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EVOLUCIÓN DE LA SEXALIDAD

SEXUALIDAD EN LA PREHISTORIA
La sexualidad en la Prehistoria.
Existen huellas históricas que nos hablan del interés por el sexo en el mundo antiguo. (1)
Se conservan objetos y pinturas prehistóricas que ensalzan distintos aspectos de la
sexualidad. Un ejemplo de ello son las danzas fálicas que aparecen representadas en
pinturas rupestres, las venus Esteatopígicas, las vulvas grabadas en piedras, los grandes
falos en estatuas y grabados. Todos ellos símbolos de una sexualidad entendida como
fecundidad en la mujer, fertilidad de la tierra y virilidad del varón. (1)
Todas estas representaciones del arte paleolítico tienen un significado que no se conoce
con certeza en su totalidad, sin embargo, se sabe, que en el mundo antiguo, los genitales
no tenían significado obsceno o erótico, por tanto, cabe pensar que estas figurillas y
pinturas eran símbolos de la fuerza fecundadora. Símbolos de una sexualidad que
aseguraba la continuidad de la vida por la descendencia. (1)
Vida sexual en la Prehistoria
En la Prehistoria se cree que la vida sexual estaba organizada sin normas que regulasen
la relación entre hombres y mujeres. A pesar de ello la mayoría de estudiosos concuerdan
en que la promiscuidad no se daba de forma exagerada, sino que existían ciertas pautas
que concedían cierto orden a la vida sexual de nuestros antepasados. (1)
Al parecer, se supone, que en un principio, se aseguraba la descendencia con la
monogamia, como sucede en el mundo animal. Esta situación fue evolucionando hacia
la poliandria, más típica de las sociedades matriarcales, en las que la mujer era la pieza
clave de las sociedades, la que ofrecía los hijos, que era el mayor bien de la familia. (1)
Esta situación fue modificándose a la vez que las sociedades que eran cada vez más
complejas. La posición del hombre poco a poco fue adquiriendo relevancia, hasta el punto
que la mujer fue perdiendo sus privilegios a favor del hombre, que se convertiría en el
patriarca, inaugurándose pues el concepto de poligamia. (1)
EDAD MEDIA
El término «sexualidad”, era una palabra que no se utilizaba en la época, pero que
significaba la cópula carnal o coito, es decir, el conjunto de relaciones sexuales dentro del
marco de los procesos canónicos matrimoniales, en la encrucijada del papel masculino y
femenino ( esfera pública ), de las prácticas sexuales ( esfera privada) y de las
sensibilidades íntimas. (2)
Los dos campos semánticos de la «sexualidad»: lícita e ilícita reflejan la partición
fundamental de los sujetos sociales entre casados y no casados. La sexualidad lícita se
refería al comercio carnal autorizado y se resumía en la fórmula siguiente: per copula
carnal consumado. (2)
Fuera del matrimonio, la expresión aludía directamente a la transgresión: no es posible
consumar una unión que no existe; hombres y mujeres tienen entonces mero acceso
carnal, se juntan o se conocen carnalmente, se acuestan juntos. No se solían utilizar
calificativos biológicos, excepto en dos casos: la cabalgada y el hecho de poner la pierna
encima. (2)
La cabalgada designaba con frecuencia la unión carnal entre amantes, cuya connotación
física indicaba el nivel de inmoralidad alcanzada. Además, implicaba una especie de
violencia desenfrenada que escapaba de todo control y raciocinio. (2)
En el siglo XVI «poner la pierna encima» recordaba, cuando se admitía su existencia, al
derecho de pernada feudal -un mal uso o abuso del poder señorial- e insistía en la
apropiación de la mujer de otro o de una soltera con las cuales no existía vínculo marital
alguno.(2)
El léxico de la sexualidad lícita pone de relieve una forma de discriminación entre los
comportamientos masculinos y femeninos. Por ejemplo:
---La mujer casada cometía adulterio o era adúltera; el varón casado estaba
amancebado, tenía concubina, vivía con una amiga. El crimen contra el sacramento del
matrimonio abrumaba más a la mujer que al hombre, con lo que la discriminación en el
campo de la fidelidad conyugal entre los géneros era explícita. Tal vez por esa razón se
crearon los cinturones de castidad que muchas veces eran utilizadas en las mujeres
dedicadas a la labor doméstica dentro de la casa. Y en otros casos hasta el mismo patrón.
Las relaciones sexuales durante la Edad Media debían circunscribirse al rígido guión
marcado por la voluntad divina que establecía el orden natural de las cosas, fuera del cual
todo proceder era considerado contra natura y contra la recta razón y, en consecuencia,
punible. La única unión carnal posible era la heterosexual y con fines procreativos. Y la
única unión hombre-mujer consentida era la sancionada por el sacramento del
matrimonio. (2)
Las restantes relaciones, como la barraganía, el comercio carnal, el adulterio, el
amancebamiento de clérigos, el incesto, la homosexualidad o el bestialismo conducían
directamente ante los tribunales de Justicia. Ahora bien, cabría matizar el rigor legal
desplegado contra algunas de estas relaciones, concretamente contra las dos primeras,
toleradas como medio de evitar pecados de mayor consideración y alteraciones del orden
público:
ADULTERIO
Durante la Edad Media existió una alta tasa de relaciones sexuales extraconyugales. Cinco
razones justificarían tales comportamientos:
- Primera, la teoría del matrimonio cristiano, monógamo, indisoluble y al margen del
placer sexual.
- Segunda, una sociedad en la que el sistema ideológico reconocía únicamente como
estados perfectos el matrimonial, pero que debía disponer, necesariamente, de una puerta
trasera abierta a otro tipo de vínculos hombre-mujer, (aunque sin aceptarlos legalmente,
sí tolerados), fundamentalmente para aquellos que no podían casarse debido a sus
circunstancias sociales y económicas.
- Tercera, las estrategias familiares unían parejas que carecían de vínculos afectivos, es
decir, matrimonios pactados.
- Cuarta, la subordinación de la esposa a los deseos sexuales del marido sin que éste
tuviera en cuenta los de aquélla.
- Quinta, la búsqueda de un heredero cuando éste no se conseguía dentro del propio
matrimonio. (2)
LA FORNICACIÓN suponía el ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio
«Cuando algún suelto conoce a alguna suelta». La condición de la mujer calificaba el tipo
de fornicación, que se denominaba simple, si mediaba cópula entre dos personas de
diferente sexo sin vínculo conyugal; adulterio, si la mujer estaba casada; incesto, si existía
grado de parentesco entre la mujer y el hombre; o estupro, si la mujer era virgen o
doncella. (2)
SEXO Y CIENCIA MÉDICA
Bernardo de Gordonio, reconocido médico Durante la Baja Edad Media, fué autor de
varios escritos médicos, Pues bien fue una de las mentes claras de su época ya que se
atrevió a decir que la práctica del sexo con moderación acarrea beneficios saludables, y
dice en su Lilium medicinae que la abstinencia sexual no es buena e incluso muy negativa
para las mujeres.
La reprimidas-decía-sufren sofocación de la matriz, una patología que Bernardo describe
de la siguiente manera:
“Escotoma, vértigo, dolor de cabeza, siente humo dañino que sube a las partes de arriba,
tiene las manos apretadas sobre el vientre y las piernas encogidas”. Según comenta, las
más afectadas son las viudas y las jóvenes sin compromiso.
Pero, desgraciadamente este no era el pensamiento general de la medicina medieval ya
que los médicos prescribían remedios contra los pensamientos impuros. A los varones les
recomendaban que se sometieran a una sangría de las venas superficiales a nivel de la
cara externa superior del muslo. A las mujeres libidinosas les prescribían incienso y otras
fumigaciones que se insuflaban con una perilla o fuelle en la cavidad genital.
Para reprimir los impulsos sexuales los médicos aconsejaban no comer carne, pues creían
que contribuía a la elaboración de la materia seminal, y llevaba por ende a la lujuria. (2)
POSICIONES SEXUALES:
Cualquier postura que no fuese la habitual y común “posición del misionero”, por
ejemplo, se consideraba antinatural, y por lo tanto un pecado según la Iglesia. El sexo
anal y oral era pecados ya que el único fin era el placer, no la procreación, que para los
puristas era el único propósito del sexo. (2)
HOMOSEXUALIDAD
La postura de la Iglesia sobre la homosexualidad se declaró sin rodeos aludiendo a
Gomorra. La sodomía se definía como actos contra la naturaleza, e incluía los siguientes
actos inmorales: la masturbación solitaria, la masturbación mutua, la cópula entre los
muslos (sexo interfemoral), y la cópula “en la parte posterior”, o sexo anal. Santo Tomás
de Aquino declaró el lesbianismo como un pecado.
Esta era castigada con la mutilación de..., la quema en la hoguera, la horca, y en el caso
de los sacerdotes sorprendidos en el acto, los metían en una jaula suspendida en el aire
hasta que morían de hambre. (2)
LA VIRILIDAD
Uno de los accesorios más de moda en la Edad Media fue la bragueta, una bolsa que se
adjuntaba en la entrepierna de los pantalones de los hombres y que acentuaba de tal
manera que destacaba y exageraba el tamaño de los genitales. Se rellenaba con aserrín o
un paño. Es comprensible que la Iglesia no apreciara esta forma de vestir, a la que
calificaba como “modas del Diablo”. (2)
CONSOLADOR
Las mujeres que hubieran utilizado algún “dispositivo” o “aplicación” con forma de
miembro masculino habían de hacer penitencia durante cinco años. (2)
LA VIRGINIDAD
Las vírgenes o doncellas eran mujeres castas, honestas, enteras y no corruptas. Para la
sociedad medieval, la castidad poseía, como señala el código Alfonsino de las Partidas,
un valor intrínseco y trascendente al proporcionar directamente la salvación de las almas.
Esta es la garantía de calidad para un esposo, una mujer nueva, o casi una niña, intocada,
lo que asegura que la desfloración abra las puertas a una posible paternidad propia, y no
ajena. La virginidad se eleva en la categoría de las virtudes, es una llave para las puertas
del cielo, y debe ser preservada hasta su entrega al esposo legal.
Hay que recordar que en los matrimonios medievales, no era extraño el caso de los
testigos en la noche de bodas o desfloración de la doncella, donde se daba testimonio de
la consumación del matrimonio por el esposo y la pérdida de la virginidad de la novia
(aún hoy quedan remanentes de estas costumbres en algunas culturas). (2)
El Medioevo (siglo V al siglo XV) es el período histórico que suele tomarse de referencia
para calcular cuánto ha avanzado la civilización occidental en diferentes aspectos de la
vida, como el pensamiento, la ciencia, la convivencia social… ¿y el sexo? (3)
Estas son algunas de las características de la vida sexual en la Edad Media, para que cada
uno evalúe cuánto cree que hemos progresado en este punto. (3)
-Profilácticos de lino e intestinos: los condones eran trozos de vejigas o intestinos de
animales amarrados con un cordel, y por supuesto no eran descartables. Posteriormente
se empezaron a realizar preservativos con lino. En ambos casos su utilización estaba
vinculada a la prevención de enfermedades venéreas y no a la anticoncepción.
-La posición correcta: la Iglesia determinaba que la única postura natural para el sexo
era la conocida como “el misionero”, en la que el hombre está encima de la mujer, cara a
cara. El resto de las posiciones, así como el sexo anal y el oral, se consideraban pecado.
-Actos contra la naturaleza: masturbarse en solitario, masturbarse mutuamente y la
copulación anal eran prácticas consideradas antinaturales. Así mismo el lesbianismo era
considerado pecado y la sodomía podía ser castigada con la muerte precedida de feroces
tormentos.
-Prostitución en auge: durante un tiempo la Iglesia aprobó la prostitución, como forma
de evitar el adulterio y la homosexualidad. Las prostitutas trabajaban en burdeles, y en
los pueblos se las identificaba mediante prendas particulares.
-Celibato hasta el casamiento: los solteros no podían tener sexo. Los fornicadores
(aquellos que tenían sexo sin estar casados) debían ser denunciados ante el sacerdote de
su congregación.
-El problema de la impotencia: si un hombre tenía problemas para satisfacer
sexualmente a su esposa, un grupo de mujeres sabias examinaba su miembro viril para
determinar si era capaz de procrear. Si a sus ojos no lo era, la pareja debía separarse. (3)
EDAD MODERNA
Como se vio en la entrega anterior, hasta en las iglesias podían aparecer escenas referentes
al patrocinio de Venus y Eros detrás de una esquina o en lo alto de un capitel.
Evidentemente el deseo y la práctica sexual no desaparecieron por muchas advertencias
que se hicieran desde los púlpitos. La atracción carnal movida por el amor, la pasión, la
lujuria o cualquier otro aspecto era y es algo natural en el ser humano, constatándose en
cualquier sociedad, por mucho que se esconda. Por ello, si en la llamada Edad Media
existieron todo tipo de prácticas prohibidas, en las centurias siguientes, agrupadas en el
concepto de Edad Moderna –generalmente hablando entre los siglos mediados/finales del
siglo XV y la mayor parte del XVIII– la continuidad fue la norma.
La Inquisición castigaba con dureza cualquier aberración –incluido el bestialismo–,
cualquier acto “contra natura”, término que se aplicaba en especial a la homosexualidad
o sodomía pero que se extendía a toda relación sexual que no tenía por objetivo la
reproducción dentro del matrimonio. Carlos I de España y V de Alemania llegó a legislar
en contra de actos como la masturbación y otras prácticas de esta índole en 1532,
condenando a los que fueran pillados “in fraganti” a la pena de muerte, lo que ilustra hasta
qué punto se concebía la inmoralidad del sexo por placer.
Los tiempos de la Edad Moderna, a pesar de incluir los brillantes principios del
Renacimiento, fueron tremendamente convulsos. Guerras por cuestiones políticas se
vieron alimentadas por los fuegos de la religión cristiana, que en ese momento presenció
una serie de cambios que acabaron con su aparente unidad. El descontento generado
durante siglos, que afectaba a los campos de la política, la sociedad y la economía además
de los intereses particulares, acabaron creando “protestas” cuyo epítome se tradujo en la
ruptura de Martín Lutero con la Iglesia de Roma. Lo que él empezó gestó una serie de
movimientos que conmovieron los cimientos europeos provocando durísimas guerras en
los siglos XVI y XVII.
La Santa Sede, al menos parcialmente, tomó conciencia del descontento e impulsó la
Contrarreforma –en oposición a las iniciativas luteranas–, que recogía las directrices del
Concilio de Trento (1545-1563). Para intentar paliar los problemas que habían llevado a
esta situación se procedió a un control más férreo tanto de las instituciones eclesiásticas
–clérigos mejor formados– como de la propia población, que comenzó a ser registrada en
los momentos “importantes” de la vida: el nacimiento –mediante el bautismo–, la
madurez –el matrimonio– y la muerte –con la extremaunción–. Por supuesto la
preocupación por lo que se hacía en el dormitorio –o en los lugares que sirvieran para ese
fin– estuvo muy presente, con un sinnúmero de consejos, prescripciones y prohibiciones.
De una forma más contundente se recordó que el sexo cristiano solamente podía darse en
las condiciones que ya se han visto en este serial: entre un hombre y una mujer desposados
por el ceremonial cristiano con la intención de tener hijos y solamente practicando unas
pocas posturas “autorizadas”. Siguiendo con la tradición medieval incluso cumpliendo
estas condiciones existían momentos en los que el coito estaba prohibido, exigiéndose la
abstinencia días antes y durante la Navidad o Pentecostés, por ejemplo. No hace falta
decir que el domingo, el “Dominus dei” o “Día del Señor”, debía ser honrado también
con el control de los impulsos físicos. Las actas de la Inquisición registran un buen
porcentaje de actos de este tipo, siendo una fuente para el conocimiento histórico de las
prácticas sexuales.
Sin embargo hubo más variedad de opiniones de lo que el gran público piensa, siendo los
siglos XVI y XVII, sobre todo, un hervidero intelectual donde se defendían y
argumentaban ideas que a veces eran incompatibles entre sí. Sixto V, por ejemplo,
promulgó la bula “Effraenatam” en 1588 según la cual el adulterio y el aborto se
consideraban como pecados capitales, castigándose con la excomunión papal, pero su
sucesor Gregorio XIV prefirió cambiar este castigo por otros un tanto más suaves
seguidos de penitencias.
El ejemplo de la escisión protestante ya había restado un importante número de fieles a
la Santa Sede y no podían permitirse aumentarlo. El jesuita español Tomás Sánchez (s.
XVI-XVII) en “El Santo Sacramento del matrimonio” aseguraba que la sexualidad de los
esposos tenía que ser declarada como un pecado venial en el peor de los casos. Aseguraba
sin ningún pudor que las caricias y actos de “preparación”, incluidas las felaciones, no
eran malos si se practicaban como antesala del coito entre esposos en postura del
“misionero” y con la intencionalidad reproducirse. Quizá por eso cuando se repasan los
escasos tratados actuales que versan sobre estos espinosos temas –por lo menos en esos
días lo eran– uno no puede dejar de esbozar una sonrisa al leer encendidos debates sobre
si era lícito o no experimentar un orgasmo o si este debía ser más o menos rápido y
profundo. Hasta los textos cristianos europeos recomendaban, a veces, que los esposos
recitaran salmos o pensaran en vírgenes y santos para “gozar” lo menos posible ya que la
práctica sexual debía ser tomada con una seriedad trascendental.
Un mecanismo observado también en la Edad Media y que pretendía fomentar el control
sobre la sexualidad fue el de los ejemplos. Si sobre todo a partir de los siglos XII y XIII
la figura de la Virgen comenzó a destacar como un ser independiente, en el siglo XVI
hubo un auge enorme. La gran cantidad de iglesias y lugares que se la consagraban
enseñaban que era el ejemplo a seguir, concibiéndose la castidad como una corona que
daba al alma un valor especial. En el mundo protestante, a pesar de su aperturismo en
ciertos aspectos, se consideraba que la cópula generaba el “pecado original” y las mujeres
estaban especialmente predispuestas a él.
En una de las obras cumbre de la literatura castellana, “La Celestina”, la joven Melibea
llega a sufrir el dilema de ceder a su amor pasional o conservar su distinción de virgen,
algo que solamente se podía sacrificar para tener hijos. No obstante, tanto en la Europa
católica como en la protestante las viudas y las casadas llegadas a la menopausia veían en
la entrega de nuevo al celibato una recuperación parcial de su virginidad. Esto también
exigía una ausencia de pensamientos carnales y de la masturbación, acto abominable en
la mujer con el que se pretendía considerar que era un ser sin control propio.
Así, en ciertas partes de Europa, tanto en la católica como en la reformada, las mujeres
que vivían solas, incluso siendo viudas, se concebían como personas especialmente
sensibles al pecado y se recomendaba que un hombre, sobre todo si era de la familia, las
tuviera bajo su vigilancia. Un control que en ocasiones llegaba a extremos tan ridículos
que obligaba a las mujeres fértiles a desnudarse una vez al mes para ser examinadas por
mujeres mayores, médicos o hasta hombres mayores, para detectar posibles signos de
amor físico –marcas e himen desgarrado– y de embarazo. Y es que como se ha visto tantas
veces en la ciencia de Clío, existía un doble rasero que juzgaba de forma muy diferente a
Adán y a Eva. (5)
EN LA ACTUALIDAD
En gran parte de occidente y en algunas culturas orientales, es posible encontrar una
revolución referente a la sexualidad. Son muchos los factores y movimientos sociales que
han contribuido a una nueva noción de este aspecto de la humanidad. Desde la segunda
mitad del siglo pasado y hasta nuestros días existen cada vez menos tabús respecto al
tema. Sin embargo con la incorporación de las nuevas tecnologías a nuevos estilos de
vida y principalmente con la llegada del Internet, es posible encontrar una inmensa
movilización de información opiniones y perspectivas acerca de la sexualidad.
Más allá de la popularización de los contenidos pornográficos en la red, existe una amplia
difusión sobre la igualdad de género, temas sobre la orientación sexual, el erotismo,
fetiches, parafilias, contenidos educativos, relatos y literatura erótica, información y
datos de estudios científicos y nuevos descubrimientos de implicaciones psicológicas y
fisiológicas de la sexualidad. Por lo que la fácil accesibilidad a estos contenidos trae
como consecuencia nuevas formas de ver el mundo de la sexualidad.
El fenómeno de la sexualidad tiene cada vez tiene un lugar más significativo en la
cotidianidad de las sociedades modernas que se manifiesta en los actuales estilos de vida
en muchas culturas. Las familias poliamorosas, la homosexualidad, bisexualidad,
parafilias sorprendentes, el orgasmo en ambos géneros, etc., son temas que cada día
forman parte del interés colectivo de nuestra contemporaneidad, y con ello una amplia
aceptación del erotismo y la sexualidad como parte de la esencia humana. (4)
BIBLIOGRAFIA
1. LA SEXUALIDAD Y SUS DIFERENTES CONCEPCIONES A LO LARGO
DE LA HISTORIA- Dr. Jesús Ruiz Pérez. [Internet]. HER DOCTOR POR EL
MUNDO. 2017 [cited 28 August 2017]. Available from:
https://centromedicoinca.wordpress.com/2012/03/08/la-sexualidad-y-sus-
diferentes-concepciones-a-lo-largo-de-la-historia-dr-jesus-ruiz-perez-2/
2. perfil V. SEXUALIDAD EN LA EDAD MEDIA [Internet].
Europamedieval3052.blogspot.pe. 2017 [cited 29 August 2017]. Available from:
http://europamedieval3052.blogspot.pe/2011/02/sexualidad-en-la-edad-
media.html
3. Así era el sexo en la Edad Media [Internet]. History Channel. 2017 [cited 29
August 2017]. Available from: https://mx.tuhistory.com/noticias/asi-era-el-sexo-
en-la-edad-media
4. La sexualidad humana a través de la historia: Tabúes, conceptualizaciones y
conductas | RadioBUAP [Internet]. Radiobuap.com. 2017 [cited 29 August
2017]. Available from: http://radiobuap.com/2016/06/la-sexualidad-humana-a-
traves-de-la-historia-tabues-conceptualizaciones-y-conductas/

5. [Internet]. 2017 [cited 29 August 2017]. Available from:


http://www.elreservado.es/news/view/262-el-sexo-en-la-historia-seriales-
historia/1278-la-modernidad-del-sexo

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