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Summa Theologiae I q.

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Artículo 1: ¿Habla o no habla un ángel a otro?

Objeciones por las que parece que un ángel no habla a otro:

1. Dice Gregorio en XVIII Moral.: En el estado de resurrección, la corpulencia de los miembros de


cada uno no oculta la mente a los ojos de los demás. Mucho menos se esconde, pues, la mente
de un ángel a otro. Pero el lenguaje es para manifestar a otros lo que está oculto en la mente.
Por lo tanto, no es necesario que un ángel hable a otro.

2. Hay dos clases de lenguaje: el interior, por el que habla uno consigo mismo; y el exterior, por
el que habla con otro. Pero el exterior se realiza por medio de signos sensibles, como la voz, el
gesto o algún miembro del cuerpo, como la lengua o los dedos, nada de lo cual compete a los
ángeles. Por lo tanto, un ángel no habla con otro.

3. El que habla llama la atención al oyente para que le escuche. Pero no parece que un ángel
pueda hacer esto, pues esto se hace entre nosotros por medio de signos sensibles. Por lo tanto,
un ángel no habla a otro.

Contra esto: está lo que se dice en 1 Cor 13,1: Si hablando lenguas de hombres y de ángeles.

Respondo: Hay entre los ángeles algún modo de lenguaje. Pero, como dice Gregorio en
II Moral., es Justo que nuestra mente, superior a la cualidad del lenguaje corpóreo, quede en
suspenso ante los sublimes y desconocidos modos de una locución íntima. Tratando de entender
cómo un ángel puede hablar a otro, es preciso tener presente que, como dijimos al tratar de
los actos y potencias del alma (q.82 a.4), la voluntad mueve a obrar al entendimiento. Pero lo
inteligible está en el entendimiento de tres maneras: 1) o habitualmente, es decir, en la
memoria, según dice Agustín; 2) o considerado y concebido en acto; 3) o como referido a otro.
Es evidente que lo inteligible pasa del primer modo al segundo por el imperio de la voluntad,
que por eso se dice en la definición del hábito: Del que usa uno cuando quiere. Del mismo modo
se pasa también del segundo grado al tercero, puesto que por la voluntad se ordena a algo el
concepto mental, por ejemplo, a obrar algo o a manifestarlo a los demás. Cuanto al volverse la
mente a considerar en acto lo que posee en hábito, se habla uno a sí mismo; pues el mismo
concepto mental se llama realmente palabra interior. Y por el hecho mismo de que el concepto
de la mente angélica se ordena por la voluntad del propio ángel a ser manifestado a otro ángel,
se le descubre a éste el concepto de la mente del que a él se convierte; y esto es a lo que se dice
hablar un ángel a otro. Pues hablar a otro no es más que manifestarle algún concepto de la
mente.
A las objeciones:

1. Nuestro concepto mental interior está como incomunicado por un doble obstáculo.
1) Primero por la voluntad misma, que es capaz de retener oculto o de manifestar el concepto
del entendimiento. Por encima de este obstáculo, nadie, sino Dios, puede ver la mente ajena,
según aquello de 1 Cor 2,11: Las cosas del hombre no las conoce sino el espíritu del hombre, que
está en él. 2) En segundo lugar se oculta el pensamiento del hombre a los demás por el espesor
del cuerpo. Así vemos que, aun cuando la voluntad decide manifestar a otros el concepto de la
mente, no es conocido inmediatamente, sino que es necesario hacer uso de algún signo
sensible. Dice sobre esto Gregorio en II Moral.: En el secreto interior de la mente, estamos
ocultos a las miradas extrañas, como tras el muro del cuerpo; pero cuando deseamos
manifestarnos a nosotros mismos, parece que salimos, a través de la lengua, para mostrarnos tal
como somos interiormente. Pero este obstáculo no lo tiene el ángel, y, por eso, en el momento
que quiere manifestar su pensamiento, al instante lo conoce otro.

2. El lenguaje exterior por medio de la voz nos es necesario a nosotros debido al obstáculo del
cuerpo. No es, pues, necesario al ángel, al que le es suficiente con el lenguaje interior, por el
que no sólo habla consigo mismo al concebir interiormente, sino también se manifiesta a los
demás ángeles al dirigirse a ellos voluntariamente. Por lo tanto, se llama
metafóricamente lengua de los ángeles a la virtud misma del ángel para manifestar sus
conceptos.

3. Por lo que se refiere a los ángeles buenos, que siempre se ven mutuamente en el Verbo, no
sería necesario ningún estímulo, porque así como siempre se ven unos a otros, así también
ven siempre unos en otros lo que cada uno voluntariamente destina a ser conocido por los
demás. Sin embargo, como también en el estado dé la naturaleza primitiva se comunicaban
mutuamente, e incluso ahora se comunican así los ángeles malos, debe decirse que, como el
sentido es movido por lo sensible, así lo es el entendimiento por lo inteligible. Así como por
los signos sensibles se excitan los sentidos, así también por cierta virtud inteligible puede ser
excitada la mente del ángel para atender.

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