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Adherencia
En el hormigón armado se presupone la acción conjunta del acero y del hormigón y
gracias al fenómeno de la adherencia se desarrolla la colaboración entre estos dos
materiales. Si no existiese, la armadura deslizaría sin encontrar resistencia ante
cualquier esfuerzo de tracción. Además representa un papel fundamental en el anclaje
y solape de barras.
La adherencia afecta a varios aspectos del comportamiento estructural, no sólo para
estados límites últimos, sino también en situaciones de servicio, en aspectos
relacionados por ejemplo con la fisuración y la deformación. [1]
La adherencia cumple fundamentalmente dos objetivos: asegurar el anclaje de las
barras y transmitir las tensiones tangentes periféricas que aparecen en la armadura
principal como consecuencias de las variaciones de su tensión longitudinal. [2]
Las primeras provocan la adhesión del acero con el hormigón, a través de fuerzas
capilares y moleculares desarrolladas en la interfaz; es como si el acero absorbiese
pasta cementante, ayudado por el efecto de la retracción. [2]
Las segundas mucho más importantes, están constituidas por la resistencia al
deslizamiento debida a la penetración de pasta de cemento en las irregularidades de la
superficie de las barras. Esta causa de origen mecánico, que puede denominarse
rozamiento, es la que produce la mayor parte de la adherencia en las barras lisas (hoy
día prácticamente en desuso) y varía apreciablemente con el estado de su superficie.
En el caso de barras corrugadas, a este rozamiento se añade el efecto de acuñamiento
del hormigón entre los resaltos, de primordial importancia (figura). [2]