Sie sind auf Seite 1von 9

PERSONAJES ONETTIANOS, UN DESCENSO AL FIN DE LA NOCHE

El juego de las influencias parece, como ejercicio crítico, inevitable. “Ningún escritor es una
isla” dice Vargas Llosa “todas las obras literarias, aún las más renovadoras, nacen en un
contexto cultural que está presente en ellas de alguna manera […] y todos los escritores, sin
excepción, encuentran su personalidad literaria […] gracias a un intercambio constante”1. En
el caso de Juan Carlos Onetti (1909 – 1994) los lazos que más comúnmente se le atribuyen
son con William Faulkner (1897 - 1962), Roberto Arlt (1900 - 1942) y Luis Ferdinand Céline
(1894 - 1961). El primero es quizá uno de los más evidentes, pero, a la vez, fue uno de los
más perniciosos. A la obra de Onetti se le acusaba de no ser “más que un largo, empecinado,
a veces inexplicable plagio de Faulkner2” que en sus palabras era una clasificación cómoda
y facilista para los críticos. Si bien hay grandes confluencias, como la creación de un mundo
propio, Yoknapatawpha a Santa María, o la búsqueda de una expresión, un lenguaje artístico
o llamado barroco -a falta de mejor término-. Sin embargo, esos puntos comunes son sólo
eso. La obra de cada uno toma rumbos distintos, un rasgo latente diferenciador radica en sus
personajes, Vargas Llosa los define de esta manera:

Los héroes onettianos son antihéroes, hombres y mujeres pasivos, autoderrotados, cuyas
iniciativas suelen ser la huida hacia lo imaginario, por medio de la fantasía, el sexo o el
alcohol. […]. El de Faulkner, en cambio, es un mundo de acción, a veces de realizaciones
épicas, de seres que a menudo rompen la normalidad y, sin siquiera saberlo, realizan hazañas
extraordinarias […]. (p. 87)
Las relaciones y rupturas entre ambos son, en sí mismas, un tema desbordante que muy
difícilmente se podría ampliar aquí. Con Céline el caso se repite de alguna manera, y se
suelen asociar especialmente por el pesimismo de sus personajes, pero, de nuevo es un
panorama mucho más amplio.

La novela de Céline El viaje al fin de la noche desde su título es ya un resumen y una


seducción, como ambiciona cualquier título, de si misma. Ferdinand Bardamu emprende un
camino, no sólo por distintos territorios, sino, por la vida misma de una forma muy particular.

1
Vargas Llosa, Mario (2008) El viaje a la ficción. Alfaguara. Madrid, España.
2
Onetti, J. C. (1977) Entrevista en Encuentro con las letras, TVE. Recuperado de
https://www.youtube.com/watch?v=CnvdG8O9Ab4

Página | 1
Según Jean Cocteau “la vida es una caída horizontal3” y puede ser un título alternativo,
bastante prosaico si, para el viaje. Bardamu pasa por unos estadios que van mutando su forma
de pensar y, cada experiencia parece no mejorar porque “para que el cerebro de un idiota se
ponga en movimiento, tiene que ocurrirle muchas cosas y muy crueles.” (Céline, p. 37).

En ese camino las afinidades entre los personajes Onettianos y el Bardamu de Céline salen a
flote y guardan un estrecho parentesco como veremos. Sin embargo, lo que en El viaje al fin
de la noche es un recorrido, en Onetti ya es dado por hecho, esa descomposición humana y
de los valores tradicionales que se quiebran como veremos en los cuentos a tratar del escritor
uruguayo: Un posible Baldi, Bienvenido Bob, El infierno tan temido y Un sueño realizado.

En el inicio, el absurdo y la ingenuidad copan la mentalidad del joven Bardamu que se enlista
para la guerra casi que inexplicablemente. Muy tempranamente sabemos que su protagonista
ni tiene ningún interés en representar y elevar ningún sentimiento de valentía o patriotismo.
“¿seré, pues, el único cobarde de la tierra?4” se pregunta cuando se ve metido en el caldo de
lodo y sangre de la guerra. “Conque, ¿no había error? Eso de dispararnos, así, sin vernos
siquiera, ¡no estaba prohibido!” “Sin objeción. Yo acababa de descubrir de un golpe y por
entero la guerra. Había quedado desvirgado” (p. 22). En la guerra se mueve siempre entre
dos sentidos, el absurdo y la ingenuidad. Aquella se acentúa aún más cuando Bardamu trata
de detenerla él mismo, fracasando por supuesto. Sin embargo, deja claro que para él la
valentía o el patriotismo son sólo eso, palabras por las cuales no tiene el menor deseo de
morir y hasta se permite burlarse de ellas. En el fondo de ese humor caustico se rebela su
posición que es la de un pacifista.

El comportamiento pacífico es que el profesan los personajes de Onetti, y entiéndase que no


es uno ejemplar acompañado de un altruismo o algo por el estilo, no. Es uno en el que no hay
cabida a esas mismas palabras, valor, patria, fraternidad… no poseen ningún sentido más allá
del semántico práctico. En el caso de El posible Baldi se repite el tópico quizá más
característico que Onetti y que da el título al ensayo de Vargas Llosa, el viaje a la ficción.
Los personajes que el escritor uruguayo platea buscan reiteradamente evadirse de la realidad
a la imaginación. En este cuento Baldi es un empleado de oficina, un abogado que un día va

3
Cocteau, J. () Opium.
4
Céline, F (2015) Viaje al fin de la noche. Barcelona, España. Edhasa. P. 21

Página | 2
por la calle y encuentra a una mujer acosada por otro tipo, del cual libra sin problema. Ella
agradecida lo acompaña en el camino mientras, a lo largo de la conversación Baldi comienza
a inventar historias en las que se imagina a sí mismo en oficios rufianes para alejarla, sin
embargo, sólo consigue acrecentar su interés. En sus profesiones reales los personajes como
Baldi no tiene cabida la violencia, son ciudadanos enteramente pacíficos que no responden
nunca ideales frecuentemente encontrados en la guerra a los que es inmune Bardamu. No hay
rastro en Onetti de las aspiraciones de un Domingo Faustino Sarmiento de Nación y
Civilización del siglo pasado. Su pacifismo está ligado estrechamente a la mediocridad, a la
vida de oficina y la violencia se ha relegado exclusivamente a la imaginación.

El proceso “evolutivo” de Bardamu que se origina, en este caso con el abandono de Musyne,
lo hace reconocer que vive en una condición, la pobreza, y que ella define su lugar en la
sociedad:

Perdemos la mayor parte de la juventud a fuerza de torpezas. Era evidente que me iba a
abandonar, mi amada del todo y pronto. Yo no había aprendido aún que existen dos
humanidades muy diferentes, la de los ricos y la de los pobres. Necesité como tantos otros,
veinte años y la guerra, para aprender a mantenerme dentro de mi categoría, a preguntar el
precio de las cosas antes de tocarlas y, sobre todo, antes de encariñarme con ellas. (p. 99)
Bardamu pasa por un lento y doloroso proceso para darse cuenta de que no importa lo que
haga, siempre va a estar limitado en la medida de su dinero. El hecho de que vaya a la guerra
radica en ese mismo problema porque “Para el pobre existen en este mundo dos grandes
formas de palmarla, por la indiferencia absoluta de sus semejantes en tiempos de paz o por
la pasión homicida de los mismos llegada la guerra” (p. 100). Los ricos nunca se ensucian
las manos, en el sentido literal, el dinero soluciona las cosas, como para el Señor Roger Puta
para el que Bardamu trabajaba. Un joyero que durante la guerra y gracias a sus conexiones
logra incrementar sus ganancias y con ellas mismas se exonera del combate. La moral para
el Sr. Puta es maleable de acuerdo a sus ambiciones.

A los antihéroes de Onetti se les suele asociar, como decíamos anteriormente, con una
marcada mediocridad, pero para ellos la mediocridad es por lo contrario una cualidad que
roza con el odio de aquellos individuos exitosos como Roger Puta. Ese odio se basa, según
Vargas Llosa en “la desintegración moral de los seres humanos, pasada la primera juventud,
cuando comienzan a hacer “concesiones”, palabra que en el vocabulario de Onetti es
sinónimo de triunfador. En este mundo, sólo triunfa el que se pudre moralmente.” (El viaje

Página | 3
a la ficción, p. 99). El mismo ejemplo que usa el peruano es McLeod el jefe de Brausen en
La vida breve que encarna todo esto: el triunfo, el dinero y su baja calidad moral. El narrador
de la novela lo tipifica como una manera baja y general de vivir:

Eran las siete, y el bar empezaba a llenarse de Macleods ruidosos y seguros, apenas
despectivos. Se fueron acomodando en fila inquieta contra el mostrador, piafantes sobre la
barra dorada, tocándose con hombros y caderas, ofreciéndose rápidas excusas, exagerando la
intimidad con el barman, mascando granos de maní, haciendo correr entre los dientes el apio
que vigoriza, ayuda y conserva. Hablando de política, de negocios, de familias, de mujeres,
tan seguros de la inmortalidad como del momento que estaban ocupando en el tiempo 5.
Bardamu tiene en su juventud ese trabajo mediocre en la joyería haciendo cualquier oficio y
con un pago poco extraordinario, en su trabajo en Ford se torna un automáta, en Detroit es
mantenido por una prostituta y en París, su ejercicio de la salud no es el trabajo más
humanízate que podamos alabar. Todos ellos son cobijados por la mediocridad, pero sin
convertirse nunca en un tipo como el joyero o en cualquier otro que encarne ese ideal de
éxito. El ideal de progreso despierta recelo en Bardamu, suena a una incoherencia:

Había que abolir la vida de fuera, convertirla también en acero, en algo útil. No nos gustaba
tal como era, por eso. Había que convertirla, pues, en un objeto, en algo sólido, ésa era la
regla. (p. 263)
La utilidad es la cima de los valores en la sociedad que conoce en Estados Unidos, pero
Bardamu nunca lograr adecuarse a ella porque su ideal de bienestar no coincide. “No pedía
en el fondo otra cosa, en el fondo, papeo asegurado y tiempo libre. La felicidad, vamos”. (p.
449).

La sospecha se extiende en Onetti y para Vargas Llosa hace que el personaje “descrea del
progreso y vea en él nada más que una repugnante carrera de los seres humanos hacia una
pesadilla materialista entre cuyos productos manufacturados los espera la descomposición y
la muerte” (p. 100) como decíamos. De aquí que, en las ficciones de Onetti, sus protagonistas
opten por sobrevivir de cualquier manera y con cualquier trabajo en la sociedad material.
Como Langman, el protagonista de Un sueño realizado, un empresario del teatro fracasado
que al momento de contarnos la historia pasa su vejez en un asilo. Aquella es la retrospectiva
del recuerdo de una mujer que le pide montar una obra recreando un sueño que tuvo, una vez
más la huida a la ficción. La razón para aceptar la propuesta que trae la mujer es la situación

5
Ib.

Página | 4
en que lo ha dejado el fracaso de su obra. Langman es un realizador de teatro mediocre y
fallido que ve en la mujer atisbos de locura, pero la acepta igualmente. Sin embargo, nunca
vemos en el cuento algún arrepentimiento o deseos de haberse convertido en el gran director
o de haber acumulado dinero por ello. Ese tipo de éxito no se espera y si aparece en las obras
de Onetti es para ser visto con desprecio.

La mirada que predomina tanto en la novela de Céline como en la obra de Onetti,


especialmente los cuentos seleccionados, es netamente masculina. Si bien en cuentos como
El infierno tan temido se habla de que la verdadera protagonista es la mujer, ella se ve
representada desde la perspectiva del hombre y aquella visión como la de Céline no es la más
optimista. En el viaje el absurdo de la guerra se traslada a las enfermeras que según Pablo
Montoya:

Son incapaces de compartir el dolor de los soldados. Sólo sueñan amoríos felices con los
oficiales que sobrevivirán a la carnicería. Sólidas y jóvenes, bellas y frescas, lo que buscan
las enfermeras de Viaje al fondo de la noche es el goce, la alegría, un júbilo excitante que el
soldado Bardamu jamás podrá prodigarles. (Céline o el sarcasmo de la guerra, 2002, p. 19.)
Las enfermeras son enteramente superficiales a los ojos de Bardamu y para él está bien, lo
vemos en la primera relación que conocemos y que tiene con Lola, quién ve en Bardamu
alguien indispensable para que pruebe los buñuelos que repartía y que tanto la habían hecho
engordar, “al cabo de poco, tenía tanto miedo a los buñuelos como yo a los obuses” dice
Bardamu. Lola es una entusiasta de la guerra, ve una Francia heroica y herida a diferencia de
Bardamu que no le ve mayor sentido, sin embargo, “como era complaciente con el sexo, la
escuchaba sin contradecirla nunca” (p. 65). El amor en la novela de Céline es algo muy
distante, en este caso sólo se busca el placer, y la incomprensión de ambos es latente y termina
por no conciliar nunca. Lola no encuentra en Bardamu los atisbos de heroísmo que debería
encarnar el soldado francés. Con Musyne el panorama para Bardamu no es más alentador
pues el dinero es el factor que ahora termina con la relación, ella se queda con aquellos
hombres que son adinerados en ascenso y él no coincide con ese arquetipo. En Estados
Unidos se invierte la relación que tenía con Musyne para vivir a expensas de Molly, una
prostituta, por la cual dice Bardamu “no tardé en experimentar un sentimiento excepcional
de confianza, que, en los seres atemorizados, hace las veces del amor” (p. 265). Es el caso
más cercano a lo que podríamos llamar amor pero que no lo alcanza, no en la forma
tradicional del término, que, a la final, termina con el abandono de Bardamu y

Página | 5
posteriormente, la nostalgia por Molly. El camino que recorre es de tropiezos que sumados
dan a la conclusión de que el amor es imposible, que las parejas están dadas en la medida del
dinero y que ahí radica su bienestar, las mujeres por sí solas son medios del placer y es
únicamente lo que busca Bardamu. La descripción de una de sus pacientes deja claro este
aspecto que marca la aceptación para él de ella:

Había que ver lo sólida y bien hecha que estaba, con un gusto por los coitos como pocas
mujeres lo tienen. Discreta en la vida, de modales y expresión razonables. Nada histérica.
Pero bien dotada, bien alimentada, bien equilibrada, auténtica campeona de su clase, así
mismo. Una hermosa atleta para el placer. No había nada de malo en eso. Sólo a los hombres
casados frecuentaba. Y sólo entendidos, hombres que sabían reconocer y apreciar los
hermosos logros naturales […] (p. 300)
El placer es fundamental en la condición humana y la manera de como el individuo se
relacione con él lo define como tal. Cuando Bardamu ejerce como médico recuerda una niña
que trató cuando era estudiante, que muere de meningitis luego de agonizar por tres semanas
durante las que su madre todo el tiempo se masturbaba para aplacar el insomnio que le
producía la pena, aún después de la muerte de su hija continuó sin que se pudiera hacer que
lo dejara. “Eso demuestra que no se puede existir sin placer, ni siquiera un segundo, y que es
muy difícil tener pena de verdad. Así es la existencia” (p. 401). Lo natural e inherente es el
placer, no el amor. Este, tarde o temprano se corrompe, se daña irreparablemente.

Para Onetti los placeres son el refugio de esas mismas penas humanas, el sexo o el alcohol
es la forma de prevalecer en un mundo que se define por su ausencia total de sentido, la
realidad es como la guerra en el viaje, un absurdo en el que cientos de personas
confraternizan. El amor como esperanza es un chiste de mal gusto que se deteriora sin
remedio. El infierno tan temido es quizá el ejemplo mejor logrado de ello. El cuento es un
nuevo escenario para esos mismo personajes grises y mediocres que sobrellevan la vida como
pueden. Risso un periodista a cargo de la sección de carreras de caballos del diario El Liberal
de Santa María que comienza a recibir fotografías de Gracia César, su exesposa, la segunda
luego de que enviudara. Las fotografías la retratan a ella haciendo el amor con otros hombres,
como una forma sutil y certera de venganza por el divorcio que Risso impuso por la
infidelidad de Gracia. Cada fotografía es un padecimiento y más cuando dejan de llegarle a
él y caen en manos de personas cercanas. El amor entre ambos fácilmente se torna en un odio
y Onetti describe perfectamente esta aparente contradicción:

Página | 6
En la noche correspondiente a la segunda fotografía pensó que podía comprender la totalidad
de la infamia y aun aceptarla. Pero supo que estaban más allá de su alcance la deliberación,
la persistencia, el organizado frenesí con que se cumplía la venganza. Midió su
desproporción, se sintió indigno de tanto odio, de tanto amor, de tanta voluntad de hacer
sufrir. (p. 194)
Todo es corruptible, especialmente el amor y es para Onetti natural que así sea. La exaltación
de los sentimientos y el retorno al pasado del Romanticismo quedan dilapidados en su obra.
El amor es más bien un peligro inminente y necesario.

El camino del individuo conduce al deterior para ambos. Paralelo al derrumbe de estos
valores viene también el del cuerpo, lo que en tiempo era sinónimo de placer ligado a la
juventud, con la vejez se vuelve torna una férrea cárcel. Poco se puede hacer para evitarlo y
cuando se piensa en ello ya es demasiado tarde. Parece que la característica de la juventud
sea la ingenuidad y esta se gasta como decía Bardamu “a fuerza de torpezas”.

Era demasiado tarde para rehacer la juventud. ¡Ya no creía en ella! En seguida te vuelves
viejo y de forma irremediable. Lo notas porque has aprendido a amar tu desgracia, a tu pesar.
Es la naturaleza, que es más fuerte que tú, y se acabó. (p. 267)
La posición de Bardamu es aferrarse a esa descomposición, tal como él la ve, de su vida, de
su cuerpo porque al fin de cuentas en ella es que se desnuda el verdadero ser humano. Es el
único momento en que se “es uno mismo antes de morir” (p. 274) porque ya no hay nada que
demostrar. “Ser viejo es no encontrar ya un papel vehemente que desempeñar, es caer en un
eterno e insípido “día sin función”, donde ya sólo se espera la muerte” (p. 371) dice Bardamu,
y es que se aleja de otras concepciones de la vejez como una muestra de la sabiduría o la
dignidad humana. Es más bien un estadio desolador, como en Onetti.

Bienvenido Bob es la historia de una rivalidad. Entre el viejo, que se propone casarse con
Inés, y Bob, su hermano. Para él es inconcebible que pueda existir una relación en la que
median tantos años. El narrador y protagonista del que no conocemos su nombre es una
persona ya mayor y “deshecha” según Bob y hace que Inés no acepte la propuesta del hombre.
Nunca sabemos exactamente como, sólo que no se logra. Sin embargo, diez años después se
vuelven a encontrar los antagonistas bajo el amparo de un café y una amistad superflua. En
las conversaciones que tiene el narrador tiene la tentación de sacar el tema a flote, de
humillarlo, quizá con sus palabras, pero al fin se las guarda porque ve en Bob, ahora Roberto,
que ya vive en esa venganza que la vida pudo prepararle. Quién aborrecía la vejez entra lenta

Página | 7
pero implacablemente en ella y aquí cobra sentido el título Bienvenido Bob a la bajeza del
tiempo cuando dice:

Nadie amó a mujer alguna con la fuerza con que yo amo su ruindad, su definitiva manera de
estar hundido en la sucia vida de los hombres. Nadie se arrobó de amor como yo lo hago ante
sus fugaces sobresaltos, los proyectos sin convicción que un destruido y lejano Bob le dicta
algunas veces y que sólo sirven para que mida con exactitud hasta dónde está emporcado para
siempre.
Bob en su momento es una persona que se crea grandes expectativas para su vida y, por eso
mismo repudia al pretendiente ya que llega a una edad crítica sin haber realizado algo
memorable como planea para sí mismo. Bob no piensa en los años como algo
inminentemente malo, lo concibe como tal si no se es un adulto respetado y realizado. Pero
él no lo logra y el narrador saca esos momentos en que el joven tenía proyectos ambiciosos
y nobles y ahora sólo sobrelleva la existencia para vanagloriarse en su misma mísera:

No sé si nunca en el pasado he dado la bienvenida a Inés con tanta alegría y amor como
diariamente doy la bienvenida a Bob al tenebroso y maloliente mundo de los adultos. Es
todavía un recién llegado y de ve en cuando sufre sus crisis de nostalgia. Lo he visto lloroso
y borracho, insultándose y jurando el inminente regreso a los días de Bob. Puedo asegurar
que entonces mi corazón desborda de amor y se hace sensible y cariñoso como el de una
madre.
La alegría que siente el narrador es tan grande quizá porque es así mismo inesperada. No hay
señales en el cuento de que él lo haya considerado antes. La misma inclemencia del tiempo
que de alguna manera le arrebató a Inés se encarga de darle el castigo a Bob. Ese amor del
que habla no es sino otra forma del odio compartido por la etapa más desesperanzadora del
hombre, la misma de la que tanto reniega Céline y que ambos terminan aceptando como un
mal irremediable y un espacio desolado.

Los personajes de Onetti guardan una estrecha relación en aspectos como la pérdida de
valores, el desprecio por la carrera del éxito y el dinero, la vida gastada en trabajos mediocres
rodeados de atmósferas grises, la prevalencia de visiones masculinas sobre la mujer que roza
muchas veces tan sólo la encarnación de una de las formas del placer o la visión de la vejez
como un espacio desolador. Pero estas coincidencias no son tratadas de la misma manera
como es de esperarse. Mientras que en Céline, todas estas visiones aparecen como el
resultado de una experiencia de la que somos testigos, en Onetti parece que ella ya estuviera
interiorizada. Cuando llegamos a sus personajes ya están derrotados y viven sólo para que
escuchemos el cómo llegaron ahí y, aún más importante, que van a hacer ahora. Parece que

Página | 8
las acepciones de bout, fondo y fin, fueran puestas a propósito por Céline porque ese es el
dilema al que siempre se ven enfrentados los personajes de Onetti, perderse en el fondo del
viaje en la noche y no salir de ahí, optar por el suicidio o, ver el fin de la noche, la mañana
que acontece, pero con lo que ello implica. Porque vivir o ver, que este caso son sinónimos,
el lado más tenebroso del ser humano no da una imagen esperanzadora de la vida humana,
resta tan sólo un espectro gris y aquí es que habitan quienes sobreviven para Onetti. Sin
embargo, a ellos les queda una última solución: escapar a lo imaginado, a la ficción como
una reacción a lo que dice Bardamu:

Toda nuestra desgracia se debe a que debemos seguir siendo Jean, Pierre o Gaston, a toda
costa, durante años y años. Este cuerpo nuestro, disfrazado de moléculas agitadas y triviales,
se revela todo el tiempo contra esta fuerza atroz del durar. (p. 386)
Perderse en la mentira, que en ocasiones es más real que el mundo, es la única manera que
ellos han encontrado si no optan por el suicidio. Se piensan como un Onetti acostado en su
cama imaginando una Santa María.

BIBLIOGRAFÍA

1. Céline, F (2015) Viaje al fin de la noche. Barcelona, España. Edhasa.


2. Onetti, J.C. (2009) Cuentos Completos. Buenos Aires, Argentina. Alfaguara.
3. Vargas Llosa, M. (2008) El viaje a la ficción. Madrid. España. Alfaguara.
4. Montoya, P. (2002). Céline o el sarcasmo de la guerra. Revista Universidad de
Antioquia. (N. 272), pp. 14-21.
5. Jimenez Tobón, J. C. (2016) Suicidio y supervivencia en “El posible Baldi”,
“Bienvenido, Bob” y Cuando entonces de Juan Carlos Onetti. Lingüística y
Literatura. (N. 70), pp. 121-133.

Página | 9

Das könnte Ihnen auch gefallen