Sie sind auf Seite 1von 2

Sección: Travesía de leedores

Título: El onirismo de los ojos abiertos


Autor: Daniel Ripesi
E-mail: danielripesi@ciudad.com.ar

De algún modo habrá que hacerse cargo de un reproche pleno de piedad formulado por
Gastón Bachelard (cuya lectura epistemológica fue animosamente fomentada desde una
perspectiva lacaniana en las décadas de los 60-70), donde nos advierte que los
psicoanalistas piensan demasiado, no sueñan lo suficiente...

“La poética de la ensoñación” fue publicada por primera vez -en Francia-, en 1960, dos
años antes de la muerte de Gastón Bachelard (a los 78 años de edad). Quizás, a esa
altura de su vida -como decía el poeta- estuviera lúcido como quien va a morir...1 Y si
de lucidez se trataba, en este texto se pondera especialmente, como condición para la
penetración de lo real de lo que nos rodea, y de nosotros mismos, una lucidez onírica.
Estar atentos -para lo que debemos ejercitar cierto esfuerzo de distracción-, a una
textura que se vislumbra sólo a partir de la ensoñación. Se nos advierte rápidamente
que, entre la identidad de quien narra un sueño, y él mismo, cuando lo soñaba, hay una
diferencia radical: el primero -ya sometido a una ilusión de aprehensión dudosa-, puede
“contarlo”, el segundo trabaja, y es “trabajado”, por una percepción original que le
ofrece una experiencia inmediata (Bachelard no oculta su posición de fenomenólogo, de
carácter muy peculiar, como también podría decirse de M. Ponty).
La ensoñación de la que habla Bachelard, entonces, no exige necesariamente una
descripción de lo que se ve, pero que sí fundamenta una mirada, que construye un
espacio y un tiempo habitables según esa particularidad.
Si Macedonio Fernández pudo titular a uno de sus escritos “No toda vigilia es la de los
ojos abiertos”, Bachelard da vuelta la fórmula y nos propone que no todo onirismo es la
de los ojos cerrados, hay que soñar despiertos.
Y esto no es entrar en el terreno del misticismo, o abandonar los dominios de la cordura,
parafraseando a Shelley, se nos dice que, en rigor, se trataría de poder dar creación a lo
que ya esta ahí en el campo de nuestra visión2. Esa mirada actual y única del mundo,
busca su versión más ingenua.
Y lo intuimos, si se trata de lograr cierta inocencia en lo que vemos, lo primero que hay
que desandar es su temporalidad, porque la historicidad provoca irremediablemente la
pérdida de toda candidez (los recuerdos vienen a ser, entonces, cierta forma de
remordimiento).
El onirismo, para Bachelard -y para el psicoanálisis también, se lo olvida a menudo-,
produce esa ruptura de lo temporal, no para la emergencia de un antes del tiempo, sino
para el encuentro de un tiempo otro3. Curioso sujeto del cogito onírico es el que nos
propone el autor de este libro...
Alguien que pueda liberar a los objetos de su inercia objetiva, como a los sueños que
narran nuestros pacientes, justamente, para retomar en ellos el deseo que los anima, para
que, en algún sentido, no dejen de soñar pero haciéndolo con cierto compromiso de
1
Tabaquería, de Fernando Pessoa
2
Para quien ha leído los desarrollos de Winnicott, encontrará en esto una fuerte resonancia con la
paradoja que él propone sostener en el campo de los fenómenos transicionales: “crear lo dado”.
3
Esta expresión pertenece a J.B.Pontalis hablando, justamente, de la temporalidad del inconsciente.
vigilia (Respecto de los analistas, Bachelard advierte “Piensan demasiado, no sueñan lo
suficiente”). Algo más, este libro quizás pueda leerse en el marco de una trilogía, junto a
“La intuición del instante”1, y “La poética del espacio”2. Porque ubicaría la economía
onírica de la que aquí se trata, en el marco del tratamiento del tiempo y el espacio que se
trata en los otros dos recién citados.

1
Ed. siglo veinte, Bs. As., 1980
2
Ed. Fondo de cultura Económica, Méjico, 1997

Das könnte Ihnen auch gefallen