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paradigmáticos de una redefinición de la identidad en Perú”, ensayo presentado en la convocatoria del IIº
Congreso Internacional de Teoría e Historia del Arte y X Jornadas del CAIA, Discutir el canon. Tradiciones
y valores en crisis, celebrado en Buenos Aires, del 10 al 13 de septiembre de 2003. [Sin publicar]
Título del trabajo: Perspectivas sobre las producciones de Francisco Laso y Juan Manuel Figueroa Aznar:
Introducción
los lugares más atrayentes para quienes quisieron embarcarse en la búsqueda de “otras” realidades. Las
miradas europeas que alcanzaron a esta zona y a todo el territorio latinoamericano se formularon en dos
lo que constituyó el gran itinerario de la conquista. Esta última opción contribuyó a instalar visiones del
Atravesada por siglos de investigación, la mirada hacia el Perú se transformó en una “visión congelada
del pasado”, y desvinculada de la carga conflictiva que emergió de una trama social, política y cultural
compleja. La posibilidad de recuperar estos aspectos nos llevan a revisar las perspectivas contextual y
estética, desarrolladas por Gustavo Buntix, acerca del artista Francisco Laso 1, y Déborah Poole2 sobre el
fotógrafo Juan Manuel Figueroa Aznar. Sus trabajos nos sumergen en los problemas claves del campo
A partir de estos estudios en torno a dos artistas paradigmáticos, que emergen en tiempos diferentes y,
sobre la base de un cuestionamiento a ciertas formulaciones históricas convertidas en canon, este trabajo
intenta aportar caminos posibles en la línea de las perspectivas teóricas, que marcan la necesidad de indagar
como para América Latina, Buntix intenta otorgar una visión diferente de la obra de Laso. Considera que el
vacío de análisis críticos en torno a su producción ha sido convertido en un espacio sobre el cual “se erigen
mistificaciones diversas desde el momento mismo en que los cuadros fueron expuestos por primera vez”.
En su interpretación del cuadro, hoy conocido como “El habitante de las cordilleras”, produce una de las
lecturas críticas que lo enfrentan a aquellas descripciones neutralizadoras de la carga significativa de la obra.
La transformación de las lecturas de la misma, cuando de “El habitante de las cordilleras” pasa a ser
conocida como “El indio alfarero”, es para este autor, el punto de partida para detectar la carga ideológica
que acarrea ese desplazamiento del sentido impuesto por el cambio de título. 6 Esta visión lo lleva a definir la
obra como una imagen alegórica, alusiva de “un país de razas y de tiempos contrapuestos”. 7
Así, se establecen los primeros lineamientos sobre la coyuntura particular en la que emerge esta
producción. Ubicar a Francisco Laso en un lugar determinado del marco social es una tarea que acentúa las
imprecisiones que suscita el cuadro. El artista pertenece a la clase social criolla. Ese sector hegemónico que,
frente a la coyuntura histórica peruana del siglo XIX. El debate al interior de ese sector criollo manifiesta la
búsqueda de las bases para la construcción de una nación nueva e independiente. Proyecto en donde se
discute la integración o la exclusión del indígena a la patria. 8 El marco para ese debate es el de un país en
donde se redefinen los parámetros políticos, sociales y culturales, un país adonde subyace una fuerte
tradición y en el que se busca reafirmar los logros de la independencia (1921) en todas las esferas.
El problema de la identidad forma parte de las coyunturas políticas y culturales de las sociedades
latinoamericanas, posteriores a las guerras de independencia. En Perú, los parámetros bajo los cuales los
teóricos definen este problema se encuadran en una serie de interpretaciones sobre los procesos culturales de
las cuales, algunas de ellas, tienden a colocar el eje en la tensión entre dos polos: el de la cultura dominante y
el de la cultura dominada.9 La superioridad de la clase social criolla, los conflictos al interior de la misma, y
la emergencia de sub-culturas, que entran a jugar un papel importante fundando “una dinámica de
interpenetración sobre la base del conflicto” 10, son factores que han complicado la reestructuración de
parámetros sobre los cuales plantear respuestas contundentes a las teorías sobre la dependencia cultural.
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Los planteos de Buntix se integran a estos debates marcando opciones posibles de pensamiento, a través
de la figura de Laso. Mirko Lauer, sin embargo, sostiene que ni siquiera la versión de Laso puede abrir las
puertas a la cultura dominada.11 De todos modos, la perspectiva de Buntix deja una serie de marcas,
tendientes a manifestar la imposibilidad de plantear este problema sobre la base de esquemas bipolares;
Paradójicamente, el hecho de considerar “El habitante de las cordilleras” como una imagen alegórica
subraya su necesidad de emplear una figura retórica, que le permite evocar la “complejidad” de esta obra
para establecer relaciones de concordancia con los planteos sobre una “modernidad irresuelta” en Perú.
En efecto, para Buntix, el sistema de representación de la obra provee herramientas claves para formular
esa hipótesis. En uno de los apartados establece diferencias entre la obra “Los funerales de Atahualpa” de
Luis Montero12, y la mencionada de Laso. Dos producciones que evocan momentos diferentes. La primera de
ellas remite a un pasado, reivindicado a partir de un héroe, el inca Atahualpa. La segunda es, al mismo
“La distancia entre esos dos momentos y las imágenes que ellos generan es evidente no sólo en lo que ambos
cuadros representan sino en sus respectivos sistemas de representación. Luis Montero opta por la narrativa
histórica, ilustrando una anécdota tomada de William Prescott (quien a su vez se basa en Ondegardo) y fijado en su
literalidad. Obra cerrada. Francisco Laso, en cambio, elabora alegorías cuya complejidad deja abierta una
posibilidad utópica. El primero dignifica al indio como inca sólo para exhibirlo ya cadáver y sepultarlo en el
pasado. El segundo lo representa por encima de las señas de su opresión y proyectado hacia un horizonte por
forjar.”13
La elección de un sistema de representación responde entonces, a una opción estética que implica un
modo de esbozar dos problemáticas vigentes en el campo cultural peruano: la búsqueda de una identidad, y
la adecuación de las formulaciones del lenguaje a los cambios que genera la modernidad. Una atmósfera de
“Nuestra modernidad irresuelta. No un problema de tecnologías sino de subjetividades. La de los criollos del XIX
se construye en un juego oscilante de afinidades y oposiciones, hacia un afuera cultural que por lo general se
interioriza (el modelo europeo) y hacia un adentro social que con frecuencia se aliena (la realidad
sociodemográfica del país) (...)
La obra de Laso se inserta en esa dialéctica, pero también la tensiona, hurgando en su complejidad y parasitando
sus contradicciones. Tal doble registro hizo de ella una cifra misteriosa para sus contemporáneos, en el Perú y en
Francia.”15
Frente a esta problemática y, tomando como eje al sector social de la elite criolla, el autor señala la
preocupación de cada grupo por elegir una estética adecuada a cada proyecto de nación. Los actores del
campo cultural ofrecen respuestas que oscilan entre la asimilación de elementos europeos y una mirada que,
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Una de las estrategias empleadas por algunos de esos artistas fue la utilización de la “utópica estética
americanista” de Humboldt.16 Opción que concretó una actitud selectiva frente a aquello que les era ajeno. La
perspectiva científica y romántica, que Humboldt había volcado a través de una estética de lo sublime,
resultó ser la más conveniente para quienes quisieron reivindicar una idea de “nación” dejando fuera al
indígena contemporáneo. Estos mismos elaboraron una conciencia, en la que los ideales utópicos se
centraron en un modelo de hombre europeo acorde con su vocación de modernidad, pero opuesto a la figura
del indio más vinculada a lo arcaico. La resultante estética de dicha actitud ideológica fue expresada
La perspectiva de Laso es diferente, tanto desde el punto de vista ideológico como estético. La figura
de “El habitante de las cordilleras” pasa a ocupar el primer plano. La razón radica en que su propuesta se
origina en la utopía del mestizaje, considerado no como el producto de un desorden, sino como la alternativa
de un encuentro fecundante. Un legítimo aporte, que lo enfrenta a quiénes intentaron desprenderse del
indígena como parte viva de la realidad social, y también a los que lucharon por borrar las huellas del pasado
colonial. El artista logró dignificar la presencia del indio contemporáneo en su pintura, otorgándole gran
parte de la carga simbólica que Humboldt reservó para la naturaleza, a través de un discurso de tintes
Por lo tanto, en el marco de las búsquedas de identidad del sector criollo, Laso es portador de una
del cuadro, en función de ofrecer una definición más precisa acerca del individuo presentado en primer
plano. Estas imprecisiones marcadas por Buntix se encuentran reflejadas en una figura humana cuyo rostro,
modelado por una luz cálida, permite establecer cierta analogía con el aspecto del ceramio que la misma
sostiene. Por ende, el tratamiento de la imagen contribuye a la identificación de ambos. Rasgos esenciales
son el sentido escultórico y el matiz misterioso que asigna a la representación, a través de la sensualidad de
los colores tierra. Por otra parte, la imagen del hombre presenta una contradicción entre sus facciones
criollas y el atuendo fácilmente encontrado en los indígenas sur andinos de la época. El fondo sobre el que se
Sobre la base de las referencias anteriores, la imagen manifiesta una serie de imprecisiones, también en
la expresión pictórica, tanto a través de la indefinición del color como de las formas. Hay un desfasaje en
cuanto a los rasgos iconográficos, si se los compara con los de la figura tradicional del indio.
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En efecto, la imagen es alusiva, en tanto que abre la posibilidad de otras miradas, más perspectívicas,
menos imprecisas, no unívocas. No es casual que recurra entonces, a una modalidad de la construcción
basada en el montaje. Modalidad que le permite integrar lo diferente en la unidad, y entablar una dialéctica
que, bajo una lógica de complementariedad, revela el ideal de una nación nueva, formada por hombres
mestizos.
En esta lógica de complementariedad, entra a jugar un rol importante el lugar que ocupa el pasado en la
elaboración de la identidad peruana. Un aspecto que diferencia a esta sociedad de la mayoría de las
latinoamericanas, por el peso que tiene su pasado pre-colonial. Buntix marca el primer indicio de esta
problemática en la presencia de una vasija prehispánica, sostenida por “El habitante de las cordilleras”. Se
trata de una clásica representación mochica del guerrero cautivo. Su incidencia constante en otros cuadros
de Laso refuerza la carga significativa que tienen esas culturas en ese presente en construcción. Un plus de
significación está dado en uno los rasgos de esta vasija: su estado de deterioro. Para el escritor, el hecho de
presentar al objeto precolombino con una rotura se relaciona con el estado conflictivo en que se hallaba el
indio, en el contexto peruano. Por un lado, éste era percibido como el portador de una herencia cultural de
gran peso. Pero al mismo tiempo, estaba sujeto a situaciones de represión y dominio, que lo colocaban en el
centro de las disputas. Por lo tanto, el huaco en las manos de “El habitante de las cordilleras” funciona como
resto testimonial de “un pasado recuperado en sus restos actuales y vivos aunque amortajados”. 17
Este rol del pasado y las posiciones adoptadas por los distintos grupos en el interior de la elite criolla,
son trabajados a través de una serie de diferencias entre la perspectiva de Laso y las de Humboldt y Luis
Montero.
En el caso de Humboldt, viajero europeo del siglo XIX, cuyos libros ilustrados sobre América habían
alcanzado importante difusión entre el público culto de ambos continentes cuando Laso exponía su cuadro en
París, este tipo de valoración se aprecia en una especial atención a las ruinas monumentales de antaño,
correlativa con un desinterés por lo humano. Sin duda, una actitud marcadamente ideológica que muestra
algunos signos sobre las ideas que circulan con relación al vasto territorio americano, luego de las guerras
por la independencia criolla, que volvieron a abrir un puente a la curiosidad europea. Esa mirada de
Humboldt también fue adoptada por algunos de los integrantes del sector social hegemónico, para quienes el
pasado tenía que ser revivido sólo como alusión histórica, como presencia muerta. Una visión basada en la
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En el caso de Montero, el poder simbólico otorgado a lo indígena arcaico se origina en razones
diferentes que las de Humboldt. Mientras éste último es un viajero europeo, Montero es un artista que
pertenece a esa sociedad peruana que, después de varios años, lo consagra en su medio. “Los funerales de
Atahualpa” es la obra con la que Montero logra obtener ese rotundo éxito peruano, “nada ajeno al tema
hábilmente escogido por el autor.” Con este cuadro, señala Buntix, “logró vincularse a cierta generalizada
obsesión por la conquista que hace patente el carácter no definitorio de la independencia.” 18 A pesar de
haberla realizado en los mismos tiempos que “El habitante de las cordilleras”, esta obra transporta otra carga
ideológica, acorde a aquellos que creían que el único heredero de la gran tradición perdida era el criollo.
Ambas miradas consienten la intención de “neutralizar el poder simbólico de lo indígena en una visión
congelada del pasado”.19 En la obra de Laso, por el contrario, el pasado cobra vigencia desde el presente. En
“elemento integral de una nación nueva”, en la que el indígena contemporáneo no debe quedar fuera. En este
sentido, la propuesta de Laso rebasa la esfera de lo estético. Su obra adquiere una clara marca histórica,
generalmente ignorada por el gesto político de su posición extrema dentro del grupo de los intelectuales
criollos.20
Por lo tanto, el arte de Laso fue un modelo de transformación social alternativo al sistema cultural
vigente. Un modelo en donde la constitución de la identidad sólo parecía ser posible desde una sociedad
mestiza. Una propuesta en donde se fusionaron las “ansiedades locales” con el afán de modernización
cultural, mediante una obra cuyos recursos plásticos apartaron al artista de los realismos exhaustivos de la
época. En efecto, a través de estas producciones, Laso hizo explícito el imaginario latente en toda su lucha
En Perú, los límites entre el siglo XIX y el siglo XX estuvieron atravesados por una serie de conflictos
que tuvieron clara influencia en el campo de las artes plásticas. Marcaron además de una divisoria temporal,
el advenimiento de cambios y utopías de los cuales el arte formó parte. Juan Manuel Figueroa Aznar vivió
inmerso en esa atmósfera ya que nació en un pueblo peruano del departamento de Ancash, en 1878.
El estudio que Déborah Poole21 realiza sobre este fotógrafo, atraviesa los núcleos planteados en la
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otra cuestión importante para visualizar uno de los aspectos de los desarrollos estéticos peruanos: la relación
entre pintura, fotografía y arte. Un análisis que la lleva a no perder de vista las diferencias entre Perú y países
más desarrollados, haciendo de este ensayo, un aporte legítimo para la construcción del itinerario de los
La elección de los medios necesarios para manifestar un arte adecuado a la dimensión histórica
moderna, es uno de los aspectos del problema estético de los campos culturales, tanto de países
metropolitanos como periféricos. Se trata de un debate que, en el Perú de fines del siglo XIX y principios del
siglo XX, coloca a la pintura y a la fotografía en posiciones enfrentadas, estableciendo situaciones de peligro
Si en Europa, la fotografía se consolida como medio artístico en los inicios del siglo XX, en Perú, van a
pasar varios años, y las razones sobrepasan la esfera de lo estético. A esta peculiaridad presta atención
Déborah Poole, cuando señala que en Perú, la modernidad se construye en una coyuntura social diferente a la
“En Perú, al cual Juan Manuel retornó en algún momento de 1899 o 1900, era sin embargo muy distinto de países
como Colombia y los de Europa Occidental donde la fotografía artística había aparecido con anterioridad. La vasta
mayoría de la población estaba conformada por campesinos quechua y aymará-hablantes que trabajaban en
agricultura comunal de pequeña escala o como peones de haciendas agrícolas semi-feudales. La pequeña elite de
terratenientes rurales que poseían estas haciendas vivían en las ciudades de provincias que, con pocas excepciones,
estaban aisladas de las corrientes modernizantes del desarrollo capitalista industrial.”22
A pesar de estas tradicionales estructuras sociales, la fotografía logra insertarse en el campo del arte,
aunque con algunas particularidades. En Lima, el arte del retrato llega a ser una actividad próspera,
convirtiéndose en el género imprescindible de las relaciones sociales. Esta importancia se traslada a un polo
de producción crucial para este estudio: Cuzco. Lugar en el que Figueroa Aznar lleva a cabo una vasta
producción de fotos de distintos personajes. Paradójicamente, en Perú, aquel que quería sustentarse
La legitimidad que llega a tener el retrato fotográfico no significa una traba para otros modos de
manifestación de la fotografía en dicha región. Algunos artistas logran configurar estrategias estéticas
alternativas, que podrían ser percibidas como contradictorias con el proyecto de modernización cultural que
buscaban los intelectuales, si no se las visualiza y analiza desde el contexto en que surgen. Dichas
estrategias son analizadas por Poole, en dos momentos de la plástica cuzqueña: el de principios del siglo XX,
“indigenista”, cuya década clave fue la del ‘20. Ambos momentos originaron dos discursos, que nos permiten
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estudiar el proceso de producción plástica de Figueroa Aznar, no sin antes señalar dos aclaraciones que guían
la lectura de Poole:
-Por un lado, la autora concibe que tanto la denominada “estética bohemia” como el “indigenismo”
-Por otra parte, percibe en ambos discursos, el reclamo del trabajo de este artista para sí, en la medida en
que los portadores de esos enunciados buscaban representaciones plásticas que aparecieran “como evidencia
de la intuición cultural generalizada”. La intención era “crear una identidad homogénea”. Identidad que tenía
que estar definida en términos de lugar, lo cual condujo a una oposición de los polos culturales: Lima-Cuzco.
Relación que se establece históricamente, bajo los parámetros del esquema cultura dominante-cultura
dominada. Los análisis de Elsa Flores sobre los aportes de Aníbal Quijano nos permiten acceder a ciertas
“La “cultura dominante” juega así un papel al mismo tiempo integrador y diferenciador. Lo primero en cuanto
tiende a homogeneizar culturalmente a grupos diversos; lo segundo porque lo hace manteniendo sus diferencias”. 24
A lo largo del texto e indefectiblemente, Poole cuestiona esta relación, relevando el rol del indigenismo
cuzqueño en la cultura peruana del siglo XX. Un movimiento que establece opciones alternativas, a través de
un espacio de luchas y de tensiones –el campo intelectual- en donde se pone en juego la necesidad de
producción que va de 1904 a 1908. En este momento, el artista se instala en Cuzco, y consecuentemente, su
trabajo fotográfico comienza a ser percibido como parte de esa tendencia. Razones posibles son halladas en
el hecho de haber nacido y vivido fuera del ámbito cuzqueño, cultivando un status natural de forastero, que
le da una imagen pública, basada en el “ideal de artista existiendo en los márgenes de la sociedad”. 25 Esta
imagen de bohemio va a ser propicia para el proyecto cuzqueño de identificación regional en oposición a
Lima. Lugar del que también se distancia, porque sus realizaciones no siguen a las corrientes académicas de
ese establishment artístico. Por el contrario, Figueroa rechaza rotundamente la atracción limeña por las
tendencias europeas.
El empleo que hace Poole del término “bohemio” responde a la necesidad de marcar modos de
apropiación de lo europeo, por parte de los intelectuales peruanos. Pero queda en claro, que su intención es
8
mostrar que dicha palabra posee una significación particular en aquel contexto, en tanto que evoca una forma
de vida de profundo sentimiento por la región. En Figueroa Aznar, este sentimiento es la fuente de una
En el campo de la fotografía peruana, las connotaciones de la nueva atmósfera moderna nos llevan a
revisar el desarrollo de las fotografías esteticistas y pictorialistas. Esta visualización lleva a remarcar dos
cuestiones subyacentes. Por un lado, el dilema de la inserción de la fotografía en el campo artístico. Hecho
que facilitó, en Perú, la apertura cultural a las nuevas tecnologías, dotando al arte del talante de modernidad
necesario para la instauración de una estética modernista. Por otra parte, la conflictiva relación entre pintura
y fotografía con el concepto de arte. Conflicto que, en Cuzco, fue resuelto por los artistas a través de las
fotografías pictorialistas. Una salida tomada por Figueroa Aznar, que marca la particularidad de que, en esta
región, la pintura sigue siendo el medio preferido para expresar ese “sentimiento andino” ya que, a través del
color, puede dignificar al paisaje lugareño. En efecto, esa tensión, hija de la modernidad, entre la fotografía y
Modalidad que, a los artistas de Cuzco, les permite elaborar manifestaciones de lo propio en una clave
moderna.26
No es solamente esta modalidad plástica la que, según Déborah Poole, enriquece el trabajo de Figueroa
Aznar. Las nuevas experiencias en Cuzco, a partir de su casamiento en 1908 con Ubaldina Yábar Almanza,
tienen trascendencia en los cambios que aparecen, progresivamente, en su producción fotográfica posterior.
El hecho de formar parte de una familia que dispone de haciendas lo introduce en un contexto diferente, en
donde la presencia de los campesinos indígenas pasa a formar parte del paisaje cotidiano. Esta nueva
indio. Las obras que resultan de tal vivencia construyen, de algún modo, una suerte de alegoría de la
Ahora bien, esta estética no sólo se halla modelada por las vivencias personales del artista, sino
también, por los desarrollos culturales que tienen lugar en Cuzco en estos momentos, a través de la presencia
activa del movimiento indigenista. El indigenismo va a tener un papel crucial, pues genera una serie de
debates que se trasladan a distintas esferas de la sociedad, recorriendo algunas vías latinoamericanas. 27 En el
9
autonomía de Cuzco respecto a Lima. Proyecto que, en el campo artístico, venía manifestándose,
La búsqueda de identidad, eje del proyecto indigenista cuzqueño, termina siendo el núcleo de una serie
de debates entre intelectuales de la época, tales como Luis Valcárcel y Uriel García 28. Una serie de disputas
“Al reclamar la historia y la geografía incas como propias, los indigenistas cuzqueños introdujeron la olvidada
figura del indígena andino contemporáneo en la literatura y la imaginación artística peruanas, así como en el
discurso nacionalista la jurisprudencia y la política interna”. 29
Las reflexiones de Valcárcel y García son decisivas para visualizar el desarrollo del indigenismo, y en
efecto, las opciones estéticas de Aznar. En los proyectos de construcción de la identidad de ambos
intelectuales, el pasado ocupaba un lugar esencial. Sostenían que las raíces históricas de la cultura andina
habían sido forjadas por los indígenas. Pero a diferencia de García, Valcárcel apeló a una revaloración del
pasado incaico, sin considerar la situación del indígena contemporáneo. En cambio, el anterior gestó una
utopía basada en la creación de un “nuevo indio”, el mestizo. Figura en la que vio la posibilidad de una
Poole, relaciona ambas posturas con las representaciones del indio formuladas por Figueroa Aznar y
Martín Chambi.30 Las imágenes de este último, respondieron, justamente, al pensamiento de Valcárcel.
Tenían la función de documentar o fijar datos sobre lo andino, tomándolo como resto histórico de una
existencia en proceso de extinción. De este modo, Chambi construyó un inventario fotográfico de tipos
étnicos, en donde la cámara clasificó y estudió al mundo nativo, a la par de la ciencia y la etnología.
Figueroa, en cambio, elaboró una representación que, antes que documental, era teatral y de plena
elaboración. A través de la manipulación del personaje a fotografiar, y del escenario en que éste era situado,
manifestó la posibilidad de construir una identidad, basada en una representación “elaborada” del indígena,
dejando de lado las modalidades documentalistas, profundamente realistas. Para ello, utilizó recursos como
el disfraz y otros artificios teatrales escenográficos, que dieron origen a una estética acorde a las utópicas
ideas de Uriel García: crear un “nuevo indio”: el nuevo habitante mestizo de la sociedad peruana
contemporánea.
La fotografía de Aznar manifiesta, además, otros rasgos que la incorporan al itinerario de los
modernismos peruanos. La obstinada inclinación por determinar, previamente, el armado de los elementos de
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la composición, es una de las diferencias que señalan una opción estética frente a lo instituido en ese
momento. Aznar se sirvió de aquellas modalidades opuestas a los lenguajes formalistas, característicos de la
cultura dominante limeña31. En efecto, al mismo tiempo que el artista se apropia de una figura legítima, la del
indígena, reelabora el lenguaje de la fotografía en unas escenas completamente artificiales, ambiguas con
En este sentido, Figueroa Aznar es uno de los exponentes que, desde una situación social alejada de la
de los indígenas que representa, vuelve a plantear, aunque desde el siglo XX, las complejidades de un país en
redefinición.
Francisco Laso y Figueroa Aznar, dos artistas paradigmáticos del campo artístico peruano, han
permitido tejer una trama de complejidades, características de dos momentos importantes del proceso
histórico de este país: el siglo XIX, considerado desde los años posteriores a las guerras de la Independencia;
y las primeras décadas del siglo XX, cuya atmósfera aún palpita aquellas pugnas, manifestando también,
En este contexto, en donde se produce la apertura de Perú a la modernidad, comienzan a surgir una
serie de debates, que se trasladan al interior del campo cultural. La nueva dimensión histórica pone a este
país, y a toda América latina, frente a la necesidad de dar respuestas a los problemas emergentes de esa
nueva coyuntura, en el marco de una redefinición de las bases para el nuevo proyecto de nación. Cuestión
que generó una serie de pugnas en el interior de la clase social criolla; una eterna disputa que conservó sólo
La inclusión o no de la figura del indígena a cada proyecto de nación se manifestó lúcidamente en los
planteos estéticos. Estos mostraron la peculiaridad con que los modos de representación del indio enfatizaron
la complejidad del vínculo entre modernidad y tradición, en el campo artístico peruano. 32 Vínculo que,
Desde el campo de la plástica, y a través de las producciones de dos artistas que en su momento
estuvieron fuera de la órbita del arte oficial, definimos a la peruanidad como un espacio de ambigüedades.
11
No por las posibles contradicciones, ya que consideramos que la mayoría de ellas surgen de miradas que se
sostienen en una lectura que evade las bases coyunturales de este país, que son las que nos han permitido
revisar las perspectivas de Laso y de Aznar. En cambio si, por la complejidad de las tensiones que precipitan
los conflictos que, a la luz del presente, nos llevan a abandonar esa visión, sutilmente tradicional, de Perú
Autor: 710
NOTAS
12
1
Buntix, Gustavo, “Del habitante de las cordilleras al indio alfarero”, en Márgenes, Lima, Año IV, n° 10/11, Octubre de
1993.
2
Poole, Déborah, “Fotografía y modernismo en el Perú de inicios del siglo XX. Figueroa Aznar y los indigenistas de
Cuzco”, en Márgenes, Lima, Año IV, n° 10/11, Octubre de 1993.
3
Néstor García Canclini, Jesús Martín Barbero y Daniel Mato elaboran distintas líneas teóricas para un pensamiento crítico
en torno a aquellos estudios que evaden la naturaleza conflictiva de esos procesos de construcción de identidades. Véase
Bermúdez, Emilia, “Procesos de Globalización e Identidades. Entre espantos, demonios y espejismos. Rupturas y conjuros
para lo propio y lo ajeno”, en Daniel Mato, coord.: Estudios y Otras Prácticas Intelectuales Latinoamericanas en Cultura y
Poder, Caracas, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y CEAP, FACES, Universidad Central de
Venezuela, 2002.
4
La apreciación es de Gustavo Buntix.
5
Buntix, Gustavo, op. cit., p. 9.
6
Buntix no se refiere al momento exacto en que al cuadro se lo cambia de nombre. Simplemente señala la actitud de
algunos comentaristas de París, luego de ser presentado junto con otros cuadros en la Exposición Universal de 1855, en este
país. Hace referencia, especialmente, a la visión de la obra que tiene el crítico francés Du Pays, señalando la posible
incidencia de la misma en el medio peruano. “Este alfarero parece cocido al sol, señala el crítico francés Du Pays, dando
inicio a un equívoco que a la larga se impondría incluso en el medio peruano. En efecto, el título original sugería una
amplitud de interpretaciones que los comentaristas de París prefirieron ignorar, saltando a desinformadas conclusiones sobre
el oficio del retratado”, Buntix, op. cit., pp. 10-11.
7
Buntix, Gustavo, op. cit, p. 17.
8
El autor jerarquiza una de las pugnas centrales dadas en el interior de esa elite criolla: el apoyo o no a las doctrinas
elaboradas por los liberales europeos, basadas en la abolición del tributo y de la esclavitud. Medidas que contribuyeron a
mejorar la posición de los indígenas afianzando su alianza con los conquistadores.
9
Esas interpretaciones tienden una línea que va de José Carlos Mariátegui a Augusto Salazar Bondy, Aníbal Quijano, Mirko
Lauer. Véase Flores, Elsa, “Arte y dependencia en América Latina”, Cuaderno de Publicaciones de APROA, n° 1, Rosario,
1986, pp. 50-53.
10
Flores, Elsa, op. cit., p. 51.
11
Flores, Elsa, op. cit., p. 53.
12
Luis Montero es un artista que alcanzó la consagración internacional y limeña alrededor de 1867-1869, cuando volvió de
Florencia paseando por las costas americanas la obra los Funerales de Atahualpa. “Otro cuadro americano pintado en
Europa y pensado para el público de ambos continentes.”. Buntix, op. cit., p. 50.
13
Buntix, op. cit., pp. 55-56.
14
Marshall Berman elabora un ensayo sobre lo que considera una forma de experiencia vital, experiencia del espacio y del
tiempo, la modernidad. Los caracteres con que describe a la vida moderna, en referencia a Europa, no se corresponden en su
totalidad con los que caracterizan a este momento histórico en América Latina. Sin embargo, a partir de las tensiones que el
autor señala entre conflicto y contradicción, entre ambigüedad y angustia, es posible comenzar a construir la imagen de una
modernidad en proceso de construcción en países como Perú. El ensayo de Berman “Brindis por la modernidad” se
encuentra en Casullo, Nicolás (Comp.), El debate modernidad-posmodernidad, Buenos Aires, Punto Sur, 1989, pp. 67-91.
15
Buntix, op. cit. p. 18.
16
Alexander Von Humboldt es un naturalista y explorador alemán nacido en Berlín en 1769. Encargado de realizar una serie
de expediciones por América que lo llevaron a formar parte del grupo de artistas viajeros del s. XIX. En el ensayo de
referencia véase: “Las “cordilleras” de Humboldt y sus “habitantes” en Laso”, Buntix, op. cit., pp.20-28.
17
Buntix, Gustavo, op. cit., p. 35.
18
Buntix, op. cit., p. 51.
19
Buntix, Gustavo, op. cit, p. 54
20
Laso tuvo una participación activa en los debates entre los liberales criollos del siglo XIX. Su lucha se manifestó también
en publicaciones escritas, en donde incitaba a sus compatriotas a luchar pidiendo justicia y apoyando a los indígenas
nativos. Buntix señala que, en ocasiones, estos folletos fueron utilizados en su contra. También se señala que frecuentó la
amistad de un grupo de liberales que mantuvieron una reacción polémica cuando se dio marcha atrás al decreto de abolición
del tributo. Entre ellos se hallaban Narciso Alayza y José Casimiro Ulloa. Ambos formaron parte de ese grupo de
intelectuales polémicos que luego confluyeron en La Revista Lima, en donde también Laso escribió algunos artículos.
Véase Buntix, op. cit., p. 15.
21
Poole, Déborah, “Fotografía y modernismo en el Perú de inicios del siglo XX. Figueroa Aznar y los indigenistas de
Cuzco”, op. cit.
22
Poole, Déborah, op.cit., pp.117-118.
23
Cabe destacar lo que dice Sara Facio con relación al rol social que tenia la fotografía de retratos.”...la primera oleada de
millones de inmigrantes europeos no trajo sus fotos sino que se retrataron en América y, sin dudas, ello formó parte de su
inserción y autoafirmación en su nueva sociedad...”. Gutiérrez, Ramón, “Historia de la Fotografía en Iberoamérica. Siglos
XIX-XX”, en Gutiérrez Viñuales, Rodrigo y Gutiérrez, Ramón (coords.), Pintura, escultura y fotografía en Iberoamérica,
siglos XIX y XX, Madrid, Cátedra, 1997, p.369.
24
Flores, Elsa, op. cit., p.51.
25
Poole, Déborah, op. cit, p. 134.
26
Sobre las fotografías pictorialistas en Perú y sobre la “estética bohemia”, véase “Fotografía y arte en Perú”, en Poole,
Déborah, op. cit., pp.117-134.
27
Las ideas de estos intelectuales circularon en otros aparatos de difusión de Latinoamérica, e inclusive sirvieron de modelo
a ciertos planteos desarrollados en el interior de otros campos culturales. Un ejemplo claro lo manifiesta la Revista de “El
Círculo” de Rosario (Argentina). Se trata de una revista que perduró hasta 1924, con una serie de planteos localistas; en ese
contexto, planteados en la intención del grupo mentor de lograr la autonomía de la región frente a la “cosmopolita Buenos
Aires”. Allí, el indigenista Uriel García publicó el artículo “El espíritu incaico y la cultura colonial”. García, Uriel, La
Revista de “El Círculo”, Rosario, Junio de 1925, p. 15. La influencia de las ideas del indigenismo cuzqueño, en esta revista,
es trabajada por Adriana Armando, en el artículo: “Entre los Andes y el Paraná: La Revista de El Círculo de Rosario”, en
Cuadernos del CIESAL, año 4, n° 5, UNR, Segundo Semestre, 1999, pp. 79-88.
28
Luis Valcárcel, autor de "Tempestad en los Andes", publicado en 1927. En 1931, dirige en Lima el Partido Socialista de
José Carlos Mariátegui, el Museo Nacional y el Ministerio de Educación. Fue representante de la tendencia indigenista que
apelaba a una clara diferenciación entre el inca y el español, considerando al primero de ellos como figura fundamental de
su proyecto de Nación.
José Uriel García, autor de "El nuevo indio", publicado en 1930. Permaneció en Cuzco como miembro del Partido
Comunista. Fue uno de los representantes del movimiento neo-indianista. Grupo que permaneció fiel a los asuntos políticos
locales, y cuyos integrantes fueron movilizados por los reclamos regionales.
29
Poole, Déborah, op. cit, p. 137.
30
Hijo de una familia campesina de Puno. Desde sus inicios en la plástica se dedicó al trabajo fotográfico. Una actividad
que le permitió registrar al indígena andino, considerado como signo histórico en proceso de desaparición. Fue el único
fotógrafo cuzqueño que logró el reconocimiento de los historiadores europeos y norteamericanos de la fotografía.
31
Mirko Lauer habla de esta tendencia como universalista, señalando que el polo que la enfrenta está constituido por los
localismos. “El universalismo (que a menudo no es sino un a-geografismo) ha tendido a darse con más fuerza hacia el fin
del plazo hegemónico de una fracción dominante de la burguesía local.”, Lauer, Mirko, Introducción a la pintura peruana
del siglo xx, Lima, Mosca Azul, 1976, p. 20. Citado por Elsa Flores, op. cit. p. 52.
32
Las características del vínculo entre modernidad y tradición, en el campo artístico peruano, están trabajadas por Mirko
Lauer en su artículo “Apariciones desde el paisaje”, en Andes imaginarios. Discursos del indigenismo2, Lima/Cusco,
$ur/CBC, 1997.