MICHAEL GREEN
ba
evangelizacion
en Ia iglesia
primitiva
2.€{Evangelio y la conversion
perio,
Mons’ Bune
wd be, ay
san juan 4383 IB buenos ames
S655-
INTRODUCCION
“La idea de conversi6n, en el sentido que hoy
le damos, permanecié largo tiempo —quiza has-
ta la Ilegada del cristianismo— absolutamente
ajena a la mentalidad del mundo greco-ro-
mano”. Con estas palabras inicia Gustave Bardy
su importante obra sobre el tema.’ Se trata de
una conclusion que A. D. Nock, por ejemplo,
hubiera considerado algo exagerada en detalle
aunque bastante apropiada en lineas generales.?
Ademés, es Gtil para hacemos ver hasta qué
punto la insistencia judeo-cristiana en la con-
version tiene que haber parecido extratia a los
gentiles del siglo I.
1. LA CONVERSION CRISTIANA
Ante todo, équé es eso de “la idea de conver-
sién en el sentido que hoy le damos"? Nor-
malmente usamos esta palabra, en alguna de
sus dos acepciones en un contexto religioso: ya
6se trate para indicar que alguien ha dejado una
confesion religiosa (0 ninguna) para adherir ex-
clusivamente a otra, o para referirnos a una
persona que durante cierto tiempo habia me-
Tamente simpatizado con determinada fe y lue-
0 despertado a Ia significacion e importancia
de la misma con entusiasmo y curiosidad, Por
qué una conversion de esta naturaleza pudo
haber parecido extraiia para el mundo an-
‘tiguo?
Existen, me parece, tres razones. En primer
lugar, el hombre helenistico. no consideraba
la creencia como algo necesario para el culto.
Mientras los sacrificios tradicionales fuesen
ofrecidos, mientras el espectéculo continuase,
todo marcharia bien.* A nadie se le exigia
creer en las deidades que adoraba: muchos
hombres inteligentes —como Lucrecio y Ju-
venal— se burlaban de las historias sobre los
dioses tradicionales, pero, aun asi, se cuidaban
muy bien de proseguir con los sacrificios de los
cuales —segin se afirmaba— dependfa la segu-
ridad del Estado y el bienestar de la sociedad.
En segundo lugar, el hombre helen{stico no
consideraba la ética como una parte de la reli-
gidn, Casi no habia diferencia entre ser devoto
de Mitra o adorador de Isis, Es cierto que
algunos ritos exigian pureza ritual durante el
periodo’ de la iniciacién, durante la cele-
bracién del culto; pero ninguno de ellos insistia
en una ruptura total con .el pasado, en una
renuncia a todo lo que era injusto; por el
contrario, procuraban que sus demandas sur-
76
giesen de la misma naturaleza de la deidad
adorada. Cuando se habla de las antiguas reli-
giones,* nadie cuestiona este dltimo punto: pe-
Fo no ocurre lo mismo cuando se habla de la
filosoffa. Los cfnicos y los estoicos en parti-
cular, introdujeron un altisimo concepto de la
virtud, y a tal punto hacian depender sucumpli-
miento de la fidelidad a la escuela filoséfica
respectiva, que en ello podemos encontrar un,
buen paralelo de la conversién cristiana. A. D.
Nock defiende esta posicién en su famoso libro
Conversion, pero, al paso que sobreestima las
similitudes, subestima las diferencias entre el
cristianismo y las escuelas filos6ficas. Es verdad
que la filosoffa se convirtié en un factor cul-
tural popular e importante en los siglos inme-
diatamente anteriores y posteriores a Cristo:
actud a manera de correctivo para la vida
cenciosa de aquellos tiempos, sirvid-como e:
plicacién inteligible de los fendmenos y como
estilo de vida noble y disciplinada que incluso
produjo algunos de las més atractivas person:
lidades paganas, como Marco Aurelio, Epicteto
y Séneca, entre otros. También es verdad que
la ética de los estoicos y el celo misionero de
los cinicos tienen mucho en comén con la
Iglesia primitiva y que hasta los filésofos pen-
saban en una experiencia de conversién que, en
algunos aspectos, se parecia a la del cristiano.
En dicha experiencia, el buscador es como un
hombre sumergido en aguas profundas y que
gradualmente necesita mas y més el oxigeno, y
entonces, repentinamente, llega a la superficie
7y puede respirar.’ Pero esto es s6lo una parte
de la historia: John Baillie® sigue ciegamente a
Nock y.da por sentado que estas conver-
siones son estrictamente comparables a la con-
version cristiana, incluyendo la seguridad de la
salvacion y la garantia de que quien la recibe
jamas volveré atrés. Hasta qué punto esté lejos
de la verdad, queda demostrado por la pro-
funda incertidumbre y por la inconsistencia
moral que pueden observarse aun en los me-
jores ejemplos. Marco Aurelio,” como Ciceron
antes que é1,* tiene que terminar en el agnos-
ticismo y confesar que no posee razén con-
vincente alguna para creet que los dioses exi
ten. ¢Es éste el lenguaje confiado de alguien
que ha hallado lo que busca? Séneca tiene que
confesar que al aproximarse a la muerte ex-
perimenta profunda incertidumbre en cuanto a
Ta naturaleza del alma, a su futuro, a su destino
y_a su constitucion.” “Sabemos como vivir?
@Sabemos como morir? "!° Lejos de ser la
seguridad un gran interrogante, es lo que lena
lo més intimo del ser de estos nobles paganos.
Basta comparar la sombria resignacion ante sus
respectivas muertes con la radiante confianza
de los primeros mértires cristianos, para ver la
diferencia entre busqueda y descubrimiento.
Mas todavia: el notorio vacio entre precepto y
practica en un hombre como Séneca,'? por
ejemplo, desautoriza por completo la idea de
que tenemos aqui algo semejante a la conver-
sion cristina. Nock!? cita Epistola 6:1 donde
Séneca escribe: “Entiendo, Lucilo, que yo no
78
estoy siendo merainente mejorado sino que es-
toy siendo transformado. -.” 1Ojalé hubiera
habido mayores sefiales de ello en su vidal
Pudo afirmar que estaba por completo desinte-
resado de la bisqueda de riquezas y que no le
importaba ser pobre 0 ser rico,!? pero, en la
practica, adquirié enormes riquezas, algunas
mediante recursos muy cuestionables, y en ma-
nera alguna se mostré ansioso por desprenderse
de ellas.'* “Una gran fortuna es una gran ser-
vidumbre","* pregoné, pero se apegé a su ri-
queza. Su severidad con los deudores fue una
de las causas econdmicas que promovieron la
rebelién Boadicea en Bretafia, episodio que le
cost6 al Imperio una de sus mejores legiones,
También pudo hablar admirablemente acerca
de sus esclavos, refiriéndose a ellos como pré-
jimos, huéspedes bajo su techo, amigos en el
subsuelo, y asf sucesivamente;!® pero a pesar
de todos los sentimientos de humanidad que
proclamaba, no les permitié compartir su modo
de vida, ni siquiera liberé a uno solo de
ellos.” Como Bardy sefiala con justicia, se
esperaba que el filésofo predicase, pero no que
practicase lo que predicaba. La gente acudia a
4 en busca de consejo, no en busca de ejem-
plo, Esta separacion entre la creencia y la con-
ducta era una de las diferencias fundamentales
entre la mejor religion filos6fica pagana y la
conversion cristiana.
Habia un tercer motivo por ol que la idea de
la conversion cristiana resultaba sorprendente
para el hombre helénico: eran tas demandas de
79exclusividad que exigia de sus devotos. Se es-
peraba que los cristianos perteneciesen en alma
y cuerpo a Jesiis, quien era llamado el amo
(despotés) de ellos, y de quien se afirmaba que
los habia redimido del dominio de extrafios
poderes para hacerlos suyos. De ahi en adelante
ellos no podian reconocer a ningin otro “‘Se-
fior’, ya se tratara del emperador o de una
deidad pagans. Todo esto parecfa muy extrafio,
pues la antigua religion nunca habia sido exclu-
sivista, Es verdad que los misterios no estaban
abiertos a quienes no fuesen iniciados: en
en este sentido si eran exclusivistas; pero no lo
eran en principio: no requerfan la lealtad abso-
luta de un hombre, ni le impedian pertenecer 2
cualquier otra religion de misterio ni cumplir
con su culto ancestral o hacer reverencia ante
la estatua del emperador. Si alguien recurrfa a
la filosoffa o a la magia, a la astrologia o a la
gnosis, a los ritos de Osiris o a los de Mitra,
es0 era algo en cierto sentido carente de impor-
tancia, pues cualquiera de estos ritos era con-
siderado como complemento y no como susti-
tuto de la religion ancestral.
‘Asi, pues, la conversion, en el sentido que
nosotros le damos —como un cambio de fe y
de culto—, era ciertamente ajena por completo
a la mentalidad del mundo grecorromano. Por
esta razon es que los jud{os concitaban tanto
interés, asombro, odio y fascinacién; en aquel
periodo de intenso sincretismo religioso, ésa
era una religion que se hacia sentir como una
pulga molesta. Monotefstas a ultranza, dedica-
80
dos @ combatir fa idolatria, provistos de la
mas noble ética, con una larga historia, con un
libro santo, los judios ejercian tanta atraccin
como repugnancia conforme se extendian por
toda la cuenca del Mediterréneo. Es muy dificil
que un escritor entre los afios 50 y 150 d.C. no
los mencione. La influencia de los jud fos fue enor-
me, Livia, la esposa de Augusto, tenia una
esclava judfa a quien profesaba muchisima es-
‘a, y por ella envi6 ofrendas para el templo
de Jerusalén.'® Alejandro, el famoso consejero
econdmico de Claudio, era judio.'® La concu-
bina de Ner6n, Popea Sabina, era una mujer
“temerosa de Dios”.?° Josefo era intimo de
los emperadores flavianos y, por supuesto, toda
la familia de Herodes habia sido educada en
Roma y mantenia relaciones estrechas y cor-
diales con la familia imperial. Por lo tanto,
aunque a disgusto, el judaismo era extraordina-
riamente bien conocido y respetado. Introdujo
en el mundo antiguo la idea de esta conversion
total, de este cambio de vida que estamos con-
siderando aqui. Pero el éxito obtenido fue muy
pobre, Disfrutaba —gracias a una legislacion
protectora— de ventajas no brindadas a ninguna
‘otra confesién; abarcaba el mundo conocido;
disponfa de sinagogas abiertas a los simpati-
zantes gentiles; tenfa su Santo Libro y contaba
‘con una ética manifiestamente superior a cual-
quier otra de aquel entonces, y, sin embargo, a
pesar de todo ello, no pudo convertir al I
perio Romano, y por cierto que nunca pareci
intentarlo. Pero alli donde el judaismo fracas6, el
81cristianismo tuvo éxito. Llevo @ cabo inmensos
y rapidos progresos tanto entre los judios co-
mo entre los gentiles, y los amalgam@ en lo
que pronto fue llamado una tertium genus, una
tercera raza.?!
En este punto es donde se destaca a singu-
laridad de la conversion cristiana. Los cristianos
convocaron tanto a judfos como a gentiles para
que depositaran su fe en el Mesias de Dios y
para que se unieran al conjunto de su pueblo.
Para un gentil esto seria conversion @ una nue
va fe; para un judfo serfa, en un importante
sentido, conversion dentro de la fe en la cual
habia sido nutrido y de la cual Cristo era
cumbre y meta. Pero la conmocién seria tan
grande para el judio como para el gentil, o aun
mayor. Ambos tendrian que ser bautizados en
la Iglesia del Mesfas. Y aunque para el gentil
eso hubiera sido mucho més preferible que la
ircuncisién, para el judio era una enorme pie-
dra de tropiezo: significaba renunciar a toda
pretension de ser elegido de Dios simplemente
sobre la base del nacimiento y de la circun-
cision. Significaba volver a ser como una cria-
tura recién riacida, y lavarse de todas las impu-
rezas mediante el bautismo —precisamente lo
mismo que ellos esperaban que hiciera un pro-
sélito bautizado para pertenecer a Israel.?? No
podia imaginarse un renunciamiento més hu-
millante a todo privilegio, a todo mérito ad-
quitido y heredado, a toda posicién ante Dios.
EI skandalon de ta conversion al’ cristianismo
era absoluto.
82
Todo esto constituye un saludable llamado
de atencién en dias como los nuestros, cuando
los cristianos tienden a ser més bien timidos
respecto al caracter singular de su religion. Hoy
la palabra “didlogo” reemplaza a “mision’” en
el vocabulario, y “conversion” resulta un con-
cepto inaceptable. Recientemente, el profesor
J. G. Davies ha lanzado un ataque tanto contra
ja palabra como contra la idea de conver-
sién:?? critica a la Iglesia por intentar ampliar
el numero de sus feligreses a través del prase-
litismo y la conversion individual. El verdadero
objetivo de los cristianos, opina Davies, deberia
consistir en dialogar con el mundo y no en
sujetarlo. 2 un monélogo; consiste en enviar
hombres al mundo con el mensaje divino de
reconciliacion en sus vidas més bien que en
tratar de ejercer con los labios influencia sobre
Ja vida social y econ6mica de su generacién.
Davies se esta deslizando por una de las dos
viejas vertientes: el evangelio social o el evan-
gelio espiritual. Pero el Nuevo Testamento re-
chaza con vigor esta dicotomia.?* Los prime-
ros predicadores no entraron en didlogo con el
mundo, excepto para entenderlo y para poder
presenrtar_a sus contemporéneos en términos
comprensibles su mensaje transformador de la
vida, Crefan haber recibido una buena noticia
para compartir con sus amigos y sabfan que la
buena noticia se habla hecho persona en Je-
sucristo: era él a quien proclamaban. Y 2
medida que los hombres confiaban en él, sus
vidas comenzaban a ser transformadas y sus
83propésitos sociales y culturales cambiados, y ol
amor de Dios que tan gratuitamente hab {an reci-
bido Ios Hlevaba al compromiso social que el
profesor Davies defiende correctamente. Una
vez separado de la raiz fundamental de la con-
version a Cristo; el mensaje cristiano se resque-
braja como una planta sin vida, no importa
lo hermosas que sean las flores de la inquietud
y de la identificaci6n social cristianas que pue-
da exhibir en la sociedad. La conversion cris
tiana era algo nuevo y tnico en el mundo
antiguo: algo humilde, dindmico, firme. ¢Qué
ofrecia y qué implicaba? En resumen: den qué
manera se convertia una persona?
2. LA CONVERSION MEDIANTE EL
ESPIRITU Y LA PALABRA
En el volumen 1 hemos considerado algunos de
los atractivos que el cristianismo ofrecia al
mundo antiguo. Sin embargo, si hemos de creer
a los mismos cristianos, no fue solo por esas
razones que el Evangelio se divulg6 tan répida y
extensamente. Nadie mejor que Lucas, en la
Iglesia primitiva, nos ha brindado su evaluacién
de los factores que intervinieron en la evange-
lizacion, Para él, los dos factores. principales
son, precisamente, los factores que los hombres
no pueden aportar, es decir, el Espiritu de Dios
y la Palabra de Dios.
Es ya un lugar comin decir que el principal
tema de Hechos es la obra del Espiritu Santo y
84
que éste es el supremo agente de la mision
cristiana, No obstante ello, éste resulta ser el
factor més fécilmente olvidado al evaluarse la
conversién en la Iglesia primitiva, Los cristianos
estaban convencidos de que el Espiritu de Je-
sits habia Megado y moraba dentro de sus pro-
pias personalidades a fin de capacitarlos para la
evangelizacién —mediante la cual darian a co-
nocer a Jesiis. El libro de Hechos es la historia
—vista desde la perspectiva de un hombre apos-
télico— de cémo se llevé a cabo esta tarea.
J. H. E, Hull recientemente ha llamado ta aten-
cién a este hecho en su obra The Holy Spirit
jn the Acts of the Apostles: "La evangelizacion
del mundo fue el mayor interés y la
preocupacion de Lucas... La lglesia reci
Espiritu no para su disfrute egoista y secreto,
se en el testimonio de Cris-
to, jativa de evangelizacion regis-
trada en Hechos es Ia iniciativa del Espiritu de
Dios. Desde 1:8, donde se bosqueja la mision a
todo e mundo, hasta el encarcelamiento de
Pablo en Roma al final del libro —cosa que
hace posible que el Evangelio sea escuchado sin
trabas en la capital, cada nuevo avance es
inaugurado por el Espiritu del Sefior.® Es el
Espiritu, el don de Jesiis exaltado, el que llena
y utiliza tan manifiestamente a los discipulos el
dia de Pentencostés. Y lo mismo en el caso de
Pedro ante el Sanedrin, de Esteban en Jeru-
salén y de Felipe con el eunuco.7 Es el Espi-
ritu quien desvia a Pablo de su misién y lo
impulsa hacia donde debe ejercerla;?* es ol
85Espiritu el que dirige @ Pedro para que evan-
gelice a Comelio, y a la iglesia de Antioquia
para evangelizar a los paganos en el primer
viaje misionero.2? Lejos de ser el Espiritu po-
sesion de la Iglesia —como Kasemann lo hu-
biera deseado con su asombroso hallazgo de un
catolicismo primitive en Hechos?°—, el Espiritu
es quien crea, avala y vigoriza a la Iglesia. “La
grandeza de la interpretacién de Lucas —como
bien to observa E. Schweizer~ reside en que.
| muestra, como ningéin otro lo ha hecho, que
la Iglesia puede vivir dnicamente si evangeliza,
y si sigue toda senda que el Espiritu le indi-
que?! Por supuesto que Lucas no fue el dnico
en subrayar la primacia del Espiritu en la mi-
sin; el mismo tema aparece en el Evangelio de
Juan®? y, con frecuencia, también en Pablo.
En los escritos paulinos, el Espiritu es vincu-
lado una y otra vez con la proclamacién del
Evangelio; pasajes como Filipenses 1:19, 1 Te-
salonicenses 1:5 y Efesios 6:18s., son tl
en este sentido. La iniciativa pertenece a Dios.
Dios toma la delantera en la creacién y en la
redencién y también en la mision.??
EI segundo gran agente de la evangelizacion
es la Palabra de Dios. En los escritos del
Nuevo Testamento aparece con frecuencia vin-
culada con el Espiritu, como si se quisiera
subrayar que es mediante la Palabra de Dios
como el Espfritu acostumbra a actuar. En cada
uno de los pasajes que acabamos de citar, am-
bos estén integramente vinculados. La Palabra
de Dios es la misma espada que usa el Esp/-
86
ritu.2* Uno de los grandes méritos de C. K.
Barrett en su Luke the Historian es la manera en
que é| subraya esta verdad: “EI principal ins-
‘trumento mediante el cual el. Espiritu extiende
la soberania de Cristo es la Palabra de Dios”,?®
y junto con esto Barrett incluye frases como “la
palabra del Sefior”, “la palabra de salvacion",
“la palabra del evangelio” y “la palabra” tout
simple. A cualquier parte donde fueran los pri-
meros cristianos, levaban consigo la palabra
(8:4). Durante dieciocho meses o mas fue la
Palabra la que detuvo a Pablo en Corinto
(18:5). Y lo mismo ocurrié en Efeso durante
los dos afios que paso alli: “Todos los que
habitaban en Asia, judios y griegos, oyeron la
palabra del Sefior Jestis.”” Cuando Lucas quiere
indicar el éxito de la misién, dice: “la palabra
del Sefior crecfa y prevalecia.”37 La Palabra
hace su propio impacto en Tedfilo (Lucas 1:1;
Hechos 1:1), en el centurion Cornelio (10:44),
en el proconsul de Chipre (13:7), en los ciu-
dadanos de Antioquia (13:44). No es de ad-
mirarse que los Doce hicieran de ella una prio-
ridad (6:4). No es de admirarse tampoco que
los misioneros anénimos de 8:4 la tomasen
como su arma poderosa. éLlega alguien a
creer? Entonces es porque la Palabra ha pro-
ducido fe (4:4). éLlega alguien a recibir el
Espiritu? Eso ocurre porque ha escuchado la
Palabra (10:44). Llega alguien a hacerse cris-
tiano? Ello se debe a que Dios ha iluminado el
corazén de quienes escuchaban el mensaje
apostélico. 2Es alguien un falso cristiano? Eso
87acontece porque no participa de la Palabra
(8:21). No es exagerado afirmar que la Palabra
es el instrumento bésico manejado por el Es-
piritu en favor de la misién de la Iglesia cuan-
do ésta se halla dedicada a la evangelizacién.
Al enfatizar esta “Palabra”, los primeros
tianos echaron mano, con toda seguridad, a una
pauta basica, Ya hemos examinado varios inten-
tos por reconstruirla, de los cuales, el mas famoso,
es el de C. H. Dodd. Las dificultades surgidas
al evaluar los Ifmites precisos de esta “Pa
labra’”, nunca podrén ser allanadas, por la sen-
cilla razén de que habia una gran flexibilidad
de enfoque entre los primeros cristianos al
tiempo que existia unidad de propésito y simi-
litud de contenido. Pero no estaremos lejos de
la verdad si consideramos fundamentales res-
pecto de la Palabra que ellos anunciaban los
siguientes tres puntos.
Primero: ellos predicaban a una persona. Su
mensaje era netamente cristocéntrico. Es ver-
dad que con bastante frecuencia se hace men-
cién del Evangelio simplemente como Jesiis 0
como Cristo: “Le predicaron a Jestis."?* Para
los jud fos Jess era el cumplimiento de la obra de
Dios en la historia;39 para los gentiles Jesiis mar-
caba el fin del aparente desinterés de Dios.*? Je
sis el hombre, Jess crucificado, Jesis resucita-
do, Jestis exaltado al lugar de poder en el univer-
so, desde el cual regresaria como juez al fin de los
tiempos; Jestis, el que también se hallaba presen-
te en medio de los suyos en el Espiritu y lo
demostraba no solo mediante sefiales y mara
88
villas sino ademas por el metedrico avance de
la Iglesia. Estos. eran, al parecer, los aspectos
fundamentales de lo que ellos ensefiaban acerca
de Jestis. Habia pocas cosas sobre su vida, si es
que vamos a juzgar por las ep{stolas paulinas y
los discursos de Hechos; pocas cosas sobre sus
ensefianzas y sus milagros.*? Todo el énfasis
recaia sobre su cruz y su resurreccién, sobre su
poder actual y sus alcances. El Cristo resuci-
tado era algo decididamente central en el men-
saje de aquellos cristianos.
Segundo: effos proclamaban un don. El don
del perdon, el don del Espiritu, el don de la
adopcién, el don de la reconciliacion. El don
que hizo de los que “no eran pueblo” parte
del “pueblo de Dios”, el don que acercd a
aquellos que estaban lejos.$? Los judios no
habian hecho nada para merecerlo,*? como
tampoco los gentiles: este don procedia ente-
ramente de la gracia de Dios, El Evangelio es
“la palabra de su gravia"; solo “mediante ta
gracia del Sefior Jestis"” los hombres pueden ser
salvados, 0 hallar vida, 0 ser justificados.**
Como el autor de esta salvacién es nada menos
que el propio Dios, la oferta es diriglda a todos
los seres humanos sin distincian —excepto la
di
el libro de Hechos se enfatiza en particular
sobre dos elementos del don de Dios, elemen-
tos ya anticipados en Jeremies y en Ezequiel
como las sefiales del Nuevo Pacto;*® se trata
del perdén de los pecados y de la posesion
interior del Espiritu Santo. La combinacién
99aparece muy temprano, en el sermon de Pente-
costés: “EI perdon de vuestros pecados y el
don del Espiritu Santo” son los dos aspectos
de la oferta de Pedro, Ocurrié de la misma
manera en la conversion de Pablo: Ananfas le
indicd que debia bautizarse y lavar sus pe-
cados, y entonces podria ser Hleno del Espiritu
Santo.*® El perdén para el pasado y el poder
para el futuro eran los dos aspectos salientes
del_don de Dios que proclamaban los apéstoles.
Tercera: ellos buscaban una respuesta.*” Los
apéstoles no tenfan reparos en exigit a los
hombres que se decidieran en favor o en contra
de Dios, quien ya se habia decidido en favor
de ellos. Esperaban resultados.** Desafiaban a
los hombres @ hacer algo respecto al mensaje
que habfan escuchado. La respuesta salta a la
vista a través de las paginas de! Nuevo Testa-
mento: los hombres tienen que hacer tres co-
sas. Primero y por encima de todo, tienen que
arrepentirse, es decir, cambiar de actitud con
respecto a su viejo estilo de vida y dejar de
lado sus pecados. Este cambio involucra una
radical ruptura con el pasado, y no seré autén-
tico sin las “obras de arrepentimiento”.*® En
el caso de los magos efesios, significaba que-
mar sus libros, y en el caso del carcelero de
Filipos, lavar las heridas de Pablo. Era la con-
dicién ineludible impuesta por Dios para ser
aceptado por él. Todos los hombres, en todo
lugar, tienen que arrepentirse: el _desaffo iba
dirigido “a cada uno de vosotros”.° No habia
escapatoria, Por otra parte, no sign
90
-ainsaatetlttatatin
cesariamente, una patética lamentacion por los
viejos pecados: se trataba esencialmente de un
cambio de actitud hacia Dios, a quien ellos
habian ofendido, y, en le préctica, depuesto
del legitimo lugar como soberano de sus vidas.
Junto con el arrepentimiento va la fe. En He-
chos 20:21, el ““arrepentimiento para con
Dios” es parangonado con la “fe para con el
Sefior Jesucristo”” en el resumen del Evangelio
que Pablo hace para judfos y gentiles por igual.
Si una persona quiere recibir el don de Dios y
del Espiritu, tiene que oreer en Jestis (10:43;
11:17; 16:31, etc.).°! El contenido de la fe a
menudo no ‘se especifica: los hombres escu-
charon la predicacién y creyeron.'? Es el men-
saje acerca de Jesiis lo que le da forma y
contenido a la fe de los que creen. Es sugestivo
notar cémo el Nuevo Testamento subraya a
menudo el cardcter cristocéntrico de esta fe
con la preposicién griega efs y el acusativo..*
Por la fe que salva, una persona se entrega a si
misma “a Cristo”, y de ah en adelante ejerce
la fe cristiana permaneciendo en Cristo, “en
Cristo". No puede vivir en Cristo hasta que no
se haya entregado a Cristo. El salto de la fe es
indefectiblemente anterior a la vida en la fe.
La tercera condicién impuesta a todos aquellos
que deseaban comenzar la vida cristiana era,
naturalmente, el bautismo, del que hablaremos
més adelante. El bautismo era el sello sobre la
oferta divina de perdén y del Espiritu y sobre
la respuesta del hombre arrepentido y creyente @
aquella oferta, En tanto estamos considerando
1la conversién, el arrepentimiento y la fe, vale la
pena transcribir el siguiente comentario de J. R.
W. Stott, para con cuyo ensayo The Meaning
of Evangelism me siento deudor: “Ahora bien,
tanto el arrepentimiento como la fe son des-
critos en Hechos en términos de conversion de
la maldad (3:26), mientras que la fe es una
conversion “a Dios” (15:19; 26:20) 0 “al Se-
flor’ (9:35; 11:21). Conversion también refiere
a la nueva experiencia de los gentiles (15:3).
“Convertirse” (en 3:19, Reina-Valera lee “con-
vertios”), es volverse de la vanidad de los idolos
al Dios viviente (14:15); de las tinieblas, a la luz,
y del poder de Satands, a Dios (26:18), o dei
pecado y del yo, a Jesucristo.”°* Este es un
hecho digno de reflexion, ya que la palabra
griega que equivale a ‘conversion’ aparece muy
pocas veces en el Nuevo Testamento. La con-
version no es otra cosa que el volverse a Cristo
en arrepentimiento y en fe. Y no es énfasis en
a conversion, precisamente, lo que escasea en
los escritos apostélicos.
3. LA CONVERSION, EL BAUTISMO
Y LA NUEVA VIDA
El hecho de volverse alguien a Cristo en arrepen-
timiento y con fe, se identifies con una sefial y
y un sello fisicos: el bautismo.** Sacramental-
mente, esto marcaba el principio de la experien-
cia cristina. Asi como en los dias del Antiguo
Testamento la circuncisién hab (a sefialado el con-
92
trato entre la iniciativa gratuita de Dios, por un
lado, y la respuesta confiada y obediente del hom-
bre, por el otro,$® del mismo modo el bautismo
significaba ingresar en la comunidad cristia-
na? Este no es el lugar para examinar la
doctrina del bautismo en el Nuevo Testament,
maxime cuando ha recibido considerable aten-
cin en afios recientes. Pero hay un punto
principal que nos interesa examinar aqui: se
trata del vinculo universal y casi inconsciente
entre el invisible encuentro de la fe del hombre
con la gracia de Dios, tal como se daba en la
Iglesia primitiva, y su expresion externa en el
bautismo. Lejos de ser, en cierto modo, la
antitesis de la gracia y de la fe como pudo
haber imaginado buena parte del pensamiento
protestante, en tiempos ya pasados— el bautis-
mo es el sacramento de la justificacién por la
fe. Decir “todos sois hijos de Dios por la fe en
Cristo Jesus" equivale a decir, “todos los
que habgis sido bautizados en Cristo, de Cris
to estdis revestidos.”5* No es accidental el
hecho que Romanos 6, con su ensefianza
sobre la unidad con Cristo en la muerte y en la
resurreccin mediante el bautismo, venga inme-
diatamente después de Romanos 5 con su ex:
celsa doctrina de la justificacion. Son cosas que
se corresponden reciprocamente. Aquellos que
se arrepintieron y creyeron la Palabra, fueron
bautizados. Esa fue la norma invariable, por lo
menos hasta donde podemos saber.*?
En los dias apostélicos el bautismo se inter-
preté y expresé. de muy diversas maneras.
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