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ORIGEN DE LAS LETRA

Letra A: Proviene de la letra fenicia áleph, que significaba ‘buey’ y que se


escribía como la mayúscula nuestra, solo que al revés, con las patas arriba
porque representaba los cuernos del buey. Si le damos un giro de 180° a la
letra y le ponemos unos ojos y una nariz, obtendremos un buey con todo y sus
cuernos. Y en realidad eso es lo que significa. Su origen está en el
protosinaítico.

Letra B: El origen remoto de la letra “B” hay que buscarlo en el signo que en
la escritura egipcia representaba una casa. Probablemente se trataba de la
planta de la edificación, con las paredes y la puerta, así:

Egipcia Griega
Los griegos aprenden a escribir de los fenicios, pero adaptando el silabario
para representar sonidos individuales, es decir, inventan la escritura
alfabética. Al hacerlo se quedan solamente con el primer sonido de la sílaba.
De ahí sale la beta, que conserva el nombre fenicio, pero ya solamente
representa el fonema.

Letra C: Viene de un jeroglífico egipcio que tiene forma de un bumerán. Esta


relacionada con la palabra hebrea gimmel que significa camello, dando forma a
la figura de un triángulo sin su línea base, simboliza la joroba de un camello.
Es interesante notar que las primeras palabras eran de origen protosinaítico.

Letra D: Procede de un ideograma egipcio que representa una puerta con una
forma triangular que en efecto recordaba el trozo de piel que cerraba la puerta
de las tiendas de campaña. Los fenicios la adaptaron simplificándola y le dieron
el nombre de dalet (también los hebreos), que quiere decir ‘puerta’. Los griegos
la tomaron llamándola delta, redondeándola en una de “d” sus variedades. Así
la adoptó el alfabeto latino, creando además una minúscula Y así llegaron la
mayúscula y la minúscula al español, es la quinta letra con más palabras
recogidas en el diccionario académico que empiezan por ella: 5.793, un 6’58%.

Letra E: Era representada por los egipcios por la figura de una persona con los
brazos extendidos hacia el cielo, adorando a una divinidad celestial. Los
fenicios esquematizaron esta figura al adoptarla a su alfabeto con una línea
vertical cortada por tres horizontales que apuntan a la izquierda. Los griegos la
adoptaron dándole la forma que ha llegado hasta nosotros como la E
mayúscula. La minúscula nació siglos más tarde, como consecuencia de la
comodidad y rapidez al escribir.

Letra F: Los griegos tenían una letra, phi, que sonaba parecido a la actual f.
Los romanos la adoptaron como ph, respetándola en la escritura para aquellas
palabras que procedían del griego o del hebreo. Así pasó al español
primitivamente este dígrafo, ph, con el mismo sonido que la f, en multitud de
palabras de origen griego, y mucha gente firmaba como Alphonso o Joseph.
Hasta que en 1803 terminó desapareciendo por completo el dígrafo ph, a favor
de la f.

Letra G: El latín heredó de los griegos, a través de los etruscos, la letra C con
la que representar dos sonidos: el que aparece en cama y g. De manera que,
como no existía la G, se escribía VIRCO aunque se pronunciara virgo. Esto era
así porque los etruscos no conocían el sonido g; pero lo romanos sí, por tanto
les resultaba un problema no tener una letra específica para este sonido y
diferenciarlo así del de la C. Podrían haber adoptado la gamma griega , que sí
representaba el sonido [g], pero los romanos creían erróneamente que también
tenía el sonido [k]. Así que no resolvieron este problema hasta que Espurio
Carvilio inventó la G, en el siglo III a. C., añadiendo una rayita a la C.

Letra H: Su hombre es hache, del francés hache, y este del bajo latino hacca,
modificación de ach, pronunciación vulgar en lugar de ah (con h aspirada), que
fue el antiguo nombre latino de esta letra. Paradójicamente, empezó su
andadura en el español escribiéndose sin h: ache en un texto de 1433.En el
alfabeto fenicio había una letra conocida con el nombre de het que es la
antepasada de nuestra H y que se representaba con una figura de dos
rectángulos superpuestos, algo inclinados. Pasó al latín, donde fue perdiendo
el sonido hasta quedar muda. Y así llegó al español: se escribe pero no se
pronuncia.

Letra I: Los griegos la empezaron a escribir tal como nosotros conocemos la I


mayúscula. El alfabeto latino la copió, pero poniéndole al principio dos circulitos
en cada extremo. Durante mucho tiempo, en español se escribió en minúsculas
sin el actual puntito, lo que ocasionó muchos trastornos para su lectura
correcta, pues se confundía a menudo con otras letras; para diferenciarla, a
veces se escribía prolongándola por arriba (como una I mayúscula) o por abajo
(de donde salió la j), y hasta con algún circulito en algún extremo, casi como los
romanos. La i comparte sonido con la y, a quien cedió en 1726 el uso como
conjunción copulativa. En 1815 se decidió que i es vocal en todos los casos,
excepto cuando es final de palabras que acaban en ai, ei, oi y frecuentemente
en ui (Uruguay, ley, etc.).

Letra J: La j es hija de la i. No existía en los alfabetos fenicio, griego ni latino.


El sonido consonántico peculiar de la j se produjo en el paso del latín al
romance castellano por múltiples procedimiento. Su propio nombre, jota,
procede del nombre de la i en griego: iota. Pero cuando la j se desligó de ahí
empezó su competencia con otras dos consonantes, la g y la x.
Letra K: Se la ha considerado desde siempre como una letra inútil y extranjera,
pues ya los romanos contaban solo con diez palabras que empezaban con esta
letra, aunque la tomaron del alfabeto griego que, a su vez, la copió de
la kaf fenicia (pero dándole la vuelta) y los fenicios, en fin, la tomaron de la
escritura jeroglífica egipcia, en donde representaba una mano o un puño. Entre
1815 y 1869 desapareció del diccionario académico.

Letra L: Los fenicios tenían esta letra en su alfabeto con el nombre


de lamed “cayado”, con forma en efecto de este utensilio que empleaban los
pastores para azuzar a los bueyes. Los griegos la adaptaron con el nombre
de lambda pero sustituyendo la curva de la letra en un ángulo agudo. Un
ángulo que hicieron recto los romanos cuando la copiaron para el alfabeto
latino. Y así llegó al español. Excepto por el tamaño, la L mayúscula y la l
minúscula se escribían igual, pero al ligarla con otras letras en la escritura
manual, a la minúscula le apareció la panza superior.

Letra M: El origen de esta letra está en el símbolo con que se representaba el


agua en la antigua escritura jeroglífica egipcia. De este símbolo tomó el
alfabeto fenicio su letra mem ‘agua’, pero transformando los trazos de manera
que desaparecen sus evocadores aires acuáticos. Los griegos la copiaron para
su letramy, en versiones muy parecidas ya a la M actual, como lo es ya la M
latina.

Letra N: En los jeroglíficos egipcios aparece representada como una serpiente.


Esquematizada y con un rasgo más quebrado pasó primero al alfabeto fenicio
con el nombre de nun y luego al griego con la misma forma y el nombre de ny.
Así llegó al latín, con una mayúscula, N, idéntica a la nuestra. La minúscula
nació con el redondeo del trazo al escribir letras juntas.

Letra Ñ: Es la letra patriótica, la aportación española al alfabeto latino. El


sonido de la ñ no existía en latín, pero la evolución de grupos tales como gn,
nn, ni o nh dio lugar a él durante la Edad Media entre las lenguas románicas. El
italiano y el francés se quedaron con gn, el gallego-portugués con el nh y el
catalán con el ny. El castellano prefirió nn, que se abrevió por medio de
una n con una raya encima y que acabó convirtiéndose en una única letra en
forma de n con tilde ondulada “ñ”.

Letra O: Hasta hace poco, la o disyuntiva se acentuaba siempre; luego solía


acentuarse cuando, yendo entre números, podía confundirse con un cero
(40 ó 50); pero desde 2010 esta tilde se ha suprimido definitivamente. La
letra o aparece en la escritura jeroglífica egipcia con la forma de un ojo humano
que miraba de frente. Los fenicios esquematizaron el símbolo dándole una
sencilla forma circular y recordando su origen llamando la letra ayin ‘ojo’.
Reducida la adoptaron los griegos, después los romanos y, por fin, nosotros.

Letra P: Desciende esta letra de un jeroglífico egipcio que representaba una


boca abierta. Los fenicios le dieron el nombre de pe, que quería decir ‘boca’.
Aunque olvidándose de lo que representaba, los griegos la llamaron pi y
copiaron la forma fenicia, pero en varias versiones. Una de ellas fue la que
eligieron los romanos para su alfabeto, que al final llegó al español.
Letra Q: Ya suponía esta letra un problema para los romanos, por tener un
sonido coincidente con la c y la k. Esta diferencia ya existía en el alfabeto
fenicio, con las letras kaf y qof, que las tomaron del jeroglífico egipcio,
esquematizándolo, en el que se representaba la cabeza de un mono y que
significaba esto mismo: ‘mono’. Los griegos hicieron suyas las letras fenicias
pero llamándolas kappa y qoppa. Esta última la adoptó el latín, como Q, que
pasó así al español.

Letra R: Su nombre general es el de erre, pero puede llamarse ere cuando nos
referimos a la suave o vibrante simple. El dígrafo rr se denomina erre
doble o doble erre.

Letra S: Procede de un ideograma egipcio que no representaba una culebra,


como cabía esperar, sino un lago del que salían juncos o lotos. En la escritura
fenicia se simplificó eliminando las plantas acuáticas y resumiéndolo en una W,
que los griegos invirtieron bautizándola sigmay dándole dos versiones: una con
tres líneas rectas y otra con las tres líneas redondeadas. Los romanos
recogieron esta última versión, que fue la que llegó hasta el español.

Letra T: Procede la T de un ideograma de la escritura egipcia que representa


dos palos cruzados a modo de señal, del que se hicieron distintas
esquematizaciones ya entre los propios egipcios. Las más conocidas son las
que pasan al alfabeto fenicio con forma de X o de +, de donde derivan con
ligeras modificaciones las tes de los alfabetos griego, etrusco y latino arcaico,
donde aparece en la forma mayúscula que utilizamos hoy. Los tipos de
imprenta definen la mayúscula y minúscula actuales: T y t.

Letra U: Los romanos no le daban a la U un valor exclusivo de vocal, pues era


una variante gráfica por redondeo de la clásica V y se utilizaba asimismo para
señalar la vocal o la consonante. Como a la J mayúscula, el humanista francés
Pierre de la Ramée le dio a la U carta de naturaleza en la imprenta,
empleándose siempre para la vocal, mientras que se dejaba la V para la
consonante.
Letra V: Su origen hay que buscarlo en las inscripciones jeroglíficas de Egipto.
La adaptación fenicio dio lugar a diversas formas muy similares a nuestra
actual Y (letra que también tiene el mismo origen). La V mayúscula que hoy
utilizamos es bien reconocible en algunos alfabetos griegos donde alterna con
la antigua adaptación fenicia. El alfabeto latino le dio carta de naturaleza
definitiva en forma de V mayúscula que sirvió, además, para representar la U
durante muchos siglos, tantos que en la ortografía española ese problema no
se resolvió de modo definitivo hasta bien entrado el siglo XVIII.
Letra W: Siempre ha sido considerada foránea, extranjera. Lo dice el
diccionario académico. No se emplea si no en voces de procedencia extranjera.
Es la vigésimo séptima y última letra que más palabras encabeza: 22, el 0’02%.

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