Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
MIGUEL DE CERVANTES
BIBLIOTECA AFRICANA
www.cervantesvirtual.com
REMEI SIPI
Cuentos africanos
[Selección de un cuento]
Edición impresa
En
Edición digital
En Laca, la gente no conocía el fuego. Cocían sus alimentos al calor del sol. Leboliche un
hombre de esta aldea acostumbraba a ir de caza casi cada día. Después de cazar, asaba la carne al
sol y se la comía tranquilamente él solo. (Este hombre era soltero). Hacia el anochecer, volvía al
poblado.
Un día, estando en el bosque, vio a lo lejos una columna de humo que subía lentamente hacia
el cielo. Esta visión tuvo lugar en el mismo instante en que el hombre se encontraba comiendo, pero,
en aquella época se hablaba del fuego sin parar, a todas horas, y de la necesidad de poseerlo y de lo
útil que sería para todos los habitantes del poblado, el hombre dejó de inmediato su comida y, cuchillo
en mano, se dispuso a abrirse paso hacia el lugar del que se levantaba el humo.
Después de abrirse camino durante largas horas en dirección de la columna de humo, el
hombre lo perdió de vista. Su desilusión fue muy grande, pero no tuvo otra elección que la de volver a
la aldea con las manos vacías. Al llegar no dijo nada a nadie. Se quedó tranquilamente en su casa,
pensativo.
Unos días después volvió al mismo lugar. Vio otra vez el humo.
Salía más o menos en la dirección del camino que había tomado unos días antes. Siguió
abriéndose paso y, después de muchas horas de trabajo con el machete, llegó a una grandísima
explanada, limpia y bien cuidada. En el centro de la explanada había una cabaña en donde ardía un
fuego alimentado por un individuo. Era Ebahe.
El hombre le dio amablemente los buenos días. También Ebahe demostró amabilidad y
cortesía. Invitó al visitante a entrar y le ofreció un taburete. Luego le preguntó, siempre en tono muy
amable, cómo había podido realizar una marcha tan larga o, dicho de otra forma, qué grave razón le
había llevado por aquellos parajes.
¿Lo preguntaba para espiar?
La respuesta del hombre a las preguntas del Ebahe fue clara y espontánea:
─ Quisiera seguir cazando también durante la noche. Hace fresco y me gustaría fumar mi
pipa. Hace meses que no fumo, porque, como sabes, el fuego ha sido robado en nuestra aldea, y por
otro lado el vuestro no puede ni prestarse ni comprarse. Te pido solamente que me permitas fumar
aquí.
─ Si quieres fumar aquí no hay ningún problema. Fuma cuanto quieras.
Después el hombre se despidió de su amigo Ebahe, no sin antes haberle dado las gracias por
su amabilidad.
El hombre, como decíamos, se marchó para la aldea, con su fuego escondido. En cuanto dejó
a su amigo Ebahe, sacó una vez más la pipa e hizo una profunda calada, para asegurarse de que el