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especial en nuestra mesa. Este dulce de origen andaluz, llegó hace mucho tiempo a
nuestro país, se tropicalizó y llenó de historias y hoy, es uno de los platillos de más
culto entre neófitos y conocedores.
Luego, en una olla, juntaba tres tazas y media de azúcar con una taza de agua, y lo
llevaba al fuego, fuerte, muy fuerte, sin revolver, hasta lograr un almíbar a punto de
hilo. Luego retiraba la olla, del fuego, y le agregaba la mezcla de carne de coco y
huevos, y lo batía hasta lograr una crema. Esto lo llevaba de nuevo al fuego, y lo iba
revolviendo lentamente, muy lentamente, hasta llegar al hervor.
Para antes que cantara el gallo, Contemplación tenía listo el Bienmesabe, que
colocaba a buen resguardo en un lugar fresco, alejado de la tentación de las hormigas
y de otros antojadizos. O mejor dicho, Contemplación preparaba cada madrugada tres
Bienmesabes: uno para llevar al Convento de San Jacinto, otro para dejar en la Plaza
frente al portón de la Catedral para los mendigos, y un tercero para la merienda de la
casa, de Doña Carlota y visitantes, si hubiere alguno, y para el servicio. El mismo
Bienmesabe, sin diferencias. Doña Carlota era muy estricta en dos cosas: en que todos
somos igualmente hijos de Dios, y en aquello del compartir.”