Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
El libro presente reproduce, abreviándola, la obra del P. Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M., Historia de
San Pascual Bailón, de la Orden de Frailes Menores, Patrono de las Asociaciones Eucarísticas,
traducido de la segunda edición francesa por Fr. Samuel Eiján, O. F. M., en Barcelona, TIPOGRAFÍA
CATÓLICA, calle del Pino, nº 5, 1906, 265 páginas.
Esta edición de 1906 fue publicada con Licencias de la Orden, dadas por Fr. Cælestinus Fraga, Miss.
Apost. et Discretus Terræ Sanctæ Censor deputatus, y por Fr. Robertus Razzoli, Custos Terræ
Sanctæ. La Licencia del Ordinario era del Vicario General de la Diócesis de Barcelona, +Ricardo,
Obispo de Eudoxia, actuando de Secret. Sust. Lic. Manuel Fernández.
Venía la obra precedida por una Carta dirigida al autor por el Cardenal Rampolla, Secretario de
Estado de S.S. León XIII (Roma, 24 de junio de 1903); por otra Carta, también dirigida al autor, de
Mons. Tomás-Luis Heylen, Obispo de Namur y Presidente perpetuo de los Congresos Eucarísticos
(Namur, 22 de marzo de 1903); y por un Prólogo del Traductor, Fr. Samuel Eiján, O. F. M. (Jerusalén,
17 de mayo de 1906).
2 Historia de S. Pascual Bailón
disfrutar apenas de la dulzura del hogar pa- Por eso, antes de emprender el viaje de la
terno. Más tarde, emprendían largas pere- eternidad, quiso recibir de rodillas el santo
grinaciones, y recorrían con sus merinos, Viático.
a semejanza de los árabes, las llanuras de Isabel, por su parte, amaba a los pobres.
Castilla y de Extre-madura. Pasaban los Y no faltó quien más de una vez dijera a
años del crecimiento en sus estepas inmen- Martín, refiriéndose a ella:
sas de desairados horizontes, perdidos en
–Concluirá por arruinaros con sus limosnas. Pen-
medio de una naturaleza austera y silves- sad, pues, en el porvenir de vuestros hijos.
tre, y llegaban así a adquirir un carácter fir-
me como el suelo que pisaban, y áspero –No importa, replicaba el buen esposo, la medi-
da de trigo que ella dé por amor de Dios nos será
como la brisa que sopla en las montañas. por Dios devuelta más colmada aún y llena hasta
Aún en la actualidad los campesinos ara- los bordes. Y dejaba a su mujer en el ejercicio de
goneses, sobrios y enérgicos, prefieren la su obra caritativa.
caza a la agricultura, y la existencia nóma- Siguiendo esta norma, Bailón y Jubera,
da a la vida sedentaria. Insensibles a la fati- no por no ser ricos, llegaron nunca a cono-
ga y contentos con lo necesario, inclina- cer la indigencia. Dios bendijo sus traba-
dos a la violencia y fogosos por tem- jos e hizo fructificar su unión. Gracias a su
peramento, nadie como ellos para llevar a hijo, su nombre está destinado a perpetuar-
cabo la realización de grandes proyectos y se en la posteridad.
para desempeñarlos con constancia rayana Este hijo, que es su mayor gloria, vió la
en el heroísmo. luz del mundo el 16 de mayo de 1540, día
Tal es el pueblo en medio del cual tuvo la de Pentecostés. Y había de morir también
cuna nuestro Santo. Torre Hermosa, su pa- en un día de Pentecostés, el 17 de mayo de
tria, es una pequeña población reclinada al 1592.
pie de los montes Ilirianos, que dependía, a Pues bien, en España, al día de Pentecos-
la sazón, en lo temporal de Aragón, y en lo tés se le solía llamar «Pascua florida» o
espiritual de la diócesis de Sigüenza, aneja «Pascua de Pentecostés». Y todo niño na-
a Castilla. cido en Pascua debía llamarse Pascual: tal
«Diríase, observa el antiguo Cronista, que el era entonces la costumbre.
Señor quería que nuestro Bienaventurado llegase
a ser un sujeto con el que pudieran, a un propio Pascual tuvo por madrina a su propia her-
tiempo, vanagloriarse dos reinos». mana Juana, primer fruto del primer matri-
Sus padres, que eran unos modestos in- monio de Martín Bailón. Y son pocas las
quilinos del monasterio cisterciense de noticias que han llegado hasta nosotros
Puerto-Regio, se enorgullecían, no obstan- acerca de los primeros años de la vida de
te, de la nobleza de su sangre, ya que no nuestro santo. Sí sabemos que el niño cre-
figuraban en la lista de sus antepasados «ni ció al lado de sus hermanitas Ana y Lucía y
moros, ni judíos, ni herejes». de su pequeño hermano Juan, vástagos del
segundo matrimonio.
Martín Bailón, creyente de buena cepa e
íntegro hasta el rigor, habíase unido en se- Pascual prefiere, ya desde un principio,
gundas nupcias con una dulce y piadosa cria- la compañía de su madre a toda diversión
tura, llamada Isabel Jubera. El sentimiento infantil. Puesto sobre las rodillas de ésta,
cristiano que informaba su alma, le movía o bien sentado junto a ella, se complace en
a profesar una veneración sin límites hacia escuchar de sus labios las conmovedoras
el augusto Sacramento de nuestros altares. historias de Jesús, de María, de los santos
6 Historia de S. Pascual Bailón
mártires y de los espíritus angélicos. Este zar la vida religiosa. Estos deseos se pa-
mundo de la fe tiene para él un especial tentizan claramente ya a sus siete años de
atractivo y se ofrece a su imaginación de edad. Un testigo ocular refiere esta anéc-
niño con los más brillantes colores. Sus dota, entre otros sucesos relativos a su in-
entretenimientos infantiles los constituyen fancia:
piadosas imágenes, más bien que los jue- «Mis padres, que eran muy devotos de San
gos bulliciosos de su tierna edad. Francisco de Asís, me habían consagrado a él.
«Poned atención, solía decir Isabel, en lo bien Siendo yo como de ocho años de edad, ostentaba
que hace mi pequeñuelo la señal de la cruz y en la ya sobre mi cuerpo el hábito, la capilla y el cordón
devoción con que recita sus oraciones». franciscano. Era un fraile en miniatura.
Una vez llevado nuestro niño al templo, «En ocasión en que me hallaba postrado por la
toda su atención se reconcentra en seguir enfermedad en el lecho del dolor, vino a visitarme
mi pequeño primo Pascual.
con ojo atento el curso de las sagradas ce-
remonias de los ministros del Señor. ¿Cuá- «No bien éste penetró en la habitación víó so-
bre una silla la religiosa librea, corrió a cogerla y
les fueron entonces sus relaciones para con se la puso en un abrir y cerrar de ojos. Una vez
el Dios de la Eucaristía? He aquí una cosa vestido, nuestro improvisado fraile principió a con-
imposible de averiguar. templarse a sí propio con admiración y a parodiar
Lo que sí resulta indudable es que, a par- todas las acciones y actitudes de los reverendos
tir de aquella época, Pascual se siente atraí- Padres.
do irresistiblemente hacia la iglesia. ¡Cuán- «Llegó, luego, el momento de despojarse de su
tas veces, en que le dejaban solo en su casa, nueva vestimenta. Entonces asaltóle una inmensa
tristeza, prorrumpió en lágrimas y gemidos, y opu-
huía Pascual, y, volando más bien que so una resistencia desesperada... Fué preciso que
corriendo, se encaminaba al pie del sagra- Isabel interviniese en el litigio. El niño se sometió
do Tabernáculo, permaneciendo allí como a la voz de su madre, y llorando como un sinventura
abismado en oración ferviente!... Su madre, y sollozando amargamente fue dejando una a una
inquieta por la fuga del niño, le buscaba por todas las piezas de su uniforme, no sin dirigirles
todas partes, lo descubría al fin junto al al- antes una mirada llena de lágrimas y de una santa
tar, y le obligaba a regresar a casa. envidia.
–No importa, exclamó al fin Pascual, cuando
Y en vano Isabel, al igual del padre, se yo sea grande me haré Religioso. Quiero vestir el
esforzaba por retenerle dentro de casa, hábito de Francisco.
echando mano ya de las caricias, ya de las
«Estas palabras las repetía desde entonces con
amenazas, pues no había medio alguno de mucha frecuencia; así que su hermana Juana le
conseguirlo. designó, a partir de aquel día, con el calificativo de
Hubo, no obstante, un día en que Pascual frailecito, cosa que hacía sonreír al Santo,
puso término a estas escenas.... el día en Más tarde, cuando ésta lo vió convertido
que, habiendo llegado a la edad de la razón, en Religioso franciscano:
se dió cuenta de la obligación que tenía de «Pascual, mi ahijado, exclamó con muestras de
obedecer a sus padres. regocijo, se ha portado como hombre de palabra.
«Profundamente respetuoso para con ellos, se ¡Ah! ¡cuán orgullosa estoy de ello!»
dice, jamás resistió sus órdenes, ni dejó de pres- Y no le faltaba, en verdad, razón para
tarles obediencia».
enorgullecerse, ya que estaba persuadida,
No tiene nada de extraño, pues, que un quizás no sin motivo, de haber contri-buído
niño como Pascual sintiera deseos de abra- en parte a formar su vocación.
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 7
¿Qué hacer entonces, una vez perdido de ce muchos puntos de contacto con la de los
vista el modesto Santuario?... Pascual di- escritores árabes.
seña sobre su cayado una cruz, y cuelga bajo
Ayudado así de estos conocimientos y
la cruz una imagen de la Virgen María, que
más aún de las luces de la divina gracia,
es en adelante para él un objeto sagrado,
emplea Pascual una buena parte del tiempo
digno de respeto y de amor. Postrado de
en leer libros piadosos, sobre todo vidas
rodillas ante él, prosigue nuevamente sus
de santos, y en escribir para su uso los pa-
devotos ejercicios. Para señalar el tiempo
sajes que más le agradan.
fabrícase un diminuto cuadrante solar, y
logra así regular para su servicio las horas Para descansar de sus lecturas y de sus
del día. plegarias, se entretiene en hacer rosarios.
Cruza, en esta época, por su mente la idea Abundaban en los terrenos arenosos y en
de instruirse. los bordes de los estanques los juncos de
tallos deteriorados y flexibles. Las ovejas
«Si yo supiera leer, dice, podría rezar el Oficio
de la Santísima Virgen y entregarme a la lectura
no los comían, y de ellos se servía el Santo
de bellas historias». para hacer los Ave, formando pequeños nu-
dos; con otros nudos más gruesos formaba
Pero ¿de qué medio valerse a este fin? los Pater; luego los sujetaba en forma de
Cierto que estaba próximo el convento en corona, y así se proveía de rosarios desti-
donde los monjes enseñaban a leer; con todo nados a sus compañeros.
no había que pensar en semejante cosa. Su
padre había hablado; no tenía, pues, otro Siempre que encontraba a alguno de és-
remedio que ganarse la vida y guardar el tos más piadoso y bueno que los demás, le
rebaño. ofrecía uno de aquellos rosarios, y le ex-
El niño no por eso renuncia a su proyec- hortaba a rezarlo diariamente, diciéndole
to: consigue hacerse con un devocionario, con la convicción más profunda: «esto
y valiéndose ya del auxilio de un compañe- atraerá sobre ti la felicidad».
ro menos ignorante, ya de alguna otra per- Y no dejaba de haber muchos que se de-
sona de buena voluntad, procura le sean jaban persuadir de ello. Uno de éstos re-
explicadas algunas líneas, las graba en su fiere que «todos se creían seguros cuando
memoria y las rumia a solas. estaban cerca del Beato». Y añade:
Este sistema era el que observaban los «Cierto día que nos hallábamos en los al-
niños judíos del tiempo de Jesús. Se les rededores de Alconchel, sentados junto a dos árbo-
enseñaban las palabras, conocidas por el les, sobrevino de improviso una ráfaga de viento
rezo ordinario; y por la pronunciación fa- huracanado que, pasando como una tromba, arran-
miliar iban uniendo unos a otros los carac- có de cuajo ambos árboles. Éstos cayeron al sue-
lo, pero a un lado y a otro de la dirección en que
teres. La costumbre y la adivinación más o nosotros, asustados, emprendíamos la huída. Casi
menos perspicaz de cada uno completaban por milagro conseguimos en tal ocasión librarnos
la enseñanza de la lectura. de una muerte inminente».
Y después de la lectura, la escritura. No faltan tampoco en la vida pastoril da-
Nuestro escolar logro reunir algunos tro- ños y privaciones. Para evitar los primeros,
zos de papel y formarse con ellos un cua- se debe estar alerta a despecho de los fríos
derno. Hace las veces de pluma una caña y vendavales que azotan el rostro, y de los
se provee además de un tintero rudimenta- rayos de un sol de fuego que marchitan la
rio, obteniendo así una escribanía que ofre- hierba y que abrasan como una hoguera.
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 9
Otras veces había de presenciar los alter- del Huerto. Tenían ambos una apariencia de
cados que entre sí o con su patrón soste- gran bondad y le habían dicho mirándole
nían los pastores. La dureza nativa de és- fijamente y con gran ternura:
tos, reforzada por un sentimiento de honor –Pascual, la vida religiosa es muy agradable a
mal entendido, era causa de que los tales Dios.
se mostrasen implacables en la venganza, Esta aparición le había confortado mu-
al propio tiempo que su desconfiada cho, pero al mismo tiempo le había sumer-
susceptibilidad servía de germen funesto gido en un mar de confusiones. ¿Cómo dar
para multiplicar las ocasiones. Apenas pa- con dichos religiosos, de los que parecía
saba día en que no hubiera entre ellos gra- valerse el cielo para indicarle la Voluntad
ves reyertas, que por su crueldad llegaban divina?
con frecuencia a los límites del salvajis-
mo. Poco después le sobrevino una nueva vi-
sita. También esta vez se presentaba ante él
Tales espectáculos helaban de terror al un monje, vestido con tosco sayal y ceñido
tímido muchacho, quien no se sentía dis- por una cuerda, casi igual al anterior, y que
puesto por su parte a manejar el estoque o también le aseguraba que la vida religiosa
a habérselas a puñetazos con sus rivales. era muy agradable a Dios.
–Oye, hermano, decía a Juan Aparicio, com-
pañero suyo de mayor edad a quien quería por sus Indeciso Pascual resolvió, por último,
cualidades como a un hermano,; este oficio de tomar como modelos a los santos cuyas
pastor no tiene nada de bueno, pues es propenso a vidas leía, y cubrir su cuerpo con un hábito
originar continuas reyertas. Yo no quiero pasar la semejante al que había visto en las dos apa-
vida de este modo, y pienso hacerme religioso. riciones.
–Hazte, pues, en el monasterio de Huerto, res- Desde entonces se le ve siempre vestido
pondió Aparicio, que está consagrado a la Santí-
sima Virgen, posee recursos abundantes y tiene
con túnica cenicienta, ajustada a la cintura
además la ventaja de estar en tu país. por una gruesa cuerda, y oculta por la capa
que lleva de ordinario, y por un sombrero
–No, respuso Pascual, ese monasterio no me
agrada; yo quiero otra cosa... de anchas alas, uniforme típico de los pas-
tores españoles.
Y en conversaciones como ésta solía en-
tretenerse muchas veces el Santo con su Sus penitencias eran muy frecuentes, de-
amigo, descubriéndole sus proyectos y ha- seoso, decía, de expiar así los pecados que
ciéndole participante de sus vacilaciones. cometía a cada paso. Cierto día fue sorpren-
dido con las disciplinas en la mano por uno
Otras veces buscaba distracción en el de sus compañeros.
canto, acompañándolo a los acordes de su
rabel, y repitiendo sus gozos predilectos. –¿Para qué son esas nudosas cuerdas?
Pero con todo, su principal agrado consis- –Éstas, repuso el Santo, para rezar mi rosario;
tía en retirarse a solas lo más posible y ro- aquéllas para castigarme por mis pecados.
gar a Dios con gran fervor que le hiciera –¿Pecados, tú? ¿Cuáles pueden ser? Dímelo,
conocer su voluntad. te lo ruego.
Un día refirió a su amigo, por quien sa- –¡Vaya una pregunta! exclama Pascual fuera
de sí; ¿acaso no hay miradas indiscretas, imagina-
bemos nosotros todos estos detalles, que ciones peligrosas y movimientos de impaciencia?...
se le habían aparecido un religioso y una
–¿Es que tú, repuso su interlocutor, sientes tam-
religiosa, a los que él no conocía, y cuyos bién el atractivo de las pasiones?
hábitos eran distintos de los de los monjes
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 11
Pascual quedó pensativo un momento, y dijo go el Santo, golpea la tierra con el cayado y la
luego con tristeza: hallarás.
–Oh, ciertamente; sólo que en tales casos me «Nunca me he atrevido a poner en práctica este
arrojo sobre ramas espinosas, y allí permanezco consejo, pero volviendo mucho después por el mis-
hasta tanto que el sentimiento del dolor no vence mo sitio, dejé colocada allí una cruz en memoria
al del placer. del prodigio. El manantial se secó después de nues-
tra marcha, pero la cruz que allí planté hace dieci-
Temeroso Pascual de que la fiebre del séis años, está en pie todavía».
vicio llegase a arraigar en su corazón, ro-
gaba a Dios y, en medio de sus oraciones, El extraordinario testigo concluye afir-
entreveía un lugar de refugio tanto más mando que Pascual era un santo y que debe
próximo a Jesucristo, cuanto más lejano de darse crédito a las palabras en que Pascual
los peligros del mundo. afirmaba haber sido favorecido con apari-
ciones.
«Hay un hecho admirable, declara Aparicio, que
señala el término de nuestras relaciones, no inte- –Yo, por mi parte, no dudé nunca que haya vis-
rrumpidas en el curso de casi tres años. No lo he to a santos religiosos que le visitaban.
mencionado hasta el presente, porque no sabía si Así pues, Pascual, ya no piensa sino en
podría o no ser de utilidad. Constreñido en virtud
del juramento a manifestar a los jueces eclesiásti-
llegar a ser como ellos. Y al fin se aleja,
cos todo cuanto recuerdo en orden a nuestras cediendo en favor de sus dos hermanas y
relaciones, muy lejanas ya a esta fecha [se hizo de un hermano la parte que le corresponde
esta declaración en 1610, dieciocho años después en la modesta herencia paterna.
de la muerte del Siervo de Dios], voy ahora a re- –Adiós, hermano, me dijo; yo parto para servir
ferirlo tal como ha pasado». a Dios.
Y el buen viejo dió así principio a su re- Pascual tenía entonces unos dieciocho
lato: años de edad.
«Era una ocasión en que pastaban nuestros reba-
ños entre Cabra-Fuentes y Cobadilla. Rendido por
el cansancio y devorado por la sed, deseaba yo
beber agua. Había una fuente en las cercanías,
pero estaba a la sazón tan cenagosa, que su solo
aspecto causaba náuseas.
–Busquemos agua en otra parte, dije a Pascual,
y hartémonos de beber, pues yo no puedo resistir 4
más tiempo.
«Pascual me miró con compasión y me dijo:
–Aguarda aquí, hermano (siempre me llamaba
Ejemplar
de este modo), que no te faltará agua fresca.
«Y sin esperar mi respuesta, se aparta del ca-
mino, deja a un lado su cayado y su saco de cuero,
y puesto de rodillas principia a escarbar en la tie- Pascual dirige sus pasos hacia la alegre
rra con ambas manos. Luego golpea el suelo con Murcia, el país de los jardines, de las férti-
su bastón, y veo manar en el fondo de la cavidad
un hilo de agua limpísima. les huertas atravesadas por canales y cubier-
tas de una vegetación sorprendente.
«Yo miré a Pascual con asombro y temblando
de pies a cabeza. Pascual me invita a beber y yo Va a visitar a su hermana Juana, que vive
obedezco lleno de respeto y admiración. en Peñas de San Pedro. ¿No es ella su ma-
–Cuando tengas necesidad de agua, me dijo lue- drina para él, como él es para ella desde
12 Historia de S. Pascual Bailón
ros de la corporación, y se somete a su fa- Su candoroso acento tenía una fuerza persuasi-
llo. Éstos estimaron que debía esperarse, va tan eficaz, que uno se sentía emocionado al
escucharle. «Verdaderamente, pensaba yo, Pas-
para fallar, el tiempo de la mies. Llegó el cual podría llegar a ser un buen predicador».
tiempo de la mies, y en ninguna parte de
«Sólo en una cosa, añade otro de sus compañe-
aquel campo eran tan hermosas y tan llenas ros, se mostraba intratable: en lo relativo a las cos-
las espigas como en el sitio en donde ha- tumbres».
bían pastado las ovejas del santo pastor. Tal Si alguno pronunciaba en su presencia
es el testimonio de los testigos oculares. palabras menos honestas, lo miraba con vis-
A pesar de todo Pascual no estaba tran- ta tan amenazadora, con brillo tan feroz en
quilo. De aquí que, aprovechando sus ho- los ojos, con tal contracción en los labios,
ras libres, acostumbra por aquel entonces con los puños tan nerviosamente alterados
acudir al lado de los segadores para ayu- y, en suma, con actitud tan terrible, que na-
darles gratuitamente en sus faenas, y satis- die hubiera osado proseguir con un tal len-
facer así por el daño que pretendía haber guaje.
causado. Durante este tiempo, se alimen- Cierto día, un pastor de Albaterra tuvo la
taba por su cuenta, negándose a comer de desvergüenza de presentar al Santo una ra-
lo que se traía para los trabajadores. «No mera. Pascual retrocedió espantado al ver-
tengo, decía, derecho alguno para ello». la, y rugió con energía:
También era en extremo escrupuloso en or- «¡Atrás! ¡si te acercas a mí, os rompo a los dos
den al empleo de los víveres que le enviaban la crisma a pedradas!...»
sus amos, hasta el punto de no osar distri- Y sabido era que cuando Pascual decía una
buirlos a los pobres. A éstos los favorecía, cosa, no se retractaba nunca. «Cuando digo
pero siempre a cuenta de su peculio. sí, sí; y cuando digo no, no. Sábe-te desde
Como es de suponer, tanta probidad fue ahora para siempre que yo ni chanceo, ni
calificada por muchos de exagerada. Pero miento». Tal era su divisa, y no fue necesa-
Pascual obraba llanamente siempre que se rio que la dijera más veces para que todos
trataba de bienes ajenos, y no concebía si- la conociesen.
quiera que estas cosas pudieran ser tenidas
como escrúpulos. No hacía, pues, caso al- El seductor no volvió a insistir.Y en ello
guno de tales críticas. «Más vale pagar aquí obró cuerdamente, pues se tenía en grande
que en el infierno», replicaba invariable- aprecio la virtud del Santo, y hasta sus pro-
mente a sus censores. Y éstos, al fin, en- pios compañeros admiraban en el fondo del
mudecieron. alma su varonil entereza.
Pero no se crea por lo dicho que nuestro Por otra parte, nuestro joven poseía so-
Santo llegara a observar para con los de- bre los otros cierto predominio, y más de
más el rigor con que se trataba a sí mis- una vez se hizo caso de sus palabras cuan-
mo. Cuando alguna que otra vez hablaba a do, consultando su pequeño calendario, les
otros de sus deberes, lo hacía con tal bon- anunciaba la proximidad de una fiesta de
dad y dulzura, que nadie podría darse jus- precepto o de un día de vigilia obligatoria.
tamente por ofendido. Hubo ocasiones, particularmente cuando
«Me hablaba con frecuencia, dice López, su ma- hablaba de las verdades eternas, en que las
yoral, sobre los intereses de mi alma, y me excita- lágrimas llegaban a bañar su rostro que-
ba instantemente a arreglar mi conciencia». «De- mado por el sol. Se reconocía que sus pa-
bemos estar preparados, decía, porque la muerte
puede sorprendernos cuando menos lo pensemos».
labras eran el reflejo de una convicción pro-
14 Historia de S. Pascual Bailón
funda, y que él no consideraba como algo aventuras y a las conquistas de todo cuanto
vago la figura de aquel Jesús cuya atracción podía redundar en la mayor gloria de Dios.
y doctrina se esforzaba en describir a los Es entonces cuando Teresa de Ávila, ena-
otros. morada de Dios, sabe que tiene al mundo
subyugado a sus pies, y funda aquí y allá con-
Pascual estaba, sin duda, en relaciones
ventos del Carmelo. Es el tiempo que en
con algún ser misterioso al cual trataba con
Pedro de Alcántara, extremadamente peni-
intimidad y confianza. Y esto impresionaba
tente y dedicado a la contemplación, em-
a sus compañeros, tanto más cuanto que,
prende la fundación de sus conventos, fu-
austero consigo mismo y enemigo de be-
turos planteles de mártires y de santos.
bidas y diversiones, no por eso dejaba de
acomodarse en lo demás a sus costumbres. Los franciscanos discípulos de este últi-
mo fueron recibidos con admiración en la
«Siempre que llegaba algún día de fiesta, nos región por donde vagaba Pascual al frente
felicitaba alegremente y nos estimulaba a entrete-
nernos durante las horas libres en recreaciones de su rebaño. Iban ellos con los pies des-
animadas... “pero honestas; ¿no os parece?”, aña- calzos y con el cuerpo vestido de
día mirándonos con seriedad y al propio tiempo humildísimo sayal, se sustentaban con el
con benevolencia». pan que recogían mendigando de puerta en
Por otra parte, Pascual siempre que veía puerta, y pasaban largas horas pros-terna-
a uno afligido, se apresuraba a acercarse a dos ante el altar.
él. Y los consuelos con que procuraba ani- Cerca de Monforte se alzaba un modesto
marle le salían de lo íntimo de su alma. santuario dedicado a Nuestra Señora de
«Pobre hermano mío,exclamaba,; vamos, aní-
Loreto, donde la Reina del cielo se com-
mate. Ten valor y paciencia, vence sin desmayos placía en prodigar sus favores. El pueblo
esta prueba, que la Virgen Santísima no dejará de suplicó a los religiosos recién llegados que
venir en nuestra ayuda». establecieran allí su residencia, para sos-
No es, pues, nada extraño que todos le tener el culto. Quería verse ayudado por la
considerasen como a un ángel de Dios. compañía de unos hombres tenidos por san-
tos.
También Juana de Portugal, marquesa de
Elche, los deseaba en sus dominios, y pro-
yectaba fundar un convento para aquellos
varones apostólicos al lado de unos admi-
rables palmerales.
Pedro de Alcántara, que por aquel enton-
5 ces habitaba en el Pedroso, tiene noticias
de estos piadosos proyectos, y envía allá a
varios de sus discípulos, entre ellos a José
Tierra de Promisión a la vista de Cardeneto, modelo de paciencia y de aus-
teridad, cuyo último suspiro había de ser
un cántico de alegría; Bartolomé de Santa
Ana, delante del cual no tenía reparo Santa
El ambiente de la época en que vivió Teresa de Jesús en quitarse el velo y mos-
Pascual tendía a la conquista de la perfec- trar el rostro al descubierto, pues lo esti-
ción cristiana. Es un tiempo en que Igna- maba «un ángel»; Alfonso de Lirena, hom-
cio de Loyola lanza a sus soldados a las
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 15
bre tan intrépido como prudente, que en las «Hay una montaña próxima a Elche, desde la
fundaciones de conventos parecía «realizar cual se divisa toda la población. A esta montaña
lo imposible», y Antonio de Segura, famo- solía conducir el Santo su rebaño siempre que no
podía proporcionarle pasto en los alrededores de
so por su altísimo espíritu de oración. la capilla de Loreto.
Una vez llegados éstos a su destino, cons- «En dicha montaña se le veía permanecer como
truyeron con la ayuda del pueblo el con- en éxtasis durante largas horas, mirando alternati-
vento de Loreto, cuyos planos habían sido vamente a Elche y a Loreto.
personalmente trazados por fray Pedro de «Se alejaba con tristeza del templo, y siempre
Alcántara. Para entrar en las pequeñas cel- que desde el campo sentía la señal de la campana,
das era preciso bajarse, pues el pavimento anunciando el momento en que el Santo Sacrificio
de las mismas era la desnuda tierra. llegaba al acto de la consagración, se
reconcentraba en sí mismo para no pensar sino en
Esta fundación fue para Pascual un des- Dios.
cubrimiento, de tal modo que comenzó a
«El Santo se hallaba cierto día a alguna distan-
frecuentar la iglesia y a darse a conocer a cia de nosotros: la naturaleza comenzaba a ani-
los religiosos por medio de sus limosnas, marse y el sol cubría con su manto de luz la pra-
y también en el confesonario. dera, humedecida aún por el rocío.
Cada día se veía el pastor más irresis- «Pascual oraba puesto de rodillas y con las
tiblemente atraído hacia el santuario. En él manos juntas. Se oye en este momento el sonido
comulgaba con frecuencia, sintiéndose en- de la campana, y el joven exhala un grito: “¡Mi-
rad! ¡Allá, allá!”, dice, indicando con el dedo el
tonces más feliz que nunca. Cuando allí se cielo. Sus ojos ven una estrella en el firmamen-
entregaba a la oración, le parecía que su to... Luego la nube se rasga y Pascual contempla,
alma gozaba, mejor que en parte alguna, de como si estuviera delante del altar, una hostia pues-
una íntima unión con Jesucristo. García, su ta sobre un cáliz, y circuída por un coro de ánge-
patrón entonces, nos dice: les que la adoran.
«Yo le sorprendía diariamente antes del ama- «Aunque lleno el joven de temor en un princi-
necer, puesto de rodillas en la pradera, con el ros- pio, no tarda mucho en dejarse llevar de sus trans-
tro vuelto hacia la capilla de Loreto». portes de alegría: “Jesús, Jesús se encuentra allí!”
exclama hondamente conmovido.
«En esta actitud, añade otro testigo, solía per-
manecer inmóvil e insensible lo mismo al viento «Nuestros ojos buscan entonces la dirección que
que a la lluvia. Muchas veces era preciso que lo él indica, pero no descubren otra cosa que la azul
sacudiéramos con violencia para hacerlo volver a inmensidad de los cielos. Y sin embargo el Beato
las realidades de la vida. tenía razón. Para él todo era visible, porque era
puro y santo... en tanto que nuestra vista, cegada
«Dios mismo parecía velar especialmente so-
por los pecados, no alcanzaba a ver cosa alguna.
bre su rebaño, porque nunca los lobos, que nos
obligaban a nosotros a estar alerta toda la noche, «¡Ah! termina Navarro, me portaría como
le arrebataron a él oveja alguna. cristiano pérfido, si no diera fe al testimonio de
Pascual. Estoy segurísimo que veía el Santísimo
«Éstas, a su vez, pastando en los mismos para- Sacramento. Pero ¿qué tiene esto de extraño? ¡Lo
jes que las nuestras, engrosaban a maravilla y cre- amaba tanto!»
cían sensiblemente».
«Por lo que a mí toca, añade Navarro, su ma-
Oigamos ahora la propuesta que Martín
yoral, le permitía a veces asistir a Misa durante la García, su patrono, hizo cierto día al santo
semana. No podía proporcionarle cosa alguna que pastor:
fuese tan de su agrado. Pascual se multiplicaba a «Hijo mío, ya ves que Dios no me ha dado hijos;
fin de no faltar por ello a ninguna de sus ocupacio- pero yo te quiero mucho y mi esposa te ama con
nes, y una vez obtenida la licencia deseada, pare- no menor ternura... Pascual, ¡consiente en ser te-
cía quedar transfigurado en otro hombre. nido por hijo nuestro! Desde hoy vivirás a nuestro
16 Historia de S. Pascual Bailón
guiendo a San Pedro de Alcántara y a sus Pascual, reflexionando sobre las palabras
discípulos, está firmemente resuelto a imi- y los hechos del santo Fundador, llegó a
tar a San Francisco.Y como San Francisco, adquirir el pleno conocimiento de esta ver-
él ante todo quiere tener «el espíritu del dad ya en los inicios de su vida monás-tica.
Señor y su santa actividad, orar siempre con Su mayor gloria consiste principalmente en
corazón puro». A este ideal, es decir, a amar haberla comprendido y en haberla observa-
a Jesucristo, debía subordinarse todo lo de- do prácticamente.
más. Desde este momento él encontrará en la
Y puesto que Jesucristo habita entre no- Eucaristía un estímulo irresistible a la prác-
sotros en la Eucaristía, amar la Eucaristía tica de las más admirables virtudes, olvi-
viene a ser para Pascual el centro de la per- dándose completamente de sí mismo en
fección. ¿Acaso San Francisco no solía pa- obsequio de su Amado. Y, como merecida
sar largas horas de meditación ante este compensación, él hallará en la Euca-ristía
Misterio de amor y lo recibía en su pecho el premio de sus incesantes sacrificios y la
con la piedad de un ángel? suprema felicidad de su vida.
Francisco se había reservado para sí la predi- He aquí cómo nos describe con entusias-
cación en Francia, porque en Francia «se venera- mo esta última Ximénez, el que fue su no-
ban los Santos Misterios». Y en una carta dirigida vicio, amigo y superior:
al clero de todo el mundo, había recomendado se
hiciese con suma reverencia la celebración y ad- «Nunca pensaba en satisfacer el menor capri-
ministración de la Eucaristía. cho. Siempre ponía estudio en mortificarse a sí
mismo. Yo he visto brillar en él la humildad, la
Tendido sobre su lecho de muerte había confe- obediencia, la mortificación, la castidad, la piedad,
sado que veneraba a los sacerdotes, aun a los que la dulzura, la modestia y, en suma, todas las virtu-
eran malos, «porque ellos consagran el Cuerpo del des; y no puedo decir a ciencia cierta en cual de
Señor». Escribiendo una circular seráfica, estimu- ellas llevaba la ventaja a las demás.
laba sus religiosos a que profesaran un amor
tiernísimo a este augusto Sacramento. «Si me pongo a considerar su pobreza, la
encuentro perfecta; si su caridad, la veo brillar
A Santa Clara y a sus hijas les animaba a que
como el sol; su humildad parecía no tener límites,
confeccionasen manteles para los altares; y pedía
su mortificación sobrepujaba a cuanto puede hu-
limosnas a los ricos para adornar las iglesias po- manamente soportarse...»
bres. Hacía por sí mismo las hostias y preparaba
con sus manos el pan del Sacrificio. Iba, con una ¿Cómo explicar un tal género de vida?
escoba al hombro, a barrer las iglesias, supliendo Ximénez nos lo explica en seguida:
así la negligencia de los que tenían el deber de
hacerlo. A sus exhortaciones se debe la introduc- «Él pasaba todo el tiempo posible en adoración
ción del uso de los sagrarios, que sustituyeron a ante el Santísimo Sacramento. Al pie del ta-
las palomas suspendidas en las que se conserva- bernáculo se le hallaba desde después de maitines
ba antes el Santísimo. hasta la hora de las Misas: ¡estaba armándose para
la jornada! Al pie del tabernáculo se le sorprendía
En fin, su última voluntad había sido que sus al anochecer: ¡estaba descansando de sus fati-
religiosos venerasen la Eucaristía y la custodiasen gas!...»
en «sitios preciosos». ¡Tal fue el deseo supremo
de aquel enamorado de la pobreza!
San Francisco, en una palabra, había ele-
gido al Santísimo Sacramento, según frase
de uno de sus contemporáneos, «por alma
de su Orden e inspirador de la heroica po-
breza de los Menores».
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 19
jando en suspenso por un momento su con- sin que, a pesar de ello, se manifieste ja-
templación, va a despertar a sus hermanos, más en su rostro el menor signo de im-
llama de puerta en puerta, y repite una y otra paciencia.
vez: Cuando se encuentra con alguno al paso,
«¡Alabado sea el dulcísimo nombre del buen le mira con amable sonrisa y le dirige por
Jesús! lo bajo una buena palabra, que es de ordina-
«¡A Prima, hermanos míos, a Prima! ¡A cantar rio una jaculatoria, una chispa que salta de
alabanzas a Dios y a su Madre Santísima!» la hoguera de su corazón:
Llega la hora de celebrar el Santo Sacri- «¡Qué bueno es Dios!»... «¡Todo lo que de El
ficio. Pascual ayuda a cuantas Misas le per- proviene es bueno!»... «¡Amemos mucho a Je-
miten sus ocupaciones. ¡Con qué devoción sús!»... «¡Qué hermoso debe ser el cielo!»
se dedica a servir en el altar a los ministros Y sigue su camino, dejando a su interlo-
del Santuario! El ardor de su rostro revela cutor conmovido y edificado.
las ocultas llamas de amor que le devoran
por dentro. Veamos ahora cuál es su comportamien-
to para con los huéspedes. A veces eran és-
Este amor crece y llega como a transfi- tos numerosos, llegaban a horas desusadas
gurarle en el momento de la sagrada comu- y se mostraban exigentes, después de los
nión, que tiene lugar ordinariamente en la contratiempos sufridos durante el viaje. Es
primera Misa. Sus ojos entonces despiden preciso recibirlos, atenderlos, cuidarlos, y
fuego, de su pecho brotan suspiros que no más que todo hacerles compañía, escuchan-
puede reprimir, sus manos unidas se alzan do el relato de sus fatigas o la descripción
a la altura del rostro, y todo anhelante y co- atropellada y enfática de sus peripecias, a
mo sumido en éxtasis recibe a Dios en su veces poco interesantes. Pascual se avenía
corazón... a ello de modo admirable y como si todo
Después, cual hombre que no pertenece fuera para él la cosa más natural del mun-
ya a la tierra, pierde el sentimiento de cuan- do.
to le rodea y prosigue maquinalmente sus ¿Y cuando se trataba de auxiliar a los po-
funciones, sin darse apenas cuenta de nada... bres? ¡Ah, los pobres!... hubieran sido para
Este espectáculo se repite varias veces por él ocupación más que suficiente para todo
semana, es decir, siempre que el Santo se el santo día, si no tuviera que atender tam-
acerca a la sagrada comu-nión. bién otras cosas.
Bien pronto sus transportes misteriosos Se hace preciso dejarlos para preparar el
llaman la atención del pueblo, y la gente refectorio. No bien entraba en esta ofici-
comienza a juntarse cerca del altar para pre- na, se postraba ante una pequeña imagen de
senciarlos. María, oraba por breves instantes, y luego
«¡Es un santo!» dice la admirada multitud. Y disponía todo lo necesario para cada uno
sus hermanos agregaban: «a ese paso, no tardará de los religiosos. Como recuerdo de su
en hacer milagros». pasada vida pastoril, observaba la costum-
Y milagros hacía ya el Santo... milagros bre de amenizar sus quehaceres con el can-
de paciencia y de resignación. ¡Pobre por- to. Modulaba a media voz gozos populares
tero! Subiendo y bajando sin cesar es- en honor de Jesús, de María y de los San-
caleras, yendo de la calle a las celdas y de tos. Con estas canciones adquiría nuevo áni-
las celdas a la calle, de la iglesia al huerto y mo para no rendirse a las fatigas de su ofi-
del huerto a la iglesia, así pasa todo el día cio. Éste era el único entretenimiento que
se permitía Pascual.
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 21
para ofrecerlas luego a personas nece- «En tales circunstancias, mi madre, mi herma-
sitadas que conocía. Y cuando alguno le dis- no mayor y yo juramos vengar el crimen. Yo
pensaba cualquier beneficio, su reconoci- consideraba como un deber sagrado dar muerte
al asesino; así que pasaba un día y otro día tra-
miento parecía no tener límites. mando proyectos de venganza.
«Ten confianza, Tajarino, dice a un buen hom- «Cuanto mayor era el tiempo en que me veía
bre que le acompañaba para las cuestaciones y obligado a comprimir el fuego que me devoraba,
que sufría de asma; ten confianza, que Dios te tanto éste era más ardiente. ¡Ah! ¡qué terrible iba
ayudará». Y pone luego la mano sobre el pecho a ser mi venganza! Y ésta prometía ser mucho
del paciente, exclamando: «Ea, vayamos más apri-
más terrible aún desde el instante en que mi ma-
sa». Con solo esto el enfermo se siente aliviado y
dre y mi hermano, cediendo a las instancias de su
en disposición de seguir adelante.
confesor y de nuestros amigos, se decidieran a
Al regresar Tajarino a su casa, ve con dolor re-tractar su juramento... ¡Yo, yo era el único que
que uno de sus hijos está a punto de exhalar el perseveraba fiel a la memoria de mi padre!
último suspiro. Ante peligro tan inminente se da
prisa en llamar al Bienaventurado. La aflicción de «Un tal pensamiento redoblaba mis fuerzas. Así
los padres del moribundo conmueve profundamente que a la edad de diecisiete años era yo el terror de
al Santo, quien llorando, dice con voz quejosa: «¡Se- mis enemigos. Yo sabía esto y lo sabían también
ñor Jesús, él me ha ayudado, por amor vuestro, a cuantos me rodeaban, temiendo siempre llegara
hacer la cuestación. No le neguéis vos ahora vues- el momento. Pero yo no me daba prisa, porque
tra ayuda en tan doloroso momento!» estaba resuelto a llevar a cabo una venganza com-
pleta, atroz, inexorable... Los religiosos de Loreto,
No había aún terminado Pascual esta plegaria las personas influyentes de Mon-forte y otras más,
y ya la crisis estaba vencida. Los padres, dos ve- se habían tomado a pecho mi conversión. Sin
ces felices, se apresuran a estrechar contra su embargo, sus reflexiones no hacían otra cosa que
corazón al hijo enfermo, y se complacen luego en exasperarme más y más. Hasta llegué al extremo
publicar el poder maravilloso del santo Hermano. de amenazarles también a ellos.
Con todo, no era tan maravilloso este «Se representaba al vivo una tarde, era un Vier-
poder sobre los cuerpos cuanto sobre los nes Santo, la escena del Descendimiento de la
corazones de los hombres. No había lugar Cruz, según acostumbraba a hacerse. El pueblo
por donde pasase en el que no animara al en masa asistía a la ceremonia, y yo, por no ser
pueblo a acercarse con devoción y frecuen- menos que los demás, formé parte en la proce-
sión. Mis amigos, los monjes y otras personas fue-
cia a los Santos Sacramentos, a evitar las ron rodeándome disimuladamente, pero en tal
ocasiones de pecado, y sobre todo a recon- modo, que en el momento del sermón me vi como
ciliarse con los enemigos. aprisionado en medio de un círculo infranqueable.
Para estas cosas estaba el Santo adorna- No tuve, pues, más remedio que prestar oídos a la
elocuencia del predicador, quien puso término a
do, según testimonio de cuantos le cono- su discurso con una vibrante peroración en la que
cieron, de un don que puede muy bien cali- me excitaba a perdonar a mi enemigo en recuer-
ficarse de prodigioso. Sus palabras conmo- do de la Pasión de Cristo.
vían profundamente y vencían a los más «En un principio lo escuché impasible, mas al
obstinados pecadores. He aquí un ejemplo fin su retórica me puso furioso.
curioso del que nos da cuenta un rico se-
–¡Callad de una vez! grité. ¡Yo estoy en la re-
ñor de Monforte: solución de antes! ¡Es inútil cuanto digáis! ¡No
«Era yo niño por aquel entonces. Una tarde perdonaré nunca!
trajeron a nuestra casa el cadáver de mi padre «En aquel preciso instante siento que una mano
que había sido asesinado a puñaladas. Todos sa- me coge por un brazo. ¿Cómo salí de aquel sitio?
bían quiénes eran los culpables, pero la carencia No lo sé... Pascual estaba delante de mí.
de pruebas no permitía obrar libremente a la justi-
cia. –Hijo mío, exclamó con un acento que no pue-
do olvidar, al propio tiempo que me miraba con
24 Historia de S. Pascual Bailón
ojos afables y tristísimos, hijo mío; ¡se ve que no nunca de aquí, o si me fuera dado, cuando menos,
has presenciado la Pasión de Jesús! vivir lejos del mundo y de los tráfagos del siglo,
«Y continuó, después de hacer una pausa: consagrado enteramente al Amado de mi alma y
en Él pensando de continuo!...»
–¡Perdona, hijo mío, por el amor de Jesús cru-
cificado!... Había cerca de Loreto una gruta, en la que
solían pasar algunos religiosos una semana
«Estas palabras, pronunciadas con acento lasti- de retiro, sin dejar por eso de asistir al Ofi-
mero, aquellos ojos tan humildes como expresivos
clavados en mí, aquella fisonomía luminosa, transfi- cio divino en el coro y a la Misa conven-
gurada por un reflejo celeste... me cautivaron. Sub- tual. Esta gruta acababa entonces de ser
yugado, enternecido, sollozante, dije entonces con abandonada por un religioso que se dedica-
labios trémulos por la emoción: ba a la predicación, en consecuencia a una
–Sí, padre mío, yo perdono por el amor de Dios. dura prueba que había sufrido. Le parecía,
«... La multitud estaba atenta, muda, ansiosa, en efecto, que los infernales espíritus tra-
sin atreverse apenas a respirar. taban de destruir su mo-rada, dejándole a
–Hermanos ¡perdona!, exclamó Pascual.
él sepultado entre los escombros. Así que,
en tan apurado trance, ni siquiera se había
«La gente respiró satisfecha al oír estas pala- acordado de recoger sus libros. El Guar-
bras. Luego prorrumpió en un clamor frenético,
clamor en que se veían confundidas alabanzas,
dián llamó a Pascual para que fuera a bus-
bendiciones, sollozos... Yo lloraba también. Lágri- carlos.
mas de fuego brotaban de mis ojos, yendo a caer «Fuí contentísimo, decía el Santo hablando de
sobre la mano del Santo, que continuaba estre- esto con un novicio, pues así podría disfrutar a mi
chándome entre sus brazos... Mientras tanto el gusto de las delicias de la vida eremítica.
odio se derretía en mi pecho, como se derrite el «Ante todo me dediqué por algún tiempo a la
hielo al ser herido por los dardos del sol. oración; luego me entregué al descanso con pro-
«Al fin, me daba por vencido... y no he vuelto pósito de levantarme a media noche para discipli-
ya a sentirme víctima de deseos de venganza». narme y volver de nuevo a la oración. Me dormí,
acariciando en la mente tan hermosos proyectos,
Tal era la obra de Pascual en sus salidas y desperté... cuando el sol inundaba ya la gruta
del convento: hacer bien a los demás, con- con sus fulgores.
ducir a Jesucristo las almas extraviadas, y
«Todo confuso me levanté más que de prisa, y
suspirar, como el ave por su nido, por vol- volví a hacer los oficios que me tenía encomenda-
ver cuanto antes al convento, para que así dos la obediencia, toda vez que lo sucedido vino a
no llegaran hasta él los aplausos del mun- demostrarme que mis deseos eran una ilusión y
do. nada más».
Su primer cuidado al llegar de afuera, era
ir a postrarse a los pies del superior para
recibir de rodillas su bendición pater-nal y
con ella el permiso de irse a la iglesia. Una
vez allí, se entregaba por largas horas al
ejercicio de la oración; y el gozo que en
orar experimentaba, le daba a conocer cla-
ramente qué bueno y agradable es habitar
en la casa del Señor.
En estas ocasiones venía a inquietarle un
pensamiento muy natural en él:
«¡Qué dichoso sería yo si pudiera no apartarme
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 25
como las anteriores. Cualquier cosa basta- do incómoda. ¿Queréis que os envíe a otro con-
ba para mortificar a Fray Pascual con re- vento?
prensiones irrazonables. –¡Ah, Padre mío! responde el Santo como aver-
gonzado, no hay necesidad de que sepáis para ello
Y junto a las reprensiones iban las culpas mi voluntad; yo estoy para todo en manos de la
públicas, las penitencias de todo género, las obediencia. ¡Haga vuestra caridad lo que mejor le
flagelaciones crueles, las humillaciones, parezca! Para mí es igual continuar allí o ir a otra
los reproches insultantes y todas las veja- parte.
ciones posibles, que llovían sin cesar so- –Pero ¿y vuestro Guardián?, dice, interrum-
bre nuestro Santo. piéndole el Provincial.
El Guardián, dicen los testimonios, se ensaña- –No, responde con convicción el Bienaventura-
ba en él con verdadera ferocidad. do; yo sé por experiencia que nada se gana con
No faltaron tampoco religiosos que, cambiar de superiores. A un Guardián difícil de
sobrellevar sucede otro más llevadero, en tanto
alentados a ello por la conducta del supe- que si uno busca cambiar de puesto, suele ir con
rior, tuvieran a gala procurar a Pascual des- frecuencia de mal en peor.
precios y disgustos sin cuento. Nunca les
Y Pascual sigue en Valencia por espacio
faltaban pretextos, pues detrás de estas co-
de tres años, ocupado, como antes, en los
sas andaba una mal velada envidia.
oficios de la portería y del refectorio. Su
Con todo, Pascual nunca se daba por agra- género de vida continúa siendo el mismo
viado, y correspondía siempre a todos los de antes, con la única diferencia de que, a
desprecios con inequívocas muestras de partir de este suceso, acostumbra pasar más
cariño. En estos casos, alega uno de los tes- largas horas en oración ante el Santísimo
tigos, tenía presentes las virtudes que ador- Sacramento.
naban a sus perseguidores, y con ellas ha-
cía un manto en el que ocultaba todos sus
defectos.
–Por lo que a mí toca, decía Pascual, conozco
que no tengo de religioso más que el hábito. He
delinquido y me he hecho digno, por tanto, de los
últimos castigos. Venguen en mí las criaturas los
ultrajes que yo hice al Criador, que con esto me
darán una prueba más de que me aprecian.
Así como las medallas brillan tanto más
cuanto más se frotan, así logra Pascual ad- 10
quirir un nuevo lustre por medio de la per-
secución y del sufrimiento.
Historia de una vocación
El Provincial, Pedro de Sena, llega al fin
a tener noticias de todo lo que pasa, y en
consecuencia Pascual es obligado a acudir
a la presencia del superior. Éste desea sa-
ber las cosas de los propios labios del San- Era por los años de 1575. El P. Francis-
to; pero Fray Pascual no le da de ninguno la co Ximénez era por entonces Provincial y
menor queja. estaba al frente de los conventos alcan-
–En vista de lo que sucede, decide el Provin-
tarinos del reino de Valencia.
cial, juzgo que no es conveniente para vos regre- Asuntos de familia le habían llamado a
sar a ese convento. Vuestra vida es allá demasia- Jerez de la Frontera, donde había nacido.
28 Historia de S. Pascual Bailón
daluza, muy robusta y briosa, que, a pesar sarás dentro de poco. ¿No ves? Estamos ya cer-
de los esfuerzos del jinete, trotaba de con- ca de una posada.
tinuo, formando con los cascabeles que la «¡Las posadas! Los famosos albergues. Suelen
adornaban un sonido muy agradable para el estar rodeados por un huerto, en el que crecen al
muchacho. Así que Pascual, para no perder pie de los árboles los dorados melones y las rojas
de vista a su protegido, no tenía más reme- sandías. En el centro está la noria, recuerdo del
tiempo de los moros, con su vieja rueda de sacar
dio que seguir la marcha del bruto; y esto agua, puesta en movimiento por un mulo. El alber-
muchas veces por caminos sembrados de gue es un cobertizo sostenido por pilares de pie-
piedrecitas y en forma de pendiente, bajo dra: a lo largo de las paredes toda una hilera de
el peso del cansancio y de los ardores del caballos, jumentos y mulos; junto a la puerta ca-
sol... En resumen, el viaje era para nuestro rretas y fardos. En el fondo, en una sala oscura,
Santo un sacrificio continuo. llamea el fuego de la hospitalidad. A la luz de este
fuego se cocina, se come, se fuma, se canta, se
Juan, adivinando la fatiga del Religioso, discute, se grita y, a ser posible, se duerme.
se empeña en hacerle subir a la cabalgadu- «Cada uno se acomoda por la noche lo mejor
ra: que puede. Éste se encarama sobre un carro, el
–Hermano, le dice, vayamos a caballo, tú un otro tiende su capa y se acuesta encima de ella, y
poco y yo otro poco. el de más allá se arrolla en una manta y se tira en
un rincón a la buena de Dios. Sería demasiado
–No, no, mi pequeño, responde el Santo, déjate pretender mayores comodidades en una posada.
estar, que yo voy a pie mucho mejor.
«Pascual escoge un rincón para mí e improvisa
«Todas cuantas instancias le hice, escribe Xi- una camilla, lo menos dura posible, poniendo en
ménez, fueron inútiles. Lo único que conseguí de ello todos los recursos de su habilidad. Luego me
él, contra mi deseo, fue que se quitara el manto, cubre con su manto y queda de guarda a mi lado
que le habían dado en Jerez, y que se sirviera de hasta que se persuade de que estoy dormido. Al
él para hacerme un asiento... oírme roncar, se aleja.
La madre de Ximenez había proporcio- «Yo tuve curiosidad por saber qué es lo que iba
nado a su hijo dinero y provisiones para el a hacer a aquellas horas, y, restregándome los ojos,
viaje, pero Pascual no consintió en que el le vi separarse a corta distancia, arrodillarse como
niño le pagara cosa alguna. Mendigaba su en el coro de Jerez y orar... ¡Dios mío, por cuanto
pan y se resistía a gustar las provisiones de tiempo! ... Y lo que hacía entonces, lo hacía siem-
su acompañante. Hubo, sin embargo, una pre, lo mismo en las posadas que en las granjas:
orar por espacio de muchas horas y dormir lo
excepción: Juan arrojó al camino, como in- menos posible.
servible, parte de su vianda, aquella que,
«A veces el exceso del calor nos obligaba a ca-
gastada por el calor, se hallaba en mal esta- minar de noche. Entonces Pascual no se separa-
do. El Bienaventurado se apresuró a reco- ba de mí un momento, me hablaba de muchas co-
gerla, y con ella se alimentó durante algu- sas buenas y desvanecía mis aprensiones.
nos días. «Cuando tropieza en el camino con algún viaje-
«Caminábamos de ordinario a un mismo paso, ro, esfuérzase por colmarlo de favores. Cierto día
pero algún tanto separados. Pascual ocupaba el hallamos a un hidalgo quien nos refiere toda una
tiempo en rezar o en cantar gozos al Santísimo historia de bandidos, que me es muy interesante y
Sacramento. Sus cantos y su voz me causaban que aquél relata con gran prolijidad de de-talles.
agrado, y yo le hacía repetir los que me parecían El Santo tomó pie en el percance para reco-
más hermosos, sin que nunca el Santo se negara a mendarle la devoción a la Santísima Virgen y la
mis súplicas. De vez en cuando se aproximaba a necesidad de vivir santamente. Y habló con tal
mí, e inspeccionaba los aparejos: convicción, que yo me sentí cambiado en otro hom-
bre, y formé propósitos de hacer una confesión
–¿Vas bien así, mi querido Juan? ¿Sientes can-
general de toda mi vida,
sancio? me decía. Vamos, ten ánimo, que descan-
30 Historia de S. Pascual Bailón
«Otro día tocó la suerte a un pobre joven quien, tres de la tarde el signo de la Cruz en la más alta
con los vestidos hechos girones, el rostro cubierto de las torres de la Alhambra. Con esto dábase por
de lágrimas y el cuerpo lleno de mordeduras de conquistado el último refugio de los moros, y por
perros, se acercó a pedirnos limosna. Su porte asegurado en España el principio de la unidad ca-
daba a conocer bien a las claras que no había na- tólica. Aun hoy día suele acudirse a la susodicha
cido en la miseria, y después he llegado a saber capilla para rezar ciertas plegarias indulgen-ciadas
que pertenecía a una de las principales familias. y para decir por la mañana, cual lo hace todo cris-
«Dicho joven había abandonado, en un momen- tiano, la oración de la cruzada.
to de obcecación, el hogar paterno, a fin de poder «Nosotros pudimos hacer nuestras devociones
así entregarse más libremente a los placeres. Luego ante el sepulcro de los mártires franciscanos Juan
nos refirió sus amarguras, su miseria, su cruel in- de Cetina y Pedro de Dueñas, martirizados tiem-
fortunio... ¡toda una historia tan larga y tan tris- po hace por Mahomed-a-Bembalua, y visitar la
te!... Pascual lo consoló y le habló con inefable antigua fortaleza de los sarracenos, transformada
bondad, animándolo a que volviera al lado de su en convento de los Frailes Menores. Pascual, en
padre, a que le pidiera perdón por su pasada con- esta ocasión, me dijo que procurara hacerme con
ducta, y a que se portara en adelante como buen un libro escrito por fray Luis de Granada, que se
hijo y buen cristiano. A medida que hablaba el llama: La Guía de Pecadores.
Santo, el pobre joven sentía renacer en su ánimo –Léelo, mi pequeño, agregó, pues es muy her-
la esperanza. moso y te será de provecho.
«Un compañero de viaje, que era Hermano «No bien salimos del convento, nos hallamos
coadjutor de la Compañía de Jesús, unióse enton- con un alguacil, que interceptándonos el paso y
ces a nosotros y principió, a su vez, a hablar al hijo tomando al Santo por un vagabundo, lo colma de
pródigo. Éste, al fin, se dejó convencer y prometió insultos y hace ademán de arrestarlo.
regresar a la casa paterna. ¡Había sufrido ya tan-
–Pero, si es un religioso... ¡un religioso tan bue-
to! ...
no!, grité yo entonces. Examina, al menos, sus pa-
«Más tarde tuve noticia de que el joven había peles.
seguido las exhortaciones de ambos, y que su situa- «El desconfiado oficial lee detenidamente la obe-
ción era ya muy diversa. Él mismo vino en perso- diencia de los superiores de la Orden, que era el
na a Valencia, para dar las gracias a sus caritati- pasaporte del Santo, se la devuelve sin decir pala-
vos consejeros. Pascual no habitaba ya allí: así bra y se aleja al momento. A todo esto Pascual
que el joven sólo pudo hablar con el Hermano continuaba sonriendo con dulzura, sin que dejara
jesuíta, el cual se apresuró a comunicar al Santo salir de sus labios una sola queja o injuria. Esta
las buenas noticias de la conversión de su protegi- actitud me impresionó vivamente.
do.
«Así atravesamos toda Andalucía, en la que van «En otra ocasión, luego que salimos de Huéscar,
alternando con las rientes colinas, ligeramente se halló el Santo tan violentamente indispuesto, que
ondulantes y cubiertas de olivares, las polvorien- se creyó a punto de irse al otro mundo. Pero im-
tas llanuras y las sedientas torrenteras. placable siempre consigo mismo, prosiguió a pe-
sar de ello caminando y haciendo esfuerzos por
«Granada aparece a nuestros ojos. En el hori- disimular sus dolores...¡De qué diverso modo obra-
zonte se columbran los picos dorados de Sierra ba yo cuando era yo el que sufría!
Nevada. Sobre un fondo que se asemeja a un mar
de verdura, surge una masa compacta de torres y «Nos hallábamos una vez distantes de Calas-
cúpulas deslumbrantes a la luz del sol, en medio parra como unas cuatro leguas. Hacía un calor
de blancos muros, perforados por ventanas oji- tórrido; las hojas se desprendían marchitas de las
vales. Se dice por allá: “cuando Dios quiere bien a ramas; los pájaros volaban a flor de tierra y se
alguno, lo lleva a vivir a Granada”. agazapaban, con la cabeza bajo el ala, en los hue-
cos de los árboles y de las rocas, y el terrible sola-
«A la entrada de la larga avenida de los álamos, zo nos hería de lado. Alrededor de nosotros
se ve una capilla edificada por Fernando el Cató- dilatábase la llanura desierta y gris barrida con furia
lico, que trae a la memoria el 2 de enero de 1492. por el huracán. Yo creía que me asfixiaba: mi gar-
En dicho día, el Cardenal Pedro de Mendoza, co- ganta parecía de fuego. Entonces exclamé:
locado al frente de los asaltantes, clavaba a las
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 31
Pascual acaba de entrever allá, a lo lejos, Cruza las pequeñas poblaciones y atrae
la corona del martirio. Y como ante- sobre sí las miradas curiosas de los habi-
riormente había salido para Jerez, sale de tantes. Los muchachos le hacen escolta, y
nuevo ahora sin otro equipaje, al decir de no faltan quienes le toman por un pobre de-
los antiguos relatos, que «su abnegación y mente al ver su porte afable y resignado, su
su pobreza». vestido humilde y sus pies desnudos. En
Larga es la ruta que que ha de andar otras partes es recibido a gritos y saludado
Pascual hasta llegar a los Pirineos; pero no con salvas de pedradas. En algunas se voci-
importa, pues aún camina por país amigo. fera contra el papista, que logra evadirse,
La rica y fértil Cataluña no niega al pobre no sin dificultad, a las iras del populacho.
de Dios un pedazo de pan con que alimen- Pascual, al llegar a Orleans, se ve rodea-
tarse cada día. Pero a medida que sale de do por una turba de hugonotes:
España, el aspecto del país va siendo diver- –¿Crees tú, le gritan, que Cristo se halla real-
so. Se suceden las grandes montañas, y se mente en la Hostia de los sacerdotes papistas?
abren a sus pies las negras gargantas y el –Sí, lo creo con toda mi alma.
sordo murmullo de los torrentes. El Santo –¡Insensato! le gritan.
debió pasar por el puerto del Oo que faldea Y arrojan sobre él toda la granizada de
el Monte Maldito, y luego se dirige por el objeciones sofísticas que estaban entonces
sur de Bagnères de Luchon para llegar a de moda contra de la presencia real de Je-
Tolosa. Extenuado por el cansancio, llama sús en el Sacramento. El Santo, iluminado
a la puerta del gran convento franciscano por el Altísimo y valiéndose del poco fran-
de Tolosa y solicita se le conceda hospita- cés que había aprendido durante el viaje, res-
lidad. Allí se le recibe como a un hermano. ponde a sus sarcasmos con una vigorosa
El Santo declara el objeto de su viaje, y los profesión de fe.
religiosos se quedan asustados.
¿No había dicho el Salvador a sus discí-
–¿Pero es que no conoce vuestro superior los
peligros del viaje?... Aquí mismo, dentro de la ciu-
pulos: «cuando os halléis en presencia de
dad, los calvinistas han saqueado muchas casas. vuestros verdugos, el Espíritu Santo habla-
Millares de hombres han sucumbido combatiendo rá por vuestra boca y Yo os daré una sabidu-
con los herejes. Partidas armadas recorren el país, ría a la cual nadie podrá contradecir?»... Los
llevándolo todo a sangre y fuego. Predicadores y reformados se vieron confundidos con el
sínodos legalizan estas violencias, y la autoridad discurso del pobre fraile. Pero no por eso
real concede amnistía a los culpables. Todo el te- desisten de sus propósitos y se arrojan con-
rritorio, desde aquí hasta París, arde en el fuego
de la hostilidad y de la persecución. tra Pascual.
–¡Ah, canalla de español, que quieres darnos
Los franciscanos de Tolosa deliberan lar- lecciones, ahora vas a morir a pedradas como un
go tiempo sobre si les será lícito consentir perro!
que el Santo prosiga su viaje. Los parece-
En medio de brutales blasfemias, lanzan
res son contrarios y nada se resuelve. Al sobre él una lluvia de piedras. El Santo, aco-
fin, se halla una solución: Pascual irá a Pa- metido por todas partes, se desploma en
rís, puesto que así lo quiere a toda costa,
tierra bañado en su propia sangre. Su caída
pero a condición de que vaya disfrazado. es celebrada con carcajadas de odio y gri-
Pascual rechaza una tal propuesta, y prosi- tos estruendosos de victoria:
gue su viaje en la misma forma en que lo ha
principiado. Piensa conseguir la palma del –¡He ahí uno que enmudece para siempre!
martirio, y cree que así llegará a ver reali- Y, dándole por muerto, los asesinos se
zado más fácilmente su ideal.
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 33
alejan. Poco después vuelve en sí el Santo. no acaba nunca de concluir la comida, de-
El dolor atenaza y tortura todos los miem- seoso de prolongar la agonía del pobre frai-
bros de su cuerpo. Sus espaldas, sobre todo, le, que sigue mudo e inmóvil en presencia
están destrozadas, y la herida que se ve en del malvado.
ellas no dejará ya de propor-cionarle dolo- Mientras tanto, la señora de la casa, de
res durante el resto de su vida. «Es una fi- corazón compasivo, no puede ver por más
neza que recibí en Orleans», solía decir des- tiempo este juego bárbaro. Y aprovechán-
pués alegremente. dose del estado de embriaguez de su mari-
En estado tan lastimoso, el pobre fraile do, se ingenia para poner a Pascual fuera
se arrastra como puede hasta una próxima del alcance de sus iras. Los criados, obe-
vivienda. Llama a la puerta y ve compare- deciendo sus órdenes, lo conducen afuera.
cer ante sí a una buena mujer. Se ve privado así, una vez más, de la corona
–¡Ah, mi Reverendo, cómo os han puesto! gi- del martirio.
mió ésta, apresurándose a atenderle con esmero En otra ocasión fue rodeado por el re-
y a mitigar sus dolores. vuelto populacho. Trataba éste de jugarle
–¡Ah, qué buenos católicos hay en aquel país! una mala partida, cuando aparece de impro-
¡Qué corazones tan generosos! exclamaba el Santo viso un hombre y lo libra de manos de sus
al describir de regreso a la patria su viaje por Fran-
cia.
agresores. Su libertador lo encierra en una
cuadra de cerdos, coreado por los aplausos
Por lo demás era Pascual extremadamen- de la multitud. Abandonado así en prisión
te reservado, y ni aun hoy conoceríamos los tan infecta, Pascual espera la muerte de un
pocos datos que sabemos de este viaje, si momento a otro... Llega con esto el alba y
el Santo no se hubiera visto obligado a ma- al propio tiempo su extraño libertador,
nifestarlos, cediendo a las reiteradas ins- quien le entrega un pedazo de pan y le dice
tancias de Juan de Moya. con tono áspero:
Otro día, obligado el Siervo de Dios por –Huíd cuanto antes y no volváis a aparecer por
el hambre, se decide a llamar a las puertas estas tierras.
de un vecino palacio, coronado por En otra ocasión, una mujer de calidad se
torrecillas y enclavado en el centro de un esfuerza por convertirle. Para ello echa
espléndido parque. Los domésticos le per- mano ante todo de los favores; luego des-
miten la entrada y avisan a su señor. Dicho ciende a las lisonjas, y dice al Santo:
señor, que era calvinista y enemigo jurado
de los católicos, se hallaba entonces co- –Creedme, no hay mejor cosa que el que os
hagáis reformado como yo me he hecho.
miendo con los suyos. Cuando vió a Pascual,
pálido y maltrecho, y puso los ojos en su Al oír esto el Siervo de Dios estalla en
miserable sayal, le gritó: indignación:
–¡Vive Dios, bien se ve que eres un espía espa- –¡Reformado yo! Pero ¿no veis que soy reli-
ñol; así que pagarás cara tu audacia! ¡Verás qué gioso de San Francisco de Asís?...»
limosna vamos a darte! ¡Ten un poco de pacien- Y dichas estas palabras se da a la fuga.
cia! ... Ante todo debo atender a mi salud. Pero
luego, añadió con brutal regocijo, atenderé a la tuya. Añadamos a estos relatos un último epi-
Después de comer serás ahorcado. sodio que agrega Ximénez, como referido
Pascual se reconcentra en sí mismo, por el mismo Santo.
pone su suerte en manos de Dios y se dis- Caminaba Pascual con su acostumbrada
pone a morir... El calvinista, por su parte, recogimiento en la oración, cuando cierto
34 Historia de S. Pascual Bailón
caballero se detiene delante de él, con la sus acciones, a fin de no quebrantarla, ne-
lanza colocada en actitud de acometerle. gándose al alivio de toda dispensa.
–¡Monje! le dice, ¿Dios está en el cielo?» Pascual se veía obligado a cada instante a
El fraile responde sin vacilaciones: salir de la meditación para acudir a la por-
–Sí, está en el cielo». tería, reclamado por su oficio. En atención
El caballero, al oír esta respuesta, vuelve gru-
a esto, el Guardián llama a nuestro Santo, y
pas y parte al galope. le dice:
Pascual, desconcertado, queda envuelto en con- –Hermano, os dispenso de hacer la meditación
fusiones... Luego se siente iluminado por una idea: en el coro. De hoy en adelante oraréis en la porte-
ría; esto basta.
–¡Ay! lamenta, ¡ahora comprendo! Yo debiera
de haber añadido: “y en el Santísimo Sacramento Pascual se postra a los pies del superior,
del altar”. ¡Entonces me hubiera atravesado con y le dice:
su lanza y yo sería mártir, por haber muerto en
defensa del Sacramento del amor! ... ¡Infeliz de –¡Tenga vuestra caridad compasión de mí!
mí, que no me he hecho digno de una tal gracia! Mientras permanezco en la portería no estoy en
comunidad. Os ruego que no me privéis de orar
Y se pone a llorar abundantes lágrimas... con los demás frailes.
Pascual, a su salida para París, tenía los El Guardián no insiste, y nuestro Santo,
cabellos negros, y cuando regresa al con- siempre que llaman a la puerta, sale del coro
vento los tiene ya blancos. ¡Ha envejecido sobre las puntas de los pies y entra luego
en pocos meses! del mismo modo, a fin de no turbar el re-
cogimiento de los otros. No bien se arro-
dilla suena otra vez la campanilla. Pascual
vuelve a bajar de nuevo, interrumpiendo así
sus diálogos con el Señor.
La enfermedad arruinaba su organismo,
12 la fiebre lo consumía, grandes dolores ator-
mentaban su cuerpo. A pesar de todo, el
Santo iba a los actos de comunidad, vaci-
Prolongado martirio lante, apoyándose en las paredes, dete-
niéndose a cada paso para tomar aliento o
incluso a gatas, cuando de otro modo no le
era posible. Y si algunos, compadeciéndo-
Cuando uno se busca a sí mismo, por eso solo se de él, intentaban prestarle ayuda, les de-
se aparta de la senda del amor divino (Imita- cía:
ción de Cristo)
–¡Ah, no, hermanos míos! Permitidme por gra-
cia que sufra algo por mi Dios.
Ya que los hombres no han proporciona- Pero era realmente tan lastimoso el es-
do a Pascual el martirio, él mismo se inge- pectáculo que ofrecía el Siervo del Señor
niará en dárselo a sí mismo. Convirtiendo al arrastrarse hacia el coro... Se le condu-
su corazón en juez, se dedicará a mortifi- ce, por fin, a la enfermería; y enfermo y
car su cuerpo, ya subyugado, con crueldad todo como está, observa en lo que le es dado
implacable. el horario de la vida común, y aun desde su
La observancia de la vida común podrá lecho asiste en espíritu a todos los ejerci-
hacerle sufrir, pero él sujetará a ella todas cios de comunidad.
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 35
algún rincón de la cocina una ligera cola- sobrado hoy de la comida. ¡Ah! tal vez no ha bas-
ción. Luego, pretextando alguna ocupación tado a los religiosos lo que les hemos guisado, por-
urgente, los dejaba solos sin en-tretenerse que la limosna de ayer fue muy escasa... Ponga-
mos pronto la marmita al fuego».
a cerrar la puerta del refectorio... Porque
¿qué ganaba con hacerles salir los colores Y a medida que hierve el agua, va el Santo arro-
jando dentro de la marmita migas de pan, un puñado
al rostro, publicando así su debilidad cor- de sal, un tantico de aceite... «¿Para qué sirve tan
pórea, como si ésta no les hiciera ya sufrir poca cosa?», le dice confuso el cocinero.
bastante por sí misma?
«¿No hemos hecho cuanto estaba de nuestra
«Predicaba yo la Cuaresma, nos dice Ximénez, parte?, replica Pascual. Ahora toca a Dios hacer
en tiempo en que Pascual era refitolero. Cierto el resto». Y la sopa, al decir de un testigo, resultó
día en que me vió pasar cerca del refectorio llegóse aquel día sumamente apetitosa.
a mí y me detuvo cariñosamente. “¡Cuánto os fa-
tigáis!” exclamó; “es preciso atenderos; se-guidme, Tal era Pascual cuando estaban de por
que tengo reservado algo para vos”; y me ofrece medio los pobres, aun siendo tan riguroso
un panecillo blanco, diciéndome insistentemente y para consigo mismo. A ellos iba a dar siem-
casi con voz suplicante: “Tomadlo, que bien mere- pre cuanto caía en sus manos. Un día el San-
cido lo tenéis por vuestros trabajos”». to se dirigió al limosnero, y le dijo:
Si veía a cualquier religioso atareado con «Tened la bondad de ir al pueblo a mendigar
alguna penosa ocupación, le decía sonrien- pan con destino a los religiosos, pues no hay bas-
do: «permitidme que os ayude»; y quitán- tante para el mediodía».
dole la azada de las manos se ponía a traba- Causaron extrañeza al interlocutor estas
jar con ahínco en tanto sus deberes no le palabras, ya que el día anterior había traído
llamaban a otra parte. provisión abundante. Así que respondió:
Estando en medio de los pobres parecía «Tal vez sea cierto que habéis distribuído cuan-
hallarse como en su elemento. «Ellos, ase- to teníais. Con todo, bueno será que vayamos a
guraba, me recuerdan la vida de otro tiem- mirar antes».
po». Diríase que no podía vivir sin su com- Y llevando tras de sí al Santo, registra por
pañía. En cierta ocasión, hablaba el Santo todas partes y da al fin con un canasto lleno
con un amigo suyo, al cual exponía la pena de panes y puesto aparte para los pobres.
que sentía a causa de haber sido cambiado Lleno entonces de indignación carga con
de convento: el cesto, lleva a remolque al Siervo de Dios,
«Hacéos cargo que, estando aquí nosotros muy y se dirige a la presencia del Superior.
separados del camino ordinario, apenas si nos es «Ved, le dijo fuera de sí, ved lo que está hacien-
dado recibir visitas de pobres. ¡Vienen aquí tan do Pascual. Cuanto nosotros mendigamos con tan-
pocas veces!» to trabajo, lo distribuye luego él sin miramiento al-
Pero no tardó felizmente el Santo en ha- guno. ¿Está esto bien hecho? ¿Es justo que él des-
llarse otra vez en medio de estos sus ami- empeñe, a cuenta de nuestros sudores, el papel de
caritativo? ¿Y qué opinión formarán los bienhecho-
gos. Entonces, desde muy de mañana no res si tienen noticia de tan locas prodigalidades?»
parecía preocuparse más que por ellos. Era
preciso alimentarlos a todos, y su número, El Guardián escucha con calma y casi
por lo demás, iba aumentando de día en día. sonriente. Pascual, por su parte, guarda la
Les pasaba aviso cuando los encontraba en actitud de un culpable cogido en flagrante
los caminos, así que nunca le faltaban clien- delito: sus labios permanecen mudos. Lue-
tes. go que el acusador termina su discurso, el
Guardián le aconseja que modere su impa-
«¡Vamos, Fr. Juan, apresurémonos a preparar
la sopa, y que Dios nos ayude! Ya lo veis, nada ha ciencia. Y añade con acento irónico:
38 Historia de S. Pascual Bailón
«Y bien, ¿qué queréis que haga? Fray Pascual vuestros pobres que no trabajan y que se aprove-
es un santo, y con tales sujetos no siempre puede chan de vuestros favores para poder entregarse a
uno obrar a medida de sus deseos». la ociosidad. Y no faltan tampoco varios que me-
jor harían en irse al hospital que en arrastrarse de
Aterrado con una tal respuesta, el Siervo continuo por las calles. Estos abusos son culpa
de Dios echa mano del cesto y huye apre- vuestra, así que os aconsejo que antes de dar mi-
suradamente. réis a quien dais.
«Yo le seguí confuso, agitado, lleno de ansie- –Padre mío, respondió el Santo, las limosnas que
dad, dice el testigo, y vi que Pascual ponía a cada hago las hago por Dios. ¡Si yo rehusara dar a al-
religioso su porción, después de lo cual aun tuvo guno lo que pide, me expondría a tratar de este
pan en abundancia para sus pobres». modo a Jesucristo!...»
Otro fraile quiso reprenderlo por las bue- ¿Cómo replicar a tales razonamientos?
nas. A pesar de todo, Pascual tenía también
«Os pido por gracia, Fr. Pascual, le dijo, que sus predilectos. A este número pertenecían
moderéis vuestras generosidades, pues con no poco los estudiantes pobres que cursaban en los
trabajo podemos hallar lo bastante para nosotros colegios y en las universidades.
mismos. [Era en tiempo de carestía].
«Debemos interesarnos tanto más por sus es-
–Confía en Dios, respondió el Santo, que yo te tudios, alegaba el Santo, cuanto que la mayor par-
aseguro que cada pedazo de pan que sale de aquí, te de ellos cursan la carrera eclesiástica. Desean
nos franqueará a la vez dos puertas por las cuales ser sacerdotes de Jesucristo y es preciso ayudar-
entrarán las limosnas en esta casa». los».
Y de hecho, nunca permitió el Señor que Después de los estudiantes, prefería a los
se sufriera hambre en los conventos en que pobres vergonzantes, a quienes trataba con
habitaba Pascual. todo género de atenciones.
Por otra parte, nuestro Santo era un –Para ellos, decía, es la pobreza mucho más
provisor tan solícito, como sumamente dolorosa que para ningún otro.
delicado. El atendía a todo, lo mismo al De aquí el que Pascual se desvelara en
alma que al cuerpo, y aun puede decirse que ayudar a un anciano que había decaído de
no se descuidaba de satisfacer hasta las mis- su brillante posición. Para él reservaba par-
mas susceptibilidades del amor propio. te de la comida que le pasaban en el refec-
Su primer cuidado lo ponía en hacer orar torio, le hablaba con respeto y le obe-de-
a los pobres. Rezaba él mismo de rodillas cía como pudiera hacerlo un criado. El an-
y en voz alta en medio de ellos algunas ora- ciano noble, en medio de su infortunio, se
ciones, a las que los pobres solían respon- hacía, siquiera fuese por un instante, la ilu-
der en coro. Luego les servía la comida, lle- sión de ser todavía un gran señor. Y Pascual
nando sus escudillas, llamando por su pro- sentía complacencia en ver que su protegi-
pio nombre a cada uno de los que iban de do llegaba por este medio a experimentar
ordinario, y dirigiéndoles siempre alguna algún consuelo...
palabra cariñosa relativa a los modestos ne- A los vergonzantes sucedían los lisiados,
gocios en que se ocupaban. Nunca se mo- los cojos y los deformes de toda clase. ¿Por
lestaba con sus groserías ni con sus capri- ventura no eran éstos los miembros pacien-
chos, y ni aun sus propios vicios le servían tes de Jesucristo? ¿Y no eran tanto más dig-
de óbice para que aminorase su caridad para nos de compasión cuanto que unían a estos
con ellos. males el de la indigencia?
«Hermano, le dijo una vez el Superior, veo que
se abusa de vuestra bondad. Algunos hay entre Y así por este estilo solía nuestro Santo
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 39
hallar siempre una razón que justificara sus Había, sin embargo, ocasiones en que no
preferencias y sus atenciones, que a veces le era dado satisfacer las demandas que se
eran calificadas por los otros como «faltas le dirigían. ¿Cómo salir entonces del paso?
imperdonables». Dios Nuestro Señor se Pues... yendo al jardín y reuniendo algunas
complacía, a su vez, en mostrar con hechos flores, con las que formaba un ramillete que
prodigiosos qué agradable le era esta inago- entregaba luego con amabilidad al solici-
table caridad de su fiel siervo. tante. Lo mismo hacía Santa Catalina de
Cultivaba Pascual un plantío de hierbas Sena, a la que el Santo profesaba gran de-
medicinales con destino a los enfermos. Y voción: enviaba flores a algunas personas
también tenía otro de legumbres, que re- en señal de afecto.
servaba para la ayuda de sus pobres. Un día, Verdaderamente, cuando reina en un alma
había distribuído muchas hojas de bledo. Al el amor de Dios, purifica y ennoblece el
anochecer, volviendo el síndico al conven- amor del hombre, hasta hacerle dar prue-
to, tropezó con una caterva de muchachos bas del mismo por medio de signos tan ex-
que solicitaban se les diese también a ellos presivos.
de aquellas hojas. El buen Santo, todo in- Con todo, este amor hacia los pobres no
quieto, no sabía qué resolución adoptar. estaba exento de molestias. Habiéndose
«Veremos», concluyó por último. sabido en el pueblo que había dentro del
Marcha luego al jardín, en compañía del convento un pozo de agua muy fresca, no
síndico, y logra recoger algunas hojas que faltaron muchas personas que comenzaron
por casualidad había allí todavía. Hace con a solicitar se les diera de aquella agua. A
ellas un ramillete y corre a entregarlo a los partir de este momento se inició una pro-
pequeños solicitantes. El huerto quedaba cesión continua de mujeres y niños que
con esto completamente despojado. acudían con cántaros y jarros a las puertas
«A la mañana siguiente, agrega el síndico, me del convento. Y entonces comenzó también
hallé a la puerta del convento, en el momento de para Pascual el trabajo de recibirlos y de
entrar en él, con otro nuevo grupo. “Es inútil, dije, hacer el oficio de aguador, oficio al que se
que pidáis más hojas, porque se han concluído. dedicaba con su acostumbrada be-
Ayer recogió las últimas estando yo presente” nevolencia. Y esto exigía un continuo ir y
«Entretanto llega Pascual a abrir la puerta, pres- venir, y depósitos de agua preparados de an-
ta oídos a la súplica y se encamina al huerto. Yo temano, al objeto de satisfacer todas las de-
sigo tras él. ¡Cosa extraña! El huerto había cam- mandas.
biado de aspecto. Los tallos de los bledos estaban
de nuevo florecientes, deleitando la vista con su –A Jesús es a quien hago esta caridad, pensaba
frondosa vegetación. “¡Ved qué bueno es nuestro Pascual, y Jesús ha prometido recompensarla. Así
Dios!, me dice Pascual sonriendo. Él ha hecho que en esta obra ponía todo su empeño.
nacer más durante la noche, movido sin duda a El Siervo de Dios amaba también a los
compasión hacia los pobres enfermos”.
niños, como Jesús los había amado.
El síndico apenas daba crédito al testimonio de
sus ojos: “¡Ah, hermano!, exclama. Yo creo que «Lo recuerdo como si hubiera sucedido hace
vos habéis pasado en oración toda la noche, a fin un momento, alega a este propósito uno de los testi-
de obtener un tal prodigio”». gos. Tales y tantas cosas se decían de Fr. Pascual,
que me entraron ganas de conocerle. Tenía yo por
El humilde Santo no responde a esta pre- aquel entonces como unos siete años. Nuestra casa
gunta, pretextando que tiene prisa por lle- estaba a respetable distancia del convento. Un día
var las hojas. convine en ir a verle juntamente con otros tres
compañeros de mi edad, y nos pusimos por fin en
camino.
40 Historia de S. Pascual Bailón
«“¡Está muy bien!”, exclamó Fr. Pascual, quien tras otro recorrió todos los conventos de
parecía esperar nuestra llegada. Y nos hizo luego la provincia, antes de llegar a convertirse
caricias tan afectuosas y nos contó tan hermosas en apóstol y bienhechor de Villa-rreal, tér-
historias, que nos alejamos admirados, no sin lle-
varnos para el camino una modesta merienda. mino de su peregrinación por el mundo.
–“¿Volveremos de nuevo ¿no os parece?” Y en Almansa, convento de noviciado, lo re-
efecto, desde aquel día acudimos con frecuencia clama para maestro de novicios, después de
a visitarlo». admirarle por largo tiempo como modelo
El Santo gozaba de gran reputación en el de todas las virtudes. ¿Quién, mejor que él,
mundo infantil; así que jamás escaseaban para iniciar a los novicios en los secretos
las visitas de los niños. Pascual tenía para de la perfección franciscana? Pascual se ve
todos y cada uno de ellos una sonrisa, una obligado por la obediencia a aceptar el car-
fruta, una flor o cualquier otra fruslería. go. Y confundido entre «sus discípulos»,
Tampoco faltaba nunca para ellos una pre- cualquiera hubiera podido tomarle por uno
ciosa historia, que no olvidarían nunca, y de ellos. Con éstos se ve tanto en el trabajo
cuya conclusión le inculcaba la necesidad como en la oración, en el tiempo de la prue-
de ser buenos cristianos para ser felices. ba igual que en el de la alegría.
–“¿Por qué os entretenéis tanto tiempo con los Enemigo decidido de la tristeza, busca la
pequeños?”, preguntó a Pascual el religioso de cuyo raíz de donde ésta proviene para arrancarla
testimonio nos valemos en este caso. “Nada más en seguida.
sencillo, respondió el Santo,: porque veo en los pe-
queños al Niño Jesús, y en las pequeñas a la niña –Son los escrúpulos, decía, lo que pudiera lla-
María”». marse los gusanos de la conciencia; pues turban,
enervan, apartan de Dios y originan toda clase de
desórdenes.
A un novicio que para mayor seguridad
de conciencia solía repetir a solas las ho-
ras del Oficio canónico le dice severamen-
te:
14 –Guardaos de continuar haciéndolo, porque con
tal procedimiento, lejos de honrar a Dios, os lan-
záis entre las redes del demonio.
De un convento a otro
A otro que se figuraba que conseguiría la
perfección practicando penitencias inmo-
deradas le ordena:
–Cesad en vuestras penitencias, pues arruina-
Pascual veía a Dios por todas partes y en rán vuestra salud sin provecho para vuestra alma.
todas partes lo tenía presente. Bien pudie- Día llegará en que seréis, por culpa vuestra, una
ra llamarse a sí mismo, como antiguamente carga para la comunidad: entonces tendréis nece-
Ignacio de Antioquía, Teóforo, que signifi- sidad de dispensas, y las buscaréis, no tanto por
ca, portador de Dios. necesidad como por costumbre.
Dulce cautivo de Jesucristo, caminaba «¿Es esto portarse como pobre?», le dice
por todas partes animando a los hombres a a un novicio que ha vertido en el suelo el
amar a su Dueño soberano, y atrayendo so- aceite por falta de cuidado.
bre ellos las divinas bendiciones. «¡He ahí un verdadero hijo de San Fran-
Fué su vida un verdadero apostolado. Uno cisco!», exclama señalando a otro que re-
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 41
mienda cuidadosamente su miserable hábi- quiere oíros. Siempre que oréis, pues, apartad los
to. ojos de vuestra miseria y tened solo presente la
bondad de Dios. Acudid a los pies de Jesús Sa-
La confianza que Pascual inspiraba era cramentado con la confianza con que acude un
ilimitada, y todos le hablaban sin rodeos. hijo a su padre, y pedidle todo, sí, todo, en la segu-
Nadie para él tenía secretos. El Santo, por ridad de que todo os será concedido.
su parte, se valía de ella para dar a cada uno Tales son sus doctrinas en el noviciado.
los consejos que más le convenían, con- De los novicios que él forma se ha dicho
forme a su estado de ánimo. después: «Todas las provincias de la Orden
–Vosotros debéis ser las madres de vuestros tienen puestos en ellos sus ojos y los con-
padres, decía a los Hermanos legos. Debéis ser- sideran como modelos».
virlos con amor y respeto, pues son sacerdotes
del Señor. Del convento de Almansa fue destinado
Pascual al de Villena.
–Vosotros, clérigos, estáis obligados a estudiar
vuestra Regla con toda diligencia y a conocer la –Es muy justo que me hagan salir de aquí, co-
legislación que nos rige, la jurisprudencia que nos mentó Pascual al abandonar Almansa, porque
guía y el espíritu que nos informa. demasiado larga ha sido ya esta permanencia para
un miserable como yo.
No contento con esto, él mismo había
escrito de su propio puño la Regla y aque- «¡Qué tesoro tenemos!, decía en Villena Fr. Pas-
tor. Yo llegué hondamente afligido al convento des-
llos comentarios de la misma que gozaban pués de haber visitado a mi familia. El Santo vino
de una mayor autoridad, como los de San a mi presencia: leyó como en un libro los secretos
Buenaventura y de San Bernardino de Siena, de mi corazón, y antes de que yo despegara los
así como también las bulas pontificias de labios, me descubrió la causa de mi tristeza. Todo
Nicolás III y de Clemente V. lo sabía, hasta en sus detalles más insignificantes.
Después de haber sondeado la dolencia, esparció
–Haced vosotros lo mismo, solía repetirles, y sobre mis heridas un bálsamo refrigerante. Yo salí
estudiad las tradiciones de nuestra Orden. de su presencia inundado de dulce consolación».
Comenzaban en esos años a extenderse Los Superiores habían agotado la efica-
por España los Capuchinos, rama vigorosa cia de sus recursos sobre Fr. Olarto; pero
del árbol de la Orden Seráfica, atrayendo a sin poder en modo alguno disipar su triste-
su seno una multitud de almas sedientas de za. Llegó entonces Pascual, y la melanco-
perfección. lía del religioso se deshizo, a la manera que
–Vosotros, discípulos míos, exclamaba a este se deshacen las neblinas del campo cuando
propósito el Santo, observad vuestra Regla, pero sale el sol.
no de cualquier modo, sino en toda su integridad,
tal como ella es en sí; que haciéndolo de este modo Al abrir un día la puerta se encontró
podéis estar tranquilos, pues tendréis un lugar Pascual de manos a boca con una pobre
encumbrado en el paraíso. mujer, muy devota de la Orden, que era víc-
–¡Que ruegue por vosotros!... Pues bien, sí, ro- tima de agudas dolencias. El Santo puso las
guemos diciendo de rodillas: “Señor, concededles manos sobre su cabeza, diciendo:
la gracia de observar bien su Regla”.
–Id a pedir a Nuestro Señor que os conceda la
Tal era la plegaria que solía hacer asímis- salud.
mo por todos los religiosos que se enco-
mendaban a sus oraciones. La mujer entra en el templo, y apenas se
postra para adorar al Santísimo Sacramen-
–Cuando pedís a Dios alguna cosa, no sois vos- to, se siente libre de la enfermedad que la
otros, sino que es Dios quien os mueve a hacerlo:
sin su gracia vosotros no podríais pedirla. Y cuan- aquejaba.
do Dios os inspira que se la pidáis, señal es que
42 Historia de S. Pascual Bailón
exigentes a los que aman. del Verbo, tocando de paso con suma habi-
En efecto, era sabido, por los elogios que lidad los puntos más obscuros del dogma
se le prodigaban, que Pascual gozaba del cristiano, los problemas más arduos de la
don de oración y de la intimidad con Dios, teología.
y que estaba adornado con luz de conoci- Pascual sigue sin esfuerzo el hilo de la
mientos sobrenaturales. El P. Adán, antiguo argumentación y responde, en pocas pala-
profesor de la Provincia y defi-nidor, esto bras, a sus preguntas. El P. Rodríguez, como
es, consejero del Provincial, le propuso a asombrado de sus réplicas, dice inclinán-
Pascual cuestiones dificilísimas sobre cier- dose hacia el Guardián:
tos textos obscuros de la Biblia. A todas –Este hombre tiene la ciencia infusa: sabe mu-
ellas había respondido el Santo con mara- cho más y mejor que nosotros... No tendría nece-
villosa lucidez de espíritu. De aquí el que sidad de hacer nuevos estudios para que pudiera
se le tuviese como adornado con el don de ser ordenado de sacerdote y encargado de la pre-
ciencia infusa. De este modo, lo que hasta dicación. Estoy seguro que haría prodigios.
entonces era una sospecha, no tardó en ver- Otras veces versaba el examen sobre la
se confirmado por la realidad. teología mística y sobre la naturaleza de las
Pascual había vuelto a desempeñar los comunicaciones íntimas entre Dios y las
oficios de portero y refitolero. Ximénez almas. En un tal asunto era la palabra del
iba a buscarlo a la oficina y se ponía a con- Santo de grande autoridad, toda vez que,
versar con él sobre asuntos propios de la hablando por propia experiencia, dejaba
cátedra. El Santo respondía a las cuestio- muy atrás todo cuanto puede decirse en los
nes y manifestaba su opinión con el mayor libros.
aplomo. Ignoraba, es cierto, las fórmulas y También, en ocasiones dadas, se le pro-
sutilezas escolásticas, pero para todo daba pusieron dudas en orden a algunos textos
con alguna expresión adecuada y acorde obscuros del Antiguo y del Nuevo Testa-
siempre con el buen sentido. Su interlocu- mento. En tales casos y siempre que la oca-
tor quiso dar un paso más y le propuso sión era propicia, aducía nuestro Santo,
objeciones. como si conociese sus obras de muy anti-
«Yo, refiere, le argüí con sofismas de doble sen- guo, a los Padres de la Iglesia y a los gran-
tido, vestidos con apariencias de silogismos sóli- des doctores católicos, concluyendo siem-
dos y que procuraba, además, vigorizar por medio pre por dar una explicación plenamente
de explicaciones saturadas de erudición. convincente.
«Con todo, Pascual descubrió tan acertadamente ¿Por qué la Escritura, le preguntan, lla-
el artificio, y desvaneció con respuestas tan cer-
teras la futileza de mis razones, que me dejó asom-
ma insensatos a los herejes, no obstante que
brado... Mis discípulos me llamaban maestro, y se cuentan entre éstos muchos sabios? Y el
sin embargo, yo hubiera podido ser discípulo del Santo responde:
Santo, en la seguridad de que con esto ganaría –Porque su falta de fe arguye en ellos una pro-
mucho en ciencia». funda ignorancia. Ellos creen que la razón puede
También el P. Manuel Rodríguez se pro- enseñar lo contrario a la revelación, y que Dios
puso, a su vez, sondear los tesoros de sa- puede decir que sí por medio de la fe, y que no por
medio de la naturaleza. Y los que de tal modo pien-
ber que adornaban a Pascual. Hallándose san no merecen otro nombre que el de insensatos.
ambos cierto día en presencia del Guardián,
hizo girar insensiblemente la con-versación La respuesta, como se ve, no está fuera
sobre Dios y sus perfecciones, sobre la de propósito. Por otra parte, sus escritos,
Santísima Trinidad y sobre la Encarnación o sea los apuntes que ha ido haciendo du-
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 45
rante el curso de su vida religiosa, atesti- echaba mano, a guisa de violín, de dos tro-
guan más de una vez que a una admirable zos de madera para hacer sonar así la idea
sencillez de expresión unía Pascual una musical de su imaginación exuberante. La
gran profundidad de conceptos. Y es que gracia, en efecto, no anula en los Santos los
nuestro Bienaventurado pertenecía al nú- impulsos de la naturaleza, sino tan solo
mero de aquellos hombres que ven a Dios aquello que es obstáculo para perfeccionar-
porque tienen pura la conciencia. la.
La unción del Espíritu Santo le había Mucho más que hubieran podido aún des-
puesto en íntimo contacto con la verdad. cubrir en fray Pascual los religiosos de
De aquí que realizase con tal éxito sus prue- Valencia, si éste no hubiera recibido por
bas académicas, que dejaba confundidos a aquel entonces la orden de marchar a Játiva.
sus propios examinadores. Ino-cencio XIII, Allí se encaminó en cuanto fue des-tinado,
resumiendo el examen de los teólogos con- pero no pudo habituarse al clima. Casi todo
sultores de la causa de cano-nización de San el tiempo que allí pasó estuvo aquejado por
Pascual y las declaraciones de los nume- fiebres intermitentes, que debilitaban en ex-
rosos testigos, dice: tremo su robusta complexión.
«No puede, en efecto, desconocerse que el Al- Hallándose ya el Santo muy desmejora-
tísimo ha revelado al Bienaventurado los tesoros do de salud, acertó a pasar por allí el P.
del conocimiento y sabiduría divinas en una tal abun- Ximénez, que se dirigía a Villarreal. El jo-
dancia, que obligan a uno a reconocerle como
adornado con el don de la ciencia infusa». ven profesor aprovechaba el tiempo de va-
caciones para ir a predicar en dicha villa la
Lo que los profesores hacían con respec- Cuaresma. ¡Qué satisfacción la de los dos
to a la sabiduría del Siervo de Dios, lo ha- amigos al volver a encontrarse de nuevo! Y
cían, a su vez, los estudiantes en orden a qué pena sintió Ximénez al darse cuenta de
sus acciones, aun las más insignificantes, las dolencias de Pascual. Poco después
convirtiéndole así en blanco de un es- Ximénez solicita al Provincial que obligue
pionaje casi continuo. Si Pascual se dedi- a cambiar de convento a su querido enfer-
caba a repartir la comida a los pobres, allí mo. Accede el Provincial a sus ruegos, pero
estaban los estudiantes, ocultos, para no ser el Guardián, en cambio, se resiste a
vistos, detrás de las persianas, a fin de ob- desprenderse de su tesoro. El profesor ha
servarle y de edificarse ante el espec-táculo de poner en juego toda su dialéctica y a ago-
de su caridad inagotable. Si estaba ocupado tar los recursos de su elocuencia para obli-
en el refectorio, inventaban pretextos para garlo, y le dice entre otras cosas:
entrar y saber qué es lo que hacía, yendo
–Bien conocido os es el amor que inflama a
luego a analizar las acciones del Santo con Pascual por la Virgen Inmaculada. Estando, pues,
sus comentarios. el convento de Villarreal dedicado a María, es in-
En una ocasión le vieron a través de las dudable que Pascual tendrá sumo gusto en vivir
rendijas de la puerta mientras ejecutaba ante en él. No hay remedio: es preciso que venga con-
migo.
la imagen de la Santísima Virgen la danza
de los gitanos. Tal era el medio que le su- En efecto, Dios quería que Pascual se en-
gería su candorosa simplicidad para recrear caminase a Villarreal, al monasterio dedi-
las miradas de su Reina Soberana. De este cado a Nuestra Señora del Rosario, a fin de
modo imitaba a Santa Teresa, que se entre- que, como la había comenzado, pusiera tam-
tenía los días de fiesta en tocar la flauta y bién término a su carrera gloriosa en una
el tamboril, y a San Francisco de Asís, que casa consagrada a la Madre de Cristo. Al
fin Ximénez consiguió ganar la causa, y tuvo
46 Historia de S. Pascual Bailón
dez cadavérica, y se abisma en la oración... quedaban ya de un mal calificado por todos como
Apenas el Siervo de Dios comienza su ple- incurable.
garia, el niño abre los ojos, sonríe a su ma- En otra ocasión hizo desaparecer la gan-
dre y se levanta sano y salvo. grena por medio de la señal de la cruz y de
El niño murió un año después, pero Isa- la invocación de los nombres de Jesús y de
bel se contaba ya en el número de los bien- María.
hechores de los pobres en favor de los cua- «No morirá vuestro hijo», declara a unos
les mendigaba Pascual. Y éste, a su vez, le afligidos padres que, deshechos en lágri-
estaba agradecido, y más de una vez libró a mas, le describen la enfermedad de su pe-
los miembros de su familia de agudas do- queñuelo, desahuciado por la ciencia. Po-
lencias. cos días más tarde, restablecimiento com-
El corazón del Bienaventurado daba tam- pleto.
bién acogida favorable a los ecos de angus- –Hermano, pedid por mi desgraciado hijo. Mi-
tia de los enfermos. radlo, está a punto de exhalar el último suspiro,
suplica una madre desolada.
«¡Cuántas veces no le he sorprendido llorando
a la cabecera de su lecho de dolor!, nos dice su –Confianza, hermana mía, yo rogaré por vos. Y
compañero Fr. Camacho. Y es que la vista de los la madre no tarda en ver satisfechos sus deseos.
sufrimientos ajenos hacía saltar las lágrimas de –Ayudadme, pues podéis hacerlo, le dice una
sus ojos». madre al tiempo de presentarle una hija suya.Va
perdiendo la vista y no hay medio de impedirlo.
Unas veces animaba a los enfermos a que
El buen Santo atrae hacia sí a la enfermita: «Ha-
orasen con él, diciéndoles: ced, exclama, la señal de la cruz sobre vuestros
–Tengamos confianza y roguemos: Dios es nues- ojos, pronunciando los nombres de Jesús y de
tro Padre. María». La niña obedece y se encuentra sana al
Estas palabras, según todos sabían ya, eran punto, sin necesidad de médico.
como el anuncio de la curación. Otras los Uno de los Religiosos le suplica que le
exhortaba a la paciencia, a la conformidad haga sobre su boca enferma el signo de
con la voluntad divina, y a pensar en el cie- nuestra Redención.
lo y en la eternidad. –Hacedlo vos mismo, pero con fe, responde
–No hay remedio, decíase en tales casos, he- confuso el Santo.
mos perdido el último resquicio de esperanza. Y Y el dolor de muelas desaparece al ins-
los preparaba a bien morir. tante
–¿Qué es lo que tiene vuestra pobre niña?, in-
terrogaba el Santo, a una excelente paisana de la También había ocasiones en que Pascual
afueras de la población. La madre, por toda res- daba a conocer a algunos la proximidad de
puesta, se acerca a la enfermita, tendida de ma- su muerte. Un día aconseja a uno de sus
nera lastimosa en un ángulo de la habitación, le amigos, que se creía en período de franca
quita los vendajes que le rodeaban el cuello y mues- convalecencia, que reciba sin dilación los
tra al Santo sus horribles úlceras. últimos Sacramentos. El enfermo no quie-
–Y en el mismo estado que su cuello, agrega, re darle crédito. La mujer de éste y la cu-
tiene desde hace años todo el cuerpo. ñada recriminan vivamente al Santo por ser
Pascual, hondamente emocionado, toca con sus «un profeta de mal augurio y un villano igno-
manos el cuello de la niña, diciendo: rante educado en medio de las cabras».
–Verdaderamente, es preciso pedir al buen Dios
que le devuelva la salud. Luego desátanse en un torrente de inju-
La inocente niña se siente al punto aliviada de
rias. Pascual se retira humildemente. Pero
improviso. Tres días después ni aun las señales le las dos mujeres, no satisfechas aún con sus
50 Historia de S. Pascual Bailón
insultos, acuden a acusarlo ante el Guardián Más aún, él mismo venía a ser un predi-
del convento. Éste, después de prestar oído cador asiduo, que no perdía ninguna oca-
a sus lamentos, les aconseja que no echen sión para animar a los otros a obrar el bien.
en saco roto la amonestación del Siervo de –Dejaos de juegos, decía a unos, porque perde-
Dios. Y apenas vuelven a casa, ven que el réis lastimosamente vuestra fortuna y vuestra
enfermo solicita por sí mismo le sea ad- alma.
ministrada la Ex-tremaunción. Entonces y –Perdonad a vuestros enemigos cuantos ardéis
sólo entonces se resolvieron éstas a acudir en deseos de venganza, y reconciliaos con ellos
en busca de un sacerdote. El pobre enfer- por amor a Jesucristo.
mo murió aquella misma tarde. –Jóvenes, dedicaos a la oración. Huíd de los
Pascual había asegurado a su alma las di- compañeros perversos y de las ocasiones peligro-
sas, y seréis castos.
chas del eterno reposo. Y esto era, sin duda,
lo que ante todo y sobre todo procuraba –Y vosotros, los que estáis ya con un pie en la
sepultura, tened paciencia en vuestras enfermeda-
Pascual: la salvación de las almas. des y sed para con los demás otros tantos mode-
Trabajaban cerca del convento unos obre- los de virtud.
ros franceses, y Pascual tomó a pechos su Estas cortas exhortaciones, pronunciadas
instrucción religiosa con gran paciencia y como de paso por nuestro Santo, con aque-
con celo sin límites. lla amable sonrisa que animaba siempre su
El hacía cordones para los Terciarios, y rostro, iban de ordinario derechas al cora-
estimulaba a todos los buenos cristianos a zón y producían siempre efecto, aun cuan-
alistarse en la milicia de la Tercera Orden do fueran contrarias a la voluntad de los
de San Francisco. oyentes. No hubo uno siquiera que se re-
–Éste es, solía decir, un medio seguro de alcan- sistiese al influjo de su maravillosa efica-
zar la salvación. cia.
La Tercera Orden Franciscana, fundada, al Luego iba a pasar el Santo largas horas
decir de Tomás de Celano, de San Buenaventura, en oración ante la Hostia sacrosanta. Allí
de Julián de Spira y de otros de la época, por San completaba la obra comenzada por medio
Francisco de Asís, es una numerosa asociación, de sus consejos y de sus prodigios. Puesto
dividida en congregaciones o fraternidades loca-
les, cuyos miembros se comprometen a vivir cris- de rodillas, se le veía allí, enlazadas las
tianamente y a trabajar porque reine en todas par- manos, fijos los ojos en su Dios, encendi-
tes el espíritu cristiano, en las instituciones y en do el rostro en el fuego de un resplandor
las costumbres. Los hermanos de la Tercera Or- celeste, y apartado de la tierra por la con-
den llevan, como distintivos de su afiliación a la templación y por el éxtasis ...
Orden Seráfica, el cordón y el escapulario. León
XIII la ha recomendado en ocasiones diversas, –¿Cuándo te dignarás, Amado de mi alma, in-
como eficacísimo remedio social. troducirme en la casa de mi Padre celestial?
Cuando llegaba a sus oídos el sonido de
la campana que convocaba a los fieles al
sermón, sentíase inundado de gozo y se
ponía a orar a fin de que Dios iluminase con
la luz de la gracia al predicador y a los fie-
les. A veces se aventuraba hasta a sugerir
felices ideas al sacerdote que iba a predi-
car.
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 51
der nuevas virtudes que admirar, sea para –Servid a Dios de todo corazón... Amad mucho
servirle solícitos. Hasta el mismo médico, a los queridos pobres... Tened una gran devoción
hondamente emocionado en vista de la con- al Santísimo Sacramento... No os olvidéis de la
Santísima Virgen... Sed fieles a la observancia de
formidad del enfermo, no resiste al deseo vuestra Regla, y no dudéis que, haciéndolo así,
de traer allí a su hijo, a quien presenta al tendréis por premio el paraíso.
Santo, diciéndole:
Para todos tenía el Santo una palabra de
–Hermano, bendecid a mi muchacho. aliento y un consejo apropiado a su estado
Pascual pone sobre la cabeza del niño su débil respectivo.
mano y exclama:
–Más quisiera deciros todavía, agregaba, pero
–¡Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo te no me es posible proseguir hablando...
bendigan, creatura de Dios, y hagan de ti un ami-
go de los pobres! Cuando percibía junto a sí los lamentos
de alguno, le trazaba con dificultad el sig-
Así, pues, los pobres eran los que ocupa- no de la cruz sobre la frente, diciendo:
ban sus últimos pensamientos. No había ya
duda alguna sobre el desenlace de la enfer- –¡Que Jesús os bendiga!
medad. El médico se decide a comunicár- Hecho este supremo esfuerzo volvía a
selo amigablemente: cerrar los ojos. El P. Diego Castellio, a
–Vuestra enfermedad, hermano, podrá tal vez quien Pascual había predicho un año antes
abriros las puertas del paraíso. su elección para definidor del nuevo Pro-
–¡Oh, gracias! murmura Pascual. ¡Qué nueva vincial, el P. Juan Ximénez, se disponía por
tan feliz me anunciáis! Mucho tiempo hace ya que aquellos días a marchar a Valencia.
suspiro por el paraíso... ¿Y cuándo llegará el mo- –No saldréis, le dijo el Santo, porque no os será
mento? posible.
–Viviréis probablemente hasta el viernes. Y de hecho el P. Diego se vió precisado a
–No, querido amigo, responde sonriendo el en- continuar en Villarreal a causa de una in-
fermo, no estáis en lo cierto... No será antes del disposición inesperada. En cuanto al P.
sábado... o más tarde aún... cuando a Dios le plaz- Ximénez, que se hallaba visitando los con-
ca.
ventos de su nueva Provincia, sentía viva-
No bien se divulga por la población la mente Pascual no poder volver a verle an-
triste noticia, multitud de personas solici- tes de abandonar la tierra.
tan licencia para poder hacerle una última –Vosotros, hermanos míos, decía a los religio-
visita. Aquello fue una procesión no inte- sos, os encargaréis de recordarle que yo le he con-
rrumpida. Las gentes entraban y caían de ducido de Jerez al convento ¿no es verdad?
rodillas junto al lecho. En tan humilde ac- El enfermero, deseando saber en qué día
titud y embargadas de profunda emoción, dejaría de existir, le dijo:
contemplaban aquel pecho que se movía
con respiración sibilante, aquellos labios –Fr. Pascual, avisadme a tiempo cuando llegue
consumidos por la fiebre, aquellas faccio- la hora de vestiros el santo hábito, pues conviene
que muráis con él.
nes, siempre tranquilas, alteradas por el
sufrimiento. –Así lo haré, respondió el Siervo de Dios. Aho-
ra id a avisar al Padre Guardián, pues deseo ha-
–Hermano, le decían, ¿no tenéis algún consejo blarle.
para mí? ¿no me haréis la promesa de que os acor-
daréis de mí ante el Señor? Luego que llegó éste, le presentó Pascual
El Santo abría entonces los ojos, sonreía con algunas cuentas indulgenciadas que conser-
trabajo y replicaba con voz desfallecida: vaba en una cajita de madera:
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 53
–Bien pronto me será imposible advertir a vues- –Ayudadme... por caridad, ayudadme.
tra caridad cuáles sean las indulgencias aplicadas
a cada una.
Pero los religiosos, creyéndole a punto
de expirar y temiendo se les quedara muer-
Seguidamente le explica las indulgencias to entre las manos, hacían como que no le
con que estaban enriquecidas, y concluye, entendían. Con todo, Pascual insistía de
por fin, solicitando le sean administrados continuo, mirándoles con ojos suplicantes,
los últimos Sacramentos. Con una humil- y los religiosos se retiraban, tur-bados por
dad que hizo llorar a todos los presentes, una emoción que les partía el alma.
les pidió entonces perdón por la poco edi-
ficante conducta que había observado en la Pascual mira a su alrededor... y se ve solo.
Orden y por los escándalos que les había Reúne entonces, en un supremo esfuerzo,
dado... Después, se recon-centró en sí mis- las pocas fuerzas que le quedaban y logra
mo y se dispuso para recibir a Dios en su coger su pobre túnica... Pero al querer pa-
corazón. sarla por la cabeza para vestirla, nota que
no tiene energías bastantes para ello. Llega
En el momento de recibir el sagrado Viá- entonces el enfermero y le ayuda con toda
tico, se levantó de su lecho de moribundo clase de cuidados a cubrirse con su tan
y recibió por última vez la Hostia sagrada... amado sayal...
Luego se dejó caer de nuevo, embargada el
alma en éxtasis. Su rostro aparece transfi- Cuando volvieron de nuevo los religio-
gurado y radiante de felicidad... Los reli- sos, se lamentó el Santo con voz apenas
giosos permanecen silenciosos, dejándole audible:
disfrutar de su gozo, hasta que Pascual de –Jesús murió sobre la cruz... San Francisco so-
pronto, como despertando de un sueño, ex- bre la desnuda tierra... ¡Tendedme también a mí
por tierra!... ¡Oh, hacedlo, por piedad! ...
clama anhelante:
–La extremaunción., Y vuelve a suplicar:
Le es negado este consuelo.
¡Concededme mi hábito... y la gracia de ser se- –¡Jesús! ¡Jesús! grita luego de improviso, esfor-
pultado entre mis Hermanos!... Y dejadme ahora zándose por hacer la señal de la cruz... Allí, allí...
a solas con Jesucristo, porque debo prepararme Y señala con la mano y con la vista, primero el
para comparecer en su presencia. pie de la cama, luego toda la habitación... Sus ojos
Así pasó Pascual la noche del sábado, sin desmesuradamente abiertos parecían contemplar
salir de su silencio sino para pedir le die- una visión terrorífica... Su cuerpo temblaba como
hoja sacudida por el viento:
sen un poco de agua: «¡Tengo sed!»
–¡El agua bendita! ¡Rociad con agua bendita...
Quisieron los religiosos varias veces ate- la habitación! ¡Rociadlo todo!
nuar en lo posible los ardores que le con- Fué éste un momento aterrador de angus-
sumían dándole algunos refrescos. Pero el tia. Los presentes estaban espantados, por-
Santo les contestaba siempre, cada vez con que entendían que sufría Pascual un formi-
voz más débil: dable asalto... Fué, sí, un momento, pero un
–No os toméis esa molestia... No hay necesi- momento que les pareció un siglo. Luego
dad de ello. renació de nuevo la serenidad y la calma.
Sus ojos apenas se apartaban un momen- –¿Han tocado a la Misa conventual? interrogó
to del Crucifijo y de la imagen de Ma-ría. el Santo con apagado acento.
Sus labios se movían en silencio. –No todavía, le respondieron.
Llegó la mañana del domingo. Pascual Y un poco después:
señaló con la mano su hábito y murmuró: –¿Y ahora?
54 Historia de S. Pascual Bailón
El alma conoce cómo Dios «la ha colmado de como un presente por el cual da gracias. Y entra
gracias». «En vista de los méritos de Jesucristo, en el goce de esta dulce quietud, que es como el
Él le ha dado al Espíritu Santo, privilegio de amor, fundamento de su vida, posee esta sabiduría ocul-
signo de adopción, anillo de esponsales. Este Espí- ta que juzga a lo divino de todas las cosas, y gusta
ritu le comunica sus dones y sus frutos. Obra de las delicias que se sienten en el servicio de Dios».
este dador divino son las santas inspiraciones de
la gracia y la eficacia inefable de los Sacramen-
He aquí lo que constituye como un lugar
tos. ¡Demos gracias a Dios por este su don inena- de descanso en el que se toman fuerzas para
rrable!» recorrer la última etapa. Hasta este punto
Su experiencia, a la vez, le hace ver «la perseve- ha sido conducida el alma por la oración,
rancia con que, sin desalientos, la ha buscado Dios, «fuente de toda justicia, alma de toda virtud, ali-
cómo la ha perseguido como a oveja errante, devol- mento de su hambre y sostén de su vida. La ora-
viéndola luego y colocándola en su redil. ¡Gracias, ción fue para ella lo que son para una ciudad los
Pastor amabilísimo, por las advertencias que me muros almenados y las torres; lo que para el cuer-
has hecho, ya en el fondo de mi corazón, ya por po humano los nervios de los que recibe con-
boca de las criaturas!» sistencia y movimiento. Prudencia, fortaleza, bon-
dad, paciencia, igualdad de carácter, todo, en una
* palabra, lo debe a esta santa oración».
El alma se siente «justificada». «Conversando con Dios, el alma, antes peca-
Una dulce confianza, fundada en la bondad de dora, ha alcanzado la sabiduría».
«Dios, que es autor de los pensamientos y de las *
acciones», le dice que «su voluntad ha cambiado.
Ella ama ahora aquello mismo de que antes huía. Le falta ya tan sólo recorrer la última eta-
Y exclama con San Francisco: “¡La amargura se pa, es decir, «entrar en la intimidad con
ha convertido en dulzura!”» Dios».
El alma prueba diariamente que «Dios la «Para ello no hay necesidad de tiempo: basta
gobierna». un instante. Desaparece el trabajo, porque lo su-
ple la ciencia infusa. Todo se reduce al ejercicio
«Ella por sí misma es pobre y desnuda de todo de aspiración. Es este estado un fuego que consu-
bien. Gracias al Señor se ve rica, se alimenta a me, alimentado de continuo por fervientes deseos
saciedad y se fortifica y se alegra». de amor; fuego divino encendido en el alma amante
* por la bondad divina y acrecentado por medio de
una apacible contemplación. Su término es el cie-
El alma presiente los fulgores de su fu- lo».
tura la glorificación. El alma, que antes era «esclava» y «discípula»,
«Sus delicias sobrepujan a cuanto puede huma- es ahora «la esposa que se deleita en admirar las
namente concebirse. Ella va muy pronto a descu- perfecciones de aquel Dios con el cual está uni-
brir con sus ojos la hermosura suprema de su Re- da»... «¡Su Esposo es para ella el principio, el medio
dentor, va a verlo rodeado de toda su gloria en los y el fin de todas las cosas!»
cielos». Él es la belleza que se refleja en la belle-
Una tal perspectiva la enardece, así que za de todas las criaturas, lo mismo en los
llega a exclamar fuera de sí: cuerpos que en los espíritus: la belleza que
«¡Oh bondad suprema! ¡Oh eternidad profun- transporta de júbilo a los ángeles. Él es la
da! ¡Oh majestad impenetrable! ¡Oh amor todo majestad que adoran temblando las celes-
fuego! ¡Oh huésped suave! ¡Oh dulzura exquisi- tiales milicias, siempre sumisas a sus órde-
ta! ¡Oh rey de la gloria! Tú bastas para hacerme nes. Él, en suma, es el amor. Y este amor es
feliz, tú redimes sobreabundantemente, tú enseñas el manantial de todo bien. Es por su natura-
con sabiduría, tú guardas con solicitud. ¿Cómo
podré yo corresponder a tus favores? ... » leza fuego que quema, que inflama, que ilu-
mina. Siendo Dios amor, crea, enriquece,
«Y el alma lo recibe todo de la casa de Dios ilustra, enciende el amor y concede la cal-
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 57
mismo! ¡Oh Dios! ¡Cuánta condescendencia! La Eucaristía era para nuestro Santo el
¡Cuánta liberalidad, en permitir que encierre en manantial de todos los bienes. Él, al re-
mí corazón a Ti, que eres infinito!...» cibirla, se considera a los ojos de Dios con
Y lleno de reconocimiento exclama: derecho al «perdón y a la vida». En ella ha-
«¡Oh buen Jesús! yo te ofrezco mi pobre alma, llará su fe una «armadura», su experiencia
mi tibio corazón... ¡Yo, que he pecado! te suplico una «garantía», su voluntad una «boca».
ablandes mi pecho endurecido y hagas brotar mis La Eucaristía le hará perseverar «firme en el
lágrimas. ¡Que éstas laven las manchas de mi bien», «despreciador de las vanidades», «indemne
alma! en los asaltos de la concupiscencia», y será para
«Mi vida no es otra cosa que una larga cadena él un «freno» y una «reforma completa».
de faltas, pero tú puedes perdonarme porque eres «Sed para mí un aumento de caridad, ¡que el
bueno y misericordioso. Perdón ¡oh amable Se- fuego sea más ardiente!; de humildad, ¡que mi
ñor! pues estoy pesaroso de haberte ofendido y pequeñez sea más profunda!; de paz, ¡que mi re-
estoy resuelto a servirte en adelante con fidelidad poso sea más completo!; y de toda virtud, ¡que yo
inviolable...» crezca sin cesar y que persevere en el bien hasta
* el fin!»
La Eucaristía es el confidente de Pascual *
durante la primera etapa del viaje. Durante la última etapa, asímismo, la
«Yo soy lo que el pequeño Benjamín sentado a Eucaristía es para él causa de toda dul-
la mesa de su poderoso hermano José. zura y de toda alegría.
«Os pido por favor que me tratéis como a uno «Tus mismos labios ¡oh Jesús! lo han dicho: “Yo
de vuestros amigos. Yo estoy enfermo ¡curadme! soy el Pan de vida que descendió del cielo; quien
Estoy pobre ¡enriquecedme! me come vivirá siempre”.
«Aumentad en mí la fe, el amor y las fuerzas, «¡Oh Pan, que eres la santidad misma, da a mi
para que os sirva, para que pase mi vida alabán- paladar la gracia de gustar de ti únicamente! ¡Con-
doos, ¡para que llegue a poseeros en la gloria!» cédeme que todo, fuera de ti, me sea insípido!
La Escritura y su propia experiencia le «¡Oh Pan, que eres la misma dulzura! En ti es-
demuestran asímismo la grandeza de la Eu- tán encerradas todas las delicias y todos los sabo-
res. Tú eres un aroma siempre embriagador. ¡Re-
caristía. Las sagradas páginas le dan a co- cibirte a Ti es deleitarse en la abundancia!
nocer su historia, y la experiencia le sumi-
«¡Oh Pan, que eres el cielo mismo trasladado a
nistra las fórmulas de sus plegarias. mi corazón, haz que mi alma, rica en poseerte, se
* embriague con los placeres de los elegidos!...
En la segunda etapa se le representa la «Yo te poseo como dentro de un velo. ¡Cuánto
Eucaristía como la obra de Dios más ex- tarda en rasgarse a mis ojos ese velo, para que
celente. Para recibirla dignamente, invoca pueda yo contemplarte al descubierto, a Ti, res-
plandor vivífico y eterno!... ¿Llegará pronto a lu-
en su ayuda a la Santísima Trinídad. cir el día claro de tu luminosa presencia?...»
«Jesús, por quien suspira mi corazón, yo te es- Sucede con frecuencia que la etapa últi-
toy preparando la ciudad de Dios, obra grande entre
todas. ¡Padre celestial, ayudadme! ma del camino de la perfección, no obs-
«Yo te estoy construyendo un templo consagrado
tante ser la última, no por eso deja de ser
a tu gloria. ¡Hijo de Dios, sabiduría eterna, etapa. El camino no es el término; la patria
inspiradme! está ante sus ojos, pero él no está todavía
«Yo voy a recibir a la santidad por esencia. ¡Es- en ella. Así, pues, gime conmovido:
píritu Santo, amor del Padre y del Hijo, sed para «¡Oh santa Hostia! ratifica entre uno y otro una
mi corazón una llama que ilumina, un fuego que unión indisoluble, ¡sé como un nudo que me sujete
purifica, un soplo que alienta!» a ti para siempre!
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 59
en el lugar que antes ocupaba y que se ce- A todo esto los milagros iban en aumen-
rrase de nuevo el sepulcro (P. Ximénez, to, y se realizaban innumerables curacio-
Crónica cp.LXV). nes, ya junto al sepulcro mismo, ya por
El cadáver fue exhumado una vez más en medio de las reliquias del Santo. Grande-
1594, en presencia del P. Diego, provincial, mente impresionados los hijos de San Fran-
y a petición de los religiosos de Villarreal, cisco y las autoridades eclesiásticas a la
que deseaban verlo por vez postrera. Los vista de estas manifestaciones sobrenatu-
vestidos estaban, a la sazón, reducidos a pol- rales, resolvieron en seguida iniciar los tra-
vo, pero el cuerpo no presentaba aún señal bajos para procurar la canonización del
alguna de descomposición. Siervo de Dios.
Poco tiempo después llevóse a cabo una
nueva inspección del cadáver, el cual con-
tinuaba intacto, si bien se notó que, debido
a una piedad indiscreta, había sido forzada
la cerradura del féretro por la parte a que
daban los pies, al objeto de robar al cuerpo
algunas reliquias. Esto nos da a conocer la
causa de que hayan podido llegar a diver-
sos lugares muchas reliquias del Santo.
Por último, el comisario apostólico, Ge-
senio Casanova, obispo de Segorbe, abrió 20
el 23 de julio de 1611 el féretro en presen-
cia del P. Ximénez, procurador de la causa, Los golpes de San Pascual
del párroco de Villarreal, de las autorida-
des civiles y de varios médicos y personas
de distinción. El Obispo promulga la pena
de excomunión reservada al Soberano Pon-
tífice contra los que se atrevan a apoderar- Por los años de 1609 habitaba en el con-
se de cualquier reliquia. El santo cuerpo vento de Villarreal un sobrino de nuestro
aparece bien conservado y sin señal alguna Santo, llamado Fr. Diego Bailón. El joven
de descomposición, y de él se desprende religioso, de una gran inocencia de costum-
un suave olor que fue sentido por todos los bres y de gran virtud, estaba encargado del
presentes. oficio de limosnero. Al volver de sus excur-
siones, solía este religioso pedir la bendi-
La memoria de este justo era un perfume ción del Padre Guardián, e iba a orar ante
suave, símbolo del buen olor de sus virtu- el sepulcro de su glorioso tío. Una vez allí
des. Los cuatro médicos y cirujanos pre- le daba cuenta, con ingenua confianza, de
sentes escribieron, bajo la fe del juramen- los incidentes de su viaje, le recomendaba
to, el acta auténtica de este reconocimiento. a los bienhechores y le exponía sus sufri-
Atestiguaron que no podía atribuírse a cau- mientos.
sa alguna natural tan admirable conserva-
ción, y redactaron en tal sentido una decla- No bien terminaba la relación de sus
ración, que firmaron después, y que fue aflicciones sentía en la caja sepulcral un
además confirmada por el Obispo y los de- cierto ruido, cual si el Santo acabara de
más testigos, y se halla inserta en los lega- moverse en el féretro. Otras veces llega-
jos de la causa. ban a sus oídos suaves golpes, y entonces
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 63
sentía en su corazón un gran consuelo. Los las santas reliquias hicieron resonar un gol-
superiores, al conocer estos sucesos, com- pe violentísimo. La mujer entonces, acer-
probaron por sí mismos la veracidad de lo cándose a los Religiosos les dijo la plega-
referido. ria que acababa de hacer, y éstos, confusos,
A partir de aquella época se repitió el pro- cayeron de rodillas ante el glorioso sepul-
digio con frecuencia, hasta tal punto que el cro, y dieron gracias al Santo por haberse
P. Cristóbal de Arta, procurador de la cau- dignado realizar en su presencia tan admi-
sa, pudo reunir más de cincuenta ejemplos, rable prodigio.
sucedidos por aquel entonces y todos ellos Muchas otras fueron aún las circunstan-
plenamente comprobados (Vita l.II, cp.XV). cias en que se repitieron estos golpes.
Transcribiremos aquí algunos de ellos. Muchas fueron, también, las personas de
Durante el asedio de Pontarchi, se oyeron consideración que pudieron presenciar
ligeros golpes, salidos del féretro, que parecidos prodigios, como el arzobispo de
anunciaron la brillante victoria obtenida Patermo, Pedro de Aragón, y el virrey de
sobre las tropas francesas por las tropas Sicilia. Fenómenos semejantes se repitie-
españolas. En 1640 se oyeron a lo largo de ron, de igual modo, en las imágenes y reli-
quince días golpes formidables, con los que quias del Santo que recibían culto en diver-
anunciaba el Santo la rebelión de Portugal sos lugares. Numerosas personas que, en
contra España. medio de sus aflicciones, recurrían a im-
plorar su protección, fueron favorecidas
Diego Candel, carmelita descalzo, era con estos golpes, en prueba de haber sido
muy devoto del Santo, pero no se atrevía a atendidas favorablemente sus plegarias.
hablar desde el púlpito sobre «los golpes
de San Pascual», como ya entonces se les De este mismo prodigio fueron testigos,
llamaba. Habiendo acudido cierto día a la en 1669, muchos Obispos reunidos en pre-
iglesia de Villarreal, se puso a suplicar al sencia del Virrey, en ocasión en que se tra-
Santo tuviera a bien disipar sus dudas, y sin- taba de la canonización del Santo. El Arzo-
tió luego resonar tres golpes. El religioso, bispo de Valencia y los otros Prelados en-
no obstante, prolongó su oración, y el San- viaron a la Sagrada Congregación de Ritos
to correspondió otra vez con tres nuevos una relación circunstanciada de los men-
golpes, los que, seguidos por último de cionados sucesos.
otros tres, concluyeron por desvanecer para «Un tal prodigio, agrega Cristóbal de Arta, es
siempre sus vacilaciones. en la actualidad tan frecuente en el reino de Va-
lencia, que llega ya a reputarse la cosa más natu-
La noticia de semejantes prodigios hizo ral del mundo» (Vita l.II, cp.XV). Este fenómeno
que dos Padres jesuitas decidieran estudiar maravilloso tuvo muchas veces por objeto reavi-
la cuestión sobre el terreno. Fuéronse a vi- var la devoción hacia el Santísimo Sacramento del
sitar la capilla en donde descansaba el san- altar, y era conseguido por medio de alabanzas a
to cuerpo, y una vez allí pusiéronse a dis- la Eucaristía. Así, pues, Pascual velaba, aun des-
pués de su muerte, por el culto de Jesús en el Sa-
cutir acaloradamente acerca de la imposi- cramento, por el consuelo de los afligidos y por el
bilidad del prodigio. Una piadosa mujer que bien de las almas.
les oía, dirigió interiormente al Santo esta
plegaria: «Mi querido Santo, es preciso que
deis un golpe formidable con que tapar la
boca a estos Padres». No había aún termi-
nado la buena mujer esta súplica, cuando
64 Historia de S. Pascual Bailón
50 metros de altura, en donde quedó insta- que se concedieron al ínclito Esposo de la misma
lada la campana de volteo mayor del mun- Madre de Dios, y las sociedades católicas de va-
do y también el carillón más grande de Es- rias clases fundadas para la defensa incondicional
de la fe y para otras muchas finalidades, que pro-
paña. Estas obras se han llevado a cabo en mueven la gloria de Dios y fomentan la caridad,
su mayoría por aportaciones populares. ya ejercitándolas, o bien implantándoles donde no
existen.
Mas si bien todo esto impresione gratísima-men-
te Nuestro ánimo, creemos, sin embargo, que el
compendio de todas las bondades del Señor está
en el aumento de la devoción entre los fieles hacia
el Sacramento de la Eucaristía, después de los
Congresos grandiosos habidos por esta época so-
bre este asunto. Porque nada juzgamos más efi-
caz, según ya en otras ocasiones hemos declara-
San Pascual, Patrono de las do, para estimular los ánimos de los católicos, ya a
la confesión valerosa de la fe, ya a la práctica de
Asociaciones eucarísticas las virtudes dignas del cristiano, como el fomentar
e ilustrar la devoción del pueblo en orden a aque-
lla inefable prenda de amor que es vínculo de paz
y de unidad.
Siendo, pues, digno este importantísimo asunto
LEÓN XIII, PAPA de nuestras mayores atenciones, así como fre-
cuentemente hemos alabado los Congresos Euca-
Documento Pontificio que nombra a San rísticos, así ahora, estimulados por la esperanza
Pascual Bailón Patrono de los Congre- de más abundantes frutos, hemos determinado
sos Eucarísticos y de todas las Asocia- asignar a aquellos un Patrono celestial de entre
ciones Eucarísticas. los bienaventurados que con más vehemente afec-
to se abrasaron en el amor hacia el santísimo Cuer-
po de Cristo.
Para perpetua memoria Ahora bien, entre aquellos cuyo piadoso afecto
La Providencia de Dios (Providentissimus hacia tan excelso misterio de fe se manifestó más
Deus) excelsa, que dispone las cosas de un modo encendido, ocupa un lugar preeminente San
a la vez fuerte y suave, atendió a su Iglesia de Pascual Bailón. Quien poseyendo un espíritu gran-
manera tan particular que, precisamente cuando demente inclinado a las cosas celestiales, habién-
las circunstancias se muestran menos favorables, dose ocupado con vida purísima durante su ado-
le ofrece motivos de consuelo suscitados de la lescencia en el pastoreo de rebaños, y abrazado
misma dureza de los tiempos. un género de vida más austero en la Orden de
Menores de la más estrecha Observancia, mere-
Esto, que se ha visto con frecuencia en otras ció en la contemplación del sagrado banquete re-
edades, puede apreciarse sobre todo en las actua- cibir tal ciencia que, siendo rudo y sin estudio al-
les circunstancias de la sociedad religiosa y civil, guno, pudo responder a cuestiones dificilísimas
en las que, levantándose los enemigos de la tran- sobre la fe y aun escribir libros piadosos. Además,
quilidad pública con creciente insolencia, y procu- entre los herejes sufrió muchas y graves persecu-
rando con ataques diarios y fortísimos destruir la ciones, y émulo del mártir Tarsicio, vióse expues-
fe de Cristo y aún toda la sociedad, quiso la Bon- to frecuentemente a dar su vida por confesar pú-
dad divina oponer a estas perturbaciones los blica y manifiestamente la verdad de la Eucaris-
preclaros trabajos de la piedad cristiana. tía. El amor a ésta parece haberlo conservado aún
Lo cual ciertamente manifiestan la devoción al después de muerto, toda vez que tendido en el fé-
Sagrado Corazón, difundida por todas partes, el retro dícese haber abierto los ojos por dos veces a
celo que en todo el mundo se despliega en acre- la doble elevación de las sagradas especies.
centar el culto de la Virgen María, los honores
68 Historia de S. Pascual Bailón
Es, pues, manifiesto que no puede asignarse otro DE SALES FERRI CHULIO, Andrés, Icono-
Patrono mejor que él a los Congresos católicos de grafía popular de San Pascual Baylón,
que hablamos. Por lo cual, así como hemos enco- Villarreal 1992, 157 pgs.
mendado a Santo Tomás de Aquino la juventud Novena de San Pascual, 40 pgs.
estudiosa, a San Vicente de Paul las asociaciones
de caridad, a San Camilo de Lelis y a San Juan de
Dios los enfermos y cuantos se consagran a su
auxilio, por igual razón, como cosa excelente y go- En http://members.es.tripod.de/San_
zosa y que redunda en bien de la cristiandad, en Pascual/bibliografia.htm, se ofrece la si-
virtud de las presentes, con nuestra suprema au- guiente bibliografía:
toridad,
declaramos y constituimos a San Pascual ABADÍA, Francisco: Oración gratulatoria en
Bailón peculiar Patrono celestial de los la solemne acción de gracias que dedico a Dios
Congresos Eucarísticos, así como también y a San Pascual Baylon. Don Thomas Azpuru,
Arzobispo de Valencia, en reconocimiento del
de todas las Asociaciones Eucarísticas exis- reparo de su quebrantada salud / dixola en el
tentes o que en lo sucesivo se instituyan. Con-vento de Nuestro Padre San Francisco de Za-
Y esperamos confiadamente como fruto de los ragoza, el día 17 de mayo de 1771. Fr., Zaragoza:
ejemplos y del patrocinio del mismo Santo, que Francisco Moreno, 1771, 36 p.; 4º.
muchos cristianos consagren cada día su espíritu, ARRATÍBEL, JUAN S. S. S., San Pascual
sus decisiones y su amor a Cristo Salvador, princi- Bailón, en Año Cristiano, Tomo II, Madrid, Ed.
pio sumo y santísimo de toda salud. Católica (BAC 184), 1959, pp. 400-406.
... BEATIFICACIONES Beati Paschalis Baylon
Dado en Roma, en San Pedro, bajo el anillo del ex Discalceatis Ordinis Minorum Regularis Ob-
Pescador, el día 28 de noviembre de 1897, año servantiæ Provinciæ S. Ioannis Baptistæ Regni
vigésimo de Nuestro Pontificado. Valentiæ, Romæ: ex typographia Camaræ Apos-
tolicæ, 1618, 1 h.; Fol.
BEAUFAYS, P. Fr. Ignacio, O. F. M., Historia
de San Pascual Bailón, de la Orden de Frailes
Menores, Patrono de las Asociaciones Eucarís-
ticas, traducido de la segunda edición francesa
por Fr. Samuel Eiján, O. F. M., en Barcelona, Ti-
pografía Católica, calle del Pino, nº 5, 1906, 265
Bibliografía páginas.
BLANCO UNZUÉ, Mª Pilar – ROY SORIA,
Antonio – GRACIA BLANCO, Marta – MAR-
TÍN CASTILLA, Rafael: «Hallazgos musicales
en el archivo parroquial», Ador, 2, La Almunia de
En el Convento de San Pascual Baylón, Doña Godina: Centro de Estudios Almunienses,
Monjas Clarisas, 12540 Villarreal (Cas- pp. 243-275. Estudio de un manuscrito, fechado
tellón), se pueden obtener las obras siguien- en 1884, y que contiene los gozos que se cantaban
a San Pascual Bailón.
tes:
CARCELLER FERRER, Bautista: Cordonets
Opúsculos de San Pascual Bailón, Vila-real de Sant Pasqual: 50 artículos sobre el Santo
2000, 280 pgs. de la Eucaristía, Castellón: Diputació de Castelló:
El cartapacio de San Pascual Baylón, Servei de Publicacions, 1998, 151 p.: il.; 24 cm.
Villarreal 1995, 83 pgs. CASTELLANOS DE LOSADA, Basilio
RAMBLA, Pascual, OFM, San Pascual Sebastián: Vida del glorioso San Pascual Bailón:
Baylón, Villarreal 1995, 278 pgs. publicada en la Biografía Eclesiástica Completa
por el director de la misma, Madrid: [s.n.], 1863,
Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 69
52 p.; 23 cm. Imp. de Alejandro Gómez Fuente- Pascval Baylon. Retrátalas en mal formados ras-
nebro. gos, en el visto lienço de los cielos, el tosco pincel
COMPENDIO de la vida y novenario de S. de la menos discreta pluma del Padre, Valencia:
Pascual Baylon: según se practica en el Real Francisco Mestre, 1692.
Convento de San Diego, Franciscos Descal- LÓPEZ MELÚS, Rafael María: San Pascual
zos, extramuros de la ciudad de Murcia / escri- Bailón, Sevilla, Ed. Apostolado Mariano, Col. Pie-
to por un religioso del mismo convento, [Murcia]: dad Infantil, 28; 24 p.: il.
en la imprenta de la Viuda de Teruel, 1793, 44 p.; LORTE Y ESCARTÍN, Jerónimo: Los dos
8º. mejores corderos de la grey serafica S. Iuan
EXTENSIO solemnizationi Festi Beati Pas- de Capistrano y S. Pasqual Baylon: Oracion
chalis Baylon Discelceatorum Provinciæ S. pane-girica, encomiastica o demostrativas de
Ioannis Ordinis Minorum Regularis Observatiæ las he-roycas virtudes y enminentes perfeccio-
pro universis Religiosis utriusque sexus eiusdem nes que les merecieron su canonización / pro-
Ordinis in Hispaniæ regnis utriusque Coronæ clamada por el R. P. Fr. Zaragoza: Pascual Bue-
Castellæ Aragoniæ: «pro cuncto Clero Oppidis no, 1692, [4], 40 p.; 4º.
ubi dicti Beati Corpus requiescit» natus fuit, MEREGA, Rómulo: Pentagios celebres en las
Romæ: ex typographia Cameræ Apostolicæ, 1620, divinas letras, su misterioso epílogo S. Pasqual
1 h. pleg.; Fol. Baylon: oracion panegirica: que miercoles a
FERNÁNDEZ, Antonio Pablo: El ángel lego 26 de setiembre de 1691 en Alcudia a festeja-
y pastor, San Pascual Baylón. Comedia en tres do la canonizacion de S. Pasqual Baylon en el
actos, en verso (manuscrito) [s.a.] Convento de Santa Barbara / dixo Fr. del Real
FERNÁNDEZ, Antonio Pablo: Comedia famo- Orden de N.S. de la Merced, Valencia: Francisco
sa. El ángel lego y pastor, San Pasqual Baylón. Mestre, 1691, [10], 24 p.; 4º.
Madrid: Antonio Sanz, en la Plazuela de la calle MISSAS. Paschalis Baylon Confessoris,
de la Paz, 1745, 40 p.; 20,5 cm. Romæ: typis Reu. Cam. Apost., 1694, [2] p.; Fol.
FERRI CHULIO, Andrés de Sales: Iconogra- NOVENA al Santo del Sacramento San
fía Popular de San Pascual Bailón, Villarreal: Pascual Bailon: segun se practicaba en el Con-
Caja Rural Católico Agraria, 1992, 157 p.: il.; 29,5 vento de San Diego de esta ciudad, Murcia:
cm. [s.n.], [s.a.], 15 p.: il.; 16 cm. Imp. de Pedro Belda.
FITA, Pascual: Sermón del glorioso San Pas- Pedro Belda imprimió en Murcia entre los años
qual Bailón, que en la solemne fiesta 1857 y 1894.
que anual-mente le consagra su ilustre Cofra- NOVENA de San Pascual Bailon, Madrid: Li-
día / dixo en el convento de San Juan de la Ribe- brería Católica de D. Gregorio del Amo, 1900, 40
ra, extramuros de esta ciudad, el Sr. Dr. D..., el p.; 15 cm.
día 22 de mayo de 1809, Valencia: Joseph Estevan, OCA, Diego de: Del Beato Pasqual Baylon /
1809. dixola el Padre Fray Francisco Descalço; el Se-
GONZÁLEZ LUDEA, Pedro: Herman Cohen ñor Don Francisco Escoria y Ladron la da a la
y San Pascual Bailón y Jubera, Barcelona: La estampa, Valencia : Geronimo Vilagrasa, 1668, [8],
Adoración Nocturna, 1905, 30 p.: il.; 15 cm. Im- 49 p.; 4ª.
prenta La Hormiga de Oro. PANES, Antonio: Vida del beato fray Pascual
GOZOS al glorioso San Pascual Bailón, Va- Baylon, religioso de la Regular Observancia
lencia: Lib. Vda. de R. Ortega, [s.a.], [1] h.: il.; 32 de San Francisco / escrita por fray Valencia: en
cm. casa de los hered. de Crysostomo Garriz, por Ber-
IOSEPH DE IESUS: Cielos de fiesta, Mvsas nardo Nogues, 1655, [16], 520, [30] p.; 4º.
de Pascva, en fiestas reales, qve a S. Pas- PORRENTRUY, L. A. de: Saint Pascual Bay-
cval coronan svs mas finos, y cordialissimos de- lon, Patron des Ouvres eucharistiques, Paris,
votos, los mvy esclarecidos hijos de la ciudad 1899.
de Valencia, que con la magestad de la mas RAMBLA, Padre Pascual, o.f.m.: San Pascual
luzida pompa, echó su gran devocion el resto, Bailón. Ediciones «Provincia Fransciscana de
en la Fiestas de la canonizacion de San
70 Historia de S. Pascual Bailón