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A Colombia se le reconoce internacionalmente como un pueblo alegre.

Nosotros somos
capaces de hacer una fiesta cuando el vecino tiene en su casa un velorio. Somos
capaces de hacer una parranda cuando la familia del frente tiene la abuela agonizando
de cáncer. Somos capaces de festejar goles cuando las tragedias en diferentes pueblos y
aldeas traen a nuestro suelo ríos de llantos. Somos capaces de bailar con el corazón
roto. De contar chistes a carcajadas con el alma en mil pedazos. Tenemos la
desgraciada capacidad de reírnos de la tragedia o la afrenta ajena.
por esta y otras razones más se nos da la categoría de “pueblo alegre”.

La mayoría de las alegrías colombianas debería darnos vergüenza, porque todas ellas -
la mayoría- ofenden a nuestro Dios.
La Iglesia colombiana tiene que convertirse en propuesta de alegría genuina y
agradable a Dios para nuestro país. Mostrar al mundo la sonrisa escondida de Dios,
digo escondida porque como Iglesia la guardamos en las 4 paredes de las capillas y el
mundo con todo el anhelo de verla, de experimentarla.

El Israel del AT fue el pueblo que Dios escogió de entre todos los pueblos para que
fuese sal y luz al mundo; pero Israel prefirió poner su luz bajo la mesa, dejar que la sal
de su vida se desalinara. Sus fracasos como nación ante el proyecto divino les condujo
a un juicio severo: que naciones paganas los esclavizaran por un poco más de medio
siglo. Pasado este tiempo, Dios tuvo de ellos misericordia y quiso restaurarlos con el
mismo fin: que sean la sal y la luz al mundo.

Cuando los israelitas regresaron a la tierra prometida, dos hombres, Esdras y


Nehemías, tomaron las riendas de la restauración de Jerusalén: Esdras, como erudito
bíblico y sacerdote de Dios se ocupó de toda la parte litúrgica (el culto). Nehemías de
toda la infraestructura de la santa ciudad.
Mientras hacían estos esfuerzos, con Nehemías y Esdras liderando el proyecto, un día
se reunieron a escuchar la Palabra. Esdras quien era sacerdote y teólogo presidió la
reunión. toda la gente se reunía para escuchar la lectura de las Escrituras y las
explicaciones que les daba Esdras. A partir de esta escena, les quiero compartir un
principio de alegría genuina: Tenemos que despertar nuestro apetito por la
verdad, y que sea clara. Israel quería escuchar la voz de Dios, la verdad. Esdras les
leyó la Escritura. Ellos querían claridad, es decir, que alguien se las explicara. Y en
efecto, no buscaron a cualquiera, buscaron a un hombre erudito en la Palabra de Dios.
Ellos sabían que para ser restaurados necesitaban verdad y claridad.
Yo lamento profundamente que en América Latina tengan más credibilidad, así no
sean claros, los que ignoran las Escrituras que los que conocen las Escrituras.
El púlpito vacío es la moda actual. Tenemos unos púlpitos espectaculares; pero
escaseamos de púlpitos evangélicos. Si la centralidad del púlpito no es la gloriosa cruz
de Cristo y su exigencia de santidad como respuesta de amor, así haga llover milagros
todos los días, ese púlpito no es de Dios.
El principio que nos da Nehemías es claro: hay que escuchar la verdad y la explicación
de ella por parte de los que saben y viven el evangelio.

La segunda propuesta de alegría en este relato de Nehemías, es que tenemos que


preparar el terreno de la alabanza con la Palabra. Esdras leyó las Escrituras;
después alabó a Dios (8.6). La comprensión de la Palabra despertó en ellos la
expresión de alabanza y adoración.
Dice el vv. 6: Entonces Esdras bendijo la grandeza del Señor, y el pueblo, con las
manos hacia el cielo, respondió a una sola voz: «¡Amén! ¡Amén!» Luego, todos se
inclinaron hasta el suelo y adoraron al Señor.
Las palabras de Dios siempre deben rendir al corazón humano. Las palabras de Dios
siempre deben doblegar las rodillas humanas ante Su santidad. Cuando el Espíritu
Santo unge un predicador, las gentes no se emocionan; se arrepienten. Ese fue el
privilegio de Esdras como predicador.

La tercera propuesta de alegría en este relato de Nehemías, es que tenemos que


leer, interpretar y comprender la Escritura en comunidad. Note por favor,
que en los vv. 7-8 Esdras se rodea de un equipo de intérpretes de la Escritura para que
lean y expliquen el sentido del texto en comunidad. La lectura bíblica y su
comprensión solo es posible en la Iglesia. Desde la Iglesia. Para la Iglesia.
El Espíritu Santo no va a iluminar mentes egoístas ni mentes aisladas del cuerpo de
Cristo. La Biblia es el libro de la comunidad. La Biblia es el libro para la comunidad. Se
ha de leer en comunidad y se ha de vivir en comunidad. La vivencia del evangelio es
imposible al estilo del “llanero solitario”, es posible cuando en la Iglesia el Espíritu
Santo sopla su favor sobre nosotros.

Finalmente, la última propuesta de alegría que yo encuentro, es que tenemos que


celebrar cuando entendemos las Escrituras. Dice el vv. 12: Entonces todo el
pueblo se fue a comer y a beber, y a compartir su comida; y pasaron el día muy
alegres, pues habían entendido las explicaciones que les habían dado.
En el libro de los hechos es muy común ver en los relatos a la Iglesia comiendo luego
de compartir las Escrituras y explicarlas en clave de Jesús. Los discípulos siempre
combinaron Palabra y pan. Cosa que nosotros venimos trabajando en los grupos
familiares: Palabra y comida. Es una manera digna y santa de festejar la presencia de
Dios en las Escrituras hablándonos, abriéndonos el entendimiento, donándonos el
milagro de la maravilla ante las riquezas de su gracia eterna, y mucho más.

La comprensión de la Escritura se celebra, por la alegría de entender.


Conclusiones
● Hasta que no tengamos hambre y sed de justicia, la Biblia nunca nos resultará
ser un manjar para el alma.
● La Iglesia del siglo XXI tiene que aprender a escuchar los predicadores que dicen
la verdad con claridad, y dejar de buscar predicadores a la carta.
● Sólo cuando se comprende el evangelio se puede alabar y adorar a Dios en
verdad. De lo contrario, ofrecemos al cielo una ofrenda de ruidos musicalizados.
● Cuando la Biblia se lee en comunidad, Dios se hace presente.
● La Biblia es la fuente inagotable de alegrías. Si no lo es para ti, entonces
necesitas aceptar a Cristo.

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