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El derecho diplomático es la rama del Derecho internacional público que regula al estatus diplomático, así
como las relaciones que se crean entre los Estados o de estos con otros sujetos de derecho internacional, de
igual manera establecen y regula a los órganos encargados de manera permanente o temporal de sus
relaciones exteriores. Asimismo, el derecho diplomático establece las normas que regulan las negociaciones
que esta representaciones han de llevar a cabo.
1. DEFINICIÓN
En el siglo XVI se habló de tres cualidades requeridas para aquellos enviados a una embajada: Innatas,
estudios y experiencia. Las primeras no están determinadas por pertenecer a la nobleza sino por la
excelencia natural y por la fuerza del genio.
Al comienzo del siglo XVIII, Abbe Duguet señala que un embajador (debe ser muy sabio, moderado,
secreto, atento, experto en historia, especialmente de su país y del país al cual es enviado; tener buenas
maneras en general, y particularmente en las reglas de la corte donde reside; lleno de dignidad, pero un
enemigo de la falsa gloria.)
Hoy en día, con la dimensión que ha alcanzado la diversificación de las relaciones internacionales y la
inclusión de la diplomacia multilateral así como la velocidad en la toma de decisiones que demanda una
nueva dinámica, las cualidades de un diplomático se pueden resumir en:
a) Vocación de servicios:
La mayor virtud de un diplomático, o la suma de varias, es la vocación de servicio. Esta le va a permitir
adecuase a las circunstancias, a veces imprevisibles, que la profesión exige. Va a encontrar fuerzas
renovadoras y fórmulas imaginativas para la solución más adecuada de los problemas.
b) Honestidad y credibilidad:
La credibilidad es fuente de trabajo del diplomático, la veracidad ha sido mencionada como un requisito
para todo diplomático. La veracidad y amplitud en que se difunde la información permite una constatación
permanente de la verdad.
El diplomático, en conferencias especialmente, se expone constantemente a ser observado por otros. Sus
desaciertos pueden ser descubiertos tarde o temprano. Puede ser confrontado su error en un discurso de otro
delegado. En ambos casos va a ser desafiado sobre la veracidad de lo que dijo. Por lo tanto, el diplomático
debe ser muy cuidadoso en asegurarse de que los hechos que menciona en sesiones oficiales, en discursos
informales o en conversaciones privadas, puedan ser debidamente sustentados.
c) Precisión
La exactitud es otro requerimiento del diplomático. La ambigüedad y los conceptos vagos son, sin embargo,
a veces frecuentes en la diplomacia de conferencia. La razón es que los esfuerzos hacia los compromisos a
menudo resultan en textos que llevan a interpretaciones opuestas. Por ellos la claridad y la precisión es un
ejercicio difícil pero necesario para hacer prevalecer la posición del país que se representa.
f) Adaptabilidad:
Una tendencia general es que las personas estén más interesadas en lo que quieren decir que en lo que
quieren decirles. Uno de los requisitos más importantes para un diplomático es el de ser capaz de escuchar
con atención y reflexión. El entorno de la conferencia posee sus propios requisitos de adaptación. El
diplomático de conferencia tendrá que trabajar en más de un problema y en más de un lugar al mismo
tiempo. Tiene que ser capaz de saltar de un problema a otro con gran rapidez y eficiencia. A menudo, estará
en una situación de hablar o negociar, no con una persona sino con un grupo. La adaptación, por lo tanto,
implica la capacidad de juzgar todas las opiniones del grupo; y auscultar si la atmosfera o el momento son
favorable o no para llevar adelante una iniciativa.
g) Lealtad:
Lealtad en la diplomacia significa fidelidad en interpretar los intereses de su propio país y, en cierta manera,
del gobierno que acredita. La prolongada estadía de un diplomático en un puesto, puede afectar su lealtad
(usualmente sin darse cuenta de ello) por un creciente apego al país o a la organización con la cual el
diplomático tiene que tratar, creando una situación de “diplomacia inversa”. Sin embargo, lo contrario
también puede suceder: el diplomático de conferencia puede hartarse de la organización u organizaciones
con las que ha tratado por tanto tiempo. En cualquiera de los casos es aconsejable una rotación a otro puesto,
tal como es práctica en la mayoría de los servicios.
i) Versatilidad lingüística
El diplomático a menudo va a tener que comunicarse en un idioma que no es el suyo. Así sea que uno de
los idiomas sea su lengua materna, esta debe ser usada correctamente y es esencial que pueda participar en
conversaciones en otros idiomas. Mientras mayor sea su conocimiento del idioma, más amplia será también
su ámbito de acción.
j) Aplomo:
El diplomático no debe inhibirse de hacer un discurso o tomar alguna decisión. Puede que no tenga tiempo
de consultar a su jefe de delegación de cómo votar en alguna resolución en una conferencia o llegar a un
importante arreglo. Debe tener, luego, el valor de llegar a su propia decisión y responsabilizarse por ella.
Estos convenios recogen las facilidades, prerrogativas de dichas relaciones. Las diplomáticas, es
multilateral y bilateral. Se rige por el Derecho Internacional Público. Las Declaraciones generan
consecuencias y obligaciones para el Estado. Representan al Estado. Se Acreditan por cartas credenciales.
Y las Consulares, es Bilateral. Se rige por el Derecho Interno y el Derecho Internacional Público. Las
declaraciones sólo generan consecuencias en el derecho Interno. Es una función de carácter técnico. Se
acreditan por Cartas patentes.
Las convenciones de Viena, si bien, marcaron las diferencias entre las relaciones diplomáticas y consulares,
también enmarcó algunos principios doctrinarios únicos para ambas ramas, como el derecho de legación o
jus legatio.
El derecho de legación es la facultad que tienen los Estados para enviar o recibir emisarios oficiales en
representación de sus gobiernos, tal derecho puede ser utilizado libremente por todos los Estados con
personalidad jurídica internacional, ante otros Estados.
1.3. La acción diplomática
Se puede definir a la acción diplomática como el conjunto de diligencias que efectúa el agente de un Estado
ante las autoridades del gobierno receptor para el mantenimiento y desarrollo de las buenas relaciones de
las partes y para el logro de determinadas finalidades; así como a las actividades que realizan los
diplomáticos en el Multilateral. (Pinto Ernesto: 1995, p. 78)
En la acción diplomática se distinguen dos aspectos:
La relación del jefe de misión con su propio gobierno y
Sus actividades ante el gobierno receptor y las autoridades del país el cual está acreditado.
La diplomacia, relaciones diplomáticas, descansa sobre dos elementos: Representatividad y Negociación
pacífica. Estas deben darse previo cumplimiento de 2 requisitos:
Relación entre dos sujetos de derecho internacional público.
Los órganos o personas para la acción diplomática deberán de gozar de una representatividad debidamente
otorgada. Esto tiene mucha importancia en la diplomacia multilateral.
De acuerdo con lo establecido por el art. 3 del Convenio de Viena sobre relaciones diplomáticas, de
1961, y con la mayoría de la doctrina, se pueden destacar las siguientes funciones o acciones:
representación; comunicación e información; negociación; protección y asesoramiento 1.
a) Función de representación.
En la evolución histórica, la representación política constituyó, junto con la función comunicativa, la base
de la diplomacia. El diplomático tenía como principal actividad, representar a su monarca ante otros
soberanos. Esta representación, originariamente política, se ha convertido también en una representación
administrativa.
La representación puede ser pasiva cuando la presencia se limita a estar a disposición para cualquier
eventualidad o permanecer cómo símbolo de interés de vincularse por parte de un Estado en otro.es el caso
también de la participación en ceremonias oficiales. Es activa cuando se desarrolla mediante la negociación
o gestión. (Pinto Ernesto: 1995, p. 78)
Con frecuencia, se asocia la labor de los diplomáticos con su participación en las ceremonias y actividades
protocolarias a las que deben asistir en nombre del sujeto internacional al que representa. Sin embargo, esta
imagen no se corresponde más que de un modo muy inexacto con la realidad. La verdadera importancia del
agente diplomático radica en la representación política que desempeña. Gracias a ella, el Estado acreditante
goza de la capacidad de mantener y participar en una variada y decisiva gama de relaciones con el Estado
receptor. En efecto, precisamente porque los gobiernos de ambos países admiten políticamente que sus
respectivas misiones diplomáticas representan a los propios Estados, sus agentes pueden actuar
comprometiendo con sus decisiones y actividades la voluntad y responsabilidad estatal. Esta función de
representación política constituye, por tanto, el sustrato último sobre el que descansa el ejercicio de todas
las demás funciones que se desempeñan por los agentes diplomáticos.
b) La función de comunicación e información.
Aunque los autores suelen concederle poca atención, constituye una de las funciones primordiales que
justifican la necesidad de la diplomacia permanente. El desarrollo de las nuevas formas de diplomacia
directa y al más alto nivel (Jefes de Estado o de Gobierno y Ministros de Asuntos Exteriores) exige para su
eficacia la disponibilidad de canales oficiales de comunicación y gestión que sólo pueden garantizarse con
la presencia de misiones permanentes.
Las funciones de comunicación que realizan las misiones y agentes diplomáticos, operan en ambos sentidos,
de las autoridades del Estado acreditante a las del Estado receptor y viceversa. A diferencia de las
informaciones realizadas por los medios de comunicación social, la comunicación diplomática posee la
característica de la oficialidad, es decir garantiza que la información comunicada se corresponde con la
posición gubernamental.
La función comunicativa resulta decisiva para el desarrollo de los procesos negociadores y la notificación
de las instrucciones que deberán seguir los representantes diplomáticos en el desempeño de su actividad.
Pero también sirve para facilitar cuantas informaciones son solicitadas por el gobierno acreditante sobre las
condiciones políticas, económicas, sociales, etc. del país receptor. Dichas informaciones se incorporarán al
proceso decisional de la política exterior que realizarán el gobierno y otros órganos estatales. Esta tarea de
obtención de información ha sido la que ha asociado la diplomacia, no siempre de forma correcta, con
oscuras funciones de espionaje (militar, político o industrial) ejercidas al amparo de la cobertura política y
jurídica que ofrecen las misiones diplomáticas y que, en todo caso, violan lo dispuesto por el Convenio de
Viena en sus arts. 3 ,1 d y 41. En cualquier caso, la diplomacia ofrece unos canales de comunicación e
información privilegiados que facilitan las relaciones interestatales, incluso en las difíciles condiciones que
ofrecen los conflictos armados.
c) La función negociadora.
Junto a las funciones se aladas, la diplomacia ha venido desempeñando tradicionalmente la tarea de proteger
a sus ciudadanos que se encuentran en el Estado receptor. Esta protección se extiende desde la seguridad
física, en los supuestos de desórdenes políticos o conflictos bélicos, llegando incluso a coordinar
operaciones de evacuación, hasta el asesoramiento jurídico o las gestiones políticas ante las autoridades del
país receptor.
Pero la función de protección unida a la de representación, posee otro destacado cometido: facilitar el
ejercicio de derechos o la gestión de actuaciones jurídico-administrativas ante las autoridades del país
acreditante.
La misión diplomática, junto con las misiones consulares, se convierten así en órganos de la
Administración estatal establecidas en el extranjero. Ya se trate de las inscripciones registrales
(nacimientos, matrimonios, defunciones); de la participación electoral; de la expedición de visados,
pasaportes o tarjetas de identidad; de la legalización de documentos; etc. la diplomacia opera como un
decisivo instrumento del Estado para facilitar y garantizar sus relaciones tanto con los nacionales del país
acreditante como con los ciudadanos del país receptor.
Estas múltiples actividades de protección, desempeñadas por la misión diplomática acreditada en un Estado,
han adquirido una creciente importancia ante el auge experimentado por los movimientos migratorios de
mano de obra, los desplazamientos estacionales que provoca el turismo o el endémico problema de las
poblaciones refugiadas a causa de las guerras y las persecuciones por motivos políticos.
Todo ello ha provocado que la mayor parte del personal diplomático esté adscrito a esta función protectora
que, naturalmente, se hace extensiva a los intereses generales del propio Estado y a sus bienes establecidos
en el extranjero (inversiones; empresas).
e) La función de asesoramiento.
Finalmente, las misiones diplomáticas ejercen una función de asesoramiento ante sus propios gobiernos
que resulta, en ocasiones, determinante en la adopción y ejecución de las distintas opciones de política
exterior.
Debido al conocimiento de las condiciones políticas, económicas y sociales que imperan en el país receptor,
los informes que periódicamente envían las misiones a sus respectivos gobiernos pueden ser
ocasionalmente completados mediante consultas directas entre el gobierno y los embajadores, con objeto
de que estos aporten sus valoraciones sobre las distintas alternativas de actuación exterior que contemplan
las autoridades de sus países.
La función asesora puede resultar particularmente útil para el desarrollo de las negociaciones que realizan
misiones diplomáticas especiales o los propios Jefes de Estado o de Gobierno.
Como se puede apreciar, la diversidad y alcance de todas estas funciones convierten a la diplomacia
permanente, y a los representantes diplomáticos, en un instrumento imprescindible de las relaciones entre
Estados y, en último extremo, de la propia sociedad internacional. Sin embargo, los cambios
Experimentados en la vida internacional durante el último siglo han propiciado el desarrollo de nuevas
formas de relación diplomática que resulta oportuno analizar.
Si nos atenemos a los cambios experimentados por la sociedad internacional durante el último siglo,
podemos apreciar una significativa aceleración de los acontecimientos internacionales que corre paralela a
una mayor complejidad de los problemas que deben enfrentar los Estados y a una progresiva facilidad y
rapidez de los medios de transporte y comunicación. Todo ello está provocando una constante erosión del
tiempo de que disponen los gobiernos para adoptar sus decisiones y ejecutarlas, acentuándose de este modo
el riesgo de errores de apreciación o evaluación política de la realidad internacional, con las graves
consecuencias que puede acarrear en un mundo nuclearizado. Como ha señalado certeramente Kissinger,
el gobernante se enfrenta a la difícil elección entre "lo urgente y lo importante".
Además, durante este siglo la sociedad internacional ha visto multiplicarse el número de Estados y crecer
exponencialmente el panorama de las organizaciones intergubernamentales. Ello impide que la mayor parte
de los países del Tercer Mundo, incluso de las potencias medias, puedan arbitrar una red de misiones
diplomáticas permanentes que se extienda a la totalidad de actores estatales y organismos internacionales.
Un tercer factor sustancial es el que se deriva de la poderosa tendencia centralizadora que domina las
estructuras político-administrativas de los Estados, especialmente en materia de política exterior y de
seguridad, y que induce a los gobiernos a asumir el control y ejercicio de un número cada vez mayor de las
actividades exteriores del Estado. Este creciente intervencionismo de las más altas instancias del poder
ejecutivo, conduce a un protagonismo directo y personal de los Jefes de Estado o de Gobierno y de sus
Ministros de Asuntos Exteriores en las negociaciones políticas, al tiempo que deben delegar en sus
embajadores y expertos las negociaciones técnicas y las gestiones necesarias para garantizar la eficacia del
proceso negociador y la aplicación de los acuerdos alcanzados.
Estos cambios experimentados por la sociedad internacional han provocado como respuesta la emergencia
de nuevas formas de relación diplomática o la proliferación de formas ya existentes pero poco frecuentes.
En general podemos clasificarlas en tres categorías, pero adicionando una nueva que ha venido ganándose
su espacio en los últimos años:
La diplomacia en la cumbre.
La diplomacia "ad hoc".
La diplomacia parlamentaria.
La paradiplomacia.
La celebración de encuentros de Jefes de Estado para solucionar cuestiones políticas complejas constituye
una antigua práctica diplomática. Originalmente, por lo general se buscaba la manera de poner fin a los
conflictos (o controversias) y sobre todo a las guerras que tenían amplias repercusiones.
A través del tiempo, las preocupaciones de los gobiernos los han llevado a evitar la aparición de litigios, a
ponerse de acuerdo -en cierta medida- en un equilibrio de fuerzas, y a conciliar sus intereses (y ambiciones)
apelando a un diálogo entre todos los países interesados, al más alto nivel, a través de Cumbres de Jefes de
Estado o de Gobierno.
Evidentemente que las referidas Cumbres se ocupan hoy de ciertos asuntos que hasta hace muy poco eran
de la competencia exclusiva de los organismos internacionales, y de otros asuntos que los gobiernos
trataban por intermedio de sus misiones diplomáticas.
Estas últimas, en estos casos, participan activamente en las preliminares de estos cónclaves. Asimismo
durante el desarrollo de éstos le darán el requerido soporte y muy especialmente, una vez finalizada la
Cumbre en cuestión, le corresponde a las misiones diplomáticas darle el debido seguimiento a estas
ejecutorias de los Mandatarios, de conformidad con el principio de acción exterior del Estado.
Es oportuno recordar, entonces, que el derecho internacional moderno ha denominado diplomacia directa
(personal o en la Cumbre) a las negociaciones sin intermediarios de los Jefes de Estado o de Gobierno, que
tienen lugar con el propósito de encontrar soluciones a problemas contemporáneos de la más diversa índole
en el marco de Cumbres de Mandatarios, de Visitas de Estado, y de otros encuentros de esta naturaleza,
como las denominadas Visitas Oficiales y de igual forma las llamadas Visitas de Trabajo.
Dado el carácter eminentemente político y el máximo rango de poder y representatividad que ostentan los
agentes de este tipo de diplomacia, presenta un alto grado de efectividad en sus resultados. La diplomacia
en la cumbre condiciona la actividad diplomática de las representaciones permanentes al convertirla en
meras ejecutoras de las decisiones adoptadas.
La diplomacia "ad hoc", expresión utilizada por primera vez por la Comisión de Derecho Internacional de
las Naciones Unidas, es una diplomacia caracterizada por su temporalidad y su excepcionalidad.
En efecto, se trata de unas relaciones diplomáticas establecidas con objeto de resolver problemas o
cuestiones internacionales que por su especificidad y/o su breve duración, no son abordadas por las
misiones permanentes. En los trabajos de la citada Comisión de Naciones Unidas, se contemplaban tres
supuestos de diplomacia "ad hoc": los delegados en congresos o conferencias internacionales; los enviados
itinerantes, encargados de desempeñar una misión en varios países, y las misiones especiales. Estas últimas
son definidas en la Convención de 1969 como "una misión temporal que tenga carácter representativo del
Estado, enviada por un Estado ante otro, con el consentimiento de este último, para tratar con él asuntos
determinados o realizar ante él un cometido determinado."
Los elementos característicos de las misiones especiales son los siguientes:
i. Su temporalidad.
ii. Su cometido específico.
iii. Su origen, desarrollo y conclusión vienen determinados por un acuerdo interestatal.
Precisamente porque las misiones especiales se encuentran reguladas, de modo particular, por un acuerdo
entre los Estados correspondientes, no se ven afectadas en su duración y cometido por las vicisitudes que
puedan darse en las relaciones diplomáticas o consulares entre ellos. Una ruptura o suspensión de estas
últimas no conduce, necesariamente, a una conclusión o suspensión de la misión especial.
Los enviados itinerantes, carecen de una regulación jurídica propia. Básicamente pueden considerarse dos
supuestos: los enviados itinerantes con rango diplomático, a los que se les aplicarán las normas
internacionales relativas a los agentes diplomáticos, y los enviados itinerantes sin rango diplomático, a los
que se aplicarán los usos de cortesía (comitas gentium) o las normas basadas en la reciprocidad.
Por último, debemos referirnos a la diplomacia que se desarrolla entre los delegados o representantes de
los Estados reunidos en un Congreso o Conferencia internacional. En función de las categorías de las
Conferencias internacionales podemos distinguir entre:
a) La diplomacia de las conferencias políticas. Una modalidad singular de esta categoría la constituyen las
reuniones en la cumbre que, sin embargo, por razón de su importancia hemos preferido tratarlas como parte
de la diplomacia en la cumbre. Un ejemplo de esta diplomacia de conferencias políticas lo constituirían las
reuniones periódicas de la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea.
b) La diplomacia de las conferencias ordinarias y extraordinarias convocadas por los organismos
especializados y las organizaciones regionales; por ej. la Conferencia de Rio sobre el Medio Ambiente.
c) La diplomacia de las conferencias ocasionales convocadas para preparar tratados internacionales; por ej. la
Conferencia para la reducción de tropas convencionales en Europa.
d) La diplomacia de las conferencias destinadas a crear nuevas organizaciones intergubernamentales u
organismos especializados de las NN.UU.; por ej. la Conferencia de San Francisco
El concepto de paradiplomacia se refiere a las relaciones internacionales realizadas por los gobiernos no-
centrales (algunos incluyen factores de la sociedad civil) subnacionales, regionales o locales, con el fin de
promover sus propios intereses.
Este fenómeno parece ser un aspecto propio del proceso general de mundialización y cambio del estado
weftaliano, dónde los actores no estatales desempeñan un papel cada vez más significativo en la dinámica
internacional. Las fronteras actuales del contacto internacional incorporan cada vez más factores públicos
y privados en la prosecución de intereses de cooperación y asociación. Las adecuaciones al Derecho
Internacional Público y el futuro del sistema de estados como base para el orden político internacional en
los últimos siglos se han abierto al debate.
De génesis reciente, el término “paradiplomacy” compareció en el espacio público gracias al debate debate
académico del vasco Panayotis Soldatos a mediados de la década del ochenta. Claro que fue el canadiense
Ivo Duchacek quien desarrolló el concepto y se convirtió en uno de sus principales teóricos.
La cuestión hoy día pasa por saber si este cuerpo de actividades agrupadas bajo la idea de “Paradiplomacia”
será llevada a cabo tanto en apoyo y en complementariedad con el Estado central y su esfuerzo diplomático,
o entrará en conflicto o competirá con él. La reciente actividad de las cancillerías del Cono Sur (Brasil,
Argentina y Chile) sugiere un derrotero que busca conducir la naciente actividad paradiplomática en el
primer sentido.
Con todo, la distinción típica de Duchacek es útil para visualizar esta actividad:
a) La microdiplomacia regional transfronteriza (contactos entre factores no-centrales a través de las fronteras
situadas en diferentes estados).
b) La microdiplomacia transregional y (contactos entre factores no-centrales sin frontera común pero situados
en estados vecinos).
c) Paradiplomacia mundial (contactos entre factores pertenecientes a los estados sin fronteras comunes)
En la actualidad también se ha incluido como actividad de la paradiplocia una gama amplia de posibilidades
de contactos entre asociaciones multilaterales y las autoridades locales.
El ámbito de acción para los gobiernos no-centrales (que pueden desarrollar de modo formal y oficial las
relaciones internacionales) sería:
a) El envío de delegaciones en las visitas oficiales,
b) La firma de acuerdos, memorandos de entendimiento y otros instrumentos,
c) Participación en foros internacionales “locales”,
d) El establecimiento de oficinas de representación permanente o delegaciones en el extranjero.
El objetivo de toda esta actividades no es otro que hacer frente a las complejidades de un mundo cada vez
más especializado y dinámico, dónde los conflictos y sus fórmulas de solución deben hallarse en espacios
más amplios que los estrechos limes de la realidad nacida de la Paz de Weftalia.
4. LA MISIÓN DIPLOMÁTICA
Según la convención de viena sobre relaciones diplomáticas de 1961 en su Art° 1, señala lo siguiente:
Jefe de misión: Se entiende la persona encargada por el Estado acreditante de actuar con carácter de tal.
Miembros de la misión: Se entiende el jefe de la misión y los miembros del personal de la misión.
Miembros del personal de la misión: Se entiende los miembros del personal diplomático, del personal
administrativo y técnico y del personal de servicio de la misión.
Miembros del personal diplomático: Se entiende los miembros del personal de la misión que poseen la
calidad de diplomático.
Agente diplomático: Se entiende el jefe de la misión o un miembro del personal diplomático de la misión.
Miembros del personal administrativo y técnico: Se entiende los miembros del personal de la misión
empleados en el servicio administrativo y técnico de la misión.
Miembros del personal de servicio: Se entiende los miembros del personal de la misión empleados en el
servicio doméstico de la misión.
Criado particular: Se entiende toda persona del servicio doméstico de un miembro de la misión, que no sea
empleada del Estado acreditante.
Locales de la misión: Se entiende los edificios o las partes de los edificios, sea cual fuere su propietario,
utilizados para las finalidades de la misión, incluyendo la residencia del jefe de la misión, así como el
terreno destinado al servicio de esos edificios o de parte de ellos.
Jara, E. (1989), en su libro sobre la función diplomática sostiene que: se entiende por Misión diplomática
a una representación de carácter permanente que un Estado acredita ante otro Estado, ante una organización
internacional u otros sujetos de derecho internacional.
El término misión, designa a cualquier tipo de representación oficial de un Estado fuera de sus fronteras,
sea de carácter permanente o temporal.
La expresión misión diplomática, se refiere a la representación permanente de un Estado ante otro Estado o
una organización de índole internacional. Hay que distinguir la misión diplomática de la misión especial,
que es enviada por un Estado para negociar con otras materias concretas y determinadas o asistir a un acto
solemne como la toma de posesión de un Jefe de Estado. Se conocen con el nombre de delegaciones y
tienen carácter temporal.
La convención de Viena sobre Relaciones diplomáticas de 1961 emplea la expresión de Misión diplomática
para designar las representaciones permanentes del Estado acreditante ante el Estado receptor.
Cabe señalar, que es muy importante para el funcionamiento de la misión diplomática, el consentimiento
mutuo. Pues, no se puede concebir el éxito de una representación o Embajada de ambos Estados que no
están de acuerdo para el funcionamiento de la misma.
La creación de una misión diplomática es de un acuerdo entre el Estado acreditante y el Estado receptor.
Para que este acuerdo sea efectivo deben cumplirse dos requisitos:
Que la entidad que envía la misión diplomática y aquella que la recibe posean personalidad jurídica
internacional;
Que esos dos Estados o que los gobiernos de esos dos Estados se hayan reconocido.
Personalidad jurídica es la potestad que poseen los Estados y las Organizaciones Internacionales producto
de su calidad de sujetos de derecho, específicamente de Derecho Internacional. A la vez para una mejor
comprensión podemos definir al sujeto de derecho como entidad titular de derechos y de deberes conferidos
por un orden jurídico dado, inmediatamente y sin intermediarios Esta definición engloba a cualquier orden
jurídico: sea este considerado interno o internacional.
El reconocimiento es una de las materias importantes del Derecho internacional. Al respecto se plantean
dos teorías: una constitutiva, según la cual el reconocimiento atribuye al Estado reconocido la personalidad
internacional, o por la teoría declarativa, que considera que el fin del reconocimiento es verificar la
existencia de un Estado.
Podemos referir al respecto que el reconocimiento puede caracterizarse como un acto en cuya virtud un
Estado admite la existencia de otro y manifiesta su deseo de entrar en relaciones con él. Este reconocimiento
es generalmente expreso, pero a veces puede ser tácito, así por ejemplo, el mantenimiento de una misión
diplomática en el territorio de un Estado que ha cambiado de gobierno de forma opuesta a la establecida
por su constitución equivaldrá a un acto de reconocimiento.
El reconocimiento es un acto dictado muy a menudo por consideraciones políticas. Se reconoce a un Estado
o a un gobierno porque políticamente no cabe hacer lo contrario o porque tal acto es políticamente deseable
e incluso útil.
Es preciso pues que los dos Estados muestren deseos de establecer relaciones estables utilizando el cauce
de la recíproca creación de las misiones diplomáticas.
4.2.4. Miembros de la misión diplomática
4.2.1.3. Generalidades
Este personal está integrado, por una parte, por el Jefe de Misión, y por otra, por los miembros del personal
de la misma. Este último está integrado a su vez, de acuerdo con lo establecido por la Convención de Viena
sobre relaciones diplomáticas, por "los miembros del personal diplomático, del personal administrativo y
técnico y del personal de servicio de la Misión.
En su conjunto, el personal debe cumplir con la totalidad de la funciones previstas o imprevistas, que le
corresponde desarrollar a una Misión diplomática, desde las más importantes hasta las de menor
trascendencia, de las más genéricas hasta las más especializadas, sean de carácter diplomático, técnico,
administrativo o de servicio. Para obtener un buen funcionamiento de la Misión se requiere entonces,
organizaría adecuadamente, determinar clara y técnicamente las funciones, presentar los objetivos que se
persiguen y crear un espíritu de trabajo común, solidario y entusiasta. Sólo así puede desarrollarse una labor
exitosa para un país en otro Estado o ante una Organización Internacional.
Según Convención de 1961, se entiende por Jefe de Misión a la persona encargada por el Estado acreditante
para actuar con el carácter de tal, (artículo 1, letra a).
Se trata entonces de la persona que dirige una Misión diplomática y es el superior jerárquico de los demás
funcionarios así como de todas las oficinas con que cuenta el Estado que los acredita en el Estado Receptor.
Paralelamente, es el responsables de todos los asuntos relacionados con la Misión; puede delegar varias de
sus funciones en su personal, pero no su responsabilidad final tanto respecto de su país como del Estado
donde se encuentra acreditado.
En 1815 se elaboró el denominado Reglamento de Viena, que constituye la primera gran clasificación de
los Jefes de Misión diplomática. Este reglamento distingue tres clases entre los que denominó "empleados
diplomáticos".
- Primera clase: Embajadores, Legados o Nuncios.
- Segunda clase: Enviados, Ministros u otros acreditados ante los soberanos.
- Tercera clase: Encargados de Negocios acreditados ante Ministros de Relaciones Exteriores.
El protocolo de Aquisgrán acordado el 21 de noviembre de 1818, introdujo como tercera clase a los
Ministros residentes, pasando los Encargados de Negocios a la cuarta clase.
En 1961 pudo adoptarse, igualmente en la capital austriaca, una nueva reglamentación internacional
respecto de la clasificación de los Jefes de Misión, en la denominada Convención de Viena sobre relaciones
diplomáticas.
De acuerdo con estas normas, los Jefes de Misión se dividen en tres categorías:
A. Embajadores o Nuncios acreditados ante Jefes de Estado y otros Jefes de Misión (como los Altos Comisarios
de la Commonwealth) de rango equivalente.
B. Enviados, Ministros e Internuncios acreditados ante Jefes de Estado.
C. Encargados de Negocios acreditados ante Ministros de Relaciones Exteriores, (artículo 14).
De acuerdo con la Convención de Viena, el personal diplomático de una Misión está constituido por los
miembros de ésta que posean la calidad de diplomático. Es decir, aquel que es acreditado como tal ante otro
Estado o un Organismo Internacional. Este personal diplomático, generalmente forma parte del Servicio
Exterior de cada Estado, los que determinan diversos procedimientos para ingresar a él.
a. Ministro Consejero: Es el funcionario diplomático que ocupa en una Misión el lugar inmediatamente
inferior al de Jefe de Misión y que lo reemplaza, en calidad de Encargado de Negocios interino en caso
necesario.
b. Consejero: Es un funcionario de un nivel intermedio aun cuando normalmente con varios años de
experiencia profesional. Generalmente le corresponde dirigir alguna de las secciones o departamentos en
que está dividido el trabajo de una Misión.
d. Agregados de las Fuerzas Armadas. Son los representantes de una rama o de todas las Fuerzas Armadas
de su país ante la rama especial o la totalidad de las Fuerzas Armadas de otro país.
Las funciones diplomáticas de una Misión requieren el cumplimiento de ciertas tareas de apoyo, ya sean
administrativas o técnicas. Estas funciones son desempeñadas por un personal especial, que puede o no, ser
nacional del Estado que envía y goza de ciertos derechos siempre que no sea nacional del Estado receptor
ni tenga en él su residencia habitual.
Este personal está constituido por todos aquellos que, dentro de una Misión diplomática, pertenecen al
servicio doméstico de la misma. Esto es, sus funciones deben ser desempeñadas para la Misión pero no
para sus miembros. En tal caso se encuentran los porteros, jardineros, cocineros, aseadores, mensajeros,
etc.
b. Los criados particulares. Se entiende por tales las personas nacionales o extranjeras, que están al servicio
doméstico de un miembro de la Misión, que no sea empleada del Estado acreditante y cualesquiera que
sean las funciones que desempeñe.
Puede afirmarse que todo estado posee libertad de designar sus agentes diplomáticos. Se trata de una
cuestión que entra en la esfera de la competencia interna de los Estados. A cada Estado compete por lo
tanto organizar como estime oportuno en reclutamiento de sus diplomáticos y a tales efectos, por regla
general pone en práctica un reglamento: en el caso del Perú lo podemos encontrar en la Ley N° 28091 Ley
del Servicio Diplomático de la República.
Sin duda, la elección del diplomático es libre y ningún Estado podría pretender que se nombre ante él a tal
persona en lugar de otra, ni que ésta posea un grado especial ya que ello supondría una intervención
inadmisible en los asuntos internos.
No obstante, habiéndose elegido la persona, el Estado acreditante deberá asegurarse de que el Estado
receptor acepta su elección. De la misma manera que en lo referente al establecimiento de una misión, y,
muy especialmente, del jefe de misión, es la consecuencia de un acuerdo entre el Estado acreditante y el
Estado receptor.
Nombramiento del jefe de la Misión
a) El Placet
En virtud de un principio bien establecido por el Derecho diplomático, ningún Estado tiene obligación de
recibir como jefe de misión a una persona que no le place. Ello es consecuencia de la soberanía del Estado
sobre su territorio, así como del mismo carácter de la función diplomática. El jefe de la misión representa
a un Estado ante otro y entre sus objetivos está el tratar de establecer óptimas relaciones entre ambos. No
podría conseguir tal objetivo si su persona fuese vista con disfavor.
b) Las Cartas Credenciales
Se denomina cartas credenciales al documento que acredita la calidad especial del jefe de la misión y
muestra que su persona está facultada por su gobierno para ejercer las funciones de diplomático. Firmadas
por el jefe del Estado acreditante, se dirigen al jefe del Estado receptor en el caso de los jefes de misión de
la primera clase-embajadores o ministros- y por el ministro de Asuntos Exteriores del segundo, en el caso
de los encargados de negocios . Estas últimas son las denominadas Cartas de gabinete.
Las cartas credenciales son entregadas personalmente por el jefe de la misión al órgano del Estado receptor
a quien se dirigen: jefe de Estado para embajadores o ministros y ministro de Asuntos. Exteriores para los
encargados de negocios. La entrega de las cartas credenciales da lugar a una ceremonia que reviste una
solemnidad particular, y cuya organización o características pueden variar en el detalle de un país a otro,
manteniéndose parecidas las líneas generales.
Aunque la doctrina no lo haya mencionado casi nunca, en el pasado se ha asistido a veces al caso de los
jefes de misión acreditados ante dos o más Estados a la vez. No se trata por lo tanto de un fenómeno nuevo,
sino de algo que ha cobrado actualidad con la aparición de nuevos Estados.
Por diversas razones de economía, falta de personal cualificado, etc., estos Estados y aun otros, han tenido
necesidad de acredita al mismo jefe de misión ante seis, siete o diez Estados.
Esto lo podemos encontrar específicamente en el artículo párrafo primero del artículo 5° de la Convención
de Viena de 1961, el cual señala al respecto:
El estado acreditante podrá, de haberlo notificado en debida forma a los Estados receptores interesados,
acreditar a un jefe de misión ante dos o más Estados, o bien destinar a ellos a cualquier miembro del personal
diplomático, salvo que alguno de los Estados receptores se oponga expresamente.
Retiro normal: esta situación, se da con mayor frecuencia en la práctica diplomática, y es en aquellos casos
en que el Jefe de Misión o cualquiera de los Agentes que se desempeñan en una Misión Diplomática, son
llamados por sus respectivos Gobiernos en cualquier momento, para poner término a sus funciones en el
Estado ante el cual se encuentran acreditados, por situaciones de carácter funcionario o personal, como
traslado a otra sede, adscripción al país, jubilación, renuncia, etc., que nada tiene que ver con las relaciones
que existen entre dos Estados.
Declaración de persona non grata y Expulsión: El Estado receptor, tiene la facultad de aceptar o no en
su territorio la presencia de un Agente Diplomático, y por supuesto también tiene la libertad de decidir
acerca de la permanencia del Agente en el mismo, por aplicación del Principio de soberanía. Este retiro se
realiza por medio de un procedimiento denominado declaración de persona non grata, que se encuentra
reglamentado, para resguardar la seguridad y salida sin vulneración a sus derechos, privilegios e
inmunidades, en la Convención de Viena de 1961.
Solicitud de retiro: el Agente Diplomático puede ser retirado por su Gobierno, ante una petición expresada
en ese sentido por el Gobierno del Estado ante el cual se encuentra acreditado, que se puede dar en los casos
que el Agente tiene o ha tenido una conducta impropia o incorrecta con el Gobierno en el cual reside, y que
en opinión de su propio Gobierno, estiman que la conducta no es acorde a su investidura, para así evitar
alguna dificultad mayor para las relaciones entre los dos países. Se puede dar en aquellos casos en los cuales
el agente diplomático extranjero, ha manifestado públicamente opiniones ingratas respecto de políticas o
personalidades del Estado sede, o ha criticado a sus autoridades o al Gobierno o ha desempeñado
actividades contrarias a la función diplomática, entre otras causales.
Muerte del agente: en caso de fallecimiento de un Agente Diplomático, por razones obvias terminan sus
funciones. Es costumbre, que es este tipo de casos, el Estado receptor otorgue todas las facilidades
necesarias para proceder al funeral o al traslado de sus restos hasta su país de origen o al que se decida. Del
mismo modo también por una cuestión de cortesía diplomática, se le prestan facilidades especiales a sus
familiares, a quienes les siguen reconociendo sus privilegios e inmunidades por un tiempo prudencial. En
este punto cabe mencionar la reflexión del profesor Cahier que señala que: “mientras que las causas de
terminación de la actividad de los agentes diplomáticos carece de efecto sobre la misión, por el contrario,
las causas de extinción de la misión ponen fin evidentemente a las funciones de los diplomáticos”.
4.2.4.1. Procedimiento
Procedimiento de retirada de los jefes de misión: La retirada de un jefe de misión va acompañada de
ciertas solemnidades que recuerdan las establecidas para su llegada. El jefe de misión que se retira recibe
de su gobierno las cartas de cese que presenta al jefe del Estado en audiencia privada. La carta de cese
procede del jefe del Estado acreditante y se dirige al jefe de Estado receptor. Viene redactada en el mismo
estilo que las cartas credenciales, y en cuanto a su contenido, manifiesta la voluntad del Estado acreditante
de dar por terminada la misión de su agente por una u otra razón.
Cuando la retirada se debe a que el agente diplomático deja de ser persona grata, la carta de cese no
menciona el motivo, sino una razón oficial de cualquier índole. Si la misión del diplomático fue
satisfactoria, quizás la entrevista se aproveche para celebrar su imposición de condecoraciones y hacer
entrega de credenciales. Las credenciales, se dirigen por el Estado receptor al Estado acreditante;
constituyen a la vez una respuesta a las cartas credenciales, y a las de cese, y expresan la satisfacción oficial
por la forma en que el jefe de misión ha desempeñado sus funciones. Si el jefe de misión se encuentra
ausente en el momento de su retirada por el Estado acreditante o si se despide antes de haber recibido las
cartas de cese, su sucesor será quien las presente. Antes de partir el jefe de misión se despide asimismo del
ministro de Asuntos Exteriores y de las altas personalidades locales.
Procedimiento de retirada de los demás miembros de la misión: El procedimiento es mucho más simple.
La misión diplomática informa al Ministerio de Asuntos Exteriores que su gobierno ha decidió retirar a uno
de los agentes de la misión, y éste antes de partir se persona en el Ministerio de Asuntos Exteriores a fin de
despedirse. A tal respecto, el artículo 43 del convenio de Viena estipula: Las funciones del estado
diplomático terminará principalmente cuando el Estado acreditante comunique al Estado receptor de las
funciones del agente diplomático han terminado. De igual manera resulta la necesidad de notificación de la
marcha del personal administrativo y técnico, así como del personal de servicio Artículo 10, párrafo 1. °
Apartados a), c), y d).
Procedimiento en caso de expulsión : El derecho del Estado receptor de alejar de su país a un agente
diplomático extranjero es incuestionable, pero dentro de los límites de lo posible, tal derecho debiera
manifestarse a través del procedimiento de declaración de persona non grata. Razones muy graves pueden
justificar la expulsión del diplomático y aunque el convenio de Viena no menciona tal derecho, no creemos
que haya querido suprimirlo. En efecto según el artículo 9 párrafo 2, si el Estado acreditante no retira con
suficiente rapidez al agente diplomático declarado persona non grata, el Estado receptor podrá negarle la
calidad de diplomático y, por tanto, su estatuto privilegiado y principalmente su inviolabilidad desaparecen;
de ello se infiere que el Estado receptor podrá colocar bajo su control a esta persona y expulsarla. Así mismo
existen circunstancias excepcionales tales como el espionaje, el peligro para la seguridad interior del Estado
receptor, etc, que pueden justificar la modificación del principio de inviolabilidad y extrañar la expulsión
del agente diplomático aunque lo deseable sea que ello ocurra sin violencia contra dicha persona.
Generalmente para abandonar el país al agente diplomático se le concede un plazo muy corto de algunos o
un día. En otros casos, como en el supuesto de fragante delito de espionaje, el Estado receptor tiene facultad
para hacerse cargo del diplomático y hacerse acompañar hasta la frontera, acompañada de pruebas y que
en todo momento deberá hacerse gala de la mayor corrección y excluir la violencia.
Las expulsiones injustificadas ejecutadas de forma ultrajante comprometen la responsabilidad internacional
del Estado que las realiza y acarrean medidas de retorsión.
4.2.5. Conlusiones
Las relaciones diplomáticas entre Estados tienen por objeto contribuir a mejorar las relaciones entre los
sujetos de la comunidad internacional y, por consiguiente, deben aprovechar a toda comunidad. Esta es la
idea directriz del Derecho diplomático, de los órganos destinados a asegurar las relaciones exteriores de
los Estados reviste especial importancia. Es conveniente que el Estado acreditante nombre como gentes
diplomáticos personas bienquistas por el Estado receptor, y que tal Estado receptor trate a dichos agentes
con todos los respetos debidos a su rango incluso si su comportamiento les ha hecho indeseables.
Únicamente así se desarrollarán armoniosamente las relaciones entre Estados.
4.3. Funciones de la misión diplomática
Se encuentran establecidas en el artículo 3. Donde nos señala, no de manera taxativa, las funciones que
debe cumplir la Misión, para tener un marco de lo que debe hacer y lo que le está permitido hacer,
impidiendo que el Estado receptor rehúse la realización de tal o cual actividad que impida el mejor
desempeño de las funciones de las misiones.
Consisten principalmente en:
a) Representar al Estado acreditante ante el Estado receptor.
b) Proteger en el Estado receptor los intereses del Estado acreditante y los de sus nacionales, dentro de los
límites permitidos por el derecho internacional.
c) Negociar con el gobierno del Estado receptor.
d) Enterarse por todos los medios lícitos de las condiciones y de la evolución de los acontecimientos en el
Estado receptor e informar sobre ello al gobierno del Estado acreditante.
e) Fomentar las relaciones amistosas y desarrollar las relaciones económicas, culturales y científicas entre el
Estado acreditante y el Estado receptor.
4.5. Extinción de las funciones de la misión diplomática
Ruptura o suspensión de relaciones diplomáticas: se trata de un acto unilateral de un Estado por el cual
decide, en forma unilateral, poner término a las relaciones diplomáticas que mantienen con otro Estado, de
tal modo que pone fin no solo a las actividades de la Misión y de su personal, sino que de la Misión misma.
Guerra: la guerra declarada entre dos Estados, también es motivo para el término de las funciones de la
Misión Diplomática. Y en este caso por la situación de peligro que viven los Agentes en el territorio
enemigo, resulta lógico retirarlos, para proteger la vida y demostrar la beligerancia que la situación amerite.
Claro está que esta situación no es la mejor manera de poner término a las funciones de una Misión, pero
escapa a la racionalidad y lógica de solución de conflictos, que históricamente han caracterizado a nuestra
raza humana por desgracia.
Extinción de las credenciales: se trata de una situación muy excepcional, que sucede en los casos de
pérdida de soberanía del Estado acreditante, de quien emanan las credenciales del Jefe de Misión o del
Estado receptor. Esta situación se da también en algunos casos en contextos bélicos, como conquistas,
integración a otros Estados, Absorción, etc.
Por acuerdo entre las partes: puede darse la situación de que un Estado que ha abierto una Misión
Diplomática en otro Estado, pudiera llegar a la conclusión, por cualquier motivo de carácter interno o
externo, que conviene por resguardo de sus intereses proceder a cerrarla, ocurriendo por ejemplo en los
casos en que, la existencia de esa Misión no se justifica atendiendo la realidad de las relaciones bilaterales
que mantienen, por razones económicas, o de cualquier otra índole. Como es una vía muchos más asequible
al dialogo, el Estado que cierra su Misión, debe comunicar su decisión, por conducto diplomático, al Estado
Receptor.
En el ámbito de las relaciones internacionales, uno de los atributos que ha caracterizado la función
diplomática desde sus orígenes históricos lo constituyen los privilegios e inmunidades que se otorgan a los
“enviados”, y que hoy, de acuerdo a preceptos jurídicos internacionales se conceden mutuamente los
Estados a través de sus representantes (agentes diplomáticos) sobre la base de la reciprocidad. Estos también
podrán ser objeto de acuerdos bilaterales.
Así pues, Casanovas y Rodrigo indican que, “los privilegios e inmunidades diplomáticas son: el conjunto
de ventajas y garantías, que con distinto alcance tienen los miembros de la misión diplomática” (p. 306).
La diplomacia y sus miembros gozan de un estatuto especial de privilegios e inmunidades; si bien para
algunos autores como Cahier o Verdross no existe un criterio de distinción entre inmunidades y privilegios,
para otros autores la diferencia entre uno y otro concepto es clara. Asi, Hammars-kjöld identifica los
privilegios con el prestigio y las inmunidades con la garantía mientras. PERRENAUD entiende que existe
inmunidad cuando una persona no se haya sometida a una regla de derecho interno, y privilegio cuando
una regla especial de derecho interno sustituye a una la regla ordinaria. Para Nguyen, los privilegios son
beneficios extraordinarios que se garantizan a la misión y sus miembros, y que dependen exclusivamente
del derecho interno del Estado receptor, mientras que las inmunidades son garantías extraordinarias que
otorgan a los miembros de una misión diplomática contra la aplicación coactiva de las normas jurídicas del
estado receptor, buscando sustraerlos de la autoridad y jurisdicción del Estado donde operan. En este
sentido, estas últimas estarían fundadas directamente sobre el Derecho Internacional. Finalmente. Pesantes
García entiende que las inmunidades son medidas impuestas por el Derecho Internacional que eximen a la
persona de la competencia judicial del Estado receptor, mientras los privilegios constituyen prerrogativas
de cortesía. Desde este punto de vista, la abrogación unilateral de las inmunidades generaría un caso de
responsabilidad internacional, mientras que la abrogación de los privilegios simplemente repercutiría en la
reciprocidad. Esta polémica fue resuelta por la Convención de Viena de 1961 a través de la adopción de
una fórmula intermedia. Pues si bien mantiene la distinción nominal entre privilegios e Inmunidades, en su
texto ambos conceptos se consideran equivalentes.
Pastor Ridruejo (2016) indica que, los privilegios e inmunidades que han disfrutado tradicionalmente las
misiones y los agentes diplomáticos, han dado lugar, a través de los tiempos, a la formulación de distintas
teorías sobre su fundamento.
Una primera teoría es la que se apoya en el carácter representativo del agente diplomático; el embajador
representaba a su soberano, y al estar esté exento de las leyes de otro Estado la extensión debía alcanzar a
su representante.
Teoría más difundida fue la de la extraterritorialidad que se basaba en la ficción de que el agente
diplomático no había abandonado el territorio de su estado y de que la misión diplomática constituía
territorio del estado acreditante, enclavado en el estado receptor. Dicha teoría, embozada por Grocio, no
solo tuvo gran predicamento doctrinal, sino que también inspiro gran parte de la jurisprudencia interna.
Pero en nuestros días, tanto la doctrina como la práctica de los estados y la jurisprudencia interna asignan
a los privilegios e inmunidades diplomáticas el fundamento funcional que ya a mitad del siglo XVIII
adujera Vattel. Ya sabemos que esta es la teoría que adopta explícitamente la convención de Viena de 1961
en su preámbulo. Los privilegios e inmunidades se conceden no en interés de las personas, sino para el
mejor funcionamiento de las misiones por la misión diplomática. Se trata del principio de ne impediatur
legatio de suma importancia para la interpretación de la convención.
De ésta teoría se desprende que una ley dictada por un soberano no pudiera aplicarse a otro soberano y, por
consiguiente, a su representante directo (Idea sostenida por Burlamaqui) fue en particular expresada por
Montesquieu, quien afirmaba:
El derecho de gentes ha querido que los príncipes se enviasen embajadores, y la razón derivada de la
naturaleza de la cosa no ha permitido que estos embajadores dependieran del soberano ante el que habían
sido enviados, ni de sus tribunales. Ellos son la palabra del príncipe que les envía y esta palabra deber ser
libre. Si abusan de su aspecto representativo se le hará cesar de su función y serán devueltos a su país.
La doctrina y la práctica modernas contemporáneas no acogen más la tesis de que el agente diplomático
representa la persona del soberano, y la Convención de La Habana de 1928 incluye en el preámbulo una
declaración de que "los funcionarios diplomáticos no representan en ningún caso la persona del jefe deI
Estado y sí, su Gobierno". Algunas monarquías todavía consideran al embajador como representante del
soberano, y en el caso de la muerte del rey deberán presentar nuevas credenciales. Los nuncios son también
considerados como representantes personales del papa y los embajadores y ministros junto a la Santa Sede
son acreditados ante su persona. (Nacimiento, 1980, p. 45)
Aunque la teoría del carácter representativo haya sido descartada, su influencia en la formación del Derecho
diplomático fue reconocida por la Comisión de Derecho Internacional y por la Convención de Viena sobre
Relaciones Diplomáticas.
Como podemos inferir esta teoría fue posteriormente abandonada al no corresponder en la realidad, por las
siguientes razones:
En primer lugar al cambiar en carácter de los soberanos y no ser los Estados propiedad de los príncipes,
sino de toda la población, el carácter representativo de los diplomáticos pierde mucha importancia.
Si esta teoría fuese válida, los jefes de Estado deberían gozar de idénticas inmunidades que sus
representantes, lo que no siempre es cierto.
Si el diplomático goza de este estatuto privilegiado, sólo por su condición de representante de un Estado,
¿por qué razón su familia, que no tiene ningún carácter representativo, va gozar de idéntico estatuto?
Puede afirmarse también que si el Estado cuyo representante goza de inmunidades diplomáticas es
soberano, en Estado que recibe al agente también lo es y, por tanto, se hace difícil decidir por qué uno u
otro han de renunciar a una parte de sus derechos soberanos.
5.1.2. Teoría de la extraterritorialidad
Vacas (2016) refiere que, si bien la teoría de la extraterritorialidad no fue la primera que sirvió para tratar
de fundamentar los privilegios e inmunidades diplomáticos, sí fue la que tuvo un mayor predicamento,
especialmente en los siglos XVII y XVIII; siendo, sin embargo, la que antes y con mayor claridad ha sido
abandonada, al menos, por la gran mayoría de la doctrina científica. (p. 86)
Para esta teoría el hecho de que la diplomacia queda fuera del poder de mando del soberano territorial está
justificado mediante una ficción en virtud de la cual se considera que el agente no ha abandonado jamás el
territorio nacional; en otras palabras, ejerce su función de diplomático acreditado ante otro Estado
permaneciendo en su propio país, y aunque físicamente se halla presente en el territorio del Estado receptor,
sin embargo jurídicamente se encuentra fuera del territorio. Por ello de la teoría de la extraterritorialidad
ficticia se pasó a la teoría de la extraterritorialidad real, sosteniendo que la embajada debía ser considerada
como parte del territorio nacional.
El primero en formular esta teoría fue Hugo Grocio formulando los siguientes términos: “Según el derecho
de gentes, un embajador representa, por una especie de ficción, a la persona misma de su Señor, e
igualmente por una ficción, se considera que se encuentra fuera del territorio de la potencia ante la que
ejerce sus funciones: de ahí se desprende que no tenga que observar las leyes civiles del país extranjero
donde permanece como embajador”.
Claramente, podemos apreciar, el error que denota el anterior razonamiento cuando afirma que el embajador
está por encima de las leyes del país, lo cual es falso, y contrario a la práctica internacional en la materia.
La propia sencillez de la teoría enunciada es lo que mejor explica la amplia aceptación que tuvo tanto en la
doctrina como en cierta jurisprudencia y que se ha mantenido, aunque cada vez con menor predicamento,
en los siglos XIX y XX. Pero, sin duda, esa misma simplicidad de la ficción base de la teoría de la
extraterritorialidad fue la que acabaría relegándola, al no responder a la realidad, de un lado, y generar, de
otro, no pocos problemas.
Esta teoría tuvo una fuerte influencia en la doctrina y jurisprudencia interna de los Estados. Sin embargo,
pronto se inició una reacción debida a que esta teoría debidamente desarrollada conduce a resultados
insostenibles:
1. Si una embajada es considerada como territorio extranjero, todo acontecimiento que se produzca dentro de
ella deberá entenderse que tiene lugar en el extranjero.
2. Los crímenes y delitos cometidos dentro de la embajada serán juzgados según las leyes del país que el
embajador representa, y los nacimientos tendrán lugar en el extranjero.
3. Por otra parte esta teoría justifica el derecho de Asilo, hoy en día abandonado, igualmente para detener a
un criminal refugiado en esa embajada sería preciso recurrir al procedimiento lento y complicado de la
extradición: la práctica ha rechazado tales soluciones .
El término extraterritorialidad se sigue empleando en la práctica, pero no en el sentido expuesto, sino más
bien para indicar el conjunto de privilegios e inmunidades de que puede disfrutar una persona.
Aunque el uso del término es, según el juicio de los autores modernos, poco afortunado, ya que tiene el
peligro de originar confusiones haciendo pensar a algunos diplomáticos que están por encima de las leyes
e induciendo también al profano a creer que un territorio extraterritorial es un territorio que pertenece a un
Estado distinto a aquel en que se encuentra. La Conferencia de Viena ha realizado un trabajo útil
suprimiendo en la redacción de Convenio el empleo de dicho término.
Nacimiento (1980) indica que la teoría de la necesidad funcional es la que cuenta hoy con el beneplácito de
la mayoría de los autores y por la Comisión de Derecho Internacional. El preámbulo de la Convención de
Viena de 1961 da primacía a la teoría funcional. (p. 46)
Esbozada por Emmerich De Vattel en el siglo XVIII, que justifica los privilegios no en interés de las
personas, sino en la idea de que estos son necesarios para que la misión pueda desempeñar sus funciones.
La teoría de interés de la función explica las razones en cuya virtud la fila del diplomático goza también
del estatuto privilegiado. Éste no podría realizar libremente su misión si su fila pudiese ser objeto de
medidas coercitivas. En consecuencia, las inmunidades corresponderán en último término al Estado
acreditante quien podrá levantarlas si considera que su desaparición, en un caso determinado, no impide el
cumplimiento de la misión del agente. Esta teoría plantea un problema: si el fundamento de los privilegios
e inmunidades es el interés de la función ¿no es demasiado amplio el estatuto privilegiado? En la práctica
se advierte la progresiva desaparición de ciertos privilegios tales como el derecho de asilo, la función
jurisdiccional del jefe de misión sobre el personal de la embajada. Otros también podría desaparecer pero
subsisten por el principio básico de los privilegios diplomáticos: la reciprocidad.
Esta teoría, en comparación con la teoría de la representación antes aludida, tiene la ventaja de explicar las
razones por las cuales la familia del diplomático goza de estatuto privilegiado, pues, como es obvio, la
función no podría ser libremente desempeñada por el agente diplomático si su familia pudiese ser objeto de
medidas coercitivas.
La doctrina funcional es, en definitiva, como hemos venido viendo a lo largo de todo el estudio, la que
mejor fundamenta los privilegios e inmunidades diplomáticos; la que, si no de forma exclusiva, sí
principalmente se utiliza en el propio Convenio de 1961 y la que, en fin, resulta abrumadoramente
mayoritaria en la doctrina científica. Como explica VILARIÑO PINTOS:
“en la actualidad y claramente desde el periodo de entre guerras, la teoría que le sirve de fundamento (al
status diplomático) es la denominada de la necesidad o interés de la función, completada o acompañada por
la de la reciprocidad; es decir, el status se establece porque es necesario para ejercer la función diplomática
y es exigible sólo en la medida en que sea necesario para ello, pero puede modificarse, en las relaciones
concretas, por acuerdo entre los interesados concediéndose un mejor trato recíproco” (p. 235)
Teoría funcional que, por su parte, ha sido también la utilizada por la Corte Internacional de Justicia en el
asunto del Personal diplomático y consular de los Estados Unidos en Teherán.
Siguiendo la tendencia moderna, la comisión de derecho internacional de las naciones unidas, en el
preámbulo de la convención de Viena de 1961, ha tomado como base esta tercera teoría para regular las
inmunidades y privilegios diplomáticos. En este sentido, la convención clasifica estos privilegios e
inmunidades en tres grupos:
A. Los referentes a los locales y archivos de la misión.
B. Los referentes a la actividad de la misión
C. Los de carácter personal.
5.1.4. Teoría de Cecil Hurst
El autor parte de la idea de que los agentes diplomáticos extranjeros son recibidos por el Estado a condición
de no ser sometidos a su jurisdicción. Más aún: no deben lealtad al soberano del país donde se encuentran
acreditados. Cecil Hurst añade: “Estarán fuera de la jurisdicción y fuera del alcance de sus leyes”. De ello
resulta que: La obligación que les incumbe de respetar estas leyes no proviene de ninguna obligación de
obedecerlas; proviene únicamente de la obligación de abstenerse de cometer cualquier actor que pudiera
representar un privilegio al Estado ante el cual están acreditados.
Es importante afirmar que ésta teoría carece de lógica y no corresponde a la realidad:
1° Le falta lógica, ya que si el diplomático no se halla sometido a las leyes, no necesita inmunidades, y es
evidente que no podría ser demandado ante los tribunales por la violación de una ley que no se aplique a
él. Por ende: la noción de inmunidad resulta inútil.
2° En falsa porque, el diplomático sé encuentra sometido a la legislación local y la inmunidad no tiene más
efecto que paralizar la sanción. Cuando se levante la inmunidad, la ley adquirirá todo su vigor y el
diplomático podrá ser demandado ante los tribunales locales, pero esto no sería posible si el diplomático
no estuviera sometido a la ley en el momento de la comisión del acto ilícito.
De todo lo analizado podemos concluir que esta teoría resulta peligrosa: ya que da la impresión de que los
agentes diplomáticos no están sometidos a ninguna ley.
5.1.5. Doctrina del derecho de legación
Para esta teoría el derecho de legación es un derecho natural y de él se desprenden los privilegios e
inmunidades. Gentilis afirmaba que el derecho de embajada se ejercía “en virtud de la Divina Providencia”.
Esta teoría es rechazada ya que siendo el Derecho diplomático un derecho positivo, no parece necesario
recurrir al derecho natural, el cual los internacionalistas contemporáneos rechazan.
5.1.6. Doctrina del acuerdo tácito
Esta teoría fue sostenida por el duque de Aiguillón, ministro de Asuntos Exteriores de Luis XV, en cual
establece en una nota de respuesta a una protesta por haber negado el pasaporte a un diplomático extranjero:
“La inmunidad de los embajadores y otros ministros se funda en dos principios:
1) La dignidad del carácter representativo en el que más o menos participan.
2) En el convenio tácito que resulta de que, al admitir a un ministro extranjero, se le reconoce los derechos
que el uso, o si se quiere, el derecho de gentes le conceden.
La doctrina del acuerdo tácito es insostenible y sólo se explica pensando que el duque Aiguillon trataba de
justificar una violación de los privilegios e inmunidades diplomáticas, y se la refuta por los siguientes
supuestos.
1° Si en la base de las relaciones diplomáticas se encuentra un acuerdo, que además no siempre es tácito,
tal acuerdo se refiere a la creación de las relaciones diplomáticas, e incluso a la persona que va a acreditar,
pero no al estatuto privilegiado que se le reconoce, el cual se impone a los Estados por normas jurídicas.
2° Si se aceptas la versión del duque de Aiguillon, el agente diplomático estaría a merced del Estado
receptor, que podría fácilmente declarar que había sido violado ese convenio tácito y, en consecuencia,
perseguir al diplomático como represalia.
3° De daría además, que un Estado se negase a conceder privilegios e inmunidades a los diplomáticos, lo
cual es inconcebible.
Por duración del derecho de inmunidad se refiere al momento en que comienzan los derechos de inmunidad
hasta el momento en que se extinguen.
De acuerdo con el artículo 39 de la Convención de Viena, toda persona que tenga derecho a privilegios e
inmunidades gozara de ellos desde que penetre en el territorio del Estado receptor para tomar posesión de
su cargo. Si la persona ya se encuentra en el territorio, desde que su nombramiento haya sido comunicado
al Ministerio de Relaciones Exteriores o al Ministerio que se haya convenido.
Los privilegios cesan cuando terminan las funciones de una persona que tiene derecho a ellos y esa persona
sale del país o cuando expire un plazo razonable concedido para que esa persona salga del país. Sin
embargo, la inmunidad no cesa respecto de los actos realizados por tal persona en el ejercicio de sus
funciones como miembro de la misión.
Cuando fallece un miembro de la misión, los miembros de su familia continúan en el goce de los privilegios
e inmunidades que les corresponden hasta que expira un plazo razonable en el que puedan abandonar el
país.
La Convención de la Habana fue más acertada, ya que establecía que la inmunidad de jurisdicción
continuaba una vez terminada la misión en lo que respecta a los actos relacionados con esta. Sin embargo,
por las acciones que no estaban relacionada con la misión, el diplomático era inmune mientras duraban sus
funciones, pero no después de terminada esta. Literalmente este artículo establecía lo siguiente: “La
inmunidad de jurisdicción sobrevive a los funcionario diplomáticos en cuanto a las acciones que con ella
se relacionan. En relación a las otras, sin embargo no puede ser invocada, sino mientras duren sus funciones.
En cuanto a la forma de hacerse, esta debe ser expresa. La renuncia a la inmunidad de jurisdicción no debe
entenderse que se extiende a la inmunidad en cuanto a la ejecución del fallo, pues para esta es necesaria
una nueva renuncia.
La Convención solamente nos dice que es el Estado acreditante el facultado para hacer la renuncia pero no
especifica quien es, dentro del Estado acreditante, el facultado para hacer tal renuncia, pues esto
lógicamente debe regularlo el Derecho Interno de cada Estado. Así, en México, el artículo 14 Fracción III
de la Ley Orgánica del Servicio Exterior Mexicano, faculta exclusivamente a la Secretaria de Relaciones
Exteriores para hacerse tal renuncia.
Anteriormente los privilegios tenían una base menos sólida que la inmunidad, hasta que fueran codificados
por la Convención de Viena en 1961. Los privilegios están basados en la cortesía y la reciprocidad, no
tienen su fundamento en la necesidad funcional. Ejemplo de privilegios son la exención de impuestos,
derechos arancelarios y seguridad social. Es decir, que los privilegios no son necesarios para el cabal
cumplimiento de la misión diplomática, son simplemente una cortesía fundada en la costumbre y la
reciprocidad.
Para un mejor y más ordenado análisis de la cuestión vamos a distinguir entre los privilegios e inmunidades
concedidos a la misión diplomática entendida como órgano institucional y los que se otorgan las personas
físicas que componen la misión:
b) Los privilegios e inmunidades de los miembros de la misión. – Estos privilegios e inmunidades tienen un
alcance diferente según las clases de miembros de la misión diplomática. Los agentes diplomáticos gozan
de inviolabilidad personal por lo que no pueden ser objeto de ninguna forma de arresto, detención o maltrato
(art. 29). La violación de esta regla en la práctica internacional hizo necesario reforzar la protección de
determinadas personas. El resultado fue la convención sobre la prevención y castigo de delitos contra las
personas internacionalmente protegidas, incluso agentes diplomáticos, de 14 de diciembre de 1973, Los
agentes diplomáticos tienen también inviolabilidad de residencia, documentación y correspondencia (art.
3); e inmunidad de jurisdicción y de ejecución (art. 31). La inmunidad de jurisdicción penal es absoluta y
la inmunidad de jurisdicción civil y administrativa tiene algunas excepciones cuando se trata de una acción
real sobre bienes inmuebles particulares, una acción sucesoria a título privado y una acción relativa a
cualquier actividad profesional o comercial. En la práctica, la invocación de las inmunidades de jurisdicción
y de ejecución por los agentes diplomáticos pueden plantear problemas en relación con los intereses y
derechos de los ciudadanos del Estado receptor y con su derecho a la tutela judicial efectiva. No obstante,
el Tribunal Constitucional español afirmó, en el asunto Deodato, que la inmunidad de jurisdicción de los
agentes diplomáticos no es contraria al derecho a la tutela judicial efectiva consagrado en el artículo 24 CE;
que ambos son compatibles porque dicho derecho tiene un carácter prestacional y puede tener límites; y
que el particular tiene diversas vías para la satisfacción de los derechos e intereses afectados. El tribunal
identificó las siguientes posibilidades: poner los hechos en conocimiento del Estado acreditante por medio
del Ministerio de Asuntos Exteriores para que aquél compela a su agente diplomático a que cumpla sus
obligaciones o, en caso contrario, para que renuncie a la inmunidad de dicho agente; si este resultado no se
hubiera producido, España puede declarar persona non grata a tal agente; si, los órganos españoles no
hubieran adoptado las medidas adecuadas, el particular puede pedir una indemnización al Estado por la
lesión sufrida en su derecho (art. 106 CE); y la posibilidad de iniciar un procedimiento judicial en los
tribunales del Estado acreditante.
6.1. Inviolabilidad
6.1.1. Generalidades
“La inviolabilidad es el privilegio fundamental del que derivan todos los demás. Sin ella el agente
diplomático quedaría sujeto al arbitrio del gobierno ante el cual está acreditado, y no podría, en
consecuencia, ejercer sus funciones con la necesaria libertad e independencia del espíritu (...)”
La Inviolabilidad, es un resguardo que se concede al funcionario diplomático. Es una libertad sin
restricciones, pues no puede ser arrestado ni mantenido en prisión.
El término de inviolabilidad se encuentra en los artículos 22,29 y 30 del Convenio de Viena de 1961
La Inviolabilidad del funcionario diplomático en sus actos como individuo es absoluta, pero puede admitir
ciertas excepciones en casos particulares, en virtud de que la Inmunidad es otorgada en razón de su cargo
y este no implica transgredir las leyes del Estado, como ocurría verbigracia, en caso de que el agente
diplomático sea sorprendido en el acto de cometer un delito de agresión u otra infracción, en cuyo caso
podría recibir medidas de obstaculización temporal para evitar la comisión del delito, pero estas medidas
deben ser inmediatamente comunicadas al Ministerio de Relaciones Exteriores para su traslado a la Misión
Diplomática.
La Inviolabilidad de la persona del funcionario diplomático y debido al interés de la función ejercida por
él, hace que sean inviolables también su familia, residencia, bienes, documentos y correspondencia. Aunque
la residencia del agente diplomático tiene carácter particular, a diferencia de la del Jefe de Misión y los
locales de la misión diplomática los cuales poseen carácter oficial, al igual que todos ellos es inviolable,
conforme al artículo 30 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas.
6.1.2. Inviolabilidad de la misión diplomática
6.1.2.1. Inmunidad de coerción
6.1.2.1.1. Inviolabilidad de la sede
PRINCIPIO
“(…) El Estado Receptor no puede permitir que sus órganos realicen actos coercitivos a la Misión como
tal, además debe prestarle protección contra cualquier intrusión de particulares.
Misión Diplomática no puede sufrir ningún tipo de restricción respecto a su actuar, aún más el Estado
Receptor debe protegerle contra posibles intromisiones externas, ya que, conforme al artículo 25 de la
Convención de estudio, el Estado Receptor dará toda clase de facilidades para el desempeño de las
funciones de la misión de manera que, es un compromiso internacional la prestación de tales facilidades
por parte de ese último.
Es por ello que tanto en los inmuebles de la misión como en la residencia del agente diplomático, las
autoridades locales no pueden penetrar, ni ejercer ningún acto de coerción ni lo actos de sus funciones sin
el consentimiento de los afectados.
Es por ello que debemos comprender que la inviolabilidad del domicilio del agente diplomático deriva de
su inviolabilidad personal, la de la misión diplomática “es un atributo del Estado acreditante, debido a que
estos locales sirven de sede a la misión”. Todo ello emana del principio que reconoce a la misión la función
de órgano del Estado acreditante
Nos remitimos expresamente al artículo 22 del Convenio que dispone: “Los locales de la misión, su
inmobiliario y demás bienes situados en ellos, así como los medios de transporte de la misión, no podrán
ser objeto de ningún registro, requisa, embargo o medida de ejecución”
Los bienes muebles, cuentas bancarias, medios de transporte, son inviolables pues son necesarios para
realizar las labores encomendadas, por lo cual, no pueden ser registrados, requisados o embargados, así
contenido en el inciso 3 del artículo 22 de la Convención de Viena.
Principio de la Inviolabilidad referido a la Misión Diplomática, están constituidas por la inviolabilidad de
los archivos, bienes, correspondencia y valija diplomática. Los archivos de la Misión Diplomática son todos
los documentos de la misma, los cuales son absolutamente inviolables conforme al artículo 24 de la
Convención de Viena. Su condición es tal que no importa el caso de guerra o ruptura de relaciones
diplomáticas, o el lugar en que se encuentren, estos son siempre inviolables.
La valija diplomática no puede ser interceptada ni revisada por las autoridades del país de destino ni por las
autoridades de terceros países por los cuales deba atravesar. En este mismo orden de ideas la Convención
de Viena en su numeral 27, indica que la misma no podrá ser abierta ni retenida. También estipula que debe
tener signos visibles que aclaren su carácter y que dentro de ellas solo se pueden almacenar documentos u
objetos de uso oficial, con la finalidad de plantear límites a los posibles abusos que pudieran presentarse
con su utilización, tales como el tráfico de divisas, armas o productos.
Asimismo, la correspondencia diplomática es un medio de comunicación entre la Misión y su Gobierno,
por lo cual posee carácter absolutamente confidencial y es posible realizarla en lenguaje cifrado, con base
en el artículo 27 de la Convención de Viena.
6.1.3. Protección especial del estado receptor
El segundo aspecto de la inviolabilidad lo viene a constituir la protección especial del Estado receptor. Esta
protección especial plantea dos aspectos: uno material y otro jurídico.
A. Aspecto Material
Por un lado la inmunidad de coerción garantiza a la misión diplomática frente a la autoridad local, ya que
ésta no puede penetrar en los locales de la misión ni apoderarse de sus bienes y correspondencia, el aspecto
material de la protección especial del Estado receptor ha de garantizar que los particulares no penetren en
los aludidos locales ni se apoderen de tales bienes y correspondencia.
El deber al cual referimos existe, en primer lugar, respecto a los locales de la misión diplomática. El Estado
ha de impedir las manifestaciones hostiles de su población contra una embajada extranjera, que pudieran
degenerar en la invasión del inmueble de la misión e incluso en los consiguientes daños. Esta regla
consuetudinaria se encuentra recogida en el artículo 3°, párrafo 2) del Proyecto de la Harvard Law School
y como consecuencia de una propuesta de Fitzmaurice a la Comisión de Derecho Internacional en
el artículo 22, párrafo 2) del Convenio de Viena.
La protección se materializa en una cierta en una cierta vigilancia de los locales de la misión por parte de
la policía del Estado receptor. Si no lo hiciera y la misión sufriera daños; el Estado receptor incurriría en
responsabilidad internacional.
Igualmente se extiende esta protección al domicilio privado de los agentes diplomáticos. Según el artículo
30, apartado 1), del Convenio:
“La residencia particular del agente diplomático goza de la misma inviolabilidad y protección que los
locales de la misión.”
B. Aspecto jurídico
Consecuentemente al aspecto material se tiene que establecer un aspecto jurídico respecto de la protección
especial del Estado receptor, el aspecto jurídico viene a ser el corolario de su aspecto material.
La mayoría de Estados, incluyen en sus legislaciones disposiciones relativas a las ofensas hechas a
miembros de una misión diplomática, ejemplo de lo anterior vendría a ser que la invasión y el saqueo de
una embajada están previstas en todas las legislaciones, si no como daño a una embajada, sí al menos, como
daño a la propiedad ajena. Por el contrario, un Estado que no dictase auto de procesamiento contra los
autores de una agresión cometida contra una misión diplomática extranjera sería internacionalmente
responsable.
“La persona del agente diplomático es inviolable. No puede ser objeto de ninguna forma de detención o
arresto. El Estado receptor le tratará con el debido respeto y adoptará todas las medidas adecuadas para
impedir cualquier atentado contra su persona, su libertad o su dignidad.”
Las legislaciones de los Estados mencionan sin reserva el principio de la inviolabilidad de los agentes
diplomáticos. Sin embargo, varios Estados han considerado oportuno precisar en ciertas ocasiones, que el
principio no deja de tener sus límites. Podemos citar como ejemplo al respecto el caso de Alemania, que
declaraba en 1926, en la contestación al cuestionamiento remitido por la Sociedad de Naciones:
“.. El Estado receptor debe conservar, por otra parte, el derecho de adoptar medidas de defensa y de
seguridad que sean indispensables en casos de legítima defensa y de necesidad para garantizar la
seguridad pública y mantener el orden público.
En conclusión, podemos afirmar que la inviolabilidad, cuyo objetivo es garantizar la autonomía del
diplomático y permitirle el libre cumplimiento de sus funciones, constituye el principal privilegio previsto
en favor del mismo por el Derecho diplomático.
La Convención de Viena de 1961 sobre relaciones Diplomáticas vino a regular a nivel mundial el
establecimiento de las relaciones Diplomáticas entre los países y muchos otros aspectos de importante
trascendencia, como lo son los privilegios e inmunidades que gozan los agentes diplomáticos.
Desde la antigüedad hay una costumbre internacional, la cual se conoce como consuetudinaria, misma que
se aplicaba y se sigue aplicando en términos del establecimiento de las relaciones diplomáticas. Podemos
por consiguiente hacer algunas menciones de estas costumbres, por ejemplo en la antigüedad los mensajeros
dejaron de serlo, y pasaron a convertirse en negociadores con ciertos privilegios muy limitados, hoy en día
esto es un hecho; todo embajador es un buen negociador. Sin embargo, desde la Paz de Westfalia ya se
venía tratando de darle cierta formalidad a estas relaciones diplomáticas consuetudinarias con el fin de
formalizarlas.
Finalizadas las consultas y las observaciones, la Asamblea General aprobó la resolución 1450 en la cual se
pedía al Secretario General de la ONU que convocara a una conferencia que tendría lugar en Viena en 1961.
Esta conferencia se celebró del 2 de Marzo al 14 de Abril de ese año y participaron 81 delegaciones de todo
el mundo. La convención entró en vigor el 24 de Abril de 1964, cuando se depositó el vigesimosegundo
instrumento de ratificación, ya para 1975 habían sido parte de esta convención 117 estados.
Es de gran importancia que hoy contemos con este instrumento jurídico que vino de manera formal a regular
el envío de embajadores y los diferentes tipos de misiones entre estados. Ha sido estudiada en diferentes
escenarios y ha dado lugar a múltiples discusiones, pero ante todo enfoquémonos ahora en escudriñarla y
mostrar los aspectos que regulan una gran parte de la vida internacional, la cual codifica de alguna manera
las relaciones interestatales.
Un poco de Historia
Los orígenes de las relaciones diplomáticas son tan antiguos como la historia de las propias sociedades
humanas. A medida que estas se fueron configurando como unidades políticas autónomas, surgió la
necesidad de relacionarse y comunicarse con aquellas que les circundaban. Evidentemente, la diplomacia
actual presenta sustanciales diferencias de aquellas "prácticas diplomáticas" sustentadas por las
comunidades primitivas. Sin embargo, hoy, como ayer, las relaciones diplomáticas forman, junto con la
guerra, el comercio y la comunicación, el sustrato esencial de una sociedad internacional cuyo entramado
de relaciones y actores ha experimentado una constante y creciente complejidad a lo largo de la historia.
Las relaciones diplomáticas han sido siempre muy importantes y aunque Roma no la valoró, como los
griegos ya que prefería la guerra en la mayoría de los casos está en la actualidad ha sido de vital importancia
para las relaciones interestatales. Cabe destacar, que no fue hasta el renacimiento que esta tomó un
perfeccionamiento, de manera tal que ya para mediados del siglo XV se recurre al envío de representantes
permanentes que se constituían en embajadores continuos. A partir de esta fecha la diplomacia se disemina
por el resto de Europa. A raíz de la Paz de Westfalia se generalizó a la diplomacia permanente. Este tipo de
diplomacia subsiste hasta el fin de la primera guerra mundial.
Es pues a partir de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que la diplomacia adquiere un carácter de
conferencia, a raíz de la participación en organizaciones internacionales. En la doctrina actual las diferentes
definiciones de diplomacia subrayan su condición de medio para realizar una gran parte de la política
exterior así como de cooperación y resolución pacífica de controversias.
Las relaciones diplomáticas se rigen por el derecho internacional público y encuentra su asidero jurídico en
la Convención de Viena Sobre Relaciones Diplomáticas de 196,1 tanto en su forma como en su fondo, pero
no se puede dejar a un lado la doctrina consuetudinaria en la resolución de conflictos.
A finales de la Primera Guerra Mundial la diplomacia pasa de ser secreta y restringida a ser abierta y
pública. Este cambio fue auspiciado por el Presidente norteamericano Woodrow Wilson, quien en su
conocido Programa de los Catorce Puntos defendía que: "la adopción de Acuerdos de Paz concluidos
abiertamente, y según los cuales no habrá acuerdos internacionales privados, cualquiera que fuese
su naturaleza; la diplomacia procederá siempre de forma franca y pública."
Las misiones diplomáticas permanentes siguen desempeñando insustituibles funciones como canales
privilegiados de comunicación, información y negociación entre los Estados, al tiempo que sigue actuando
como instituciones protectoras de sus nacionales y de los intereses de sus respectivos gobiernos, ante las
autoridades de los Estados en los que se encuentran acreditadas. Desde esta perspectiva, se ha alcanzado
una eficaz síntesis histórica surgida, por una parte, de la creciente complementariedad entre la diplomacia
permanente clásica y las nuevas formas de diplomacia ambulante desempeñada por los máximos
responsables de la política exterior y de la propia interdependencia que impone la dinámica internacional y
que obliga a los Estados a coordinar sus actividades exteriores con objeto de poder abordar los principales
problemas que aquejan a la sociedad mundial.
Convención de Viena Sobre Relaciones Diplomáticas
Informaciones generales
La convención de Viena sobre relaciones diplomáticas consta de cincuenta y tres (53) artículos en los cuales
se regulan las relaciones Diplomáticas entre los países y la inmunidad del personal diplomático. Fue
adoptada el 18 de abril de 1961 en Viena (Austria) y entró en vigor el 24 de abril de 1964. Fue
complementada en 1963 por la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares. 174 Estados pertenecen
a la Convención y en los pocos Estados que no han firmado el documento, sus disposiciones se aplican
como Derecho Internacional consuetudinario.
Considerandos
Entre los considerandos están: tomar en cuenta que desde la antigüedad los pueblos de las naciones han
reconocido la importancia de las relaciones internacionales y más aún de la Diplomacia, se toma en
consideración que una convención internacional sobre relaciones, privilegios e inmunidades diplomáticas
contribuirá al desarrollo de las relaciones amistosas entre los estados y se reconoce que tales inmunidades
y privilegios se conceden, no en beneficio de las personas, sino con el fin de garantizar el desempeño eficaz
de las funciones de las misiones diplomáticas en calidad de representantes de los Estados.
Definiciones
En el primer artículo tenemos una serie de definiciones las cuales son las siguientes:
A. por "jefe de misión", se entiende la persona encargada por el Estado acreditante de actuar con carácter
de tal;
B. por "miembros de la misión", se entiende el jefe de la misión y los miembros del personal de la misión;
C. por "miembros del personal de la misión", se entiende los miembros del personal diplomático, del
personal administrativo y técnico y del personal de servicio de la misión;
D. por "miembros del personal diplomático", se entiende los miembros del personal de la misión que posean
la calidad de diplomático;
E. Por "agente diplomático", se entiende el jefe de la misión o un miembro del personal diplomático de la
misión;
F. por "miembros del personal administrativo y técnico", se entiende los miembros del personal de la misión
empleados en el servicio administrativo y técnico de la misión;
G. por "miembros del personal de servicio", se entiende los
Miembros del personal de la misión empleados en el servicio doméstico de la misión;
H. por "criado particular", se entiende toda persona al servicio doméstico de un miembro de la misión, que
no sea empleada del Estado acreditante;
I. por "locales de la misión", se entiende los edificios o las partes de los edificios, sea cual fuere su
propietario, utilizados para las finalidades de la misión, incluyendo la residencia del jefe de la misión, así
como el terreno destinado al servicio de esos edificios o de parte de ellos.
En su segundo artículo establece que las relaciones diplomáticas y él envío de misiones permanentes se
establecerán por mutuo acuerdo. En cuanto a las funciones de la misión esta menciona; representar al Estado
acreditante ante el Estado receptor; de igual manera proteger en el Estado receptor los intereses del Estado
acreditante y los de sus nacionales, dentro de los límites permitidos por el Derecho Internacional; otro
aspecto es negociar con el gobierno del Estado receptor; también enterarse por todos los medios lícitos de
las condiciones y de la evolución de los acontecimientos en el Estado receptor e informar sobre ello al
gobierno del Estado acreditante, esta también debe fomentar las relaciones amistosas y desarrollar las
relaciones económicas, culturales y científicas entre el Estado acreditante y el Estado receptor.
Nombramiento de los Jefes de Misión
Los Estados deben antes de acreditar a una persona en un Estado receptor cerciorarse de que la persona es
aceptada en el Estado al cual se acreditará. Un jefe de misión puede ser acreditado ante dos o más Estados
siempre y cuando se cuente con el consentimiento de estos. Si esto sucede el Estado podrá nombrar un
encargado de negocios Ad Interim en la sede donde el jefe de la misión no tenga asiento permanente.
También se le da facultad al jefe de la misión o a cualquier miembro del personal diplomático a representar
al país ante Organismos Internacionales.
Requisitos de Nombramiento
Se establece que los miembros del personal diplomático en un principio deben tener la nacionalidad del
Estado acreditante, pero también se expresa que los miembros del personal diplomático no se podrán elegir
de personas que tengan la nacionalidad del estado receptor, a excepción de que el Estado receptor tenga
conocimiento de eso, el cual en cualquier momento puede retirarlo. El Estado receptor puede reservarse
este derecho en el caso de que los nacionales fueran de un tercer estado.
El estado receptor puede dar termino a las funciones del jefe de la misión u otro miembro del personal
diplomático, esto sin declarar los motivos del porque lo ha declarado non grata, en el caso que el Estado
que envía no ejecute la decisión del país que recibe este puede no reconocer a dicha persona como miembro
del personal diplomático, sería algo como no reconocer su inmunidad al igual como empezar a evaluarlo
como una persona normal en cuanto a términos civiles se refiera.
El Estado receptor podrá limitar la cantidad de los miembros del personal de la misión a una cantidad que
considere razonable y normal, de igual manera el Estado receptor puede negarse a recibir algunos miembros
de la misión de ciertas categorías. También el Estado acreditante no podrá establecer nuevas oficinas sin el
consentimiento previo del Estado receptor.
Los jefes de la misión tienen tres divisiones las cuales son en primer rango la de Embajador o Nuncios
acreditados ante los jefes estados u otros jefes de misión de rango equivalentes, en segunda parte tenemos
los enviados, ministros o internuncios los cuales se acreditan ante los jefes de estados y por último se
presentan los encargados de negocios acreditados ante el Ministerio de Relaciones Exteriores. Los jefes de
estado se pondrán de acuerdo a la clase en que pertenecerán los jefes de las misiones.
Se considera que el jefe de la misión ha asumido sus funciones al momento que ha presentado sus cartas
credenciales ante el jefe de estado o haya anunciado su llegada una vez presentadas sus copias de estilo.
Este orden de la presentación de la carta credencial está determinado por la fecha y hora de llegada del jefe
de la misión así también se determinará su precedencia.
A falta del jefe de la misión podrá ejercer su cargo un encargado de negocios ad interim previa
comunicación del nombre de esta persona.
Uso de Símbolos, Banderas y la inviolabilidad de los locales de la misión así como de sus documentos
El jefe de la misión tiene el derecho de colocar en su residencia y en los locales de la misión la bandera y
el escudo de su país, si la misión del país acreditante no tiene local el Estado receptor debe facilitarles un
local y en caso de no ser posible brindarles alojamiento a los miembros de la misión.
Estos locales de la misión son inviolables, lo que deja dicho que los agentes del país receptor no pueden
penetrar en el sin el consentimiento del jefe de la misión.
El pago de impuestos esta exonerado para los locales de la misión así como para los jefes de la misión,
salvo en servicios prestados de forma particulares.
Los documentos que posea la misión son inviolables así como también lo son los archivos; la valija
diplomática la cual no podrá ser abierta ni retenida. Para estos últimos si hay bultos usados como valijas,
que deben de identificarse con un signo que indique su carácter.
La libertad de comunicación entre el Estado acreditante y el consulado así como para los actos oficiales
será permitida y deberá de protegerse. Para dicha comunicación podrán utilizarse por ejemplo los correos
diplomáticos y los mensajes cifrados, pero solo con el consentimiento del estado receptor se podrá instalar
una emisora de radio.
Privilegios e Inmunidades
Conforme el artículo 31, el agente diplomático gozará de inmunidad de la jurisdicción penal del Estado
receptor, no estará obligado a testificar y su persona es inviolable (art. 29), no pudiendo ser objeto de
ninguna forma de detención o arresto. El Estado receptor le tratará con el debido respeto y adoptará todas
las medidas adecuadas para impedir cualquier atentado contra su persona, su libertad o su dignidad.
Esta inviolabilidad se extiende a su residencia particular, sus documentos, su correspondencia y sus bienes,
que sólo excepcionalmente podrán ser embargados (art. 30).
La inmunidad de la jurisdicción civil y administrativa admite -según el art. 31- algunas excepciones
derivadas de los intereses particulares que el agente diplomático tenga en el Estado receptor (acciones reales
sobre bienes inmuebles particulares, acciones sucesorias o referentes a actividades profesionales o
comerciales).
Los miembros de la familia de un agente diplomático, siempre que no sean nacionales del Estado receptor,
gozarán de sus privilegios e inmunidades (art. 37) y también están protegidos por la inmunidad de
jurisdicción (limitada al ejercicio de sus funciones) los miembros del personal administrativo y técnico de
las misiones diplomáticas, con los miembros de sus familiares que formen parte de sus respectivas casas.
Los locales de la misión diplomática son inviolables, los agentes del Estado receptor no podrán penetrar en
ellos sin consentimiento del jefe de la misión. No podrán ser objeto de ningún registro, requisa, embargo o
medida de ejecución los locales de la misión, su mobiliario, archivos o medios de transportes, que deberán
ser protegidos por el Estado receptor contra todo ataque o intromisión (art. 22). También están protegidas
por esta inviolabilidad las viviendas de los agentes diplomáticos.
Exenciones Fiscales
La misión diplomática y los agentes diplomáticos tienen el privilegio de exención de todo impuesto y
gravamen del Estado receptor y de importación con franquicia arancelaria de los bienes y objetos destinados
a su uso el Estado acreditante tendrá que pagar los costes de acarreo y servicios análogos.
Los miembros de la familia de un agente diplomático gozarán de algunos de los privilegios e inmunidades
de los agentes en cuanto a las exenciones fiscales y las inmunidades, pero para esto deben no ser nacionales
del estado receptor.
Cuando el agente sea nacional del estado receptor este solo gozará de inmunidad de jurisdicción e
inviolabilidad de los actos oficiales realizados en el ejercicio de sus funciones, o de otras inmunidades y
privilegios que el estado receptor le otorgue.
Estos privilegios e inmunidades podrán ser exigidos desde el momento mismo que el agente diplomático
pise tierra del Estado receptor y si está ya en el territorio desde el momento en que se le comunique al
Ministerio de Relaciones Exteriores.
Al término de sus funciones también cesaran los privilegios e inmunidades luego de este haber salido del
país o en el plazo convenido, en caso de guerra estos privilegios e inmunidades continuarán hasta que este
se retire del país receptor. En cambio tampoco está inmunidad cesara en los actos realizados por el agente
diplomático en el desempeño de sus funciones. Estos actos no se aclaran en la convención si son actos
oficiales o actos comunes en carácter de su persona.
Si el agente falleciere los familiares de este continuarán con el goce de los privilegios hasta que se cumpla
el plazo convenido para que ellos abandonen el país.
Recordemos que sin prejuicio a sus inmunidades todas las personas que gocen de estos privilegios e
inmunidades deberán ser respetuoso de las leyes del país receptor y no pueden inmiscuirse en los asuntos
internos del Estado receptor.
El agente diplomático no podrá ejercer actividades profesionales fuera de sus funciones y sus funciones
terminaran; primero cuando el Estado acreditante comunique al ministerio de relaciones exteriores del país
receptor el término de las funciones del agente y segundo cuando el Estado receptor se niegue a reconocerlo
con el derecho de no expresar por qué no lo reconoce.
El Estado receptor debe conceder facilidades en caso, incluso de conflicto armado la salida de las personas
que gocen de privilegios e inmunidades y no sean nacionales del Estado receptor. A la salida de estos ya
sea por conflicto armado o por ruptura de las relaciones diplomáticas el Estado receptor tendrá la obligación
de proteger los locales y archivos de la misión y el Estado acreditante podrá confiar estos a un tercer estado.
La Convención estuvo abierta a la firma de todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas o de algún
otro organismo especializado, así como de todo Estado parte en el Estatuto de la Corte Internacional de
Justicia y de cualquier otro Estado invitado por la Asamblea General de las Naciones Unidas a ser parte en
la Convención, de la manera siguiente: hasta el 31 de octubre de 1961, en el Ministerio Federal de
Relaciones Exteriores de Austria; y después, hasta el 31 de marzo de 1962, en la Sede de las Naciones
Unidas en Nueva York.
A modo de cierre
La Convención de Viena Sobre Relaciones Diplomáticas ha sido muy importante en cuanto a su función
reguladora a nivel internacional. Ha sido bastante clara en la mayoría de los aspectos tratados, por el
contrario contamos con algunos puntos de observación con los cuales podemos concluir encaminándonos,
pues, a mostrar los puntos donde ha mostrado debilidad.
Tal es el caso de cuando nos referimos a las ilimitadas inmunidades y privilegios de los que gozan los
Agentes Diplomáticos, no han sido una ni dos veces las ocasiones en que estas inmunidades han sido
utilizadas de forma desproporcionadas. Debemos también saber que en nuestro país, la República
Dominicana, han habido ocasiones en las cuales se han usado estas inmunidades para escaparse del juicio
de las autoridades correspondientes. Por ejemplo tal ha sido el caso del señor Nuncio Wesolowski quien ha
dejado de ser tan santo por sus violaciones a niños menores y otras transgresiones a la ley. Otro caso sonado
ha sido el involucramiento de la embajadora argentina Teresa Meccia de Palmas en el caso del joven José
Rafael Llenas Aybar en el año 1996, donde los testimonios contra Palmas y sus hijos incluyeron acusaciones
de tráfico de drogas y armas, prácticas sexuales con menores, y hasta ritos satánicos.
La historia nos enseña lo que el hombre es capaz de hacer cuando puede tener tanto poder, inmunidades y
privilegios sin contar con un contrapeso, para conocer las hecatombes que han efectuado a la humanidad y
las violaciones históricas de la ley solo basta estudiar la historia y más aún las del siglo pasado.
Por lo que consideramos que deben de condicionarse estas inmunidades para que las transgresiones a la ley
disminuyan, ya que estos personajes se creen intangibles debido a estas inmunidades.
Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, 18 de abril de 1961
Teniendo presente que desde antiguos tiempos los pueblos de todas las naciones han reconocido el estatuto
de los funcionarios diplomáticos,
Teniendo en cuenta los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas relativos a la igualdad
soberana de los Estados, al mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales y al fomento de las
relaciones de amistad entre las naciones,
Estimando que una convención internacional sobre relaciones, privilegios e inmunidades diplomáticos
contribuirá al desarrollo de las relaciones amistosas entre las naciones, prescindiendo de sus diferencias de
régimen constitucional y social,
Reconociendo que tales inmunidades y privilegios se conceden, no en beneficio de las personas, sino con
el fin de garantizar el desempeño eficaz de las funciones de las misiones diplomáticas en calidad de
representantes de los Estados,
Afirmando que las normas del derecho internacional consuetudinario han de continuar rigiendo las
cuestiones que no hayan sido expresamente reguladas en las disposiciones de la presente Convención,
Artículo 1
a. por "jefe de misión", se entiende la persona encargada por el Estado acreditante de actuar con carácter
de tal; b. por "miembros de la misión", se entiende el jefe de la misión y los miembros del personal de la
misión; c. por "miembros del personal de la misión", se entiende los miembros del personal diplomático,
del personal administrativo y técnico y del personal de servicio de la misión; d. por "miembros del personal
diplomático", se entiende los miembros del personal de la misión que posean la calidad de diplomático; e.
por "agente diplomático", se entiende el jefe de la misión o un miembro del personal diplomático de la
misión; f. por "miembros del personal administrativo y técnico", se entiende los miembros del personal de
la misión empleados en el servicio administrativo y técnico de la misión; g. por "miembros del personal de
servicio", se entiende los miembros del personal de la misión empleados en el servicio doméstico de la
misión; h. por "criado particular", se entiende toda persona al servicio doméstico de un miembro de la
misión, que no sea empleada del Estado acreditante; i. por "locales de la misión", se entiende los edificios
o las partes de los edificios, sea cual fuere su propietario, utilizados para las finalidades de la misión,
incluyendo la residencia del jefe de la misión, así como el terreno destinado al servicio de esos edificios o
de parte de ellos.
Artículo 2
a. representar al Estado acreditante ante el Estado receptor; b. proteger en el Estado receptor los intereses
del Estado acreditante y los de sus nacionales, dentro de los límites permitidos por el derecho internacional;
c. negociar con el gobierno del Estado receptor; d. enterarse por todos los medios lícitos de las condiciones
y de la evolución de los acontecimientos en el Estado receptor e informar sobre ello al gobierno del Estado
acreditante; e. fomentar las relaciones amistosas y desarrollar las relaciones económicas, culturales y
científicas entre el Estado acreditante y el Estado receptor.
Artículo 4
1. El Estado acreditante deberá asegurarse de que la persona que se proponga acreditar como jefe de la
misión ante el Estado receptor ha obtenido el asentimiento de ese Estado.
2. El Estado receptor no esta obligado a expresar al Estado acreditante los motivos de su negativa a otorgar
el asentimiento.
Artículo 5
1. El Estado acreditante podrá, después de haberlo notificado en debida forma a los Estados receptores
interesados, acreditar a un jefe de misión ante dos o más Estados, o bien destinar a ellos a cualquier miembro
del personal diplomático, salvo que alguno de los Estados receptores se oponga expresamente.
2. Si un Estado acredita a un jefe de misión ante dos o más Estados, podrá establecer una misión diplomática
dirigida por un encargado de negocios ad interim en cada uno de los Estados en que el jefe de la misión no
tenga su sede permanente.
3. El jefe de misión o cualquier miembro del personal diplomático de la misión podrá representar al Estado
acreditante ante cualquier organización internacional.
Artículo 6
Dos o más Estados podrán acreditar a la misma persona como jefe de misión ante un tercer Estado, salvo
que el Estado receptor se oponga a ello.
Artículo 7
Sin perjuicio de lo dispuesto en los artículos 5, 8, 9 y 11, el Estado acreditante nombrará libremente al
personal de la misión. En el caso de los agregados militares, navales o aéreos, el Estado receptor podrá
exigir que se le sometan de antemano sus nombres, para su aprobación.
Artículo 8
1. Los miembros del personal diplomático de la misión habrán de tener, en principio, la nacionalidad del
Estado acreditante.
2. Los miembros del personal diplomático de la misión no podrán ser elegidos entre personas que tengan
la nacionalidad del Estado receptor, excepto con el consentimiento de ese Estado, que podrá retirarlo en
cualquier momento.
3. El Estado receptor podrá reservarse el mismo derecho respecto de los nacionales de un tercer Estado que
no sean al mismo tiempo nacionales del Estado acreditante.
Artículo 9
1. El Estado receptor podrá, en cualquier momento y sin tener que exponer los motivos de su decisión,
comunicar al Estado acreditante que el jefe u otro miembro del personal diplomático de la misión es persona
non grata, o que cualquier otro miembro del personal de la misión no es aceptable. El Estado acreditante
retirará entonces a esa persona o pondrá término a sus funciones en la misión, según proceda. Toda persona
podrá ser declarada non grata o no aceptable antes de su llegada al territorio del Estado receptor.
2. Si el Estado acreditante se niega a ejecutar o no ejecuta en un plazo razonable las obligaciones que le
incumben a tenor de lo dispuesto en el párrafo 1, el Estado receptor podrá negarse a reconocer como
miembro de la misión a la persona de que se trate.
Artículo 10
1. Se notificará al Ministerio de Relaciones Exteriores, o al Ministerio que se haya convenido, del Estado
receptor:
2. Cuando sea posible, la llegada y la salida definitiva se notificarán también con antelación.
Artículo 11
1. A falta de acuerdo explícito sobre el número de miembros de la misión, el Estado receptor podrá exigir
que ese número este dentro de los límites de lo que considere que es razonable y normal, según las
circunstancias y condiciones de ese Estado y las necesidades de la misión de que se trate.
2. El Estado receptor podrá también, dentro de esos límites y sin discriminación alguna, negarse a aceptar
funcionarios de una determinada categoría.
Artículo 12
El Estado acreditante no podrá, sin el consentimiento previo y expreso del Estado receptor, establecer
oficinas que formen parte de la misión en localidades distintas de aquella en que radique la propia misión.
Artículo 13
1. Se considerará que el jefe de misión ha asumido sus funciones en el Estado receptor desde el momento
en que haya presentado sus cartas credenciales o en que haya comunicado su llegada y presentado copia de
estilo de sus cartas credenciales al Ministerio de Relaciones Exteriores, o al Ministerio que se haya
convenido, según la práctica en vigor en el Estado receptor, que deberá aplicarse de manera uniforme.
2. El orden de presentación de las cartas credenciales o de su copia de estilo se determinará por la fecha y
hora de llegada del jefe de misión.
Artículo 14
1. Los jefes de misión se dividen en tres clases:
a. embajadores o nuncios acreditados ante los Jefes de Estado, y otros jefes de misión de rango equivalente;
b. enviados, ministros o internuncios acreditados ante los Jefes de Estado; c. encargados de negocios
acreditados ante los Ministros de Relaciones Exteriores.
2. Salvo por lo que respecta a la precedencia y a la etiqueta, no se hará ninguna distinción entre los jefes de
misión por razón de su clase.
Artículo 15
Los Estados se pondrán de acuerdo acerca de la clase a que habrán de pertenecer los jefes de sus misiones.
Artículo 16
1. La precedencia de los jefes de misión, dentro de cada clase, se establecerá siguiendo el orden de la fecha
y la hora en que hayan asumido sus funciones, de conformidad con el artículo 13.
2. Las modificaciones en las cartas credenciales de un jefe de misión que no entrañen cambio de clase no
alterarán su orden de precedencia.
3. Las disposiciones de este artículo se entenderán sin perjuicio de los usos que acepte el Estado receptor
respecto de la precedencia del representante de la Santa Sede.
Artículo 17
El jefe de misión notificará al Ministerio de Relaciones Exteriores, o al Ministerio que se haya convenido,
el orden de precedencia de los miembros del personal diplomático de la misión.
Artículo 18
El procedimiento que se siga en cada Estado para la recepción de los jefes de misión será uniforme respecto
de cada clase.
Artículo 19
1. Si queda vacante el puesto de jefe de misión o si el jefe de misión no puede desempeñar sus funciones,
un encargado de negocios ad interim actuará provisionalmente como jefe de la misión. El nombre del
encargado de negocios ad interim será comunicado al Ministerio de Relaciones Exteriores del Estado
receptor, o al Ministerio que se haya convenido, por el jefe de misión o, en el caso de que este no pueda
hacerlo, por el Ministerio de Relaciones Exteriores del Estado acreditante.
2. Caso de no estar presente ningún miembro del personal diplomático de la misión en el Estado receptor,
un miembro del personal administrativo y técnico podrá, con el consentimiento del Estado receptor, ser
designado por el Estado acreditante para hacerse cargo de los asuntos administrativos corrientes de la
misión.
Artículo 20
La misión y su jefe tendrán derecho a colocar la bandera y el escudo del Estado acreditante en los locales
de la misión, incluyendo la residencia del jefe de la misión y en los medios de transporte de éste.
Artículo 21
1. El Estado receptor deberá, sea facilitar la adquisición en su territorio de conformidad con sus propias
leyes, por el Estado acreditante, de los locales necesarios para la misión, o ayudar a éste a obtener
alojamiento de otra manera.
2. Cuando sea necesario, ayudará también a las misiones a obtener alojamiento adecuado para sus
miembros.
Artículo 22
1. Los locales de la misión son inviolables. Los agentes del Estado receptor no podrán penetrar en ellos sin
consentimiento del jefe de la misión.
2. El Estado receptor tiene la obligación especial de adoptar todas las medidas adecuadas para proteger los
locales de la misión contra toda intrusión o daño y evitar que se turbe la tranquilidad de la misión o se atente
contra su dignidad.
3. Los locales de la misión, su mobiliario y demás bienes situados en ellos, así como los medios de
transporte de la misión, no podrán ser objeto de ningún registro, requisa, embargo o medida de ejecución.
Artículo 23
1. El Estado acreditante y el jefe de la misión están exentos de todos los impuestos y gravámenes nacionales,
regionales o municipales, sobre los locales de la misión de que sean propietarios o inquilinos, salvo de
aquellos impuestos o gravámenes que constituyan el pago de servicios particulares prestados.
2. La exención fiscal a que se refiere este artículo no se aplica a los impuestos y gravámenes que, conforme
a las disposiciones legales del Estado receptor, estén a cargo del particular que contrate con el Estado
acreditante o con el jefe de la misión.
Artículo 24
Los archivos y documentos de la misión son siempre inviolables, dondequiera que se hallen.
Artículo 25
El Estado receptor dará toda clase de facilidades para el desempeño de las funciones de la misión.
Artículo 26
Sin perjuicio de sus leyes y reglamentos referentes a zonas de acceso prohibido y reglamentado por razones
de seguridad nacional, el Estado receptor garantizará a todos los miembros de la misión la libertad de
circulación y de tránsito por su territorio.
Artículo 27
1. El Estado receptor permitirá y protegerá la libre comunicación de la misión para todos los fines oficiales.
Para comunicarse con el gobierno y con las demás misiones y consulados del Estado acreditante,
dondequiera que se radiquen, la misión podrá emplear todos los medios de comunicación adecuados, entre
ellos los correos diplomáticos y los mensajes en clave o en cifra. Sin embargo, únicamente con el
consentimiento del Estado receptor podrá la misión instalar y utilizar una emisora de radio.
5. El correo diplomático, que debe llevar consigo un documento oficial en el que conste su condición de tal
y el número de bultos que constituyan la valija, estará protegido, en el desempeño de sus funciones, por el
Estado receptor. Gozará de inviolabilidad personal y no podrá ser objeto de ninguna forma de detención o
arresto.
6. El Estado acreditante o la misión podrán designar correos diplomáticos ad hoc. En tales casos se aplicarán
también las disposiciones del párrafo 5 de este Artículo, pero las inmunidades en él mencionadas dejarán
de ser aplicables cuando dicho correo haya entregado al destinatario la valija diplomática que se le haya
encomendado.
7. La valija diplomática podrá ser confiada al comandante de una aeronave comercial que haya de aterrizar
en un aeropuerto de entrada autorizado. El comandante deberá llevar consigo un documento oficial en el
que conste el número de bultos que constituyan la valija, pero no podrá ser considerado como correo
diplomático. La misión podrá enviar a uno de sus miembros, a tomar posesión directa y libremente de la
valija diplomática de manos del comandante de la aeronave.
Artículo 28
Los derechos y aranceles que perciba la misión por actos oficiales están exentos de todo impuesto y
gravamen.
Artículo 29
La persona del agente diplomático es inviolable. No puede ser objeto de ninguna forma de detención o
arresto. El Estado receptor le tratará con el debido respeto y adoptará todas las medidas adecuadas para
impedir cualquier atentado contra su persona, su libertad o su dignidad.
Artículo 30
1. La residencia particular del agente diplomático goza de la misma inviolabilidad y protección que los
locales de la misión.
2. Sus documentos, su correspondencia y, salvo lo previsto en el párrafo 3 del Artículo 31, sus bienes,
gozarán igualmente de inviolabilidad.
Artículo 31
1. El agente diplomático gozará de inmunidad de la jurisdicción penal del Estado receptor. Gozará también
de inmunidad de su jurisdicción civil y administrativa, excepto si se trata:
a. de una acción real sobre bienes inmuebles particulares radicados en el territorio del Estado receptor, a
menos que el agente diplomático los posea por cuenta del Estado acreditante para los fines de la misión; b.
de una acción sucesoria en la que el agente diplomático figure, a título privado y no en nombre del Estado
acreditante, como ejecutor testamentario, administrador, heredero o legatario; c. de una acción referente a
cualquier actividad profesional o comercial ejercida por el agente diplomático en el Estado receptor, fuera
de sus funciones oficiales.
3. El agente diplomático no podrá ser objeto de ninguna medida de ejecución, salvo en los casos previstos
en los incisos a, b y c del párrafo 1 de este artículo y con tal de que no sufra menoscabo la inviolabilidad
de su persona o de su residencia.
4. La inmunidad de jurisdicción de un agente diplomático en el Estado receptor no le exime de la
jurisdicción del Estado acreditante.
Artículo 32
3. Si un agente diplomático o una persona que goce de inmunidad de jurisdicción conforme al artículo 37
entabla una acción judicial, no le será permitido invocar la inmunidad de jurisdicción respecto de cualquier
reconvención directamente ligada a la demanda principal.
Artículo 33
1. Sin perjuicio de las disposiciones del párrafo 3 de este artículo, el agente diplomático estará, en cuanto a
los servicios prestados al Estado acreditante, exento de las disposiciones sobre seguridad social que estén
vigentes en el Estado receptor.
2. La exención prevista en el párrafo 1 de este artículo se aplicará también a los criados particulares que se
hallen al servicio exclusivo del agente diplomático, a condición de que:
a. no sean nacionales del Estado receptor o no tengan en él residencia permanente; y b. estén protegidos
por las disposiciones sobre seguridad social que estén vigentes en el Estado acreditante o en un tercer
Estado.
3. El agente diplomático que emplee a personas a quienes no se aplique la exención prevista en el párrafo
2 de este artículo, habrá de cumplir las obligaciones que las disposiciones sobre seguridad social del Estado
receptor impongan a los empleadores.
5. Las disposiciones de este artículo se entenderán sin perjuicio de los acuerdos bilaterales o multilaterales
sobre seguridad social ya concertados y no impedirán que se concierten en lo sucesivo acuerdos de esa
índole.
Artículo 34
El agente diplomático estará exento de todos los impuestos y gravámenes personales o reales, nacionales,
regionales o municipales, con excepción:
a. de los impuestos indirectos de la índole de los normalmente incluidos en el precio de las mercaderías o
servicios; b. de los impuestos y gravámenes sobre los bienes inmuebles privados que radiquen en el
territorio del Estado receptor, a menos que el agente diplomático los posea por cuenta del Estado acreditante
y para los fines de la misión; c. de los impuestos sobre las sucesiones que corresponda percibir al Estado
receptor, salvo lo dispuesto en el párrafo 4 del artículo 39; d. de los impuestos y gravámenes sobre los
ingresos privados que tengan su origen en el Estado receptor y de los impuestos sobre el capital que graven
las inversiones efectuadas en empresas comerciales en el Estado receptor; e. de los impuestos y gravámenes
correspondientes a servicios particulares prestados; f. salvo lo dispuesto en el artículo 23, de los derechos
de registro, aranceles judiciales, hipoteca y timbre, cuando se trate de bienes inmuebles.
Artículo 35
El Estado receptor deberá eximir a los agentes diplomáticos de toda prestación personal, de todo servicio
público cualquiera que sea su naturaleza y de cargas militares tales como las requisiciones, las
contribuciones y los alojamientos militares.
Artículo 36
1. El Estado receptor, con arreglo a las leyes y reglamentos que promulgue, permitirá la entrada, con
exención de toda clase de derechos de aduana, impuestos y gravámenes conexos, salvo los gastos de
almacenaje, acarreo y servicios análogos:
a. de los objetos destinados al uso oficial de la misión; b. de los objetos destinados al uso personal del
agente diplomático o de los miembros de su familia que formen parte de su casa, incluidos los efectos
destinados a su instalación.
2. El agente diplomático estará exento de la inspección de su equipaje personal, a menos que haya motivos
fundados para suponer que contiene objetos no comprendidos en las exenciones mencionadas en el párrafo
1 de este artículo, u objetos cuya importación o exportación esté prohibida por la legislación del Estado
receptor o sometida a sus reglamentos de cuarentena. En este caso, la inspección sólo se podrá efectuar en
presencia del agente diplomático o de su representante autorizado.
Artículo 37
1. Los miembros de la familia de un agente diplomático que formen parte de su casa gozarán de los
privilegios e inmunidades especificados en los artículos 29 a 36, siempre que no sean nacionales del Estado
receptor.
2. Los miembros del personal administrativo y técnico de la misión, con los miembros de sus familias que
formen parte de sus respectivas casas, siempre que no sean nacionales del Estado receptor ni tengan en él
residencia permanente, gozarán de los privilegios e inmunidades mencionados en los artículos 29 a 35,
salvo que la inmunidad de la jurisdicción civil y administrativa del Estado receptor especificada en el
párrafo 1 del artículo 31, no se extenderá a los actos realizados fuera del desempeño de sus funciones.
Gozarán también de los privilegios especificados en el párrafo 1 del artículo 36, respecto de los objetos
importados al efectuar su primera instalación.
3. Los miembros del personal de servicio de la misión que no sean nacionales del Estado receptor ni tengan
en él residencia permanente, gozarán de inmunidad por los actos realizados en el desempeño de sus
funciones, de exención de impuestos y gravámenes sobre los salarios que perciban por sus servicios y de la
exención que figure en el artículo 33.
4. Los criados particulares de los miembros de la misión, que no sean nacionales del Estado receptor ni
tengan en él residencia permanente, estarán exentos de impuestos y gravámenes sobre los salarios que
perciban por sus servicios. A otros respectos, sólo gozarán de privilegios e inmunidades en la medida
reconocida por dicho Estado. No obstante, el Estado receptor habrá de ejercer su jurisdicción sobre esas
personas de modo que no estorbe indebidamente el desempeño de las funciones de la misión.
Artículo 38
1. Excepto en la medida en que el Estado receptor conceda otros privilegios e inmunidades, el agente
diplomático que sea nacional de ese Estado o tenga en él residencia permanente sólo gozará de inmunidad
de jurisdicción e inviolabilidad por los actos oficiales realizados en el desempeño de sus funciones.
2. Los otros miembros de la misión y los criados particulares que sean nacionales del Estado receptor o
tengan en él su residencia permanente, gozarán de los privilegios e inmunidades únicamente en la medida
en que lo admita dicho Estado. No obstante, el Estado receptor habrá de ejercer su jurisdicción sobre esas
personas de modo que no estorbe indebidamente el desempeño de las funciones de la misión.
Artículo 39
1. Toda persona que tenga derecho a privilegios e inmunidades gozará de ellos desde que penetre en el
territorio del Estado receptor para tomar posesión de su cargo o, si se encuentra ya en ese territorio, desde
que su nombramiento haya sido comunicado al Ministerio de Relaciones Exteriores o al Ministerio que se
haya convenido.
2. Cuando terminen las funciones de una persona que goce de privilegios e inmunidades, tales privilegios
e inmunidades cesarán normalmente en el momento en que esa persona salga del país o en el que expire el
plazo razonable que le haya sido concedido para permitirle salir de él, pero subsistirán hasta entonces, aún
en caso de conflicto armado. Sin embargo, no cesará la inmunidad respecto de los actos realizados por tal
persona en el ejercicio de sus funciones como miembro de la misión.
4. En caso de fallecimiento de un miembro de la misión que no sea nacional del Estado receptor ni tenga
en él residencia permanente, o de un miembro de su familia que forme parte de su casa, dicho Estado
permitirá que se saquen del país los bienes muebles del fallecido, salvo los que hayan sido adquiridos en él
y cuya exportación se halle prohibida en el momento del fallecimiento. No serán objeto de impuestos de
sucesión los bienes muebles que se hallaren en el Estado receptor por el solo hecho de haber vivido allí el
causante de la sucesión como miembro de la misión o como persona de la familia de un miembro de la
misión.
Artículo 40
1. Si un agente diplomático atraviesa el territorio de un tercer Estado que le hubiere otorgado el visado del
pasaporte si tal visado fuere necesario, o se encuentra en él para ir a tomar posesión de sus funciones, para
reintegrarse a su cargo o para volver a su país, el tercer Estado le concederá la inviolabilidad y todas las
demás inmunidades necesarias para facilitarle el tránsito o el regreso. Esta regla será igualmente aplicable
a los miembros de su familia que gocen de privilegios e inmunidades y acompañen al agente diplomático
o viajen separadamente para reunirse con él o regresar a su país.
2. En circunstancias análogas a las previstas en el párrafo 1 de este artículo, los terceros Estados no habrán
de dificultar el paso por su territorio de los miembros del personal administrativo y técnico, del personal de
servicio de una misión o de los miembros de sus familias.
4. Las obligaciones de los terceros Estados en virtud de los párrafos 1, 2 y 3 de este artículo serán también
aplicables a las personas mencionadas respectivamente en esos párrafos, así como a las comunicaciones
oficiales y a las valijas diplomáticas, que se hallen en el territorio del tercer Estado a causa de fuerza mayor.
Artículo 41
1. Sin perjuicio de sus privilegios e inmunidades, todas las personas que gocen de esos privilegios e
inmunidades deberán respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor. También están obligados a no
inmiscuirse en los asuntos internos de ese Estado.
2. Todos los asuntos oficiales de que la misión esté encargada por el Estado acreditante han de ser tratados
con el Ministerio de Relaciones Exteriores del Estado receptor por conducto de él, o con el Ministerio que
se haya convenido.
3. Los locales de la misión no deben ser utilizados de manera incompatible con las funciones de la misión
tal como están enunciadas en la presente Convención, en otras normas del derecho internacional general o
en los acuerdos particulares que estén en vigor entre el Estado acreditante y el Estado receptor.
Artículo 42
Artículo 43
a. cuando el Estado acreditante comunique al Estado receptor que las funciones del agente diplomático han
terminado; b. cuando el Estado receptor comunique al Estado acreditante que, de conformidad con el
párrafo 2 del artículo 9, se niega a reconocer al agente diplomático como miembro de la misión.
Artículo 44
El Estado receptor deberá, aún en caso de conflicto armado, dar facilidades para que las personas que gozan
de privilegios e inmunidades y no sean nacionales del Estado receptor, así como los miembros de sus
familias, sea cual fuere su nacionalidad, puedan salir de su territorio lo más pronto posible. En especial,
deberá poner a su disposición, si fuere necesario, los medios de transporte indispensables para tales
personas y sus bienes.
Artículo 45
En caso de ruptura de las relaciones diplomáticas entre dos Estados, o si se pone término a una misión de
modo definitivo o temporal:
a. el Estado receptor estará obligado a respetar y a proteger, aún en caso de conflicto armado, los locales de
la misión así como sus bienes y archivos; b. el Estado acreditante podrá confiar la custodia de los locales
de la misión, así como de sus bienes y archivos, a un tercer Estado aceptable para el Estado receptor; c. el
Estado acreditante podrá confiar la protección de sus intereses y de los intereses de sus nacionales a un
tercer Estado aceptable para el Estado receptor.
Artículo 46
Con el consentimiento previo del Estado receptor y a petición de un tercer Estado no representado en él, el
Estado acreditante podrá asumir la protección temporal de los intereses del tercer Estado y de sus
nacionales.
Artículo 47
a. que el Estado receptor aplique con criterio restrictivo cualquier disposición de la presente Convención,
porque con tal criterio haya sido aplicada a su misión en el Estado acreditante; b. que, por costumbre o
acuerdo, los Estados se concedan recíprocamente un trato más favorable que el requerido en las
disposiciones de la presente Convención.
Artículo 48
La presente Convención estará abierta a la firma de todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas o
de algún organismo especializado, así como de todo Estado Parte en el Estatuto de la Corte Internacional
de Justicia y de cualquier otro Estado invitado por la Asamblea General de las Naciones Unidas a ser parte
en la Convención, de la manera siguiente: hasta el 31 de octubre de 1961, en el Ministerio Federal de
Relaciones Exteriores de Austria; y después, hasta el 31 de marzo de 1962, en la Sede de las Naciones
Unidas en Nueva York.
Artículo 49
La presente Convención está sujeta a ratificación. Los instrumentos de ratificación se depositarán en poder
del Secretario General de las Naciones Unidas.
Artículo 50
La presente Convención quedará abierta a la adhesión de los Estados pertenecientes a alguna de las cuatro
categorías mencionadas en el artículo 48. Los instrumentos de adhesión se depositarán en poder del
Secretario General de las Naciones Unidas.
Artículo 51
1. La presente Convención entrará en vigor el trigésimo día a partir de la fecha en que haya sido depositado
en poder del Secretario General de las Naciones Unidas el vigesimosegundo instrumento de ratificación o
de adhesión.
2. Para cada Estado que ratifique la Convención o se adhiera a ella después de haber sido depositado el
vigesimosegundo instrumento de ratificación o de adhesión, la Convención entrará en vigor el trigésimo
día a partir de la fecha en que tal Estado haya depositado su instrumento de ratificación o de adhesión.
Artículo 52
El Secretario General de las Naciones Unidas comunicará a todos los Estados pertenecientes a cualquiera
de las cuatro categorías mencionadas en el artículo 48:
a. qué países han firmado la presente Convención y cuáles han depositado los instrumentos de ratificación
o adhesión, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 48, 49 y 50. b. en que fecha entrará en vigor
la presente Convención, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 51.
Artículo 53
El original de la presente Convención, cuyos textos chino, español, francés, inglés y ruso son igualmente
auténticos, será depositado en poder del Secretario General de las Naciones Unidas, quien remitirá copia
certificada a todos los Estados pertenecientes a cualquiera de las cuatro categorías mencionadas en el
artículo 48.
Los Estados Partes en el presente Protocolo y en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas,
que en adelante en este documento se denominará "la Convención", aprobada por la Conferencia de las
Naciones Unidas celebrada en Viena del 2 de marzo al 14 de abril de 1961,
Expresando su deseo de establecer entre ellos normas sobre adquisición de nacionalidad por los miembros
de sus misiones diplomáticas y de las familias que formen parte de sus respectivas casas,
Artículo I
A los efectos del presente Protocolo la expresión "miembros de la misión" tendrá el significado que se
indica en el inciso b. del artículo 1 de la Convención; es decir "el jefe de la misión y los miembros del
personal de la misión".
Artículo II
Los miembros de la misión que no sean nacionales del Estado receptor y los miembros de sus familias que
formen parte de su casa, no adquieren la nacionalidad de dicho Estado por el solo efecto de su legislación.
Artículo III
El presente Protocolo estará abierto a la firma de todos los Estados que puedan ser partes de la Convención,
de la manera siguiente: hasta el 31 de octubre de 1961, en el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores
de Austria; y después, hasta el 31 de marzo de 1962, en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
Artículo IV
El presente Protocolo está sujeto a ratificación. Los instrumentos de ratificación se depositarán en poder
del Secretario General de las Naciones Unidas.
Artículo V
El presente Protocolo quedará abierto a la adhesión de todos los Estados que puedan ser partes en la
Convención. Los instrumentos de adhesión se depositarán en poder del Secretario General de las Naciones
Unidas.
Artículo VI
1. El presente Protocolo entrará en vigor el mismo día que la Convención o el trigésimo día a partir de la
fecha en que se haya depositado en poder del Secretario General de las Naciones Unidas el segundo
instrumento de ratificación del Protocolo o de adhesión a él, si ese día fuera posterior;
2. Para cada Estado que ratifique el presente Protocolo o se adhiera a él después de su entrada en vigor de
conformidad con lo dispuesto en el párrafo 1 de este artículo, el Protocolo entrará en vigor el trigésimo día
a partir de la fecha en que tal Estado haya depositado su instrumento de ratificación o de adhesión.
Artículo VII
El Secretario General de las Naciones Unidas comunicará a todos los Estados que puedan ser partes en la
Convención:
a. qué países han firmado el presente Protocolo y cuáles han depositado los instrumentos de ratificación o
de adhesión, de conformidad con lo dispuesto en los artículos III, IV y V;
b. en qué fecha entrará en vigor el presente Protocolo, de conformidad con lo dispuesto en el artículo VI.
Artículo VIII
El original del presente Protocolo, cuyos textos chino, español, francés, inglés y ruso son igualmente
auténticos, será depositado en poder del Secretario General de las Naciones Unidas, quien remitirá copia
certificada a todos los Estados a que se refiere el artículo III.
Los Estados Partes en el presente Protocolo y en la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas,
que en adelante en este documento se denominará "la Convención", aprobada por la Conferencia de las
Naciones Unidas celebrada en Viena del 2 de marzo al 14 de abril de 1961,
Artículo I
Artículo II
Dentro de un plazo de dos meses, después de la notificación por una a otra de las partes de que, a su juicio,
existe un litigio, éstas podrán convenir en recurrir a un tribunal de arbitraje en vez de recurrir a la Corte
Internacional de Justicia. Una vez transcurrido ese plazo, cualquiera de las partes podrá someter la
controversia a la Corte mediante una demanda.
Artículo III
1. Dentro del mismo plazo de dos meses, las partes podrán convenir en adoptar un procedimiento de
conciliación antes de recurrir a la Corte Internacional de Justicia.
2. La comisión de conciliación deberá formular sus recomendaciones dentro de los cinco meses siguientes
a su constitución. Si sus recomendaciones no fueran aceptadas por las partes en litigio dentro de un plazo
de dos meses después de haber sido formuladas, cualquiera de las partes podrá someter el litigio a la Corte
mediante una demanda.
Artículo IV
Artículo V
El presente Protocolo estará abierto a la firma de todos los Estados que puedan ser Partes en la Convención,
de la manera siguiente: hasta el 31 de octubre de 1961, en el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores
de Austria; y después, hasta el 31 de marzo de 1962, en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
Artículo VI
El presente Protocolo está sujeto a ratificación. Los instrumentos de ratificación se depositarán en poder
del Secretario General de las Naciones Unidas.
Artículo VII
El presente Protocolo quedará abierto a la adhesión de todos los Estados que puedan ser Partes en la
Convención. Los instrumentos de adhesión se depositarán en poder del Secretario General de las Naciones
Unidas.
Artículo VIII
1. El presente Protocolo entrará en vigor el mismo día que la Convención, o el trigésimo día a partir de la
fecha en que se haya depositado en poder del Secretario General de las Naciones Unidas el segundo
instrumento de ratificación o de adhesión, si ese día fuera posterior.
2. Para cada Estado que ratifique el presente Protocolo o se adhiera a él una vez que esté vigente de
conformidad con lo dispuesto en el párrafo 1 de este artículo, el Protocolo entrará en vigor el trigésimo día
a partir de la fecha en que tal Estado haya depositado su instrumento de ratificación o de adhesión.
Artículo IX
El Secretario General de las Naciones Unidas comunicará a todos los Estados que puedan ser Partes en la
Convención:
a. qué países han firmado el presente Protocolo y cuáles han depositado instrumentos de ratificación o de
adhesión, de conformidad con lo dispuesto en los artículos V, VI y VII;
b. qué declaraciones se han hecho de conformidad con lo dispuesto en el artículo IV del presente Protocolo;
c. en qué fecha entrará en vigor el presente Protocolo, de conformidad con lo dispuesto en el artículo VIII.
Artículo X
El original del presente Protocolo, cuyos textos chino, español, francés, inglés y ruso son igualmente
auténticos, será depositado en poder del Secretario General de las Naciones Unidas, quien enviará copia
certificada a todos los Estados a que se refiere el artículo V.