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2
Staff
Moderadoras:
Elle Mar Winston
aa.tesares Melody Hamort
Perpi27 Mel Markham
Lunnanotte

Traductoras:
Mel Markham Apolineah17 SamJ3
Melody Hamort Perpi27 Aimetz14
aa.tesares CrisCras Julieyrr
Snowsmily
Valen Drtner
NnancyC
Mary Haynes
Val_17
Lunnanotte
3
betza18 EyeOc Gaz Waker
Nicole Vulturi Sofí Fullbuster Zafiro
Danny_Mcfly Katita ElyCasdel
Amy Ivashkov Jeyly Carstairs Sasu.Funes

Correctoras:
Melii Alaska
Daenerys Ely
Aimetz Daniela
Mel M SammyD
Tsuki PaulaFran!
AriGabbana Cami
Sofi MaryJane
Andreina Paltonika
NnancyC Val
Alessa Cristi
Meliizza Gabihhbelieber

Revisión Final:
Elle

Diseño:
Francatemartu
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8 4
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Epílogo
Agradecimientos
Sobre el Autor
Sinopsis
Mi nombre es Maggie Raynard. Después de dieciséis años de ser
simplemente yo, de pronto puedo matar gente cuando me enojo. Resulta
que soy un semidiós, descendiente de Afrodita. Suena genial en teoría,
pero cuando accidentalmente pongo a mi novio en coma, las cosas ruedan
cuesta abajo muy rápido.
Ahora este tipo, Mac Finnegan, ha hecho su misión en la vida el
molestarme. Estoy atrapada aprendiendo a utilizar mis nuevos poderes,
entretanto, lidiando con problemas de la vida diaria del instituto, y con
este —irritante y súper sexi— chico metido en mis asuntos, estoy a punto
de volverme loca.
Pero se pone peor. Acabo de enterarme de que existe este concejo 5
para semis que me quiere muerta. Piensan que soy mala hasta el tuétano,
y cuando de pronto mi ex muere, es como si todo el mundo hubiera
decidido acabar conmigo. Mac puede resultar ser mi única salvación, pero
tiene secretos propios, que pueden matarnos a ambos.
Kardia Chronicles #1
Este libro es para mis propios Binks: Mike, Joe, Mary, Marcy y Nic.
Alguna gente tiene suerte. Encuentran a un amigo cuando son
pequeños y ese amigo se queda por muuuuuucho tiempo.
Nadie tuvo tanta suerte como nosotros.
Ustedes, chicos, son la gente más hermosa, más mágica y más
nadadora, y no hay nadie en el mundo con quien prefiera atrapar
salamandras o jugar a patear la lata. Y, lo más importante, yo… ¡¡NO LO
SOY!!!
6
“Si te encuentras con un bosque de árboles antiguos
que han alzado sus copas por encima de la altura normal
y apagan la luz del cielo por la oscuridad de sus ramas
entrelazadas, sientes que hay un espíritu en el lugar, por
la nobleza de la madera, por lo solitario del lugar, tan
maravillosa la sombra espesa ininterrumpida.”
—Séneca.
7
1
Traducido por Melody Hamort & Mel Markham
Corregido por Daenerys♫

Querida Ella:
Mi novio está obsesionado con los videojuegos. O sea, eso es todo lo
que siempre quiere hacer. Incluso si hago que me lleve a una cita,
terminamos en Joe’s Crab Shack, y en el segundo en que terminamos de
comer, está arrastrándome a la sala de juegos en la habitación trasera para
hacerme jugar algún estúpido juego con él. ¿Qué puedo hacer para que
detenga esta mierda y me preste más atención? 8
Firmado,
Triste y Solitaria.

Querida Triste y Solitaria,


Voy a saltearme la R1 y hacerte una P2 en su lugar: ¿Por qué quieres
estar con un chico que es demasiado tonto para reconocer lo que tiene? Tal
vez no quieras oírlo, pero, ¿mi Concejo? Déjalo. Hay algunos chicos —incluso
chicos de la secundaria, si te esfuerzas en buscar— que son lo
suficientemente maduros para darse cuenta de que hay más en la vida que
videojuegos. Únete al club de drama o al coro y tal vez encuentres un chico
interesado en las artes. ¿Del tipo intelectual? Únete al equipo de debate o a
la escuadra académica. Hay un montón de opciones ahí fuera esperando
por ti. No te vendas por poco o te conformes con menos de lo que mereces.
Siempre tuya,
Ella.

Apreté mi ratón en el ícono de enviar con un suspiro de satisfacción.


Las P&R de hoy para mi columna anónima, ―Eso Es Lo Que Ella Dijo,‖

1 Pregunta.
2 Respuesta.
estaba oficialmente en la bolsa y camino hacia mis leales lectores. No está
mal para la segunda mitad de unos cuarenta y dos minutos de sala de
estudio en un jueves.
Me desconecté del ordenador y toméí mi bandolera justo cuando el
timbre sonaba. Próxima parada, laboratorio de química. No es
exactamente mi asignatura favorita, pero al menos mi BFF3, Libby, estaba
en esa clase conmigo.
—Señorita Reynard —llamó una voz severa.
El temor se acumuló en mi estómago mientras pegaba una sonrisa
falsa y giraba para enfrentar a Hortense Verbiglio, arpía del departamento
de ciencias informáticas. La señorita Verbiglio era incluso menos atractiva
—por dentro y por fuera— de lo que su nombre sugería, y que me
detuviera no podía significar nada bueno.
—Sí, Hort… esto… señorita Verbiglio. —Casi toda la escuela se
refería a ella en privado como ―Hortense‖, así que a veces era difícil hacer
el cambio, pero si notó mi error, no lo demostró.
—¿Qué hizo exactamente hoy? Vi un montón de tecleo, tecleo —
movió sus dedos regordetes como si estuviera escribiendo en un teclado—. 9
Pero no la vi imprimir su trabajo. ¿Le importaría decirme qué estuvo
haciendo todo el período? Esto es sala de estudio no tiempo de
holgazanería.
—Oh, lo sé. Es sólo que tenía un gran reporte que hacer y no quería
usar todo su papel —porque yo era realmente así de adorable y todo.
Cruzó sus fornidos brazos sobre el pecho y me miró por más tiempo
de lo que era cómodo. Finalmente, inclinó la cabeza en un corto
asentimiento.
—Vaya, entonces. Sin embargo, la próxima vez, estaré esperando ver
su trabajo.
La tensión en mis hombros se liberó, y le disparé dos alegres
pulgares arriba, luego corrí hacia la puerta antes de que cambiara de idea
y me mantuviera allí para más interrogatorio. La administración de la
escuela nos permitía lo que se sentía como treinta y siete segundos para ir
de una clase a otra, y ella acababa de gastar doce de los míos. Si llegaba
tarde a química, era honestamente por Hortense.
—¡Oye! Espera.
La voz musical de Libby me hizo patinar hasta detenerme en el
medio del pasillo lleno de gente, lo que me ganó algunas miradas sucias y
la mochila repleta de alguien golpeando mi hombro. Ouch.

3 Best Friends Forever (BFF): Mejores amigas por siempre.


—Oh, bien —dijo Libby sin aliento, sus ojos color avellana brillando
de alivio—. Llegas tarde también. Ahora no tengo que entrar sola. Estaba
terminando este examen en psicología. Fue brutal.
Se puso a caminar a mi lado, aunque sus pasos de corredora eran
muy largos, así que tuve que apurarme para no quedar atrás. Otra razón
para despreciar ser de un metro sesenta. Con un metro setenta y dos, a
Libby le gustaba quejarse de que su altura alejaba a los chicos, pero ya
que cinco personas diferentes le habían pedido ir al Snowflake Swirl y
todavía era técnicamente otoño, tenía que llamar mierda a esa teoría. Eso,
o el tema de la altura, era de algún modo compensado por el hecho de que
sus piernas se prologaron por años y su sostén podía cómodamente
sostener un pomelo en cada copa. No es que me importara. Siendo
―bendecida‖ con un sólido par de naranjas, tenía la opinión de que los
senos sólo se metían en el camino. Correr en gimnasia era vergonzoso
como el demonio, y olvídate sobre dormir sobre mi estómago. Si fueran un
poco más grandes, serían dignos de la atención masculina y esa era la
última cosa que necesitaba.
Estaba cansada de los chicos.
No en esa manera falsa digo-eso-pero-en-el-fondo-realmente-quiero- 10
un-novio, sino como en la manera preferiría-comer-queso-agusanado.
Nada de relaciones. No para mí. No ahora y tal vez no nunca. Quién soy…
qué soy, ¿y de qué soy capaz? Todos están mejor de esta manera.
—Tengo que parar en mi casillero realmente rápido. —Giré hacia la
derecha y corté a través de la multitud de niños que se dirigían
directamente a mí, como ñus4 a un pozo de agua. Libby me siguió y luego
se quedó a mi lado mientras jugueteaba con la cerradura.
—¿Qué es eso? —Señaló un pedazo blanco de papel que salía un
centímetro de una de las ranuras en la puerta de metal verde olivo.
Abrí el candado y rápidamente lo agarré con el pulgar. —No lo sé. —
Tal vez Bink me había dejado otra nota. Bink era mi vecino, compañero, y
—la mayoría de los días— mi viaje a casa. La última vez que encontré una
nota en mi casillero, su móvil había muerto y necesitaba irse temprano.
Realmente esperaba que esta no fuera una repetición.
Mentalmente recorrí la lista de personas a las que podría molestar
por un viaje y no obtuve respuesta. Libby siempre tenía que quedarse
después por alguna actividad u otra, y yo sólo tenía otras dos personas a
las que podía llamar ―amigos‖ y ninguno de ellos vivía cerca de mí. Arrugué
la nariz en anticipación al olor a sucias-zapatillas-de-deporte-mezclado-
con-boloña-vieja del autobús lleno de chicos que tuvieron gimnasia como

4 Mamífero africano de aspecto desgarbado que recuerda a un extraño cruce entre


vaquilla y antílope, con crines largas y desgreñadas y cola empenachada de caballo.
último período y optaron por no cambiarse de ropa. Con un suspiro, abrí
la puerta y un rectángulo blanco flotó al suelo.
Libby se inclinó para recogerlo y lo leyó en voz alta.
—Querida Triste y Solitaria… —Se interrumpió y quedó en silencio
por unos segundos hasta que su tez color melocotón se volvió rosa fuerte,
y luego jadeó—. Oh Dios mío. Santa… Oh, Mags, realmente no va a
gustarte esto.
Le arrebaté el papel, tratando de alejar el creciente hoyo en mi
estómago.

Querida Triste y Solitaria,


Ya que casi puedo asegurar que Ella está por darte un Concejo de
mierda como hace cada semana, permíteme ser la voz de la razón. Tu novio
es como la mayoría de los chicos de secundaria. Dale un respiro y, aún
mejor, ¿por qué no ofreces aprender a jugar alguno de los juegos que le
gustan? Él probablemente apreciará el esfuerzo e incluso podría llevarte a
algún lugar lindo después. Si eso no funciona, siéntalo y hazle saber cómo
estás sintiéndote, así puede decirte qué está ocurriendo con él. Puede que 11
llamar estúpidas a las cosas que le gustan no sea la mejor manera de
obtener lo que quieres, ¿sí? En cualquier caso, no dejes que las divagaciones
de alguna amargada chica emo que probablemente nunca ha tenido novio
arruinen tu relación.
Espero que ayude,
Él.

Mi piel picó con una alternancia de frío y calor mientras mi cerebro


se revolvía. La conmoción era demasiado fuerte para dejar salir la ira de
inmediato, pero tan sorprendida como estaba, sabía exactamente quién
estaba detrás de esto. Sólo había una persona en toda la escuela que
usaría la palabra ―mierda5― de esa manera.
Mac Finnegan.
Terco, molesto, caliente —¿mencioné molesto?— Mac Finnegan,
quien apenas me había dado la hora del día desde que había llegado a
Crestwood High. Mac Finnegan, quien pensaba que era taaaan genial con
su acento irlandés y su sonrisa burlona. Mac Finnegan, quien
inexplicablemente me hacía querer lamerlo como un cono de helado y
luego enjuagar inmediatamente mi boca con ácido.

5 En inglés dice ‗shite‘ que es lo mismo que ‗shit‘ (mierda) pero con acento irlandés.
¿Cómo había descubierto mi secreto? Sólo Bink y Libby sabían que
yo era la chica detrás de ―Eso Es Lo Que Ella Dijo‖, y hubiera apostado
todo lo que tenía a que ninguno de ellos me habría delatado.
De todos modos no importaba. De una forma u otra, él sabía.
Aún peor, eligió burlarse de ello. Amargada chica emo que
probablemente nunca ha tenido novio, ciertamente. Tuve un novio una vez,
y no terminó bien para ninguno de nosotros. No tenía ninguna prisa en
repetir la experiencia. Además, ¿qué le importaba a ese idiota irlandés?
La ira se apretó en mi pecho, y mi visión se volvió confusa. Podía
sentir el poder creciendo en mí, arañando para salir, rugiendo para ser
oído. El vello de mis brazos se erizó mientras intentaba respirar, para dejar
que la furia se disipara y saliera por mis poros en inofensivos silbidos de
energía, pero fue inútil.
Presioné una mano sobre mi casillero y abrí la más pequeña de las
válvulas de escape, el pico de una tetera, silbando una corriente de vapor.
El metal barato instantáneamente se calentó contra mi piel, la puerta
abollándose y deformándose en el punto justo bajo mis dedos.
—Uh, Mags… —susurró Libby urgentemente, pero una voz 12
masculina la interrumpió.
—¿Cómo va todo allí, Libby? Maggie.
Giré, todavía intentando contener mi respiración, y ahí estaba él,
paseando, una sonrisa arrogante dividiendo su rostro pecaminosamente
hermoso.
Mac Finnegan, quien decidió que ser el chico nuevo no era lo
suficientemente malo, así que tuvo que activamente salirse de su camino
para hacer enemigos. Mac Finnegan, quien quiso dar vuelta a mi mundo
en lugar de preocuparse por sus propios asuntos. Mac Finnegan, quien no
conocía el significado de vive y deja vivir.
Mac Finnegan, quien claramente no tenía idea de a quién estaba
jodiendo.

Era la una y cincuenta y tres, y yo miraba el reloj, deseando que las


manillas se movieran más rápido. El Dr. Pepper —desearía tanto estar
bromeando— siguió hablando sin parar y todo parecía moverse en cámara
lenta mientras yo hervía.
Llegaría tarde a la clase de cocina si rastreaba a Mac hasta su
casillero en el ala opuesta antes del sexto período, pero mi cabeza
literalmente explotaría sobre estos muros color aguacate si no lo hacía. Así
que, por el bien de la escuela, lo soportaría y aceptaría detención si llegaba
tarde.
Más temprano, cuando Mac paseaba por mi casillero, intenté
tranquilizarme y hacerle saber exactamente lo que pensaba de su pequeña
nota. Si lo hubiera golpeado con una de las docenas de humillaciones que
estaban en la punta de mi lengua hubiera sido una persona diferente, una
persona común. La clase de persona que usaba su cerebro para salir con
respuestas ingeniosas que le dieran una paliza, en lugar de permitir que la
ira sacara lo mejor de ella, haciéndola pensar —y a veces hacer— cosas
malas.
En su lugar, lo observé caminar, la ira impotente retorciéndose bajo
la superficie de mi piel como un nido de serpientes.
Ahora que había tenido tiempo de tranquilizarme —todavía estaba
enojada, pero tenía las cosas bajo control— tropecientas respuestas
estaban en espera, cada una de ellas cuidadosamente elaborada y
diseñada para borrar esa presumida maldita sonrisa de su rostro. 13
Todavía necesitaba descubrir qué demonios ocurría con él. Más
importante, necesitaba averiguar por qué me había elegido a mí como la
persona a la que más quería molestar.
Parecía tan aleatorio. Él apenas reconocía mi existencia en la
escuela desde que se había matriculado en septiembre, y ahora estaba
completamente en mis asuntos. No podía entender por mi vida qué había
hecho para merecerlo. ¿Realmente sólo odiaba tanto mi columna que
sentía que tenía que hacerme explotar de esa manera?
Mis mejillas se calentaron de nuevo, y me pregunté quién más, si es
que había alguien, había leído su respuesta. ¿Las estaba repartiendo en
todas partes, o esa edición especial era sólo para mí? Mientras ninguna
era la ideal, la opción B al menos era menos humillante. También era la
menos probable, pero una chica podía desear.
Miré hacia arriba de nuevo y me di cuenta, mientras estaba
estresándome, que el reloj finalmente había decidido cooperar y el Dr.
Pepper comenzaba las conclusiones. Ya era hora.
—Así que con eso, necesito que lean las páginas desde la ochenta y
tres a la ochenta y nueve como tarea, y respondan las preguntas al final
del capítulo para mañana. —El timbre lo interrumpió, y por el status quo,
todos nos pusimos de pie, tomamos nuestros libros, y salimos con su voz
nasal persiguiéndonos—. Asegúrense de reafirmar la pregunta en su
respuesta, y…
No esperé al resto de su discurso o a Libby, y me fui a toda velocidad
por el pasillo.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? —preguntó ella, corriendo detrás de
mí para alcanzarme. Es gracioso lo rápido que mis pequeñas piernas
cortas pueden ir cuando estoy molesta como el infierno.
—Voy a llamarlo, y luego voy a decirle… —¿Qué? ¿Qué iba a decirle
exactamente? ¿Que mi no autorizada y muy mal vista pequeña columna
era la única permitida y que mejor que dejara de meterse en mi territorio?
Me imaginé un mal baile a la High School Musical entre nosotros y sonreí a
pesar de mi furia. Mayormente porque, en mi imaginación, psue a Mac con
un par de pantalones rojos de cuero y un mohawk falso, y se veía como
malditamente idiota—. ¿Sabes qué? Sólo voy a preguntarle francamente
qué piensa que está tratando de hacer. Quiero decir, apenas nos
conocemos.
La culpa me pinchó por la mentira blanca. Nos conocíamos un poco.
Él acababa de mudarse a dos calles de mí, y una noche, cuando
había salido a caminar para aclarar mi mente, lo había visto en el parque,
en una esquina, jugando con su perro. Era imposible no verlo. Alto… tan
jodidamente alto, con hombros más amplios que cualquier chico en el 14
equipo de fútbol de Crestwood, incluso con sus almohadillas puestas.
Intenté tan duro no mirar cuando se agachó para darle una palmadita a
su pastor alemán, pero sus vaqueros de botones se tensaron sobre sus
muslos musculosos, y fue un milagro que no terminara babeando en su
mano junto a Fido. Tan. Caliente. No sé si gemí o si él notó mi presencia,
pero cuando miró hacia arriba sólo se puso peor.
Su rostro era hermoso. La clase de rostro con el poder de hacer que
una chica realmente mala comenzara a garabatear su primer nombre
junto al apellido de él en los márgenes de todos sus cuadernos. Una nariz
recta y masculina, pómulos cincelados, labios llenos pero firmes, y cabello
castaño claro perfectamente arreglado hacían una imagen bastante buena.
Luego sonrió y ―bastante buena‖ se convirtió en ―santa-madre-de-Dios‖ y
mi estómago cayó.
La suerte estuvo conmigo, por una vez, y antes de que pudiera hacer
una tonta de mí misma, su pastor sin correa vino rápido hacia mí,
ladrando como si tuviera un serio y desagradable asunto. Como un
amante de los animales hasta la médula, me mantuve fría y esperé,
agradecida por el indulto y usando ese tiempo para tranquilizarme antes
de que me convirtiera en una idiota tartamuda o peor. El perro dejó de
ladrar y olfateó mi pierna, eventualmente lamiendo mi mano mientras le
daba una palmada.
Mac vino corriendo, sin aliento y semi-apologético. La sangre
golpeaba en mis oídos, pero creo que tuve algo de sentido mientras
respondía. Por otra parte, ¿quién puede decir? Hablamos por un minuto
pero las cosas se volvieron… raras.
Si sólo hubiera ocurrido ese día, podría encontrarle sentido. Viendo
por primera vez a un chico magnífico de mi edad, tal vez mi lujuria
instantánea lo hizo incómodo. Pero pasaron meses y las cosas nunca se
volvieron menos extrañas. Sólo tenemos dos clases juntos —Arte II y
Mitología— así que no era como que tuviéramos que pasar un montón de
tiempo juntos, ¿pero el tiempo que sí pasamos?
Extraño.
Como si lo quisiera en una manera que no tenía sentido. Como si
fuera atraída hacia él, aunque no sabía casi nada de él. Y cuando me
miraba un poco demasiado, y su sonrisa era siempre una especie de
burla… Quería agarrarlo fuerte y golpearlo hasta la muerte, todo al mismo
tiempo. Sí, extraño. Lo suficiente para querer alejarme en el segundo que
nuestros caminos se cruzaran. Pero eso era antes. Esos días estaban
atrás.
Si había alguien que debía estar incómodo ahora, era él. Porque ya
no me importaba su cuerpo o su estúpido rostro. Estaba por volverme
medieval con su trasero. 15
Libby continuó parloteando detrás de mí.
—Al menos si hace pública su columna, no te nombró en su
respuesta. Tal vez lo guarde para él.
No aumenté mis esperanzas porque, a pesar de que hasta ahora ella
tenía razón, todavía había una probabilidad muy real de que destapara mi
cubierta cuando le conviniera.
—Tal vez sólo quiere hacer más amigos y cree que esto lo hará más
popular o lo que sea —dijo Libby, sin siquiera molestarse en esconder su
disgusto ante esa teoría.
Libby era como el santo patrono de los nerds, lo cual era bastante
extraño si lo mirabas desde afuera. Rubia, hermosa, divertida, con un
cuerpo de largas corridas que hacía que la mayor parte de las porristas
quisiera correr al baño y vomitar sus alitas de pollo y patatas después del
almuerzo. Ella era exactamente el tipo de persona que creerías que se
preocupa por su imagen y lo que la gente piensa.
Ni por asomo.
Libby era una friki, con una pasión por los instrumentos de viento y
de la literatura victoriana. Amaba la ropa y vestirse bien pero siempre
parecía no tener éxito, con cosas como boinas y calentadores, a veces
usándolos al mismo tiempo.
Hoy tenía una falda rosa inflada con los planos a juego y el pelo
rubio atado en un moño en la parte superio de su cabeza con un par de
palillos. A pesar de todo, lucía como o la chica más bonita escapada de un
hospital mental, o como si hubiera secuestrado a una bailarina camino a
la escuela y le hubiera robado su vestuario. Y no le importaba una mierda.
No se preocupaba para nada por su popularidad, por lo que la idea de que
Mac se haya rebajado a algún ataque furtivo para ganar credibilidad
callejera la puso incluso más indignada por mí de lo que lo había estado
antes.
Di la vuelta hacia el ala este y estuve a punto de desechar su teoría
sobre de Mac, ya que en los pocos meses que llevaba en Crestwood había
acumulado un montón de groupies y varios de imitadores masculinos.
Puede que no pasara el rato con los deportistas o formara parte de la gente
popular, pero estaba definitivamente en el radar de todos.
Y estaba en el mío. Literalmente. Me concentré en sus anchos
hombros molestamente cubiertos por esa tonta chaqueta marrón bien
llena que siempre llevaba y caminé hacia él. Libby desaceleró y dijo detrás
de mí: —Yo, uh, supongo que te veré en la clase de Sr. Weston. Ten
cuidado, Mags…
Otra cosa sobre Libby: ella siempre sabía cuándo estaba a punto de
hacer una escena y mágicamente parecía mezclarse en el fondo. No la 16
culpaba, pero no respondí tampoco. Estaba demasiado enfocada en mi
objetivo.
—¿Qué diablos, Finnegan? —escupí cuando estuve lo
suficientemente cerca de él como para que me escuchara.
Se volvió con indiferencia, como si todos los días una mujer furiosa
llegara por detrás y lo insultara en el pasillo. ¿Quién sabe? Si trataba a las
chicas de su antigua escuela igual que a mí, probablemente era el caso. Y
aun así, todavía me sentía el pequeño tirón extraño en el estómago.
Deseo.
Lo empujé a un lado y lo miré.
—Hola, Maggie. —Sus ojos grises parecían centellear con desafío
luego el parpadeo fue bajando. ¿De verdad me estaba mirando justo
ahora? Le fruncí más el ceño y sus labios se retorcieron un poco antes de
que su cara se pusiera blanca y sus ojos encontraran los míos—. ¿Qué
puedo hacer por ti?
Lo dijo como, ―porr ti‖ con ese acento que a la vez me irritaba y
siempre me hacía querer que lo repitiera, lo cual me enojaba más.
—¿Qué crees que estás haciendo? —dije entre dientes apretados.
—¿Justo ahora? —Sus cejas se juntaron—. Pensaba en que deben
tener algunas camisas en la sección de chicas y preguntándome por qué tú
decidiste tomar la tuya de la de los chicos. —Se recostó sobre su casillero y
se encogió de hombros—. Luego decidí ser educado y mantener mis
pensamientos para mí mismo.
Mi boca se abrió, porque, ¿qué diablos?, y apenas resistí la urgencia
de tirar de mi camiseta vieja de un concierto que, a pesar de ser un poco
grande, lucía bien, muchas gracias. —¿Tienes un problema específico
conmigo, o solo eres molesto en general?
Torció la cabeza como si considerara cada palabra. —Pregunta difícil
de responder, pero voy a tener que decir que no a ambas, aunque mi
madre puede estar en desacuerdo sobre la segunda.
—No te hagas el estúpido. Sabes de lo que estoy hablando. Recibí tu
pequeña carta en mi casillero. —Puse la mano en mi cadera y traté de que
mi voz no saliera muy estridente, como lo hacía cuando realmente me
enojaba. Era un viaje corto desde ahí hasta el chico preadolescente
quebrando etapas, y eso siempre se sentía como si socavara mi
credibilidad.
Miré alrededor a la escasa multitud y susurré furiosamente: —La
columna de Concejos es mi problema. Que tú empieces la tuya es lo
suficientemente malo, pero hacerlo para discutir con mis puntos es
pasarse del límite. Y los insultos... ¿Qué demonios? 17
Golpeé con mi bota un ritmo frenético en el linóleo negro y blanco
rayado. Empecé a decir más, pero frunció el ceño como si estuviera
pensando. Quizás eso era todo lo que tenía que decir. Quizás se había
dado cuenta de cuán idiota estaba siendo, y ahora que le habíaseñalado el
error, dejaría de…
—La cosa es, Maggie… tu columna es una mierda.
Mi cerebro se apagó, y dejé de golpear el suelo, levantando la mirada
hacia él en shock.
—¿Qué acabas de decir?
Encogió sus ridículamente grandes hombros y sacudió la cabeza,
enviando un mechón de cabello marrón sobre su frente, el cual alejó
impacientemente. —Vamos. Son las quejas de chicas adolescente infelices
y sin novio que no entienden realmente las relaciones o a los chicos. Sin
mencionar los terribles Concejos del Dr. Phil que siempre les das. Esa no
es la vida real.
Cambió la pila de libros a su otro brazo y cerró la puerta del casillero
mientras me quedaba allí, sin palabras, todavía intentando procesar lo que
dijo. Pero no había terminado todavía. —Están mejor abriendo una galleta
de la fortuna y obteniendo la respuesta ahí. Estoy tratando de compensar
tu daño.
Mi mandíbula todavía se balanceaba cuando la campana sonó y se
alejó.
Se. Alejó. ¿En serio? Si estaba enojada antes, esta vez la ira que me
atravesó era un ser viviente, con respiración, pulso, profundidad y color.
Rojo.
Cuando lo llamé esta vez, mi voz estaba más allá de la estridencia, e
hizo eco en los ahora vacíos pasillos. —No te muevas, Finnegan. O si no.
Desaceleró y luego se detuvo, pero no se volvió para enfrentarme. En
su lugar, se movió para mirarme encima del hombre. —¿O si no qué,
Maggie? —La mirada helada en sus ojos me detuvo, pero solo por un
segundo.
Mis uñas se clavaron profundamente en la palma de las manos
mientras cientos de maldiciones antiguas que no me había dado cuenta
que sabía volaron a mis labios, sin ser dichas.
Eso debería haber sido algo bueno, la parte silenciosa. El problema
era que no necesitaban ser dichas. Todo lo que tenía que hacer era… nada.
No tenía que hacer nada. Estaba ahí. Lista. Esperando. Solo tenía que
quitar la tapa y dejarlo salir. Sería un alivio que solo sentía mientras
dormía. Incluso antes, mi pequeña crisis en mi casillero solo había sido el
más pequeño escape. La más fina de las grietas en la cáscara de huevo, un 18
hilillo de poder que se permitió rezumar.
Si realmente lo dejara salir…
—Vayan a clases, Sr. Finnegan. Srta. Raynard —dijo la voz severa de
Hortense desde la puerta abierta del salón de clases.
Mac finalmente se volvió para enfrentarme completamente, su
mirada sostuvo la mía por lo pareció una eternidad pero probablemente
fuera un segundo. Lo que vi allí me confundió lo suficiente que cuando
Hortense volvió a decir lo mismo, obedecí sin discutir. ¿Repugnancia?
¿Desafío? ¿Odio?
La niebla que había ensombrecido mi visión se disipó a medida que
más preguntas inundaban mi ya sobrecargado cerebro, pero arrastré el
culo por el pasillo hasta mi siguiente clase, negándome a ceder y mirar por
encima del hombro para ver si alguien todavía me miraba.
¿Quién era Mac Finnegan, y por qué se sentía como si me conociera?
Como, conocerme, conocerme. De la forma en que Libby, mamá y la abuela
me conocían.
¿Y por qué se sentía como si sintiera tanta repugnancia hacia mí?
Podría tener sentido, si supiera lo que yo era. Que tengo este poder
viviendo dentro de mí que ha estado luchando por salir por los pasados
seis meses. La cosa que indirectamente casi mata a un chico.
Pero él no lo sabía. No podía. De todas formas, la vergüenza que
venía cada vez que pensaba en Eric me llenó, y luché con la marea de
náuseas golpeando mi vientre.
Para el momento en que la escuela terminó, estaba recorriendo
círculos mentales varias veces para llegar a la conclusión de que estaba
siendo paranoica. Mac era un imbécil, pero nada más que eso. Sin
embargo, estaba totalmente agotada. Me sentía como si me hubiera ido al
dentista por diez empastes, pasado por el médico por la vacuna contra el
tétanos y algunos puntos de sutura, y luego tenido un examen de mitad de
trimestre todo en el mismo día. Cuando salí por las pesadas puertas de
metal hacia el mundo exterior, el aire helado que me golpeó fue un alivio.
—Hola.
Me tensé pero luego me relajé al ver que era solo Bink pavoneándose
hacia mí. No podía tener otra pelea con Mac justo ahora sin explotar.
—Hola. ¿Cómo estuvo tu día? —pregunté, fingiendo una sonrisa.
Bink no era lo que llamaba intuitivo, pero tenía un sexto sentido cuando
se trataba de mi humor, y yo no tenía ganas de responder preguntas o
discutir sobre cierto arrogante gilipollas. Todavía no.
19
—Bastante bien. El entrenador dijo que si apruebo mi examen de
inglés, puedo jugar el próximo partido. —Su rostro se partió en una
sonrisa, y un grupo de chicas que pasaban caminando lo miraron. Podía
escuchar sus susurros cuando pasaron, y las palabras ―caliente‖ y
―hoyuelos‖ estaban definitivamente en la oración.
Era difícil de juzgar después de quince años de amistad, pero eché
una mirada hacia él mientras caminábamos lado a lado hacia el
estacionamiento. Uno ochenta y cinco de altura, 210 libras, era una pared
de músculos con cabello rubio oscuro y un rastro de barba crónica que
hacía que algunas chicas se refirieran a él como Thor a sus espaldas. Era
uno de esos chicos que lucían como un hombre desde octavo grado pero
cuyo nivel de su madurez no había igualado al resto del paquete.
Dejando eso a un lado, era alguien fácil de mirar. Probablemente
debería estar afectada por eso, pero la mayor parte del tiempo lo veía como
el mismo chico flacucho con el que solía atrapar salamandras y compartir
mantequilla de maní y jalea durante los días de verano.
Yo no era ninguna modelo, pero a Bink no le había importado
realmente por cómo lucía —u olía— cuando éramos niños, y era bastante
maloliente la mayoría de los días. Mientras que no echaba eso de menos,
había una cosa que sí…
Ser capaz de decirle todo. ¿Por qué el miedo a que él lo supiera? ¿El
miedo a que me mirara diferente? Era más de lo que podía soportar. Con
todos los cambios en mi vida, él era una de las pocas constantes, y
necesitaba que fuésemos exactamente lo que siempre fuimos. Solo que no
lo éramos.
Deseaba poder culpar a los cambios recientes en nuestros estados
sociales en la escuela. Antes del ―incidente‖, era prácticamente invisible.
Luego, me volví completamente visible.
Los meses que pasaron, desde que empecé la columna y pasó un
poco de tiempo desde la cosa con Eric, volví a un estado semi-cómodo de
anonimato. Claro, a las chicas les gustaba mi columna, pero no sabían
que yo la escribía, e incluso si lo supieran, dudaba que fuera alguna vez
realmente popular.
A pesar de haber oído muchas veces decir a los amigos de mi madre
que mi cabello negro y mis ojos verdes hacían un ―impresionante
contraste‖, cualquier cosa notable sobre mi aspecto se detuvo allí. Tenía
una figura decente, pero no era lo que yo llamara notoria. Mi nariz no era
pequeña y no era grande. Mis pómulos hicieron su trabajo como lo
anunciaban y mantenían mi cara de manera adecuada, pero no cortarían
el vidrio. Mis labios no eran rellenos como los de Jessica Alba o finos como
los de Kate Middleton. Era bonita con b minúscula. En cuanto a resaltar
en otras maneras, bueno… no lo hacía. 20
Era una estudiante aceptable, pero no era la mejor estudiante ni
tenía ningún tipo de honores. No hacía deportes o tenía la necesidad de
usar una falda corta y agitar borlas de plástico para cualquier persona. De
hecho, además de la cosa de semi-dios, era básicamente regular.
¿Pero Bink? Bink no era solo hermoso, era divertido estar con él y
también era el mariscal de campo titular del equipo de fútbol, que parecía
gustarles más a todas las chicas que mi propia columna. A pesar de todo,
no había cambiado mucho.
Cuando los empujones se convirtieron en atropellos, no solo cuidó
mi espalda, también estaba pendiente del frente, lateral, arriba y abajo, si
lo necesitaba. Si alguien había cambiado, había sido yo.
Ahora tenía secretos que dolía contar. Había hecho cosas… cosas
terribles, y pensar en ver la decepción en sus ojos si se las contaba me
hacía mantener la boca cerrada. Y esto creaba un fino pero real muro
entre nosotros pero que despreciaba jodidamente, pero me sentía
impotente para detener su construcción. Tal vez un poco de tiempo de
calidad con él era exactamente lo que el doctor recetaba en un día
mierdacular como este.
—¿Necesitas ayuda con tu ensayo? Tengo un rato libre esta noche si
quieres.
Volvió sus agradecidos ojos azules hacia mí y asintió. —Eso sería
excelente, gracias.
Bajamos la velocidad mientras llegábamos a su coche, un clásico
Firebird rojo que lucía mejor de lo que corría. Esa mañana tuvimos que
hacer que mi mamá nos hiciera un puente cuando no arrancó antes de
venir a la escuela, y crucé los dedos para que no tuviéramos el mismo
problema otra vez. Ya se sentía como el día más largo en la historia.
—Entonces, ¿de qué se supone que es tu ensayo?
—Jane Austen. Intenté leer los libros, pero, por Dios, Mags. Son tan
aburridos. —Su frente se arrugó y se veía dolido—. ¿Cómo puede gustarle
a alguien esa basura?
Me encogí de hombros y abrí la puerta del acompañante. —Le estás
preguntando a la chica equivocada.
Aunque Bink y yo teníamos la misma edad, yo era mejor estudiante,
y el año anterior había tomado muchas de las clases que él estaba
tomando ahora, así que ya me había tragado mi dosis de Austen. Mis
gustos iban más del estilo de Veronica Roth y Sarah Dessen, por lo que no
habían sido momentos divertidos.
—Pero no tiene que gustarnos para escribir un ensayo sobre ello. Lo
haremos divertido. No te preocupes. 21
Se deslizó en el asiento del conductor, y ambos contuvimos el aliento
mientras movía la llave. Chisporroteó, luego se atoró y el motor rugió. Tal
vez las cosas estaban mejorando.
—Genial —murmuró él entre dientes y se puso el cinturón de
seguridad.
No fue hasta que salimos del estacionamiento que me las arreglé
para dejar ir un poco de la tensión que se había formado en mi cuello
desde que encontrara la pequeña nota de Mac. Era un alivio temporal.
Otras dieciséis horas o así antes de que tuviera que volver. Antes de que
tuviera que enfrentarlo de nuevo.
No era suficiente tiempo, pero lo aceptaría.
Determinada a aprovechar la tarde, me volví hacia Bink. —Escuché
un chisme hoy. Háblame. ¿Qué pasa entre tú y Ally?
Su sonrisa arrogante hizo que su respuesta fuera innecesaria, pero
lo dejé alardear igual. —Le pedí salir en el almuerzo y dijo que sí. Irá a ver
a su familia en Vermont este fin de semana, pero el siguiente vamos al cine
a ver House of Demons. Creo que voy a hacer el viejo movimiento ―está
bien, yo te protegeré‖ con el brazo alrededor de su hombro y ver si tengo
alguna oportunidad de tocar su bubi.
Me miró expectante, y le eché una mirada inexpresiva que él me
había patentado, la cual lo hacía reír.
—Hablando de eso, Libby quiere salir mañana y ver la nueva película
de Spiderman. ¿Te apuntas? —Volvió sus ojos de cachorrito hacia mí y
asentí.
—Tú y Libby, ¿eh? ¿Seguro que no seré un bloqueo para tu polla? —
bromeé. Bink y Libby siempre discutían, y yo los llevaba molestando por
años con que era tensión sexual reprimida. Ninguno de los dos había
mordido el anzuelo, sin embargo la cara de Bink resultó de repente un
interesante matiz rosa.
—Sí, claro. ¿Libby? —tosió—. No es probable. Así que, ¿vienes o
qué?
Lo miré con dureza, preguntándome por primera vez si quizás había
algo extraño bullendo entre ellos dos. No sabía cómo me sentía sobre ello.
Probablemente no bien.
—Claro —dije.
Iba a ir. Probablemente hiciera maravillas con mi estado de ánimo
salir y estar con gente que me amaba. Y, ¿quién sabe? Tal vez hoy fuera
una casualidad, no un presagio de una gran cantidad de días de mierda
por venir, sólo un mal día. Quizás Mac se olvidaría de lo que había estado 22
tratando de hacer y me dejara en paz por completo y mañana sería mejor.
Por otra parte, tal vez no.
2
Traducido por aa.tesares
Corregido por Aimetz14

Cuando llegué a casa esa tarde, mamá ya estaba de vuelta del


trabajo, y ella y mi abuela estaban sentadas en la sala viendo repeticiones
de Las chicas de oro en el canal Hallmark.
—Hola, pequeña, ¿cómo estuvo tu día? —Mamá se levantó y se pasó
una mano por el pelo rubio platino, dándome una sonrisa forzada.
La abuela no levantó la vista de su nido de mantas, y la casa estaba
a unos mil grados. En este momento podía decir que había sido un día 23
difícil en la Casa Raynard, y el estrés que finalmente estaba comenzado a
disiparse en el viaje a casa con Bink salió corriendo de vuelta, apretando
como una banda alrededor de mi cuello.
Durante el último año, la abuela había estado sufriendo de una
forma de demencia que iba y venía, y hoy había sido claramente un día
―Llegó‖. Creo que hubiera sido más fácil de manejar si fuese capaz de
verbalizar lo que estaba sucediendo, pero junto con su memoria, también
perdió la capacidad para formar frases coherentes cuando tenía un ataque.
Sus gemidos cada vez más crecientes de terror, y el balbuceo de pánico
dejaban a todos en la sala agotados y emocionalmente impactados. Por
suerte, todavía había más días buenos que malos, y mamá y yo habíamos
prometido mantenerla en casa con nosotros durante tanto tiempo como
fuera posible.
Pero supe de inmediato que hoy no era el momento para quejarme
de mis sentimientos confusos por el nuevo chico en la escuela, o mi
columna de malos Concejos. Pegué una sonrisa en mi cara y saludé de
manera general. —Increíble. ¿Qué están haciendo?
La manzana cayó malditamente cerca del árbol y mamá me devolvió
la sonrisa, la tensión alrededor de su boca haciendo doler mi corazón un
poco. —Muy bien. Hay un contenedor de yogurt de melocotón congelado si
quieres. Sé que es casi diciembre, pero tenía un anhelo por primavera de
esta mañana, así que salí corriendo y compré algunos, luego subí la
temperatura esperando a que me pusiera en un estado de ánimo de clima
cálido.
La piel de la abuela era como la piel traslúcida de una cebolla, y
estaba helada de forma constante sin importar cuán caliente se pusiera,
por lo que subir el calor era probablemente una buena cosa si hubiera
estado fuera antes.
Tiré mi mochila en un rincón, me dirigí a la cocina, y tiré de la
puerta del congelador. Comida casera era exactamente lo que necesitaba
en estos momentos. Era como si la mujer fuera psíquica o algo así. Saqué
el tarro de yogurt. Sin molestarme con un plato, cogí una cuchara del
cajón de los cubiertos y abrí a ese bebé. Más de la mitad se ha ido.
Al parecer, había sido un día peor de lo que pensaba. Me prometí
quedarme alrededor en la cocina con ella más tarde y hacer la cena juntas
para que pudiéramos hablar.
Mientras sacaba con la cuchara el yogurt de melocotón congelado,
traté de pensar en algo que no fuera extraño, exasperante, o deprimente de
lo que pasó en la escuela para entretenerla. Me decidí por inventar algo
cuando ella entró en la habitación.
—¿Qué pasa contigo? —preguntó, sus cansados, pero astutos ojos
perforándome.
24
Tragué saliva y busqué evasivas mientras limpiaba mi cuchara
lamiéndola. No podía decir ―nada‖. El medidor de mierda de mi madre era
una máquina bien engrasada. Y ahí se van mis mejores intenciones...
—Alguien empezó otra columna en la escuela. Es una especie de
oposición a mis puntos de vista. —Eufemismo del año, pero era la verdad y
lo suficientemente vago. No tenía que darle todos los detalles, pero
también explicaría mi mal humor demasiado evidente—. Es un muchacho
—solté. Jesús, una vez que mi boca empezó a moverse, no había forma de
detenerla. Sería una espía terrible. ¿Necesitas secretos? ¡Los tengo aquí! El
esquiar sobre agua es totalmente opcional. Bien podría terminarlo,
entonces—. Este chico nuevo en la escuela.
Recostó la cadera contra la isla de granito y cruzó los brazos sobre el
pecho, mirándome con perspicacia. —¿En serio? Eso sí que es interesante.
Aunque no necesariamente una cosa mala para ti, ¿no? Tal vez un poco de
competencia, tendrás más gente leyendo.
Empecé la columna para mantenerme cuerda y con una conexión a
tierra. Para recordarme que el mundo aún giraba sin importar lo que
estaba pasando conmigo, y que todavía estaba lleno de viejos y regulares
buenos problemas populares.
Tan complejo, pero también tan simple en un montón de maneras. Y
realmente ayudó.
A pesar de que la gente había chismeado sobre mí como si fuera una
Kardashian después del incidente, me sentí como si tuviera más amigos
debido a esa columna de Concejos un poco tonta. Las personas a las que
les gustaban mis garabatos y yo, aunque no supieran que era yo. Era una
especie de sustituto de un pobre hombre por el sentimiento de pertenencia
por el que había estado muriendo de hambre, pero al menos era algo. La
idea de compartir eso, o peor, de perderlo a causa de Mac Finnegan me
hizo sentir un poco fuera de lugar por dentro.
Dejé la caja y tiré la cuchara en el fregadero, donde aterrizó con
estrépito. Mi madre la siguió con la mirada y luego me lanzó una mirada
de desaprobación. Suspiré y giré hacia el fregadero para recogerla. —No lo
sé. Tal vez no, pero seguro que se siente como una mala cosa.
Puse la cuchara en el lavaplatos y me volví para enfrentar su viejo
revestimiento plateado. Su optimismo forzado cuando se trataba de mi
vida social a menudo era más molesto que útil, y yo estaba a punto de
recordarle eso, pero me detuve en seco cuando vi las líneas profundas
alrededor de los ojos. Tuvo un mal día, y no todo se trata de ti. —Puede que
tengas razón; tal vez estará bien. De cualquier manera, no es importante.
Eso es todo lo que está pasando conmigo ¿Qué pasa con la abuela hoy?
Mamá miró hacia otro lado y no respondió, lo cual envió un dedo frío
de miedo patinando por mi espina dorsal. Las dos teníamos la costumbre 25
de poner una cara feliz la una a la otra, pero le había hecho una pregunta
directa, y estaba tan silenciosa como Bink durante una clase de
matemáticas.
—¿Mamá?
Su rostro estaba tenso, las curvas de su boca pequeñas barras
profundas. —Creo que es el momento, Maggie. —Su voz se quebró al final,
y no tuve que preguntar lo que quería decir.
Negué con la cabeza, negándome a aceptar lo que estaba tratando de
decirme. Ahora no. Todavía no.
La ira vino caliente y rápida, y un pozo se formó en mi estómago. —
¿Quién te hizo la persona que toma la decisión? —Pregunta estúpida,
porque la abuela tenía un testamento en vida que, de hecho, había hecho
a mamá la persona a cargo de su cuidado. Pero estaba tan lejos de ser
racional entonces, que nada de eso importaba. La energía salvaje dentro de
mí me puso toda en movimiento otra vez, y me hubiera gustado estar en
mi habitación para poder desahogarme.
—Somos una familia, pero parece que siempre eres quién va a tomar
todas las decisiones sin importar a quién haces daño. —Odié la amargura
en mi tono, pero no podía detenerme—. ¿Por qué hoy? ¿Qué fue tan
diferente a todos los demás días?
Parecía que estaba a punto de descargarse conmigo, pero luego
pareció buscar en sí misma, con la espalda inclinándose mientras su
rostro se arrugaba. —Estaba tomando una ducha, y se fue. Solo salió a la
calle, sola. La encontré diez minutos más tarde, a dos cuadras de
distancia, en solo su camisón, temblando como una hoja. —Tendió una
mano temblorosa hacia mí, pero me alejé y la dejó caer a su lado antes de
aspirar una bocanada de aire. Era una hija horrible en ese momento y lo
sabía, pero no podía seguir jugando a este juego de puntillas—. Sus labios
estaban azules, Mags. Se va a hacer daño a sí misma o...
El resto de la frase quedó en el aire entre nosotras, no hablaba. O a
alguien más.
—Yo no podría soportarlo si algo le sucediera. —Su voz se redujo a
un susurro.
Yo no podría soportarlo, había dicho. Últimamente parecía que ―yo‖
eran las únicas palabras que conocía. ¿Qué hay de la abuela? ¿Qué hay de
mí? Inmediatamente la culpa me apuñaló, y me molestaba eso. Era una
gran madre la mayor parte del tiempo. Siempre fue a la asociación de
padres y representantes, horneaba para las ventas, y se mantenía al tanto
de toda mi mierda como no me gustaría que hiciera. Pero entonces estaba
esta parte de ella. La parte que hundía la cabeza en la arena cuando las
cosas se ponían muy difíciles.
Me quedé mirando al jarrón de cristal lleno de piedras multicolores 26
sobre en la isla entre nosotros, y quise tirarlo al otro lado de la cocina. No
habría ninguna charla con ella en este estado, pero tenía que intentarlo.
—No van a entenderla —dije débilmente, haciendo mi mejor esfuerzo
para embotellar las emociones que golpeaban dentro de mí como un
huracán en busca de una ruta de escape—. Perderá el control y terminará
en una especie de manicomio atada a una cama. —Y la parte más mala de
mí se volvió más malvada mientras mi cerebro conjuraba una imagen de
algún gigante asistente sosteniendo a mi abuela, y yo venía detrás de él
drenando vida hasta que no era más que un saco de vómito lloriqueando.
—Tienen pacientes con demencia como ella. Le darán medicina y
pueden ayudar…
Seguí. —Ellos no tienen a nadie como ella, y ni siquiera sabes lo que
medicamentos como esos podrían hacerle. Podrían matarla. Lo único que
quieres es tenerla lejos para que puedas enterrar la cabeza como siempre
haces. Bueno, adivina qué. El hecho de que ocultes lo que no puedes ver
no significa que no esté ahí.
Extendí la mano y la cerré sobre una gorda manzana verde que
estaba en un recipiente sobre la encimera. Solté la válvula emocional sólo
un milímetro, y el más mínimo parpadeo de una imagen, más bien un
recuerdo, revoloteó por mi mente. Un árbol lleno de hojas y otras
manzanas. Entonces la manzana me estalló en la mano...
—¡Basta! —susurró mamá con furia, sus ojos horrorizados fijos en
una parte carnosa de la fruta pegada a la parte delantera de mi camiseta
como si fuera una cabeza cortada—. Te lo dije, mientras más lo contienes
ahora, más fácil será después el atarte. Esos comportamientos no se
tolerarán. Sube las escaleras y no salgas hasta que te hayas calmado. Y
créeme, este lío que has armado te estará esperando cuando vuelvas.
No dije nada y me fui pisoteando hacia mi habitación, ignorando el
dolor en el rostro de mi madre cuando la pasé. En el fondo sabía que esta
cosa con la abuela estaba rompiendo su corazón tanto como estaba
rompiendo el mío. Más, tal vez. Pero en este momento todo se sentía como
otra traición. Ella no me ayudaría. Ella no ayudaría a la abuela. Lo único
que le importaba era ella y su ―estado frágil‖. Estaba enferma hasta la
jodida muerte de ella.
Más pisadas fuertes, luego el portazo detrás de mí. Me dejé caer
sobre la cama de bruces y grité en la almohada. Esa pobre almohada.
Había recibido un montón de mi mierda en los últimos seis meses. Mi
cerebro se fue zumbando hacia atrás como un carrete de una caña de
pescar, y enganchó la memoria hacia la que parecía gravitar cada vez que
tenía un momento de paz. La noche que todo cambió.
Había sido más negro que el Lago Echo en medio de una noche sin
luna la primavera pasada. Había ido a dormir estresada por una prueba en 27
la mañana, y la siguiente cosa que supe fue que me desperté levitando en
mi cama. Empecé a gritar y no había parado hasta que mi madre irrumpió
en el cuarto y consiguió arrastrarme de vuelta al colchón.
—¿Qué me está pasando? —pregunté, temblando y aterrorizada.
Los ojos frenéticos de mi madre buscaron mi cara. —No se supone
que sea ahora.
—¿Qué no se supone que sea ahora? —grité.
Mi voz era salvaje en ese momento. Le tomó cerca de diez minutos
calmarme lo suficiente para siquiera oírla, pero había aprendido un par de
cosas de esa noche. Uno: as casas en New Hampshire estaban lo
suficientemente lejos una de otra como que ninguna cantidad de gritos te
ayudaría si estabas siendo asesinada por un asesino en serie. Dos: que
puedo gritar por un tiempo reaaaaalmente prolongado. Y tres...
Soy un semi-dios. Una descendiente lejana de la diosa del amor,
Afrodita.
Averiguarlo había una completa locura. Crecí como una niña
normal, jugando a las casitas con mi oso de peluche y Bink. Quería un
poni, aunque la solicitud a Santa era por uno que volara porque si no,
¿para qué molestarse? Me encantaba comer comida chatarra, todavía me
gusta. Y mi madre era mi héroe. Pero todo eso cambió seis meses atrás,
incluyendo la última parte.
La quiero igual, pero nunca volveré a confiar en ella. No como antes.
Suena duro, pero cuando una chica se entera de que los últimos
dieciséis años han sido una mentira, es difícil ser amable. ¿Y cuando su
madre ni siquiera tratar de ayudarla a pasar el tiempo más loco en su
vida? Es aún más difícil.
Traté de hablar con ella al respecto. Insistí en más detalles porque lo
que me dijo podría caber en una sola hoja de papel. Tamaño carta. A doble
espacio. Fuente Comic Sans, tamaño dieciocho.
Somos... diferentes.
Así fue como ella había empezado la conversación. Era un poco
gracioso. Quiero decir, suena como el comienzo de una charla de ―por qué
tiene dos papás‖.
No podía recordar palabra por palabra, pero fue algo así como: Eres
un semi-dios, igual que tu abuela y yo. Somos descendientes lejanos de los
dioses y sus compañeros humanos. El cambio empieza en tu decimoséptimo
cumpleaños, pero al parecer tú te desarrollaste antes. No quería ser una
semi nunca más, así que agarré mis cosas y me fui a casa —al parecer,
¿está permitido?— y eso es lo que quiero que hagas también. Así que vamos
a ignorar el hecho de que tu cuerpo está siendo destrozado por una extraña
y terrible necesidad, y una vez que el cambio se haya completado, te voy a 28
enseñar cómo hacer que se vaya. Más o menos. ¿Cuánto tiempo tomará?
Cinco años. Diez en el exterior. Si no lo haces, sólo se hace más fuerte y
nunca permanecerán latentes. Inserta sonrisa frágil aquí. ¿Strudel6?
Strudel.
La respuesta de mi madre a todos los problemas de la vida. Todo lo
malo que me ha pasado fue seguido por strudel. ¿La muerte de mi padre?
Strudel. ¿Cuándo tuvimos que mudarnos de nuestra antigua casa a una
más barata calle abajo porque no podíamos permitirnos pagar más?
Strudel. Quería golpear en los testículos al strudel, pero abrazarlo al
mismo tiempo, ya que era la forma de mamá de tratar de hacerme sentir
mejor cuando no sabía cómo. Y sin duda no sabía cómo, después de toda
la cosa del exorcismo flotante en la cama.
Su explicación había sido una mierda, pero aun así, una parte de mí
se sintió aliviada. Es decir, la lista de cosas que podrían haber sido era
bastante corta, y todas las opciones estaban mal excepto una. O yo no
había flotado en lo absoluto y estaba teniendo algún tipo de problema
mental, estaba poseída por Satanás —tengo que decir que esta era la peor
de todas las opciones en mi libro— o me había mordido algo radiactivo u
otra cosa, y ahora era una superhéroe. Estaría mintiendo si dijera que no
estaba flipando terriblemente por esa última. Pero cuando me dijo la
verdad —o la pequeña porción que estuvo dispuesta a compartir— creo
que me desmayé un poco.

6 Strudel: Es un postre alemán que su base es la masa de hojaldre.


Desde el exterior mirando hacia adentro tal vez parezca una
bendición. Un semi-dios. Parece genial en teoría, pero en realidad no es
tan genial. Las cosas que puedo hacer no son cosas que cualquier buena
persona querría hacer. No puedo volar. No puedo curarme, o a cualquier
otra persona. No puedo convertir los guisantes en chocolate. Incluso la
cosa con el metal jorobado de mi casillero y todo el espectáculo de
levitación sobre la cama eran fallas… sólo salidas aleatorias de la
sobreabundancia de constante energía en ebullición en mí, mezclada con
ira. Realmente no podía hacer nada de eso mediante órdenes. Hasta el
momento, la única cosa interesante que parecía ser capaz de hacer era
extraer a veces información borrosa de cosas vivas a través del tacto.
Ah, sí, y herir, mutilar y matar con ese mismo toque.
No exactamente trucos que te granjean amigos ni nada. Lo peor de
todo era que no sabía cómo controlarlo de manera confiable. Como que
tenía que empujarlo hacia abajo con mis entrañas para aplastarlo, pero
era agotador. Al igual que contener la respiración bajo el agua, solo que
para siempre.
Luego está la necesidad. Porque, como la jodida descendiente de la
diosa del amor, tomar de la gente —chupar el amor de las personas hacia 29
mí—, me da una sensación de saciedad. Como que si me estuviera
muriendo de hambre y alguien me diera un plato de estofado de ternera
con un trozo de pan crujiente para mojar en él. Me ponía cálida por todas
partes. Llena. Satisfecha.
Sólo una persona fuera de mi familia sabía lo que estaba pasando, y
esa era Libby. A veces me preguntaba por qué no me odiaba por ello. A
veces yo me odiaba por ello.
Me senté, cogí mi portátil en la mesa de noche, y me la puse en el
regazo. Otra gran cosa acerca de la columna... Era una distracción cuando
mi propia mierda se hacía muy real. Agarré los auriculares y me los puse,
subiéndole el volumen al iPhone al punto de partirle la cabeza a
cualquiera.
No pienses. No pienses.
Cerré los ojos y me concentré en el golpeteo del bajo, obligándome a
empujar los pensamientos de mi abuela, mi mamá, Mac y semis fuera de
mi cabeza, y dejar que el motín dentro de mí se calmara.
Me tomó un tiempo antes de que pudiera aflojar los puños, pero
cuando lo hice, me conecté a la dirección de correo que usaba para mi
columna. El primer mensaje en una lista de doce tenía una cara triste en
el asunto e hice clic en él. Desde luego no estaba haciendo ningún
progreso en mis propios problemas. Tal vez podría ayudar a alguien más.
Estimada Ella:
Mi mamá no va a respetar mi intimidad, ¡y estoy perdiendo la cabeza!
Es como si ni siquiera pudiera tener un pensamiento sin que ella me haga
frente por este. A veces solo extiende su mano, y se supone que debo darle
mi teléfono para que pueda leer todos mis mensajes. Entonces, el otro día,
me la encontré leyendo mi diario. ¡MI DIARIO! ¿No debería ser eso sagrado?
Es tan injusto. ¿Por qué me compró un diario con una pequeña cerradura en
él si vas a buscar la llave y leerlo de todos modos? Le he preguntado eso y
dice que es por “mi seguridad”, y que si no fuera tan reservada y hablara
más con ella, no estaríamos teniendo este problema.
¿En pocas palabras? Mientras esté en su casa, tengo que obedecer
sus reglas. Mi madrastra es una perra total, así que no puedo mudarme con
mi padre, y no tengo un trabajo, así que no puedo ir a ningún otro sitio.
Además de vivir en la calle, no sé qué más hacer. ¡AYUDA!
Atentamente,
Desesperada.

Reflexioné sobre la cuestión y me puse a escribir. 30

Estimada Desesperada:
Siento tu dolor.
Es difícil cuando alguien no respeta tus límites y se siente como si
tuvieran derecho a meterse en todo tus asuntos, incluso cuando es tu mamá.
Si yo fuera tú, lo discutiría con ella. Exponle tu opinión clara y explícale lo
mal que te está haciendo sentir. Tal vez así ella tendrá una pista de cuál es
la causa de la fricción entre las dos, y si no se mete en tus asuntos, estarías
más dispuesta a hablar con ella y pasar más tiempo juntas.
Por siempre Tuya,
Ella.

Golpeé enviar casi desafiante. Mac Finnegan no me detendría de


hacer algo que me gustaba. Por no mencionar que era un buen Concejo.
Sintiéndome bien y un poco mejor de manera general, cerré el correo
electrónico y navegué por la red por un rato, buscando en Google las
respuestas a las preguntas más urgentes de la vida como: ¿Las tortugas
tienen vaginas? Y ¿Qué es una arpillera? Debo de haber caído en un
extraño trance, inducida por datos, porque parecía que sólo habían pasado
unos minutos cuando se produjo un golpe en la puerta, pero ya estaba
oscureciendo afuera.
Mamá se paró en la puerta durante un largo rato. Las sombras bajo
sus ojos eran aún más profundas de lo que habían sido antes, y me tragué
la culpa.
—Bink está aquí. —Se dio la vuelta para irse.
—Gracias, mamá —dije en voz baja. Me senté y me alisé el pelo con
la mano.
—Te ves como la mierda —observó Bink cuando entró en la
habitación.
—Vaya, gracias. Tú también te ves genial.
Sonrió y se movió a mi escritorio, cruzanso su cuerpo gigante en la
silla giratoria.
—¿Estás segura de que estás dispuesta a ayudarme?
—¿En serio? ¿Luzco tan mal? —Puse el ordenador sobre el edredón y
me salí de la cama para pararme frente al espejo de cuerpo entero. Mi
cabello se destacaba en todos los ángulos, como una peluca negra de
susto, y la camisa arrugada ahora lucía una mancha gigante de yogurt
congelado de melocotón al frente y al centro. Agotados y embrujados ojos
verdes me devolvieron la mirada, y parpadeé. —Buen punto. Me voy a
31
lavar la cara. Saca tus notas de la clase y nos pondremos a ello.
Me dirigí por el pasillo hacia el cuarto de baño cuando escuché la
respuesta fúnebre de Bink. —¿Notas? ¿Se supone que debo tener notas?
Debería haber estado molesta, y me reí con desaprobación, pero por
dentro me sentí aliviada. Esto iba a requerir una atención centrada y
horas de trabajo. Exactamente la distracción adicional que necesitaba
después de un día como el de hoy.
A las ocho en punto habíamos pasado penosamente a través del
libro largo e increíblemente aburrido, y habíamos invertido las primeras
cuatro páginas de papel de Bink en él. Me sentía un poco mejor en general
y había decidido no ser alarmista sobre la abuela. Mamá había vivido un
día infernal. Después de una buena noche de sueño, todo sería diferente
para ella. Hablaríamos mañana y llegaríamos a algunas soluciones. Tal vez
podría estudiar en casa para poder ayudar más durante el día. Pasaríamos
esto.
En cuanto a Mac, ahora mismo, aunque enviara su columna a otras
personas, ellos no sabrían que Ella era yo. Sí, seguía siendo un idiota por
faltarle el respeto a mi Concejo, pero por lo menos era la única que sabía
que era mi Concejo el que estaba criticando.
Un suave golpe sonó en la puerta.
—Entra —llamó Bink, alzando la mirada del teclado, donde escribía
su bibliografía con dos dedos.
Mi madre entró con un plato de galletas con chispas de chocolate y
una sonrisa como ofrenda de paz. —Pensé que les vendría bien un
descanso. —Le devolví la sonrisa y puso el plato en mi peinadora, luego se
marchó. Bink y yo dijimos detrás de ella—: Gracias.
Nos sentamos durante unos minutos y comimos en silencio hasta
que tendió él alzó la mano hacia arriba. —Oh, oye, Libby me envió un
mensaje sobre ese tipo en la escuela metiéndose con tu columna. ¿Qué
pasa con eso? ¿Quieres que le patee el culo? —preguntó en torno a la
mejor parte de una galleta masticada.
Partí un pedazo de una y me la metí en la boca, pensando en la
respuesta. ¿Quería que lo hiciera? Por supuesto. Pero esa no era la
manera de resolver el problema.
Si por alguna razón esto no era cosa de una vez, tendría que hablar
de nuevo con Mac, frente a frente, y decirle cómo me sentía. Razonar con
él hasta que entrara en razón y detuviera esto antes de que se saliera de
control. Ciertamente no iba a salir de su camino para hacerme infeliz,
porque eso no tenía sentido. Me negué a permitirme convertirme en una
psicópata paranoica sólo porque habían tirado de la alfombra debajo de
mí. No todo el mundo escondía un terrible secreto. 32
Con eso asentado firmemente en mi mente, me concentré de nuevo
en Bink. —Nop. Vamos a sentarnos y ver cómo resultan las cosas. Espero
que esto fuera sólo por diversión, y él seguirá adelante, hacia otras cosas
más interesantes.
Asintió y se limpió las migas de las manos. —Está bien, ¿pero y si no
lo hace? —Hizo un gesto, atravesando su cuello con una mano. Había un
montón de veces en que era difícil tomar en serio a Bink. Los hoyuelos
normalmente hacían parecer que lo que estaba diciendo había sido
diseñado para encantar a la persona a la que le estaba hablando, y eso lr
quitaba parte del calor a sus amenazas.
Esta no era una de esas veces.
Hablaba muy en serio, y se sentía muy bien tener a alguien a mi
lado en quien confiaba por completo, incluso si no podía ser cien por
ciento honesta con él. La gente en mi esquina eran un bien escaso estos
días. Una imagen de la sonrisa burlona de Mac pasó por mi mente, y la
tensión que por fin había disminuido lo suficiente como para ser
soportable se arrastró de vuelta a mi cuello.
Le ofrecí a Bink una sonrisa tensa. —Si no lo hace, entonces no
tendrá que preocuparse por ello, porque yo misma voy a patear su culo
engreído.
Apuesta por ellos.
3
Traducido por Snowsmily & Sasu.Funes
Corregido por Mel Markham

Al día siguiente me detuve frente a mi casillero, observando el


pedazo blanco de papel sobresaliendo del listón, burlándose de mí como
un niño de cinco años. Lo arranqué por completo, recurriendo a cada
lección de yoga que había sido obligada a tomar, y comencé a leer.

Querida Desesperada:
Estoy seguro de que Ella va a parlotear sobre establecer límites y
33
como deberías sentarte y hablar sobre eso.

Mis ojos se estrecharon en la página. Era extraño como estas eran


casi las frases exactas que yo había usado.

Pero todos sabemos que ha pasado ese punto, ¿sí? Tú mamá no va a


parar porque piensa que está haciendo lo correcto. Y para ser justos, ¿tal
vez tú hayas hecho algunas cosas en el pasado que la hayan hecho perder
su confianza en ti? ¿Quizás necesitas alguien que te mantenga vigilada por
ahora?
Pero, ¡oye!, no estoy aquí para juzgar. El hecho es que estamos aquí
ahora, así que mi Concejo para ti es este: sé más disimulada sobre ello.
Para de escribir en tu diario. En su lugar saca uno de esos cuadernos de
espiral medio usado con pedacitos de papel saliendo de los hoyos y
etiquétalo como ―ciencia‖ o alguna cosa. En caso de que ella decida abrirlo,
la primera parte serán notas del colegio, y te dejará en paz. Solo asegúrate
de colocarlo de vuelta en el mismo lugar cada vez que lo uses, así no lo
notará echado por ahí más que tus otras cosas del colegio.
Problema resuelto,
Él.
¿Así que así era como iba a ser, entonces? Arrugué el papel en mi
mano y traté de lograr que mi cabeza no explotara. Aparentemente, iba a
refutar cada una de mis respuestas. Adorable.
—Oh, diablos —dijo Libby cuando se reunió conmigo y caminamos
hacia el comedor. Su mirada estaba atrapada en los puños blancos a mí
costado con el papel sobresaliendo de él—. ¿De nuevo?
Aclaré la garganta y traté de tranquilizar la orquesta de nervios
creciendo dentro de mí, la cual me hizo desear haberme quedado en casa y
no venir a la escuela. —Sí.
—Yo, uh. —Mordisqueó su labio inferior mientras se colocaba su
largo cabello rubio detrás de una oreja y se acercaba—. Hablé con Leni en
la clase de historia. Tenía una copia impresa de uno de los de ayer. De Él.
Cerré los ojos por un momento y me concentré en mi
respiración. Dentro y fuera. Dentro y fuera. —De acuerdo.
—Ella, uh, dijo que a todos lo que recibían una copia de ―Eso es lo
que Ella dijo‖ también recibían una copia de ―Eso es lo que Él dice‖. —Hizo
una mueca, retrocediendo como si acabara de arrojar un escorpión en el
piso entre nosotras. 34
Encantador. Para colmo de males, oficialmente se había robado mi
título. Y no había, literalmente, algo que pudiera hacer al respecto porque
él sabía quién era y podía delatarme en cualquier momento.
La ira burbujeaba en la superficie, y recordé que este era un
problema primermundista. Había personas que tenían que caminar cinco
kilómetros y cargar cubetas de agua de vuelta a sus pueblos en sus
cabezas si querían beber. Esto era nada en el gran esquema de las cosas.
Ese recordatorio no ayudó, y ahora solo me sentía mal por aquellas
personas en las aldeas. Hice una nota mental de enviar los veinte dólares
que el tío Steve me daría para navidad hacia la Clean Water Found7 y
azoté la puerta de mi casillero para cerrarla.
—¿Qué dijo ella al respecto?
Libby no me miraba a los ojos, y sabía que no me agradaría el resto
de esta conversación, así que elegí no tenerla.
—¿Sabes qué? Ni siquiera importa. Simplemente voy a hacer la mía
y dejarlo hacer la suya. Mucha gente siente que mi columna ayuda, y no
voy a dejarlo intimidarme para que deje de hacer una cosa que me gusta.
—Dirigí el paso hacia la cafetería, escuchando a medias una pequeña
charla mientras avanzábamos. Cuando pasamos un cubo de basura,
arrojé la bola de papel en él. —Entonces, ¿qué toca hoy? ¿Palitos de
pescado o queso a la parrilla?

7 Fundación sin fines de lucro que se encarga a través de campañas a ayudar a las
personas a limpiar y salvar el agua.
Libby parecía entusiasmada por cambiar el tema, y lo tomó como su
señal para cotillear sobre los males de la comida de la cafetería,
sosteniendo su sándwich en el aire como si los Diez Mandamientos
estuvieran grabados en el pan. Cuando llegamos a la línea, compró una
botella de agua para lavar sus hierbas, y yo escogí un pudín, un sobre de
sal con papas fritas avinagradas, y un té helado. Almuerzo de campeones.
—¿No escuchaste lo que dije? Esa cosa te asesinará, Mags. —
Sacudió la cabeza en desaprobación a medida que nos acercamos a la
señora en la caja registradora, quien parpadeó en mi dirección detrás de
unas gafas de fondo de botella.
—Dos dólares y diez centavos —dijo con voz de dos-paquetes-de-
cigarrillos-al-día y extendió una mano. Le entregué el efectivo y luego
sacudí la cabeza hacia Libby mientras salíamos de la línea—. A menos que
sea maldecida o me convierta en una criatura del bosque, jamás comeré
coles. O lechuga. O algo de esa mierda que te gusta comer.
Un chico con el que tenía clase de gimnasia se entrometió con una
sonrisa de suficiencia. —Oye, oye, tranquilízate. Tal vez deberías hablarlo.
Sentarte y resolver tus conflictos. —Levantó su teléfono, iluminado con
una copia de ―Eso es lo que Él dijo‖—. ¿Han leído esto, chicas? Este tipo es 35
graciosísimo. Creo que Ella podría querer colgarlo.
El enojo me picó como millones de pequeñas hormigas. Ahí estaba.
El primer golpe público. Demasiado para soportarlo.
—Lo vi, sí. Él luce como un idiota para mí, pero lo que sea. —Me
encogí como si no tuviera otra preocupación en el mundo—. Y si Libby y yo
estuviéramos en realidad peleando, la mediación habría sido una gran
idea, Cody. Ahora, ¿por qué no tomas tu pequeña leche de chocolate, te
sientas y comes los soldaditos de mermelada y mantequilla de maní que tu
mamá te preparó, uh?
Le di un empujón al pasarlo, a través del resto de los estudiantes
dando vueltas en la cocina, e hice mi camino hacia las mesas. ¿Todo el
mundo me miraba? Probablemente no. La mayoría de la gente ni siquiera
sabía que existía hasta el incidente, que afortunadamente empezaba a caer
en la categoría de ―noticia vieja‖. Pronto sería capaz de volver a los días
más felices cuando probablemente no serían capaz de señalarme entre la
multitud. Que me condenaran si dejaba que Mac lo arruinara con más
atención negativa arrastrándome a una especie de crisis psicótica.
—Hola, chicas.
Bink estaba de pie a nuestro lado, señalando hacia la bandeja
colocada junto a los libros que no había llevado de vuelta a su casillero.
Sonreí, decidida a poner una cara feliz en lugar de dejarle ver mi
miseria y arriesgarme a que le diera un puñetazo a Mac. No es que me
importara si magullara esa bonita cara irlandesa. Simplemente no quería
que Mac contraatacara exponiendo mi identidad. Esto tenía que ser
manejado con cuidado.
—¿Cómo te fue con el ensayo? —pregunté mientras nos sentamos
todos.
Elevó las cejas, extendiendo una mano en el signo universal de
―joder si lo sé‖. —No tendré la nota hasta la próxima semana, pero al
menos lo entregué a tiempo.
Libby desenvolvió el sándwich y luego le dio un mordisco, unos
brotes escaparon de su boca hasta que los metió con la punta de su
lengua.
—¿Realmente arrancaste eso de tu césped camino a la escuela? —
Bink miró boquiabierto, arrugando la nariz con disgusto.
Lo ignoró completamente mientras masticaba. Eso pasaba un
montón. Donde Bink decía algo y Libby lo ignoraba. Yo era una clase de
pegamento para el grupo, y ambos habían confesado sentirse un poco
incómodos cuando no me encontraba allí. En ocasiones me preguntaba si
eso era debido a que se agradaban demasiado el uno al otro o no lo
suficiente. 36
—¿Ocurrió algo con Finnegan? —preguntó Bink con una mirada
depredadora en sus ojos. Parte de mí se preguntaba si él esperaba que
algo hubiera sucedido así tendría una excusa para patear su culo.
—Algo así —respondió Libby antes de que pudiera restarle
importancia. Picoteó la corteza de su pan de cereales varios—. Al parecer
ahora está haciendo una columna en serio.
Él frunció el ceño y asintió antes de atascarse medio perro caliente
en la boca, masticando tal vez dos veces antes de tragar. —Escuché eso
más temprano. Ally me mostró su respuesta a esa chica quejándose de su
madre y su privacidad. —Cerró su puño de manera exagerada alrededor de
su medio litro de leche y me encaró—. No dejes que llegue a ti. Y no olvides
lo que dije. Estaría feliz de encargarme de eso por ti, si es lo que quieres.
—Estoy comenzando a preguntarme si tiene un enamoramiento y
esta es una su manera retrógrada de demostrarlo. —Libby rodó los ojos y
resopló—. Sabes cómo lo hacen los chiquillos en el jardín de infancia,
tirando de tus trenzas y robando tu merienda.
Dudoso. Recordé la mirada en sus ojos en el pasillo el día anterior.
¿Desaprobación? ¿Aversión? Nada bueno, eso era seguro. Y luego se había
transformado más como en la de un gato satisfecho jugando con un ratón
arrinconado. Nada bueno ahí tampoco.
Abrí mis papas pero el aroma grasoso se coló en mi nariz y se quedó
ahí. Por primera vez en la historia consideré el sándwich de Libby como
algo semejante a deseable. Mi estómago estaba en todas las versiones de
jodido hoy y tal vez no había tomado la mejor decisión para almorzar.
Coloqué la bolsa a un lado y me decidí por el té helado. A pesar de
mis esfuerzos para aparentar como que todo iba bien, mis amigos debieron
haber estado conscientes de mi humor porque cambiaron el tema y
pasaron el resto del período parloteando entre ellos. Fue un alivio cuando
la campana sonó y salté de mi asiento.
A medida que caminaba fuera del comedor, vi a Mac alejarse una
docena de metros delante de mí. Brevemente, fantaseé sobre arrojarle mi
pudín sin comer a la cabeza, pero me mantuve fuerte.
Como mi mamá siempre decía, el tiempo sana la mayoría de las
heridas, y pronto esta no sería nada más que un recuerdo. Todo el asunto
de la columna se esfumaría en cualquier momento. Era difícil
comprometerme a hacer alguna cosa semana tras semana, y la mayoría de
los chicos de la secundaria tenían el grado de atención de un mosquito.
Mac se aburriría lo suficientemente pronto. Solo tenía que esperar a que
sucediera antes de que lo asesinara.
Caminé hacia el salón de arte en el segundo piso y la tensión se
acumuló en mis músculos, haciendo que mi cráneo completo palpitara. No 37
era que fuera anti-arte o algo. Simplemente era anti-cretino, y esta era una
de las dos clases que compartía con Mac. Brevemente entretuve la fantasía
de saltármela, pero arte definitivamente no era mí punto fuerte, y esta
semana estábamos trabajando en decoupage, lo que incluso un mono,
entrenado o no, podía hacer. No iba perder una A fácil —la cual
encaminaría mi calificación a una sólida D+— por un chico que había
hecho más que suficiente para quebrantar mi vida.
Inhalé aire y lo dejé salir suave y lentamente, tratando de calmarme,
y a todas esas células molestas y necesitadas discutiendo, buscando una
vía de escape. Gracioso, había pensado que había sido malo cuando el
cambio se inició, pero últimamente se volvía insoportable, y las payasadas
recientes de Mac lo hacían incluso peor.
—Oye, Maggie, ¿irás al juego este fin de semana? —Summer Bochino
pasó junto a mí a travesando al puerta.
Um, sí, sobre el juego. Completamente desearía poder ir. Pero haré
algo menos horrible. Como raspar los carbunclos de los pies de mi tía Lucy.
—No lo creo. —¿Qué diría alguien normal, con una vida estándar y
típicas preocupaciones adolescentes?—. Tengo otros planes. Centro
comercial y cosas. Pero… um, ¡Vamos Patos! —Agité el puño en el aire
medio entusiasmada y sonreí.
Entornó los ojos en mi dirección y negó con la cabeza en confusión.
—¿Quieres decir Águilas?
Escuché una risita masculina baja detrás de mí, y mis hombros se
tensaron con enojo, incluso cuando un hormigueo de conocimiento se
apoderaba de mí. Genial. Tanto para mi pequeña esperanza de que,
después de nuestro pequeño enfrentamiento en el pasillo ayer, Mac
hubiera decidido que su A+ podía resistir el golpe de saltarse una clase
para darnos a ambos un poco de tiempo para calmarnos.
—Sí, ellos también —murmuré.
Summer era lo suficientemente agradable, solo que yo no tenía nada
en común con ella, y tratar de fingir que lo tenía tomaría una cantidad de
energía que no tenía a mi disposición en este momento.
Sin embargo, ella se encogió de hombros, y me regaló una sonrisa
deslumbrante antes de escoger su camino hacia una larga mesa técnica de
formica.
—¿Vamos Patos? —dijo Mac, en un tono más seco que los codos de
Hortense.
Tiré mi mochila en la mesa más cercana, me di la vuelta y lo miré,
enfurecida por la reacción de mi cuerpo hacia él, por sus palabras. —
Retrocede, Finnegan. No sé qué he hecho para merecer tanta atención de 38
ti, pero si pudieras hacérmelo saber, prometo que voy a dejar de hacerlo
inmediatamente.
Su mirada gris viajó desde la parte superior de mi cabeza hasta los
dedos de mis pies, y la piel de mis brazos se erizó. —No puedo evitarlo.
Sólo que ves tan bien en tus camisetas y zapatillas de deporte, que no
puedo evitarlo.
La burla hizo que mi estómago ardiera, pero no iba a dejarlo sacar lo
mejor de mí de nuevo. Levanté los brazos como diciendo ―mira tú‖ y sonreí,
pero la réplica ingeniosa en mis labios desapareció cuando su mirada se
disparó a la franja de mi abdomen que mi movimiento había dejado al
desnudo y permaneció allí.
En un instante, la burla se esfumó y la sonrisa arrogante que había
volcado en sus labios desapareció. Su mirada se disparó de nuevo arriba y
pasó una mano agitada por su pelo. Una emoción secreta me hizo
estremecer, y me miró, bajando los brazos. ¿A quién le importaba lo que
dijo? Debería estar feliz porque no le gustara mi ropa.
Así que pon la otra mejilla, estúpida y aléjate, la parte racional me
aconsejó sabiamente.
Y entonces, justo en sus talones. ¿La parte irracional? Deseo.
Presioné duramente para aplastar la energía que giraba en mí,
luchando por salir. Una brizna de poder escapó a pesar de mis mejores
esfuerzos, y el aire delante de mí crujió. Me miró, lo miré, y ladeó su
cabeza hacia un lado de manera inquisitiva.
Me congelé, esperando para ver si lo notaba. El crujido había sido
muy ligero, como el impacto cuando dos personas se tocan después de
frotar sus pies en la alfombra una y otra vez, pero estaba ahí. No tenía
explicación alguna para darle aparte de la verdad, y las probabilidades de
que eso sucediera eran tan buenas como Hortense invitándome a cenar
alguna vez.
Por suerte para mí, el Sr. Foster había entrado en el momento
oportuno, y llegó a toda marcha, con ojos desorbitados, chaleco marrón y
la perpetua mancha blanca de café en el borde de su camisa, luciendo
como si acabara de ser sacado de una reunión de súper villanos donde
discutían si implementar los nanobots o no.
Mac y yo lentamente nos alejamos el uno del otro, nunca rompiendo
el contacto visual, como boxeadores al final de una ronda. Mis rodillas
golpearon la parte posterior de mi silla y me senté con un golpe seco, mi
corazón tartamudeando cuando finalmente apartó la mirada.
—Buenas tardes, clase —dijo el Sr. Foster, ajuntando su gruesas
gafas redondas—. Vamos a pasar nuestro período, terminando el proyecto
de decoupage, así que por qué no se ponen directo a ello. Estaré en mi
escritorio calificando papeles. —Lo que todos conocíamos que era un 39
código para beber whiskey de un tarro de café, y comentar en blogs
comunistas. Se movió hasta la esquina que ocupaba la mesa a la cual
llamaba escritorio—. Así que siéntanse libres de venir a preguntar si tienen
un problema.
Me agradaba el Sr. Foster, simplemente pensaba que lo habría hecho
mejor si los setentas hubieran durado más. Estaba feliz de hacer lo que
indicó y ponerme a trabajar. Mientras más rápido me instalara y me
concentrara en tratar de hacer algo de arte, más rápido sería capaz de
ignorar a Mac.
No perdí tiempo, mirando sobre la encimera de nuevo llena de
proyectos a medio terminar, fácilmente vi mi caja de música de madera
parcialmente cubierta. Sorprendentemente, no fue la peor —aunque, para
ser honesta, en decoupage todo es bastante malo. Tomé el mío de la pila.
Cruzando la habitación, miré todas las mesas para ver dónde Mac había
colgado su mochila, y lo vi descansando cerca de Summer, así que hice
una línea recta para la mesa más alejada de la suya.
Una cosa que podía decir sobre el arte era que podría haber sido
mala en ello, pero era realmente muy calmante a veces. Terapéutico.
Los primeros treinta minutos de clase pasaron volando mientras
cortaba, aplastaba y alisaba. Trabajo mecánico, y mi cerebro necesitaba
tanto el descanso. Me trabajé en una especie de meditación, donde mis
dedos se movían por voluntad propia. El zumbido sordo de charla
tranquila, el olor a pegamento, barniz y papel de revista.
Busqué otro recorte y me di cuenta con un sobresalto que me había
quedado sin más. Iba a tener que caminar junto a Mac para conseguir
más. Consideré no hacerlo, pero con otros veinte minutos para el final del
período, no tuve otra opción.
Colocándome de pie, híper consciente de mi sosa camisa y mis
vaqueros de botones, fui por algunos recortes, agresivamente ignorando a
mi nuevo enemigo autoproclamado. P: ¿Cuándo me había vuelto
consciente sobre mi apariencia? R: Ayer. Antes de eso, había sido toda
sobre vestirme primero por comodidad, y segundo, por la mínima
insinuación aerodinámica, un estilo sin complicaciones. Vivía en vaqueros
combinados con camisetas de manga larga en invierno, y pantalones
cortos y camisetas en el verano, pero incluso aquellos me hacían sentir un
poco simple últimamente. Contrariamente a los comentarios sarcásticos de
Finnegan, se veían bien. Fin de la historia. Cómo que se traducía eso en
un comentario digno de armario, estaba más allá de mí.
Empujé mis nervios a un lado y me detuve, cruzando la habitación,
decidida a no ocultarme en la esquina porque me había hecho sentir
insegura. De hecho, a mitad de camino, agregué un pequeño giro a mi
paso solo en caso de que estuviera mirando, solo por joderlo.
40
Cuando llegué a la mesa con todos los recortes decorativos y las
revistas, noté que Summer se encontraba de pie junto a mí en el lavabo.
Se quitó su anillo y lo colocó junto al cuenco mientras hacía expresiones
―asqueadas‖ y trataba de restregar el pegamento de sus manos. Toda la
calma que había construido del Zen-decoupage se evaporó debajo del calor
de la necesidad mientras mi mirada se movía rápidamente sin ser invitada,
de vuelta hacia el pequeño montón de joyería situado a la esquina a su
lado. Hice un inventario rápidamente —una pequeña aguamarina rodeada
por pequeños diamantes, un anillo liso plateado con la silueta de martillos
cruzados en él, y un anillo clásico. Fue lo último lo que hizo que mi
corazón se acelerara y mis palmas hormiguearan de una forma demasiado
familiar.
Lo deseaba.
Cerré los ojos y me concentré en mi respiración, pero el atractivo era
tan fuerte, que mis rodillas casi flaquearon.
Lo deseaba.
Mis paárpados se abrieron rápidamente y la necesidad de luchar con
ello —la punzada de conciencia que siempre llegaba primero— se disipó.
Después de días de batallar internamente conmigo por control, todo se
volvió demasiado, y quería… necesitaba esto. Estaba en completo modo de
cazadora. Un depredador de pies a cabeza, y no había lugar para la culpa.
Por ahora.
Me sentiría enferma después, pero era mejor que lo que pasaría si no
satisfacía la necesidad. Mucho mejor.
El Sr. Foster habló, pero sus palabras no se registraron sobre el
zumbido eufórico en mi cabeza. Observé mientras Summer palmeaba sus
manos secas en las toallas de papel industrial marrón, había rasgado el
royo y hablaba con una amiga en la mesa detrás de ella.
Aléjate. Aléjate
El cántico, que comenzó como una súplica mental dirigido a
Summer, se transformó en un comando. Un comando del cerebro del peor
hipnotizador del mundo. El color me sorprendió cuando lo hizo. Summer
Bochino se alejó, charlando con sus compañeros de mesa, su pequeño
montón de tesoros olvidados. Me mojé los labios, repentinamente secos
como papel de lija, y traté de mantener la calma. Para pensar con claridad,
pero se perdió en la necesidad.
Hice de cuenta que rebuscaba en las revistas y fotos en frente de mí,
parando de vez en cuando como si hubiera encontrado algo que estaba
considerando, pero la encimera era un punto ciego. Esperaba mi
momento.
41
Era un gran riesgo. Podía darse cuenta de su error en cualquier
segundo y mi oportunidad se perdería. El pensamiento de eso casi me hizo
tirar a un lado la precaución y saltar hacia el lavabo como Sméagol8 tras
su preciosssoo, pero ningún bien saldría de eso y mis posibilidades de
conseguir lo que necesitaba desaparecerían. Otro minuto pasó y nadie más
se acercó al lavabo.
Ahora.
Con el corazón desbocado, puse los papeles a un lado, aferrando un
pequeño fajo en mi mano temblorosa. Me aclaré la garganta para aliviar la
sensación de asfixia y me deslicé de manera casual al lavabo. Una vez que
llegué allí, estaba casi mareada. Fuera de peligro, realmente. Porque esta
parte se me daba bien. Cuando uno toma las cosas que no son suyas
regularmente, se vuelve muy bueno en eso bastante rápido. Y después de
meses de lo que yo había llamado de manera tan creativa ―recolección‖,
creo que podría dar a Artful Dodger9 una carrera por su dinero.
Fue hecho en un instante. Un segundo, tres anillos de diamantes
reposaban en la formica. Al siguiente, solo dos.

8 Sméagol: Personaje de ―El Hobbit‖ y ―El Señor de los Anillos‖. Estaba obsesionado con el
anillo mágico en el que se centra la trama del segundo libro. Fue creado por J.R.R
Tolkien.
9 Aftul Dodger: personaje de la novela de Charles Dickens, Oliver Twist. Dodger es un

ratero, llamada así por su habilidad y astucia en este sentido. Él es el líder de la banda de
niños delincuentes, formados por ancianos Fagin
La euforia que sentí cuando lo agarré fue lo más parecido que había
sentido a la alegría desde que el cambio había comenzado. La banda de oro
quemaba contra mi cadera, un ser vivo en mi bolsillo, y el poder de eso me
sacudió. Cerré los ojos y dejé que me llenara hasta el borde. Voces
penetraron mi sentimiento de placer, y me di cuenta de que necesitaba
empezar a moverme. Me escabullí por donde había llegado y me senté en
mi asiento.
Yo todavía esperaba que mi pulso se tranquilizara cuando una
sombra cayó a través de la mesa.
—Entonces, ¿tienes todo lo que necesitas, Magpie?
No debería haberme preocupado por mi pulso latiendo demasiado
rápido, porque esas palabras —dichas en la cadencia musical de Irlanda—
hicieron que me detuviera por completo. Claro, él podría estar
comprobando por arriba mi proyecto, y si había conseguido suficientes
recortes para agregarle. Y, por supuesto, podría estar simplemente
rompiendo las pelotas para mierdas y risitas. Pero él me había llamado
Magpie. No Maggie, o incluso Mags o Raynard. ¿Pero Urraca10? ¿Qué
demonios? Un tipo de ave, pensé...
Me encogí de hombros sin comprometerme y me centré tanto en mi 42
proyecto que podía sentir un vena latiendo en mi frente. Se quedó allí
durante lo que pareció un minuto completo antes de que finalmente se
diera la vuelta y se alejara. En el segundo en que lo hizo, saqué mi teléfono
y miré debajo de la mesa. Golpeé las letras en Google y esperé mientras
cargaba. Por favor, por el amor de todo lo sagrado, no dejes que lo haya
visto…
La palabra apareció con una lista de definiciones, pero mis ojos
fueron inmediatamente atraídos por la única que importaba.
Urraca: S. Un pájaro blanco y negro de la familia de los cuervos. Hace
un nido grande y redondo de ramitas cementadas con barro y es conocido
por ser atraído por pequeños objetos brillantes.
La habitación giró, y resistí el impulso de agacharme y poner la
cabeza entre mis rodillas para hacer que se detuviera. Fue sólo la idea de
renunciar a mi nuevo premio lo que hizo que me levantara y me sentara
recta estirando el cuello para que pudiera mirar su perfil. Él fingía estar
absorto en su trabajo, y me di la vuelta.
Así que él sabía. Bien. Podía manejar esto. Una cosa más que añadir
a la creciente pila de cosas que tenía sobre mí. De cualquier manera, no
afrontaría esa mierda, y estoy segura de que no iba a devolver el anillo.
Hubiera sido más fácil cortarme un dedo y, muy posiblemente, mucho
menos destructivo. Si quería acusarme, tendría que venir directo y hacerlo.

10 Magpie: Urraca.
Si me expulsaban, o peor, arrestaban, saldría con un tirón de orejas. Esto
era sólo una razón más para hablar con mamá sobre educación en el
hogar. En casa y sola era probablemente donde pertenecía.
Esperé en un silencio nauseabundo mientras los minutos pasaban,
pero aun así no hubo otro asomo de Mac. Quería hundirme de alivio
incluso si era prematuro. Tal vez esquivé otra bala, pero en el medio de
esta guerra de mierda de la que no sabía el origen, eso no decía mucho.
Una cosa era segura: Mac no había terminado conmigo.
Solo deseaba saber cuál era su final. La teoría de Libby sobre los
niños pequeños tirando de las coletas era una pequeña posibilidad, pero a
pesar de mi odio hacia él, era lo menos terrible, incluso si complicara las
cosas. La otra alternativa —que este hombre hubiera venido a por mí y yo
estuviera justo en el medio de una mala película de venganza y no tenía
idea de cuáles eran mis líneas— significaba que las cosas iban a ponerse
de cabeza pronto, y eso no iba a ser bonito.
Él sabía que era Ella y ahora sabía que era una ladrona. Me
estremecí al pensar en qué otros secretos tendría que renunciar antes de
que detuviera su ataque. La idea era escalofriante.
43
¿Y todavía? ¿A pesar de todo? Mi premio quemaba. Hormigueaba.
Pulsando con una energía curiosa y adictiva que no podía ser atenuada
por mi casi falla.
—¡Oh dios mío, mi anillo!
Me estremecí por el grito consternado de Summer, y mi estómago se
volvió agrio. Esperaba que quizás pudiéramos salir de clase antes de que
ella se diera cuenta, pero últimamente mi suerte había sido casi tan buena
como una canción de Kim Kardashian.
—¿Problemas, Summer? —El Sr. Foster se quedó detrás de su
―escritorio‖ y frunció el ceño.
—Me quité mis anillos para lavarme las manos y olvidé ponérmelos
de vuelta, y ahora uno de ellos ha desaparecido. —Se agachó y empezó a
buscar en el suelo. El Sr. Foster rodeó la mesa y se unió a ella, varios
compañeros siguieron su ejemplo.
Mantuve los ojos en mi decoupage, e incluso puede que haya emitido
un murmullo de consternación, pero no me moví para ayudar. Era
demasiado hipócrita, incluso para mí. Pero eso no significaba que no me
sintiera mal. Me sentía muy mal. Como súper mal. Y una parte de mí,
aunque fuera la más débil, quiso ponerse de pie, sacar el anillo de mi
bolsillo, y dárselo. Pero simplemente no podía. En ese momento necesitaba
ese anillo como Katniss necesitaba un patrocinador.
—¿Crees que podría haber caído por el desagüe? —preguntó Mac,
cruzando los brazos y entrecerrando los ojos con fingida preocupación.
Mi mirada se disparó a su cara, pero su expresión estaba en blanco.
¿Tirar una pista falsa para mí? ¿A qué jugaba ahora?
—Tal vez. —Summer se encogió de hombros, y el perfecto arco de su
boca tembló un poco—. Pero ese era el anillo de graduación de Alex, que
me dejó usar cuando empezamos a salir.
Eso fue lo que le dio el poder, lo hizo especial, y, por defecto,
irresistible para mí. Era un símbolo de amor, probablemente la primera
vez fue de los padres de Alex para él, y luego de él para Summer. Mi
estómago se lanzó otra vez, pero se mantuvo firme. Lo que había hecho era
horrible. Repugnante. Verdaderamente terrible. ¿Y que podría hacer si
tuviera que devolverlo? Hacerlo se parecería a un día en la maldita playa.
Así que seguí con los labios comprimidos y esperando en silencio.
Cuando sonó la campana un minuto más tarde, me levanté de mi
asiento como si estuviera en llamas. Viernes. Un par de clases más que
atravesar y estaría fuera de aquí por dos benditos días. Eso era todo lo que
necesitaba, un poco de tiempo para recuperarme, reagruparme y volver a
evaluar. Podía manejar a Mac Finnegan tan pronto como lograra
recomponerme.
Metí la caja de música en el mostrador con el resto y salí casi 44
corriendo del salón de clases. Summer, el Sr. Foster, y un par de
estudiantes se quedaron atrás, todavía buscando el anillo, pero Mac no fue
uno de ellos.
—Tu y yo necesitamos hablar —murmuró mientras se acercaba,
haciendo coincidir su paso con el mío. Yo no me encontraba en
condiciones de discutir, al menos no tanto, así que me decidí por el
silencio.
—Pronto —presionó —. ¿Qué tal esta noche?
Negué con la cabeza. —No puedo. Voy al cine esta noche. —Ambos
sabíamos que él tenía todas las cartas, y si hubiera querido, podría
haberme dicho que mis planes ahora estaban cancelados, pero no lo hizo.
Me miró largo y duro, sus ojos planos.
—Bien. Entonces, mañana. ¿Alrededor de las tres?
Sabía que me estaba presionando, pero negué con la cabeza otra vez.
—Tengo una cita fija todos los sábados por la tarde. Tendrá que ser en otra
ocasión. —Mi última clase se hallaba doblando la próxima intersección de
pasillos diez metros adelante. La miré como una mujer que se ahoga se
queda mirando un bote salvavidas, deseando estar más cerca.
—Domingo, entonces. Al mediodía, en el parque cerca de nuestras
casas —dijo en un tono cortante—. No llegues tarde.
Había hecho eso conmigo, y esta vez no era una petición. Su
significado era claro. Tenía que estar allí o de lo contrario sufriría las
consecuencias, cualesquiera que fueran. Una parte de mí casi lo tocó
entonces, sólo para ver si podía obtener al menos una pizca de algo suyo.
Un recuerdo pequeño que pudiera darme una pista de lo que buscaba, y
por qué había elegido meterse conmigo. Entonces me acordé de que yo era
totalmente incapaz de hacer eso sin que una tormenta de mierda se
cerniera de golpe sobre mí, y había prometido que nunca volvería a
intentarlo. Una vez que la bestia saliera, no tenía la capacidad o el control
para detenerla. Todo eso había sido confirmado después del incidente con
Eric.
La culpa se clavó en mí con fuerza, y amplié la distancia entre Mac y
yo, desesperada por escapar. —Bien. —Llegamos a la intersección y me
desvié, apenas capaz de contenerme de empezar a correr. Él no me siguió,
gracias a Dios.
Agitada, me pasé la mano por la cara y traté de pensar. Mac
Finnegan ya había decidido que sentía un gran odio por mí, y fui y le di la
munición suficiente para hacer mi de vida una pesadilla, y todo porque no
pude mantener mis dedos pegajosos para mí misma. Jodidamente no
inteligente. Me tambaleé hasta detenerme frente a mi taquilla y me apoyé
en ella, golpeándome la cabeza suavemente una vez, dos veces.
45
Jesús, ¿qué iba a hacer ahora?
4
Traducido por ElyCasdel & Valen Drtner
Corregio por Tsuki

Cuando llegué a casa esa tarde, a pesar de mi estrés, no pude


esperar para escapar a mi habitación y darle un mejor vistazo a mi tesoro.
Era como si, con todo el drama sucediendo, más que nunca necesitara un
subidón.
Es como me sentía también. Como me imaginaba que un adicto a las
metanfetaminas se sentía cuando finalmente terminaba un largo tiempo de
rehabilitación forzosa. Temblorosa, inestable, como si tuviera bichos
caminándome por la piel. Pero cuando entré a casa, después de lanzar un
46
saludo rápido a Bink en su auto, sabía que debía esperar. Mi mamá se
sentó a la mesa de la cocina con un montón de papeles regados frente a
ella, leyendo con sus gafas de lectura sobre la nariz.
—Ven y siéntate. Necesito hablarte.
No había disculpa en su voz esta vez. Estaba siendo directa, y
parecía como si se estuviera preparando para una pelea. Lo que fuera que
decidiera no era bueno, y todo de lo que estaba segura era que no quería
saberlo. Salí de la cocina, tomando un plátano de la canasta de frutas
cuando lo pasé.
—Lo siento, tengo algo que hacer de la escuela, y luego Bink, Libby y
yo vamos a ir al cine más tarde. Podemos hablar mañana.
—Siéntate, Maggie. —Su voz sonó como un látigo.
Me detuve en mi camino y sacudí la cabeza. —No puedo hacer esto
justo ahora, mamá. Por favor. Mi cabeza es un desastre.
Su cara estaba repleta de determinación. Su mandíbula apretada,
sus labios fruncidos. —No va a ser fácil no importa cuando lo hagamos,
pero necesita ser hecho. Estoy mirando estos asilos de ancianos para
abuela. Si quieres ser parte del proceso, y ayudarme a decidir cuál sería el
mejor, entonces siéntate.
Mis sentimientos se hincharon por enésima vez en dos días, cerré los
ojos y me imaginé mi lugar feliz. Una playa con arena blanca… bebidas
ácidas con sombrillas.
—Siéntate —soltó mamá.
La imagen se desvanecía mientras regresaba a la cocina y me senté,
furiosamente frotando el anillo en mi bolsillo por fuerza. —Mira, sé que te
parece muy importante esto, pero en serio pienso que necesitamos
pensarlo más. Quizá muchos días...
—Pasó de nuevo esta mañana. —Su expresión era grave, las
palabras eran rígidas como granizo en el asfalto—. Se está poniendo peor y
peor en los últimos seis meses, y yo trato de protegerte de eso, pero
necesitas saber la verdad. No hemos tenido un buen día en semanas, y los
días malos se están acumulando uno tras otro. El tiempo es ahora, antes
de que sea demasiado tarde y ellos no puedan hacer nada.
Me mordí el labio para evitar que temblara mientras mi corazón se
hundía.
Dio golpecitos con el dedo sobre la mesa de nogal, haciéndome señas
para que volteara, y yo miré hacia los volantes regados por ahí. Shady
Maple Pond, anunciaba un folleto en letras púrpura oscuro. La casa en sí
era agradable, un gran edificio que parecía más como estar en Georgia que
en New Hampshire. Un gran porche serpenteaba alrededor de la parte
frontal, envolviendo el edificio amarillo mantequilla por todos sus lados 47
visibles. Leí las estadísticas sobre la limpieza y la satisfacción de los
familiares del paciente, que demostraban gran éxito. Aparentemente,
tenían diferentes alas para diferentes niveles de cuidado. Estaba la
Hibiscus, la Daffodil, y Geranioum. Cada una de alegres colores brillantes.
De manera general lucía como un lugar lo suficientemente lindo, cuanto
más lejos estaban los lugares donde la gente dejaba a sus seres queridos,
nadie quería ir.
Mamá hojeó el montón y sacó otra hoja de la parte superior. Sillow
Glenn. ¿Qué coño con estos nombres? ¿Pensaron que engañaban a
alguien? Cuando sea vieja, tengo que encontrar un lugar que no se ande
con rodeos. Un lugar llamado ―Mansión de me acabo de cagar‖ y tengo que
quedarme en el ala ―Comiendo por una Pajilla‖. Verdad en la publicidad.
—Esta es la instalación que más me gusta. Es la más cercana a
casa, como a doce kilómetros, y tiene también la mejor división de
cuidados intensivos.
Mi estómago se estrechó mientras miraba el edificio gris de piedra, e
intentaba imaginarme yendo ahí, visitando a abuela, y alejándome sin ella.
¿Tomaría su chaqueta e intentaría venir con nosotras? ¿Qué si teníamos
que decirle cada vez que no podía? ¿Y qué si, cuando no estuviéramos
cerca, las enfermeras fueran rudas con ella? Su piel era frágil, se
lastimaba si siquiera rodaba sobre el control remoto. Mis ojos se
inundaron, y una gran lágrima cayó sobre el papel frente a mí.
—Por favor, no llores, Mags. No puedo soportarlo —susurró mamá,
lo último de sus colores se drenó de sus mejillas.
Resoplé fuertemente, tratando de contener todo, pero no sería
contenido. Un segundo después, la presa se rompió, y estaba sollozando
incontrolablemente, horribles, desgarradores sollozos que lastimaban mi
garganta.
—¿Q-Qué si no puede dormir en las noches y necesita algo de leche
tibia pero nadie lo sabe? ¿O si tiene frío y no puede recordar decirles? ¿Y si
se despierta por un mal sueño, asustada y sola, y no sabe dónde está? ¿Y
si a nadie le importa si vive o muere?
Era todo un desastre roto de temores, miedo, súplicas y lloriqueo, y
no pasó mucho tiempo antes de que mamá se uniera. Se levantó y me
acercó lo suficiente para que pudiera enterrar mi cara contra su estómago.
Mis lágrimas mojaron su blusa y lloramos así por un largo tiempo. Seguía
enojada con ella, pero era difícil decírselo a alguien que está por los suelos,
incluso para mí. Cuando finalmente la tuve cerca lo suficiente para
alejarme, la miré.
—Prométeme algo.
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Dio una sacudida apenas perceptible a su cabeza. No podía hacer
una promesa que no tuviera la esperanza de mantener. Lo sabía, pero era
como un perro rabioso con un hueso. La haría hacer cualquier cosa, y por
todos los medios, para que enfrentara las consecuencias de romperla.
Luego, por lo menos las dos nos sentiríamos como mierda. Podían empezar
a pulir el premio de la Hija del Año desde ahora.
—¿Qué es?
—Démosle un mes. Es el tiempo suficiente para que se asiente y
trabaje con sus torceduras, se acostumbre a las personas y esas cosas. —
Tomé su mano y la apreté, sintiéndome como una niña de cinco años
atrapada en el cuerpo de una de dieciséis—. Si está demasiado triste, si se
pone peor, la traemos a casa.
Mamá se puso rígida e intentó alejar su mano, pero yo la apreté.
—Dejaré Crestwood y puedes educarme en casa. Tomaremos turnos
y podremos hacerlo juntas. Nunca estará sola. —Necesitaba demasiado
esto. No podía dar mi aprobación sin ello. Debió sentirlo, porque
finalmente asintió, sus ojos se inundaron con aprehensión.
Mi cuerpo entero se debilitó con alivio y apreté los ojos.
—Pero esa no es la forma en la que se supone que debe ser, ya
sabes. Eres una niña; nosotros somos los adultos. Se supone que nosotros
nos sacrifiquemos por ti, no al revés. Tu último año está por llegar. No
quiero que te pierdas un solo minuto de ello.
—No me importa. Si pienso que está herida, o triste, o sola, no seré
capaz de disfrutar de cualquier manera. Promételo.
Se detuvo por un largo momento y luego murmuró: —De acuerdo, lo
prometo.
Resistí la urgencia de desenterrar una daga y un pergamino para
hacer un juramento de sangre o algo, porque por lo que sé, ella me estaba
dando curvas de nuevo. Pero la verdad era que no importaba. Iba a agarrar
la tranquilidad con las dos manos, porque era el salvavidas que necesitaba
para pasar el día. Este horrible y seriamente estropeado día.
Había habido muchos como esos últimamente. Pensé de nuevo en el
día en que todo comenzó, y me recordé pensando:‖Bueno, por lo menos no
se puede poner peor”. Qué linda era. Qué linda, y desilusionada, y
jodidamente arrogante en pensar eso. Siempre puede ponerse peor, y
finalmente me había dado cuenta de que ese camino en el que estaba era
una espiral descendente. Solo debía encontrar cómo sobrevivir hasta que
llegara el final, si eso era posible.
Así que tomé la promesa de mi madre y la escondí en mi corazón
como otro pequeño tesoro robado, a pesar de saber que no era digno del
aliento que le tomó decirlo. Miénteme, casi le rogué. 49
¿Y qué me hizo eso?
Me puse de pie y arrojé el plátano de regreso en la canasta. —El que
sea que te guste está bien, entonces. ¿Qué tan pronto estamos hablando?
Sacudió la cabeza y tragó. —Tomará por lo menos un mes hacer el
papeleo y cuestiones del seguro que se haga cargo. Tal vez más.
Un mes. Eso estaba bien. Mucho podía cambiar en un mes.
Asentí, la tensión que tenía en mis sienes latiendo finalmente
comenzó a disolverse. —Está bien, una vez que haga esto. Bajaré y le daré
de cenar antes de irme, así puedes tomar una siesta si quieres, o correr a
la tienda.
Acarició mi mejilla y me dio una sonrisa temblorosa antes de
empujar sus gafas hasta arriba en el puente de su nariz. —Eres tan fuerte,
Mags. Como tu papá.
Odiaba cuando decía eso. Mi papá era dulce, amable y normal. Era
la piedra que mantenía al resto de mi loca familia junta. Para nada como
yo, pero lo dejé pasar.
Cuando dejé la habitación, deslicé la mano en mi bolsillo, dejando
que el tibio círculo de oro me confortara con su poder. Al momento en que
llegué a mi habitación, estaba de regreso en mi estado, totalmente
Sméagol, la necesidad de sentarme y disfrutar de la energía era más fuerte
que mi tristeza, más fuerte que mi preocupación, y mucho más fuerte que
mi culpa.
Saqué el anillo y lo puse en mi vestidor, arrastrando la pequeña silla
roja para poder sentarme cerca. La piedra en el centro era azul oscuro,
probablemente la piedra del nacimiento de Alex. Tal vez su color favorito.
La tomé y tracé el año grabado alrededor de la piedra preciosa con la
punta del dedo, cerrando los ojos ante la urgencia que me recorrió.
Permanecí así por mucho tiempo. Lo suficiente para que mis nalgas se
entumecieran. Lo suficiente para que mi pie se durmiera. Y para el
momento en que la luz de afuera comenzó a desvanecerse, mi estómago
gruñó, me sentí mejor. Sana. Centrada.
Recogiendo el anillo, me dirigí a la puerta para sacar la caja donde
planeaba guardarlo, pero algo me detuvo. Tal vez debería cargarlo solo un
poco más. Eso estaría bien. Lo puse de regreso en mi bolsillo y miré
alrededor en la oscura sala. Bink y Libby deberían estar aquí a las siete, y
aún necesitaba estar lista para alimentar a abuela.
Encendí la lámpara de escritorio y gruñí cuando noté que la
montaña de ropa para lavar, en la esquina, se había esparcido para ocupar
una cuarta parte de la habitación. Había olvidado por completo meter algo
a la lavadora, e iba a tener que salir con la ropa que había usado para la
escuela. Me rehusaba a pensar porqué la idea me molestaba ahora. Ni si
quiera le había dado un segundo pensamiento esa mañana cuando me
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vestí. Como sea. Cientos de chicas vestidas como yo, y lo que yo usara no
era de la incumbencia de Mac Finnegan. Me peiné el revoltoso cabello, me
lavé los dientes, y luego bajé las escaleras trotando.
—Aquí estoy —llamé a mamá, a quien podía escuchar haciendo
ruido por su oficina al final del pasillo.
—Está bien, voy rápido a Carlino‘s a traer algunos comestibles.
Regreso en menos de una hora.
Fui a la cocina y junté la comida de abuela, luego fui a la sala donde
estaba ella sentada en el reclinable, envuelta en una capa de mantas con
una película en blanco y negro a todo volumen de fondo. Agarré el control
remoto y la apagué. —Oye, abuela —susurré suavemente, sin estar segura
de si estaba dormida o despierta. Levantó la mirada y me dio una amplia
sonrisa.
—Estoy viendo Boggie and Bacall11. ¿Qué cosa, mariposa?
Bajé el tazón de sopa de pollo y la pieza de pan blanco de
mantequilla y sonreí, sintiéndome mejor de lo que lo había hecho todo el
día. Qué cosa, mariposa. Eso estaba muy bien. Mucho mejor de lo que
había esperado desde la amenaza de mamá y el reporte del día. Tal vez
estaba recuperándose y…

11 Se refiere a Humphrey Boggart y Lauren Bacall.


—No estoy segura de porqué te enviaron, la señorita me dijo que no
estaban permitiendo más visitantes una vez que el cucú sonó.
Sus ojos verdes se habían tornado un tono de oliva en los últimos
años y me miró, buscando respuestas en mi rostro.
Trabajando por mostrar una sonrisa que no sentía, le di un guiño. —
Sí, bueno, me dieron un permiso especial ya que traigo esta asombrosa
sopa para ti. —Tragué el nudo en mi garganta e intenté pensar
positivamente. Por lo menos no estaba molesta o temerosa. La simple
confusión era manejable.
Me dio una sonrisa cautelosa a cambio y se incorporó, las mantas
cayeron para revelar su huesuda clavícula. —En ese caso, pasa.
Hice una nota mental de presionarla a comer el postre también.
Necesitaba subir de peso.
Por la siguiente media hora hablamos un poco mientras le daba la
sopa. Unas pocas veces empujó mi mano y proclamó que estaba llena,
pero solo esperaba un minuto o algo así hasta que se le olvidaba y
comenzaba de nuevo. Recorrimos tres cuartas partes del camino hasta que
puso su pie el suelo. 51
—Es suficiente, niña. Escupiré la siguiente. —Había acudido a su
voz de dama elegante que solo usaba cuando hablaba muy en serio, así
que puse el tazón a un lado.
—¿Qué hay de un postre? Tengo strudel en la cocina.
Se quedó junto a mí, su mirada se enfocó en un punto sobre mi
cabeza.
—Ves lo que estoy diciendo, ¿no Phil?
Mi piel cosquilleó, y me mordí el labio. Phil era mi padre. Murió
hacía diez años de un aneurisma cerebral. Yo tenía seis años, y juro que a
veces aún lo sentía como ayer. abuela murmuraba su nombre
ocasionalmente, junto con una lista de otros amigos y miembros de la
familia, vivos o muertos. Aun así, parecía tan lúcida y enfocada, que era
difícil no mirar sobre mi hombro para ver…
—Ella es terca, la de ahí. Siempre lo fue, pero tú y yo la
convenceremos.
Otra vez se dirigía al fantasma de mi padre, así que me quedé
callada, optando en su lugar por poner la película más alta. Eché un
vistazo a mi reloj, sintiendo tanto alivio como culpa cuando vi que estaría
fuera de servicio en diez minutos. Cuando fuera que necesitara ayuda para
ir al baño, estaba levantada y lista. Me recosté con ella y le acaricié el
cabello hasta que se quedó dormida. La alimenté y la ayudé a bañarse,
vimos películas juntas. ¿Pero esto? ¿La cosa con mi padre? Me mataba
cada vez.
Se balanceaba atrás y adelante, con sus ojos fijos en mí de nuevo,
olvidando al Fantasma Phil. —¿Hace frío? —murmuró su mantra
suavemente, tirando de las cobijas a su alrededor más cerca.
Cogí otra del sofá para ponerla sobre ella. —Aquí tienes, abuela.
No respondió, aparentemente perdida en su propio mundo de nuevo.
Me escabullí de la habitación, con el tazón de sopa en la mano, y estaba a
punto de lavarlo cuando alguien tocó en la puerta de enfrente.
—Pase —grité, atravesando la habitación hasta el pasillo. La puerta
se meció y Libby entró, dejando pasar una ráfaga de frío con ella.
—¡Santa vaca, hace frío ahí afuera!
Cerró la puerta detrás de sí, pero no se movió para acercarse. —
¿Aún no llega Bink? —preguntó, soplando entre sus manos y frotándolas.
—Aún no. Pienso que en cualquier momento. ¿Quieres un poco de
chocolate? Solo estoy terminando con abuela.
Lo asombroso sobre Libby era que no necesitaba más explicación
que eso. Siempre era comprensiva, pero no presionaba y sabía todo —
bueno, casi todo— sobre mí. Aquello había pasado justo después de la
cosa con Eric. Había estado afuera de la escuela por una semana con lo
52
que mamá y yo habíamos decidido llamar ―mono‖. Libby había llamado
cada día desde entonces, y a pesar de mi insistencia de o hacerlo, vino a
verme.
Había estado tirada en la cama, sin siquiera cerca de estar bien
emocionalmente, y menos en condiciones de ver gente, pero mamá la dejó
entrar de todas formas. Y resultó ser la mejor cosa que me había pasado.
Vino sin anunciarse y abrió la puerta justo cuando levitaba a unos sesenta
centímetros de la cama, todavía siendo un desastre de emociones
mezcladas y carente de control para contener todo en el proceso de
intentar entender lo que había pasado.
Se echó hacia atrás en shock total, y caí en la cama como una roca.
Todo eso sucedió en un lapso de un nanosegundo. Pero no había ningún
tipo de distorsión o hablar rápido que cambiara el hecho de que Libby
había visto algo mágico.
No tenía la energía para hacer algo más que decirle la verdad sobre
mí y lo que era… y algo de lo que había pasado con Eric. Era como
renacer. No sabía mucho de lo que estaba pasando dentro de mí, pero lo
que sí sabía lo compartí con ella.
Se sentó en la cama y escuchó sin decir palabra. Cuando terminé,
había muchas lágrimas de ambas, pero ni una sola vez me juzgó o dudó de
mí. Nunca me pidió ninguna prueba. Solo asintió y se encogió de hombros
como: bueno, a veces la gente es semidiós; ¿qué puedes hacer? y luego me
preguntó si quería que me hiciera una malteada. Quería, y en serio creo
que ese momento se convirtió en un punto crucial para nuestra amistad.
Apenas nos conocemos de un par de años, y Bink y yo tenemos más
de diez años, pero lo que Libby y yo tenemos es como nada que haya
tenido antes. Quizás es una cosa de chicas. Todo lo que sabía, hasta el
momento, es que ella era una cuerda salvavidas. Tener a alguien con quien
hablar y compartir mis luchas y miedos vale cada tesoro que poseo.
Ahora se quedó en el corredor, un gorro steampunk sobre su ojo y
una capa como abrigo que la rodeaba.
—¿Así que eso me convierte en Sherlock o Watson? —pregunté
secamente.
—¿Qué?
Eché un vistazo a su atuendo y ella siguió mi mirada, mirando hacia
abajo.
—Oh, ¿esto? Iba a una de las reuniones de Diane Keaton sobre
Cyrano de Bergarac.
Ni siquiera sabía quiénes eran esas personas, así que solo asentí y
sonreí. Ella a veces era una boba.
53
Otro golpe vino, pero esta vez sonó ahogado. Me dispuse a abrir la
puerta para encontrarme tanto a Bink como a mi madre al otro lado,
cargados con bolsas de súper mercado. —Mira con quien me encontré
afuera —dijo mi mamá, una sonrisa alegre puesta en su cara—. Una cosa
buena, también. Él tiene todo el trabajo pesado.
—No hay problema, Sra. R. —Bink arrastró la mayoría de las cosas a
la cocina y las puso sobre el mostrador—. ¿Hay galletas en alguna de estas
bolsas? —preguntó, asomándose en cada una con sus dedos.
Puso las bolsas en el suelo y le golpee los dedos juguetonamente. —
Vas a tener película con caramelos y palomitas, estoy segura, así que no
necesitas nada de estas bolsas.
Sonrió, mostrando sus hoyuelos, recibiendo una genuina sonrisa a
cambio.
—abuela se comió la mayoría de la sopa y está esperando un strudel.
Tal vez caliente, porque ella se siente fría —dije, de repente ansiosa de salir
de allí mientras mamá seguía sonriendo.
—Está bien. Que no sea demasiado tarde.
Los tres salimos en fila, y me detuve un momento en el armario para
agarrar otra capa. En el momento en el que todos estábamos amontonados
en el auto de Bink, solo teníamos diez minutos para llegar al teatro antes
de que empezara la película, y terminamos haciéndolo con la piel en
nuestros dientes. Bink y yo nos quedamos en el puesto de comida,
mientras Libby entró a la sala a guardar algunos asientos. Ella había
traído su propia comida de todos modos. Una bolsa llena de lo que podría
o no haber sido alimento para pájaros.
—Semillas de chia mezcladas con pasas —me dijo cuando llegamos
allí.
Hice una mueca y sonrió.
—Las pasas son los dulces de la naturaleza. No las odies. —Se dio la
vuelta y se fue con un remolino dramático de su capa.
Solté un bufido. Como no. Todo el mundo sabía que los dulces de la
naturaleza son los Reese‘s Peanut Butter Cups12. Maní. Caña de azúcar.
Granos de cacao. ¿Qué podría ser más natural?
Yo era la siguiente en la fila del bar, con ganas de un helado, alto en
calorías, bebida con gas, algo de chocolate, y unos treinta minutos de
dichoso entretenimiento sin sentido, cuando una voz me hizo vacilar en
estado de shock.
—Hola Magpie. Fantástico verte.
Solo una persona en todo New Hampshire me llama así. JMV13. 54
Levanté las cejas, esperando ser casual al voltear. —Hola, Mac.
Ahora que tenía algo sobre mí —infiernos, más de una cosa— podría
directamente no ignorarlo. Hasta nuestra conversación temida, tenía que
jugar bien. Y entonces se me ocurrió otra vez.
Desear.
Mis manos picaban por tocarlo, y tuve que clavarme las uñas en las
palmas de las manos. Llevaba su chaqueta marrón estándar que
claramente no iba con este clima, el pelo perfecto, como siempre, y yo tenía
que luchar contra el impulso de inclinarme y olerlo. Alerta de bicho raro.
Ugh. ¿Por qué querría oler a tientas al enemigo? ¿Era una especie de
masoquista?
—No creo que nos hayan presentado —dijo Bink, acercándose,
poniéndose más erguido, inflando el pecho. Incluso así, no era rival para
Mac.
—Oh. —Señalé con un dedo encima de mi hombro, murmurando—:
Uh, Bink, Mac. Mac, Bink.
—Hey, Mmmac —lo dijo como si fuera el nombre más estúpido que
hubiera escuchado, pero la sonrisa de Mac solo se volvió más amplia
cuando inclinó la cabeza.

12 Reese‘s Peanut Butter Cups son dulces hechos de chocolate con cubierta de
mantequilla de maní comercializado por The Hershey Company.
13 JMV: jode mi vida, en el original FML: fuck my life.
—Dink, ¿verdad?
Bink tuvo lo gracia de agrandarse un poco más. —Uh, Bink, en
realidad. Con B. El nombre real es Aaron. Bink es solo un apodo.
Lo había conseguido cuando tenía cuatro años porque su madre no
había logrado aún sacarle el chupete de la boca. Una vez que él había
intentado esconderlo en jardín de infantes, sin embargo, la profesora le
había llamado travesura a eso, e hizo algo que su madre nunca había
tenido el corazón para hacer. Lo recuerdo como si fuera ayer. Ella lo sacó
de su boca y lo tiró a la basura.
Curiosamente, Bink estaba totalmente bien con eso. Lo miré por un
largo segundo, se encogió de hombros, y siguió con su camino feliz.
Comenzó a comer pasta, y cuando lo hicieron dejar de hacerlo, lo habían
llevado a llenarse la nariz con Tic Tacs14, así que supongo que es uno de
los mejores apodos que pudo haber conseguido. Todavía, en estos
momentos, me sentía un poco mal, porque lo único que lo había llevado a
embolsarse a Mac era por su lealtad hacia mí, ya que claramente él estaba
fuera de su liga.
—Bueno, fue un gusto verte. Tengo que ir a conseguirme un… —me
quedé en blanco y me volví hacia los estantes de vidrio—. Un pepinillo, 55
antes de que se agoten.
¿Un pepinillo? Como si alguna vez se quedaran sin ellos. Oh, vaya,
miren todas estas delicias de chocolate. Yo creo que me los saltaré e iré
directo a los compartimientos de pepinillos, dijo nunca nadie. Sabían como
a pis tibio, y las tres muestras flácidas que había allí eran probablemente
las mismas de hacía seis años desde que el lugar abrió.
Me sonrojé y Mac me dio la misma mirada que me habría dado mi
mejor amigo. Aparentemente Bink no era el único que estaba fuera de su
alcance. No podía estar alrededor de Mac por más de tres segundos sin él
siendo exasperante, confundiéndome, o estando encima de mí, y yo ya
estaba harta. Sin embargo, cuando llegó mi turno en el mostrador, pedí el
maldito pepinillo para guardar las apariencias, despidiéndose de tres
dólares perdidos, y haciendo caso omiso de los masivos ojos en blanco de
Bink. Salí corriendo fuera de la línea antes de que él consiguiera su
cambio de la caja descomunal de palomitas de maíz que había pedido, sólo
para estar lejos de la mirada penetrante de Mac.
Bink me atrapó incluso antes de salir de la fila, pero mantuvo su
boca cerrada hasta después de que estuvimos en nuestros asientos, luego
de que los avances habían terminado. —Entonces, ¿vas a decirme lo que
está pasando entre tú y el falso Gyllenhaal o no?

14 El Tic Tac es un caramelo fabricado por el confitero italiano Ferrero.


Yo miraba hoscamente hacia abajo a mi pepinillo-de-cera-envuelto-
en-papel-mojado y suspiré, envolviéndolo. —Nada está pasando.
—Espera, ¿de qué están hablando? —susurró Libby, inclinándose
para escuchar mejor.
—Nos encontramos con Mac Finnegan, y estaba más o menos
coqueteando con Maggie.
—No, no lo estaba —protesté, aliviada cuando las luces parpadearon
y bajaron. Seguramente me dejarían en paz ahora.
—Sé de coqueteo. Lo hago todo el tiempo —dijo Bink
rotundamente—. Él estaba coqueteando. La pregunta es: ¿por qué? Ayer
tú lo odiabas, y hoy actúas toda amigable como una chica con un flechazo.
Ugh ¿Lo estaba haciendo? ¿Lo pensaría Mac también? Mi pierna
empezó a saltar violentamente y utilicé mi codo para detenerla. —Ew, no,
yo no. —Miré el pepinillo con auto disgusto. Es una pérdida, golpeé la
pierna de Bink y él me ignoró como si fuera un mosquito—. Yo no estaba
tan enojada ayer.
—Estabas muy enojada —dijo Libby, elevando su voz para poder ser
escuchada sobre la música de los créditos de apertura. 56
—Está bien, estaba enojada. Pero hablemos sobre hoy, fue un
malentendido. No me importa nada su estúpida columna de todas
maneras, y somos amigos ahora… supongo. —Esa era una palabra para
eso. Chantajista y chantajeado eran dos más, pero, ¿para qué decirlo?
Mac se acercó entonces a hablar con Ella Stevens, una chica que
vivía justo al lado, pero me dejó de hablar justo cuando entramos a la
secundaria. Así que aparentemente las curvas, pelirrojas, y con narices
que les hacen parecerse a Michael Jackson eran su tipo. Bien por él. La
Coca-Cola en mis manos se calentó al instante, y la apoyé en el
portavasos, mentalmente lo maldije por arruinarme el bocadillo y la
bebida.
—Si son amigos, entonces, ¿por qué te tensas cada vez que se acerca
como si te fueran a despedir? No es normal, Mags —razonó Bink,
chasqueando su lengua hacia mí.
Maldita fuera si no era claro. Y yo no tenía ni idea de qué hacer al
respecto. El plan, si se le podía decir así, era pasar por los próximos par de
días hasta que lo viera, y tener la oportunidad de preguntarle qué quería.
¿Así que él se había aparecido esta noche para ejercer más presión? Le
había dicho que estaría en el cine. Sin embargo, la mitad de la escuela
estaba viendo películas un viernes por la noche. Era el único
entretenimiento en la ciudad durante los meses fríos. Pero él hubiera
dicho: bueno, nos vemos allí, cuando le dije que vendría. Oh, paranoia, mi
vieja amiga…
—¿Puedes, o comerte o lanzar esa cosa? El olor me está haciendo
querer vomitar —susurró Bink en voz alta, metiendo un dedo en mi
pepinillo.
Dos chicas delante de nosotros se volvieron para hacerlo callar, pero
cambiaron de tono cuando le echaron un vistazo. Sus regaños se volvieron
en risitas, y ofrecieron un hola.
En algún momento entre los créditos iniciales y la primera escena de
persecución de coches, las dos chicas estaban justo al lado de nosotros,
codo a codo con nuestras palomitas dobles de mantequilla.
La primera parte de la película pasó como una neblina, y traté de no
mirar a Mac y a su cita unos asientos más adelante. No fue tarea fácil. No
eera como si me importara, pero tenía la curiosidad de si estaban juntos,
juntos, y si tenía esa clase de mal gusto respecto a chicas. Entonces Ella se
inclinó y apoyó su cabeza en el hombro de él. Así que estaban juntos,
juntos. No es como si importara.
Cediendo a un impulso, arrojé mi pepinillo y lo empujé con el pie,
esperando que encontrara su camino hasta debajo de ellos para que
pudieran compartir el placer de su olor. Mezquino, por supuesto, pero él se
había entrometido en mi camino como si fuera su trabajo por los pasados 57
días. Ahora mi experiencia de película de fin de semana había sido
efectivamente jodida, y una parte retorcida de mi sentía que debía devolver
el favor de alguna pequeña manera.
El resto de la película transcurrió sin accidentes, pero apenas y
estaba prestando atención. Mi cerebro estaba demasiado ocupado
inventando una y mil maneras diferentes lo que la pesadilla del encuentro
con Mac podría llegar a ser. Estaba en medio de un giro extraordinario
donde le ofrecía cincuenta dólares a la semana de por vida si olvidaba lo
que había visto (y sabía) cuando sentí el codo de Bink enterrándose en mí.
—¿Piensas quedarte? —Estaba de pie, mirando expectante, su gran
cuerpo sobre mí con los créditos finales reproduciéndose.
Las dos ladronas de palomitas ya iban caminando directo a la salida
y les di una mirada inquisitiva mientras las luces se encendían. —¿A
dónde van tus amigas?
Él sonrió y levanto su teléfono. —Ya tengo sus números.
Libby soltó un bufido. —¿Qué pasa con Ally?
—Ni siquiera hemos salido en una cita todavía. Está bien.
Era interesante. De hecho, todo estaba bien. Nada había pasado
aún, y estaba siendo una psicópata al preocuparme por todas esas cosas.
Mac era otro chico de la secundaria, y esto no era una película sobre la
mafia. Todo iba a estar bien, y yo necesitaba un apretón.
Agarré mi refresco lleno y la ahora plana, y vacía, caja de palomitas,
y salimos de la fila para encontrarnos frente a frente con la cita de Mac.
—Jesús, ¡mira por dónde vas! —Ella se agachó para frotarse el dedo
lastimado. Murmuré una disculpa, pero no pareció oírme. Mac se acercó
para tener la situación bajo control.
—¿Estás bien? —le preguntó, agarrándola del brazo—. ¿Puedes
caminar?
Mis manos se apretaron y fruncí el ceño. ¿Puedes caminar? Pesaba
la cosa de ciento cincuenta libras, pero no es como si le hubiera roto el
dedo del pie o algo así. Por Dios.
—Estoy bien, gracias, bebé. —Ella sonrió, el dolor mágicamente
desapareció cuando la atención estuvo en ella.
¿Bebé? Agh. No es como que me importara. Sin embargo, las
palomitas de maíz en mi estómago se sentían pesadas y grasosas, y de
pronto tenía que salir de allí, rápido.
Me volví, pero una mano en mi muñeca me detuvo.
—Por cierto, creo que se te ha caído algo. —Mac me ofreció un papel
encerado cubriendo el pepinillo, sus labios curvándose en las esquinas.
58
Imbécil engreído. Me quedé ahí por un segundo, debatiéndome sobre qué
hacer, después me encogí de hombros.
—¿Cómo sabes que es mío?
Él rió de lleno ahora y me guiñó un ojo. —Bueno, sé que no es mío.
Mi cara ardía, y se lo quité, desenvolviéndolo y poniéndomelo en la
boca, cerrando los dientes a su alrededor con un crujido. —Mmmm.
—Qué asco —murmuró Ella, y su sonrisa se desvaneció—. Eso
estaba en el suelo, es realmente la cosa más grotesca de la historia.
Todo mi cuerpo ardía con mortificación cuando mastiqué, el vinagre
caliente, salado, haciendo llorar mis ojos, y la piel con hoyuelos gomosa
haciendo de mi estómago algo colgado. Entonces, tragué duro, el trozo de
pepinillo apenas yendo más allá de mi garganta protestante. La sonrisa de
Mac se amplió, y un respeto a regañadientes se encendió en sus ojos,
enviando una sacudida de alegría por todo mi cuerpo.
—Está muy bueno. —Le fruncí el ceño, y a su novia le mostré un
pulgar hacia arriba, giré sobre mis talones y me alejé, añadiendo una
pequeña sacudida a mi culo, en caso de que él me observara.
Su risa burlona me siguió fuera del teatro, y la satisfacción
emparejada con algo como burbujas gaseosas de felicidad me llevó hasta el
coche. Felicidad, porque por todas las cosas estúpidas que había hecho,
existía algo en él que me agarró. Felicidad, porque a lo mejor no me odiaba
tanto como yo pensaba que lo hacía. Felicidad, porque, aunque fuera sólo
por un segundo, Mac Finnegan pensaba que era graciosa.
Era patética.
Mi reacción me persiguió desde el segundo que puse un pie en el
Firebird hasta dos horas más tarde, cuando estaba en la cama esa noche,
el anillo de Alex suelto en mi dedo medio, preguntándome qué estaría
haciendo Mac en ese momento. No tenía ningún sentido en absoluto. ¿Qué
me importaba? Él era mi enemigo.
Si ese es el caso, entonces, ¿por qué no te dijo sobre el anillo? ¿Así
que ahora iba a ser mi aliado?
Me senté con un suspiro y saqué mi portátil, en desesperada
necesidad de distracción. Dos nuevas preguntas para ―Eso es lo que Ella
dijo.‖ Perfecto. Hice clic en la parte superior y a leer.

Querida Ella:
Engañé a mi novio de seis meses con otro chico en una fiesta. Me
arrepentí inmediatamente y no quiero que terminemos, pero la culpa me está
MATANDO. Si sé que NUNCA lo voy a volver a hacer, ¿crees que debería
59
decirle? No me gustaría perder a mi novio por un tonto error, un borracho
error que no pienso repetir, pero me siento mal al pensar en seguir adelante
con una gran mentira entre nosotros.
Firmado:
Rompecorazones con el corazón roto.

Lo pensé durante mucho tiempo, y luego preparé una respuesta.


Esta era facilita.

Querida Rompecorazones:
Dile. Los secretos, especialmente los malos, son como un cáncer que
van consumiendo la relación hasta que no queda nada. No importa cuál sea
el resultado, tienes que decirle y dejar que las fichas caigan donde sea que
tienen que hacerlo.
Siempre tuya:
Ella.

Me las arreglé para perder otros cuarenta y cinco minutos mirando a


oscuras letras de canciones, y la lectura de los subtítulos bajo las
imágenes de gatos antes de que mis ojos empezaran a cerrarse. Por último,
tal vez sería capaz de dormir. Pero tan pronto como cerré los ojos, el rostro
de Mac apareció en mi mente. Mac riéndose de mí. Mac riendo conmigo.
Mac y Ella.
Gemí y me tapé la cara con la almohada, mil preguntas me
maltrataron. ¿Por qué estaba ocupando cada mega libre de espacio en mi
cerebro con este tipo? ¿Cómo había logrado atrincherarse en mi vida tan
profundamente en tan sólo unos días? Y la pregunta más importante de
todas...
¿Cómo iba yo a desconsolidarme hacia él para el domingo?

60
5
Traducido por betza18, Nicole Vulturi & Danny_McFly
Corregido por AriGabbana

El vestido le llegó hasta la mitad de sus pantorrillas, las rozaba cada


vez que se movía. Era rojo con lunares blancos y le quedaba de ensueño.
Ella se veía como una de esas mujeres de las películas en blanco y negro
que abuela veía los domingos en la tarde.
Papá se inclinó sobre el tocadiscos y puso la aguja con cuidado. Mi
piel se estremeció con anticipación cuando miré hacia ellos entre los postes
blancos de la escalera. Esta era mi parte favorita. 61
—¿Señora Raynard? —dijo en una voz juguetona, lo suficiente como
para escuchar el movimiento que provenía de los altavoces.
—¿Sí, señor Raynard?
—¿Me concede este baile?
—Este y todos los que vengan —susurró, y deslizó su mano en la
suya. Y entonces estaban bailando. La atrajo hacia él, y ella giró una
fracción de segundo antes de romper el abrazo y a toda velocidad se alejó,
echó hacia atrás la cabeza mientras se reía. Una risa tan profunda y
completa que hizo que me cubriera la boca para evitar unirme a la risa.
Ellos bajaron, volvieron y se retorcieron. Al final de la canción, los tres
estábamos sin aliento.
Cuando comenzó una canción lenta, era mi señal para levantarme y
correr de regreso a mi cama. Las cosas estaban por volverse aburridas o
asquerosas. Pero me quedé un minuto más, en caso de que estuviera
equivocada.
—Amo cada parte de ti señora Raynard.
—Lo mismo digo señor Raynard.
Él metió sus manos en su cabello y la miró detenidamente, como si
estuviera tomando una imagen mental de su rostro y, ¿quién podría
culparlo? Ella era hermosa. Cabello dorado en un nudo flojo, mejillas
sonrojadas por el baile.
La alarma sonó y me envió a una posición vertical. Apaguñe el reloj y
cayó al suelo. Adormilada, me froté los ojos, quedé sorprendida al
encontrarlos llenos de lágrimas. El sueño fue como catch-22. Me encantó
este sueño. No creo que haya conocido un momento más feliz que el que
está en mi memoria. Pero el problema de tener este tipo de sueño es que
tarde o temprano despertaría. Me dejé caer sobre la cama y cerré los ojos,
deseando que las imágenes volvieran. Sólo por unos minutos. El rostro de
mi padre brilló en mi mente, y traté de recordar su sonrisa. Lo divertido
que era. El domingo en la tarde, después de la cena, el tocadiscos sonaría
de nuevo, y él podría enseñarme viejos bailes. Nos gustaba hacer el twist y
el jive. El puré de patatas y el stroll. Chubby Checker y Fats Domino
gritarían las instrucciones y podría bailar moviendo mi pequeño trasero.
Pero ya no más.
Mi corazón se contrajo de la manera en que lo hacía cada vez que
pensaba en él… La manera en que las personas me decían que con el
tiempo iba a mejorar. No sucedió. Escuché un golpe seco y miré hacia
abajo para ver el anillo de Alex cruzando el suelo. Nada sería fácil ya. Salté
fuera de la cama y me detuve, estuve quieta hasta que mis músculos
protestaron, luego me incliné para recoger el anillo. Era sábado, y eso
significaba visitar el hospital. Quizás podría guardarlo conmigo un poco
62
más de tiempo.
Tomé un baño rápido, y luego, a regañadientes me puse la ropa que
había usado el día anterior, jurando en voz baja. Esto podría realmente
llegar a ser un problema, y tenía que agacharme para ponerme la camiseta
al revés. En el segundo en que llegara a casa me cambiaría. ¿Así que
quieres ir bien vestida para conocer a Mac? Decía la pequeña voz interior,
burlándose.
Combatí los frenéticos pensamientos colocándome los auriculares en
las orejas y escuchando Fall Out Boy “My songs know what you did in the
dark”.15 Encendí mi ordenador y revisé el correo. Cuatro nuevas preguntas
de ―Eso es lo que Ella fijo‖ y un nuevo mensaje con el asunto ―Eso es lo
que Él dijo‖. Aparentemente, hizo su lista en el correo, y de alguna manera
estaba recibiendo mis copias tan pronto como las enviaba. Fabuloso.
Consideré borrar el mensaje sin leerlo, pero luego me di cuenta de
que me estaba confundiendo con alguien que tenía autodisciplina y no era
masoquista. Le di doble click y leí.

Querida Rompecorazones:
Sé que Ella está del lado contrario de esta batalla, pero tengo una
pregunta: ¿cuál es tu motivación para decirle a tu novio de él? ¿Es para que

15 “My songs know what you did in the dark” es el nombre de una de las canciones
interpretadas por la banda, y pertenece al álbum “Save Rock and Roll” del año 2013.
pueda tomar la decisión de si quiere estar contigo o no? ¿De verdad crees
que te va a dejar si se lo dices? Mi preocupación es que, leyendo tu carta,
veo un montón de “yo, yo, yo” en ella. Si es feliz en este momento, y estás
segura de que nunca más lo harás de nuevo, ¿cómo es piadoso decirle o no?
Claro, te sentirías menos culpable por quitarte esa carga, pero, ¿cómo se
sentirá ÉL? Me imagino que igual que una mierda. Va a pensar en eso cada
noche antes de dormir, y pensará en ese bastardo con las manos en ti. Se
va a sentir miserable. Si piensas que va a estar contigo a pesar de tus
acciones, parece cruel hacerlo pasar por eso, ¿no crees?
¿Mi Concejo? Mantén tu boca cerrada. Algunas cosas son mejor no
decirlas.
Espero que te sea de ayuda.
Él

¿Espero que te sea de ayuda? Me quedé mirando la pantalla, la ira


iba fluyendo rápida y caliente. ¿Cómo esto podría ser de ayuda? Sin
embargo, se imaginó que iba a tomar el lado del traidor. Esto sólo me
mostró que, a pesar de su apariencia y la atracción física extraña que 63
sentía, no podríamos ser más diferentes. Yo era un montón de cosas —la
mayoría de ellas no eran buenas— pero si la vida me había enseñado algo,
era lo mucho que los secretos podían corroer una relación.
Este tipo era exactamente el tipo de personas que necesitaba evitar.
Un sexy culo con una agenda misteriosa que racionalizaba mentir y
guardar secretos a sus seres queridos. No podía pensar en alguien que
necesitara menos en mi vida. Cerré el ordenador con energía, con las cosas
en mi cabeza más claras de lo que habían sido en días.
Para el momento en que bajé, mi mamá y abuela ya se habían ido al
centro de ancianos como lo habían planeado. Todavía estaba enfadada por
la discusión que habíamos tenido el día anterior, y en cada momento que
veía el rostro de mi abuela, me sentía como una mierda. Hoy podría ser
incluso peor, porque ahora era una hipócrita y lo odiaba.
Por lo menos no traté de justificarlo. Sé que cada palabra que le dije
era mentira, intentaba ocultar la realidad. Diciéndole que era como un mal
novio. No eres tú, somos nosotros. No podemos cuidarte, así que sólo
vamos… no.
Subí el volumen de la música y tomé un pan y mermelada de la
despensa. Puse el pan en la tostadora y esperé hasta que la cocina olía
deliciosa, la palanca saltó hacia arriba y las tostadas salieron disparadas
al aire como misiles de una pastelería. Tuve que cogerlas con cuidado
porque estaban calientes. Una vez que pude cogerlas, las envolví en una
servilleta de papel, aseguré todo, tomé la mochila y salí. Sólo tardé
alrededor de diez minutos en caminar al hospital de San Sebastián, pero
noviembre en New Hampshire era un asco, y era generalmente helado.
Para el momento que recordé que mi bufanda estaba abajo de mis
tostadas, apenas estaba tibia, y deseaba haber pensado en llevar un termo
con café caliente. Mis manos eran como dos bloques de hielo en mis
bolsillos, y me decidí en ese momento que me iría del hospital un poco más
temprano para ver si podía coger a mamá en su camino a casa y que me
llevara. A la hora de cenar, la temperatura caería por debajo de cero, y
sería un glaciar humano tratando de caminar.
Castañeteando los dientes, abrí la puerta doble de los visitantes y
gemí de alivio al recibir una ráfaga de aire caliente en las mejillas. Entré de
golpe y sonreí.
—Hola, Claude —dije.
—Hola señorita Raynard. ¿Hace demasiado frío para ti? —Claude, el
guardia de seguridad durante el día, me sonrió desde su mesa. Su bigote
blanco era un gran contraste comparado con su piel café, y cubría el labio
superior. Se movía cada vez que hablaba, me recordaba al Lorax del Dr.
Seuss. Cada vez que lo veía tenía que evitar el preguntarle si hablaba en
nombre de los árboles. Estaba trabajando en un crucigrama, como de
costumbre, y me saludó con la mano. 64
—Utilicemos ese cerebro joven que posees. —Soplando en mis
manos, crucé el cuarto para estar detrás de él.
—¿Qué tenemos?
Miré por encima de su hombro hacia las casillas vacías y reprimí
una sonrisa. Era terrible con los crucigramas. Tal vez por eso le gustaban
tanto. Le tomó la mayor parte de su turno de ocho horas para terminar el
de la Gaceta, así que probablemente era una buena distracción para
sentarse allí, validando y verificando el estacionamiento de los visitantes.
—Nueve letras. Una tradición navideña; Judy. Siete cartas —dijo,
empujando el periódico con la mano.
—Garland. —Eso fue fácil. Yo era una fanática del Mago de Oz.
—Bien, bien, jovencita, te miran. —Él se rió entre dientes, llenando
los espacios con las letras.
—Eres un genio, lo juro.
Si sólo todo el mundo fuera tan fácil de impresionar. Me entretuvo
brevemente la fantasía de usarlo como referencia en mis solicitudes para
la universidad, pero me di cuenta de que la palabra ―buena adivinado
letras‖ probablemente no era algo que los reclutadores consideraran en los
candidatos. Además, era una amenaza darlo a conocer o dejarlo en
suspenso. Mamá ya había empezado a hablar sobre la universidad local y
del trayecto. Bien por mí.
Se quitó una pegatina de visitante roja, y la colocó en mi abrigo.
—Nos vemos la próxima semana. —Le di una palmadita en el
hombro y me di la vuelta hacia los ascensores, por encima de ellos estaban
las escaleras. Los ascensores eran como aviones de metal de la
condenación y yo los evitaba siempre que era posible.
Claude se habría ido para el momento en que me fuera,
sustituyéndolo uno de los chicos de noche. El intercambio cálido con él me
llevó a la unidad de cuidados intensivos en un relativo buen estado de
ánimo, y no fue hasta que entré a la habitación de Eric que la familiar
sensación de querer salir corriendo gritando se apoderó de mí. Era extraño
el cómo, a pesar de que lo veía cada semana, nunca lo recordaba. Mi
mente siempre estaba llena de recuerdos de él siendo un excelente
deportista como solía ser. En forma, cálido, buen cabello. Como un chico
que te gustaría ver en un comercial de desodorante. Con energía. Vivo.
Ahora, el cabello color paja yacía sobre su frente pálida. Después de
meses en el hospital, su cuerpo estaba tan encogido que podría haber
pasado por un estudiante de secundaria. Me dolía el corazón al verlo. Me
puse de pie junto a la cama, mirando a su estrecho pecho moviéndose
hacia arriba y hacia abajo, y por enésima vez encontré deseando algo que
no fuera sólo humo y espejos. Un truco de la ciencia moderna realizada
por medio poleas, bombas y cables, todas ellas diseñadas para forzar aire
65
dentro de él en un esfuerzo por mantener esta cáscara de Eric ―vivo‖.
Pensamientos como este siempre me llevabann a la oscuridad, un
camino horrible. ¿Y qué pasbaa con el resto de él? ¿Todas las cosas que le
importaban? Sus pensamientos y sus sueños. Su alma. ¿Estará en alguna
parte, triste, sola y con miedo? O peor aún, ¿se encontraba aullando de
dolor, desesperado por liberarse de la prisión en la que lo habían puesto?
A veces, cuando cerraba los ojos, podía oírlo. Sólo un largo e implacable
grito.
Entonces esos pensamientos me recordaron los recuerdos que había
visto en su cabeza, justo antes de que todo se oscureciera. En ese
momento entre el tiempo en que había actuado por instinto, y en el tiempo
en que me di cuenta de cómo parar. Fue por varios segundos, tal vez
menos, pero fueron los peores segundos de mi vida, y si pudiera olvidar
algo de mi pasado, sería ese momento. Justo después del accidente, ya que
había intentado ayudarle, puse toda mi energía en él, me abrí a sus
recuerdos. Los últimos que se arremolinaban en su cabeza antes de nada
se apoderaron de mí. Así había sido su vida ante sus ojos.
Calidez, tan completa y relajante. Un paño suave se envolvía en mí y
una sonrisa en su rostro. La cosa más hermosa que he… —Ahhhhhm voy
a, voy a, va a tenerte… —dijo ella mientras me hacía cosquillas en el
vientre. La barriga del bebé Eric. Su chillido aún resonaba en mis oídos, el
gozo tan intenso que rayaba en el dolor, y yo podía sentir el amor que
sentía por ella, tan fuerte que me dieron ganas de llorar, incluso ahora.
Volví la vista a un camino lleno de baches y una sensación de
libertad con el viento azotándome a la cara. La voz nerviosa de mi mamá
llamaba detrás de mí: —Ten cuidado. ¡Mantén ambas manos en el
manubrio!
Luego otro cambio, la cara de un perro blanco esponjoso. Gypsy. Su
cabeza en mi regazo, apoyada junto a un libro de química abierto, su boca
suave bajo mis dedos mientras acaricio su rostro.
Mi estómago se sacudió y la saliva se acumuló en mi boca. Si
golpeaba mi cabeza contra la pared esos recuerdos se irían lejos, yo lo
hubiera hecho, lo juro. Pero eran parte de mi penitencia. Penitencia que
nunca sería suficiente. Cada vez que veía a la madre de Eric ahora
deseaba intercambiarme por él.
Aspiré una bocanada de aire, deslizando la mano en el bolsillo y
cerrando los dedos alrededor del anillo de Alex por un segundo. Yo podría
hacer esto. Tenía que hacerlo. También era parte de mi penitencia.
—Hola, Eric. Soy yo, Maggie. —Me agaché y saqué el libro que había
traído en mi mochila. Éste era sobre Jackie Robinson. Eric amaba el
béisbol, y jugó en el equipo de la escuela antes... traté de variar cuando se
trataba de material para lectura, pero siempre lo sabía a la hora de hacer 66
mi elección en la biblioteca. Nada de Jane Austen para este tipo.
Me senté en la silla más cercana a su cama y dejé caer el libro
abierto en mi regazo. Mis manos seguían congeladas y mis dedos no
estaban cooperando, así que hablé mientras se descongelaban, balbuceé
acerca de la escuela, las películas que salían, y otras cosas para llenar el
silencio antes de finalmente agarrar el libro cuando ya podía sentir mis
manos lo suficiente como para pasar las páginas.
—Era el año 1947 —comencé—. El mismo año en que la cámara
instantánea fue inventada y la India obtuvo su independencia de Gran
Bretaña.
Leí hasta que mi garganta estuvo demasiado seca para continuar,
luego fui por un poco de agua del grifo, de la que sabía que un cincuenta
por ciento era cloro, y leí un poco más. Una enfermera entró para revisar
sus signos vitales y administrar alguna medicina, pero tan pronto como
terminó, seguí. Siete capítulos y un par de horas después, mis ojos se
pusieron pesados, y me dejé ir a la deriva durante un minuto.
Cuando mis párpados se abrieron, sentí un hilito de baba en la
mejilla y levanté una mano para quitarla. Un vistazo a la ventana me dijo
que había estado dormida durante mucho tiempo, y que me había
quedado mucho más allá de la hora de la cena. Busqué en mis pantalones
mi teléfono. Seis y media. Más cinco mensajes de Libby, uno de Bink, y
dos llamadas perdidas. Eran de mamá.
Escribí rápidamente: Lo siento, estoy de camino a casa, mandé el
mensaje y me detuve, porque una voz baja y una sensación de hormigueo
en el estómago me obligó a permanecer inmóvil en el sitio.
—¿Necesitas que te lleve?
Mac Finnegan estaba recostado en la puerta, su cuerpo cubría el
marco. Tragué saliva e ignoré a mi corazón martilleando lo suficiente como
para empujar el libro en mi mochila.
—No, gracias. Es sólo un paseo de diez minutos. —Por un segundo
sentí miedo. ¿Qué estaba haciendo aquí? Estaba empezando a ser
paranoia. ¿Me estaba acosando?
—Está oscuro y hace frío. Vamos. Necesito hablar contigo de todas
formas. —Tenía una sonrisa amable fija en sus labios, pero no llegó a sus
ojos. Repasé rápidamente mis opciones y negué con la cabeza lentamente.
—¿Qué estás haciendo aquí, Mac? Siento como que, por alguna
razón, no puedo alejarme de ti, y estoy harta de que no saberlo.
Uno de los monitores conectados a Eric se detuvo, y Mac y yo
sacudimos la cabeza hacia Eric. Un segundo después, el pitido se puso en
marcha otra vez y dejé escapar un suspiro. Mi alivio fue tan grande que, 67
por un momento, me olvidé que estaba en presencia del enemigo y hablé
libremente.
—Eso sucede muy a menudo, pero me asusta muchísimo cada vez.
Mac me dio una mirada larga y evaluadora, y resistí el impulso de
moverme del peso de su mirada. Que se joda.
—¿Lo haces? —Su voz era baja, las palabras fueron cuidadosas, ya
que la sonrisa amable se desvaneció.
—¿Qué se supone que significa eso? —Exigí, sentí como si me
hubiera dado un golpe en el estómago, haciéndome sentir algo repulsivo.
—Nada en realidad. —Se enderezó y dio un paso más dentro de la
habitación—. Me preguntaste qué estaba haciendo aquí. Mi mamá tuvo
una pequeña intervención y vine a visitarla. Estaba caminando y te vi
durmiendo en la esquina. Pero yo podría preguntarte lo mismo. ¿Qué estás
haciendo aquí, Maggie?
No es que necesitase responderle, pero… —Vengo todas las semanas
a visitar a Eric.
—¿Eran amigos? ¿Antes…?
—¿Quieres decir que no sabes la historia? —¿Era eso posible? Todo
el mundo conocía la historia. Hacía ciento veintinueve días, Eric y yo
habíamos estado en nuestra última cita. Había dejado su casa a las siete y
media de una noche de verano ventosa, y no había vuelto a casa desde
entonces. Por mi culpa.
—Había oído rumores, pero me fío poco de ellos.
Asentí, aliviada de oír eso. Para la mayoría de ellos, yo era
simplemente la chica desafortunada que estaba en el coche con Eric
cuando se había estrellado contra un poste. Para unos pocos, era mi
culpa, porque yo debería haberle obligado a ir más despacio. Si supieran la
verdad, probablemente habría sido acusada de asalto agravado y tentativa
de homicidio.
Puse la culpa a un lado y me centré en Mac, quien seguía de pie
esperando una respuesta. —Bueno, el hecho es que los rumores son
bastante ciertos. Eric y yo salíamos juntos, y ahora está en coma.
Las lágrimas volvieron y maldije en voz baja.
—Mira, llego tarde a la cena. Me tengo que ir. Y en serio, Finnegan…
—Sostuve su mirada—. Tenemos que dejar de vernos así. Porque no confío
en ti. Y no quiero estar cerca de ti. Si insistes en quedar mañana, bien. Los
dos sabemos que tienes suficiente información sobre mí como para
arruinarme la vida si quisieras. Pero, ¿honestamente? No puedo tratar
contigo hoy, y este no es lugar para nuestra discusión.
Me puse el abrigo, colgué el bolso en mi hombro, y pasé rápidamente 68
una gentil mano por la pierna de Eric cuando le pasé.
—Te veo la semana que viene —susurré, saliendo de la habitación,
con cuidado de no tocar a Mac al pasar. Necesitaba salir corriendo de allí
antes de que empezase a llorar de verdad. El imbécil no me dejaría
marchar sin sacar el tema. Estúpido entrometido. Solo me quedaba
esperar que tuviese corazón en algún sitio, y me diese un poco de espacio
hasta el día siguiente, cuando tendría mejor control sobre mis emociones.
Bajé las escaleras corriendo ligeramente, mi odio a los ascensores se
elevaba con mi estado de ánimo frenético, y estuve agradecida cuando no
le escuché siguiéndome. Finalmente conseguí irme antes que él por una
vez. Parecía como si siempre tuviese que tener la última palabra, y eso me
enfadaba tanto como para golpear gatitos.
—¿Estás segura sobre lo de conducir?
La voz sobre mi hombro casi me dio un ataque al corazón. —¡Jesús!
—Me detuve a dos metros de la salida del hospital—.Casi salto encima de
alguien. Me has dado un susto de muerte. Sí te estás preguntando qué
carrera tomar después del instituto, te sugiero el acecho. Eres perfecto.
No me molesté en rechazar su repetida oferta de llevarme con una
respuesta y salí hacia el frio. El aire estaba tan frio que me dolían los
pulmones, y sin el discutible calor del sol, hizo que me doliesen los huesos.
Maldije a mi madre mentalmente por insistir en que el sur de California
era un mal lugar para mudarse porque no tenía cuatro estaciones. Cuatro
estaciones mi culo. New Hampshire tenía dos estaciones. Jodido calor. y
jodido frío.
—Realmente creo que deberías dejar que te lleve.
Me detuve y me giré hacia Mac, quien me seguía lo suficientemente
cerca como para que casi me estrellase contra él. Intentó sostenerme, pero
aparté sus manos salvajemente, casi abrumada por la necesidad de
agarrarle… de conectar y pasar la energía de él a mí.
Me tranquilicé antes de responder, la furia que sentía hacía temblar
mi voz. —Sí, lo entendí las primeras cien veces que preguntaste. Y te dije
que no. ¿Alguna vez has visto los anuncios sobre no tomar drogas en la
televisión? No significa no.
Él frunció el ceño y dio un vistazo alrededor antes de inclinarse más
cerca. —Te puedo ayudar, Magpie.
—Para. De. Llamarme. Eso —dije con los dientes apretados.
Pero mi cursor mental estaba congelado, atrapado en sus palabras, y
no pude hacer que mis pies se moviesen de nuevo. ¿Qué se supone que
quería decir eso? ¿Él podía ayudarme? Era aquí cuando hacía algún tipo
de retorcido plan de chantaje donde tenía que darle un saco lleno de 69
billetes sin marcar, o expondría las grabaciones, y si algo le pasaba a él…
Nota mental: Dejar de ver Matlock16 con la abuela.
—Yo... yo no necesito ayuda. —Debería haber seguido andando
porque había multitud de veces en el pasado donde eso me había servido,
y esta probablemente era otra, pero odiaba irme dejando un cabo suelto.
Un misterio sin resolver. Y Mac era un misterio si alguna vez hubo uno.
Así que no seguí adelante. Esperé. Como una idiota.
—¿Estás segura de eso?
El enfado que parecía estar justo por debajo del punto de ebullición
cada vez que estaba a menos de veinte metros de él se desbordó, y pasé de
aprensiva a furiosa otra vez en dos segundos. —¿Quién eres, el maldito
Riddler17? Si tienes algo que decir, dilo. No sé cómo lo hacen en Irlanda,
pero aquí simplemente lo decimos sin tanto prolegómeno.
—Ese es el problema con los americanos. —Sacudió la cabeza con
pesar—. No tienen poesía en el alma.
Aun así, con él regañándome y toda la molestia, con la omnisciente
mirada en su demasiado perfecta cara, no podía moverme. Necesitaba
saber. ¿Quién era este tipo?

16Matlock: programa de televisión con temática legal. Se emitió desde 1986 hasta 1992.
17Riddler:El Acertijo o Enigma. Enemigo de Batman, obsesionado con descubrir la
verdadera identidad de este.
El viento rugía, y enrollé el abrigo más fuerte a mi alrededor. —Bien.
Genial. Pero estás aquí ahora, así que dilo.
—Te conozco. —Dio un paso más cerca, y yo me alejé un poco,
negándome a tener que estirar mi cuello en un ángulo ridículo que me
hiciese sentir como la próxima víctima de una mala película de vampiros.
No porque cada vez que se acercaba mi corazón latía tres veces más
rápido. O porque oliese como el pecado y la lluvia de verano. Y
definitivamente no era porque hacía que mis dedos picasen con la
necesidad de tocarle…
Y tomarle, me recordé firmemente. Nada de chicos para mí.
Especialmente este, quien de alguna manera parecía tan peligroso para mí
como lo era yo para él.
—Buena manera de seguir con el asunto de ―menos críptico‖ —dije,
esperando no sonar tan sin aliento como me sentía. Todos mis sentidos
estaban marcados hasta las once, y yo sabía que, de alguna manera,
cuando él finalment lo dijese, las cosas iban a cambiar. No sabía lo que
eso significaba para mí, y ni si quiera si sería bueno o malo.
Todo de lo que podía estar segura era de que las cosas iban a ser
diferentes. 70
Dos minutos más tarde, miraba por la empañada ventana del coche
de Mac, viendo los arboles congelados pasando en un borrón. Era triste
que con solo unas pocas palabras se las hubiese apañado para meterme
en este coche. Yo era como el sueño húmedo de un pedófilo. Todo el
asunto de ―Perdí mi perrito, ¿puedes meterte en mi furgoneta y ayudarme
a buscarlo?‖. Yo sería como Lady Gaga con un vestido de carne.
Me senté en el largo asiento afelpado, enfadada, preguntándome si
me las había arreglado para volverme a meter en otra situación ridícula,
algo que había estado perfeccionando últimamente. Mac había dicho que
de lo que quería hablarme era privado, y que me lo diría si iba con él. No
soy de las que suplican, así que en vez de suplicar por respuestas, me
resigné a un silencioso pero caliente paseo. Pero estábamos a medio
camino de mi casa, él seguía sin decir ni una palabra, y eso estaba
arañando mis nervios.
—Así que supongo que, después de todo, tu madre no está en el
hospital, ¿no? —pregunté en tono acusador.
No se molestó en responder, y eso fue suficiente como respuesta.
Había ido al hospital sólo porque yo estaba allí. Me pregunté de nuevo si
había tomado la decisión equivocada al entrar en el coche. Tal vez él
realmente era un psicoacosador. Quiero decir, le había llamado eso
multitud de veces en mi cabeza, pero en realidad no lo había pensado,
pensado hasta este momento. Estaba jugando con la idea de que quizás
me estaba preparando para hacer una canoa con mi piel cuando se detuvo
en mi camino de entrada y habló finalmente.
—Necesito saber qué pasó con Eric esa noche. —Sus ojos miraban al
frente, pero podía sentir la tensión saliendo de él.
Mi corazón tartamudeó en mi pecho, y desvié la mirada desde la
nada interesante ventana hacia su tenso perfil. Su esbelta mandíbula se
movía mientras esperaba a que respondiera.
—No.
No me molesté en explicar por qué, y me aseguré de usar mi más
fuerte tono de voz para que supiese que no había negociación.
—Sé lo que eres, Maggie. Y me temo que voy a tener que insistir en
que respondas a mi pregunta.
Apenas registré sus palabras, porque el tono amenazante tenía
prioridad. Puse mi mano en la puerta, empujando el lío de miedo que tenía
en mi interior.
—Y me temo que esta conversación ha terminado. —¿Había oído el
temblor de mi voz? Esperaba que no. Tiré de la manivela, pero antes de
que la puerta se abriese, su mano se cerró fuertemente sobre mi muñeca.
71
El miedo se evaporó ante el calor de la furia aproximándose.
El temblor se había ido. —El ultimo chico que me tocó está tumbado
ahora mismo en la cama de un hospital conectado a un catéter y cagando
en una bolsa. Si fuese tú, dejaría que me fuese.
Tenía que salir de allí, era literalmente vida o muerte, y a pesar de
que la dureza de las palabras hiciese mi estómago encogerse, no las retiré.
Y él no me dejó ir.
—No te lo pienses, Magpie. Golpéame con tu mejor tiro. —Él
entrecerró los ojos hacia mí y apretó mi muñeca más fuerte.
No sé lo que pasó después. Lo mismo que esa noche con Eric. Hace
un minuto era yo. Exhausta, pero en control hasta un patético punto. El
control suficiente como para no tratar y matar a alguien. Ahora, era como
un animal salvaje, enjaulado demasiado tiempo sin comida. Con un
gruñido, una pequeña parte de la cosa dentro de mí se desató y tomó.
Como tomar un respiro, eso sacó todo el amor de todo lo que me estaba
tocando. Sólo que, esta vez, era como intentar tomarlo de una pared de
ladrillos. Todavía podía sentir la energía de Mac pulsando seductoramente
bajo su piel, pero había un bloqueo muy real entre nosotros.
Me quedé sin aliento, apartando mi mano y mirándola como si fuese
una serpiente de cinco cabezas. La rabia se había ido como en una
carrera, me dejó débil, y agradecí a los dioses no haberle hecho daño.
Deseaba poder tomar el crédito por ello, pero si hubiera podido
herirle lo habría hecho, y eso era lo que más me asustaba. Él me miraba,
totalmente vivo, totalmente ileso. De hecho, parecía bastante satisfecho de
sí mismo e indiferente a todo el asunto.
De repente, todas las piezas exteriores del rompecabezas encajaron.
No lo conocía entero, pero los bordes estaban ahí. Mac Finnegan no era
simplemente un chico molesto. Él era algo… más.
¿Cómo yo?
—¿Qué eres? —susurré.
—Eso no es importante ahora. —Si era posible, su tono se había
vuelto incluso más frío, y me estremecí, aún conmocionada y temblando.
—Estamos aquí para hablar de ti.
Las advertencias de mi madre corrían por mi confundido cerebro.
No le digas a nadie lo que eres. No lo van a entender.
Y después, cuando admití habérselo dicho a Libby, prométeme que
no se lo dirás a nadie más. Nunca. Tu vida podría depender de ello.
¿Era el caso ahora? Eric no era lo que yo hubiera llamado el chico 72
más cariñoso del mundo, y cuando yo le…‖toqué‖, eso estaba ahí, en mis
dedos. Amor. Por su perro, por su madre, por el béisbol. ¿Cuándo toqué a
Mac? Nada. Nada18. ¿Estaba desprovisto de emociones? O peor. ¿Lleno de
pura maldad? Antes de que pudiera decidir si darle una patada a la puerta
o responder, él habló de nuevo.
—Te ahorraré trabajo y pondré mis cartas sobre la mesa. Eres un
semidiós y yo también. —Él podría haber sido un camarero en Applebee‘s
recitando la pasta especial por la emoción que desprendió ante aquel
anuncio. Eso no impidió que mi pulso latiese tan fuerte que pensé que mi
yugular iba a explotar—. Y he sido enviado para cuidar de esa carga para
ti. —La educada sonrisa estaba de vuelta, y casi quería sugerirle un
trabajo como comercial con mi mejor voz sarcástica.
Sonaba más cálido ahora, amable incluso, y eso me ponía al borde
más que otra cosa. ¿Cuidar de esa carga?
—¿De qué estás hablando? ¿Y enviado aquí por quién? —exigí.
Tardó tanto tiempo en contestar, que sabía que estaba escogiendo y
eligiendo que partes quería decirme y qué cosas debería guardarse. No era
algo que inspirase confianza.
—¿Has oído hablar del Concejo de Amaranth?
Joder. Había oído sobre ello, un poco por mi madre, más por mi
abuela en sus momentos menos lúcidos. Nada era bueno. Por lo que pude

18 En el original está en español


unir, era una especie de unidad de vigilancia. Se aseguraban de que las
antiguas leyes de los demi- y semidioses se cumplían y tal.
Debido a que mi madre y mi abuela habían decidido atar sus
poderes, nosotras no teníamos nada que ver con ellos, nada de las
reuniones anuales o de la cultura semi, pero, aparentemente, seguíamos
en su radar. Lo cual tenía sentido. Aún no había obtenido mi poder real,
así que ellos no podían ignorar mi existencia o asumir que intentaría tener
mis poderes al mínimo.
Asentí lentamente. —Sí, he oído de ellos. Muy poco.
Un destello de algo pasó por su rostro. ¿Alivio? ¿Tristeza? Fue muy
rápido como para decirlo.
—Así que sabes que viven en un lugar llamado el Bosque Sagrado,
supervisan semis, y mantienen el orden, ¿no? ¿Algo así como un gobierno?
Me encogí de hombros, aún insegura de si él era realmente como yo,
o era un aterrador cazador de aliens conspirando para tratar de sacarme
información que me pudiera llevar a una caja en su sótano mientras
sondeaba mis orificios.
Suspiró y puso los ojos en blanco. 73
—Bueno, lo hacen. Descienden de Atenea, la diosa de la sabiduría, el
coraje, y la justicia. Así que mantienen el orden y nuestro sistema judicial.
Pero también vigilan a los semis, que parecen estar luchando con sus
poderes recién formados para que puedan manejar... problemas antes de
que comiencen.
Problemas. Como yo.
—Después del incidente con Eric, me enviaron aquí para observarte.
Llegar a una determinación acerca de qué hacer después.
¿Qué hacer después? ¿Qué quería decir eso? Crucé las manos y las
apreté, resistiendo el impulso de tronarlas como un niño para una mayor
comodidad. Así que Mac había sido una especie de acosador todo el
tiempo. Por muy tenebroso que fuera, parte de mí estaba un poco aliviada,
porque eso explicaba una tonelada.
—¿Así que así es como sabías en dónde iba a estar todo el tiempo?
Él tuvo la gracia de tener un aspecto ligeramente avergonzado.
—Sí. Y la revelación completa: tuve que hackear tus cuentas de
correo electrónico. Me disculpo, pero una vez más, era parte del trabajo.
Tuve un mini ataque preguntándome qué más había visto allí, pero
después de unos segundos me calmé. Casi nunca utilizaba mi e-mail.
Ahora bien, si tenía mi teléfono hackeado...
—Sólo tu correo electrónico —dijo, adelantándose a mi pregunta de
nuevo.
Bueno, eso explicaba cómo sabía lo que iba a escribir en mi
columna. Me incliné hacia delante y apoyé la cabeza entre las manos, las
noticias llenando mi cerebro de manera mucho más allá de la capacidad
donde se necesita el apoyo adicional. ¿Entonces el Concejo envió esta
espina en mi costado para hacer de mi vida un infierno? Y él era un semi
también. ¿Por qué me lo estaría diciendo ahora?
Abrí la boca para preguntar, pero se me adelantó. ¿Era un lector de
mentes? ¿Era siquiera una cosa para mi tipo?
—Hay un cierto protocolo. Tenía que verte sin previo aviso hasta que
consiguiera una idea de lo que tratabas, que tan bien lidiabas con tu poder
y lo que debemos hacer al respecto. Ahora lo sé. —Y a juzgar por su
expresión sombría, no estaba impresionado.
Dejé que se hundiera y asentí. Eso tenía sentido, supuse, pero me
las arreglé para trabajar con un poco de indignación.
—¿Por qué, en nombre de Dios, me has estado jodiendo todo el
tiempo? En serio, ¿era también parte de tu trabajo venir a la escuela, 74
arruinar mi columna de Concejos, chantajearme, y básicamente arruinar
mi vida?
Se removió en su asiento y agarró el volante.
—Es más complicado que eso. También tengo que ver cómo
contienes tu control bajo la presión y el estrés. Tú no tienes un novio o un
trabajo, y la única cosa que realmente parecía importarte era la columna.
Era la forma más fácil de apretar tus botones y lograr que te cruzaras
conmigo.
Un escalofrío que no tenía nada que ver con la temperatura se
apoderó de mí, revistiendo mi corazón en una caja de hielo. Mi voz era
apenas un susurro que se presentaba en una nube de vapor.
—¿Así que me gustaría hacer qué?
Él no respondió, pero se volvió hacia mí completamente y me puso
una mano en el hombro. Lo sacudí y hablé más fuerte esta vez.
—Necesito que me respondas ahora. Ya no me tomes el pelo. ¿Qué
va a suceder en tu pequeño mundo perfecto cuando me saques de verdad,
Mac?
—Marca de nuevo, Maggie —dijo, su voz y sus ojos planos—.
Entiende, mi trabajo requiere...
—No, tú tienes que entender. —Mi voz tembló, y yo podía sentir mi
control deslizándose, pero no había nada que hacer al respecto ahora. Sólo
tenía que decir lo que tenía que decir y salir del coche e ir a mi casa, donde
no podía hacer daño a nadie—. ¿Si tu pequeño juego funcionó? ¿Si me
hubieras hecho enloquecer como para saltar de verdad? Te podría haber
matado. ¿Entiendes eso, terco cabrón? ¿Esa pequeña probada que
conseguiste? Eso no fue nada. Ahora, tal vez tienes algún tipo raro de
deseo de morir, o tal vez las viejas arrugadas que ejecutan el Concejo han
hecho que sea uno de sus requisitos de trabajo, por lo que morir no
significa tanto para ti. ¿Pero matar a alguien? —Mi voz se quebró, pero no
me importaba.
Una chica sólo puede recibir tanto, y en el transcurso de doce
minutos, todo mi mundo se había volteado sobre su culo. Una vez más.
—Eso significa mucho para mí. Ahora hazme un favor. Ve y reporta
a tus jefes que lo estoy haciendo bien, y manejando para no matarte, que
es más de lo que, apuesto, un montón de chicas humanas serían capaces
de decir después de la mierda que has estado tirando. Después no vuelvas
aquí. No quiero ver tu cara nunca más.
Antes de que pudiera abrir la puerta, la cerradura se bloqueó. Él se
inclinó hacia delante y el calor subió un poco. Fue entonces cuando oí el
castañeteo de unos dientes. Míos. Tal vez era shock. Claro que se sentía
como eso. Como si estuviera en una nube mirándome a mí misma y a mi 75
jodida vida, casi sin pasión ahora.
Todo el miedo se había ido, hasta la omnipresente molestia con Mac
se había desvanecido, dejando tras de sí una extraña calma. Una extraña
aceptación. Yo no iba a salir del coche a menos que, o hasta que, él me
dejara. Tal vez me iba a morir aquí.
—No hemos terminado todavía. Tengo que preguntarte otra vez. —Su
mandíbula se fijó en un ángulo obstinado, y su tono me puso derecha otra
vez.
Mis dientes dejaron de rechinar, el bendito castañeo desapareció,
enviándome a caer de vuelta a la realidad.
Lo sentí venir, y cuando llegó, llegó como un mazazo en esta ocasión.
—Háblame de Eric. ¿Le hiciste eso a él?
Mi cara se puso caliente, y dejé caer la barbilla al pecho. No otra vez.
No podía escucharme a mí misma decir las palabras en voz alta. No podía
volver a vivirlo de nuevo. Ya lo había dicho una vez a mamá. Ni siquiera
Libby sabía toda la verdad, aunque creo que podría haber sospechado.
—¿Qué pasó esa noche, Maggie? —Su voz era más suave y gentil de
lo que jamás escuché.
Un escalofrío me recorrió, y sacudí mi cabeza.
—No puedo ha-hablar de ello.
—No tienes otra opción.
—La tengo. —Ahora estaba enfadada, porque era todo acerca de esa
noche. La que más odiaba. La parte que nadie más sabía de lo que pasó
antes del accidente. Y la idea de que alguien más fuerte que yo podía
tomar mi libertad de elegir de nuevo, incluso ahora me hacía hervir la
sangre—. Siempre tengo una elección.
—Ese es tu lado humano hablando, y no es por ser grosero, pero esa
parte de ti tiene su cabeza en el culo. Cuando el Concejo está involucrado,
la elección es una cuestión de interpretación. —Sus dedos tamborilearon
en el volante antes de que se volviera hacia mí—. Mírame.
Lo hice, pero sólo porque me parecía que no podía detenerme. Su
mirada gris, centrada en la mía, y mi corazón se desmoronó.
—Si tú no hiciste esto, o hay más en la historia, ahora es el
momento de hablar. Más allá de este momento, no importa ya. —La
expresión en su rostro marcado envió un chorrito de miedo corriendo a
través de mí.
Una parte de mí quería que supiera. Quería hacerle entender, pero
no pude hacer trabajar a mi boca. Si le contara mi historia, ¿quién iba a
decir que incluso escucharía a la semántica? Porque, detalles aparte, la
verdad era que yo era responsable. Y por primera vez él me estaba 76
tratando como a un ser humano. Yo no estaba preparada para que eso se
acabara.
Al final no importó de todos modos. Mi silencio fue suficiente para
establecer las manos hacia atrás al odio en punto.
Sus ojos se oscurecieron y se hicieron de acero, y sabía a ciencia
cierta que sus siguientes palabras iban a ser cien por ciento verdad, y que
no me iban a gustar.
Negué con la cabeza hacia él miserablemente.
—¿Qué te importa una mierda sobre mí o sobre mi vida? No puedes
entenderme de todos modos. —Yo no sabía lo mucho que quería que lo
negara hasta que no lo hizo.
—Mis sentimientos personales sobre ti no tienen nada que ver con el
trabajo. —Sus labios se torcieron y él se encogió de hombros—. Dijiste que
querías elecciones, voy a dejar que tengas dos. Si no eliges una, se elegirá
una para ti. Aunque yo me haga tu sombra. —Se inclinó tan cerca que su
aliento me agitó el pelo—. Voy a joderte hasta que te rompas y cometas
otra transgresión, y tomaremos tus poderes por la fuerza, o te vienes
conmigo al Concejo, a decirles lo que pasó con Eric, y voluntariamente
renuncias a tu poder. Todo será olvidado, y tú podrás seguir adelante.
Tener una vida normal. —Lo dijo como si me estuviera ofreciendo una casa
en Los Hamptons—. Te estoy dando tu mejor opción en este momento,
Maggie. Se inteligente y tómala.
Tómala. Lleva una vida normal. Mis pensamientos crecieron, andar
en bicicleta, días sin preocupaciones llenos de juegos de trineo a caballo y
comida llenaron mi cabeza. Los días antes de que me hubiera
transformado en lo que era ahora... lo que tenía aún que llegar a ser. ¿Y
todo lo que tenía que hacer era estar de acuerdo con él, y el Concejo sólo lo
apagaría? ¿Al igual que un grifo? La esperanza floreció en mi pecho y luego
se marchitó casi al instante. Si fuera tan fácil, ¿por qué mi mamá y abuela
no lo habrían hecho en vez de atar sus poderes por su cuenta? ¿Y por qué
no me habían llevado al Concejo antes de tener que hacerlo? ¿Podría todo
esto con Eric haberse evitado desde el principio si lo hubieran hecho?
Necesitaba un poco de tiempo para pensar. Un tiempo para hablar
con mamá antes de ir más lejos con esta conversación. Esto no podría ser
tan fácil como parecía.
—No puedo elegir. Todavía no.
Y así, lo último de su paciencia fingida salió por la ventana.
—Como la mayoría de las cosas, es muy blanco y negro. Si te
arrepientes de lo que has hecho, te vienes conmigo al Concejo y recibes
este cuidado. Si no lo haces, entonces no servirá. Y entonces tendremos un
problema grave. Aunque te puedo prometer esto. —Su rostro estaba pálido 77
y firme bajo la luna, y su voz era baja y áspera—: Estás a un mal día de
matar a alguien.
Eso dolía como el demonio, y me mordí el labio para contener el
aliento.
—Ni siquiera me conoces. ¿Cómo puedes decir eso?
—Eres Kardia.
Lo dijo como si debiera significar algo, y aunque sabía la parte de
Afrodita, la otra palabra era nueva para mí.
—¿Qué es Kardia?
Su ceño se profundizó y los asientos crujieron cuando se volvió hacia
mí con más detalle.
—Esto significa como, desde el corazón de. Eso es lo que decimos
cuando nos declaramos nuestros orígenes. ¿Por qué no sabes eso?
Responderle requeriría decirle más cosas de las que no quería
decirle. En su lugar, abrí la boca para explicar por qué eso no era su
maldito asunto, pero la mirada atronadora en su rostro me detuvo.
—Supongo que no ha salido.
Pronunció algo en voz baja y, a juzgar por la fuerza con que apretaba
los puños, me alegré de no escucharlo. Por desgracia, no pasó mucho
tiempo antes de que se incrementara el volumen.
—En serio, no sé si estás jugando al estúpido o eres realmente tan
estúpida a veces. —Oh, a la mierda con esto. Me acerqué a la puerta otra
vez, pero su voz baja murmuró—: No lo hagas. —Era lo suficientemente
amenazante, así que no lo hice.
Él dejó escapar un suspiro de exasperación.
—Eres del linaje de Afrodita. Así que eres Kardia Afrodita. Todavía
hay un puñado de ustedes por ahí, y yo nunca he conocido una buena.
¿Tú sabes todo lo del folklore?
Mi boca se secó y obligué un asentimiento de cabeza. Por favor, no lo
digas, por favor, no...
—¿De dónde crees que viene?
Esa pequeña joya me sacudió, pero ni siquiera tuve tiempo de
recuperar el aliento antes de añadir más a la carga.
—Por un segundo, me pregunté acerca de ti. ¿Cuándo te vi en el
hospital con Eric hoy? Pensé que sólo, tal vez... —Sus labios se detuvieron
en una línea dura—. Ahora me doy cuenta de que es pronto, pero
admitiste que pusiste al chico en coma. Robas. Mientes cuando mejor te
conviene. 78
Sus palabras caían sobre mí como una tormenta, y yo quería
hacerme un ovillo y cubrirme.
Pero todavía no acababa.
—Y eso es sólo ahora. Ni siquiera eres fuerte aún, y todavía estás un
poco rota. Una vez que tengas diecisiete años y hayas terminado de
cambiar, lo poco bueno que queda en ti pasará a ser consumido por la
necesidad. Ahora, estoy tratando de ayudarte aquí antes de que eso
suceda. Si Eric hubiera muerto, no tendríamos siquiera que solicitar tu
permiso. Te habrían sacado. Punto. Puedes tomar la mano que te ofrezco y
en unos pocos meses todo esto será un mal sueño, o puedes hacer esto de
la manera difícil. —Su voz bajó, lo que era más aterrador que si me
hubiera empezado a gritar—. Y si piensas que ha sido difícil hasta ahora,
estás muy equivocada.
¿Estaba en lo cierto? ¿Todos lo de mi tipo eran malos de alguna
manera? Mamá y abuela no lo eran. Eso lo sabía de verdad en mi corazón.
Pero, ¿tal vez solían serlo antes de que sellaran su poder? El pensamiento
me hizo enfermar y provocó otro pensamiento aún peor. ¿Yo era como un
monstruo nacido de una película de terror? No podía negar que a veces me
sentía como eso. Lágrimas obstruyeron mi garganta, y tragué saliva.
—Necesito más información antes de que pueda decidir. Como, ¿por
qué no? Si Afrodita es la diosa del amor, ¿por qué sus descendientes
tienen el deseo de robar de la gente? Parece al revés.
—Seguro como el infierno que lo es. —Su labio se curvó con
disgusto—. Pero esa es la manera que va para todos los semis. Cuando los
Dioses se meten con humanos, se diluye la línea de sangre. Los ioses
antiguos no son como los dioses de hoy. La mayoría eran despiadados
cuando estaban en su apogeo de poder. Ponlos juntos con los seres
humanos por igual erróneamente, y a veces todo sale bien, a veces no es
así. Un muy mal apareamiento puede crear una brecha en la línea que
lleva a cabo desde hace siglos.
Él me dio una mirada penetrante, y yo apretaba la carne suave en el
interior de mi mejilla con mis dientes. Así que al parecer la Kardia Afrodita
había sido una de las líneas con dicho distanciamiento. Había un montón
de molestias y ninguna simpatía en su voz mientras entregaba toda esta
información agradable, y me dieron ganas de darle un puñetazo. Era mi
vida de la que estábamos hablando.
No pareció darse cuenta y siguió adelante.
—Luego, añade eso al paso de miles de años. Los poderes cambian y
se vuelven inestables, pero a pesar de todo, cada línea conserva una parte
de su deidad de origen de alguna manera. La mayoría Kardia Poseidón
puede controlar el agua, moviéndola con sus manos o incluso a veces sus 79
mentes. Kardia Hermes son chismosos notorios, y a menudo tienen el
poder de viajar de un lugar a otro en un abrir y cerrar de ojos. Su clase ha
retenido necesidad de Afrodita para el culto y su afinidad por el amor. De
alguna manera, durante siglos, se manifiesta en lo que es ahora. Cuando
llegue plenamente a su poder, será capaz de hacer otras cosas, pero el
deseo de amor de la gente siempre estará ahí.
Qué manera de hacer que suene tan horrible como sea posible.
—Yo he respondido a tu pregunta, ahora tú necesitas responder a la
mía. —Su mirada perforó en mí—. ¿Vienes conmigo?
Antes de que pudiera formar una respuesta, las luces parpadearon
en mi casa y miré hacia abajo a mi teléfono celular con un sobresalto.
—Por favor. Tengo que entrar. Mi mamá tiene su clase de Pilates los
sábados por la noche, y tengo que estar allí para cuidar a abuela.
¿Tenemos que hacer esto ahora? Estoy completamente abrumada. Apenas
puedo pensar con claridad, y...
¿Y? ¿Qué había planeado decir? Me sentí como si estuviera tomando
pastillas locas y comprobando para meterme en un manicomio. Si él me
empujara, ¿me iba a romper en mil pedazos?
—Dame hasta el lunes para pensar, ¿de acuerdo? Te lo ruego.
Vaciló, evitando una mirada a la ventana de la imagen de mi casa
donde mi madre estaba ahora, mirando hacia fuera.
—Está bien. —Asintió secamente—. Lunes. La hora del almuerzo.
Nos vemos en la zona del patio para que podamos hablar.
Tenía la impresión de que no tenía un montón de voz en el asunto,
así que asentí.
—Está bien.
Tomé el indulto con gratitud a pesar de las veinte preguntas en la
punta de la lengua. Era extraño, pero a pesar de que había pasado la
mayor parte de una hora amenazada, me sentía extrañamente tan excitada
como aterrorizada. Si él estaba diciendo la verdad, había encontrado a otro
semi de mi edad. Alguien que sabía cosas sobre mí y mi tipo. Nunca había
conocido a uno, y ni siquiera estaba segura de cuántos existían o si alguna
vez encontraría a otro.
¿Qué tipo de semi era? ¿Tenía poderes? ¿De dónde había salido?
¿Cuándo se marcharía? ¿Estaba seguro de que todos los Kardia Afrodita
eran malos? Sin embargo, no hice ninguna de estas preguntas.
En cambio, me bajé del coche en silencio, el aguijón de una fría
bienvenida discordante.
—Y, ¿Maggie? —Mac me llamó con voz suave pero audible sobre el 80
ruido del motor del coche.
—¿Sí? —Me agaché un poco para meter la cabeza por la puerta aún
abierta.
Su rostro era tan intenso, me preguntaba si descendía de un dios de
la guerra.
—Ni siquiera pienses en escaparte de mí.
6
Traducido por Gaz Walker
Corregido por Sofí Fullbuster

Entré en la casa, deseando tener otros cinco minutos para aclararme


antes de que mamá me atormentara por el chico que me había traído a
casa. Tenía un montón de preguntas para ella también, pero no estaba
segura de querer hablarle de Mac; así que preguntárselas sería imposible
hasta que tomara una decisión. No sabía lo que me asustaba más: la idea
de que me diría que no podía ir con él al Concejo para renunciar a mis
poderes, o la posibilidad de que me agarrara, me metiera en el coche y me
llevara por sí misma cuando se enterara de que era una opción. 81
—¿Quién era? —me preguntó desde pasillo.
Ni siquiera me había quitado el abrigo todavía. Saqué los brazos y lo
colgué en la parte posterior de la puerta, todavía temblando debido a mi
discusión con Mac. —Un amigo de la escuela.
—¿Qué amigo? ¿Te vio caminar a casa y te recogió?
—Este chico llamado… —¿Le había dicho el nombre de Mac? No lo
creía. Mejor si no mencionaba que era el mismo chico del que había estado
hablando el otro día, porque eso sería abrir una nueva línea de periodismo
de investigación—, Mac. Estaba en el hospital visitando a su madre y me
vio saliendo. —Oye, si esa era una línea lo suficientemente buena para él,
era lo suficientemente buena para mí. Estaba segura de que no podía
decirle la verdad.
Caminé hacia el comedor, donde se encontraba mirándome
frunciendo el ceño. —¿Es un posible novio?
Lo preguntó como si fuera sólo leve curiosidad, pero la preocupación
era evidente en sus ojos. La idea de que estuviera sola con los chicos aún
la asustaba. Lo entendía. Me daba miedo también.
—Definitivamente no. Sólo un viaje a casa.
Su sonrisa era mucho más real esta vez cuando sacó una silla y se
sentó frente a una pila de correo. —Eso estuvo bien de su parte. —Hojeó el
montón e inclinó la cabeza hacia la cocina—. La cena está en la cocina.
Pavo con chili.
Asentí, pero no hice ningún movimiento para buscar un plato. —
¿Cómo estaba la abuela hoy? —Me asomé a la sala, pero estaba oscuro.
—Está durmiendo ya. Hoy ha sido… no ha ido bien. —Una nube
pasó sobre su rostro, y me sentí como una mierda por no venir cuanto
antes.
―No ha ido bien‖ últimamente significaba algo malo.
—Lo siento, llegué tarde. ¿Por qué no vas a alistarte para tu clase?
—Creo que voy a pasar esta noche, y sólo holgazanearé en el sofá —
dijo con una falsa sonrisa.
Estaba obsesionada con los Pilates, así que era otra pista de
exactamente cuán tan grave debió de ser su día. Sin embargo, otra razón
para no hablarle de mi conversación con Mac. —Voy a acomodarme
contigo, entonces.
Tan pronto como consiguiera cierta información, porque ahora
mismo estaba volando a ciegas con sólo la palabra de un extraño que
había estado casi exclusivamente lanzándome mierda para seguir adelante
con una decisión que me alteraría la vida en menos de dos días. ¿Cómo
sacar el tema con indiferencia? 82
—Entonces, dime más sobre el Concejo de Amaranth. —Ah, bien
jugado, Maggie. Muy suave.
Mamá dejó de revolver la pila de correo y se quitó las gafas de
lectura que estaba convencida de que sólo llevaba para hacer su mirada
menos bonita.
—¿Por qué preguntas por ellos ahora? —Su tono era tan agudo como
su mirada.
Me las arreglé para evitar ruborizarme, un signo seguro de
culpabilidad a los ojos de mamá, y me encogí de hombros. No dejé que eso
me detuviera, y me apoyé en el respaldo de una de las sillas. —Bueno, mi
cumpleaños está a menos de cinco meses. Estoy cada vez más cerca de
convertirme en lo que sea que me estoy convirtiendo, y quiero saber más
acerca de las cosas que me dijiste. Pensé en empezar por ahí.
Suspiró. —Sabes que no me siento cómoda discutiendo esto contigo.
Ni siquiera sé cómo funciona ahora… ha pasado tanto tiempo. Es una
parte de mi pasado, y pronto espero que sea una parte de tu pasado
también.
Dejé de lado mi enojo por su continua falta de voluntad para
ayudarme y probé un rumbo diferente. —Cierto. Y el pasado es historia.
Nuestra historia. Quiero saber de dónde venimos. ¿Cómo puede
lastimarnos?
Pareció relajarse un poco y se frotó los ojos. —Está bien, siéntate.
Vamos a hacerlo corto y dulce.
Me senté, la anticipación ante la idea de tener toda la información
dejándome un poco mareada.
—El Concejo está formado tradicionalmente por tres demi o
semidioses. Durante los últimos doscientos años, más o menos, han sido
mujeres. Una hermanas semidiosas llamadas Bryony y Floryn, y luego una
semidiosa llamada Marigold. Sus trabajos son regular la interacción entre
los dioses, demidioses, semidioses y los seres humanos para mantener el
orden.
Bryony, Floryn y Marigold. Guardé eso, pensando que los nombres
sonaban como muy buenos, y me senté en silencio, esperando a que
continuara sin yo acosarla.
—No estoy segura de qué más quieres saber. —Parecía un poco
mareada de haber incluso compartido mucho, pero no pude evitar
presionar por más.
—¿Cómo mantienen el orden? ¿Qué tipo de reglas hay?
Se removió en su asiento y metió un mechón de pelo rubio detrás de 83
su oreja. —Bueno, por ejemplo, tratan de mantener nuestra existencia
oculta. Así que si se encuentran con que muchas personas están
hablando, se enviará a un semi a hacer limpieza, por ejemplo.
—¿A limpiar?
Vaciló, frunció los labios y asintió. —Dónde puedan llevarse la
memoria de una persona.
Me eché hacia atrás, sorprendida. ¿Por qué, después de todo lo que
me había pasado, eso me sorprendía? No podía decirlo. Pero seguro como
la mierda que lo estaba. —¿Eso se puede hacer?
—Por un semi con un conjunto de habilidades particulares, sí. —Se
aclaró la garganta y cogió la pila de sobres de nuevo.
Me empapé de todo como con una esponja y quise más. —¿Qué
más?
Dejó escapar un suspiro de exasperación. —Vamos a ver… Bueno, si
hay un problema en el que alguien está causando el caos, o sea notado
demasiado por los seres humanos, el Concejo actúa. El poder es una cosa
insidiosa. y las personas hacen cosas malas para conseguirlo. Nuestra
especie no es diferente. El único problema es que a veces las personas a
cargo de las cosas son malvadas. Eso es parte de la razón por la que me
alejé.
—Entonces, ¿estás diciendo que el Concejo es bueno, o malo?
—¿De dónde viene todo eso? —Se congeló, y me inmovilizó con una
mirada escrutadora—. ¿Se te ha acercado alguien, Maggie?
El miedo en sus ojos era auténtico, y me hizo un poco menos
cómoda de mantenerle la verdad oculta. Aunque, para ser justos, si no me
hubiera ocultado la verdad a mí primero, podríamos ni siquiera estar en
este lío.
—No, no es eso. Siento que me ayudará a controlar todo mejor si
puedo entenderlo hasta que lo controle. Eso es todo. —Crucé los dedos
detrás de la espalda mientras hablaba, pero la culpa me apuñaló de todos
modos. No era partidaria de la idea de ―sellar‖, sobre todo por principio.
Hasta ahora no había manejado la cosa semi del todo bien, pero nunca
tuve la oportunidad de probar. Para ver lo que podría llegar a ser si
alguien... alguien tenía un poco de fe en mí y me daba una oportunidad.
Era una parte de mí, como mis ojos y mi nariz y mi risa extraña.
Enterrar la basura significaría convertirme en alguien que no había nacido
para ser, y eso me molestaba. Al mismo tiempo, no podía decir que era
grande para ir a algún lugar y que me despojaran de mis poderes tampoco.
No importaba cómo me sintiera en mi cabeza, olía a cosas desagradables,
por lo menos. ―Despojar‖ era una palabra muy dura. Si fuera una persona 84
de relaciones públicas, me habría ido con algo más como ―menguar‖ o
―deshacer‖. —Es mejor estar preparado para cuando llegue el momento. El
conocimiento es poder y todo eso —añadí con un gesto sabio.
El alivio brilló en sus ojos. —Bueno. Eso es realmente bueno. Los
miembros del Concejo son difíciles, por no decir más. No he tenido
demasiada relación con ellos, pero había historias… me preocupé al
principio por Eric —admitió en voz baja—. Pero normalmente no se
involucran en algo a pequeña escala y fácilmente explicado. No hubo
preguntas que quedaran colgando. Se le dio baja como un accidente. No
hay problemas… —Me dio otra mirada larga y dura—. Si hay algo que no
me estás diciendo, Maggie, ahora es el tiempo para soltarlo. No sabes de
qué son capaces para protegerse a ellos mismos.
—No hay nada, mamá. Sólo quiero saber. ¿No querrías tú? —Añadí
un poco de ácido a mi tono de modo que parecía que ella era la que me
molestaba. Lo bueno de psicología inversa.
Asintió lentamente. —Supongo que tendría tu edad. Antes de que lo
supiera mejor. Cuando era tan ingenua como para pensar que podía
controlar mis propias fuerzas. —Divertido, por un segundo parecía que sus
poderes eran aún óptimos, porque sus penetrantes ojos verdes estaban
excavando en mi alma—. Si me estás mintiendo…
Debí de parecer sincera cuando negué con la cabeza sin decir nada,
porque me dejó.
—Muy bien. Estoy confiando en ti. Pero de cualquier manera, no me
gustaría volver a hablar de este tipo de cosas, y creo que ya hemos hablado
suficiente por hoy. Ahora ve a buscar un plato de chili y ven a ver la tele
conmigo. En este episodio de Chopped tienen que hacer un aperitivo de
lengua de vaca y pelusa de melcocha.
Lo que sería probablemente mejor que su chili. Solté un suspiro y
me quedé sin saber a dónde ir desde allí. Le mentí a mi madre y no había
aprendido algo que me sirviera de mucho, y no había conseguido averiguar
nada de las dos cosas más importantes.
¿Era el más fácil de los caminos necesariamente el correcto? Y, más
importante aún, ¿sería Mac Finnegan mi salvación o mi destrucción?

Querida Ella: 85

Mis hermana de diez años y yo parece que no podemos llevarnos bien


en absoluto. Peleamos constantemente, pero es como que nuestros padres
sólo ven su lado de la moneda. Ella es más joven que yo, y me sigue
constantemente. ¿Cómo puedo hacer que mamá y papá vean la pequeña
bruja manipuladora que es, y lo que obtendrán de mí sobre nosotras
estando “cerca” y el pasando “tiempo de hermana” juntas?
Firmado,
Hasta AQUÍ he llegado.

Querida hasta aquí:

Estoy sintiendo totalmente tu dolor. Es difícil cuando no puedes


llevarte bien con alguien en casa y no es tu culpa. Si estás siendo juzgada
injustamente, siéntate con tus padres y explica por qué. Como hija única, he
querido hermanos todo el tiempo, ¡pero la lectura de tu correo electrónico me
hace pensar que tengo suerte! Si tus padres no van a escuchar, luego haz
todo lo posible para mantenerte alejada de ella hasta que crezca un poco.
Instala una cerradura en la puerta de tu dormitorio, únete a algunas
actividades después de la escuela para tener que salir de la casa más.
Esperemos que esto sea solo una fase y mejore mientras crezcan.
Siempre tuya,
Ella

Pulsé enviar, y luego pasé al resto de mi escritura en mi diario,


básicamente en blanco mientras pensaba en Mac y su oferta. Un segundo
estaba cien por ciento segura de que iba a llamarlo para ir con él. Ir al
Concejo, a pedirles que me quitaran mis poderes, y luego me gustaría
volver como nueva. O bien como había sido antes de que hubiera
empezado a cambiar. Lo cual, a veces, parecía perfecto desde donde estaba
ahora.
Luego, me iba para otro lado. No era como si perder mis poderes
rotaran hacia atrás las agujas del tiempo. Eric todavía estaría en el
hospital, y todavía sería culpable de eso. Además, no había manera de
saber si ir con Mac sería contraproducente. ¿Quién sabía? Podría admitir
el daño a Eric, despojarme de mis poderes, y terminar en una especie de
calabozo el resto de mi vida, sodomizada por un minotauro por el resto de 86
mi vida como en algún extraño nivel del infierno en El Infierno de Dante.
Mac no era mi amigo, y ya estaba raspando el fondo del barril en el
departamento de fideicomisos.
Pero la otra alternativa no era mucho más alegre. Tenía estos
poderes peligrosos, que no tenía ni idea de cómo manejar, y nadie que me
ayudara a descifrarlos. Brevemente me entretuve con la idea de llamar a
Libby y decirle lo que había pasado con Mac, pero al final, el miedo me
impedía golpear el botón de llamada. ¿Qué pasaba si decía algo que no
debía y ellos venían y la limpiaban? No sabía lo que implicaba todo
exactamente, pero no sonaba como un tazón de palomitas de maíz. Y,
¿quién sabe? Podrían tener algo extra que necesitaba, como la posibilidad
de armar trajes extraños. No estaba dispuesta a correr ese riesgo.
A pesar de mi confusión, el lunes por la mañana todo cambió. Era la
cosa más extraña. Esperaba estar despierta toda la noche, pero en cambio,
mi cerebro debió haberse recalentado por el exceso de uso y me estrelló en
un coma en la almohada. Y cuando me desperté, sabía exactamente lo que
iba a hacer.
Comí un desayuno saludable de avena con chispas de chocolate y
luego lo dejé cuando recordé que iba a estar en el almuerzo con el único
otro semi que conocía aparte de mi madre y mi abuela. Ah, y entonces, de
acuerdo a dicho semi, se suponía que debía decirle sobre esa vez en que
casi maté a un muchacho y estar de acuerdo en renunciar a mis poderes o
básicamente retarlo a un duelo que no tenía ni idea de cómo luchar, ya ni
decir ganar. El mismo semi quien, por cierto, también sabía a ciencia
cierta que era una ladrona y pensaba que daba un mal consejo a los
estudiantes necesitados bajo un nombre falso.
En el momento en que la campana del almuerzo sonó, era un
manojo de nervios.
Estaba a punto de hacerse realidad.
Salí de química y esquivé a Libby en el salón, diciéndole que tenía
que ver al señor Foster para hablar de un proyecto de arte. Fue un largo
paseo a la zona del patio, y consideré dar vuelta una docena de veces. Fue
entonces cuando pensé en la mirada en su rostro cuando le había dicho:
No pases de mí, lo que mantuvo mis pies en la dirección correcta.
Llegué a las puertas dobles y miré alrededor. Hacía unos agradables
siete grados, pero aun así los niños más gruesos lo evitaban a partir de
octubre. Mac y yo estaríamos solos casi de seguro, lo que era preferible.
Tenía la esperanza.
Salí y me dirigí hacia los dos bancos de piedra en el centro del
rectangular espacio cuidado. En primavera, flores y arbustos salpicaban la
zona, pero hoy era gris, además de algunos árboles de hoja perenne, como
el resto de New Hampshire. 87
Saqué el teléfono de mi bolsillo y miré la hora. Llevaba tres minutos
de retraso. Oh, bueno. Había hecho mi parte. Me di la vuelta para
alejarme, pero mientras lo hacía, las puertas se abrieron de nuevo y Mac
las atravesó. Los disturbios en mi estómago comenzaron de nuevo, y me
senté en uno de los bancos. Incluso en estas circunstancias, no podía
negar lo hermoso que era, o la atracción que sentía hacia él. Aunque no
tuve mucho tiempo para pensar en eso. Sus largas zancadas se comieron
la distancia entre nosotros, y luego se sentó en el banco frente a mí.
—Maggie. —Se inclinó hacia atrás, su cuerpo tan relajado como su
rostro.
Metí una mano sudorosa en el bolsillo de mi chaqueta y traté de
ignorar el frío que se filtraba desde la piedra a través de mis pantalones
vaqueros.
—Mac.
Su tormentosa mirada buscó en mi rostro, y me dio la impresión de
que estaba bastante seguro de que sabía dónde había aterrizado en mi
conflicto de hacerlo-no hacerlo. Esa arrogancia me alimentó lo suficiente
como para apretar el gatillo.
Respiré hondo y solté las palabras en un apuro. —Voy a pasar.
Me miró durante un largo rato y luego se rascó la barbilla con el
dedo índice antes de mirarme. —Vas a… pasar.
Sin ira. Ese era un buen comienzo, pero aun así, sorprendente.
Me removí en el asiento y me incliné hacia adelante, con ganas de
acabar lo antes posible para poder irme. —Sip. Así que, ya sabes, gracias,
pero no, gracias.
Una vez más, un largo silencio se combinó con una mirada
evaluativa por una larga pausa, y luego: —No estoy seguro de lo que
quieres decir. Te ofrecí dos opciones. ¿De cuál estás pasando?
Ahora hablaba muy lentamente, como si estuviera hablando con el
tonto del pueblo, y eso estimuló mi valentía y curó mis náuseas.
—Las dos cosas. No voy a ir contigo al Concejo, y no me vas a quitar
nada. Mira, no sé si sabes eso de mí todavía, pero soy mucho más fuerte
de lo que parezco, y puedo tomar cualquier cosa. —Mi voz se hizo más
fuerte con cada palabra. Estaba harta de ser acorralada en una esquina,
en primer lugar por Eric, luego por mamá, y ahora por Mac. Al diablo con
eso.
—Así que voy a darte dos opciones. Puedes trabajar conmigo.
Háblame de mis poderes. Ayúdame a aprender a usarlos correctamente.
Enséñame. —Me puse de pie y miré hacia él—. O puedes planear
permanecer en Crestwood el resto de tu vida siguiéndome como un
cachorro perdido. 88
No sabía lo que esperaba. Llegar a un acuerdo para que me ayudara
sería lo ideal. O discutir, más probable. Tal vez incluso que estallara en
aplausos antes de anunciar que había pasado ―la prueba‖ y era libre de
irme. Pero lo que había imaginado no se comparaba con su lenta y letal
sonrisa que hizo que la parte trasera de mi cuello sudara.
—Muy bien, entonces. —Se puso de pie y retrocedí un paso,
decidida. Sus hombros parecían aún más grandes que hacía un segundo,
y ojalá se me hubiera ocurrido empacar un poco de spray de pimienta o
algo. Si realmente era un tipo malo, ¿qué le iba a impedir ponerme encima
de su hombro y llevarme con él a la fuerza?
Tanto miedo como tenía en ese momento, sabía que no lo haría.
Tenía que cargar con algún tipo de código. Honor y deber que le ataran las
manos de alguna manera. Lo vi en él. Podía sentirlo. Debajo de todo el
comportamiento botín e insultante, sabía que había algo bueno en el
núcleo. De hecho, confiaba en él.
—Por lo tanto, ¿me ayudarás? —Una brasa de esperanza comenzó a
formarse en mi corazón, y esperé sin aliento por su respuesta.
Dio una sacudida brusca de la cabeza. —Lo siento, no. No estoy en
el negocio de la formación. —Se sacudió y echó a andar hacia la entrada,
totalmente frío. Como si nada hubiera pasado.
Le grité, con la boca seca de repente. —No me importa, ya sabes. Si
dices acerca de la columna. O incluso las joyas y esas cosas. —Ya me
había resignado a estos dos destinos. Libby entendería, y Bink me
perdonaría y sería mi amigo, no importaba lo que pasara. Realmente no
me preocupaba por lo demás. Si me echaban de la escuela, sería darme
más tiempo con la abuela. Además, otro año y medio y estaría fuera de
aquí de todos modos.
Redujo la velocidad y se volvió hacia mí, con los ojos de granito gris
fríos. —Estás loca, niña tonta. ¿Crees que conseguir ser expulsada de la
escuela por robar ayuda a mi causa? Eso sólo haría más difícil para mí
para hacer un seguimiento de tus movimientos. —Negó con la cabeza—.
No, puedes esperar que me quede aquí y verme por todas partes. Te puedo
garantizar que te vas a rendir antes que yo. Ya tienes un strike, y yo estaré
allí para lanzar el número dos.
No he visto un montón de deportes, pero estaba bastante segura de
una cosa, y me dio un rayo de esperanza. —¿No se supone que hay tres
avisos antes de que esté fuera?
—Ahí es cuando estás jugando un partido. Esto no es un juego,
Maggie. Este es un asunto serio. —Abrió las puertas y dio un paso a través
de ellas, mirando por encima del hombro—. Tu decisión sólo ha
confirmado el hecho de no eres más que un parásito. A partir de ahora, 89
soy el exterminador.
Seguía mirando su espalda, las lágrimas nublando mi visión, cuando
las puertas se cerraron detrás de él.
7
Traducido por Zafiro
Corregido por *Andreina F*

Querida Hasta AQUÍ he llegado,


¿Qué edad dijiste que tenías? Si eres casi un adulto y no puedes
encontrar una manera de llevarte bien con una niña de diez años, o al
menos manipularla para llevarse bien contigo, entonces eres tú quien tiene
un problema. Escucha, ella sólo quiere tu atención. Buena o mala, tomará lo
que sea que pueda conseguir. Probablemente una noche de chicas con un
poco de helado y una película de terror, o un viaje juntas para arreglar sus
uñas y una parada en la sala de juegos bastaría para hacerla cambiar su
90
malcriado tono. Dale una oportunidad, y si me equivoco, te compraré el
almuerzo durante una semana. Sabes quién soy, y si no lo haces, pregunta
por ahí. Alguien me encontrará, aunque no creo que eso sea necesario.
Espero te ayude,
Él

Por una vez, leer sus tonterías no se sumó a mi miseria. Porque si


alguien preguntaba por ahí y lo encontraba, y se corría la voz, era sólo
cuestión de tiempo hasta que fuera expulsado o suspendido por lo menos.
Eso no resolvería mi problema, pero seguro que sería agradable sacarlo de
mi vida durante un tiempo. Además, al menos detendría la columna.
Pulsé ―eliminar‖ en el último correo electrónico y luego el botón de
―bloquear remitente‖ con un suspiro. Había pasado más de una semana
desde nuestra reunión en el patio, y hasta ahora, aparte de mantenerse al
día con las columnas de consejos, todo había sido extrañamente tranquilo
en el frente Mac. Podría mentir y decir que fue un alivio, pero no lo era.
Con cada hora que pasaba sin que hiciera un movimiento me ponía más
tensa.
Habían corrido en mi mente las posibles razones de su silencio, y
había estado dudando entre dos. Número uno: había decidido vivir y dejar
vivir e iba a jugar limpio y sólo vigilarme en mi hábitat natural en vez de
joderme hasta que lanzara mi mierda. O número dos: esto era una forma
de guerra psicológica. Y yo estaba perdiendo.
No es que me acercara a romperme o ir toda psicópata de la forma
en que me podría poner si él hubiera hecho algo terrible. Sólo el temor de
eso me tenía mirando alrededor de las esquinas y debajo de mi cama como
la primera-chica-en-morir en una película de Scream.
Aún no tenía idea de quién o qué era además de las vagas cosas que
me había dicho, lo que puede o no ser cierto, y ningún marco de referencia
para lo lejos que estaba dispuesto a ir para conseguir que hiciera lo que
quería. ¿Estábamos hablando de llenar mi cama con garrapatas o añadir
unas cucharadas de desatascador a mi té helado? Una bonita amplia gama
allí.
Esa era la cosa sobre cómo tratar con antiguas culturas, dioses y
mierda. Las cosas que parecían tan ridículas para mí en realidad podrían
ser la norma por todo lo que sabía.
De lo que había aprendido en la clase de mitología, Mac decía la
verdad acerca de una cosa. Los dioses y semidioses de la antigüedad eran
bastante gánster. Si se sentían agraviados, te endilgarían con una cabeza
llena de serpientes y una cara de desgracia sin siquiera romper a sudar. 91
Quién sabía si Mac, lo que sea que fuera, estaba suscrito al mismo tipo de
pensamiento excesivo.
Prometí volver a intentar atrapar a mamá en un buen día y
preguntarle sobre los diferentes tipos de semidioses para tratar de tener
una idea de a lo que me estaba enfrentando, porque todo me ponía súper
nerviosa.
Miré el reloj y gemí. Media hora hasta el almuerzo y luego aún ir a
clases vespertinas. Supongo que podría haberme derrumbado, sólo
rendirme y pedir un fin a lo que esto fuera, pero maldita sea, ahora que
sabía que podría ser capaz de ayudarme, no podía dejarlo ir.
Probablemente sabía cosas... cosas sobre nuestro mundo, y mis poderes, y
la forma de controlarlos. Necesitaba saber lo que él sabía.
Ese recuerdo me dio el impulso que necesitaba para seguir con el
plan. Esperar hasta que se rindiera.
—Oye, Maggie —susurró una voz.
Levanté la vista de mi lugar para ver a Vaughn Quigley apoyado en
mi camino, su sudoroso rostro lleno de urgencia.
—¡Atrápala!
No tuve tiempo para pensar, sólo reaccioné y estiré la mano para
agarrar el montón de papel en forma de balón de fútbol que había tirado
en mi dirección.
Su cara estaba más roja que de costumbre, lo que era decir algo, y
un hormigueo de inquietud me recorrió. Vaughn era bastante agradable,
pero era casi dolorosamente tímido y perpetuamente húmedo de los
nervios. Incluso ahora, la nota que había lanzado en mi camino se sentía
fría y húmeda en mi mano. La miré, perpleja. Nunca habíamos realmente
hablado mucho además de cuando Hortense nos había emparejado juntos
por un proyecto de investigación sobre la fotosíntesis, y aun así, nuestro
trato había ascendido a unos pocos correos electrónicos llenos de notas e
ideas y luego una sesión de escritura después de la escuela en su casa. No
había hecho más que batir una mano en mi dirección, junto con un
entrecortado ―h-hola‖ desde entonces.
Miré a mi alrededor y vi a Hortense inclinándose sobre Todd
Mickelson, que estaba haciendo todo lo posible para salir de debajo del
peso de su abarrotado pecho mientras le daba instrucciones sobre la
forma correcta de dar formato a una bibliografía. Parecía absorta en
escucharse hablar a sí misma, por lo que cuidadosamente desdoblé el
trozo de papel. Era una nota escrita a mano, en dos partes. La primera
mitad parecía escritura de chica, y la sangre corrió a mis oídos mientras la
leí con creciente horror.
92
Hola Vaughn,
Sólo quería que supieras que, desde nuestro proyecto hace un par de
meses, no puedo dejar de pensar en ti. La forma en que investigaste la
mierda de las flores y los ágiles movimientos de tus dedos mientras volaban
sobre el teclado. Por no hablar de esas deliciosas galletas de avena que tu
mamá nos hizo cuando fui. Sé que esto parece extraño y repentino, pero me
preguntaba si te gustaría pasar el rato en algún momento pronto. Como, tal
vez, ¿hoy ir a Jimmy’s después de la escuela por una rebanada de 'za?
Esperando oír de ti,
Mags

Me encontraba literalmente paralizada. Podía sentir los ojos de


Vaughn clavándose en mí, pero incluso si no podía, el sonido de su
respiración bucal en mi dirección era lo suficientemente fuerte que me
hubiera dado cuenta de que su atención se centraba exclusivamente en
mí. Tragué saliva y traté de mantener mi cara neutral cuando el impacto
inicial se disipó y la ira rugió dentro, ocupando su lugar.
Mac finalmente había disparado el primer tiro. Y fue sobrecogedor.
Mi mente giró, tratando de pensar cómo lo habría sacado. Debe
haber ido por mis viejos correos electrónicos de la escuela y encontró los
que eran entre Vaughn y yo, incluyendo aquel en el que le dije que
agradecía a su madre por las galletas. Era hábil. A pesar de que moriría
antes de decir la palabra ―za‖, y la idea de describir los dedos de alguien
como ―ágiles‖ me dio asco, tendría que creer que la nota era mía, porque
nadie más podía saber esas cosas.
Mis manos comenzaron a temblar cuando el poder dentro de mí
surgió. Iba a matarlo.
—¿Qué tienes ahí, señorita Raynard?
Me puse rígida y arrugué la nota en mi mano, volviéndome hacia
Hortense.
—Nada. —Tal vez si hubiera estado menos furiosa, habría estado
pensando con más claridad y podría haber salido con algo mejor que eso,
pero la ira había frito todo pensamiento racional de mi cerebro.
—Excelente, entonces dármela no será un problema. —Tendió la
mano por el papel, y me entró el pánico. En una decisión mal concebida, lo
tiré detrás de la partición que creaba una falsa pared, por una gigante fila
adjunta de estaciones de computadoras. Al menos, llegar a ella sería una
tarea tan grande que la clase sería despachada para el momento en que la
consiguiera. 93
La atrapó en el aire como un experimentado portero y sus labios se
extendieron en una maníaca sonrisa. No fue un buen vistazo. Una bola de
temor se formó en mi vientre.
¿Quién sabía que la vieja Hortense daba saltos locos?
—Gracias —susurró.
Podía sentir la reacción de Vaughn como si fuera una cosa tangible.
Una vez había visto una parte de este programa de la naturaleza donde un
cazador había matado a un ciervo con un arco y una flecha. El pobre tuvo
una flecha en el costado y, finalmente, se había derrumbado. El cazador
vestido de camuflaje se acercó para un disparo mortal y el camarógrafo
tomó un acercamiento de la cara del animal. Las fosas nasales dilatadas,
los ojos salvajes retrocediendo, grandes respiraciones sopladas cortando
dentro y fuera de sus pulmones. Puro y absoluto pánico. Exactamente lo
que sentí salir de Vaughn ahora, en oleadas.
—Por favor, no lo haga —murmuré, trabando miradas con Hortense.
Pidiéndole realmente el daño. Mis dientes estaban apretados con tanta
fuerza, que mi mandíbula dolía, pero sabía lo que iba a hacer, y una
mandíbula dolorida estaba bien para mí si mi petición funcionaba.
No lo hizo.
De hecho, en todo caso, parecía aún más triunfante. Perra.
Avanzó pesadamente hacia el centro de la habitación y se aclaró la
garganta como si fuera la próxima en la noche de poesía slam19 de la
cafetería.
—Clase, tenemos algo que Maggie quería compartir hoy.
La mitad de los estudiantes se movían en sus asientos, mirando con
indiferencia, mientras que la otra mitad ni siquiera pretendió importarle
una mierda.
Eso cambiaría.
—Querido Vaughn —comenzó, sus pequeños y brillantes ojos
ampliándose.
Mientras leía, mi cabeza palpitaba. Era malo hasta que los latidos se
pusieron tan ruidosos que no pude más oírla hablar o las risitas de los
otros chicos, lo cual fue un alivio. Me temblaban las manos mientras
trataba de concentrarme en el control. Respirando adentro y afuera.
Manteniendo la calma. No agarrando a Hortense por su flácido cuello y
robando cada maldito pedacito de amor que había tenido hasta que no
quedaba nada de ella. Más respiración.
Mi mundo se quedó en silencio mientras me concentraba más fuerte, 94
visualizando mis emociones como luz. Al principio era el sol, abarcando
todo, pero lo perforé con fuerza, estrechando mi atención a un punto,
luego más fuerte, hasta que fue reducido... a un punto de luz, como el haz
rojo de una mira telescópica. Y en el extremo de ese haz estaba Mac
Finnegan.
Bang, Bang.
El sonido se filtró en el ahora cuando Hortense terminó, y mi mente
se aclaró, a excepción de la parte llena de pensamientos de violencia
destinados a una persona que no era mi maestra. Estaba muy orgullosa de
mí, pero aún no había terminado.
—¿Bueno, Maggie? Todos estamos esperando tu respuesta. —Me
inmovilizó con una malévola mirada. ¿Por qué esta mujer me odia tanto?—.
¿Lo harás?
¿Lo haría? No había tenido la oportunidad de leer la respuesta de
Vaughn a mi falsa invitación, así que no tenía idea de cuál era la pregunta.
La parte de la habitación que no se había interesado antes estaba en
ello ahora, y cada uno me escrutaba. Vi a Ella Stevens, cuyo labio se
curvaba con disgusto. Oí las risitas de los pocos chicos detrás de mí. Y
entonces miré hacia arriba y vi el rostro sudoroso de Vaughn, el corazón
en los ojos.

19Elslam es un torneo de poetas en los que se enfrentan a través de recitales


dramatizados por las notas de un jurado seleccionado del público.
Así que, ¿lo haría?
—Sí. —Salió como un graznido, por lo que aclaré mi garganta y lo
intenté de nuevo—. Sí. Lo haré.
Era la respuesta correcta, porque aunque todo el mundo en la sala
se quedó sin aliento, la cara de Vaughn se dividió en una sonrisa. No tenía
idea de lo que acababa de aceptar. ¿Cita al cine? ¿Ir al ―estacionamiento‖?
¿Ceremonia de unión rumana con juramento de sangre?
Fuera lo que fuera, sabía que había hecho lo correcto. Cuando
Vaughn y yo estuviéramos solos, podía desilusionarlo amablemente y
solucionar esto. Luego, cuando terminara, me gustaría ir a la casa de Mac,
subir a través de su ventana, y apuñalarlo hasta la muerte con una
cuchara-tenedor. ¿Por qué una cuchara-tenedor? Porque eso era sin duda
la forma más humillante de irse. Muerte por cuchara-tenedor.
Jubilosos y sangrientos pensamientos llenaron mi cabeza mientras
Hortense continuó con su numerito, haciendo referencia a Romeo y
Julieta, y los tiernos retoños del amor joven.
Gracias a los dioses de la campana que se apiadaron de mí y sonó
en ese momento. Me puse de pie como si me hubieran lanzado desde un 95
cañón.
—Lamento lo de la nota —dijo Vaughn mientras corría a mi lado.
Sus mejillas eran del color de la sandía madura, y sus glándulas
sudoríparas trabajaban tiempo triple. —Iba a ponerla en tu casillero como
lo hiciste con la mía, pero no tuve tiempo para ir entre las clases y no
quería hacerte esperar. —Tomó una toalla de papel arrugado de su bolsillo
y se secó la frente con ella.
Normalmente, había una loca carrera hacia la puerta, pero un
puñado de nuestros compañeros estaba claramente intrigados por el
drama de hoy y arrastraban sus pies. Ella Stevens era una de esas
personas, y resistí el impulso de subir y golpearla en su reciente
rinoplastia.
Vaughn cambió sus libros a su otro brazo y tragó con fuerza
suficiente para que yo escuchara. —E-está, eh, ¿está todo bien?
Aparté la mirada de Ella y fingí una sonrisa. —Sí, está bien. Lo
siento, pensaba en mi examen de química. —Cerré la sesión en el equipo y
me volví para mirarlo—. Camina conmigo. —No hay razón para darle a
estas personas aún más espectáculo. Habían visto suficiente.
—¿Te gusta el asado a la cacerola? —preguntó Vaughn, cogiendo el
paso a mi lado mientras hacíamos nuestro camino fuera de la clase.
Hortense parecía bastante presumida cuando pasamos, y deseé haber
nacido bruja en vez de una semi, porque convertirla en un gigante pedazo
de mierda hubiera sido muy satisfactorio.
—¿Asado a la cacerola? Sí, supongo que sí. —Estaba mentalmente
escribiendo mi discurso ―no eres tú, soy yo‖, por lo que aún no había
conectado los puntos.
—Genial. Eso es lo que mi madre está haciendo para la cena. Le
envié un mensaje diciéndole que te invitaría, y quería asegurarse de que
estaba bien. Está muy emocionada de verte de nuevo.
Y, probablemente, aún más emocionada de que su hijo había logrado
llevar una chica a casa sin depender de una camioneta blanca y cinta
adhesiva. Era el recuerdo de la dulce cara de la señora Quigley lo que
ahora tenía a mi estómago en nudos.
Nos hallábamos casi en mi casillero, y era el momento de la decisión.
Tenía que apretar el gatillo, lo que se sentía un poco como que resultaría
en la muerte de ambos, Bambi y su madre, o tenía que morder el polvo.
Casi podía saborear la pólvora en mis labios. —También estoy muy
emocionada de verla. Estaré a las seis. Esta noche, ¿verdad?
Asintió y sonrió, y el resto de mi duda huyó. Esto era lo correcto a
hacer. Tal vez un poco de interacción social lo haría menos nervioso con
las chicas en general, y podría ayudarlo de alguna manera. Tendría que 96
decirle esta noche que sólo podíamos ser amigos, pero pensaba que podría
ser suficiente para él.
Se dirigió a su próxima clase, y esperé a que Libby se me uniera en
mi casillero para que pudiéramos ir a almorzar. Sólo que la mano en mi
hombro no era de Libby. El deseo de cogerla me golpeó tan fuerte que mis
rodillas temblaron, y sabía quién era mi asaltante antes de que hablara.
—Hola, Magpie. He oído que tienes una cita esta noche.
Me di la vuelta y la quité de encima. El poder aumentó rápido y
caliente y estaba a punto de dejarlo volar cuando una vocecita en mi
interior me recordó: —Eso es lo que quiere.
Apreté mis puños a mis costados y me las arreglé para mantener mi
voz baja y controlada, lo que no fue fácil. —Eso fue jodido. Tu rencor
conmigo no tiene nada que ver con Vaughn.
Se encogió de hombros.
Encogido.
—Daños colaterales.
Estaba a punto de ir furiosa contra él, feliz de tomar la detención por
violar la regla de ―hablar en voz baja en los pasillos‖ sólo para obtener algo
de la ira, pero entonces vi algo que me hizo pausar. Una grieta en su
sonrisa arrogante. Una pizca de arrepentimiento genuino en sus malditos
hermosos ojos.
—Y no se trataba de Vaughn. Esto es sobre ti y de lo que eres capaz.
No sé cómo obtenerlo a través de tu cabeza. Tu especie es una mala
noticia. Sin excepciones.
Eso no podía estar en lo cierto, ¿verdad? ¿La diosa del amor no
había conseguido ni una sola descendiente buena, en cualquier lugar?
Volví a pensar en lo fácil que sería llegar a un acuerdo y dejar que me
llevara al Concejo y terminar con todo. Entonces recordé que no tenía
motivos para confiar en este chico, y un millón de razones para no hacerlo.
Y también me acordé de que este poder era una parte de mí. Una parte
muy importante. Un legado de mi madre y su madre. Aparte de eso, por
alguna incomprensible razón no estaba muy lista para dejarlo ir todavía.
Libby se acercó por detrás de Mac, pero desaceleró cuando lo vio, la
frente arrugada por la confusión. Le saludé con un pulgar hacia arriba
para hacerle saber que estaba bien. Parecía más que feliz de dejarme y
señaló con la barbilla hacia el comedor antes de correr lejos.
—No tengo ningún conocimiento acerca de los semis o cualquier otra
cosa en este loco mundo del que vienes, pero conozco esto. —Me metí con
él, ignorando el crujido entre nosotros que todavía me llamaba, todo lo que
quería era golpearlo en los genitales en ese momento, y bajé la voz a un 97
susurro cuando noté a algunos rezagados en el rápidamente vacío
pasillo—. Cualquier cosa que seas, no eres un maldito regalo tampoco.
¿Crees que eres una buena persona, intimidando a una chica de la mitad
de tu tamaño y tratando de humillar a un chico que apenas puede
conseguir las bolas de levantar la mano en clase? ¿Y si lo hubiera
rechazado delante de todos?
Le tomó un segundo a Mac decir una respuesta, pero cuando lo hizo,
su rostro se tensó y sus ojos se aplanaron. —Para ser honesto, como que
pensé que lo harías. Y aun así, mejor mil chicos avergonzados que incluso
uno más en un maldito coma por tu mano.
Me estremecí, pues el disparo dio en el blanco. Eric. Todo volvía
hacia él. ¿Cómo podría argumentar cuando Mac tenía razón? No se podía
negar que casi había matado a un chico. Me desplomé, de pronto agotada.
¿Por qué luchaba de nuevo?
—Diviértete en tu cita de esta noche, Magpie, y luego abróchate el
cinturón. Porque apenas estamos empezando.
Mac se alejó, su habitual arrogancia mayor en su marcha, y sabía
que, cualquier resquicio que pensé que había visto en su armadura fue
rápido en repararse. Ojalá hubiese tenido ese tipo de resistencia, ya que
este último encuentro me había destrozado totalmente.
Y no había duda en mi mente de que la segunda ronda iba a ser
mucho, mucho peor.
8
Traducido por Melody Hamort
Corregido por NnancyC

La cena con los Quigleys fue... interesante. El señor Quigley estaba


trabajando hasta tarde, así que sólo éramos, Vaughn, su madre, su
brillante pero extraña hermana de ocho años, Alice, quien insistió en que
todos la llamáramos Rue, como la niña de Los Juegos del Hambre, y yo. Al
parecer, no leyó completamente el primer libro, todavía, y no tuve el
corazón para decirle que las cosas no terminaron tan bien para su tocaya.
Tuvimos una cena completa de domingo, del tipo con bollos calientes
y salsa, y fue probablemente la mejor comida casera que alguna vez comí.
98
Después de devorar una gruesa capa de tarta de manzana cubierta con
algún tipo de salsa de caramelo, y agradeciendo a la señora Quigley, me
contoneé hacia la puerta de entrada y Vaughn me siguió. Me deslicé en mi
abrigo y traté de unir el discurso en mi cabeza. Dejarlo gentilmente, pero
con firmeza. Asegurándole que definitivamente podríamos pasar el rato de
nuevo como amigos. Especialmente si su madre hacía la comida.
—Muchas gracias por venir. —Su mano estaba tan sudada que
patinó sobre la manija de la puerta, y le tomó dos intentos abrirla. Salí, él
también lo hizo y cerró la puerta detrás de nosotros.
—Gracias por invitarme. Esto fue mucho mejor que pizza. —Esa fue
una exageración, ya que la pizza es mi cosa favorita en el universo.
—Me alegro de que hayas venido. —Vaughn no se había puesto un
abrigo, y en realidad tenía un buen aspecto. A los diez segundos de estar
en una temperatura justo por encima del punto de congelación, parecía
estar seco como el Sahara y sus mejillas normalmente carmesí, eran de un
tono alegre de rosa.
Se inclinó y el olor a cebolla perla me sacudió en la comprensión de
que estaba a punto de besarme.
—Oh, no, yo…
Demasiado tarde. Sus labios se posaron sobre los míos, y cerré los
ojos, lista para reprimir con fuerza la necesidad de tomar... pero nunca
llegó. No tenía sentimientos hacia él de un modo u otro, lo que sólo hizo
que mi reacción física casi violenta con Mac fuera aún más confusa.
Me preparé para retroceder, pero no tuve que molestarme. Terminó
antes de que tuviera la oportunidad de alejarme. En cuanto a besos se
refería, no fue el peor, tengo que admitirlo. No fue húmedo, lo cual era una
ventaja inesperada, y firme pero tentativo. Al igual que un beso de
bienvenida a casa de un viejo amigo. Y yo ni siquiera había intentado
matarlo. Doble ventaja.
No quería animarlo, pero era difícil ocultar mi alivio y alegría ante
ese hecho, y sonreí.
Se echó hacia atrás y me dio una sonrisa temblorosa a cambio. —
Escucha, creo que eres muy agradable, Maggie.
—Bueno. —Saqué una pelusa invisible de mi chaqueta—. Creo que
también eres agradable, Vaughn. —Pero...
—Pero.
Dejé de sacar. El ―pero‖ era suyo, no mío, y levanté la cabeza para
mirarlo.
Sudor fresco había estallado en su labio superior, y lo limpió con los
99
nudillos. —Creo que estamos mejor como, ya sabes... amigos.
Lo miré fijamente, sin poder siquiera parpadear. ¿Esto realmente
sucedía?
Se movió sin descanso de un pie a otro y no me miró a los ojos. —
Mira, hay una chica en la clase de Hortense, ¿Ella Stevens?
Esto realmente sucedía. Un impulso repentino e inexplicable de
discutir con él surgió en mí y casi abrí la boca, pero luego recordé. No sólo
no me interesaba Vaughn, sino que acababa de ahorrarme la molestia de
―romper‖ con él.
—Realmente me gusta. Y creo que se veía un poco molesta por la
nota y esas cosas, así que esperaba... —Hizo una pausa y levantó una
mano, apresurándose a añadir—: No quiero que pienses que te usé con la
invitación y la nota ni nada de eso. Creo que eres muy bonita y todo, pero
ahora estoy pensando que podría tener una oportunidad con ella. Así
que...
Así que... lo siento, nena. No eres tú, soy yo.
Lo absurdo de la situación hizo que una histérica risa burbujeara en
lo profundo de mi garganta, y casi me atraganté con mi propia saliva
tratando de contenerla.
—Oh, no. No, por favor no llores, Maggie —suplicó Vaughn,
acariciando mi hombro con torpeza.
Levanté un dedo y negué con la cabeza, usando cada pizca de
control y fuerza de voluntad que tenía para mantener la calma. —Estoy
bien. Voy a estar bien. Sólo me sorprendió, eso es todo. Espero que
podamos seguir siendo amigos —dije solemnemente.
Se vio dolorosamente aliviado, y asintió. —Por supuesto. Y no te
preocupes, no le diré a nadie. Vamos a decir que fue algo mutuo.
Porque Vaughn tenía un verdadero toque de distinción como ese.
Odié verlo ser cortado en pedazos cuando invitó a salir a su
verdadera amada. —Hazme un favor y ten cuidado, ¿de acuerdo? Ella está
saliendo con Mac Finnegan. E incluso si no lo hiciera, solía ser amiga de
ella. No es una buena persona.
Me dio una sonrisa compasiva. Uvas agrias de una mujer
despreciada, probablemente pensó. Esa fue mi señal para irme, y giré
sobre mis talones para trotar por los escalones de la entrada.
—Dile gracias a tu madre otra vez, ¡y buena suerte con Ella! —le
grité.
Se quedó de pie en la puerta y me observó hasta que di la vuelta en
la esquina. El resto del camino a casa fue muy bueno, a pesar de todo. 100
Aleatoriamente, exploté en un ataque de risitas mientras repetía la noche
en mi cabeza. Claro, mañana habría un poco de charla acerca de mí y de
Vaughn, pero todo seguía bien. No tenía mucha reputación que proteger,
no asesiné ni mutilé a nadie esta noche, y Vaughn tenía más confianza y
fue mejor de lo que había sido ayer. De acuerdo a mi cuadro de
puntuación, era Maggie 1, Mac 0. De alguna manera, tener una ventaja
sobre él me hizo estar un poco menos enojada.
Caminé hasta el camino de entrada, todavía riendo, cuando noté un
coche aparcado al lado del de mi madre. El coche de Mac. La adrenalina
corrió a través de mí mientras me acercaba a la puerta del lado del
conductor con creciente horror. Vacío. ¿Eso significaba que estaba dentro?
Troté el resto del camino hasta la puerta principal y la abrí, el pánico
aumentaba mientras desesperadamente intentaba encontrar una razón
sensata de por qué habría venido a mi casa, que no implicara torturar a mi
familia para lograr que hiciera lo que él quería.
Di un paso en el pasillo, mi corazón galopando en mi pecho, y grité:
—¿Mamá?
—En la cocina —gritó en respuesta.
Corrí para encontrarla de pie lavando las ollas y sartenes en el
fregadero. —¿Quién está aquí? —pregunté, teniendo cuidado de mantener
mi voz suave a pesar de los nervios.
—Oh, tu amigo Mac pasó por aquí. Está hablando con abuela
mientras limpio los platos de la cena. —Sonrió por encima de su hombro—
. Te lo has perdido. Hice mi mejor lasaña vegetariana hasta ahora. A Mac
le encantó. —Bajó la voz y miró rápidamente a su alrededor antes de
añadir—: Es realmente atractivo, ¿eh? ¡Y ese acento! —Movió las cejas y
regresó a los platos.
Sin duda era ―atractivo‖, pero la palabra palidecía en comparación
con el resto de las que vinieron a mi mente en ese momento. Si molestaba
a mi abuela, que el Concejo se vaya al diablo, él vería de lo que realmente
estaba hecha.
Entré en la sala de estar, el poder chisporroteando a través de mí
tan libremente que era una sorpresa que no estuviera brillando.
abuela se encontraba sentada en su sillón reclinable y Mac, en su
mayoría, en el sofá pero se inclinaba sobre ella.
Mi corazón golpeó frenéticamente. —¡Aléjate de ella! —le solté y corrí
hacia allí.
Se echó hacia atrás y soltó la punta de la manta que sostenía. —
Relájate —susurró, asintiendo en su dirección—. Veíamos la serie
Reportera del Crimen, y se quedó dormida. Se quitó las mantas. Sólo las
arreglaba. 101
Observé su pecho subir y bajar y eso me tranquilizó un poco, pero
no del todo. Este chico era suficiente para volver loca incluso a la chica
más cuerda, y estoy segura que yo no era eso.
abuela tosió, luego, un ruido sordo comenzó en su pecho e hizo su
camino hacia arriba lentamente, en agonizantes medidas. Le di unas
palmaditas suavemente hasta que el ataque pasó y alcanzó mi mano para
sostenerla por un breve segundo.
—Ten cuidado con los lobos grises, muchacho —murmuró
irregularmente.
—Shh. Está bien, abuela. Soy yo, Maggie. —Le di algunas
palmaditas más y dejó de quejarse, sus ojos cerrándose nuevamente.
Di un paso hacia atrás y enfrenté a Mac, cruzando los brazos sobre
el pecho. —¿Qué demonios estás haciendo aquí?
Una extraña mirada cruzó su rostro, e ignoró mi pregunta, mirando
a abuela en su lugar. —¿Por qué dijo eso?
—Dice un montón de cosas —espeté —. Está… ya no está bien. Se
confunde mucho y… —Odiaba tener que decirlo en voz alta y le eché la
culpa a Mac, también—. Voy a preguntarlo una vez más. ¿Qué demonios
estás haciendo aquí?
Apartó la mirada y suspiró. —Ya no lo sé. —Su mirada dura se
suavizó mientras miraba a mi abuela—. Al principio era para hacerte
enojar. Ahora que he estado aquí por un rato, ya no lo sé.
Miró alrededor de la habitación, su aguda mirada cubriendo las fotos
de mi mamá y mi papá, y de mí en tutú en mi primer recital de ballet.
Cuando sus ojos se posaron en mí, parecían atravesarme, y mi estómago
se apretó con fuerza. Se pasó una mano por el cabello, dejando caer un
rizo sobre la frente.
—Lo haré, Maggie.
¿Lo había oído bien? Me quedé mirándolo, mi pulso acelerado, con
miedo de creerle. Demonios, parecía como si apenas pudiera creerlo él
mismo.
—Intentaré mostrarte cómo controlar tus poderes. No te trataré
como un bebé o tomaré ninguna mierda, y otro desliz o indicio de que eres
una amenaza para otra persona, y terminamos. Voy a guiarme por los
antecedentes en este instante y decir que no creo que esto vaya a
funcionar. —Se puso de pie y se acercó a mí, la mandíbula apretada con
tanta fuerza, que fue un milagro que no se fracturara.
Ignoré la última parte y me centré en las importantes. Iba a tratar de
ayudarme. Lágrimas de alivio brotaron, y parpadeé para alejarlas. Cuando
abrí la boca para darle las gracias, levantó una mano.
102
—No quieres darme las gracias, puedo asegurarte eso. No va a ser
placentero. Voy a ver cuánto tiempo me dan. Entonces una vez que tu
entrenamiento haya terminado, el Concejo enviará por ti. O vas conmigo
voluntariamente, o me indicarán que te elimine. —Su expresión llevaba
una advertencia sombría, y no tenía dudas de que decía la verdad.
―Eliminar‖ era una palabra bastante horrible, y una pizca de pánico se
abrió paso para mezclarse con mi euforia.
—Una vez que lleguemos allí —continuó—, te harán atravesar una
serie de pruebas. Cuando falles, se aseguraran de que esto sea atendido.
No sabía qué molestaba más. El hecho de que él tenía completa fe en
que iba a fallar o la idea de ―esto‖ siendo ―atendido‖. Es decir, que el
Concejo me quitaría mis poderes. Me negaba a contemplar siquiera la otra
palabra que él había tirado de manera tan casual. ―Eliminar‖.
Me estremecí interiormente pero aparté el miedo. No me haría
ningún bien pensar en algo tan lejano. Necesitaba concentrarme en el
ahora, y ahora mismo, Mac Finnegan había aceptado, aunque de mala
gana, intentar ayudarme. Siempre y cuando estuviera de acuerdo con sus
términos, tenía una oportunidad. Me las arreglé para evitar un baile de la
victoria.
Maggie 2, Mac 0.
9
Traducido por Amy Ivashkov & Apolineah17
Corregido por NnancyC

Querida Ella:
Mi novia tiene un serio problema de celos. Ni siquiera quiere que tenga
chicas como amigas. Creo que es ridículo, pero si discuto con ella, insiste en
que es porque la estoy engañando. No estoy interesado en nadie más que
ella y no puedo encontrar la manera de convencerla de eso sin ahuyentar a
todos mis viejos amigos (que resultan ser chicas).
103
Sinceramente,
Atrapado Entre La Espada y la Pared.

Estimado Atrapado:
Esto ES difícil. Mira, algunas veces, los celos no son sobre lo que estás
haciendo o no. Podrías ser el mejor hombre del mundo, pero si el último chico
con el que salió la engañó o abusó de su confianza, entonces,
desafortunadamente, las consecuencias recaen en ti. Apesta a lo grande, lo
sé. Digo, si realmente la amas, mantenla. Las acciones hablan más que las
palabras. Sé paciente, trata de ser consciente de la forma en que actúas en
torno a otras chicas y asegúrate de que no darle razones para estar celosa.
Te garantizo, que al final volverá.

Siempre tuya,
Ella.

Miré el email con los ojos ciegos, totalmente distraídos. Cuatro


semanas. Eso es lo que Mac consiguió que el Concejo aceptara. Dijo que
normalmente habría tenido que arrastrar mi trasero de inmediato, pero dio
fe de mí y fue capaz de ganar cuatro semanas hasta la ejecución. Un mes
para tomar lo que me enseñara y ver si podía conseguir suficiente control
sobre mis poderes. Luego iríamos al Concejo para las pruebas que él
esperaba que fallara. Estaría a merced de Amaranth. Si sentían que yo
había ganado la redención y se satisfacían sabiendo que no le haría daño a
nadie —más— podría ser perdonada. ¿Y si no? Sería despejada de mis
poderes. Lo que Mac omitió mencionar hasta que me llamó ayer por la
noche era que, junto con mis poderes, mis recuerdos se perderían
también.
Si no lo hicieran completamente, existía la posibilidad de que mis
poderes regresaran, y el Concejo no estaba dispuesto a asumir riesgos.
Recordaría como caminar, hablar y alimentarme, pero no me acordaría de
mi nombre, mi vida o de mi madre. Por qué Mac alguna vez pensó que yo
estaría de acuerdo con eso voluntariamente era completamente
incomprensible. Sería devastar a toda mi familia. A mi madre y mi abuela
podría llegar a conocerlas de nuevo con el tiempo. Pero, ¿mi padre?
El dolor sacó el aire de mis pulmones. No podía hacerlo. No podría.
Él ya había sido alejado muy pronto, pero, ¿robar el poco tiempo que
habíamos tenido? De ninguna jodida manera.
Cerré los ojos con fuerza y alejé el terror, aferrándome a lo que sabía 104
que era verdad. Papá estaría decepcionado de mí si estuviera aquí, y ese
era el peor pensamiento de todos.
En el fondo sabía que, si no podía controlar mis poderes, no merecía
mantenerlos. Y si perder mi memoria —perder a mi papá— era el precio
que tenía que pagar a fin de asegurarme que no haría daño a nadie más,
tendría que aguantar y hacerlo. No podía vivir con más culpa.
Yo ponía toda la fe en mí. Esto funcionaría. Me aseguraría de ello.
Habíamos fijado nuestra primera reunión después de la escuela
detrás de una casa abandonada a unas calles de mi casa. El enorme patio
daba con un barranco, y un muro de altos pinos encerraba el resto de la
propiedad. El vecino más cercano estaba a más de un centenar de
kilómetros, era tan buen lugar como cualquier otro.
Tenía miles de preguntas listas para lanzarle en el segundo en que
llegara allí, así que prácticamente rebotaba a la hora de la clase de arte, a
pesar de tener mis bolas rotas por no menos de una docena de personas
por mi cita con Vaughn.
Había sido un caballero y, fiel a su palabra, le dijo a la gente que
optamos por ser sólo amigos. A media tarde, todo el mundo menos Libby
seguía hablando de la pelea que se desinfló en el almuerzo. Mi chica, no
obstante, oficialmente tenía un gran odio por Mac. Creo que lo despreciaba
más que al gluten, y eso era decir mucho.
Pasó la mayor parte de la mañana tramando planes de venganza
contra él por la cosa con Vaughn, pero finalmente logré calmarla. Algo
bueno, porque estaba a punto de pasar una buena cantidad de tiempo con
él y, en este punto, no podía contarle por qué. Si lo hacía, ella intentaría
convencerme de eso y no podía permitirlo. Mierda, casi me convencí a mí
misma un montón de veces, pero sabía lo que era correcto. No podía
permitir que me hiciera cambiar de opinión. Vidas estaban en riesgo si no
aprendía a controlarme. Y el recuerdo de mi padre…
La campana sonó y la remití a mi columna antes de colocar mi
teléfono en el bolsillo. Justo levanté la mirada para ver si Mac había
entrado en el salón del Sr. Foster, cuando noté una cara desconocida.
Dicha cara se giró y fijé los ojos en el segundo chico más guapo que había
visto en mi vida.
Pelo negro y de corte militar, ojos del color del chocolate Hershey, y
una cara que haría que hasta Hortense Verbiglio tenga cosquillas en el
abdomen. Me aclaré la garganta e intenté sonreír. —Hola.
Mostró sus blancos y perfectos dientes, y levantó la mano en un
saludo casual. —¿Cómo te va? —Demonios. Incluso su voz era perfecta,
con un timbre profundo que me recordó a uno de los personajes
principales de películas en blanco y negro que la abuela siempre ve. Lindo.
Casi le contesté, pero luego me di cuenta que era una pregunta 105
retórica. Ya había desviado la mirada y miraba la bolsa de libros que había
colocado encima de la mesa a la que se sentó.
—¿Eres nuevo en Crestwood o…? —¿O qué? Obviamente era nuevo.
¿Cuál era la otra alternativa? ¿O algún tornado raro te trajo aquí en tu
camino a una convención de modelos sexis?
—Uh, seh. Comencé esta mañana, pero aún no me dan las clases
regulares. Hicieron una especie de orientación. —Estiró una mano—. Mi
nombre es Rafe.
—Soy Maggie. —Le di la mano, pero fue incómodo de alguna
manera. Intenté una genial especie de maniobra enérgica que había visto a
Libby y las chicas hacer. Una maniobra con la que evidentemente no
estaba familiarizado. Mis mejillas ardían y me alejé. No era de extrañar que
no tuviera amigos. Sin embargo, no pareció importarle.
—Entonces, ¿cómo es el Sr…. —comenzó a preguntar, mirando el
programa que sacó de su mochila—... Foster? ¿Es un tipo divertido o qué?
—Si por ―tipo divertido‖ quieres decir un hongo, entonces sí.
Definitivamente.
Esperé a que entendiera mi juego de palabras, pero me miró
fijamente con la cabeza inclinada hacia un lado como si le hubiera dicho
que mi nombre era Zork del planeta Voltrex, y quería meterme debajo de la
mesa.
Si alguna vez verificara mi filtro antes de hablar, mi vida sería
totalmente diferente. Otros segundos tensos pasaron, pero opté por no
llenar el aire muerto con más palabras estúpidas. Para mi sorpresa, se
sentó en el asiento frente a mí y se inclinó hacia atrás, dándome lo que
parecía toda su atención. Excepto cuando apoyó el codo en el respaldo de
la silla a su lado, se flexionó. Como, demasiado.
Y de repente se volvió menos lindo y yo menos nerviosa.
Mientras había una adolescente patética, socialmente influenciada,
enterrada profundamente dentro de mí que estaba en silencio por el hecho
de que él se pavoneaba por mí, mi corazón se aceleró.
—Es en serio lo del Señor Foster, sin embargo es bastante agradable.
No lo llamaría divertido, pero no es malo con nosotros o algo así.
El hombre en cuestión entró junto con los últimos rezagados, uno de
los cuales era Mac, se deslizaron antes de que cerrara la puerta. Mac se
acercó a mi mesa y luego levantó la mirada en mi dirección. Sus pasos
vacilaron cuando vio a Rafe sentado en la única silla libre. ¿En serio había
estado a punto de sentarse conmigo? ¿Habíamos progresado hasta eso,
después de una dudosa tregua de un día? Probablemente nunca sabré a
ciencia cierta cuál había sido su intención, porque siguió caminando y se 106
sentó en la siguiente mesa libre, inmediatamente iniciando una
conversación con sus dos compañeros de mesa.
—Hoy vamos a iniciar el proyecto de vidrieras, y me gustaría que
trabajaran en equipos —anunció el señor Foster, caminando delante de la
pizarra en blanco—. ¿Quieren seleccionar sus compañeros o tengo…?
Todos comenzaron a hablar y nombres fueron gritados, dedos
señalados y dentro de unos cuatro segundos, todos tenían pareja. Excepto
el nuevo tipo Rafe y yo. A pesar de que él había estado recibiendo muchas
miradas empalagosas de varias chicas de la clase, ninguna había tenido
las pelotas para pedirle ser su compañero. Ahora me miraba con las cejas
levantadas.
—¿Qué dices, Maggie? ¿Quieres ser mi compañera? Siempre he sido
bueno en arte. —Su mirada se detuvo en mi pecho un poco más de tiempo
de lo que era cómodo, pero cuando miré sobre el hombro vi a Summer y
Mac con sus cabezas juntas, me encogí alejando la oleada de fastidio.
—Por supuesto. —Pasé una buena cantidad de tiempo con imbéciles
en el pasado, y si él era bueno en las cosas artísticas, ¿quién era yo para
decir que no?
Hice mi mejor esfuerzo para prestar atención mientras las bases
eran definidas y los folletos pasaban, pero apenas tenía espacio en el
cerebro para matemáticas y ciencia en estos días, mi vida estaba casi tan
llena de drama como un episodio de Real Housewives. Las probabilidades
de que tuviera una nota decente en algo relacionado a arte eran casi las
mismas de que mi culo obtuviera un sello discográfico, así que no tenía
sentido reventarme las neuronas. Tenía suficiente mierda con que lidiar,
así que mantuve la esperanza de que Romeo Rafe podría hacerlo por
ambos.
No es que esperara que él hiciera todo el trabajo, pero si pudiera ser
la fuerza creativa y ayudarme en algunas cosas y puntos, podría ser su
pequeño mono entrenado y quizás nos ganáramos una C. Probablemente
debería haberle advertido sobre mi falta de habilidades, pero después de
ser sometida al espectáculo de armas y su débil juego, la culpa era escasa.
Recogimos las cosas que necesitábamos y pronto funcionábamos
como una máquina bien engrasada.
—¿Cómo te va? —Había estado tan perdida en mis pensamientos,
que no me di cuenta que Mac se encontraba de pie junto a mí. Su
mandíbula parecía firme y parecía estar inclinado sobre algo. ¿Estaba a
punto de cancelar la reunión de más tarde?
—¿Estás bien? —pregunté a regañadientes. Si se sentía enfermo, no
lo iba a obligar, pero la idea de posponer la lección me hacía sentir
enferma. Parecía como si hubiera esperado toda mi vida para esto.
107
Le lanzó una mirada a Rafe, que permanecía con una sonrisa
maliciosa en sus labios. —Tengo que preguntarle al Sr. Foster acerca del,
uh, la rueda de color. —Incluso su tono de voz era burlón, pero a Mac no
parecía importarle.
Esperó hasta que Rafe estuviera fuera del alcance del oído para
responderme: —Estoy bien. ¿A qué te refieres?
—Te ves gracioso. Como si alguien te hubiera golpeado la polla o algo
así.
El surco en su frente se borró, y se rió. —¿La gente hace eso en
Estados Unidos?
No quería sonreírle porque parecía que cuanto más lo hacía, más
fácil se volvía, y más ganas tenía de hacerlo. Todavía no le gustaba; seguía
sin confiar en mí. Fingir sólo me llevaría a un mundo de dolor.
—¿Hacer qué?
—¿Golpear gente en las pollas?
—Sé que lo haría cuando me lo pidan —dije.
—Anotado. —Su sonrisa inesperada y de corta duración se
desvaneció—. Mira… no me gusta ese tipo.
—¿Quién? ¿Rafe? —Di un vistazo sobre el hombro al cuerpo sexy de
Rafe mientras hablaba con el Sr. Foster—. Se ve bastante bien para mí.
—Mag-gie —dijo, diciendo cada sílaba en tono de advertencia, pero
se detuvo en seco cuando Rafe se acercó. Mac metió las manos en los
bolsillos de sus jeans—. De todos modos, sólo quería asegurarme de que
todo sigue en pie.
—Por supuesto. ¿Siempre y cuando estés de acuerdo con ello?
—Lo estoy. —Se quedó durante unos pocos segundos, su mirada
parpadeaba entre Rafe y yo, después de darle una mirada dura a Rafe y
alejarse. No tenía idea de qué se trataba, pero no era de mi incumbencia.
Mientras Mac apareciera y tratara de ayudarme, ¿quién era para quejarme
si él pensaba que Rafe era una herramienta, o si a él no le gustaba?
Resultó que me gustaba, sobre todo cuando fue misericordiosamente
eficaz y rápido sabiendo qué color y formas se veían bien al lado de la otra.
Rafe apuntaría la pieza de vidrio que quería y yo le pondría pegamento y
voilà. Al final de la clase, nos las arreglamos para armar lo que se parecía
mucho a una vidriera. Acordamos ser compañeros siempre que
pudiéramos, y tuve un buen presentimiento sobre mi nota de arte al final
del semestre.
El resto del día pasó volando. A pesar de mi entusiasmo, al final del
día los nervios se habían apoderado. Estuve en su mayoría en silencio en 108
el viaje de vuelta a casa con Bink, y una vez que había comido y había
hecho algunas tareas, consideraba seriamente acobardarme.
Probablemente, si dejara la escuela y nunca volviera a casa, el Concejo se
olvidaría de mí.
Pero no te olvidarás de ellos, me recordé. ¿Y a quién engañaba?
Necesitaba saber. Quién era yo, de dónde venía, qué era Mac. Necesitaba
saber todo, y las siguientes cuatro semanas eran mi única oportunidad de
encontrar las respuestas.
Me obligué a sonar casual y grité por el pasillo a mi mamá y mi
abuela, quienes trataban de hacer una colcha cerca de la chimenea en la
sala. —Me encontraré con Libby en la tienda de café.
Cerré la puerta y me estremecí. Era como si la Madre Naturaleza
estuviera jugando una mala broma. Si ayer había sido tu día estándar de
trasero-rechinando-por-el-frío-en-New Hampshire, hoy la perra sádica
había aumentado a un frío glacial congela-mocos.
Tiré mi bufanda negra lo suficientemente alto como para cubrir la
mitad inferior de mi cara, y caminé por la acera al otro lado de la calle.
Sólo me tomó unos minutos llegar a nuestro punto de encuentro, pero
cuando llegué allí, me maldecía a mí misma por no ponerme ropa interior
larga y cuello alto. Me negué a dejar que Mac creyera que él era la razón
para aumentar mi ropa, aunque la bufanda había sido una adición de
último minuto. Hablar sobre congelar tu trasero afuera para fastidiar a tu
verdugo.
Cuando llegué a la casa y me dirigí a la parte de atrás, ya estaba allí,
sentado en las escaleras destartaladas. Levantó la vista con una media
sonrisa burlona, y unos escalofríos me atravesaron. Nervios, me
tranquilicé. Eran sólo nervios, porque ahora él tenía mi futuro en sus
manos.
—Linda bufanda —dijo, poniéndose de pie mientras me acercaba. No
parecía sentir frío en absoluto. De hecho, incluso sólo con su chaqueta de
lona marrón y sin guantes ni sombrero, se veía totalmente calentito. Hijo
de puta.
Ignoré eso y lo miré con recelo. —¿Eres una especie de hombre-
bicho?
Sus cejas oscuras se derrumbaron en un ceño fruncido. —¿Qué?
—Ya sabes, como Jacob de Crepúsculo. —Podía sentir mis mejillas
calentarse bajo el peso de su mirada incrédula—. Siempre estaba muy
caliente.
Mac sonrió de mala gana. —Me halaga que me encuentres atractivo,
Magpie, pero estoy viendo a alguien, y no estoy cayendo…
Golpeé la mano en mi boca y sacudí la cabeza frenéticamente, 109
alejando mi mortificación y la molestia que venía junto con el recuerdo de
Ella. —Agh, ew, no. Quiero decir como caliente, caliente. No… —Hice un
gesto arriba y abajo hacia su cuerpo con mi mano—. Sexy.
Su postura relajada y su sonrisa inquebrantable me dijo que sólo
jugaba conmigo. Infiernos si eso no se volvía viejo. Y su falta total de
ofensa ante mis protestas ―ew‖ hizo aún más claro que no me veía como
una chica que quisiera impresionar.
Ouch otra vez.
—Lo que sea. Deja de hacer tonterías y contesta la pregunta. ¿Lo
eres?
—¿Si soy un hombre lobo? —Negó con la cabeza y se sentó,
señalando un espacio junto a él. Me senté y se giró para enfrentarme. A
pesar de que había dejado algunos metros entre nosotros, todavía podía
distinguir las manchas negras en el gris sin fondo de sus ojos.
—No, gracias a los dioses. No soy un gran fan de los lobos. Y de
todos modos, los hombres lobos no son reales. Sabes eso, ¿cierto?
No lo sabía. No completamente, pero asentí de todos modos, aliviada
de que por lo menos no tendría que tratar con ello.
No parecía convencido. —Todas esas cosas, vampiros, sirenas,
gárgolas, son todas leyendas basadas en diferentes cuentos de diferentes
semis, y la gente simplemente los ha divulgado durante años. No somos
monstruos de películas. Somos descendientes de los dioses. Algunos de
nosotros tienen poderes similares a las criaturas míticas, pero cada uno
tiene una conexión directa con nuestra divinidad de origen en cuando a lo
que somos capaces. ¿Entiendes?
Asentí otra vez, empezando a sentirme un poco idiota y marioneta,
pero feliz de sólo escucharlo hablar. Él sabía cosas. Tenía las respuestas.
Respuestas que me habían sido negadas desde que comencé a cambiar, y
tenía miedo de que, si pronunciaba algo, él dejaría de hablar.
—Me di cuenta, cuando conocí a tu madre y a tu abuela, que
reprimían sus poderes. ¿Por cuánto tiempo ha estado pasando?
—Por mucho tiempo. ¿Quizás diez años?
Pareció tomar un tiempo para digerir eso, pero finalmente asintió. —
Realmente no te dijeron nada de lo que está pasando y de nuestra historia,
¿cierto?
Esta vez negué con la cabeza, feliz por la oportunidad de cambiar
esto un poco, pero frunció el ceño de una manera tan feroz, que deseé
retirarlo.
—No lo entiendo en absoluto. ¿Cómo se supone que vas a…? —Dejó
escapar una maldición y metió la mano en su cabello ondulado. Era 110
curioso que cuanto más estuviera a mi alrededor, más parecía hacer eso, y
se veía menos perfecto cuando lo hacía. Eso me dio un retorcido sentido de
satisfacción. Por lo menos no era la única hecha un nudo. Le tomó un
segundo, pero pareció calmarse—. Vamos a comenzar con una pequeña
demostración, entonces nos restableceremos y te explicaré algunas cosas
sobre nuestra especie, ¿de acuerdo?
—¿Una demostración?
Un desafío iluminó sus ojos, y negué con la cabeza. —Yo no…
Me puso de pie, tomó mi enguantada mano en la suya desnuda, y la
apretó. —Déjalo salir, todo el poder.
Me reí. —Sí, claro. —Mi risa murió cuando vi la luz seria hasta la
muerte en sus ojos. Tiré de mi brazo, pero no lo soltó—. Mira, ¿ese
pequeño truco que hice hace un par de noches en el coche? Eso no es de
lo que estamos hablando aquí, ¿de acuerdo? Podría dejarte como un
gigante bebé babeante si un solo pensamiento feliz en tu cabeza en diez
segundos exactos y eso te mataría —protesté, intentando librarme otra vez
de su agarre antes de que el pánico se hiciera notar.
Mac lucía totalmente impresionado. —Hazlo.
¿Era esta la cosa del deseo de muerte por el que me había estado
preguntando? ¿Él de verdad creía que podría soportar toda la enchilada?
Estaba tan absorta psicoanalizándolo, que no lo vi venir. Tiró de mi brazo
y me atrajo contra su duro cuerpo.
—Hazlo, Mags. —Sus ojos resplandecieron—. No lo retengas.
La ira iba mucho más allá de mi emoción, y no apreciaba que me
manoseara, así que no fue una sorpresa cuando se irguió y tomó el control
de mi boca.
—Tú primero. A menos que seas un gallina.
Me arrepentí de las palabras en el segundo en que las pronuncié,
pero antes de que pudiera retractarme, llegó a mí, sus ojos bajando en
picada, llenos de amenaza. De verdad no sabía si iba a besarme o a
arrancarme la yugular, y la incertidumbre me hizo luchar de verdad ahora.
La furia corrió a través de mí, pero pisándole los talones había algo más.
Algo un poco delicioso y muy aterrador, y me retorcí con fuerza para
liberarme. Él no cejaría. Me sujetó los brazos por detrás de mi espalda y
me abrazó con más fuerza, más cerca de su duro y grande cuerpo, con sus
dedos clavándose en mis caderas.
Oh, infiernos no. Algo delicioso cayendo por el borde y la ira caliente
teñida con miedo atacaron por todos los poros. ¿De esto se trataba todo?
¿O era sólo un estratagema para conseguir que me…?
Su mano libre se deslizó hacia abajo para cubrir mi culo, y eso fue 111
todo. La visión de Eric seguía fresca, y creo que fue algo bueno, porque no
merecía olvidarlo, pero no podría soportarlo por más tiempo.
El poder atravesó mi piel como lava fundida de un antiguo volcán.
Sin embargo, había una parte de mí que mantenía el pie en el freno. Una
parte de mí que sabía que, en algún nivel profundo de mis huesos, Mac
nunca me haría daño de verdad.
Lo miré fijamente, esperando ver su rostro palidecer… esperando oír
su respiración estremecerse mientras eso se filtraba por su piel, mi deseo,
mi necesidad de amor dentro de él tirando de su alma como una bestia
hambrienta. Esperando a ver si yo podría detenerlo una vez que iniciara.
Pero sólo me miró, con sus profundos ojos grises impenetrables como el
Océano Atlántico. Solté el freno un poco más. Todavía nada. Y así fue,
hasta que le lancé muchísima energía, tanta que apenas tenía la suficiente
para mantenerme en pie. Estaba tan cansada que ni siquiera me
preocupaba que aún tuviera un puñado de mi trasero en sus manos y yo
estuviera colgada sobre él como un gato en un poste arañado.
—¿Qué es esto? ¿Qué eres? —susurré, la última parte de lucha
drenándose fuera de mí. Me dejé caer contra él y aflojó su agarre poco a
poco, afortunadamente dándome tiempo para pararme nuevamente sobre
mis piernas.
—Soy la respuesta a tus plegarias, Magpie. El único chico en el
mundo al que no puedes matar, incluso si quisieras. Así que tal vez
deberías de tratar de ser un poco más agradable conmigo —murmuró,
empujando mi barbilla con su puño.
Trató de fingir, pero incluso en mi estado de debilidad, noté que
nuestra interacción lo había afectado. Líneas encuadraban su boca, y sus
manos estaban un poco inestables. Me podía repeler, pero le costaría algo.
—Creo que eso es suficiente de la parte física para tu primer día. —
Se dirigió hacia el patio delantero en dirección a su coche y ondeó la mano
para que me uniera a él—. Sólo quería tener una idea de en dónde estabas.
Sé que tienes preguntas y tengo cosas que quiero examinar contigo. No
tiene ser afuera en el frío.
Por mí estaba bien. Mis piernas todavía estaban débiles y
temblorosas, pero me las arreglé para seguirlo hasta el camino en donde
habíamos aparcado. Me acomodé en el asiento del copiloto, enterrándome
en el cálido terciopelo, y tratando de darle sentido a todo, pero algunos
todavía no parecían tenerlo.
—¿Así que eres una especie de semi raro? ¿No tienes poderes pero
tampoco puedes ser afectado por ellos?
—¿Raro? Has leído demasiados libros de historietas —dijo con una
media sonrisa—. Sin embargo, existen semis de ese tipo. Descienden de la
diosa Wadjet. Aunque yo no.
112
Hice un recuento rápido de mi mitología y negué con la cabeza. —
Nunca he oído hablar de Wadjet.
—Es la diosa egipcia de los partos y los niños. Sus descendientes
sólo tienen poderes defensivos.
—¿Así que todos los dioses eran reales? ¿De todas las culturas? —La
idea era alucinante. Entonces había cientos, incluso miles.
Mac se movió y se giró hacia mí, con los ojos pensativos
entrecerrados. —No, no exactamente. Si consideramos las culturas de todo
el mundo, muchos son los mismos. Zeus, Júpiter, Odín, Indra… los
detalles están incompletos y muchas veces son erróneos, pero en el fondo
la mayoría de la mitología tiene una verdad central. Hay dioses y diosas
para todo, desde el amor hasta la guerra. Ninguna cultura estuvo
totalmente equivocada o totalmente acertada. Al igual que a los semis,
asignamos nombres que todos puedan entender, pero ellos incorporan
partes de una gran cantidad de mitologías de diferentes culturas. El dios o
la diosa elige cómo quiere ser llamada, o el nombre con el que más se
identifica.
Fascinante. Hace un tiempo supe que era una semi, pero después de
tener toda la plática de este tipo de cosas prohibida en casa, una parte de
mí se sentía como un niño en una tienda de dulces, y otra parte se sentía
como si se hubiera subido a un autobús a ciudad locura.
Pero Mac no parecía loco.
—Esa es la versión simplificada, pero funciona bastante bien para
nuestros propósitos.
—Así que, además de ser capaz de defenderte contra una Kardia
Afrodita, ¿qué puedes hacer?
Frunció los labios y negó con la cabeza. —Este es el por qué es mejor
hablar en clave. Sé que quieres respuestas, pero hay cosas que no se
supone que deba tratar contigo. Cosas que ya he dicho que no debería. La
nuestra se supone que sea una… relación unilateral.
—Bien. Acabas de aparecer, amenazarme, hacer las reglas, ¿y se
supone que no haga preguntas?
No tenía que responder. Podía decir, por la forma en que cruzó los
brazos sobre su musculoso pecho, que no le cayó muy bien.
—Así que, ¿dónde están tus padres? ¿Tienen que vivir aquí mientras
me vigilas?
Su rostro se puso detenidamente en blanco y sacudió la cabeza. —
No, he estado cuidando de mí mismo desde que tenía trece años.
Empezamos a trabajar muy jóvenes.
La simpatía brotó dentro de mí por todas las cosas que me decía.
113
Quería saber más, pero cruzó sus musculosos brazos sobre el pecho y
supe que tendría que pelear esa batalla otro día.
—Pero lo que sea que eres, ¿eres qué? ¿Total y completamente
inmune a mi poder? —Otra idea se me ocurrió mientras agarraba su
chaqueta ligera de primavera y sus manos sin guantes—. Y al tiempo.
Se giró y levantó la ceja como diciendo, Ahora lo entiendes.
Así que no era mentira, me di cuenta, un poco aturdida ante la idea.
Había en realidad una persona viva a la que no podría herir o matar sólo
por tocarlo durante un día difícil. Mientras que eso era un hecho para la
mayoría de las adolescentes, fue un alivio alucinante para mí. Lo presioné
de nuevo, fascinada y temblorosa por la emoción. —¿Puedes sentir frío y
calor? ¿Eres a prueba de balas? ¿Invencible? ¿O sólo mi tipo de ser raro al
que no le afecto?
Levantó una mano para que fuera más lento. —Puedo sentir la
temperatura; simplemente no me afecta de una u otra forma. Y no estoy
seguro de si puedo desviar todos los poderes, porque la disolución de las
líneas de sangre y la mezcla de diferentes semis hace a cada uno de
nosotros un poco diferente. Sé que todavía no he conocido un poder de
toque que no pueda bloquear. Dicho esto, si estuviera distraído y pudieras
golpearme con una ráfaga en el cerebro sin previo aviso, probablemente
estaría jodido. Definitivamente no soy invencible, pero no he conocido
muchos semis que pudieran herirme.
Asentí, fingiendo digerir esa pepita de información, pero en realidad,
mi garganta estaba llena, y mucho más allá de digerir cualquier otra cosa.
Me iba a tomar un día —o setenta— asimilarlo.
Hasta hacía unos días pensaba que era la única semi en Crestwood,
además de mi mamá y mi abuela, probablemente la única en New
Hampshire, así que la simple admisión de Mac de que era uno de nosotros
había sido mucho para asimilar. ¿Descubrir que él estaba aquí por mí y
que podía soportar mi poder? Había tenido que archivar eso bajo las cosas
que ni siquiera podía imaginar hasta que estuviera armada con una caja
de mentas Thin Mints y una de pañuelos.
¿En pocas palabras? No estaba sola.
Mac se puso el cinturón de seguridad y me hizo un gesto para que
hiciera lo mismo, luego se apartó de la acera. Manejamos en silencio
mientras trataba de poner toda mi mierda junta. Cuando llegamos a mi
casa un minuto más tarde, se giró hacia mí.
—Si vamos a seguir adelante, necesito que me hagas unas cuantas
promesas. —Fue tan solemne como podría ser, y supe que no habría
negociación.
114
Asentí. —Está bien.
—No más robos. No mientras estemos trabajando juntos. No voy a
apoyar a un ladrón.
Me sacudí en estado de shock. Mi reacción inicial fue negarlo.
¿Cómo conseguiría sobrellevarlo sin algún tipo de salidas? Él sabía lo que
estaba pensando, porque su cara lo decía todo. Disgusto. ¿Algo peor? La
vergüenza brotaba dentro de mí y la bilis me quemaba la garganta.
Nadie había dicho que esto iba a ser fácil, y mi reacción sólo
consolidaba la necesidad por la ayuda de Mac. —Está bien. Lo prometo.
—No drogas, no citas, no sexo.
Se dio la vuelta hacia la ventanilla del lado del conductor cuando
pronunció esas joyas, y me alegré de ello. Mi cara estaba en llamas.
—Qué extraño que ahora no quieras que tenga citas, después de que
me obligaste a salir con Vaughn.
—Sí, bueno, no pensé que realmente irías. —Su rostro severo
parpadeó con algo parecido a la confusión, y pasó los dedos por su
cabello—. ¿Por qué lo hiciste?
Lo miré como si tuviera dos cabezas. —¿Qué otra elección tenía?
Se quedó en silencio por un largo tiempo antes de responder—: No lo
sé. Es sólo que no lo esperaba. Eres… —Se interrumpió a sí mismo con un
murmullo—. Mierda. —Y su tono se endureció de nuevo—. Mira, sólo
apégate al punto. Como decía, no drogas, no sexo, no citas. Los sentidos
agudizados, los reflejos débiles, y la percepción alterada podrían
convertirte en una bomba de tiempo en este momento. ¿Lo entiendes?
Parecía que mis sentidos se agudizaban al máximo cerca de Mac,
con quien simplemente accedería a pasar la mayor parte de mi tiempo,
pero no iba a decírselo. Eso sólo le daría una excusa para echarse para
atrás, sin mencionar el obligarme a admitir que estaba locamente atraída
por él. No me gustaba, no podía explicarlo, pero era como si nosotros
hubiéramos tragado un par de imanes o algo así.
Otra idea se me ocurrió entonces. Tal vez por eso era la necesidad de
haberme alejado o tratado de que me aferrara a Vaughn. Mis sentidos
estaban lejos de intensificarse durante ese beso. Lo que significaba que
quizás algún día podría tener una relación con un chico.
Siempre y cuando no me sintiera atraída por él de ninguna manera,
modo o forma. Impresionante.
¿En cuanto a pasar otro mes sin citas o el resto de las cosas que
nunca hice de todos modos? Por favor. —No hay problema —murmuré.
El coche estaba demasiado silencioso, podía oír la televisión del
vecino de enfrente. 115
Me moví en el asiento y luché contra mi vergüenza. Él podría estar
de mal humor otra vez, y no era precisamente el Príncipe Encantador, pero
al menos me daba una oportunidad. No me imaginaba que hubiera
demasiado chicos con su trabajo que habrían hecho lo mismo. No con el
representante de mi especie que aparentemente había ganado. —Escucha,
Mac. Quiero que sepas que realmente apreció lo que…
—No me agradezcas, Maggie. Estoy haciendo esto porque me
forzaste. No va a terminar bien, e incluso me siento mal dándote falsas
esperanzas. —Metió una mano en su cabello—. Estoy aquí para hacer un
trabajo, y si toma un par de semanas hacerte comprender mejor lo que
necesita ser hecho y por qué, entonces eso es lo que haré. Pero no me
confundas con un amigo, ¿de acuerdo? Mañana, después de la escuela.
Cuatro en punto. —Encontró y mantuvo mi mirada, una advertencia en
sus ojos—. Espero estar allí por un tiempo. Te lo dejé fácil porque era tu
primera vez, pero no va a suceder de nuevo.
Miró hacia el frente y fui despedida.
Salí del coche y arrancó mientras lo miraba, perdida en mis
pensamientos. No se equivocaba. Nuestro enfrentamiento no tomó mucho
de mí, pero pareciera como si estuviera sola. El pensamiento me vigorizó y
mis piernas gelatinosas quedaron olvidadas. Caminé por el sendero, algo
como anticipación burbujeando dentro de mí. Por lo menos finalmente
llegaba a alguna parte. Tenía un problema que necesitaba resolver. Si
tenía que soportar a Mac Finnegan para resolverlo, lo intentaría.
Y entretanto, ¿si se sentía tan afectado por mí como yo por él?
Bueno, lidiaría con ello incluso mejor.

116
10
Traducido por perpi27
Corregido por Alessa Masllentyle

Estimado Atrapado.
No sé lo que hay en el agua hoy, pero en realidad en parte estoy de
acuerdo con Ella en esto. Lo único que puedes hacer es caminar por el
sangriento camino. Ser confiable y digno de confianza, y tranquilizarla
acerca de tus sentimientos. La parte en la que pienso un poco diferente es
que, si tu chica tiene problemas de otras relaciones, no es tu trabajo
arreglarla. Ella tiene que arreglarse. Lo único que puedes hacer es apoyarla
mientras lo hace. Precisamente por eso, distanciarte de tus amigos o incidir
117
en cualquier tipo de comportamiento establecerá un ciclo, y muy pronto ella
controlara cada movimiento que hagas. Eso no es bueno para ninguno de los
dos. Así que fija tus límites y mantente firme. Si ella vale la pena, y si
realmente la tratas tan bien como dices que lo haces, cambiará de opinión.
¿Si no lo hace? Que se joda.
Espero que te ayude,
Él.

El viernes era un día regular de escuela, lo que significaba que no


tenía arte o clase de mitología, así que tenía un tiempo libre de Mac de
siete horas y necesitaba cada segundo de ello. Había sido una gran
semana, y la información que había aprendido era más de lo que había
oído desde que comenzó todo este lío. Era mucho para asimilar, pero con
cada hora que pasaba, me encontraba cada vez más agradecida de ello. Y
de Mac, incluso después de todos sus esfuerzos por hacerme odiarlo.
Es extraño como alguien que he añadido a la parte superior de mi
lista de gente a la que más me gustaría ver rociados con miel y hormigas
rojas —si existiera tal lista, que no existe—, ahora era la persona que yo
veía con algo así como respeto. No adoración, pero cuando pienso en él hay
sin duda un aura rosada inflada a su alrededor, con algunas estrellas y
otras figuras que no habían estado allí antes.
De alguna manera sabía que me estaba diciendo la verdad. No toda,
tal vez, pero más de lo que alguna vez había recibido de otra persona hasta
ahora. Eso lo hizo especial, miré hacia abajo a la nota que había
encontrado en mi casillero ahora que había bloqueado sus correos
electrónicos, y rodé los ojos, pero eso no quería decir que no estaba siendo
un grano en mi culo o que iba a dejar de molestarme.
Una cosa que diría para Mac Finnegan. Seguro que hace las cosas
interesantes. Sólo lamento que mi vida no fuera taaaan putamente
interesante.
—Y, ¿qué estás haciendo con tu tiempo, señorita Raynard?
Hortense estaba de pie en mi zona de ordenadores y fijó su mirada
en mí. Desde ese punto de vista podía distinguir cada pelo negro en su
barbilla, y era un esfuerzo hacer contacto visual. Aplasté la carta de Mac
en mi mano y sonreí, decidida a evitar una repetición del otro día.
—Sólo leía algo, pero hasta ahora, trabajaba en un proyecto de
mitología. —No era cierto, pero era una excelente excusa. Si comprobaba
mi historial de búsqueda en la PC, vería que había buscado en Google
desde Uadyet20 hasta Júpiter21 con la esperanza de averiguar lo que podría
ser Mac. No había aprendido casi nada, y todavía no tenía ni idea de qué 118
era, pero me sentía bastante satisfecha de haber protegido mi trasero, y
casi esperaba que lo comprobara.
No lo hizo. En cambio, sus ojos pequeños y brillantes se estrecharon,
y una pesada ceja se levantó para ponerse justo por encima de la gran
frente de Cro-Magnon22.
—¿Qué es eso en tu mano?
Algunos de los chicos en la clase se reían como hienas,
evidentemente emocionados ante la perspectiva de otro mostrar-y-contar.
Esta vez estaba lista para ella. Levanté mi mano izquierda vacía. —
Nada. —Moví mis dedos como prueba, y luego procedí a empezar una
rutina compleja de chasquido de dedos al estilo de la hermosa danzarina
de vientre griega del restaurante Stavros. Creó la distracción perfecta
mientras coloqué la nota arrugada con mi otra mano entre la grieta del
escritorio de la computadora y la pared divisoria.
Todavía estaba felicitándome por mi rapidez cuando Hortense me
sorprendió.
—Ponte de pie y ayúdame a mover este banco de computadoras. —
Parecía furiosa y a la vez extrañamente alegre, su postura cada vez más
alta mientras lanzaba su robustez sobre mí.

20 Uadyet, "Señora del Cielo". (Mitología egipcia)


21 Júpiter, es el dios principal de la mitología romana, padre de dioses y de hombres.
22 Cro-Magnon: uno de los ancestros del actual Homo sapiens sapiens (hombre).
Era una clara táctica de intimidación, y lamento decir que habría
funcionado en mí el año pasado. Tan asustada como estaba de mis
poderes, tenía que admitir que había una parte de mí que últimamente se
sentía mejor sabiendo que estaban allí. Más segura. Más en control de las
situaciones, a pesar de que una parte de mí estaba tan fuera de control a
veces.
—Tengo un problema en la cadera, así que me temo que no puedo
hacer eso —dije, con lo que esperaba fuera una sonrisa arrepentida. Era
una clara mentira. Quiero decir, ¿qué población de dieciséis años de edad
tenía problemas en la cadera?
Nos miramos la una a la otra en lo que sería la disputa más intensa
del mundo en la historia de Crestwood, pero al final, después de que en
realidad me lastimara estirando el cuello, ella cedió.
—Está bien. Vaughn, ayúdame con este banco de computadoras.
Vaughn tartamudeó y luego negó con la cabeza. —Yo, uh, tengo
asma, así que no puedo levantar cosas pesadas. —Sacó un inhalador del
bolsillo y tomó una bocanada como prueba. Si no lo hubiera besado ya, lo
podría haber hecho entonces.
119
Hortense no estaba feliz, y sus fosas nasales se ensancharon. —Ya
veo. ¿Alguien es capaz de ayudar?
Miró a su alrededor y contuve la respiración. A pesar de que no era
muy popular y había algunas almas macabras en la habitación que
querían ver la carnicería, había un código entre la mayoría de los
estudiantes en la que se les prohibía ayudar abiertamente a un maestro
que molestaba a alguien. Mi alivio fue tan grande cuando nadie levantó la
mano.
—Bien —dijo con una sonrisa forzada.
Genial.
Se acercó de nuevo a mí, y la luz en sus ojos hizo que mi desayuno
tambaleara. —Entonces voy a tener que asegurarme de dejar una nota
para el señor Banto cuando venga a pasar la aspiradora esta noche,
pidiéndole moverlo para mí. Podemos hablar de lo que él encuentre
mañana después de clase.
Me quedé con la sonrisa en la cara, pero tomó un poco de esfuerzo.
La escuela había enviado un decreto hace unos meses. ―Lo Que Ella Dijo‖
no se debía distribuir, leer o imprimir en la escuela, y si encontraban una
copia, una rápida acción sería tomada contra el estudiante en posesión.
Habían intentado varias veces averiguar quién estaba detrás de ello,
pero hasta ahora no se había llegado a ninguna parte. Y puesto que la
mayoría de los chicos lo leen en sus teléfonos usando su correo electrónico
personal, era en gran medida una de esas situaciones de prohibido decir,
prohibido preguntar.
Tener una copia impresa de la columna de Mac, que ni siquiera la
administración había visto, podía causar todo tipo de problemas para mí y
probablemente para Mac. En esa carta particular, casi la firmó con su uso
de la jerga del Reino Unido.
No era como si estuviéramos aconsejando a la gente a fumar crack o
huir de su casa, pero a la escuela le gustaba controlar la información que
los estudiantes obtenían, y Dios no lo quiera, alguien siguió algunos de
nuestros consejos durante la escuela, y la administración sería
responsable de ello. Se estaba abriendo una lata de problemas que no
quería abrir.
—Me parece bien —dije con un gesto brusco. No se fue, sino que
optó por fingir que lo hizo y giró para mirar mi computador de nuevo.
Podía sentir su pie detrás de mí, y fue un momento incómodo, mientras
trataba de averiguar qué debía hacer a continuación. Tuve suerte cuando
aparentemente decidió que había hecho lo suficiente por el momento, y
finalmente se alejó.
Dejé que mis hombros tensos se relajaran y traté de pensar en cómo 120
manejar esta última mini-crisis, pero antes de que se me ocurriera algo, la
campana sonó.
En el esquema de las cosas, lo que con una tríada de demi y
semidioses básicamente mirando cada uno de mis movimientos, poner un
chico en estado de coma y hacer frente a esta molesta maldición chupa-
amor que tenía cuatro semanas para resolver, o de lo contrario una
horrible tonelada de mierda iba a venir en mi camino, no era algo
insignificante, pero estaba en el punto en que simplemente no necesitaba
más estrés en mi vida.
Recogí mis libros y decidí colarme de nuevo en el laboratorio de
computación durante el almuerzo para conseguir esa nota y ocultar otra
falsa en su lugar. Recogí mi mochila, casi corriendo de la habitación para
que Hortense no pudiera joderme más.
Cuando Libby me encontró en mi casillero un minuto más tarde, a
pesar de todo me sentía casi alegre.
Tenía esta molesta tarea de tener cuidado, pero una vez que me lo
quitara de encima, tenía un día bastante ligero delante de mí. ¿Y después?
Tiempo con Mac.
Mi cerebro automáticamente reprodujo la sesión de entrenamiento
de ayer una y otra vez en mi cabeza. Cada vez que pensaba en ello, todo mi
interior se podía nervioso. No sabía si era la emoción de que por fin tuve la
oportunidad de tener una idea de esto y hacer que funcionara para mí, o si
era la anticipación de volver a verlo. Porque, ¿quién no quiere salir con un
chico súper caliente que piensa que eres un parásito? Pero ese
sentimiento… ese sentimiento cálido y pegajoso en el estómago cada vez
que lo veía era difícil de ignorar.
Por Dios, era patética. Hacía una semana era mi enemigo, y ahora
estaba contemplando qué habría pasado si no hubiera luchado contra él.
Si hubiera dejado que me besara cuando él me agarró. Sus labios eran
firmes y casi perfectos, y me dio la sensación de que si lo hacía, habría
sido diferente a todos los otros besos que jamás había tenido.
No es que eso dijera mucho. Sólo había besado a cinco chicos. Bink
fue el primero. Cuando teníamos unos cuatro años, le dije que si quería
jugar en mi pequeña piscina en forma de tortuga de plástico, que venía
completa con un pequeño tobogán y un cubo de agua, iba a tener que
darme un beso. Pensó en ello, hizo un gesto de asco, arrancó el chupete de
su boca, y me dio uno. Fue bastante bien, supongo. Seco y breve, y con
sabor a chupete de uva, mi contribución.
Luego estuvo Giovanni Bertolli. Yo estaba en séptimo grado —mi fase
gordita y torpe desde kínder hasta sexto grado había provocado un período
de sequía de ocho años— en el Carnaval de San Joseph. Ese beso, después
de un paseo en la rueda de la fortuna, era todo lo que Bink no fue. 121
Húmedo, tan húmedo, largo y con sabor a salchicha empanizada. No me
avergüenza admitir que me sentí violada, como si hubiera sido objeto de
una emboscada para ir al dentista, que me eché a llorar después.
Era un buen chico, y no creo que fuera intencional, pero el que le
había dado consejos lo había dirigido seriamente mal. Era como si alguien
le hubiera dicho que mis amígdalas estaban hechas de dulce de azúcar, y
él era un adicto al chocolate. Fue tan cómico, digno de película.
Después de eso, hubo uno con mi compañero de carrera en el
campamento Wabash llamado Neil, y el de Vaughn, ambos totalmente
irrelevantes.
Y luego estaba Eric. Más o menos había decidido, después de ese,
que estaba totalmente fuera de los besos, si tuviera algo que decir en el
asunto.
Hasta ahora.
—¿Qué harás después de la escuela? —preguntó Libby mientras
cambiaba mis libros de la mañana por los de la tarde.
—Voy… —Parpadeé hacia ella y levanté mis manos vacías.
Después de que el cambio comenzó y me enteré de que mi mamá me
había mentido durante la mayor parte de mi vida, Libby y yo habíamos
hecho un pacto para decir siempre la verdad. Aparte de: ―sí, te ves muy
bien con ese vestido hawaiano y esas botas vaqueras‖, todas las mentiras
de ese tipo y una pequeña omisión del incidente de Eric, siempre mantuve
mi parte del trato.
No podía hablarle de mi trato con Mac, eso era seguro, pero me
hubiera gustado poder decirle que era un semi y que estábamos
entrenando juntos. No decirle significaba cuatro semanas de mentiras
cada vez que estaba con él, que me hacían sentir como una mierda. Pero
tampoco me sentía bien traicionando su confianza. Él había compartido
cosas conmigo que se suponía que no debía, e ir y decirle esas cosas a
Libby parecía mal y desagradecido. Tenía que preguntarle si estaría bien
decirle sólo lo básico. Hasta entonces, tenía que entretenerla.
Me miró con las cejas levantadas. —¿Vas a…?
—Voy a ejercitarme un rato esta tarde con mi mamá. Tengo que
ponerme en forma. —Ya está. Sólo la mitad de una mentira. Tengo que
ponerme en forma. Sólo estaba entrenando diferentes músculos.
Se mordió el labio inferior con brillo de labios melocotón y me miró
cuidadosamente. —¿Para qué?
Muy buena pregunta. No había ejercitado desde… nunca, y ahora,
de repente, ¿quería ponerme en forma? 122
—El baile. Quiero ponerme en forma para lucir bien para el Swirl.
—¿Vas al Snowflake Swirl? —gritó y empezó a saltar de la emoción.
Literalmente. Sacó mi mano del casillero y me arrastró más cerca para
saltar con ella—. ¡Estoy taaaan emocionada! ¿Pensé que habías dicho que
no era lo tuyo?
Totalmente no lo era. Nunca había sido muy femenina. Mi rutina de
maquillaje consistía en brillo de labios cereza, una capa de máscara de
pestañas, y mi pelo que es largo y ondulado, lo cepillo y me voy. Esto era
un claro cambio de actitud para mí.
Libby estaba esperando una respuesta.
—Tal vez es el momento de tratar de salir, ¿sabes? —Mentira. No
tenía ganas de salir a cualquier parte, pero sin duda era lo que ella quería
oír. Su rostro se iluminó y perdí por lo menos quince puntos de mejor
amiga por ser una gran mentirosa.
—Estoy tan contenta, Mags. Eres una buena persona. Es momento
de perdonarte. Ni siquiera era realmente tu culpa, y…
Moví una mano para interrumpirla. No me había perdonado por lo
de Eric, y tan deshonesta como estaba siendo, no fingiría eso. —No quiero
hablar de ello o sobrepensarlo. Sólo quiero tratar de estar en mejor forma y
ver cómo va, ¿de acuerdo?
Asintió con la cabeza y sonrió. —De acueeerdo, pero vaya, debes
estar considerando seriamente ir si estás haciendo ejercicio y joder, ¡eso es
una locura! ¡Nos vamos a divertir mucho!
Comenzó a saltar de nuevo mientras dejé salir una serie de
maldiciones mentales. ¿Había alguien en el mundo peor en inventar una
excusa improvisada que yo? Era tan malo, hubiera sido cómico si no me
hubiera comprometido con lo que parecía ser la peor idea del siglo.
Traté de dar marcha atrás, tirando mis manos lejos de Libby y
emitiendo una vibración severa. —Sí, y sólo si, me pongo en forma. Está a
sólo un par de semanas, y no iré si las alas de pollo todavía tiemblan. —
Levanté mi brazo y lo meneé, señalando el tríceps relativamente poco
desarrollado que estaba oculto debajo de mi camisa.
Resopló y rodó los ojos. —Tus brazos son delgados y formidables,
sobre todo teniendo en cuenta que casi nunca haces algún tipo de
ejercicio. No puedes esperar que estén duros sin hacer una flexión.
—Bueno, eso está a punto de cambiar. —Y cuando no lo haga,
tendría la excusa perfecta para pasar del baile. Problema resuelto. Casi
podía oír a la profesora McGonagall restando cinco puntos de amigo de
Gryffindor. 123
—¿Tiene todo esto algo que ver con Mac? —Sus ojos azules
perdieron parte de su brillo, y no la culpaba ni un poco. Desde su punto
de vista, no era nada más que problemas—. Ustedes parecen estar
teniendo un montón de discusiones… últimamente, pero pensé que
parecían nerviosos, no… —Levantó sus cejas—. Tensos.
—No, no —dije, levantando mis manos como: cómo diablos salgo de
esta—. Esto es sólo yo tratando de ponerme en forma.
—Bien, porque no confío en él. Después de ese truco que sacó con
Vaughn, tienes que cuidar tu espalda a su alrededor.
Todavía otra razón por la que era mejor no decirle la verdad acerca
de Mac. —Está bien. Te lo juro. —Tengo uno de esos extraños dolores
fantasma que vienen de la nada a veces, y me imaginé la culpa
envolviéndome y golpeándome en el bazo. Bien jugado, culpa.
No parecía totalmente convencida, pero asintió de todos modos. —
Entonces me pondré a trabajar en un programa de dieta saludable para ti.
Sé que te gusta la carne. —Arrugó su linda nariz y continuó—. Por lo
tanto, tendrá un poco de proteína magra, pero también un montón de
verduras y otras cosas. —No podía contener su entusiasmo natural para
un buen proyecto, y la última pizca de preocupación desapareció de sus
ojos mientras se frotaba las manos alegremente—. ¡Esto va a ser muy
divertido!
Comer hojas y ejercitarme hasta que estuviera sudando y sin aliento
sonaba divertido para ella. Mi chica era claramente perversa.
La primera campana sonó y cerré mi casillero, esperando también
cerrar la puerta a esta conversación. —Voy a comer contigo en el
almuerzo, pero luego tengo que salir corriendo a recoger algo que dejé en la
clase de Hortense.
No podía involucrarla en esto con Hortense, porque sólo conduciría a
más preguntas, y preguntaría por qué estaba tan empeñada en proteger a
Mac. Nunca fui de nuevo al laboratorio de computación en el almuerzo.
Cuando entré, Hortense estaba sentada en la mesa comiendo lo que
parecía un plato de cereal cocido en leche de una película sobre huérfanos.
Era como si tuviera un sexto sentido, porque justo cuando estaba a punto
de escabullirme de su vista, levantó la mirada y captó mi atención. Y luego
sonrió.
Jodida Hortense. No necesitaba esto ahora…
En el momento en que llegué a la casa abandonada, era un manojo
de nervios por la situación. En ningún momento, durante el resto del día
escolar, no logré siquiera acercarme a ese pedazo de papel. Hortense no se
movió, y cada vez que me veía, se veía un poco frívola. 124
Y luego la cosa con Mac que me estaba volviendo loca. Un momento
éramos enemigos declarados, y ahora… no.
No importaba lo que dijo, era un hecho.
Una cosa era estar enojada con él, pero esta nueva y más
complicada reacción era mucho más aterradora. Nada bueno podía venir
de mí confiando en él, o tratando de formar cualquier clase de relación con
él. Había accedido a esto de mala gana, y tan pronto como terminara, de
una manera u otra, estaría sola de nuevo. O paso las pruebas y él se va, o
fallo y desaparezco.
Y será como si nunca lo hubieras conocido.
El pensamiento me molestó más de lo que debería hacerlo. ¿No era
eso lo que había querido desde el principio?
—Hola —dijo Mac desde la ventana del coche cuando se detuvo en la
casa. Saludé con la mano y esperé hasta que salió y mostró el camino
hacia el patio trasero. En la verdadera forma de New Hampshire, había
nevado un par de centímetros durante el día, y mis botas hacían sonidos
crujientes en la cubierta mientras caminaba. Me concentré en estos en vez
de ver los anchos hombros de Mac haciendo todo lo posible por bloquear
mi visión del cielo delante de mí. ¿Y qué si era lindo? Las señoras piensan
que Ted Bundy23 era lindo. Los murciélagos son lindos, incluso las ranas
venenosas son lindas… todo mortal. Todos para evitarse como la peste

23 Ted Bundy: Asesino en serie de origen norteamericano.


negra. Bueno, tal vez los murciélagos no son mortales. Pero si viera uno,
sin duda me moriría de miedo, así que en mi libro, contaba.
—Uh, sobre la nota que dejaste en mi casillero —dije, recordando lo
que había estado queriendo decirle. Me arrodillé e hice una demostración
de atar de nuevo mis zapatos.
—¿Sí?
Su voz tenía una sonrisa, y me di cuenta de que a pesar de que se
encargaba de enloquecerme, en algún momento había obtenido un gusto
por hacerme bromas. No estaba segura de cómo me sentía sobre eso.
—Bueno. —Me enderecé—. Está a punto de ser encontrada. Por la
Sra. Verbiglio.
Esperé la aceptación de que se iba a meter en problemas, pero me
miró sin comprender.
—¿Y?
—Entonces —dije, exasperada porque estaba siendo tonto al
respecto—. Eso significa que una vez que lo lea, ella va a estar sobre ti. Y
una vez que se entere de que Él eres tú, vas a ser suspendido. 125
Tal vez eso no le importaba. Tal vez ni siquiera necesitaba realmente
estar en la escuela. ¿Qué sabía yo?
—Bueno, eso no va a pasar. —Se chupó el labio inferior, pensativo, y
me alegré de verlo tomarme en serio—. No puedo estar lejos de ti ahora
mismo. Cada día cuenta.
Esa declaración hizo que quisiera no haber atado mis zapatos para
poder conseguir otro segundo. No había querido decirlo de esa manera,
pero eso no importó. Todavía hizo que mi estómago se sintiera como un
caramelo. Sus intensos ojos grises se clavaron en los míos, y podía sentir
mis mejillas sonrojarse.
—Bueno, puedes estar cerca de mí después de la escuela cuando
estés en suspensión, porque no puedo imaginar que esto vaya de otra
manera.
Su rostro se dividió en una sonrisa. —Yo sí puedo —anunció,
volviéndose repentinamente y caminando hacia la calle. Estaba congelada
en el lugar, preguntándome qué demonios había sucedido.
—¿A dónde vas? —pregunté.
—Nosotros —dijo por encima del hombro—. La pregunta es, ¿a
dónde vamos? Date prisa, Magpie.
Mis zapatos crujían sobre la nieve mientras corría tras él para
ponerme al corriente, haciendo que mi piel se sintiera demasiado apretada
para mi cuerpo. —Bueno, lo que sea. ¿A dónde vamos, entonces?
—A recuperar mi carta.

126
11
Traducido por CrisCras & NnancyC
Corregido por Meliizza

Para cuando llegamos a Crestwood una hora más tarde, Mac había
cambiado su chaqueta habitual por una negra que tenía en su camioneta,
estábamos armados con una linterna, y eso era todo. Aparcamos su coche
a un lado de la carretera, se hallaba oscuro afuera y estábamos a punto de
irrumpir en la escuela.
Así que, ya sabes, la típica noche.
Toda la escuela se encontraba vacía. El Sr. Banto, el portero de 127
noche, no estaría hasta las ocho, y habíamos visto desde la seguridad del
auto de Mac, aparcado al otro lado de la calle, como el director Jordan, el
último del profesorado, se alejaba conduciendo quince minutos antes.
Ahora estábamos agachados al lado de la ventana del primer piso, el aula
de Hortense, y mi corazón golpeaba salvajemente. Si era honesta, lo estuvo
haciendo desde que llegamos a la escuela. Me preguntaba distraídamente
si alguien murió alguna vez por sobreexcitación. ¿No se suponía que tenía
que evitar la actividad de alta intensidad sensorial?
—Está bien, entonces, ¿estás lista? —susurró Mac.
—No —susurré en respuesta. No por mucho. Me temblaban las
manos, y no de frío. Esto era una locura. Ahora, en lugar de correr el
riesgo de la suspensión de Mac, ambos estábamos buscando acabar en la
cárcel. Abrí la boca para recordárselo por tercera vez en caso de que no me
hubiera oído las dos primeras, pero ya se encontraba de pie y extendiendo
una mano hacia la ventana.
—¡Espera! —siseé.
Se detuvo, bajando la vista hacia mí, donde yo todavía estaba
agachada en la nieve como un pájaro herido.
—¿Qué pasa si está conectada la alarma o algo así?
—En las puertas, seguro, pero las ventanas son solo del tipo de
ventanas antiguas normales, creo. Los niños las abren todo el tiempo
cuando está mal ventilado. Además, eso es por lo que te traje. Si es
necesario, tú puedes desactivar la alarma.
Extendió la mano otra vez, y me estrujé el cerebro buscando otra
táctica dilatoria hasta que sus palabras se hundieron.
Tiré de la pernera de su pantalón, y bajó la mirada otra vez con un
profundo suspiro y una mirada de “¿en serio?”
—¿Qué pasa ahora?
—¿Puedo desactivar alarmas?
Suspiró y asintió, la irritación de su rostro desvaneciéndose. —
Seguro, imagino que sí. ¿La cosa de tirar que haces? Simplemente ponlo
en marcha atrás y empuja hacia afuera. Debería freír los cables. Lo que no
puedes hacer es sacarnos de la cárcel sin dejar un rastro de cuerpos
detrás de nosotros, así que, ¿puedes dejarme trabajar aquí?
Supongo que tenía sentido que pudiera interferir con la alarma.
Destrocé algo de fruta en los pasados meses, y mi casillero todavía llevaba
las cicatrices de mi rabia, pero nunca se me ocurrió seriamente. Nunca fui
capaz de imaginarme ninguna aplicación práctica de mis poderes hasta
ese momento, y aunque este se prestaba más para el allanamiento de
morada que para salvar al mundo, no se hallaba nada mal, tampoco.
Empecé a repasar algunos posibles nombres de superhéroe, solo por 128
diversión, y tenía casi establecido ―Electro-Suck‖ cuando Mac dijo mi
nombre en voz baja.
Eché una rápida mirada alrededor de la oscuridad y me puse de pie
sobre mis piernas de gelatina. Había estado esperando tener un poco más
de tiempo para acostumbrarme a la idea de cometer allanamiento de
morada. Como tal vez un mes.
O siete.
—¿Qué?
—Parece haber un alambre incrustado en el vidrio. —Sacó una
pequeña linterna que había estado sujetando entre los dientes, y me atrajo
con la otra mano para señalar hacia la red de malla—. Podría ser solo para
evitar que se haga pedazos si se rompe, como una red, pero no voy a correr
ningún riesgo. —Su frente se arrugó pensativamente—. Así que aquí está,
Magpie. Lección número uno sobre controlar tus poderes. Desactiva la
alarma, si es que hay una, pero no rompas el cristal.
Seguro. Sí. Fácil para él decirlo. Miré fijamente la ventana durante
mucho tiempo y con fuerza, casi esperaba que se abriera por sí misma.
—No tenemos todo el tiempo del mundo. Pon tu mano sobre la
ventana y deja salir una corriente baja y lenta de energía.
Su voz era suave, pero firme, y me di cuenta de que probablemente
yo no era su primer trabajo. El pensamiento me molestó más de lo que me
reconfortó, y fruncí el ceño.
Le dio una palmadita a mi mano enguantada con la suya. —Céntrate
ahora y hablaremos más tarde. Vamos, Maggie.
Aparté mi curiosidad y mi inexplicable decepción porque hubiera
tenido otra… lo que sea, antes que yo. Luego hice lo que me pidió y me
centré.
—¿Cómo…? —Toqué el cristal, pero me tocó el brazo.
—Tendrás más control con la mano desnuda.
Levanté el guante hasta mi boca, tiré de él con los dientes, y lo metí
en mi bolsillo.
—Pon los dedos encima y espera.
Puse las yemas de los dedos sobre el cristal helado, las mariposas de
mi estómago emigrando a mi pecho. —¿Ahora qué? ¿Cómo sabré si
funciona o si siquiera hay una alarma?
—Ábrete para sentirlo. Habrá una corriente eléctrica. Deberías ser
capaz de sentirla. Como ese día en la clase de arte. La descarga de
energía…
¿Su voz se volvió ronca, o el hecho de que mi cerebro acababa de 129
explotar deterioró mi audición?
Me lo pregunté, pero ahora lo sabía. Él también lo sintió. El aire
entre nosotros crepitó otra vez, y el cristal bajo mis dedos hizo un bajo
gemido ominoso antes de que una fisura serpenteara por el centro.
—Mierda —murmuré, alejando mi mano de un tirón mientras mi
corazón se ponía a la velocidad de la luz.
Mac tiró más cerca de mí, apuntando con la linterna a la grieta.
Cuando habló, su cálido aliento me hizo cosquillas en la oreja, y pude
sentir el calor irradiando de su cuerpo incluso a través de mi pesado
abrigo.
—Está bien; apuesto a que nadie se dará cuenta. Al menos no
durante un tiempo. ¿Sentiste algo?
¿Aparte de tu deliciosa parte delantera presionada contra mi
espalda?, quise preguntarle, pero en cambio me aclaré la garganta y negué
con la cabeza. —Me encontraba… distraída. Déjame intentarlo otra vez.
Esta vez, cuando puse la mano sobre el cristal, Mac la cubrió con la
suya propia. Era cálida, grande y fuerte. Exactamente como debería ser la
mano de un hombre, y tuve que aclararme la garganta otra vez. Mis
sentidos aumentaban como un hijo de puta.
—¿Qué… qué estás haciendo?
—Ayudándote como pediste, dolor en el culo. Ahora cierra los ojos. Y
no lastimarás mis sentimientos si haces lo mismo con tu boca.
Su tono era de broma, así que lo dejé pasar, y dejé que mis párpados
se cerraran, esperando. Cuando no me dio más instrucciones, abrí la boca
para preguntarle, pero él le dio un apretón a mi mano.
—Shh.
Me callé. Y esperé. Y pronto, empecé a sentir algo. Un punto
palpable de energía latía bajo mi mano y otro sobre ella. Me puse en
sintonía con ello, bloqueando el olor de la nieve fresca y el cuerpo caliente,
bloqueando los sonidos de la noche y centrando cada respiración en esos
pulsos de energía. Uno muy fuerte. Vivo y vibrante. Un chisporrote me
atravesó, y el impulso de sintonizar con anzuelo, que era Mac, se alzó con
fuerza.
—No —dijo Mac suavemente, su respiración golpeando mi oreja y
haciéndome temblar—. Resiste esa sensación e intenta separarlo de ti
misma. Céntrate en el cristal. ¿Hay poder en la ventana?
Mis mejillas estaban casi entumecidas por ir del frío al calor. Tenía
esta cosa fea dentro de mí, más fea que cualquier cicatriz o verruga, y él lo
sabía. Se iluminaba como un neón enfrente de él, y sabía que parte de mí
lo anhelaba. A él. Su vitalidad y su vida. La vergüenza era casi paralizante.
Fui tonta al permitir olvidarme, incluso por un segundo, que nosotros no 130
éramos un chico y una chica normales haciendo algo estúpido porque
éramos jóvenes y salvajes. Esto era un asunto serio.
—Lo siento, yo…
—Céntrate. —Esta vez, fue completamente firme, nada suave, pero
creo que yo lo necesitaba en este momento. Me encontraba a un pelo de
darme por vencida, y no estábamos más cerca de notarlo de lo que lo
habíamos estado cuando llegamos aquí. Tal vez no debería haberme
preocupado tanto. Era mayormente su culpa que estuviéramos en esta
situación en primer lugar. Él era el que había impreso la columna y la
puso en mi casillero, pero aun así, me sentía culpable por no haber sido
más cuidadosa con ella cuando sabía que se encontraba en la lista negra
de Hortense. Y ahora iba a sacarnos de este desastre.
Cerré los ojos otra vez y me concentré con tanta fuerza que me dolía
la cabeza. Pero en menos de un minuto, todo estaba allí. Nada de un
caótico y caliente desordenado desastre de energía. No una orquesta de
ruidos viniendo hacia mí. Era claro. Podía distinguir el violín y la flauta, e
incluso las campanas. Existía una energía de bajo nivel en la ventana, y
pude arrancarla como la cuerda de una guitarra.
—Eso es —murmuró Mac contra mi oreja—. Lo tienes.
—¿Puedes sentirlo? —susurré en respuesta, sorprendida de que,
incluso mientras hablaba, todavía podía sentir la textura de la alarma en
mi conciencia.
—Solo a través de ti. No puedo sentirlo si lo toco, pero emites el
mismo poder que sientes o ingieres, así que puedo sentir lo que tú sientes.
Si estamos piel contra piel.
Eso me distrajo. Imágenes de nosotros dos, piel contra piel,
destellaron a través de mi cabeza y jadeé, esperando por los dioses que él
no pudiera sentir eso. Antes de que pudiera cerrarlos, se habían ido, y no
sentía la energía de Mac en absoluto. Había alzado el escudo. Lo que fuera
que hizo para mantenerme fuera se hallaba a toda potencia ahora, y
quería llorar la pérdida hasta que otro pensamiento se me ocurrió. ¿Esas
imágenes habían sido mías… o suyas? Hasta ahora, yo solo fui capaz de
ver los recuerdos de mis víctimas, y seguramente habría recordado eso.
—Tenemos veinte minutos, así que vas a tener que guardar todos
esos pequeños pensamientos sucios que estás teniendo sobre mí para más
tarde esta noche, Magpie. —La risa en su voz no escondió la tensión allí, y
se me puso piel de gallina en los brazos.
Consideré darle un codazo en la barriga, pero me conformé con una
breve risa que sonaba un poquiiiito entrecortada para mi gusto. —Parece
que va a ser una aburrida noche para mí, entonces.
El bufó, pero dejó que una se deslizara y palmeó mi mano. —Está 131
bien, tenemos que centrarnos ahora.
Tenía razón. Había mucho —toda mi vida, por lo que yo sabía— en
juego en esto. No fallaría mi primera misión de entrenamiento por darme
la vuelta, envolver las piernas alrededor de él, y besar su rostro para ver si
me deseaba como yo le deseaba a él.
El objetivo era hacerle ver que tenía la disciplina para luchar contra
mis impulsos. De algún modo sabía que él creía en mí; que Mac tuviera fe
en que yo podía hacer esto era la única manera de que pudiera tener éxito.
Le bloqueé lo mejor que podía y volví a centrar mis pensamientos.
Ahora que sabía cómo encontrar la energía en el cristal, fue más fácil
volver a la zona y reconectar con ella, a pesar de las visiones pervertidas
que se extendían ahora por mi cabeza. Cuanto más intentaba no pensar en
el aspecto de Mac desnudo o en cómo se sentiría él presionado contra mí
frente a frente, más pensaba en ello. Pero aun así, la energía se hallaba
presente y en representación. Ya me volvía mejor en esto.
—¿Qué hago? ¿Empujarla? ¿Absorberla?
Él hizo una pausa. —Esta parte es difícil de explicar porque yo no sé
cómo se siente una Kardia Afrodita. Solo sé cómo lo hago con mi poder. Si
quiero alterar algo, lo desplazo hacia afuera. Como si estuviera apretando
desde el fondo de un tubo de pasta de dientes.
—¿Puedes cambiar las cosas?
Soltó un suspiro exasperado. —Puedo.
Él no quería hacerlo, pero se abría a mí lentamente, y algo caliente
floreció en mi vientre. —Genial. ¿Cambiarlo a qué?
Silencio. Luego: —Quince minutos.
Mierda.
—Está bien. Voy a apretar la pasta de dientes. —Intenté hacerlo
como él dijo, y tomó un par de minutos, pero para mi sorpresa,
funcionaba. La ventana no se rompió más, y sentí mi poder viajar más allá
de los cables de la ventana hasta la fuente de la energía. Un segundo más
tarde, sentí un estallido interno y jadeé. Mac contuvo el aire y ambos nos
congelamos, esperando a que algo sucediera. El estruendo de una alarma,
alguien viniendo corriendo hacia nosotros agitando un arma. Pero nada lo
hizo, y el cristal debajo de mi mano se sentía… muerto.
—Brillante, Mags, creo que fundiste el fusible.
El elogio dicho en ese acento cantarín fue directo a mi corazón. Tal
vez no debería haber sido gran cosa, pero era la primera vez que hacía algo
incluso cuestionablemente positivo con mis poderes, y me dolió la garganta
con la necesidad de llorar por ello.
Estúpidas lágrimas de chica. 132
Le dio un apretón a mi mano antes de dejarla ir. —Estoy
impresionado. Lo hiciste bien.
Hasta ese momento no sabía lo hambrienta que me encontraba por
oír eso de alguien. De Mac.
Sin embargo, no tuve tiempo para pensar. Una vez que la alarma
estuvo desactivada, nos dimos cuenta de que la ventana ni siquiera se
encontraba cerrada. Mac la atravesó y me ayudó detrás de él. Desde allí
fue una rápida y silenciosa operación de dos hombres mientras alejábamos
a rastras el banco de los escritorios de la pared y encontrábamos la carta
exactamente donde la dejé caer.
Mac sacó nuestra pieza de papel de reemplazo de su bolsillo, la
estiró e hizo el intercambio.
—Excelente —susurré, un poco mareada ante el pensamiento de que
tal vez podríamos sacar esto adelante después de todo.
Sostuvo su dedo contra sus labios e hizo un gesto hacia el reloj.
Hora de irse. El conserje de noche estaría allí en cualquier minuto. Nos
escabullimos de nuevo hasta la ventana y miré a Mac con aprehensión.
Desde fuera había sido fácil. Estábamos en una colina y podía tocar
el alfeizar con mi pie plano, pero una vez que la habíamos atravesado, fue
una caída en la biblioteca. Para llegar a ella ahora, yo necesitaba una silla
o un impulso.
Una puerta se cerró en alguna parte por el pasillo, y el miedo me
llenó de nudos. Mac se encontró con mi mirada con urgencia, el blanco de
sus ojos brillando en la penumbra. Teníamos que salir, como, ahora.
Agarré el alfeizar de la ventana e intenté alzarme a mí misma, pero
no lo conseguía, malditos mis brazos de pollo. Eso era lo que conseguía
por mentirle a Libby en vez de intentar ponerme en forma de verdad.
—Te tengo. —Su susurro fue una cálida ráfaga de aliento en mi oído,
y a continuación envolvió los dedos alrededor de mi cintura. Mi corazón se
fue a toda marcha, y casi perdí el agarré mientras él usaba sus manos
para levantarme y su cuerpo para sostenerme. Sus dedos se clavaron en
mis caderas mientras su pecho marcaba a fuego mi trasero.
Y luego las luces del pasillo se encendieron y todo se detuvo.
—Mierda —murmuró Mac—. ¡Vete! Una vez que atraviesas la
ventana, corre. —Me empujó más alto en un intento de lanzarme a la
fuerza por la ventana, pero me agarré a la pared y empujé hacia atrás. Yo
fui la que fue atrapada con la nota en primer lugar. De ninguna forma iba
a dejarle enfrentar la música solo.
—Olvídate de ello —siseé en respuesta, retorciéndome hasta caer en 133
el suelo. Otra luz del pasillo se encendió, esta vez mucho más cerca para
nuestra comodidad.
Mac me frunció el ceño y cerró la ventana. Agarrando mi mano, me
arrastró hasta el armario de almacenamiento donde Hortense mantenía
sus suministros informáticos. El ruido rodante de un carro o un cubo de
basura hizo eco por el pasillo, y mi corazón casi salió disparado.
—Aquí dentro. —Mac abrió la puerta lentamente sin hacer ruido, y
ambos nos deslizamos dentro del armario, cerrando la puerta detrás de
nosotros. Fue justo a tiempo también, porque diez segundos después la
puerta del aula chirrió, y el sonido de ruedas sobre el linóleo le siguió de
cerca.
El frente de Mac se hallaba a solo centímetros de mi espalda, y podía
sentir el calor de su cuerpo. Era inquietante en más de un sentido. No solo
hacía que tuviera la tentación sin importancia de inclinarme hacia su
calor, sino que también era un espacio demasiado reducido para un
hobbit, y tenía que hacer un esfuerzo para no entrar en pánico.
Su proximidad solo me hacía más consciente de que la razón por la
que él se hallaba sobre mí era porque no existía otro lugar donde estar.
Era como un ataúd de pie allí, y mi pecho se sentía como si una anaconda
se estuviera aferrando a mí.
Traté de controlar mi respiración. Ya sonaba demasiado alta en el
pequeño espacio, y estaba segura de que Banto iba a abrir la puerta de un
tirón y a gritar ―¡Aha!‖ Cerré los ojos con fuerza e intenté fingir que me
encontraba en un prado. Un prado oscuro y jodidamente diminuto que
parecía estar cerrándose sobre mí con cada segundo que pasaba.
El sonido de una aspiradora vino a la vida con un zumbido y me
estremecí. Está bien, eso era bueno. Ruido de fondo. El Sr. Banto debía de
haberse puesto los auriculares después, porque empezó a cantar a todo
pulmón alguna sensiblera canción patriótica en un tono tembloroso sobre
un niño y unos zapatos.
Me di permiso a mí misma para respirar por la boca durante unos
pocos segundos con la esperanza de evitar lo que claramente era mi
muerte inminente por asfixia, cuando la cálida mano de Mac tocó la parte
baja de mi espalda. Salté.
―¿Estás bien?
Ni siquiera un poco. ―Seh. Estupendo ―susurré en respuesta,
usando el preciado oxígeno para hacer eso.
―Da la vuelta, Maggie. ―Su tono cálido y sonoro era tranquilizador,
pero no lo suficientemente tranquilizador para conseguir que me moviera.
Sacudí la cabeza pero no dije nada.
―Estoy tratando de ayudarte, pero necesito que des la vuelta. ―Su 134
voz se elevó a casi coloquial y jadeé, dándole un codazo en el estómago.
―¡Shh! ¿Estás tratando de que nos atrapen? ―susurré-grité.
―No puede escucharnos con la aspiradora y el sonido de su propia
voz. Ahora da la vuelta y enfréntame antes de que esté obligado a hacer
algo que no te gustará.
No tenía una pista de lo que eso podría ser, pero considerando que
era un semi como yo, las posibilidades eran infinitas. Abrí los ojos y poco a
poco giré para enfrentarlo, con cuidado de no rozar su cuerpo con el mío.
―¿Qué? ―exigí. Era demasiado malo que estuviéramos atascados
aquí para comportarme como una especie de debilucha. Era peor que él
estuviera aquí para presenciar mi debilidad.
EL espacio se hallaba a oscuras, con solo una esquirla de luz
entrando por la abertura debajo de la puerta, y no podía distinguir su
expresión. ¿Compasión? ¿Enfado? Puaj, ambos frentes.
—Serpentea para pasarme. Hay una pila de libros detrás de mí en
donde puedes sentarte, podemos hablar mientras esperamos. Podemos
también usar el tiempo que tenemos para repasar algunas cosas. —Sonó
autoritario, y no sabía si lo inventaba sobre la marcha o sólo trataba de
distraerme. De cualquier forma, funcionó para mí. Cualquier cosa para
sacar a mi mente del hecho que no podía extender los brazos sin golpear
una pared.
Lo rodee para pasar y esta vez no hubo que evitar el contacto.
Chocamos levemente con todo lo desagradable conocido por el hombre, y el
impulso de correr mi mano sobre su abdomen musculoso mientras avancé
fue casi irresistible.
Y… luego recordé que me hallaba en un armario.
Me senté encima del montón de libros, y se agachó en frente de mí.
—¿La claustrofobia es un rasgo hereditario? —preguntó, su voz
tierna.
—No. Sí. No sé. —Sabía que sólo trataba de ser agradable y sacar a
mi mente de las cosas, pero no funcionaba tan bien como esperaba. Me
sentía ansiosa y estresada, y si comenzaba a hablar, podría olvidar sobre
lo ansiosa y estresada y luego me preocuparía sobre eso hasta que
recordara. Era un círculo vicioso.
Y yo era una psicópata.
El Sr. Banto eligió ese momento para rockear un solo de guitarra con
interferencias por la boca, y Mac se rió por lo bajo. Era un poco lindo
escucharlo reír sin su humor siendo apuntado a mí, y eso rompió la
tensión. 135
Di vueltas sobre su pregunta de antes. —Supongo que a mi mamá
tampoco le gustan los espacios estrechos —dije, tocando el borde de un
libro encuadernado de cuero con la uña de mi pulgar—. Pero bueno, ella le
teme a un montón de cosas.
Mac estuvo en silencio por un ratito y luego cambió a una posición
sentado en el piso. —¿Cómo qué?
—A todo. El Concejo, sus poderes, cualquier cosa que tenga que ver
con semis. A veces no entiendo su problema en absoluto —admití,
sorprendiéndome con la admisión. Pensé en ello un montón, pero nunca
dije las palabras en voz alta.
—Parece muy fuerte para mí, lidiando con tu abuela y todo. —Hizo
una pausa y se movió en el piso antes de continuar—: Es mejor a veces,
sabes. Salirse de ese modo. Tener una vida normal. —Sonaba más viejo.
Cansado. Pero las palabras enviaron una espina de miedo en mi corazón.
—Créeme, estoy totalmente advertida de tu opinión en el asunto.
Pero teníamos un trato y…
—Y voy a cumplirlo. —Sonaba ofendido ante la sugerencia de que no
lo haría—. No estoy juzgándote. Sólo estoy diciendo que quizás no deberías
juzgarla por su elección tampoco. No sabes lo que pudo haber atravesado.
Nuestra historia está plagada de dolor, ignorancia y lucha de poderes. Las
cosas sucedieron, especialmente en su día, que volvería tu sangre fría. —
Lo dijo suavemente, como si lo estuviera leyendo de la parte posterior de
una caja de cereal, pero no me lo creía. Ese conocimiento era de primera
mano, y el impulso de hacer contacto, acariciar su cabello o tocar su
brazo, era casi irrefrenable—. Sé que cometió errores, hay un millón de
cosas que debería haberte dicho, pero cuando se llega a esto, creo que es
seguro decirte que realmente no tengo idea de lo que ella ha estado
pasando.
De acuerdo, quizás tenía razón. Yo volaba ciega cuando se trataba
de su pasado y, ¿quién sabía? Tal vez tenía excelentes razones para salir.
Prometí ser un poco más indulgente con ella. Y luego revisé mi promesa
para agregar que también la acosaría sobre lo que había pasado para
hacerle decidir sobre atarse, hasta que se rompiera a llorar y me contara.
Pero la importunaría con cuidado.
Pasos de bebé.
Aún así. —No creo que yo esté lista para darme por vencida todavía,
incluso si pudiera. Si no fuera capaz de controlar mis poderes, créeme, yo
sería la primera en la cubierta del tren una vez que llegara a la edad. Pero
ni siquiera sé lo que puedo realmente hacer. ¿Qué si algo asombroso
sucede, algo especial, que pudiera cambiar el mundo? —Me encogí de
hombros, las palabras para explicar cuán fuerte me sentía sobre ello
eludiéndome—. Tengo que al menos intentar. Es parte de mí. De quien 136
soy.
—El Concejo está vigilándote. —Me recordó con tacto—. Si no
puedes llegar a contener esto, no tendrás una oportunidad para sellar tus
poderes.
Porque ellos te los quitarían. Un escalofrío me atravesño, y envolví los
brazos a mí alrededor. —Seh, bueno, no voy a caer así.
Estuvo callado por un largo tiempo, y cuando finalmente habló, su
voz se encontraba llena con confusión genuina pero apenas un indicio de
juicio. —Explícalo para mí. Si eres todavía un peligro, pero no puedes si
quiera comenzar el proceso de unión por meses hasta tu cumpleaños,
entonces, ¿por qué estás bien con arriesgar a las personas? ¿Mantener tu
poder es más importante que las vidas humanas? No lo entiendo.
Por supuesto que no lo hacía. Él era Sr. Negro y Blanco. Sr.
Honorable. Sr. Juego según las reglas. Consideré terminar la conversación
justo ahí, pero algo dentro de mí se desesperaba por su entendimiento. Tal
vez incluso su aceptación.
Tomó un minuto escupir las palabras. Las palabras que odiaba decir
más que cualquier otra en el mundo. —Mi papá murió cuanto yo tenía seis
años.
El murmullo de la aspiradora era el único sonido mientras él
esperaba para que continuara.
—Fue lo más difícil que jamás he atravesado, y eso incluye este
pasado año. —Intenté mantener mi voz neutral, pero el temblor atravesó
de cualquier forma, y quería patearme a mí misma. Ya me hallaba a medio
camino, sin embargo, así que opté por ser valiente y fuerte, y terminarlo—.
Si dejo que el Concejo me quite mis poderes, será como si él nunca
hubiera existido. Como una escena borrada de una película, simplemente
tumbadas en el piso de montaje. —Mi garganta dolía con lágrimas sin
derramar, y cuando tragué, el sonido llenó la habitación—. Él es mi papá.
No puedo hacer eso, Mac. No haré eso.
No dijo nada por tanto tiempo, pensé que tal vez se durmió de algún
modo. Luego murmuró. —Perdí a mi papá, también. Cuando tenía nueve.
Sus palabras eran bastantes tristes, porque yo también conocía ese
dolor, pero su tono era tan desolado que me estremecí. Fue evidentemente
devastado por ello, y deseé saber qué decir para confortarlo. No las cosas
que las personas me habían dicho, eso era de seguro.
“Tu papá está en un mejor lugar, cariño”.
¿Qué mejor lugar existía que conmigo?
“Él no querría que estés tan triste, Maggie” 137
¿Cómo sabrías? Quería preguntar. La mayoría de las personas que
se presentaron para el funeral eran algunas que nunca antes vi, y que
nunca vi otra vez. Dejaron cazuelas, hicieron su tarea, y volvieron a sus
propias casas con sus papis vivos y agradecidos a Dios que no eran ellos.
—Apesta —murmuré en voz baja.
—Joder, sí, lo hace. —Se movió de nuevo, y su rodilla rozó contra mi
tobillo. No me aparté y tampoco él—. Él, a… acostumbraba llevarme a
pescar en el Bosque Sagrado. Había aquellos pescados frescos, como perca
americana, solo que de colores vivos. Atraparíamos tres de cuatro, y
cuando fuera hora de matarlos, siempre me pondría triste. Él diría: ―Tu
mamá está esperando para cenar, muchacho‖.
Podía oír la sonrisa en su voz, y rompió mi corazón en dos.
—Y luego se arrodillaría, así estaríamos cara a cara, y diría: ―Pero no
le diré si tú no le dices‖. —La ternura en su tono me dejó deshecha, y todo
lo que quería hacer era abrazarlo. Decirle que entendía. Que estuve allí—.
Luego los liberaríamos a todos e iríamos al mercado de pescados en la
ciudad y compraríamos la mitad del recipiente. —Hizo una pausa por un
largo tiempo, y presioné mi tobillo más fuerte contra su rodilla—. Ella
sabía, ¿sabes? —Se rió con una sonrisa agridulce—. ¿Cómo podría no
saber? El pescado se encontraba todo envuelto en el maldito papel. Pero
nunca dijo una palabra. Sólo nos palmearía en la espalda por atrapar
muchos grandes.
Las lágrimas escocían en mis ojos, y me mordí el labio para evitar
sorber, deseando saber qué decir para alejar un poco el dolor. Sabiendo
exactamente como se sintió, y sabiendo de seguro que no existía nada que
pudiera decir que importara. Así que no dije nada en absoluto.
Simplemente me agaché y pasé los dedos por su cabello. El lugar se
encontraba tan silencioso como una iglesia, y luego caí en la cuenta.
El sitio se hallaba tan silencioso como una iglesia.
Ambos nos habíamos quedado callados, pero también lo hizo el Sr.
Banto. Mierda.
—¿Alguien está allí?
La sangré se apresuró a mis oídos y la adrenalina se vertió en mi
torrente sanguíneo, dejando un sabor metálico cubriendo mi lengua.
Limpié las lágrimas de mi rostro cuando Mac se levantó en silencio y
agarró mi mano.
—¿Sra. Verbiglio, es usted? —La voz del portero se sentía más cerca
de lo que estuvo incluso un segundo antes, y me presioné en la puerta
para oír mejor.
Mac me atrajo más cerca hasta que su boca se hallaba a un soplo de 138
la mía. —Está caminando hacia nosotros ahora mismo. Puedo oír sus
zapatos en la alfombra —susurró, las palabras viniendo rápidas y
furiosas—. Tienes que agacharte detrás de esa pila de cajas y quedarte en
silencio. Voy a abrir la puerta y correr. Me seguirá. Tan pronto como lo
escuches dejar el armario, vete. Sal por la ventana.
Sus dedos tocaron los míos, y presionó sus llaves en mi palma.
Comencé a protestar —incluso si quería ir, no podía conducir— pero me
ganó de mano. —Arranca, enciende la calefacción, y llama a Libby o Bink
para lleguen a ti.
—¿Hola? —llamó el sr. Banto de nuevo, esta vez desde lo que se
sentía como menos de tres metros de distancia.
El sonido de un teléfono que sonó como un clavicémbalo24 congelé a
Mac en el lugar con una mano en el picaporte.
—¿Seh? —El portero estuvo en silencio por un segundo, luego sopló
un suspiro—. Detergente para lavandería y, ¿qué más? —Más silencio, y
mantuve mi mano en el brazo de Mac, impulsándolo a ver cómo esto se
desarrollaba—. Nena, no puedo oírte. Tengo una mierda de recepción en el
segundo piso. —Otro suspiro—. Está bien.
Pasos se arrastraron afuera en la dirección de salida, y mi cuerpo
comenzó a temblar incontrolablemente. Ninguno de nosotros habló por

24 Instrumento musical de cuerdas que se pellizcan con púas accionadas por un teclado.
unos buenos treinta segundos hasta que finalmente le dio un golpecito a
mi brazo.
—Se ha ido. Vamos a movernos.
Mis pies se sentían pegados al suelo cuando Mac giró el pomo y
espió a ambos lados antes de ondear con la mano hacia mí. No estaba
cerca de ser la perdición de esta completa operación, y me obligué a
moverme. Caminamos rápidamente pero en silencio hasta la ventana, y la
abrió de un tirón.
Sabía el procedimiento esta vez, y apenas siquiera jadeé cuando sus
manos abiertas se cerraron sobre mi cintura. Mis brazos ya se preparaban
para empujarme a mí misma a través de la ventana y esta vez estábamos
piel con piel. La sensación envió un destello de calor a través de mí, ardió
a lo largo de mi piel, y luego… no sé qué sucedió. Alguna forma rara de
combustión espontánea quizás, pero la usual crepitación entre nosotros se
volvió un chasquido, y la mierda golpeó el ventilador. La alarma de
incendios tronó tan fuerte, que casi grité.
—¡Vamos, vamos, vamos! —susurró frenéticamente, prácticamente
arrojándome por la ventana.
139
Esta vez no discutí y seguí, seguí, seguí, mi pulso yendo a toda
marcha como un tren de carga. Sólo logré poner mis pies en el césped
cuando vino arrastrándose detrás de mí. Cerró la ventana de golpe, y
salimos como petardos hacia el coche como si los perros del infierno
estuvieran en nuestros talones.
No me atreví a mirar atrás, pero para el momento en que corrimos
por los árboles y alcanzamos el coche, se volvió claro de que no nadie nos
perseguía, o si lo estaban, se hallaban muy detrás. Nos metimos
atropelladamente, ambos jadeando por respirar.
—De acuerdo, entonces. Todo está bien. —Se giró para enfrentarme,
su rostro iluminado con alivio—. ¿Estás bien?
—Eso supongo. Seh. —Pasé una mano sobre mi rostro y comencé a
reír—. Santa mierda, eso fue aterrador. Lo siento sobre la alarma de
incendios…
—¡Ja! Debido a que todo iba sin contratiempos hasta entonces. —
Una sonrisa tiró en sus labios mientras giró la llave en la ignición, luego
puso el coche en movimiento.
Quizás contratiempos no era la palabra, pero definitivamente lo
agregué a la urgencia de la situación. Mis mejillas llamearon, y aclaré mi
garganta. —Todavía lo siento. Usaba el revestimiento de la alarma como
un punto de apoyo y debería haber…
—Nop. Necesitas tirar una alarma de incendio para encenderla. Creo
que tu energía nerviosa debe haber jodido la electricidad. Funcionó, sin
embargo. Sin daño, no hay delito.
Era fácil para él decirlo. No era el que se puso tan caliente y
preocupado de un simple toque que casi hizo que nos atraparan.
Condujimos el resto del camino en silencio, lo que estaba bien
conmigo. Me sentía muy mortificada para hablar de todos modos. Odié no
conocer lo que sus poderes eran. Me hallaba en una gran desventaja,
porque si era alguna clase de telepatía o podría, no sé, ¿sentir cómo me
sentía por él? La idea era completamente humillante.
Estacionó en mi camino de entrada unos minutos después y bajó el
resplandor de la luz de mi porche, la intimidad de todo lo que habíamos
pasado en las últimas cuatro horas se volvió demasiado pesada para mí.
No podía esperar a salir de allí antes de ponerme más tensa.
—Aprecio que me ayudaras a salir —dijo, girando en su asiento para
enfrentarme.
Jugueteé con la manija de la puerta, esperando salir en estampida
antes que yo dijera algo estúpido. —No hay problema. 140
—Entonces mañana, ¿lo mismo? —Mi expresión debe haber sido
una de horror porque rompió a reír, lo que mató la tensión—. No, no
irrumpiendo y entrando. Quise decir entrenar.
—Sí, bueno —dije. Abrí la puerta de un empujón y salí del coche.
Estuve preocupada porque las cosas serían incómodas entre nosotros
después de la charla que habíamos tenido, y todos los momentos de
contacto cercano y pensamientos sucios, pero evidentemente era
totalmente unilateral, y él se encontraba relajado con todo. Genial, podría
ser relajada, también
No decepcionante para nada.
Era un alivio. De seguro. Al menos él no sabía cómo me sentía.
Podríamos sólo fingir como si nada hubiera sucedido y todo estaría bien.
Me hallaba justo a punto de cerrar la puerta del coche cuando me
gritó: —Y, ¿Mags?
Me detuve, doblándome para mirarlo con concentración, y sus labios
se extendieron en una sonrisa como-mierda.
—Dulces sueños.
12
Traducido por Mary Haynes
Corregido por Alaska Young

Cuando entré, toda la casa se hallaba en silencio, y solté un suspiro


de alivio. Esperando que eso significara que mamá se había ido a la cama
temprano. Era el segundo día consecutivo en el que me había perdido la
cena y llegaba a casa pasadas las ocho sin llamar. Sin duda un sermón
estaría complementado y listo en el segundo que me viera.
Me quité los zapatos y los puse en la puerta, con cuidado de no pisar
el tablón que rechinaba frente a las escaleras. Tenía suficiente hambre
como para salir comiendo de un pozo de hamburguesas con tocino, pero
141
incluso la tentación de la carne grasosa no era lo suficientemente fuerte
como para arriesgarme a hacer ruido en la cocina con los sartenes y
despertar a mi madre.
—Qué amable de tu parte el que llegues.
Me quedé helada con un pie en las escaleras y tragué un quejido. —
Hola, me alegro de que estés despierta —dije, volviéndome hacia ella. Me
tomó un segundo encontrarla, porque se encontraba sentada en la vieja
silla de cuero gastado de mi padre en la esquina de la sala de estar. En la
oscuridad. Como un loco. ¿Qué diablos pasaba con eso?
De repente, supe que esto ni siquiera iba a ser del típico tipo ―No
puedes estar afuera deambulando a toda hora durante los días de escuela‖
de sermón. Este era un asunto serio.
El temor, el cual parecía ser mi nuevo mejor amigo, se arrastró por
mi columna vertebral y se asentó en la base de mi cuello. ¿Algo le había
sucedido a abuela? Antes de que el miedo pudiera echar raíces, el sentido
común se hizo cargo. Mamá me habría llamado. Además, ahora que
prestaba atención, podía oír los ronquidos de mi abuela haciendo eco
desde su habitación en la planta baja. Solía ser nuestro comedor, pero
hacía un par de años lo transformamos cuando el subir las escaleras se
volvió demasiado difícil para ella.
Di una última mirada anhelante hacia arriba de las escaleras, luego
bajé el escalón y crucé el pasillo hacia la sala de estar.
Todavía no había dicho ni una palabra cuando me senté con las
piernas cruzadas en el sofá frente a ella, comenzaba a asustarme.
—¿Puedo encender la luz o algo así? —le pregunté, desconcertada
por su mirada atenta. Para alguien que no parecía sentirse toda
habladora, sin duda juzgaba un montón con sólo el contacto visual. Ella
podría haber perdido su vocación, pero habría sido una interrogadora de
primera categoría para el FBI o algo así.
Me moví, metiendo los pies aún adormecidos por el frío bajo mi
trasero, y esperé. Había pasado un tiempo, pero esa cosa rara que hacía
no era exactamente nueva. La última vez que pasamos por esto fue cuando
me dijo acerca de quién y qué era. Tenía la misma cara en ese momento.
La cara de ―la mierda está a punto de ser real‖ y eso me puso aún más
nerviosa.
—Necesito que me digas lo que estás haciendo y con quién lo estás
haciendo.
Aaaasí que, sin luces, ¿supongo? Aunque sabía que no debía decir
eso en voz alta. ¡Todo está bien, una discusión en la oscuridad relativa era
como una especie de confesionario de la mafia!
142
Me encogí de hombros y humedecí mis labios. Tenía que suceder.
Esperaba conseguir un poco más de tiempo antes de que tuviera que
decirle al menos una parte, pero bueno, de la forma en que lo veía, era que
al menos no salía a drogarme o algo por el estilo, ¿verdad?
—He estado con Mac. Estuvimos…
—¿Estuvieron qué? —preguntó en un susurro furioso.
—Pasando el rato. Eso es todo.
Dejó escapar un suspiro. —Está bien. Entonces, ¿esto no es algo de
lo que tenga que estar preocupada?
Me eché hacia atrás y sacudí la cabeza con furia. —Oh, no,
definitivamente no. Él no es así como mi novio. —O realmente amigo ni
siquiera, para ser honesta. Se había asegurado de decirme eso más de una
vez.
Se pasó una mano por su cabello rubio ya revuelto y asintió, como
para sí misma. —Eso es bueno. Puedo vivir con eso. ¿Están siendo
cuidadosos?
—¡Mamá! No estamos teniendo relaciones sexuales. Te lo acabo de
decir, no es así.
—No estoy hablando de sexo, Maggie. Estoy hablando de... ti. —Sus
labios se fruncieron y apretaron, y sus cejas arqueadas decían más que
mil palabras. Yo. Se preocupaba de que yo le hiciera algo malo. Estaba
escrito por toda su cara.
Mis ojos ardían, pero me las arreglé para no perder la cabeza. Las
cosas se vuelven bastante horribles si tu mamá tiene miedo de que vayas a
una cita en caso de que la devuelvas muerta.
—Lo estoy haciendo bien. —Ahora era mi turno de ser fría. ¿Cómo
podía pensar que pasaría algún tiempo con este tipo, o cualquier tipo, si
tenía preocupaciones sobre si lo iba a lastimar o no? Ella vio por todo lo
que pasé después de Eric, y cómo básicamente me convertí en una maldita
monja desde entonces. Si eso no fuera suficiente para convencerla,
entonces no sé qué lo podría ser.
—Sé que nunca le harías daño a alguien a propósito, pero tienes
muy poco control y…
—No gracias a ti. Hubiera sido lindo que me dieras una pequeña
advertencia. ¿O qué tal un consejo? —Ahora estaba enojada. Hirviendo, y
el voto que hice hace una hora en el armario con Mac chisporroteaba
reluciente bajo el calor de mi ira. Ella tenía un montón de agallas al venir a
mí cuando le pedí docenas, no, cientos de veces un consejo, y la forma de
manejar mis poderes cada vez más fuertes, y su respuesta siempre había
sido la misma. Lucha contra él. Lucha contra él y, finalmente, va a
desaparecer. 143
Ninguna cantidad de súplicas le hicieron cambiar de idea, y
mientras yo definitivamente quería poder manejar mis poderes lo
suficiente para que no afectaran todos mis pensamientos, no quería que se
fueran. Después de decírselo en voz alta a Mac antes, lo sabía con total
claridad.
Eran míos.
Así que los derribé, y los combatí como ella dijo, pero también a
veces les permito salir porque una parte de mí sabía que no tenían que ser
aplastados todo el tiempo. Aunque sea estando sola en mi habitación
exploto las cosas, derrito los juguetes viejos, chupando la energía de mis
pequeños tesoros, una vez que la compulsión comenzaba.
Está bien, quizá si la hubiera escuchado, no habría ocurrido el
incidente de Eric. O tal vez habría sido de una manera muy diferente.
Suponiendo que tuviera la edad y lograra unir mis fuerzas. Para enviarlos
a un estado latente, como ella y abuela hicieron con ellos. Eric era mucho
más fuerte que yo, no hubiera luchado contra él. ¿Habría terminado el
trabajo que comenzó?
—No sabes lo que estás tratando aquí, Maggie. Eres una niña. Te
dije lo que hice para salvarte de esta vida. No vale la pena, te lo prometo.
—Se puso de pie y se inclinó hacia mí, metiendo un mechón de mi cabello
detrás de la oreja—. Ahora vamos a la cocina. Te haré algo de comer.
Tiré mi cabeza y la miré. —Tienes que tranquilizarte conmigo
siguiendo órdenes, ¿por lo que la discusión ha terminado? ¿Tal vez
quisieras ofrecerme un jodido strudel? —exigí.
—¡Margaret!
Al diablo. Esto no terminará hasta que yo diga que todo se termina.
Me sentía harta de ser dejada en la oscuridad. Encendí la lámpara junto a
mí, como un símbolo de mi rebeldía. Porque estaba definitivamente
apegándome a la segunda parte de mi voto. Tal vez no me lo puede decir
hoy, pero preguntaré. Una y otra vez hasta que lo hiciera.
—Quiero saber por qué.
Se veía más pálida en la luz escabrosa, pero no di marcha atrás.
—¿Por qué no me hablas? Ayúdame a aprender cómo controlar esta
cosa.
—Debido a que no se puede controlar. No del todo. Y no quiero que
tengas que vivir con las consecuencias de lo que eres más de lo que ya
tienes.
Sus palabras eran tan silenciosas, que tuve que esforzarme para
escuchar lo último.
144
—Mac no es humano. —No fue una declaración. Lo saqué como un
desafío. El vete a la mierda al final no fue dicho, pero no era menos potente
y evidente.
Se estremeció y cayó pesadamente en el asiento de papá.
—Entonces, ¿qué es?
La tensión en su voz era tan obvia, que casi esperaba que se echara
a llorar. La nueva rebelde en mí que había enviado la flecha de apertura se
retiró.
—Un semi. No sé qué exactamente.
Digirió eso y negó con la cabeza lentamente. —No lo entiendo. ¿De
qué dios desciende?
La observé detenidamente. —No lo sé.
No reaccionó, pero eso no significaba nada. Ella estaba bastante
acostumbrada a que la gente guardara secretos.
—Dime lo que sabes.
Me encogí de hombros. —El Concejo lo envió para ayudarme
después de lo que pasó con Eric. —No del todo exacto, pero si le decía la
verdad, nunca me dejaría salir de la casa de nuevo—. Todavía no sé
mucho más que eso. Pensé que lo sabrías.
Negó con la cabeza lentamente y se apretó el puente de la nariz entre
el pulgar y el índice. —El Concejo no es algo para jugar. No sé mucho de
ellos, nunca estuve demasiado involucrada. Tu abuela me salvó de la
mayor parte de eso, y luego... Bueno, digamos que he estado fuera de ese
mundo durante mucho tiempo. Para la mayoría de los semis es vive y deja
vivir. Nos importan nuestros propios asuntos, tratamos de llevar una vida
normal. Hay algunas familias que se involucran en la política, pero aparte
de un censo anual de chequeo, no estamos obligados a estar en contacto o
a participar en la comunidad. Después de generaciones y los semis
eligiendo compañeros humanos, muchas veces los poderes se desvanecen,
como si nunca estuvieran allí, para empezar.
Y eso era lo que ella había esperado que sucediera conmigo. Sólo que
no pasó.
—Sé que soy una decepción —le dije en voz baja. Tomé su mano y
luego la quité cuando ella no agarró la mía—. Me gustaría ser diferente.
Ella soltó una risa breve y gutural. —No eres tú la que fue una
decepción, Maggie. Yo soy la que dejó a todo el mundo. A ti, a tu abuela, a
tu padre. No pude jugar la mano que se me dio, y arruiné todo. —Encontró
mi mirada y tocó la punta de mi nariz con el dedo índice—. Te ves igual 145
que él. Siempre lo hiciste, aun cuando eras una bebé, a excepción de esos
grandes, claros ojos verdes parpadeando hacia mí. Y yo me sentía tan feliz,
porque pensé: ―No se parece para nada a mí. Tal vez no lo será. Tal vez va
a ser tan fuerte como su padre. Humana como su papá.‖
Me senté de nuevo, tratando de tragar el nudo en mi garganta. Así
que la había decepcionado, a pesar de lo que dijo.
—Y cuando no lo fuiste, fue un shock, pero no estuve ni por un
segundo decepcionada de ti. Simplemente no sabía cómo manejarlo. No
sabía qué decir o hacer para que estuvieras bien. Todo este asunto me
volvía loca, ¿sabes? Mi madre me dijo que cuando yo sólo tenía diez años,
y sabía lo que venía, se preparó correctamente, pero nada me había
preparado a mí…
Se mordió el labio y lo sacó, a pesar de las lágrimas brillando en sus
ojos.
—Lo que estoy tratando de decir es que sólo porque no era lo
suficientemente fuerte como para manejar la situación, supuse que tú
tampoco lo eras. Y ahora que me doy cuenta de que puedes serlo, no tengo
ni idea de cómo ayudarte. Me gustaría saberlo. Pero es como si todas esas
cosas que aprendí hubieran sido borradas de mi memoria. Creo que las
bloqueé cuando decidí cortar esa parte de mí, ¿sabes? Me gustaría poder
recuperarlas para ti, pero se han ido.
—Está bien, mamá. Mac me está ayudando…
—Mac es un extraño. —Golpeó la mano sobre la mesa y se quedó sin
aliento cuando hizo contacto con un crack—. Lo siento. Es sólo que las
viejas costumbres son difíciles de suprimir, Mags. Hay cosas que suceden
en los círculos internos de las que no tengo ningún conocimiento. Y la
única persona que lo hace en esta casa está apenas coherente la mayoría
de los días. Lo que sí sé es que cada vez que alguien es traído del Concejo
de esa manera, es para preocuparse. abuela siempre me dijo que el
Amaranth era una suerte despiadada, y tratamos con ellos lo menos
posible. Si Mac fue enviado por ellos, me preocupo por sus motivos.
No se encontraba tan lejos de la realidad. Por lo menos, al principio.
—Me dijo sus motivos, y yo le creo. Ahora está tratando de ayudarme. —
Esa era una exageración, pero le di unas palmaditas en la mano para
tranquilizarla. Por lo menos ahora empezaba a creerlo.
De vuelta a la escuela, había estado todo listo para asumir la culpa
por nuestro robo casi fallido. Dos veces. Eso me dijo algo acerca de él... su
carácter, y ahora estaba convencida de que, si pudiera ver la manera de
ayudarme a salir de este lío, lo haría.
Entonces recordé lo de antes, cuando desarmé la alarma. —Me ha
enseñado algunas técnicas, y ya estoy mejorando en el control de la 146
energía. —Todo eso era cierto, pero era lo único que podía decirle. Nunca
me dejaría continuar si supiera el resto de ella. Que si fallaba, me iría y
volvería una persona diferente.
Si es que vuelves del todo, murmuró una pequeña voz en el fondo de
mi mente.
Ella dejó escapar un suspiro con un susurro. —Es que, cuando
empiezas en eso, las cosas se ponen aún peor. Dime una cosa. —Se inclinó
y agarró mi barbilla, obligándome a mirarla, con los ojos suplicantes—.
¿Hay algo que pueda hacer para hacerte cambiar de opinión? ¿Algo que
pueda decir para que vuelvas a hacer lo que hablamos y tratar con el dolor
hasta que se quede inactivo?
Negué soltándome de su agarre y me levanté. —No. Y tienes que
dejar de intentarlo. Esta es una parte de mí, y tu deseándolo no va a hacer
que desaparezca. —Me volví para salir desde la habitación, pero su voz me
detuvo en seco.
—Entonces te ayudaré.
—¿Qué quieres decir? —Me giré hacia ella, con la guardia en alto.
Esto era probablemente otro intento de manipularme—. Dijiste que tus
poderes eran latentes, y casi que no recuerdas nada. ¿Cómo puedes
ayudar?
—Lo son. Pero tu abuela tenía libros. Cientos de ellos. Están en el
almacén. Voy a sacarlos y puedes leerlos. Está todo ahí. Los diferentes
semis a lo largo de la historia, cómo cada uno de nuestros poderes se
diferencia, sobre el Concejo de Amaranth. Todo eso.
Mis labios temblaban, y toda la emoción que había estado
conteniendo burbujeaba.
Mamá se acercó y sostuvo mi mirada. —El conocimiento es poder,
como dijiste. Así que si no vas a tomar mi consejo y salir de esto, entonces
tenemos que asegurarnos de que estés armada y lista para lo que viene. Y
créeme, algo se acerca. El Concejo no se involucra en las pequeñas
cuestiones humanas. La lesión de un niño difícilmente atrae su atención,
ni siquiera merece algún tipo de investigación elaborada. Esto va más allá,
y tienes que averiguar qué tan profundo.
Sus palabras me asustaron, pero también me rodearon como una
manta. Algo estaba mal, pero no me encontraba sola. Ya no más. Mamá
iba a ayudarme, tenía a Libby y a Bink, aunque él no lo sabía... y ahora
tenía a Mac. Por lo menos por las próximas cuatro semanas.
Inició como mi enemigo y ahora se convirtió en mi salvador. Si no
hubiera venido, esto con mi madre nunca habría ocurrido. Ahora éramos
como nuestro pequeño ejército. Mac me ayudaría con lo físico y mamá me
daría los libros para poder aprender de nuestra historia. Todo estaría bien. 147
Yo iba a estar bien.
Fue la primera vez, desde que todo esto comenzó, que honestamente
creía eso.
Por supuesto, “bien” y “yo” rara vez iban en la misma frase estos
días.

Ese día en la escuela hice todos los movimientos correctos, dije


todas las cosas correctas, pero mi corazón no se hallaba en ello. A pesar de
la hoja de papel que había encontrado metida en mi mochila después de
haber cubierto las rendijas de mi casillero con cinta aislante, no podía
esperar para encontrarme con Mac por la tarde y empezar a trabajar. Era
como un mundo completamente nuevo que se había abierto para mí, y
moría de ganas de zambullirme en él. Además, algo entre nosotros cambió
ayer por la noche, y quería ver si todavía sería así la próxima vez que lo
viera.
Por suerte, Hortense no se dio cuenta de la grieta en la ventana, y no
mencionó la nota por la que el señor Banto había movido los muebles para
ella. Yo como que pensé que no lo haría, ya que Mac y yo lo hicimos,
básicamente, un impresionante poema sobre la vida como una burbuja, en
unos once segundos exactos, y luego lo metí donde estaban los otros
papeles. Ningún maestro puede tomar excepción a la misma.

Soy una burbuja, volando alto y libre


Una burbuja con un arco iris dentro de mí
Estoy volando sobre los campos y de alto roble
Y a excepción de mi arco iris, no puedes verme
Sé que no pasará mucho tiempo
Voy a golpear el árbol viejo y luego me marcharé
Pero hasta entonces, voy a volar alrededor
Hasta que mi arco iris toque el suelo
148
Chúpate esa, Hortense.
Las cosas se pusieron un poco vagas durante el almuerzo, cuando
Libby me obligó a comer algo llamado ―chili vegetariano‖, que
aparentemente era el código para ―desagradables pequeñas pepitas de soya
con sabor a mierda quitados del culo de un perro del infierno‖. Me lo comí
porque aún no había tenido la oportunidad de preguntarle a Mac si podía
decirle que él era un semi y que me ayudaba, así que todo el plan de
―ponerse en forma para el baile‖ estaba en plena vigencia.
Me encontraba concentrada en mi ensalada, todavía pensando en
mis clases con Mac y viendo su mesa de siempre, el sigilo activado, cuando
un movimiento en el asiento junto a mí me llamó la atención.
Mi nuevo amigo de arte, Rafe, se sentó en el asiento habitual de
Bink, y me sonrió. —Hola, Rafe. —Lucía bastante divertido, como de
costumbre, y llevaba una camisa Hollister de manga larga que aún olía a
la tienda.
—Hola, Maggie. —Dejó la bandeja, y no pude dejar de mirar. Cuatro
hamburguesas, dos postres, dos jarras de té helado, y a un lado, papas.
Era una enorme cantidad de comida, e incluso Bink habría quedado
impresionado. Hablando del diablo...
—Uh, Bink por lo general se sienta ahí. Puedes sentarte con
nosotros, pero, ¿puedes tomar ese asiento? —Señalé uno a su derecha y
sonreí para quitar el mal tono de mis palabras.
Molestia apareció en sus ojos, pero un segundo después
desapareció, reemplazado por una sonrisa fácil. —Por supuesto.
Se deslizó y arrastró su bandeja con él. Levantó una ceja ante mi
plato casi vacío de frijoles y ensalada.
—¿Comes esa mierda? —preguntó Rafe y tomó una de sus
hamburguesas.
—Lo hace ahora. —Libby dejó su bandeja junto a mí con una
sonrisa—. Soy Libby.
—Rafe —dijo, y luego procedió a ignorarla por completo, centrando
su atención en mí. Por supuesto, llevaba puesto un corto suéter ajustado y
un par de pantalones sin rasgar ese día, no por razones particulares, pero
aun así. Los chicos nunca ignoraban a Libby, y fue un poco extraño. No
tuve tiempo para pensar en ello, porque Rafe me hacía todo tipo de
preguntas. Qué tipo de aderezo para ensaladas era ese, cuál era mi
materia favorita en la escuela, qué hacía para divertirme. Antes de darme
cuenta, mi ensalada se había acabado, y no había probado un bocado de
ella, que era lo mejor, ya que la ensalada sabía a papel verde. Acababa de
decirle a Rafe de mi amor por las películas de terror cuando Libby se
entrometió. 149
—También le gusta bailar —dijo, pareciendo feliz de tener una
palabra durante la plática.
Eso era cierto, pero no era algo de lo que realmente quisiera hablar
con un casi desconocido. Era una cosa personal.
—¿Vas a ir? —preguntó Rafe, con los ojos marrones de fijándose en
los míos.
—¿A dónde?
Libby se quejó. —¿A dónde crees, Maggie? Duh.
Una lenta sonrisa se deslizó por el rostro de Rafe. —Soy nuevo y
hasta yo sé sobre el Snowflake Swirl. ¿Ya tienes cita?
Aunque fuera a las estúpidas actividades escolares —a las cuales no
voy—, no habría ido a esa, a pesar de lo que dijo Libby. Tenía suficiente
basura pasando en mi vida, que no había manera de que fuera a lidiar con
una antipática y hormonal fiesta.
—No creo que la tenga.
Levanté la mirada para ver a Mac deslizándose en el asiento de Bink.
¿Era viernes trece o algo así? Antes de hoy, mientras que muchas veces
hemos tenido a una docena de chicas haciendo paseos para obtener una
mirada más de cerca de Bink, nunca habíamos tenido a nadie tratando de
sentarse con nosotros. De repente nuestra, pequeña mesa se había
convertido en un punto de referencia. Podía sentir la mirada de
cuestionamiento Libby en mí. Estaba tan perpleja por mi nueva
popularidad como yo. Mucho como para volar por debajo del radar.
—¿No crees que ella tenga qué? —preguntó Rafe, la sonrisa
desapareció de sus labios. Se enderezó y, a menos de que mis ojos
estuvieran descompuestos, pareció flexionar sus músculos pectorales. Me
mordí el labio para no sonreír. Niños luchando por el lugar de macho alfa.
Me hizo reír todo el tiempo.
—Tener una cita para el Swirl. Maggie dejó claro el otro día que no
está saliendo en estos momentos. ¿Cierto, Maggie? Demasiado ocupada
con cosas de la escuela.
Mac se acercó y tomó el rábano solitario de mi plato, luego, de forma
casual se lo metió a la boca, pero no había duda de la advertencia en sus
ojos antes de que su mirada se deslizara más abajo para inspeccionar mi
camisa. Se pasó una mano por el cabello y arrastró sus ojos para
encontrarse con los míos, pero me pareció un esfuerzo. Y no sé qué tanto
me emocionaba y molestaba, al mismo tiempo.
Incluso si Rafe trabajaba su camino para invitarme a salir, no
pensaba decir que sí. Ni siquiera me gustaba el chico, así que el que Mac
viniera y meara sobre mí para mostrar su dominio, era innecesario, pero a 150
una retorcida, retrógrada cavernícola parte de mí le gustó. Antes de que
pudiera encontrar una manera genial de ponerlo en su lugar, otra voz
intervino.
—¿Te importaría quitarte, irlandés? Estás en mi asiento. —Bink se
puso sobre Mac y lo miró con una sonrisa que parecía más como un perro
descubriendo sus dientes. Incluso a la luz de la rutina caliente y fría de
Mac, estaba casi cien por ciento segura de que a ninguno de estos chicos
les gustaba de esa manera, pero todos actuaban como un montón de
maridos celosos. La testosterona era lo suficientemente gruesa como para
sacarla con una cuchara. ¿Qué ocurría aquí en el nombre de Dios?
Mac se levantó sin problemas. —Está bien, sólo vine a saludar.
Todavía vamos a vernos después de la escuela, ¿no? —La forma en que lo
dijo se sentía pesado. Como si no acabara de anunciar que no salíamos y
que, de hecho, lo hacíamos. Lo miré, más allá de explicaciones (que no
tenía), no había mucho más que asentir.
Tenía que saber que me sentía enojada, pero actuó como si nada
hubiera pasado y se marchó, dejando a mis tres compañeros de mesa
mirándome.
—¿Qué demonios fue eso?
—¿Hay algo que no me hayas dicho?
—¿Quién es ese tipo, tu papá?
Todos hablaron al mismo tiempo, pero no le respondí a ninguno de
ellos. En cambio, vi a Mac cruzar la cafetería hacia su mesa de siempre,
deseando tener las agallas para tirarle encima mi cartón de leche con
chocolate. Sin embargo, esa parte cavernícola de mí cantaba con alegría.
Porque, tal vez... sólo tal vez, el genial, siempre ―Tengo Todo Junto‖ Mac
Finnegan estaba celoso.

151
13
Traducido por EyeOc & Mel Markham
Corregido por ElyCasdel

Cuando la campana sonó al final del día, estaba ansiosa por salir de
ahí y hacia la casa para encontrarme con Mac. En parte porque quería
saber más sobre él, pero mayormente porque quería hablarle de su
comportamiento a la hora del almuerzo. Así que cuando llegué ahí y no
había llegado, estaba acalorada y un poco temblorosa. ¿Había cambiado de
opinión? A lo mejor se enojó conmigo por alguna razón que solo él
conocía... eso sería una verdadera patada en el trasero después de lo de
hoy. 152
Miré mi teléfono y gruñí en voz baja. No era agradable de su parte.
Estaba helando afuera y estaba diez minutos tar…
Una forma corpulenta destelló en mi vista periférica y algo sólido me
golpeó por la derecha. Mi corazón resonó. Una explosión pequeña de
energía se disparó de mí hacia la corpulenta figura que me tenía agarrada
mientras me concentraba para el impacto. Solo que, en vez de golpearme
contra el piso, me encontré tumbada sobre Mac, quien había girado hacia
el lado y tomado el golpe de la caída. Jadeé y negó con la cabeza
gravemente.
—¿Ves ahora? ¿Qué si tienes una sobrina? ¿O un sobrino? Y vienen
a ti por sorpresa. Alguien podría salir seriamente dañado por tu
inhabilidad de emplear ese poder.
Sus palabras eran frías, y su mandíbula estaba apretada
firmemente, pero sus ojos brillaban con calor. Su parte delantera era dura
donde la mía era suave, y un escalofrió me atravesó. Me moví, colocando
mis manos en su pecho para tratar de quitarme de encima de él. Maldijo
en voz baja, después tomó mis manos y las colocó a mis lados.
Deseo.
—Para de contonearte así. —Sonó como si hubiera estado
succionando gravilla, y entrecerré los ojos, deseando que una muestra de
enojo ocultara lo que estaba realmente sintiendo, lo cual era completa,
lujuria cachonda.
Poniendo mi peor ceño fruncido, jalé mi muñeca en un esfuerzo para
liberarme. —No sé porque estás tan enojado. Me atacaste.
Me contoneé un poco más y su respiración salió en un silbido, sus
pupilas parecían tragarse el gris en sus ojos, cambiándolos a noche.
Jesús, era hermoso. Dejé de moverme y miré, atrapada.
La energía se movió en forma de arco entre nosotros, y por un
segundo pensé que iba a besarme. Sin pensarlo, me incliné, ojos fijos en
sus labios. Tan cerca. Justo ahí… Y después, en un momento, la edición
estándar de su sonrisa arrogante estaba firmemente en su lugar.
—No sé exactamente qué estás pensando con ese brillo ahí en tu ojo,
Magpie, pero esto —flexionó sus caderas hacia a mí—, no está sucediendo.
La necesidad en mi estómago jaló como caramelo masticable y
flexioné de vuelta, moliendo mis caderas contra las suyas, pero no lo iba a
dejar que jugara conmigo. —El brillo es excitación. Me preguntaba a dónde
se fue mi banana, y ahora finalmente lo sé. —Ésta vez me incliné cerca de
su cara para susurrar—. Puedes quedártela.
Con el corazón palpitando, torcí mis brazos lo suficientemente fuerte
para salir de su agarre y levantarme para mirar hacia abajo. —¿Puedes 153
pararte o necesitas un minuto?
No sé cómo esperaba que reaccionara a mi monstruosa muestra de
atrevimiento, pero carcajearse no lo era.
—Creo que estoy bien. —Se levantó y se giró, sacudiéndose la nieve
de la ropa. A lo mejor no necesitaba el minuto que le ofrecí,, pero
ciertamente se tomó su tiempo antes de encararme otra vez.
Mi pulso estaba aún descentrado, pero me sentía malditamente bien.
Porque con todos los chistes y risas a un lado, ahora sabía algo de lo que
no era consciente antes. Estaba equivocada en la cafetería.
Sí me deseaba.
A la mejor no le gusto, y no quiere desearme, pero lo hace.
Alejé ese pensamiento para examinarlo posteriormente y estudiarlo.
—¿Quieres explicarme por qué solo me derribaste de la nada?
—Para ver cómo ibas a reaccionar. —La sonrisa de deslizó y sus
labios se torcieron—. Y no fue exactamente un éxito. Esto es el porqué de
lo que estamos haciendo es tan importante. —Su tono se volvió más severo
mientras siguió, y estaba deseando no haber preguntado. Era como una
invitación para un recordatorio idiota—. Y ese es el por qué necesito
recordarte no acercarte tanto a tipos como Rafe que quieren algo de ti. No
me gusta la manera en que te mira, pero no estoy seguro si merece morir
todavía. Acordamos que ni chicos ni citas.
Una avalancha de enojo pasó por mí, y mis mejillas se pusieron
calientes. La necesidad que había crecido en mí desapareció, y lo miré
como si fuera una persona loca. —Bien. Dije que lo entendía cuando me lo
dijiste la primera vez. Que conste que no iba a decir que sí. ¿Pero eso va a
ser un problema ahora? ¿Vas a saltar sobre mí al azar? Porque eso no
estaba en el contrato, y si es así, conseguiré algunos protectores de fútbol
americano de Bink.
Sus hombros se relajaron y dejó salir un suspiro. —¿Te herí? —Las
palabras aún eran ásperas, pero la ira ya no figuraba.
—No, solo me sorprendiste. Estoy bien. —Comería vidrio antes de
admitir que golpeé mi codo en alguna parte de él y aún estaba pulsando.
Asintió y se acercó para sacudir la nieve de mi brazo.
Forcé una sonrisa, ignorando el crepitar que vino con su toque. —Al
menos me despertó después de un largo y aburrido día en la escuela.
—Feliz de ser útil. —Parecía aliviado de dejar que la tensión se
disolviera y enfocarse en un cambio de tema—. No tuve oportunidad de
preguntarte en el almuerzo, ¿Te dijo algo Verbiglio?
—Ni una palabra. De hecho, no creo que siquiera me mirara en 154
clase. Fue algo agradable.
Nos quedamos ahí, incómodamente, por unos pocos segundos, la
tensión regresando en un instante mientras pensamientos de la noche
anterior llenaron el espacio entre nosotros. Podía casi sentirlo detrás de
mí. Tocando. Conectando. Como habíamos estado la noche anterior con
nuestras manos entrelazadas en la ventana.
Se aclaró la garganta e hizo señas a mis manos. —Mejor
comenzamos. Sigue adelante y quítate los guantes.
Fácil para él decirlo, pero me tragué mis quejas e hice lo que pidió.
El aire frío y seco se filtró entre los huesos de mis dedos casi al segundo en
que me quité los guantes, y dejé salir un sonido sordo: —Ugh —el cual
ignoró amablemente.
—Lo primero en lo que tienes que trabajar es en tu vida diaria.
Mentalizarte y acostumbrarte a vivir con el poder dentro de ti. Es fácil para
semidioses como yo, porque es un proceso más lento. Comenzamos como a
la edad de cinco años, y cada día tenemos un poco más de poder a nuestra
disposición. Con ustedes, es completamente diferente. Un día despiertas y
tienes esta energía tratando de salir por todas partes. —Me dio una larga
mirada asesina—. Supongo que ese es por qué muchos de ustedes lo
pierden.
Esas conversaciones siempre eran las menos cómodas para mí. De
hecho, casi lo insulté solo para llevarnos a un terreno más familiar. Cada
vez que me decía sobre cosas que ya debería saber, un rayo de ira hacia mi
madre explota a través de mí, y de cerca viene la irracional urgencia de
defenderla, aun cuando no la estaba atacando.
Algo que dijo captó mi atención, y los pensamientos de mi madre se
desvanecieron a ruidos de fondo. —¿Perderlo? ¿Qué quieres decir con eso?
Ladeó su cabeza y miró largo y tendido, como si no estuviera seguro
de qué tanto compartir. —Ya sabes, ¿los suicidios?
Asentí, pero mi lengua estaba pegada a mi paladar, y supongo que
mi rostro imperturbable apestó, porque sus cejas oscuras colapsaron en
un feroz ceño fruncido.
—¿Los suicidios? ¿No sabes sobre los suicidios? Maldición, Magpie,
no te dicen ni una mierda, ¿no?
Me encogí de hombros y esperé, mi piel tensándose con cada
segundo.
—Por un largo tiempo, tu tipo, los más jóvenes, al menos, tienen una
dificultad. —Dejó de hablar y se pasó una mano por el desgreñado
cabello—. Los índices de suicidio son realmente altos. Por decir que hay
diez adolescentes de tu linaje en los Estados Unidos en este momento…
Lo interrumpí, todos los pensamientos estropeados por ese
155
impresionante concepto. —¿Los hay?
—¿Hay qué?
—¿Hay diez como nosotros? ¿Adolescentes como yo?
Ladeó su cabeza hacia un lado y después hacia el otro como si
estuviera sopesando su respuesta. —Sí, más o menos. Y a lo mejor otras
dos docenas a nivel mundial.
—¿Solo chicas?
—Mayormente. No sé porque, pero tu linaje solo produce un hombre
cada cien años.
No me importaba. Chicos, chicas, lo que sea. Por alguna razón,
pensaba que la mayoría de los semidioses como yo en el mundo eran
ancianos, o, al menos, la edad de mamá. La alegría que bullía dentro de mí
se sintió un poco sucia, pero bullía de todas formas.
No estoy sola.
¿Por qué querría que hubiera más? No era un picnic, eso era seguro.
Pero la miseria ama la compañía, y aparentemente era una persona muy
miserable por sentirme casi delirantemente aliviada al saber de que había
otros como yo durmiendo bajo el mismo cielo de noche. El alivio fue
brevemente disfrutado.
—Casi la mitad cometerá suicidio antes de que cumplan dieciocho. Y
la otra mitad… —Su voz se fue apagando, su mandíbula apretándose—.
Esa es una plática para otro día. Pronto oscurecerá. Vamos. —Comenzó a
caminar, pero no lo seguí, y se giró para enfrentarme, sus cejas
arrugadas—. ¿Qué pasa?
Me aclaré la garganta y metí mis temblorosas manos en los bolsillos
de mi saco. —¿Por qué lo hacen?
Su mirada era pesada y escrutadora. —¿Realmente no lo sabes?
A lo mejor lo sabía, pero aun así quería que lo dijera en voz alta.
—No pueden manejarlo. Algunas veces, no importa cuán bien
preparados estén, sus cerebros humanos no pueden manejar el poder
estallando de repente, y los rompe.
Entendí eso. Traté de no pensar en el día que comencé a cambiar. La
mayoría era borrosa, pero las partes que no lo eran, es de lo que las
pesadillas estaban hechas.
—Puedo ver cuán abrumador sería, pero lo que no entendía es por
qué es tan difícil el controlar la urgencia. Es completamente erróneo tomar
el alma de alguien de esa manera. —Cualquier simpatía que haya
suavizado su tono se evaporó, y su cara era una máscara de hielo—. Y el
robo… ¿También es para alimentar la necesidad? —Se quedó en silencio, 156
su mirada taladrándome, juzgándome.
La vergüenza quemó mi garganta y me encogí de hombros, pero no
me dejó salirme con la mía.
—He contestado tus preguntas, de cualquier forma son las únicas
que puedo. Dime sobre la joyería, Magpie.
Por alguna razón, eso me ofendió. Y mi indignación me encendió lo
suficiente para hablar. —No es joyería —murmuré, enterrando mi barbilla
en el saco—. Quiero decir, no puede ser, pero también puede ser una
fotografía. O un recuerdo. No necesariamente colecciono cosas de valor.
Colecciono cosas que tienen poder. Un peso emocional. Entre más amor
tenga el objeto, más lo ansío. La cosa en sí puede ser inservible, en lo que
se refiere al dinero.
Su ceño fruncido se aligeró un poco, se movió de un pie a otro. —Eso
es nuevo para mí. Nunca había oído antes de alguien haciendo eso. La
mayoría de los semidioses como tú solo… —Miró a lo lejos, al sol que se
estaba escondiendo, y negó con la cabeza—. Aun así está mal. Lo sabes,
¿verdad?
Estaba muy consciente, sí. —¿Tu clase tiene hambre, Mac? ¿Algo
que necesites tener o te consume hasta que lo tengas?
Su mirada viajó hacia abajo, por mi cuerpo. Fue solo por un
instante, pero lo sentí como si fuera un toque. Aclaró su garganta y pasó
una mano por su cabello. Otra vez. —No como eso, no.
Ignoré el rastro de llamas que su mirada había dejado detrás, y en
vez de eso me enfoqué en su pinchazo sentencioso. —Bueno, bien por ti.
Mis opciones son muy limitadas, por lo que puedo decir. Puedo tomar
ocasionalmente el collar, la foto del bebé, o el recetario favorito de la
abuela, y alimentar las pequeña olas de amor que el inanimado objeto
sostiene hasta que está gastado. O puedo succionar el amor, y,
eventualmente, la vida de las personas hasta que son vegetales. Este es el
menos dañino de los dos males. ¿Honestamente? A pesar del precio que
viene con el otro, prefiero robar. Nadie llega a ser físicamente dañado, y los
objetos no sostienen diferentes memorias de la manera que la gente lo
hace.
—¿Qué quieres decir? ¿Puedes ver las memorias de las personas? —
Lucía asombrado, ¿así que tampoco eso era normal?
Asentí, ahora incómoda. Parecía como si no fuera una rara normal.
Era una rara peculiar. Fabuloso. —Sí. Quiero decir, a veces. Cuando lo
estoy tomando de una persona, me abro a mí misma, y a veces, junto con
el amor, las memorias se apresuran hacia a mí. Puedo ver, sentir,
momentos de sus vidas. No es algo que trato de hacer, Mac. Solo que no sé
cómo no hacerlo.
157
Su silencio lo decía todo. Estaba disgustado, y no lo culpaba.
—¿Crees que quiero hacerlo? ¿Mirar en las vidas de las personas o
tomar su amor?
—No olvides el robo —agregó inexpresivamente.
La culpa y la ira fueron a guerra, y la ira ganó. —Tengo dos
opciones. —Levanté mis dedos índice y medio y los agité en su cara—. Dos.
Y por los pasados dos meses me he dado cuenta de que puedo vivir con
una. —Sostuve su mirada y negué con la cabeza lentamente—. No puedo
con la otra.
El silencio se sentía pesado, y me pregunté si me creía o no. Pero no
preguntaría, y él no estaba demostrando nada con su expresión.
—Dime más sobre los diferentes semidioses. Los que no… hacen lo
que hago. —En ese momento necesitaba una distracción más que nada, y
solo un segundo de ligereza. Seguramente debía de haber un semidiós que
estaba obligado a ser un santo para hacerles cosquillas a los bebés en sus
sueños, o alimentar a la gente al otro día de que salieran los números de la
lotería, o ¿algo?
—Podemos hablar más sobre historia y cosas una vez que
trabajamos en la parte física. Ahí es donde está el peligro inminente.
Además, podemos hacer lo otro dentro —dijo enfáticamente, y me di
cuenta de que mis dientes estaban temblando. Como sea. Entrenar
funcionaría bien para mí. Mientras pudiéramos dejar de hablar sobre cuán
terribles mis colegas y yo éramos, estaba bien.
—¿Lista?
Asentí, y dio un paso más cerca hasta que se paró probablemente a
medio metro de distancia, lo cual era treinta centímetros más cerca de lo
que me sentía cómoda, y levantó sus manos. —Bien. Vamos a empezar con
las cosas que puedes hacer, las más sencillas. Lo que quiero que hagas es
que me ataques.
Abrí la boca, el argumento instintivo listo para salir, y me calló con
un ceño fruncido.
—Y no de la manera en que lo has estado haciendo. Esta vez de
verdad.
Mordí el interior de mi labio inferior, pensando cómo podría lograrlo
haciendo como si estuviera siguiendo órdenes, pero en realidad, aún
reteniendo todo el asunto de disparar-poder-letal-por-las-puntas-de-mis-
dedos, no debería haber desperdiciado mi tiempo.
—Necesito saber de lo que eres capaz de hacer, y si no me muestras
todo, nada de lo que haga te va a preparar para las cosas con las que vas a
tener que lidiar durante tu examen con el Concejo. ¿Entiendes lo que te
estoy diciendo, Mags? 158
Endurecí la barbilla, porque se sintió como si temblara un poco, y
asentí. Si lo quería, se lo daría. Pero el pensamiento de ver sus ojos
ponerse en blanco, y su cara volverse de ese color gris macabro, hacía que
mi interior se sintiera suave y húmedo, pero de una mala manera. —
¿Ahora? —pregunté, parada.
—Sí. Ahora. Vamos. —Tomó mis manos congeladas con las suyas,
las cuales eran mucho más cálidas que las mías, y las apretó. Su mirada
fría me detuvo en el lugar, y traté de mirar a otro lado, pero no me
dejaría—. Ahora o nunca. Podemos ir al Concejo en este momento y
terminar esto. No tengo tiempo que perder si no estás a bordo.
Y era todo. La idea de que, si pudiera pasar los exámenes en este
momento —lo cual no podía— cuando terminara, se iría, y sería dejada
para lidiar con este gran desastre de vida por mi propia cuenta sin alguien
con quien pudiera atacar eso, sin alguien que me enseñara. Supongo que
esa era más prueba de lo egoísta que era. Lo atrapada que estaba en mi
propio drama. Estaba dispuesta a arriesgar la vida de Mac si estaba
equivocado, y era más poderosa de lo que él podía manejar. Si solo no me
dejara sola por mi propia cuenta.
Así que lo ataqué. Debutando en lo salvaje, tomando la electricidad
arañando mi piel y enviándosela directamente. La bilis me quemó la
garganta cuando me di cuenta de que una pequeña parte de mi ser, una
parte codiciosa y mala, ansiaba el momento cuando la avalancha de
energía fluyera hacia Mac, lo golpeara, y resurgiera de vuelta con
toneladas de delicioso amor para prestar. No era el tipo de chica
drogadicta, pero imagino que los adictos se sienten de esa forma.
Esperando por la euforia.
La euforia nunca llegó.
Abrí los ojos, forzándome a enfocarme.
Mac estaba asintiendo alentadoramente, sus labios un poco torcidos,
pero viéndose saludable y vivo, justo como el resto de él. Empujé más
fuerte, esta vez no solo soltando, sino activamente tirando cada onza de lo
que tenía por las yemas de mis dedos. Su boca se torció en una sonrisa
irónica, y apretó mis manos más fuertes.
—Ahora, eso es algo, Maggie.
No Magpie, me di cuenta vagamente, un poco confusa por este nuevo
tipo de carga. No la agitación de tomar sino de absoluta libertad.
Dejándolo salir. Mi cuerpo completo se sintió débil y lánguido, como si
finalmente me pudiera relajar, y era hipnotizador. Creo que pude haberme
quedado ahí así para siempre y morir feliz, pero Mac había dado el más
ligero paso hacia atrás.
—¿Estás bien? —murmuré—. ¿Debería de parar? —No quería. Aún
no. Nunca me había gustado que la gente me tocara, ni siquiera cuando 159
niña, y el pensamiento de ir a un masajista hacía que mi piel temblara,
pero si esto es lo que se sentía para la gente normal, como dejando ir el
dolor de cabeza que ni siquiera sabías que tenías hasta que ya no estaba,
me hubiera anotado para una vida de esto.
Aun así, si la cara de Mac era alguna indicación, tan cómodo como
esto fuera para mí, era exactamente lo contario para él. Mi comodidad era
su malestar. Ahora estaba en el dentista, tenso, su cuerpo completo en
alerta.
—Aún no. Ésta es la parte importante. —Soltó su agarre en mí—.
Retírate. —Instantáneamente lo apagué, pero negó con la cabeza—. No. No
todo. Solo un poco. Como si estuvieras a nueve, los dejas a ocho. Toma el
borde ligero de eso.
Intenté seguir sus instrucciones, pero no tenía ni idea de donde
comenzar.
Cerré los ojos y dirigí la atención a mi energía. Traté de bajarla un
poco, pero no había punto medio. Un minuto era un cable vivo, y al
siguiente tan muerto como una tabla de madera. La capa golpeó de vuelta
en el lugar, y parpadeé cuando Mac murmuró una maldición.
—Lo siento. Ni siquiera sé que se supone que tengo que hacer, y…
—Está bien. No estoy enojado contigo. Creo que tu madre es, sin
embargo, una mierda.
Dejé caer sus manos y di un paso hacia atrás. —Púdrete. Apenas la
conoces.
Es curioso cómo pensé la misma cosa sobre ella un millón de veces
en los pasados seis meses, pero escuchándolo de alguien más me mandó
al modo protector.
—Sé que la amas, pero eso no la hace justa.
Puso una mano en mi hombro y algo crepitó entre nosotros. No el
chasquido que había estado presente desde el día que nos conocimos. Esto
era… más. Fuerte. Peor.
¿Esa iba a ser la cosa ahora? ¿Iba a haber una rara reacción
química porque compartíamos poder o algo? Iba a preguntar, pero su
mirada estaba atrapada en mi boca, y de repente ya no pude recordar mi
pregunta. Mojé mis labios y traté de pensar coherentemente. Pero la
manera en la que me estaba mirando, ojos grises yendo casi a negro otra
vez, había mandado a la razón de mi furia a segundo plano.
—¿E-esto pasa entre semidioses todo el tiempo?
—¿Qué pasa?
—Nada. —Tragué fuerte. Por lo que sé, lo sintió afuera del salón de
160
arte. Pero a lo mejor esta cosa nueva era unilateral. Lo sentí entonces, pero
él no. El pensamiento era depresivo, pero también como un alivio. Apenas
podía manejar mantener mis manos fuera de él tal como era. Si alguna
fuerza invisible estaba también arrastrándonos juntos, nunca saldría en
una sola pieza.
—Vamos a seguir —dijo, demasiado fuerte. Esta vez sentí su cuerpo
tensarse antes de que se precipitara y estuviera lista para él. Vino a mí con
sus manos en alto, como si fuera a golpearme, y a pesar de mi
preparación, el control se deslizó otra vez, y lo ataqué.
Bajé mis manos al instante y maldije. —Lo siento, yo…
Me detuvo. —No hay necesidad de disculparse. Si alguien va a
golpearte en la cara, no deberías automáticamente sofocar tu instinto.
Tienes lo necesario para defenderte. Todos lo tenemos. Solo tienes que
aprender como perfeccionarlo al punto en que nunca esté fuera de la raya.
—Estaba en el modo instructor ahora, y la ira que parecía estar ahí debajo
de la superficie la mayoría del tiempo se había ido.
En vez de eso, su cara estaba animada en una forma que me hizo
querer tocarlo otra vez.
—Cuando dices va, sale. Cuando dices alto, se detiene. Cuando dices
ve fuerte, va fuerte y cuando dices solo un poco, es solo un poco —
continuó—. No hay accidentes, no hay tropiezos. Eso viene con la práctica.
Y soy tu compañero de práctica hasta que decidamos lo contrario, así que
espero ser golpeado con tu poder. Mucho.
Mi compañero. Me gustaba demasiado el sonido de eso. —Así que,
¿es algo así como que soy un carro y tú eres el muñeco de prueba?
Su sonrisa engreída hizo que mi pulso se agitara un poco.
—No te pongas toda loca. Es más como que soy el maestro y tú la
aprendiza. Pero no tienes que llamarme maestro o nada. —Guiñó—. Señor
está bien.
Mis labios se torcieron e intenté no sonreír. —Estoy segura de que lo
es, pero no aguantaría la respiración si fuera tú. Aunque tengo otras
sugerencias. —Levanté la mano y empecé a señalar opciones con los
dedos—. Veamos, está imbécil, idi…
Agarró mi mano y la apretó. Su poder me golpeó, empujando para
entrar en mi mente, y me congelé. ¿Qué demonios hacías ahí? No dolía,
pero era inquietante como el infierno. Como si mi cerebro fuera una
computadora y alguien más hubiera tomado el mouse.
Era todo diversión y juegos hasta que te dabas cuenta de que solo
porque tus poderes súper raros no funcionan en una persona, no significa
que los suyos no funcionen en ti. Fue un momento aleccionador, y uno del
que parecía tomar demasiado placer. 161
—Guau, así que así es como es —dije, aclarando mi garganta y
alejándome—. Vas a ir empujándome por ahí. —Intenté sonar
despreocupada, pero ambos sabíamos qué me había sacudido.
—No te puede lastimar que sepas algunas técnicas de autodefensa
en el caso de que se te vayan las cosas de las manos. —Sostuvo mi
mirada.
Nunca habían sido pronunciadas palabras más falsas. Podía doler
mucho. Todo lo que tenía que hacer era preguntarle a Eric.
Si alguna vez se despierta.
Mac estiró su mano, y yo intenté no hacer una mueca o mostrar algo
en mi cara mientras relajaba el agarre mortal en mis poderes y lo ataqué
con ellos, fuertemente.
Tiró la cabeza hacia atrás y se rió fuerte. El sonido envió una ola de
alegría a través de mí.
—Intentemos mover objetos, entonces, ¿bien? —Dio un paso atrás y
puso un poco de espacio entre ambos.
Asentí, la euforia mareándome un poco. Lo había hecho. Canalicé
mis podes de una forma que tuviera sentido. Lo liberé y lo detuve
exactamente cuando quise. Era como magia. Si tan solo pudiera ser tan
sencillo siempre. Tal vez podíamos ser superhéroes después de todo.
—¿Lista? —gritó desde unos metros de distancia.
Habría dicho que sí, pero la oportunidad desapareció cuando una
bola de nieve vino con fuerza hacia mi cara. Levanté la mano, tan rápida
como un gato, y la golpeé. Solo que no la golpeé, la exploté. ¡Zas! Canalicé
el poder suficiente para volver la bola de nieve compacta en una lluvia de
cristales de hielo. No con mi mano. No con el contacto del objeto y mi piel.
Solo con mi poder.
—Interesante —murmuró Mac con los ojos entrecerrados hacia mí, y
tuve la repentina sensación de ser estudiada. Sin embargo, no sentí miedo.
Solo una híper consciencia mientras lo escudriñaba e intentaba
concentrarme.
Una rama crujió bajo sus pies. El crujido de la nieve a mi izquierda.
El aleteo de un pinzón. Un destello de movimiento, y de nuevo, una bola
que venía directamente hacia mí, esta vez más rápida que la anterior. Y
otra vez, mi mano salió disparada, esta vez con un solo dedo. El sonido de
los átomos separándose crujieron en la tarde tranquila, y el rocío blanco
hizo una corona a mi alrededor, de seis metros de alto y ancho.
—Muy. Interesante. —Mac empujó sus manos en los bolsillos y
continuó murmurando para sí mismo mientras caminaba sobre la nieve
hacia él. Para el momento en que llegué, la conversación con él mismo 162
había terminado, y me quedé de pie esperando a que me contara los
detalles.
No lo hizo. Solo me miró como si fuera un parásito en el microscopio.
—¿Qué? —demandé, resistiendo la urgencia de alisar mi cabello.
—Nada. Es solo…
Esperé, sabiendo que si lo fastidiaba demasiado no me diría nada.
Finalmente habló. —Nunca había visto eso antes.
—¿La cosa con la bola de nieve?
Asintió.
—Bueno, entonces, ¿por qué las lanzabas a mi cara? —pregunté,
levantando el mentón y mirándolo.
—No, no. Sabía que podías bloquearlas. Pero lo otro… —La
tranquilidad junto con su sonrisa perpleja desinflaron un poco mi
indignación—. Toda la cosa de las mini explosiones, no tengo idea de lo
que era. Es… interesante. Tu madre y tu abuela, ¿podían hacer eso
también? ¿Antes?
Ya había comentado más de una vez la falta de habilidades
parentales de mi madre, así que no iba a decirle que no tenía ni idea de lo
que podía o no podía hacer. Me decidí por lo vago. —Nunca las vi hacer eso
en particular, no.
Pareció digerir esta pequeña pepita de información por un momento,
y luego se encogió de hombros. —No es nada por lo que preocuparse,
especialmente hasta que llegues a la edad. Un montón de mierda
inesperada va a pasar mientras tu cuerpo cambia, y no sabrás con lo que
vas a terminar hasta que el cambio acabe. Esperaba alguna típica
combinación de cosas de tu tipo. Como la cosa absorbe-amor, y los
sentidos agudizados típicos de todo semi, pero eso es nuevo. Es probable
que tengas otra generación de semi mezclado, por lo que tienes algo más
ahí, lo cual es bastante común. ¿Algo más que deba saber?
Estaba atorada en el comentario sobre los ―sentidos agudizados‖ y
levanté la mano. —Espera. ¿Sentidos agudizado? O sea, ¿cómo el hombre
araña?
Por favor di que sí, por favor di que sí.
—No.
Mi decepción debe haber estado por toda mi cara porque se rió entre
dientes.
—Quiero decir, no exactamente.
Me animé, y él se rió más fuerte. 163
—Tu audición y visión serán más agudas que la de los humanos
normales, así es como supe que Banto se acercaba al armario la otra
noche. Y estarás más conectada con tu sexto sentido. Pero en serio, no
vayas corriendo a conseguirte una capa ni nada. —Sus ojos grises
brillaron—. ¿Algún otro talento oculto del que no me has contado?
Medité un momento. —Puedo pulverizar frutas y vegetales.
—Excelente. Si necesito un batido de frutas, sé a quién llamar. ¿Eso
es todo?
Asentí. —Hasta ahora.
—Bien, trabajemos en lo que sabemos primero y luego veremos si
podemos averiguar si tienes algún otro truco escondido bajo la manga del
que no sepas, ¿de acuerdo?
No me costó aceptar, feliz de cambiar de tema. Ser comparada con
una súcubo era bastante malo. Lo del hombre araña era genial, pero la
última cosa que necesitaba era saber que también me iban a brotar
serpientes en la cima de la cabeza.
—¿Y ahora qué?
—Combate mano a mano. Debe ser tu primera opción en cualquier
situación, desde alguien tratando de robar tu bolso hasta una cita que
quiere poner sus manos sobre ti cuando preferirías que no lo hiciera.
Esa pegó muy cerca de casa, pero me quedé tranquila. —No hay
necesidad en ese frente. Nunca voy a tener una relación. Listo. —Me había
dicho eso por tanto tiempo, que vino a mis labios al instante.
Mac levantó una molesta ceja.
—¿Una hija de Afrodita que no está al acecho? Lo dudo, Magpie.
Tomé su mano y lo golpeé con una explosión de energía luminosa.
Un pulso dirigido directo hacia afuera en lugar del que se arquea hacia
afuera y luego rebota hacia mí como una mano invisible sacando glaseado
invisible de una lata. Se tensó.
—¿Eso es lo que hiciste con la nieve?
Me encogí de hombros. —No lo sé, supongo. Realmente no pensé en
ello.
—Hazlo de nuevo.
Así lo hice.
—Es increíble. Ahora, del modo normal. Del tipo cuando tiras.
Por una vez, no estaba molesta o enojada con él, por lo que me tomó
un segundo liberar la energía. La solté y la envié hacia él, luego intenté
164
tirar de ella, junto con un poco de la suya. Como siempre con él, estaba
detrás de un muro de piedra.
—¿Y puedes ir adelante y atrás de esa manera?
Pensé sobre ello y di marcha atrás. Su mano se cerró sobre la mía, y
me estremecí cuando su dedo índice trazó mi muñeca. —Increíble.
Tragué saliva, tratando de no dejar que se mostrara la reacción de
mi cuerpo ante su toque. —¿Cuál es el problema?
—Me pregunto si puedes darle energía a una persona sin tomar
nada.
—¿Y qué si puedo? —Mi corazón galopando por las posibles
consecuencias de ese poder. Algo bueno podría salir de todo eso. Y
entonces… —. ¿Podría curar a Eric?
Mi entusiasmo no duró mucho mientras sacudía la cabeza
tristemente. —No. El intercambio de energía no es lo mismo que curar.
Nunca supe de una Kardia Afrodita que tuviera poderes curativos.
Era una decepción aplastante, e intenté alejar la mano, pero el
apretó su agarre.
Estiró su otra mano. —Vamos. Dame ambas y déjalo salir
completamente. Vamos a jugar al juego de la gallina.
Era bien entrada la noche para el momento en que terminamos.
Ambos yacíamos sobre la nieve, lado a lado, demasiado cansados para
movernos. Mis brazos y piernas se sentían como fideos, y toda la energía
acumulada que generalmente me ponía la piel de gallina estaba tranquila.
La luna sobre nosotros era llena y amarilla, y las estrellas brillaban tanto
que, cuando giré mi cabeza, podía distinguir las oscuras pestañas de Mac
contra su mejilla.
—¿Estás dormido? —susurré. Cómo podía quedarse dormido en este
tiempo iba más allá de mí. Mi nariz estaba tan fría, que era un milagro que
no se agrietara y cayera justo a mi lado, dejándome como una especie de
esfinge de hielo. Sin embargo, el resto de mi cuerpo zumbaba
agradablemente con la calidez de actividad intensa, y la nieve fría contra
mi espalda se sentía bien.
—Nop. Solo agotado, ¿sabes? —su voz profunda pero un poco
165
inestable.
Lo sabía. Una vez que comenzó a empujar poder hacia mí, nuestro
juego se volvió más serio y bastante agresivo. Sin embargo, me había
negado a ser la primera en sugerir que nos detuviéramos, así que
seguimos y seguimos, hasta que ambos temblábamos por el esfuerzo. Y a
pesar de ello, tumbada en la nieve, demasiado débil para moverme, mi
destino incierto, estaba feliz. Lo más feliz que estuve en un largo tiempo.
—¿Cuál es tu película favorita? —preguntó Mac en voz baja.
La pregunta fue tan inesperada… tan no-Mac, que le tuve que pedir
que la repitiera. Me puse de costado para enfrentarlo, y metí mi brazo
debajo de mi cabeza por apoyo.
—No te puedes reír si te lo digo.
Él medio sonrió pero no abrió los ojos. —Nop. No hay promesas.
—Dirty Dancing.
—Es esa película vieja donde no tienen permitido poner sus bebés en
la esquina, ¿no?
Solté un bufido y él se rió. No esa risa burlona a la que estaba
acostumbrada. Y no esa que aparecía rápidamente y se convertía en un
ceño fruncido antes de que pudiera procesar el hecho de que estuvo allí.
Una sonrisa real. Era demasiado hermoso para expresarlo en palabras,
pero me esforcé, y encontré algunas de todos modos.
—No bebés, idiota. Baby. Ese era su nombre. Baby. Y estaba
cansada de que la gente la tratara mal.
Entrecerró los ojos hacia el cielo por un largo momento y luego
asintió. —Bueno, ese es un nombre estúpido, ¿no?
Solté una carcajada y lo golpeé en el brazo.
—Es muy cursi, pero no me importa. Me encanta. Es el baile. Me
recuerda a mi mamá y a mi papá antes de que muriera. —Quizás dije más
de lo que debía. Mojé mis labios e intenté mantener la voz ligera—. ¿Qué
hay de ti? Película favorita.
Movió sus brazos y de repente rozaba mi hombro. Apenas podía
sentirlo a través de mi abrigo, pero sabía que estaba ahí, y eso era
reconfortante.
—La mía también es vergonzosa —admitió con una risa que sonó
forzada.
—Entonces, por supuesto, vamos a escucharla.
—Harry Potter y la Piedra Filosofal. La serie completa, en realidad.
Gracioso, nunca lo hubiera visto como un fan de Potter, y eso mismo 166
le dije.
—No es Harry. Son los Weasleys lo que me atrapó. —Sus párpados
se cerraron mientras hablaba—. No tienen dinero, y algunos magos los
miran desde arriba, pero no les importa porque se tienen los unos a los
otros, ¿no? Como, sin importar qué, Ron siempre sabe que puede volver a
casa, y la Sra. Weasley le preparará la cena, el Sr. Weasley se tropezará en
la casa, y Fred y George estarán haciendo jugarretas. Eso es brillante,
¿verdad?
Lo era. Yo tuve eso con mis padres antes. Si era honesta,
probablemente todavía lo tenía con mamá si lo quería. Arruinó un par de
cosas, pero cuanto más avanzara en este loco camino, más comenzaba a
darme cuenta de que todo lo que hizo fue porque pensó que era lo mejor
para mí. Estaba equivocada, pero la decisión que tomó fue por amor y un
equivocado intento de protegerme. El tono melancólico en la voz de Mac
hizo que me preguntara qué ocurrió con su madre después de que su
padre muriera. ¿Lo había marcado emocionalmente? ¿Desmoronado? Se
veía tan perdido y joven en este momento, que mi corazón dio un pequeño
apretón.
—Mac, yo…
Se aclaró la garganta y se sentó de golpe. —Mejor te llevo a tu casa.
Vamos. —Se puso de pie y estiró su mano hacia mí.
Tragué el nudo en mi garganta y la tomé. Bien, no quería hablar
sobre su familia. Desearía haber cerrado la boca, así nos podríamos
quedar ahí por siempre. Ya podía ver su rostro tenso mientras me excluía.
Me levantó, y por un segundo, fue peligroso. Mis piernas seguían tan
débiles, sentía que era una oveja en medio de una tormenta. Tomó mi
brazo, pero el toque era impersonal. Como un Club de Scouts ayudando a
una anciana a cruzar la calle. Mientras caminábamos, me partí el cerebro
pensando en algo que decir para volver al sentimiento de esos pocos
minutos que estuvimos tendidos en la nieve, pero no obtuve nada.
Ambos respirábamos pesadamente para el momento en que llegamos
a su auto, el esfuerzo de la pequeña caminata usando las últimas reservas
de nuestra energía.
—¿Cuánto tarda en volver? —pregunté, volteándome para ponerme
el cinturón.
—¿Tu poder o tu fuerza física?
Pensé sobre eso. —Ambos. Cualquiera.
—Serás capaz de correr una milla en unas horas.
A pesar de mi tristeza casi me eché a reír, porque no podía correr
167
una milla en mis mejores días, pero él no tenía por qué saberlo.
—Tus poderes volverán más lentamente. Deberías volver a la
normalidad por la mañana.
Eso era tanto un alivio como un fastidio, porque tan cansada como
estaba, amaba el sentimiento relajante de no tener nada rodando dentro
de mí.
El corto viaje fue uno silencioso, y cuando estacionamos en mi
entrada, me volví para enfrentarlo, la decepción dejando un sabor amargo
en mi boca pero completamente resignada al rápido ―nos vemos‖ que
obviamente quería él.
Sin embargo, antes de que pudiera abrir la puerta, me detuvo con
una mano en mi brazo. —Me olvidé. Yo… quería darte algo.
Rebuscó en su bolsillo delantero y esperé, diciéndome que no debía
emocionarme mucho. Por lo que sabía, podría ser un chicle o la próxima
edición de ―Eso es lo que Él dijo‖.
Pero no lo era.
Estiró su mano y yo la mía. En ella dejó caer un delicado círculo que
brillaba con la luz de la luna. Tan pronto como golpeó mi piel, cerré los
ojos y gemí.
—Jesús, ¿qué es eso? —Quería abrir mi mano para ver, pero las
suaves y jugosas olas de poder saliendo de él me lo hicieron imposible.
—Es un anillo. Significa mucho para mí, y espero que te ayude con
los robos mientras descubrimos si serás capaz de manejar esto.
Seguro como el infierno que lo haría. Era, por mucho, el mejor tesoro
que tenía, y ni siquiera tuve que robarlo. Eventualmente, el poder se
desvanecería hasta simplemente un destello, pero eso podría tomar
semanas, y hasta entonces, tenía una salida. Una asombrosa, libre de
culpa, increíble salida.
Me pregunté de donde lo obtuvo y por qué significaba tanto para él.
Tenía que ser importante o no se sentiría tan bien. De una ex novia, ¿tal
vez? La idea hizo que mi estómago se acalambrara. En su lugar, me
enfoqué en la parte buena, y esa parte era que se había decidido, al menos
temporalmente, a ayudarme.
Lágrimas picaban mis ojos, y murmuré un rápido gracias y empecé a
desabrochar mi cinturón de seguridad, desesperada por recuperarme
antes de comenzar a llorar.
—¿Estás bien?
—Genial —dije, manteniendo mi cabeza baja mientras intentaba
recordar cómo funciona un maldito cinturón de seguridad antes de 168
avergonzarme.
—¿Maggie?
El cinturón se rindió finalmente, y abrí la puerta.
—¡Te veo mañana! —dije, con el objetivo de parecer alegre y llena de
vida, pero no me volví a mirarlo para que no viera las lágrimas estúpidas
corriendo por mis mejillas.
—Mañana es sábado. Descansa. Empezaremos de nuevo el lunes.
Cuatro en punto. No llegues tarde.
Estaba de vuelta a los negocios, y eso me hizo llorar más. Corrí
dentro, y grité un rápido ―Estoy en casa‖ a mamá, y corrí escaleras arriba.
Me dejé caer sobre la cama y dejé salir todo. Probablemente chillé durante
veinte minutos seguidos, pensando en mi noche, en Mac, en su familia y la
mía. Y cuando terminé, me sentí bien. Limpia. Hacía mucho tiempo que no
me sentía así.
Tomé mi caja de tesoros y saqué el más nuevo del bolsillo delantero
donde lo guardé. Encendiendo la lámpara de al lado de mi cama, examiné
el anillo. Dos bandas delgadas de brillante plata entrelazadas juntas como
una cuerda. Era como mantequilla en mis dedos, tan suave, como si lo
apretara correctamente, podría doblarse. Consideré ponérmelo, pero una
vez que lo hiciera, sabía que nunca tendría la fuerza para quitarlo. Mamá
haría preguntas, Libby se daría cuenta, y si lo guardaba directamente
contra mi piel, el poder se desvanecería rápidamente. Pero si no me lo
ponía… no lo tendría puesto.
No quería que Mac se decepcionara porque despilfarré su regalo
usándolo antes de que pasáramos por el entrenamiento, así que lo coloqué
en la caja de los tesoros. Pero incluso entonces parecía que no podía quitar
mis dedos de él. Solo por una noche.
Porque no importaba cuánto intentaba fingir lo contrario, se
preocupaba por mí. Incluso si era como amigo, le importaba y quería que
tuviera éxito.
Me dormí con el anillo en mi mano, y soñé con bailar.

169
14
Traducido por Val_17
Corregido por Daniela Agrafojo

Cuando desperté, estaba energizada otra vez.


Metí el anillo en mi bolsillo y me dirigí al hospital, mis pies apenas
tocando el suelo, pero cuando llegué allí, la señora Nelson me dijo que Eric
tenía algunas pruebas, y no estarían terminadas hasta mucho más tarde,
por lo que debería volver el próximo sábado. Me sentía culpable y aliviada
al mismo tiempo.
Había sido una semana difícil. Sin embargo, la idea de merodear sola 170
todo el día no me parecía bien, así que le envié un mensaje a Libby y le
pedí que viniera a relajarse conmigo. Me había olvidado de preguntarle a
Mac si podía contarle sobre él, pero iba a tener que decirle algo pronto.
Ella iba a notarnos hablando en los pasillos, y al menos quería explicarle
que habíamos enterrado el hacha, aunque no podía compartir el resto.
Cuando volví a casa, ella ya caminaba por la entrada.
—¡Oye! —Usaba un abrigo de piel falsa completado con orejeras y un
sombrero ruso gigante que parecía haber venido de un búfalo. Lindo.
—Oye. Impresionante atuendo. —Corrí por las escaleras y me
escabullí lejos de ella para abrir la puerta.
Mi madre debió de oírnos entrar, porque gritó: —Hay un poco de té
helado recién hecho en la cocina si quieres, y dejé algo en tu habitación
para ti.
Nos armamos con vasos de té y robamos una bolsa de pretzels de la
despensa. Era el único bocadillo con el que Libby y yo podríamos estar de
acuerdo. Salado, crujiente y semi delicioso para mí, sin grasa y semi
saludable para ella.
Lo cargué por las escaleras, mi estado de ánimo aún optimista. Un
respiro de Mac era algo bueno. Lo que sea que había estado sintiendo por
él —me inclinaba hacia el agradecimiento, que era mucho más fácil de
tragar que la otra opción— estaba consiguiendo ser todo un desperdicio en
mi cabeza, y necesitaba tiempo muerto.
Luego, llegué a casa y mamá tenía una sorpresa para mí. Buen
comienzo para el fin de semana.
Abrí mi puerta y lo olí antes de verlo. Esa humedad, el olor a cuero
que siempre evocaba el recuerdo de la sección de clásicos en la biblioteca.
Mi corazón se aceleró cuando miré alrededor y divisé la mini-montaña de
libros al lado de mi cama. Tal vez veinte o algo así, todos apilados como un
pequeño y ordenado edificio hecho de ladrillos.
—Santo hedor —murmuró Libby, y enterró su nariz en el hueco de
su brazo peludo.
—Acéptalo, no es tan malo. —Puse mi vaso sobre el tocador y crucé
la habitación para ponerme de rodillas junto al montón. Todos eran
gruesos, con bordes dorados en las páginas, y parecían realmeeeente
viejos.
—¿Para qué son? —Libby había llegado detrás de mí y miró hacia
abajo, sus cejas juntas en un ceño fruncido.
—Son nuestro proyecto de investigación para las próximas semanas.
—Le di una sonrisa brillante y esperanzadora, pero no me la devolvió.
—Voy a necesitar un poco más de información antes de estar de 171
acuerdo en tocar esas cosas. Huele como a momias aquí, y no soy una
gran fan de la idea de absorber el olor.
—Eso no es ni siquiera una cuarta parte de ellos —dijo mamá desde
la puerta. Se cruzó de brazos y se apoyó en la jamba, una sonrisa tensa en
su boca—. Son muy frágiles, por lo que no quería simplemente volcarlos
todos en cajas, y no quería abrumarte ni ocupar toda la habitación.
Comienza con esos. Una vez que hayas terminado, me lo haces saber y los
cambiaremos por otros.
—¿Y si los daño? —murmuré, trazando la delicada voluta en la parte
delantera de un libro con la punta de mis dedos.
—Son los libros de tu abuela, y sé que ella querría que los tuvieras.
Si algo le sucede a uno de ellos, podemos repararlo, ¿de acuerdo?
Asentí distraídamente, ya con ganas de investigar. Finalmente un
poco de información real que no era mierda.
Miré hacia atrás a mamá para hacerle más preguntas, pero ella
ofreció una media sonrisa de disculpa, negó con la cabeza lentamente, y
salió de la habitación. Había hecho todo lo que se atrevía a hacer, y tenía
que ser suficiente por ahora. Puede que no haya entendido por qué tenía
tanto miedo o sus razones para estar en contra de que aprendiera sobre
mis poderes, pero no tenía ninguna duda de que presionarla aún más
podría ser el colmo para ella.
La furia que normalmente venía con esos pensamientos no lo hizo
esta vez. La amaba y ella me amaba. Puede haber un momento en el
futuro cercano en el que no recuerde eso, o cualquier otra cosa. Tenía un
trabajo que hacer, y no iba a perder más de mi energía estando enojada
con ella por hacer lo mejor que sabía hacer.
En ese momento, Libby estornudó tan fuerte que me sobresalté.
—Bendita seas.
Se frotó la nariz y murmuró un: —Gracias. —Todo se encontraba en
silencio cuando se quitó el abrigo siberiano y luego se arrastró hacia mí—.
Entonces, ¿qué es lo que necesitas que haga?
—Mamá trajo esto para mí, para que pudiera aprender más acerca
de nuestra historia.
Me miró durante un largo rato y asintió. —Tiene sentido. Estoy
dentro.
Y así, una vez más, no me encontraba sola. Libby estaba conmigo e
iba a ayudarme a entender este desastre. Hice una plegaria silenciosa,
pidiendo que, si el Concejo decidiera despojarme de mi memoria, Libby y
yo encontráramos nuestro camino de regreso a este punto de nuevo algún
día. Mejores amigas. La hermana de mi corazón. Quería subirme a mi
cama y llorar, pero me conformé con una sonrisa temblorosa. 172
—Vamos a sentarnos en el suelo con un libro cada una y empezar a
leer. Estoy buscando sobre todo algo en mi línea. Kardia Afrodita. —Me
debatí y luego añadí—: o del Concejo de Amaranth. —Quería tratar de
encontrar algo acerca de Mac... Para averiguar también cuál era la línea de
la que descendía él, pero me gustaría hacer eso cuando estuviera sola. No
podía tener a Libby haciendo demasiadas preguntas.
Ella tomó un largo trago de su vaso de té y lo puso sobre la mesa de
noche.
—¿Qué es eso? —preguntó.
—Una especie de unidad de vigilancia. Mi madre me hablaba de
ellos, y estoy tratando de aprender más acerca de nuestras leyes y cuál es
su función. —Yyyyy para averiguar si me estoy tirando a la misericordia de
un puñado de arpías. Una vez que esto hubiera terminado, no le
escondería nada a Libby nunca más. Aun así, mi garganta dolía por todo el
engaño, y tragué saliva para deshacer el nudo.
—De acuerdo. —Se encogió de hombros y se dejó caer al suelo frente
a mí, acomodándose en la suave alfombra melocotón—. Pásame uno más.
Levanté con cuidado el libro encima de la pila y se lo di. No me
habría sorprendido si la cosa se desintegrara en mis manos, se sentía tan
frágil, pero aguantó muy bien y ella lo acomodó en su regazo.
El siguiente en la pila tenía una elaborada imagen dibujada a mano
de una flor en la portada, pero sin título. Escudriñé la torre en precario
equilibrio y me encogí de hombros. Tenía que mirarlos todos y cada uno,
por lo que bien podría comenzar en la parte superior.
—Y yo tomaré este.
Abrí la tapa y leí la inscripción.

Para mi querida Delphine,


Cada día que pasamos juntos fue mágico.
Tuyo,
S

Me sonrojé, tratando de no pensar demasiado en lo que eso


significaba. El nombre de mi abuelo era Harold, por lo que la abuela debía
haber tenido un hombre antes de casarse. Divertido, realmente nunca
pensé en ella como algo más que mi abuela. La idea de que tuviera un
novio en algún momento, y que hubieran hecho... cosas mágicas juntos,
me dio ganas de retorcerme de la incomodidad.
173
—Parece que este es uno sobre las reglas y regulaciones del cuerpo
directivo anterior, antes de formarse el Concejo de Amaranth —dijo Libby
después de unos minutos. Hojeó suavemente hasta la mitad y asintió—.
Sip, este libro es todo de eso. ¿Quieres que le eche una ojeada o sigo
adelante?
Aparté mi atención del libro que estaba leyendo sobre las hierbas
medicinales y lo consideré.
—Supongo que un rápido vistazo para ver si algo salta a la vista y
luego vas al siguiente. Si llegas a la Amaranthus, déjame saber.
Ojear era algo más fácil de decir que hacer. Mis ancestros eran la
causa de una tonelada de problemas, pero también era fascinante. El
segundo libro que tomé parecía centrarse en la alquimia. Siempre había
pensado en eso como una mierda, pero era fascinante y no podía dejar de
leer.
Aparentemente, Libby tenía el mismo problema, ya que todavía tenía
el mismo libro cuando la miré una hora más tarde.
—Pensé que ibas a seguir adelante.
—Sí, lo estoy —dijo con una sonrisa—. No dejo de quedar atrapada.
—Dejó el libro a su lado suavemente y levantó una mano para tomar
otro—. Déjamelo a mí.
Le di el tomo titulado Dioses y Hombres y levanté mi barbilla hacia
ella.
—Ese podría ser uno bueno. ¿Quieres que consiga un cuaderno para
que podamos anotar los números de páginas si vemos algo que deberíamos
leer? No quiero dejar pasar nada.
—Buena idea. —Agarró un lápiz de mi tocador, y se puso a trabajar
de nuevo.
Para cuando habíamos leído y anotado todo cuatro horas más tarde,
mamá había llamado por las escaleras para hacernos saber que ella y la
abuela iban al supermercado, pero nos podía dejar en el centro comercial
por un rato si queríamos. Sonaba como el descanso perfecto, así que nos
abrigamos y salimos.
Tenía un par de cosas para recoger —es decir, un par de suéteres
como el que había usado hoy— y Libby quería conseguir un poco de
perfume. Una vez que lo conseguimos, paramos en la feria de comida.
Aunque Libby era toda ―umm‖ y ―ahh‖ sobre la fruta y la selección de
ensaladas en Soybean Me Up, Scotty‘s, me dirigí directamente a Pretzel
Place y pregunté por lo usual. Ella ya había ordenado y tuvo que esperar,
pero me dio una sucia mirada desde la fila.
Tan pronto como llegó la comida, arremetió hacia mí con el infierno
en sus ojos. 174
—En serio, ¿cómo puedes poner eso en tu cuerpo? —preguntó,
mirando el pretzel como si estuviera lleno de mierda de perro.
—Ni siquiera voy a dignificar eso con una respuesta. —Ella ya sabía
el por qué. Porque tenía muy buen sabor—. ¿Cuál es tu problema con la
comida deliciosa, por cierto? No lo entiendo.
—Los químicos y grasas trans no son deliciosos para mí. Apuesto a
que si los extraterrestres bajaran ni siquiera nos reconocerían como
comida.
—¿Ves? Otra razón para hacerlo. Mi sistema digestivo está
preparado para una invasión alienígena, y el tuyo no. Una vez que vengan
y destruyan nuestras tiendas de frutas y verduras, ¿qué dejarán? —
levanté mi perrito hacia mi nariz y le di una larga y apreciativa olfateada—.
Grasas trans y químicos. Vengan con mamá.
Ella me lanzó una mirada asesina a medida que nos dirigíamos
hacia la zona de las mesas. Serpenteamos a través de la feria de comida
hasta que encontramos dos espacios vacíos. Libby arrastró una silla de
vinilo rojo y se dejó caer sobre ella con un suspiro, levantando sus bolsas
de compras sobre la mesa.
—Dijiste que querías ponerte en forma para el baile. No quiero darte
la lata porque te ves muy bien cómo estás, pero, ¿qué está pasando? No
vas a evitarme, ¿verdad?
No me gustó el tono de súplica en su voz, y esa cara triste que
estaba haciendo mucho. Aparté la vista y di un mordisco desafiante a mi
pretzel-perrito. Era la persona más dulce que conocía, pero una parte de
mí también era consciente de que no se encontraba por encima del
chantaje emocional, y sabía que odiaba verla infeliz. Mastiqué y tragué
antes de responder.
—No es evitar tanto como reevaluar. Fue una interrupción
momentánea de la cordura. Olvidé que los bailes formales son estúpidos.
Son un montón de chicas vestidas que parecen pertenecer a un
espectáculo de transformismo o a alguna debilucha princesa Disney, y eso
no es lo mío.
—Dijiste que ibas, hace como una semana. No entiendo qué ha
cambiado. —Sacudió la cabeza con disgusto, picó una rebanada de melón,
y se lo llevó a la boca.
—Sé que lo hice, pero me di cuenta de que si tengo que usar esa
estúpida cosa toda la noche, voy a ser miserable.
Parecía a punto de llorar, y después de que pasara todo su día
ayudándome, me sentí como una mierda. Además, estaba tratando de
mantener una actitud positiva, pero había una posibilidad muy real de que 175
este pudiera ser el último mes que pasáramos juntas donde aún
reconocería su rostro. No quería pasar ni un segundo peleando con ella.
Busqué un acuerdo.
—Te propongo un trato. —Dejé mi pretzel-perro a medio comer que
Libby tan amablemente había arruinado para mí con toda la charla de
baile, y le tendí mi dedo meñique—. Si encuentras una manera de hacerlo
de modo que no tenga que usar un estúpido vestido y pueda disfrutar en
mis Vans en lugar de zapatos de tacón, entonces iré al Swirl.
Libby gritó y alzó el dedo meñique con tanta rapidez que casi empujó
lejos el mío.
La escuela nunca había permitido que la gente se presentara en el
baile en algo menos que completa ropa formal, así que no tenía idea de
cómo este año podría ser diferente. Entonces, ¿qué sabía ella que yo no, y
por qué se sentía tan feliz?
Esa última parte de pretzel-perrito se alojó en mi pecho, y agarré el
meñique de Libby, sellando nuestro trato. Se sentía mal. Realmente mal.
Como un contrato con un malvado enano saltarín.
Ella apartó la mano y comenzó a parlotear sin parar, terminando
con: —Así que ahora sólo tenemos que encontrarte una cita.
—Espera. Yo no he dicho nada sobre una cita. —Una imagen de Mac
pasó por mi cabeza y la quité rápido. Todos los demás se hallaban fuera de
los límites—. No va a suceder. De ninguna manera. Voy en solitario o no
voy en absoluto. Dije que iba a tratar de seguir adelante, pero no estoy en
la etapa de citas todavía.
Ella arrugó su pequeña nariz perfecta y me ignoró. —Lo que sea. No
tiene que ser una cita real. Iremos todos juntos. ¡Tú, Bink, y yo! Rompió
con la chica del mes, y él planeaba ir solo de todos modos.
—¿Rompieron ya? —Él no lo había mencionado, pero de nuevo, sólo
nos habíamos visto una vez fuera de la escuela, por lo que no era
exactamente una gran noticia.
—Sí, hoy. —Su rostro se iluminó y se echó a reír—. Ella se molestó
porque él le dijo que se parecía a Taylor Swift, y aparentemente esa fue la
cosa equivocada para decir, porque ella apuntaba más por una chica mala
de la vibra Ke$ha.
Eso me hizo sonreír.
—¿Has oído eso de que Ella le preguntó a Mac? —preguntó ella.
No había oído eso, y la noticia hizo que mi poder chisporroteara
contra la Coca Cola de dieta en mi mano con tanta fuerza, que pude sentir
el calor de la cera en el vaso y el goteo por los lados.
—Oh, eso es genial. ¿Así que, están como en serio de repente?
176
Libby agitó la mano hacia atrás y adelante. —Un poco, creo. Ella
estaba molesta porque no habían salido mucho últimamente, y aún no le
había pedido ir, pero luego, cuando le preguntó, él dijo que sí. No lo
entiendo. No la puedo soportar, pero él lo hace, al menos, parece anti-
tonto con las cosas de preparatoria. Luego, vuela la única cualidad
redentora pidiéndoselo a la chica más popular y molesta de la escuela. —
Rodó los ojos con disgusto—. Que yo sepa, tampoco tienen nada en
común. El chisme en la última reunión del comité del baile es que ella es
una de las favoritas para Reina de las Nieves. Sería interesante si Mac es
coronado rey.
¿Lo sería? —Sí. Interesante. —Un extraño sabor acre llenó mi boca,
y envolví el resto de mi perro caliente en algunas servilletas y lo lancé en el
bote por encima el hombro de Libby.
—¡Tres puntos! —cantó, sosteniendo su mano para chocar los cinco.
Se comió hasta lo último de su ensalada de frutas e hizo un tiro por
encima del hombro que rebotó en el aro antes de caer.
—Anotación —me dijo, levantando ambos brazos a medias.
—No. En realidad no, pero obtienes una A por tu esfuerzo.
Limpiamos la mesa y nos levantamos para tomar las bolsas. Todavía
tenía que recoger una nueva mochila y algunos bóxers para dormir, pero el
deseo de ir a la tienda había desaparecido en algún momento entre el
discurso del baile y la mención de Mac y Ella convirtiéndose en el Rey y la
Reina. Metí la mano en mi bolsillo y tomé el anillo guardado ahí, pero a
pesar de la pequeña sacudida, esta vez no me calmó.
—Estoy muerta. Si tienes lo que necesitas, podemos irnos. Volveré
otro día.
Libby me miró fijamente y apretó los labios como si estuviera
pensando en discutir, pero luego lo dejó pasar.
—Está bien. Pero si consigo el permiso para que uses zapatillas,
vamos a pasar algún tiempo serio aquí y pronto. Me gusta el hecho de que
estés usando algo que se adapta a ti, pero tenemos que dar un paso a un
nivel superior. —Hizo un gesto hacia mis pantalones y suéter como si
estuviera apuntando a un nido de ratas.
Demasiado para mi imagen, pero lo que sea. Si quería vestirme, la
dejaría. Hasta cierto punto. En ese momento estaba contenta de salir del
centro comercial. Mac y Ella en el Swirl. Mi estómago dio un vuelco y
tragué saliva, sabiendo que mi pretzel-perrito no tendría un sabor tan
bueno al revés. De repente, tuve la imperiosa necesidad de sentarme en mi
habitación rodeada de mi colección de tesoros, y hasta que no hiciera eso,
no sería capaz de pensar en nada más.
177
Media hora más tarde, cumplí mi deseo. Me acurruqué en el medio
de mi habitación con mis piernas cruzadas debajo de mí, dentro de un
círculo de cosas brillantes. Había anillos y pulseras. Una foto en un marco
y una pluma de águila. Un medallón —que me hizo sentir mejor y peor a
causa de la imagen en el interior— y un antiguo reloj de bolsillo. Los conté
lentamente, pasando mis dedos sobre el metal suave, la tela nudosa, y los
bordes afilados, y un zumbido de poder se propagó a través de mí trayendo
consigo una sensación de paz y calidez. Seguí el anillo de Mac con una
mano mientras conté y reconté.
Treinta y ocho. Treinta y ocho pequeños tesoros. Treinta y ocho
piezas de la vida de otras personas que tomé y marqué por mi propia
cuenta. No estaba bien. No era bueno.
Pero una vez más, tal vez yo tampoco lo era.
15
Traducido por Sofí Fullbuster & Gaz Walker
Corregido por SammyD

Los siguientes diez días pasaron en un borrón. Las cosas con Mac se
habían sentido poco naturales desde que me enteré de que él y Ella irían
juntos al baile. O tal vez desde que me pidió que no le dijera a Libby nada
de él. No podía decir qué lo empezó; todo lo que sabía era que toda la
charla sería en el armario, y toda la conversación que tuvimos mientras
yacíamos lado a lado, observando las estrellas, nunca se repitieron, y
aunque el raro arco de energía aún se encontraba entre nosotros, sentía
que había perdido a un amigo. Era extraño que alguien que había estado 178
por tan poco tiempo en mi vida pudiera conseguir ese tipo de impacto.
Desearía saber cómo recuperar nuestra amistad. O saber a dónde se había
ido en primer lugar.
Por el lado bueno, estaba mejorando con mi poder cada día. Mac
mantuvo su promesa, y el entrenamiento iba bien. No me confiaba en
ningún momento; especialmente después de leer sobre el estricto y a
menudo brutal comportamiento de los Amaranthus, por lo que estaba
tratando lo más duro posible, y en ese punto, era todo lo que podía hacer.
Aun así, me sentía harta de todo, por lo que decidir irme de la
escuela por ese día fue mi mejor apuesta. Aún estaba destrozada por el día
anterior, cuando vi a Ella y Mac caminando por el pasillo, su brazo
alrededor de ella mientras que la mano de Ella se encontraba en su bolsillo
trasero. Me las arreglé para convencerme a mí misma de que arrancar su
brazo y golpearla hasta matarla con él sería imprudente cuando Mac entró
en la clase de artes y tuvo el valor de burlase, llamándole a la jirafa de
papel maché de Rafe y mía un crimen contra el arte. Le enseñé el dedo
medio, aún demasiado furiosa por el apretón de trasero que había
presenciado para incluso responder.
Imbécil.
Si no hubiera estado tan cerca de las lágrimas, lo habría humillado
de la misma forma.
Miré hacia el techo, que lucía exactamente igual que hacía dos
horas, cuando comencé a mirarlo, y gemí. Estar aquí sola con mis
pensamientos era peor que estar en la escuela. Tiempo de una distracción.
Salté sobre mis pies y me incliné para examinar la pila de libros. Libby y
yo habíamos leído muchos de ellos, pero aún había una pila tan alta que
llegaba hasta mi rodilla que ni siquiera habíamos abierto aún. Cogí el que
estaba al principio del montón y me lancé de regreso a la cama con él. Tal
vez descubriría algo más sobre Mac y su clase, porque en este punto sólo
podía imaginar que su verdadero poder era joder las cabezas de las
personas.
Tracé la filigrana en la cubierta con el dedo índice. Era uno de los
renovados volúmenes titulado Semis a través del Tiempo. Le eché una
ojeada a las primeras cincuenta páginas, deteniéndome para leer sobre un
Kardia Apolo llamado Miles Davis, que había cambiado el mundo de la
música, y un Kardia Júpiter, que no era nada más y nada menos que Abe
Lincoln. Era divertido leer, y me las había arreglado para distraerme de mi
propia miseria cuando pasé un capítulo dedicado totalmente a Kardia
Afrodita.
Comencé a leer, mi piel hormigueando con anticipación. Tal vez
nuestra historia no era la más distinguida, pero no podía ser del todo
mala, y todo lo que podría darme más conocimiento sobre mi clase
ayudaba.
179
El libro era nuevo, tal vez con sesenta años de antigüedad, y la
última entrada era una que realmente me atrapó. La primera historia era
sobre una semi llamada Eva Braun. Era especial, ya que tenía un
inmediato y meticuloso control sobre su poder. Aparentemente, Eva, de
diecisiete años, amaba su recientemente descubierta habilidad al segundo
de haber pasado a través del cambio, por lo que decidió que cada día y
como semidiosa, tenía derecho a controlar el mundo.
Si secretamente esperaba probarme a mí misma que Mac estaba
equivocado sobre mi linaje, esa historia en particular no parecía un buen
comienzo. Consideré saltarme el resto, pero algo me empujó a seguir
leyendo, incluso aunque podía sentir el terror construyéndose en mi pecho
con cada palabra.
Aparentemente, el plan de Eva tomó más tiempo del esperado,
debido a que ser una mujer hizo que en aquel entonces la dominación del
mundo fuera una difícil proposición. Con el fin de llevar a cabo sus planes,
encontró a un hombre con un corazón malvado y las mismas aspiraciones,
y trabajaron juntos para crear un ejército. Cogieron a cientos de miles de
soldados y Eva sistemáticamente succionó el amor y la compasión de cada
uno, convirtiéndolos en zombis preparados para seguir sus órdenes.
Luego, esperó su tiempo, escondiéndose mientras los planes eran hechos y
las tropas estaban formadas.
Para el momento en que el Concejo finalmente hizo la conexión entre
ella y su amante, ya habían muerto millones bajo su reinado de terror. El
Concejo los capturó a ambos, eliminándolos y haciéndolo lucir como un
suicidio doble.
Y así fue como Adolf Hitler y su amante secreta, Eva Braun,
realmente murieron.
Las palabras se desdibujaron antes mis ojos y mi estómago se
tambaleó. Hitler. El jodido Hitler. Jesucristo, no me impresionaba que Mac
creyera que fuese un monstruo. Me cubrí el rostro con las manos y dejé
que la emoción de los pasados días saliera. Mocosos lloriqueos destrozaron
mi cuerpo y no los contuve. ¿Eso era con lo que había estado peleando
todo este tiempo? ¿Una oportunidad de conservar mis poderes, así cuando
tuviera diecisiete podría cometer horribles actos de maldad?
Tal vez Mac tenía razón. Tal vez hasta ahora no había habido una
Kardia Afrodita buena. Eso no significaba que ahora no hubiese una. Y
tomaría un tiempo, pero me conocía, conocía mi corazón, y mientras
supiera eso, mientras no fuese perfecta, no sería así. Como la terrible
mujer en ese libro y el resto de ellas. ¿Y si lo fuera? ¿Qué si me estaba
convirtiendo en una de ellas? Bueno, eso sólo me hizo sentir aún mejor
con mi decisión de ir al Concejo con Mac.
Una vez que regresé a la realidad, puse el libro a un lado y comencé 180
a leer los otros. Encontré que los semis eran un grupo interesante. Como
Mac había dicho, ninguno era parecido a otro, y los poderes cambiaban
dentro de cada familia con cada generación. Tal vez la mía estaba
destinada a ser la primera familia buena del linaje de Afrodita. Estaba
segura de ello.
Aun así, armada con el conocimiento sobre cuán malo se podría
poner, pasé el resto de la tarde recolectando imágenes perdidas de mi
padre y poniéndolas en un álbum con una detallada leyenda. Había
llenado tres cuadernos de recuerdos e historias que mi madre me había
contado sobre él. Sin negatividad. Preparándome. Si mis poderes
estuviesen desprotegidos y perdiera mis recuerdos de él, tendría estos para
recordármelo.
Una vez terminé, los deslicé debajo de la cama para guardarlo e hice
una nota mental para dejar pistas de dónde los había dejado antes de irme
al Concejo.
Había sido un día emotivo, pero los problemas de las otras personas
eran una buena distracción, así que me moví hasta la esquina de la cama
y cogí mi laptop.

Querida Ella:
Creo que estoy enamorada. Hay un chico en la escuela que hace que
mis palmas suden cada vez que lo veo. Es realmente divertido e inteligente,
y cuando me sonríe, me siento como si fuera a vomitar. Quiero decirle cómo
me siento, pero tengo miedo de que me rechace. No estoy segura de sí podría
soportarlo porque… bueno, es uno de mis mejores amigos. Si le digo y no se
siente de la misma forma, entonces arruinaría nuestra amistad para
siempre. ¿Hay alguna forma para descubrir si se siente como yo sin poner
nuestra amistad en peligro?
Firma,
Asustada del Rechazo.

Querida Asustada:
Primero, me reí del hecho de que este chico te haga querer vomitar
cada vez que lo ves. En mi libro, ese es un signo seguro de que estás muy
enamorada (Eso, o has estado calculando exactamente los roces
accidentales con él en la cafetería de Taco Day, maldición). Al principio, iba
a decirte que fueras por ello. Es lo común, ¿no? Si no te arriesgas no hay
recompensa. Pero como alguien que valora la amistad una tonelada,
comencé a pensar en lo que habría hecho yo. Probablemente estás entre los
catorce y los dieciocho. ¿Cuáles son las probabilidades de que si le dices 181
que lo amas, te diga que él también (cuando no ha tratado de liarse contigo
aún)? Ahora, incluye en las probabilidades que si te ama, ustedes chicos,
durarán de por vida, se casarán, etc. O incluso durarán un año. ¿Cuántos
de tus amigos han tenido relaciones que han sido capaces de durar con el
paso del tiempo? Ahora, pregúntate a ti misma lo mismo sobre una auténtica
y verdadera amistad. Para mí, no es un caso de “Si no te arriesgas no hay
recompensa”. Es preguntarte a ti misma si el riesgo vale la recompensa. Y
voy a jugármela aquí y apostar a que no lo vale. Ve si aún sigues sintiéndote
de la misma forma el próximo año y si es así, escríbeme de nuevo y
podemos repensarlo.
Siempre tuya,
Ella.

Sólo había apretado enviar cuando mi teléfono vibró.


Mac.
¿Dónde has estado todo el día?
Miré hacia mi reloj y gemí. Había querido enviarle un mensaje para
dejarle saber que no iba a ir a la escuela y que me perdería el
entrenamiento, pero se me olvidó.
Estoy enferma. No entrenaré hoy.
Los tres puntos que me hacían saber que estaba escribiendo se
iluminaron y desaparecieron cinco veces, y podía sentir el sudor
juntándose bajo mis brazos para el momento en que su respuesta destelló
en la pantalla.
Bien.
¿Bien? Mi garganta ya ardía de tanto llorar, y el nudo alojado allí no
me hizo sentir para nada mejor. Era una idiota. ¿Qué había estado
esperando? ¿Una declaración de amor? ¿Una súplica para que al menos
pudiera venir a verme? ―Bien‖ era lo que mejor que podría haber esperado.
Podría haberme echado una bronca o dicho algo, y en su lugar, me sacó de
apuros y de alguna forma, eso lastimó mis sentimientos más que cualquier
otra cosa que pudiera haber dicho. Porque al menos lo otro habría
significado que se preocupaba.
El teléfono sonó en mi mano.
Solo PTI25, me voy por un par de días.
Mi piel se erizó y el pánico lamió mi interior. Me senté con mis dedos
sobre la pantalla táctil durante un minuto entero. No es asunto tuyo, me
recordé a mí misma con firmeza. No es asun…
¿Adónde?
Golpeé enviar antes de que pudiera pensarlo mejor, y otra vez, su
182
respuesta tomó mucho. En el momento en que llegó, estaba casi mareada
por contener la respiración.
A visitar a mi mamá.
Había tenido que sacarle la información en una sesión de
entrenamiento la semana anterior, pero al parecer, ella también trabajaba
en el mundo de los semis para el Concejo, de alguna manera. Me dio la
impresión de que no eran cercanos, pero él había cerrado la conversación
antes de que pudiera averiguar por qué.
Debería estar feliz porque se iba. Eso significaba que se sentía
seguro de que estaba lo suficientemente avanzada en mi entrenamiento
como para que todo fuera a estar bien durante su ausencia. En su lugar...
Me sentía como el demonio. Realmente estaba sola, no importaba lo
mucho que tratara de convencerme de lo contrario. E incluso en el mejor
de los casos, si pasaba esas pruebas como una jefa, él se iría pronto y eso
sería todo. Yo ya tenía un enorme agujero gigante con forma de hombre en
mi vida, y no estaba en el mercado para un segundo.
Dejé el teléfono y tomé aire. Esta era la oportunidad perfecta para
prepararme para un futuro sin él. Sólo para olvidarme de él.
Empezandooooooo... ahora.

25 Para tu información.
Tres días más tarde, Mac todavía no había vuelto. Yo había ido a la
escuela el jueves y el viernes, pensando que los días serían más fáciles sin
él allí. En cambio, toda la anticipación de toparme con él se había ido,
dejando tras de sí una sensación de vacío que odiaba. Era como si hubiera
estado esperando una fiesta sorpresa sólo para darme cuenta de que todo
el mundo olvidó mi cumpleaños. Ahora era sábado, y peor aún, el día del
baile, y todavía no sabía nada de él. ¿Estaba de vuelta? ¿Todavía iría al
baile?
Mi teléfono sonó y salí disparada de mi cama, cogiéndolo con una
mano temblorosa.
Libby. Mi corazón se hundió.
Puedes venirrrrr?
Miré el reloj. Era después del mediodía el día del baile. Jesús, sin 183
duda no estaba enviando mensajes de texto para pedir mi ayuda, ¿verdad?
No vs a preparart pronto, haciéndote el pelo o algo?
Ven d prisa. Quiero nseñart algoooooo.
Suspiré y dejé el teléfono. La mamá de Eric siempre se iba los
sábados por la mañana, así que no era como si él no tuviera ninguna
compañía hoy si mañana me iba. Si Libby me necesitaba, aunque fuera
sólo para decirle que se veía hermosa, no iba a decepcionarla. Además, la
idea de quedarme y revolcarme todo el día era aún peor que la idea de ver
a Libby pasar cinco horas eligiendo un esmalte de uñas.
Después de todos los chicos que le habían pedido, finalmente optó
por ir con Bink ―como amigos‖ una vez que se dio cuenta de que no iban a
dejarme ir con ropa informal y zapatillas de deporte.
En el momento en que monté mi bicicleta por las heladas calles diez
minutos más tarde, ya estaba de pie fuera con la bata, esperándome. Su
sonrisa era tan brillante que me cegaba, y fue entonces cuando supe que
estaba en problemas.
—¡Vamos, entra a ver esto!
No me esperó, y en su lugar entró saltando por las escaleras a su
habitación antes de que yo pasara la jamba de la puerta. Se suponía que
debía seguirla, pero francamente, me sentí un poco como en una escena
de una película de terror. Como si me sentara en mi silla en la sala de
estar, viéndome en una película andando hacia el sótano oscuro. Mi
versión en la película independiente miró por la escalera, y mi interior
quería gritar: ¡No, idiota! ¡Date la vuelta, sal de ahí!
Pero una promesa es una promesa.
Se asomó por la esquina de la parte superior de la escalera y me hizo
señas con impaciencia.
—Dios, deja de arrastrar los pies y mueve el culo hasta aquí. No
tenemos todo el día.
Extraño, ya que en realidad lo teníamos. Porque al parecer,
prepararse para el baile tomaba más tiempo que el propio baile. Hice una
nota mental para añadir a la lista de los contras que ya había acumulado
para el evento.
Subí las escaleras, obstinada y literalmente arrastrando los pies,
hasta que llegué a la cima y luego me asomé a la izquierda hacia la
habitación de Libby. Su sensibilidad en el diseño siempre me hacía reír,
porque la habitación no se parecía en nada a ella. Era animada y divertida,
y sus ropas eran siempre coloridas, pero la habitación parecía algo fuera
de la era puritana. La cama era bastante grande, pero sin lujos. Estaba
cubierta con un edredón blanco, y no había ninguna de esas pequeñas 184
almohadas inútiles que a mi mamá le gustaba mucho esparcir por toda la
cama, lo que parecía encajar en la exigente habitación de Libby. Incluso
las paredes estaban pintadas de beige. Le había preguntado una vez, y se
había reído.
—Cuando estoy en mi habitación, sólo quiero sentarme y relajarme.
Tenía sentido, supongo, pero lo sentía como una prueba más de la
falta de interés de sus padres. Mi madre se habría preocupado más por la
habitación de Libby que ella. Eso era apestoso, por lo que renové mis votos
de tomarla con calma. Ella realmente no tenía a nadie más que a mí, y ser
una idiota porque estaba frustrada con mi propia vida no era la manera de
tratar a un amigo. Especialmente una que podría perder pronto. Con eso
resuelto, entré por la puerta.
Ella vino a mí tan rápido que casi le corté el camino por instinto
como Mac me enseñó. Me las arreglé para aguantarlo, así que era bueno,
pero más que eso, incluso en mi sorpresa y estando toda emocional, el
impulso de explotarla no llegó. Esa era la primera vez que había pasado
desde que había empezado a cambiar. De repente, me sentía mucho mejor
con respecto a lo que ella tenía que mostrarme. Estaba haciendo
progresos, y el resto de esta pequeña cosa era sólo ruido blanco.
Ella estaba prácticamente temblando de emoción, como uno de esos
perritos que se menean enteros en lugar de solo la cola. —Cierra los ojos
—exigió.
Primero los rodé con un esperado y sufrido suspiro por si acaso,
pero entonces hice lo que me pedía. —Está bien, están cerrados.
Algunos susurros, un bajo juramento en voz baja, y luego una risa
sin aliento. —Está bien, abre.
Dejé a mis párpados abrirse y miré a la parte posterior de la puerta
del armario de Libby. En ella colgaba una chaqueta corta de esmoquin
negro y una minifalda negra. Por debajo de la chaqueta, una camisola de
seda del más ligero tono dorado se asomaba. Era tan bonito, como algo
tejido por Pulgarcita utilizando melena unicornio o alguna mierda, que
quería llegar y acariciarlo.
Avergonzada por mi ramalazo femenino, traté de quitarle
importancia. —Eh, ¿qué es eso?
Aun así, no podía dejar de dar un paso adelante para tener una
mejor visión. Pisé algo y miré hacia abajo para ver unas zapatillas pintadas
de dorado. Vans, para ser exactos. Mis Vans. Tenía la garganta áspera, y
sacudí la cabeza.
—Eran mi par favorito —murmuré, frotando el material blando de
camisa antes de dejarla caer de mis dedos. Me volví hacia Libby y ella 185
resopló, cruzando los brazos sobre su amplio pecho.
—Oh, jódete. No trates de fingir que no te gustan, porque sé que sí.
—Ella no podía permanecer enfadada porque estaba demasiado
malditamente emocionada por el hecho de que se las había arreglado para
sacar una victoria sobre mí—. Estaba tan enojada cuando el comité
impidió toda mi campaña de ―Vamos a expresarnos‖, y estaba segura de
que estaba perdiendo la apuesta. Entonces, fui a recoger mi moño y vi la
parte superior del coche y todo me golpeó. Así que robé tus Vans y pasé
dos días cosiendo la falda y adaptando la chaqueta. —Dio un paso atrás,
admirando con orgullo su trabajo—. Ahora vamos, dame las gracias como
una buena chica y pruébatelo.
No era elegante, pero estaba muy lejos de ser casual. Ella y yo
sabíamos que había estirado las reglas hasta el punto de que estaban
chillando por misericordia. Podría haberlo llamado travesuras, y consideré
eso. Luchando contra ello. Luchando contra ella. Pero el entusiasmo era
contagioso. Y, en ese preciso momento, sin garantías de otro baile nunca,
no quería nada más que probar ese hermoso y loco traje y llevarlo. Para
caminar, cogidos del brazo, con un chico lindo —mi cerebro entró en modo
de bloqueo antes de toser una cara o un nombre— para mí y beber ponche
de frutas demasiado dulce con trozos de arco iris flotando en él y reírme de
los ridículos movimientos de baile de Bink.
Sólo por una noche.
Tal vez no habría ningún chico lindo, pero Libby estaría allí, y Bink,
y tal vez el ponche tendría la cantidad exacta de dulce. Sin duda, podría
ser una adolescente normal por sólo una noche, ¿no?
Podía vivir dos semanas más u otros ochenta años. Demonios, los
semis eran notoriamente abundantes. Tal vez incluso ciento ochenta si
jugaba bien mis cartas. Pero este baile era para los jóvenes, y sólo habría
una reina del baile. ¿Y qué si era una estupidez?
Me quité los zapatos y la camiseta. —Está bien. Pero tenemos que
hacer algo con mi pelo, también. ¿Crees que podrías ponerlo en un nudo o
algo así?
Se podría haber pensado que le había extendido una invitación a
Hogwarts por la expresión de su cara. —Por supuesto. Sólo tenemos seis
horas, por lo que vamos a tener que trabajar rápido. —Se acercó,
sonriendo y frotándose las manos, y por una fracción de segundo, tuve
cierto miedo.

186
16
Traducido por Sofí Fullbuster & Katita
Corregido por Pau!!

Trescientos sesenta interminables minutos después, Libby y yo


salimos de su auto hacia el húmedo pavimento.
Aún hacía frío, pero al menos la fría lluvia no se había materializado
nunca. No es como si mi cabello fuera a alguna parte. Palmeé el crujiente
cruasán, y me di cuenta gravemente de que podría ser más fácil afeitar mi
cabeza que tratar de sacar las horquillas que Libby había empujado allí.
Aún estaba algo impactada por todo el asunto. 187
Tú le pediste que hiciera tu peinado, me recordé a mí misma. Y este
era un ejemplo perfecto del por qué tenía que ser más cuidadosa con lo
que deseaba. Hice una nota mental.
—¿Te dijo Bink a qué hora llegaría? —Libby le disparó una mirada al
reloj de bolsillo que cogió de su escote. Había ido por el estilo victoriano y
lucía malditamente espectacular. Era de un azul oscuro y una superficie
sedosa, con corsé y una falda como cascada en la parte de atrás. Añadió
su propio toque con un pequeño sombrero de copa que tenía un par de
gafas al estilo victoriano sujetado a él. En serio.
Habíamos llegado veinte minutos antes a la escuela, porque si me
hubiera sentado en su casa por otro minuto, observándola tratar de no
ponerse nerviosa, iba a sacar una de esas horquillas de mi cabello en
forma de casco y la mataría con ella. Mi estómago también se sentía atado
en nudos por el pensamiento de ver a Mac con Ella. Bailando juntos.
Tocándose… Empujé las imágenes a un lado, determinada a no dejar que
el que saliera con alguien arruinara lo que podrían ser las últimas dos
semanas de normalidad.
—Probablemente llegará a las siete, cuando todos los demás estén
aquí. Ya sabes, cuando el verdadero baile comience. —Le di una mirada
mortal, y se encogió de hombros.
—No me importa cuánto trates de arruinarlo, voy a divertirme esta
noche, y tú también.
No respondí porque no importaba. Palmeé mi cabello de nuevo y
presioné mis pegajosos labios juntos, frotándolos para sacar un poco del
brillo. Mi lado perra y reclamador estaba disparando un mosquete a un
batallón de tanques. Habría ganado tanto la batalla como la guerra, fin de
la historia. Estaba vestida como todo un pavo en el día de Acción de
Gracias, metida en el centro del puto remolino.
—Oye, ¿no es ese Anson Burrows con Molly Pescitore? Creí que era
gay.
Se apresuró para cotillear y me rezagué detrás, preguntándome si
Mac incluso vendría esta noche. Aún no había escuchado de él, y
comenzaba a preguntarme si tal vez estaba enfermo y había decidido
faltar, pero no podía alejar el auténtico miedo, el que me decía que no iba a
regresar.
¿Realmente me dejaría así?
Hablando del diablo. Menos de diez segundos después, su plateado
cupé entró en el aparcamiento, y mordí mi labio. Había regresado. Y, noté
con una malvada sonrisa, sin limosina para Ella. Debería estar enojada
porque todas las chicas populares habían llegado en ellas. Nana-nana.
Luego me regañé mentalmente. No había necesidad de comportarme como 188
una perra. Era un poco ridículo que la odiase, considerando que en
realidad no me había hecho nada malo.
Mac aparcó en un estacionamiento justo al lado de donde me
encontraba de pie, y me volví, determinada a que no me importase lo que
estaba vistiendo. Determinada a no ver a Ella lucir más linda que yo. Lo
que era ridículo, porque Ella era más linda que yo. Incluso si hubiera
decidido que hoy era el día para lanzar toda esa ropa de diseñador a un
lado y optar por un par de vaqueros de vagabundo y una camiseta sin
mangas, aún habría lucido mejor que yo. Ni siquiera te preocupas por ser
linda, me recordé a mí misma. Ignoré la punzada en mi corazón y comencé
a caminar, mis ojos trabados en la rápida retirada de Libby, el satín
cubriendo su espalda.
—Pensé que no ibas a venir —dijo una profunda voz detrás de mí.
Mierda.
Me volví, poniendo una brillante sonrisa en mi rostro, y moviendo la
mano en señal de saludo. Ella aún estaba saliendo del auto, pero Mac
había bordeado la parte delantera y se encontraba de pie allí, todo sexy
metido en un esmoquin con una larga y delgada corbata gris. El oscuro
material se apretaba sobre sus amplios hombros, y tuve la fatua urgencia
de poner mis manos sobre ellos y apretarlos. Su cabello, el que había
estado todo alborotado por el último par de semanas, estaba corto y casi
brutalmente pulcro de nuevo. Todo había regresado a su orden y lucía tan
tenso como siempre. El pensamiento me hizo querer pasar los dedos a
través de su cabello y desordenarlo.
Me maldije a mí misma, resistiendo la urgencia de tirar del anillo
que me había dado y que tenía en el bolsillo de mi ―vestido‖. Había tenido
miedo de perderlo mientras bailaba pero, maldita sea, lo necesitaba.
Tragué una bocanada de aire y pretendí estar calmada. —Sí, bueno,
Libby me obligó, así que aquí estoy.
Su intensa mirada viajó de mi rostro hacia mi cuerpo, deteniéndose
en la escotada camisola que hacía cosas excelentes tanto con mi piel y mis
chicas, y luego miró hacia arriba de nuevo. Era difícil permanecer toda fría
cuando el calor estaba extendiéndose a través de mí, por lo que extendí los
brazos y meneé los dedos al estilo de ese famoso paso de jazz. —¿Cómo
luzco?
Como la mayoría de la gente haciendo ese movimiento, luces como
una jodida idiota, gritó mi subconsciente.
Me aclaré la garganta y dejé que mis brazos cayeran a un lado. Los
labios de Mac se curvaron en una irónica sonrisa. —Preciosa. Y… como si
debieras haberte conseguido otro top.
Tal vez no era la declaración de amor que había estado esperando,
pero aun así me sentí emocionada. Por todas sus bromas acerca de mis 189
holgadas camisetas, mi nuevo estilo claramente lo distrajo y provocó su
incomodidad. Bien, entonces estábamos a mano, ya que constantemente
me distraía y me sentía incómoda a su alrededor.
—¿Mac? ¿Puedes ayudarme? —Ella tenía casi cincuenta kilos de
tafetán color esmeralda estrangulándola, y aún no se las había arreglado
para salir del auto.
—Lo siento.
—Te veo dentro, Maggie —dijo Ella despectivamente desde su prisión
en el asiento del pasajero del pequeño cupé de Mac.
Mi presencia había sido olvidada, por lo que murmuré una respuesta
antes de girarme de nuevo, dirigiéndome en la dirección por la que Libby
había ido.
Iba a ser una gran noche. Una. Gran. Noche.
Repetí esas palabras una y otra vez mientras hacía mi camino a
través del aparcamiento, caminando hacia las puertas. Un gran cartel con
la letra de nuestra canción de promoción colgaba sobre ellas, reforzando
mi mantra. —¡Somos jóvenes… prendamos fuego al mundo!
La ironía no se me escapaba.
De acuerdo a algunos de los libros que había leído, prender fuego al
mundo era en realidad una posibilidad para algunos semis. Para el resto
de los chicos en Crestwood, era sólo un recordatorio para coger la vida por
las pelotas e ir a por lo que quieran.
No pertenecía aquí.
La magia de la noche ya había desaparecido para mí, y el baile ni
siquiera había comenzado. Reflexioné en cómo me mataría Libby si me iba,
pero cuando lo pensé mejor, empujé a un lado la idea.
—Hola, Mags, luces humeantemente caliente. —Bink caminó junto a
mí y silbó—. E incluso mejor por delante. No puedo creer que la dejaras
meterte en esto. —Asintió hacia Libby, quien estaba charlando con la
multitud de chicos que la rodeaba en una esquina, luciendo tan feliz como
una perdiz.
—¿Meterme en esto? Nah, sé cuándo estoy siendo coaccionada. La
dejé hacerlo porque estoy malditamente segura de que es lo mejor que le
ha ocurrido este año. Y hablando de caliente. —Le di un vistazo a su
oscuro traje gris y la limpia camisa blanca y asentí con aprobación—.
Luces bien, hombre.
—Tengo días buenos —dijo Bink, apartando la mirada de Libby para
encontrarse con la mía mientras sacaba una imaginaria pelusa de su
robusto hombro—. Tengo que lucir bien para las señoritas ahora que estoy
de regreso al mercado.
190
Bien, o estaba protestando demasiado, o le estaba leyendo mal. Si
quería estar con Libby, jugar a ser Romeo con otras chicas no iba a hacer
que funcionase. Consideré decírselo, pero opté por esperar a que lo
captase. Vendría a mí cuando estuviera listo.
Cuando alcanzamos el gimnasio, abrió la puerta para mí y entré,
agradecida de estar en suelo sólido con mis zapatillas. No lo hubiera
admitido ni aunque estuviese siendo amenazada de muerte por un
tiburón, pero una de las principales razones del por qué nunca había sido
una fan de arreglarme era toda la cosa de los tacones. Me parecía un
accidente esperando para ocurrir el que los usase, pero creía que en algún
lugar, después de todo, me había convencido de que era algo estúpido
cuando, de hecho, pensaba que lucían bastante bien en algunas chicas.
Si alguna vez tuviera un excelente control sobre mis poderes de
semi, me prometí silenciosamente que los usaría para algo bueno… y para
ayudarme a caminar con tacones.
—El lugar luce bien —notó, moviendo la mano en dirección a las
plateadas y moradas serpentinas que colgaban de cada superficie
disponible.
Me habría encantado diferir. Parecía como si Jabba the Hutt26,
hubiese vomitado coristas de Las Vegas en todos los lugares. Era un poco
divertido, en serio. Este era el sitio al que los atletas estaban inclinados a
ir para jactarse sobre cómo escalar una cuerda, y al que los no-atletas

26 Jabba the Hutt: personaje de La Guerra de las Galaxias.


iban para someterse a sí mismos a ser ridiculizados por no ser capaces de
subir la cuerda, y este estúpido baile era casi lo mismo. Todos nos
encontrábamos allí para rendir homenaje a los atletas y su frialdad, y
además a las porristas, y a Libby, quien amaba el teatro que conformaban,
y quien había decorado el lugar. Era como la clase de gimnasia, pero con
algo de desodorante con olor a lavanda esforzándose para cubrir el olor a
sudor de los chicos y las pelotas de goma, y algo de papel cubriendo las
paredes. Voilá!
Libby se acercó, tan alta en sus tacones de siete centímetros como
lucía en la máquina elíptica. Los zapatos la hacían lucir como si midiera
cerca de un metro ochenta, y me pregunté cuántos chicos se armarían del
valor suficiente como para pedirle bailar. Su amplio pecho se sacudía
contra el top de su corsé mientras se acercaba, y sonreí interiormente.
Probablemente aún habría algunos.
—Estabas completamente equivocada —murmuró, lanzando una
rápida mirada tanto a la izquierda como a la derecha antes de inclinarse
hacia delante—. Un montón de gente llegó temprano. Aparentemente, Tony
Saunders fue atrapado en la parte de atrás con una pinta de vodka, así
que él y su cita fueron escoltados fuera.
191
Libby siempre estaba informada, y tuve que resistir la urgencia de
tirar algo de ponche en el suelo por el pobre Tony y mis colegas, que no
pudieron estar allí.
—Están aplicando mano dura cona la bebida este año —confirmó
Bink con un rígido asentimiento, pareciendo tener un momento difícil en
apartar la mirada del abundante escote de Libby—. El entrenador Branko
dijo que si alguno de nosotros era sorprendido borracho seríamos
expulsados del primer juego de nuestra siguiente sesión. —Apartó sus ojos
y observó a Libby con una mirada aprobadora, luego se inclinó hacia
delante—. Así que tendremos que asegurarnos de no ser atrapados. —
Palmeó su pecho, señalando que había contrabandeado algo en su bolsillo,
y resoplé.
—¿Qué tienes ahí? ¿Una cubitera? O tal vez NyQuil27.
Los padres de Bink no eran grandes bebedores, y mi madre no bebía
en absoluto. El último verano, cuando ambos habíamos decido beber en
su casa del árbol por el futuro, y sólo para poder decir que lo habíamos
hecho, habíamos dejado pequeños restos en las botellas.
Terminamos con una botella de jerez para cocinar y una cubitera
que sobró de la fiesta del Cuatro de Julio de la familia de Bink. No hacía
falta decir que, aparte del hipo por beber cerveza con sabor a limón y el
dolor estomacal, había sido un fallo épico. Desde entonces, Bink había
conseguido su parte de cervezas en las hogueras, pero yo había estado

27 Medicamento para el resfriado.


demasiado atrapada en mi propio drama como para molestarme con las
fiestas.
—No esta vez, chica-yo-no-bebo. Esta vez traje una botella de whisky
de mi tío Danny. Hay suficiente para hacer tres chupitos o más para
nosotros. —Nos niveló con una mirada desafiante—. ¿Están dentro?
Alcé un hombro en un evasivo encogimiento, pero era sólo una
distracción. No estaba dentro. Las cosas estaban demasiado jodidas para
mí; tanto como me deleitaba la idea de perderme un poco, me asustaba
perder el control.
Y… le había prometido a Mac que permanecería lejos de cualquier
cosa que pudiera descolocarme. Estábamos en terreno inestable, y se lo
debía demasiado.
—Tal vez —eludió Libby, pero sabía que tampoco quería hacerlo
realmente. Eso estaba bien; una vez el baile comenzara, Bink encontraría
alguien que le ayudase en su misión de emborracharse. Sólo esperaba aún
estar aquí, así podría conseguir algunas fotografías y postearlas en
Tumblr—. Pero voy a ver si puedo encontrar algunos chicos lindos para
bailar primero.
192
Los ojos de Bink se estrecharon por una fracción de segundo, pero
luego sonrió, tomando nuestros no como respuestas con calma. —Bien,
bueno, avísame. No voy a beber hasta más tarde, cuando los profesores
estén demasiado ocupados como para notarlo; así que, las veo más tarde,
chicas. Ahora, voy a ver si puedo encontrar a la señorita Nemkovic y ver si
me guarda un baile. —Meneó las cejas—. Estoy bastante seguro de que la
convenceré de que conseguir un pedazo del caliente Bink podría ser lo
mejor de su año.
Libby frunció el ceño y golpeó su brazo. —¡Iug!
Me reí y le hice señas para que se fuera. —Sí, buena suerte con eso.
Estoy segura de que te irá bien con ello. De hecho, creo que la vi
buscándote en el pasillo el otro día. Creo que te desea.
Parpadeó y se pavoneó lejos.
—¿Por qué lo alentaste? —preguntó Libby, su voz cayendo con
disgusto y un rastro de algo más. ¿Celos? La escruté fijamente. ¿Era
realmente algo de ambos lados? ¿Estaban ocultando secretos de mí, el uno
del otro?
No es como si pudiera juzgarlos. Mac me había pedido que no le
dijera nada a Libby sobre él, por lo que ella creía que el tiempo que
pasábamos juntos era para trabajar en nuestras columnas. Y Bink ni
siquiera sabía que era una semi. No podía ser así de hipócrita y juzgarlos
por tener secretos también, ¿no? Pero maldita sea, tenía derecho a saber lo
que estaba sucediendo entre mis dos mejores amigos.
De hecho, mi misión sería descubrirlo y, si lo necesitaban, darles un
empujón en la dirección correcta. De esa forma, si algo me sucedía, al
menos se tendrían el uno al otro.
Mi corazón dolió ante el pensamiento de nunca verlos de nuevo.
Mientras fuera voluntariamente al Concejo con Mac, eso no
sucedería. Aunque sería casi tan doloroso si los viese pero ni siquiera los
reconociera. Sólo así, mi humor, ya decaído, empeoró incluso más.
Forcé una sonrisa y sacudí la cabeza. —Sabe que no estoy hablando
en serio. Diablos, él ni siquiera estaba hablando en serio. Amaría ver su
rostro si le dijese que sí. Se mearía en los pantalones.
Mordió su labio y asintió lentamente. —Supongo.
Abrí la boca para presionarla, pero justo entonces, el director Jordan
se acercó al micrófono en el escenario y lo golpeteó, llamando la atención
de los que se encontraban en la habitación.
—¡Buenas tardes, estudiantes de Crestwood, y bienvenidos al
Snowflake Swirl de este año! —dijo con tal entusiasmo que los aplausos
duraron poco. Se aclaró la garganta y removió las pocas hebras del terco
cabello que se las había arreglado para aferrar a la cima de su brillante 193
cabeza—. Primero que todo, quiero agradecerle al equipo de porristas y a
los estudiantes del Concejo por su duro trabajo. Ustedes saben que no
seríamos capaces de haber hecho esto sin…
El resto fue un amortiguado borrón mientras me desconectaba,
optando por ponerme junto a la ponchera y marcar mi territorio poniendo
el bolso que Libby me había prestado en la mesa.
Hasta ahora, las cosas habían ido exactamente como imaginé que
irían, y eso no era bueno. Muchas de las chicas hablaban sobre sus
peinados y sus uñas, moviéndose como si no tuvieran ninguna
preocupación en el mundo. Y tal vez no las tenían.
No debería haber venido.
Deambulé alrededor por un tiempo, quedándome con Libby y Bink a
ratos, y luego deambulando un poco más. Había comenzado a pensar en
alguna posible razón médica para darle a Libby, así podría irme —piedras
en el riñón al principio de la lista— cuando alguien me tocó el hombro.
—¿Quieres bailar, Maggie?
Salté y giré la cabeza para ver a Rafe de pie allí. Tenía esa astuta
sonrisa que parecía siempre estar presente, y estaba a punto de decir que
no, cuando atrapé un vistazo de Mac y Ella bailando en la pista.
—Seguro.
Bailamos una canción rápida y luego me programé, moviéndome de
un lado al otro sin perder el ritmo. Aun así, me las arreglé para no mirar
en la dirección de Mac ni siquiera una vez, y todavía estaba palmeándome
en la espalda mentalmente cuando Rafe tomó mi mano.
—Déjame traerte algo de ponche.
Me encogí de hombros, resistiendo las ganas de alejar mi mano,
porque sería raro, aún si no me sentía cómoda con ello. Mis emociones se
sentían como una maraña después de pasar cuatro días sin estar con Mac,
mis poderes más incontrolables. Podía sentir la vitalidad de Rafe, una
vitalidad que llamó la atención de algo en mi interior, algo que se sentó y
olfateó el aire como un oso en la presencia de una colmena. Peleé contra
él, utilizando los trucos que Mac me había enseñado, y cuando llegamos a
la mesa del ponche, arranqué mi mano de su agarre. Sin daño no hay
pena.
Aun así, no pude evitar escanear la pista para ver si Mac nos había
visto con las manos sujetas. Para ver si le importaba. No debería haber
mirado. Él y Ella estaban pegados, cadera con cadera, meciéndose.
Dolor, tan afilado como una aguja, me apuñaló en el corazón, y
mordí mi labio duramente.
—Toma. —Rafe me tendió una taza con espuma roja, y me lo bebí de 194
golpe. Era repugnante, como lo esperaba, pero cuando me tendió otra, me
la bebí también. Utilizaría cualquier excusa para quedarme junto a la
ponchera, donde podía ver a mi peor pesadilla. Hola, masoquismo. Soy yo,
Maggie.
Cuando la canción terminó, también lo hizo mi paciencia. Esta vez
me olvidé de la precaución y agarré la mano de Rafe, empujándolo de
regreso a la pista de baile. La letra de Clarity resonó a través de los
parlantes y no pude evitar cantarla. No era una gran fan del tecno, pero
esta canción en particular era como mi himno este año.
Las letras eran tan exactas para el momento, que daba miedo, y el
ritmo golpeaba tan fuerte que el suelo vibraba. Me sentí salvaje,
emocionada y aterrorizada cuando me moví a la derecha al lado donde Mac
y Ella estaban bailando.
Rafe y yo frente a frente, y dejé descender su mano. Entonces
empecé a bailar. Puede que no haya sido atlética, y no podía cantar una
nota, pero era bastante buena en el baile. Cuando no podía conseguir que
mamá y papá lo hicieran conmigo, cogería al gato, y a veces, si tenía un
poco de chocolate con el cual sobornarlo, incluso a Bink.
Así que, en la pista de baile, hice lo mío. Cerrándome a todas las
demás personas, sólo dejé que mi cuerpo sintiera el ritmo.
No bailando con Rafe.
Bailando para Mac.
Patético, tal vez, pero no me importaba. Giré mi cabeza y miré hacia
arriba para encontrar a Mac a mi lado. Se movía al compás mientras Ella
se retorcía alrededor delante de él, pero eso era todo, y tenía una mirada
extraña en su rostro.
Entrecerré los ojos hacía él, parte de mí todavía enojada. Pero en ese
momento, bailar mi canción favorita, meciendo mi par de zapatillas
favoritas... más o menos, mi chaqueta como segunda piel y mi pequeña
falda, eran el centro de su atención. No podría haber estado más
satisfecha. Sigue mirando, chico Mackie.
Me giré para enfrentar a Rafe, sorprendida cuando la habitación se
inclinó un poco. ¿Me había olvidado de comer? Sip. —¿Sabes cómo hacer
el Wobble28? —Grité sobre la música.
Negó con la cabeza, pero se acercó más, y me sentí valiente y
estúpida, así que lo dejé. Luego me volví hacia el lado, enganchando mi
cadera con fuerza contra él, haciéndolo tropezar un poco hacia un lado.
—Hagamos un poco de ambiente. —Y empecé el Wobble, mis caderas
retorciéndose y girando hacia un lado—. Vamos. Haz el Wobble conmigo.
Él me envió una sonrisa maliciosa. —¿Es esta la canción correcta? 195
Negué con la cabeza y reí. —Nope. Pero no me importa.
Sus ojos estaban pegados a mi pecho, y de repente, a él no parecía
importarle tampoco. Se acercó e imitó mis movimientos. El DJ debe de
haber alcanzado a verme, porque cuando la canción terminó medio minuto
más tarde, el Wobble se encendió. Rafe y yo ya estábamos en el balanceo
de la misma y, a continuación, estaba en marcha. Tenía mis brazos en ella,
levantando el techo, chasqueando los dedos, moviendo el culo,
descendiendo hacia abajo.
Por un segundo, me olvidé de todo, incluso de Mac, y sólo actuaba
como una tonta. Algunas de las parejas que nos rodeaban se
desaceleraron para vernos, y luego se convirtió en una fiesta mientras se
unían.
Cuando levanté la vista, Mac estaba delante de mí, con los ojos
grises ardiendo en plata, y yo me sentía victoriosa. Estaba lista para una
pelea... más que lista, pero nunca llegó. Entonces él estaba bailando
también. No tenía idea de donde había ido Ella, pero no me importaba.
Rafe se desvaneció, y tomé este humor tonto, salvaje y loco en el que
estaba, y lo vertí todo en Mac. Nos meneamos, movimos, y mecimos. Mi
rostro herido de sonreír, y cada vez que estábamos lo suficientemente
cerca de tocarnos, yo enviaba una pequeña explosión de energía hacía él,
que me la devolvía, con sus labios retorciéndose. Su pelo era un desastre
ahora, y su mirada era puro fuego, dando por primera vez un vistazo a mis

28 Canción de hip-hop del rapero V.I.C.


labios brillantes, y arrastrando su mirada sobre mi top sedoso y mi casi
no-falda. No pude resistirme a darle la espalda y moverme lo
suficientemente cerca para acariciar su pecho, lo que resultó en un
murmurado ―Jesucristo‖ que hizo que mi corazón brincara.
La canción se terminó y me entraron ganas de llorar. Se había
acabado. Mi único momento perfecto en el Swirl había terminado ya. Pero
al parecer, el DJ quería aprovechar al máximo todos los bailarines en el
suelo y mantener el flujo de la noche, pinchando de siguiente la canción
“Teach Me How to Dougie”. Fue un baile que Libby y yo habíamos
perfeccionado en el espejo el verano. Y así nos pusimos a bailar. Mac y yo,
el Rey de la Nieve (no Mac) y la Reina (Summer), y los frikis, y los
deportistas, y Rafe, y hasta el señor Foster. Más o menos.
Fue. Impresionante. Por una canción, nadie fue el bicho raro o el
marginado o el semi. Por una canción perfecta, estábamos en terreno
llano. Todos teniendo una buena sesión de baile.
No quería que se detuviera. Me sentí tan viva, tan libre y feliz, pero
cuando me di la vuelta para enfrentar a Mac nuevo, estaba Ella, con el
rostro apretado en una mueca de fastidio.
—Me lo perdí —gritó, mientras el final de la canción se desvanecía y 196
una canción lenta tomaba su lugar—. Todo el mundo se estaba divirtiendo,
y yo estaba esperando en la cola para el estúpido baño.
Mac dio un paso atrás y le sonrió disculpándose. —Lo siento —le
tendió la mano—, vamos, vamos a bailar esta.
Su rostro se iluminó, y la mirada que me dio fue la de un gato con la
boca llena de canario. Ella le pasó los dedos por el pelo rápidamente,
haciéndolo presentable de nuevo, antes de tomar su mano. Lo último de la
felicidad se heló dentro de mí y di un paso atrás, dándoles un saludo.
—¡Nos vemos después!
El signo de exclamación estaba en toda la frase. Sonaba como la
jodida mascota de los Patos. Me había dado cinco puntos de exclamación
máximo de por vida, y yo sólo tenía dos a la izquierda de sobra ahora.
Maldita Ella.
Rafe se colocó detrás de mí con un vaso de ponche. —Te ves
sedienta.
Lo tomé y me lo bebí antes de limpiarme la boca con la mano. —
Vamos a bailar.
No me importaba una mierda. Algo se había desatado dentro de mí,
y la idea de estar en un rincón mirando a Mac bailar con Ella me hacía
querer gritar. Tenía que saber que me estaba haciendo daño, ¿verdad? Era
hora de ver si podía hacerle daño también.
Rafe y yo salimos de la pista de baile, y tuve que hacer mucho
estímulo para conseguir que me tirara cerca de él. Sus manos estaban
ocupadas, deslizándose sobre mi cintura, ahuecando mis caderas. Apenas
sentí. Todo lo que podía sentir eran los ojos de Mac en mí y la extraña
sensación emocionante que se fue apoderando de mí.
—¿Cómo estuvo el ponche? —preguntó Rafe, agarrando mi cadera
firmemente y moviéndose contra ella.
Yo tenía una visión clara de Mac, y su mandíbula apretada, a unos
metros de distancia. Sus ojos se encontraron con los míos, y no podía
decir con seguridad si era dolor, pero había una copiosa cantidad de furia.
Excelente.
—El ponche —le pregunté, casi sin prestar atención—. Estaba bien,
¿por qué?
Rafe dio unas palmaditas en mi culo y se echó a reír. —He añadido
un poco de algo especial. —Se restregó contra mí otra vez, y esta vez me
alejé.
—¿Qué quieres decir? —Me tomó un segundo para centrarme en su
cara y luego me di cuenta. Esto era lo que sentía. No era sólo el baile o la 197
adrenalina por lo que me había estado sintiendo tan suelta y salvaje.
Había drogado mi bebida.
—Jesús, Rafe, podrías haber preguntado —dije entre dientes,
luchando contra él. No tuve que luchar por mucho tiempo antes de que
una voz interrumpiera.
—Necesito hablar contigo.
Mac se situó por encima de mi hombro, y me volví hacia él. Se
alzaba sobre mí, y por primera vez me di una patada a mí misma por no
llevar tacones. Cuando se puso de pie junto a mí, me sentí como si hubiera
algún tipo de medida pasando, y a mí me faltaba.
Mi cerebro empapado en alcohol corrió, y una risa burbujeó en mi
garganta. Es curioso cómo, cuando comenzamos a entrenar, había sido un
alivio tan grande que fuera tan fuerte y no le pudiera dañar, pero ahora
estaba empezando a perderme por él y tenía la habilidad de hacerme daño,
estaba desesperada por tener el mismo tipo de poder sobre él. Se sentía
demasiado desigual de esta manera. Tenía la sartén por el mango, y yo no
tenía nada. Vulnerable. Como ahora.
No parecía haberle gustado que me riera, y su boca se torció en una
línea apretada. —Ahora. —Su tono hizo que mi sangre se helara, pero el
temor sólo me hizo más loca.
—Estoy bien, gracias —dije, volviendo a Rafe, pero eso no fue nada
bueno.
Mac se acercó y tomó mi muñeca, tirando de mí hacia la salida. Tiré
con fuerza de mi muñeca, pero no la soltó.
Rafe tenía una extraña sonrisa en su rostro que, incluso para mi
mente alterada, parecía fuera de lugar. Nos llamó mientras nos íbamos. —
Asegúrate de traerla de vuelta en una sola pieza. No he terminado con ella
todavía.
Bueno, eso fue ew y no muy genial. Le debía una bofetada en cuanto
volviéramos.
En lugar de luchar con Mac y causar una escena, dejé que me
llevara hacia la salida del gimnasio y al pasillo vacío.
—¿Qué demonios fue eso? —gruñó, girándose hacía mí, su cara era
una máscara de furia.
—¿Qué? Estaba bailando. —Crucé los brazos sobre mi pecho y me
encontré con su mirada, respondiéndole con una glacial por mi parte—.
¿Qué te importa, de todos modos? —le respondí, sacudiendo la cabeza
hacia atrás para mirarlo a los ojos.
—Tú no sabe lo que es. —Sacudió la cabeza lentamente, con clara
advertencia en sus ojos. 198
Mi cerebro se sacudió, y tuve que repetir las palabras en mi mente
sobre la descripción. No quién. Qué. —Dime que es una broma. —¿Otro
semi en Crestwood?
—Él es una mala noticia, y si estás ignorando todo lo que te he
dicho, por favor, al menos presta atención a esto. Mantente alejada —El
enojo seguía allí, pero la preocupación por debajo de todo me hacía
prestarle atención.
—¿Cómo lo sabes?
—Cuando llegué a casa, pregunté por ahí. Sintieron que yo había
sido demasiado blando contigo cuando llegué por primera vez aquí, así que
lo enviaron como una copia de seguridad por si acaso yo no seguía el plan.
Eso es todo lo que sé hasta ahora, pero algo no se siente bien. Hasta que
no sepa lo que es, necesito que te alejes de él.
Consideré sus palabras, y pensé en mi interacción con Rafe. Rafe era
un idiota. Engreído, fanfarrón, y había drogado mi bebida, pero sin duda
no era el Mal de plano. ¿Tal vez era algo más que Mac sentía por Rafe
como lo que yo sentía por Ella? Mi poder se retorció inquieto ante la idea
de ella en sus brazos, y pasé de compartir la preocupación de Mac a estar
mayormente molesta en tres segundos.
—¿Cómo es que se te permite salir con quien quieras, pero hiciste tu
misión el asesinar mi vida social y no me permites hacer un amigo nuevo?
No he hecho nada malo. —Traté de detener el resto de las palabras que
salían a borbotones, pero no pude. Ponche drogado PLV29—. Tal vez estas
celoso. ¿Has pensado en eso?
La sonrisa que torció sus labios era cualquier cosa menos feliz, y me
preparé. Estaba a punto de ponerse malo.
—¿Celoso? ¿De qué, Maggie? ¿De que tu vida sea de doce jodidas
maneras diferentes y que no tienes ni idea de cómo solucionarlo? ¿Que
estas a un par de semanas de distancia de despojarte de tus poderes y tu
memoria borrada?
Ouch.
—Está bien. Si así es como te sientes, entonces tal vez no voy a
molestarte más. Sólo puedes tomar el tiempo que solías pasar conmigo y
gastarlo todo con la estúpida Ella, ya que te gusta tanto. Tal vez pueden
hablar sobre One Direction, y de cómo, si Miley Cyrus fuera presidente, el
mundo sería un lugar mejor.
Lo empujé por el pecho y empecé a marcharme, pero me detuve
cuando me di cuenta de que no había hecho todavía bastante. Me di la
vuelta, ignorando la sala girando el tiempo suficiente para añadir: —Y, por
cierto, tu chaqueta es estúpida. Tu pelo es estúpido. Incluso tu acento es 199
estúpido.
Quemado.
No importaba lo infantil que fuera, las palabras eran liberadoras, y
me di una palmada mentalmente. Hasta que me agarró por el brazo y me
arrastró hacia él, muy cerca. Lo suficientemente cerca para sentir su
aliento en mi cara. Hacía calor y olía a chicle de menta. Tragué saliva
cuando me encontré con su mirada tormentosa.
Estaba furioso. Real, total y malditamente molesto.
Por fin había logrado que reaccionara. Finalmente le había afectado
tanto como él me había afectado. La sádica parte bebida de mí le cantó,
aun cuando la parte más inteligente de mí se encogió.
—¿Sabes lo que es estúpido, Maggie? Esta discusión. ¿Y sabes lo
que es aún más estúpido? Que piensas que yo quiero hacer algo de esto.
Pasar el rato alrededor en tu escuela, tomar clases de cosas que aprendí
cuando tenía diez años, ir a los bailes con las chicas que piensan que
Snooki es un modelo a seguir. No pedí nada de esto. Yo soy de una línea
de Protectores. Una línea que sirve con honor, y aquí estoy, golpeando mi
cabeza contra la pared tratando de enseñar a una niña impulsiva cómo
evitar matar a alguien. —Su respiración salía y entraba de sus pulmones
mientras su ira ardía lo suficiente que podía sentirla verterse encima.
Traté de dar un paso atrás, pero respondió, dando un paso adelante.

29 Por La Victoria. En inglés FTW: For The Win.


¿Protector? ¿Es eso lo que era su trabajo? ¿Protegerme? Era curioso,
hace semanas me sentía como una herida abierta. —Oye, vamos a
tomarnos un minuto y calmarnos.
Su risa era corta y dura. —¿Ahora quieres calmarte? Te pasas toda
la noche provocándome hasta que no tengo una jodida onza de calma en
mí, ¿y ahora quieres que me calme?
Abrí la boca para confirmar que, efectivamente, sería un buen
comienzo, pero lo único que salió fue un hipo alto.
Sus ojos se abrieron antes de que se estrecharan en hendiduras
heladas. —Has estado bebiendo —dijo rotundamente.
No era una pregunta, y no lo negué, ni siquiera expliqué. Había roto
mi corazón en mil pedazos esta noche. Que se jodiera. Yo no le debía nada.
Se adelantó y yo di un paso atrás, pero fue implacable,
empujándome hacia atrás hasta que me arrinconó contra una fila de
casilleros. Luego se inclinó hasta que estuvimos frente a frente. —Me
estaba preguntando por qué lo habías hecho. ¿Siquiera te diste cuenta de
que todos te seguían a ti y a tus movimientos? ¿Viste a todos los chicos en
la sala mirándote? 200
Estaba celoso. Eso no debería haber hecho que me emocionara, pero
en cierto modo lo hizo. —Rafe me estaba mirando, pero aparte de él…
—¡No! —Golpeó el armario detrás de mí, y di un respingo—. No sólo
Rafe. Jodidamente todos. Porque estabas lanzando chispas de poder como
una maldita bola de discoteca, y los chicos estaban como polillas con
ganas de acercarse a ti.
Negué con la cabeza, sin poder procesar la información. —Espera,
¿qué?
—Te dije que no bebieras, y no me escuchaste. Jesús, Maggie,
alguien podría salir lastimado. Pensé que tenías una oportunidad —
murmuró.
Esa última frase me llegó demasiado, haciendo que mi estómago se
hundiera. Él se estaba rindiendo conmigo. —Mac...
Le toqué el pecho, y me agarró la muñeca, su ardiente mirada en la
mía. Mi corazón saltó en mi garganta, y apenas oí su murmullo: —A la
mierda —antes de que inclinara su boca sobre la mía.
No dudé ni un segundo. La idea de que me dejara... que renunciara
a mí, me puso frenética. Tiré mi brazo de su agarre y me aplasté contra él.
Cuando eso no fue lo suficientemente cerca, me apreté más fuerte. Su
boca estaba caliente y sus labios devoraron los míos. No fue limpio, no fue
bonito, pero fue todo. Dando. Tomando. Devorando.
Su mano descendió hasta abajo para agarrar mi trasero, me levantó
hasta que sus caderas empujaron contra la mía. Dios, se sentía bien. El
poder dentro de mí se alzó y quemó como un sol naciente en mi vientre.
Traté de concentrarme, pero no pude mantenerlo, golpeando a Mac con
una explosión. Él no se detuvo, amasando mi trasero con sus grandes
manos, empujando hacia atrás con su propio poder que me chupaba como
una flor. Un recuerdo se burló de mí, y me aferré a él.
El olor de la canela llenó mis sentidos. Mac estaba apoyado cerca de
la chica de pie delante de él. Ella era cálida, su espalda presionada contra
su pecho. Se suponía que debía estar ayudándola, por el amor de Dios, no
oliendo su cabello. Ella no era para él. Ni siquiera tenía que hacerse amigo
de ella, mucho menos hacer algo como esto. Jesús, ¿podía oír ella los
latidos de su corazón? El impulso de envolver sus brazos a su alrededor y
apretarla con más fuerza contra él... La tentación de deslizar sus manos
alrededor de la parte delantera de su cuerpo caliente era tan fuerte, que
casi no se resistió. ¿Cuántas veces había permanecido despierto pensando
en ella y en ese destello de su estómago plano tan deseable cuando alzaba
los brazos? Demoledora, horrible e increíble tortura.
No es para ti, Cormac. Ella no es para ti. Una alarma sonó y…
201
El recuerdo fue arrancado tan rápido que lo sentí como una
bofetada, y Mac no se quedó atrás. En un segundo estaba allí, con su boca
contra la mía, y al siguiente estaba a medio metro de mí, sin aliento.
Me dejé caer contra el frío metal de las taquillas, todavía aturdida
por el beso... por su recuerdo. De mí. De nosotros, la noche que habíamos
irrumpido en la escuela.
—Esa mierda que acabas de hacer —susurró, esforzándose al
tragar—. Es por eso que no puedes estar rodeada de gente. Eso hubiera
matado a cualquiera excepto a mí. —Cerró los ojos, e incluso el conjunto
sombrío de su mandíbula no me preparó para sus siguientes palabras—. Y
yo no quiero ser parte de ello. O de ti. No me fío de Rafe. Me pondré en
contacto con el Concejo mañana y solicitaré que envíen a otro reemplazo
para mí para terminar estas dos últimas semanas. Vuela a tu casa,
Magpie. Antes de que lastimes a alguien más.
Salté hacia delante y lo empujé lo suficientemente duro para que
diera un paso atrás para recuperar el equilibrio, y luego corrí. Si pudiera
haber volado, lo habría hecho, porque nunca en mi vida había necesitado
alejarme de alguien tan desesperadamente.
17
Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Cami G.

Me tomó veinte minutos recuperarme lo suficiente para que pudiera


salir del baño y trastabillar de nuevo al gimnasio, pero lo hice. Acababa de
lograr fijar una sonrisa falsa en mi rostro cuando Bink se acercó.
—Hola. —Miró alrededor con confusión—. Vine a bailar con ustedes.
Libby dijo que te divertías hace un rato. —Miró por encima de mi hombro y
me envió una mirada inquisitiva—. ¿Qué pasó con el Falso Gyllenhaal?
Forcé una sonrisa, pero solo porque él la esperaba. —Probablemente 202
con su cita.
Su mirada azul se estrechó en mi cara, buscando. —¿Sí?
Mierda. Se había dado cuenta de cómo me sentía por Mac. Supongo
que toda una vida de amistad hace eso. Sin embargo, es a veces
inconveniente..
—Sí. Y no me importa, ¿de acuerdo? —Crucé mis brazos y lo miré,
pero mantuvo sus ojos fijos en los míos. Me armé de valor, preparándome
para otra discusión, pero me dejó librarme.
—Está bien. ¿Qué tal si nos encargamos de algo de este Jack
Daniel‘s30 entonces? Podemos quedarnos en las gradas y tomar un poco de
aire.
Miraba por encima de mi hombro y parecía tener prisa, así que supe
que algo andaba pasando. Lo rodeé para ver, e inmediatamente deseé no
haberlo hecho.
Ella y Mac, arrimados apretadamente, balanceándose lentamente
con una canción de Ne-Yo. La mano de ella reposaba enterrada en su pelo,
y su cabeza se encontraba contra su ancho hombro. La sonrisa en su cara
era nauseabunda. Se veía como un niño soñando con Disney World y
casas hechas de dulce, y me pregunté por un momento si me vería
idéntica si Mac me hubiera pedido un baile lento. Esperaba que no.
Parecía una maldita idiota.

30Destilería y marca de whiskey estadounidense de Tennessee.


Giraron y él miró hacia arriba, encontrando mi mirada. Era
totalmente… inexpresivo. Como si estuviera mirando a la cara de un
desconocido.
Enganché mi brazo con el de Bink, uniéndonos al estilo alas de
pollo, y sonreí. —Suena como un plan excelente. Creo que Jack y yo nos
vamos a llevar bien.
Mi mente daba vueltas como una bailarina, necesitaba salir de esto
por un tiempo y simplemente no pensar. Si no salía de ahí… si no paraba
de pensar en lo que él había dicho, lo que habíamos hecho… si no me
quitaba de la cabeza la imagen de él y Ella bailando, me volvería loca.
Tomaría una copa con Bink afuera, Libby podría llevarnos a casa después
del baile, y yo perdería el conocimiento en mi cama, sola, donde no podía
herir a nadie.
Prácticamente lo arrastré a la salida, y nos escapamos, mirando
alrededor para asegurarnos de que no nos vieran.
La noche estaba insoportablemente caliente y despejada, y las
estrellas brillaban. Seguía siendo New Hampshire, y me estremecí.
—Aquí —murmuró él y se alejó, deslizando su brazo del mío y 203
quitándose su chaqueta—. Usa esta también. La tuya no es suficiente para
mantenerte caliente.
La apreté alrededor de mis hombros, respirando el olor a
desodorante Axe que odiaba, pero que me reconfortaba porque me
recordaba a Bink.
—Gracias.
—Le envié un mensaje a Libby, y nos encontrará bajo las gradas. No
creo que yo vuelva a entrar. No tiene sentido, en realidad. No hay chicas
buenas solteras. Incluso Libby está aburrida. —Miró hacia otro lado
cuando dijo la última parte, como si estuviera ocultando algo, y me
pregunté si de hecho había estado conectando con alguna chica cuando lo
saqué. Casi le dije que volviera adentro, pero decidí jugar la carta de la
amiga de mierda y permanecer en silencio.
El pensamiento de no tener que volver allí para nada era más que
emocionante, y me entraron ganas de llorar de alivio. En cambio, me
incliné más hacia él y cruzamos a través de las hojas heladas del césped
que cubrían la longitud del campo de fútbol hasta que llegamos a las
gradas. Se sentó y palmeó el espacio junto a él, y el aluminio hizo un
sonido hueco. Me preguntaba si este lugar era menos deprimente lleno de
fans gritando, o si era solo mi estado de ánimo que hacía que todo se
sintiera triste.
—¿Esta es tu primera vez haciendo esto? —preguntó Bink.
¿Sin contar esta noche, sin querer? Pero no dije eso, porque él
hubiese querido volver al baile y patear el trasero de Rafe. En su lugar,
asentí y me senté, jadeando por el frío que se filtraba a través de mi falda.
—¿Bebiendo? Sabes que lo es. A menos que cuentes esa vez con las
hieleras.
—Lo cual no hago —dijimos los dos al mismo tiempo y luego reímos.
—No, de hecho. Me refiero a tu primera vez en estas gradas.
Pensé en ello por unos segundos antes de que mi aún atontado
cerebro por el licor pensara una respuesta. Era mi primera vez. Me las
había arreglado para evitarlas por dos años hasta el momento, lo que era
una impresionante hazaña, si me permiten decirlo.
—Síp. Y son al menos cinco veces menos cómodas de lo que parecen,
así que eso es algo.
Empujó mi hombro con el suyo. El peso que había estado
presionando contra mi pecho como una pieza de granito se aligeró un
poco, y me acomodé más en el asiento.
De acuerdo, quizás el baile había sido horroroso, pero estaba con
Bink ahora, y Libby venía en camino. Pronto estaría en casa y en un
estado de no funcionamiento. Con el tiempo, tal vez incluso olvidaría que 204
esta noche había sucedido.
Además, Mac y yo no éramos nada más que problemas juntos. Y
mucho de lo que sentía por él probablemente se ataba a la alegría de
encontrar a alguien como yo. Alguien… otro.
Él sabía lo que era ser raro, estar arruinado por dentro y tener las
cosas totalmente fuera de control. Fue un escape para mí poder ser yo
misma alrededor de alguien. Muy fugazmente, mi borracho cerebro me
envió un mensaje motivándome a decirle a Bink sobre él. Sobre mí. Sobre
lo que éramos y lo que podíamos hacer. Pero algo hizo que cerrara la boca
en el último segundo, y en su lugar me quedé mirando fijamente al amplio
y oscuro marcador. ¿Habían pasado solo unas semanas desde que
comencé a contar puntos entre Mac y yo? Debí haber sabido desde el
principio que este juego iba a ser demoledor.
—Sé que te sientes mal, Mags, pero ese tipo es un perdedor. Nunca
sonriendo, siempre con esa mirada de mierda en la cara. No sé por qué te
la pasabas con él, en primer lugar.
Asentí, pero mi corazón no prestaba atención. No saldríamos nunca
más. Nunca más, así que Bink no tenía por qué preocuparse.
Extendió la mano y agarró la solapa de su chaqueta, todavía sobre
mis hombros, buscando un segundo, antes de tirar de la botella del
bolsillo interior.
—¿Le gustaría a la dama una pizca de licor? —preguntó, en lo que
supuse fue su intento de un acento británico, pero fracasó
estrepitosamente y terminó sonando como Arnold Schwarzenegger31. Movió
la botella delante de mí y la alcancé, pero luego negué con la cabeza. Tan
furiosa como me sentía con Mac, él tenía razón en una cosa. Menos control
sobre mis poderes era la última cosa que necesitaba, y no iba a empeorar
las cosas a propósito. Ya estaba lo suficientemente borracha por los dos,
gracias a Rafe.
—Genial, ¿estamos pretendiendo que somos de Austria? —preguntó
Libby sin aliento, corriendo hacia las gradas en la oscuridad.
Bink rodó los ojos, pero su sonrisa creció mientras ella se acercaba.
—¿Cómo incluso sonaría eso? Las únicas personas que pueden hacer un
acento austriaco son las personas de Austria. Ese fue mi acento de
mayordomo inglés. Actualízate con el programa.
Ella le restó importancia con la mano y me escrutó severamente. —
¿Estás bien? Tu cara está toda roja. —Se acercó y se sentó frente a mí,
extendiendo su vestido a su alrededor como una reina.
—Sí, solo un poco borracha —dije con una sonrisa temblorosa. Me
sentía extraña. Sabía que estaba triste, enojada, y estresada desde que
Mac había descargado todo sobre mí y roto mi corazón, pero veía todo a
través de una nebulosa y salvaje niebla—. Rafe le echó alcohol a mi 205
ponche.
—¡Cabrón! —Libby comenzó a dar vueltas como si fuera a patearle el
trasero, y Bink se levantó, pero los jalé a ambos hacia abajo.
—Está bien. Me dijo que se iba —dije, demasiado agitada para
sentirme culpable por la mentira. Era por la seguridad de todos los
involucrados. Lo último que quería era que Bink o Libby salieran
lastimados—. Vamos a disfrutar el resto de la noche juntos. —Ampliando
mi boca en lo que esperaba fuera una sonrisa.
Bink sostuvo mi mirada por un instante, luego se sentó de nuevo,
levanto la botella de JD, y la sacudió hacia Libby.
Libby negó con la cabeza y lo señaló. —Tú primero.
Bink respiró hondo, sostuvo la botella en sus labios, y luego echó la
cabeza hacia atrás, su garganta trabajando mientras tomaba un trago.
Tragó saliva y me dio una sonrisa perezosa. —Eso no estuvo tan mal.
Sus mejillas se habían sonrojado un poco, pero lo manejó mucho
mejor de lo que probablemente habría hecho yo, así que metí los meñiques
en mi boca y dejé escapar un bajo silbido apreciativo.
Hizo una reverencia y luego le tendió la botella a Libby.
Ella pareció considerarlo por unos segundos, pero finalmente negó

31Actor austriaco reconocido mundialmente por su película ―Terminator‖. Actualmente es


el gobernador de California.
con la cabeza. —Creo que voy a pasar; de esa manera los puedo llevar a
casa dentro de un rato. Tú adelante. Podemos recoger tu coche mañana.
Después de todos los ruegos y súplicas, toda la coacción y las
quejas, ¿ahora no veía la hora de irse temprano? Pensé que tendríamos
que suplicarle para irnos. —¿Qué sucede? —Sostuve su mirada y la
desvió, claramente incómoda con el interrogatorio.
Se encogió de hombros y miró lejos. —Simplemente no me estoy
divirtiendo tanto como pensé que lo haría.
No podía decir si decía la verdad o trataba de salvarme de la miseria
de ver a Mac y Ella juntos, pero de cualquier manera, no tuvo que
preguntármelo dos veces.
Estaría fuera de allí y lejos de Mac, y eso era bueno. Enamorarse de
un chico que se iba al segundo que encontraban a alguien para
reemplazarlo era una mala idea. Enamorarse de un chico que tenía novia
era una terrible idea.
Y enamorarse de un chico que no sentía lo mismo era la peor idea
del mundo.
Me agarré al frío metal de la grada, y se calentó bajo mi mano. 206
—¿Mags? ¿Estás bien? —preguntó Libby, acercándose para
alcanzarme.
—Sí. Muy bien. —No. Todas las palabras de Mac vinieron corriendo
hacia mí.
Consentida.
Impulsiva.
Infantil.
Y tenía razón. ¿Qué estaba pensando incluso al venir aquí esta
noche? Respuesta corta, no pensé.
—Creo que tengo que ir a casa ahora mismo.
Bink y Libby intercambiaron una mirada, y ella asintió. —Suena
bien para mí. Bink te ayudará a atravesar el campo mientras saco el
coche.
Al puro estilo Libby, salió corriendo mientras Bink me agarraba del
brazo y me ponía en mis pies. Me sacudí y apoyé en él, mis piernas
sintiéndose como gelatina.
—Te quiero, hombre —murmuré, mis palabras saliendo casi tan
claramente como habían estado en mi cabeza, las cuales no estaban en
absoluto. Me sentía aún más borracha de lo que había estado antes, si eso
era posible. La falta de alimentos, combinada con todo el estrés y las
noches sin dormir, debían haberme alcanzado.
Bink solo rió y me atrajo más cerca, medio llevándome fuera de las
gradas.
—Eres enana, así que pensé que serías un peso ligero, pero dos
vasos de ponche con licor y te estás arrastrando. Eso es embarazoso,
amiga.
Fueron tres, pero no le corregí. En cambio, dejé que me llevara a
través del campo, y traté de no arrojar mis hermosos zapatos dorados.
—Me odia —susurré en un sollozo que ni siquiera sabía que
permanecía encerrado en mi garganta.
Bink desaceleró y giró, estabilizándome hasta que pude mirarlo a los
ojos. —¿Por qué te odia?
El bueno de Bink ni siquiera tenía que preguntar a quién me refería.
Eso era una suerte. No creía que pudiera decir su nombre en voz alta.
Pero llena de licor, con Bink mirándome, su rostro familiar lleno de
preocupación y sus ojos azules de bebé fijos en los míos bajo la luna, no
pude impedir que la verdad saliera.
—Porque soy mala. 207
Sus cejas doradas se juntaron, y negó con la cabeza. —No. Ni
siquiera te acercas. Eres una de las mejores personas que conozco, Mags.
Si te odia, problema suyo.
Me tambaleé hacia adelante, mi corazón tan lleno de amor por mi
amigo. Envolví mis brazos alrededor de su cintura y lo apreté. Sus gigantes
brazos se cerraron a mí alrededor como una manta, y lloré.
Nos quedamos así durante unos minutos hasta que los faros de
Libby brillaron en nuestra dirección, y entonces me cogió y me llevó hasta
el coche.
Era mi maldito héroe.
Y entonces lloré un poco más. El frente de su camisa se encontraba
empapado para cuando llegamos al estacionamiento, y Libby corrió por un
lado del coche para abrir la puerta. Bink me puso suavemente en el
asiento, dio la vuelta hasta el otro lado y se subió en la parte de atrás
conmigo. Me dejé caer sobre su cálido hombro y cerré los ojos, dejando que
su calor se filtrara en mi interior, dejando que el dolor y la tristeza se
desvanecieran mientras me deslizaba en el olvido.
No sé lo que me despertó bruscamente, Bink apartándome lejos o la
explosión de energía que se derramó sobre mí.
Me senté de golpe con horror cuando un sentimiento… un
pensamiento se enrollo a mi alrededor.
Amor puro. Dios, Libby es tan hermosa. Tan jodidamente inteligente y
divertida. ¿Por qué razón alguna vez le gustaría? Estoy a punto de
averiguarlo. Esta noche. No andar jodiendo más.
Pero esos no eran mis pensamientos.
Eran de Bink. Sentía sus sentimientos y veía sus pensamientos
desde temprano esta noche. Incluso ahora, a través de la confusión y el
terror, pude sentir la infusión de energía. Era alta.
En mi borrachera, debí haberme aferrado a él y a las emociones más
cercanas a la superficie. Solo que esta vez, no solo había ojeado en
memorias. Me había robado algo. Algo precioso y dulce.
Me había robado el amor de Bink por Libby.
Miré hacia él en estado de shock, y me devolvió la mirada,
desconcertado. —Creo que lo que tomé antes me acaba de afectar. Me
siento muy raro.
Su voz sonaba aturdida, y quise tomar su mano. Consolarlo, pero
tenía miedo de tocarlo. Dios, ¿y si no me hubiera despertado? ¿Y si
hubiera tomado más? Podría haberlo lesionado físicamente o incluso
matarlo. El pánico me inundó, y me empujé hasta la puerta. Iba a vomitar.
—Tengo que salir del coche —susurré con furia.
208
Todavía estábamos a media cuadra de mi casa, y Libby encontró mi
mirada en el espejo retrovisor.
—¿Qué diablos estás diciendo?
—Para. Ahora mismo. Estoy enferma.
Redujo la velocidad, y eso fue suficiente para mí. Busqué a tientas
hasta que la puerta se abrió y casi caigo a la calle.
—¡Jesús, Mags! —gritó Bink.
Su energía y mi propia histeria me habían dado una explosión de
fuerza, y la usé para empezar a correr. Atravesé el patio de los Callahan y
subí los escalones de mi entrada, jadeando. Aún tenía los medios para
abrir la puerta en silencio y deslizarme dentro. No podía enfrentarme a mi
madre en estos momentos.
Todo estaba en silencio salvo por los latidos de mi corazón, y me
escabullí arriba. Una vez estuve en mi habitación, que estaba lo
suficientemente lejos para que mamá no me escuchara, dejé que las
lágrimas vinieran.
¿Qué había hecho? ¿Qué mierda le había hecho a mi amigo más
antiguo? Una imagen de la cara de Libby pasó por mi mente cuando me di
cuenta de que mi crimen tenía más de una víctima. Era un monstruo,
justo como Mac dijo que sería.
Caí al suelo y lloré, meciéndome, balbuceando, rezando. Todo mi
cuerpo temblaba mientras trataba de pensar en algo, cualquier cosa, que
pudiera arreglar este lío. Cogí mi teléfono vibrando en mi bolsillo,
golpeando Ignorar a la llamada de Libby, y marqué el número de Mac.
Él me odiaba. No quería volver a verme otra vez. Qué mal.
Necesitaba su ayuda, y si eso venía con más odio y una invitación no
negociable para el Concejo o no, me disponía a aceptarlo.
El teléfono sonó seis veces antes de ir al correo de voz. Entonces
empezó el zumbido de nuevo. Libby. Tiré el teléfono a un lado y me despojé
de mi ropa. La sobriedad era una prioridad si tenía alguna esperanza de
averiguar qué hacer ahora. Tropecé en la ducha, apretando los dientes
antes de encender el grifo de agua fría directamente. Apenas contuve mi
grito cuando el chorro helado salió disparado.
Bueno. No estaría sobria, pero al menos sí alerta.
Me quede allí todo el tiempo que pude soportar, y luego me sequé.
Una vez me puse mi pijama, me fui de puntillas por las escaleras, aliviada
de encontrar la cocina vacía. Puse una bolsita de café en la cafetera y
preparé una taza mientras obligaba a bajar por mi garganta a un pedazo
de pan seco.
209
En el momento que volví a mi habitación, me sentía miserable, pero
todo era mucho más claro. Lastimé a dos de las personas que más quería,
y tenía que solucionar este problema, haciendo lo que fuera necesario.
Miré la pila de libros por un minuto y luego me lancé sobre ellos. Tal vez
había algo allí que podría ayudar.
Pero dos horas más tarde, me encontraba agotada, entumecida y no
en mejores circunstancias que cuando empecé. Decenas de libros
permanecían esparcidos a mi alrededor como soldados en el bando
perdedor de una guerra. Froté mis soñolientos ojos y miré, sin ver, hasta el
último de ellos que había pensado podría ayudar. Pero no tenían nada.
Todo lo que la lectura había hecho era confirmar que lo que los Kardía
Afrodita tomaban, se lo llevaban para siempre.
Me había robado el amor de Bink por Libby, y nunca jamás podría
devolverlo.
18
Traducido por Gaz Walker & SamJ3
Corregido por MaryJane♥

—¿Mags?
Me revolví ante la tranquila voz diciendo mi nombre a través de
algún tipo de filtro, pero dolía, así que dejé de moverme y me quedé
inmóvil. Y eso dolía, también.
—Mags, vamos. —La voz tranquila era malditamente alta, y mi
cabeza se dividía en dos.
—Jesús, deja de gritar. —Me atraganté a través de mi garganta seca-
210
como-arena. La cama crujió y se hundió, mi estómago con ella. El mundo
se volvió inestable y el dolor en mi cabeza se intensificó—. ¿Por qué me
haces esto? —le supliqué a la voz.
La manta sobre mi cabeza desapareció con un chasquido, y si
pudiera haber reunido la energía para gritar, lo habría hecho. El aire frío
atacó desde todos los lados, y me puse rígida.
—Vamos, nunca vas a sentirte mejor si no te rehidratas. Te traje un
poco de agua con vitaminas.
Ahora que sabía que mi huésped misterioso era Libby, pude dejar
mis repetidos intentos fallidos de abrir mis ojos en la cara del sol mirando
a través de mi ventana.
—Prefiero las sombras —murmuré. La cama se movió otra vez, y un
segundo más tarde la habitación estaba felizmente tenue. Otro segundo y
mi capullo estaba de vuelta en su lugar mientras sacudía las mantas sobre
mí y me cubría como a un niño.
—Tienes que sentarte y beber algo.
No podía discutir eso, ya que mi lengua se sentía como un calcetín,
pero te aseguro que no estaba bebiendo agua con vitaminas.
—¿Qué más tienes?
Otro suspiro, pero conocía a mi chica, y fui recompensada. No había
manera de que ella pensara que llegaría a beber esas cosas así que
definitivamente tenía copia de seguridad. —Nesquik de fresa. Pero en serio,
lo demás es mucho mejor para ti.
Saqué la mano de mi fortaleza y esperé.
—Está bien, es tu funeral.
Seguro que se sentía así. ¿Qué había sucedido la noche anterior?
Mis dedos se cerraron alrededor de la botella, y todo volvió a mí en un
apuro. La saliva se agrupó en mi boca y no en el buen sentido. Me hizo
reconsiderar el agua con vitaminas, pero cuando las náuseas pasaron un
minuto más tarde, también lo hizo la necesidad. Podía sentir los ojos de
Libby en mí, pero ni siquiera podía mirarla.
Me dolía la garganta por las lágrimas contenidas. ¿Qué iba a hacer
para arreglar este lío?
Me tomó unos minutos, pero me las arreglé para tomar la mitad de
la caja de cartón de leche y tomar cuatro Advil con la otra mitad. Libby se
sentó en silencio, haciendo suaves sonidos reconfortantes hasta que
finalmente saqué la cabeza.
—¿Mejor?
Fui a asentir con la cabeza, pero incluso el pensamiento dejó mi
211
cabeza palpitando de nuevo. —Sí, gracias.
—Bueno, entonces dime por qué saltaste fuera del coche ayer por la
noche como una psicópata y por qué no contestas el teléfono. Estaba muy
preocupada, pero no quería llamar a tu casa y despertar a tu mamá y
meterte en problemas. —Su voz tembló un poco, y me di cuenta de que
debería haber pensado en eso anoche. Sólo había sido un error tras otro,
hiriendo a las personas en una docena de maneras diferentes, una y otra
vez.
Abrí los ojos y me encontré con sus legañosos ojos avellanas.
Probablemente no había pegado ojo.
—Lo siento mucho, Lib. —Ya había decidido no contarle lo de Bink.
Al menos, no hasta que hablara con Mac para ver si podía arreglarlo—.
Llegué a la casa y me enfermé, entonces me desmayé.
—¿Y no podrías enviarme un mensaje rápido?
—Estaba totalmente perdida. Apenas recuerdo entrar en casa.
Dejó escapar un suspiro tembloroso y se enderezó el cabello. —Sin
embargo, parece que podrías pensar en llamar a tus mejores amigos para
hacerles saber que estabas bien.
—Lo sé, y lo siento mucho. Por favor, no te enfades. Si te ayuda,
nunca pienso en beber de nuevo.
—Prométemelo. —Su tono era tan grave como una nota de suicidio,
y eso me sorprendió. Me había visto hacer un montón de cosas estúpidas,
y últimamente había optado por dejar de verme hacer cosas estúpidas y
hacerse caso omiso, pero nunca había tratado de convencerme de algo
antes.
Con cautela me puse en una posición de casi sentada y tendí el
meñique. —Promesa.
Deslizó su dedo meñique en el mío y los sacudimos, que era tan
bueno como un juramento de sangre en mi opinión.
—¿Cómo estuvo Bink después de que me fui? ¿Bien?
Ella apartó la mirada y se encogió de hombros. —Parecía estar bien.
No como tú, eso seguro. Sin embargo, estaba un poco raro cuando lo dejé.
Pensé... —Su voz se desvaneció y empujó un puñado de rizos rubios de su
cara, y el corazón me dio un apretón—. No importa. —Ella se abrió paso en
la cama y se acostó a mi lado—. Así que habla conmigo. ¿Qué pasó contigo
y Mac?
Consideré fingir narcolepsia, porque ese tema no era mejor que el
anterior, pero el peso de la mirada de Libby era suficiente para hacer que 212
todo mi cuerpo doliera otra vez.
—Está enojado conmigo por salir con Rafe. Siente como si me
hubiera metido en problemas. No le gusta o no confía en él. —Todo esto
era cierto.
—¿Por qué no?
Ella parecía realmente interesada, y deseé no haberlo mencionado.
—No estoy segura. Pero tiene novia, de todos modos, y no tengo
ningún interés en Rafe, por lo que nada de eso importa.
—¿Y ahora qué?
No quería pensar en eso, o lo que iba a decirle cuando lo llamara. Si
alguna vez respondía a su teléfono. Pero estaba decidida. Por Libby. Por
Bink. Si no respondía, iría a su casa. No podía haber desaparecido aún.
Después de lo que había hecho ayer, seguramente no me dejaría sin
vigilancia.
Me hice una promesa a mí misma de que, no importaba lo asustada
que estuviera, no importaba el castigo, encontraría a Mac hoy y le contaría
lo que había sucedido. Sería desgarrador verlo de nuevo después de la
noche anterior, pero no se trataba de mí. Esto se trataba de arreglar lo que
había fastidiado.
Pero primero, tenía que ir a ver a Eric. Me había perdido el sábado
por la preparación del baile, de modo que había planeado ir hoy. No iba a
dejar que mi comportamiento imprudente de la noche anterior se pusiera
en el camino de mis responsabilidades. Sobre todo porque las
probabilidades de que me despojaran de mis poderes, y mis recuerdos
fueran borrados sólo habían subido mil veces después de lo que había
hecho la noche anterior.
—Si quieres que te lleve al hospital, prepárate —dijo mamá desde el
pie de la escalera.
Libby se levantó, y después de obtener una promesa de que la
llamaría más tarde, se fue. Me vestí, tomándome un segundo para meter el
anillo de Mac en mi bolsillo trasero por valor, y nos dirigimos hacia fuera.
Un par de veces mamá trató de iniciar una conversación sobre el baile,
pero se dio cuenta rápidamente de que no merecía la pena, por lo que se
detuvo y encendió la radio.
Cuando me dejó frente al hospital, todavía me sentía un poco
mareada y un poco apagada, pero mi mente estaba clara y mi resolución
era fuerte. Esta podría ser la última vez que le visitaría por un tiempo, o
nunca, y necesitaba hacerlo por amor a Eric.
Me detuve en el mostrador y le di un hola rápido a Claude, entonces
me dirigí por el largo pasillo, respirando por la boca todo el camino. El olor
astringente de agentes esterilizantes mezclado con una malvada resaca 213
casi me había agitado nuevamente.
Me detuve en el segundo piso para pasar por el cuarto de los niños,
tomando un minuto para mirar a los recién nacidos. Nunca había sido una
de esas chicas que había soñado con su boda o que soltaba cosas como,
siempre he querido ser mamá, pero había algo en esos bebés rechonchos y
sonrosados llorando ahí que me hacía sentir... esperanzada. O algo. Era
como que, a pesar de que estaba allí para ver a Eric, y su situación era
grave y casi paralizantemente deprimente, y todo en mi vida se había
hecho añicos, el ver a los recién nacidos me dio el ánimo que necesitaba
para caminar el resto del camino por el pasillo y hacer lo que tenía que
hacer.
Me di la vuelta a regañadientes, trazando un dedo en el cristal antes
de irme hasta el resto de la escalera en la UCI. La tensión aumentando
entre mis omóplatos a medida que me acercaba a la habitación 411, como
pasaba cada vez.
Me detuve por un segundo justo fuera de su puerta, y me pegué una
sonrisa por si la señora Nelson estaba allí. Le gustaba charlar, y siempre
era tan optimista, nunca quise que arrastrarla hacia abajo. Sin embargo,
cuando entré, mi sonrisa se derrumbó como un soldado.
Vacía. La habitación estaba vacía.
La esperanza y el terror disputaron mientras mi cerebro intentaba
calcular y calcular lo que estaba sucediendo. ¿Había sido movido? ¿Mejoró
lo suficiente como para conseguir una habitación privada en el ala de
rehabilitación? Mi mente se cerró. Salí de la habitación y enganché mi
bolsa más arriba en mi hombro. Seguramente habría sabido si…
—¿Puedo ayudarte , querida?
Me volví hacia la mujer de mediana edad en bata amarilla. Me tragué
el trozo de pánico alojado en mi tráquea y asentí.
—Um, sí.—Mi voz sonaba tan pequeña mientras me escuchaba casi
desapasionadamente hablar—. Estoy aquí para ver a un amigo. ¿Eric
Nelson? ¿Ha salido?
Por favor, di que sí. Por favor, di que sí. Pero aun cuando las
oraciones daban vueltas en mi cabeza, y las ofertas desesperadas sonaban
—si sólo está bien, voy a: ir a la iglesia todos los domingos, nunca maldecir
de nuevo, nunca tomar otra cosa que no me pertenezca—, antes de que
pudiera llegar a un acuerdo jugoso, la histeria comenzó a arraigarse.
¿Le habían dado el alta? ¿Es eso lo que le había preguntado a la
mujer? Claro, estúpida. Durante meses ha estado conectado a todas las
máquinas conocidas por la ciencia, con el cuerpo una cáscara demacrada
después de comer por un tubo todo el tiempo, y hoy ha salido de la cama y
lo dejaron pasear. Una risa burbujeó en mi garganta, y me tapé la boca 214
con la mano. No necesitaba preocuparme, porque lo que salió fue un
andrajoso sollozo roto.
—Oh, cariño, no llores. Acabo de empezar mi turno, así que no lo sé.
Voy a hablar con la jefa de enfermeras y tratar de obtener alguna
información para ti, ¿de acuerdo? Ya que no eres familia, no estoy segura
de si voy a ser capaz de darte algún detalle acerca de su condición, pero te
puedo decir sí ha sido movido. —Ella le dio a mi hombro un apretón
materno y me sonrió—. Siéntate en la sala de espera. Estaré de vuelta en
un santiamén.
Me dirigí a la sala de espera a unas puertas de distancia con pies de
plomo. Así que tal vez no era seguro que hubiera despertado, pero había
un millón de razones por las que podría haber cambiado de habitación.
Mamá se había quejado, todo el tiempo que el abuelo estuvo
enfermo, de que las compañías de seguros estaban constantemente dando
a la gente problemas sobre los costos de habitación y cosas por el estilo. O
tal vez el hospital necesitaba ese tipo de habitación específica para otro
paciente.
Fui a sentarme en una de las sillas de vinilo de color malva, pero era
imposible. Mis piernas se sentían como si estuvieran plagadas de
hormigas, y me quedé. Por suerte, no tuve que esperar mucho.
—¿Maggie?
La suave voz explotó mi corazón en pedazos. Era la enfermera
Ashley. Nos conocíamos bastante bien ahora, ya que tendía a visitar a Eric
durante su turno. Me gustaba mucho.
Había dos tipos de enfermeras, en mi limitada experiencia. Estaba el
tipo que hacía su trabajo, entraba, tomaba los signos vitales, cambiaba las
bolsas y tubos de colostomía, y se iba. Entonces estaba el tipo que dirigía
una mano ausente sobre la frente de Eric mientras hablaba con una voz
suave y baja. El tipo que era realmente suave cuando movía su cabecera y
se aseguraba de que sus calcetines estuvieran apretados, pero no muy
fuerte. Ashley era esa clase de enfermera.
No tuve que dar la vuelta para saber lo que iba a decir. Así que no lo
hice. Hice una bola con el puño y la metí en mi boca, esperando no
gemir... esperando, aún más, no explotar.
—Maggie, mírame. —Su voz era un poco más firme ahora, pero
todavía tranquila. Paciente. Sonaba arrepentida. Tan arrepentida...
Sacudí la cabeza con furia mientras las lágrimas dejaban borrosa mi
visión, haciendo que la habitación fuera como una pecera.
Sentí luego una mano en el hombro, la segunda vez hoy. —No puedo 215
dar ninguna información, pero creo que sería una buena idea si hablas
con la Sra. Nelson. Creo que podría necesitar tu ayuda en este momento.
La pequeña semilla de la última esperanza se marchitó bajo el
implacable calor ardiente de la desesperanza, y mi corazón se rompió en
dos.
—L-le… —Me callé y lo intenté de nuevo, con la necesidad de saber
la respuesta a la pregunta que me estaba comiendo viva—. ¿Le dolió? —
dije finalmente.
La enfermera respiró fuerte, y se acercó más para envolver su brazo
alrededor de mi hombro. —No creo que lo hiciera, dulzura. Creo que fue
una bendición. Y creo que necesitas mirarlo de esa manera también.
Asentí, sorprendida de que la respuesta no me diera ni una pizca de
alivio. Simplemente no hizo más fuerte la agonía.
—Agradezco que me digas —dije, enderezándome mientras me
limpiaba las lágrimas de las mejillas—. Será mejor que me vaya.
Ella me acarició una vez más y sostuvo mi mirada. —Va a estar bien.
El tiempo cura todas las heridas, y tu amigo está en un lugar mejor.
—Lo sé —mentí—. Voy a estar bien. Fue un shock, ¿sabes?
Salió de la habitación, y me desplomé.
Me tomó un minuto pasar por lo peor de todo, entonces me abrí
camino hacia la puerta, con la mirada clavada en el suelo de color avena
delante de mí. El poder tembló dentro de mí, y me sacudí con el esfuerzo
de mantenerlo contenida. Alguien deteniéndome ahora, ni siquiera para
preguntar qué estaba mal, podría ser la diferencia entre caminar de allí y
llevarse un puñetazo o algo peor.
Tragué saliva, pasando a través de la puerta de la escalera antes de
volver a respirar el aire menos empalagoso fuera de los pasillos del
hospital, una bienvenida, un pequeño alivio. Bajé las escaleras de dos en
dos, en menos de un minuto estaba en la acera de nuevo.
Mi respiración salí en pequeñas nubes, rápida como un caballo de
carreras después de una victoria muy reñida, y traté de mantener mi
corazón helado. Intentaba no pensar en ello mientras luchaba por llegar a
un nuevo plan.
Yo sabía lo que tenía que hacer. No había duda de ello en mi mente.
Lo que tenía que tener en cuenta era cómo iba a hacer que sucediera lo
antes posible. Miré a la izquierda y luego a la derecha, y a pesar de todos
mis intentos de apagar las válvulas, un dolor punzante en el medio de mi
pecho me hizo agacharme, desesperada por recuperar el aliento.
Eric estaba muerto.
Y era mi culpa. 216
Mi visión era borrosa y mis oídos zumbaban con un sonido de
boxeador a lo lejos, como de hélices en movimiento que venían hacia mí
desde todas direcciones. No hice caso de la nieve en el suelo y caí de
rodillas, incapaz de estar de pie. Había visto un episodio de Dr. Phil sobre
los ataques de pánico, y me había parecido un poco melodramático en ese
momento, pero si eso es lo que era esta cosa, estaba tan equivocada.
El aliento salía dentro y fuera de los pulmones tan rápido que
parecería que tendría un montón de oxígeno, pero no tenía ninguna duda
de que me ahogaba. Un pinchazo de luz contra la oscuridad en mi cabeza
me atrajo y me persiguió como una polilla.
Mac.
Mac me ayudaría. Pero entonces, ¿por qué habría de hacerlo?
Era una asesina.

Para cuando pude conseguir calmarme y caminar a trompicones el


kilómetro y medio hasta su casa, el pánico se había calmado, y dejó un
peso muerto en el centro de mi pecho donde mi corazón solía estar.
Me acerqué a la puerta de color rojo brillante, un faro contra el negro
de la noche, y me quedé en el porche, castañeando los dientes. Levantando
el puño adormecido, golpeé en la madera.
Sólo un segundo pasó antes de oír una voz (la de Mac) gritar: —Sí,
enseguida.
Cuando la puerta se abrió, mi estómago tocó fondo, aterrizando en
algún lugar en las proximidades de mis patadas empapadas. —Yo… te
necesito.
El ceño de hielo en su cara se apartó mientras me miraba de arriba
abajo. La ira se volvió preocupación, y la preocupación se transformó en
temor. Debía lucir peor de lo que pensaba.
—Entra. Por Dios, estás jodidamente pálida. —Entré, al borde de la
histeria. Solté una pequeña risa, él estaba preocupado por mí. ¿Cuán lindo
era eso?
Traté de decirle lo que era tan divertido, ya que mi risa sólo le hacía
parecer más preocupado, pero lo que salió de mí fue un lamento
quejumbroso, y me encontré trastabillando hacia delante, lanzándome a
sus brazos abiertos. 217
Me pregunté si habría sido mejor, menos doloroso, si me apartaba de
un empujón. Pero no lo hizo. Dobló un brazo a mi alrededor, me llevó a
una silla grande en su sala de estar, y se sentó conmigo en su regazo.
Traté de alejarme. No merecía su bondad, y cuando dijera lo que tenía que
decir, me iba a tirar al suelo como si hubiera estado llena de ántrax. Pero
en ese momento, no me soltó.
—¿Qué pasó? Me estás asustando, Mags.
—Ne… nec… —resoplé y traté de nuevo, tirando de mi cara para
mirarlo a los ojos—. Necesito contarte sobre Eric.
Se puso tenso, pero no me soltó, y comencé desde el principio,
sabiendo que no iba a cambiar mi destino, pero necesitaba que lo
escuchara.
—Salimos durante un tiempo antes de que todo empezara a suceder
conmigo. Nada demasiado serio. Pero una vez que empecé mi cambio,
estaba aterrorizada y confundida. Nos aguantamos por un corto tiempo,
pero él empezó a volverse realmente posesivo, y lo terminé. Pareció estar
bien cuando se lo dije, y estuvimos de acuerdo en ser amigos. —Tiré de un
hilo suelto en el dobladillo de mi camisa, los recuerdos apareciendo uno
tras otro apresuradamente—. Así que cuando lo vi en el Quick-E-Mart
durante las vacaciones de verano un par de meses más tarde, no pensé
que fuera extraño cuando me pidió que fuera a una hoguera con él por la
noche.
Una vez que empecé, esperaba que fluyera un poco más fácil, pero
cada palabra era como una tarea, y tenía que ahogarlas, una por una.
—Parecía algo informal, y dijo que su prima Sarah estaría allí, así
que cuando se presentó en mi puerta, solo, estaba un poco sorprendida.
Pensé que sería un grupo de nosotros yendo. —Tomé un segundo y me
obligué a no pensar en las palabras en absoluto. Solo dejar que se
vertieran de mi boca como un río. Apártate y cuenta la historia—. Aun así,
habíamos terminado en condiciones decentes, y él había sido muy bueno
conmigo desde entonces. Así que fui.
Yo fui.
Una frase de dos palabras, un sujeto, un verbo, que había cambiado
todo. A veces jugaba un juego conmigo misma que me gustaba llamar
―¿Qué daría por cambiar ese día?‖ Al principio me pasaba horas a través
de todos los escenarios del pensamiento mágico. Como, y si los dioses, de
alguna manera, vinieran a mí y me pidieran que renunciara a mi lengua,
¿lo haría? ¿Qué pasaba si se ofrecieran a darme un botón de rebobinado,
pero me costaría un ser querido? ¿Hasta dónde iría para cambiar lo que
había pasado si tuviera la oportunidad? Pero no había mucho que hacer,
no había manera de deshacerlo. 218
Me quedé en silencio por un largo tiempo, y Mac no me presionó o
me apresuró.
Arráncalo. Como una curita. —Cuando llegamos al lago, no había
ninguna hoguera. Sólo Eric y yo. Me sentí rara al segundo en que
aparcamos, pero no quería parecer una perdedora, así que no dije nada. —
Los recuerdos me inundaron, y toda la cosa de ―cuéntalo como una
historia‖ cagó la cama. Se mostró como los carretes de una película
antigua, rápido, agitado y real.
Termina. —Él, ah, intentó besarme, y lo dejé. Era extraño, porque ya
no me gustaba de ese modo, pero como fuera. Y entonces ocurrió algo. Fue
como si se hubiera convertido en una persona diferente. Su voz se puso
muy baja y desagradable, y luego dejó de pedirlo. —Esa era una parte
mala de seguro. Todavía recordaba exactamente cómo me sentía en ese
momento. Como una presa. Como un blanco con una diana en la frente.
Pero lo peor estaba por venir.
—Él... me agarró y le golpeé en la mano, pero era más fuerte y no me
dejaba ir. Entonces... —Me temblaban las manos y agarré la camisa de
Mac con fuerza—. Escuché voces que se acercaban a nosotros, así que
grité muy fuerte. Gruñó, me lanzó contra el asiento y arrancó el coche.
Antes de que pudiera salir, aceleró, conduciendo como un loco. Fuimos
por una carretera, y no sabía dónde me llevaba. Le agarré del brazo y le
rogué que parara, pero no quiso. Y lo hice. —Hice una pausa para
humedecerme los labios y pasar a través del dolor—. Ni siquiera pensé en
ello, sólo pasó. Todo sucedió muy rápido. En un momento estábamos en el
camino, y al siguiente se retorcía en su asiento y se dirigía directamente a
un poste de teléfono. Su cabeza golpeó el parabrisas y el cristal se hizo
añicos.
Me tragué el nudo en la garganta y negué con la cabeza lentamente.
—Lo siento mucho, Mac. Todos los días, lo siento por lo que hice. ¿Pero
eso significa que fue un accidente? —Me encontré con su mirada,
buscando algo. ¿Absolución? ¿Comprensión? No estaba segura, pero no
importaba. Un tornado no podría pararme de finalmente decir las
palabras. De finalmente conseguir sacarlas de mi pecho—. Me gustaría
decir que sí, pero no creo que lo fuera. Tal vez podría haber utilizado mis
poderes para detenerlo. En su lugar, le ataqué con tanta fuerza, que no
podía ni controlar su vejiga, mucho menos el coche. Y yo quise hacerlo.
—Maggie, eso no es tu culpa —dijo Mac con urgencia, moviéndose
debajo de mí y sujetándome cerca.
—Lo es. —Mi voz se rompió, y dejé caer la cabeza en su pecho,
incapaz de ver la preocupación en rostro convertirse en repulsión—. Verás,
yo le hice eso. Lo convertí en ese chico. Antes, cuando aún no me daba
cuenta de que había comenzado a cambiar, o qué era, yo le robé. Creí que
eran las hormonas adolescentes, la salvaje emoción que sentía a su lado. 219
Pero no era así. Como una pequeña y malvada sanguijuela, le succioné
pedazos de amor hasta que se convirtió en alguien más. Fue mi culpa.
Todo fue mi culpa
Las palabras flotaron entre nosotros como una bolsa llena de
granadas. Un desagradable comercial en la televisión sobre vaporizadores
de alfombras parecía sonar más fuerte con cada silencioso segundo que
pasaba.
Su aliento salió en un siseo y se inclinó cerca, descansado su frente
contra mi sien. —Desearía que me hubieras dicho antes —murmuró, sus
labios rozando mi piel en una forma que hacía que quisiera quedarme ahí
para siempre—. Aun así no es tu…
—Está muerto, Mac. Eric está muerto.
Se puso rígido cuando registró mis palabras.
—¿Cuándo? ¿Cuándo pasó eso? —exigió.
—Anoche, creo. —Me alejé, encontrando su tormentosa mirada.
Ahora estaba furioso. ¿Por qué no lo estaría? Se suponía que él debía
cuidar de mí, y había pasado por todos estos problemas para protegerme y
cuidarme, y yo era una asesina. Seguramente los caritativos y cálidos
cariños terminaban aquí. Me levanté, tratando de tragar, pero mi garganta
no quería cooperar. La mirada en sus ojos me lastimaba casi tanto como
descubrir la muerte de Eric.
Saltó del asiento y se acercó a mi rostro. —No tenemos tiempo para
discusiones, así que necesitas escucharme. Necesitamos salir de aquí,
Maggie, porque ellos vendrán a por ti. Empacaré algunas cosas y luego nos
iremos. —Me arrastró a su cocina y me empujó a los gabinetes—. Empieza
a meter cosas en las bolsas. Barras de granola, botellas de agua. Lo que
puedas cargar. Deja tu teléfono aquí, te conseguiremos uno desechable
cuando estemos en la carretera.
Lo miré boquiabierta y sacudí la cabeza. —¿De qué estás hablando?
¿A dónde crees que vamos?
—Lejos, donde sea menos aquí. Cristo, una vez que lo descubran…
¿Qué crees que harán? ¿Darte una palmadita en la muñeca e ignorarlo?
Van a matarte. —Sus duros ojos se volvieron plateados, y el fuego
reemplazó al hielo
Mis hombros se tensaron y me aparté. Tal vez eso debería
asustarme, pero a estas alturas, casi lo sentí como un regalo
—Lo merezco —susurré. Una visión de mi madre apareció entonces
en mi cabeza, y todas las lágrimas que pensé que ya había usado
empezaron a resbalar por mis mejillas, dejando calientes rastros contra mi
piel helada. Me estaba marchando, y las probabilidades eran que no iba a 220
regresar. Ella se preocuparía muchísimo, pero no se merecía lo que mi
debilidad había traído a mi familia.
—Detente. No lo entiendes. Si Eric hubiera sido bueno en el fondo,
no podrías haberlo lastimado. Podrías haberlo hecho apático. Maleable.
Alguna parte de eso debe haber estado ahí desde el inicio. Podemos hablar
más sobre eso luego. Ahora mismo necesitamos juntar tus cosas e irnos.
—Ahora estaba haciendo de todo menos gritando, pero sacudí la cabeza.
—Hay más. Lastimé a Bink también. Él estaba enamorado de Libby
y yo se lo quité anoche, Mac. Rafe le echó alcohol a mi ponche…
Él se alejó, perplejo. —¿Rafe te emborrachó?
Si creía que lo había visto realmente enojado antes de esto, entonces
estaba tristemente equivocada. Su pecho se agitaba, sus ojos ardían, y sus
manos temblaban.
—Soy un idiota por no darme cuenta. —Sacudí la cabeza en total
desesperación—. No importa. Ya está hecho. Terminé. No vine aquí para
que me ayudaras a escapar. Vine aquí para que me llevaras al Bosque
Sagrado. Al Concejo.
—Cállate —espetó—. No me digas otra palabra. Solo haz lo que te
dije y empaca alguna jodida comida. Ahora.
Sacudí mi cabeza lentamente y lo miré, asombrada por cómo el
calmado y controlado Mac Finnegan había explotado. Abrí la boca para
discutir cuando un golpe en la puerta resonó en la habitación como un
disparo.
Su rostro se volvió blanco como hueso y ambos nos congelamos.
—Es demasiado tarde
Después de todo mi valiente discurso, estuve sorprendida de cuan
asustada estaba. Bueno, al menos me ahorraron algo de tiempo. Ahora ya
no tendría que ir al Bosque Sagrado, y podríamos acabar con esto de una
vez. No largas y temerosas esperas. Ellos decidirían que hacer conmigo y lo
harían. Pero el instinto de huir o luchar se disparó en mí, y mi poder se
alzó, haciendo que mi cuerpo se tensara por el esfuerzo de contenerlo.
Mac se quedó quieto, asombrado, y las pisadas sonaron por la
puerta trasera ahora. Se inclinó hacia mí. —Mantente callada, haz lo que
te diga. Y no contestes ninguna pregunta. ¿Entiendes?
Asentí silenciosamente, mi mejilla rozando contra el suave algodón
de su camisa mientras inhalaba su aroma. No quería enojarlo más de lo
que ya lo había hecho, pero ambos sabíamos que el tiempo para las
preguntas y respuestas ya había pasado.
Esta vez no hubo golpe. La manija giró y la puerta se abrió 221
violentamente.
—Aww, mírense, ya se reconciliaron, ¿eh? —Rafe estaba de pie en el
marco de la puerta con una sonrisa que yo siempre pensé que era astuta,
pero que ahora se veía francamente amenazadora.
Mac se movió, empujándome detrás de él, y Rafe asintió, evaluando
la situación con penetrantes y fríos ojos.
—Esto es muy lindo, pero es hora de irse, Maggie.
Avanzó al frente, y todo el cuerpo de Max se flexionó.
—Ella no va a ir a ninguna parte contigo, pedazo de mierda.
Rafe miró a Mac, su rostro lleno de disgusto. —¿Soy un pedazo de
mierda? ¿Acaso ella sabe lo que eres? ¿Por qué viniste aquí a Crestwood?
Asentí, finalmente encontrado mi voz. Él podía intentar rebajarme
todo lo que quisiera, lo merecía, pero Mac no. Él había hecho su trabajo y
más. —Si lo sé. Él es mi Protector. No es su culpa que yo arruinara todo.
La corta risa de Rafe hizo que mi piel picara y la quijada de Mac se
tensó, sus puños formándose a sus lados.
—¿Tu Protector? ¿Eso es lo que te dijo?
Moví la mirada entre los dos, sabiendo que me estaba perdiendo
algo, pero no estaba segura de qué.
—Él es un Protector, sí. El protege a la raza. De semis como tú que
no pueden manejar su mierda y nos ponen a todos en riesgo.
Tal vez lo romanticé un poco. Aun así, me había protegido. Me había
entrenado y ayudado…
—Pregúntale a cuantos arruinados ha protegido antes de ti. —Sus
ojos se encendieron con satisfacción—.Y después pregúntale cuántos de
ellos sobrevivieron a su protección.
Un frío dedo de terror avanzó por mi columna. —¿Mac? —Lo miré,
deseando que me dijera que Rafe estaba loco. Deseando que me dijera que
todo lo que me había dicho no era una mentira
—Ninguna. —Mac me devolvió la mirada sin dudar—. Todas están
muertas. Cuatro de ellas.
El cuarto pareció girar, y me sujeté a la parte trasera del sofá para
mantenerme de pie.
—¿Qué quieres decir?
—Él quiere decir que, siempre que va ―protegiendo‖ —Rafe hizo
comillas en el aire alrededor de la palabra—, chicas como tú regresan a
casa en bolsas para cadáveres. Su trabajo no es protegerte. Es juzgar el
222
nivel de amenaza y tomar acción. Lo llamaría más un Despachador que un
Protector. Aunque asesino también podría funcionar.
Mac sacudió la cabeza, sus ojos rogándome que lo escuchara. —No
contigo, Maggie. Vi la bondad en ti. Incluso antes de que me dijeras sobre
Eric, sabía que valía la pena intentar salvarte. Es por eso que acepté
entrenarte.
—Pero antes de eso. ¿Y si no aceptaba ir contigo al Concejo?
La devastación en su cara y el silencio lo dijo todo. Hubiera sido
despachada. Por la maldita mano de Mac.
—Me juzgas por lastimar a la gente, por mentir y robar, ¿y tú eres
un asesino profesional? Un maldito especialista de limpieza, ¿algo así
como alguien de la mafia semi?
Fue casi mejor, el enojo que salió. Era tan grande, tan enorme, que
ya ni siquiera me sentía triste.
—Maté asesinos. No eran como tú. Traté de todo al principio, pero
no renunciaban a sus poderes o aceptaban reunirse con el Concejo…
—Yo lo haré. Haré ambos.
—No, Maggie. Solo vámonos. No entiendes lo que pasará si vas al
Concejo —rogó Mac, alzando una mano hacia mí, pero Rafe se interpuso.
Me volví hacia él y caminé, deteniéndome a su lado. —Vámonos.
—No hagas esto Maggie. Sé que estás enojada, pero tú no entiendes
como son. Es muy tarde para eso ahora.
—Se lo que leído y lo que me has dicho. Si me entrego y les pido que
me quiten los poderes, lo harán. —Y con eso también me quitarían mis
recuerdos. Cuando todo terminara, ni siquiera recordaría su rostro. Tal vez
eso fuera una bendición—. Entonces no seré más una amenaza, y me
dejarán ir.
Miré a Rafe por confirmación, el asintió, acercándose para tocarme.
—Seguro, ellos…
—Si pones tus manos sobre ella, te mataré ahí mismo. —La voz de
Mac fue como un trueno y Rafe se congeló, analizándolo antes de dar un
paso atrás.
—Ella quiere venir conmigo. —Alzó las manos en el aire, pero su
sonrisa burlona no era exactamente una ofrenda de paz—. No soy el malo
aquí
—Drogaste su bebida —gruñó Mac, dando otro paso hacia Rafe, olas
de furia saliendo de él. Me lancé entre los dos y puse una mano en el
pecho de Mac 223
—No importa por qué pasó. Soy una amenaza, y estoy a un día malo
de asesinar a alguien. Tú mismo lo dijiste, y estabas en lo correcto.
—Antes. Dije eso antes de conocerte. E incluso si estás en lo
correcto, incluso si por algún milagro ellos deciden dejarte vivir y solo
quitarte tu poder, tal vez no sobrevivas. Tu poder —tomó mi mejilla entre
su pulgar e índice y me forzó a encontrarme con su mirada— es una gran
parte de ti, arraigado tan profundo. Podría matarte. Ven conmigo. Lo
eliminaré y nos iremos.
Me solté de su agarre y camine hacia atrás.
Aun sabiendo que trataba de convencerme de dejar mis poderes
cuando eso podía haberme matado, sentí que me derretía. Esos Mac y
Maggie parecían de otra vida. Ya estaba perdonándolo, quería tomar su
mano y correr. Pero eso no cambiaría nada. Tenía un mal que corregir y
una deuda que pagar.
Sacudí la cabeza y reuní hasta la mínima cosa de auto disciplina que
tenía. —No voy a huir. Si el Concejo me quisiera muerta, ya lo estaría. Pero
estoy viva y aquí.
—Por ahora. Si Eric no sobrevivía, fui instruido para eliminarte
inmediatamente. Si no hubiera estado interfiriendo con ellos por las
últimas dos semanas, ya estarías muerta. Demonios, este hijo de puta
probablemente ni siquiera te lleve al Concejo. Por lo que sabes, te llevará a
algún lugar aislado y acabará contigo.
Apenas registré el hecho de que habló con el Concejo a mi favor. No
podía. Necesitaba mantenerme fuerte y aceptar mi castigo, y suavizándome
por Mac solo iba a hacer todo más difícil. Caminé hacia adelante y puse
ambas manos en su pecho, empujándolo fuerte. —¿No lo entiendes? Ya no
me importa lo que me pase. Necesito deshacerme de esto, cueste lo que
cueste.
El palideció y quiso agarrarme de nuevo. Traté de detenerlo, me
concentré en mi respiración, mi sangre, mis músculos y huesos, pero la
muerte, traición y miedo se juntaron en una venenosa furia. Ataqué,
dejando volar el sentimiento, y el voló hacia atrás, chocando con la pared
opuesta con un gemido amortiguado.
Rafe dejó salir un grito de alegría y aplaudió, pero apenas lo noté.
Mac luchó mientras caminaba hacia él, sangre hirviendo. Lo sostuve
con la fuerza de mi voluntad. Trató de luchar contra mí con su propia
marca de poder, pero aunque podía sentirlo bloqueando mis poderes, lo
que sea que fuera esta nueva cosa que le lancé, era otra historia.
A pesar de lo horrendo del día, una oscura llama de diversión brilló
dentro de mí. Tal vez esto era quien yo era. Quien estaba destinada a ser.
Un monstruo. 224
Cuando estuve lo suficientemente cerca para tocarlo, para ver la
mirada en sus ojos, la llama murió, y no sentí nada más que una profunda
tristeza y un increíble agotamiento. ¿A quién quería engañar? No podría
herir más a Mac de lo que podría herir a mi madre. A menos no a
propósito. Mi resolución regresó mil veces más fuerte.
Era una bomba de tiempo, y el Concejo tenía todo el derecho de
temer a la clase de daño que podría hacer después.
—Iré Bosque Sagrado con Rafe. Voy a mantenerte aquí tanto como
pueda para que no trates de detenerme, pero no te lastimaré, Mac.
Él tomó ventaja de esa debilidad, y yo estaba sobre mi espalda un
segundo más tarde, el aire salió de mí con un golpe. Estaba sobre mí,
manteniéndome contra el piso, sus dedos entrelazados con los míos. Me
retorcí y sacudí contra él, lanzándole todo lo que tenía, pero se mantuvo
fuerte.
—Maggie… —Su voz se había transformado de autoritaria a
suplicante, e incluso ahora, después de todas las cosas que se dijeron y las
que no, sus hermosos ojos grises me llamaban—. Te lo ruego, no hagas
esto.
La voz de Rafe se mofó desde atrás. —¿Sabes por qué el chico
enamorado no quiere llevarte al Concejo? Porque sabe que él mismo será
aniquilado por responder por ti y fallar. —Rafe se rió, pero no había humor
en su voz—. Eres tan estúpida. ¿Crees que de veras se preocupa por ti? Él
solo se preocupa por su propio pellejo. No ha hecho nada más que
mentirte desde que llego aquí. Yo tal vez sea un idiota, pero al menos soy
honesto al respecto.
Mi estómago se hundió, y no podía sentir nada más que la sangre
desapareciendo de mi rostro. No…
—Está mintiendo —gritó Mac, pero cerré los ojos para no ver el
miedo grabándose en su rostro. No importaba.
No importaba si Rafe estaba diciendo la verdad o no, ni siquiera
importaba si Mac estaba siendo sincero. No podía arriesgarme a que Rafe
estuviera en lo correcto y el Concejo lastimara a Mac. Pensé que escuchar
que Eric había muerto era el mayor dolor que había sentido alguna vez,
mucho más que cuando mi padre murió porque esto era mi culpa, pero no.
Si algo le pasaba a Mac, me destruiría.
Tenía que hacer esto sola. Tanto por Mac como por mí.
Alcé los parpados y lo miré, sus ojos rogándome que confiara en él.
Y sabía que Rafe tenía razón. Ya fuera para salvar su trasero o el
mío, Mac no me entregaría. Aunque estaba asustada de ir con Rafe,
tomaría el riesgo si eso mantenía a Mac vivo. Ahora tenía que alejarme 225
antes de que perdiera la fuerza para hacerlo. —Después de esta noche, la
única cosa que sé es que necesito ir sola. La mitad de las cosas que dijiste
fueron mentira, y no puedo contar con el hecho de que finalmente me
estás diciendo la verdad. —Toqué su mejilla con un dedo—. Me arriesgaré
con Rafe. Si… siento haberte fallado
Sacudió su cabeza en completa negación. El hecho de que no tuviera
intenciones de dejarme ir era otro disparo a mi golpeado corazón. Porque le
importaba. Lo había visto la noche anterior cuando miré su recuerdo de
nosotros.
Lo que lo hizo mucho más difícil no advertirle cuando Rafe se
apareció detrás de el con una pistola eléctrica. Fue contra todos mis
instintos, gritándome para protegerlo del ataque.
En lugar de eso. Dejé que pasara.
La pistola se descargó con una explosión y Mac se paralizó, cayendo
a mi lado. Me levanté, colocándome entre los dos, y alzando las manos en
posición defensiva para advertirle a Rafe que no disparara otra vez.
Permitirle disparar una vez para proteger a Mac era aceptable. Permitir
que Mac sufriera otra descarga era más de lo que yo podía aguantar.
—Cobarde hijo de puta —farfulló Mac a través de sus dientes
apretados. Luchó para ponerse de rodillas y las lágrimas nublaron mi
visión. Él había estado enfocado en mí. Desprotegido e inconsciente, y
ahora estaba en el suelo. Cada vez que pensaba que no podía doler más, lo
hacía. Tenía que irme de aquí antes de no pudiera marcharme por
voluntad propia.
—Al menos pelea como un hombre.
Rafe se paró cerca de él, y por un momento pensé que iba a forzarlo.
En lugar de eso se rió. —Tengo el presentimiento de que eso sería dos
contra uno, así que lo guardaremos para otra ocasión. —Se volteó para
mirarme—. Hora de irse, cariño. Y no te preocupes porque él pueda venir a
por nosotros. Cincuenta mil voltios interferirán con su energía por un
buen rato.
Mac había logrado ponerse en cuclillas, y pude ver, por la tensión en
el cuerpo de Rafe, que una parte de él estaba esperando que hiciera un
movimiento. En el estado en que estaba Mac, Rafe seguramente lo mataría.
—Quédate abajo —le rogué, lamiendo las saladas lágrimas de mis
labios. El no escuchó, empujándose a sí mismo para ponerse de pie antes
de golpear el suelo como una bolsa de arena mojada. Me moví hacia él,
pero Rafe me detuvo con una mano tosca en mi brazo.
—Tenemos que irnos ahora mismo o tendré que usar la pistola de
nuevo. —Miré a la mano de Rafe en mi brazo y contemplé patear su 226
trasero. En lugar de eso, sacudí su mano y caminé hacia la puerta,
dejándolo atrás.
—No te pases, idiota.
Su risa en respuesta fue rápidamente opacada por las furiosas
amenazas de Mac, promesas y entonces súplicas, pero las bloquee. Mi
camino estaba claro.
Iba a ver al Mago32, y tal vez nunca vería Kansas de nuevo.

32 Referencia al Mago de Oz. La niña, Dorita, vivía en Kansas.


19
Traducido por Aimetz
Corregido por Paltonika

El auto de Rafe era lo suficientemente frío que podía ver mi aliento,


pero apenas me di cuenta. Mi cerebro cerró mi cuerpo, y realmente no
podía sentir nada de nada. Desgasté la mayoría de mi poder en un golpe
durante mi pelea con Mac, y me sentía física, mental y emocionalmente
agotada. Esa era una cosa buena. Lo último que quería hacer era pensar.
Miré a mi conductor acompañante, y me maravillé por el hecho de
que no lo hubiera visto. La crueldad. La fría y calculadora aura que lo
rodeaba. Como un mercenario con ninguna emoción real en absoluto.
227
Por toda su charla sobre Mac, sabía con seguridad que Rafe no solo
había sido enviado para vigilar la situación; era el respaldo enviado en
caso de que Mac no pudiera apretar el gatillo, porque este chico no
dudaría en liquidarme. Y aquí vas, entregándote a él como un cerdo
engordado.
No era el movimiento más inteligente, pero al segundo en que
consideré retirarme, apresurándome por la calle hacia casa para poder
acurrucarme al lado de mi abuela y llorar... me imaginé la vacía cama de
hospital de Eric.
Era gracioso cómo, hasta hoy, pensaba que la peor cosa en el mundo
era verlo allí tendido, con tubos violando todos los orificios. Ahora lo sabía
mejor. Ahí estaba esa cama vacía, con la sábana blanca arrugada, y la
pequeña, triste y esponjosa almohada colocada en el medio de la
habitación sin vida, carente de color, sonido, aliento, vida.
Podía ser que caminaba al infierno con el diablo en persona, pero al
menos, por una vez, hacía lo correcto. Por alguna razón, en ese momento
era suficiente. Podía justificar el hurto. Incluso podía justificar el miedo y
la ira detrás de lo que pasó con Eric, pero no el resultado. Pero había
matado a alguien, y no podía justificar el dejar a un asesino en libertad, ni
siquiera si lo fuera.
Tenía que ser detenida, e incluso después de la ayuda de Mac, no
estaba segura de que tuviese la capacidad de detenerme a mí misma.
Especialmente después de lo ocurrido con Bink, y con los nuevos y más
aterradores poderes saliendo a la luz cada vez que daba una vuelta.
Ahora estaba con un chico en el que confiaba tanto como en un oso
herido. Aun así sabía, con cada fibra de mi ser, que Rafe no pararía hasta
llevarme al Concejo. Y eso nos hacía aliados, al menos por ahora.
Además, todavía existía una posibilidad de que lograra salir de esta
con vida. El Amaranthus no me había asesinado cuando Eric cayó en
coma, así que seguramente había reglas. Me encontré a mí misma otra vez
deseando que me hubiesen dado una copia de ellas.
—Va a ser un viaje de diez horas —dijo bruscamente—. Nos
detendremos a dormir en unas horas si lo necesitas.
Me dio la sensación de que le habían instruido para ofrecer esa
concesión, ya que se veía realmente molesto cuando lo dijo. Me llamó la
atención otra vez la desconexión entre la cara y los ojos. Era algo
surrealista que una persona pudiera ser tan guapa, de una manera clásica
rompecorazones, y todavía llegar a ser tan repulsivo y sin una pizca de
humanidad en su cara.
Sin la sonrisa marca registrada de Rafe, esa que hacía que todas las 228
chicas quisieran tirar sus bragas hacia él, era positivamente aterrador.
Con rasgos de reptil, los ojos sin alma que no se molestaron en tratar y
hacerlo lucir más animado, pensaba en pedirle si podía volver a ser el otro
chico por el resto de nuestro viaje. Me asustaba muchísimo. A juzgar por
su expresión, la solicitud hubiera sido rechazada, por lo que tragué duro y
asentí.
—Está bien. Probablemente podemos conducir directo.
Nunca sería capaz de dormir o comer de todos modos, y mi piel se
erizaba ante la idea de dormir en cualquier lugar cerca de él. Además, mis
nervios se encontraban fuera de control, y el tiempo no era mi amigo.
Necesitaba llegar delante del Concejo lo antes posible, porque la espera me
mataba lentamente. Pondrían fin a mi miseria.
De una forma u otra.
—Bueno, llegaremos allí a mitad de la noche, pero aun así nos verán
bastante rápido. Están ansiosos por hablar contigo. —Deslizó una mirada
hacia mí, y la misma se posó en mis pechos, lo cual me hizo desear haber
escuchado a Mac y conseguido algunas camisetas más grandes—. Por otra
parte, la parada no sería la peor idea...
Su sonrisa espeluznante era cualquier cosa menos reconfortante, y
curvé los labios, mirándolo con disgusto, tirando de los bordes de mi
abrigo y cerrando la cremallera lo suficientemente alto como para que
tocara mi barbilla.
—Por el contrario, en realidad suena como la peor idea.
La sonrisa se apagó, y sus fosas nasales se ensancharon. —Parecía
como si no te importara tanto cuando nos conocimos, y estabas caliente
por ello en el baile. Sólo estás siendo una perra porque revelé el secreto
sobre Finnegan jodiéndote. Hasta entonces, ibas toda en plan de conseguir
una pieza del Hombre Rafe.
Llamarme perra me molestó. Acusándome de estar ―caliente por ello‖
realmente me molestó. Pero lo que me hizo enojar más que ambas cosas
era la forma en que se refirió a sí mismo en tercera persona. Ojalá que lo
hubiese hecho el día que nos conocimos, porque así sabría que era un hijo
de puta sin remedio desde el principio. Hombre Rafe, seguro.
Estaba a punto de arremeter contra él, pero, ¿qué bien me haría?
Además, era un medio para un fin, y una vez que esto terminara, nunca
tendría que ver su cara otra vez.
Así que, en lugar de eso, me concentré en el aspecto positivo. Dijo
que el Concejo no me haría esperar hasta mañana, lo cual era un gran
alivio. Hasta entonces había tenía visiones de estar sentada en una celda
durante varios días, en espera de algún tipo de juicio o algo. Lo último que
necesitaba era todo ese tiempo para cambiar de opinión, sólo para darme
cuenta de que era demasiado tarde. Me acomodé en mi asiento y cerré los 229
ojos. No sería capaz de dormir, pero sí podía fingir.
A las tres horas de nuestro viaje silencioso, seguía haciéndome la
muerta, pero estaba despierta. Rafe, por otro lado, comenzaba a desviarse
del camino, y tuve que romper mi personaje y golpearlo en el brazo un par
de veces para despertarlo. Después de todo excepto freír mi cerebro para
golpear a Mac, no podía evitar la débil oleada de poder que rezumaba,
pillando la vitalidad de Rafe sólo por un segundo, buscando amor para
reponer mis reservas agotadas de energía. En su lugar, algo me bloqueó,
antes de que algo más oscuro y pegajoso se aferrara a mí incluso cuando
retrocedí dentro de mí. Traté de observarlo, pero crepitó deshaciéndose en
la nada.
—No me toques —gruñó y apartó su brazo de un tirón, casi
desviándose hacia la acera. Los neumáticos chirriaron y golpeé duro
contra la puerta.
¿Qué demonios fue eso? Habíamos bailado juntos la noche anterior,
y seguro que parecía estar bien con eso entonces, así que asumí que él era
como Mac. Impermeables a mi tacto, si no a mis más recientes y
exuberantes poderes. Al parecer, no. Pero me había ido con él por voluntad
propia. Tenía que saber que yo no estaba cazándolo. Así que, ¿por qué
ahora lucía tan nervioso?
—¿Cuál es tu problema? Sólo intentaba despertarte —le pregunté,
una extraña sensación caliente abriéndose paso en mis entrañas.
No respondió, y eso no me hizo sentir mejor. Mis nervios tintineaban
cada vez más y más fuerte mientras trataba de averiguar cuál era su daño.
Tal vez no me temía que yo le hiciera daño, sino que lo conociera. Su
mente. Su corazón. Sus intenciones. Y si ese fuera el caso, ¿por qué?
Seguro que no trataba de ocultar su verdadera cara de mí. Así que, ¿qué
protegía?
La advertencia de Mac resonó en mi cabeza. ¿Y si realmente iba a
llevarme a alguna granja al Este de Vagolandia y matarme? O peor...
Aspiré una bocanada de aire y me lancé hacia él, apretando los
dedos sobre su antebrazo. Entonces canalicé la última pequeña reserva de
energía en su dirección. Era salvaje, fuera de control, saliendo de mí como
un perro de ataque desatado. No podría haberlo detenido aunque lo
hubiera intentado.
Rafe gritó y se tiró hacia la izquierda, inmovilizándose a sí mismo
contra la puerta. Su rostro era una máscara de furia mientras luchaba por
liberarse de mí. Cuando eso no funcionó, envió un puño cerrado en mi
estómago, y maldita fuera, dolía, pero luché contra el dolor, empujando
más fuerte, agrietando finamente el bloque que se había erigido. Y ahí
estaba. Un recuerdo nítido en la vanguardia de su mente. 230
De todos modos el chico es tan débil, no tardará mucho. Eso es una
pena. La lucha es la mitad de la diversión. Una oleada de placer me recorre
cuando tiro de los tubos y coloco la almohada sobre su cara pálida. La perra
va a caer por esto.
El recuerdo se esfumó y desapareció con un chasquido. Un segundo
más tarde, un dolor insoportable como algo que sentí como un yunque
conectó con mi frente, y entonces caí inconsciente.

Rafe mató a Eric.


Ese fue mi primer descubrimiento al despertar. Ese idiota cabrón
mató a un niño y me culpó. No cambiaba el hecho de que yo puse a Eric
en coma. Esa parte seguía siendo mía, pero Rafe lo mató.
Si tuviera la fuerza para llorar, lo habría hecho. Yo era un montón de
cosas, algunas de ellas no eran buenas, pero no era una asesina.
Mi segundo descubrimiento fue que me encontraba de rodillas,
encadenada a una pared, con un fuerte dolor de cabeza, y tan débil que
apenas podía levantarla.
Los destellos de lo que me había pasado hasta este punto pasaban
por mi mente. Una pelea. Rafe y yo peleábamos, y entonces, en algún
momento, me desperté para encontrarme en el maletero del coche, atada y
probablemente con una contusión. Esa parte fue una bendición, porque
me desmayé otra vez antes de poder comprender completamente que
estaba encerrada en un espacio oscuro bien cerrado con pocas esperanzas
de salir viva.
Más o menos como ahora.
Tiré de las cadenas, pero apenas se movieron. Traté de controlar mi
respiración con la esperanza de evitar mi segundo ataque de pánico en
menos de veinticuatro horas.
¿Me había llevado al Bosque Sagrado como prometió, o a su secreto
sótano de matadero donde iba a mantenerme como mascota? Me devanaba
los sesos tratando de recordar lo que había sucedido después. Recordé ver
hojas, muchas hojas mientras rebotaba por ahí, mi estómago atascado
contra algo duro. Eso fue todo. Rafe me llevó por encima del hombro como
un saco de patatas por un largo tiempo antes de arrastrarme sobre
arbustos punzantes como si no fueran más que dientes de león.
Cuando conseguimos atravesar la zarza y salimos por el otro lado, 231
me encontraba plagada de pequeños y punzantes arañazos, pero ni
siquiera podía hacer que mi boca se moviera para protestar. ¿Qué me
había hecho?
Finalmente, nos detuvimos frente a una pared de árboles. Puso una
mano en la corteza, y de repente, se separaron, formando una Y invertida,
con suficiente espacio para que camináramos dentro. Todavía era plena
luz del día, pero la apertura era negra como la noche, y cuando él entró,
intenté luchar. Podría haber sido lanzada desde un acantilado y morir
enseguida.
Una caída libre dentro las entrañas del infierno, por lo que sabía.
Su risa me hizo desear no haberme tomado la molestia de intentar.
—Litio. Tu tipo no puede soportarlo. Serás inútil durante unas horas. Debí
habértelo dado desde el principio —murmuró.
Sin más opción que dejarme arrastrar por esa negrura insondable,
me giré para mirar atrás hasta que los árboles se cerraron detrás de
nosotros, eclipsando el último rayo de sol porque, ¿y si nunca lo volvía a
ver? Una posibilidad muy real, haciéndose más real cada segundo
mientras miraba alrededor de mi pequeña prisión.
Cuatro paredes de piedra. Sin ventana. Si mis opciones eran estas o
la muerte, esperaba que me mataran. La tristeza llegó de nuevo, fuerte y
clara a través de la niebla. Pensé en mi madre y recé una oración
silenciosa para que esto no la rompiera. Y luego estaba Mac. De rodillas,
rogándome que lo escuchara, y yo me alejé. Maldita idiota.
—Es hora de levantarse, perra.
Rafe se puso delante de mí y colocó una llave antigua en la
cerradura. Rodó y la puerta se abrió. Tenía grandes ilusiones de encontrar
algo para golpear su cabeza asesina con ello y luego tener escapar, pero
aunque estuviera libre de cadenas no podría haber caminado, ya no
hablemos de correr.
Él lo sabía, y no perdió el tiempo empujándome la cara en el suelo
de piedra, así podía abrir los grilletes alrededor de mis muñecas. Vi las
estrellas, y una explosión de luz blanca parpadeó detrás de mis párpados.
Bastardo.
—El Concejo está listo para ti.
Así que no era su sótano entonces. Quería celebrar porque, de los
dos males que imaginé, ese era de lejos el menor, pero no tenía la fuerza
para hacer algo más que colgar inútilmente contra él mientras me medio
arrastraba, medio llevaba desde mi celda hacia una cámara oscura y
húmeda. Justo cuando mis ojos comenzaban a ajustarse y podía distinguir
las paredes escarpadas, la luz inundó otra vez.
Parpadeé con fuerza y lentitud, el pánico golpeándome mientras 232
luchaba para ver a través de la bruma de color rojo y blanco de la
repentina claridad.
—¿Lista? —preguntó, empujándome lejos de él y enviándome una
fría y cuestionadora mirada en mi dirección. Pero debajo había una pizca
de miedo. ¿Sabía lo que había visto en su cabeza? ¿Sabía que lo sabía?
Me sostuvo la mirada durante un largo tiempo, esperando por...
algo. Consideré mis opciones y decidí quedarme tranquila. Acusarlo de
matar a Eric inclinaría mi mano, y si realmente iba a ver al Concejo, no lo
necesitaba preparado antes de tiempo para lo que iba a decirles.
Dio un paso hacia mí, con los pies separados, un puño suelto por el
hombro, el otro cerca de la barbilla de una manera que reconocí. En
guardia. Como si pensara —o esperaba, ¿tal vez?— que, a pesar de que mi
poder era inútil, me gustaría ser capaz de reunir la voluntad para un
combate cuerpo a cuerpo. Ni siquiera tenía la energía para reír.
—Pregunté si te encontrabas lista.
Negué con la cabeza, enviando una ráfaga de dolor a través de mi
sien, lo suficientemente fuerte para hacer a mis oídos sonar. —Nop.
Su sonrisa era puro hielo. —Muy jodidamente malo.
Me agarró, casi levantándome del suelo, y me empujó hacia delante,
hacia la luz del sol.
El aroma de aire fresco y pinos me llenaron la nariz, y aspiré
profundamente con avidez, esperando despejar mi mente confusa. No lo
hizo, pero solo conseguir una cierta distancia de las cavernas
claustrofóbicas y mi celda me hizo sentir menos pánico.
Cuando mis ojos se adaptaron totalmente, vi el entorno y me detuve
en seco. Era como un sueño. Altos y corpulentos trozos de granito que
parecía como si hubieran sido arrancados directamente de Stonehenge
estaban esparcidos alrededor, rodeando un gran espacio despejado, lo
suficientemente grande para albergar un evento deportivo. Un segundo
nivel de exuberante fauna dividía el espacio como el balcón de un teatro
hecho de helechos y plantas. En el centro de este había una gruesa losa de
mármol y tres sillas.
Era como si hubiéramos atravesado el espejo33 y nada fuera
totalmente familiar. Había hierba cubriendo el suelo, pero era el tono más
raro de verde, casi esmeralda, y tenía una calidad incandescente como si
fuera algo de otro mundo. Incluso en mi estado lamentable, era difícil
evitar agacharme para tocar una reluciente brizna.
Setas gordas salpicaban la alfombra de hierba, y las flores florecían
de izquierda a derecha, besadas con diminutas gotas de rocío. Rocío, ¿no
escarcha? Sólo a diez horas de distancia de New Hampshire en enero, y era
tan agradable como una mañana de septiembre. Parte de mí esperaba que 233
alguien colocara música de Enya.
—Un paso adelante —interrumpió Rafe mis pensamientos dispersos,
dándome un codazo en las costillas antes de que tuviera la oportunidad de
reaccionar a sus órdenes, y el golpe me envió tropezando unos metros a la
derecha.
Cuando me encontré casi a punto de caer, presionó una mano
áspera en mi hombro, obligándome a quedarme en el suelo. La bonita
hierba era solo un espectáculo, cortando mi piel como pequeñas máquinas
de afeitar a través de los rasgones en mis pantalones vaqueros.
En mi semi delirio, me prometí no pedir sopa de hongos, y un
cosquilleo de risa brotó de mi garganta. Mierda, ahora no. Ya era un
desastre, y la histeria no ayudaría a la materia. Además, la maldita hierba
dolía, y yo quería levantarme pero ya.
—¿Puedo simplemente…? —Traté de levantarme, pero él no lo
permitió, empujándome de nuevo y torciendo mis brazos detrás de la
espalda para esposarme.
El dolor se hundió en mis hombros, y me tragué un sollozo. Dios, mi
cuerpo dolía. Mi mente dolía. Mi maldito corazón dolía tanto, me sentí
cansada. Perdida. ¿Cómo iba a convencer al Concejo de cualquier cosa? No
tenía pruebas, ni fuerzas, y apenas podía estar de pie, ya no digamos
luchar por mi vida y libertad.

33 ―Through the Looking Glass‖: Segunda parte de ―Alicia en el País de las Maravillas‖.
Un susurro de hojas llamó mi atención, y levanté cautelosamente la
cabeza en dirección al sonido. Tres mujeres vestidas con túnicas blancas,
atravesaron un espacio reducido en un bosquecillo de árboles hacia el
balcón en el centro del claro. La que lideraba el grupo tenía mil años de
edad si fuera un día, y apretaba un libro en sus manos arrugadas. Las
otras dos se veían más jóvenes, como de la edad de mi madre. Se abrieron
paso por lo que parecía ser una escalera oculta de seis metros de altura
que serpenteaba por los costados de la elevada zona de asientos. Adorable.
Ellas literalmente me mirarían, me juzgarían desde lo alto y, luego
emitirían mi sentencia. ¿Demasiado intimidante?
Deseaba la muerte por tijeras de podar para Rafe por no dejar que al
menos que me pusiera de pie. Me sentí como pato acompañado con salsa
de Pekín.
—Esta es Maggie Raynard —pronunció Rafe innecesariamente. Ellas,
obviamente, sabían quién era yo, pero él parecía ansioso porque lo
alabaran, como un estúpido perro esperando una palmadita al entregarle
el periódico a su amo. Imbécil.
Lo miré desde mi posición de rodillas, deseando poder darle una
jodida palmadita en la cabeza con una variedad de Kardia Afrodita, pero ya 234
que esa era la razón por la que estaba aquí, probablemente hubiera sido
malo.
—Maggie —dijo la líder desde el centro en voz baja mientras se
acomodaban en su sitio—. Hemos estado esperando por ti. Soy Bryony.
La más delgada de las dos más jóvenes me evaluó con una mirada
fría. —Floryn.
—Y yo soy Marigold. —Era la más bonita de las tres, con el pelo rojo
fuego y la piel marfil, y fue la única que ofreció una sonrisa, aunque fuera
una forzada.
Bryony se inclinó hacia delante, puso el libro a un lado, y cruzó las
manos sobre la larga mesa en frente de ella. —No voy a andar con rodeos.
Hemos discutido nuestras opciones, y basadas en tu reciente ataque a uno
de nuestros emisarios, además de la información que hemos recibido sobre
la condición y la posterior muerte de un tal Eric Nelson, hemos decidido
que no hay necesidad de una mayor investigación.
Cerré los ojos y dejé que sus palabras penetraran en mi cerebro
cansado. No es bueno.
—Sé que estás ansiosa, y este es un momento de tensión, por lo que
no voy a prolongar más este asunto. —Se movió en su asiento y apretó las
manos con más fuerza, pero su voz era tan firme como la losa de mármol
frente a ella—. Nuestras leyes son muy claras al respecto. —Acarició el
tomo de cuero con reverencia—. Y me temo que no tenemos otra opción.
Por la presente, estás sentenciada a muerte en la horca.
20
Traducido por Julieyrr
Corregido por Val_17

La horca.
Dejó caer esa bomba con la misma emoción que uno pondría detrás
de ordenar un emparedado de pavo en un restaurante. Por un segundo
pensé que había oído mal, pero ella apagó ese pensamiento para continuar
con los detalles.
—Haremos todo lo que podamos para que sea lo menos doloroso
posible, como es el caso de tu estancia aquí con nosotros. Serás 235
mantenida en el Bosque Sagrado hasta que tengas la mayoría de edad
dentro de tres meses y tu sentencia pueda ser impuesta.
En mi estado de debilidad apenas me estremecí. Estaba tan
desprevenida, tan abrumada y mentalmente perturbada, que era como si
estuviera escuchando una televisión en otra habitación. Ni siquiera podía
reunir la fuerza para discutir.
No es que importara. Ni siquiera habían pedido escuchar mi versión,
e incluso si lo hubieran hecho, no cambiaba el hecho de que no tenía
ninguna manera de probar mis afirmaciones sobre Rafe. Y, francamente, si
yo fuera el Concejo y una chica-camino-a-la-muerte comenzara a señalar
con el dedo y lanzar acusaciones salvajes después de escuchar su
sentencia, tampoco le creería.
Mac tenía razón. Debería haber huido.
Mac.

Él nunca sabría que Rafe había asesinado a Eric. Nunca sabría que
yo no era una asesina, y eso dolía más que nada. Doblé los dedos y los
metí en mi bolsillo trasero, esperando, con todo lo que tenía en mí, que
todavía estuviera allí. El anillo. Mac.
Tan pronto como lo toqué, mis dedos trazaron la suave plata
trenzada, y un leve zumbido de poder corrió por mí. Sentí su esencia a mí
alrededor, y aunque la energía que desprendía no era suficiente para
compensar el efecto completo del litio y mi cansancio, era suficiente para
ser capaz de pensar con claridad.
¿Cómo demonios las cosas se jodieron tanto? Sólo estaba condenada
a morir por los crímenes de un idiota que había asesinado a mi ex a sangre
fría. No importaba si me creían. Estaba completamente segura de que iba
a decir mi parte.
Tragué saliva, tratando de acumular la suficiente humedad en mi
boca para dejar salir más que un graznido cuando Bryony recogió su libro.
El Concejo se levantó como uno sin echarme otra mirada, y comenzaron a
salir en fila, pero mi voz los hizo parar en seco.
—Yo no… —Me interrumpí y me aclaré la garganta por el tono
áspero y lo intenté de nuevo—. Yo no lo maté.
Rafe se dio la vuelta para mirarme y frunció el ceño, sus ojos
oscuros volviéndose un poco salvajes. —Cállate. No se te permite hablar.
La sentencia ha terminado. Ya está hecho. —Levantó una bota y me pateó,
conectando con mi hueso de la cadera. Un ladrido de arriba detuvo su
segundo golpe de aterrizar.
—¡Suficiente! Nosotros no somos bárbaros. —Esto vino de Bryony, 236
quien le frunció el ceño. Volvió su mirada fría sobre mí—. Hija, ya hemos
tomado nuestra determinación —dijo, su mandíbula temblando mientras
hablaba—. Somos muy conscientes del accidente de tráfico, pero fueron
tus poderes lo que le hicieron desviarse de la carretera en primer lugar.
Eso resultó directamente en su muerte. No tiene sentido negarlo.
Apreté la banda trenzada de plata y traté de levantarme, pero no
sirvió de nada. Mis piernas estaban todavía como dos trapos de cocina
doblados debajo de mí. —Rafe es un mentiroso.
El creciente gruñido de Rafe me hizo temblar. Con mis manos detrás
de mi espalda, mi centro estaba abierto y yo totalmente expuesta, como
una tortuga sin caparazón. Esperaba una patada en el estómago, pero
nada iba a detenerme de escupir el resto. —Él es quien mató a Eric.
Admito que el accidente fue mi culpa. Y admito agarrar a Rafe en el
camino a reunirse con ustedes ayer por la noche, pero él es el asesino, no
yo.
El golpe que había estado esperando finalmente llegó, y debe
realmente de haber puesto esfuerzo en ello, porque fue extraordinario. La
luz explotó detrás de mis párpados mientras una patada talla doce se me
clavaba en el riñón y me lanzó hacia un lado. Sin una mano libre para
amortiguar mi caída, aterricé en el lado de mi cara, mi sien herida
tomando la peor parte del impacto, junto con el castigo impuesto de la
adorable hierba. En una escala de uno a sólo-mátame-ahora, eran puntos
para el tablero de este último. Si pequeños pajaritos animados comenzaran
a revolotear alrededor de mi cabeza en un círculo, no me hubiera
sorprendido.
A través del zumbido en mis oídos pude oír gritos, pero no podía
decir de dónde. Operando a través del lío de más vale prevenir que tener
que lamentar, acurruqué mis rodillas en mi pecho a la espera de otro
golpe, pero nunca llegó.
Me obligué a abrir los ojos y mirar alrededor, tratando de respirar a
través de la agonía desgarrando en mi lado. Rafe estaba en el suelo boca
abajo, y Mac estaba de pie sobre él, pálido y temblando de furia. El
corazón me dio un salto y la alegría de mi corazón eclipsó el dolor en mi
cuerpo.
Por un segundo pensé que lo estaba imaginando. ¿Estaba allí
realmente, o era una alucinació, producto de las drogas y el dolor
inducido? Me retorcí, sintiendo las hojas de hierba cortando mi cara, y
finalmente logré una posición sentada justo cuando Mac plantó su pie en
el estómago de Rafe, pateándolo para que se pusiera boca arriba.
—Levántate, pedazo de mierda. —Los tendones del cuello de Mac se
destacaron y su pecho se agitó. Podría estar condenada a la horca, pero
aún no estaba muerta, y Jesús, él era un espectáculo glorioso. Las 237
lágrimas llenaron mis ojos y bajaron por mi mejilla, la sal escociendo las
laceraciones en mi cara. Pero no me importaba una mierda, porque Mac
estaba aquí.
Traté de levantarme… para ir con él, pero de repente, no podía
moverme en absoluto. Algo intangible me había fijado en el lugar. Lancé
una mirada a la mesa del Concejo y vi a Marigold señalándome con un
dedo y moviendo la cabeza. —Estáte quieta, Maggie Raynard, o sólo va a
empeorar para ti.
—Cormac, hijo de Cormac, aléjate de él y explícate —demandó
Floryn fríamente.
Mac habló, con la mirada llena de furia agitándose entre Rafe y el
Concejo como si estuviera debatiéndose si podía o no tener otra
oportunidad antes de que fuera impactado por el rayo de un demi dios o
algo malo.
—Mac —murmuré—. Por favor. Haz lo que te dicen. —Si se lesionaba
después de venir aquí a defenderme, mejor que me ahorcaran pronto.
Hizo crujir sus nudillos, disparando una última mirada de disgusto
a Rafe antes de enfrentarme. —¿Estás bien? —Sus ojos iban de furiosos a
llenos de preocupación y pesar—. Por favor, dime que estás bien.
—No voy a preguntarte de nuevo, Cormac. —Floryn alzó una mano
en dirección a Mac, y le di una mirada suplicante. Él suspiró y se volvió
hacia el Concejo.
—He venido a responder por esta chica.
Se acercó más hasta situarse a mi lado. Si pudiera dar la vuelta,
podría ser capaz de tocarlo una vez más.
—Si ella dice que Rafe asesinó a Eric, entonces es cierto.
Y entonces él estaba allí. Arrodillándose junto a mí, deslizando su
mano en la mía, y yo deseé tener el control de mi cuerpo para poder
hundirme en él. La energía que siempre crujía entre nosotros era apenas
un chisporroteo, pero allí estaba, y eso solo me dio una sensación de paz.
Lo que sea que pasara ahora, estaría bien. Mac estaba aquí, y el sabría la
verdad sobre lo que pasó con Eric.
Escuché un movimiento y vi a Rafe levantándose en mi periferia. Ni
siquiera se había levantado por completo, cuando se lanzó sobre un
arrodillado Mac con un rugido.
Estaba a sólo unos centímetros de distancia cuando se congeló en el
aire.
—¡Suficiente de esta insubordinación! —La mano extendida de
Bryony apuntaba a Rafe, y a pesar de que estaba enojada nosotros, podría
haberla besado por detenerlo—. Podemos detenerte por una eternidad si 238
eso es lo que hace falta.
Mac negó con la cabeza tristemente. —No. Pido disculpas. Lo único
que pido es que me escuchen.
Bryony lo miró fijamente, considerándolo por un largo rato.
—Hermana —intervino Floryn—. Ya hemos decidido que esto era…
—Los Finnegans son antiguos y honorables miembros de esta orden,
y el joven Cormac el Dorado será escuchado —dijo Bryony, una nota de
finalidad resonando en su voz.
El Dorado. Mi débil cerebro trató de darle sentido a eso, pero la voz
de Mac descarriló mis pensamientos.
Marigold frunció el ceño y pareció como si quisiera decir algo, pero
se lo pensó mejor.
—He pasado los últimos tres meses observándola en la escuela, y las
últimas dos semanas con Maggie casi a diario. Les puedo decir esto: es
una buena persona. —Su tono era respetuoso, pero firme—. Ella ha estado
haciendo todo esto por su cuenta, sin nadie que la guiara. El chico fue
herido mientras la atacaba. Ella respondió en defensa propia.
—Si te crees eso, entonces eres más estúpido de lo que pareces —
gruñó Rafe, todavía congelado en su lugar.
Fue entonces cuando una extraña sensación se deslizó por mi brazo
izquierdo. Vida. Energía. Poder. Mac se abría a mí, dándome su fuerza en
una corriente lenta y constante. Luché por mantener los ojos abiertos y
traté de concentrarme en las palabras que se decían, pero junto con el
poder llegaron los recuerdos.

Perros ladrando, miedo paralizante. —Métete debajo de las tablas,


ahora. ¡Ve, hijo! —grita papá.
—No. ¡Ven conmigo!
Meterme bajo el piso brillante. El grito de una mujer… ¿de mamá? Y
entonces ella es empujada hacia abajo conmigo en la oscuridad.

Una voz me trajo de vuelta al presente.


—¿Tienes pruebas de esta acusación, Maggie Raynard? —exigió
Bryony, pero incuso si hubiera podido responder, no lo habría hecho. Ella
no era más que una distracción del trauma que se desarrollaba delante de
mí. Mac como un niño. Aterrorizado y huyendo. ¿De quién?
Mac apretó mi mano con más fuerza. —Respóndeles, Maggie.
Cuéntales tu historia. —Mientras hablaba, envió más energía vertiéndose 239
en mí, la corriente convirtiéndose en un río. Su mano temblaba con el
esfuerzo y sabía que tenía un precio. Junto con él, los recuerdos fluyeron,
más fuertes y más rápidos.

Gritos por encima, portazos, el ruido sordo de los puños chocando en


carne. Una y otra vez. Me tapo los oídos y me quedo quieto, mordiéndome el
labio tan fuerte como puedo porque mamá dice que tengo que ser valiente.
Nos abrazamos hasta que el ruido se detiene. Se sienten como horas
hasta que mamá empuja la puerta abierta con un chirrido. Incluso la tenue
luz de la lámpara me hiere los ojos. Subimos, y las mejillas de mamá están
mojadas por las lágrimas. Papá ha… muerto.

El dolor de Mac era tan fuerte, que me cortó el corazón como si fuera
mío, y me dejé caer contra él con un sollozo.
—¿Nada más que decir? —exigió Floryn—. ¿Te das cuenta que hacer
una declaración como esa, y rehusarte a corroborarla es a la vez una
pérdida de nuestro tiempo y un atrevimiento?
—Acaba de una vez, y deja que él la lleve de vuelta a su celda.
Marigold agitó la mano, y la cadena invisible que parecía
mantenerme atada al suelo se liberó. Su cara era como una piedra, y lo
que fuera que me convenció de que era bonita a primera vista, ahora había
desaparecido.
—Necesitas concentrarte, Maggie. Por favor —murmuró Mac, lo
suficientemente bajo sólo para mis oídos—. Deja de mirar furtivamente en
mis recuerdos y concéntrate en absorber el poder.
Fácil para él decirlo. Todo lo que quería hacer era girar y tirar mis
brazos alrededor de su cuello y gritar. Por tristeza hacia el chico que había
sido; por admiración hacia el hombre en que se estaba convirtiendo.
Rafe decidió aportar su granito de arena con Marigold. —Están
obviamente haciendo tiempo para darse una oportunidad de averiguar
cómo salvarle el cuello. Por favor, déjenme llevarla de vuelta a su celda
ahora para que puedan seguir adelante con más imp…
—No puedo probar que Eric me atacó. Pero puedo probar que Rafe lo
mató. Yo misma lo vi. —Animada por la energía de Mac y por cada pizca de
determinación en mi cuerpo, me obligué a ponerme en una rodilla.
Marigold levantó un dedo de advertencia hacía mí otra vez, pero Bryony
intervino alzando la palma de su mano en su dirección.
—Permitir que la chica hable no nos causa ningún daño. Teniendo
en cuenta la gravedad del delito y su castigo, quiero escucharla. —Ella me
miró, sus viejos ojos azules aún fuertes a pesar de que la piel que los
rodeaba parecía papel de pergamino—. Habla, hija. 240
—No te van a dar otra oportunidad —susurró Mac—. Dilo de una
vez. —Apretó el pedal en el suelo y la basura resultante de la adrenalina
me envió en una espiral.

Una noche oscura. La gran sala iluminada por la chimenea. Mamá


está llorando con la puerta abierta oscilando, y papá entra a trompicones
con la ropa pegada al su cuerpo e incrustada de sangre. Anchas heridas,
todavía rezumando, se entrecruzan sobre sus anchos brazos,
intersectándose con viscosas cicatrices. Me envían al piso superior, pero
escucho desde arriba los susurros y las historias de tortura mientras mamá
intenta sanar su cuerpo roto. Son los Lobos Grises. Nosotros somos la presa.
Los Dorados.

La presión de la mano de Mac en mi muñeca me devolvió al presente


mientras los puños parecían aflojarse. Abrí los ojos, las imágenes del joven
Mac que había visto, grabadas en mi cerebro. ¿Eso era lo que había
matado a su padre? No pienses en ello. No pienses en ello. Céntrate en el
poder.
—Lo vi cuando lo toqué. —Mi voz era más fuerte ahora, e hizo eco en
el amplio campo.
El trío intercambió miradas ilegibles, y Marigold tomó la delantera,
dando un paso más cerca y mirándome con dureza. —¿Cómo lo viste?
Nuevos recuerdos nítidos lamieron mi cerebro y traté de empujarlos
fuera. Para centrarme en Marigold y la tarea de vida-o-muerte en mi mano,
pero eran tan fuertes. Tan fuertes…

Un beso que me hace perder la cabeza con una chica que hace lo
mismo. Un desgarrón en el vientre. Dolor agudo, brutal, pero vale la pena.
Demasiado. Echo un vistazo al espejo y soy Mac. Pero no Mac. Una estatua
de plata en movimiento, fluida, con un cincel en una mano y un pedazo de
mí mismo en la otra. Mac, de pie delante de un abismo de fuego, forjando
una banda… no, una trenza de plata.

La misma trenza de plata que se clavaba en mi mano en ese


momento.
El sollozo que se había estado construyendo en mi garganta desde
que me había tocado no se pudo contener, y salió entrecortado por mis
labios. Mac era uno de los Dorados. Había leído acerca de ellos en uno de
los libros de la abuela, pero no había hecho la conexión hasta este
segundo. Desde los albores de la alquimia, los seres humanos habían 241
cazado a su especie por sus poderes de transformación tanto como los
preciosos metales que su cuerpo pudieran producir. Los atraparían como
animales, pero no los matarían. Una vez muerto, el Dorado se convertía en
carne y hueso. Así que, en su lugar, se asustaban y los torturaban
mentalmente hasta que, al borde de la muerte, cambiaban a una forma de
metal. Entonces los cazadores los cortaban, tomando piezas de ellos al
mismo tiempo que intentaban encontrar el origen del cambio para poder
reproducirlo.
Esto seguía y seguía, y eran mantenidos así por horas… algunas
veces días, hasta que eran usados completamente y no quedaba nada que
tomar, o estaban muertos.
Significa mucho para mí.

Eso era lo que había dicho cuando me había dado el anillo. No es un


regalo que viene de Mac. Es un regalo de él.
Para mí. Perseguidos y mutilados por sus cuerpos durante siglos, y
Mac voluntariamente me había dado un pedazo de sí mismo.
—Mac… —Las lágrimas escaldaban mis mejillas mientras buscaba
en sus ojos grises.
Me sostuvo la mirada sin vacilar, con el rostro tenso por el dolor, y
luego sacudió la cabeza con un murmullo. —No..
—Jesucristo, ahora que todo el mundo se eche a llorar. Ya basta de
esto —gruñó Rafe. De repente, inexplicablemente, estaba libre. Cuando
llegó a mí, no lo creía. Bloqueé todo fuera excepto mi rabia y dolor, y
mentalmente pinté una diana en su cabeza. Me tiré a mis pies y envié las
cadenas que Mac había suavizado explotando de mis muñecas con un
estallido. Mac.
Marigold me niveló con el dedo, pero Mac se lanzó delante de mí
mientras me dirigía directamente hacia Rafe, quien se dirigía hacia mí
como un toro.
Estuve sobre él en un segundo, la fuerza de Mac combinada con mi
ira corriendo por mis venas. Utilicé su cuerpo para bloquear el mío
mientras cerraba mi mano sobre su antebrazo, sacando su energía con
todas mis fuerzas. Él era fuerte cuando no estaba medio dormido, pero yo
lo era más.
—Diles la verdad o voy a chuparte hasta la última gota de amor de
todo tu cuerpo y no serás más que una llorosa, jodida bolsita de carne en
tres segundos —le susurré.
Una explosión de energía pasó rozando mi cabeza y una voz
femenina gritó. —¡Suéltalo de una vez! 242
No hice caso de los dos y apreté más fuerte, mi poder buscando un
punto de apoyo al que aferrarse. Sólo una hebra de amor para adherirse y
yo estaría…
Algo me golpeó con fuerza en el hombro y me envió volando hacia
atrás, mis orejas crepitando como la estática de un radio antiguo. Me
convertí en un perro de pelea y arrastré a Rafe conmigo, pero el anillo de
Mac salió volando de mi mano.
—¡Suéltame! —El gruñido de Rafe retumbó desde el fondo de su
pecho, y cuando se giró hacia mí, era real. Estaba a punto de pegarme
como todo un hombre. El instinto me hizo liberarlo, y cubrirme la cara
mientras el martillo que tenía por puño venía hacia mí, pero me pasó,
como si fuera una fuerte brisa.
Descubrí mis ojos para ver a Mac de pie delante de mí, su piel
transformándose en plata fluida. Rafe estaba a pocos metros de distancia,
sangrando por la nariz. —Le pones otro dedo encima, y te golpearé hasta la
muerte.
Rafe sonrió y la sangre goteó de su boca, lo que hizo que se viera
como una macabra calabaza de Halloween. —Ya veremos, muchacho
brillante. —Se afincó más en su postura, sus muslos gruesos enterrados, y
vino disparando como un toro furioso. Un segundo era piel y huesos, al
siguiente era una losa móvil de granito.
—Convoca a los guardias —gritó Bryony.
Pero donde quiera que los guardias estuvieran, no era lo
suficientemente cerca. El puño de piedra de Rafe golpeó a Mac
directamente en la mandíbula. Mi corazón latió con fuerza, queriendo
salírseme del pecho, y grité cuando su cabeza cayó hacia atrás.
Seguramente eso lo había matado.
Pero Mac todavía estaba de pie, con una sonrisa letal curvando sus
labios, dientes blancos contra su piel metálica. —¿Es todo lo que tienes?
Jesucristo, esperaba que sí.
La mano abierta de Mac voló tan rápido que casi no la vi conectar
con la garganta de Rafe. Él se tambaleó hacia atrás y revolvió su cuello,
sus ojos hinchándose. Mac lo siguió, moviéndose con el propósito y la
gracia de un asesino entrenado. Su pie se movió hacia fuera, barriendo las
rodillas de Rafe por debajo de él.
Para mi sorpresa, Rafe no cayó. Tropezó de nuevo y luego se
enderezó antes de lanzar un ataque propio, golpeando oblicuamente la
sien de Mac. Mac gruñó, luego hizo una finta a la derecha y salió por
detrás del chico más lento, un brazo reluciente enroscándose en su cuello
como una anaconda.
243
Un grito sonó desde el otro lado de la habitación y otro disparo se
dirigió hacia nosotros. Traté de llegar a él para tomar su fuerza, pero no fui
lo suficientemente rápida. No debería haberme preocupado. Ahora Mac
estaba en la zona, y lo bloqueó limpiamente con su otro antebrazo. Rafe se
sacudió y se agitó como un caballo asustado, pero Mac lo agarró con
fuerza, su rostro era una máscara de furia despiadada.
No iba dejarlo ir hasta que Rafe estuviera muerto. Me abalancé sobre
su brazo.
—No puedes matarlo. —Tiré hacia atrás, aturdida por la textura lisa
y metálica de su muñeca y la energía que emanaba de él—. ¡Mac, para! —
Era sordo a mí, perdido ante la ira, sus músculos contrayéndose con
fuerza mientras se centraba en terminar el trabajo. Si lo hacía, el no
saldría vivo de este sitio. Lo sabía con certeza.
Bajé la voz y supliqué con la esperanza de cortar a través de la rabia.
O hacer que me escuchara. —Lo necesitamos para que confiese, Mac. O
me van a ahorcar.
Tomó un segundo, pero mis palabras golpearon la diana, y sus ojos
atronadores bloquearon los míos. Finalmente asintió, la furia salvaje
desvaneciéndose de su cara junto con el color plateado de su carne. —Está
bien. Sí, está bien. —Usó la ventaja que tenía y mandó a Rafe al suelo
sobre su espalda.
Mientras Mac lo mantenía clavado en el suelo, agarré el hombro de
Rafe y me descargué en él. No tenía sentido tratar de succionar el amor de
él. Incluso si había alguno para ser encontrado, se las había arreglado
para bloquearme en el auto.
En su lugar, intenté empujar de nuevo esta vez, pero no en busca de
recuerdos. Esta vez usé un nuevo truco, freír sus células cerebrales, una
por una, al igual que la alarma en la ventana de la escuela. No llegué muy
lejos cuando un puño invisible pareció alzarse y cerrarse alrededor de mi
corazón.
Mil veces estuve asustada desde que supe en lo que me estaba
convirtiendo. Demonios, el miedo era ya una parte de mí ahora, casi no me
acordaba de lo que era no sentirlo. Pero nunca como este. La oscuridad
que tiraba de mí, acercándome a algo pegajoso y negro, una boca abierta
de horror, una pizca de lo que sentí cuando toqué a Rafe la noche anterior,
pero multiplicada por mil. Pero no venía de Rafe. Así que, ¿de dónde
entonces?
—¿Maggie? ¿Estás bien? —La voz de Mac parecía como si viniera de
muy lejos. Hice mi mejor esfuerzo para contestar, para decirle que estaba
bien, pero no podía.
Estaba demasiado ocupada muriendo.
244
21
Traducido por Val_17
Corregido por *Cristi*

No sé lo que me había imaginado que se sentiría el morir, pero


definitivamente no era esto. No hay vida destellando ante mis ojos. No hay
dulces y buenos recuerdos de mi infancia. Ni siquiera arrepentimientos.
Sólo... nada, y el saber que lo que fuera que me estaba pasando era peor
que la muerte, porque solo estaba la promesa de que solo vendría más
nada.
Mi ritmo cardíaco desaceleró mientras el puño se apretó. 245
Podía contar cada latido final de mi corazón en mi cabeza. Uno.
Luego mucho tiempo antes del dos. Luego más tiempo hasta el tres.
Entonces ninguno. Caí hacia atrás y miré el cielo. Era tan azul. Tan
hermoso. ¿Por qué no lo había notado antes? Me aferré a la vista durante
todo el tiempo que pude, hasta que la oscuridad que tenía su agarre en mí
se introdujo en mi visión como el regulador de un interruptor de luz.
Oscuridad.
Hasta que un goteo de luz rompió la oscuridad. Tan ligero. Como
una vela de cumpleaños en un enorme agujero negro. Lo alcancé con mi
mente mientras parpadeó por un segundo, pero luego se puso un poco
más fuerte. La sensación helada en mi pecho se puso peor antes de
mejorar, pero luego se fue debilitando, levantando, y los latidos que había
estado esperando llegaron. Cuatro. Luego cinco. Seis, siete, ocho...
Mis ojos se abrieron con fuerza y traté de incorporarme, pero un
peso presionaba mi pecho como un saco de piedras. Cabello marrón
cosquilleaba en mi nariz, y me di cuenta de lo que me estaba aplastando.
Mac. Estaba tumbado encima de mí, su cuerpo pálido y blanco
cubriendo el mío. Y no se movía.
Clavé los talones en el suelo y rodé hacia un lado, usando mi
impulso para llevarlo conmigo. Lancé una mirada rápida a Rafe, que yacía
a pocos metros de nosotros, jadeando, murmurando incoherencias. Con lo
que fuera que él nos había golpeado, obviamente le había cobrado su
cuota.
Mi sangre se congeló cuando recordé esa sensación... esa horrible
sensación, y me pregunté por qué él no había soltado esa pequeña joya
antes. Entonces mi atención se centró exclusivamente en Mac. Aún
estaba... tan jodidamente quieto, y su piel brillaba de dorado a carne y
viceversa.
Agarré su brazo, un grito construyéndose en mi garganta. —¿Qué
has hecho? Jesús, Mac, ¿qué hiciste? —Estaba frenética, sacudiéndolo, las
lágrimas corrían por mi cara. Yo no estaba muerta, y sabía la razón. Mac
me había cubierto, protegiéndome con su cuerpo y absorbiendo los dedos
de la muerte que habían sido dirigidos hacia mía. Ya había agotado gran
parte de su fuerza en mí, no le quedaba suficiente para mantener su forma
metálica y protegerse a sí mismo de algo de esa magnitud. Él me lo había
dado todo... mucho más de lo que tenía que dar, y ahora pagaría con su
vida.
—Por favor —le supliqué—. Toma tu fuerza de vuelta. —Lo aparté,
tratando de devolver el regalo que me había dado, pero fue inútil. Yo
estaba demasiado débil, nada de lo que le enviaba le llegó—. ¡No!
Sus ojos se abrieron, y trató de sonreír.
—Shhh, Magpie, todo está bien. Soy tu Protector, ¿recuerdas? — 246
susurró, levantado una temblorosa mano para acariciar mi pelo—. Esta es
la única oportunidad que tienes, o un asesino queda libre. Termínalo. —
Sus ojos se cerraron, y el omnipresente arco de energía entre nosotros se
apagó hasta desaparecer.
Ido. Mi amigo, mi salvador, mi Protector se había ido.
El sonido que salió de mis labios fue nefasto, y el odio que quemaba
dentro de mí fue peor. Salté sobre mis pies y caí sobre Rafe, apretándole el
cuello con mis manos, enviándole mi poder, vertiéndolo en él con una
silenciosa plegaria para tener lo suficiente y terminar el trabajo.
—Aléjate de él, niña —chilló Bryony.
¡Sí, cómo no!
Eso sólo me hizo apretar más fuerte, presionar con más fuerza,
porque sabía que no tenía mucho tiempo antes…
El estallido de energía me golpeó justo en la espalda, y caí hacia
adelante, pero aguanté, utilizando la energía que Mac me había dado para
terminar de freír a Rafe.
Unos pasos sonaron en la escalera, y le di una última ráfaga. El
tiempo había terminado. Él se rindió, golpeando con la mano mientras su
rostro se ponía gris y sus ojos se abultaban. —Para. Por favor, para. —
Aflojé y él continuó, ahora con voz aguda mientras se empujaba a sí
mismo a sus rodillas—. Yo lo maté.
El Amaranthus se apresuró como grupo, las manos levantadas, a
sólo unos metros de distancia ahora, y Rafe palideció. —Pero, en serio,
estaba prácticamente muerto de todos modos.
Por primera vez, Rafe sonó asustado. Aterrorizado, de hecho. Busqué
un poco de piedad pero no encontré nada.
—¿Es esa la verdad? —Los ojos de Bryony se enfriaron totalmente—.
¿Te enviamos a resolver un problema y has cometido un asesinato a
sangre fría, y arriesgado a nuestra gente?
Entonces el temperamento de Rafe se apoderó de él, y sus súplicas
se convirtieron en furia. —Eso es mentira. Estaba en un coma muy
profundo, dudo que alguna vez saliera de él. —Me sacudió y trató de
ponerse de pie con la mano extendida—. Además, sólo estaba ha…
El resto de su oración fue interrumpida cuando Marigold lo golpeó
en el pecho con una explosión de poder que lo envió al suelo como una
piedra con los ojos rodando atrás en su cabeza.
—¡Suficiente! —gritó ella.
—Lo mismo te digo a ti, Marigold de Tebas. —La cara de Bryony era
una máscara de furia, que habría sido aterradora como el demonio si 247
hubiera sido dirigida mí. Tres guardias embistieron desde los árboles,
demasiado tarde, y rodearon a Rafe. Bryony levantó la mano para que se
detuvieran dónde estaban antes de seguir hablándole a su co-consejera.
—Somos el juez y el jurado, pero no somos los verdugos. Retírense.
—Ella sostuvo la mirada de Marigold y la otra mujer se tensó. Me pregunté
si otra lucha aún más volátil se estaba gestando. Entonces Marigold
retrocedió con la cabeza gacha.
—Sí, Bryony. Me disculpo. Él se nos estaba acercando
agresivamente, y esperaba recuperar un poco de orden.
Bryony asintió secamente pero no respondió. Rafe todavía no se
movía, y me pregunté fríamente si estaba muerto. Entonces caí al suelo
junto a Mac. Sus ojos estaban cerrados, sus pestañas oscuras eran
borrones sobre su piel que ya no parpadeaba, sino que era de un desvaído
color dorado que brillaba menos con cada segundo que pasaba. Apoyé la
cabeza en su pecho, escuchando, pero no había nada que escuchar.
Quería gritar. Para aullar y maldecir a los cielos y a las perras que se
alzaban allí mirando hacia nosotros, y a ese hijo de puta de Rafe.
—Aléjate, niña.
La voz de Bryony fue más gentil de lo que había escuchado antes. Yo
no me movería. Ni siquiera me molesté en alzar la mirada.
—Aléjate mientras todavía hay una posibilidad de que pueda
salvarse.
La esperanza arañó su camino a través de la masa de desesperación,
y entonces la miré. —Su corazón no está latiendo.
—Ahora —dijo con un asentimiento—. Pero si estuviera realmente
muerto, sería solo carne y hueso. Tenemos tiempo.
Me tiré a mis pies y me aparté para dejarla entrar. Ella corrió hacia
mí y se arrodilló junto a la forma inerte de Mac. Cuando alcanzó una mano
para tocar su frente, me tomó todo lo que tenía no saltar sobre ella. Pero,
¿qué más podía hacerle? Si ella le deseaba el mal, todo lo que tenía que
hacer era retroceder y esperar. Me quedé quieta, sin saber qué hacer
mientras ella le murmuraba palabras que yo no entendía.
El tiempo pasó, los minutos parecían más distanciados que mis
latidos hacía tan poco tiempo. Y luego, justo cuando estaba a punto de
perder la esperanza...
—Ah, Cormac. Ahí estás —susurró Bryony. Todo mi cuerpo se puso
tenso, y las mariposas explotaron en mi estómago, pero cuando miré su
cara, él tenía el mismo aspecto, todavía inmóvil.
La decepción fue como un cuchillo en el intestino. —No. Él…
Entonces sus ojos se abrieron. —¿Magpie? —Su voz era tan débil, 248
tan diminuta, ni siquiera sonaba como él, pero era el ruido más dulce que
había escuchado jamás. La energía entre nosotros hirvió suavemente como
la sopa en un día de invierno, y caí al suelo junto a él, saludando el
escozor del césped porque significaba que estaba viva. Y Mac también.
¡Joder sí! Tomé su mano y apreté, emocionada cuando devolvió el
apretón.
—Hola —le susurré.
—Hola, a ti —respondió, su voz ya sonando más fuerte. Empujé
hacia afuera en una suave corriente, esperando que mi energía lo ayudara
a sanar más rápido.
Bryony asintió alentadoramente, y se levantó temblorosa sobre sus
pies antes de darme una sonrisa triste. —Mis rodillas no son lo que solían
ser.
Me imaginé que había conseguido unos buenos mil años de ellas,
pero solo asentí y sonreí. La forma en que me sentí por ella en este
momento, si sus rodillas cedieran la habría llevado por ahí por el resto de
su vida. Había salvado la vida de Mac.
Él se sentó con un gruñido, y su piel dorada brillaba antes de volver
a la carne mortal. Quería lanzar mis brazos a su alrededor y aferrarme
para salvar su vida, pero no habíamos acabado aquí. Él entrelazó sus
dedos con los míos, y tomó una bocanada de aire.
—Bryony, siento que hayamos causado tantos problemas, pero como
puedes ver, hay cosas que necesitas saber y Rafe… —comencé.
—Él se ha avergonzado a sí mismo —declaró Floryn rotundamente—.
Y a nosotras, hoy.
Marigold asintió, y Rafe gimió suavemente en su sueño forzado antes
de irse de nuevo al silencio. Ella lo miró con disgusto. —Deberíamos
haberlo ejecutado de inmediato.
Bryony habló justo encima de ella como si no estuviera ahí. —Una
vez que hayamos desentrañado este desastre, veremos y decidiremos qué
se va a hacer aquí. Hay otras cosas que considerar. —Agitó la mano, y un
fornido guardia vestido con toga de malla se acercó, arrojó el cuerpo inerte
de Rafe sobre su hombro, y lo arrastró en silencio.
—En cuanto a ti, joven Maggie, todavía existe el asunto de tu falta de
control que nos hizo investigarte en primer lugar. No creo que la revelación
de los delitos de Rafe cambie el hecho de que eres demasiado poderosa, y
de que estás demasiado mal preparada para manejarlo y podamos dejarte
ir. —Su mirada era amable y su tono casi de disculpa—. Es mi opinión
que, si te dejáramos con tus poderes intactos, podrías provocar serios
daños, y atraer atención no deseada sobre nuestra especie. Estás a un día 249
malo de…
La corté, mi molestia y el horror básico del día sacando lo mejor de
mí. —Matar a alguien. Sí, sí, lo sé. ¿Eso está en el manual de
entrenamiento para el trabajo aquí o algo?
Las cejas de Bryony colapsaron en un ceño atronador, y Mac se
aclaró la garganta, pellizcando mi dedo no muy gentilmente a la cállate la
puta boca.
Entendido.
—Estimado Concejo, quisiera pedir que Maggie sea liberada de mi
cuidado. —Liberó mi mano y me sonrió tranquilizadoramente antes de
empujarse sobre sus pies con un gruñido—. Como señalé en mi último
informe, su madre y su abuela se han atado desde hace casi una década, y
ella no sólo no recibió ningún entrenamiento, sino que hasta la primavera
pasada ni siquiera sabía que era una semi. Ya que he estado entrenándola,
ha mejorado muchísimo, y no muestra ninguna mala intención. Creo en
ella.
Habría sido un momento extremadamente inapropiado para sonreír,
pero sus palabras enviaron una oleada de alegría por mi cansado y
maltrecho cuerpo, y me puse junto a él.
—Y tengo toda la confianza en que ella puede ser una valiosa
posesión para la especie semi. Han visto lo que puede hacer. La lectura de
recuerdos es un don raro y poderoso en alguien que esté dispuesto a
usarlo para el bien. Ciertamente, eso es una mercancía que el Concejo
puede utilizar de alguna manera positiva, ¿tal vez incluso para ayudar en
futuras audiencias? —La magia de Bryony debe haber sido bastante
mafiosa, porque Mac estaba mejorando a cada segundo, y había encendido
su encanto como un vendedor vendiendo sus productos con tenacidad—.
Denme hasta su decimoséptimo cumpleaños para prepararla para la
prueba. Presentaré informes regulares entre tanto, y mantendré una
estrecha vigilancia sobre ella.
Bryony pareció considerarlo, su mirada taladrándome. Luego, se
inclinó hacia Floryn y presionaron sus cabezas juntas para hablar en voz
baja mientras Marigold permanecía sentada, pareciendo estar fuera del
asunto y enojada.
Las hermanas se separaron, y la mayor encontró la mirada de Mac.
—¿Y si alguien sale herido durante este experimento tuyo?
—Tomo toda la responsabilidad, y acepto tener cualquier condena
impuesta a ella para mí también. —El tono de Mac era plano, y yo quería
patearlo. ¿Y si no podía hacerlo? ¿Qué pasaba si dañaba a alguien por
error y él tenía que cargar la culpa conmigo?
—Maggie, ¿qué dices tú? —Los penetrantes ojos de Bryony 250
sostuvieron los míos, y resistí el impulso de mirar hacia otro lado. Ella era
un hueso duro de roer.
¿Qué digo? Yo digo que quería largarme de ese loco lugar lo antes
posible. Incluso con Mac apretando mi mano en advertencia...
—No quiero que Mac sea castigado por algo que podría hacer. Tengo
fe en mí misma. Sé que soy una buena persona. O al menos, lo quiero ser.
Pero si no soy lo bastante fuerte como para controlar esto, él no debería
ser responsable.
Bryony asintió lentamente, y envió una mirada interrogativa a Floryn
quien asintió también. Marigold abrió la boca para decir, algo pero pareció
pensarlo mejor. Probablemente todavía molesta de que la jefa la había
callado antes en frente de la compañía.
—Es exactamente esa respuesta, niña, la que me hace querer darte
el beneficio de la duda, y me da la confianza de que tienes algo de bondad
en ti también.
Mac se desplomó a mi lado, su alivio palpable.
—Eso no te libera de tu promesa, joven Cormac, aunque pueda ser
injusta. Nos tomamos la protección de la raza humana, y por tanto
nuestra propia existencia, muy seriamente. Si llamamos la atención sobre
nosotros mismos seremos cazados como perros. Hay demasiados de ellos
para que nosotros ganemos una guerra en su contra, y ya sabes lo crueles
que pueden ser.
La mayoría de los semis que conocí hasta ahora no habían sido
exactamente un gusto, y el lado humano de mí quería discutir, pero ella
continuó.
—Dicho esto, ahora puedes tomarla e irte. Mientras estás
entrenando, ten cuidado, Maggie, o no habrá más misericordia mostrada
para ti o tu nuevo campeón, chica. Puedes ser poderosa, pero eres una
novata, y podría aplastarte con mi bota si así lo eligiera.
Asentí, nerviosa por el acuerdo de Mac con el Concejo, pero
agradecida por estar viva. Él tomó mi mano y me llevó hacia la salida. Me
alejé y corrí hacia la esquina, casi rompiendo a llorar otra vez cuando vi mi
anillo... el anillo de Mac, brillando a la luz del sol. Sólo que ahora, en vez
de plata, se había vuelto de un brillante oro. Envié una mirada perpleja en
dirección a Mac, pero no quiso mirarme a los ojos. Me encogí de hombros y
lo recogí, luego lo deslicé en mi dedo índice, suspirando de alivio por el
zumbido caliente que se filtró en mi cuerpo. Podría parecer diferente, pero
sentía lo mismo, y eso era todo lo que me importaba.
—Cormac —llamó Bryony cuando me enderecé—. Una vez que estés
de vuelta en ti mismo, contáctame directamente. Hay un asunto privado
que deseo hablar contigo. 251
Mac asintió. —Sí, por supuesto.
Volví a su lado y tomó mi mano de nuevo, llevándome afuera, a
través de los túneles, lejos del Bosque Sagrado. Mientras caminábamos,
cada paso enviando otra bienvenida punzada de dolor a través de mí,
trataba de procesar todo lo que acababa de suceder. Estábamos vivos.
¿Realmente íbamos a salir de esto enteros, en una pieza?
Tal vez Mac había absorbido mi habilidad para leer los
pensamientos, porque murmuró: —Vas a estar bien ahora, Mags.
Una parte de mí le creyó. Pero la otra parte sabía que nunca estaría
totalmente bien. Porque a pesar de que tenía su mano en la mía, ya podía
sentirlo alejándose de mí. Y porque, mientras repetía todo lo que había
pasado en mi mente, recordé algo más sobre El Dorado que había leído en
el libro de la abuela.
Ellos descienden de Hefesto, el dios griego del fuego y la forja, de
metales preciosos y piedras. Hefesto era también esposo de Afrodita. Zeus
había forzado el matrimonio, y ella se resintió amargamente. Su cariñoso
marido no renunció a ella, y trató de hacer que lo amara de vuelta,
elaborando la joyería más fina con la esperanza de conquistarla. En
cambio, ella lo trató terriblemente, teniendo un amante tras otro, y sin
hacer ningún esfuerzo por ocultarlo. Demasiado enamorado para dejarla,
pero sin querer ver a sus descendientes cargar el dolor al que había sido
sometido, el dios prohibió —por toda la eternidad— el apareamiento de
cualquier miembro de su linaje con una Kardia Afrodita.
¿Y eso significaba?
Mac y yo nunca, jamás, podríamos estar juntos

252
Epílogo
Traducido por lunnanotte
Corregido por gabihhbelieber

Mac y yo no hablamos la mayor parte del viaje de vuelta a casa, y


eso estaba bien.
Tenía un millón de preguntas, pero no espacio en mi cerebro para
las respuestas, y mis emociones estaban desperdigadas. Solo estaba muy
agradecida por estar viva y tenerlo conmigo, y él parecía perdido en sus
pensamientos. Tal vez estaba tratando de entender cómo íbamos a arreglar
todas las cosas que estaban todavía rotas. 253
Como yo, por ejemplo.
Mis poderes necesitaban un serio control, y yo no tenía mucho
tiempo para hacerlo.
El silencio se prolongó, pero una vez que algunas de mis fuerzas
regresaron, no podía soportar más la distancia entre nosotros. Me estiré
para tomar su mano, pero la retiré en el último minuto y me contenté con
descansarla en la consola junto a la suya. Él había salvado mi cordura.
Había salvado mis poderes. Y más importante, había salvado mi trasero.
—¿Qué fue eso? ¿La cosa con la que Rafe nos golpeó?
Él sacudió su cabeza gravemente. —No sé. Nunca sentí nada como
eso.
No me hizo sentir mejor. Mac era a quien acudía por todas las cosas
relacionadas con los semis. Si él no lo sabía, estaba segura como el
infierno de que yo tampoco.
—¿Qué es él? —pregunté, recordando su puño de piedra viniendo
hacia mi cara muy claramente.
—Esa es la parte extraña —Mac sonaba preocupado, y eso me
molestó—. Él es un Kardia Hefestos, como yo, pero de otra clase.
—¿Así que no es Dorado?
Mac sacudió su cabeza. —Golem, pienso. Puede convertirse en
piedra. Hefestos es el Dios de los herreros y metales, pero también de los
artesanos, escultores, el fuego y los volcanes. Hay varias maneras
diferentes en que puede manifestar su poder en semis. Dicho eso, nunca
he visto a un Golem hacer eso.
Digerí esa información, temblando mientras recordaba cómo se
había sentido. Nunca había experimentado tanto terror profundo en los
huesos, y lo que sea que ese poder fuera, era maldad pura. —Es una
buena cosa que Bryony estuviera ahí.
—Lo fue. Pero eso es más que solo los poderes extraños. Golems.
Ellos son... —Sacudió la cabeza, como si estuviera luchando por encontrar
las palabras correctas—. Soldados. Lacayos. Semis como Rafe no piensan
por sí mismos. Lo cual quiere decir que tenemos que averiguar quién está
detrás de todo esto. Jesús, eso estuvo cerca.
Él no necesitaba decir nada más. Sabía exactamente cuan cerca
había estado para los dos. ¿Y la idea de que esto no había terminado? Que,
una vez que nos reagrupáramos, ¿podíamos darnos cuenta de que esto era
solo el comienzo? Asustaba como el infierno. Pero justo entonces, todo lo
que sentí fue agradecimiento. Agradecida por estar viva. Por estar con Mac.
—Gracias. —murmuré, juntando valor para agarrar su mano y apretarla,
esperando a que mi tono transmitiera incluso una décima parte de cuan 254
en deuda estaba con él.
Él se encogió de hombros con rigidez. —No hay problema.
Eso picó, pero no tanto como podría haberlo hecho antes. Porque él
no podía mentirme ahora. Había sido un problema. Un enorme problema.
Él había ignorado un legado de mil años de horror para cortar su carne y
darme una parte de sí mismo. Una parte que lo había guiado a tiempo
hasta mí para salvarme. Otra vez. Podría tratar de llamar a eso nada, pero
para mí, era todo. Después de todo lo que había hecho por mí, no
preguntaría. Al menos no ahora. Le daría un poco de tiempo para
acostumbrarse al hecho de que yo sabía. Sabía de él, de su familia y su
dolor. Acerca de sus sentimientos por mí...
Bueno, tal vez no esa última parte.
—Así queeee, te gusto, ¿eh? Como, realmeeeente te gusto... —dije
con voz cantarina—. El emo, sabe lo todo-no novio adolecente...
Apretó la mandíbula, y apartó la mano para encender la radio.
Ruidosa y estridente música country estalló a través de los altavoces
durante algunos segundos, pero no estaba dispuesta a dejarlo escapar así
de fácil.
Jugueteé con el botón para bajar el volumen hasta el ajuste más
bajo, y me incliné más cerca de él hasta que mi pecho estuvo presionado
contra su hombro. —Sé sobre la regla. La que dice que no podemos estar
juntos.
Él se puso rígido y asintió brevemente. —Me alegro. No quería tener
que decírtelo, pero es mejor si lo sabes.
—Es curioso. —Pasé una mano por su musculoso pecho—. No
pareces alegre.
Apretó la mandíbula, y sus maltratados nudillos se volvieron blancos
sobre el volante. —Mira, Maggie, hay una razón por la que la ley está en su
lugar. Una razón mucho más grande que nosotros dos. Hay una manera
correcta de manejar las cosas y una manera incorrecta. Los Protectores
son importantes, tanto para nuestra nuestra raza como para la seguridad
de los seres humanos. Los Dorados son los únicos quienes pueden hacer
el trabajo. No podemos darnos el lujo de tener nuestras cabezas perdidas y
todas distraídas por tu tipo. Es demasiado fácil conseguir perderse en ti.
No hagamos esto... —Me incliné y le besé la comisura de la boca, él gimió,
su garganta tragando antes de continuar—. Más difícil de lo que necesita
ser.
Negándonos debeía ser duro. Casi habíamos muerto hoy, y por mi
parte no estaba dispuesta a pasar otro segundo peleando por cómo me
sentía porque, ¿quién sabía cuántos segundos más ninguno de nosotros
tenía? Gracioso. Acababa de empezar a acostumbrarme a la idea de ser 255
una semi, y nunca me sentí más consciente de mi humanidad de lo que
estaba en ese momento.
—Lo siento, pero nunca he sido el tipo de chica que toma la salida
fácil. Deberías saberlo ya. —Esta vez, me arriesgué, hundiendo la cabeza
en la curva de su cuello y presionando mis labios sobre el músculo ahí,
enviando un poco de pulso de energía necesitada hacia afuera.
Murmuró una maldición y sacudió el volante hacia la derecha. Un
segundo más tarde, rodamos hasta una parada, y puso el coche en
parqueo. —Si sabes cómo esto tiene que terminar, entonces, ¿por qué
estas presionando el asunto? —Sus ojos brillaban como piscinas de
mercurio mientras miraba con furia hacia mí, pero había un filo en su voz
que decía más de lo que sus palabras jamás podrían. Estaba al borde de
quebrarse—. Lo que quiero, lo que tú quieres, no tiene sentido. Las reglas
están...
—Hechas para romperse —terminé por él, gustándome mi versión de
la oración mucho más de lo que me iba a gustar la suya—. ¿No hemos
demostrado ya eso? No se suponía que yo luchara contra ti, no se suponía
que tú me entrenaras. No se suponía que yo sobreviviera a mi reunión con
el Concejo, y no se suponía que aparecieras y pusieras tu vida en peligro
para salvarme. —Cerré los dedos alrededor de su bíceps y apreté,
dispuesta a escucharlo... para escuchar lo que estaba diciendo—. No estoy
diciendo que quiero ser la mamá de tu bebé, y tener a tu dios
castigándonos, o que intercambiemos frascos de sangre y hagamos
promesas de para siempre o cualquier cosa. Solo estoy diciendo que, justo
aquí... ahora mismo, quiero estar contigo. Todo lo demás que hemos hecho
hasta este punto ha sido contra las reglas, y ha funcionado para nosotros.
No sé tú, pero yo no tengo planes para romper una racha de victorias. Solo
tienes que darme una oportunidad.
Los segundos se arrastraron, el silencio roto únicamente por el
sonido de nuestras respiraciones. Solo me había resignado a mí misma a
perder la batalla —pero no la guerra— cuando él habló.
—No puedes robar nada más.
Mi corazón se aceleró y asentí. —Está bien.
—Y no puedes usar a otros tipos para tratar de ponerme celoso. No
me gusta de ninguna jodida manera.
Me tragué una sonrisa y asentí de nuevo. —Seguro. De acuerdo.
Estiró el brazo y tiró del escotado cuello en V de mi andrajosa y
ensangrentada camiseta. —Y de veras necesitas volver a tu antigua ropa.
Golpeé su mano lejos y reí, el peso presionando en mi pecho
aligerándose. —Ahora estas pasándote, amigo.
Se encogió de hombro y se inclinó hacia mí, deslizando sus dedos en 256
mi cabello. Mi sien dolía con la presión pero me importaba un bledo. Mac
estaba tocándome y yo estaba en el cielo. La sonrisa burlona se deslizó de
sus labios, y la expresión de su rostro era tan intensa que me robó el
aliento.
—Va a matarme el perderte, pero no puedo mantenerme lejos —
murmuró, posando sus labios sobre los míos.
Sus palabras deberían haberme asustado, pero en su lugar, me
excitaron. Todo lo que me importaba era que él no me iba a abandonar.
Todavía no. Enrollé mis brazos alrededor de su cuello y lo besé de vuelta
con todo lo que tenía. Sus dedos masajeaban mi cuero cabelludo mientras
profundizaba el beso, separando mis labios con su lengua. Gemí bajo en
mi garganta, y se estremeció contra mí. Tomé eso como una buena señal y
arrastré mis manos sobre sus anchos hombros, bajando a su pecho para
trazar sus abdominales. Los músculos se tensaron bajo mi roce, y él gimió
antes de alejarse.
—Si no estuviéramos en un carro justo ahora, estarías en serios
problemas.
Serios problemas nunca había sonado tan bien, y se lo dije, lo cual
solo lo hizo gemir de nuevo.
—Vas a ser mi muerte. —Se recostó contra el asiento, aspiró una
gran bocanada, y lo dejó salir—. Hora de irse.
Pasó una mano por su cabello desordenado y ajustó el espejo
retrovisor. Un minuto más tarde estábamos de vuelta a la carretera. El
carro se volvió súper silencioso de nuevo cuando la alta adrenalina de
nuestro beso se disipó, dejando atrás lo que todavía se calificaba como un
lío caliente.
Las cosas todavía estaban bien jodidas con mamá, y no tenía idea de
si debía decirle sobre el Concejo o no. Y luego estaban Bink y libby. Y el
funeral de Eric. Y la enfermedad de abuela. Y esa misteriosa y terrible
sensación que casi me mató.
Me quedé mirando por la ventana a los árboles que pasaban como
un destello, mi mente llena con un millón de pensamientos. Justo cuando
estaba cerca del pánico, Mac puso su mano de nuevo entre nosotros, cerca
de la mía.
Cuando entrelacé mis dedos con los suyos, no se apartó. Me sentí
más calmada instantáneamente. Más concentrada, y más segura que nuca
de que a él le importaba. Mucho. No había visto todos sus secretos, y parte
de mí ni siquiera quería saber el resto. Me enseñaría, me entrenaría, y me
enamoraría de él más cada día, y tal vez luego encontraríamos una manera
de hacer que funcionara. Tal vez no. La vida era muy extraña, me
preguntaba si lo dulce sin lo amargo siquiera existía.
Sin embargo, lo tomaría. Lo tomaría a él por todo el tiempo que 257
pudiera obtener, y me preocuparía por lo demás cuando llegara. Froté el
pulgar contra el anillo en mi dedo. Seguimos conduciendo y él nunca
movió su mano de la mía. Cuando llegamos al anuncio de ―Bienvenidos a
New Hampshire‖, finalmente habló.
—Bienvenida a casa, Magpie.
Agradecimientos
Hay muchas personas a las que necesito agradecer por su ayuda en
la escritura de este libro, porque, francamente, si lo hubiera escrito yo
sola, apestaría.
Primero a Liz Pelletier, publicista, colaboradora, y editora
extraordinaria. Este ha sido el viaje más salvaje, y estoy muy feliz de haber
sido invitada abordo. No puedo esperar a escribir el resto de la serie
contigo.
Como siempre, una gran felicitación a mi editora Kerri-Leigh Grady.
Vales lo que pesas (y un poco más, porque eres liviana) en oro. No solo
espero ver cuánto contribuirás a mis libros (seguro que es bueno), también
espero leer tus comentarios y partirme de la risa contigo. Es raro
encontrar personas tan resueltamente inapropiadas en el nombre del
humor, y creo que podríamos haber sido separadas al nacer. Excepto por
258
toda la cosa de comer coles rizadas y trigo. Eso es s*%t‘s asqueroso.
Gracias a Stacy Cantor Abram por tu duro trabajo, ojos de águila, y
tu atención a los detalles. Nunca te pierdes un truco, e incluso cuando
cambio tus ―que‖ por ―quien‖ y dejo ―literalmente‖ incluso cuando me dices
que no debería, por favor entérate de que creo que era una genio.
Cualquier error en este libro, gramatical o no, es enteramente mío.
Me gustaría también dar mi apoyo a mi equipo de publicidad en este
libro, Heather Riccio y Jaime Arnold. Si no fuera por ustedes,
probablemente estaría de pie en una esquina de la calle con un tablero de
emparedado que diría: ―¡Por mi libro por favor!‖ No sé cómo haces lo que
haces, ni quiero. Dejémoslo en un misterio, tanto como el sushi sigue
siéndolo para mí.
No puedo olvidar enviar un enorme y sincero agradecimiento a
Maddy Pelletier por ser una de mis primeras lectoras, y ofrecer algunas
grandes ideas y comentarios desde la perspectiva de una adolescente. Sin
tu ayuda, las dos sabemos que mis personajes se hubieran cargado con
calentadores y clips de banano, el uso de frases como ―que es tan fresca‖, y
―él es un pavo swing‖.
También quiero dar las gracias a Jen Goodman Merenda por su
ánimo. Desde el principio, me dijo que podía hacerlo y por lo patética que
era, te creí y seguí. Estoy tan contenta de haberlo hecho. Gracias por eso,
Goody. <3
En la misma línea, gracias a Jill Reinwald Lenkarski por animarme,
leyendo mis libros, y alentarme –XOXOXO
También tengo que dar las gracias a Mike Wood, por su promesa de
darme su bebé si le ocurría algo (eso es lo que madrina significa, ¿no?).
Gracias por leer mis cosas y por ser la persona a la que puedo recurrir en
busca de la verdad, incluso si eso significa que estoy engordando
nuevamente. Lo que te convierte en un gran idiota también te convierte en
mi bofetada. Eres dinero, Mikey.
Sería negligente si no agradeciera a mis antiguos profesores de
inglés, la Dra. Anne Herzog, el Dr. Cheryl Wanka, el Dr. Robert Fletcher, y
la Dra. Margaret Ervin. Sé que es un hecho que no estaría hasta las
rodillas en una carrera que todavía se siente surrealista para mí si no
fuera porque todos ustedes me animaron a luchar por más y me recuerdan
lo mucho que me encanta aprender y escribir. Realmente aprecio el
conocimiento que todos compartieron conmigo y tengo ganas de volver y
terminando mi grado lo más pronto posible.
Y por último pero no menos importante, quiero agradecer a mi
familia:
Primero a mi mamá y mi papá, por tantas razones que, si tuviera 259
que hacer una lista, requeriría un libro aparte. Los amo mucho a ambos, y
su apoyo y aliento significan muchísimo para mí.
Mi hermana Nicole por decirme que algún día sería una verdadera
escritora y por creerlo.
Lex y Nicky, no podría amarlos más si fueran míos. Gracias por venir
a quedarse conmigo este verano.
Y finalmente, mi familia en casa. Mi esposo Chip, no solo por
quedarse despierto conmigo hasta tarde, escuchándome balbucear
ETERNAMENTE sobre este libro, y en silencio apoyar cada idea
disparatada que tengo, pero para estar a bien a bordo del tren loco
conmigo y haciendo sonar el cuerno. Todo lo que sé y escribo sobre amor,
lo aprendí amándote. Eres lo mejor.
A Ryan, por ser divertido, inteligente, trabajador, y un gran y
reflexivo regalo, por estar orgulloso de mí y contarle a todos sobre lo que
hago, por compartir mi retorcido sentido del humor, pero sobre todo, por la
gran carcajada que te hace lucir y sonar como lo hiciste cuando tenías diez
años. Ahora, si pudieras devolverme ese tequila que te robaste en Hawaii,
estaremos a mano…
A Alleesawn, por añadir mucho estrógeno a la casa, por ser mi
compañera de yoga y escritura, nuestro impulsor y por inspirarme a
escribir al personaje de Libby. Pero más que nada, gracias por tu ayuda
con este libro. Las búsquedas en la noche, las constantes sesiones de
plática, y las discusiones de mitología. Tus huellas digitales están por
TODO este libro, es como una escena de crimen. Realmente no puedo
recordar cómo era la vida antes de que vinieras a nuestra casa. Pero
supongo que más desordenada y con menos chocolate.
A Justin, por su innato sentido de la admiración y deleite en todo lo
que te rodea, y la sensación de calor que emites que hace que todo el
mundo quiera tomar el sol en tu luz, por tu valentía en la vida que te hace
salir y correr el riesgo de que no importa qué, y por tu naturaleza tolerante
que es tan bienvenida en una casa llena de polemistas feroces y
sanguinarios.
Para Sean, por leer mi libro y ayudar a corregir el problema, por
enojarte conmigo cuando me pongo tacones o camisas que piensas me
hacen quedar menos como tu mamá, por hacerme el café y por esa mirada
dulce en tu cara cuando me dices que necesito más horas de sueño, por tu
mente hermosa y preguntas incesantes y por tu conocimiento de cómo
manejar problemas. Al Infini-bee y más allá.
Para Spencer. No sólo por el uso de sus vastos poderes de nerd para
construir el mundo de mis libros conmigo, o por su inagotables ganas de
hornear y crear de tortas de huevo de dragón conmigo, sino también por
ser tan rápida al reírse de mis chistes malos, ayudarme a escoger qué 260
zapatos comprar, y por compartir mi falta de habilidad con el crochet y la
aversión general a los partidos. ¡Misántropos alegres, únanse!
Ustedes chicos son los mejores, y amo nuestras películas a la media
noche, viendo Orphan Black, Doctor Who y Game of Thrones, y jugar
TODOS LOS JUEGOS DE MESA, y el OBFC, y las tontas bromas internas,
y emocionarnos juntos, y más que nada, gracias por entender cuando una
fecha límite significa que no puedo hacer algunas cosas con ustedes. Los
amo más de lo que las palabras pueden decir aunque son un montón de
caras de trasero.
Sobre el autor
Christine O‘Neil nació y se crió en Connecticut, donde pasó la mayor
parte de su niñez afuera, atrapando salamandras, sapos, y resfriados.
Cuando no estaba aterrorizando a la madre naturaleza, estaba acurrucada
bajo las sábanas con su nariz en un libro. Como adulta, dejó de acosar
anfibios, pero siguió amando los libros. Cuando no está leyendo, le gusta
pasar el tiempo observando a las personas. De hecho, probablemente te
está observando JUSTO AHORA O_O. También está bastante obsesionada
con escribir libros YA, pero si tuviera que elegir otra profesión, sería
ninja… o Profesora de las Artes Oscuras. Christine también escribe best-
sellers para adultos bajo el seudónimo de Christine Bell.

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www.christine-bell.com
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Traducido, Corregido y
Diseñado por:

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http://www.librosdelcielo.net

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