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El general José del Carmen Marín fue el primero en elaborar una concepción moderna de la doctrina de seguridad
nacional a principios de los años cincuenta en el Centro de Altos Estudios
Militares (CAEM). De acuerdo a sus planteamientos, el Estado tiene dos funciones centrales: lograr el bienestar
de toda la población y garantizar la seguridad nacional, si bien la seguridad debe estar al servicio del bienestar.
Esta doctrina buscó integrar el desarrollo socioeconómico con la capacidad de realizar acciones militares
efectivas.
La doctrina de seguridad nacional evolucionó progresivamente, vinculando la integridad del territorio nacional
con la seguridad interna entendida en un sentido cada vez más amplio. A partir de los años sesenta esta doctrina
se asoció con una visión de desarrollo a largo plazo, que se plasmó en la idea de “Proyecto Nacional”. La
experiencia de la lucha contra las guerrillas reforzó el énfasis en el desarrollo socioeconómico, que fue
considerado una condición necesaria para hacer frente a las causas de la subversión.
Durante el decenio de los setenta la doctrina de seguridad incorporó la idea de que las confrontaciones
internacionales se daban no sólo en la dimensión Este-Oeste, sino también en la dimensión Norte-Sur como
consecuencia de los desequilibrios estructurales entre países pobres y países ricos. Esto dio origen a una política
exterior muy activa para promover cambios en el orden internacional. Paulatinamente se fue articulando una
doctrina de seguridad nacional en la cual el desarrollo humano con justicia social estaba asociado con una serie
de transformaciones estructurales en todos los ámbitos de la vida nacional (reducción de desigualdades,
participación ciudadana, cambios en el patrón de acumulación económica), con lo que la seguridad se vinculó no
sólo al Estado, la nación o el gobierno, sino también al sector privado, a las organizaciones de la sociedad civil
y a la población en general. Desde esta perspectiva, la prosperidad, el bienestar y un nivel de vida digno hacen
que los ciudadanos tengan algo que defender.
Por lo tanto, no hay seguridad sin avance socioeconómico y el desarrollo basado en la equidad es la mejor forma
de combatir el terrorismo y otras amenazas externas e internas.
La doctrina de seguridad nacional debe continuar evolucionando, sobre todo considerando las consecuencias de
la caída del muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría. A la capacidad de defender la integridad del territorio y al
desarrollo socioeconómico es necesario añadir la gobernabilidad democrática y la consolidación de las
instituciones de la democracia. Al iniciarse el siglo 21, la seguridad nacional debe fundamentarse en tres pilares:
capacidad de defensa del territorio, prosperidad y bienestar para todos, y
plena vigencia del sistema democrático.
Fuentes: Edgardo Mercado Jarrín, “Reconceptualización de la doctrina de seguridad nacional”, documento de trabajo inédito; Francisco Sagasti, “El futuro de
las relaciones entre las
fuerzas armadas y la sociedad civil”, conferencia dictada en la reunión de la 32a. promoción del CAEM, realizada en la Secretaría de Defensa Nacional, 12 de
noviembre de 1994