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60Ver J. Evola, l,a tradizione ermetica, Bari, 1948. (Hay trad. castellana).
61 Majjh., CXLIX (III, 401 y sigs.).
62 Majjh., XXXVI (1,359).
150
II
D E F E N S A Y C O N S O L ID A C IÓ N
iAngutt., 1,4.
2Dhammapada, 37.
3 Angutt., I, 20.
4Dhammapada, 33.
5 Samyutt., XII, 61.
6Mahávagga, I, 20.
7 Dhammapada,326.
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vigilar, difícil de m antener” 8. E n este texto dos referencias son importantes.
P o r un lado se retom a la en señ an za upanishádica, según la cual el origen
del pensam iento no se encuentra en el cerebro, sino en la “ caverna del co
razón ”9; por el otro, es usada esta sem ejanza: “A s í com o un pez sacado de
su m undo acuático y lanzado sobre la tierra seca, del m ism o m odo tiem bla
n u e stro p e n sa m ie n to en e l m o m e n to d e e sca p a rse d e l d o m in io de
Mara" 10. E n el fon d o se trata d e invertir las relaciones: recon ocien d o la
fragilidad del cuerpo, que sin em bargo se m uestra m ucho m ás estable que
el pensam iento, justam ente este pensam iento es convertido en estable com o
u n a fo rta leza .11.
A lgunas dilucidaciones. Si arribara un día en que la hum anidad volviera
a condiciones m ás norm ales, pocas civilizaciones le parecerán tan singulares
com o la actual, en la cual se ha id o detrás de cu alqu ier form a d e pod erío
y de dom inio de la m ateria, descuidando sin em bargo el dom inio de la propia
m ente, de las prop ias em o cion es y de la vida psíquica en general. P or lo
cual m uchos contem poráneos -lo s denom inados “hom bres de acd ó n ” en
prim era línea- se asem ejan a aq u ello s crustáceos que son tan duros y con
aristas escabrosas en la cáscara, a sí com o en cam bio son blandos e inver
teb rad o s en lo in tem o . E s c ie rto q u e m uchas d e las realiza cio n es d e la
civilización m oderna han sido h ech as posibles p o r un pensam iento disci
plin ado y m etódicam ente aplicad o. E llo sin em bargo no im pide qu e gran
parte de la vida m ental privada de cualquier hom bre m edio o m ás que m edio
se desarrolle de acu erd o al estilo pasivo de aquel pensam iento que, com o
se dice eficazm ente en el texto buddhista aquí citado, “cam ina por sí m ism o” .
D e ello se puede convencer cualquiera intentando observar lo que se desarrolla
en su m ente al salir de casa por ejem plo: se piensa en la finalidad de h aber
salido, pero en el p ortón el pen sam ien to va h a d a la correspondencia, d e
ésta, a un determ inado am igo dell cual se esperan notirias, de tales n otidas,
al país extranjero en donde él habita, el cual a su vez nos recuerda una práctica
del prop io pasaporte: pero la m irada, al dirigirse hacia un chica con la q u e
nos cruzam os d eterm ina un n u evo curso de pen sam ientos, n u evam en te
“Ibid., 33.
' ¡bul, 37. Se puede resaltar que en las traducciones chinas de los textos
el “pensamiento” es expresado siempre con el ideogramaAsín que quiere decir también
corazón. IJna cosa análoga se encuentra en la tradición egipcia. La etnología ha podido
recoger todavía referencias en el missmo sentido.
10Ibid., 34.
11 Ibid., 40.
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m udado al penetrar ahora los que se vinculan a un afiche publicitario, que
nuevam ente dan lugar a los sentim ientos y a las m últiples asociaciones que
se suceden luego en el trayecto en el subterráneo. E l pensam iento ha corrido
justam ente de la m ism a m anera que el m ono que salta de ram a en ram a,
sin poder m antener siquiera una única dirección. H ágase la prueba, luego
de un cuarto de hora, d e acordarse de todo lo que se ha pensado -o m ejor
aun, de tod o aquello que fu e pensado en nosotros- y se verá cóm o ello sea
d ifícil, si no se trata d e cosas qu e nos hayan justam ente im pactado; ello
quiere decir que en tod o s aq u ellos procesos y en aquellas desordenadas
asociaciones acontecidas, la conciencia estaba com o aturdida o “ ausente” .
U na vez que se ha constatado esto, póngase em peño enseguir, aunque fuese
sin m olestarlas, las diferentes asociaciones m entales. Luego de apenas unos
m inutos nos en con trarem os distraídos, con un flu jo de pensam ientos ya
pen sados y escapados d el con trol. El pensamiento no ama ser vigilado,
no ama ser visto. A h o ra bien , este d esarrollo irracional y parasitario del
pensamiento ocupa buena parte de la vida psíquica común, a i correspondencia
con zon as de reducida actividad y d e reducida presencia en sí m ism as. E l
estado de pasividad se acentúa en tanto que no se trate más del pensam iento
“espontáneo”, sino que la m ente sea agitada por alguna em oción, por alguna
preocu pación, esperan za o tem or. E l grado d e conciencia en tales casos
es por cierto m ayor del m ism o m odo que lo es sin em bargo el d e la propia
pasividad.
Y a estas consideraciones pueden esclarecer la tarea que se presenta en
el m om ento en que se “ cesa d e andar” , se reacciona, se com prende que se
está en el m ando d e la propia m ente, que se es el que debe m andar. A q u í
se ap arece com o incom prensible que casi todos los hom bres se hayan ya
acostum brado a considerar com o norm al y natural una sem ejante condición
d e irracionalidad y d e pasividad, dentro de la cual el pensam iento va h ad a
donde quiere, en vez de ser un instrum ento que entra en aorión sólo cuando
es necesario y en la direcdón requerida, así com o se habla cuando se quiere,
por un determ inado fin o d e otro m odo se calla. Justam ente al reconocer
esto “d e acuerdo a la realidad” , se define a la actitud de quien aspira a una
superior libertad. E h su carácter fluido, lábil e inconsistente, el pensam iento
com ún refleja por lo dem ás la ley general de la co n cien d a samsárica. E s
p o r ello que el control m ental debe ser considerado com o una m edida a
tom ar de parte de quien quiere d etener la “corriente” . E n lo relativo a tal
tarea no hay que hacerse ilusiones. L a fuerza sutil, que determ ina y conduce
los cursos mentales, actúa desde la subconsdencia. Por lo cual, querer dominar
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com pletam ente el pensam iento por m edio de la voluntad vinculada al mismo
pensam iento sería casi com o un querer golpear con una gran espada a una
criatu ra hech a de aire o un q u erer sofocar un eco levantando la vo z. La
doctrina según la cual el pensam iento tendría su origen de la “ caverna del
co ra zó n ” , pu ed e ser referid a p o r lo dem ás ju stam en te al pen sam ien to
considerado “ orgánicam ente” , no en sus solas propagaciones m entales y
psicológicas. P o r esto el dom inio del pensam iento no puede ser el objeto
d e u n a esp ecie de gim n asia m ental: se d eb e en ve z, al m ism o tiem p o,
proceder a una acción de conversión de la voluntad y del ánim o, hay que
crear una calm a en sí m ism os, hay que com pen etrarse de una íntim a y
fervien te seriedad, hay qu e realizar una recogid a intensidad.
E n cuanto al “ tem blar” de parte del pensam iento, del cual, en el texto
ya citado, ello constituye m ás que una sim ple im agen: tiene en v e z relación
con la angustia prim ordial, con el sustrato oscuro de la vida que
em erge y reacciona porque, no apenas ésta se siente observada, ella advierte
el peligro , al ser la con d ición de pasividad y de d esfallecim ien to d el Y o
n ecesaria al ente samsárico p ara el d esarro llo y la co n firm ació n d e su
existencia. L a im agen corresponde pues a una experien ciareal que, en la
una o en la otra form a, se presen tará siem pre en la vía ascética.
L a disciplina de control constante del pensam iento, con la elim inación
de sus form as autom áticas, llega a realizar gradualm ente lo que en los textos
es denom inado appamáda,térm ino traducido por algunos por “
por otros por “ seriedad” , y por otros aun por “vigilancia” , “ d iligen cia” o
“ reflexión” . S e trata justam ente d el estado opuesto del “ dejarse pen sar”;
es la p rim era form a, en el m om en to de vo lver a en trar en sí m ism os, de
una seriedad y de una ferviente y austera concentración. Com prendida en
tal sentido, tal com o ha sido recordado n, appamáda constituye la base de
cualquier otra virtud -ye keci kusalá dhamma sabbe te .
Y tam bién se dice: “ E sta seriedad intensiva es el sendero queconduce hacia
lo que es sin-m uerte. E l que p osee aquella seriedad, no m uere, m ientras
que aquelllos qu e tienen el pensam iento lábil están com o ya m uertos”
U n asceta “ que encuentre su alegría en el appamáda -en estaconcentradón
austera- y se cuide bien del relajam iento m ental, procederá com o un fuego,
quem ando toda m adera, sea grande o pequeña” 14. É l “ no podrá desviar” .
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Y cu an d o, gracias a esta fu erza, cad a n egligen cia e in ercia habrá sido
dispersada, calmo, él en su sabiduría m irará hada abajo hada los seres agitados
y vanos, com o quien se encuentra sobre una cim a mira a aquellos que viven
en las lla n u ra s15.
C om ienza pues la lu ch a Nuevam ente es usada la sim bología propia de
los kshatriya, de los guerreros. Se habla sobre todo de una cuádruple batalla
-cattarvsammáppadhám- a vencer, llevando al acto aquel viriya-bala, aquella
energía masculina del qu erer16, que ya hem os considerado com o un requisito
fundam ental del disdpulo, del com batiente ariya. U na vez vuelto a ocupar
el centro antes desierto del propio ser, y haber puesto al pensam iento bajo
control, es sobre las tendencias qu e afloran que hay que actuar, en m odo
cuádruple: “suscitar la voluntad, armar el ánimo, luchar fuertem ente, pugnar,
1
com batid’ ) para “ no hacer surgir cosas aun no surgidas, malas, no buenas” ;
2 3
) para rechazarlas si han ya surgido; ) para hacer surgir cosas buenas aun
4
no surgidas; ) para h acerlas durar, crecer, desarrollar y perfeccion arlas
no apenas hayan su rg id o 17. Com prendidas en su plenitud, estas batallas
reclaman de especiales disciplinas a ser tratadas a continuación; por ejem plo,
la prim era y la segunda tienen relación con la “ guardia a los sentidos” ; la
tercera tiene relación con los “ siete despertares” ; la cuarta con las cuatro
contem placionesI8. P ero en este punto se trata sólo de una acción genérica,
en relación con la cual los textos ofrecen una serie de instrum entos. A cada
uno de ellos le es asociada habitualm ente una im agen o sim ilitud. Sobre
tales im ágenes -así com o en la gran p arte de aquellas d e las cuales cada
texto del antiguo buddhismo se encuentra disem inado- el lector debe dirigir
particularm ente su atención. E n efecto ellas no tienen un sim ple valor de
(»mamento literario o de auxiliar para la com prensión: ellas m uchas veces
tienen tam bién un valor mágico. Q uerem os decir que, en tanto se encuentre
presente una actitud adecuada, ellas pueden actuar sobre algo m ás profundo
qu e no la sim ple m en te e in trod u cir en el sen tido y en el m odo de u n a
determ inada realización interior.
Prim er instrumento: la sustitución. Cuando, al concebir una determ inada
idea, “ surgen d eliberacion es nocivas e indignas, im ágenes d e bram a, de
aversión, de enceguecim iento” (éstos son -se lo recordará- los tres m odos
15 Ibid., 26-29.
I('Angutt., V, 15.
17Ibid., IV, 13-14.
18Ibid., IV, 14.
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principales de m anifestarse de los osava), entonces de aquella idea iium
diatam ente hay que dirigirse hada otra, h ada una im agen digna Y a l ttm il iim
a una nueva idea es posible que aquellas deliberadones y aquellas iin ig< 11,
ya se disuelvan y que con tal superadón “ se fortalezca justam ente el ini mu •
ánim o, se calm e, se convierta en unido y fu erte” . Y he aquí la semejan/n
‘A sí com o casi un hábil albañil con una cuña m ás sutil puede extraer, levai Hat
y expulsar una gruesa viga” , del m ism o m odo la pronta sustitución de una
im agen por otra tiene el poder de disolver las ten d en d asy las a so d a -k mu-»
m entales que ella estaba en cam ino de determ inar o de despertar. Lo “ m
digno” en un texto es definido así: “A q u ello p o r cuya estim a h ace bn >i.n
una nueva m anía d e deseo y refu erza la antigua; h ace brotar una nueva
m anía de existen da y refuerza la antigua; hace brotar una nueva man í;u le
error y refu erza la antigua” 19. A s í pues no se trata tan to de actuar sobi i
el plan o d e la m oralidad, com o sobre el on tològico y existencial. Se tra ia
de adueñarse de la naturalezasarasárica, d e neutralizar las posibilidades
de nuevas “ com bustiones” en sí m ism as. U n sostén particular es dado pe >i
la idea de la dañosidad: al surgim iento de una “ deliberación de dañar, di
en fu recer” , se d ebe enseguida evocar el “ saber conform e a la realidad” y
form ular así el pensam iento: “ H a surgido en m í esta deliberación de dañar,
esta deliberación de enfurecer, y ella conduce a la propia lim itación, conduce
a la lim itación ajena, conduce a la lim itación de am bos, extirpa la sabiduría,
lleva consigo turbación, no conduce a la extinción, altera el ser” . E n la medida
en que un tal pensam iento sea form ulado y vivido con suficiente intensidad
y sin ceridad, la m ala d eliberación se d isu elve20.
E llo conduce ya al segundo instrum ento: la repulsa por horror y desdén.
Si, a pesar del esfuerzo de pasar de una im agen a otra, com o quiere el primer
m étodo, surgen todavía deliberaciones indignas, im ágenes de bram e, de
aversión o de enceguecim iento, se nos d ebe hacer presente justam ente la
indignidad, la irracionalidad y la m iseria de aquello que corresponde a días.
L a sem ejanza correspondiente es: “ así com o una m ujer o un hom bre, joven,
flored en te, agraciado, al cual se le atara al cuello una carroña de serpiente
o una carroña de perro o una carroña hum ana se asustaría, se horrorizaría,
em palidecería” . D e l m ism o m odo justam en te la p ercep d ó n del carácter
in d ign o de a q u ella s im ágen es o d elib e ra cio n es d eb e p ro v o car un in
m ed iato e instintivo im pulso de rechazo, qu e determ inará su dispersión
19 ajh.,II (1,14).
M
20 XIX, (1,178).
Ibid.,
156
. • ni ni ralizarión. E n tanto ya se hubiese producido una resonancia afectiva,
. mi mees, sacudiéndose, es necesario poder sentir desdén, vergüenza y disgusto
i nu r l d eleite acon tecid o o p o r el desagrado a co n tecid o 21.
I’¡ira usar con eficacia este instrum ento ascético de defensa, es obvia-
mH•11te presupuesta una aguda form a de sensibilidad interior y la capacidad
■ l' i 'i <»yectar enseguida, en la im agen de lo qu e debe ser elim inado o neu-
11 ih/atlo, los caracteres qu e suscitan la instintiva repulsión. E l hinduism o
11 inoce el m ito d e Qva, co n ce b id o com o e l gran asceta d e las altu ras
un m tañosas, q u e, con u n a ú n ica m irada d e su o jo fro n tal -el o jo d e la
.al liduría-, reduce a cenizas a Kama, el demon del deseo, cuando éste intentó
1
1 ( sviar su ánim o. E n realidad, es necesario darse cuen ta de la existencia
i Ir procesos “ serpentinos” d e seducción interior: serpentinos en tanto se
i Irsarrollan en la subconsciencia y en la sem i-conciencia, contando pues
rsencialm ente sobre esto: qu e nadie preste atención, que tal “ contacto” ,
el cual arribará a determ inar gradualm ente la deliberación del ánim o, no
sea advertido. E l poder de darse cuenta de ello, de darse vuelta enseguida
y de m irar, paraliza estos procesos. Pero el m irar im plica el desapego, la
reacción instintiva y lista para tirarse atrás no apenas se adviertan el contacto
y la in filtra ció n .
H ay otras im ágenes dadas p or los textos: com o la de quien, golpeando
inadvertidam ente con la m ano o con el pié carbones encendidos, de repente
se retrajese 2 ; o com o si un hom bre hiciese resbalar dos o tres gotas de agua
sobre un vaso de hierro incandescente: estas gotas caerían lentam ente, pero
en form a rápida las mismas se evaporarían, en una situación análoga debería
p o d er ser vivid a la ap arició n d e las in clin acion es o d e las fo rm acio n es
afectivo-m en tales no d esead as con resp ecto a la antes m encionada re
a cció n 23.
E n m ateria de “ bram as”, para adiestrar la sensibilidad y el instinto, de
lo cual se ha ya hablado recién, no hay que descuidar el “ saber” que m ide
su sen tid o d esd e el p u n to d e vista de lo in co n d icio n a d o , d e lo q u e es
extrasamsáñeo. E l tem a fu n dam ental aq u í es q u e “ in colm ables son las
bram as”, justam ente porque toda satisfacción llega a exasperarlas y a alterar
e l ser con un nu evo p o ten cia l d e deseo. E xisten lu ego com p aracion es
detalladas: las bramas son com o huesos pelados, sin carne, tan sólo manchados
21 Ibid.,CLII (111,425).
22Ibid.,XLVIII (1,469).
23Ibid., CLII (III, 424); LXVVI (II, 157).
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de sangre, con los cuales un perro que los roe nunca podrá colm ar su hambre;
son com o una antorcha de paja encendida llevada por un hom bre que eorre
en co n tra d el vien to y tal que si aq u el hom bre no la lan za en segu id a se
quem aría la m ano, el brazo, el cuerpo; com o gratificantes visiones del sueño,
que se desvanecen en el momento en el cual uno se despierta; com o el ponerse
alegre p o r un tesoro jun tad o con cosas qu e no nos son propias, quitadas
a otros, los cuales antes o después las volverán a tom ar, son pues com o puntas
d e lan zas o filo s d e espadas que m ellan y h ieren al ser in terior, y así su
cesivam en te 24. E n la m ed id a en q u e e ste co n o cim ien to firm e y vivo,
conform e a la realidad, com penetre realm ente el ánim o de quien se ejercita,
las posibilidades del segundo instrum ento m encionado, com o por lo demás
tam bién de los otros, se m ultiplicarán y la defensa se volverá siem pre m ás
efica z.
Tercer instrum ento: sustraerse. A n te el surgim iento de im ágenes y de
ten d en cias no deseadas, no hay qu e co n ced erles nin guna atención. L a
sem ejanza es: así com o un hom bre de buen a vista, que no qu iere recibir
todo lo que penetra en un determ inado m om ento en su círculo visual, puede
cerrar los ojos y m irar hada otraparte. D espegada resueltam ente la atendón,
las im ágenes o las tenden das son d e nuevo afectadas. L a sem ejanza aquí
referida nos perm ite poner m ás en evidencia el estado d e pasividad antes
m encionado, en el cual se encuentra el hom bre en gran p arte de su vid a
m entaly em otiva: ¿tiene él quizás en tal cam po un poder análogo justam ente
al de m irar o al d e apartar la m irada de acu erd o a su gu sto? Im ágenes,
com plejos de tem or, de deseo, d e esperanza, de abatim iento y así sucesi
vam en te casi fascin an , h ip n otizan la m en te, vin cu lá n d o la su tilm en te,
“ activándola” de acuerdo a su dirección, alim entándose de su energía casi
de m anera vam pírica. A cerca de este instrum ento ascético, es de advertir
que ello n o debe ser confundido con la sim ple y com ún “ expulsión” de un
pensam iento, cosa que m uchas veces tien e el efecto op u esto, es decir el
de rechazarlo reforzado hacia la subconsciencia, de acuerdo a la ley psicológica
del “esfuerzo convertido” . Se trata en vez de destruir no viendo, neutralizando
la disposición y dejando caer la im agen. Tam bién el instrum ento anterior
no tiene un sentido diferente: no es el rechazo algo propio de quien se debate,
sino un reaccionar en base a un estado superior de conciencia despierta y
a un sentido vivo d e la “ indignidad” y de la irracionalidad de las im ágenes
y de las inclinaciones que se aparecen.
38 Lalita-Vistara,XIX-XXI.
39 Cüllavagga, V, passim.
40Angutt., II, 46.
163
C o m b atien d o la “ cuádruple, ju sta b a talla ” y h acien d o u so de lo s ya
descriptos instrumentos de defensa, la personalidad -el elem ento extmsamsarico
reluciente en la personalidad- es gradualm ente integrada por una cuádruple
fu erza , a la cu al co rresp o n d e en lo s texto s, e l térm in o técn ico cattáro
iddhipádá. S e trata en prim er lugar, d el p o d er qu e confirm a la renuncia,
com o un desapego por toda form a de deseo, asociado a un apoyarse en el
p u ro elem en to “ vo lu n tad ” . E n segu n d o lu gar, se tra ta d el poder d e la
inflexibilidad, qu e perm ite p erseverar en la obra, no ten er en cuenta las
derrotas, recom enzar con una fu erza siem pre nueva.
E n tercer lugar vien e el poder de sosten er levantado el ánim o, d e re
co gerlo , de u n ificarlo, de d efen derlo ante estados sea d e exaltación, sea
de abatim iento, estados que en una vía d e tal tipo difícilm ente pueden ser
del todo evitados. Finalm ente se tiene el poder del “ exam en”, a ser entendido
com o una especie d e integración intelectual del precedente, tal de convertir
en im posible para la m ente el acoger teorías falsas o vanas. E ste cuádruple
poder se encuentra en una cierta m anera sintetizado en la fórm ula de un
texto ya citado: “ Y él [el asceta] alcanza el m aravilloso sendero producido
por la intensidad, por la constancia y por el recogim iento de la voluntad,
por la intensidad, por la constancia, p o r el recogim iento de la fuerza, por
la intensidad, por la constancia y por el recogim iento del exam en, y d e tal
m odo el ánim o h ero ico ” 41. E l térm in o iddhi (en sán scrito siddhi) h a b i
tualmente se refiere a poderes supranormales. A q u í el mismo debe entenderse
sobre todo en relación a las energías que se vinculan a una disciplina guerrera
-hatthisippádini- sin em bargo, sin qu e así se olvide qu e, por lo m enos en
la vía d el d espertar, se trata al m ism o tiem p o d e fu erzas, a las cuales el
elem ento bodhi opama confiere una cualidad no com parable a las sarrsáricas
y puram ente humanas, una cualidad que participa en vez de la “ incomparable
seguridad” , anuttarassa yogakkhemassa.
165
V
LOS CUATRO JH Á N A .
L A S “ C O N T E M P L A C IO N E S IR R A D IA N T E S ” .
3Majjh., (III, 44). Ver ibid., CVT (III, 86-87) en donde se dice que amando y
estimando la indiferencia, permaneciendo apegada y apoyada a ella la conciencia,
no se obtiene el fin supremo de la ascesis.
4Ver por ejemplo, Samyutt., XXII, 57; Dhammapada, 97.
199
1 l i<■ nmnojhána es traducido p o r algunos com o profundización de sí
.. Ihsi\ < rtiefimg-,significado éste que pu ed e ser tenido presente: se trata
. m lu to, en las disciplinas de las cu ales hablarem os, d e un descender en
10 «si ia tos m ás profiindos del propio ser, allí donde en el hom bre com ún
cxi ¡ende el reino de la subconsciencia. Se recorre pues lam ism a vía indicada
Im>i la m áxim a h erm ético-alqu ím ica: Visita interiora terrae, rectificando
///1m ies occultum lapidem, veram medicinam 5. P o co fe liz es en v e z la
1 1ai li icción d e jhána por Versenkungen y más todavía por trances o
siendo el significado prevaleciente d e tales térm inos el que se refiere a lo
i >|m esto de aquello de lo que se trata aquí. E l térm ino trance h ace pensar
en los estad os d e lo s médium, esta d o s pasivos d e su b co n cien cia, sub-
Iicrsonales, y de obsesión, cuando en cam bio la ascesis aria se en cuentra
i lebajo del signo de la supracondencia, d e la plena actividad y lu d d ez. D e
la m iañ a m anera, el térm ino raptare im plica una idea de pasividad estática
y tiene un m atiz m ístico-religioso, la u n a y la otra p oco correspondientes
a los estados en cuestión. Por lo cual, en el fondo es preferible dejar el término
pálijhána (sánscrito a)luego de haberse dado cuenta de su contenid
n
á
y
h
d
E stados de trance, de confuso hundim iento y de “ arrobam iento” pueden
pen etrar sólo en quien no haya sabido sostener la prueba constituida p or
tales experiend as.
A co n tece en los textos qu e los jhána son dados enseguida después de
las cuatro contem pladones que apuntan a crear la presen d a en sí m ism os
y la valla de aislam iento respecto de los contenidos de la experienda intem a
y e x te m a 6. E n relación con ello , su significado se esclarece com o sigue.
C o n las disciplinas ya indicadas, com prendidas en la secd ó n samádhi, nos
aislamos, nos disolvemos, nos desapegam os. Y a los “ siete despertares” aluden
al entrar en acdón después de esto de una fuerza positiva desde lo interior,
que podem os poner en relad ón justam ente con los estados que se realizan
en losjhána. Estos estados se irradian desde el centro ya aislado para ocupar
nuevamente, por decirlo así los dominios abandonados de m odo tal de reducir
los elem entos contingentes y d e sustraerlos a la ley samsáricase prescribe
en e fe cto qu e tales estad os, d esp u és d e que hayan sid o p erfectam en te
realizados p o r el espíritu, sean transm itidos a tod o el p rop io ser, hasta al
m ism o com ponente corp óreo. P or esto se dice que en el hom bre que no
practica los jhána la “ m uerte” halla su acceso y penetra com o una pesada
7Ibid.
“Majjh., CXXV (III, 219).
201
elev a calm a y segu ra” (mindgrows calm andsure, dwellingon high), el
estad o correspondiente es denom inado otros todavía usan
la expresión (“it issingle-mindedness” o “iíis one-pointedness”), otros h
d e unidad del ánim o y del espíritu (Einheit des Gastes). Q u izás nuestra
expresión “ sim pleza intelectual” convierte en lo m ás aproxim ativam ente
posible el sentido del estado en cuestión, en tanto que la m ism a rem ite a
equ ivalen tes designaciones que figuran en la antigua ascesis occidental,
en especial en PixmNO, en Jámbuoo, en Proclo y en los textos herm éticos.
E s una m anifestación de la m ente com o una esencia única y sim ple, no m ás
apoyada en funciones psíquicas, en sensaciones, im ágenes y pensam ientos
form ados, sino desvestida d e tod o ello. U n a tal realización procede d e la
poten cia y de las ebriedad d e un recogim iento conducido a un punto tal
q u e, co m o en e l ep iso d io re fe rid o p o r un texto , n i siq u iera el b a ru llo
provocado por una gran cantidad de carros es más advertido9. E lla se vincula,
luego, más a una superior dimensión en profundidad alcanzada que a acciones
dirigidas de “vaciam iento” , las cuales, en m uchos cases, para usar im ágenes
del Zen, serían análogas a querer sofocar un eco elevando la vo z o a querer
expulsar la propia sombra corriendo detrás de ella; de lo cual se puede entender
el equívoco de “ hacer el vacío” en sentido puram ente m ental, que ha sido
p rop iciad o por algunas direcciones del teosofismo m oderno. A d em ás se
d eb e d ecir que alejar los apoyos provistos a la con cien cias p o r vitakka y
vicára, por sensaciones y representaciones, sin pasar a la subconciencia o
al estad o de sueñ o, asistiendo en v e z al m ilagro de la d isolu ción y de la
m anifestación de la pura sustancia intelectual, es algo posible sólo en base
a una especial fuerza interior. E s necesaria la unidad del ánim o -una unidad
casi orgánicam ente sentida- y es necesaria la fu erza alim entada p or el sila,
por la “recta conducta” ; por lo cual se dice que así com o n o es posible tener
el señorío sobre el conocim iento trascendente ( ) sin haberse antes
adueñado de la concentración, sin haberse adueñado antes de la vida recta
(sila), la justa concentración no ten d rá así una b a se10. E s necesario disponer
de la fuerza -no sim plem ente “m ental”- de autodom inio y de calm a ejercida
en el desapego, confirm ada por la sim plificación interior, consolidada por
202
las contem placiones desidentificadoras, si se tiene que hallar en si inisi iu >■•
un sostén p ara la con cien cia y la p resen cia en sí cu and o el “ silen cio" es
absoluto, no presentándose m ás sensaciones o im ágenes. A s í no equivo
cadam ente el térm ino ya citado ekodibhüva ha sido referido tam bién a una
“ sim plicidad sin pensam ientos d el qu erer” . L a “sim plicidad intelectual” ,
que constituye el centro del segundo jhárn, no es un sim ple estado m ental,
sino que es también aquel en el cual se recoge una pura voluntad, una voluntad
in teriorizad a qu e se tiene a sí m ism a com o o b jeto y com o base.
Tercer jhána: “E l asceta, perm an ecien do ecuánim e, claro, concicn tc,
dom inado, habiendo elim inado el fervor y la beatitud, sin surgir en el cuerpo
aquella felicidad, d e la cual los ariya dicen: ‘E l sabio ecuánim e vive feliz’.
A s í él alcan za la tercera con tem p lación ” . A s í com o en el segundoj/iána
eran dejados atrás un sentir y una representación dirigidos a la transparencia
perfecta y al equilibrio con el prim er jhárn, del m ism o m odo aquí es dejado
atrás el elem ento “ fervor y b eatitu d ” que, presente en el segundo jhána,
ahora es sentido com o una escoria, com o una molestia, com o algo “compuesto”
y condicion ado. Q u e com o con secu en cia d e esta u lterior sim plificación
surja sin em bargo algo que pu ed e p arecer en m ayor o m enor m edida un
sentim iento, no es ello una contradicción. E n el tercerjhána debe en verdad
verse una rem oción d e la sen sación general que se tien e d el cuerpo y la
sustitución de la m ism a por m ed io de aquella “ felicidad intelectual” d e la
cual se ha ya h ablad o. P arece ser ésta la transform ación qu e se verifica,
cuando la pu ra conciencia in telectu al, d espertada en e l segundo jhána y
ahora ulteriorm ente purificada, casi com o un “ reactivo” , viene a contacto
con la cen estesia, es decir co n la sensación gen eral del cuerpo. Y ya este
estado podría ser puesto en relación -por lo m enos en una relación parcial-
con aquella perfecta serenidad que, surgiendo desde este cuerpo y arribando
a la luz suprem a, aparece en su verd ad ero aspecto” , con aquella luz que
está aden tro d el cu erp o y cu ya visió n se realiza cu an d o en e l cu erpo, al
“ tocarlo” , se sien te calor, ta l com o se dijera en las Upanishad". Tam bién
para una tal realización es requ erid a una fu erza particular, propiam ente
para im pedir qu e lo qu e es absorbido y transfigurado n o sea en vez ello
el qu e absorbe y sum erge e l elem en to sid éreo , con el resu ltad o de una
disolución de la experien cia en sensaciones orgánicas y de una caída en 1
11Chándoya-up, VIII, IH,4; XII, 7-8. “Tocarlo”, significa aquí sentirlo haciéndolo
objeto de una particular concentración.
203
estad os de trance o de sueño. S e debe en efecto reten er qu e los prim eros
tres jhána se desarrollan en un espacio interior que en la vida del hom bre
com ún correspon d ería al del fan taseo o rêverie y al d el sueño. E llo está
probado por el hecho d e que en la fa z sucesiva, en el cuarto jhána, se dice
en los textos que puede sobrevenir la suspensión no sólo del pensam iento
discursivo (de la “ palabra” ), de las sensaciones, d e las im ágenes y d e los
m ism os estados em otivos, estén aun ellos purificados, sino tam bién del ritm o
d e la fu erza vital, es d ecir de la respiración , sien d o el m ovim ien to d e la
respiración lo que ahora representa una escoria y una m olestia n: lo cual
correspondería incluso a una especie de m uerte aparente. Sobre esto ten
deremos ocasión de volver a hablar, entrando esta fenomenología propiamente
en cuestión en la faz ulterior de las contem placiones sin form a y pudiendo
ser considerada en los jhána só lo cuando éstos sean realizad os y vividos
en form a particularm ente vehem ente y orgánica.
Cuartojhána: “ L u ego del desapego del p lacer y del dolor, luego de la
disolución de la felicidad y de la tristeza anteriores, el asceta pasa a un estado
m ás allá de la tristeza, m ás allá de la alegría, a un estado de ecuanim idad,
d e pu reza y de ilum inación, a la cuarta contem plación” 12 13. A q u í estam os
en el extrem o lím ite de la conciencia individual. L a catarsis o sim plificación
deber ser capaz de destruir tam bién la sensación de pura alegría intelectual
transfigurada, para realizar una extrem a “ neutralidad” , un punto suprem o
de equilibrio, sin color, sin form a, privado absolutam ente de cualquier sostén.
É ste es el lím ite entre dos m undos, el punto, m ás allá del cual la conciencia,
si tien e aun tanta fu erza y volun tad de absoluto de no d eten erse y d e no
probar m iedo, no es m ás conciencia de un “Y o ” , es decir de un particular
ser fin ito vinculado por una particular form a física. E s pues el um bral de
la transfiguración en sentido literal, es decir el punto, m ás allá del cual se
va tam bién m ás allá de la “form a”, m ás allá de la “persona” . E n efecto en
los textos el cuarto jhána representa el lím ite que separa las contem placiones
vinculadas a la “form a” de la arûpa, es decir libres de la form a, no “form ales” ,
sino “ esenciales” .
Agregarem os algunas consideraciones sobre la práctica y sobre el “lugar”
de los cuatro jhána. P ara que su serie se desarrolle, es necesario sobre todo
que la voluntad de lo incondicionado haya tom ado com pletam ente al ánimo.
12 Samyutt.,XXXVI, 11.
13Sobre los cuatrojhána ver por ejemplo: Digha-nik., H, 75-82; Samyutt., XXVIÏÏ,
1-9; Angutt.,III, 58.
204
Sólo entonces el im pulso n o se detendrá. S ó lo entonces, una vez rcalizad< >
interm itentem ente cad asin gu lar jhána, n o s d arem os cuenta d e lo que el
”14
m ism o tod avía presen ta d e “ co m p u esto ” , d e “ co n d icion ad o y así se
en con trará una v ía q u e con d u ce to d a v ía m ás lejos. C o n tem p lad o s los
fenóm enos pertinentes a cada jhána en su surgim iento y desarrollo, el asceta
debe perm anecer fren te a ellos no inclinad o, no interesado, no vinculado,
no apegado, con el ánim o no lim itado por ellos, y presentir “H ay una libertad
superior” ; y luego, al desarrollarse la experiencia, él observará justam ente:
“ L a hay” 15. E l dem on d é la identificación y d e la satisfacción se presenta
también aqu í É ste debe ser presentidoy vencido. C ada sentimiento de alegría
y de com placencia que suija ante la realización de cad a jhána es enseguida
advertid o en su posibilidad d e crear un vín cu lo p a ra el ánim o y debe ser
rechazado16. Se aplica aquí el principio general buddhista de que cada alegría
producida por el ap ego es letal, aunque e lla sea p o r los “ cielos” o p o r el
m ism o nirvana, p u esto que “ el fu ego en cen d id o co n el precioso m adero
de sándalo no quem a m enos que cualquier o tro fu ego ” . L a acción debe ser
neutra, absolutam ente purificada y desnuda. D e l m ism o m odo que en el
sim bolism o carm elita del ascen so al m on te la vía q u e no se p ierd e, que
conduce en form a recta hasta la cim a, es la q u e p o see las palabras “nada,
nada,nada” *. Sólo que en la vía riydel d espertar no se encuentr
a
que corresponda a aquella crisis que San JmN dc d\C ruz denominó la “ noche
escura del alm a” . E n los textos la im personalidad d e la acción resulta del
h ed ió tam bién de que los cuatro jhána son dados com o fases de un desarrollo
desde lo intem o, determ inados a nivel natural p o r la direcdón fundam ental
que ha tom ado el propio ser, sin una intervendón “ volitiva” en sentido estricto
y yoico. E n lo s cu atro jhána, así com o en la s u lterio res experiencias, no
debe nunca llegar a pensarse: “ Soy yo quien estoy p o r alcanzar este
o “ Soy yo el que ahora he alcanzado este jhána”, o tod avía “ Soy yo el que
se está conduciendo m ás allá d e este jhána”. E n vez la m ente adecuadam ente
encam inada d ebe conducirse p o r sí m ism a d esd e e l uno hacia el o tr o 17.
C ad a intervendón d e la co n d en d a com ún y o ica valdría sólo para detener
el uno conduce al cumplimiento del otro, de modo que justamente estos estados del
más acá conducen al fin propio del más allá”.
18Samyutt., XL, 1 y sig.
19En Angut.,VI, 29 la adquisición de tales poderes está referida justamente al
desarrollo y al frecuente ejercicio del cuartojhana.
206
Siem pre con respecto al ‘lugar” d e los jhàna, debe ser hecha la con
sideración general de que éstos, así com o las otras realizaciones, de las que
se hablará, no deben ser entendidos sobre una base simplemente “psicológica”
-com o simples estados “interiores” del sujeto- sino por ellos se debe concebir
una especie d e co rrelato ontològico. S obre tod o hay que pensar q u e el
desarrollo conduzca m ás allá de la conciencia com ún, a estados prenatales
y preconcepcionales, correspondientes norm alm ente a lo inconciente; al
mismo inconciente que rige en d estado de sueño y de catalepsas. En segundo
iugar, en los textos m uchas veces a los jhàna les corresponde la idea de una
“sede”, de una “m orada”, es decir se quiere significar que losjhàna introducen
en una d e las “esferas” com prendidas en la jerarquía objetiva de los estados
m últiples d el ser. Se habla, es m ás, incluso d e “cielo s” : con los jhàna se
alcanzarían los “délos de las formas puras” o se prepararía la vía que conduce
hasta ellos20*. S e h ab la adem ás d e esp íritu s o d io ses o án geles del u n o
o d el o tro jhánan, y d e co n tactos q u e lo s ascetas tien en con ello s. A
tal resp e cto , se dan u n os d etalles. L o s es d ecir aq u ello s
q u e se co n d u cen h a cia la plen a ilu m in ació n , p ercib irían prim ero un
esp len d o r lu m in o so y n o la fo rm a; p u rifican d o la “ m irada d el co n o
cim ien to ” , tam bién es percibid a la form a; en un grad o u lterio r su rge
la p o sib ilid ad d e re a le s co n tactos (“ co n v ersa r ju n to s” ) y, adem ás, la
de reconocer el lugar jerárquico de tales en tes (“pertenedentes al m undo
ce le ste ” ) 22. Son estu d iad as cu idad osam en te las causas qu e cond u cen
a la in terru p ció n d e exp erien cias d e tal tip o , al “ d esvan ecim ien to del
e s p le n d o r y d e la v isió n de la s fo rm a s ” 23. E n lo s d e sa rro llo s d e l
buddhismo mahàyànico se tien en lu e g o in clu so las p erso n ificacio n es
de los jhàna en otro s tantos Buddha m itológicos y divinidades de cada
g é n e ro to m a n e l lu g a r d e lo s d ife r e n te s p la n o s d e la re a liz a c ió n
contem plativa y trascendental E n esp ed al ante tal literatura es necesario
en ten d er b ien cu ál es el justo p u n to d e vista: por un lad o es necesario
evitar la in terpretación psicologista; cu and o nos h allam os en los jhàna
o en estados análogos, el centro del prop io ser, aun por un determ inado
208
Intensam ente vividos, les jhánatransform an, adem ás de la c
determ inadas facu ltad es -la p alabra, el pensam iento, la respiración- “ las
purifican” , llevan aun m ás lejos la catarsis. S e ha dicho que tales facultades
perm anecen suspendidas durante e l ejercicio; com o consecuencia se tiene
tam bién su sosegam iento y señorío M. E n efecto la suspensión corresponde
al conducirse de la conciencia m ás allá de sus raíces, a una subsistencia de
la m isma m ás allá de ellas. C on esto m ism o se crea virtualm ente una relación
de subordinación, justam ente porque la conciencia llega a sustituirse ahora,
com o un substrato esencial o su praesen d al de las facultades en cuestión
y a transfundir en ellas la calm a realizad a en sí. E s tam bién considerada
la catarsis de ciertos sentim ientos con d icion ad os 25, m ientras que se pone
d e relieve qu e la fu erza, que p o r tal vía se lleva adelante, corta no sólo el
vínculo constituido p o r los ‘m alos pensam ientos” (éstos desaparecerían
en el pnmerjhána), sino también el constituido por los “buenos pensamientos”
(que desaparecerían en el segundo jhárn ) 26.
L a m ism a form a general d e la experiencia en el m om ento de reem erger
los jhárn no es la m ism a de an tes. A ta l respecto se h abla de tres m odos
del “ contacto” (es decir de tres nuevas m odalidades del experim entar y del
p ercibir en g e n e ra l), d ad os e n alg u n o s tex to s tam b ién co m o tres “ li
b era cio n es” : co n tacto según e l “ v a cío ” , co n tacto según lo “ sin signo” ,
contacto según la “ sin tendencia” -suñña,amrútto,
esto se pueden justam ente recon ocer nuevas “ categorías” , nuevos m odos
d e la ex p erien cia en g en era l p en etra d o s en e l m om en to en e l cu al el
asceta, lu ego d e haberse cond u cido hasta el lím ite d e la conciencia co n
dicion ada, vu elve a la existen cia com ún. Será buen o, sin em bargo, co n
siderar tales form as de experiencia m ás adelante, puesto que ellas pueden
ser tratad as en co n ex ió n con lo s jhána en el so lo p resu p u esto de q u e
éstos hayan sido tan intensam ente realizados, de poder conducir ya hasta
ca si a la gran lib era ció n : m ien tras q u e h ab itu alm en te en lo s texto s a
lo s jhána le s sig u en o tra s tra n sfo rm a cio n e s de la co n cie n cia q u e se
v in cu la n a l pañña, en la se cció n d e la co n cie n cia tra scen d en te. Sin
em bargo hay textos qu e consideran form as especiales de contem plación
en la s c u a le s lo s jhána a su m en co m o b a se ju s ta m e n te e l “ v a c ío ” ,
34 Samyut.,XXXVI, 11.
15Angutt.,IV, 200.
26Majjh., LXXVII (II, 289).
27Samyutt., LXI, 6.
209
e l “ sin sign o” y e l “ sin ten d en cia” p ara p ro d u cir un grad o m ás alto de
“ pu rificación ” , m arcada por aquellos tres elem entos: suddhika-sumatam,
suddhika-animittam, su
dh
ika
-pa
n
ih
ta
m
26.
L a p erfección de los cuatro jhanaim plica s
significa también una transformación del com ponente invisible del oiganism o
hum ano (con particular referencia al ente samsárico que constituye su raíz)
operada justam ente por la infusión en ella de los estados correspondientes.
E n efecto se habla de un “ revivir corp oralm en te en s f ’ incluso “ aquellas
santas liberaciones, elevadas por sobre toda form a, sin form a ” 79, viéndose
en ello una más alta realización. Sobre tal base se distingue quien es “liberado
d e los dos lad os” -ubhatotobhaga-vimutta-d e quien lo es só
conocimiento” pañm-vimuíta.E l segundo es el caso de quien “ no ha
corporalm ente aquellas santas liberaciones q u e se encuentran m ás allá de
la fo rm a, in fo rm es” y en e l cu a l, p o r ta l cau sa, las in to xica cio n es, las
“ m anías” , o ásava, sólo parcialm ente son rem ovidas2 8
2
9
30.
P ara este p roceso de “ co p o rizació n ” d e lo s cu atro jhana son dadas
uniform em ente imágenes; im ágenes im portantes puesto que valen tam bién
para esclarecer ulteriorm ente la esen cia de cada una d e las realizaciones
aludidas.
H e aquí la im agen relativa al primer aa“ sí com
jh
pon e polvo de jab ón en una banadera, la im pregna d e agua, la m ezcla y
disuelve de m anera que su espum a esté com pletam ente humedecida, saturada
adentro y afuera de hum edad y que nada gotee más: así tam bién justam ente
el asceta com penetra y em bebe, llen a y satura este cuerpo de la serenidad
nacid a d el d esapego, qu e sien te y pien sa, com pen etrad a d e fervo r y d e
beatitud, de m odo que la mínima parte de su cuerpo no perm anezca oolmada
d e esta serenidad nacida del desapego” .
Segundo n“A
a
jh: s í co m o un lag o con vertien te su bterrán ea, en
cual no se vierta un arroyo ni desde el oriente ni desde el occidente, ni desde
el septentrión ni desde el m eridión, donde no se descargue nube alguna,
en el cual sólo la fresca vertien te d el fon d o b rote y com penetre com ple
tam ente, em beba, llene, sature este lago, de m odo tal que la m ayor parte
del lago perm anezca plena de agua fresca: así tam bién justam ente el asceta
com pen etra y em bebe este cu erp o d e in tern a calm a seren a, nacid a d el
28 Dhamma-sangani,344-53; 505-28.
29Majjh.,VI (1,48).
30Ibid., LXX (II, 192).
210
recogimiento, com penetrada de fervor y de beatitud” . Se note, aquí, la imagen
de la vertiente interna, la idea de algo fresco que se difunde partiendo desde
lo intem o y desde el “fon d o” -desde la realizada “ sim plicidad intelectual”
desapegada- perm aneciendo excluida toda vertiente de corrientes exteriores,
estando pu es exclu id o tod o alim ento vital samsárico.
T ercer jhána: “A s í com o en un lago con plantas d e loto algunas flores
de loto surgen en el agua, se d esarrollan en el agua, perm anecen bajo la
superficie del agua y chupan alim ento desde el fondo del agua, y sus flores
y sus raíces están com penetratas, em bebidas, llenadas y saturadas de agua
fresca, de m odo que no una m ínim a parte d e cada flo r de loto perm anece
instaurada de frescor: así pues tam bién justam ente el asceta com penetra
y em bebe, llena y satura este cuerpo de purificada felicidad, de m odo que
una no mínima parte de su cuerpo perm anezca plena de purificada felicidad”.
M ientras que en la fase precedente se hablaba sólo de un desarrollo ulterior,
se habla aquí de un estado que ya envuelve, com penetra y alim enta a todo
el com pon ente corp óreo, transform ando la sensación general que le co
rresponde, de acu erd o a lo que ya se dijo.
C u a rto a“: C o m o un h om bre que se en volviese desde la cabeza
n
á
jh
hasta los pies en una blanca m anta, de m odo que una no m ínim a parte de
su cuerpo perm aneciese descubierta de la blanca m anta, del m ism o m odo
he aquí el asceta que se sienta y ha envuelto este cuerpo con un estado de
extrem a ecuanim idad pureza y claridad, d e m odo que no la mínim a parte
de su cuerpo perm anece descubierta del estado de extrem a ecuanim idad,
pureza e ilum inación” . Estam os pues en una tercera fase: el cuerpo no sólo
está com penetrado, sino también abrazado por la nueva fuerza, está envuelto
por ella, com o si el m ism o no la contuviese, sino que fuese ella a contenerlo.
E l asceta está p o r encim a de su cu erpo, cu bre su c u e rp o 31.
Las im ágenes ahora referidas son aquellas que, en buena m edida, tienen
el valor de “claves” ; tienen un poder ilum inativo para quien las asuma com o
base en la profundización de esta fase de corporización de la experiencia
que corresponde a los cuatro jhána.
32Angutí., X, 208.
33Majjh., VII (1,57).
34Ibid.. XLIII (1,436).
212
alegría-sim patía. A través d el am or el asceta se siente en tod os los seres,
nobles y vulgares, felices e infelices, de este m undo com o de cualquier otro
m undo, h ace com o si su d estin o fu ese su m ism o destino, asum e la con
tingencia de su vid a, se siente en su sentir o p ad ecer (com pasión), p ero
sucesivam ente irradia alegría, com o si la oscuridad de todo ser tuviese que
resolverse, com o si el sentim iento que se irradia fuese propicio a los seres,
los sostuviese, los esclareciese, lo s lib erase. Sigu e la últim a irradiación ,
la de la inm utabilidad o estabilidad: el asceta, continuando el desarrollo
de esta con cien cia universal, es com o si quisiese el ser de tod o ser. É l se
em peña en infundir a cada criatura la m ism a calm a, la m ism a cualidad de
estabilidad y de ecuanim idad qu e ha desarrollado en sí, para proyectar la
cualidad “ser7’, la m ism a indestructibilidad o seguridad realizada en el lím ite
de tal universalización. Por lo cual, podrían quizás ser recordadas tam bién
las palabras: “ Y o los dejos en p az, yo les doy m i paz: yo no se las doy com o
la da el mundo: vuestro corazón no sea turbado y no se asuste” 35. L a fórm ula
pues es rep etid a cam biando só lo, para cada contem plación la cualidad
del sentim iento-base a encender antes en sí y luego a irradiar: “ E l asceta
m ora co n án im o co m p asivo -co n te n to - in m u ta b le e irra d ia en u n a
dirección, lu ego en una segunda, lu ego en la tercera, lu ego en la cuarta,
así co m o en lo a lto , e n lo b a jo , p o r un co stad o : p o r d o q u ier reco n o
cién dose en tod o, él m ora irradian d o el m undo en tero con ánim o com
pasivo -con ten to- in m u table- con am p lio, p rofu n d o, ilim itad o ánim o,
v a cia d o d e o d io y d e re n co r” 36.
A lcanzar la vastedad de ánim o desarrollando un am or que se convierte
en com pasión, una com pasión que se convierte en alegría, una alegría que
se convierte en inm utabilidad, en im pasible claridad e indestructibilidad
desapegada, h e aquí pues el fin d e esta cuádruple contem plación. R ea li
zán dola hasta en el fondo, va le a decir hasta resolver cada escoria de una
subjetivid ad agitad a y fin ita, sign ifica, d e acu erd o al buddhismo, h aber
realizado la condición para poder conseguir un estado de unión con el dios
teísta, con el Brahmá (brahmá-sahayatá). E n un texto, en relación con la
cuarta contem plación radiante, se dice: “A sí, oh discípulos, un asceta m ora
cual D io s” 37. É n cu alqu ier m odo, p o r esta vía que, com o se ha dicho, se
35Juan, XV, 27; ver Mahaparinirv., 40: “El Despertado es paz en sí mismo y lleva
la paz al mundo entero”.
36 Majh., XL (I, 414-15).
31Anguíí., IV, 190.
213
■
215
malicia nosotros irradiaremos a aquella persona, partiendo de ella irradiaremos
luego al m undo entero con ánim o am oroso, con amplio, profundo, ilim itado
ánim o, lib erad o de odio y de ren co r’. A s í d eberéis, d iscípulos, ejerceros
m ucho” 42. E n el transcurso d e este texto es subrayado qu e el ánim o debe
ser pu esto a prueba justam ente cuando nos encontram os d elan te de una
injusticia: es decir, se trata de neutralizar, d e detener la reacción justam ente
a llí d on de la m ism a tendría razón d e ser, a llí donde e lla sería ju sta y no
injusta. N aturalm en te, aquí n osotros estam os en el cam po d e una pura
disciplin a ascética por la cual se caería en un grave eq u ívo co cu and o se
quisiese trasladar esta actitud sobre el plan o de la vida ordinaria. Se note
adem ás que aquí no se trata para nada de un “perdonar” , m enos aun de un
“ perdon ar para ser perdonados” . E n un cierto punto, el tod o se resuelve
en u n a im posibilidad objetiva d e ser tocad os o golpeados. E l ofen sor y el
injusto se encuentran en la idéntica cond ición d e quien creyese en serio
p o d er ago tar tod a la tierra con una za p a o fijar figuras en el aire. P or lo
cual la no-reacción del asceta debe com prendérsela - para usar una im agen
de Kremmerz 43- com o la bondad infinita de un cam peón m undial de lucha
para con un joven esquelético que lo desafía con arrogancia a m edirse con
él y le lan za un cachetazo o una patada para provocarlo. A q u e l sabe que
bastaría m uy p oco para abatir al ton to.
E sto nos o frece la ocasión para p recisar el papel qu e el am or -mettá-
tien e en la doctrina del despertar. E l m ism o en prim er térm ino no figura
com o un valor absoluto -la chantas, el atributo teológico “ D io s es am or” -
sino com o un instrum ento ascético que concluye en el cuarto estadio y da
lugar a la im pasibilidad, al estado de un ánim o separado d e toda beatitud,
“ neutro” en sentido superior y soberano. E n segundo lugar, no se trata de
una cura hum ana para el “propio prójim o” , sino del poder irradiante y casi
objetivo que procede, a nivel natural, del ánim o integrado y desvinculado.
E llo resu lta d e la concepción buddhista, según la cual en tre quien cuida
la p rop ia salud sin preocu parse d e la d e los otros, y quien cu id a la salud
ajena descuidando la propia, es el prim ero el qu e es juzgad o superior: ello
conduce muy lejos del humanitarismo, así com o tam bién del egoísm o. Sucede
así que el que no tiene, tam poco puede dar. E l am or aquí no significa correr
detrás de los otros con cuidados, solicitudes y efusiones, sino que es alguna
cosa que tiene com o prem isa el “ cuidar la propia salud” -es decir el propio
44 AnguttIV, 95.
45Ver I. L e M a s s o n , A v is spirituels et méditations, Tournai, 1911, |uf .My m>'.
217
■
46Ver J. E vola, Fenomenología dell’individuo assoluto, Turín, 1930, págs. 247 y sig.
47 Angutt,VIII, 1, 63.
48 Cüllavagga,V, 6; ser Angut.,IV, 67 CCII.
218
propia “ religión ” pu es lo entienden com o u n a sim ple m oral d el “ am or”
y de la “ com pasión” en sen tido prom iscuo, hu m an itario y cristiano.
A lgu n o s textos consideran una com binación de las contem placiones
irradiantes con losjhána: los estados de abstracción y de intem a transparencia
propios de los jhána son entonces indicados com o aquellos en los cuales,
en una faz sucesiva de la disciplina, se deben operar los despertares de los
“cuatro estados divinos” hasta las correspondientes irradiaciones en el ya
m encionado sen tid o 49. U n a purificación conduce entonces a la otra a una
superior potencia y se pu ed e pensar, en tales casos, en la efectiva realidad
de seres que, com o afirm a el buddhismo,desde lejos, desde su desc
soledad, irradian en el m undo influencias m ás eficaces y preciosas de lo
qu e pu ed a ven ir d e la acció n visible y d irecta d e los hom bres.
Tál com o ya se ha dicho, las cuatrocontem pladones irradiantes equivalen
prácticam ente a los cuatro jhána. Támbién por m edio de ellas se es conducido
al lím ite extrem o d e la individualidad, al punto m ás allá del cual están las
regiones “ libres de toda form a” -arúploka-o “ supracelestes” . C uando los
horizontes no sean relativizados por k voluntad de una absoluta liberación,
los estados de am or y de universalización hasta la pureza propia del cuarto
“ilim itado”, correspondiente -puede decirse- al m odo propio del puro “ ser”,
pueden valer com o una vía com pleta de liberación resp ecto d el Y o y de
la voluntad finita, que conduce hasta una unió al ya citado bmhmá-
ahayata.Sin em baigp se sabe ya que esto es “demasiado poco” para la vocación
ariya. E l D espertado conoce la vía qae conduce hasta el estado de unidad
-realizable cuando se vive aun o después de la m uerte- con la divinidad
teísta; arriba es m ás a decir (cosa de la cual debería tom ar nota la apologética
católica cuando pronuncia en contra del buddhismo toda especie de juicios
fatuos) que, para él, in d icar u n a tal vía sería cosa tan fácil com o, a quien
se encuentra en un determ inado país, indicarle la vía que conduce justam ente
hacia aquel p a ís50. Su verd ad es sin em bargo la de que hay “ una m ás alta
libertad” . L a m anía d e la “ santidad’ va superada, no de otra form a que la
d el d eseo y d e la e x iste n c ia 51. P ara lo s brahmá-vihára, p ara las cu atro
contem placiones irradiantes consideradas en sí mismas, debe valer el dicho:
“ E llo no conduce a la m utación, a la cesación, a la calm a, al conocim iento,
al d espertar, a la extin ción , sin o sólo a la ascensión h acia un m undo de
santidad” 52.
220
se h a b la d e och o “ lib eracion es” -vimokkhá- cin co d e las cu ales son los
mismos áyatarn, es decir, las realizaciones en el dom inio “sin form a”, mientras
que tres son evidentem ente contem placiones que conducen h a d a ellas. L a
prim era de éstas consiste en considerar, en el propio ser, al solo elem ento
“form a”, concentrando en éste com pletam ente la mente: ello podría no estar
p rivad o d e rela ció n co n algu n o s m éto d o s co n o cid o s en las an tigu as
iniciadones m editerráneasy asociadas a la fórm ula: “salir (del cuerpo, de
la co n cien cia in d ivid ual) a través d e la p ie l” . S en tir la sola “ form a” d el
propio organism o es com o sentir su p eriferia, la “p iel” . D e acuerdo a las
antiguas enseñanzas m isteriosóficas, aislar esta sensadón de la “ form a” y
perderse casi en ella puede en d erto s casos ser una vía para “salir” '. Y es
un m étodo d el yoga tibetano iden tificar prim ero el propio cuerpo con el
de una divinidad y luego realizarlo com o va d o , com o constituido sólo por
una piel lum inosa y transparente 12. L a segunda “ liberación” considerada
en el buddhismo, consiste en o lvid ar la p rop ia form a, el prop io cuerpo,
para hundirse en vez en una form a extem a, que debe ocupar ella sola el
espíritu y la sensibilidad. E llo pu ed e vincularse tam bién a la técnica de los
kasina, de la cual hablarem os enseguida E n cuanto a la tercera “liberadón” ,
ella es puesta en relad ón con el “ esplendor” y la “belleza” . Existen incluso
textos que consideran sólo estos dos elem entos com o sostenes del pasaje
a lo sin -form a3. T ien e que ver aqu í con alguna cosa que podría recordar
la parte que tuvo el sentimiento estético en la m ística platónica y neoplatónica:
un entusiasm o o arrobam iento válid o ya com o vehículo para alcanzar lo
suprasensible. Sólo que aquí no se trata de la alegría de un artista o de un
esteta sino de un sentim iento sublim ado y abstracto, despertado no por una
im agen, por u n ser y p o r un aspecto d e la n atu raleza, sino sim plem ente
por un co lo r puro, p o r la luz, p o r el esplendor, por el fu ego, en un ánim o
capaz ya de conducirse hasta el lím ite de la con d en da puram ente individual
y hum ana gracias a la ascesis descripta anteriorm ente. L o cual rem ite even
tualm ente a los m ism os kasina.
221
Iil término kasina quiere decir, literalmente, “e n te rca ” . E l mismo designa
procedim ientos que hoy se juzgarían de carácter hipnótico, con los cuales
la conciencia es conducida a hundirse identificativam ente en un objeto hasta
form ar con el m ism o una “ in tegrid ad ”, u n a so la cosa. P or m ed io d e tal
ensimismamiento se produce un aislam iento d e la m ente no sólo respecto
d e las im presiones físicas, sino tam bién respecto de la prop ia persona; los
“an co obstáculos” son suspendidos y el pasaje a las contem placiones abstractas
es facilitad o o acelerad o.
C om o técnica, la base puede estar constituida por un disco de color puro,
azul oscuro, am arillo, rojo o blanco, puesto enfrente de quien quiere hacer
el ejercicio. O bien se pu ed e usar una apertura circu lar qu e d eje ver una
zon a d e cielo lum inoso, o, aun, practicarla en una pantalla puesta delante
del fuego, de m odo tal de obtener una zona redonda llam eante. E n un m odo
o en el otro, es necesario pues tener adelante una form a regular ocupada
p o r un co lo r puro y unido o por un esplendor. E l ánim o d ebe disponerse
en un estado de desapego de cualquier tendencia o cuidado y debe encen
derse en vez en el pensam iento de una verdad y del despertar de los ariya,
preparándose a una concentración com penetrada de la idea que con la acción
que se pretende em prender se propiciará la gracia de la liberación del ánim o
m ism o. D espu és de lo cual, es necesario fijar el disco d e esplendor, “ con
ojos ni dem asiado abiertos, ni entrecerrados, así com o nos m iram os en un
espejo” , ininterrum pidam ente, sin parpadear, concentrándose sobre aquella
percepción, hasta que se cree una im agen refleja (hoy se diría: una im agen
alucin atoria) de aquella form a. Se debe continuar a fijar tal im agen, con
los ojos cerrados y con los ojos abiertos, si es necesario, “durante cien, durante
m il veces” , hasta que esa im agen m ental no se haya estabilizado, de m odo
d e continuar a verla tam bién involuntariam ente, con los ojos cerrados o
abiertos cuando la m irada se ha separado del objeto. L a prim era fase de
la operación está concluida justam en te en cuanto el reflejo , e l correlato
m ental de la im agen física del disco, denom inada uggha-nimitta, es igual
m ente visible con los ojos cerrados o abiertos. S e pu ed e entonces cesar o
sucesivam ente p asar a la segunda fa z del ejercicio . E n tal fa z u lterior el
“reflejo ” debe a su vez servir de base para una concentración, por decirlo
así, d e segundo grad o. P ara fijarlo no será m ás ah ora e l o jo físico , sino
el ojo que se ha abierto en los jhána,jhána-cakkhu, P ero el proc
es e l m ism o: se trata d e la m ism a m anera d e ensim ism arse en la im agen
m ental olvidando todo lo dem ás, com o antes se había hecho con la im agen
provista p o r los sentidos. S i esta segunda concentración sobre la im agen
222
interiorizada es justam ente conducida, de tal im agen brota finalm ente un
nuevo reflejo, un reflejo de segundo grado, com o algo puram ente espiritual
-patibhága-nimitta- “ sin form a, sin co lo r” : es com o la resolución d e una
niebla, o el resplandor d e la estrella m atutina, o el aparecerse de la luna
afuera de las nubes, o el centellar d e un espejo sacado d e su estuche o de
una gem a perfectam ente pulida: en estos ténninos es descrita la aparición
de la nueva im agen que “parte” la anterior, que anula la im agen “alurinatoria”
y “ surge, cien , m il veces m ás cla ra ” . E n el punto en el cu al se m anifiesta
esta experien cia, el obstáculo con stitu ido por la p rop ia individualidad y
por los “ cinco vínculos” es rem ovido, el poder de los asáva es neutralizado
y el pasaje de la m ente a la realizació n d e los estados lib res d e form a, o
bien d e las form as puras, es fa c ilita d o 4.
S en sib lem en te d iferen te es el den om in ado kasina d e la luz, qu e se
en cuentra así indicado en los textos: “ E l asceta fija su aten ción sobre la
percepción de la luz, fija su espíritu sobre la percepción del día: de día com o
d e noche, d e noche com o de día. A s í se ejerce, con el espíritu despierto,
no turbado, en la contem plación de luz” . Si tal ejercido es seguido en form a
recta y con stan te facilitaría la apertu ra del “ o jo del con ocim ien to” 5.
O tro procedim iento de ‘Vaciam iento” tiene un carácter m ás m ental y se
basa en sucesivas abstraedones. Se trata d e olvidarse de sí m ism o y de todo
lo que se vincula a la com ún existen da hum ana, se debe por ejem plo dejar
subsistir sólo la im agen “ selva” com o si ella sola existiese en el m undo, hasta
que el ánim o se eleve, se detenga, se disuelva. S e produce un sentim iento
de “vad o ”, de la “ real, inviolable vacanda” ( ). Se hace caer entonces
la idea de selvay se deja com o único objeto para la m ente la idea de “ tierra”,
abstrayendola sin em bargo de toda particularidad, “ así com o una piel de toro
es pulida con una rasqueta, eliminándosele las am igas” : no existe sino “tierra”
en el m undo. Y se realiza el m ism o sentim iento d e libertad, d e vacanda,
constatando que sólo laidea “tierra” subsiste com o apoyo de lam ente. A partir
de la “tierra” nos desplazam os finalm ente h ad a la idea de “espado infinito” ,
con lo cual se realiza ya el pasaje h a d a el objeto de la prim era m editación
cimpa, es d ecir, m ás allá d éla s fo rm a s6.
223
A ntes de ir m ás adelante será bueno prevenir cualquier equívoco acerca
del alcance de estas form as de dirección basadas en técnicas casi hipnóticas.
E n efecto, es muy posible que quien va a la búsqueda de “ ejercicios ocultos”,
de m étodos minúsculos para alcanzar lo suprasensible, crea hallar algo similar
en los kasina d e los colores y de las luces, de los cuales se ha hablado aquí;
piense pues que, practicando justam ente una especie de hipnosis, él puede
h acer a m enos d e cualquier disciplina y de cu alq u ier esfu erzo espiritual.
E sto sería una ilusión. A q u ello s procedim ientos m ateriales en sí m ism os
significan m uy poco. Valen sólo para neutralizar la sensibilidad periférica.
S e tra ta en ton ces d e ver, sobre tod o, si su bsiste e l grad o req u erid o de
conciencia una vez alcanzada la neutralización; en este caso -en segundo
lugar- en cuáles térm inos se desarrolla la experiencia. C ad a uno sabe que
procedim ientos análogos a los kasina de los co lo res y d e los esplendores
han sido usados sea m odernam ente en las form as de la hipnosis experimental,
sea en prácticas de magia y de visionarismo. E s conocida la técnica del “espejo
m ágico” , qu e consiste en fijar un punto lum inoso reflejad o por un espejo
curvo, o la p ráctica de “ adivinación” basada en fijar un espejo de agua o
la del fuego. D e esto se ve que la técnica de los kasina, en sí misma, es neutra,
que ella puede conducir a resultados sum am ente diferentes. A sí pues, salvo
casos de predisposiciones privilegiadas y excepcionales, en el prim er arribado
qu e tenga una suficiente fu erza d e con cen tración el efecto de la fijació n
d e los discos co lo read o s o de los discos d e lu z será só lo el h ipn ótico, es
decir, él descenderá en un estado de conciencia reducida, casi sonam bólica,
justam ente com o en los sujetos que se hipnotizan. E n otros podrán em erger
y proyectarse “com plejos” de todo tipo, con el resultado de un visionarism o
inconcluyen te, y a veces incluso peligroso, puesto que no sólo no conduce
m ás allá de la individualidad, sino, es más, libera y hace aflorar un “ subsuelo”
psíquico y abre el cam ino a la m anifestación d e influencias escu ras7. O tros
todavía, una vez gobernado el ejercicio o disponiendo de especiales dotes
naturales, pueden utilizar el estado de trance en el cual pasan justam ente
p o r fin es adivinatorios o m ágicos. F in alm en te, en la m ejor h ipótesis, se
podrán verificar apariciones de “form as divinas” , de form as de aquel rúpa-
1Es lo que por otra vía, casi sin excepción se verifica en los estados mediánicos
cultivados por el espiritismo y considerados por la metapsíquica moderna Véase nuestros
ensayos críticos: Maschera e volto dello spiritualismo contemporáneo, Barí, 1949 (hay
trad. castellanapor esta editorial). En parte, también el “tratamiento”psicoanalíticopuede
llevar a estos resultados.
224
loka, que sin em bargo, tal com o se ha dicho, es dejado tam bién atrás en
la vía ariya d el d esp ertar.
P ara el uso efica z de la técnica aludida, la prim era condición es pues
una conciencia ya concentrada y desapegada, capaz de m antenerse en pié
con las propias fuerzas: es entonces que, ante la neutralización d e la sen
sibilidad periférica, se puede ascender, en vez que descender, nos podem os
dirigir h acia una p u rificad a supraconciencia en ve z q u e estar sum ergido
en el flu jo d el visionarism o o de un psiquism o inferior. E n segundo lugar,
todavía u na vez es necesaria la adecuada tensión espiritual com penetrada
por la idea del despertar, casi en el estado de una fuerza lista para lanzarse.
E n relación con esto se lee en un texto que, así com o un hom bre de robusta
digestión traga y consum e sin trabajo una cuchara de arroz, d e la m ism a
m anera el que aspira al saber trascendental va m ás allá d el acto inicial de
la concentración sobre la im agen, lo absorbe y lo trasciende, llevando al
acto el estado al cual tien d e8. N o es pues el caso de crearse ilusiones acerca
de las técnicas ya m encionadas, pensando que de las m ism as pueda venir,
en m ateria de verd adera realización espiritual, m ás de lo que no se tenga
potencialm ente. E llas sólo pueden crear circunstancias m ás propicias para
una acción, la cual presupone siem pre un alto desarrollo de la conciencia
ascética, “santa” o iniciática. Sea aun en m enor m edida, lo m ism o vale para
las otras form as, m enos m ecánicas, de dirección, de las cuales se ha hablado:
es siem pre presupuesta -si d e lo que se trata es de la vía ariya del despertar-
una “ dignificación” y una especial iniciativa interior. Tam bién la contem
plación continuada de la luz puede conducir a poco más que a alucinaciones,
en ve z qu e a la ap ertu ra d el “ o jo d el co n o cim ien to ” , si no se tien e una
sensación anim ada d e la m ism a luz y, por decirlo así, intelectualizada (luz
intelectual). U na contraprueba de ello se encuentra en el hecho de que la
m ism a práctica es a veces aconsejada para fines totalm ente profanos, por
ejem plo com o an tídoto d el sueño y de la acid ia9.
C om o punto d e partid a para los cinco jhána Ubres d e form a vale p or
un lado el desapego objetivo respecto de las percepciones de los seis sentidos,
por otro aquella “ indiferencia pura, clara, dúctil, flexible, resplandeciente” ,
en la cu al cu lm in a la serie de los jhána y a con sid erad os, o b ien d e las
contem placiones irradiantes. U n a vez form ulado esto, he aquí com o son
descritas en los textos las cuatro realizacion es.
12 Samyutt.,XXII, 59.
13 Chandogya-up,III, 12,7-8.
14Ibid., III, 14,2.
227
C onsiderand o así el objeto del prim er áyatana, el pasaje al sucesivo,
que tiene p o r objeto la “ infinitud de la conciencia”, aparece com o natural.
Se trata evidentemente de superar el residuo de exterioridad y de “cosm iddad”
presente en la experiencia ddákasa. E l térm ino usado es
y se lo puede poner en relación con el segundo nidana de la serie descendente,
en el sentido de un “purificarse” de éste. E l nidárn “ conciencia”, lo hem os
concebido en los térm inos de una m anifestación determ inada y lim itativa
del espíritu. P ara rescindir el vínculo que el m ism o representa es necesario
pasar al tercer áyatana, cuyo objeto es la experiencia d e la esfera d e la “no
existencia” . E n esta esfera es necesario en ten der justam en te el correlato
n egativo d e la “ co n cien cia ” , es d ecir la p o te n cia d e n o -m an ifestación
co rrela tiv a a la d e m an ifestació n lim itativa, p rin cip io d e la cu al es la
“conciencia” . L a experiencia de este áyatana puede ser tam bién dada por
la fórm ula “ nada existe”, puesto que penetrar el poder de no-m anifestadón
significa realizar en cada cosa la posibilidad de su no-ser, la falta d e una
realidad suya propia. P or tal razón hay quien ha concebido la experiencia
en cuestión com o una libertad respecto del Etwas-heit, de la objetividad
en general, extendida a las m ism as esferas supracelestes. E l cuarto áyatana
tiene por objeto el rxvasañña-nasaññá,es decir lo qu e no es ni co
(segundo áyatana), ni n o-con d en d a (tercer áyatana), es decir el elem ento
anterior y superior a estas dos esferas que se suponen ya realizadas. E s la
elim inación de aquello que en la serie descendente corresponde al nidana
“sankham ”, es d ed r al impulso que lleva h ad a una “concepdón” en general,
a la diferendarión de una determ inada posibilidad, en cuanto impulso pasivo.
E l últim o áyatana conduce al lím ite de la cmAtnoic^ d e la sim plificadón
o purificadón trascendental. Su objeto es designado con el térm ino saññá-
vedayita-nirodha, q u e alu d e a una “ d estru cción ” n o só lo d el elem en to
“ concien cia” , sino tam bién de aquel, qu e sobre el plan o de la psicología,
co rresp o n d ería a la p ercep ció n , a la p ercep tib ilid a d elem en ta l o a la
determ inabilidad. S e trata d e ir m ás allá de la m ism a d oble categoría del
ser (m anifestadón, co n d en d a) y del no-ser (no-m anifestadón) y referirse
a toda potencialidad concebible, concebible m ás allá de este doble dom inio,
es dedr, sea de lo m anifestado com o de lo no m anifestado. Se obtiene pues
el estado de una co n d en d a (para continuar a usar un tal térm ino, qu e sin
em bargo se ha convertido aquí en totalm ente im propio) absolutam ente
desvinculada, simple, intacta, es d edr el estado que en la cadena de los niddba
precede justam ente a la form a primordial de una determ inadón de cualquier
228
tipo: por lo cual tenem os aquí evidentem ente el antecedente inmediato ><le
la com pleta destrucción de los asava y de la “ ign orancia” , así com o de la
realizació n d e la extin ción, d e a gran lib eració n .
A pen as es necesario decir que, por m ás que cada realización pueda ser
concebida sobre varios planos y en d iferen tes grados, aquí, aim m ás que
para los cu atro jhám d el m undo de las form as, d ebe ser rechazada toda
in terp retació n “ p sico lo g ista ” .E s absu rd o p en sar q u e se trate aqu í d e
hundim ientos en la sem i-contienda, en lo “ sublim inal” , hasta el lím ite de
una oscillation about a zero-point in consciousness (C . R hys-Davis) 15.
Tam bién la referen d a a las petiies perceptions leibnizianas es totalm en te
inadecuado, tratán dose en realidad d e un “via je” a los estados suprain-
dividuales y, en un d erto modo,pre-samsáricos, anteriores a la asodación
a cualquier hevenáa samsáricadeterm inada), en donde se m anifiestan las
causas trascendentales de toda existenda co n d id o n ad a P or lo tanto en la
enseñanza buddhista tam bién a los cinco áyatana son asodados “lugares”
-loka- o “ m undos” o “ tierras” -bhümiká- correspondientes, y es concebida
la posibilidad de resurgir en el uno o en el otro d e ellos en el caso de que
la realización ascética d e cualquiera d e ello s se hubiese detenido, en vez
d e d esarrollarse hasta la extinción y la absoluta ilu m in ació n 16.
E n cuanto a la fórm ula canónica de la liberation: “ Exhausta es la vida”,
ella alude a la superatión de toda posible form a de existencia condidonada,
no al “renacimiento” en el sentidogroseramente reeneamarionista. No distinto
es el sentido de la fórm ula itthattáyátipajánáti que, siguiendo a Neumann
y a De Lorenzo, hem os dado con “ N o existe m ás este m undo” . E n tal caso
el m undo debe interpretarse com o el conjunto de las form as m anifestadas,
por lo tanto, com o la totalid ad de lo que en la doctrina tradicional hindú
vale com o “triple m undo” . E n cuanto al térm ino bhávásava, es decir ásava
o “ m anía” de existen d a, éste en una cierta m edida nos rem ite todavía al
m ism o punto, si con bháva se entiende el “ devenir” propio de un “ nacer”,
d e un asum ir u n a form a condicionada. P ero , en un sentido m ás vasto y
profundo, en la destrucción d e un tal ásava se pod ría ver el equivalente
de lo que en la m ística alem ana fue denom inado el Entwerdung, la superación
del “ devenir” en general. L a realization de le» ariya conduce m ás allá sea
del “ ser” , sea d el “ d even ir” . V in cu lad o a la “ ign orancia” y a la “bram a”
-a los otros dos ásava- el vín culo d el “ d even ir” es destruido hasta en las
17Ver Majjh.,XUV (Y, 160-61); LXTV (II, 136); CVI (m, 56-57); X, 29.
Ver IX, 31; Ver X, 72. El pasaje del uno al otro arüpa se cumple en el momento de sentir
sobre todo la forma y las imágenes reflejas como “disturbio” y alteración; luego es el
elemento ákása o éter que es así sentido; luego la infinitud de conden-cia; luego la no-
existencia; hiegp el elemento más alláde condenday de inconeienda; luego la detemrinadón.
230
extrem adam ente esquem áticas en los textos. Se preludia aquel silencio, que
luego será absoluto -al m enos en el buddhismo origin ario- en lo relativo
a la esencia d el estad o de extinción, d el nibbana (en sánscrito )y
del destino d el D espertad o lu ego d e la m uerte.
A h o ra q u erem os h ab lar b revem en te a cerca d e la o tra vía h acia la
extinción, considerada por o tra serie de textos y referid a ya no m ás a un
itinerario a través del m u id o m ás allá de la form a, sino a especiales visiones
y a “ nacim ientos” correspondientes.
Com o punto de partida se puede asumir nuevam ente la realización propia
del cuatro jhárn o bien de la cuarta contem plación irradiante, es decir, una
extrem a y purificada ecuanim idad. A l ánim o con el cual el asceta se apresta
a operar le son dados atributos análogos a los de la “ indiferencia pura, clara,
dúctil, flexible, resp lan d ecien te” . L a fórm u la can ón ica fija es en efecto:
“ C o n ánim o firm e, purificado, terso, lim pio, libre de escorias, m aleable,
dúctil, com pacto, incorruptible” . C on tal ánim o, se actúa sobre todo para
la realización de la denom inada ñana-dassanes decir de la visión que v
d el conocim iento, que tiene por o b jeto la propia persona en su totalidad.
E s com o un d esd oblam ien to o, m ejor, una lib eració n d esd oblán d ose,
contem plándose -en la propia realidad som ática así com o en la sutil- com o
si se fu ese otro, o com o si se tratase de una cosa. E s en efe cto dicho que,
luego del cuarto jhárn, se d ebe “m antener firm e, considerar en el espíritu
y penetrar con la visión el objeto de la autocontem plación -pacca
rámitta- así com o un hom bre puede mirar a otro hom bre, a quien perm anece
de pié, o al que en cam bio está sentado” 18. E s pues una extrem a valoración
del mismo proceso iniciado con las múltiples contem placiones sobre el cuerpo
y sobre el alm a en la fase de consolidación; proceso qu e ah ora pasa a una
fa z objetiva para elim inar com pletam ente el vínculo d el Y o , teniendo tal
rasgo distintivo: el que ahora contem pla es el ánim o casi transhum anado
de quien ha arribado hasta al cuarto jhárn o ha recorrido la vía que determina
la potencialid ad d e un estado de unión con el Bráhma. L a fórm ula d e la
desidentificación o “ proyección” es pues: “ É ste es m i cu erpo, provisto de
form a, constituido p o r los cuatro elem entos, generado p o r un padre y por
una m adre, m antenido en vid a p o r estos alim entos. E l m ism o es no p er
m anente, sujeto a alteración, disolución y disgregación. Y éste es tam bién
mi viññam, del cual depende, ligado al m ism o” . Se d a tam bién la siguiente
sem ejanza: com o si sobre un pañ o negro estu viese una g em a, una joya
V, 28.
mAngutí.,
231
purísim a, resplandeciente, perfectam ente tallad a y labrada, clara, trans
paren te, excelen te desde todo punto d e vista: se le atase un h ilo, un hilo
azul o am arillo, rojo o blanco, y com o si un hom bre de buena vista al tom arlo
en la m ano lo considerara y viera claram ente com o si una cosa estuviese
ligad a a la otra. E sta im agen, tom ada p o r el Sámkhya, con firm a que se
trata de “exteriorizar” la propia persona en su conjunto: el térm ino
se re fie re aqu í al prin cipio su til q u e u n e y v iv ifica la fo rm a corp órea.
P ero esta “ cien cia ” , en este pu n to, tien e só lo e l sen tido de una fa z
preparatoria. E l m ism o ánim o “ sólido, pu rificad o, terso, lim pio, libre de
escorias, m aleable dúctil, com pacto, incorru ptible” es dirigido hacia una
ulterior “ ciencia” , a la visión de las “anteriores form as de existencia” . Surge
el recuerdo-visión d e “m uchas anteriores form as d e existencia, com o de
una vida, luego de dos vidas, de tres vidas” y así sucesivam ente hasta arribar
a cadenas de vidas en las fases sea de m anifestación, com o de reabsorción
d e los m undos. “A llá estaba yo, tem a aquel nom bre, pertenecía a aquella
gente, aquel era m i estado, aquel m i oficio: p rob é tal bien y tal m al, éste
fu e el final d e m i vida. H abiendo pasado m ás allá de aquel lugar, entré de
nuevo en otro lugar a la existencia: aquí era yo ahora, tenía este nom bre,
p erten ecía a esta gente, éste era m i estad o, éste era m i o ficio , tal bien y
tal m al yo prob é, éste fu e el fin d e m i vid a. U n a v e z p asad o m ás allá de
tal estado entré nuevam ente a la existencia” . D e tal m anera el asceta llega
a “ acordarse” d e m últiples form as de existencia, cada una con las propias
características, cada una con sus especiales relaciones. E s dada tam bién una
im agen: C om o si un hom bre d e una ald ea fu ese a otra, y luego todavía a
otra y finalm ente volviese a su p aís (la tierra d e los antepasados) y, acor
dándose, pensara así: “Y o he ido pues de aldea en aldea, allí donde he estado,
h e reposado de tal m odo, he hablado de tal m odo, he callado d e tal m odo:
luego, tras abandonar esa aldea, he ido a otra en donde he h ed ió esto y aquello
y fin alm en te h e reto m a d o a la m ía” . É sta es la p rim era “ cien cia ” -la
d esign ación es propiam ente: pubbe-nivásañána- se trata d e una visió n
realizadora que tiene com o correlato una liberadón interior, una elevadón
absoluta m ás allá del tronco samsárico al cual perten ece una determ inada
existen cia in d ivid ual, existen cia en la cu al no se v e m ás q u e un sim ple
episodio.
L a experiencia sucesiva es la de un “ ojo celeste, esclared d o , sobrehu
m ano” , la realization es denom inada dibbacukkhuñána y se desarrolla no
m ás en la visión de las “propias” m últiples existencias, sino de otros troncos
somáticos, del aparecer y desaparecer de los seres en las series determ inadas
232
por la ley de la acció n , d el karma. “ C o n tal o jo celeste, esclarecid o, so
brehum ano elasceta ve a los seres aparecer y desaparecer, vulgares y nobles
bellos y feos, felices e infelices, y reconoce com o los seres reaparecen siem pre
de acuerdo a las acciones” . Tam bién aquí es dada una sem ejanza: com o si
hubiese dos edificios co n puertas y un hom bre de buena vista, situado en
el m edio, viese a las person as salir d e una casa para en trar en la otra, ir
y ven ir.
E sta visión, con la cu al es directam ente contem plada desde un punto
de vista universal, “celeste” , desapegado, la contingencia de las m últiples
form as d e existencia, d eterm in a la catarsis definitiva, cond u ce a paññú,
o bodhi, es decir a la lib eración , a la ilum inación y a la extinción, al ápice
mism o en el cual había culm inado y se había resuelto la serie de los cinco
áyatana,de las cin co rein tegracion es en el dom inio m ás allá d e la form a.
Se tien e pues, co m o te rce ra y últim a “ cien cia ” , la visió n de la “ génesis
condicionada” q u e determ ina justam ente la acción de “girar” d e los seres,
la visión d e lo q u e se en cu en tra en la raíz d e tal génesis, d e lo qu e es el
fin y de los estados qu e conducen a tal fin. E n este punto, los vienen
a menos, se produce la “ redención de ánim o sin manías”, por lo que retom a
la fórm ula: “ E xhausta es la vida, recorrida la vía divina, lo qu e tenía que
ser hecho ha sido hecho, no existe m ás este m undo” . Hay una últim a iiftagen,
acerca de la cristalinidad, la absoluta transparencia y claridad d e esta visión
que conduce a térm ino la obra entera: com o si un hom bre de buena vista
estuviese en las o rillas d e u n lago de valle alpino y con con cien cia clara,
considerara los caracoles, la aren a y las escuadras de peces, cóm o saltan
o cóm o se en cu en tran 19.
A p arte d e la inicial “ proyección ” de sí m ism os, esta segunda vía tiene
pues tres estadios. E s im portante resaltar que en algunos textos canónicos
ellos son puestos en relación, respectivam ente, con las tres vigilias
de la noche. A sí dice el Buddha : “ E sta ciencia [es decir la prim era, la visión
de las m últiples y an teriores form as de existencia] yo tenía en la prim era
vigilia de la noche realizada en prim er término, había disipado la ignorancia,
obtenido el saber, disipado la oscuridad, obtenido la luz, m ientras que yo
m oraba con serio en ten d im ien to, prolijo, fu erte” . l a m ism a fórm ula es
repetida para las otras dos ciencias: el desaparecer y reaparecer de los seres
es realizado en segundo lugar, en las m edias horas de la noche, y la visión
últim a, liberadora, referid a a las cuatro verdades de los ariya, se cum ple
235
■
236
o qu e aun vivirá, sino d el tronco d e la bram a qu e actúa en él, y sobre i a I
plano un “ Y o ” verd adero, sustancial, no existe. E n segundo lugar, desde-
el punto de vista de la visión trascendente, puesto que desde tal perspccl iv; i
las “m uchas existencias” pueden sólo representar un espejism o; para quien
las contempla no se puede hablar más de un “Y o”, es más, está por ser quebrad; i
la ley que desde el m ism o tronco samsárico podría hacer brotar una nueva
existencia. Tal com o verem os, la enseñanza biuMhista considera tam bién
casos interm edios, vale a decir extinciones no com pletas; pero en la m edida
en que justam ente la extinción no sea com pleta, para los estados ulteriores
d e existencia o p ara las nuevas ‘v id a s” va le m ás o m enos lo mism o d e lo
que se ha dicho para el hom bre com ún: falta una verdadera y propia con
tinuidad, se tienen transform aciones que inciden tam bién sobre el “ sustrato” .
E l buddhismo sostien e una tal concepción tam bién en lo relativo a aquel
“ cu erpo m ental” , “ lib re d e la form a” , que d iferen tes textos atribuyen al
C um plido, siendo el térm ino “ cuerpo” usado aqu í en sentido analógico,
entendiéndose por el m ism o otras posibilidades, otros estados y m odos de
ser, correlativos a los “ m undos’ m ás allá d e lo físico, alcanzados con los
jhána. Se form ula la pregunta acerca de, si tales “ cu erpos” existan sim ul
táneam ente. L a respuesta es negativa. P ero se va m ás allá: el pasaje del uno
al otro de tales estados no presentaría una verdadera continuidad. Se tendrían
transform aciones absolutas, d e acuerdo a la com paración ya citada: com o
la lech e qu e se co n vierte en cuajo o el cu ajo qu e se co n vierte en queso:
cam biando el estado es oportuno cam biar tam bién el nom bre23. Con m ayor
razón la idea de una absoluta identidad del Y o en los estados a los que puede
conducir una p arcial lib eració n d ebe ser excluida.
E n m ateria d e “ reencarnación” y de “m uchas vidas” es necesario pues
persuadirse de que, no obstante las opiniones alim entadas p o r diferentes
am bientes, ideas d e tal tipo, no hallan ningún lugar en una seria enseñanza
tradicional, sea oriental com o occidental, d el m ism o m odo que ni siquiera
en el buddhismo. N o form an parte de un “ esoterism o”, sino del “exoterismo”.
Todo aquello que en el buddhismo y en las tradiciones hindúes en general
puede hacer suponer lo contrario, se vincula a la sim ple letra de los textos
y a form as populares d e exposición, las cuales tienen únicam ente un valor
sim bólico o d e su gestión , d e la m ism a m anera qu e las crasas im ágenes
respecto del purgatorio o del infierno cristiano que puede tener entre nosc >tix>s
el populacho. D e l m ism o m odo qu e en éstas, la preocupante perspectiva
de infinitas vidas en cad a una de las cuales se tendrán sanciones para el “ bien”
MAparteva considerado cuánto hemos mencionado acerca del valor de síntoma que,
en el marco de una metafísica de la historia, posee la aparición de la teoría de la reencar
nación.
238
se im pone el deber de una discrim inación, de la separación de las esencias
o de la rein tegración d e las cosas ofuscadoras: tenien do el tod o sólidos
principios d e ca rácter trad icio n al y m etafísico com o guía.
E s n ecesario tocar tod avía un punto. S e ha visto qu e las tres ciencias
sobrenaturales han sido puestas en relación p or los textos, respectivam ente
con la p rim era, la segu n d a y la tercera v ig ilia d e la n och e. É sta es una
indicación importante, una vez que se tengan presentes las enseñanzas hindúes
acerca de los “cuatro estados” : estado de la conciencia individual d e vigilia,
estado de sueño, estado de ensueño y, finalm ente, el denom inado “cuarto
estad o” , caturtha o turiya. E n el m ism o “ esp acio ” en e l cual, vin iend o a
m enos la concien cia individual d e vigilia en e l hom bre com ún se tiene el
ensueño, luego la inconciencia del sueño sin sueños y, finalm ente, un estado
asim ilable a la m u erte ap aren te, es posible realizar en vez una serie de
“ liberaciones” , de grados de supracondenda. C on referencia a ello, el estado
de sueño (aq u el q u e en el h om bre com ún correspon d ería al sueño) es
denom inado por los textos hindúes com o taijasa, de tajas, que quiere d ed r
luz radiante y q u e rem ite a lo q u e se ha ya dicho respecto del âkâça, “ el
éter” ; el estado de sueño profundo sin sueños “ en donde no hay conocimiento,
sino que el sujeto del conocim iento continúa a ser co n d en te” , es referido
a la condición d e prajñá (en pâli: rn,)es d ecir “ ilum inadón” : aquí
ñ
a
p
ser se vu elve a u n ir a sí m ism o en una u nid ad de co n cien cia pura y de
beatitud” ; aquí se tiene “la perfecta serenidad que, surgiendo desde el cuerpo
y arribando a la lu z suprem a, se m anifiesta en su verdadero aspecto” ; aquí
se está sobre el punto de surcar el dique, “m ás allá del cual el que era d ego
no lo es más, quien estaba herido no está m ás herido, el que estaba enferm o
no lo está m ás” , en donde “ tam bién la noche se convierte en día” . L a cuarta
condidón corresponde al estado incondidonado, absolutam ente por encim a
de toda dualidad, d e tod a p articu lar form a exterior, sea de la una y d e la
otra con ju n tam en te25.
Si ya al hablar de los \jhanahem os considerado la posibilidad de referim os
a transform adones de tal tipo, correspondendas m ás precisas son visibles
con refefen d a a los desarrollos de la experienda del m undo libre d e form a,
a los âyatam. A s í no nos parece arbitrario acercar la doctrina tradicional
hindú aquí m endonada justam ente a aquellas realizadones buddhistas que
se desarrollarían en las tres vigilias de lanoche: aquí se tendría una condenda
la cual, “sem ejante al fuego que avanza destruyendo todo vínculo” , se conduce
m ás allá del estado de vigilia, deja atrás este estado, procede en las condiciones
25Ver Maitráyantya-up,Wl,19.
239
que en otros serían de ensueño o de sueño profundo reafirmándose: “ disipando
la ignorancia, conquistando la ciencia, disipando las tinieblas, obteniendo
la luz” : propiam ente de acuerdo a la fórm ula referida a la “ ciencia
sobren atu ral” conquistada en la prim era, segu nd a y tercera vigilia d e la
noche. M ás allá del estado “ lum inoso” o “radian te” d e taijasa, m ás allá del
de pura iluminaciónpmjñá, que en el buddhismo se puede hacer corresponder
a l ab rirse d el “ o jo celeste , escla recid o y su p ra te rren a l” , e l estad o in
condicion ado. Twiva, el estado incon dicionado del átma de la tradición
gen eral hindú, correspondería entonces al de nirvana de la term inología
buddhista 2627.
E n estos términos la “vigilia” de los ariya se presentaría en la grandiosidad
de una coyuntura en la cual la noche se transform a en día, la inconciencia
en supracondenda: la visión de existencias indefinidas dispersas en el tiem po
se abre com o un recuerdo, y es dejada atrás; la visión d e destinos infinitos
de seres esparcidos en el espado se abre y es dejada atrás. H ad a las últim as
horas de la noche, allí donde para los otros “ el sueño es m ás profun d o” ,
cuando aparece con el alba la luz física, resplandece tam bién aquel saber,
aquel despertar, en el cual cada m anía es destruida, que supera a todo mundo
con sus escuadras d e ángeles, d e m alos y d e buen os espíritus, d e dioses y
hombres, de ascetas y sacerdotes. Aa^ cuando el Cum plido desde la supervigilia
d e la n o ch e transform ada en lu z vu elve al m undo d e los hom bres en el
m om ento en el cual la luz del sol viene a esclarecerlo, un despertar corresponde
a o tro , el elem ento físico y el m etafísico se en cu en tran y para él, para el
Cum plido, se puede usar bien la im agen recurrente en los textos: justam ente
la d el sol, “ cuando, en el últim o m es de la estació n d e las lluvias, lu ego
d e haber disipado y escapado las nubes grávidas d e agua, surge en el d é lo
y se p ierd e radiando cada n ieb la del aire y fu lgu ra y resplan d ece” . “ L u z
d el m undo” -ha sido tam bién llam ad o así el “lu z d e sabiduría
convertida en luz del m undo” 21;“vidente que aparece en el m undo de los
hom bres y de los dioses, procediendo sólo en el m edio, dispersando toda
tin ieb la” 28.
241
Y a se h a h ablado respecto» d e la o p o sició n en tre los “p ro d igio s” d e tipco
noble, ariya, y los de tipo no ntoble, n o ariya -anariya-iddhis-. A g re g a re m o s
que p ara el buddhismo, así co»mo p a ra to d a d o ctrin a trad icio n a l su p erio r;,
sea la búsqueda d e los “ p oderles” p o r sí m ism os, sea, y p eo r tod avía, su bús
q u ed a p a ra la co n secu ció n dee fin es p ro fa n o s e in d ivid u a les en m ás o en»
m enos en el m ism o espíritu ccPn el cu al h o y se h an d esa rro lla d o la técn ica i
y la p o ten cia vin cu lad a a la tétcn ica, fu e co n sid e ra d a co m o u n a co sa q u e »
no tenía nada que ver con el d esa rro llo a scético y espiritual, e s m ás, m uchas
veces se la consideró com o nocáva p ara e ste m ism o d esarro llo . L a p ráctica
d e los “ p od eres” ha sido reputaida com o u n p e lig ro K“ M i instru cción -dice
el Buddha- n o es ésta: Venid, o lh ascetas, y co n segu id p o d eres q u e superen
los d e lo s h om bres com un es” 22. L a vid a q u e se co n d u ce en la O rd en d el
Cum plido no tiene p o r fin rea lisa r la fu erza ca p a z d e suscitar la clarividencia
y la cla ra aud ición , sin o qu e tiefn e un fin m ás a lto , ju sta m en te el fin d e la
liberación 12
3. F ilo n o im pid e sirn em b a rg o q u e la s fo rm as tra scen d en tes
d e experiencia y d e desapego, cotnsideradas p reced en tem en te p o r nosotros,
p u ed an d ar lu gar tam bién a fo rm a s ex tra n o rm a les d e a cció n y d e visión.
Y cuando un fin digno se en cu en tre presente, u n D esp ertad o p u ed e tam bién
servirse de tales facultades, del m tism o m o d o q u e e l h om bre co m ú n se sirve
d e su p a la b ra y d e sus brazos.
T as sen la enseñanzas budldhistas están subdivididas en tres secciones:
h
id
lo s p o d eres “ m ágico s” , los podetres q u e co n v ie rte n en m a n ifiesto lo qu e
para el hom bre com ún perm anece <escondido (poderes d e la “m anifestación”)
y, fin alm en te, los p o d eres q u e se (encuentran en la b ase d el p ro d ig io d e la
d octrin a y d el ju sto discem im ientto. L o s ú ltim o s so n co n sid era d o s, en tre
tod os, co m o lo s m ás nobles y au g u sto s. E llo s v a n referid o s a lo q u e ya se
dijo en relación al “ prodigio”, para» el cual e n la co n cien cia samsárica puede
despertarse una fuerza y una vo cació n extmsamsárica, q u e consiste en aquel
q u erer q u e n o es m ás el qu erer có»mún, q u e lo v e n c e y d etien e e l “ flu jo ”,
en a q u ella m irad a q u e sabe ya d isce rn ir lo n o b le d e lo vu lga r, lo rea l d e
lo irreal, lo incondicionado de lo cofn did on ad o. J u n to al p o d er d e p rovocar
este “ p ro d igio ”, los D esp ertad os -s e dice- c o n o c e n y realizan tam b ién los
correspondientes a las prim eras d o s seccion es, d e la s cu ales en segu id a nos
ocuparem os4, perm aneciendo firm e ¡la idea d e q u e tales poderes en sí m ism os
5Ibid.,Xl, 5 - 7 .
*>Ibid.,II, 91-92.
243
sa b id u ría , si h a d e sa rro lla d o la fa cu lta d cu a n d o e sté n presentes las
con d icion es necesarias para e llo ” 7.
R eferid o a las person as, a las m en tes y a lo s án im os ajen os, q u e el
Idespertado podría escrutar con la m ism a claridad con la cual, m irándose
a sí m ism o en el espejo, sin esfuerzo cada uno puede resaltar lincam ientos
del propio rostro8, un tal poder puede considerarse com o un grado elem ental
qu e determ ina la prim era y la segunda “ cien cia” , la visión , es decir, que
lle g a a a b razar nad a m enos q u e m ú ltip les “ v id a s” , m ú ltip les tro n cos
samsáricos. E n efecto en algunos textos esta d oble cien cia es com putada
justam ente entre las abhiññá, es decir entre las facultades supranorm ales
denom inadas también iddhi 9.E n tal caso, es necesario sin em
distinguir las realizaciones propiam ente m etafísicas, en las cuales aquellas
“ ciencias” son el correlato de una liberación, y un tal poder de visión tom ado
en sí m ism o y usado para un determ inado fin particu lar. A q u í en tra en
cualquier m odo en cuestión el “ ojo celeste, supraterrenal” -dibba-cakkhu-
con el cual el D espertado divisa en dónde están los com pañeros en los cuales
piensa, ve en e l corazón y en la m ente interlocutores suyos o tam bién de
personas lejanas percibe que un determ inado ser, al cual había dirigido el
pen sam iento, ha m uerto, y así su cesivam en te101.
E l corrrelato de esta iddhi es dibba-sota, la facultad del oído supranormal.
E l D espertad o se convierte en capaz de percibir dos especies de sonidos,
“ los d ivinos y los hum anos, los lejan os y los cerca n o s” n . A ce rca d e los
sonidos “ divinos” o “ inm ateriales” , es necesario rem itirse a las enseñanzas
trad icion ales qu e y a sirvieron d e base a la d octrin a véd ica d el rito y que
com o ciencia de los mantra tuvieron particular desarrollo en algunas form as
de Yoga y luego en los Tantra. N osotros hem os ya tratado en otra parte este
argum ento. O ír los “sonidos inm ateriales” no es percibir una indeterm inada
y m ístico-estetizante “ arm onía de las esferas” , sino arribar a una especial
form a de percepción de las fuerzas formativas de las cosas y de los elem entos,
percepción realizada según una lejana analogía con lo que para el hom bre
com ún es justam ente la experiencia del sonido. E l que es verdaderam ente
7 Angutt.,V, 28.
8Digha-nik., II, 92.
9Ibid.,II, 93-96.
10Ver Samyutt., XXII, 82; Majjh. XXVI (1,252).
11Digha-nik., II, 89-90.
244
capaz de percibir y de atrapar les “ sonidos divinos”, es luego capaz tam bién
d e pronunciar aqu ella p alabra, que es potencia, el m antra, cosa qu e por
lo dem ás se encuentra en la base de toda práctica litúrgica, no reduciéndose
a una m era sa lm o d ia 12.
O tras iddhis consideradas por los textos son el aparecer y el desaparecer,
el cam inar sobre el agua sin hundirse, el transportarse a distancia, el “tener
el cu erp o en su p ro p io p o d e r hasta en el m undo d e Brahmá” 13*15 . P ara
com prender la posibilidad de fenóm enos de tal tipo es necesario partir de
aquella producción d el cu erpo “ hecho de m ente” -manomayo- el cual se
ha ya m encionado. E n el texto, al que aqu í nosotros principalm ente nos
estam os refiriendo, esta realización viene enseguida después de la contem -
pladón-proyecdón de la propia persona y es dada en los siguientes términos:
“ C on tal ánim o firm e, purificado, terso, lím pido, libre de escorias, m aleable,
dúctil, com pacto, incorruptible, él (el asceta) se dirige a la producción de
un cuerpo hecho de m ente. D e su cuerpo extrae otro cuerpo que tiene todos
los órganos y todas las facu ltad es, provisto d e form a, pero hipersensible,
hecho de m ente” . A tal realización le es referida la im agen de quien extrae
una espada de la vaina, o un bulbo de un junco, o una serpiente de un cesto
14. D etalle im portante q u e nos advierte de no confundir esta experiencia
con una sim ple práctica m ágica ya que nos hallam os -se dice- en el dom inio
d e las cosas trascendentes,pama Por otro lado, se ha visto que la práctica
en cuestión vien e en seguida después de realizar la propia persona com o
la d e o tro , a través d el o jo q u e se ha a b ierto en lo s jhána. H a sid o y a
m encionada una transform ación de la sensación que se tiene com únm ente
respecto del cuerpo: se trata evidentem ente de llevar m ás allá tal proceso,
p o r un la d o , re a liza n d o u n a co n cien cia siem p re m ás d esa p eg a d a e
individualizada, p o r el o tro , penetrando hasta en las fu erzas profundas,
“vitales” en sentido suprabiológico, que rigen el organism o y que se rem iten
al “ doble” o “dem on”, al ente samsarico en nosotros. A q u í el “ conocim iento”
no puede no producir una especial transformación, aunque fuera por grados.
L a m ente transfigurada, en esta profundidad actúa en m odo, por decirlo
así, “catalítico” , ella transm ite al grupo de fuerzas, con las cuales entra en
contacto, su prop ia n atu raleza, d e m odo qu e al fin al la sensación co n fu -
246
existencia de una “ m ateria"’ que, en el sentido m oderno corriente, nunca
han adm itido las enseñanzas tradicionales. L a existencia material no es sino
existencia m anifestada, una form a d e existencia m anifestada. N o se tral a
pues de “ desm aterializarse’", sino d e reabsorber una form a m anifestada en
su principio no m anifestado para vo lver a proyectarla en otra parte; por
en de no se d eb e ni siquiera p en sar en una esp ecie de viaje a través de la
m ateria, desde un lugar hacia otro, sino en un retraer en un determ inado
lugar la form a m anifestada, es decir la figura corpórea, para hacerla volver
a em erger, nuevam ente visible, en otro lugar, “ pasando por abajo”, es decir,
sirvien d o de trám ite un p rin cip io q u e, p o r ser an terio r y su p erior a la
m anifestación, es libre de la condición espacial, por lo que se podría decir
que el m ism o se encuentra por doquier y al m ism o tiem po en ningún lugar.
A l ser el centro del cuerpo ahora la m ente, la im agen de un lugar, adecua
dam ente evocad a por la m ente en las condiciones requeridas, determ ina
eo ipso el fen óm en o de proyección en un m odo no correspondiente con
las distancias, puesto que la proyección en un lugar cercano requiere el mismo
“ tiem po” que en uno extrem adam ente lejano, teniendo el acto m ental la
m ism a d uración para evocar al uno o al o tr o ,6.
Todo ello pu ed e quizás esclarecer la lógica interna d e los fenóm enos,
d e lo cu al se trata en los textos istafen
h
d
u
b; óm en os que, por haberse
convertido en extrem adam ente raros en los últim os tiem pos a causa de la
siem pre m ás profun d a m aterialización del ser hum ano, no por esto son
im aginarios. A q u í nos hem os referid o a fen óm en os “ reales” en sentido
específico, pretendiendo distinguirlos de aquellos que pueden ser producidos
m ás fácilm ente con procedim ientos de sugestión individual o colectiva.
E n fin, se d ebe considerar la p osibilid ad d e qu e los m ism os fenóm enos,
en vez de partir d e las realizacion es m etafísicas y ascéticas ya indicadas,
se realicen por vías en m ayor o m enor m edida tenebrosas gracias a contactos
con fuerzas elem entales. A ello hace m ención el Buddha, cuando dice que
por ejem plo las form as de visión supranorm al, que él posee y de las cuales
tam bién m uchos despertados disponen, son creadas por la concentración
del espíritu y no son las que se vinculan a prácticas inferiores y a relaciones
con espíritus o á n g e le s16
17.
Para que las iddhi aquí consideradas sean perfectas es necesario suponer
com o aco n tecid a una d estm cció n sin resid u o de la “ ign oran cia” y una
247
resolución igualm ente com pleta del ente 18: sólo entonces el poder
sobre la raíz, desde la cual se m anifiesta el cuerpo, será com pleto y todos
los elem entos sobre los cuales se basa la m anifestación de la form a corpórea
serán dom inados. E n un tal caso-lím ite, m ás que del ya m encionado “cuerpo
hecho de m ente, provisto de form a” , habría que hablar del “cuerpo hecho
de espíritu” y d e pu ra conciencia, lib re d e la form a -arüpa attapatiláhba-
q u e se pu ed e p on er en relación con el “ cuerpo b eato ” -tusito káyo- en el
cu al resurgiría después de la m u erte el que está en la vía d el d esp e rta r19,
y con e l “ cuerpo de transfiguración” , d el que se h abla en ciertas antiguas
escuelas gnósticas. E s al mismo que hay que referirse en form a visible cuando,
en los textos, se trata de la iddhi correspondiente a l ten er al cu erpo bajo
el p rop io d om inio h asta en e l m undo de Brahmá, es d ecir, h asta en la
condición d el puro ser. E n especial en los d esarrollos mahayánkos d e la
enseñanza buddhista se encuentran profundizadones de tales concepdones
a través de las cuales se puede arribar al significado m ás profiando que quizás
se escon d ió en el docetism o cristian o. D e acuerdo a estas con cepcion es
maháyánkm, los Cum plidos, los Tathágata,no tienen propiam ente un cuerpo.
E n realidad, no se trata de no tener un cuerpo, sino d e poseer plenam ente,
desde lo alto d e una con d en da absolutam ente liberada, todos los principios
sobre lo s cu ales se b asa la m an ifestad ón sensible d el m ism o. Y aquí, si
éste fijera el lugar, se podrían enlazar interesantes interpretadon es acerca
del verd ad ero sentido de las trad id on es relativas a seres qu e no habrían
nunca m uerto, que habrían desaparead o d el m undo físico sin dejar detrás
suyo un cu erp o 20. D e cualquier m odo, la concepdón buddhista m ás antigua
del dúplice “ cuerpo” m ás allá del físico, así com o la rmhayámca del trikáya,
del triple cuerpo del Buddha, debe ser referida a tres grados de una m ism a
248
relación y ser puesta en relación sea con la doctrina gen eral hindú de los
“ tres m undos” , sea con las concepciones-sobre todo Sámkhya- acerca de
los tres cuerpos, m aterial, sutil (o vital) y causante o( ), liñga-
o (süksuma)y kdrana-añta.-V iv ir el cuerpo com o un pu ro, dom inado,
libre, plástico, intangible instrum ento de m anifestación es el lím ite suprem o.
H arem os m ención a un últim o punto en m ateria d e “prodigios” . Se ha
dich o qu e, p ara el buddhismo, los “ poderes” , n o buscados en sí m ism os
sino presentados com o posibilidades nahirales en determ inados grados del
despertar, a llí d on de será necesario, pueden ser usados con la m ism a in
diferencia con la cual el hom bre com ún utiliza sus sentidos y sus m iem bros.
Sin em bargo hay casos p articu lares en les cu ales el “ p rod igio ” , el hecho
extran o rm al, p u ed e revestir un carácter “ sa g ra d o ” y “ n o b le” ( ):
es e l ca so en e l cu a l e l m ism o ten ga ur. p o d e r d e ilu m in ació n , p o r el
h ech o d e q u e e l fen ó m en o lleg a a ser sím bolo y sen sib ilizació n d e un
significado trascenden te y p o r tal cam ino arriba a despertar la evidencia
de hecho de que la “ naturaleza” depende de un orden su perior21. También
en el buddhismo son referid o s algunos de estos verd ad ero s y sagrados
p rod igios. P o r ejem p lo, e l cam in ar sobre las aguas: a llí d on de el asceta
rea liza en p rofu n d a m ed itación el estado d e q u ien se ha salvado d e la
“ co rrie n te ” , d e las “ agu as” , de qu ien, sem ejan te al lo to d e la im agen
y a reco rd a d a , su rge m ás a llá d e las aguas, n o to ca d o p o r las m ism as,
en determ inadas circunstancias pu ed e producirse u n a señal cósm ica de
esta realización , es d ecir el p o d er real de ir sobre las aguas sin hundirse.
E n un texto se refiere qu e un prodigio de tal tipo com enzó sin em bargo
a se r n e u tra liza d o en e l m o m en to en el cu a l la m en te d el a sce ta se
abandonó a la con cen tración esp iritu aln. U n segundo ejem plo: se sabe
cóm o al Buddha le fu ese aplicado el sim bolism o de aquel que, atravesada
la co rrien te, alcan zad a la o tra o rilla, ayuda a lo s n obles h ijos a pasar B.
Y bien, en el m om ento de realizar este significado, se determ ina, a nivel
de “ prod igio” , un nuevo testim onio cósm ico: el Buddha y sus discípulos
en el m ism o a cto d e a tra vesa r e l río se en cu en tran y a tran sp o rtad o s 2 13
249
m ág ica m en te a la o tra o r illa 24. T o d avía o tro ejem p lo . H ab ien d o en
co n tra d o a l fe ro z bandido Angulimálo, el Buddha p rovoca el siguiente
fenóm eno: el bandido, aun corriendo, no logra alcanzar al Cum plido, que
perm anece quieto. A quel que perm anece quieto va, aquel que va perm anece
q u ieto. U n significado trascenden te se sensibiliza nuevam ente en un tal
prodigio: a aquel ir, que no conduce h ada adelante, con el cual “ no se alcanza
el fin del m undo”, se opone aquel estar quietos, en sobrenatural estabilidad,
que a los seres arrastrados por la corriente sarmárica se les debe aparecer
com o un vertigin oso y espan toso ir.
H ayan o no acontecido tales irrupciones, plenas de sentido, de un orden
superior en el orden natural, ellas sirven en los textos para dar el sentido
de una determ inada categoría de prodigios “sagrados” y “nobles” . En cuanto
a los otros fenóm enos extranormales o supranormales, de lo que se ha hablado
m ás arrib a, resu lta q u e en el buddhismo e llo s n o tien en el ca rácter de
“milagro”, de acontecimientos incomprensibles e irracionales com o en muchas
form as populares y tam bién no populares d e religión. E llo s tienen en vez
un lógica propia, se vinculan a una determ inada con cepción del m undo,
com ún a las civilizaciones tradicionales, y la vía del despertar, en sus diferentes
grad os, o fre ce ya el principio d e la explicación d e su p osibilid ad.
F E N O M E N O L O G ÍA D E L A G R A N L IB E R A C IÓ N
6Angutt., II, 25; Majjh., X (1,92). En este texto el ánimo de quien, aun vivo, ha
destruido la maníay ha conseguido la liberación es también comparado con el diamante.
El término sánscrito vajra (tibetano: dirje) comprende ambos significados -fulgor
o diamante- y ha sido particularmente usado en el buddhismo tibetano para desig
nar la esencia de la iluminación y la naturaleza de quien está hecho de iluminación.
Al mismo tiempo designa también al cetro de lossupremos representantes de la autoridad
espiritual lamaica. Este simbolismo nos llevaría muy lejos en consideraciones de
mitología comparada, hasta a la fuerza-fulgor simbolizada por las hachas hiperbóreas
prehistóricas y al simbolismo del fulgor que ha siempre acompañado las figuras divinas
“olímpicas” de las civilizaciones arias. La “vía del vajra”, es decir la ‘Vía del diamante-
fulgor” (Vajra-yána) es la designación del buddhismo tántrico y mágico, sobre el cual
puede verse J. E , L o Yoga della potenza.
vola
1Ver Majjh., LXXXV (II, 381). A tal respecto se pueden recordar las palabras
atribuidas al Buddha por el Vajrasamádhi-sütra, cuando dijo que el transcurso de
cincuenta años no representa un período de tiempo sino sólo el despertar de un
pensamiento, (apud S uzuki ).
8Prajñdpáramitá, textos en M. Walleser, Gottingen, 1914, XIX, pág. 120.
252
la gradualidad, el “ hech o” -samkrta- todo ello cae, se disipa com o una niebla,
com o un sueño. L a teo ría sámkhya relativa a l purusha y la upanishadica y
luego vedántim, relativa al átmá tienen el mismo sentido: el átmá o purusha
está eternam ente presente. N o es él el que “ gira”, el que “ hace” , el que se
esfuerza, el que avanza. L a ilum inación es el relam pagueo en el cual se realiza
esta presencia, el estado de buddha, sin u n an tesy un después.
E l reconocim iento d e una discontinuidad sem ejante de la ilum inación
absoluta no im pide sin em bargo considerar tam bién una serie d e casos,
correspondientes a aproxim aciones varias al m om ento desde el cual puede
cu m plirse el salto en la d irecció n trascen d en te cu an d o la fu erza se ha
convertido en plenam ente com pleta También en los textos buddhistas antiguos
son exam inadas a tal respecto varias posibilidades a ser interpretadas sin
referen cia a las concepcion es generales hindúes acerca de la ultratum ba
y acerca d e las d iferen tes form as de la liberación.
E l grado suprem o corresponde a aquel que el sujeto ya com o hom bre,
estando vivo, ha realizado com pletam ente la extinción por haber destruido
-sin dejar residuo ni posibilidad de un nuevo brote- la ignorancia prim ordial
(i avijjá), la sed (tanha), las intoxicaciones trascendentales (los ásava). Para
éste, una recaída, un pasar a cu alqu ier form a condicionada d e existencia
es tan im posible, com o para e l Ganges fluir hacia el occidente . L a mism a
“ manía” por la cual él habría podido resurgir com o un dios, en él se encuentra
“ extinguida, arrancada en sus raíces, hecha sim ilar a un gajo de palm era
que no pu ed e m ás volver a brotar, que no puede m ás reproducirse” 9 101. É l
es denom inado el no-com batiente, aquel que no tiene m ás necesidad de
com batir en el trip le dom inio d e la vid a recta, de la contem plación, del
conocim iento trascendente, adem ás que en el de los poderes u. Q ue “él haga
renacer en su cu erp o el ap ego o h aga volver a p alp itar su corazón: este
caso no se da” 12. S er poderoso e inaprehensible, no hay cosa qu e pueda
a lcan za rlo , a lte ra rlo o co n stitu irle un p eligro . A c e rc a d e to d o lo qu e
él pu ed e aun h acer, vale la im agen de la m ano sin heridas: “ el que tiene
la m ano sin heridas pu ed e tocar el veneno: el ven en o no pen etra donde
13 Dhammapada, 124.
14Majjh., LXXVI (II, 256).
15Digha-nik., 1,11,73.
16Samyutt., III, 119.
254
un Despertado tiene siempre el carácter voluntario, por b m enos en el sentido
de un consentimiento, de una no-intervendóa Justamente ha sido pues dicho
que “ para m orir un Buddha debe querer m orir, de otra m anera ninguna
enferm edad puede m atarlo” . L a verdadera m uerte del príncipe Siddharta
acon teció cu an d o él, m ucho tiem p o antes d el efectivo d eceso, d ecid ió
concientem ente no qu erer m ás vivir. “ D esd e entonces, él sabe y predice
repetidamente la horay el momento, el lugar y el lecho en el cual su respiración
se detendrá para siem pre. L a m uerte del cuerpo se convierte así en un h ed ió
secundario, totalm ente relegable, de la que im porta sum amente poco saber
p o r cuál causa será determ inada ” 11.
El buddhismo, del mism o m odo que el estoicism o, no condena el suiddio,
L a “tom a de un arm a” -es decir m atarse- no es una cosa reprobada por la
doctrina de los ariya, siem pre que se trate de una persona que ha obtenido
efectivam ente la extindón. E llo es dejado al arbitrio del sujeto. E n vano Afora,
el dem on de este m undo, así com o tam bién del m undo d e Brahmá, busca el
alma del asceta Chamo, que había “ em puñado un arm a” 18. N o se trata aquí
en efecto de una búsqueda de la m uerte en razón de una determinada debilidad
ante la vida, o por alguna form a de desesperación, de apego o de dolor. Se
sabe ya que la prem isa de la extinción es el haber vencido el deseo incluso
hacia la extinción m ism a, el haber realizado el estado de quien es libre y no
tiene deseo ni p or la existencia, ni por dejar la existencia19. Q uitarse la vida
representaría entonces un acto totalm ente irrelevante, casi com o el de quien,
sentado en una postura en un cierto m om ento cree cambiarla, o bien de quien
termina aplastando un insecto que estaba continuamente a su alrededor y que
él había so p o rtad o con calm a. É ste, así com o cu alqu ier o tro acto de un
Despertado, no aeasankham, no altera la realización alcanzada, no determina
causas de efectos futuros.
Sin em bargo es necesario ten er presente que la estatura espiritual de
" C. Formichi, Apología del buddhismo, Roma, 1925, pág. 29. El Buddha había
declarado que, de haberlo querido, habría también podido vivir durante varios eones
(ver Mahápartnirv.,III, 3). Acerca del poder del Buddha y de algunos ariya de poder
prolongar la propia vida o de liberar las energías vitales, II,
10; VII, 41.
IS Samyutt.,III, 87,119-20.
° Alíharakawa, X, 9. Ver Udána (II, 10): “Aquellos que piensan poder salir de
la existencia por medio de la no-existencia no se liberan de la existencia”. Es condenada
por el buddhismo sea la sed de existencia como la de no existencia (
trsna).
255
un D espertad o es tal que el m om ento en el cu al él d ecide dejar su form a
humana de aparecer no puede ser arbitrario o dependiente de consideraciones
accidentales. H ay un texto que, en con tra de la m uerte voluntaria, h ace
p resen te no só lo los elem en tos existen ciales p o sitivo s de los cu ales un
D espertado dispone, sino tam bién todo lo que él, viviendo todavía, puede
dar a seres necesitados de g u ía 20. U n D espertado tendrá siem pre, en una
cierta m edida -m edida que en el Mahayanaserá lue
el sentido de una m isión, de la cual hará depen der el curso y el m om ento
d el fin d e su vida. E l príncipe Siddkartad eclaró q
definitivam ente en el nirvana consintiendo m orir y desapareciendo antes
de que, gracias a una escuadra de discípulos dignos e ilum inados q u e lo
hubiesen realizado, la doctrina no se hubiese consolidado y no hubiese sido
bien anunciada en el m undo sea de los hom bres, sea d e los seres celestes21.
E s en tal punto que el Cum plido, con perfecta conciencia y lucidez, habría
“ depuesto su voluntad de vivir” , que, “ recogid o e interiorm ente feliz” , él
habría partido su personalidad “ así com o se p arte una coraza” 222 3
, pasaje
éste al cu al la leyenda debía referir signos cósm icos y prodigios sim ilares
en parte a los mismos vinculados a la m uerte de C risto s . U nos textos tratan
respecto d e m ovim ientos del espíritu de un C um plido en el m om ento de
la m uerte: el m ism o recorre ascendiendo los estados que corresponden a
las prim eras cuatro realizaciones libres d e form a, es decir hasta el estado
m ás allá de conciencia y de no-conciencia. D esd e tal altura, el ánim o vuelve
a descender por grados hasta el prim erjim ia, desde éste pasa al cuatro jhána
que, com o se ha visto, corresponde al lím ite de la conciencia individualizada
p o r un “ nom bre-y-form a” , y desde allí, en el ím petu de esta fu erza que
ha descendido desde el m undo más allá de la form a, se despega, va m ás
allá, “ p a rte p ara no vo lver m ás” 24.
T o d o esto pues es lo relativo a la form a m ás alta realizad a y a durante
la vida com o hom bre: es la exacta correspondencia de lo que en la tradición
hindú se denom ina e l jivan-mukta, qu e sign ifica justam en te el “ liberad o
en vid a ” . A d em ás d el caso d el jivan-mukta, en la m ism a tradición es sin
em bargo considerado tam bién el denom inado vidéna-mukta, en el cual
258
que pertenezca al m undo del devenir y de la ignorancia. A sí se puede pensar
en una m atriz y en un tronco supraindividual, no m ás sólo samsárico, de
seres que tienden hacia la lib eración , d el m ism o m odo qu e en una serie
de ataques (cada uno d e ello s correspondiente a una determ inada vida)
destinados fin alm ente a lograrse en un determ inado ser, en el últim o de
la serie. Si u no pues falla, ap arece el o tro, retom ando las posiciones del
prim ero, para conducirlas m ás allá; ello acon tece dentro d e un espacio
determ inado p o r ciertas leyes cíclicas y vin cu lad o al núm ero siete, cuya
im portancia p o r tod o lo que con ciern e a los desarrollos ha sido siem pre
reconocida. N o se trata pues d e la absurda idea de un “ Y o ” singular que
vu elva o v ia je d e existen cia en existen cia, sin o d e d iferen tes m an ifes
taciones d e un m ism o principio supraindividual pero aun no plenam ente
con cien te: m an ifestacion es q u e se en cu en tran p o r d ebajo del signo de
la fu e rza extrasamsárica y a d esp e rta d a y d estin ad a, an tes o despu és,
a producir al ser p erfectam en te ilum inado, con el cu al ella “ pasará m ás
M
a llá ” , d iso lvién d o se plen am en te. D e dos lib ro s d e ,
eyrink qu e son
m ás que sim ples novelas -DerEngel vom westlichen Fenster y Der we
Domenikaner- e l le cto r p o d rá q u izás fo rm arse una id ea m ás in tu itiva
de caso s d e ta l tip o .
E n m ateria d e sucesivas m anifestaciones el considera leyes
análogas a las descubiertas por Mendel para la herencia física. Se sabe que
según las leyes m endelianas algunos elem entos de una herencia pueden
tener, a través d e las generaciones, un carácter “recesivo” ante el carácter
“ dom inante” d e otros: p arecen desaparecidas, m ientras qu e están sim
plem ente laten tes y listas p ara vo lver a em erger y reafirm arse no apenas
la potencia qu e antes había p redom inado se haya debilitado. E n nuestro
caso ello sucede no apenas la m ateria necesaria para arder nuevam ente
esté p resen te. E sto , según e l buddhismo, v a le p o r lo dem ás sea p ara
los elem en tos positivos, sea p ara los n egativos qu e al fin al de una vida
vayan a co rresp on d er a inupadhi, es d ecir, a un substrato de existencia.
P or lo tanto son posibles form as ilusorias de liberación, ilusorias puesto
q u e tie n en u n tie m p o p ro p io , lu e g o d e l cu a l lo s resid u o s n egativos,
ap aren tem en te d esap arecid o s, se reafirm an reco n d u cien d o a form as
cond icion ad as d e existencia: o b ien , p u ed e verificarse el caso opuesto,
e l d e un p rin cip io d e lib e ra ció n y d e ilu m in a ció n y a firm em en te e s
tablecido, que sin em bargo podrá aflorar y actuar a pleno sólo al agotarse
de la fu erza de elem entos negativos, samsáricos, no resueltos, los cuales
a veces p u ed en p a re cer p red om in an tes, m ientras q u e en sus raíces ya
259
están tru n ca d o s29. Se pu ed e pen sar en esto en el caso de reap aricion es
discontinuas en las generaciones (emergencias despegadas de tipos superiores
extrasamsáricos, con intervalos de acom odam ientos) y tam bién en el caso
de todo lo que puede aparecer com o “iniciación espontánea” . Pero la misma
id ea se ap lica tam bién a los casos qu e nos quedan p o r considerar y que,
co m o se d ecía, se refieren ya, sin d uda d e ningún tip o, a lib eracio n es a
obten erse en los estados “ celestes” postum os.
Tam bién p ara tales casos se reencuentra un equivalente en la tradición
g en eral hindú, la cual considera la d enom in ada “ lib eració n d iferid a” o
“ lib eració n por grados” (¿krama-mukti) 30. E l presu pu esto para estas p o
sibilidad es d e conseguir el estado de nirvana en m odos d e ser que no se
pueden d ecir m ás hum anos, es el haber virtualm ente rescindido tam bién
los dos vínculos constituidos por bram a y aversión, es decir de las elem entales
diferenciaciones de la manía prim ordial. Y si esta superación, no debe tener
29Ver Angutt., X, 206; III, 98. Con relación a los sankhára y a los upadki, vale
a decir a las potencialidades de una nueva combustión, la conciencia común, psicológica,
no debe valer como criterio. Puede darse que con la edad y con el desgaste de los
órganos una tendencia o una brama ya alimentada y no domada no se hagan sentir
más. Pero no es que la misma, con esto, haya desaparecido cual sankhára. Sólo ha
pasado al estado latente, a la espera de una nueva coyuntura. A ello se refiere la doctrina
buddhista de las “posesiones” (prápti). Cuando, al satisfacerse por ejempolo un deseo,
el mismo parece agotado, no por esto resulta eliminado, por el contraro, el mismo
queda como agregado al Yo y al tronco al cual éste pertenece. Inexistente en acto,
subsite sin embargo en potencia. La “posesión” {prápti) conducirá a la remanifestación
{sammukhibháva) antes o después (ver La V allée de Poussin, Nirvana, pág. 164).
Es necesario también tener en cuenta eventualmente las fuerzas que no se han ma
nifestado plenamente y “descargado”y que, en determinados casos, es necesario llevar
a la consumación, aun a costo de padecer como individuos, como hombres, efectos
deletéreos. Algo similar fue intuido por los gnósticos carpocracianos. Véase también
la imagen contenida en el Golem de G. Meyrink, c. XVIII: “El hombre es como un
tubo de vidrio en el cual corren pelotas de varios colores. En la vida de casi todos
la pelota es una sola. Si es roja, se dice que el hombre es malo. Si es amarilla, se dice
que es bueno, si le siguen dos pelotas, una amarilla y una roja, tenemos un carác
ter inestable. Nosotros, mordidos por la serpiente, vivimos en nuestra vida lo que
habitualmente acontece a toda la raza en una período completo: las pelotas variopintas
atraviesan el tubo de vidrio en una carrera loca, la una detrás de la otra y, una vez
que han cesado de correr, nosotros nos convertimos en profetas, en imágenes de la
divinidad”.
30Ver R. G uénon, Lhomme et son devenir selon le Védanta, París, 1925, págs.
181 y sig.
260
un carácter puram ente psicológico, por ende efím ero, es necesario que el
asceta en su existen cia terren al h aya d esarrollado en alto grad o sea la
contem plación dom inadora de una calm a superior -samatha- sea el “ saber”,
estrecham ente vinculado a la voluntad de lo incondicionado, que conduce
a la revulsión y al d esapego y h ace realizar la no-sustancialidad d e todo
lo q u e es samsárico (vipassaná)31. C u an d o tales co n d icion es sean rea
lizadas de m odo tal de poseer el principio de unasuprem a “neutralidad”
más allá de tod o d eseo y d e tod a aversión, puede ser superado el m ism o
m undo “divino” ; el vín culo del Y o , que aquel que “ en tra en la corrien te”
h aya rescindido en lo relativo al estado hum ano de existencia, es entonces
rescin d id o tam b ién en lo re la tiv o a u n a form a cu a lq u iera in d ivid u al
y condicion ada d e existencia, sin excluir las m ás altas y resplandecientes.
E n la “ co rrien te” actúa ah ora u n a fu erza destinada a im pedir q u e u na
eta p a c u a lq u ie ra d e a q u e l “ v ia je c e le s te ” , d el cu a l, co n d ife re n te
sim bolism o, h asta el d an tesco , se h abla en todas las trad icion es, valga
com o extrem a in stan cia, d estin ad a en v e z a hacer d e m odo tal q u e en
estados suprahum anos de existencia, al consum ar definitivam ente todo
apego, se realice la posibilid ad d e aqu ella extinción que en la condición
hum ana n i siquiera en el m om ento de la m uerte, se ha podido conseguir.
A q u í la ascesis h a efectivam en te cread o las condicion es p ara una real
y absoluta supervivencia después de la m uerte, para aquella supervivencia
que d iferen tes religion es, la cristian a en prim er térm ino, suponen para
cada ser, a llí en d on de ello es lógicam en te pensable só lo para aqu ellos
pocos q u e, y a co m o hom bres, h ayan sabido realizarse com o algo m ás
que hom bres y hayan con cien tem en te participado -aun p o r cen telleos-
en esta d o s lib re s d e la co n d ició n in d ivid u al.
P u estas ta les p rem isas, las p o sib ilid ad es de lib era ció n m ás allá d e
la m u erte con sid erad as p o r al en señ an za buddhista son las siguientes:
1) aq u el q u e se d esvin cu la y “ d esa p a re ce” a m itad d el d esarro llo
(antaráparinibbáyin)4
,
2) aqu el q u e llega a ello lu ego d e la m itad del d esarrollo ( -
parinibbáyin)4
,
3) a q u el q u e co n sig u e la lib e ra c ió n sin una a cció n (
parinibbáyin)4
,
4) aq u el q u e co n sigu e la lib e ra ció n co n una a cció n (
parinibbáyin4
,3
1
32Ibid.,VII, 16-17.
33Aid., VII, 52.
262
por lo que se refiere a las form as de la existencia terrestre, esta potencialidad
calórica residual pu ed e ser elim inada definitivam ente a lo largo d e la vía,
antes del final d e un determ inado desarrollo, “ antes d e recaer” , es decir
antes de la com pleta transform ación de estado que sigue a la m uerte y que
se con clu iría pu es con la asunción de una nueva residencia. E llo corres
p on d ería pues a los casos 1 y 2. E n el caso 3 aqu ella p o ten cialid ad toca
de nuevo una m ateria combustible y determina una nueva llama; la conciencia
resu rge en un estad o ce le ste d e existen cia, y al p ro d u cir u n estad o d e
arrobam iento y beatitud puede propiciar form as nuevas de identificación
de m ayor o m enor alcance. L a fuerza extrasamsárica y sidérea ya despertada
sin em bargo antes o despu és conducirá m ás allá, en donde, para un ser
com ún, para un “ hijo del m undo” es contem plada la posibilidad de volver
a descender, de pasar a un estado incluso inferior al d e partida, luego de
tales aconteceres su prasen sibles34. E n el caso 3 la bram a se agota por un
proceso natural; en el caso 4 se im pone en vezu na cierta intervención activa,
d a d a , en lo s te x to s, a h o ra co m o un “ e s fu e rz o ” , a h o ra co m o u n a
“ proftm dizadón del conocim iento” . E l caso más desfavorable es el quinto
que, en la sem ejanza, correspond e a un incendio, el cu al p o co a p oco se
extiende a toda una selva y no cesa hasta que no se encuentre el lím ite natural
de la selva misma. L a potencialidad de fuego y de apego es aquí tal de retomar,
la una después de la otra, en orden ascendente (contra corriente) las múltiples
posibilidades de vida supra-hum ana U n tal caso se lo podría poner en relación
con la denom inada “liberación diferida”, cuya idea fundam ental, tal com o
justam ente lo ha resaltado Guénon 36, se vuelve a encontrar en el simbolismo
hebraico-cristiano e islám ico del “Juicio U niversal” . L a prueba últim a se
tiene en el m om ento en el cual a las m ism as form as celestes de existencia,
en conform idad con las leyes cíclicas, es puesto un térm ino y se actualiza
la disolución d e tod a form a m anifestada en los respectivos principios no
manifiestos, en orden jerárquico. E s en tal ocasión -casi en una reproducción,
mutatis mutandis, d e la p osibilid ad ofrecida p o r la m u erte física d el in
dividuo- que la extinción definitiva puede ser realizada al agotarse un d clo
d e la m an ifestación cósm ica.
Sobre el plano d e los sím bolos, en la m ayor o m enor cantidad de fuego
que vuelve a arder en los estados postum os y que se debe dejar agotar antes
de poder ir m ás allá, se podría ver el significado m ás profun do d e lo que
MIbid„111,114.
35 Op. cit., pág. 187.
263
en la m itología cristian a es e l “ p u rgato rio ” . S ó lo qu e, a tta resPe cto ’ no
se trataría de experiencias de cada alm a, sino sólo de aquel“ 8 Pu e’ Sracias
aú n a virtual superación de la condición hum anay de los v ín c fr 18
hayan realizado en verdad la posibilidad d e sobrevivir Q Q ^cienteniente a
la m u erte físic a y de conducirse m ás allá en estad os supr;
existencia.
E n fin, el acento en la liberación con o sin acción nos d< cxJasl0n Para
reco rd ar que no só lo en el m om en to de la m u erte, sino t;arnt>ien en 1C,;S
sucesivos cam bios d e estado y en las d iferen tes fases del “■ _
v iaJe ce;este »
de acuerdo a la enseñanza tradicional m ucho puede depender d , 111121aiK3aílva
espiritual, vinculada al quantum de “conocim iento” r e a liz a r ‘
com o hombre. D e desarrollos postum os casi m ecánicos y fatal!68 n° !56 Pu ^
hablar sino sólo en el caso del hom bre vulgar, en el cual, sin1 tai
com o se ha dicho, el “ sobrevivir” es un m ero eufem ism o. r6a e8ta
in iciativa trascen d en tal rem itim os a l ya cita d o Bardo a
tibetano delmuerto, y a cuanto, sobre la base del m ism o, hem e18^a exPuesto
en n u estro lib ro Lo Yoga delta potenza (ap én d ice I).
264
IX
T R A Z O S D E L O S IN S E M E J A N Z A
11Páryánavagga, VII, 8.
12Dhammapada, 92.
liAngutt., VIII, 19. En los ilndapñh320,
M, se tiene esta semejanza: “As
el mar es la sede de seres grandes y portentosos, del mismo modo el nirvana es la
sede de seres grandes y portentosos, cuales son los arhant, aquellos que han alcanzado
la extinción”.
14Prajñápáramittá, VIII, 106.
268
práctica. Cualquier idea al respecto no habría podido ser sino una “opinión”
-8o£a- y, com o tal, co sa inútil y van a, si n o tam bién dañ ina. D e a llí la
ya conocida justificación d e la faltante respuesta del : “ E llo no ha
sido declarado p o r el Sublim e, p u esto qu e no perten ece a los principios
fundam entales de una vid a divina, puesto que no conduce al rechazo, no
al desapego, no a la cesación, no a la calma, no al conocim iento trascendente,
no a la ilum inación, no a la extinción” 15. Tam bién a tal respecto son res
cindidos la agitación, el desvarío y divagación de una m ente inconsistente:
‘Y o so y’, ‘Y o so y e sto ’, ‘Y o se ré ’, ‘N o se ré ’, ‘S e ré con cu erp o ’. ‘S eré
in co rp o ra lm en te’, ‘S e ré provisto d e co n cien cia ’, ‘S e ré no provisto de
conciencia’, y así sucesivam ente; tod o esto, se dice, es una vacilación, una
supuración, un van o im aginar. E s efecto d e bram a, es una tum efacción,
es una punta d e flech a q u e hiere. “ P or lo tan to -dice el Buddlw-debéis
alim entar este propósito: ‘Q uiero perm anecer con un ánim o que no vacila,
que no es poseíd o por estas vanas ideas, con un ánim o que ha destruido
estas vanas im agin acion es’. A sí, o h discípulos, d ebéis ejercitaros” 16.
H ay quien ha reputado que una razón para excluir que el estado de nirvana
corresponda al átmá incondicionado de la anterior tradición upanishádica
consista en el h ed ió de que a esta última le era propia la idea de una inseparable
conexión del m ism o átmá con el brahmán, sujeto universal, raíz de la vida
có sm ica 17. A h o ra bien, el buddhismo, en tanto doctrina restauradora de
un espíritu prinripalm ente ario, se caracteriza justam ente por la superadón
de tal relación. C o n resp ecto al térm in o su p rem o d e la ascesis, en los
textos buddhistas se encuentran num erosos elem entos aptos para volver
a conducir h ada la doctrina del átmá, pero no hay ninguno que reconduzca
a la te o ría d e l brahmán, ju stam en te p o rq u e el buddhismo p reten d ió
p reven ir to d a d e sv ia ció n p a n teísta y to d a id e n tifica c ió n “ có sm ica ” ,
ponien do com o id eal un absoluto com pletam iento desapegado d e toda
fo rm a de “ n a tu ra leza ” , sea ella m aterial, sea e lla divina, p o r lo qu e el
m ism o lle v ó e l fu e g o p u r ific a d o r in e x o r a b le d e u n a a sc e sis
d esid en tificad o ra h asta ápices casi in co n ceb ib les. Y es p o r tal vía que
tod o pu en te y to d a palabra, tod o co n cep to , ap arece van o e im potente.
A u n m enos q u e en cu alq u ier o tra d octrin a es p o sib le esta b lecer aqu í
una relación de cu alqu ier tipo en tre el samsára, la existencia contingente 13
*>Majjh.,XXV1(1,251-4).
30Mahávagga, I, I, 23, 6.
31 Majk,CXV (III, 133).
32Ver por ejemplo A
n
g
uV, 61.
t.
33Maháparinirv., II, 1; II, 64.
34 Atthakavagga,XV, 12.
35Milindapañha, 323.
271
in q u e b ra n ta b le 35. A s í com o las casas d e 1<)S hom bres con el transcurrir
del tiem po se arruinan, pero el su elo en d orb e estaban perm anece, de la
m ism a m anera perm anece y no co n o ce alt2rac'ó n la m ente d e un D e s
pertado 36.S e recordará el tem a recurrente que em puja al asceta a conducir
siem pre h ada más adelante, tam bién m ás alÉ b e las form as m ás abstractas
de contem pladón: “ ello es com puesto, es génerado, es condicion ado” 37.
Sobre tal base resulta, para el nirvana -estadé m as a^á del cual no se puede
ir- el carácter de una sim pleza incon-didonaca y no gen erad a38. E l térm ino
asamkrta,“no hecho, no actuado, no produddé” ^ recurrentem ente aplicado
al nirvana, com o tam bién svayambhu,que indica la cualidad d
apoya sobre sí m ism o o -com o se diría en t¿m lin ° s que se
apoya sobre lo que no tiene apoyo. A los tres se le adscribe la fundón
lim itadora, ellos convierten en “finitos” a los s?res>se d ic e 39. Por ello mismo,
el estad o, que no con oce m ás a los ásava, deb e valem o s com o el estado
incondidonado, infinito: com o superadón de el mism o puede sólo
ser el estado de una suprem a, sobrenatural c3! ™ y b e la así m uchas veces
recordada “ incom parable seguridad” , . E s finito
el “tem blar”, es finito el irradonal “girar” . Y el térm ino “enfriado” 40debe
así llevar p o co al error, com o en cam bio el o tro >“ extin guid o” : el ardor,
que no existe m ás, va com prendido com o el b e q u ien está afiebrado, de
quien es consum ido por la sed, de quien es por el fuego samsárico.
E s la fa lta d e ca lo r propia de la pu ra llam a u rán ica -flamma non urens-
, d e las n atu ralezas sidéreas: d el prin cipio plím pico de la pura luz.
“ Só lo lo que no tiene nacim iento no peí606 ' se bice en un texto414 2
-. E l
m onte Mem se derrum bará, declinarán en el P*el° l° s dioses. ¡Cuán grande,
cuán m aravillosa es pues la esen d a eterna r ° su jeta al nacim iento ni a la
m uerte!” , siem pre con referen da al nirvana tam bién se dice: “ Salir de este
estado significa hallar otro estado calm o, m á s ^ del pensam iento, estable,
no naddo, no formado, desapegado de dolor, cpsupeg^ 0 de la pasión, alegría
qu e pon e fin a toda con tin gen d a y destruye Para siem pre toda m am a L.
Y tam bién: “ H ay, oh discípulos, una sede, e n bonde no existe ni tierra, ni
36Maháparinirv., IV, 6.
37VerMajjh.,UI (II, 18).
38Ver Dhammapada, 383.
39Samyutt., XLI, 7.
40VerAngutt., III, 34.
41Maháparinirv:, III, 64.
42Itivuttaka, 43.
272
agua, ni luz, ni aire, ni infinitud de éter, ni infinitud d e conciencia, ni una
esen cia cu alqu iera, ni lo qu e se encuentra m ás allá d el representar y del
no representar, ni este m undo, ni el otro, ni sol, ni luna. E sto no lo llam o,
oh discípulos, ni ven ir, ni ir, ni estar, ni nacim iento, ni m uerte: sin base,
sin d esarro llo , sin d escan so es el m ism o: es el fin al de la agitació n ”43.
H em os ya tenido ocasión de hacer referencia a algunos rasgos atribuidos
por los textos a quienes, ya en vida, han obtenido con el perfecto despertar,
la gran liberación, a partir del hijo d e los C esad a la identificación,
ello s son libres. H an d estruid o en sus raíces la m am a d el yo, a causa de
ello s la red de la ilusión es elim inada, su corazón es transparente en luz,
son seres divinos, inm unes a la ebriedad, no tocados por el m undo. C om o
un “ rugido de león ” suena su palabra: “ ¡Suprem os son aquellos que están
despiertos!” 44. Seres “invictos e intactos”, ellos aparecen com o “superhombres
excelsos” 454 6
; leones, en los cuales m iedo y terror han d esaparecido4é, ellos
ven el pasado, ven cielos e infiern os47, conocen el m undo de aquí, el miando
d e allá, el reino d e la m uerte y el reino libre de m uerte, la tem poralidad
y la etern id ad 48. Son “sem ejantes a tigres, sem ejantes a toros, sem ejantes
aleones en una cueva de montaña”, aun presentándose ca n o “seres sin vanidad
aparecidos en el m undo para el bien de m uchos, para la salud de m uchos,
por com pasión por el m undo, por lo útil, para el bien y la salud de los dioses
y d e los hom bres” 49. “ H e superado la zarza de las opiniones, he obtenido
el p o d er sobre m í, h e alcan zado la vía, poseo el conocim iento y no tengo
a o tro qu e m e gu íe” , dice respecto d e sí el D e sp erta d o 50. E l D espertad o
es pues aquel que está desapegado d e la vida y de la m uerte y no conoce
el ascenso y el d escenso51, es el “ audaz que ignora la hesitación, conductor
seguro, puro d e pasión, resplandeciente com o luz de sol, resplandeciente
sin altanería, heroico” ; es el Conocedor “ que no queda atrapado por ninguna
m anía, que no ven ce ningún fastid io, que no inten ta ninguna victoria, a
43 Udána, VIH, 3.
44 Samyutt.,XXII, 76.
45 Majjh.,CXVI (III, 137).
46Suttanipáta, III, VI, 37.
41Samyutt., III, 58-59.
48Majjh., XXXIV, (1,337-38).
49 Ibid., IV (1,34).
50 Uragavagga, III, 21.
51Majjh., XCI (11,433).
273
quien ninguna m ancha afecta” ; es aquel “ que nunca m ás pide y que com o
hom bre ha dom inado el arte ascético ” ; es el “ser grande, qu e vive ajeno
a todo, desvinculado de todo lazo, no m ás esclavo de servidum bre alguna” ;
es “ el valeroso qu e se guía a sí m ism o, constante en el paso, pron to ante
el anuncio, que en sí se m ira y alrededor de sí mira, no inclinado h ada nada,
ni ante nadie, no desinclinado p o r nadie, sublim e en su ánim o valeroso,
im pasible” ; es “ el D espertado al q u e ninguna sed consum e, al que ningún
hum o le hace som bra, ni la niebla lo m oja; espíritu q u e honra el sacrificio
y com o ningún otro m ajestuosam ente se eleva” 52. Indóm ito, sum o, él ha
depuesto el peso, no tiene “casa” y no tiene deseos. Pasión, oigullo y falsedad
han caído ya en él, com o un grano de m ostaza desde la punta de una aguja.
M ás allá d el bien, m ás allá d el m al, él se ha disuelto d e los dos vínculos;
en tanto desapegado del placer él es purificado. Puesto que sabe, no pregunta
m ás “ ¿cóm o?” . H a tocado el fondo del elem ento libre d e m uerte. H a dejado
el vín cu lo hum ano, ha sobrepasado el vínculo divino, se ha lib erad o de
todo vínculo: de él, al que nadie en el m undo puede vencer y que tiene por
dom inio el in fin ito, la vía no con ocen ni los dioses, ni los ángeles, ni los
hombres53.
E n estos térm inos, en una gran d eza qu e supera los tiem pos, vu elve a
afirm arse el suprem o ideal del m ás puro espíritu ario. L os contactos son
restablecidos, se tiene en un cierto m odo el retom o al estado prim ordial,
al m ism o d el cu al la cosm icidad d e los him nos védicos y las coyunturas
sobrenaturalmente potenciadas de las primeras epopeyas nos han conservado
el recuerdo. E l nirvana es justam ente anunciado com o un estado del cual
no se supo m ás nada p o r largo tie m p o 54. M ás allá sea de los laberin tos
especulativos, que de la m iseria de un sentim iento hum ano cualquiera, m ás
allá del m undo samsárico que “arde” com o tam bién de toda fantasm agoría
de existencias dem ónicas, titánicas o celestiales, se afirm a el sentido de una
naturaleza que, en su pureza y poten cia, podría denom inarse olím pica o
regia, si ella al m ism o tiem po no perfilase la absoluta trascendencia, si no
cst uviese bajo el signo de la inaprehensibilidad, de aquello, por lo cual no
hay ni un “ esto ” , ni un “ aqu í” , ni un “ a llá ” .
275
X
“E L V A C ÍO ”
“ SI L A M E N T E N O S E Q U IE B R A ”
1Samyutt., XXII, 3.
2Majjh., CLI (III, 413).
3Ibid.,CXXlI (III, 187).
4Ibid., XVIII (1,168).
5Ibid., CXL (III, 348).
bAngutt., III, 63.
276
con cien cia, correspondan tam bién a profundidad, es por lo que perm ane-
ciéndose en ellas pueda ser asum ida la m últiple variedad de los ,
es d ecir d e los m últiples conten idos de la experien cia interna y externa.
U n a tal exp erien cia resu lta en ton ces ella m ism a lib erad a y la trip le
categoría, m arcada p o r las expresiones “vacío ” -suññatá- “ sin sentido” -
armvtta-, “ sin inclinación o tendencia” -appanihita-, alude a la esencia misma
d e esta lib eració n suya o transfiguración. E lla señ ala la “p erfección del
conocim iento” o de la ilum inación, el conocim iento “ que ha ido m ás allá”
o “ de la otra o rilla” , la it,térm ino qu e designa p o r lo dem ás
m
á
jñ
ra
p
una serie de textos buddhistas m ás tardíos de orientación ya maháyánica.
Aquellas tres expresiones deben pues ser comprendidas sub speciemterioritatis,
afu era de cu alqu ier construcción especulativa.
E l “v a d o ” m arca el m odo de una experiencia lib re del Y o , p o r en de
desindividualizada, cuyo substrato puede ser analógicam ente referido al
esp acio in fin ito , al éter, ákása. E l cum plim iento es p o r lo dem ás d ado
justam ente con fórm ulas com o ésta: la liberadón respecto del Y o -ajjhattan
vimokka- y la destrucdón de todo apego producen una claridad espiritual
que paraliza los ásavay no hace creer m ás en un alm a7. Y también: “ Puesto
qu e el m undo está privado de Y o y de toda cosa que posea un sem blante
de Y o, por tal causa el m undo ha sido denom inado vad o.”8“É sta es la caima,
éste es el punto suprem o, el fin de todas las form adones, la desvinculadón
de todos los substratos d e existenda, la superadón de la sed, la revulsión,
la resolución, la extinción. A tal respecto el asceta pu ed e realizar un re
cogim iento tal qu e ante la tierra él está sin percepción de la tierra, ante el
agua, fu ego, vien to, infin itud d e espacio, infinitud d e co n d e n d a ante la
no existenda, ante el reino m ás allá de la co n d en d a y de la no co n d en d a,
que ante este m undo él se encuentra sin percepdón del mundo; ante el otro
m undo, por lo que ha visto oído, sentido, reconoddo, alcanzado y buscado
en el espíritu, tam bién frente a ello él se encuentra sin percepdón, aun po
seyendo la percepd ón ” 9. A sí pues un d d o se d erra. E l in id o corresponde
al final. E l vad o, lo sin-Yo, que había sido encontrado com o la verdad últim a
de la existen da samsárica, en la cual cada individualidad o sustandalidad
es efím era y el puro fluir, la sed que se regenera eternam ente es la últim a
instancia, este “v a d o ” llega tam bién a representar el lím ite suprem o de la
7Samyutt., X31,32.
8Ibid., XXXV, 85.
9Anguít., XI, 8.
277
exp erien cia ascética, en d on de el m ism o se in vierte sin em bargo en su
significado: aquí en efecto llega a expresar lo absoluto, la superesencialidad,
la su percosm icid ad , la co n cien cia lib erad a, sin residuo y convertida en
ilum inación, en la cual, ni las form as, ni las percepciones, ni los sentimientos,
ni cualquier otro dhamma se adhieren m ás, ni hacen m ás p resa L o idéntico
es pues y en form a sim ultánea lo absolutam ente opuesto. A l sin-Yo de la
con cien cia samsárica se contrapone el sin-Y o del estado de nirvana y de
p erfecta ilum inación: suññatá.
E n cuanto a la segunda categoría, a lo “ sin signo” -animitta- ella en el
fon d o expresa lo q u e en la esp ecu lación vedántina tendrá el nom bre de
“ identidad suprem a” . E s la indiscem ibilidad de las características -nimitta-
en función de las cuales la concien cia com ún no puede hacer a m enos de
d estruir los seres, los fenóm enos o las cosas. N o es que las cosas pierdan
toda característica; es, por decirlo así, su variado peso, su variada distancia
respecto de la conciencia liberada lo que viene a m enos. E llas se convierten
a sí m ism as en la extrem a instancia. A s í justam ente, en su diversidad, ellas
aparecen idénticas, com o idénticos pueden valer lugares diferentes del espado
si no son referidos a un determ inado punto de referencia sino considerados
desde el punto d e vista del espacio m ism o com o algo sim ple, ilim itado y
hom ogéneo. Com o “sin signo”, seres, fenóm enos o cosas son pues los vividos
en fu n ción d el “ v a cío ” , y ello in trod u ce ya al sign ificad o m ás profundo
de la tercera categoría, appanihita. H em os traducido un tal térm ino con
“ sin intenciones” o “ sin tendenda” . H asta que existía el vínculo de un Yo,
cada cosa “hablaba” a este Y o: cada cosa participaba de una subjetividad,
daba la ilusión de una “tendencia”, de una “intendón” . E l hom bre proyecta
la p ro p ia alm a sobre el m undo, lo “ in tim iza ” , le p resta sentim ien tos,
in ten cion es y fin alid ad es; le p ro yecta un pathos, le p ro yecta valores y
distinciones que en un m odo o en otro siem pre rem iten a la fuerza misma
que transporta su vida, al apetito, a la aversión, a la ignorancia. E l hom bre
no conoce el m undo desnudo, la naturaleza desnuda, justam ente porque
su mismo percibir es un “arder”, es un identificarse, es un continuo vincularse,
en un consum ar sim ultáneo con el ser consum idos. P ero ya se está m ás allá
de un tal estado. A pagad a la sed, la n ieb la im pura ha sido disuelta. Toda
la naturaleza, cada percepción, cada fenóm eno y el conjunto m ism o de los
dhamma que constituye la denom inada “ experiencia intem a” , el “ contenido
de la psique”, son liberados de la subjetividad, son disueltos de lo humano,
se m anifiestan puros, privados de palabra, privados de afectos, privados
de intenciones, en una frescura, en una originariedad y en una inocencia
que un O ccidental quizás denom inaría: la inocencia “ sin tendencia”, com o
278
form a de la experiencia de los liberados, com o tercer elem ento alusivo m ás
a llá d el “v a cío ” y de lo “ sin sig n o ” .
P ero con ello se realiza y a el pasaje desde la tradición del buddhismo
originario a las concepciones fundam entales de los ya m encionados textos
de laPmjmpámmitá y de la misma escuela del “ G ran Vehículo” , el M aháyána:
Pasaje que a tal respecto debe considerarse com o natural, por lo que direremos
brevem ente acerca de la doctrina en cuestión.
E l tem a de una doble verdad -saya-dvayya m encionado por
es p u esto a q u í p a rticu larm en te en re liev e: en esp ecia l en la escu ela
Mádhyamikaa la verdad correspondiente a la conciencia común ( -
satyá) se contrapone una verdad superior, m etafísica ( ),
acerca de la cual, sin em bargo, no dejaron d e surgir algunos equívocos.
A ella en efecto m uchas veces se hizo corresponder un sistema especulativo
en donde el punto de referen cia verdadero es en cam bio una experiencia,
un estado. L uego delpeligro originario del buddhismo, en sus dos principales
escuelas a las que el mismo dio lugar Aay h.Maháyána- se ve
efectivam ente un doble principio de involucióny de degeneración, predsable
com o sigu e: m ientras e l n ú cle o d e la o rigin aria d octrin a ariya estab a
constituido por la a sx sis y p o r la experiencia, no tenía pues que ver ni con
la m oral, ni con la especulación, justam en te estos dos elem entos fueron
a tom ar respectivam ente la prim acía en las dos escuelas aquí m encionadas.
E n el Hinayána la ascesis se d esvalo rizó m uchas veces en razón de la
prevalencia del elem ento ético-m onástico en un sentido que presenta ya
analogías con el ascetism o occidental; esto en el contexto de la prevalencia
d e una interpretación pesim ista del m undo, siendo com prendido dukkha
en gran m edida justam ente com o “ dolor universal” y valiendo el nirvana
com o un más allá rígidamente contrapuesto al samsara. En vez en el Maháyána
llegó a p revalecer é. elem en to filosófico, en el sentido de que -aparte d e
los decaim ientos de carácter religioso, sobre los que hablarem os- se buscó
hacer paradojalm enle de la concepción del m undo propia de una conciencia
liberada y convertida en ilum inación la base para un sistem a filosófico que
algunos han podido reacercar a la filo so fía occiden tal d el denom inado
idealism o absoluto. Este reacercam iento es sin em bargo en buena m edida
ilegítim o. H ay una diferencia fundam ental, constituida por el hecho de que
las filosofías idealistas occid en tales son sim ples producciones m entales,
siendo y perm aneciendo sus autores y secuaces hom bres tan samsáricos y
tan privados de cualquier ilum inación supraradonal y supraindividual, com o
cu alqu ier otro de sus con tem porán eos ayunos en filosofía universitaria.
279
m ism o punto tam bién com o absolutam ente inm anente. Para resolver todo
residuo de dualidad, para, hacer del estado de nitvám algo que devora todo,
sin residuo, para hacer de ello el “ fin del m undo” , aquello que en verdad
“ no deja nada atrás” -anupádhi-esha- es necesario qu e el m ism o nitvám
y, con él, e i D espertad o, el tathágata, sea lib erad o d e su individualidad,
es decir, de los caracteres en fu n ción de los cu ales podría ten er fren te a
sí a “otro” . A qu ello que el buddhismomás antiguo, envolv
el nitvám, rechazando hablar sobre el mismo, quiso proteger, aquí en cam bio
busca realizarlo una especulación que alcanza ápices paradojales. H e aquí
pues que se lee: “E l ‘esto’ (tatháta)del taímgala (del Desper
de cada cosa, fen óm en o o estad o ( h,)y el ‘esto
d
nóm eno o estado es el ‘esto’ del tathágata,y el ‘esto’ de cada cosa, fenóm eno
o estado y el ‘esto’ del tathágata, ello justam ente es (a su vez) el ‘esto’ del
tathágata... E l ‘esto’ del tathágata y el ‘esto’ de cada cosa, fenóm eno o estado,
justam en te ello es un único ‘esto ’, sin dualidad, sin duplicidad, un ‘esto’
libre de diada” 15. Y tam bién: “L o que es anunciado por el tathágata com o
iluminación perfecta, esto es anunciado por el tathágata com o no iluminación
perfecta y justam ente por esto ello es denom inado il um inación perfecta” 16,
fórm ula qu e es repetida por toda una serie de otros elem entos y por los
atributos mismos de un Despertado, de aquello que es anunciado
por el tathágata com o cualidad de un buddhu. es por él anunciado com o
no cualidad de buddha y justamente por ello es dicho (que vale com o) cualidad
de buddha 1718 . Perm anecer en el “vacío” es perm anecer en la ilum inación
perfecta, en el saber trascendente. E n éste m ora el bodhisattva: no en el
m undo de los sentidos, no en un especial estado de la realización ascética
o en los fru tos d e la m ism a, ni siqu iera en la m ism a “buddhidad” 1S. Se
va todavía m ás adelante: “ N o hay conocim iento, no hay ignorancia, no hay
destrucción (de la ignorancia); no hay logro del nitvám. U n hom bre que
285
L u ego del períod o de los orígenes, las dos principales co m en tes fu e
ron , tal com o se dijo, el Hinayána y el E n m ateria d e pu reza
form al, la prim era nos presenta quizás m ás que la segunda. E l Hinayána
perm aneció com o un custodio de los textos canónicospài, que todo
reco n o ce com o “ escrituras” , y lo s constituyó com o base de su ortodoxia.
Tan sólo que, tal com o se ha m encionado recién , una tal corrien te debía
hacer suya una interpretación prevalecientem ente ético-ascética, sobre una
base pesim ista y claustral, de la doctrina del despertar, representando ello
algo m uy im portante y en el fondo una caída de nivel. P ero en el Hinayána
p erm an ecen en m ayor m ed id a rasgo s de clarid ad , de sim plicidad y de
austerid ad qu e reflejan el o rigin ario estilo ariya.
E n form a diferente fueron las cosas en el Maháyána, el cual se desarrolló
en la India septentrional, en el T íb et y en el N epal, en regiones en donde
el elem ento m ogólico, m ezclado con estratos étnicos aun m ás antiguos era
notorio. E l Maháyána presenta una fisonom ía particularm ente com pleja
y com puesta, tal de no convertir siem pre en fácil un trabajo de discriminación.
Por un lado -y en form a indiscutible- en el mismo se tiene un m ás alto nivel
m etafisico; por el otro, son visibles decaim ientos y alteraciones sum am ente
notorias.
A cerca de los elem entos negativos, se debe indicar en prim er lugar en
el Maháyánala decadencia de la doctrina del despertar, en tanto herencia de
una escuadra deelegidosyde verdaderos ascetas, en una “ religión” fuertemente
m itologizante. E l Maháyána presintió los aspectos según los cuales el Buddha
no puede ser considerado com o un sim ple hombre. E l mismo puso de relieve
pues la dimensión trascendente propia de los D espertadosy de los
de quienes se dirigen h ada el despertar. Pero en contra de esto se encuentra
la divinificación en sentido religioso ódel cual aq
liberado para convertirse en un dios, objeto de culto y de devota adoración.
A sí finalmente el hinduismo bnihamánim buscó agregarse esta nueva divinidad
haden do de la m ism a un avatám, una de las m anifestadones de Vishnu. E n
relad ón con ello, por sobre el prindpio puram ente intelectual y viril tom an
la prim ada en aspectos del Maháyána,la sertim entalidad y l
F ren te a la desnudez dórica del buddhismo origin ario tenem os aquí una
verdadera y propia fantasm agoría fabuladora y caleidoscòpica de centenares
de divinidades y de bodhisattva, d e entidades que son las personificaciones
m itológicas de los diferentes estados d e la contem plación, de sím bolos, de
mundos, de delosy de prodigios. E l Buddhase convierte
286
en la persona d eAmitábha,nom bre que significa “ infinito esplendor” , al
qu e se le asoció aquí enigm áticam ente un recuerdo primordial.Amitábha
reina en la “ tierra beata de O cciden te” . Sukhávati, en donde no existe ni la
im pureza, ni la m uerte, ni la destrucción y que presenta los m ism os rasgos
que tierras análogas tuvieron en antiguas tradiciones occidentales, en el antiguo
E gip to , en el m ism o m ito de eshs: on transposiciones m íticas del
m
a
ilg
G
recuerdo de la sede originaria occidental (o n órd icoocd d en tal) de la “ raza
d iv in a ” l. E n tre A
m
itá
b
h
a
y e l m u n d o d e lo s h o m b res se en cu en tra
Avabkitecvara,con los rasgos d e un m ediador divino, el “ Señor que m ira
abajo” m ovido por am or y com pasión por todas las criaturas.
M ientras éstas, pues, por un lado, son encam inadas h ada el sendero de
la bhakti, de la “ d evo ción ” relig io sa -y en algu nos casos
term ina incluso cam biando de sexo, convirtiéndose en una divinidad materna,
la Kuan Yin d el buddhismo ch in o- p o r e l o tro a cad a una de ellas le es
otorgada aquella cualidad bodhi, que es el elem ento capaz
d e producir el m ilagro d e la ilum inación. N o sólo en cada hom bre, sino
-de acuerdo a las form as más populares de esta fe (puesto que ya es el caso
d e h ablar d e fe )- en cad a ser viv ien te en g en eral se ve a un buddha en
potencia. Y aquí naturalmente resurgen en m odo particularm ente virulento
las fantasías reencarnarionistas, com o contrapartida de una doctrina de los
“ m éritos” qu e asum e a veces form as incluso grotescas. D e vid a en vida,
acum ulan do “ m éritos” de to d o tip o, los seres vivien tes se encam inan a
convertirse en D espertados. A ellos por lo dem ás les van al encuentro los
bodhisattva, que asum en la persona de seres sem i-celestes, pierden sim ul
táneam ente buena parte de sus caracteres olím picos: puesto que m ientras
que por un lado, para el despertar, los hom bres no son m ás abandonados
a sus solas fuerzas, así com o según la severa y cruda doctrina de los orígenes,
p o r el o tro los bodhisattva son aq u ellos que se em peñan en la salvación
universal, que corren hacia los hom bres, que hacen voto de no entrar en
el nirvana antes de que todos los vivientes tam bién entren en él, con su ayuda.
Doctrinas éstas por cierto “ generosas” en el sentido democrático, humanitario
y casi estaríam os tentados d e d ecir cristian o, p ero que tien en m uy poco
de tradicional y de m ctafísico2. N o nos encontramos más frente a una doctrina
ariya del despertar. E stam os fren te a una religión confeccionada para la
290
crear, por m edio de una acción directa, las condiciones para realizarla de
h e ch o 3.
“Las escrituras no son nada m ás que papel inútil”, dice Rin-zai,un maestro
zen. O tro am on esta así a una perso n a qu e estaba quem an do los libros
confucianos: “ H abrías hecho m ejor en quem ar los libros en la m ente y en
el corazón, no estos escritos en blanco y negro” . Textos, dogm as, preceptos
son tantos vínculos y tantas m uletas a poner a un lado para ir adelante por
sí m ism os. L a m ism a literatura canónica del buddhismo es com parada a
una vidriera en la cual se contem pla el gran escenario de la naturaleza: pero
p ara vivir en este escen ario hay qu e saltar aden tro d e la vidriera. E xiste
la sem ejanza d el d ed o y d e la luna: para indicar la posición de la luna es
necesario un dedo: guay sin em bargo d e aquellos que confunden el dedo
con la luna. L o m ism o se debe pensar respecto de la realización y del saber
trascendente. A s í com o la naturaleza tiene horror d el vacío -se dice- del
mismo m odo el Zenaborrece de todo aquello que puede entrom eterse entre
la realid ad y n o sotros m ism os. S e capten, si se es cap aces, las alusiones
conten id as en las doctrinas: p ero cuidém onos bien de vin cu lam os a las
palabrasy a los conceptos. L a idea de una transmisión especial del verdadero
saber por afuera de los textos es la piedra de toque de las principales escuelas
d el Zen. E l estad o d e un buddhapu ed e ser com prendido sólo por quie
es él m ism o un buddha, se sostiene. D escribirlo con palabras es absurdo:
e llo h abría resu ltad o im posible al m ism o hijo de los Qákya.
E n materia de independencia interior, se narra la anécdota de un maestro
zen que en una m añana gélida, para recalentarse, hace pedazos una estatua
del Buddha divinificado y la pone al fuego diciendo a quien se horrorizaba:
“ E l Buddha habría ofrecido no la m adera de la estatua, sino su m ism a vida
para ayudar a otro” . E l Buddha, aquel que enseña a rescindir todo vínculo
y m antenerse sin apoyos, no d ebe transform arse él m ism o en un vínculo
y en un apoyo. U n dicho paradojal de Rin-zai es: “ Si en vuestro cam ino
encontráis ú Buddha,matadlo. ¡O h vosotros, discípulos de la verdad, buscad
de liberaros de cada objeto! ¡O h vosotros, de los ojos de topo, yo os digo:
3 Los datos y las citas de textos, en lo que sigue han sido extraídos de Kaiten
N ukariya, The religión of the Samurai, London, 1913 y D.T. Suzuki, Essays in Zen
Buddhism, London, 1950; Living by Zen, London, 1950; Manual ofZen Buddhism,
London, 1951; Zen doctrine ofno-mind, London, 1952. Ver también las aplicaciones
psicológicas intentadas por L. Benoit, La doctrine suprime, París, 1952 y además
Passe sansporte(Wu-men-koan), París, 1963.
291
nada de Buddha, nada de enseñanza, nada de disciplinas!” E n relación luego
con el lím ite que separa la concepción de todo lo que es expresión discursiva
y en relación con la consiguiente necesidad de un acto que parta desde lo
in terior, en e l Zense en cu en tran ejem plos d rásticos. U n d iscípu
solicitaba al m aestro de revelarle al fin el principio fundam ental de la doctrina
buddhista,es m andado a otro m aestro. La pregunta es repetiday la respuesta
es una bofetada. R eferid a la cosa al prim er m aestro, el discípulo es vuelto
a enviar al segundo. Pregunta la m ism a cosa y la respuesta no es diferente:
una cachetada. E s enviado una tercera vez. Esta vez el discípulo, no apenas
está cerca del m aestro, es él el quien, sin m ed iar palabra, le da al otro un
cachetazo. E l maestro entonces le dice sonriendo: “ Entendiste” 4. A u n príncipe
qu e discutía con él, otro m aestro zenle dice: “ N
nada ni al Buddha, ni a la ley, ni a la O rden” . E l príncipe entonces replica:
“Si no preguntan nada al Buddha, a la ley y a la O rden, ¿qué fin tiene vuestro
culto?” . Tam bién aquí la respuesta sim ple es una cachetada. M uchas veces
se tien e el equ ivalen te propio del em pujón bru tal dad o a quien duerm e
profundam ente, o fantasea, para despertarlo, para hacerle abrir finalm ente
lo s o jos.
L os textos zen son ricos en anécdotas en d on de se ve que el im pulso
al saber en form a intelectual es truncado p or una respuesta absolutam ente
fuera de tono o por una acción brusca del m aestro; respuesta o acción, que
sin em bargo, en un ánim o m aduro, actúan m ás bien com o una operación
d e rastrillo. P on erse bruscam ente ante un esp acio vacío , el cual se debe
saltar, dejando atrás todo: a sí m ism o, a la propia m entalidad, a las teorías,
a la misma preocupación por la liberación. Sobre el mism o plano se encuentra
el uso de los denom inados kóan: son fórm ulas cuya absurdidad conduce
a quien es llevado a m editarlas hacia la desesperación, hasta que acontece
una ruptura, una imprevista iluminación supraradonaL Y todavía: un hombre,
deseando ser introducido al conocim iento, golpea la puerta de un convento
zen. Por toda respuesta, el portón es cerrado tan bruscam ente que se le parte
293
o en una no-intención cryyde una resolución correspondiente,
g
o
h
b
n
-a
sim ilar a un ‘V o to ” -ambhogá-pranidhám-. Tam bién se dice: “ C om o dos
esp ejos sin m ancha se reflejan el uno en el otro, de la m ism a m anera el
hecho concreto y el espíritu d eben estar el uno ante el otro, sin que entre
ellos se entrom eta nada extraño” . Se trata, aun una vez, de la catarsis respecto
d e la subjetividad, de la destrucción de la “psicología” , a la cual apuntaba
d yatha-bhütham del buddhismo de los orígen es, la visión transparente
y conform e a la realidad. E s a tal respecto que la naturaleza, en su libertad
e im personalidad, en su extraneidad respecto de tod o lo que es subjetivo
y afectivo, puede hacer presentir el estado de ilum inación. H e aquí por qué
el Zendice que la doctrina, m ás que en los textos del canon, se encuentra
encerrada en hechos sim ples y naturales, y que el universo es la verdadera
escritu ra del Zen y el cu erp o d el tathágata. “ Á rb o le s, h ierb a, m ontes,
corrientes, astros, m ar, luna, con este alfabeto son escritos los textos zen” .
“ ¿Puede lo inanim ado predicar la doctrina?” Hui-chung contesta: “ Sí, ella
predica con palabras elocuentes y sin cesar” . “Todo es vacío, lúcido y lleva
en sí un principio ilum inante” . Surge el Sol. D escien de la luna. A ltu ra de
m ontes. Profundidad de m ar. Flores de prim avera. Fresca brisa de verano.
O toño de vasta lun a Copos de nieve invernal. “Estas cosas, quizás demasiado
sim ples para que un observador com ún les preste atención, tienen para el
Zen un significad o p rofun d o” . “ ¿Q u é cosa es la verd ad ?” , pregun ta un
discípulo, com o respuesta, el m aestro Y o-shan indica el cielo con el dedo,
luego una jarra de agua y dice: “ ¿V en?” . E l otro responde: “ N o ” . Y o-shan
T
replica: “ L a nube está en el d élo y el agua en la jarra” . Y esto es todo. üng -
shan dice: “ C óm o es m aravillosa la lengua de lo inanim ado. U ds. no pueden
oírla con las orejas, pueden oírla con los ojos” . O ír con el ojo de la m ente,
no con la percepción , no con la lógica, sino con la m etafísica. O tro dicho
zen: “ L as hojas que caen, de la m ism a m anera que las flores que se abren,
nos revelan la santa ley del Buddha”. Sólo hay que cuidarse de no confundir
todo esto con un estetism o lírico suigris.E l sentim iento extrem
en
d e la naturaleza, sim plificado, particularm ente transparente, tiene aquí,
tal com o se ha dicho, su papel. P ero el punto fundam ental es el de volver
a elevarse desde la naturaleza libre de alm a, que es sólo sí misma, purificada
de afectos y de subjetividad, hasta la m irada, justam ente, para la cual “ los
m ontes son nuevam ente m ontes y aguas las aguas” . U n a fórm u lazm , que
en un cierto m odo com pendia su d octrina es: “ R e fle ja r en sí m ism os y
recon ocer el prop io rostro com o era antes del m undo” (Huei-neng).
294
E n conexión con el m ensaje de lo inanim ado se en cu entra un estilo,
en e l cual el signo, el g esto , e l sím bolo, tom an el lugar d e la palabra. Se
ha ya dicho resp ecto d el m aestro zen que, ante una asam blea de m onjes
reunidos para escuchar su discurso sobre la doctrina, se lim ita a abrir los
brazos. O tro levanta sim plem ente el dedo en alto. O tro presenta un bastón.
Se quiere que Mahákágyapa hubiese sido preseleccion ado por el Buddha
para la transm isión de la doctrina esotérica en esta circunstancia: dBuddha
había, ante su discípulos, levantado en alto un m azo de flores: sólo entre
todos Mahákágyapa sonríe e inclina la cabeza, consintiendo. L as palabras
limitan. E n vez un signo puede propiciar, en un m om ento adecuado, instantes
de ilum inación.
D ad os estos antecedentes, se puede entender que el Zen insista sobre
todo sobre aquel d espertar espiritual, o interior m utación de estado, que
tiene un carácter brusco, discontinuo. Satori, es decir la apertura del tercer
ojo, la ilum inación, es por ello una condición que interviene súbitam ente,
destruyendo todo antecedente, poniéndose com o privado de origen, privado
de “ devenir” . Se retom a en el Zen, el tem a del Vajamcchediká: el tathágaía
es denom inado así, porque no viene de ningún lado y no va h ad a ninguna
parte. “ E n su aparecerse no viene de ningún lado y en su desaparecerse no
va a ningún lad o , y esto es el Zen". Y tam bién: “ D o n d e hay un en trar o
un salir, no se tiene la gran contem pladón. E l (el estado contem plativo,
e l estad o de ilu m in ació n -d esp ertar), es en su esen cia sin nacim ien to” .
F inalm en te: “ B u scar la V ía sign ifica salir de la V ía ” .
N o obstante todo ello en el Zen se han diferendado en un determ inado
m om ento dos escuelas, la del Sun -yuga-pad- que insiste m ayorm ente sobre
la discontinuidad d el d espertar; la del N o rte -krama-vrittya- que en vez
adm ite una d e rta graduahdad. P ero, según la una com o según la otra, es
esen d al en un determ inado m om ento saber “ saltar afuera del Y o ” , saber
“vom itar afuera el Y o ” . E llo puede ser propiciado tam bién por sensadones
violentas, incluso de un d olo r físico, por algo que, com o de acuerdo a un
d ich o ch ino, “ h aga to rcer las visceras nueve veces y m ás aun” . S e ha ya
hecho referen cia al episodio d el brazo partido. N o es el único. E n d erto s
am bientes parece que se practica una operadón sim ilar a la estranguladón,
con la cual el disd pulo, oportunam ente preparado, es em pujado ante un
va cío en el cu al é l d eb e saltar.
A nivel de preparadón, las direcciones del Zen no difieren esencialm ente
de lo que ya se ha expu esto com o ascesis ariya.
295
Primer punto. Convertirse en señor de los objetos externos, sustituyendo
una condición de actividad a la habitual, d e pasividad. D arse cuenta de que,
en donde un d eseo em puje a un hom bre hacia una cosa, no es él en tener
la cosa, sino que es la cosa la que lo posee. “ E l que am a un licor, cree beber,
m ientras que es el licor el que bebe en él” . D esapegarse. D escubrir y am ar
e l p rin cip io activo en sí.
Segundo punto. A dueñam ientodel cuerpo. A firm ar la propia autoridad
sobre tod o el organism o. “ Im aginar al cu erpo com o despegado de U ds.:
si grita, h ágan lo ca lla r com o un padre severo h ace con su hijo. Si h ace
caprichos, repréndanlo, com o se hace con un caballo m antenido en línea.
Si está enferm o, sum inístrenle lo que es adecuado, com o hace un m édico
con el paciente. Si desobedece, castíjguenlo com o el m aestro castiga al alum no
turbulento” . A tem perarse físicam ente. Em peñarse consigo mismos en una
“com petencia de perseverancia” , acostum brándose por ejem plo a soportar
en invierno un frío gélido y en verano un calor torrencial. Y así sucesivamente.
Tercer punto. C o n trol d e la vida m ental y em otiva, para determ inar
y consolidar un estado de equilibrio. N o falta, la apelación a la raza interior.
E s rid ícu lo -se dice en el Zen- q u e un ser d otad o d e la naturaleza d e un
buddha, nacido para hacerse señor de toda realidad m aterial, sea tom ado
por pequeñas curas, se asuste p or fantasm as creados p or é l mismo, se deje
alterar el ánim o por las pasiones, disipe su energía vital en cosas irrelevantes.
A n sias, recrim inaciones o nostalgias del pasado, im aginaciones o antici
paciones del futuro, enem istades, vergüenza, turbación: todo esto que sea
pu esto a un lado. A yudém onos eventualm ente con la teo ría “irrealista” ,
útil para hacer realizar la irracionalidad de tantos m ovim ientos del ánim o
y para reducir el corazón al propio dominio. Adem ás, simplificarse, cercenar
resueltam ente la vegetadón parasitaria de los pensamientos vanosy confusos.
A n te la pregunta: “ ¿C óm o aprenderé la ley?” , un m aestro, Poh-C hang,
respondió: “com an cuando tienen ham brey reposen cuando estén cansados”.
L a calm a, el equilibrio -dsamatha, del cual se ha hablado en form a repetida-
debe convertirse en un hábito. U na anécdota: mientras m andaba a un ejército
en guerra, O-yó-mh también en su cuartel general trataba sobre las doctrinas
zen. A n te el anuncio de que sus tropas habían sido derrotadas, él continúa
tranquilo con su discurso. Poco después, él recibe la noticia de que un ulterior
desarrollo d e la batalla concluyó en vez con la victoria. E l je fe perm anece
tranquilo com o antes y ni siquiera entonces cam bia el discurso. E s la vía
d el presentir, p o co a poco, un principio qu e pu ed e ser así poco alterad o
296
p o r la duda o p o i el m iedo, d el m ism o m odo que la luz solar pu ed e ser
destruida p o r la niebla o p o r las nubes.
C u a rto p u n ta e l “ lan zar a fu era lo m en tal” o “ el Y o ”, d el cu al se ha
ya hablado. E s aquí qu e, m ás a llá d e tod a preparación, se tien e una dis
continuidad, tratándose de un verdadero y propio cam bio de estado. A sí
se puede d eán “Hsartori sobreviene improvisamente, cuando se han agotado
todos los recursosde vuestro ser” . A l que se m aravilla p or el dicho de que
e l m undo vu elve a en trar en el espíritu, un m aestro replica diciendo
que la dificultad consiste justam ente en el hacer entrar al espíritu en el mundo.
Se trata de la ruptura del com ponente constituido por lo m ental, de lo cual
se ha dicho en un texto maháyánico ya referido: sólo entonces se tendrá
la intuición de queel nirvana, com prendido com o térm ino de una oposición,
es el m ism o u n a ilusión, un vín cu lo , el o b jeto de un saber im perfecto.
E l Zen usa un d ob le sim bolism o para e l conjunto d e la disciplina: el
d e los “ cinco grados d el m érito ” y el de las vicisitu d es del hom bre y del
to ro (o de la vaca salvaje).
E l “prim er grado del m érito” corresponde al “ darse vuelta” , análogo
a pabbajjá, a la “ partida” d e la antigua enseñanza buddhisia:el hom bre se
sustrae al m undo extern o y se d irige h acia el interno. E l Y o ilum inado,
extrasamsárico, es aquí representado com o un rey, del cual nos declaram os
súbditos o gregarios. Segundo grado del m érito: “servicio”, es decir fidelidad
y lealtad con respecto a este soberano interior. T ercer grado: “ V alor” , el
que se debe dem ostrar enfrentando y com batiendo a todo lo que se rebela
en contra del rey. V iene luego el “m érito del que coopera”, que corresponde
a aquel que no está sim plem ente em peñado en la defensa y el com bate, sino
que es adm itido en el gobierno positivo del Estado. U ltim o grado del mérito:
el “ más allá del m érito” o “ m érito que no es m érito” (expresión a entenderse
en el m ism o sentido d el “ actuar sin actuar” ); es el ran go m ism o d el rey,
del cual se asum e la naturaleza A q u í la acción cesa, o si se prefiere, la acción
se m anifiesta en su form a de no acción, d e espontaneidad. E l ser y la ley
hacen tod o una sola cosa. O bien: no hay m ás ley. A q u í se podría quizás
ver el justo lugar de la m encionada y peligrosa verdad esotérica que buscar
la überación es una m anía, p u esto que no hay tiem po en el cual se haya
estado vinculado.
Y ah ora el segundo sim bolism o , com prendido en d iez n otorias
ilustraciones qu e corresponden a d iez m om entos de las vicisitudes de un
tropero y de un toro. E l Sí m ism o -aqu ello que en la anterior alegoría es
represen tado com o el rey, es d ecir el elem ento “ ilum inación” , bodhi- es
297
concebido bajo la especie de una piedra preciosa siem pre clara y siem pre
pura, aun cuando está sepultada en el polvo. E s necesario volverla a encontrar.
E l tropero busca al toro. L a primera figura es justam ente la búsqueda incierta.
L a segunda es la esperanza: el anim al no ha sido aun visto, sino que se divisan
sus rastros. Tercero: se ve de lejos al toro y se avanza cautelosam ente nada
él. Cuarto: el toro es súbitamente atrapado y el mismo busca en vano liberarse.
Q uinto: el anim al se vuelve dócil, dom ado y alim entado, de m odo tal que
al fin al sigu e a l tropero, casi com o si fu ese su som bra. Sexto: el tropero
es co n d u cid o a casa por el m ism o anim al, ai qu e cab alga. Séptim o: “ el
olvidarse d el anim al y acordarse del hom bre” . O ctavo: “ el olvidarse sea
del toro, sea del hom bre” ; la figura correspondiente trae sólo un gran círculo
vacío: estam os en el punto de superación de todo dualism o en el “vacío” ,
en la concien cia liberada. N oveno: retom o a los orígenes y a la vertiente,
se recuerde el dichoze«: “volver a encontrar el propio rostro com o era antes
d el m undo” . U ltim a figura: ir a la ciudad con las m anos abiertas, fase a
rem itir a aquella en la cual, nuevam ente, “ los m ontes son m ontes y las aguas
aguas” . E s el m om ento en el cual la trascendencia se convierte en la claridad
d e una inm anen cia absoluta, b ajo el signo m ás de la lib ertad que de la
liberación.
L o s m aestros zenne señan, qu e la O rd en santa d e los ariya antiguos,
sentados alrededor del príncipe Siddharta, está aun reagrupada en el
del Cóndor, es d e cir, en e l lu g a r sim b ó lico en d o n d e, en lo s texto s
maháyánicos, se h ace p revalecien tem en te h ablar al D esp ertad o , y que
reprod u ce la idea tradicional del cen tro suprem o y o cu lto del m undo.
298
XII
LOS ARIYA M O R A N A Ú N
EN EL PICO DEL CÓNDOR.
300
n ecid o extrañas prevision es a n á lo g as d e los tiem p os p o r v e n i r 2. L a
situación ya es tal q u e pensar en la posibilidad de una reacción eficaz
y reconstructiva general es algo frívolo: entre otras cosas, ello significaría
ignorar la concatenación de las causas que, a través de los tiempos han
conducido hasta e lla 3. Sin embargo semejantes problemas caen afuera del
m arco de las actuales consideraciones. E n materia de civilización general
se puede únicamente decir que sólo el despertarse de fuerzas del “ser” , de
fuerzas de centralidad y de estabilidad en contra de las del m undo del
devenir, de la inmanencia y del ensimismamiento sanmrico podría restablecer
un equilibrio y prevenir tira catástrofe. Pero cóm o se pueda arribar a ello
h oy ya no es posible de ver.
A q u ello que en relación con el nivel general e irreversible del m undo
moderno debe aparecer como utópico puede sin embargo siempre preponerse
a individuos singulares aun de pié que intenten defenderse. Y aquí cabe
a tal respecto la referencia a los valores denom inados por nosotros com o
“ ascéticos” .
D os posibilidades son consideradas, a tal respecto. L a primera es la más
cercana al espíritu originario d e la tradición estudiada en este libro. Es fácil
reconocer el valor que muchos de los comportamientos y de las disciplinas
expuestas en las páginas anteriores, si son adecuadam ente adaptados (se
parando pues todos los elementos especializados, locales y exóticos) pueden
ofrecer para la tarea esencial que hoy se propone al hombre diferenciado:
“ hacer de m odo que aquello sobre lo cual no se puede nada, nada pueda
sobre nosotros”. A quien puede y lo quiere, esta línea puede ser desarrollada
hasta un desapego completo, no sólo en lo interior, sino en relación a todo
el am biente que lo rodea.
L a segunda posibilidad se refiere a quien quiera m antenerse firme sin
retirarse. Y aquí el problem a es el de suscitar en sí mismos una dimensión
ulterior, justamente la dimensión de la trascendencia, para tomar firme re
sidencia en ella y ordenar, partiendo de ella, la propia conducta, incluso
en un mundo com o el actual y en el cam po no de la contem plación, sino
de la acción.
Sin repetir lo que hemos y a dicho en otras circunstancias, resaltaremos
que, mientras en el mundo m oderno occidental la “ acción” es la consigna,
tal mundo, en realidad, sólo parece conocer de la acción formas sumamente
305
FU ENTES
Aparte de los dos últimos capítulos en esta obra nos hemos basado casi
exclusivam ente en el Suttapitaka, que contiene la parte m ás importante,
auténtica y antigua del buddhismopâli. Muchas de las enseñanzas buddhistas
son expuestas bajo la forma de Lát-motive, en pasajes recurrentes, en textos
diferentes, casi en la misma form a y redacción. A don de haya sido posible,
nos hem os rem itido a estos tem as com o figuran en el
Para los otros textos dam os las siguientes referencias al lector:
Digha-nikâyo: SacredBooks ofthe Btrad. d
L on don, 1899-1910. Para el tahem os tenido en cuen
su
china traducida ai italiano por C . Puini, Lanciano, 1919.
Samyutta-nikâyo, trad. Rhys D avids y F. L. Woodward, de. Pâli text
Society, L on d o n , 1922-24,4 tom os.
Anguttara-nikâyo, ed. Nyânatiloka (Die Reden des Buddhas), M ü n
chen N eubilberg, 1922-23.
D e l Dhammapada existe en italiano la traducción de P. E . Pavolini,
Lanciano, ed. “ C ultura dell’anim a” .
L as citaciones de éstos com o de otros textos siguen el orden de los
originales.
Para el Vinaya-pitaka, Sacred Books the East, vol. X III.
Dhamma-sangani, trad. C .AE. Rhys Davids, L o
Sea expresado nuestro personal agradecimiento al amigo Dr. Bernard
Jasink por la ayuda cortezm ente brindada.
306
ÍN D IC E
INTRODUCCIÓN ..............................................................................................7
E l Saber
La A cción
I. Las cualidades del combatiente y la “presencia” ..................137
II. D efensa y consolidación ............................................................151
III.D erechura .................................................................................... 165
IV L .L
a presencia sidérea as heridas se cierr 'VN........................179
V. . L “C
L o s cuatro J h á n a as ontemplaciones irradiantes ” ...... 198
V I. L o s ESTADOS LIBRES DE FORMA Y LA EXTINCIÓN ...........................221
D
V il. “
iscriminación de los poderes ” ...............................................243
F
VIII. enomenología de la gran liberación .....................................253
IX. T razos de lo sin semejanza........................................................267
X. “E l vacío” “si la mente no se quiebra”....................................278
XI. H asta el Z e n ............................................ 287
XII. I jos A riya moran aún en el P ico del C ó n do r ....................... 301
Fuentes...................................................................................................309