Sie sind auf Seite 1von 1
«El nombre de arquitectura debe reservars comprendiendo y admitiendo como condiciones fe onesie las exigencias y necesidades corrientes del edificio, imprime a su forma ciertos caracteres venerables y bellos, aunque initiles desde otros puntos de vista. Por eso nadie calificaré de arquitecténicas las Jeyes que determinan la altura o la posicién de un bastién; pero cuando al revestir la piedra se le afiade un trozo initil, una estria, por ejemplo, habré arquitectura.» Ruskin era coctineo de Henry Colé, pero su_ vision rumanistica orienta su interés no s6l0 a 10 atistico, sino también a la politica, a la economia, a la geografia, a 12 geologia, a la botinica, pol extudos cientifico-formales sobre determinados elementos de tics Siraleza concluyen en dibujos y efectos abstractos que preanuncian el repertorio de su discipulo, Williams Mortis, y las estilizaciones del Art Nouveau. William Morris (1834-1896), pintor, disefiador, poeta, escritor, artesano y tebrico politico (socialista), se asocio a las ideas se Ruskin en su critica al producto industrial, al que le reprochd su faoreacion en serie y su falta de diferenciacién. Sin embargo lleg6 & reconocer que 10s objetos industriales pueden ser portadores de wralidedes estéticas, pero como consecuencia de cualidades frtesanales y no de la méquina, Sus ideas, progresistas en lo social (por ejemplo, decia que un carpintero era tan caballero como un abogado), eran mas tradicionales en otros campos; atraido por lo medieval planteaba, en Jo atinente a la decoracién y a la ejecucién de objetos, la recuperacién de lo antiguo y lo artesanal. Dentro del campo de la plastica sus actividades se centraban, sobre todo, en la decoracién de superficies (papeles pintados para empapelar, telas, tapices, alfombras, etc.) ‘Morris merece especial atencién por ser el mayor renovador del disefio en el siglo pasado ¥ uno de los antepasados espirituales del disefio industrial. ‘Se encon- RUSKIN, J. Las siete dmparas de la arquitectura. Buenos Aires, Libreria El Ateneo Editorial, 1956, p. 24. 49

Das könnte Ihnen auch gefallen