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MICHAEL GREEN ba evangelizacion en Ia iglesia primitiva 2.€{Evangelio y la conversion perio, Mons’ Bune wd be, ay san juan 4383 IB buenos ames S655- INTRODUCCION “La idea de conversi6n, en el sentido que hoy le damos, permanecié largo tiempo —quiza has- ta la Ilegada del cristianismo— absolutamente ajena a la mentalidad del mundo greco-ro- mano”. Con estas palabras inicia Gustave Bardy su importante obra sobre el tema.’ Se trata de una conclusion que A. D. Nock, por ejemplo, hubiera considerado algo exagerada en detalle aunque bastante apropiada en lineas generales.? Ademés, es Gtil para hacemos ver hasta qué punto la insistencia judeo-cristiana en la con- version tiene que haber parecido extratia a los gentiles del siglo I. 1. LA CONVERSION CRISTIANA Ante todo, équé es eso de “la idea de conver- sién en el sentido que hoy le damos"? Nor- malmente usamos esta palabra, en alguna de sus dos acepciones en un contexto religioso: ya 6 se trate para indicar que alguien ha dejado una confesion religiosa (0 ninguna) para adherir ex- clusivamente a otra, o para referirnos a una persona que durante cierto tiempo habia me- Tamente simpatizado con determinada fe y lue- 0 despertado a Ia significacion e importancia de la misma con entusiasmo y curiosidad, Por qué una conversion de esta naturaleza pudo haber parecido extraiia para el mundo an- ‘tiguo? Existen, me parece, tres razones. En primer lugar, el hombre helenistico. no consideraba la creencia como algo necesario para el culto. Mientras los sacrificios tradicionales fuesen ofrecidos, mientras el espectéculo continuase, todo marcharia bien.* A nadie se le exigia creer en las deidades que adoraba: muchos hombres inteligentes —como Lucrecio y Ju- venal— se burlaban de las historias sobre los dioses tradicionales, pero, aun asi, se cuidaban muy bien de proseguir con los sacrificios de los cuales —segin se afirmaba— dependfa la segu- ridad del Estado y el bienestar de la sociedad. En segundo lugar, el hombre helen{stico no consideraba la ética como una parte de la reli- gidn, Casi no habia diferencia entre ser devoto de Mitra o adorador de Isis, Es cierto que algunos ritos exigian pureza ritual durante el periodo’ de la iniciacién, durante la cele- bracién del culto; pero ninguno de ellos insistia en una ruptura total con .el pasado, en una renuncia a todo lo que era injusto; por el contrario, procuraban que sus demandas sur- 76 giesen de la misma naturaleza de la deidad adorada. Cuando se habla de las antiguas reli- giones,* nadie cuestiona este dltimo punto: pe- Fo no ocurre lo mismo cuando se habla de la filosoffa. Los cfnicos y los estoicos en parti- cular, introdujeron un altisimo concepto de la virtud, y a tal punto hacian depender sucumpli- miento de la fidelidad a la escuela filoséfica respectiva, que en ello podemos encontrar un, buen paralelo de la conversién cristiana. A. D. Nock defiende esta posicién en su famoso libro Conversion, pero, al paso que sobreestima las similitudes, subestima las diferencias entre el cristianismo y las escuelas filos6ficas. Es verdad que la filosoffa se convirtié en un factor cul- tural popular e importante en los siglos inme- diatamente anteriores y posteriores a Cristo: actud a manera de correctivo para la vida cenciosa de aquellos tiempos, sirvid-como e: plicacién inteligible de los fendmenos y como estilo de vida noble y disciplinada que incluso produjo algunos de las més atractivas person: lidades paganas, como Marco Aurelio, Epicteto y Séneca, entre otros. También es verdad que la ética de los estoicos y el celo misionero de los cinicos tienen mucho en comén con la Iglesia primitiva y que hasta los filésofos pen- saban en una experiencia de conversién que, en algunos aspectos, se parecia a la del cristiano. En dicha experiencia, el buscador es como un hombre sumergido en aguas profundas y que gradualmente necesita mas y més el oxigeno, y entonces, repentinamente, llega a la superficie 7 y puede respirar.’ Pero esto es s6lo una parte de la historia: John Baillie® sigue ciegamente a Nock y.da por sentado que estas conver- siones son estrictamente comparables a la con- version cristiana, incluyendo la seguridad de la salvacion y la garantia de que quien la recibe jamas volveré atrés. Hasta qué punto esté lejos de la verdad, queda demostrado por la pro- funda incertidumbre y por la inconsistencia moral que pueden observarse aun en los me- jores ejemplos. Marco Aurelio,” como Ciceron antes que é1,* tiene que terminar en el agnos- ticismo y confesar que no posee razén con- vincente alguna para creet que los dioses exi ten. ¢Es éste el lenguaje confiado de alguien que ha hallado lo que busca? Séneca tiene que confesar que al aproximarse a la muerte ex- perimenta profunda incertidumbre en cuanto a Ta naturaleza del alma, a su futuro, a su destino y_a su constitucion.” “Sabemos como vivir? @Sabemos como morir? "!° Lejos de ser la seguridad un gran interrogante, es lo que lena lo més intimo del ser de estos nobles paganos. Basta comparar la sombria resignacion ante sus respectivas muertes con la radiante confianza de los primeros mértires cristianos, para ver la diferencia entre busqueda y descubrimiento. Mas todavia: el notorio vacio entre precepto y practica en un hombre como Séneca,'? por ejemplo, desautoriza por completo la idea de que tenemos aqui algo semejante a la conver- sion cristina. Nock!? cita Epistola 6:1 donde Séneca escribe: “Entiendo, Lucilo, que yo no 78 estoy siendo merainente mejorado sino que es- toy siendo transformado. -.” 1Ojalé hubiera habido mayores sefiales de ello en su vidal Pudo afirmar que estaba por completo desinte- resado de la bisqueda de riquezas y que no le importaba ser pobre 0 ser rico,!? pero, en la practica, adquirié enormes riquezas, algunas mediante recursos muy cuestionables, y en ma- nera alguna se mostré ansioso por desprenderse de ellas.'* “Una gran fortuna es una gran ser- vidumbre","* pregoné, pero se apegé a su ri- queza. Su severidad con los deudores fue una de las causas econdmicas que promovieron la rebelién Boadicea en Bretafia, episodio que le cost6 al Imperio una de sus mejores legiones, También pudo hablar admirablemente acerca de sus esclavos, refiriéndose a ellos como pré- jimos, huéspedes bajo su techo, amigos en el subsuelo, y asf sucesivamente;!® pero a pesar de todos los sentimientos de humanidad que proclamaba, no les permitié compartir su modo de vida, ni siquiera liberé a uno solo de ellos.” Como Bardy sefiala con justicia, se esperaba que el filésofo predicase, pero no que practicase lo que predicaba. La gente acudia a 4 en busca de consejo, no en busca de ejem- plo, Esta separacion entre la creencia y la con- ducta era una de las diferencias fundamentales entre la mejor religion filos6fica pagana y la conversion cristiana. Habia un tercer motivo por ol que la idea de la conversion cristiana resultaba sorprendente para el hombre helénico: eran tas demandas de 79 exclusividad que exigia de sus devotos. Se es- peraba que los cristianos perteneciesen en alma y cuerpo a Jesiis, quien era llamado el amo (despotés) de ellos, y de quien se afirmaba que los habia redimido del dominio de extrafios poderes para hacerlos suyos. De ahi en adelante ellos no podian reconocer a ningin otro “‘Se- fior’, ya se tratara del emperador o de una deidad pagans. Todo esto parecfa muy extrafio, pues la antigua religion nunca habia sido exclu- sivista, Es verdad que los misterios no estaban abiertos a quienes no fuesen iniciados: en en este sentido si eran exclusivistas; pero no lo eran en principio: no requerfan la lealtad abso- luta de un hombre, ni le impedian pertenecer 2 cualquier otra religion de misterio ni cumplir con su culto ancestral o hacer reverencia ante la estatua del emperador. Si alguien recurrfa a la filosoffa o a la magia, a la astrologia o a la gnosis, a los ritos de Osiris o a los de Mitra, es0 era algo en cierto sentido carente de impor- tancia, pues cualquiera de estos ritos era con- siderado como complemento y no como susti- tuto de la religion ancestral. ‘Asi, pues, la conversion, en el sentido que nosotros le damos —como un cambio de fe y de culto—, era ciertamente ajena por completo a la mentalidad del mundo grecorromano. Por esta razon es que los jud{os concitaban tanto interés, asombro, odio y fascinacién; en aquel periodo de intenso sincretismo religioso, ésa era una religion que se hacia sentir como una pulga molesta. Monotefstas a ultranza, dedica- 80 dos @ combatir fa idolatria, provistos de la mas noble ética, con una larga historia, con un libro santo, los judios ejercian tanta atraccin como repugnancia conforme se extendian por toda la cuenca del Mediterréneo. Es muy dificil que un escritor entre los afios 50 y 150 d.C. no los mencione. La influencia de los jud fos fue enor- me, Livia, la esposa de Augusto, tenia una esclava judfa a quien profesaba muchisima es- ‘a, y por ella envi6 ofrendas para el templo de Jerusalén.'® Alejandro, el famoso consejero econdmico de Claudio, era judio.'® La concu- bina de Ner6n, Popea Sabina, era una mujer “temerosa de Dios”.?° Josefo era intimo de los emperadores flavianos y, por supuesto, toda la familia de Herodes habia sido educada en Roma y mantenia relaciones estrechas y cor- diales con la familia imperial. Por lo tanto, aunque a disgusto, el judaismo era extraordina- riamente bien conocido y respetado. Introdujo en el mundo antiguo la idea de esta conversion total, de este cambio de vida que estamos con- siderando aqui. Pero el éxito obtenido fue muy pobre, Disfrutaba —gracias a una legislacion protectora— de ventajas no brindadas a ninguna ‘otra confesién; abarcaba el mundo conocido; disponfa de sinagogas abiertas a los simpati- zantes gentiles; tenfa su Santo Libro y contaba ‘con una ética manifiestamente superior a cual- quier otra de aquel entonces, y, sin embargo, a pesar de todo ello, no pudo convertir al I perio Romano, y por cierto que nunca pareci intentarlo. Pero alli donde el judaismo fracas6, el 81 cristianismo tuvo éxito. Llevo @ cabo inmensos y rapidos progresos tanto entre los judios co- mo entre los gentiles, y los amalgam@ en lo que pronto fue llamado una tertium genus, una tercera raza.?! En este punto es donde se destaca a singu- laridad de la conversion cristiana. Los cristianos convocaron tanto a judfos como a gentiles para que depositaran su fe en el Mesias de Dios y para que se unieran al conjunto de su pueblo. Para un gentil esto seria conversion @ una nue va fe; para un judfo serfa, en un importante sentido, conversion dentro de la fe en la cual habia sido nutrido y de la cual Cristo era cumbre y meta. Pero la conmocién seria tan grande para el judio como para el gentil, o aun mayor. Ambos tendrian que ser bautizados en la Iglesia del Mesfas. Y aunque para el gentil eso hubiera sido mucho més preferible que la ircuncisién, para el judio era una enorme pie- dra de tropiezo: significaba renunciar a toda pretension de ser elegido de Dios simplemente sobre la base del nacimiento y de la circun- cision. Significaba volver a ser como una cria- tura recién riacida, y lavarse de todas las impu- rezas mediante el bautismo —precisamente lo mismo que ellos esperaban que hiciera un pro- sélito bautizado para pertenecer a Israel.?? No podia imaginarse un renunciamiento més hu- millante a todo privilegio, a todo mérito ad- quitido y heredado, a toda posicién ante Dios. EI skandalon de ta conversion al’ cristianismo era absoluto. 82 Todo esto constituye un saludable llamado de atencién en dias como los nuestros, cuando los cristianos tienden a ser més bien timidos respecto al caracter singular de su religion. Hoy la palabra “didlogo” reemplaza a “mision’” en el vocabulario, y “conversion” resulta un con- cepto inaceptable. Recientemente, el profesor J. G. Davies ha lanzado un ataque tanto contra ja palabra como contra la idea de conver- sién:?? critica a la Iglesia por intentar ampliar el numero de sus feligreses a través del prase- litismo y la conversion individual. El verdadero objetivo de los cristianos, opina Davies, deberia consistir en dialogar con el mundo y no en sujetarlo. 2 un monélogo; consiste en enviar hombres al mundo con el mensaje divino de reconciliacion en sus vidas més bien que en tratar de ejercer con los labios influencia sobre Ja vida social y econ6mica de su generacién. Davies se esta deslizando por una de las dos viejas vertientes: el evangelio social o el evan- gelio espiritual. Pero el Nuevo Testamento re- chaza con vigor esta dicotomia.?* Los prime- ros predicadores no entraron en didlogo con el mundo, excepto para entenderlo y para poder presenrtar_a sus contemporéneos en términos comprensibles su mensaje transformador de la vida, Crefan haber recibido una buena noticia para compartir con sus amigos y sabfan que la buena noticia se habla hecho persona en Je- sucristo: era él a quien proclamaban. Y 2 medida que los hombres confiaban en él, sus vidas comenzaban a ser transformadas y sus 83 propésitos sociales y culturales cambiados, y ol amor de Dios que tan gratuitamente hab {an reci- bido Ios Hlevaba al compromiso social que el profesor Davies defiende correctamente. Una vez separado de la raiz fundamental de la con- version a Cristo; el mensaje cristiano se resque- braja como una planta sin vida, no importa lo hermosas que sean las flores de la inquietud y de la identificaci6n social cristianas que pue- da exhibir en la sociedad. La conversion cris tiana era algo nuevo y tnico en el mundo antiguo: algo humilde, dindmico, firme. ¢Qué ofrecia y qué implicaba? En resumen: den qué manera se convertia una persona? 2. LA CONVERSION MEDIANTE EL ESPIRITU Y LA PALABRA En el volumen 1 hemos considerado algunos de los atractivos que el cristianismo ofrecia al mundo antiguo. Sin embargo, si hemos de creer a los mismos cristianos, no fue solo por esas razones que el Evangelio se divulg6 tan répida y extensamente. Nadie mejor que Lucas, en la Iglesia primitiva, nos ha brindado su evaluacién de los factores que intervinieron en la evange- lizacion, Para él, los dos factores. principales son, precisamente, los factores que los hombres no pueden aportar, es decir, el Espiritu de Dios y la Palabra de Dios. Es ya un lugar comin decir que el principal tema de Hechos es la obra del Espiritu Santo y 84 que éste es el supremo agente de la mision cristiana, No obstante ello, éste resulta ser el factor més fécilmente olvidado al evaluarse la conversién en la Iglesia primitiva, Los cristianos estaban convencidos de que el Espiritu de Je- sits habia Megado y moraba dentro de sus pro- pias personalidades a fin de capacitarlos para la evangelizacién —mediante la cual darian a co- nocer a Jesiis. El libro de Hechos es la historia —vista desde la perspectiva de un hombre apos- télico— de cémo se llevé a cabo esta tarea. J. H. E, Hull recientemente ha llamado ta aten- cién a este hecho en su obra The Holy Spirit jn the Acts of the Apostles: "La evangelizacion del mundo fue el mayor interés y la preocupacion de Lucas... La lglesia reci Espiritu no para su disfrute egoista y secreto, se en el testimonio de Cris- to, jativa de evangelizacion regis- trada en Hechos es Ia iniciativa del Espiritu de Dios. Desde 1:8, donde se bosqueja la mision a todo e mundo, hasta el encarcelamiento de Pablo en Roma al final del libro —cosa que hace posible que el Evangelio sea escuchado sin trabas en la capital, cada nuevo avance es inaugurado por el Espiritu del Sefior.® Es el Espiritu, el don de Jesiis exaltado, el que llena y utiliza tan manifiestamente a los discipulos el dia de Pentencostés. Y lo mismo en el caso de Pedro ante el Sanedrin, de Esteban en Jeru- salén y de Felipe con el eunuco.7 Es el Espi- ritu quien desvia a Pablo de su misién y lo impulsa hacia donde debe ejercerla;?* es ol 85 Espiritu el que dirige @ Pedro para que evan- gelice a Comelio, y a la iglesia de Antioquia para evangelizar a los paganos en el primer viaje misionero.2? Lejos de ser el Espiritu po- sesion de la Iglesia —como Kasemann lo hu- biera deseado con su asombroso hallazgo de un catolicismo primitive en Hechos?°—, el Espiritu es quien crea, avala y vigoriza a la Iglesia. “La grandeza de la interpretacién de Lucas —como bien to observa E. Schweizer~ reside en que. | muestra, como ningéin otro lo ha hecho, que la Iglesia puede vivir dnicamente si evangeliza, y si sigue toda senda que el Espiritu le indi- que?! Por supuesto que Lucas no fue el dnico en subrayar la primacia del Espiritu en la mi- sin; el mismo tema aparece en el Evangelio de Juan®? y, con frecuencia, también en Pablo. En los escritos paulinos, el Espiritu es vincu- lado una y otra vez con la proclamacién del Evangelio; pasajes como Filipenses 1:19, 1 Te- salonicenses 1:5 y Efesios 6:18s., son tl en este sentido. La iniciativa pertenece a Dios. Dios toma la delantera en la creacién y en la redencién y también en la mision.?? EI segundo gran agente de la evangelizacion es la Palabra de Dios. En los escritos del Nuevo Testamento aparece con frecuencia vin- culada con el Espiritu, como si se quisiera subrayar que es mediante la Palabra de Dios como el Espfritu acostumbra a actuar. En cada uno de los pasajes que acabamos de citar, am- bos estén integramente vinculados. La Palabra de Dios es la misma espada que usa el Esp/- 86 ritu.2* Uno de los grandes méritos de C. K. Barrett en su Luke the Historian es la manera en que é| subraya esta verdad: “EI principal ins- ‘trumento mediante el cual el. Espiritu extiende la soberania de Cristo es la Palabra de Dios”,?® y junto con esto Barrett incluye frases como “la palabra del Sefior”, “la palabra de salvacion", “la palabra del evangelio” y “la palabra” tout simple. A cualquier parte donde fueran los pri- meros cristianos, levaban consigo la palabra (8:4). Durante dieciocho meses o mas fue la Palabra la que detuvo a Pablo en Corinto (18:5). Y lo mismo ocurrié en Efeso durante los dos afios que paso alli: “Todos los que habitaban en Asia, judios y griegos, oyeron la palabra del Sefior Jestis.”” Cuando Lucas quiere indicar el éxito de la misién, dice: “la palabra del Sefior crecfa y prevalecia.”37 La Palabra hace su propio impacto en Tedfilo (Lucas 1:1; Hechos 1:1), en el centurion Cornelio (10:44), en el proconsul de Chipre (13:7), en los ciu- dadanos de Antioquia (13:44). No es de ad- mirarse que los Doce hicieran de ella una prio- ridad (6:4). No es de admirarse tampoco que los misioneros anénimos de 8:4 la tomasen como su arma poderosa. éLlega alguien a creer? Entonces es porque la Palabra ha pro- ducido fe (4:4). éLlega alguien a recibir el Espiritu? Eso ocurre porque ha escuchado la Palabra (10:44). Llega alguien a hacerse cris- tiano? Ello se debe a que Dios ha iluminado el corazén de quienes escuchaban el mensaje apostélico. 2Es alguien un falso cristiano? Eso 87 acontece porque no participa de la Palabra (8:21). No es exagerado afirmar que la Palabra es el instrumento bésico manejado por el Es- piritu en favor de la misién de la Iglesia cuan- do ésta se halla dedicada a la evangelizacién. Al enfatizar esta “Palabra”, los primeros tianos echaron mano, con toda seguridad, a una pauta basica, Ya hemos examinado varios inten- tos por reconstruirla, de los cuales, el mas famoso, es el de C. H. Dodd. Las dificultades surgidas al evaluar los Ifmites precisos de esta “Pa labra’”, nunca podrén ser allanadas, por la sen- cilla razén de que habia una gran flexibilidad de enfoque entre los primeros cristianos al tiempo que existia unidad de propésito y simi- litud de contenido. Pero no estaremos lejos de la verdad si consideramos fundamentales res- pecto de la Palabra que ellos anunciaban los siguientes tres puntos. Primero: ellos predicaban a una persona. Su mensaje era netamente cristocéntrico. Es ver- dad que con bastante frecuencia se hace men- cién del Evangelio simplemente como Jesiis 0 como Cristo: “Le predicaron a Jestis."?* Para los jud fos Jess era el cumplimiento de la obra de Dios en la historia;39 para los gentiles Jesiis mar- caba el fin del aparente desinterés de Dios.*? Je sis el hombre, Jess crucificado, Jesis resucita- do, Jestis exaltado al lugar de poder en el univer- so, desde el cual regresaria como juez al fin de los tiempos; Jestis, el que también se hallaba presen- te en medio de los suyos en el Espiritu y lo demostraba no solo mediante sefiales y mara 88 villas sino ademas por el metedrico avance de la Iglesia. Estos. eran, al parecer, los aspectos fundamentales de lo que ellos ensefiaban acerca de Jestis. Habia pocas cosas sobre su vida, si es que vamos a juzgar por las ep{stolas paulinas y los discursos de Hechos; pocas cosas sobre sus ensefianzas y sus milagros.*? Todo el énfasis recaia sobre su cruz y su resurreccién, sobre su poder actual y sus alcances. El Cristo resuci- tado era algo decididamente central en el men- saje de aquellos cristianos. Segundo: effos proclamaban un don. El don del perdon, el don del Espiritu, el don de la adopcién, el don de la reconciliacion. El don que hizo de los que “no eran pueblo” parte del “pueblo de Dios”, el don que acercd a aquellos que estaban lejos.$? Los judios no habian hecho nada para merecerlo,*? como tampoco los gentiles: este don procedia ente- ramente de la gracia de Dios, El Evangelio es “la palabra de su gravia"; solo “mediante ta gracia del Sefior Jestis"” los hombres pueden ser salvados, 0 hallar vida, 0 ser justificados.** Como el autor de esta salvacién es nada menos que el propio Dios, la oferta es diriglda a todos los seres humanos sin distincian —excepto la di el libro de Hechos se enfatiza en particular sobre dos elementos del don de Dios, elemen- tos ya anticipados en Jeremies y en Ezequiel como las sefiales del Nuevo Pacto;*® se trata del perdén de los pecados y de la posesion interior del Espiritu Santo. La combinacién 99 aparece muy temprano, en el sermon de Pente- costés: “EI perdon de vuestros pecados y el don del Espiritu Santo” son los dos aspectos de la oferta de Pedro, Ocurrié de la misma manera en la conversion de Pablo: Ananfas le indicd que debia bautizarse y lavar sus pe- cados, y entonces podria ser Hleno del Espiritu Santo.*® El perdén para el pasado y el poder para el futuro eran los dos aspectos salientes del_don de Dios que proclamaban los apéstoles. Tercera: ellos buscaban una respuesta.*” Los apéstoles no tenfan reparos en exigit a los hombres que se decidieran en favor o en contra de Dios, quien ya se habia decidido en favor de ellos. Esperaban resultados.** Desafiaban a los hombres @ hacer algo respecto al mensaje que habfan escuchado. La respuesta salta a la vista a través de las paginas de! Nuevo Testa- mento: los hombres tienen que hacer tres co- sas. Primero y por encima de todo, tienen que arrepentirse, es decir, cambiar de actitud con respecto a su viejo estilo de vida y dejar de lado sus pecados. Este cambio involucra una radical ruptura con el pasado, y no seré autén- tico sin las “obras de arrepentimiento”.*® En el caso de los magos efesios, significaba que- mar sus libros, y en el caso del carcelero de Filipos, lavar las heridas de Pablo. Era la con- dicién ineludible impuesta por Dios para ser aceptado por él. Todos los hombres, en todo lugar, tienen que arrepentirse: el _desaffo iba dirigido “a cada uno de vosotros”.° No habia escapatoria, Por otra parte, no sign 90 -ainsaatetlttatatin cesariamente, una patética lamentacion por los viejos pecados: se trataba esencialmente de un cambio de actitud hacia Dios, a quien ellos habian ofendido, y, en le préctica, depuesto del legitimo lugar como soberano de sus vidas. Junto con el arrepentimiento va la fe. En He- chos 20:21, el ““arrepentimiento para con Dios” es parangonado con la “fe para con el Sefior Jesucristo”” en el resumen del Evangelio que Pablo hace para judfos y gentiles por igual. Si una persona quiere recibir el don de Dios y del Espiritu, tiene que oreer en Jestis (10:43; 11:17; 16:31, etc.).°! El contenido de la fe a menudo no ‘se especifica: los hombres escu- charon la predicacién y creyeron.'? Es el men- saje acerca de Jesiis lo que le da forma y contenido a la fe de los que creen. Es sugestivo notar cémo el Nuevo Testamento subraya a menudo el cardcter cristocéntrico de esta fe con la preposicién griega efs y el acusativo..* Por la fe que salva, una persona se entrega a si misma “a Cristo”, y de ah en adelante ejerce la fe cristiana permaneciendo en Cristo, “en Cristo". No puede vivir en Cristo hasta que no se haya entregado a Cristo. El salto de la fe es indefectiblemente anterior a la vida en la fe. La tercera condicién impuesta a todos aquellos que deseaban comenzar la vida cristiana era, naturalmente, el bautismo, del que hablaremos més adelante. El bautismo era el sello sobre la oferta divina de perdén y del Espiritu y sobre la respuesta del hombre arrepentido y creyente @ aquella oferta, En tanto estamos considerando 1 la conversién, el arrepentimiento y la fe, vale la pena transcribir el siguiente comentario de J. R. W. Stott, para con cuyo ensayo The Meaning of Evangelism me siento deudor: “Ahora bien, tanto el arrepentimiento como la fe son des- critos en Hechos en términos de conversion de la maldad (3:26), mientras que la fe es una conversion “a Dios” (15:19; 26:20) 0 “al Se- flor’ (9:35; 11:21). Conversion también refiere a la nueva experiencia de los gentiles (15:3). “Convertirse” (en 3:19, Reina-Valera lee “con- vertios”), es volverse de la vanidad de los idolos al Dios viviente (14:15); de las tinieblas, a la luz, y del poder de Satands, a Dios (26:18), o dei pecado y del yo, a Jesucristo.”°* Este es un hecho digno de reflexion, ya que la palabra griega que equivale a ‘conversion’ aparece muy pocas veces en el Nuevo Testamento. La con- version no es otra cosa que el volverse a Cristo en arrepentimiento y en fe. Y no es énfasis en a conversion, precisamente, lo que escasea en los escritos apostélicos. 3. LA CONVERSION, EL BAUTISMO Y LA NUEVA VIDA El hecho de volverse alguien a Cristo en arrepen- timiento y con fe, se identifies con una sefial y y un sello fisicos: el bautismo.** Sacramental- mente, esto marcaba el principio de la experien- cia cristina. Asi como en los dias del Antiguo Testamento la circuncisién hab (a sefialado el con- 92 trato entre la iniciativa gratuita de Dios, por un lado, y la respuesta confiada y obediente del hom- bre, por el otro,$® del mismo modo el bautismo significaba ingresar en la comunidad cristia- na? Este no es el lugar para examinar la doctrina del bautismo en el Nuevo Testament, maxime cuando ha recibido considerable aten- cin en afios recientes. Pero hay un punto principal que nos interesa examinar aqui: se trata del vinculo universal y casi inconsciente entre el invisible encuentro de la fe del hombre con la gracia de Dios, tal como se daba en la Iglesia primitiva, y su expresion externa en el bautismo. Lejos de ser, en cierto modo, la antitesis de la gracia y de la fe como pudo haber imaginado buena parte del pensamiento protestante, en tiempos ya pasados— el bautis- mo es el sacramento de la justificacién por la fe. Decir “todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesus" equivale a decir, “todos los que habgis sido bautizados en Cristo, de Cris to estdis revestidos.”5* No es accidental el hecho que Romanos 6, con su ensefianza sobre la unidad con Cristo en la muerte y en la resurreccin mediante el bautismo, venga inme- diatamente después de Romanos 5 con su ex: celsa doctrina de la justificacion. Son cosas que se corresponden reciprocamente. Aquellos que se arrepintieron y creyeron la Palabra, fueron bautizados. Esa fue la norma invariable, por lo menos hasta donde podemos saber.*? En los dias apostélicos el bautismo se inter- preté y expresé. de muy diversas maneras. 93

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