterrizar.
—¡Suficiente! Nosotros no somos bárbaros. —Esto vino de Bryony, 236
quien le frunció el ceño. Volvió su mirada fría sobre mí—. Hija, ya hemos
tomado nuestra determinación —dijo, su mandíbula temblando mientras
hablaba—. Somos muy conscientes del accidente de tráfico, pero fueron
tus poderes lo que le hicieron desviarse de la carretera en primer lugar.
Eso resultó directamente en su muerte. No tiene sentido negarlo.
Apreté la banda trenzada de plata y traté de levantarme, pero no
sirvió de nada. Mis piernas estaban todavía como dos trapos de cocina
doblados debajo de mí. —Rafe es un mentiroso.
El creciente gruñido de Rafe me hizo temblar. Con mis manos detrás
de mi espalda, mi centro estaba abierto y yo totalmente expuesta, como
una tortuga sin caparazón. Esperaba una patada en el estómago, pero
nada iba a detenerme de escupir el resto. —Él es quien mató a Eric.
Admito que el accidente fue mi culpa. Y admito agarrar a Rafe en el
camino a reunirse con ustedes ayer por la noche, pero él es el asesino, no
yo.
El golpe que había estado esperando finalmente llegó, y debe
realmente de haber puesto esfuerzo en ello, porque fue extraordinario. La
luz explotó detrás de mis párpados mientras una patada talla doce se me
clavaba en el riñón y me lanzó hacia un lado. Sin una mano libre para
amortiguar mi caída, aterricé en el lado de mi cara, mi sien herida
tomando la peor parte del impacto, junto con el castigo impuesto de la
adorable hierba. En una escala de uno a sólo-mátame-ahora, eran puntos
para el tablero de este último. Si pequeños pajaritos animados comenzaran
a revolotear alrededor de mi cabeza en un círculo, no me hubiera
sorprendido.
A través del zumbido en mis oídos pude oír gritos, pero no podía
decir de dónde. Operando a través del lío de más vale prevenir que tener
que lamentar, acurruqué mis rodillas en mi pecho a la espera de otro
golpe, pero nunca llegó.
Me obligué a abrir los ojos y mirar alrededor, tratando de respirar a
través de la agonía desgarrando en mi lado. Rafe estaba en el suelo boca
abajo, y Mac estaba de pie sobre él, pálido y temblando de furia. El
corazón me dio un salto y la alegría de mi corazón eclipsó el dolor en mi
cuerpo.
Por un segundo pensé que lo estaba imaginando. ¿Estaba allí
realmente, o era una alucinació, producto de las drogas y el dolor
inducido? Me retorcí, sintiendo las hojas de hierba cortando mi cara, y
finalmente logré una posición sentada justo cuando Mac plantó su pie en
el estómago de Rafe, pateándolo para que se pusiera boca arriba.
—Levántate, pedazo de mierda. —Los tendones del cuello de Mac se
destacaron y su pecho se agitó. Podría estar condenada a la horca, pero
aún no estaba muerta, y Jesús, él era un espectáculo glorioso. Las 237
lágrimas llenaron mis ojos y bajaron por mi mejilla, la sal escociendo las
laceraciones en mi cara. Pero no me importaba una mierda, porque Mac
estaba aquí.
Traté de levantarme… para ir con él, pero de repente, no podía
moverme en absoluto. Algo intangible me había fijado en el lugar. Lancé
una mirada a la mesa del Concejo y vi a Marigold señalándome con un
dedo y moviendo la cabeza. —Estáte quieta, Maggie Raynard, o sólo va a
empeorar para ti.
—Cormac, hijo de Cormac, aléjate de él y explícate —demandó
Floryn fríamente.
Mac habló, con la mirada llena de furia agitándose entre Rafe y el
Concejo como si estuviera debatiéndose si podía o no tener otra
oportunidad antes de que fuera impactado por el rayo de un demi dios o
algo malo.
—Mac —murmuré—. Por favor. Haz lo que te dicen. —Si se lesionaba
después de venir aquí a defenderme, mejor que me ahorcaran pronto.
Hizo crujir sus nudillos, disparando una última mirada de disgusto
a Rafe antes de enfrentarme. —¿Estás bien? —Sus ojos iban de furiosos a
llenos de preocupación y pesar—. Por favor, dime que estás bien.
—No voy a preguntarte de nuevo, Cormac. —Floryn alzó una mano
en dirección a Mac, y le di una mirada suplicante. Él suspiró y se volvió
hacia el Concejo.
—He venido a responder por esta chica.
Se acercó más hasta situarse a mi lado. Si pudiera dar la vuelta,
podría ser capaz de tocarlo una vez más.
—Si ella dice que Rafe asesinó a Eric, entonces es cierto.
Y entonces él estaba allí. Arrodillándose junto a mí, deslizando su
mano en la mía, y yo deseé tener el control de mi cuerpo para poder
hundirme en él. La energía que siempre crujía entre nosotros era apenas
un chisporroteo, pero allí estaba, y eso solo me dio una sensación de paz.
Lo que sea que pasara ahora, estaría bien. Mac estaba aquí, y el sabría la
verdad sobre lo que pasó con Eric.
Escuché un movimiento y vi a Rafe levantándose en mi periferia. Ni
siquiera se había levantado por completo, cuando se lanzó sobre un
arrodillado Mac con un rugido.
Estaba a sólo unos centímetros de distancia cuando se congeló en el
aire.
—¡Suficiente de esta insubordinación! —La mano extendida de
Bryony apuntaba a Rafe, y a pesar de que estaba enojada nosotros, podría
haberla besado por detenerlo—. Podemos detenerte por una eternidad si 238
eso es lo que hace falta.
Mac negó con la cabeza tristemente. —No. Pido disculpas. Lo único
que pido es que me escuchen.
Bryony lo miró fijamente, considerándolo por un largo rato.
—Hermana —intervino Floryn—. Ya hemos decidido que esto era…
—Los Finnegans son antiguos y honorables miembros de esta orden,
y el joven Cormac el Dorado será escuchado —dijo Bryony, una nota de
finalidad resonando en su voz.
El Dorado. Mi débil cerebro trató de darle sentido a eso, pero la voz
de Mac descarriló mis pensamientos.
Marigold frunció el ceño y pareció como si quisiera decir algo, pero
se lo pensó mejor.
—He pasado los últimos tres meses observándola en la escuela, y las
últimas dos semanas con Maggie casi a diario. Les puedo decir esto: es
una buena persona. —Su tono era respetuoso, pero firme—. Ella ha estado
haciendo todo esto por su cuenta, sin nadie que la guiara. El chico fue
herido mientras la atacaba. Ella respondió en defensa propia.
—Si te crees eso, entonces eres más estúpido de lo que pareces —
gruñó Rafe, todavía congelado en su lugar.
Fue entonces cuando una extraña sensación se deslizó por mi brazo
izquierdo. Vida. Energía. Poder. Mac se abría a mí, dándome su fuerza en
una corriente lenta y constante. Luché por mantener los ojos abiertos y
traté de concentrarme en las palabras que se decían, pero junto con el
poder llegaron los recuerdos.
El dolor de Mac era tan fuerte, que me cortó el corazón como si fuera
mío, y me dejé caer contra él con un sollozo.
—¿Nada más que decir? —exigió Floryn—. ¿Te das cuenta que hacer
una declaración como esa, y rehusarte a corroborarla es a la vez una
pérdida de nuestro tiempo y un atrevimiento?
—Acaba de una vez, y deja que él la lleve de vuelta a su celda.
Marigold agitó la mano, y la cadena invisible que parecía
mantenerme atada al suelo se liberó. Su cara era como una piedra, y lo
que fuera que me convenció de que era bonita a primera vista, ahora había
desaparecido.
—Necesitas concentrarte, Maggie. Por favor —murmuró Mac, lo
suficientemente bajo sólo para mis oídos—. Deja de mirar furtivamente en
mis recuerdos y concéntrate en absorber el poder.
Fácil para él decirlo. Todo lo que quería hacer era girar y tirar mis
brazos alrededor de su cuello y gritar. Por tristeza hacia el chico que había
sido; por admiración hacia el hombre en que se estaba convirtiendo.
Rafe decidió aportar su granito de arena con Marigold. —Están
obviamente haciendo tiempo para darse una oportunidad de averiguar
cómo salvarle el cuello. Por favor, déjenme llevarla de vuelta a su celda
ahora para que puedan seguir adelante con más imp…
—No puedo probar que Eric me atacó. Pero puedo probar que Rafe lo
mató. Yo misma lo vi. —Animada por la energía de Mac y por cada pizca de
determinación en mi cuerpo, me obligué a ponerme en una rodilla.
Marigold levantó un dedo de advertencia hacía mí otra vez, pero Bryony
intervino alzando la palma de su mano en su dirección.
—Permitir que la chica hable no nos causa ningún daño. Teniendo
en cuenta la gravedad del delito y su castigo, quiero escucharla. —Ella me
miró, sus viejos ojos azules aún fuertes a pesar de que la piel que los
rodeaba parecía papel de pergamino—. Habla, hija. 240
—No te van a dar otra oportunidad —susurró Mac—. Dilo de una
vez. —Apretó el pedal en el suelo y la basura resultante de la adrenalina
me envió en una espiral.
Un beso que me hace perder la cabeza con una chica que hace lo
mismo. Un desgarrón en el vientre. Dolor agudo, brutal, pero vale la pena.
Demasiado. Echo un vistazo al espejo y soy Mac. Pero no Mac. Una estatua
de plata en movimiento, fluida, con un cincel en una mano y un pedazo de
mí mismo en la otra. Mac, de pie delante de un abismo de fuego, forjando
una banda… no, una trenza de plata.
252
Epílogo
Traducido por lunnanotte
Corregido por gabihhbelieber
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