Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
El divorcio:
El divorcio es casi tan antigua como la institución del matrimonio. Con el divorcio
se obtiene la disolución definitiva del vínculo matrimonial declarada en sede
judicial, este puede ser interpuesta por cualquiera de los cónyuges. Mediante el
divorcio se pone fin a los deberes conyugales y a la sociedad de gananciales, si
fuese el caso; debemos tener claro que el estado civil que se obtiene con la
sentencia de divorcio es la de divorciado, más no la de soltero, quedando ambos
habilitados para un nuevo matrimonio civil, incluso con la misma persona de la
que se divorcia.
La palabra divorcio viene del latín divortium, y está compuesta por el prefijo di- o
dis-, que se refiere a la separación o discrepancia, y por la raíz verto, que significa
“dar vuelta” o “girar”.
Antecedentes históricos:
La institución del divorcio es casi tan antigua como la del matrimonio, si bien
muchas culturas no lo admitían por cuestiones religiosas, sociales o económicas.
La mayoría de las civilizaciones que regulaban la institución del matrimonio
nunca la consideraron indisoluble, y su ruptura generalmente era solicitada por
los hombres. Aunque en algunas de ellas, el nacimiento de un hijo le otorgaba al
vínculo el carácter de indisoluble.
Generalmente, el motivo más común de divorcio era el adulterio, aunque en
muchas sociedades antiguas también era motivo de muerte, como en la antigua
Babilonia, donde el divorcio podía ser pedido por cualquiera de los cónyuges,
pero el adulterio de las mujeres era penado con la muerte.
Los celtas practicaban la endogamia (matrimonio de personas de ascendencia
común o naturales de una pequeña localidad o comarca), excepto los nobles que
solían tener más de una esposa. Era habitual la práctica de contraer matrimonio
por un período establecido de tiempo, tras el cual los contrayentes eran libres,
pero también era habitual el divorcio.
En América, los Aztecas sólo podían tener una esposa y se la denominaba
Cihuatlantli, y sólo podía tener un número determinado de concubinas, sólo la
cantidad que pudiera mantener. En este contexto, no desconocían el divorcio,
pero debía lograrse por sentencia judicial, que los habilitaba para contraer
nuevamente matrimonio.
Los hombres hebreos, en cambio, podían repudiar a sus esposas sin necesidad
de argumentar la causa de tal actitud. También existía el divorcio por mutuo
disenso, pero las razones de las mujeres eran sometidas a un análisis más
riguroso que las del hombre.
También en la antigua Grecia existía el divorcio por mutuo disenso y la
repudiación, pero el hombre debía restituir la dote a la familia de la mujer en caso
de separación.
En Roma no se tenía el divorcio sino hasta el siglo II a. C. y tuvo similares
características que en Grecia, aunque las mujeres que eran ricas por herencia
de su padre y descontentas con sus esposos, solían abandonarlos y divorciarse
de ellos sin mayores inconvenientes.
En los inicios del cristianismo, el divorcio era admitido, pero con el tiempo la
iglesia lo fue prohibiendo. A partir del siglo X, eran los tribunales eclesiásticos
quienes tramitaban los divorcios, no sin grandes disputas de distintos sectores
de la iglesia cristiana. A partir del Concilio de Trento, en 1563, se impuso la teoría
del carácter indisoluble del vínculo, aunque se admitió la separación de cuerpos.
Sin embargo, la Reforma de Lutero, admitió el divorcio aunque únicamente en
casos muy graves. Esta reforma, incluso provocó que Inglaterra abrazara la
misma debido a que su rey, Enrique VIII deseaba divorciarse de su esposa,
Catalina, y la Iglesia de Roma no se lo permitía.
En España el Fuero Juzgo lo admitía en casos de sodomía del marido, inducción
a la prostitución de la mujer y adulterio de esta. Posteriormente Las Siete
Partidas lo prohibieron.
Italia en 1970 y España en 1981 fueron algunos de los últimos países europeos
en aprobarlo definitivamente.
En 1796, Francia incorporó la ruptura del vínculo matrimonial en la ley
promulgada el 20 de noviembre, que sirvió de antecedente a muchas de las
legislaciones vigentes.
El divorcio ha causado grandes polémicas en los países mayoritariamente
católicos, pues la Iglesia Católica no considera posible el divorcio de las
personas.
Adulterio:
Etimológicamente la voz adulterio deriva del latín ad alterius thorum ire que
significa andar en lecho ajeno. A decir de los hermanos Mazeaud, éste constituye
la violación de una obligación esencial del matrimonio: la fidelidad. Sin embargo,
no cualquier acto de infidelidad podrá configurarlo. Nuestros Tribunales exigen
para su tipificación "el acceso carnal que uno de los cónyuges mantiene con
tercera persona" (Ej. Supr. Del 14 de junio de 1982)
Se trata de la realización del acto sexual con persona distinta al cónyuge, soltera
o casada, pero siempre del sexo opuesto, en razón de que la ley nacional
sanciona como causal distinta al homosexualismo. De la misma manera,
quedarán excluidos otros tratos sexuales de carácter patológico como la
necrofilia, la zoofilia o bestialismo, etc. En otros sistemas, es el caso del francés,
este tipo de comportamiento ha sido considerado dentro de la causal de injuria
grave, mas nuestra doctrina lo incorpora a otra, la conducta deshonrosa.
La intencionalidad en el adulterio:
En el agente debe existir la voluntad consciente y deliberada de violar el deber
de fidelidad, de tal manera que el acto cometido por un demente o por alguien
que sufre profundos trastornos de su conciencia, por efectos de drogas o del
alcohol, no permite que tenga lugar. La voluntad no puede estar viciada al tiempo
de la consumación del acto, por lo que la violación que pueda sufrir la cónyuge
no podrá ser considerada adulterio, tampoco si ha existido coacción por parte
del otro cónyuge.
Asimismo, Mazeaud expresa: "En la esfera moral, la falta del hombre es tan
grave como la de la mujer; por tanto, debe ser sancionada con igual severidad".
El adulterio consentido
Razones de orden ético, hacen que la ley prohíba a los cónyuges invocar un
hecho propio como causal de divorcio, similar preocupación se revela cuando al
cónyuge que consintió, provoco o perdono el adulterio de su consorte se le
impide fundar su acción en esos hechos. Así, se comprende que es el agravio
generado en el inocente por la comisión de la falta conyugal, el que torna
insoportable la vida en común, siendo ello lo que subjetivamente amerita el
divorcio o la separación; sin cuyo elemento la demanda resulta improcedente.
El art. 336 del C.C. prevé ambos pero como dos supuestos distintos, que si bien
tienen el efecto común de impedir iniciar o proseguir la acción, poseen a su vez,
al menos a nivel teórico, caracteres propios. El consentimiento supone la
aquiescencia del cónyuge en la ilicitud de la conducta del otro, en esa medida es
coetáneo al desarrollo de la falta conyugal. En tanto que el perdón se constituye
por un acto de declaración de voluntad posterior, que retroactivamente dispensa
las faltas conocidas hasta ese momento.
El perdón y la reconciliación
El perdón supone un acto unilateral, por el cual el cónyuge agraviado renuncia
al derecho de invocar culpas que ha dispensado. La reconciliación en cambio
implica una concurrencia de voluntades, la del inocente que perdona, y la del
culpable que acepta ese perdón, con el fin de reanudar la vida en común, en ese
sentido es bilateral. De ahí que la reconciliación incorpore siempre al perdón,
mientras que este no necesariamente esta seguido del primero.
En cuanto a los efectos, el perdón solo dispensa aquellos hechos que fueron
materia de él, mientras que la reconciliación borra toda falta producida y conocida
hasta ese momento, en tanto es la expresión de una voluntad común que desea
reanudar la vida conyugal, por lo que, habrán de entenderse superadas las
dificultades que existieron.
Caducidad de la acción
El actual Código, a diferencia del anterior, no establece términos de prescripción
sino de caducidad de la acción por divorcio. El art. 339 señala para el caso de
adulterio dos plazos:
El plazo vence a los seis meses de conocida la causa por el cónyuge ofendido y
en todo caso cinco años de conocida ésta, art. 339 del Código Civil Peruano.
En este caso el cónyuge ofendido tiene sólo seis meses para interponer la
demanda de divorcio por adulterio o infidelidad. Después de este plazo prescribe
la acción.
Sin embargo, aquí hay que tener en cuenta algo muy importante, si se trata de
un adulterio continuado, por ejemplo, si la cónyuge culpable comete infidelidad
en distintos períodos y con diferentes hombres. En este caso la acción caduca
cuando se termina la última relación.
Con referencia a los cinco años de conocida ésta, ponemos un ejemplo de
caducidad de la acción o plazo para interponer la demanda de divorcio por
adulterio.